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ENSAYO

DERECHOS HUMANOS, DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO,


CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA, CODIGO PENAL Y DE
PROCEDIMIENTOS PENAL.

ANTONIO PUENTES TRUJILLO


Curso Básico de Policía Judicial

ESCUELA DE INVESTIGACION CRIMINAL - POLICIA NACIONAL


Neiva, 25 de Noviembre de 2019

Antonio Puentes Trujillo – Profesional de Gestión II


Grupo Delitos Informáticos Huila - Fiscalía General de la Nación.
ENSAYO

DERECHOS HUMANOS, DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO,


CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA, CODIGO PENAL Y DE
PROCEDIMIENTOS PENAL.

HABLEMOS DE DERECHOS HUMANOS Y DE NUESTRA CONSTITUCION


PLITICA DE COLOMBIA.

El presente documento recopila aspectos relevantes, relacionados con los


derechos humanos, y como estos han sido protegidos; aunque es más
acertado afirmar que se ha venido hablando e incrustando en documentos
rectores de la conducta del ser humano, a fin de que se garanticen el respeto
a los mismos.

Pero, debemos también precisar que los derechos humanos no pueden


entonces constituirse en documentos y lo que parece duro afirmar, “letra
muerta”; deben ser entonces el producto de la práctica diaria, común y
cotidiana del ser humano. Ahora bien el desarrollo acelerado de las nuevas
tecnologías de la información ha contribuido a la expansión de una red global
que, en muchos casos, ha contraído el espacio urbano a coordenadas
exclusivamente temporales. También, al igual que las nuevas socializaciones
del tipo virtual, las grandes intervenciones urbanas se fundan sobre un
desarrollismo que ha perdido totalmente su finalidad humana, y la ciudad solo
“progresa” materialmente, mientras su tejido social se desintegra con

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discriminaciones y segregaciones manipuladas políticamente, económica y
socialmente.

Es evidente que la vida cotidiana se ha visto profundamente trastocada por


estos cambios. Cuestiones como la crisis de la vida asociativa y doméstica, la
estandarización de la cultura y los comportamientos, tienen consecuencias
directas sobre los espacios y los tiempos en los que se desarrollan.1

En cuanto a los derechos humanos, existe en el imaginario de la gente la idea


que los derechos humanos (DDHH) son asunto exclusivo de ONG que trabajan
el tema, o de activistas que viven de ello. Pero también se asocia con
frecuencia al conflicto armado y su afectación a grupos de personas y no al
conjunto de la sociedad. Pues bien, nada más lejano a la realidad que estos
supuestos. Por el contrario, si hay algo que atraviesa la vida de la sociedad en
general son los derechos humanos. Tanto así que las constituciones políticas
de los países, tratados, convenciones y declaraciones internacionales, no son
más que el resultado de las históricas luchas sociales y políticas libradas por
el ser humano. Otra cosa es que los gobiernos y países no las cumplan.

Al establecerse, después de 1810, gobiernos que no derivaban su legitimidad


del poder histórico o sagrado de los reyes, sus dirigentes adoptaron el lenguaje
del pensamiento liberal: los "pueblos" habían recuperado su libertad, y el
gobierno existía para proteger los "derechos imprescriptibles del hombre y del
ciudadano". Estos eran: la seguridad, la libertad, la propiedad y la igualdad
legal, así como los requeridos para participar en el manejo del Estado.

1
“Lo local, las diferencias físicas de las ciudades, desde el primer mundo al tercer mundo, están siendo
progresivamente borradas por el intercambio de información, conocimientos y técnicas”. Texto
traducido por Patricio De Stefani para fines académicos.
Allen, Stan. Practice: Architecture, technique and representation. Routledge 2000. pp. 37.

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Todas las constituciones reconocieron algunos derechos (aunque la de 1886
lo hizo bajo la forma de restricciones al poder del Estado), pero nuestra
tradición parece haberse caracterizado por la frecuente tentación de reconocer
derechos en la Constitución y negarlos en la ley o someter su aplicación a la
arbitrariedad de los funcionarios públicos. Fueron muchos los avances reales,
como la liberación de los esclavos en 1851, la tradición, rota sólo en momentos
de conflicto muy alto, de libertad de prensa, o la expansión gradual de
libertades políticas y garantías legales y procesales, pero muy débiles los
mecanismos que permitían a un ciudadano hacer valer su derecho frente al
Estado cuando éste se empeñaba en restringirlo, o cuando la interpretación
dominante, como ocurría con la libertad de conciencia o de enseñanza, lo
condicionaba hasta casi extinguirlo, o cuando el conflicto de derechos
enfrentaba a los de ruana con los de saco.

