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El poblamiento del Suroccidente es un capítulo más del proceso de ocupación temprana del actual territorio co-
lombiano, que por su posición geográfica es clave para entender la llegada de los primeros grupos humanos al sub-
continente americano. En términos geográficos, el Suroccidente incluye los tres Departamentos que conforman el
eje Cafetero (Caldas, Risaralda y Quindío) más los Departamentos del Valle del Cauca, Cauca, Nariño y Putumayo.
En los últimos años se han publicado varios artículos que sintetizan el estado del arte de las ocupaciones tempra-
nas del Noroccidente de Suramérica (Aceituno 2007; Aceituno et al., 2013, Aceituno y Loaiza 2014, 2015; Dickau et
al., 2015; Delgado et al., 2015). Desafortunadamente, los estudios sobre el poblamiento temprano ocupan un lugar
secundario en el marco de la arqueología colombiana; prueba de ello es que, salvo escasas excepciones, la mayor
parte de la información procede de contextos intervenidos hace varias décadas; es decir, son muy pocos los datos
que se producen en relación con el estudio de períodos prehispánicos más recientes. No obstante, una de las pocas
excepciones es la región del Cauca medio, que marca el límite norte del Suroccidente colombiano. En esta región,
desde finales de los años 90 (Aceituno y Loaiza 2007, 2008, 2010, 2014; Cano 2001, 2004, 2008; Dickau et al., 2015;
INCIVA 1995-1996; INTEGRAL 1997; Rojas y Tabares 2000; Tabares 2004; Vergara y Tabares 1995), se han adelantado
diferentes proyectos que han aportado información crucial para entender aspectos como el origen de los grupos
del Suroccidente, la territorialidad o las diferentes estrategias adaptativas. De este modo, afortunadamente se
cuenta con datos nuevos que complementan a los sitios clásicos del Suroccidente, localizados en la cuenca del río
Calima y el valle de Popayán.
El objetivo del presente artículo es presentar una síntesis de los estudios arqueológicos realizados sobre las ocupa-
ciones tempranas del Suroccidente colombiano, que incluye el poblamiento y la evolución de los grupos humanos
durante el Holoceno temprano y medio.
Responder al cuándo llegaron los primeros grupos humanos al Noroccidente de Suramérica, es uno de los princi-
pales retos de la arqueología colombiana, como sucede en otras regiones del mundo. Hoy por hoy, la respuesta a
este interrogante sigue estando sujeta al hallazgo de sitios arqueológicos.
En Colombia se cuenta con cuatro contextos arqueológicos con fechas de radiocarbono que indican la llegada de
los primeros grupos humanos anterior al 11,000 BP, barrera cronológica que marcaba la llegada de los primeros
grupos humanos al subcontinente, según el modelo Clovis primero (Fiedel 2000, 2006). Paradigma superado por
la arqueología Suramericana desde hace varias décadas.
Los sitios con evidencias más tempranas son en orden cronológico: Pubenza 3, El Jordán y el Abra II y Tibitó. Pu-
benza 3 se encuentra en el municipio de Girardot, en las tierras bajas del valle medio del río Magdalena (Correal
1993; Van der Hammen y Correal 2001). Este sitio, con una amplia secuencia estratigráfica, cuenta con una fecha
de 16,400±420 BP (GrN-19857) [cal BC 18,830:16,869] asociada a restos de mastodontes (Haplomastodon waringi)
1
que aparecieron junto a 8 artefactos líticos, uno de ellos en obsidiana y dos astillas de hueso. En los diferentes cor-
tes también se recuperaron restos de gliptodon (Gliptodon clavipes), armadillo (Propaopus magnus y Dasypus sp.),
venado (Odocoileus sp.), caracoles y tortuga, que estratigráficamente se pueden ubicar entre el 16,550±150 BP (GrN-
662) [cal BC 18,403:17,629] y el 13,280± 110 BP (GrN-20101) [cal BC 14,333: 13,687] Correal et al., 2005).
En la Sabana de Bogotá y en el norte de Santander se localizan dos sitios más, con evidencias similares a Pubenza
3; estos sitios son El Totumo (Cundinamarca) y La Pileta (Norte de Santander), donde se recuperaron restos de
mastodonte asociados a artefactos tallados. Sorpresivamente, en el Totumo se obtuvo una fecha de 6060±60
BP asociada a restos de mastodonte y megaterio; hallazgos que han sido interpretados como evidencias de su-
pervivencia de grandes animales en el valle del Magdalena hasta el Holoceno medio (Correal y Van der Hammen
2003). Para el sitio La Pileta, todavía no se tienen con fechas de radiocarbono para ubicar cronológicamente este
sitio (Correal 1993)
El sitio El Jordán (municipio de Roncesvalles –Tolima-) se encuentra a unos 2400 msnm, en la zona de vida bosque
húmedo montano bajo. Este sitio tiene dos fechas procedentes de una misma unidad deposicional, una de
12.910±60 BP [cal BC 13,724: 13,255], y la otra de 9760±160 BP [cal BC 9678: 8713], que se corresponden con unas
condiciones climáticas muy frías y húmedas (Salgado 1998: 78,115). El problema de esta unidad, además de la
diferencia entre las dos fechas, es que solamente se recuperaron 6 artefactos líticos, de los cuales, solamente dos
tienen señales claras de talla. Estas anomalías han sido atribuidas a procesos de erosión que afectaron la conser-
vación del sitio (Salgado (1998:114).
