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22 Sexualidad

Han surgido diferencias entre hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, ne-


gros y blancos. No existe un código aceptable de conducta adecuada a pesar de todos
los debates fervientes, pero ha sucedido algo mucho más valioso: nos estamos viendo
forzados a reconsiderar lo que entendemos por sexualidad debido a una conciencia
cada vez mayor de la enmarañada red de influencias y fuerzas —economía, raza, gé-
nero, moral— que configura nuestras emociones, necesidades, deseos y relaciones.
Entonces, ¿qué significa una teoría no esencíalista de la sexualidad para la políti- 2. LA INVENCIÓN DE LA SEXUALIDAD
ca de la sexualidad y la ética sexual? Éstos son los temas que examino en los capítulos
quinto y sexto. Tal vez plantean los desafíos más difíciles. La "tradición sexual" su-
ponía que el sexo era el sino o el destino: lo que uno deseaba es lo que era. La sexua- —.la sexualidad puede pensarse, experimentarse y actuarse de manera
lidad clavaba un alfiler como a una mariposa sobre la mesa. Si uno rompe con esta diferente de acuerdo con la edad, la clase, el grupo étnico, la capacidaa
tradición, si rechaza la idea de que la sexualidad encarna sus propios valores y objeti- física, la orientación y preferencia sexuales, la religión y.la región.
vos, entonces se enfrenta con problemas complejos de conformidad y elección. Ante Carole S. Vancc l
estas incertidumbres, es muy fácil refugiarse en absolutos morales o políticos, reafir-
mar una vez más, contra todas las probabilidades, contra todas las pruebas, que hay
una verdadera sexualidad que debemos encontrar a toda costa. El objetivo de este en-
sayo es cuestionar esos absolutos sin caer en la trampa de decir que ningún valor es
posible, que "todo vale". La "sexualidad" es un concepto profundamente problemá- BREVE HISTORIA DE LA HISTORIA DE LA SEXUALIDAD
tico, y no hay respuestas fáciles a los desafíos que plantea. Pero si empezamos por ha-
cer las preguntas correctas, entonces tal vez podremos encontrar el camino a través del Cuando empecé a escribir acerca de la historia de la sexualidad, me gustaba usar una
laberinto. Al final del viaje no hallaremos una prescripción de conducta correcta, pero frase del historiador estadounidense Vern Bullough: que el sexo en la historia era un
tal vez encontremos un marco que nos permita aceptar la diversidad, y volvamos a en- "campo virgen".2 Esto puede haber sido un dudoso juego de palabras, pero era útil
contrar, en la sexualidad, nuevas oportunidades para las relaciones creativas, la acción para subrayar una realidad importante, que por lo general se ha pasado por alto. Se
y la elección. hablaba y se escribía mucho sobre la "sexualidad", pero nuestro conocimiento histó-
rico al respecto era bastante insignificante. Los posibles colonizadores que se aventu-
raban en este campo tendían a presentar generalizaciones transculturales ("la
historia
de una larga guerra entre los impulsos peligrosos y poderosos y los sistemas de tabúes
e inhibiciones que el hombre ha erigido para controlarlos"3) o bien a incluir el tema
bajo rótulos más neutrales y aceptables (sobre todo "matrimonio" y "moral"). El sexo
parecía marginal a los amplios terrenos de la historia ortodoxa.
Durante el último decenio han cambiado muchas cosas, a veces radicalmente. Ha
habido una relativa abundancia de textos históricos acerca del sexo. Ahora sabernos
mucho sobre temas como el matrimonio y la familia, la prostitución y la homosexua-
lidad, las formas de reglamentación legal y médica, los códigos morales precristianos
y no cristianos, el cuerpo y la salud de la mujer, la ilegitimidad y el control de la na-
talidad, la violación y la violencia sexual, la evolución de identidades sexuales y la im-

Carole S. Vance (comp.), Pleasure and Doler. Exploring Female Sexualio,


Boston y Londres, Routledge &
Kegan Paul, 1984, p. 17. (Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.)
2 Vern L. Bullough, Sex, Socio), and Histo7y,
Nueva York, Science History Publications, 1976 (el ensayo "Sex
in History: A Virgin Field" fue publicado por primera vez en 1972).
3 Gordon Rattray Taylor, Sex in History,
Londres, Thames & Hudson, 1953, p. 13.
24 Sexualidad
La invención de la sexualidad 25

portancia de redes sociales y sexualidades de oposición. Los historiadores han desple- pectos de la intimidad no tienen nada que ver con el sexo (y algunas actividades se-
gado métodos complicados de reconstitución familiar e historia demográfica, han xuales no son íntimas). Los sociobiólogos modernos que quieren explicar toda mani-
buscado intensamente y cuestionado fuentes documentales nuevas y viejas y han uti- festación de la vida social en relación con la "energía infinita de los genes egoístas" pue-
lizado más plenamente las entrevistas de historia oral para reconstruir la experiencia den encontrar alguna lógica biológica en todas estas actividades. Los demás —y
subjetiva o la experiencia considerada tabú. Con el impulso de una historia popular sabiamente, en mi opinión— probablemente somos un poco más escépticos. Somos
vigorosa, alimentada en especial por el impacto del feminismo moderno y de las po- algo más que las "máquinas de supervivencia: robots ciegamente programados para
líticas de gays y lesbianas, ahora hay una impresionante biblioteca de artículos, folle-
preservar la molécula", que describe el sociobiólogo Richard Dawkins.6
tos y libros. La historia de la sexualidad quizá no sea todavía un campo respetable de Entonces, ¿de qué es historia la historia de la sexualidad? Mi respuesta un poco de-
investigación: la investigación sexual, como ha señalado el sociólogo Ken Plummer, cepcionante sería que es una historia sin un tema determinado; o más bien, corno ha
aún parece "moralmente sospechosa".4 Pero ahora, por lo menos, tiene cierto grado sugerido Robert Padgug, la historia de un tema en flujo constante.7 Suele ser una his-
de reconocimiento profesional así como un público interesado y en ocasiones apa- toria de nuestras preocupaciones siempre cambiantes acerca de cómo deberíamos vi-
sionado. Ya no parece una actividad tan extravagante y marginal como alguna vez lo vir, cómo deberíamos disfrutar o negar nuestro cuerpo, tanto como acerca del pasado.
fue. Incluso se empieza a reconocer que quizás arroje luz sobre nuestro presente con- La manera en que escribimos sobre nuestra sexualidad nos dice tanto del presente y
fuso y desconcertante. sus preocupaciones como de ese pasado.
No obstante, dicho esto, todavía nos queda un dilema respecto de cuál es exac- Desde luego, no somos la primera generación que especula acerca de la historia
tamente nuestro objeto de estudio. Puedo enumerar, corno hice antes, algunas activi- de la sexualidad, ni la primera que tanto revela de las preocupaciones propias al ha-
dades que convencionalmente designamos como sexuales; pero, ¿qué es lo que las cerlo. Tener algún sentido del pasado siempre ha sido un elemento importante para
vincula entre sí? ¿Cuál es el elemento mágico que define algunas cosas como sexua- quienes han reflexionado acerca del significado y las implicaciones de la vida erótica.
les y no a otras? En el centro de nuestra preocupación, desde luego, está un interés en En su libro Patriarchal Precedents, Rosalind Coward ha descrito los debates comple-
las relaciones entre hombres y mujeres. -Una forma específica de su interacción es el jos y acalorados de la segunda mitad del siglo XIX acerca de la naturaleza de la fami-
proceso de reproducción biológica y social. Ningún historiador del sexo se atrevería lia y las formas sexuales contemporáneas.8 Los primeros científicos sociales veían en
a ignorar esto, pero una historia de la reproducción no es una historia del sexo. Como la sexualidad un sitio privilegiado para especular sobre los orígenes mismos de la so-
observó agudamente Alfred Kinsey: ciedad humana. De allí fluyeron teorías contradictorias acerca de la evolución y el de-
Biólogos y psicólogos que han aceptado la doctrina de que la única función natural del sexo sarrollo de los diversos esquemas de la vida sexual. ¿Había evolucionado la familia
es la reproducción simplemente han ignorado la existencia de la actividad sexual que no es re- moderna a partir del clan primitivo o ya estaba allí, "naturalmente", en el nacimiento
productiva. Han supuesto que las respuestas heterosexuales son una parte del equipo innato, de la historia? ¿Vivían nuestros antepasados en un estado de promiscuidad primitiva
"instintivo" de un animal, y que todos los otros tipos de actividad sexual representan "per- o era la monogamia una necesidad y un hecho biológicos? ¿Hubo alguna vez un Edén
versiones" de los "instintos normales". Sin embargo, tales interpretaciones son místicas. 5
de igualdad sexual antes de la "derrota histórica mundial del sexo femenino" o estuvo
La mayor parte de la interacción erótica, aun entre aquellos a quienes fácilmente lla- presente la dominación patriarcal desde el alba de la cultura? De la resolución de estos
mamos "heterosexuales", no lleva a la procreación. Y hay muchas formas de sexo no debates dependían las actitudes no sólo ante formas sociales existentes (matrimonio, de-
heterosexual, entre mujeres y entre hombres. Algunas de estas formas incluyen el coito sigualdad sexual, doble moralidad), sino también ante otras culturas "primitivas" que
de una u otra manera; otras no. La mayoría tiene por lo menos la posibilidad de llevar existían, contemporáneas a la occidental. ¿Podríamos encontrar claves para nuestra pro-
al orgasmo. Pero algunas actividades que están claramente relacionadas con el sexo (por pia historia de la evolución en los ritos y conductas de los aborígenes, atorados en la
ejemplo el travestismo) pueden llevar en ocasiones al "desahogo sexual" o no hacerlo. escalera del progreso? ¿O acaso nos decía esta gente algo más acerca de la variabilidad
Ni siquiera la intimidad parece ser un criterio suficientemente claro para juzgar lo que de las culturas?
es sexual. Algunas actividades que describimos como propiamente sexuales (la mastur-
bación) no implican, por lo menos en la superficie, a ninguna otra persona; algunos as-
6 Richard Dawkins, The Selfislt Gene, Granada, St. Albans, 1978, p. X. Analizo la sociobiología más adelante
en el cap. 3.
7 Robert A. Padgug, "Sexual Marren: On Conceptualizing Sexuality in History", Radical History Review, pri-
4 Kenneth Plummer, Sexual Stignsa. An Interactionist Account, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975, p. 4.
mavera/verano, 1979, no. 20 (edición especial sobre la sexualidad en la historia).
5 Alfred C. Kinsey, Wardell B. Pomeroy, Clyde El Martin y Paul H. Gebhard, Sexual Behavior in the Human
8 Rosalind Coward, Patriarchal Precedente: Sexualiy and Social Relations, Londres, Routledge & Kegan
Fesnale, Filadelfia y Londres, W B. Saunders Company, 1953, p. 448.
Paul, 1983.
26 Sexualidad
La invención de la sexualidad 27
Aún no hemos escapado totalmente de los efectos de estas controversias evolu-
cionistas. Durante gran parte de este siglo, las prácticas racistas se han visto legiti- sideraba las culturas como mecanismos delicados, diseñados para satisfacer una na-
turaleza humana básica: en el proceso, la posición de "lo natural" no se cuestionaba
madas al referirlas a la condición primitiva de otras razas. Incluso quienes alaban las
sino que se reafirmaba, aunque ahora era menos un producto de la evolución y más
virtudes de la libertad sexual de sociedades no industriales se apoyan en la creencia
de las necesidades instintivas básicas. Por otra parte, el apoyo a una "plasticidad infi-
de que esos pueblos de algún modo están "más cerca de la naturaleza". De manera
nita" de las necesidades humanas por Ruth Benedict, Margaret Mead y sus seguidores
semejante, muchos de los debates feministas contemporáneos acerca de la permanen-
no llevó a un recuento más histórico de los esquemas sexuales, sino a una antropolo-
cia de la dominación masculina patriarcal vuelven a arar el terreno tan febrilmente
gía puramente descriptiva en que se ofrecía a los lectores evocaciones maravillosas y
trabajado hace más de un siglo. Sin embargo, desde la década de 1920, las preguntas
brillantes de las vidas sexuales de otros pueblos, pero pocas reflexiones acerca de por
más antiguas acerca de la evolución de la cultura humana estaban siendo desplaza-
qué estas formas eran como eran. A falta de una teoría de estructuras determinantes,
das por un nuevo enfoque antropológico, el cual planteaba preguntas distintas acerca
de la sexualidad. una vez más se reafirmaron subrepticiamente las suposiciones esencialistas.
La originalidad de los intentos contemporáneos por desarrollar un enfoque his-
Esto se asoció en primer lugar con escritores como Bronislaw Malinowski y Mar-
tórico de la sexualidad está en su voluntad de cuestionar el carácter natural e inevi-
garet Mead. Ellos reconocieron el peligro de tratar de comprender nuestra propia
table de las categorías y suposiciones sexuales que hemos heredado. Los sociólogos
prehistoria tomando como modelo a las sociedades existentes. Como resultado, hubo
Gagnon y Simon han hablado de la necesidad que quizás existió en alguna época in-
un nuevo esfuerzo por tratar de comprender a cada sociedad específica en sus propios determinada del pasado de inventar una importancia para la sexualidad, tal vez de-
términos. Esto dio lugar a una especie de relativismo cultural al considerar otras cos-
bido a la baja población y al riesgo de ruina cultural." El filósofo francés Michel Fou-
tumbres sexuales y a un reconocimiento de la validez de distintos sistemas sexuales,
cault ha ido más lejos al tratar de cuestionar la categoría misma de "sexualidad": "La
por más exóticos que hayan parecido según las normas de las sociedades industriales sexualidad no debe pensarse con-lo un tipo de hecho natural que el poder trata de
del siglo XX. Este nuevo enfoque influyó mucho en el intento de ubicar a la cultura
occidental, con todos sus malestares, en algún tipo de contexto. Además, al reconocer mantener controlado, ni como un dominio oscuro que el conocimiento trata de des-
cubrir gradualmente. Es el nombre que puede darse a un constructo histórico."12
la diversidad de los esquemas sexuales en todo el mundo, contribuyó a una mayor
comprensión de la diversidad de las formas sexuales dentro de nuestra propia cultura. La obra de Foucault ha contribuido de modo vital a los análisis recientes de la
historia de la sexualidad, precisamente porque surgió a partir de un trabajo que se es-
La antropología social ayudó a establecer una norma crítica mediante la cual podía-
taba desarrollando creativamente en la sociología y en la historia social radical, y al
mos empezar a juzgar la naturaleza histórica de nuestra propia sociedad. El ejemplo
mismo tiempo irrumpió en él y ayudó a precisar preguntas que ya se habían formu-
más famoso de este tipo, la descripción romántica que hace Margaret Mead del acto
lado. A las preguntas acerca de qué configuraba las creencias y conductas sexuales, se
de "llegar a la nubilidad" en Samoa, tuvo enorme influencia en la década de 1930, en
añadió una nueva, que tenía que ver con la historia de la idea misma de la sexualidad.
gran parte porque demostraba que la manera estadounidense (represiva) de tratar el
Para Foucault, la sexualidad era una relación de elementos, una serie de prácticas y acti-
problema de la adolescencia no era deseable ni inevitable ni necesaria. 9
vidades que producen significados, un aparato social que tenía una historia, con raíces
No obstante, había dificultades. Por una parte, estaba el peligro de tratar de com-
complejas en el pasado precristiano y cristiano, pero que logra una unidad concep-
prender todos los actos sexuales por su función, como respuestas cuidadosamente afi-
tual moderna, con efectos diversos, sólo en el mundo moderno.
nadas de acuerdo con las peticiones de la sociedad. Para Malinowski, la comprensión
El resultado más importante de este enfoque histórico de la sexualidad es que
de las leyes de la sociedad debía conjugarse con una comprensión científica de las
abre todo el campo al análisis y a la evaluación críticos. Ahora es posible relacionar la
leyes de la naturaleza; honraba a Bilis y manifestaba un respeto crítico hacia Freud por
sexualidad con otros fenómenos sociales. Tres tipos de preguntas adquieren impor-
ayudarle a entender "lo universalmente humano y fundamental".1° Malinowski con-
tancia decisiva. Primero: ¿cómo se configura la sexualidad, cómo se articula con las
estructuras económica, política y social, o sea, cómo se "construye socialmente"? Se-
9 Margaret Mead, Coming of Age in Samoa. A Study ofAdolescence and Sex ira Primitivo Societies, gundo: ¿cómo y por qué ha logrado el campo de la sexualidad una organización tan
Harmonds-
worth, Penguin, 1977 (la. ed. 1928). [Versión en castellano: Adolescencia y cultura en Samoa,
trad. Elena Dukelsky
Yoffe, Buenos Aires, Paidós, 1971.1 Para una disección muy crítica de esta obra, véase Derek Freeman, Margaret Meacl
and Samoa. The Making and Unmaking ofan Anthropological Myth, Cambridge, Mass. y Londres, Harvard Univer-
sity Press, 1983. " J.H. Gagnon y William Simon, Sexual Conduct, 7-
he Social Sou•res °M 'unzan Sexuali ty, Londres, Hutchin-
'" La frase se utiliza en Bronislaw Malinowski, "Culture as a Dererminant of Behavior", reimpreso en su libro son, 1973.
12 Michel Foucault,
Sex, Culture and Myth, Londres, Rupert Hart-Davis, 1963, p. 167. The Histoty of Sexualio; L An Introduaion, trad. Robert Hurley, Londres, Allen Lane,
1979, p. 105. [Véase n. 3 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.]
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La invención de la sexualidad 29
crítica y tanta significación simbólica en la cultura occidental, o sea, por qué creemos
que es tan importante? Tercero: ¿cuál es la relación entre sexo y poder; qué función de- Estos enfoques suponen que el sexo presenta un "mandato biológico" básicp_que
beríamos asignar a las divisiones de clase, los esquemas de dominación masculina y presiona contra la matriz cultural y debe ser restringido-p— or ella. Sto es lo que quiero
el racismo? Al revisar todas estas preguntas hay una preocupación recurrente: si la decir hablode enfoque esencialista de la sexualidad. Adopta muchas formas.
sexualidad está construida por los humanos, ¿en qué medida puede cambiarse? Ésta Los teóricos liberadores como Reich y Marcuse tienden a considerar el sexo como una
es la pregunta que trataré de abordar en los capítulos siguientes. Examinaré las pri- fuerza benéfica que está reprimida por una civilización corrupta. Los sociobiólogos
meras tres en el resto de este capítulo. contemporáneos, por su parte, consideran todas las formas sociales como, de alguna
manera no especificada, emanaciones de material genético básico. Sin embargo, to-
dos parten de un estado de naturaleza que proporciona _la materia prima que debe _
LA "CONSTRUCCIÓN SOCIAL" DE LA SEXUALIDAD usarse para la comprensión de lo social. :Wilra_t-olcWestial .argumentos quiero sub-
rayar que la sexualidad estLcdnfigurida por fuerzas sociales. Y lejos de ser el elemento.
La expresión generalmente utilizada de "c22stui,cciaziocial_clelaseLuakd
c ad" suena más natural en la vida social, el que más se resiste a la modelación cultural, es tal vez
dura y mecanicista, pero en realidad es un asunto bastante directo y comprende "las uno de los más susceptibles a la organización. De hecho, yo diría incluso que la se-
maneras múltiples e intrincadas en que nuestras emociones, deseos y relaciones son xualidad- sólo existeatravés de sus fo-r-mas sociales y su organización social. Además,
configurados por la sociedad en que vivimo5".13 las .flierzas que configuran y modelan las- posibilidades eróticas del cuerpo varían de
En la práctica, la mayoría de los que escriben sobre nuestro pasado sexual supone una sociedad a otra. "La socialización sexual —han escrito Ellen Ross y Rayner
que el sexo es una energía natural irresistible apenas controlada por una delgada cor- Rapp— no es menos específica para cada cultura de lo que es la socialización en el ri-
teza de civilización. Para Malinowski: tual, el vestido o la cocina."16 Esta afirmación pone el acento firmemente donde co-
rresponde: en la sociedad y las relaciones sociales más que en la naturaleza.
El sexo es un instinto muy poderoso [...] no cabe duda de que los celos masculinos, la mo-
No quiero negar la importancia La fisiología y la morfología del
destia sexual, la timidez femenina, el mecanismo de atracción sexual y de galanteo, todas estas
fuerzas y condiciones hicieron necesario que, aun en los grupos humanos más primitivos, cuerpo proporcionan las condiciones previas para la sexualidadiumana. La 1Di-o-logia
existieran medios potentes para reglamentar, suprimir y dirigir este instinto. condiciona y limita Io oqque es pose -e7-Pero no es la causa de las formas de vida sexual.
No podemos reducir la conducta humana al funcionamiento misterioso del ADN o a
El "sexo", como dijo en otro trabajo, "es verdaderamente peligroso" y es el origen de
lo que dos escritores contemporáneos recientemente denominaron "la danza de los
la mayor parte de los problemas humanos a partir de Adán y Eva.14 cromosomas".17 Prefiero ver en la biología una serie de potenciales que se transfor-
En estas palabras todavía resuenan los ecos de la visión de Krafft-Ebinz,a_fines_. man y adquierer -érlaTsTelnitmes-suciales. tre6witticiá-y-lr
del siglo xix., según la cual el sexo es un instinto todopoderoso que exige cumpli- humanas son 7menos muy complejos.
miento, contra 12_que proclámTiriláTrioral, láruireei7ciaT)--1
, as restricciones sociales. Esta postura teórica tiene muchas raíces: la sociología y la antropología del sexo,
FeTo-incluso los historiadores académicos más ortodoxos hablan un lenguaje bastante
la revolución psicoanalítica y la nueva historia social. Pero a pesar de estos puntos de
parecido. Lawrence Stone, por ejemplo, en The Family, Sex and Marriage, sensata- partida dispares, adquiere cohesión en torno a varios supuestos comunes. En primer
mente rechaza la idea de que "el ello" (la energía del subconsciente freudiano) es el im- lugar, hay un rechazo general del sexo como un reino un campo
pulso más fuerte e invariable. Sugiere que los cambios en la ingesta de proteínas, la con efectos es ecíficos una ener la rebelde controlada por lo social. Ya no podemos
dieta, el esfuerzo físico y la tensión psíquica tienen efectos sobre la organización del hablar de "el sexo" y "la sociedad" como si fuesen campos separados. En segundo lu-
sexo. Sin embargo, sigue hablando del "superego" (nuestro sistema interiorizado de va- gar, hay un amplio reconocimiento de la variabilidad social de formas, creencias .
lores), que a veces reprime y a veces libera el impulso sexual, y que elocuentemente lógías y conductas sexuales. La sexualidad tiene una historia o, de manera más rea-
reproduce el muy viejo cuadro tradicional.15 lista, muchas historias, cada una de las cuales debe comprenderse en su singularidad