Dos fenómenos parecen haber confluido en la segunda mitad del siglo XX —


un período caracterizado además por avances reales substanciales, como la
creciente igualdad entre los géneros—, para dar al tema de los derechos
humanos una nueva importancia. El primero fue la aprobación en 1948 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, y el desarrollo posterior de
otros instrumentos internacionales de protección a los derechos humanos. La
tradición liberal occidental fue acogida como la base de un orden que exigía a
todos los estados, independientemente de sus tradiciones, el respeto a los
derechos de sus propios ciudadanos. Este consenso fue decisivo en la caída
de los gobiernos socialistas, que defendían una interpretación diferente de los
derechos humanos.

La Constitución de 1991 incorporó, además, al inventario de derechos


humanos varios derechos económicos y sociales (empleo, vivienda, salud,
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cultura, etc.) e incluso convirtió en derechos de los ciudadanos algunos de los
objetivos básicos del orden constitucional, como la paz. De este modo, la
Constitución no solamente señaló los derechos exigibles del Estado, sino que
definió como derechos muchos temas que normalmente hacen parte de la
controversia política. Al hacerlo, tendió a despolitizar la búsqueda de metas
sociales y a crear un ambiente en el que el desarrollo económico y social no
se logra a través de la política y la participación democrática, sino mediante
demandas en los tribunales.

Así pues, hoy el país enfrenta varios dilemas complejos, con instituciones
avanzadas pero a veces ineficaces. El primero es cómo hacer compatible la
defensa de los derechos ciudadanos amenazados por la guerrilla (la libertad,
la vida, la propiedad, la seguridad, el medio ambiente) con la protección a los
ciudadanos de arbitrariedades judiciales y policiales (debido proceso para
allanamientos y procesos judiciales, control de abusos como tortura o
asesinato de guerrilleros). Y el segundo es cómo hacer que, en un contexto de
limitaciones económicas, las prioridades en la lucha por cubrir las necesidades
fundamentales de la población y satisfacer sus llamados derechos de segunda
generación (salud, educación, vivienda) expresen la voluntad de la sociedad,
definida a través de sus mecanismos políticos propios.

La constitución, por otra parte, clasifica los derechos protegidos en varias


categorías, que no son completamente consistentes y que obedecen a criterios
distintos.

En primer lugar, la constitución ha separado claramente, señalando títulos


diferentes para cada grupo, los derechos fundamentales, los derechos
"sociales, económicos y culturales", los derechos colectivos y los mecanismos
de protección.
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Esta clasificación corresponde a la diferenciación convencional entre los
llamados derechos de primera, segunda y tercera generación, aunque no
coincide por completo con ella. En efecto, la terminología usada dentro de esta
clasificación define los derechos de la primera generación como "derechos
civiles y políticos"; la opción de la codificación constitucional mezcla dos
principios clasificatorios, y produce cierto equivoco al sugerir la equiparación
automática de derechos fundamentales y derechos civiles y políticos. Sin
embargo, una lectura atenta muestra que esto no puede sostenerse en forma
consistente, pues en el capítulo de los derechos fundamentales aparecen
algunos que son de contenido más social o económico, como el derecho al
trabajo, y otros que tradicionalmente se clasifican dentro de los derechos
colectivos, como el derecho a la paz. Además, algunos de los derechos
culturales, sociales y económicos, como el derecho a la educación y a la salud,
pueden ser considerados como fundamentales, al menos en cuanto a la
satisfacción mínima necesaria para actuar en las condiciones actuales de
nuestra sociedad.

DERECHOS HUMANOS Y EL CODIGO PENAL COLOMBIANO.

Según el artículo 1 del Código Penal colombiano, “el derecho penal tendrá
como fundamento el respeto a la dignidad humana”. Se trata en este caso de
la primera “de las normas rectoras de la ley penal colombiana” (capítulo único,
título I del Código Penal), las cuales —según el artículo 13 del mismo
capítulo— son normas que “constituyen la esencia y orientación del sistema
penal. Prevalecen sobre las demás e informan su interpretación”.

