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¿Sabías que la mula y el buey en el pesebre nos dejan 5 grandes enseñanzas?

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El pesebre contiene muchos elementos, entre ellos, María y José, los pastores, los
reyes magos, la estrella. Ahora nos vamos a concentrar en la mula y el buey: ¿es
correcto colocarlos en el pesebre? ¿De dónde viene eso de colocarlos en el pesebre si
no se mencionan en ningún evangelio? ¿Cuál es su fundamento bíblico? ¿Qué nos
enseñan? A continuación queremos responder a ello.

El Papa Benedicto, en su libro “Infancia de Jesús” lo dice magistralmente: “A los ojos


de la fe, la mula y el buey revelan el cumplimiento de las profecías en Cristo, porque
son una alusión a una frase del profeta Isaías:

“El buey conoce a su señor


y el asno, el pesebre de su dueño;
¡pero Israel no conoce,
mi pueblo no entiende!”.

(Is 1,3)

Estos dos animales que hasta parece están por accidente, nos dejan 5 grandes
enseñanzas:

1. En Cristo, se ha cumplido el plan de Dios para el ser humano. Los milagros,


patriarcas, profetas, jueces, sabios y reyes del Antiguo Testamento miraban
hacia él. Los dos animales, sin saber hablar, explican, humildemente, por
qué este año es el 2017 después de Cristo y no el año 2766 ab urbe condita,
desde la fundación de Roma. La historia del hombre no es una línea infinita, con
un principio oscuro y sin fin, sino que tiene su eje en el nacimiento de Jesucristo.
Desde entonces, ya nada será nunca igual. Nuestra esperanza no está puesta
en el progreso, en la ciencia, en los poderosos de este mundo, en el dinero, en
la ecología ni en la buena voluntad de los hombres, sino en el amor gratuito de

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2. Estos dos animales ponen tu mundo cabeza abajo. Tú crees que eres el centro
del universo. Lo demuestras cada día viviendo para ti mismo, poniendo a todos
y a todo a tu servicio, buscando que todos te sirvan, que te consideren, que te
den gloria. Pero la mula y el buey, tozudos como todas las mulas y todos
los bueyes, te dicen que el centro del mundo no eres tú, sino ese Niño que
está entre ellos. No importa cuántas veces vuelvas a intentar ser el centro de tu
mundo: ellos siempre estarán allí recordándote que estás equivocado. “Te
manifestarás en medio de dos animales”, anunció el profeta Habacuc (Hab 3,2),
y así se cumple hoy en ti: el sentido de la vida se te manifiesta entre dos
animales, el Señor de tu historia entre una mula y un buey.
3. Que no te engañe el aspecto apacible del belén de tu casa o de tu parroquia. La
palabra profética hecha figurilla de barro en la mula y el buey es terrible. Porque
es terrible el contraste que señala Isaías entre el pueblo de Dios, que no
reconoce su venida, y la mula y el buey, que, a pesar de ser solamente
animales, conocen a su señor y reconocen el pesebre de su dueño. Como
toda palabra profética, se refiere a ti y a tu vida. Tú eres parte del nuevo pueblo
de Dios: ¿Reconoces su venida? ¿Estos días navideños están centrados para ti
en Jesucristo o vuelan por las preocupaciones de regalos, cenas, uvas y
fiestas? Si vives esta Navidad como la vive un pagano, hasta la mula y el buey
se levantarán contra ti para acusarte, porque ellos reconocen el pesebre de su
Señor y tú eres incapaz de hacerlo.
4. Los dos animales son también, como te diría San Francisco de Asís, una
palabra de pobreza para ti. ¿Cuál es su misión en el nacimiento de Cristo?
Calentar un poco aquel pesebre con su aliento y el calor de su cuerpo. Algo que
está al alcance de hasta el más pobre de los pobres. ¿Qué te pide a ti Cristo
hoy? ¿Grandes cosas? Eres incapaz de hacer grandes cosas. ¿Riquezas que
cambien el mundo? Apenas llegas a fin de mes. ¿Sabiduría y erudición? A
menudo, de tu boca salen más bien rebuznos o mugidos. Entonces, ¿qué quiere
Dios de ti? Lo que quiere, en primer lugar y ante todo, es que te dejes querer
por ese Niño y aprendas así a amarle a Él. Alégrate de formar parte de su
familia, que es la Iglesia. Dios no quiere quitarte nada, te quiere a ti. Disfruta,
pues, de “la generosidad de Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre, para
enriquecernos con su riqueza” (2Co 8,9). Ya habrá tiempo, si Dios quiere, para
que hagas grandes cosas.
5. Finalmente, como en una meditación ignaciana, la mula y el buey te muestran
el camino de la contemplación. Desde que se puso el belén, los dos animales
no hacen otra cosa que mirar al Niño, junto con María y José. Para eso es el
nacimiento: para que mires al Niño, para que pases tiempo y tiempo
contemplando a Dios hecho carne por ti, para que le digas mil palabras de
cariño, para que estés ahí, junto a él. Leí una vez que San Josemaría compró
una imagen de Niño Jesús de tamaño natural, para que, en Navidad, sus
sacerdotes se la fueran pasando y tuvieran al niño en brazos durante unos

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momentos, contemplándolo, diciéndole cosas y simplemente queriéndolo. La


mula y el buey no tienen nada mejor que hacer estos días. Y tú tampoco.

Que cada elemento del pesebre nos ayude a tener a Cristo como el centro de nuestra
vida, así como la mula y el buey no dejan de contemplarlo, de darle calor, de estarle
cercano.

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Bibliografía:

La infancia de Jesús, Benedicto XVI.


http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1301021013-aprende-
de-la-mula-y-el-buey

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