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Artefacto Específico

En la medida en que un narrador va apartándose de formas y contenidos


convencionales, sus textos van haciéndose más breves. También contribuye a esta
brevedad un escrúpulo estético, de concisión y previsión. Y, no menos importante, un
cálculo de tendencia práctica: la densidad que resulta de un empleo artístico de la materia
narrativa hace difícil sostener la lectura más allá de cierta cantidad de páginas. (Escribir
y tratar de hacer publicar otro Finnegans Wake no parece un proyecto muy prometedor.)
Es bastante obvio que lo que hace el volumen generalmente abundante de las novelas
comerciales es una mecánica catálisis detallista que no tiene nada de literario.

Ahora bien, esta escalada de brevedad puede llevar a una extensión, o a una falta de
extensión, que a ciertos autores (como es mi caso) les anulen el placer de ofrecerle al
lector un libro que pueda recorrerse con la actitud de la buena literatura del pasado. El
relato se deseca en esquema de relato, en cerebración de relato. Confieso que hay aquí
una ambigüedad: el gusto y el proyecto de lo nuevo, sin renunciar a lo viejo, a lo bueno
y lo malo de lo viejo. Pero es ambiguo sólo si se lo disocia en “nuevo” y “viejo”, no si se
lo ve como un artefacto específico hecho de contrarios que eran contrarios antes de que
ese artefacto existiera.

En Continuación de ideas diversas


Utilización espuria

La superioridad de la literatura sobre las demás artes radica justamente en las demás
artes. La literatura las incluye, trabaja con sus mecanismos, con las claves de sus
mecanismos, los que las demás artes emplean a ciegas y la literatura expone en toda su
belleza, en sus asimetrías, en su ingenio. Y no es de hoy, no es cosa de las
experimentaciones de multimedia: siempre ha sido así.

La literatura que es sólo literatura es una cáscara vacía, una utilización espuria del
medio, o del formato. Es el caso de la novela hoy.

En Continuación de ideas diversas

Lejanías insondables.

Ya se sabe que el Universo es un universo de luces. Cada uno de los pisos del gran
edificio está iluminado por la lentísima explosión milenaria de algún alba, a una altura
increíble bajo nuestros pies o a una temible profundidad sobre nuestras cabezas, vetas de
radiación de fuego frío cruzan el negro, las escaleras intergalácticas conducen a otra
marea de mundos más, las puertas de espacio que se abren majestuosas e invisibles dan
paso a nuevas cámaras de revelación de cuyos techos cuelgan otros focos inalcanzables…

Pero más allá… Mucho más allá, donde no alcanza ni siquiera el pensamiento, reina
la oscuridad. Y ése es el Universo de verdad, la noche de las lejanías insondables. ¡Qué
grande es la sombra! No tiene límites en su extensión, ni los tiene tampoco en su tiniebla,
porque en sus honduras infinitas no hay un solo átomo encendido.

En La pastilla de hormona

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