13 Sue Cartledge y Joanna Ryan (comps.), Sex and Lave. New Thoughts on Old Contradictions, Londres, The
Women's Press, 1983, p. 1. 16 Ellen Ross y Rayna Rapp, "Sex and Society: A Research Note from Social History and Anthropology”, en
14 Bronislaw Malinowski, Sex, Culture and Myth, op, cit., pp. 120 y 127. Ann Snitow, Chrisrine Stansell y Sharon Thompson (comps.), Desiw: The Politice ofSexualtbs Londres, Virago, 1984.
15 Lawrence Stone, The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800, Londres, Weidenfeld & Nicolson, La edición para Estados Unidos fue publicada con el título Powers of Desire: The Politice of Sexualiry, Nueva York,
1977, p. 15. Monthly Review Press, 1983.
17 Jeremy Cherfas y John Gribbin, The Redundant Mate, Londres, The Bodley Head, 1984.
30 Sexualidad La invención de la sexualidad 31

y como parte de un esquema intrincado. En tercer lugar, debemos abandonar la rece ser cierto.21 Otras culturas no han considerado necesario expresar tal mandato.
de que podemos comprender fructíferamente la historia de la sexualidad como una Los antropólogos Ford y Beach encontraron que sólo 15% de 185 sociedades dife-
dicotomía entre presión y desahTago, re-p-r- .esia-fliberacidn. La sexuafiaa-cno- i es rentes estudiadas restringían las relaciones sexuales aunaso a pareja. Las cifras de
-77)11a de vapor que debemos tapar porque nos puedédéstruir; tampoco es una
Tha Kinsey iridi-c51.aan que bajo una uniformidad superficial, las prácticas occidentales son
fuerza vital que debemos liberar para salvar a nuestra civilización. Más bien debemos igualmente variadas: en su encuesta de la década de 1940, 50% de los hombres y
cobrar conciencia de que la sexualidad es algo que la sociedad produce de manera 26% de las mujeres habían tenido relaciones extrarnaritales hacia los cuarenta años.22_,
compleja. Es un resultado de distintas prácticas sociales que dan significado a las El matrimonio no es inevitablemente heterosexual: entre los nuer, las mujeres.
actividades rumanas, de definiciones sociales autodefiniciones, Ellakas entre mayores se casan con mujeres más jóvenes.23 Tampoco la homosexualidad es un .
quienes tienen el poder para einir y reglamentar contra quienes se resisten. La tabú universal. H_ay diversas formas de homosexualidad institucionalizada, d- esdejos
sexulidad no ••• - • dic'15-Tes un roducto denegociTeidiinuchry -7-icción ratos depubertad en algunas tribus africanas, hasta las relaciones _pedagógicas entre
i
humanas. hombres mayores y jóvenes (como en la Grecia antigua) o las parejas de travestis (las
Nada es sexual, ha señalado Plummer, pero el hecho de nombrarlo hace que lo berdache) entre indios estadounidenses, integradas al grupo social.24
sea." Si tal es el caso, debemos movernos con cautela al aplicar nuestras definiciones En Occidente aún definimos las normas del sexo en relación con uno de los re-
occidentales a otras culturas. Varían enormemente la significación atribuida a la sultados posibles: la reproducción. Durante largos siglos de dominio cristiano, era la
sexualidad y las actitudes _teráFaimanifestacionea_de
an la vida erótica. Algu- única justificación para las relaciones sexuales. Sin embargo, otras culturas en oca-
riárs-olTedaTierriiiiestran tan poco interés en la actividad erótica que han sido llama- siones ni siquiera han vinculado la cópula con la procreación. Algunas sociedades
das más o menos "asexuales".I9 Las culturas islámicas, por el contrario, han desarro- sólo reconocen la función del padre, otras la de la madre. Los habitantes de la isla
llado una visión lírica del sexo con intentos permanentes por integrar lo religioso a lo de Trobriand investigados por Malinowski no veían ninguna conexión entre acto
sexual. Bouhdiba escribe acerca de "la legitimidad radical de la práctica de la sexua- sexual y reproducción. Sólo después de que el espíritu niño entraba a la matriz, el
lidad" en el mundo islámico, siempre y cuando no sea homosexual, ya que esto es coito adquiría alguna significación para ellos, ya que éste moldeaba el carácter del
«violentamente condenado" por el Islam.2° El Occidente cristiano, de manera nota- futuro bebé.25
ble, ha visto en el sexo un terreno de an • ustia • e o moral, ylia_eri.gido_ dua : Cada cultura establece lo que Plummerilama "restrirriones.de quién" y arestric-
lismóduradero entre el espíritu y la carne, lanens.. ._st9 ha dado como ciones--- -51TricCiones de quién" tienen que ver con las parejas, su géne-
resultado inevitable una confit~a_cultural que re adiar el cuerpo a la véz qüé ro, especie, edad, parentesco, raza, casta o clase, y limitan a quién podemos aceptar
muestra una preocupación obsesiva por él. como pareja. Las "restricciones de cómo" tienen que ver con los órganos que usamos,
Dentro de los amplios parámetros de las actitudes culturales generales,gda cul- los orificios que se pueden penetrar, el modo de relación sexual y de coito: qué pode-
tura clasifica distintas prácticas como apropiadas o ropiadas, morales o inmora- mos tocar, cuándo podemos tocar, con qué frecuencia, y así sucesivamente.26 Estas re-
lildábrés-805iértidk. La -
cirtu r
.a occidental sigue definiendo la conducta apro- glamen ionPC ri raen muchos pectQz formales e informaledegales_y extralegás,.
piada con base en una gama limitada de actividades aceptables. El matrimonio Tienden a no corresponder de manera indiferenciada a la totalidad de la sociedad. Por
monogámico entre compañeros de edad más o menos igual pero género diferente si- ejemplaber disrntas reglas para hombres res y mujeres, configuradas de manera
gue siendo la norma (aunque, desde luego, no necesariamente la realidad) y, a pesar
de muchos cambios, la puerta aceptada para entrar a la edad adulta y a la actividad
21 Dermis Altman, The Homosexualization ofAnzerica. The Americanization of the Homosexual,
sexual. Por su parte, la homosexualidad sigue arrastrando su pesada herencia de tabú. Nueva York, St.
Martin's Press, 1982. Para una evaluación del impacto del sida, veáse cap. 5 más adelante.
Aunque hoy se acepte a los homosexuales —ha señalado Dennis Altman—, no se 22 C.S. Ford y FA. Beach, Patterns of Sexual Behavior,
Londres, Methuen, 1965 (la. ed. 1952). [Versión en cas-
acepta la homosexualidad, y en un ambiente en que una enfermedad como el sida tellano: Conducta sexual, Barcelona, Fontanella, 1972.] Kinsey et al, op. cit.
Véanse los comentarios en Michael
puede provocar un pánico en la prensa acerca del estilo de vida de los gays, esto pa- Argyle y Monika Henderson en The Anatomy of Relationships, Londres, Heinemann, 1985, p. 159.
23 E Edholm, "The Unnatural Family", en Elizabeth Whitelegg
et al., The Changing Experience of Women, Ox-
ford, Martin Robertson, 1982.
24 Véase el resumen en Ford y Beach, op. cit.
18 Plummer, op. cit.
25 Bronislaw Malinowski, The Sexual Lift ofSavages,
19 Véase,por ejemplo, J.C. Messenger, "Sex and Repression in an Irish Folk Corrununity", en D.S. Marshall y Londres, Routledge & Kegan Paul, 1929. [Versión en cas-
tellano: La vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesía, Madrid, Morara, 1975.]
A.C. Suggs, Human Sexual Behavior: Variations across the Ethnographic Spectrum, Londres, Basic Books, 1971.
26 Kenneth Plummer, "Sexual Diversity: a Sociological Perspective", en K. Howells (comp.),
25 Abdelwahab Bouhdiba, Sexualiry in Islam, trad. Alan Sheridan, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1985, Sexual Diversiry,
Oxford, Blackwell, 1984.
pp. 159 y 200.
32 Sexualidad La invención de la sexualidad 33

que la sexualidad de las mujeres queda subordinada a la de los hombres. Estas reglas esquemas familiares se configuran y reconfiguran por factores económicos, reglas de
con frecuencia son más aceptables como normas abstractas que como guías prácticas. herencia intervenciones del para reglamentar divorci o
Pero determinan los permisos, las prohibiciones, los límites y las posibilidades a tra- Adra mantener a la familia mediante la asistencia social o políticas de irn.~.. Todo
vés de las cuales se construye la vida erótica. e to afecta los esquemas probables de vida sexual: fomenta o desalienta la tasa de ma-
Cinco grandes áreas destacan como particularmente importantesen la organi- trimonios, iédaTael matrimonio, la incidencia de la reproducción, las actitudes
zación social de la sexialidad: parentesco y sistemas familiares, organización social y ante el sexo no procreativo o no heterosexual y el poder relativo de hombres sobre mu-
económica, reilamentaci3nToZial, intervenciones políticas y el desarrollo de "cultii- jeres, entre otros aspectos. Estos factores son importantes de por sí. Pero se vuelven
ras de resistencia". doblemente importantes porque en la cultura occidental la familia es el sitio en el qtte
la mayoría de nosotros adquirimos algún sentido de nuestrasriEadad:
crés sexuales indfcriatales_y,erpilcoanálisis, es donde se organizan nuestros de-
1. Parentesco y sistemas familiares seos desde la infancia. De modo que para comprender la sexualidad tenemos
que comprender mucho más que el sexo: tenemos que comprender las relaciones en
Éstas parecen ser las formas básicas y más invariables de todas, sobre todo el enfoque las que suele ocurrir.
"natural" de la socialización y la experiencia sexuales. El tabú del incesto, es decir, la
prohibición del involucramiento sexual dentro de ciertos grados de parentesco, za.z.
rece ser una 1 y _ y según suele decirse, marca el paso del estado natural al de
a-sociedad humana: es constitutivo de la cultura (también es la base de nuestro mito
2. Organización económica y social

más constante, el de Edipo.) Sin em. • 1as firmas del tabú varían enormemente. Como he dicho, las familias en sí no son entidades naturales autónomas. Están con-
En las tradiciones cristianas medievales se prohibía el matrimonio asta el séptimo figuradas por relaciones sociales más amplias. Los esquemas domésticos pueden verse
grado de parentesco. Hoy en día, se permite el matrimonio entre primos hermanos. modificados por fuerzas económicas, por las divisiones de clase que surgen como
En el Egipto de los faraones se permitía el matrimonio entre hermanos y, en algunos resultado del cambio económico, por el grado de urbanización y el rápido cambio in-
casos, también entre padre e hija, con el fin de preservar la pureza del linaje real.27 La dustrial y social?9 En el pasado, y probablemente también en el presente, las migra-
existencia del tabú del incesto ilustra la necesidad que tienen todas las sociedades de ciones laborales han afectado los esquemas de galanteo y han contribuido a dictar la
reglamentar el sexo, pero no la manera como ha de hacerse. Incluso los "parentescos incidencia de tasas de ilegitimidad. La proletarización de la población rural en Ingla-
crii":71.F"' deben interpretarse a través del cedazo de la cultura. terra a principios del siglo x.ix contribuyó al surgimiento masivo de la ilegitimidad
La verdad es que los vínculos de parentesco no son vínculos naturales de la s,an- durante esa época, dado que los viejos esquemas de galanteo se derrumbaron debido
gre, sino relaciones sociales entre grupos, con frecuencia basados en afinidades resi- a los trastornos económicos e industriales: fue un caso de "frustración del matrimo-
denciales y hostiles a afinidades genéticas. Marshall Sahlins ha dicho: nio" más que una revolución sexual consciente. ,Las condiciones de trabajo pueden
confi arar la vida sexual. Un buen ejemplo de ello se encuentra en los documentos
Las concepciones humanas de parentesco pueden estar tan lejos de la biología que excluyen
ae las éca as e 1920 y 1939 en los que se afirma que las mujeres que trabajaban en
de la categoría de "pariente cercano" a todos salvo a una pequeña fracción de los parientes ge-
nealógicos de una persona, mientras que al mismo tiempo incluyen en esa categoría, como de fábricas solían conocer mucho mejor los métodos de control artificial de la natallrad
la misma sangre, a gente relacionada de manera muy distante o también a extraños. Entre es- y, por lo tanto, limitaban el tamaño de su familia mucho más que las mujeres que s(51-ci
tos extraños (genéticamente) pueden estar los hijos propios (culturalmente).28 trabajaban en el hogar o en el servicio doméstico."
Las relaciones entre hombres y mujeres se ven afectadas constantementepcn.1os
qui&skciclimosque espáriente y qué describimos como "la familia" son he- cambios en económicas. La participación cada vez mayor de las mu-
chos que dependenclaramente de varios factores históricos. Hay muchas formas fa-
jeres casadas en la fuerza de trabajo asalariada durante las décadas de 1950 y 1960
miliares, sobre todo dentro de las sociedades occidenTares industrializadas: entre dis-
inevitablemente afectó los esquemas de vida doméstica. También impulsó un auge
tintas clases y entre diferentes grupos geográficos, religiosos, raciales y étnicos. Los
consumista que fue una de las condiciones previas para el surgimiento de nuevos mer-

27 Jean Renvoize, &est A Family Histoiy, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1982. 29 Para más detalles véase el análisis en Jeffrey Weeks, Sex, Mides and Society: The Reguladon ofSexualiof Since