El Abra II y Tibitó se encuentran en la Sabana de Bogotá, altiplano de la Cordillera Oriental con una altura aproxi-
mada de unos 2600 msnm, en un área cubierta por bosques húmedo andinos. El Abra II se trata de un abrigo ro-
coso con evidencias de ocupaciones pleistocenas y holocenas. Los restos más antiguos de este sitio consisten en 37
lascas, asociadas a restos de animales holocenos como venados y pequeños mamíferos como roedores. Con base
en las características de estos artefactos se definió la clase Abriense, una tecnología lítica unifacial perteneciente
a la edge-trimmed tool tradition (Correal 1986; Correal et al., 1966-1969; Hurt et al., 1977). En Tibitó, un sitio de
matanza al aire libre, se recuperaron artefactos líticos también pertenecientes a la clase Abriense, asociados a
huesos de mastodonte (Haplomastodon y Cuvieronius), caballo (Equus) y venado (Odocoileus virginianus) datados
en 11.740±110 RCYBP (GrN 9375) (Correal 1982). A estos dos sitios se puede añadir un tercero, Tequendama I, cuyo
componente más antiguo está compuesto por restos de animales similares al Abra II y por unos cuantos artefac-
tos líticos pertenecientes a la clase Tequendamiense, que a diferencia de la Abriense, se caracteriza por el uso de
materias primas exógenas y la presencia de raspadores, lascas de dorso rebajado y una punta de proyectil; este
componente está datado estratigráficamente entre ca. 12.500 BP y 10.920±260 RCYBP (GrN 6539) (Correal y Van
der Hammen 1977:34).
Vistos en su conjunto, estos sitios son difíciles de articular entre sí, principalmente por la disparidad de las fechas
de radiocarbono y también por la escasez de información en algunos casos, como en El Jordán; empero, al menos sí
permiten concluir un poblamiento temprano que se remonta al Máximo Glacial (Marchant et al., 2002), de acuerdo
con las fechas de Pubenza 3. A escala continental, referencias de ocupaciones con cronologías similares se encuen-
tran en la costa Venezolana, correspondientes a la tradición del Jobo, con fechas entre ca. 16.400 y el ca. 13.000 BP
(Bryan et al. 1978; Cruxent y Ochesenius 1979:9-13; Gruhn 1979:31-33; Ranere y López 2007). Sin embargo, las dife-
rencias cronológicas y el tipo de tecnología lítica no esclarecen la relación entre los datos tempranos de Colombia
y Venezuela, más allá de plantear una llegada temprana (anterior al 11,000 BP) que claramente supera el modelo
Clovis primero, como ya hemos señalado anteriormente (Aceituno et al., 2013). Un elemento común en algunos de
estos sitios o tradiciones es el hallazgo de restos de megafauna (p.e Pubenza 3, Tibitó, Taima-Taima, La Pileta y el
Totumo), lo que estaría indicando la importancia de este recurso para las primeras oleadas de grupos humanos.
Por último no sobra decir, aunque se sale de los objetivos del presente documento, que los anteriores sitios no
han estado exentos de fuertes críticas, hasta el punto de que muchos expertos en el poblamiento de América ni
siquiera los han tenido en cuenta en los debates continentales, argumentando que las evidencias son todavía
insuficientes (Politis 1999).
Para el Suroccidente no se cuenta con fechas tan tempranas asociadas a sitios arqueológicos. El sitio más próximo
geográficamente es El Jordán, el cual, como hemos visto, es el que presenta más inconsistencias de los yacimientos
con fechas más antiguas. Luego, dejando de lado este contexto, por el momento, los únicos datos indirectos con los
que se cuenta para relacionar el Suroccidente con los sitios o regiones anteriores, son los reportes de fauna pleisto-
Las primeras evidencias de ocupación del Suroccidente, datadas mediante radiocarbono, se remontan a la prim-
era mitad del undécimo milenio antes del presente. Además de los sitios fechados, desde hace varias décadas se
cuenta con el reporte de varias puntas de proyectil sin contexto estratigráfico, sobre las cuales, durante mucho
tiempo, recayó una gran parte del peso a la hora de debatir sobre la expansión humana por el Suroccidente. Estas
puntas se han reportado en Manizales, La Tebaida (Depto. del Valle), Restrepo (Depto. del Valle) (Reichel- Dolmatoff
1997) y en el valle de Popayán (Illera y Gnecco 1986).
