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Escucha, divina reina que difundes la luz argentina,

que posees cuernos de toro y vagabundeas en la noche oscura.

Rodeada de estrellas, con tu halo inmenso,


antorcha dilatada de la noche, rondas a través de la bóveda celeste.

Macho y hembra a la vez, con plateados rayos, brillas.


Tan pronto crece, tan pronto tu órbita declina.
Madre de las edades, Luna productora de frutos,
cuando tu órbita de ámbar culmina, eres el luminar de la noche.

Aficionada a los caballos, soberana resplandeciente y nocturna,


tu omnividente poder se engalana con luces estelares.
Eres la amorosa guardiana enemiga de toda contienda,
de la paz gozadora y de la vida prudente.
Ornamento y compañera, preciosa lámpara nocturna,
las labores de la Naturaleza conduces a su fin predestinado.

Loor a ti, Reina de las estrellas, sapientísima Diana,


con gracioso ropaje y amplio velo ataviada.
Ven, lucero lunar con tu pródiga luz casta,
ilumina estos sagrados ritos con tus rayos propicios,
y dígnate a aceptar de tus devotos, la mística plegaria.

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