28 Marshall Sahlins, The Use and Abuse of Bialogy: An Anthropological Critique ofSociobiology, Londres, Tavis- 1800, Harlow, Longman, 1981, cap. 4.
tock, 1976, p. 75. 3U Véase Diana Gittins, Fair Sex.: Family Size and Structure 1900-1939, Londres, Hutchinson, 1982.
34 Sexualidad
La invención de la sexualidad 35

cados para artículos sexuales en la generación' pasada. La sexualidad no está determi-


nada por el modo de producción, pero los ritmos de la ZrdaEaTfóiirc timos de juegos sexuales en la cama, pero con la ropa puesta. Más cerca de nuestra
-a-prap-Wib-Ican época podemos encontrar el fenómeno igualmente exótico del besuqueo, que de-
laTEondi o-n--
eaásiacylorliiiiiteá- Últimos para la organizacia-ala vida sexual.
pende de la idea de que si bien el coito en público es tabú, pueden emprenderse otras
formas de juego íntimo que no están definidas como el acto sexual. Kinsey señaló a
3. Reglamentación social principios de los años cincuenta que:
A los viajeros extranjeros a veces les asombra la abierta exhibición de actividades tan obvia-
Si bien la vida económica establece algunos de los ritmos fundamentales, las formas mente eróticas [.. .]. Es cada vez más frecuente observar el besuqueo en medios de transporte
reales de reglamentación de la sexualidad 'enen una tonomía considerable. Los tan públicos como autobuses, tranvías y aviones. Los otros pasajeros han aprendido a igno-
rrWa
. rar tales actividades si se realizan con alguna discreción. A veces se llega al orgasmo con el be-
SifiSrma es para reglamentar la vida sexual varían según las épocas, depen- suqueo que ocurre en esos lugares públicos,32
diendo de la importancia de la religión, la función variable del Estado, la existencia
o no de un consenso moral que reglamente los esquemas del matrimonio, las tasas de En estos fenómenos hay reglas com le'as implícitas, aun• ue sólo semiconscientes, ue
divorcio y la incidencia de la no ortodoxia sexual. Uno de los cambios más importan- limitan lo que puedey lo (Luc no pue e acerse. Métodos informales de reglamenta-
tes de los últimos cien años ha sido que I.asiglesias se han alejado de la reglamentación ción como éstos pueden tener efectos sociales importantes, por ejemplo, limitar los
moral y se ha dado un modo mác laico rle_oeganiza.ción a través de la medicina, la embarazos ilegítimos. En el pasado, con frecuencia han sido impuestos mediante
educación, la psicología, el trabajo social y las prácticas de asistencia social. También prácticas tradicionales de avergonzamiento, rituales de humillación y burla públicos
es impOiiiiitérecortocer que los efectos de estas acciones no necesariamente están —algunos ejemplos son la "cencerrada" y la "música turbulenta"— que sirven para
predeterminados. En no pocas ocasiones la vida sexual se modifica por las conse- reforzar las normas de la comunidad.
cuencias no deliberadas de la acción social tanto como por la intención de sus auto-
res. Las leyes que prohiben la aparición de publicaciones obscenas suelen conducir a 4. Intervenciones políticas
juicios que acaban haciéndoles publicidad. Prohibir las películas eróticas les da una
fama que tal vez de otra manera no merecerían. Y, hablando de temas más serios, las Estos métodos formales e informales de control existen dentro de un marco político
leyes diseñadas para controlar la conducta de algunos grupos de personas puedenén que va cambiando. El equilibrio de las fuerzas políticas en un momento dado puede
r-eárd'ád-pTávocarurí mayor sentido de identidad y cohesión entre ellos. Esto parece
determinar el grado de control legislativo o la interverilitn moral en la vida sexual:
16--q-u-e-Stitedid-dualido se depuraron las leyes relacionadas con la homosexualidad
El clima social general proporcicnre1 contexto en que algunos asuntos adquieren más
masculina a fines del siglo xix.31 importancia qiirotroxisrtie 'líderes d- • a • ..:SI - a aces de ár
Pero no sólo los métodos formales configuran la sexualidad; hay muchos esque- ticular y hacer surgir corrientes incipientes de opinión, puede ser decisiva para hacer
mas informales y consuetudinarios que son igualmente importantes. Las formas tra- que se cumpla la legislación existente o para idear una nueva. El éxito reciente de la
dicionales de reglamentación del galanteo adolescente pueden ser medios funda- nueva derecha en Estados Unidos para lograr que se estableciera un programa de con-
mentales de control saciar-Es muy difícil romper con el consenso de la comunidad
servadurismo sexual, movilizando a la sociedad contra liberales y/o desviados sexua-
en que uno vive o del grupo de compañeros en la escuela, y esto es tan cierto hoy co- les, ejemplifica las posibilidades de movilización política en torno al sexo.
mo lo fue en las sociedades preindustriales. Un lenguaje de abuso sexual ("chica fá-
cil" y "golfa") funciona para mantener en orden a las muchachas /para reforzar las
(Wafles convencionales entre las que lo hacen y las que no. Tales métodos infor- 5. Culturas de resistencia
fnales, refjzados por los que se adhieren estrictamente a las reglas, suelen producir, se-
d Pero la historia de la sexualidad no es una simple historia del control; tgubié~
lún las normas contemporáneas, diversas manifestaciones extravagantes de conducta
jual.
Se) ejemplo de ello está en la forma tradicional de galanteo hasta el sigr)a historia de oposición resistencia frente a los códigos morales. Las formas de regla-
o mentacion moral hacen surgir culturas •e resiltfnria Un ejemplo excelente de éstas
en algunas partes de Inglaterra y Gales, conocida como bundling, que incluía ritos in-
se encuentra en las redes de información de mujeres acerca de los métodos de control
de la natalidad, sobre todo del aborto. Como ha dicho Angus McLaren: "Al estudiar
31 Véase Weeks, Coming Out. Homosexual Mides in Britain from the l9th Centra) las ideas sobre el aborto, se pueden vislumbrar aspectos de una cultura sexual feme-
, to the Present, Londres,
Quartet, 1977.
32 Kinsey et al., op. cit., p. 259.
36 Sexualidad
La invención de la sexualidad 37
nina distinta, que apoya la independencia y la autonomía de las mujeres respecto de
médicos, moralistas y esposos". tro del hogar. También era muy distinto el objeto del debate. Freud, con su perspica-
La historia de esta sabiduría paralela es muy larga. Un ejemplo clásico se en- cia acostumbrada, logró resumir uno de los aspectos de esta diferencia: "La distinción
cuentra en el diseminado uso del compuesto de plomo a fines del siglo xix y princi- más notable entre la vida erótica de la Antigüedad y la nuestra sin duda se encuentra
pios del xx en la región central de Inglaterra. Ampliamente utilizado como antisép- en el hecho de que los antiguos ponían el acento en el instinto en sí, mientras que no-
tico, accidentalmente se descubrió que también servía para inducir el aborto, y hay sotros acentuamos su objeto."35
pruebas de que fue empleado como profiláctico por mujeres de la clase obrera hasta Nos preocupa con quién tenemos relaciones sexuales, a los antiguos les preocupa-
el estallido de la Primera Guerra Mundial.33 ba la cuestión del exceso o el abuso, la actividad y la pasividad. Platón habría prohi-
Podemos encontrar otros templos de resistencia cultural en el surgimiento de las bido la pederastia en su ciudad no porque fuera contra natura, sino porque era un ex-
subcurt-i7ra—
s y redes establecidas_por minorías sexuales. A través de la historia de Oc- ceso respecto de lo que exige la naturaleza. La sodomía era excesivamente licenciosa,
cidente se- obSeiva-iiria-la-r-g-i-IlstOria de subculturas de homosexualidad masculina, y el problema moral no radicaba en tener sexo con un hombre siendo un hombre,
manifiesta, por ejemplo, en pueblos italianos de fines del Medioevo, y en Inglaterra sino en ser activo o pasivo. Las prácticas homosexuales pasivas y la gente que las prac-
desde fines del siglo XVII. Esto ha sido fundamental para el surgimiento de las iden- ticaba eran rechazadas no por la homosexualidad sino por la pasividad.36 Por otra
tidades homosexuales modernas, que se han formado en gran parte en estas redes so- parte, a nosotros nos preocupa obsesivamente el hecho de que una persona sea nor-
ciales amplias. En épocas más recientes, durante aprox imadamente los últimos cien mal o anormal, definido en términos de si somos heterosexuales u homosexuales.
. años,
_ ha habido unaleriedeanayiraienzos-pelliGo pasicidaelp
c lícita, organizados Buscamos la verdad de nuestra naturaleza en nuestros deseos sexuales, lo cual repre-
en torno ala sexualidad y a asuntos sexuales. El e'em.lo clásico es el feminismo. Pero, senta un cambio fundamental en el significado organizativo que se da a la sexualidad.
áde---W-11-sinvestigaciones históricas recientes han emostrado la existencia, desde Esto es producto de una historia larcomplicl.d.a. No obstante, parece haber
mucho antes, tos de reforma sexual que suelen estar estrechamenTe—vin- tres momentos clave en su evolución. El primero se desarrolla con las innovaciones
cZa Eon cafripa-fras en favord~le7eEnrhomosexuafes: los movimientos mo- de nuestra ea antes del advenimiento general de un Occidente cristianiza-
d-eirCo--d-e-gays y lesbianas tienen antecedentes que se remontan al siglo xix en el caso do. Se manifestó mediante una nueva austeridad y una desaprobación cada vez mayor
de países como Alemania y Gran Bretaña.34 del mollities, es decir, del sexo realizado meramente por placer. La T lesiá aceptó y
Lo que con tanta confianza conocemos como "sexualidad" es, así, el producto de afinó la visión de que los maridos no debían comportarse de manera incontinente con
múlt.117 s influencias e intervenciones sociales. No existe fuera de la historia, sino que las esposas en el matrimonio. El objetivo o erapiLo.ck, de modo
es un prOductoiiis n nos referimos cuan cTliablamos de la "construcción que el sexo fuera del matrimonio era obviamente por placer y, por lo tanto, un pe-
social" de la sexualidad. cado. Como ha dicho Flandrin, "el matrimonio era una especie de medicina preven-
tiva dada por Dios __para salvar al hombre de la inmoralidad".37 Los pecados de la
carne eran una tentación constante que alejaba del camino divino.
LA IMPORTANCIA DEL SEXO El segundo momento fundamental se produjo en los siglo.alLy XIII, tras una se-
rie de intensas luchas críticas y religiosas contra el triunfo de la tradición cristiana del
Todas las sociedades deben tomar medidas para la organización de la vida erótica. Sin sexo y el matrimonio. Esto no afectó necesariamente la conducta de todos en la so-
embarga_ no todas lo hacen con la preocupación obsesiva de Occidente. A lo largo de ciedad. Pero, en cambio, sí estableció una nueva norma impuesta
la historia occidental, desde la época de la antigua Grecia, lo que llamamos sexualidad religioso como por el secular. El matrimonio eran asunto de acuerdo familiar por
ha sido objeto de preocupación moral, pero el concepto de vida sexual no ha sido el mis-
mo. Porqu— e de losgriegos antiguos por los placeres del cuerpo —afro- 35 Sigmund Freud, "Three Essays on the Theory of Sexuality", en James Strachey (comp.), The Standard Edi-
disia— era sólo una y no necesariamente la preocupación más importante de la vida, tion of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud t. 7, Londres, Hogarth Press•Institute of PsyChoanalysis
y debía situarse junto a las reglas alimenticias y la organización de las relaciones den- (1953-1974). [Versión en castellano: Tres ensayos sobre teoría sexual, trad. Luis López Ballesteros y de Torres y Ramón
Rey Ardid, Madrid, Alianza,1991. Véase n. 5 del cap. 1 de esta obra para la referencia de la versión en castellano de
las obras completas de Freud.]
36 Paul Veyne, "Homosexuality in Ancient Rome", en Philippe Arias y André Bejin (comps.),
33 Western Sexua-
McLaren, Reproductivo Ritual.; Londres, Methuen, 1984, p. 147, y liT Practice and Precept in Pase ami Present Times, Oxford, Blackwell, 1985, p. 27. [Versión en castellano: Sexuali-
Birth Control in Ninetecnth Cen-
tury England, Londres, Croom Helm, 1978, p. 390. ?Indos occidentales, trad. Carlos García Velasco, México, Paidós, 1987.]
34 Véase Jeffrey Weeks, Coming Out... 37 Jean-Louis Flandrin, "Sex in Married Life in the Early Middle Ages: the Church's Teaching and Behaviou-
ral Reality?, en Arias y Bejin, op. cit., p. 115.
38 Sexualidad
La invención de la sexualidad 39
el bien de las familias. De este modo, tenía que elaborarse un conjunto estricto de re-
glas para las dos person lis—órál'ereón frecuencia eran desconocidás. versa? ¿Debía ser tolerada o sometida a curación? Havelock Ellis distinguía al inver-
Como resul— tac13-71a pareja no estaba sola en su lecho matrimonial: la sombriaer tido del pervertido. Freud, al "invertido absoluto", al "anfigénico" y al "contingente".
fesor asomaba por entre sus retozos".38 Los teólog2sycáponistas analizaban la vida Poco después, Clifford Allen distinguía 12 tipos, que iban desde el compulsivo, el
sexual de las arejas casadas hasta el último detalle, no sólo como un juego interee- nervioso, el neurótico y el psicótico, hasta el psicopático y el alcohólico, Kinsey in-
-
tua , sino para ar respuestas a preguntas morales Prácticas. ventó una calificación de siete puntos para el espectro de comportamiento heterose-
El tercer momento fundamental y decisivo ocurrió en los siglos xviii y xix,c(n xual/homosexual, lo cual permitió a sus sucesores distinguir a un "Kinsey uno" de un
la definición cada vez más precisa de la normalidad sexual como las relaciones con el "cinco" o un "seis" como si fuese cuestión de vida o muerte."
sexo opuestoTyla consiguiente categorización de otras formas como desviaciones. No- Esta energía y este celo por clasificar y categorizar ha llevado a muchos historia-
sotros somos los herederos inmediatos de esta última modificación, que se manifes- dores a decir que el surgimiento de distintas categorías de seres sexuales a lo largo del
tó mediante el viraje de la organización religiosa de la vida moral hacia una reglamen- último siglo es consecuencia de un esfuerzo continuo por lograr el control social.
tación cada vez más laica incorporada a las nuevas normas médic. sic. ••.s Quienes han escrito sobre la historia del lesbianismo han señalado que el desarrollo de
r____Icath
eL as. junto con esto, surgieron nuevas ti olo ías de la de eneración 1 er- una identidad lesbiana sexualizada afines/1911i gLx)u p rinci pios del XX fue una im-
yezi6232 hubo un crecimiento decisivo de nuevas i entidades sexuales. La homo- posición por parte de los sexólogos, concebida precisamente para dividir a las mujeres,
sexualidad dejó de ser una categoría del pecado para convertirse en una disposición con el fin de romper los vínculos emotivos y afectivos que unen a todas las mujeres en
psicosocial. La sexología empezó a hacer especulaciones acerca de las leyes del sexo, y contra de los hombres." Desde luego, esto contiene un elemento de verdad. No obs-
la "sexualidad" finalmente surgió como un continente de conocimientos separado tante, considero que es mucho más creíble ver el siárgimiento de identidades claras du-
con sus propios efectos distintivos. ra te este eriodo como el roducto de la lucha contra las normas prevalecientes, que
El surgimiento de la categoría de homosexualidad y de "el homosexual" ilustra lo necesariamente tenían efectos diferentes sobre hombres y mujeres. Los sexólogos no
que estaba sucediendo. Desde luego, las actividades homosexuales están presentes en inventaronomosexual o a la lesbiana, sino que intentaron traciT ucirá len-
gua
guaje pato ogiza or ecTI:Ts—Easir-ibi-os que estaban ocurriendo frente a sus ojos. Los
todas las culturas y en Occidente ha una historia ininterrumpida de homosexualidad.
Ireijla idea de que ha a al o a lo ue ue a llamarse la persona homosexual es relati- primeros sexólogos, como Krafft-Ebing, se enfrentaban a personas que aparecían en
vamente nueva. o o sugiere que antes del siglo XVIII existía la homosexualidad, los tribunales o que acudían a pedirles ayuda en gran parte como resultado de un
interpretada en su sentido más amplio como la participación en actividades eróticas nuevo celo, con motivaciones políticas, políticamente motivado por controlar todas
entre personas del mismo género, pero no así "los homosexuales". Algunos actos, lás sexual. La definición de la homosexualidad como una
como la sodomía, eran severamente condenados: en Gran Bretaña merecieron la pena perversión específica fue un intento de adecuarse a esta nueva realidad. Produjo una
capital, por lo menos formalmente, hasta 1861, pero al parecer no se manejaba mu- respuesta inevitable en el impulso hacia la autodefinición.
cho la idea de un tipo distintivo de personaje homosexual. L. sodomía no era un de- La actividad sexual definía cada vez más a u.n. tipo específico de_persgria. Por su
parte, la genTéeir
.--ií--"-
Deza-Wdlfinirse a s' misma - encía se cons-
lito específicamente homosexual; la ley se aplicaba indistintamente a las relaciones
entre hombres y mujeres, hombres y animales, así como hombres y hombres. Y si tituía en torno a su sexualidad. Un tal Thomas Newton fue arrestado en Londres en
1726, sorprendido por un informante de la policía en un acto homosexual. Al en-
bien en el siglo XVIII el sodomita persistente se percibía claramente como un tipo es-
pecial de persona, aún se definía por la naturaleza de su acto más que por el carácter frentarse a la policía, dijo: "Lo hice porque pensé que lo conocía, y creo que no es delito
dar el uso que yo quiera a mi propio cuerpo."41 Aquí podemos ver, en forma embrio-
de su personalidad. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XIX, "el homosexual" (el
término "homosexualidad" se inventó alrededor de --87) se consideraba cada vez más naria, el impulso por autodefinirse que florecería en la proliferación de identidades
como un tipo específico de persona, caracterizado por sentimientos, una latencia homosexuales en el siglo XX. A su vez, la ampliación de la categolladeliaomosexuala.
fines del siglo XIX presagiaba la profusión de nuevos tipos e identidades sexuales en el
X un trastorno psicosexual. Esta opinión fue elaborada por los primeros sexólogos,
quienes producían descripciones y explicaciones cada vez más complejas. ¿Era la ho- siglo XX: el travesti, el transexual, el bisexual, el pedofílico, el sadomasoquista, entre
mosexualidad un producto de la corrupción o la degeneración, era congénita o re-
sultado de un trauma infantil? ¿Era una variación natural o una deformación per-
39 Véase el análisis en Jeffrey Weeks, Sexrudiot and
ja Discontents. Meanings, Myths and Modera Sexualities, Lon-
dres, Routledge & Kegan Paul, 1985, pp. 89-91, y cap. 8,
38 'bid., p. 126. 49 Lillian Faderman, SnIpassing the Love of Men,
Londres, Junction Books, 1981.
41 Alan Bray, Homosexualio, in Renaissance England,
Londres, Gay Men's Press, 1982, p. 114.
40 Sexualidad
La invención de la sexualidad 41

