Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Columna de huidos
El Cine Principal, convertido en polvorín por el Comité, fue volatilizado con el objeto
de impedir que la munición cayera en manos del enemigo. Desde ese preciso momento
todo el mundo se prepara para emprender la huida. Pero nadie sospecha lo que a
posteriori supondría aquello. A la altura de la costa miles civiles venidos de los cuatro
rincones de Málaga parten en masa hacia una misma dirección: Almería, zona
republicana. Aquello parecía una feria. La caravana humana se apiñó tanto que era casi
imposible caminar. Se oía continuamente los gritos desgarradores de alguna madre que
gritaba el nombre de un hijo perdido entre el gentío. Un familiar se perdía y no volvían
a reencontrarse en horas, días, años o, quizá, nunca. Los carros, las mulas, los burros,
las cabras se entremezclaban con la multitud. Entonces vino la catástrofe.
Enfilados en la costa, los cruceros del bando nacional, Almirante Cervera y Canarias,
junto con cañoneros de menor calibre, comenzaron a lanzar toda una lluvia de obuses
sobre la población civil. Silbidos. Explosiones. Llamas. Llanto. Dolor. Luego un
extraño sonido arriba entre las nubes. Aviones italianos disparan con sus ametralladoras,
sueltan las bombas y regresan para recargar. El pánico se adueña de todo el mundo. La
carretera se siembra de cadáveres y de los bártulos que han sido abandonados por sus
dueños en esos momentos tensos. Bultos de ropa, mantas, cobertores, gramolas,
sartenes, cuadros, bicicletas, radios, máquinas de coser, carretas, carros, coches sin
gasolina. Es decir, útiles cotidianos que por alguna razón la gente llevó consigo
pensando que al poco tiempo retornarían a sus hogares.
1
Francisco Miguel González López Artículo 1