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Para que ello sea posible y tales normas puedan entenderse efectivamente
rectoras (en el sentido de someter a toda la legislación penal a su contenido),
parece lógico pensar que se requiere dotarlas de un refuerzo constitucional,
pues solo su conexión con el núcleo básico de algunos derechos
fundamentales posibilita la reformulación de su contenido prescriptivo como
parte del contenido de derechos o garantías constitucionales y justifica su
prevalencia frente a otras normas penales, aunque su rango siga siendo legal.

Ello significa entonces, en primer término, que el carácter rector de estas


normas no se encuentra fundado exclusivamente en el artículo 13 del Código
Penal, “sino sobre todo en la vinculación de su contenido prescriptivo con las
normas constitucionales y más concretamente con derechos y garantías
fundamentales (Fernández, 2011, p. 132; Velásquez, 2009, pp. 58-62; Bernal,
2002, p. 64). En consecuencia, en segundo lugar, también significa que ellas
se encuentran dirigidas no solo al juez ordinario en el momento de interpretar
y aplicar la ley penal, sino también al legislador en el momento de crearla y al
juez constitucional en el momento de controlar si el legislador fue respetuoso
de los límites constitucionales. Pero delimitar la relevancia concreta del
principio de respeto a la dignidad humana en el derecho penal a partir del
modelo de Estado constitucional asumido en Colombia no es una tarea fácil, a
pesar del reconocimiento del papel fundamental de dicho principio en el
sistema.

Dicha complejidad se deriva de los retos que desde la teoría del derecho se
plantean en relación con el papel de las normas constitucionales en el sistema
jurídico, los problemas inherentes a la indeterminación del concepto de
dignidad humana y también de las divergencias políticas respecto de la función
de dicho principio.

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Todos estos aspectos tienen implicación directa en una comprensión de la
norma rectora del artículo 1 del Código Penal como límite a la intervención
penal. Pese a que son varios y muy complejos los problemas teóricos
generales que plantea una norma rectora que fundamenta el derecho penal en
el respeto a la dignidad humana, y el problema de la indeterminación del
concepto de dignidad humana y con un poco de mayor detalle la función de
dicho concepto en un Estado de derecho, para centrar el análisis en la
comprensión del contenido y la relevancia jurídica de la dignidad humana en
el modelo constitucional colombiano y su función en el concreto ámbito del
derecho penal.

La Dignidad Humana en el Sistema Constitucional Colombiano

La indeterminación de la expresión dignidad humana El artículo 1 de la


Constitución Política establece que Colombia es un Estado social de derecho
fundado en el respeto a la dignidad humana. Aunque desde un liberalismo
humanista esta declaración podría verse como un gran logro constitucional,
habría antes que preguntar qué debe entenderse por dignidad humana, pues
lo digno y lo humano son términos en sí mismos complejos y su construcción
y atribución de significado normativo son tareas fundamentalmente políticas,
por lo que la sola idea de dignidad humana no supone ninguna conquista
concreta. Luego, cualquier elaboración jurídica sobre la dignidad humana
comienza en el ámbito de la política y no en el legal.

La muestra evidente de que la dignidad humana sin la atribución de un


contenido claro resulta una mera fórmula vacía se puede ver en el hecho de
que nada impediría hablar de dignidad humana en el colonialismo o el
esclavismo, pues la construcción de la dignidad no estaría dada para
indígenas y esclavos, en cuanto se consideraban no humanos (Jakobs, 2003).
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Se trata, por tanto, de un concepto de creación por exclusión, puesto que la
definición de lo humano y de lo digno crea a su vez el concepto de lo inhumano
y de lo indigno. Es cierto que pueden existir conceptos más o menos
incluyentes, pero resulta imposible negar que toda definición de lo humano
conlleva la definición de lo no humano, así como toda definición de lo digno
implica también, por exclusión, lo indigno.

La dignidad suele ser definida en el lenguaje común como cualidad de digno,


que a su vez se refiere a aquello que tiene dignidad o se comporta con ella, lo
cual refleja con claridad la indeterminación de la expresión; por ello, ni esta ni
ninguna de las otras acepciones ofrecidas por el lenguaje común son útiles
para fijar el contenido jurídico del concepto, porque la dignidad, más que una
expresión clara de un lenguaje, cualquiera que sea, es una construcción
contingente, una atribución sobre el trato ofrecido y esperado. En fin, la
dignidad humana es una atribución de condiciones específicas.

DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO.

