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CONSTANCE HEAVEN
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Para CASPAR y MARIE
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Nota del autor
Frédéric Mistral
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I
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dio la vuelta rápidamente, siguiendo su camino por
el acantilado.
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—Por supuesto que no. Sé bien cómo caerme. Tú me
enseñaste. ¿No recuerdas?
— ¿De veras?
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—Así es. ¿Queda algo de ese dulce de naranjas tan
malo que hiciste el año pasado?
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Hizo un gesto de suficiencia:
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—No es por eso —contesté despectivamente—.
Siempre puedo negarme cuando me lo propone; o
casi siempre. Pero es que estará rondándome el día
entero y es tan aburrido...
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del desván; busqué el vestido más viejo que teni'a en
el ropero.
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París me pareció extraordinariamente agradable. No
sentía el menor deseo de cambiar mi forma de vida
por ninguna otra. Solamente cada cierto tiempo
surgía en mí el anhelo de que mi padre y yo no
fuéramos tan solitarios. No tenía tías ni tíos, ni
siquiera primas con quienes intercambiar secretos
como todas las chicas. Mi madre había sido hija única
y huyó de su casa para unirse al deslumbrante
teniente Tremayne, que apenas tenía veinte años y
acababa de volver de luchar con las tropas de
Cornualles en la Guerra de la Independencia
Norteamericana. Murió al año siguiente, a los pocos
días de mi nacimiento.
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sonrisa o una broma. En mi romántica imaginación
pensé que habría estado arriesgando su vida
intrépidamente, tratando de salvar a los ciudadanos
atrapados en las cárceles de París; pero tal vez
hubiera cumplido otras misiones, como espía,
trabajando para Inglaterra y debiendo ocultarse
constantemente.
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—No debería hacerlo, señorita Emma. Es un buen
hombre el señor Jarret; él y su padre también. Han
vivido por aquí desde hace muchísimos años...
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descendiendo y encontré a un hombre que subía con
el aterrorizado perro entre sus brazos.
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—No es mía pero navego en ella. ¿Ve allí? Mi amigo
me espera en el bote.— Sus ojos recorrieron mi
cuerpo de tal manera que me hizo ruborizar—.
Quisiera poder decirle au revoir, mademoiselle, pero
desgraciadamente debo marcharme.
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mancharía las manos con la despreciable compra y
venta.
— ¿Qué es esto?
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daba. Pero, de todas maneras, representaba para mí
un esfuerzo. Algunas veces pensaba como sería
sentirse mimada y protegida, atendida como si fuera
una frágil pieza de porcelana, como Dorothy. Era la
hija de uno de los miembros del cuerpo diplomático y
me había confesado alegremente esa misma mañana
que odiaba los caballos y que no sabía hacer
absolutamente nada; poseía una cierta facilidad para
el canto y se acompañaba lánguidamente con el arpa,
pero para hacer resaltar la perfecta forma de sus
pechos.
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la idea de volver a bailar con él. Era totalmente
imposible. Si lo hiciera todos estarían esperando el
anuncio de nuestro compromiso de un momento a
otro. Miré a mi alrededor, desesperada, tratando de
escapar y fue entonces cuando vi a un joven
recostado contra la pared con los brazos cruzados y
tan aislado del ambiente como lo estaba yo.
— ¿Nos conocemos?
— Rara vez.
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-No la he visto en ninguna otra reunión. ¿Cuánto
tiempo hace que está en París?
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-Nada de alhajas -me había dicho, observándome con
ojo crítico-. No corresponden a tu personalidad.
Simplemente unas flores frescas en el cabello.
— ¿Por qué?
-Sí.
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—Le agradezco muchísimo que se haya ocupado de
mi hija —dijo con suavidad—. Por supuesto nos
encantaría volver a verle si sus ocupaciones se lo
permiten, señor de Fontenay; pero esta es la primera
visita de mi hija a París y estaremos mucho tiempo
paseando. Hay tantas cosas que quiero que ella
conozca...
—Sí, mi general.
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alta, y sentía las miradas de las mujeres como si
quisieran penetrarme, llenas de odio y resentimiento.
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apretaban mis muñecas y al levantar la mirada, vi el
rostro de Lucien de Fontenay.
