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El problema de la educación actoral en los tiempos modernos en América Latina (y

la mística de la actuación)
Ensayo por David Félix

Aunque realmente no reconoceríamos actuación alguna como hoy lo hacemos, y


estamos acostumbrados, cuando vemos a una actor sobre un escenario o en una
pantalla, ésta empieza a sentar sus bases en la Prehistoria. Cuando, debido a
una falta de idioma, se exigía comunicarse con el cuerpo, gestos faciales y
tonos en los sonidos emitidos si se querían dar a entender.

Las necesidades eran principalmente cuatro; Comunicación, mimesis, lúdicas y


rituales. A partir de esos cuatro pilares se construiría después la tradición
teatral. No voy a entrar en detalle de las cuatro porque no es lo que nos ocupa
en estos momentos, voy a centrarme en la última, en el aspecto ritual.

El comienzo del teatro como tal está reconocido en la Grecia clásica pese a
haber pistas que nos indican que pudo haber ciertas representaciones en Egipto
en las fiestas en honor del dios Osiris. Pero tampoco son tantas ni tan claras
como para que los historiadores se atrevan a cambiar esa idea y además Egipto
no cuenta con un espacio reconocido y concreto para esas representaciones
como sí existen los teatros griegos.

Sea como sea, lo que sí está muy claro es que el teatro nace de forma ritual
para honrar a los dioses (Osiris en Egipto y Dioniso en Grecia cuyos festivales
tenían muchas coincidencias) y por tanto está rodeado de cierta mística. Una
mística que trataron de reforzar los grandes teóricos de la actuación:
“El factor principal en cualquier forma de creatividad es la vida de un
espíritu humano.” Konstantin Stanislavski.

Al igual que la celebración de un culto o misa, la actuación no deja de tener


una preparación, un sacrificio para que el actor sea comulgado por el
espectador y necesita de cierta concentración por parte de ambas partes para
poder llevarse a cabo.
Las nuevas generaciones de actores que se están formando en América Latina
han olvidado todo eso y ya no ven la actuación como un templo sino como un
escaparate. Cada vez hay menos introspección como todo ritual pide y más
ansiedad por exhibirse. Debido a redes sociales, Youtube y demás plataformas
crece en los alumnos el sentimiento de inmediatez y no la ansiedad por llegar a
la meta sin hacer el recorrido.

Los alumnos ya no quieren “meterse en la piel del personaje”, quieren vestir su


propia piel y fingir que actuan porque vienen con el pensamiento que la
actuación es un medio para ganar mucho dinero (como si solo con ser actor ya
fuese necesario...). No disfrutan ya del proceso y olvidan toda concentración y
mística que la actuación necesita. No disfrutan el proceso de creación, solo la
idea de ser famosos, mostrarse y hacerse ricos.

Cierto es que parte de la culpa de eso está en los maestros y academias de


actuación que, por miedo a perder cupos, sucumben a las exigencias de las
nuevas generaciones en vez de seguir perpetuando una tradición que es
fácilmente adaptable a los tiempos que corren porque es lo que siempre ha
hecho. Pero las ideas con las que llegan los alumnos a las clases son erradas y
proyectadas desde otros medios diferentes al académico. Esto es como si una
gran cadena de hamburguesas te dijera cómo debes hacer el pescado.

Cada vez se encuentra más en el medio actores que en lugar de estar


calentando o ensayando antes de una función, están haciéndose selfies o
grabando estados para las redes sociales. Quieren ser actores pero sus ídolos y
referentes no son Al Pacino o Robert de Niro, o por decir actores más cercanos
en generación, Tom hardy o Benedict Cumberbatch, no. Sus referentes e ídolos
son Kardashians y youtubers.

Esto genera que su apreciación del arte, tan necesaria en cualquier artistas, se
concentre en vídeos de diez minutos y en objetivos poco reales y, valga la
redundancia, poco objetivos.

Se dan casos, incluso, de escuelas que ya no forman al actor para el teatro sino para
cine y televisón como si hubiese tres actuaciones diferentes. Actuación
solo hay una y lo que diferencia cada medio es simplemente el lenguaje y los
tiempos. Cosas técnicas en lugar de artísticas. Lo que sí tiene el teatro a
diferencia de las otras dos es un misticismo mayor por las circunstancias del
espacio donde se realiza, el público tan cerca y no haber ningún tipo de
postproducción para solucionar tus faltas o enfatizar tus virtudes.

El hecho de que en la mayoría de países en Latino América tengan más fuerte


el medio televisivo que el cinematográfico o teatral, hace que los aspirantes a
actores lleguen con ideas de éxito en vez de buscar reconocimiento. Su única
aspiración cuando les colocas delante de una cámara es verse después. No se
preparan ni tienen la disciplina necesaria y lo peor es que no les interesa.
Cuando les muestras los resultados de las grabaciones ves caras de placer por
verse aunque su trabajo sea malo. No importa qué y cómo lo hagan, solo que
les vean.

No creo que deba ser la comunidad académica la que deba ir al terreno del
alumno y, obviamente hay cosas que han cambiado o en día, tampoco creo que
se deba arrastrar al alumno a metodologías que ya no caben por cómo la
sociedad los cría. Pero creo que se puede convivir la una con la otra si sabemos
utilizar todas esas plataformas y redes sociales desde la mística que la
actuación siempre tuvo. Al fin y al cabo en Youtube puedes ver la última
tontería del youtuber de turno y cortometrajes y análisis maravillosos de
grandes películas.

Lo que si tengo claro es que si no se regresa al trabajo duro, de entrenamiento


que esta profesión exige, en el futuro no habrá actores latinos capaces de
hacer un Shakespeare o un Calderón.

 Primera parte del análisis para la FSE de la búsqueda de porqués en el


 aprovechamiento del talento humano en América Latina en general y
Colombia en particular.

Por David Félix.

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