El Derecho Internacional Humanitario, en adelante DIH, es: “el conjunto de


normas cuya finalidad, en tiempo de conflicto armado es, por una parte, proteger a
las personas que no participan, o han dejado de participar, en las hostilidades y, por
otra, limitar los métodos y medios de hacer la guerra.” (CICR, 2005). Contemplando
esta definición, el propósito de este escrito es:

1) Enmarcar la evolución e historia del DIH,

2) Analizar la importancia del estudio del DIH,

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3) Examinar el DIH en el marco del conflicto armado no internacional en
Colombia, sopesando sobre los retos pasados, presentes y futuros del país.

El II Convenio de Ginebra, formulado de algún modo a razón de la Guerra


Ruso-Japonesa, expone “La suerte que corren los heridos, los enfermos y los
náufragos de las fuerzas armadas en el mar”, observando así las reglas del I
Convenio aplicadas en miembros de las fuerzas armadas navales. Luego, con
el III Convenio de Ginebra, “relativo al trato debido a los prisioneros de guerra”,
se establece que estos “deben recibir trato humanitario, alojamiento adecuado y
alimentos, vestimenta y atención médica apropiados. Además, sus disposiciones
establecen pautas sobre el trabajo, la disciplina, la recreación y los juicios penales a
los que se someterán los prisioneros.” (Cruz Roja Americana, 2006). Por último, el
IV Convenio trata lo que no se había considerado hasta el momento de la 2GM:
los riesgos a los que la población civil estaba expuesta durante la presencia
de conflictos; de modo que este trata sobre lo “relativo a la protección debida
a las personas civiles en tiempo de guerra”.

Para finalizar, hay que saber que a través de 3 protocolos seguidos del
Convenio de 1949 se:

1) Extiende la protección a la población civil,

2) Se amplían las protecciones sin carácter internacional y se enfatiza en las


otorgadas a las víctimas atrapadas en conflictos internos de alta intensidad,
como guerras civiles, y

3) Se inserta el Cristal Rojo como emblema distintivo opcional de los


organismos neutrales. (Cruz Roja Americana, 2006).

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Por otro lado, se debe tener presente que el DIH también está compuesto por
tratados que acompañan el Convenio de Ginebra como: la Declaración de San
Petersburgo, convenios, revisiones y convenciones de La Haya, el Estatuto de
Roma de la CPI, entre otros; los cuales focalizan más sus propuestas en
distintos aspectos de la guerra.

Los principios del DIH son: la humanidad, la necesidad militar, la distinción, la


limitación y la proporcionalidad. Estos “son aquellos preceptos que las partes
deben respetar al momento de usar la fuerza en un contexto de conflicto, […]
es de anotar que todos los principios deben evaluarse de forma conjunta y
armónica” (Azuero & Mares, 2012). Ya que estos principios son en parte la
base del DIH, es necesario mantener su relación con el entorno y los tipos de
guerra que se presenten. En ese sentido el estudio del DIH desde este punto
de vista forja una exigencia por la reflexión de nuevos cambios en los que se
apliquen dichas disposiciones; dos ejemplos de esto último, que se podrán ver
a continuación, son: 1) en cuanto a los medios bélicos y 2) en cuanto a los
métodos bélicos.

EL CODIGO PENAL COLOMBIANO.

Refiere en el Titulo I, sobre Normas Rectoras de la Ley Penal Colombiana, y


su artículo 1, dice. “Dignidad Humana. El derecho penal tendrá como
fundamento el respeto a la dignidad humana.

Asi mismo el artículo 2: “Integración. Las normas y postulados que sobre


derechos humanos se encuentren consignados en la Constitución Política, en
los tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia, harán parte
integral de este código. COMENTARIO NORMATIVO.
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1. LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA, publicada en la Gaceta Constitucional
número 116 de 20 de julio de 1991, en su artículo 93 manifiesta lo siguiente:
“Artículo 93. Los tratados y convenios internacionales ratificados por el
Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su limitación
en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno. Los derechos y
deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los
tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia.
[Inciso adicionado por el artículo 1 del Acto Legislativo número 2 de 2001].

2. LA LEY 74 DE 1968 del 26 de diciembre de 1974, por la cual se aprueban


los “Pactos Internacionales de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
de Derechos Civiles y Políticos, así como el Protocolo Facultativo de este
último, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en votación
Unánime, en Nueva York, el 16 de diciembre de 1966”, trata de:

Pacto Internacional de Derechos Económicos. Sociales y Culturales.

Los Estados Partes en el presente pacto, Considerando que, conforme a los


principios enunciados en la carta de las Naciones Unidas, la Liberta y la paz
en el mundo tiene por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos
los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables,
Reconociendo que estos derechos se desprenden de la dignidad inherente a
la persona humana,

Reconociendo que, con arreglo a la Declaración Universal de Derechos


Humanos, no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor
y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada

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persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como
de sus derechos civiles y políticos.

