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TEMA: ¿GUERRA ESPIRITUAL? ( DR.

YATTENCIY BONILLA)

INTRODUCCIÓN.
Estamos viviendo un tiempo donde la guerra espiritual es un tema de moda,
muchas iglesias de corte pietista ven en este tema lo esencial para la vida
cristiana, donde el arte de reprender a los demonios y expulsarlos se va
constituyendo en la naturaleza de la misión de la Iglesia.

De la guerra espiritual se ha formado toda una ciencia y un arte, nuevos


elementos han nacido, donde la cartografía (mapeo) se constituye en una
estrategia decisiva para conocer las áreas vulnerables de los demonios y así
garantizar una posible victoria en la famosa llamada guerra espiritual.

Sobre este tema surgen muchas preguntas:

¿Hay fundamento bíblico para la guerra espiritual?


¿Qué es lo que le garantiza a un cristiano la victoria espiritual?
¿Puede un cristiano ser poseído o tener demonios?

Estas y otras preguntas surgen de este controversial tema, es por eso que quiero
analizarlo brevemente desde un punto de vista bíblico, tomando textos que se
han usado para fundamentar dicho tema, entre ellos: Job capítulos 1 y 2; 1 P.
5:8; Ef. 6:10-20.

ANÁLISIS DE TEXTOS QUE HABLAN SOBRE EL TEMA.


1. Job capítulos 1 y 2.
Algunos especialistas sobre guerra espiritual han tomado como texto base para
fundamentar ciertas ideas el libro de Job, específicamente los capítulos 1 y 2; y
tenemos que saber comentar este libro, porque primero a través de estudios
arqueológicos y de extremados análisis lingüísticos del libro se ha determinado
que no es el libro más antiguo de la Biblia, sino uno de los últimos en elaborarse
del Antiguo Testamento, y su elaboración se dio por partes. Primero se
elaboraron los capítulos 1 y 2, que constituyen el prólogo, y después el epílogo,
que es capítulo 42, versículo del 10 al 17. Después se compuso todo el capítulo
28 que habla sobre la sabiduría, en una fase posterior los monólogos de Job y
por último los diálogos de Job; dentro de todo este contexto de elaboración hay
que entender cuál es la concepción sobre Satanás en aquel momento dentro del
pensamiento judío. A través de estudios minuciosos de la concepción de la
demoniología para el pueblo judío se llega a una conclusión firme y segura: todo
el tema teológico de la demoniología se dio dentro de un proceso que maduró
en el contexto del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento la concepción
del mal y del bien provenía de un mismo ser, o sea Dios, él era la causa de todo
acto bondadoso o negativo que sucediera en el mundo de los hombres,
especialmente en el pueblo judío, porque el judaísmo no aceptaba el dualismo
antagónico, que era la lucha entre el bien y el mal. Aceptar dos principios rivales,
opuestos, era en el fondo crear dos dioses, el dios del bien y el dios del mal; este
dualismo atentaba contra el concepto del monoteísmo judío, y el monoteísmo no
solamente consistía en creer en un solo Dios, descartando otros dioses, sino
también en creer en un solo Originador, tanto del bien como del mal, es por eso
que el Antiguo Testamento le atribuye a Jehová tanto las cosas buenas como las
cosas malas. Es por eso que en Job 2:10, cuando éste reprende a su mujer, le
dice: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?”, esta expresión
era típica dentro del pensamiento judío antiguo, al atribuirle a Dios todas las
cosas que sucedían.