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Habíamos caminado unos pocos pasos cuando nos
encontramos con Víctor, con el rostro enrojecido y
transpirado, y bastante fuera de sí.
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-¡Malditos extranjeros!... -gruñó Víctor viéndole
marchar-. ¿Qué está haciendo aquí? Eso es lo que
quisiera saber.— Puso mi brazo en el suyo y comenzó
a caminar rápidamente-. Deberías tener más cuidado,
Emma. Espero que no hayas planeado este encuentro.
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-Ya lo he olvidado.
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—Ya lo sé; pero hoy a mi padre le llamaron para que
dejara París... y...
—Y ¿qué?
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rostro joven pero serio, no supe explicarme la razón
de la felicidad que me embargaba.
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—Así es. Pensé que se habría dado cuenta al conocer
a mi padre.
—No, no lo sabía.
Se encogió de hombros.
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cuando el capitán me comentó que haría este viaje,
decidí unirme a él recordando viejos tiempos.
— ¿Cría toros?
Sonrió.
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— Bueno... no exactamente. Mi padrastro los
cría. Vive en Villeroy. Queda entre Tarascón y Arles y
arrienda campos en la ¿amargue. Se dedica a la cría
de toros de lidia; negros y pequeños.
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—Nicole es demasiado sensible. Pero a usted no le
interesará oír todos los detalles de mi vida.
- Volveré a verla.
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Debí haberme quedado adormecida porque
repentinamente me desperté sobresaltada al oír unos
pesados pasos que se arrastraban por el corredor. No
ten Ta ¡dea de la hora y me incorporé, sintiendo los
fuertes latidos de mi corazón. Alguien estaba
tanteando el picaporte de mi habitación; había
cerrado con llave antes de acostarme, siguiendo los
consejos que me habían dado acerca de las
costumbres en cualquier hotel del extranjero.
—Sí; te oí entrar.
— ¿Dónde sucedió?
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—En la rué du Chat-qui-péche —respondió
agriamente-. Tenías razón acerca de esa calle, Emma;
yo también pensaba lo mismo. No podrían haber
encontrado un lugar mejor. Si no fuera por mi cabeza
extremadamente dura, ahora estaría muerto.
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Esta no parecía tan grave como yo había pensado al
comienzo.
—Yo lo haré.
— ¿Cómo te sientes?
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— ¿Por qué? ¿Qué tienes contra él?
—No ahora...
Le miré fijamente.
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preferido no tener que decirte esto, pero es algo que
debes saber.
— ¿Lograste verlos?
— ¿Quiénes eran?
-Sí
—Pero eso fue hace casi siete años: ¿Por qué tiene que
afectarte todavía?
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Noté el desprecio en el rostro de Víctor y adiviné su
pensamiento. Deseaba decirle que estaba equivocado,
pero la mano de mi padre sobre mi brazo hizo que
mantuviera el silencio. Había pensado que Luden
vendría esa mañana y al no hacerlo, no lograba
descifrar si estaba desilusionada o contenta. Hasta ese
momento, todos los jóvenes parecían perder su
encanto, comparados con mi padre. Mis sentimientos
hacia Luden eran algo muy particular todavía. No me
animaba a someterlo a la prueba.
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—Mañana por la mañana se presentarán al general
Junot, comandante de París -dijo-. El les informará
dónde serán internados.— Luego se marchó,
dejándonos sin saber qué hacer.
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de la protesta. Me llevó discretamente hacia un lado
del salón y dijo:
— ¿Qué harás?
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Me quedé mirándole; pensé que tal vez me habría
equivocado de dirección o llamado a otra puerta;
como si el hombre hubiera adivinado mi desilusión,
añadió con una débil sonrisa:
— ¿Está segura?
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— ¡Oh! Sí... Me dejó una nota.
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Sólo entonces alcancé a captar la magnitud de lo que
le había pedido.
Luden se rió.
— ¿Vendrá entonces?
-Sí.
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— Bien. En ese caso será mejor que pase la noche
aquí —añadió Luden—. Joseph le preparará una
habitación; podrá usar la mía. De cualquier modo,
estaré fuera la mayor parte de la noche. Tengo
muchas cosas que hacer si es que debemos salir
mañana por la mañana, como me temo que tendrá
que ser.