Las fechas más antiguas proceden de los sitios San Isidro, datado entre 10.050 y 9530 BP y Cuba (66PER001), cuya
fecha más antigua es de 10.619 BP (Tabla 1). San Isidro está localizado en el valle de Popayán, próximo al rio Cauca,
a una altura aproximada de 1600 msnm, en una zona de bosques húmedo subandinos o premontanos (Gnecco
2000:17). Cuba, está localizado en el municipio de Pereira (Cauca medio) a una altura de 1280 msnm, también en
un área natural donde se la vegetación típica en condiciones naturales son bosques húmedos subandinos (Dickau
et al., 2015). En el Cauca medio se cuenta con tres fechas más por encima del 10.000 BP, registradas en los sitios La
Mikela, El Guatín y El Jazmín (Tabla 1). A la hora de reconstruir la llegada de los primeros humanos nos enfrentamos
a dos problemas principales: el primero, a la ausencia de contextos estratigráficos de una parte de las puntas de
proyectil recuperadas en el Suroccidente; el segundo, a las diferencias arqueológicas entre los contextos del Cauca
medio y el valle de Popayán.
El depósito de San Isidro está compuesto por miles de desechos de tallas, artefactos unifaciales retocados y no re-
tocados, 120 bifaces lanceoladas, 8 molinos planos, 6 manos de molienda y un hacha pulida (Gnecco 200: 54-61). A
las afueras de la ciudad de Popayán, se encuentra el sitio La Elvira, donde en niveles datados tipológicamente entre
el final del Pleistoceno e inicios del Holoceno, se recuperaron 2 puntas de proyectil, una de pedúnculo ancho tipo El
Inga, y otra de forma elongada con concavidad basal, similar a una punta hallada en la cueva de Chobschi (Ecuador)
(Gnecco 2000: 88, 90). 3 puntas con formas elongadas y bases redondeadas, 9 bifaces con contorno pentagonal,
similares al tipo “lanceolado con hombros” del Inga y dos puntas con forma de almendra, similares a las puntas
llamadas Ayampitín (Ecuador), han sido datadas tipológicamente entre el 8000 y el 6000 BP por Gnecco (2000: 80,
87). A estos hallazgos hay que sumar las 6 puntas superficiales recuperadas en el valle de Popayán, cinco de ellas en
el área del sitio La Elvira. De este conjunto, tres puntas son del tipo “pedúnculo ancho” y tres del tipo “lanceolado
con hombros” (Illera y Gnecco 1986).
Por el contrario, el sitio de Cuba forma parte de un cluster de unos 29 sitios precerámicos dispersos por la región del
Cauca medio (Dickau et al., 2015, Tabares 2004). El registro arqueológico correspondiente a las ocupaciones más
tempranas del Cauca medio muestra diferencias respecto a las evidencias del valle de Popayán. En primer lugar, los
sitios del Cauca medio contienen secuencias estratigráficas de más larga duración; en segundo lugar, la escasez de
puntas de proyectil; hasta la fecha únicamente se cuenta con tres puntas recuperadas estratigráficamente, dos de
las cuales están datadas alrededor del 8500 BP (Herrera et al., 2011; Aceituno y Loaiza 2007:77) y, en tercer lugar, una
tecnología lítica que sobresale por la abundancia de instrumentos relacionados con el procesamiento de las plan-
tas, tales como manos, molinos de base plana, cantos con los bordes desgastados, tajadores, azadas y hachas, mez-
clados con instrumentos unifaciales de manufactura muy simple, tallados a partir de rocas locales como basalto,
andesita, dacita y cuarzo lechoso (Aceituno y Loaiza 2007: 57-69, 2015; Cano 2008; Dickau et al., 2015; INTEGRAL
1997; Rojas y Tabares 2000; Tabares 2004). Próximos a estos sitios se cuenta con los reportes de una punta de
proyectil tipo “cola de pescado” hallada en Manizales, y la punta recuperada en Restrepo (Depto. del Valle) (Illera y
Gnecco 1986; Reichel- Dolmatoff 1997), tipológicamente similar a las puntas pedunculadas del Magdalena medio.
