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SÍNTESIS:
Quique Hache, el joven detective de la saga de Sergio Gómez, esta vez enfrenta su
segundo caso. Han desaparecido los restos de Huaso, el caballo más importante de la
historia de la hípica nacional, quien junto a su jinete, el capitán Alberto Larraguibel, batió el
récord mundial al marcar el salto más alto en 1949. Más de cincuenta años después, cuando
un misterioso hombre en limusina le encarga a nuestro detective dar con el paradero del
caballo fantasma, Quique sabe que deberá sortear todo tipo de obstáculos, incluso el de su
identidad secreta.
CONTEXTUALIZACIÓN:
Quique Hache es el personaje principal de la saga que incluye los títulos Quique
Hache, detective; Quique Hache. El caballo fantasma, y Quique Hache. El mall embrujado.
Este personaje lleva a la realidad, con sencillez y maestría, el sueño de muchos niños y
jóvenes: ser un detective privado. La obra toma los elementos propios del género policial,
como lo son las características particulares de cada personaje, la astucia, la intuición y la
valentía. Quique Hache hace gala de poder resolver casos debido a la discutible formación
por correspondencia de un curso que hizo durante un verano y que lo convirtió en
verdadero detective. Este secreto solo es compartido por Gertrudis, su nana, la que al igual
que el personaje de Watson, de la clásica historia de Arthur Conan Doyle, hace las veces de
asistente de nuestro Sherlock Holmes criollo.
Cada una de las historias de Quique Hache sorprende por su cercanía, sobre todo
para quienes viven en Santiago. Esto se debe a que abundan las referencias a calles,
locaciones, recorridos y barrios. Porque cabe señalar que Quique vive en una casa de
familia, como la de cualquier adolescente actual, va al colegio, sabe de deberes escolares y
muchas veces quisiera dedicarse el día entero a seguir pistas, más que tomar un cuaderno.
Sin embargo, es esa tensión, la de seguir su vida normal y asumir que los casos por resolver
llegan a su puerta, la que hace más atractivo al personaje.
El primer nombre con que se conoció al caballo fue Faithful, pero luego fue
cambiado por Huaso, el que lo llevó a la fama mundial. El mítico animal fue enviado a
Quillota, donde murió el 24 de agosto de 1961 cuando tenía 29 años.
Quique Hache, asumido como un personaje que obedece al modelo literario del
detective, está hermanado con la tradición del género policial (Edgar A. Poe, Arthur Conan
Doyle, Georges Simenon y Agatha Christie, entre otros), con la salvedad de que es un joven
estudiante dedicado a las labores detectivescas. En ese sentido, se le puede hermanar
también con las obras –siempre en el corte de adultos– que han desarrollado los escritores
chilenos Roberto Ampuero, con Cayetano Brulé, o con el emblemático detective Heredia,
desarrollado por Ramón Díaz Eterovic. Guardando las distancias, todas y cada una de estas
obras tienen como protagonista a un detective, alguien que por medio de la astucia y un
trabajo deductivo logra dar con el acertijo que esconde cada caso.
Para referirnos a Quique Hache, debemos asumir que es joven, estudiante, que debe
lidiar, antes que con el crimen organizado, con sus propios deberes en la escuela, en su casa
y con el tiempo libre que dedica a estar con sus amigos, Bombo y León, con quienes además
comparte sus historias.
Quizás el principal sentido de sus libros y lo que hace atractivo como personaje
juvenil a Quique Hache es que logra llevar a un lugar de importancia la habilidad de
reflexionar y conseguir resolver los desafíos, compartiendo en cada página una aventura
que también van viviendo sus lectores. El protagonista triunfa gracias a sus atributos
personales, más el imprescindible apoyo de sus aliados, aparte de Bombo y León,
fundamentalmente de Gertrudis, la que conseguirá iluminar con algunos claros la nebulosa
en que cae su querido Quique cuando los casos se ponen cuesta arriba. En ese sentido,
podemos decir que es Gertru la que pone la calma y consigue aquietar su impulsividad,
advertirle de los peligros y regalonearlo como cuando era un niño con algún postre o su
plato favorito, el charquicán.
Toda lectura debe conducir a una reflexión. Sin excepción, cualquier obra puede ser
abordada, más allá de la historia y trama que nos propone, como una instancia formativa,
que sirva para la vida. Pues la función de la literatura supera el simple hecho de contar una
historia entretenida. Su trascendencia se encuentra en la posibilidad que esta tiene de
mostrarnos aspectos del mundo, ya sea desde la imaginación o la historia reciente, para
enfrentar nuestras propias dificultades.
En esta oportunidad, se nos cuenta un caso que debe ser resuelto, pero que hubiera
resultado imposible de abordar en solitario por el personaje. Por esto vale la pena revisar
de qué manera su solución se vuelve una empresa colectiva.