otros. Durante el siglo xx, la gente se ha definido cada vez más a través de la defini-
ción de su sexo. La pregunta que debemos hacernos es por qué la sexualidad se ha vuel- floreció durante este siglo. En los años de entreguerras y hasta la década de 1940, la
to tan irnportante ara nuestráefinición delToT "dse-la normalidad. disminución de la tasa de natalidad produjo debates fervientes sobre los méritos del
La sexualidad se configura mediante la unión de dos ejes esenciales de preocupa- control de la natalidad, el fomento selectivo de las políticas de planeación familiar y
ción: idid, o sea, quiénes y ué somos, la sociedad, o sea, el creci- la poSibilidad de que el país cayera en manos de las razas que alguna vez estuvieron
miento, el bienestar, la1--- a ros erid— sometidas. Hacia la década de 1950, en la época de la guerra fría, se inició una nueva
a uturas e amo ación en coniunto. Las
dos preocupaciones están ín
timamente relacionadas, porque en el centro de ambas se búsqueda de degenerados sexuales, sobre todo homosexuales, porque se suponía que
hallan el cuerpo y sus potencialidades. "A medida que el cuerpo humano se hace au- eran particularmente propensos a la traición. Esto se convirtió en un aspecto funda-
tónomo y consciente de sí mismo" —ha escrito Lowe--, es decir, a medida que se mental de la cacería de brujas macartista en Estados Unidos que tuvo ecos en Ingla-
convierte en el obJeTo—de una atención plenamente laica, a medida que la emoción terra y otros países. Hacia los años ochenta, tras varios decenios a los que se ha dado
se retiró del mundo y se encerró más, la sexualidad en la sociedad burguesa surgió en llamar liberales, se culpaba a las formas minoritarias de sexualidad, sobre todo a la
como un fenómeno explícito.42 homosexualidad, de la decadencia de la familia, lo cual dio nueva energía a un rena-
cimiento de fuerzas políticas de derecha.
Y a medida que la sociedad se preocupa cada vez más por la vida de sus miem-
bros, en beneficio de la uniformidad moral, el bienestar económico, la seguridad na- En estas crisis se cristalizan diversas preocupaciones: las normas de la vida fami-
cional o la higiene y la salud, también se preocupa cada vez más por la vida sexual de liar, o las relaciones entre hombres y mujeres, la naturaleza de la sexualidad femenina,
sus individuos, dando lugar a métodos complicados de administración y gerencia, y la cuestión de la desviación sexual, las relaciones entre adultos y niños, por mencionar
a una proliferación de ansiedades morales, intervenciones médicas, higiénicas, lega- sólo algunas. Estos asuntos son fundamentales en toda sociedad. Los debates al res-
les y de asistencia social, o indagación científica, todas diseñadas para comprender el pecto en Inglaterra durante las últimas décadas han sido acalorados precisamente por-
yo mediante la comprensión del sexo. que las discusiones sobre sexualidad son discusiones sobre la naturaleza de la socie-
dad• la f ha el sexo e un indicador de cómo marcha la sociedad.
En consecuencia, la sexualidad se ha convertido en un asunto social, político
moral cada vez más importante. Si consideramos las principales crisis en Gran Bretaña
cl2iCWniel izWell siglo XIX, veremos que de una u otra manera la preocupación por
LA SEXUALIDAD Y EL PODER
el sexo ha sido parte integral de ellas. Durante la crisis de las guerras revolucionarias
francesas a principios del siglo XIX, una de las preocupaciones centrales de los ideó-
logos era la relativa a la decadencia moral, la cual se consideraba que había pro- Ésta es otra manera de decir que los asuntos de la sexualidad son cada vez más im-
vocado la secuencia de acontecimientos que llevaron al colapso de la monarquía portantes dentro del funcionamiento del poder en la sociedad contemporánea. Ya
francesa. En las décadas de 1830 y 1840, con la primera crisis de la nueva sociedad mencioné que uno de los efectos del enfoque histórico de la sexualidad era considerar
industrial, hubo una preocupación obsesiva por la sexualidad de las mujeres y la ame- que el poder sobre la sexualidad era algo productivo más que negativo o represivo. La
naza a los niños y niñas que trabajaban en fábricas y minas. Hacia mediados del siglo metáfora de la represión proviene de la hidráulica: ofrece la imagen de una energía
xix, los intentos por reordenar la sociedad se centraban en la cuestión de la higiene y la efervescente que debe refrenarse. El enfoque histórico de la sexualidad acentuaría más
salud morales. Durante las últimas cuatro décadas del siglo pasado, la prostitución, bien el impacto de las diversas prácticas sociales que construyen la reglamentación
las normas morales de la sociedad y la reforma moral estaban en el centro del debate sexual, dan sentido a las actividades corporales, configuran definiciones y limitan y
controlan el comportamiento humano.
público; muchos veían en el deterioro moral una señal de la inminente decadencia
imperial. En los primeros decenios del siglo )0C, estas preocupaciones se reconstitu- El rechazo de un modelo de represión (lo que Foucault llamaba la "hipótesis re-
yeron en una nueva preocupación respecto de la calidad de la población británica. El presiva") no significa, desde luego, que todos los regímenes de reglamentación sexual
florecimiento de la eugenesia y la crianza programada de lo mejor en la sociedad, aun- tengan la misma fuerza o efectividad. Algunos son claramente más duros, autoritarios
que nunca fueron dominantes, tuvieron una influencia significativa para configurar y opresores que otros. Uno de los resultados importantes de la nueva investigación
tanto las políticas de asistencia social como el intento de reordenar las prioridades na- histórica sobre sexualidad ha sido una revaloración de toda la época victoriana. Tradi-
cionales frente a la competencia internacional. Esto llevó a un racismo inevitable, que cionalmente se ha considerado que esta época se distinguió por la hipocresía moral y
la negación sexual. Ahora se ha visto cada vez más que esto es un grave error. Lejos
de evitar el sexo, el siglo XIX tenía una fuerte obsesión respecto de los asuntos sexua-
42 Donald M. Lowe, Histoy of Bourgeois Perreption, Chicago, Chicago University Press, 1982, p. 100. les. Más que ser un tema que se disimulaba, era un asunto que se discutía cada vez
más en relación con distintos aspectos de la vida social. Sin embargo, esto no signi-
42 Sexualidad
La invención de la sexualidad 43

fica que la época victoriana ahora pueda considerarse como especialmente liberal. En clases inferiores en el transcurso de los siglos xviii y xix. Un sistema de creencias co-
Inglaterra, la pena de muerte por sodomía permaneció dentro del derecho escrito lonizadoras intentó remodelar la forma de gobierno a su propia imagen. Las normas
hasta 1861. Las restricciones a la autonomía sexual de la mujer eran severas y la dis- respetables de la vida familiar y doméstica —delimitaciones más marcadas entre las
tinción entre las mujeres respetables y las incorregibles (la virgen y la puta, la María funciones masculinas y femeninas, una mayor distinción ideológica entre vida pú-
y la Magdalena) alcanzó su apogeo durante esta época. Aunque la época presente no blica y privada y una fuerte preocupación por la vigilancia moral e higiénica de la
haya logrado dar una solución perfecta a todos los conflictos, para muchos de noso- sexualidad no marital y no heterosexual— fueron, cada vez más, las medidas con las
tros es infinitamente preferible a lo que existía hace cien años. sue se juzgaba toda conducta. Desde luegj, esto no significa que todas las conduc-
Sin embargo, la utilidad de abandonar el modelo represivo, en su forma más tas o la mayoría de ellas se ajustaran a esas medidas. Hay muchas pruebas de que la
cruda, es que nos lleva hacia un intento de comprensión de los mecanismos de poder conducta de las clases trabajadoras se adaptó muy bien a los modales de la clase me-
reales quéfairanan en cada época determinada.p22de!a r
znaaw,= dia. Sin embargo, los esquemas sexuales complejos que existen en el siglo xx son el pro-
entidacrsingular mantenida o controlada es ecífico, el Estado o la clase ducto de una lucha social en que la clase era un elemento vital. No debe sorprender
ominance. Según la expresión de Schur, es "más bien un proceso que un o jeto , que esto haya producido distintas formas de vida sexual de acuerdo con la clase. La
una fuerza maleale y móvil ue ado ta muchas formas diferentes y ue se e erce me- encuesta de Kinsey, realizada con 18 mil personas en Estados Unidos en la década de
diante diversas prácticas y re aciones socia es distintas. Si se a opta este enfoque del 1940, indicaba que, en asuntos como la masturbación, la homosexualidad, la inciden-
poder, entonces tenemos que abandonar todo enfoque teórico que considere a la cia de sexo oral, el escarceo erótico, el sexo con prostitutas, las relaciones premaritales
sexualidad como moldeada por una voluntad dominante y determinante, ya sea de o extramarirales o el "desfogue sexual total", había esquemas de clase significativa-
lásWie-dad", como tendía a sugerir la sociología funcionalista, o del "capitalismo", mente diferentes entre los hombres. Por su parte, para las mujeres las diferencias de
como dirían los marxistas, o del "patriarcado", como propondrían algunas feministas. clase cumplían una función relativamente menor: sus ideologías de género y edad
..Elpoder no funciona mediante mecanismos únicos de control. Funciona mediante eran factores mucho más importantes para configurar su conducta. Las encuestas
mecanismos complejos y traslapados —y con frecuencia contradictorios— que pro- posteriores, aunque indicaban la erosión gradual de los límites entre las clases, han
ducen la dominación y las oposiciones, la subordinación y las resistencias. confirmado la permanencia de estas sexualidades de clase. Así, no es sorprendente que
Hay muchas estructuras de dominación y subordinación en el mundo de la sexua- haya muchos textos con imágenes de relaciones entre hombres y mujeres (y desde
lidad, pero hoy en día parecen especialmente irriwtantes tres ejes fundamentales: los luego entre hombres y hombres) en que la clase, el poder y el deseo sexual están in-
de clase, de género y de raza. trincadamente entrelazados.

1. Clase 2. Género

Las diferencias de clase en la reglamentación sext i sun La clase, como hemos visto, no es una categoría indiferenciada. Las clases están for-
ern -E-n lá sociesaa3TesCravista de la Roma precristiana, las normas morales variaban madas por hombres y mujeres, y las diferencias de clase y posición pueden no tener el
con la posición social. "Ser impudicus (es decir, pasivo) es ignominioso para un hom- mismo significado para mujeres y para hombres. El género es una división primordial.
bre libre —escribió Séneca el Viejo— pero es la obligación absoluta del esclavo res- Muchas estudiosas feministas han considerado que la elaboración de la diferen-
pecto de su amo, y el hombre manumiso tiene una obligación moral de sumisión." 44 cia sexual es fundamental en la opresión de las mujeres, ya que la sexualidad no sólo
Lo que era cierto en el mundo antiguo aparece más agudamente en el moderno. De refleja las relaciones de poder entre mujeres y hombres, sino que es esencial para cons-
hecho, se ha dicho (por Foucault) que la idea misma de la "sexualidad" es esencial- truirlas y mantenerlas.45 Como afirmación general esto es claramente cierto. Los
mente burguesa, y que se desarrolló como un aspecto de la autodefinición de clase, esquemas de sexualidad femenina son ineludiblemente un producto del poder histó-
tanto contra la aristocracia decadente como contra la inmoralidad rampante de las rican res ara definir cate orizar loue
q es de-
seable. Rosalind Coward ha c o que:

43 Edwin Schur, The Politics ofDevianc4 Stigma Contests and the Uses ofPowen Englewood Cliffs, Nueva Jer-
sey, Prentice-Hall, 1980, p. 7. 43 Véanse, por ejemplo, los argumentos de L. Coveney et al., The Sexualio, Papers. Mate Sexuali5
44 Veyne, op. cit., p. 31.
, and the So-
cial Control ofWomen, Londres, Hutchinson, 1984.
44 Sexualidad
La invención de la sexualidad 45
Ser mujer es ser objeto constante de atención y de escrutinio [...]. El deseo femenino es fun- 3. Raza
damental para toda nuestra estructura social. No debe sorprendernos que sea tan cuidadosa-
mente oscurecido, tan interminablemente •erse•uido, tan frecuentemen , • •
ii.11
rri a J'a Las categorizaciones por clase o género se
cruzan con las de etnicidad y raza. En reali-
dad los historiadores del sexo no han ignorado el concepto de raza en el pasado, pero
Y, desde luego, sigue siendo perse uido, replanteado y reformulado por los hombres.
lo han insertado dentro de un marco preexistente. De este modo, el modelo evolu-
Como ha dicho Richard Dyer,a sexualidad masculina es un poco como el aire: "La
tivo de la sexualidad presentado por los teóricos de fines del siglo Xix inevitabl~
respiras todo el tiempo, pero no te das cuenta de que lo estás haciendo."47 Miramos presentaba a la persona negra —"el s e
el mundo a través de nuestros conceptos de sexualidad masculina de modo que, aun 'IIvalé— como más abajo en la escala evolutiva
ue el b are07-corrirrrnts-cercana-a-lattifaleza:-Esta
cuando no miremos la sexualidad masculina como tal, estamos mirando al mundo visiarrs6brevivT6Tficluso en los
dentro de su marco de referencia. escritos cultura mente re ativistas y aparentemente liberales de Margaret Mead. Uno
de los atractivos de su descripción de la vida en Samoa era precisamente la idea de que
Sin embargo, no sería correcto ver este poder de definición como monolítico ni
los samoanos, en algún sentido indefinible, estaban más libres de restricciones y más
como incuestionable ras leyes, la medicina y hasta la opinión popular son muy con-
cerca de la naturaleza que los estadounidenses contemporáneos. El mito más cons-
tradictorias y cambian con el paso del tiempo. Antes del siglo XVIII, la sexualidad fe- tante es el de
menina se insaciabilidad de las necesidades sexuales de losD ueblos no europeos
voraz y devastadora. En el siglo xix
-Thub-Cri-in esfuerzo cons- or consiguiente, la amenaza que re reserimn
tante por in fmar
or
nforMar a la población de que la sexualidad femenina entre las mujeres temor a pr rsnio reza de la raza blanca. El
respetables sencillamente no existía. En el siglo xx ha habido una incitación general masaitino negro, y la explotación inversa de mujeres negraspara
que complacieran a sus
a-TaTTexualidad femenina como apoyo a todas las formas de consumismo. La sexua- amos, era parte integral de la sociedad esclavista en el Sur de
11-EIZETa---m—ujél",-"En iversas épocas, se ha consica Estados Unidos durante el siglo XIX y ha sobrevivido en una serie de estereotipos en
.2..zeliosa, fuente de enfer- el siglo xx. Durante el régimen de apartheid en
-
m-- eda57medio para transmitir valores nacionales en la é oca de la eugenesia, guar- Sudáfrica, las prohibiciones de la Ley
diana de-la pureza moral en discusiones sobre la educación sexu y centro principal de Matrimonios Mixtos y la sección 16 de la Ley de Inmoralidad, diseñadas para evi-
tar el mestizaje, fueron algunos de los primeros productos de la legislación del
de atención en los debates sobre tolerancia y liberación sexual en la década de 1960. apartheid
que se introdujeron después de que el Partido Nacional llegara al poder en 1948 con
económica y sócial, el una política de segregación racial. Cuando el régimen intentó controlar la crisis del
„poder de los hombres para defin .iaxialjd2c11.astiL
se m ta.ciói apartheid en
matrimonio, la
carga de la reproducción el hecho endémico de la violencia masculina contra 1. s del apartheidlaquedécada de 1980 remodelando sus formas, uno de los primeros pilares
trató de eliminar fueron precisamente estas leyes. Como resultado,
erres. Al mismo tiempo, estas definiciones contradictorias también han brindado el régimen recibió severas
críticas por parte de los grupos de extrema derecha que de-
'fa oportunidad para que las mujeres definan sus propias necesidades y deseos. Desde cían que todo el edificio del apartheid se
fines del siglo XIX, los espacios aceptables para la autodefinición se han extendido derrumbaría si las leyes se revocaban. En una
escala mundial, en la ue la creencia en la superioridad de las normas europeas se re-
rápidamente para incluir no sólo el placer en el matrimonio, sino también formas
vela tal vez con mayor c addades en a ireocu ación obsesiva de Occidente por la ex-
relativamente respetables de actividad heterosexual sin matrimonio y sin procreación. 1-o7J1-7:1-en
i:ngFírica
-- en el Tercer • , la cual -711evado a diversos esfuerzos por
No obstante, como observa Vance, apartarse de manera patente Lpública de la "con- parte e-
los organismos de desarrollo así como de las autoridades localespara impo
dición de mujer 'buena" —siendo lesbianaspromiscuas o ejerciendo una hetero-
ner los esquemas occidentales de control de la natalidad artificial, a veces con resul-
sexualidad no tradicional— es un hecho que aún invita ja1 2 iLea_rá. tados desastrosos, ya que la delicada ecología de la vida social ha perdido su equili-
justificarlo." No se han quebrantado los esquemas del privilegio masculino. Al mis- brio. Esto debería servir para recordarnos que las actitudes modernas frente al control
mo tiempo, los verdaderos cambios de este siglo y la vitalidad continua del feminismo de la natalidad están arraigadas tanto en el deseo de las mujeres de limitar su propia
demuestran que estos esquemas no son inevitables ni inmutables. fertilidad como en una política eugenésica y de "planeación familiar" cuyo objetivo
era la supervivencia y aptitud de las razas europeas. Algunos elementos de este pasado
eugenésico son comunes en las prácticas actuales. En Israel, las familias judías reciben
más subsidio para los hijos que las familias árabes, mientras que en Inglaterra la pe-
46 RosalindCoward, Female Desire. Women1 Sexuality Today, ligrosa inyección anticonceptiva, Depo Provera, se ha aplicado casi exclusivament
Londres, Paladin, 1984, p. 13. ea
47 RichardDyer, "Male Sexuality in the Media", en Andy Metcalf y Martin Humphries, The Sexuality ofMen, mujeres negras y muy pobres. En un estudio se encontró que había incluso más fo-
Londres, Plum Press, 1985, p. 28.
48 Carole Vance, Pleasure and Danger, p.
lletos de control de la natalidad en clínicas de planeación familiar en lenguas asiáti-
4. [Véase n. 7 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano.] cas que en inglés. Detrás de todos estos ejemplos está la suposición de
ue ha una
46 Sexualidad