3
Sitio Región 14C Date 1σ Calib BC/ADi Referencia
Cuba (66PER001) Cauca medio 10.619 66 10.759 10.475 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 9826 63 11.137 11.395 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 9730 100 10.746 11.320 Cano 2004
Cuba (66PER001) Cauca medio 9730 100 9371 8797 Cano 2004
Salento 24 Cauca medio 9680 100 9296 8784 Rojas y Tabares 2000
Sauzalito Río Calima 9670 100 9291 8782 Herrera et al., 1988
Sauzalito Río Calima 9600 100 9258 8720 Herrera et al., 1988
Sauzalito Río Calima 9300 100 8780 8295 Herrera et al., 1988
UTP Jardín Botánico Cauca medio 9284 58 10.270 10.649 Dickau et al., 2015
El Recreo Río Calima 8750 160 8253 7548 Herrera et al., 1992
39 El Recreo Cancha Cauca medio 8550 60 7683 7497 Herrera et al., 2011
39 El Recreo Cancha Cauca medio 8480 40 7586 7497 Herrera et al., 2011
39 El Recreo Cancha Cauca medio 8470 40 9439 9533 Herrera et al., 2011
Salento 21 Cauca medio 8430 100 7603 7186 Rojas y Tabares 2000
San Germán II Cauca medio 8136 65 7348 6628 Aceituno y Loaiza 2007
39 El Recreo Cancha Cauca medio 8030 80 7177 6686 Herrera et al., 20111
El Recreo Río Calima 7980 120 7191 6592 Herrera et al., 1992
Cuba (66PER001) Cauca medio 7466 43 6423 6243 Dickau et al., 2015
El Pital Río Calima 7310 140 6444 5914 Herrera et al., 1992
La Mikela (66PER007) Cauca medio 7208 58 6215 5994 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 7032 54 6013 5789 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 7014 63 6006 5755 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 7007 53 5996 5764 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 7001 53 5990 5758 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 6990 57 5987 5748 Dickau et al., 2015
5
La Pochola Cauca medio 6903 45 5893 5710 Aceituno y Lalinde 2011
Cuba (66PER001) Cauca medio 5911 49 4931 4689 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 5863 55 4846 4556 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 5844 50 4827 4555 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 5780 49 4728 4499 Dickau et al., 2015
La Mikela (66PER007) Cauca medio 4794 45 3656 3382 Dickau et al., 2015
UTP Bosque Deportes Cauca medio 4393 44 3114 2903 Dickau et al., 2015
Cuba (66PER001) Cauca medio 4220 180 3357 2340 Cano 2004
Ante esta diversidad arqueológica, responder a la pregunta sobre el origen de los grupos del Suroccidente no es
una tarea fácil; por el momento, a lo único que podemos llegar es a plantear algunas hipótesis. De acuerdo con la
cronología y las características del registro arqueológico, incluyendo las diferentes tipologías de puntas de proyec-
til, se pueden plantear dos hipótesis. La primera, la vinculación de estos grupos con la tradición del Magdalena
medio; según esta hipótesis, grupos del Magdalena medio se extenderían por la Cordillera Central hacia la mitad
del undécimo milenio (Aceituno y Uriarte 2015). Las evidencias arqueológicas estarían representadas por las pun-
tas de proyectil pertenecientes a la tradición del Magdalena medio que han aparecido en el valle medio del río
Porce (Otero y Santos 2012:86), en el valle del río Medellín (Antioquia) (Ardila y Politis 1989) y la punta de Restrepo
(Depto. del Valle). La segunda hipótesis plantea la llegada de grupos desde el istmo de Panamá, siguiendo la ruta
del pacífico (Aceituno y Uriarte 2015). Según esta hipótesis, las puntas de pedúnculo ancho (vinculadas con el norte
de Ecuador) de La Elvira y las lanceoladas de San Isidro estaría relacionadas con las puntas “cola de pescado” de la
costa pacífica de Panamá idea planteada por varios autores (Faught 2006: 181; Jackson 2006:119; Ranere y López
2007). Un punto a favor de esta hipótesis es que dos de las puntas de “pedúnculo ancho”, asociadas a La Elvira,
presentan un acanalamiento y otras dos una escotadura en la base, características diagnósticas de las puntas “cola
de pescado” (Illera y Gnecco 1986).
Por últimos, se puede plantear una tercera hipótesis que es una síntesis de las dos anteriores, en cuanto a posibles
movimientos démicos desde el istmo de Panamá y desde el valle medio del río Magdalena, que confluyen en las
tierras altas de las Cordilleras Central y Occidental.
Fuera como fuese, visto en su conjunto, el registro arqueológico indica movimientos poblaciones, colonización de
nuevas regiones y ajustes adaptativos que coinciden con la transición Pleistoceno/Holoceno, un período de impor-
tantes cambios climáticas que de alguna manera tuvieron que influir en la poblaciones tempranas de Colombia
(Aceituno et al., 2013). En términos generales, estos cambios de alguna manera u otra afectaron a la estructura
de los recursos, en forma de extinciones de grandes animales, expansión de los bosques húmedos, movimientos
altitudinales de los cinturones de vegetación, expansión de las plantas C3 (como consecuencia del aumento del
C02), etc. (Marchant et al., 2002; Piperno 2006, 2011). Todos estos cambios debieron provocar ajustes adaptativos
en la forma de la ocupación de nuevos territorios.