Si se buscan las raíces fundamentales y elementales que nombran a los


demonios y a Satanás, nos encontramos con una raíz hebraica muy usada en el
Antiguo Testamento, y es la que usa precisamente el texto hebraico de Job,
capítulos 1 y 2, y es satán Jl"m:. Dicho término traduce literalmente al español,
“el que pone sospecha”, o “el que ataca”. El término se desprende de los idiomas
semíticos, de la raíz de makak, que se traducía “empleado de los dioses para
ejecutar sus preceptos”; y de ahí se formó posteriormente el término melek Jl,j,,
que significa “lugarteniente de Dios” o “rey”. Observemos que en el hebreo
antiguo no había vocales, sino que se usaban las consonantes para significar
ideas o pensamientos; la diferencia entre satán y melek radica en un signo
convencional, que es una vocal, pero se conserva la misma estructura sintáctica
de las consonantes, conservando así el mismo significado entre satán y melek,
“como un representante de Dios”; si melek era “rey” o “príncipe”, con la función
de lugarteniente de Dios en la tierra, y satán significa “un representante de Dios,
que tiene la función de poner sospechas sobre algo o alguien”, pero dentro de
un ambiente de prueba, es por eso que en el capítulo 1, versículo 6 Satanás se
presenta con los hijos de Dios, dándole un ambiente y un aspecto positivo a su
persona, y el ambiente donde se desarrolla el diálogo es totalmente positivo y
agradable, donde el mismo Dios pone en consideración a Job y el mismo
Satanás también pone a consideración sus criterios sobre Job, y llega un
momento en que Jehová acepta los criterios de Satanás, cuando dice que él no
sirve a Dios de balde, porque todo lo tiene, entonces Dios permite que Satanás
le ponga dos grandes pruebas, la primera atenta contra sus bienes materiales, y
la segunda sobre su vida (la salud). De este texto podemos hacernos grandes
preguntas, si lo tomamos literalmente:

¿Cómo puede ser que Dios se deje influenciar por Satanás?


¿Por qué Dios representando el bien supremo dialoga con el representante del
mal y deciden en conjunto sobre la suerte de los hombres?

Estas dos preguntas asustan a un creyente, si se usa un razonamiento lógico, y


esto daría inseguridad, por el hecho de pensar que Dios se deja influenciar por
Satanás, pero al texto no lo podemos entender literalmente, hay una serie de
procedimientos técnicos, lingüísticos (usando el hebreo), arqueológicos,
culturales, que se ponen de relieve para poder interpretar exegéticamente el
relato, y una de las claves hermenéuticas sería el concepto de satán, que no
tiene una connotación maléfica, ni dañina, sino como alguien que pone
sospechas, es por eso que el texto no apunta a una guerra espiritual contra el
creyente, sino que es un relato que está desmontando la doctrina de la
retribución[1], bien fundamentada en otros textos del Antiguo Testamento, que
recogen otras tradiciones, especialmente el Pentateuco.

Entonces hay que entender que Job no recoge el tema de la demoniología bajo
perspectivas maléficas o de guerra, porque el Antiguo Testamento no presenta
una concepción del diablo como el príncipe de las tinieblas, que es el líder de
toda obra pecaminosa. Esto ya lo recoge el Nuevo Testamento, pero de una
forma todavía tímida, es por eso que en el Nuevo Testamento ya hay una
concepción más clara sobre la figura del diablo.

2. 1 Pedro 5:8.
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león
rugiente anda alrededor buscando a quien devorar”.

El término “sobrio” viene del verbo nhvfw (nefo), y la mejor traducción sería “ser
sobrio o juicioso”; “practicar el dominio propio”.[2] Este verbo que está en
imperativo, segunda persona plural, inicia dicho versículo como una forma de
exhortación; el autor quiere enseñarnos a tener un dominio propio y a mantener
una conducta justa, pero para entender qué tipo de conducta tenemos que acudir
al contexto de la carta. La primera de Pedro no es una epístola común y corriente,
es una homilía bautismal, que fue dirigida a varias iglesias, con una connotación
de Iglesia universal. El contexto de dicha homilía es invitar al oyente a una
reflexión sobre el pecado, y despertar una conciencia al bautismo como
expresión de perdón de pecados, que significa la obra salvífica de Dios,
sepultarnos en las aguas bautismales para nacer de nuevo; es por eso que el
autor invita a sus oyentes a que vivan una conducta de dominio propio como
expresión de salvación que fue significada y simbolizada a través del bautismo.
El que vive la salvación está invitado a vivir una conducta unida a la vida de
Jesucristo.

