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María
Marta
Preziosa
¿Por qué los alumnos me discuten algo que no dije? Sin duda, una parte tiene que ver con mi
capacidad para expresarme y la posibilidad, según el día, de encontrar las palabras y la
pasión adecuadas. Otra parte, creo, tiene que ver con la amplitud del campo semántico del
léxico “ética”.
Por ejemplo, si uno dice “primavera”, este léxico -estrictamente- se refiere a una estación
climática, sin embargo, en su ámbito semántico están las ideas de juventud o enamoramiento,
apertura o liberalización política, etc.
Cuando uno dice “ética”, ¿qué hay en su ámbito semántico? Para muchos hay sermón,
dogmatismo, represión, prohibición, ingenuidad, hipocresía, imposibilidad, idealismo.
Entonces, cuando me discuten algo que no dije, es que esa persona discute algo que está, en
el ámbito semántico de lo que dije, pero que corre por su cuenta. Es su propia proyección.
Entrenamiento ético
Entrenar o enseñar a profesionales del mundo de los negocios a incluir la variable ética en la
toma de decisiones, para mí, en primer lugar, consiste en hacer surgir en clase cuáles son sus
creencias arraigadas y ayudar a someterlas a crítica, fundamentalmente con el objetivo de
aumentar el espacio de libertad interna percibida.
La discusión filosófica es, sin dudarlo, “la” herramienta -molesta como un tábano- para
criticar estas presunciones, siempre lo ha sido. Para hacerlo, es necesario, primero, no tener
miedo de perder la propia identidad, y segundo, no confundir “lo que yo haría” con la
consideración de aquello que el ser humano es capaz.
¿Ética es ingenuidad?
Uno de estos misundertandings habituales es que creer que el que habla de ética cree en
disney. Cree en un mundo ideal donde todo es posible pero que es imposible. Pero ¿porque se
me discute eso si yo no predico disney? ¿Hay algo más que el léxico y su ámbito semántico?
Arriesgando una explicación, creo que la idea menos tolerada y más combatida es la idea de
libertad. Paradójicamente, a la vez, para algunos es la idea-revelación del curso de ética. Algo
que quizás se puede explicar, por un lado, por la falta de estudio y respeto por las
humanidades que -entre otros factores- lleva a que cada uno piense que el mundo se originó
en su propio ombligo. Por otro lado, puede ser que sea una idea-revelación porque
acostumbramos a cambiar de lugar la libertad interior, y de pronto ya no la encontramos.
Fíjense que las dos explicaciones ponen la causa de la conducta humana fuera de las
personas, en un lugar externo, tal como lo sintetiza tradicional fórmula stick and carrot, palo
y zanahoria.
Si hay algo ingenuo, señores, son este tipo de explicaciones. Si ingenuo le parece mucho, al
menos acépteme que son excesivamente parciales para explicar el espíritu humano y todo
aquello que proviene de la interioridad y no de afuera: la codicia, la envidia, el deseo de
trascender y de perpetuarse, la arrogancia, la vanidad, la soberbia.
Claro que, identificar una causa no es lo mismo que identificar la solución y viceversa.
¿Miedo al castigo?
¿Ud piensa realmente que el cambio cultural resultará cuando unos, no sé… ¿150? o ¿1000?
jueces que condenen a prisión a los corruptos? ¿El cambio cultural de 45 millones depende
de 150 o 1000 personas? Eso es disney.
¿Por qué ponemos la solución en el castigo cuando vivimos en una sociedad que tiende a no
respetar ningún tipo de autoridad? Eso es disney.
¿Por qué ponemos la solución en la búsqueda de una buena reputación cuando vivimos en
una sociedad que gusta de la desfachatez y el escándalo? Eso es disney.
Miedo a la libertad
El miedo al castigo y el miedo a que me descubran son reminiscencias infantiles.
Somos libres y podemos transgredir las normas porque “se nos canta”, porque “me importa
un bledo” el otro, porque quiero salvarme a mí y a mi familia y porque de paso, le podemos
echar la culpa a la amígdala o al Estado que no me dio los incentivos correctos.
Ojalá podamos en la última temporada de nuestra vida, decir como dijo Walter White en el
último capítulo de Breaking Bad: “lo hice porque quise, lo hice porque me gustó, lo hice
porque era bueno en eso y me hacía sentir vivo”.
En el título, “ disney” (sic) con minúsculas, no es la marca, es una metáfora de la
ingenuidad.
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4 comentarios
Fernando Brom
2 noviembre 2018 a las 5:03 pm
Es hora de reparar el enorme daño causado a un gran país,que perdió el rumbo por muchos años,
en realidad décadas, pero estamos a tiempo de recuperar la república perdida…o robada …o
falsificada.
Es un tema cultural que se lleva puesta la democracia primero …….y la libertad al final.
La libertad es el bien mas preciado cuyo valor no se descubre hasta que se la pierde.
Podemos y debemos recuperar la libertad…antes de que sea tarde.
Con ética todos vamos a vivir mejor.
La deuda social -la pobreza y la indigencia – tendrán rápida solución sólo si dejan de ser un gran
negocio de unos pocos que someten a muchos a la más indigna esclavitud y clientelismo social.
Responder
Nora Gorrochategui
6 noviembre 2018 a las 5:04 pm
María Marta, Felicitaciones. En pocas y claras palabras, una verdadera invitación a la reflexión
sobre la conducta ética.
Responder
Marcos
9 noviembre 2018 a las 8:55 pm
Responder
Agradezco a María Marta este artículo, el cual comparto plenamente. En este sentido pienso que
padres y abuelos tenemos mucha responsabilidad, junto con los colegios, en la educación de niños
y jóvenes para que lleguen a estar ubicados adecuadamente respecto a la importancia evolutiva del
lenguaje: semántica y pensamiento crítico. Así tenemos que educar en la humildad es
imprescindible, pero en este tema muchos de los padres y docentes probablemente no estamos bien
calificados en la práctica ni en la teoría, aunque tengamos interés en promover esta productiva
virtud. Los empresarios y gerentes tiene también responsabilidad en el desarrollo de este asunto.
Todos debemos apoyarnos para perfeccionar el potencial que tenemos como personas, el que
muchas veces, cómo sabemos, se queda en el tintero por el descuido en el uso del potente leguaje.
Responder
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