A escala del territorio colombiano la llegada del Holoceno vino acompañada de la expansión de los grupos hu-
manos, como así lo indica el aumento considerable de sitios arqueológicos principalmente en la región andina
(Cordillera Central y Cordillera Occidental), a lo que hay que sumar la aparición de huellas de ocupación humana
en la cuenca media del río Caquetá. Este aumento de sitios arqueológicos (que estamos seguros seguirá creciendo)
ha sido interpretado como un indicador de crecimiento demográfico y de movimientos poblacionales a lo largo de
valles secundarios que cruzan las Cordilleras del norte de los Andes, coincidiendo con nuevas condiciones ambien-
tales (Aceituno et al., 2013).
A comienzos del Holoceno, el registro arqueológico del Noroccidente de Suramérica, se caracteriza por (Aceituno
y Loaiza 2015): a) la expansión de sitios arqueológicos a lo largo de las Cordilleras b) la ocupación de tierras altas
(Cordilleras) y tierras bajas (Valle del río Magdalena y río Caquetá); c) la redundancia ocupacional (reocupación) de
los sitios; d) una tecnología lítica asociada con economías de amplio espectro; e) diversidad de tradiciones líticas; f)
la presencia de restos plantas; g) la escasez de restos de animales, que prácticamente se concentran en los sitios
tempranos de la Sabana de Bogotá.
A escala del Suroccidente, la secuencia más completa para entender la evolución de las culturas arqueológicas se
encuentra en el Cauca medio, por el volumen de información y la cantidad de fechas de radiocarbono que se cuenta
para esta región. Para el caso del río Calima, si bien el rango cronológico llega hasta el final del Holoceno medio, el
número de sitios y fechas es reducido; para el caso del valle de Popayán la información prácticamente se restringe
a la transición Pleistoceno/Holoceno y se concentra en dos sitios arqueológicos. 7
Comenzando por el sur, volvemos nuestra mirada a Popayán, concretamente al sitio de San Isidro. Este sitio,
además del peso que tuvo en las discusiones sobre el poblamiento, principalmente por la presencia de bifaces y,
no tanto por la antigüedad de las fechas, fue clave en un tema en el cual actualmente se está avanzado de forma
considerable: los orígenes de la producción de alimentos y el cultivo de plantas.
Junto a los artefactos líticos mencionados en el apartado anterior, en San Isidro se recuperaron miles de semi-
llas carbonizadas entre las que se identificaron Persea (cf. americana), Erythrina (cf. edulis), Caryocar, Virola, varias
clases de palmas, destacándose Acrocomia y macrorrestos de Lagenaria sp. (Gnecco 2000:67-69; Gnecco 2003;
Gnecco y Aceituno 2006: 93; Piperno y Pearsall 1998: 200). Del borde de un canto rodado se extrajeron almidones
de cf. Xanthosoma/Ipomoea y/o Manihot y Maranta (cf. arundinacea), así como de gramíneas y legumbres que no
fueron identificadas (Piperno y Pearsall 1998: 200).
Este abundante registro arqueobotánico, sirvió de base para que Gnecco (2000, 2003a, 2003b) aplicara el concepto
de agrilocalidad a grupos de cazadoresrecolectores. Según este autor, el hallazgo en el registro polínico de plantas
colonizadoras (p.e Plantago), gramíneas y malezas en el registro polínico, sugiere la alteración de la vegetación
para la preparación de áreas, donde ya se estarían cultivando plantas de orígenes diversos, al modo de la idea de
Posey de “resource islands” (Gnecco, 2003; Gnecco y Aceituno 2006: 93). La presencia de plantas foráneas como
Lagenaria sp. (calabaza de botella) reforzaría la idea de cultivo temprano de plantas. La alta diversidad de plantas
y el cultivo como estrategia de producción, fueron la base para que Gnecco (2000: 125, 2003a, 2003b) planteara
conductas agroecológicas en poblaciones de cazadores-recolectore,s que estarían cultivando árboles frutales y
plantas tuberosas en momentos tan tempranos como la transición Pleistoceno/Holoceno e inicios del Holoceno.
En los sitios tempranos de la cuenca del río Calima, Sauzalito, El Recreo y El Pital, durante las excavaciones llevadas
a cabo a finales de los años 80, se recuperaron abundantes artefactos líticos, relacionados con el uso de plantas,
tales como bases o molinos planos, percutores, manos de molienda, lascas unifaciales y las muy nombradas azadas
(Herrera et al., 1988; Salgado 1988-1990). Las azadas, que se convirtieron en el artefacto diagnóstico de esta región,
se relacionaron con la remoción de suelos para el cultivo de plantas, la explotación de tubérculos y para la extrac-
ción de almidones del corazón de las palmas (Cardale et al., 1989; Gnecco y Salgado 1989). En estos contextos tam-
bién se recuperaron semillas carbonizadas de palmas y Persea sp. (aguacate) junto con fitolitos de palmas, bambú
y Maranta sp. (Piperno 1985; Piperno y Pearsall 1998: 202).