El segundo verbo que está en imperativo es “velad”, grhgorevw (gregoreo) que


traduce “estar o mantenerse despierto”, “vigilar”, “estar alerta”.[3] Lo que Pedro
nos quiere comunicar con este segundo verbo es vivir un dinamismo espiritual
que nos ayuda a mantenernos en una vida de santidad. Cuando se juntan estos
dos verbos, “sed sobrios” y “velad”, no estamos permitiendo cualquier
oportunidad al diablo de que intervenga en nuestras vidas; es por eso que un
cristiano consagrado no puede ser poseído por demonios o por el diablo, porque
la garantía espiritual dada por Dios en Jesucristo a través de su sangre, es una
realidad auténtica que no permite ser pisoteada por el poder demoníaco. Como
el mismo Pedro lo dice en el versículo 8; “porque vuestro adversario el diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”, una palabra
clave en esta segunda parte del versículo es “adversario”; en griego ajntivdiko~
(antidikos), este es un término que viene del dialecto griego ptolomaico, el cual
representa el griego jurídico o legal. El término ajntivdiko~ (antidikos) hay que
entenderlo dentro de un ámbito netamente jurídico; Pedro quiere decir que
tenemos un adversario, y este adversario es legal, pero dentro del derecho
griego, que también fue la base del derecho romano, en toda dialéctica legal
(cuando hay dos partes opuestas) las dos tienen derechos que les garantizan a
cada uno su estabilidad, su legalidad, su libertad, o sea que ninguna parte puede
oprimir a la otra, sino por el contrario, puede defenderse ante la otra. Con esta
explicación científica del término, Pedro nos quiere decir que el diablo, aunque
sea un adversario, no tiene el derecho a destruirnos si nosotros nos mantenemos
sobrios en Cristo Jesús, o sea, en una profunda intimidad con Dios, en Cristo, a
través de su Santo Espíritu. Aquí se le acaba la atribución al diablo, y no nos
puede atacar, ni dañar, por eso es muy bueno acudir a los manuscritos griegos
para entender estos pasajes polémicos que se prestan a interpretaciones
emotivas y subjetivas. Ya con esto logro demostrar que la guerra espiritual puede
tener una connotación subjetiva, cuando el creyente no está seguro
espiritualmente en su relación íntima con Dios en Jesucristo, a través del Espíritu
Santo, y esto produce que “el creyente” se sienta vulnerable a poderes
demoníacos y por una inseguridad psicológica espiritual empiece a ver demonios
en toda área de su vida y en los otros. La mejor medicina para mantener una
vida en victoria espiritualmente ya lo está dando 1 P. 5:8, y también lo sugiere el
apóstol Pablo en Ef. 6:10-20.

3. Efesios 6:10-20.
En este pasaje, a través de la ilustración de la armadura de Dios, Pablo nos da
un sabio y profundo consejo de cómo mantenernos victoriosos espiritualmente
descartando cualquier ataque demoníaco, y usa la ilustración de la armadura
tomándola de la armadura que usaban los soldados romanos. En el versículo 10,
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su
fuerza”. Cuando Pablo usa la expresión “fortaleceos en el Señor”,
ejndunamou`sqe ejn kurivwæ (endunamouste en kurio); si se hace un análisis
detallado de estas dos palabras, se verá que la primera, ejndunamou`sqe, es un
compuesto de dos términos, el primero es ejn (en), es una preposición que
significa identidad, cuando hay dos sujetos los dos se identifican en una sola
realidad a través de esta preposición; el segundo término es duvnami~(dunamis),
que significa “un poder que viene de Dios”; este término solamente es usado
cuando el sujeto de la acción es Dios, y si unimos las dos palabras da una
connotación de una profunda intimidad con Dios, y como consecuencia de dicha
intimidad tenemos un poder, y este poder es muy fuerte y nos ayuda a resistir
cualquier ataque demoníaco, y todavía se complementa con la expresión ejn
kurivwæ (en kurio), que también significa, con la preposición ejn, identidad e
intimidad, o sea que en el versículo 10 Pablo nos está garantizando y
aconsejando que tenemos que fortalecernos en Cristo a través de una profunda
comunicación y comunión con él, que se va generando en el proceso de
santificación. En el versículo 11 y siguientes, Pablo ilustra este axioma del v. 10
con la figura de la armadura, y cuando va usando cada elemento de la armadura
los va relacionando con una cualidad esencial de la naturaleza cristiana, y esta
descripción empieza en el v. 14 hasta el v. 17. Relaciona la acción de ceñirse los
lomos, que era a través de un cinto, con la verdad (v. 14a); la coraza con la
justicia (v. 14b); el calzado con el Evangelio de la paz (v. 15); el escudo con la fe
(v. 16); el yelmo con la salvación (v. 17a); la espada con el Espíritu (que es la
Palabra de Dios) (v. 17b). Estas seis características demuestran la naturaleza de
todo creyente:

a. La fe: Significa la identidad con Dios en Jesucristo, esto nos garantiza una
vida dinámica y en crecimiento en el Espíritu.

b. La justicia: Es la expresión dinámica y concreta de la fe, transformándose en


el amor, que tiene que ver con la caridad cristiana; esto genera los buenos frutos.
Si en la vida cristiana no hay buenas obras significa que la fe no está bien
fundamentada.

c. La verdad: Es una característica esencial de la naturaleza cristiana que


expresa una vida auténtica en Dios producto de una comunión con Él.

d. El Evangelio de la paz: Es la disposición de vivir y de comunicar el Evangelio


que transforma vidas, o sea que el ejercicio misionero o apostólico es una muy
buena arma para defenderse de los ataques del enemigo.

e. La salvación: Desarrollar una vida cristiana en el dinamismo de la salvación


nos da una seguridad espiritual y nos anticipa el triunfo final.

f. La vivencia del Espíritu a través de su santa Palabra: Nos fundamenta


intelectual y espiritualmente en la solidez de la fe y de la relación con Dios.