— Pobre Víctor...
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hecho que se formara una ligera neblina que subía del
río y flotaba en bancos a lo largo del camino.
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— ¿A quién?... - Se puso de pie, con el rostro
consternado y la boca abierta—. ¿No será el señor
marqués?
— ¿Lo conoce?
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-Nunca conocí una chica como usted. Días y días de
fatigoso viaje, ahora esto y aún es capaz de reír.
—No... se equivoca...
Dudó un instante.
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— ¡Oh, bendito sea Dios! —lo interrumpí
impaciente—. Hemos estado viajando juntos durante
cuatro días; con seguridad no tendrá nada de malo
que compartamos nuestra cena.
— ¿Pierre?
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-Recuerda... aquel hombre del que me habló... aquél
amigo que navegaba con usted.
Sonrió.
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—No llegarán hasta la tarde. Aprovecharé para
mostrarle Avignon por la mañana y nos
marcharemos cuando haya pasado la hora de más
calor.
— ¿Mi padre?
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— ¿Por qué Bonaparte habló como lo hizo
aquella noche en las Tullerías? ... O tal vez prefiera no
hablar acerca de eso.
— Como en Trevira.
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—Sí; como en Trevira. Cuando la encontré aquél día
recordaba mi niñez.
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-"Puede acaso un hombre llevar la tierra de su patria
en sus pies" —repetí suavemente.
— ¿Los ingleses?
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—Debe haber sido muy valiente.
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—Amo a Francia, Emma —murmuró—. Creo en ella.
Pero ¿qué futuro le espera con un viejo gordo que se
hace llamar Louis XVIII exilado en Inglaterra, o con
Bonaparte, un corso engreído que asesinó a mi padre
y sueña con hacerse coronar emperador?
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Luden besó mi mano y la sostuvo un instante contra
su mejilla, con ese mismo gesto que había empleado
anteriormente. Luego salió de la habitación.
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"Sur le pont
D'Avignonn
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— Lo aprendí en la escuela. Lo cantábamos en la
clase. ¿Sabe por qué razón bailaban sobre el puente?
— ¿El mistral?
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—Cada Edén tiene su serpiente —repuso
quedamente Lucien; con una punzada de dolor,
recordé la amarga historia de traición y muerte que
me había contado la noche anterior.
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—No, señor Lucien. Es tan cierto como que estoy
parado aquí. ¿No recuerda que mi abuelo tuvo uno
así? Fiel como un perro durante catorce años y un día,
al encontrar una yegua que le gustaba, ¿qué hizo? Se
volvió loco. Comenzó a corcovear cerca del río y casi
se ahogan mi abuelo y él. Entre mi padre y yo los
sacamos del agua y después, una vez que todo pasó,
siguió mansito como un cordero hasta el día en que
murió.
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La voz nos sorprendió a ambos. Me volví
rápidamente. Había una chica de pie, a la sombra del
establo. Era pequeña y muy delgada; su traje de
montar verde hacía destacar su diminuta cintura.
Tenía el sombrero en la mano y su brillante cabello
oscuro prolijamente recogido en la nuca bien
formada.
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— Es mucho más joven de lo que pensaba,
señorita Rainier. Espero que Louis no le resulte una
carga demasiado pesada. Pienso que entre Lucien y
su madre lo han malcriado bastante.
—Emma.
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apareció corriendo desde uno de los establos al
vernos desmontar. Se tiró alegremente en brazos de
Luden.
— ¿Y los toros?
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—Tal vez. Tendremos que ver. Vamos.— Montó al
chico sobre su caballo—. Ahora vete con Mouton
hasta el establo y luego vuelve a casa. Ya es tiempo de
que te acuestes.
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Lucien me dejó a solas un momento y luego regresó
con su madre. Martine de Labran, que había sido la
marquesa de Fontenay, era todavía sumamente
hermosa, a pesar de todas las penurias que había
pasado. Su cabello color miel estaba recogido con una
sola peineta. Vestía un sencillo vestido de algodón
floreado; sobre él un gran delantal de hilo gris y sus
brazos descubiertos hasta el codo, como los de la
esposa de cualquier granjero del lugar. No obstante,
se movía con la gracia y la elegancia de una reina.