La publicación de los datos del río Calima a finales de los años 80, fue muy importante porque evidenciaba un
modo de subsistencia diferente al de la Sabana de Bogotá, en el que las plantas jugaron un papel muy importante,
hasta el punto que se planteó por primera vez la posibilidad del cultivo de plantas en contextos del Holoceno tem-
prano. Esta línea de trabajo fue en cierta manera continuada por Gnecco en el valle de Popayán, cuyo fruto fue el
planteamiento de conductas agroecológicas en grupos tempranos, poniendo en entredicho el estereotipo de ca-
zador-recolector, que hasta entonces había hecho carrera en la arqueología colombiana (Gnecco y Aceituno 2004).
Por último, se encuentra la región más al norte del Suroccidente, el Cauca medio, que como apuntamos anterior-
mente, hoy por hoy, es donde se concentra el mayor número de sitios y volumen de información. Las ocupaciones
precerámicas del Cauca medio están datadas entre el 10.619±66 BP y el ca. 4200/3700 BP (Dickau et al., 2015). En
términos generales los sitios excavados contienen ocupaciones de diferentes épocas, de ahí que sean considera-
dos contextos multicomponentes en términos estratigráficos. El registro arqueológico es muy similar al de los
sitios tempranos del río Calima; se caracteriza por la presencia de artefactos líticos, la escasez de macrorrestos
y la ausencia de restos de fauna y entierros humanos. Los conjuntos líticos están compuestos principalmente
por lascas unifaciales, desechos de talla, manos y bases de molienda (o molinos de base plana), hachas y azadas,
manufacturados sobre rocas volcánicas de origen local (Aceituno y Loaiza 2007:57-69). Adicional a esta tecnología,
se encuentra el taller lítico en cuarzo del sitio el Antojo (Aceituno y Loaiza 2007: 77-78; INTEGRAL 1997), donde se
recuperó una preforma de punta de proyectil y las dos puntas anteriormente mencionadas, procedentes del sitio
El Recreo Cancha (Herrera et al., 2011). La tecnología lítica del Cauca medio se mantiene muy estable a lo largo de
las ocupaciones precerámicas y está muy orientada a economías de amplio espectro, con un fuerte peso en la ob-
tención y procesamiento de plantas, hecho corroborado con los residuos arqueobotánicos recuperados en algunos
de los sitios excavados.
Xanthosoma es un género con una amplia dispersión geográfica por el norte de Suramérica (incluyendo el ter-
ritorio colombiano) (Piperno y Pearsall 1989: 165), que aparece también muy bien representado en la columna de
polen del sitio El Jazmín entre el ca. 9000 y el ca. 5000 BP (Aceituno y Loaiza 2007:84-86; Jaramillo y Mejía 2000a),
de manera que es probable que Xanthosoma fuera un recurso silvestre, incluido en ese primer paquete de plantas
cultivadas.
El caso de Dioscorea es similar al de Xanthosoma; se trata de una planta tuberosa con una amplia distribución en
el Neotrópico (Brücher 1989:19). Polen de Dioscorea se ha registrado en las columnas de los sitios El Jazmín, Cam-
poalegre y Guayabito (Aceituno 2002; Jaramillo y Mejía 2000a, 2000b), de manera que existe la posibilidad que
también formara parte de esas primeras plantas útiles que comenzaron a dispersarse de forma intencional, con el
fin de mejorar la obtención de alimentos. No obstante, esta interpretación hay que tomarla con mucha cautela,
ya que hasta la fecha no se ha logrado determinar si se trata de una planta local o foránea (Aceituno y Loaiza
2014a).
Sobre Phaseolus spp., dada la imposibilidad de que sea trate de una variedad domesticada, por las fechas tan tem-
pranas a la que están asociados, probablemente se corresponda con una especie silvestre que hasta el momento
no ha sido identificada.
9
Canaán ca.5600 Zea mays (a); Manihot esculenta (a); Dickau 2008
Calathea sp. (a); Ipomoea batatas(a)
Guayabito 4180 ± 70 Zea mays (p); Manihot esculenta (p); Aceituno 2002
Passiflora spp. (p)
a: almidón; p: polen
Tabla 2 Sitios del Cauca medio con evidencias arqueobotánicas
Hacia el ca. 7500/7000 BP se observan cambios importantes en el registro microbotánico. Se recuperaron morfoti-
pos de almidones presentes en los taxones Zea mays, Manihot esculenta, Manihot spp, Phaseolus cf vulgaris, Canna
spp. y Calathea spp. (Tabla 2). La identificación de maíz (Zea mays) y yuca (Manihot esculenta) y fríjol (Phaseolus cf
vulgaris) en La Pochola y de los dos primeros taxones en El Jazmín es muy importante porque al tratarse de plantas
domesticadas de origen foráneo constituyen un proxy claro sobre el desarrollo de la horticultura como estrategia
de producción de alimentos. Según los últimos datos genéticos (Matsuka et al., 2002), Zea mays fue domesticado
en la Cuenca del río Balsas, al suroeste de México antes del ca.9000 BP, donde actualmente todavía crece el an-
cestro silvestre Zea mays ssp. parviglumis (Piperno et al., 2009). La yuca dulce es originaria del suroeste de Brasil
(Arroyo-Kalin 2010; Clement 2010).