Si vivimos estos seis principios el cristiano auténtico no tiene que preocuparse


por el diablo, porque ya fue derrotado por Cristo en la cruz, sino preocuparse por
ser más santo a través de la relación con Dios.

III. CONCLUSIÓN.
Una de las grandes características del tema guerra espiritual es una obsesión de
lucha y de batalla, pero las personas que declaran la guerra constantemente al
demonio y a toda potestad maligna, a veces descuidan su profunda intimidad y
relación con Dios, es por eso que el mejor consejo es vivir una vida de santidad,
dependiendo del Espíritu, en Cristo Jesús, esto nos garantiza una seguridad
espiritual y una madurez tanto personal como espiritual.

A veces el tema de la guerra espiritual puede ser más psicológico y subjetivo,


dando como consecuencia una inseguridad. En uno de los trabajos elaborados
en forma de entrevista y estadística por un pastor de Quito, llegó a la conclusión
de que cerca del 98% de los cristianos que viven el tema de la guerra espiritual,
y declaran la guerra a los demonios constantemente, tenían problemas de baja
autoestima, inseguridad, ansiedad, y no tenían una profunda relación con Dios
en un sentido de victoria y de salvación, en el fondo descuidaron su comunión
con Dios para dedicarse a pelear con el diablo y los demonios. Los consejos de
Pedro y de Pablo son pertinentes y oportunos, nos sugieren que mejor vivamos
la fe, la justicia, la verdad, etc. y ahí nos vamos a declarar vencedores porque
vamos a crear una naturaleza de santidad y el diablo no nos podrá hacer daño,
porque ya fue derrotado en el calvario, y aquí entra más una actitud psicológica,
si nosotros pensamos que somos vulnerables, le estamos dando al diablo el
poder y nos colocamos en el puesto de víctimas, pero con el poder espiritual que
Dios nos ha dado tenemos que abandonar el lugar de víctimas y colocarnos en
el sitio de vencedores, y el demonio no nos hará daño. En el momento en que
creamos que el demonio penetra en la vida de un auténtico cristiano convencido,
que vive en ejercicio de santificación, estamos viendo a Dios como el grande de
los mentirosos, porque lo que hizo en la cruz Jesucristo fue una estafa, y así no
podemos considerar a Dios ni a la obra de Jesús, porque él nos garantizó con
su muerte redentora el vivir un poder espiritual en Dios, y ninguna obra
demoníaca podrá destruirlo, si nosotros vivimos las virtudes de la fe.

Yo invito a los oyentes a que mejor nos preocupemos por estar más en intimidad
con Dios, y practicar la verdad, la justicia, y vivir la seguridad de la salvación, y
preocuparnos más por ser una Iglesia misionera y apostólica para anunciar las
Buenas Noticias de salvación a un continente envuelto en la pobreza, la
injusticia, en la miseria, y ser agentes de cambio a través de la Iglesia.

Podemos pensar que nuestra vida cristiana es una guerra espiritual, en el sentido
de que diariamente batallamos, incluso con nosotros mismos, por vivir nuestra
santidad como consecuencia de la salvación, contra toda conformidad a este
mundo, o este siglo, como dice el apóstol San Pablo (Ro. 12:2); no podemos
dejar que el mundo nos afecte, sino que tenemos que afectar al mundo, y
transformarlo para que Jesucristo sea Señor a través de la Iglesia que proclama
Su reino.

IV. BIBLIOGRAFÍA.
- Parra, Lorenzo. Comentario Exegético del Nuevo Testamento. Ed. San Pablo.
España.
- Cuadernos Bíblicos. Comentario al Libro de Job. Ed. Verbo Divino. España.
- Santa Biblia. Versión Reina-Valera.
- The Greek New Testament. Sociedades Bíblicas Unidas. Tercera Edición.
1975.

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