i le_c_oncLucta sexualciv
onr_a_c ilizada y apropiada que todos deben resoe~ tar. A su vez,
esta creencia está codificada en una serie ele-151' cucas que van desde las leyes de in-
migración hasta la propaganda de control de la natalidad, desde las actitudes médi-
cas hasta la patologización de distintos esquemas de vida familiar en la psicología y la
sociología.49
No es sorprendente, entonces, que muchos pueblos negros y de minoríasítnicas
en países occidentales y en el Tercer Munc57Jhacen los análisis contemporáneos de 3. LOS SIGNIFICADOS DE LA DIFERENCIA SEXUAL
la-s—P7SITticas sexuales radicales y feministas, pues irremediablemente poseen un tras-
fondo racista más o menos inconsciente. Esto ha llevad-511a presentación y el desa-
rrollo de formas de política sexual que son específicas de la experiencia de la gente
negra y que simultáneamente están comprometidas con políticas antirracistas. E: ¿Su primera pareja fite hombre o mujer?
Los límites entre._ 2.zlgénero
t y clase inevitablemente se traslapan. La gente ne- R.: Por cortesía no se lo pregunté.
gra en Inglaterra, que es la más sometida a las prácticas racistas, tiende a ser de la clase (Entrevista con el novelista Gore Vidal)

obrera, mientras que la definición de pertenencia a un grupo étnico por lo general


depende de que se lleven a cabo con éxito los atributos de género. El poder funciona
sutilmente a través de una serie compleja de grácsica,s_eatzelazadas Cómo resultado,
los cuestionamientos políticos a las formas opresivas son complejos y a veces contra-
dictorios. Por lo tanto, las políticas sexuales nunca pueden ser una forma única de EL IMPERATIVO BIOLÓGICO
actividad. Están enmarañadas en toda la red de contradicciones y antagonismos so-
ciales que conforman el mundo moderno. Sin embargo, hay un punto importante La respuesta característica de Gore Vidal a una pregunta ligeramente insolente nos di-
que puede derivarse de este análisis. En lugar de considerar la sexualidad como un vierte y tal vez nos sacude porque en nuestra cultura si importa
con quién tenemos re-
todo unificado, debemos reconocer que hay diversas formas de sexualidad: de hecho, laciones sexuales. El género, la condición social de ser hombre o mujerar la sexuali-
R-- n1.ffa1-"E'l—
malielades. Hay sexualidades cré—clase y sexualidades específicas de gé- dad, la manera cultural de experimentar nuestros placeres y deseos corporales, ahor
nero, hay sexualidades raciales y sexualidades de lucha y elección. La "invención de la están inextricablemente vinculados) e modo • ue cruzar ---- af
mjezi,mmascul t-e."--e comporta-
sexualidad" no fue un acontecimiento único, ahora perdido en el pasado remoto. És (es decir, lo que se define cultur mente como
un_proceso continuo que simultáneamente actúa sobre nosotros y del que somos ac- apropiado) a veces parece ser la transgresión más zave. Todavía no podemos pensar
tores, objetosdel eaMbio y sujetos de esos cambios. en la sexual 171;c1 sin tomar en cuenta el género; o, en términos más generales, la com-
pleja fachada de la sexualidad cuan arte se ha construido sobre la suposición de
diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, y ai-aorninación masculina
sobre la mujer. Las distinciones genitales y re .roductivas entre hombres biológicos y
mu'eres bioló • 'cas se han inter retado no sólo como una ex licación necesaria, sino
también suficiente, de distintos deseos y necesidades sexuales. Aparecen como las dis-
tinciones básicas entre los pueblos, profundamente arraigadas en nuestra "naturaleza
animal".
Una de las peculiaridades de los humanos es que buscamos respuestas 'a algunas
de nuestras preguntas más fundamentales observando la vida de los animales. Esa cria-
tura tan despreciada y temida, la rata, ha influido mucho en la investigación sexual,
sobre todo en investigaciones experimentales sobre los efectos de las hormonas "mas-
culinas" y "femeninas". Muchos otros investigadores han encontrado pruebas y apoyo
49 Véanse el resumen de datos en Valerie Amos y Pratibha Parmar, "Challenging Imperial Feminism", en Femi- para sus hipótesis más descabelladas acerca de la diferencia sexual en todos los ani-
nist Review, julio de 1984, no. 17, y Floya Anthias y Níra Yuval-Davis, "Contextualizing Feminism —Gender, Eth- males, desde los insectos y la humilde lombriz hasta el gorrión costero y el mono rhe-
nic and Class Divisions", Feminist Revieu4 invierno de 1983, no. 15 sus. No cabe duda de que es mucho lo que se ha aprendido en este proceso, sobre

.;n1•1114,
48 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 49
todo acerca del comportamiento animal. Pero muchos temas permanecen aún sin ex-
plicación mediante esos métodos.
sobre una base más científica. Así, el sexo se definía como una "ley fisiológica", "una
Desafortunadamente para la simplificación de la investigación, los seres humanos fuerza generada por fermentos poderosos", un impulso "que no puede dejarse de lado
somos criaturas complejas, arbi t rarias y variables. Manipulamos el lenguaje para re-
en aras de algún tipo de convención social" y, de la manera más gráfica, "un volcán
modelar constantemente nuestras percepciones del mundo y del sexo. Desafiamos la que se consume por el fuego y deja escoria a su alrededor: 1...] un abismo que devora
aparente lógica de nuestra apariencia externa. Hacemos borrosos los límites entre mascu- todo honor, sustancia y salud".3 La revolución de Darwin en la biología, mediante
linidad y feminidad. Creamos diferencias que trascienden las diferencias de género (de la cual se demostraba que el hombre era arte del mundo animal, fo.ixu-ntó la hús-
edad, raza, necesidad sexualy construimos fronteras que tienen poca lógica "en la na- re-d-a7d-él animaren el-ro-ifibTé71
- o encontró en su sexo.
turaleza". Incluso cambiamos nuestro comportamiento en respuesta a factores mora- La sexualidad femenina representaba inevitablemente
rle‘L•it un problema —un enig-
les, políticos o accidentales. No obstante, todo el tiempo nos gusta complacemos con ma, un oscuro continente", según las famosas palabras de Freud— para estos pun-
la fantasía de que nuestra sexualidad es lo más fundamental y natural que nos rodea y tos de vista. Según una larga tradición cultural, la sexualidad femenina era voraz, de-
que las relaciones entre hombres y mujeres están establecidas para toda la eternidad, i xaaázsztuzoia...rodo Esta idea ha tenido a últimas fedi as—ün renacimiento
como las huellas en el concreto, por los dictados de nuestra "naturaleza" innata. En una significativo en los omentarios (hechos por hombres) de que el feminismo moderno
cultura preocupada por la diferencia sexual, como la nuestra, tales creencias tienen efec- ha agotado y debilitado a los ho1nes a favorecer as exigencias sexuales femeninas.
tos sociales decisivos; repitiendo lo ya dicho, la forma como pensamos sobre el sexo mo- Tal argumento probablemente nos dice más sobre los temores y fantasías del hombre
dela la manera en que lo vivimos. De modo que los análisis acerca-duelos orierri PC y la que sobre la mujer, pero de todas maneras cabe señalarlo como un mito fantasioso y
forma de las diferencias entre hombres y mujeres son mucho más qleb ue c án (2E- persistente. No obstante, desde el cielo xlx la_y_isi_6=as convencional ha consistido
re7.mCWItrales para el rumbo que toma nuestra sociedad.
en tratar la sexualidad femenina básicamente como una reacción o respuesta que ;se
John "MorTe}11—a señalad-o-9a práctica cultural,, que se da por hecho en nuestra cul-
aviva sólo a través de cierto tipo de "instinto reproductivo", o despierta mediante la
tura, consistente en subrayar las diferencias, incluidas las de conducta, entre los sexos, habilidad delretendier
plla,eChom re. es iariino ha sidomuY
en lugai71ésrb l rayarlas semejanzas”.1 De esto no puede culparse a la "ciencia del —p—róblemático para
los teóricos del sexo precisamente porque es una sexualidad femenina autónoma en
sexo", dadas las suposiciones culturales profundamente arraigadas con que se encon- la que el hombre no tiene ninguna función.
traron los primeros sexólogos: de muchas maneras sólo teorizaron lo que creían ver. La idea de ue hay una diferenciafindamenta/entre la naturaleza sexual de hom-
Además, muchos de ellos, atentos a la realidad empírica, con el tiempo se sintieron bres 7iiiillérés ha sido ij..171
' ileiZe71Sli siquiera las pruebas recientes, basadas en el tra-
ansiosos por afirmar el traslape tanto como las diferencias. Para Havelock Ellis, en la bajo de observación de Kinsey y de Masters y Johnson para demostrar que hay una
década de 1930 el sexo era "mutable" y sus fronteras, inciertas, con "muchas etapas respuesta fisiológica similar entre hombres y mujeres, han minado la creencia de que
entre lo completamente masculino y lo completamente femenino".2 Sin embargo, al existen diferencias psicosexuales básicas en otros aspectos.4
mismo tiempo continuaba la búsqueda de lo esencialmente femenino y lo esencial- La idea de que hay diferencias entre los pueblos no es en sí misma peligrosa. Lo
mente masculino, con el resurtí:C10 inevitable de ue se suu1 ra aban las diferencias que tiene de peculiar la sexualidad es que algunas diferencias se han considerado tan
sexuales a costa de las semejanzas. La sexología se convirtió en un arma en el conflicto fundamentales que se convierten en divisiones y hasta antagonismos. En el mejor de
endémico acerca de las funciones sociales apropiadas de hombres y mujeres, que se los casos está el argumento de que aunque hombres y mujeres puedan ser diferentes,
acentuó enTc7s711firTioTlea nios e sig o_pasado y ha persistido hasta nuestros dEs
también pueden ser iguales. En el peor de los casos, las suposiciones acerca de la natu-
'con un ritmo y una intensidad variables, raleza vigorosa del impulso sexual masculino se hanuazacro-para legitimar la domi-
La definición mismajelisu
c s intisexua l se derivabauencialmente de prácticas nación del hombre sobre la mujer.
y fant'alral-ffasdriiias713aste considerar algunas de las metáforas presentadas en tex-
Podríamos pensar que estas creencias se han visto debilitadas en el pasado cer-
tos sobre el sexo: fuerzas irresistibles, impulsos absorbentes, ríos a borbotones, espas- cano, sobre todo debido a las críticas del feminismo moderno, al grado de que hoy
mos incontrolables... Tales imágenes han dominado el discurso occidental sobre el en día gozan de muy poca credibilidad. Sin embargo, nos equivocaríamos. Tomemos
sexo. Los primeros sexólogos utilizaron estas imágenes aunque intentaron colocarlas como ejemplo la opinión de algunos estudiosos recientes que han influido sobre lo
que se conoce como la "nueva derecha" en Inglaterra y Estados Unidos. El filósofo
John Money, Lave and Love Sickness,
Baltimore y Londres, Johns Hopkins University Press, 1980, p. 133.
2 Havelock Ellis, The Psyckology of Sex, Londres, William Heinemann, 1946 (1a. ed. 1933),
en castellano: Psicología de los sexos,
p. 194. [Versión 3 Véase el análisis en Jeffrey Weeks,
trad. y notas de Manuel Scholz Rich, Barcelona, Iberia, 1965.1 Sexuality and its Discontents. Meanings, Myths and Moder,: Sexualities,Lon-
dres, Routledge & Kegan Paul, 1985, pp. 80-85.
4 Véase William H. Masters y Virginia E. Johnson,
Brown Sexual Response, Boston, Urde, Brown and Co., 1966.
50 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 51
conservador inglés Roger Scruton ha planteado lo que describe vívidamente como la
"ambición desenfrenada del falo", que evade toda obligación, como contraria a la fun- hacer lo que sea mejor para sus genes en general".8 Si esto es cierto, entonces el gran
ción dada por la naturaleza a las mujeres de "calmar al más vagabundo". Para George conflicto entre individuo y sociedad simplemente se disuelve: existe un continuum
Gilder, ferviente defensor de los valores tradicionales, sólo las exigencias del matri- entre la energía eterna del gen y las manifestaciones sociales más complejas, en que
monio y la familia pueden canalizar la "agresividad masculina que de otro modo sería "la sociedad y la naturaleza trabajan en armonía". Entonces, ¿qué sucede con las ins-
irruptora" hacia la obligación social de esforzarse por su esposa y sus hijos.5 Así, el ale- tituciones aparentemente sociales como el matrimonio, la crianza, el vínculo social?
gato feminista contra la violencia sexual masculina (culturalmente codificada) se Son "adaptativas", según el término clave de la sociobiología, productos no de la his-
transforma en una defensa de la división sexual y de la moralidad tradicional. Ambos toria o del desarrollo social, sino de la "necesidad evolutiva". ¿Y qué sucede con las
estudiosos creen en una naturaleza humana refractaria, que amenaza con provocar ideas, los ideales, los valores y las creencias? Según Wilson, no son más que "meca-
trastornos a menos que se restrinja mediante la voluntad moral y la ortodoxia social. nismos que permiten la supervivencia".9
Visiones como ésta encuentran una justificación en la "nueva síntesis" de la so- Dando por hecha esta certeza, la existencia de sólo dos sexos paradójicamente es
ciobiología, mediante la cual el determinismo biológico ha disfrutado de un modesto un problema para la sociobiología. E.O. Wilson dice que el sexo es una fuerza antiso-
renacimiento. Es importante no exagerar la influencia de esta posible nueva ciencia cial en evolución, ya que causa dificultades entre la gente. La relación hombre/mujer
que podría llegar a existir; pero cabe señalar, a la vez, las importantes repercusiones que está llena de desconfianza y explotación mutuas. Es más probable que haya altruismo
ha tenido, y no sólo en la derecha. La sociobiología ha sido utilizada también por —necesario para la supervivencia de los genes— cuando todos son iguales. Entonces,
fuentes liberales para explicar la renuencia a cambiar por parte de las instituciones so- ¿por qué no se lleva a cabo la reproducción humana mediante la partenogénesis, co-
ciales, y algunos de sus aspectos se han usado para exigir mayor libertad para las mino- mo sucede con algunas criaturas primitivas? ¿Y por qué hay dos sexos y no tres o cuatro
rías sexuales sobre la base de su funcionalidad biológica. Por lo tanto, debemos estar o cinco? "Para ser totalmente honestos —aceptan Cherfas y Gribbin— nadie lo sabe."10
atentos a su atractivo, así como a los peligros que en mi opinión le son inherentes. La Concluyen que, por esta razón, el sexo es tan enigmático. Los sociobiólogos por fin han
sociobiología fue definida por su padre fundador, E.O. Wilson, como "el estudio sis- decidido, después de mucho barajar sus tarjetas de datos, que la razón más probable
temático de la base biológica de todo comportamiento social".6 Su objetivo es llenar para la reproducción sexuada es que promueve la diversidad, la capacidad de barajar
el hueco abierto entre las teorías biológicas tradicionales, por una parte, y las expli- el mazo genético para compensar las apuestas contra un ambiente que cambia en forma
caciones sociales, por la otra, tratando de demostrar que había un mecanismo clave impredecible. Dos sexos son suficientes para asegurar la máxima recombinación gené-
que unía a ambas. Este mecanismo, según lo expresó uno de los primeros entusiastas tica potencial. Dos sexos también aseguran salud y resistencia, al mezclar los consti-
de la obra de Wilson, era "la ley fundamental del egoísmo de los genes".7 El gen es tuyentes químicos lo suficiente para producir inmunidad contra las enfermedades. De
la unidad básica de la herencia, definida como una porción de la molécula del ADN, manera que la tarea de los hombres "consiste en proporcionar los medios para que las
que afecta el desarrollo de cualquier rasgo en el nivel bioquímico más elemental. mujeres puedan prevenir las enfermedades":" lejos de ser "redundantes", los hombres
Lleva el código que influye sobre el desarrollo futuro. Con esto todos podemos estar todavía son esenciales para el futuro de la raza humana.
de acuerdo. Pero los sociobiólogos alegan —ampliando con entusiasmo las posicio- Independientemente de las especulaciones intrincadas (y a veces metafísicas), flu-
nes más inciertas de Wilson— que hay genes que existen para cada fenómeno social, ye de todo esto una conclusión sobresaliente: "En lo que se refiere a la sexualidad, hay
de modo que la supervivencia azarosa de los genes podría explicar todas las prácticas una naturaleza humana femenina y una naturaleza humana masculina, y estas natu-
sociales, desde la eficiencia económica y el éxito educativo hasta las divisiones de gé- ralezas son extraordinariamente diferentes."12 Esas diferencias empiezan y terminan,
nero y la preferencia sexual. En este modo de pensamiento, la unidad fundamental según parece, con las características evolutivas del óvulo y los testículos. Dado que los
ya no es "el individuo", como en la teoría liberal clásica; tampoco lo es la "sociedad", hombres tienen una cantidad casi infinita de espermatozoides (millones con cada eya-
como en la otra gran tradición. El individuo se considera ahora como poco más que culación), mientras que las mujeres tienen una provisión muy restringida de óvulos
un vehículo para la transmisión de los genes, "una máquina egoísta, programada para (alrededor de 400 en una vida), se deduce que los hombres tienen una propulsión
evolutiva hacia la difusión de sus semillas para asegurar la diversidad y el éxito re-
5 Roger Scruton, "The Case against Feminism", The Observer,
22 de mayo de 1983; George E Gilder, Sexual
Suicide, Nueva York, Quadrangle, 1973. Ibid., p. 71.
6 E.O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis,
Cambridge, Mass., y Londres, Harvard University Press,
9 E. O. Wilson, On liman Nature, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1978, p. 3.
1975, p. 4. la Jeremy Cherfas y John Gribbin, The Redundant Mole, the Bodley Head
Londres, 1984, p. 4.
7 Richatd Dawkins, The Selfish Gene, St. Albans, Granada, 1978, p. 7. 11 Ibid, p. 178.
12 Donald Symons, The Evolution of HumanSexuali,9s
Oxford y Nueva York, Oxford University Press, 1979, p. 11.
52 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 53