A estas dos plantas hay que sumar el caso de Phaseolus cf vulgaris, o fríjol común, identificado en varias muestras
procedentes de La Pochola. El problema de los almidones tipo Phaseolus es que éstos son similares en especies
silvestres y domesticadas, de manera que por sí solos es difícil determinar de qué tipo de especie se trata (Piperno
y Dillehay 2008). Un dato a favor es que para la fecha en que aparecen en el registro arqueológico del Cauca medio,
ya se ha producido su domesticación en su centro de origen en la región Apurimac-Cuzco al sur de Perú (Chacón et
al., 2005; Chacón 2009).
Otros dos géneros de plantas importantes registrados en el Cauca medio son Canna y Calathea, en ambos casos
se trata de plantas tuberosas cuyo origen como plantas domesticadas todavía no está resuelto. Al género Canna
pertenecen unas 50 especies con rizomas tuberosos. Las especies más comunes son Canna edulis (achira) y Canna
indica cuyo orígenes todavía no están claros (Brücher 1989: 40). En el caso de Calathea se ha propuesto que el ori-
gen de la especie domesticada C. allouia se puede localizar entre Mesoamérica y el norte de Suramérica (Colombia/
Venezuela), donde se han descrito varias especies silvestres (Brücher 1989: 39).
DISCUSIÓN
Las primeras evidencias claras de ocupaciones humanas en Suroccidente se remontan al undécimo milenio antes
del presente. Estas se han encontrado en sitios arqueológicos de Popayán y el Cauca medio (Tabla 1). Anterior a
esta cronología no se cuenta con contextos arqueológicos que den cuenta de una mayor profundidad temporal.
Los reportes de megafauna en diferentes puntos del Suroccidente, únicamente representan potenciales recursos
económicos que pudieron atraer a poblaciones tempranas de cazadores-recolectores, desde otros puntos de la
geografía del país. No obstante, como ya señalamos, por sí solos no aportan mayor información.
En el marco del poblamiento temprano de Colombia, determinar el origen de los grupos más tempranos del Suroc-
cidente no es una tarea fácil, debido a las diferencias arqueológicas entre unas regiones y otras, tanto a escala del
territorio colombiano, como del Suroccidente. No obstante, también es cierto que hay elementos, como las puntas
de proyectil, que comparten similitudes con puntas de otras regiones del país o del norte de Ecuador. El problema,
como ha quedado claro, es que una gran parte de estas puntas (p.e La Elvira, Restrepo) no están asociadas a ningún
contexto estratigráfico. Otros elementos comunes entre Popayán, Cauca medio y el río Calima, son la presencia
de utensilios relacionados con el procesamiento de plantas y la recuperación de restos arqueobotánicos, que dan
cuenta de estrategias de adaptación similares a ambientes naturales que comparten características comunes, en
cuanto a altitud, topografía y tipo de cobertura vegetal.
Superando el umbral del Holoceno, el mayor volumen de información procede del Cauca medio y, en menor me-
dida, de los contextos del río Calima. Sin embargo, fueron los resultados obtenidos en San Isidro los que marcaron
en cierta manera el rumbo de las investigaciones, que posteriormente se han realizado en la región. Gnecco (2000;
2003a, 2003b) aplicó el concepto de agrilocalidad, que realmente implicaba la producción de alimentos por parte
de cazadores-recolectores, rompiendo con el estereotipo que hasta el momento había prevalecido en las inves-
tigaciones colombianas. Ampliando este concepto, este autor propuso que los grupos que habitaron Popayán y
sus alrededores, entre la transición Pleistoceno/Holoceno y Holoceno temprano o inferior, alteraron la vegetación
autóctona con el fin de llevar a cabo las primeras formas de cultivo, en esta zona del Suroccidente.
La aparición de un buen número de plantas alimenticias, algunas de ellas de origen foráneo, más la presencia
de malezas, fueron el principal argumento en el que se sustentó la idea del cultivo de plantas en momentos tan
tempranos (Gnecco 2000: 124-125). Concomitante al cultivo de plantas y al desmonte de la vegetación, otro rasgo
importante de los habitantes tempranos de Popayán fue la práctica de movilidad restringida, asociada a territo-
rialidades tempranas que surgieron como consecuencia de la necesidad de ejercer un control sobre los recursos
(Gnecco 2000: 132-133). Las diferencias en la distribución de las materias primas entre San Isidro, con predomino de
chert y La Elvira, con predominio de obsidiana, apoyan la idea de territorialidad (Gnecco 2000:126).