Dado que el hombre está dotado de una voluntad libre que le permite
desarrollar sus facultades naturales, teniendo como única limitante, a esa
libertad, su propia naturaleza; pero, en sociedad, esta libertad está
forzosamente limitada por el respeto a la libertad de otros hombres; de aquí
deriva la necesidad de normas o reglas que garanticen a cada miembro del
cuerpo social, con una medida igual, el ejercicio de su actividad y desarrollo.

Desde luego, la manifestación del derecho, en su aspecto práctico y real, es


por medio o a través de la ley. Ella y a los intereses de la sociedad, para una
correcta y legal convivencia entre los miembros de la sociedad y su relación
con las instituciones del Estado, que la misma ley denomina delito.

La causa de la infracción o de la no observación de las disposiciones de la ley,


el delito, en perjuicio de la sociedad y de la obligatoriedad de la misma ley por
los hombres, obedece a muchos y muy diversos factores, sin embargo, por lo
pronto, se adelanta que esos factores tienen origen en la propia naturaleza del
hombre y la convivencia estrecha a la que, hoy en día, se ve sometido. Pues,
el hombre siempre pretenderá tener un mayor número de satisfactores que
otros, incluso más de los que necesita, por el sólo hecho de acumular riquezas
y el poder, que en la sociedad actual, representan una posición admirada y
envidiada por algunos de sus miembros, aun cuando no las puede conseguir
de manera honesta y legal.

Surge aquí, la violación a la Ley, o a las normas, y es aquí el llamado a acudir


a la herramienta con la que cuenta el Policía Judicial, para rebatir teorías y
afirmaciones por todos los medios y a todas voces, y que se instituye a partir
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de la ley 906 de 2004, Título Preliminar, cuyo contenido parte de los Principios
Rectores y Garantías Procesales, y sus primeros 27 artículos hacen mención
a: LA DIGNIDAD HUMANA, LA LIBERTAD, LA PRELACION DE LOS
TRATADOS INTERNACIONALES, LA IGUALDAD, LA IMPARCIALIDAD, LA
LEGALIDAD, LA PRESUNCION DE INOCENCIA E IN DUBIO PRO RREO, LA
DEFENSA, LA ORALIDAD, LA ACTUACION PROCESAL, EL DERECHO DE
LAS VICTIMAS, LEALTAD, GRATUIDAD, INTIMIDAD, CONTRADICCION,
INMEDIACION, CONCENTRACION, PUBLICIDAD, JUEZ NATURAL, DOBLE
INSTANCIA, COSA JUZGADA, RESTABLECIMIENTO DEL DERECHO,
CAUSULA DE EXCLUSION, AMBITO DE LA JURISDICCION PENAL,
INTEGRACION, PREVALENCIA, MODULADORES DE LA ACTIVIDAD
PROCESAL.

CODIGO DE PROCEDIMIENTO PENAL

“En Colombia se violan constantemente las leyes y no pasa nada (…) Hay
muchas leyes que no son implementadas, y no hay consecuencia, la
implementación debe ser prioridad, más que emitir más leyes”, precisó
Robinson.2

Carlos Humberto Yáñez Peñaranda, abogado externadista, afirmaba: “El


problema de Colombia no es de falta de leyes ni de normas sino de la gran
dificultad de que estas se cumplan por falta de justicia y así hemos caído en
un estado de impunidad donde el malo y el corrupto parece el gran triunfador”.
Hoy, ante las situaciones de corruptela presentadas en las cortes, estas
palabras adquieren total vigencia. Muchos han dicho que en Colombia se debe
dictar una ley para: “No crear más leyes ni normas y así evitarnos nuevas

2
Vanessa Pérez Díaz - vperez@larepublica.com.co.

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reglas para violar”. Nuestra clase dirigente habla de reformar la justicia y
sugieren hasta una constituyente para alcanzarlo pero; ¿Cómo lograremos
que estas reformas se cumplan? Que las autoridades judiciales no solo
condenen sino que hagan cumplir las condenas. Hoy el famoso debido
proceso tiene en la calle a más de un maleante. En nuestro país existe un
número grande de profesionales del derecho que parece fueron formados en
sus universidades no como defensores del estado de derecho sino como
cómplices de la picardía, buscando ante todo su enriquecimiento personal.

