Como sabemos, el gobernante encarga a la artista la formación de una compañía de ópera
para la temporada de 1887. Por ello encontramos una carta fechada en Caracas -11 de noviembre- en la cual le consulta por la firma del contrato, pues le dice, ella y su esposo saldrían para Nueva York el día 18 de ese mes. En esa misma carta le suplica trabajo para su hermano, Manuel Antonio. Este será -el hermano- otro peso que cargará la artista; lo tenía en verdad como un hijo más. Luego vendrán otras cargas, sus hijos mayores, Giovanni y Teresita, que sólo sabían exigirle y, de paso, algunos de sus esposos. Pues bien, a Manuel Antonio, su hermano, le permitió que en la gira concertística fuese su agente, y al parecer lo hizo tan mal que antes de enrolarlo en la compañía de ópera, prefirió solicitarle al Ilustre Americano le diese algún trabajo. En esto el gobernante se portó bien, pues le da un puesto en la Legación de Venezuela en París5. El otro asunto que trata la artista en la carta que comentamos, dice relación con su piano. Y será interesante indicar que con esta mención que hace ella del piano confirmamos algo que hemos venido sosteniendo desde hace algún tiempo, en el sentido de que no debe hablarse "del piano de Teresa Carreño", sino que "de los pianos", así en plural, pues fueron dos los instrumentos que la artista ingresó al país. El primero el año 1885 y el segundo cuando regresa al país con la compañía de ópera, 1887. En la misiva que examinamos, la artista le sugiere al gobernante que su piano sea adquirido por el gobierno para instalarlo en el Teatro Guzmán Blanco. Lo que finalmente se hizo.