Sin poner en duda la calidad del trabajo de Gnecco y el impacto que tuvieron sus resultados, es cierto que 20 años
después sería necesario revisar parte de los resultados arqueobotánicos, especialmente los referidos a fitolitos y
almidones, dado que apenas estos análisis estaban en sus primeras fases de aplicación a la arqueología.
Antes de dar paso a la valoración del Cauca medio, es justo reconocer que la idea de cultivo temprano, fue anteri-
ormente planteada para los hallazgos del río Calima, a partir de la tecnología lítica (recuperada en Sauzalito y El
Recreo), especialmente de las azadas que se asociaron con el trabajo de la tierra; sin dejar de lado los restos arqueo-
botánicos, que también fueron pioneros en Colombia (Cardale et al., 1989; Piperno y Pearsall 1989: 202).
Esta línea de investigación sobre el origen de la producción de alimentos y el cultivo de plantas, como hemos visto
previamente, fue seguida en los trabajos del Cauca medio. Se continuaron los análisis arqueobotánicos, con el fin
de sacar a la luz las plantas que formaron parte de la historia prehispánica de esta región del Suroccidente colom-
biano. Como hemos señalado, la secuencia cronológica y el registro arqueobotánico ha permitido plantear desde
las primeras formas de cultivo de plantas (muy probablemente de origen local), hasta el desarrollo de la horticul-
tura como modo de producción, hacia comienzos del Holoceno medio.
Un hecho muy relevante es que la llegada de estas plantas no supuso una ruptura en las formas de vida de estos
grupos, como cabría esperar (Aceituno y Loaiza 2007:95; 2014). Todo indica que la gente siguió manteniendo una
economía de bajo nivel de producción, basada en la combinación de la horticultura a pequeña escala, la recolec-
ción, la caza y probablemente también la pesca, aunque sobre estas dos últimas actividades, no hay evidencias en
la zona.
La ausencia de cambios en la estructura de los sitios, sin evidencias, por ejemplo, de ninguna forma de almace-
namiento, ni grandes basureros, más las discontinuidades estratigráficas, sugieren que estos grupos practicaron
una movilidad similar a la planteada por Gnecco para el valle de Popayán; esto es un nomadismo amarrado a la
distribución de los recursos, donde la ubicación espacial de áreas intervenidas, más el acceso al agua y a fuentes de
materia prima, determinarían la movilidad y la estrategia territorial. Es decir, la distribución y ubicación espacial
de estos puntos, constituirían una forma de almacenamiento en el territorio que permite mitigar la presión sobre
el suelo y los recursos, que a veces conllevan la sedentarización y el crecimiento demográfico.
Para concluir con esta reseña sobre la historia temprana del Suroccidente, es necesario preguntarse sobre uno de
11
los grandes aportes de la arqueología temprana del Suroccidente: el origen del cultivo de plantas. Visto desde
un punto de vista histórico y procesual, todo indica que las primeras formas de producción artificial, estuvieron
asociadas a los cambios ambientales que marcaron el fin del Pleistoceno e inicios del Holoceno, como fueron la
expansión de los bosques (siempreverdes y caducos), la proliferación de plantas tóxicas y el aumento de las plantas
C3 (como consecuencia del aumento del C02), donde se incluyen la mayoría de los ancestros de los cultivos neo-
tropicales (Piperno 2006, 2011). Aplicando los principios del modelo de ampliación de dieta, el modo de producción
de alimentos emergió cuando la tasa de retorno (eficiencia energética) a través del cultivo superó a la tasa de re-
torno de la recolección de plantas silvestres. A escala continental y de acuerdo con los datos paleoecológicos, tales
cambios debieron acaecer entre el ca.10.500 y el ca.9000 BP, cuando se producen los ajustes ambientales a escala
continental (Piperno 2006:152; 2011).
Estas sociedades permanecieron sin mayores cambios hasta el Holoceno Superior (ca. 3000 BP), cuando el registro
arqueológico muestra variaciones importantes que sugieren nuevas formas de vida que afectaron a la economía, a
la organización política, a los sistemas de creencias, etc, pero que forman parte de la historia que algunos autores
la han etiquetado como el período de las sociedades tribales jerárquico-cacicales (Rodríguez et al., 2008).
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i
All calibrated results have 2 sigma calibration with program Calib Rev 7.0.0 (data set used: intCal3.14c)
17
FIGURAS SONSO CITADAS
EN EL TEXTO
1
FIGURAS YOTOCO-MALAGANA
CITADAS EN EL TEXTO
13 14 15 FIGURAS YOTOCO-MALAGANA
CITADAS EN EL TEXTO
20 21 22 23
Figura 18. Tomada de Rodríguez, 2015:
65. Fig. 2.4.
1
FIGURAS YLAMA CITADAS
EN EL TEXTO
1 2 3 LISTA DE FIGURAS