productivo y, por ende, hacia la promiscuidad; mientras que las mujeres tienen un in-
complejas de lo que quieren hacernos creer los sumos sacerdotes de la "tradición
terés equivalente en reservar la energía, un instinto de conservación y, por lo tanto,
sexual" (entre quienes ahora debemos contar a los sociobiólogos). Por lo general, los
se inclinan hacia la monogamia. De ahí se puede deducir la explicación de todas las
partidarios más fervientes del determinismo biológico muestran tres modos caracte-
otras diferencias supuestamente fundamentales: mayor competencia entre los hom-
rísticos de argumentar: la argumentación por analogía; una dependencia, que llega a
bres que entre las mujeres, mayor tendencia de los hombres hacia la poligamia y los
ser casi una tiranía intelectual, respecto de las "afirmaciones promedio", y por último
celos mientras las mujeres son "más maleables" y dóciles, y una mayor voluntad
lo que llamaré, a falta de una frase mejor, la hipótesis del "agujero negro". Todas pre-
sexual y potencial de excitación en los hombres que en las mujeres: "Entre todos los sentan muchas dificultades.
pueblos, la copulación se considera esencialmente como un servicio o favor que
las mujeres hacen a los hombres, y no al contrario, independientemente de cuál de los
sexos desea, o se cree que desea, mayor placer del acto sexual".13 1. Argumentación por analogía
La sociobiología tiene cierto encanto embriagador, sobre todo porque ofrece ter-
minar con el estancamiento de las explicaciones sociales que solían afrontar las cien-
Este procedimiento supone que observando a los animales salvajes podemos descifrar
cias sociales en la década de 1970. También —y quizás éste sea su mayor atributo—
el código de nuestra civilización. El renovado interés en observar a los animales en su
parece hablar con creencias muy difundidas, de sentido común, sobre la naturalidad
hábitat natural durante los arios de entreguerras fue una de las raíces de la sociobio-
de las divisiones sexuales. Va en el mismo sentido, y no en contra, de la veta del pre-
logía. E.O. Wilson dedicó la mayor parte de sus primeros intentos a hacer una sín-
juicio popular. Pero si bien puede afirmar que explica algunas cosas (el amor a pri-
tesis en insectos y aves. El problema aquí es que, a pesar de los esfuerzos por realizar
mera vista "sencillamente puede ser la poderosa respuesta del cuerpo al aroma de un
una observación neutral, los prejuicios humanos se introducen sin que nos demos
conjunto muy diferente de antígenos de histocompatibilidad"; la homosexualidad cuenta. Como han dicho Rose et al.:
puede ser necesaria para impulsar la preocupación altruista por los hijos de hermanos
y hermanas), no puede explicar otras de manera general y convincente (por qué hay Una y otra vez, con d fin de apoyar la afirmación de la inevitabilidad de un rasgo dado del
variaciones entre diferentes culturas, por ejemplo, o por qué la historia con frecuen- orden humano, los deterministas biológicos intentan presentar sus afirmaciones como uni-
cia experimenta cambios sociales rápidos). Como enfoque, también es profunda- versales. Si la dominación masculina existe en los humanos, es porque también existe en los
mente conservador en sus implicaciones, ya que si la explicación de lo que hacemos mandriles, los leones, los patos, o lo que sea. Los estudios etológicos están repletos de re-
cuentos de los "harenes" de mandriles, la dominación por parte del león macho sobre "su"
desde el punto de vista social y sexual está en la azarosa colisión de genes, entonces es manada, la "violación masiva" en patos silvestres y la "prostitución" en colibríes.15
poco lo que podemos hacer para cambiar las cosas: doblar la varita un poquito aquí,
enderezarla por allá, pero no demasiado en ningún sentido porque toda la rama se No hace falta decir que aquí se da una atribución de explicaciones sociales muy exa-
puede romper. Si, como reafirman H.J. Eysenck y Glenn Wilson, "en las actitudes se- geradas al comportamiento animal. ¿Por qué habría que ver a los agrupamientos de
xuales ampliamente variables que observarnos cuando miramos a los hombres y las animales hembra como harenes? Igualmente podrían verse, si se atiende a todas las
mujeres [hay) un fuerte origen biológico subyacente"," entonces son utópicas las exi- pruebas en contrario disponibles, como prototipo de grupos de mujeres para crear
gencias feministas e incluso las reformas liberales. Como dijeron algunos partidarios conciencia. Decir esto tal vez provoque alguna sonrisa. Pero también debería hacerlo
anteriores del determinismo biológico, en el contexto de un auge anterior de activi- el argumento circular mediante el cual se atribuyen a los animales las explicaciones
dad feminista: "Lo que fue decidido entre los protozoarios prehistóricos no puede ser derivadas de la experiencia humana y luego se usan para justificar divisiones sociales
en la actualidad.
anulado por un decreto del Parlamento." No hay mucho que discutir al respecto.
Desde luego, esto puede ser parcial o totalmente cierto. El problema es que, si bien
las pruebas de la biología y la historia natural resultan muy atractivas, no son con-
2. La tiranía de los promedios
cluyentes. Tal vez sea imposible, a fin de cuentas, refutar una hipótesis sociobiológica
—quién sabe con qué puede salir la "ciencia"—, pero es igualmente difícil compro-
Éste es tal vez el argumento más insidioso. En promedio,
barla. En el mundo real de la sexualidad en que vivimos, las cosas son un poco más los hombres pueden ser más
activos sexualmente que las mujeres. Los hombres homosexuales pueden ser más pro-
13 Ibid., pp. 27-28.
14 H.J. Eysenck y G.D. Wilson, The Psyebology of Sex, Londres, Dent, 1979, p. 9. [Véase n. 2 de este cap. para 15 Sreven Rose, Leon J. Kamin y R.C. Lewontin,
la referencia de la versión en castellano.] Main Our Genes. Biologl Ideology and Humor Nature, Har-
mondsworth, Penguin, 1984, p. 158.
54 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 55

miscuos que las mujeres homosexuales. Esto, como dicen los sociobiólogos, puede za, la longevidad, el color del cabello y de los ojos. La producción diversa de hormo
tener algo que ver con los genes. También puede tener algo que ver con la cultura: nas puede afectar la maduración sexual, la distribución de vello corporal, el depósito
mayores oportunidades para la expresión sexual masculina y para la elección de la de grasa y el desarrollo muscular. Estas manifestaciones no carecen de importancia
pareja, por ejemplo. Sobre todo, decir que en promedio los hombres tienen más ac- ya que se elaboran según códigos culturales complejos que establecen la apariencia fí-
tividad sexual que las mujeres es lo mismo que decir que algunas mujeres son más sica y el comportamiento apropiado o inapropiado para cada género. Pero, a fin de
activas sexualmente que algunos hombres. Los enunciados sobre promedios son ver- cuentas, lo realmente importante son los significados sociales que damos a estás di
daderos, pero no particularmente útiles. No obstante, llevan un enorme peso, por lo férendás. omo ha clia5- 6U-Nitholson las -diferencias biologías entreljs
menos en parte, porque preferimos las divisiones claras a la ambigüedad. Sin em- sexos en realidad son mínimas cuando se com aran con las seme'anzas"ly, de hecho
bargo, la naturaleza misma puede ser muy ambivalente, como lo sugiere la idea sólo uno de los 01 s enes necesarios para formar a cada persona distingue a los
misma de los "promedios". ¿Por qué nosotros no? 1ombres de laS-Eujeres, entonces deberían revalorarseis marcas críticas que usamos
cznyencionalmentépara delimitar la
Aparentemente las diferencias anatómicas son las esenciales. De acuerdo con la pre-
3. La hipótesis del agujero negro" sencia o ausencia de los ór an s nos o femeninos, se asi• na el • énero en el mo-
mento mismo del nacimiento. No obstante, la osesión •e un pene o una vagina no
Éste es el último recurso para quienes no encuentran ninguna explicación para las di- puede ser una norma universalmente aplica e. En as aves, e mac o no tiene pene;
ferencias sexuales. Si todo lo demás no logra explicar los fenómenos humanos, en- otros animales sólo tienen "órganos insertables adjuntos", como los gonopodios en tibu-
tonces tiene que existir una explicación biológica. Si hay más hombres que mujeres en rones y cazones.18 Incluso entre los humanos no es transparente el significado de estos
puestos ejecutivos, entonces de seguro lo explica la biología. Si la sociedad se resiste órganos muy reales. La vagina puede concebirse como pasiva o como devoradora. El
a las políticas del feminismo, debe de ser porque están contra la naturaleza humana. clítoris se ha conceptualizado como no más que un "vestigio de falo" y como el sitio
Si la homosexualidad no puede explicarse ni por la sociología ni por el psicoanálisis, del potencial multiorgásmico de las mujeres. El pene tiene un valor simbólico aun más
entonces la biología (hormonas, instintos, genes...) debe explicarla. Un ejemplo clá- sobrecargado en nuestra cultura. Su naturaleza "embestidora", "vigorosa" y "penetrante"
sico de esto lo podemos ver en la conclusión del informe final del Instituto Kinsey se ha considerado como el modelo mismo de la sexualidad masculina activa. No obs-
sobre la homosexualidad, Sexual Preftrence." Los autores exploran con detalle la tante, como ha señalado agudamente Richard Dyer, hay una marcada discrepancia en-
falta de pruebas de una causa única que explique la homosexualidad, y concluyen tre este simbolismo y la manera como se suele experimentar el pene:
que ni la sociología ni la psicología la aclaran. Pero, en lugar de poner a prueba la
Los genitales masculinos son cosas frágiles, fofas, delicadas [—J. Los penes sólo son unas co-
hipótesis (avalada por el mismo Kinsey) de que la homosexualidad, por lo tanto, no
sitas (también los grandes) con poco poder de permanencia, bonitos si se aprende a verlos así,
era una condición unitaria con raíces únicas, los autores concluyen que debe de haber pero no mágicos ni misteriosos ni poderosos en sí mismos, es decir, objetivamente carentes
una explicación biológica. Esto, en el contexto del libro, es especulación vana. Esa de poder real.' 9
"solución" le debe más al prestigio continuo de las ciencias biológicas que a la com-
probación. La biología llena una laguna que no han querido o no han podido llenar El significado gue darnos a los órganos masculinos y femeninos es social y psicoló-
las explicaciones sociales. gicamente importante. Según los conceptos del psicoanálisis, la existencia o la
No pretendo minimizar la importancia de la biología. Las capacidades biológi- ausencia del pene masculino (es decir, el temor o la fantasía de la castración) son
cas proporcionan claramente el potencial a partir del cual se configura esenciales para la negociación de la crisis edípica y para la adquisición o no de la mascu-
lo hiiiiiii-o—ffijairel-líniite de las actividades sociales. La cópula, la reproducción, la linidad y la feminidad psicológicas, para la organización misma de la diferencia
alimentación," la muerte tienen un origen claramente biológico y proporcionan los sexual. Pero Izlignificados esenciales que les asignamos, según Freud, son exigidos
i
py.átnetros de la existenCia—humana. Otros factores biológicos menos cósmicos tam- por la cultura y no surgen directamente sólo de la biología.
bién tienen efectos sociales. Las diferencias genéticas (entre hombres y entre mujeres,
así como entre unos y otras) pueden afectar las apariencias físicas, el tamaño, la fuer-
17 John Nicholson, Mere and Women. How Dffirent are They?, Oxford y Nueva York, Oxford University
Press,
1984, p. 6.
18 John Archer y Barbara Lloyd, Sex and Gender, Harmondsworth, Penguin, 1982, pp. 47-48.
16 Alan P. Bell, Martín S. Weinberg y Sue Kiefer Hammersmith, Sexual Preferente. Its Development in Men and
Ríchard Dyer, en Andy Metcalfy Martín Humphries (comps.), The Sexuality of Men, Londres, Muto Press, 1985,
Women, Bloomington, Indiana University Press, 1981, pp. 191-192. pp. 30-31.
56 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 57
La misma ambigüedad potencial existe respecto de otras dos marcas menos ob-
vias: a con ormación cromosómica de hombrely.ingjerer19Lesqirásh o Las hormonas, no más que los cromosomas, son decisivas en la configuración de
m hormona- las diferencias sexuales psíquicas y sociales.
les. En primer lugar, la existencia de diferencias cromosómicas es muy conocida. Esta
distinción es la que se hace en las competencias internacionales para de-
finir los sexos, y en ella los competidores, sobre todo en los torneos atléticos femeni-
nos, tienen que pasar por una prueba de cromosomas sexuales.20 Los seres humanos LA SEXUALIDAD Y LAS RELACIONES SOCIALES
tienen 46 cromosomas en el núcleo de cada célula de su cuerpo: 22 pares y dos cro-
mosomas sexuales. En las mujeres éstos son idénticos (XX); pero en los hombres uno El determinismo biológico insiste en el carácter fijo de nuestras sexualidades, _e
es una estructura incompleta que lleva poco material genético (el cromosoma Y: los resistencia ante todos los esfuerzos de modificación. Por otra parte las exlicaciones
hombres suelen tener el par xY). sociales e históricas su onen un altogrado de fluidez flexibilidad en la "naturaleza
humana", en su potencial de cambio. Las datos de otras culturas, y de épocas distin-
La dificultad reside en que estas marcas no son absolutas. A veces los cromoso-
tas a la nuestra, muestran que hay muci -Jmanerasdifer é
mas no se separan durante la división celular de la manera acostumbrada, dando li- ser "homFre" y "mu-
gar a esquemas de XXY, X, XXX o XYy: .son éstos masculinos o femeninos? A veces hay ,jer'
" nodos distintos de vivir Ja vidasocial La experiencia de nuestro propio pasadO
arividuos cuyos cromosomas dicen una cosa ycuya apariencia dice otra: masculinos reciente ha mostrado las poderosas maneras en que un movimiento social enérgico
ienen cromosomas xY y poseen testículos que secretan la hormona mascu- —el feminismo—, con poco apoyo institucional, puede influir en las relaciones sexua-
lina; pero ambiguos porque, debido a una insensibilidad andrógena congénita, no se les y en muchos casos transformarlas. Cabe imaginar el poder del cambio social rá-
han masculinizado externamente. Aun la naturaleza, con toda su sabiduría, aparente-_ pido en el pasado. Nuestra mayor conciencia de otras culturas debería hacernos estar
mente léga a ecjiiivocarse. Archer y Lloyd2 I concluyen que anormalidades como éstas más atentos a otras formas de interacción, dado que, a través de la perspectiva de di-
"ilustran la naturaleza compleja y precaria del proceso de desarrollo" y, por lo tanto, ferencias y cambios culturales, podemos em ezar a reflexionar sobre la contin•encia
de la división entre los sexos. de nuestra propia natura eza umana' y cuestionar el supuesto carácter fijo
de nuestras posiciones como-"Hombres" y "mujeres".
pe manera parecida, y en segundo ar, se ha exagerado la importancia asig:
Hay pruebas abrumadoras que sugieren la sexualidad está sujeta a un
nada a las hormonas, los mensajeros químicos secretadosparlásIlándulas. La hor-
mona principal producida por los testículos es la testosterona; a ésta; junto con las enorme grado de rnodelación sociocultural, al grado cii.w,wirTOVadicIZI-J51--- um-
hormonas del mismo tipo general, se las llama andrógenos u "hormonas masculi- mer, "la sexualidad no tiene más significado que el que se le da en situaciones socia-
les".23 Pero plantearlo así, desde luego, no resuelve las dificultades; sólo las conduce
nas". Las hormonas principales producidas por los ovarios son el estrógeno y la pro-
gesterona (las "hormonas femeninas"). Estas hormonas sin duda son importantes por un camino algo diferente. Porque si bien el sexo y la diferencia sexual son socia-
para el desarrollo: la testosterona produce cambios importantes en la adolescencia, les en su forma, aún necesitamos saber dónde situar los límites de las explicaciones
tzuramente coeialuális son osnímites de la rnodelación culturil.
entre los que se cuenta el engrosamiento de la voz y la aparición del vello corporal. ¿Es el sexo to-
El aumento de los niveles de estrógeno en las niñas durante la pubertad provoca el talmente un asunto de determinación social? ¿Son totalmente intercambiables los
desarrollo de los senos, la redistribución de la grasa y el comienzo del ciclo mens- papeles desempeñados por hombres y mujeres? ¿Son nuestras naturalezas sexuales
trual. Pero aun así, no estamos hablando de posesiones únicamente masculinas y fe- infinitamente plásticas, "increíblemente maleables", según las conocidas palabras de
meninas. Tanto los ovarios como los testículos-producen las tres hormonas, das Margaret Mead? Inevitablemente surgen tales preguntas, y hay que aceptar que toda-
glándulas suprarrenales secretan andrógenos en ambos sexos. Lo que difiere es la vía estamos bastante inseguros respecto de las respuestas adecuadas. Sabemos lo que
i-ciórción. Una vez más, no hay una división absoluta Como dijo Kinsey hace al- no son nuestras nat.ura ezae sex ales- no son eternamente fl'as, biológicamente detert
mjaclas_ ni inmutables. Pero no estamos seguros de lo que sí son.
gún tiempo: "El hecho de que las hormonas se produzcan en las gónadas no es ra-
zón suficiente, a falta de otras pruebas, para pensar que son los agentes primarios Por lo tanto, existe el peligro real de confrontar un esencialismo biológico ina-
que controlan las capacidades del sistema nervioso de las que depende la respues- decuado con un esencialismo sociológico igualmente inadecuado, en el que la
ta sexual." 22