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—Preferimos mantener las persianas cerradas
durante el día —explicó—. Claro que hoy no es nada
comparado con el calor de los meses de verano.
Entonces te sentirás agradecida por la frescura
interior.— Paseó su mirada por la habitación—. Te
ruego que me pidas cualquier cosa que necesites.
Quiero que te sientas feliz aquí. Comeremos en
cuanto mi esposo regrese de los viñedos. Enviaré a
Lucien a buscarte.
niño:
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—Eso mismo me dijo Georges; pero ha habido otros
incidentes demasiado parecidos en estos últimos
meses e insistió en que el jefe tiene cierta información
secreta.
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—Mouton es un charlatán. Y el postillón un gran
tonto. Nos detuvo un grupo de jinetes que habían
equivocado el camino en medio de la niebla; eso fue
todo. Uno de ellos se asustó, y disparó un tiro al aire.
Estos hombres escuchan tantas historias terroríficas
de boca^de los viajeros que serían capaces de echarse
a correr al oír a un ratón royendo queso.
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una situación peligrosa, sin saber a ciencia cierta
cómo salir de ella.
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llamó la atención y comencé a escuchar casi sin
proponérmelo.
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Joseph te espera para llevarte al pueblo a tu clase de
latín.
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Permaneció en silencio durante un momento e
imaginé las innumerables humillaciones por las que
la habrían hecho pasar aquellos a quienes la
revolución ubicó en altos cargos. Al mismo tiempo,
admiré su valentía por haber permanecido junto a su
marido en lugar de huir hacia Inglaterra como habían
hecho tantos otros.
—¿Coulis?
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— Usted no ha nacido para esto, señora —repuso la
cocinera, revolviendo con brío—. Una mano extraña,
estropearía el sabor.
Añadió rápidamente:
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Noté que las criadas sonrían entre ellas y a pesar de
que esto no era más que un incidente trivial, sería uno
de los muchos que habría soportado Martine; una
cuestión de celos sin resolver; a pesar de que llevaba
más de cuatro años casada con Henri de Labran.
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podía estar segura de lo que pensaba o de cómo se
sentía.
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donde hacían luchar a las bestias feroces y los
cristianos eran martirizados.
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perfume. A distancia aparecía la sombra de las
montañas.
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fuerte calor de la tarde. Uno que otro niño nos veía
pasar con ojos hinchados.
— ¿Cómo lo sabes?
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—Quédese aquí —dijo Louis—. Voy a subir un poco
más. Mouton me dijo que allí hay también víboras,
pero todavía no he visto ninguna.
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oscuro, vestido con una casaca de cuero marrón y que
traía a Louis de un brazo.
— ¿Quién es?
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—Excelente —repuso el hombre—. Me agrada mucho
saber que has tenido una educación tan completa.
Escucha: si te asomas a aquella orilla y te quedas
acostado boca abajo sin hacer ruido, verás todo tipo
de criaturas desagradables. Pero no las toques;
¿comprendido?
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—Nada; es sólo por curiosidad. ¿Sabe el señor James
Tremayne dónde se esconde su hija?
— ¿Qué compromiso?
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— ¿Por qué no? —se encogió de hombros—. En
la Edad Media este castillo perteneció a una de las
familias más violentas, sanguinarias y malvadas de la
zona. Y es fácil decir, créame. Uno de los señores de
Les Baux que sospechaba que su esposa hacía algo
más que intercambiar versos con su trovador
favorito, tuvo la brillante idea de asesinar al pobre
poeta, arrancarle el corazón y enviárselo a su dama
sobre una fuente de oro. Dicen que Henri de Labran
desciende de uno de ellos.
—Dios no lo permita.
— ¿Hablaba en inglés?
-Sí.
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— ¿Por qué? ¿Qué quería?
Martine dudó.
— ¿Qué hombre?
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La inflexión en la voz de su madre era tan fuera de lo
común, que el niño dudó durante un instante. Yo
capté una mirada en busca de socorro de parte de
Martine y le puse la mano en el hombro.
— ¿Desde París?
— ¿Vino sola?
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—No; el señor de Fontenay tuvo la amabilidad de
acompañarme.
—Ya veo.
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