Para adentrarnos en lo relacionado con la labor de la Policía Judicial, es


necesario ocuparnos del Libro II, que hace referencia a las Técnicas de
Indagación e Investigación de la Prueba y Sistema Probatorio, en el Título I,
sobre la INDAGACIÓN y la INVESTIGACIÓN y el Capítulo I, se refiere a los
ÓRGANOS de INDAGACIÓN e INVESTIGACIÓN.

Referirnos igualmente al artículo 201, que trata de los Órganos de Policía


Judicial Permanente, como quienes ejercen permanentemente las funciones
de policía judicial los servidores investidos de esa función, pertenecientes al
Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General de la Nación, a la
Policía Nacional y al Departamento Administrativo de Seguridad, por
intermedio de sus dependencias especializadas. Y en los lugares del territorio
nacional donde no hubiere miembros de policía judicial de la Policía Nacional,
estas funciones las podrá ejercer la Policía Nacional.

Y el artículo 202, sobre Órganos que Ejercen Funciones Permanentes de


Policía Judicial de Manera Especial Dentro de su Competencia: La
Procuraduría General de la Nación, La Contraloría General de la República,
Las autoridades de tránsito, las entidades públicas que ejerzan funciones de

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vigilancia y control, además de los directores nacional y regional del Inpec, los
directores de los establecimientos de reclusión y el personal de custodia y
vigilancia, conforme con lo señalado en el Código Penitenciario y Carcelario,
Los alcaldes y los inspectores de policía.

En cuanto a quienes ejercen Transitoriamente Funciones de Policía Judicial,


los entes públicos que, por resolución del Fiscal General de la Nación, hayan
sido autorizados para ello. Estos deberán actuar conforme con las
autorizaciones otorgadas y en los asuntos que hayan sido señalados en la
respectiva resolución.

Para el ejercicio que nos ocupa hacemos especial referencia al artículo 117
del Código de Procedimiento Penal, (Ley 906 de 2004), el cual establece que,
los organismos que cumplan funciones de policía judicial actuarán bajo la
dirección y coordinación de la Fiscalía General de la Nación, para lo cual
deberán acatar las instrucciones impartidas por el Fiscal General, el Vicefiscal,
los fiscales en cada caso concreto, a los efectos de la investigación y el
juzgamiento.

La omisión en el cumplimiento de las instrucciones mencionadas constituye


causal de mala conducta, sin perjuicio de la responsabilidad administrativa,
penal, disciplinaria y civil del infractor. En todo caso, el Fiscal General de la
Nación o su delegado, bajo su responsabilidad, deberá separar de forma
inmediata de las funciones que se le hayan dado para el desarrollo
investigativo, a cualquier servidor público que omita o se extralimite en el
cumplimiento de las instrucciones dadas.

Los principios rectores y garantías procesales instituidos en el Código de


Procedimiento Penal, han de inspirar las actuaciones de los servidores
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públicos que intervienen en la investigación y en el proceso penal, los cuales
enseñan el respeto por la dignidad humana, el debido proceso, la libertad, la
igualdad, la intimidad, la presunción de inocencia, el derecho de defensa, la
lealtad e imparcialidad. Reclaman especial atención a las víctimas, a quienes
debe suministrársele la información necesaria que les permita la defensa de
sus intereses y el restablecimiento de sus derechos. Los miembros investidos
con esta función, deben cumplir ceñidos a los criterios de necesidad,
ponderación, legalidad y razonabilidad para evitar excesos y omisiones
contrarios a la función pública.

No es necesario recabar demasiado, sobre cada una de las normas, acciones,


derechos reconocidos, actuaciones, pues nuestra reflexión se resume en el
siguiente argumento, sobre lo que: “Precisamente, la Corte Constitucional, ha
determinado que las funciones de policía judicial se encuentran limitadas por
los principios constitucionales de: (i) respetar el principio de legalidad; (ii)
respetar la órbita privada de las personas; (iii) adoptar sólo las medidas
necesarias y eficaces para la conservación y restablecimiento del orden
público; (iv) adoptar medidas proporcionales y razonables en atención a las
circunstancias y al fin perseguido; (v) ejercerse en beneficio del libre ejercicio
de las libertades y derechos ciudadanos; (vi) garantizar un trato igual a los
ciudadanos y; (vii) respetar el ejercicio legítimo de derechos por parte de los
ciudadanos.3

3
Corte Constitucional, sentencias C-024 de 1994, C-1214 de 2001 y C-789 de 200

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