Female,
20 Archer y Lloyd, op. cit., p. 47. Filadelfia y Londres, W.B. Saunders Company, 1953, pp. 728-729. [Véase u. 5 del cap. 2 para la referencia
21 Ihid, p. 69. de la versión en castellano.]
23 Kenneth Plummer,
22 Alfred C. Kinsey, Wardell P Pomeroy, Clyde E. Martin y Paul H. Gehhard, Sexual Behavior ín the Human Sexual Stigma. An Interactionist AcCount, Londres, Routledge & Kegan Paul,
1975, p. 32.
58 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 59
maleabilidad de la sexualidad siempre estará a merced de imperativos sociales deter-
nea.25 Los arapesh no tenían un concepto del sexo como una fuerza abrumadora
ministas. Para los influyentes antro ólo os sociales de los fios de entre• uerr
jeto principa de estudio no era a naturaleza hu ,.e. s. . « guraci.án_cultu- ni en hombres ni en mujeres, y ambos sexos tenían cualidades que podrían llamarse
ral'. sto representó un verdadero avance, ya que obligó a reconsiderar muchas "maternales". Entre los mundugumor, por otra parte, tanto hombres como mujeres
«
verdades" sociológicas preciadas. No obstante, había problemas reales respecto del estaban activamente sexualizados y tomaban la iniciativa. En la tercera tribu, los
relativismo cultural que de allí surgid. Cada cultura se presentaba como un_con,j_unto chambuli, había una inversión total de las actitudes sexuales en relación con nuestra
necesario e inex licable de diferencias respecto de los ot s. La historia, el desarrollo y cultura, pues dominaban las mujeres y los hombres eran emotivamente dependien-
el cambio no se consideraban asuntos importantes. Además, se creía que cada socie- tes. En un trabajo posterior, al resumir la información, Mead sugirió que "en todas
dad se imponía sobre sus habitantes como una totalidad en que todas las posiciones las sociedades conocidas, el género humano ha elaborado la división biológica del tra-
sociales eran respuestas necesarias a las exigencias de la sociedad. Este tipo de argu- bajo en formas que con frecuencia sólo están relacionadas de manera muy remota con
mento fue retomado por muchos estudiosos posteriores para hablar en favor de la las diferencias biológicas originales que proporcionaron las pistas originales [...] a ve-
funcionalidad de los papeles sexuales. Según Weinstein y Platt, los individuos "acep- ces una cualidad se ha asignado a un sexo, a veces al otro".26 No obstante, al mismo
tan y reproducen los esquemas de conducta requeridos por la sociedad", en los que tiempo que se reafirma la posibilidad de la modelación social, esas "pistas originales"
la familia es el conducto principal para esta modelación social, y los "papeles socia- adquieren una importancia capital. Porque si la sociedad humana ha de sobrevivir,
les" netamente complementarios son el resultado necesario.24 Esto no parece dejar dice la autora, "debe tener un esquema de vida social que se adapte a las diferencias
entre los sexos".27 ¿Y cuáles son éstas? Las ca acidades re roductivas son claramente
mucho margen para maniobrar. No sólo se considera a la sociedad como el motor
principal, sino que debemos suponer que los individuos son hojas en blanco, talla diferentes entre hombres y mujeres, e incluso es poco pro ab e que el desarrollo de las
rasa, sobre lasue se imprimen las características requeridas para el funciiHiento. tecnologías reproductivas modifique esto de manera fundamental. Sobre la base de
2-JE-B u o de la socie ad. Ésta organiza una división sexual-del-Jai-7j° para satisfacer estas diferencias, las culturas han desarrollado funciones distintas para las labores pa-
sus necesidades: de reproducción, alimentación, empleo, actividades domésticas y t7ernas y maternas, la alimentación, el trabajo y la organización domésti a. Pero como
Incluso crea papeles sociales desviados y estig_matizados —por ejemplo, el "papel" muestran los escritos de la misma Mead, la forma de esas funciones varía enorme-
de los Hano-sexuales en nuestra cultura— para ofrecer nichos a quienes no están to- mente, ya que a veces hombres y mujeres son intercambiables en las cualidades que
a
nriámos "maternales" y "paternales". Si las funciones sociales son tan flexibles, si no
talmente adaptados y como un llamado de -aréita para el resto déla sociedad sobre ros
terribles efectoscanarse de las convenciones. hay una conexión necesaria entre reproc(acción, género y atributos sexuales, no queda
Es evidente que tales argumentos tienen su atractivo. Ofrecen una explicación claro por qué son tan radicalmente necesarias l'asdr&STomfas sexuales perfectamente
elegante para las divisiones y diferencias obvias que nos rodean. Pero cualquier teoría cellnidas, a menos que supongamos a priori
que son inevitables. Es difícil evitar la
que otorgue a la "sociedad" una n consciente que considere que todas las conclusión de que, al final, Mead da por hecho la importancia primordial de la ana-
parte-sicititestan omo un reloj maravi oso conlleva un problema: ¿dónde cabe la tomía: la diferencia anatómica garantiza las funciones requeridas por la sociedad. Esto
gente con-strIffirtiii-fidsi6
. ? Además, este acento sobre la modelación social pió- puede ser cierto, pero nunca se cuestiona por qué lo es. Desde luego, es muy impor-
voca un resulta o curiosamente paradójico. Al subrayar lo social como el motor prin- tante saber por qué tantas culturas han elegido la anatomía como la base fundamen-
tal de nuestros destinos.
cipal, se dejan de cuestionar algunas características de la "naturaleza". De manera más
específica, en mayoría de los informes socialmente deterministas no se cuestiona Debemos ir más allá de la simplicidad de algunas de estas explicaciones. Consi-
sino, al contrario, se reafirma la necesidad de una división sexual del trabgjo de dero específicamente que la "sociedad" no es tan unificada y total en su impacto como
acuerdo con las diferencias anatómicas. lo sugieren estas teorías, ni tampoco son tan marcadas y decisivas las líneas de dife-
Esto se hace evidente en la obra de Margaret Mead, quien hizo más que nadie rencia. Si nos fijamos en lo que queremos decir con "sociedad", encontraremos que
para sugerir que la naturaleza humana era flexible. En Sex and Temperament in Three en la práctica cualquier teoría social confirma la complejidad de las relaciones
Primitive Societies, encontró una amplia gama de variaciones sexuales en Nueva Gui- sociales, las "múltiples realidades" a través de las cuales negociamos nuestra vida co-

25 Margaret Mead,
Sor and Temperament in Three Frimitive Societies, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1948,
pp. 279-280. [Versión en castellano: Sexo y temperamento,
trad. Inés Malinow, Buenos Aires, Paidós.]
20 Margaret Mead,
24 Fred Weinstein y Gerald M. Platt, The Wish to be Free. Psyche and Value Change, Berkeley, University of Ca- Male and Female. A Study of the Sexes in a Changing World, Londres, Victor Gollancz, 1949,
p. 7. [Versión en castellano: Masculino y femenino,
lifornia Press, 1969, p. 6. trad. Rosalía Pereda, Madrid, Minerva, 1994J
Ibid., p. 163.
60 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 61
tidiana. La "sociedad" no es un todo gobernado por un conjunto coherente de de-
terminantes, sino una red intrincada de instituciones, creencias, hábitos, ideologías y qué de ciertos tipos de actividad [...]. Es como un anteproyecto o mapa de carrete-
prácticas sociales que no tienen una unidad a priori y cuyas verdaderas relaciones de- ras o receta, que da indicaciones".29
ben ser descifradas más que tomarse al pie de la letra. Si transferimos esta visión de "lo Desde lue o, no seguimos por completo estas pautas porque si lo hiciérarw
.,seríamos to os igua es, y la "inmoralidad", la desviación o la transgresión casi np
«social" a las actividades sexuales, veremos que lejos de que la "sociedad" modele la
sexualidad" de manera directa, lo que describimos como sexual se construye me- existirían. Pero los "libretos" que aparecen en ciertas prácticas sociales establecen los
diante
----117-
1. aii15le-jid- acMelaciones sociales, cada una de las cuales tiene una visión parámetros dentro de los cuales están las opciones indjia-irales disponibles. me-
diferente dique constituye el sexo y la conducta sexual apropiada. Michel Foucault táfora tiene otro valor: sugiere que coexisten diversos significados sexuales posibles,
ha sugeridó qu& el aparato moderno de sexualidad es heterogéneo; en él se incluyen en un momento determinado. En el Occidente cristiano hemos estado sometidos a
"discursos, instituciones, conformaciones ar uitectónicas, reglamentos, leyes, medi- una multitud de definiciones incompatibles y con frecuencia contradictorias. Desde
das administrativas, a =aciones cientí icas, proposiciones filosóficas, moralidad fi- el siglo xix la medicina ha trabajado arduamente para desplazar a la religión como la
lantropía, etcétera"? Todos estos elementos en conjunto forman lo que definimos fuerza principal en la reglamentación de la sexualidad. Su lenguaje habla menos de
como sexualidad, aunque es evidente que no dicen las mismas cosas ni pueden ha- moralidad y más de la sexualidad "natural" y la "antinatural", la sana y la enferma; su
cerlo, ni se dirigen a nosotros de manera idéntica. centro institucional es la clínica, el hospital o el diván del psiquiatra (Michel Foucault
En el mundo de la sexualidad existe gran variedad de informes diferentes y muchas no fue el primero en sugerir una analogía entre el modo confesional y la curación me-
veces contradictorios de lo que significa ser sexual: conjuntos organizados de significa- diante el habla en el psicoanálisis: Freud también planteó esa relación). Luego están
dos ("discursos"), articulados mediante una gran variedad de lenguajes diferentes, y an- los lenguajes del derecho, la educación, la antropología, la sociología y la política,
cliaos entuá-lefisa red-dlial-fklades sociales. Los conceptos tradicionales cristianos todos los cuales hablan en tonos cuidadosamente diferenciados acerca de la sexuali-
del comportamiento sexual, por ejemplo, dependen de ciertas suposiciones acerca de dad: ¿es un producto de la criminalidad, la alimentación, la variación cultural, la
la naturaleza humana: que es incorregible o corrupta, que la división de los sexos está elección política? Y, desde luego, están los contradiscursos, los lenguajes de oposi-
predeterminada, que la actividad sexual sólo se justifica por la reproducción o el ción, y muchas veces militantes, de los nuevos movimientos sexuales. Vivimos en un
amor. Estas creencias están establecidas en un conjunto de textos: interpretaciones y Inundo de descripciones y definiciones opuestas y con frecuencia contradictorias.
I sur
comentarios bíblicos, derecho canónico, sermones. Se generalizan a través de un len- ulLprosz&Qprolon-
guaje de certeza y moralidad, que separa a los pecadores de los redimidos, a los mo- ado ara cada sujeto individual, aprendido en todas las complejidades de la vida social:
a vi a =lir: proporciona modelos, aunque éstos de ninguna manera están bien
rales de los inmorales. Estos significados se encarnan en instituciones que trabajan
para reforzar creencias y conductas: iglesias, la posición privilegiada de ser padre definidos. Las escuelas transmiten mensajes claros, aunque no siempre en el mismo
o madre, las prácticas de la confesión o el testimonio ante Dios, la existencia de es- sentido. La valoración por los compañeros cuida las barricadas contra la desviación so-
cuelas religiosas, los sacramentos del bautismo y el matrimonio e incluso, en muchos cial. Los ritos de galanteo, iniciación sexual y hasta violencia sexual afirman las divi-
países, el sistema legal. La totalidad de estos discursosprácticas construyen "posi- siones. Los deseos y la elección de la pareja aseguran la senda de normalidad o el camino
ciones de sujeto", en las que la elite moral puede reconocerse realmente como parte a la conducta no ortodoxa. Las representaciones en los medios de difusión construyen
de los elegidos, miéfilliclaTeeffores-sPiiii117.rnásáflá dellespe--r-a75-ae—re-aención. las imágenes de las identidades deseables. El involucramiento en lo religioso, lo mo-
Los individuos son configurados, y se configuran a sí mismos, en relación con esos ral y lo político ayuda a organizar modos adultos de vida. Incluso el azar trae su influen-
conjuntos preexistentes de significados, que intentan reglamentar y controlar la con- cia caprichosa. En respuesta a todas estas influencias, entre muchas otras, construimos
ducta de acuerdo con re las y consciente o inconscientemente asimiladas. nuestra subjetividad, nuestro sentido de quiénes somos, cómo llegamos a donde esta-
Aquí, la---ideTIerlibreto', usada por algunos sociólogos interactivos para dar mos, dónde queremos ir: nuestras identidades como hombres yirill f eres, heterosexuales
y homosexuales o lo que sa:Z7d ,, ro "ircIc7aer.
. - de cle'
.ss c m 1 *os
cuenta de la manera como interpretamos nuestros signiFia-ati-alaT~e- fi rau..
táforai.f-- E,--aunque inevitablemente arnbiguajóhn Gagnon ha suáEra717 todefinición en un ordenamiento completo de relaci nes sociales.
1e «los li-
bretos especifican, al igual que los anteproyectos, el quién, qué, cuándo, dónde y por 'Por menos en a superficie, esto sugielecindasidentidades masculina feme-
nina, lejos de .estar fijadas para todaja_eremidadziediante atributos naturales, son no
oto ies arosas, y az estánsujetas a diversas influencias y con frecuencia están Osa-
20 Michel Foucault, Power/Knowledge, Colin Gordon (comp.), Brighton, Harvester Press, 1980, p. 194. [Ver-
sión en castellano: Poder y sabenMéxico,La Piqueta.]
29 John H. Gagnon, Human Sexual:. ties,
Glenview, Illinois, Scott, Foresman asid Co., 1977, p. 6.
62 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 63

rradas por contradicciones. Por ejemplo, aprendemos desde muy jóvenes en nuestra servaciones de Mica Nava en centros juveniles describen las presiones extremas para
sociedad específica que ser "hombre" es no ser homosexual. La homosexualidad mas- ajustarse a las divisiones sexuales y a los pactos heterosexuales aceptados, que existen
culina ha sido estigmatizada durante varios siglos como afeminada, una inversión de y se refuerzan constantemente entre adolescentes mediante el lenguaje, el rito y la in-
género, precisamente "poco hombre". Pero también sabemos que muchos "hombres teracción. En tales centros, escribe:
verdaderos" se consideran homosexuales y que la década de 1970 presenció una "ma-
La reglamentación de las muchachas es impuesta mayormente por los muchachos,
chización" del mundo gay. Aquí, las opiniones convencionales acerca de lo que es ser quienes se
apoyan en una idea de feminidad que incorpora modos específicos de comportamiento, de-
hombre entran en conflicto con los deseos sexuales y (probablemente) con las activi- ferencia y sumisión sexuales 1...]. En esta cultura fuera del hogar, las muchachas son obser-
dades sexuales; sin embargo, para muchos hombres gay, ambas se mantienen en ten- vadoras de la actividad de los muchachos y guardianas
de la pasividad de las muchachas 1...1.
sión. La sexualidad de las mujeres proporciona otro ejemplo: la sexualidad femenina Tal poder se encuentra en grupos de muchachos (y muchachas) que, a través de la referencia
ha sido definida tradicionalmente como de respuesta, nutricia y estrechamente aso- a ciertos discursos y categorías —como "golfa" y "maricón"—, logran asegurar conductas fe-
ciada con la reproducción. Pero durante los últimos decenios, los cuerpos de las mu- meninas y masculinas "apropiadas".3°
jeres han sido cada vez más sexualizados en los medios de difusión y en general en Éste es un paradigma de cómo se institucionalizan y refuerzan las diferencias en toda
todo tipo de representaciones. Se puede hablar de la misma mujer en las páginas de la vida social, desde las prácticas en el trabajo ("acoso sexual") hasta las convencio-
una revista de modas como una ama de casa eficiente, cariñosa y doméstica, y tam- nes de la calle ("silbidos") y ritos rutinarios en bares y otras actividades sociales. A
bién como fernne fatale, sensual y seductora, sin darse cuenta de que las distintas de- pesar de todos los cambios que han ocurrido (las investigaciones de Nava se realiza-
finiciones pueden contradecirse o tener efectos confusos. En nuestra mente y en ron después de un decenio de publicidad, aparentemente sin precedentes, de mane-
nuestra idea de lo sexual mantenemos una multitud de datos variables y con fre- ras distintas de ser hombre y mujer), la sexualidad masculina según su definición
cuencia contradictorios respecto de nosotros mismos, nuestros motivos, nuestros cultural proporciona la norma, mientras que la sexualidad femenina sigue siendo el
deseos y esperanzas y nuestras necesidades. problema, lo cual no debe sorprendernos. Los hombres, al hacerse-hombres, asumen
Pero el mundo social exige distinciones y crea límites. La "masculinidad" y la "fe- una •osición en ciertas relaciones de .oder en la ue ad uieren la ca acidad de re-
minidad" t.2no
vezsean conceptos unificados. Están llenos de mensajes jInaries.y
coi finir a las mujeres.
cor
—itiTdictorios, y tiefien diferente icádo en contextos distint s. No significan lo
mismo en documentos sociales orma es o códigos legales que en el prejuicio popu-
lar. Significan cosas distintas en diferentes ámbitos de clase, geográficos y raciales. No LA SEXUALIDAD Y EL INCONSCIENTE
obstante, independientemente de las calificaciones que hagamos, existen no sólo
como ideas poderosas, sino como divisiones sociales radicales. Lo hacemos de dife- De entre lo que se ha revisado hasta ahora deben destacarse dos puntos importantes.
rentes maneras en distintos momentos, pero siempre dividimos a la gente en "hom- En primer lugar, debemos reconocer, con más facilidad de lo que solemos hacerlo,
bres" y "mujeres". Además, no hablamos de ~insienificantes: de que las identidades sexuales_ no están predeterminadas ni son automáticas o fijas. Al
hecho, nos referimos a diferencias de poder y a situaciones históricas en que los hom- contrario, están socialmente organizadas y son contingentes y modificables. También
bres han tenido el oder en lo social en la práctica, para definir a las mujeres. La dependen de las relaciones. Tanto la masculinidad como la feminidad sólo existen de-
masculinidad y la sexualidad masculina siguen sien cTlis normas con las quéjuz- bido a la existencia de la otra. Son definiciones que se modifican y cambian, unidas
gamos a las mujeres. Esto no significa que las definiciones masculinas se acepten sin en una danza de vida y muerte aparentemente inevitable, pero que cambia todo el
más; al contrario, en el nivel individual y colectivo hay luchas constantes acerca de tiempo. En segundo lugar, parece que somos inca aces de esca ar de nuestra fuerte
los significados sexuales. Pero las luchas se dan dentro de los límites establecidos por los inversión en la diferencia sexual, una diferencia 2 as /nifei,Iwntin.u.a,
términos dominantes y contra ellos. Éstos, a su vez, están codificados a través del acto mente subordinadas a los hombres. No cabe duda deque, en parte, esta continuidad
de privilegiar socialmente ciertas relaciones específicas, en el matrimonio y los arre- história-Tpuéde explicarse en relación con el poder considerable que se otorga a los
glos familiares, así como en un montón de otras instituciones y actividades sociales, hombres. Quienes creen que en todas las culturas existen estructuras de poder pa-
a través de las cuales se construyen y reafirman constantemente las identidades de triarcal considerarían que esto es explicación suficiente. Sin embargo, no explica el
género y sexuales.
Tal vez la mayor parte de esto ocurre en un nivel en que sus sutilezas escapan a
nuestra atención consciente. Pero aun entre los jóvenes, como lo han demostrado cla- 3° Mica Nava, "Youth Service Provision, Social arder and the Question of Giris", en Angela McRobbie y Mica
ramente algunos investigadores recientes, su peso puede ser determinante. Las ob- Nava (comps.), Gender and Generation,Basingstoke,
Macmillan, 1984, pp. 12-13.
64 Sexualidad Los significados de la diferencia sexual 65

compromiso profundo que, según parece, tenemos con la diferencia sexual, ni la ten- biológicos,
.. ni son sencillamente el efecto de relaciones sociales. Hay un reino pl-
sión que se manifiesta en la vida de mucha gente, hombres y mujeres, cuando luchan uico —el inconsciente— con su . ro .ia dinámica, sus re historia en u
por mantenerla. La diferencia sexual aparentemente es necesaria y precaria, funda- posibilidades biológicas del cuerpo adquieren signi ica o. Chodorow lo ha planteado
tances, ¿cómo nos reconocemos en estas categorías so- con claridad:
mental pero provisior—TárEri
cláré- sacemos una inversión tan grande en lo que parece tan efímero en la Vivimos una vida corpórea: vivimos con esos órganos y capacidades reproductivos, esas hor-
teoría sexual moderna? ¿Por qué las diferencias sexuales aparentemente son tan poco monas y cromosomas, que nos ubican fisiológicamente como hombres y mujeres. Sin em-
esenciales pero tan permanentes y resistentes? En este momento se puede recurrir a bargo [...], esta biología no es en absoluto evidente. La manera en que cada uno comprende,
conceptos de otro enfoque teórico, el psicoanálisis: la teoría del inconsciente diná- imagina, simboliza, representa internamente o se siente respecto de su fisiología es producto
del desarrollo y la experiencia en la familia y no un producto directo de la biología en sí.32
mico y el deseo.
El psicoanálisis ha contribuido de modo fundamental a la teorización del sexo El inconsciente es un espacio de conflicto: entre ideas, esp_._:izasc
erai r 199w —sobre
durante este siglo, aunque su impacto con frecuencia há sido ambiguo y contradicto- todo
.---
c1ewi7;ei----
cu Ues— á7los que se niega el acceso a la vida consciente por la fuerza
rio. Al igual que muchas otras de las grandes preocupaciones intelectuales del siglo xx de la represión mental, aunque "regresan't.Tdo el tiempo para trastornar la concien-
(como el marxismo, la democracia y el nacionalismo), tiene diferentes significados en cia en arma e suenos, lapsus lznguae, chiles, síntomas neuróticos o comporta-
distintos contextos. Incluso la obra de Freud es un baúl de tesoros en lo que se refiere miento perverso. o que árneiitalmente el inconsciente son esas es-
a interpretaciones variables, mientras que la obra de muchos que dicen ser sus legíti- peranzas y deseos reprimidos ante las exigencias de la realidad y, en especial, loS deseos
mos sucesores nos lleva por numerosos caminos y desviaciones, por lo general a un des- incestuosos reprimidos de la infancia: "Lo que es inconsciente en la vida mental tam-
tino que tiene poca relación con lo que dijo, o quiso decir, o quiso creer Freud. Por lo bién es lo infantil."33
tanto, es extremadamente riesgoso tratar de describir al «verdadero Freud". Un cami- Esto lleva al segundo punto: a una teorización de la diferencia sexual. La identi-
no más interesante y más aventurado sería considerar la manera como las reinterpre- dad —como hombres y mujeres—, la organización de los deseos y la elección del_.
taciones recientes de Freud han presentado un desafío a las ortodoxias de la tradición objeto —como heterosexual, homosexual o lo que sea— no están automáticamente
sexual. En este punto, la contribución fundamental ha provenido de las apropiacio- asentados en el nacimiento. Son producto de luchas y conflictos psíquicos cuando la
nes feministas del psicoanálisis, con bastante influencia de la obra del analista francés primera "gota de humanidad", con su sexualidad indiferenciada y polimorfamenre
Jacques Lacan y de las investigaciones de Melanie Klein sobre la infancia, pero desa- perversa y su naturaleza bisexual (la elección del objeto no está predeterminada), ne-
rrollando una síntesis cuyo objetivo es más político que "científico". gocia el camino lleno de riesgos hacia una madurez precaria. El niño o la niña nego-
Rosalind Coward asegura que la importancia del psicoanálisis está precisamente cia las fases del primer desarrollo en que distintas partes del cuerpo se convierten en
en el hecho de que no asumió la sexualidad como una categoría no problemática.3' centros de excitación erótica (las fases oral, anal, fálica y genital), avanzando a través
Más bien, el psicoanálisis propuso una revisión del concepto de sexualidad, cuestio- del primer reconocimiento de "castración" (la presencia o ausencia del órgano masculi-
nando la centralidad de la reproducción sexual y las dIRTZi—cIones rígidas entre hom- no) hasta el drama de la crisis edípica, en que la personita lucha con el deseo incestuoso
bre mujeres. Según ella, la importa á - -CU—de este enfoque reside, entonces, en que por la madre y el padre, hasta una identificación posterior con el "adecuado", padre
cuestiona lEp ) iniones esencialistas y problematiza la naturaleza predeterminada de o madre, del mismo sexo. A través de esta lucha "épica", la criatura indiferenciada por
1-diferencia sexual, a la vez que reconoce ellroder7delos sigr iffiTaTdos inconscientes. fin se convierte en un hombrecito o una mujercita. Desde luego, ésta es una descrip-
Esto constituye una ampliación y un desarrollo importantes del trabajo de Freud. De ción esquemática que le hace poca justicia a las complejidades sutiles de los informes
hecho, Freud fue muy claro respecto de la naturaleza problemática de los conceptos finales de Freud. No ha un progreso inevitable hasta el altar del cornportarnisnto
de masculinidad y feminidad, y los consideró entre los más difíciles que había tratado .propiado. Si el un_ciona_raáritiitriátialiiErrt-e, no habría ambigüedad res-
la ciencia. A partir de estos primeros conceptos freudianos, hay tres líneas primor-
diales en la apropiación contemporánea del psicoanálisis. En primer lugar, está la teo-
ría del inconsciente en sí, el núcleo mismo del psicoanálisis. La tradición psicoana-
32
.m
lítica propone que los individuos no son productos predeterminados cI.e 12era vos Nancy Chodorow, "Gender, Relation and Difference in Psychoanalytic Fetspective", en Hester Eisenstein y
Alice Jardine (comps.). The Futior of Dffirence, Boston, Masa., G.K. Hall, 1980, p. 18.
33
Sigmund Freud, Introductory Lectores on Psychoanalysis (1916-1917), en
Standard Edition, t. 16, conferen-
cia 13, p. 210. [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano de las obras completas de Freud.]
Londres, Routledge & Kegan Para un análisis más amplio de las diversas teorías de la sexualidad de Freud, véase Jeffrey Weeks, Sexuality and its Dis-
31 Rosalind Coward, Patriarchal Precedents. Sexuality and Soda! Relations,
enlaciar, cap. 6.
Paul, 1983.
66 Sexualidad
Los significados de la diferencia sexual 67
pecto del ge'neaLii habría homosexualidad, fetichismo, trasvestis otros. Presento dos ue
es52e7cripción para subrayar que, para Freud, llegar a una identidad sexual y fundir , no han sido total o terminantemente extin uidos por el drama edípico. Para
Fretidt-i¿r
la identidad con el deseo (quiénes somos, qué necesitamos y de qué carecernos), es umano era estar divi o, constantemente "descentra o , moviduvorfrter-
trifilircha
-Thrla-qüe—ródos debemos partici ar y que, de ninguna manera, termina zas fuera del control consciente. Yen el centro de esta subjetividad fracturada están los
en una captura trclififalíe de la posición que se nos ha asignado con motivo de nues- significados ambiguos de la masculinidad y la feminidad:
tra anatomía.
Para la psicología, el contraste entre los sexos se desvanece en el conflicto entre actividad y pa-
Por otra parte, como escribió Freud, "anatomía es destino",34 y éste es el núcleo sividad, en el q
ue identificamos con excesiva facilidad la actividad con la masculinidad y la
de las objeciones a las teorías de Freud desde el principio y hasta ahora. La frase pare- pasividad con la feminidad, perspectiva q
ue de ninguna manera se ve confirmada universal-
ce sostener la imposibilidad de manejar nuestros ordenamientos sociales, justificar la mente en el reino anima1.36
división sexual e imponer una tiranía del cuerpo sobre la mente. Sin embargo, hay otra
En este momento, claramente puede considerarse a Freud como un precursor de los
manera de ver la importancia de la anatomía: como simbólicamente importante, re-
estudios contemporáneos que intentan cuestionar el carácter fijo de la naturaleza hu-
presentativa de las diferencias sexuales que sólo adquieren significado en la cultura. En mana y la rigidez de las divisiones sexuales.
estudios psicoanalíticos recientes, el pene, o más bien su representación simbólica, el
falo, se considera la marca principal en relación con la cual se configura el significado.
Es la marca de la diferencia, y representa las diferencias de poder que existen en el "or- LAS CONSECUENCIAS DE LA DIFERENCIA
den simbólico", el reino del lenguaje, el significado y la cultura, y de la historia (por
lo tanto, potencialmente, también del cambio)." Si esto, de alguna manera, es un re- Tenemos ahora dos expresiones para cuestionar la rigidez del determinismo bioló-
cuento preciso, entonces lo que adquiere la criatura en su acceso al orden del signifi- gico: "lo social", una red de instituciones, relaciones y creencias, y "lo inconsciente",
cado en el momento edípico es una mayor conciencia de la importancia cultural del
---F;.J/-11
órgano mascui )wacia cualyra—patdroirffetats- que de muchas maneras es mediador entre los imperativos sociales y las posibilidades
tibsecuentes. Así, llame- biológicas, aunque tiene una historia propia. Nuestras identidades sexuales —como
naza de castración para el niño ("si no te portas bien te voy a cortar tu <cosita' ...") o la hombres y mujeres, normales o anormales, heterosexuales u homosexuales-- se cons-
idea culturalmente producida de una "castración" que ya tuvo lugar en la niña (que no tru en arriendo de los diversos materiales que negociamos en el curso de nuestras vi-
posee una "cosita") adquieren una significación psíquica decisiva. El terror a la castra- s, imitaos por nuestra eren-einibto ica, modirilidórcTfla contin• -
ción impulsa al niño y a la niña a atravesar la crisis de modo distinto. Ambos tienen que •
'lamentación y el control socia , sujetos a trastornos constantes por esperanzas y
romper el vínculo primario con su madre, pero rompen con él de manera diferente: el deseos inconscien-E-és7P
mismo tiern o,.arete que no somos ca aces de esca-
niño mediante una identificación con su padre y una transferencia posterior del amor par c:s1
1 asclifereadm ___:elc,
entt s sexos
. Como seña a enise Ri ey: ay una verdad que
por su madre aun deseo de otras mujeres (esto es lo que es un hombre y lo que hace); es inamovible en la frase 'anatomía es destino' de Freud. La anatomía, dado como está
la niña, en un proceso mucho más difícil y largo, al confirmar su identificación con la todo, nos dirige irresistiblemente por ciertos caminos a ciertas elecciones".
madre y transformar su deseo de tener un pene en un deseo de recibir el favor del pe- 37
Las estructuras preexistentes de diferencia sexual, las posiciones de sujeto que
ne de otro (es decir, ser una mujer receptiva de un hombre).
prescriben y describen, necesariamente limitan el libre juego del deseo y la búsqueda
Lo que importa aquí no es tanto el detalle --que en su bosquejo burdo a veces parece de otras diferencias, otras maneras de ser humanos. Estamos encerrados en posicio-
risible—, sino el intento que revela por mostrar cómo se configuran las identidades sexua- nes cu as incertidumbres podemos reconocer, pero cuyos atractivos
caseceso humano complejo mediante el cual las diferencias anatómicas adquie- recemos incapacese evitan miantes
ren significado en la vida inconsciente. Nuestros destinos no están configurados tanto
Esto plantea problemas importantes para una política sexual feminista o radical. Si
por las diferencias en sí como por su significado, socialmente determinado y psíquica-
las diferencias se ven simplemente como arbitrarias y contingentes, como algo que de-
mente elaborado. Pero de aquí surge un tercer punto: las identidades no sólo son ad- be vivirse como si en realidad no existiera, entonces desmantelamos la razón de ser
quisiciones precarias, sino que son provisionales, "límites imaginarios", sujetos todo é-
tiempo a trastozusu,_iediante
n de una política feminista comprometida con el cambio: la idea de que hay bases his-
la erupción de elementos inconscientes, dese2,zeprirni-

34 leL, Shmdard Edition, Sigmund Freud, Ciuilisation and its Discontent


t. 19, p. 178. [Véase n. 5 del cap. 1 para la referencia de la versión en castellano de las (1930), Standard Edition, t. 21, p. 106, n, 3. [Versión en cas-
obras completas de Freud.] tellano: El malestar en la cultura,
Madrid, Alianza, 1970. Véase n. 5 del cap. I para la referencia de la versión en cas-
35 véase en especial _fullee Mitchell, Aychoanalysis and Fendnism, Londres, Allen Lane, 1974. tellano de las obras completas de Freud.]
37 Denise Riley,
War in the Nursery. Theories of the Child and Mother, Londres, Virago, 1983, p. 4.
68 Sexualidad Los significados de la diferencia sexual 69

tóricas para que las mujeres se organicen en torno a su subordinación. El feminismo Lo que está implícito en esta posición, a fin de cuentas, no es tanto el abandono de
entonces se convertiría en apenas algo más que una colección de políticas ad hoc para una política relativa a las cuestiones de género y sexualidad, sino el reconocimiento
mejorar las desigualdades de género. Por otra parte, si se celebra la diferencia para afir- de la necesidad de idear políticas adecuadas y desarrollar valores que vayan más allá de
mar la comunidad de todas las mujeres, como diría una forma de feminismo radical, los confines actuales de la diferencia.
entonces es difícil escapar de la conclusión de que el enemigo son los hombres y que Todo esto sugeriría que lae f_yQu se) i como la conocemos, no es ni ine-
la división y el antagonismo son inevitables. vitable ni inmutable. Sin embargo, la condición previa para qui-cán7biéa70cer
El problema de la violencia sexual masculina contra las mujeres plantea, de ma- --eTentrelazarniento de los elementos Fre–le—
clan vida y le permiten sobrevivir. Sólo con
nera aguda, estos dilemas. Tal violencia es endémica, se concreta en una serie de si- esta percepción, a mi juicio, será posible escapar del "imperativo biológico" y explo-
tuaciones sexualizadas, desde la violación hasta la violencia doméstica y el abuso a rar la gama de las demás diferencias que proporcionan a la vida humana su riqueza y
niños y niñas. Si rechazamos —como creo que deberíamos hacerlo— la idea de que variedad potenciales (en contraposición con la vida animal).
esta violencia es el producto inevitable de una masculinidad inherentemente agresiva,
y más bien la reconocemos, según las palabras de Rosalind Coward, como "la repre-
sentación ritual del significado sexual sobre el sexo"," entonces debemos encontrar
la explicación de ello en las condiciones sociales y psíquicas en que se adquiere la mascu-
linidad. Éstas son múltiples y complejas, y no se prestan a soluciones simples. El sexo,
como hemos visto, es un vehículo para diversos sentimientos y necesidades. No obs-
tante, para los hombres, ha dicho Eardley:

Lleva una carga pesada debido al analfabetismo emotivo que forma parte de la socialización
masculina. Es muy frecuente, pues, que el sexo se convierta en un cuello de botella de anhe-
los, frustraciones e ira contenidos y mal dirigidos [...). La presión de esta masa de emociones
no digeridas y no experimentadas que se acumulan en torno a la sexualidad tal vez sea lo que
da al mito de la urgencia masculina el poder subjetivo para los hombres.39

No cabe duda de que esta explicación es parcial e inadecuada, pero es útil para indi-
car la fusión de factores que, de hecho, subyacen en el núcleo de la agresividad mas-
culina, desde la represión psíquica y las condiciones de vida familiar hasta las expec-
tativas sociales relativas al comportamiento masculino.
Pero si estarnos de acuerdo con esto, y la violencia sexual masculina no es en
absoluto el resultado de una biología no problemática sino de prácticas sociales y
estructuras psíquicas complejas, el cambio para transformar las relaciones entre hom-
bres y mujeres sólo puede llevarse a cabo mediante procesos igualmente complejos,
que van desde nuevos métodos de crianza de los hijos hasta condiciones económicas,
legales y sociales radicalmente diferentes para las mujeres. Esto ha llevado a Riley
la conclusión de que es menos probable que la "política sexual", a pesar de este esti-
mulante acoplamiento de "política" y "sexual", produzca algo verdaderamente revo-
lucionario, a que lo hagan las áreas de las políticas sociales y familiares que parecen
más pedes tres.4°

38 Rosalind Coward, Female Desire, Wornen's Sexuality Today Londres, Paladin, 1984, p. 239.
39 Tony Eardley, "Violente and Sexuality", en Metcalf y Humphries (comps.), The Sexliallty of Men, p. 101.
4" Riley, op. cit.

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