XVI
HAY QUE ROMANTIZAR EL MUNDO
El hecho de que pudiera ser concebida una «novela» sobre el uni-
verso nos habla tanto de una tendencia a la ilusi6n inmanente al
género como también de la necesidad que la época tiene de expre-
sarse mediante aquélla. El proyecto goethiano era, en el fondo, ro-
mantico. Cosa que se vio favorecida por la situacién, con pocas
posibilidades cientificas, de ese ambito, todavia central, de sus in-
tuiciones; solo Humboldt hard de la superficie terrestre o del pai-
saje y de sus multiples condicionamientos una temética con un es-
tatus de transicion hacia la ciencia, El carécter particularmente
abierto de algo que atin no se ha convertido en una disciplina te6-
dara consistencia al concepto de realidad en que se basa la no-
vela. Podemos asimismo decir que habfa cosas que estaban ya
ante el mismo umbral de idealizaci6n de la indeterminaci6n que la
novela, como la tinica infinitud accesible, la cual, si se consiguiera,
seria, en ese preciso momento, sustitutiva del universo, a saber: la
demanda de totalidad de la Enciclopedia francesa, con su indeci-
sion entre el recuento definitivo de la suma de aportaciones huma-
has o la fundamentacién del futuro posible, o bien los comentarios
de Lichtenberg a los grabados en cobre de Hogarth como si se tra-
tara de un orbis pictus previamente dado. Alexander von Hum-
boldt encuentra en 1796 el camino que le conducira a su Idée
dune Pysique du Monde, obra impensable sin el trato con Lichten-
berg, Forster y Goethe, o sin los escritos de Herder, y que culmina-
i mas tarde con su Kosmos. Los giros que aqui damos pueden ser
captados mejor si consideramos el horizonte metaférico de sus op-
clones,
Francis Bacon, con su riqueza de metéforas, habia preparado el
terreno, mAs atin que al método cientifico, al lenguaje moderno, y
eso en dos direcciones: por un lado, haciendo de la raz6n —como
jurista de la corona que era— tanto el tribunal supremo como el
{ribunal de las causas mas penosas y luego, por otro, explicando238 La tec
LIDAD DEL MUNDO
3.20 su condicién de alquimista y experimentador casi medieval
de la magia— que el reencuentro con el lenguaje paradisiaco que
designa la esencia de las cosas podria convertirse en una ciensia
sobre cémo obtener poder sobre ellas. Es cierto que la Hustracion.
se habia pronunciado a favor del amplio campo de la metaforiea
Juridica, hasta llegar a la relativa a los tribunales que dictan sen.
tencias en cuestiones de gusto; pero sin quedar por ello definitivac
mente frenado aquel otro arranque, en donde seguia ejerciendo
fascinacion el aura de legitimidad primitiva que daba a la relacion
del hombre con el mundo.
El romanticismo puede ser encajado en este horizonte de elec-
cin de metéforas y no es una casualidad el que esto se haga recs
triendo a algunos momentos culminantes de la iconografia foren.
set la historia universal seria un tribunal, el fildsofo un legisladoy
cl experimento un potro de tortura aplicado al objeto. Es verdad
que la formula iudex ratio se remonta a las Confessiones de san
Agustin, pero también la argumentaci6n, hace ya tanto tiempo ol
vidada, de que, si no queremos perder la imparcialidad de un juez
Tespecto al mundo, no lo debemos amar: La suposicién de forma
de fondo de toda esta metaforica de tribunal —el mundo rehusaria
descubrirse ante la mirada humana— no tenfa por qué ser verda
dera 0, en todo caso, no lo habria sido originariamente. La univers
salidad del romanticismo sefiala hacia la imagen opuesta: si no
rebusamos escucharlo, todo habla por s{ mismo.
Friedrich von Hardenberg, «Novalis», lo proclama en sus ano-
taciones, que Ilevaban el proyecto enciclopédico hasta los mites
del delirio: «EI hombre no habla solo... también el universo hae
bla... todo habla... una infinidad de lenguas», a lo que se anade,
como si se indicaran las corrientes subterrdneas de donde viene:
«Doctrina de las signaturas».** El lugar que, en relacién con laa
cosas, ocupaba antes el legislador, el acusador y el juez es ocupado.
ahora por el amante: «La naturaleza inspira, por asi decitlo, al ver,
dadero amante y cuanto mas armonioso es su ensamblaje con ella
mis perfectamente se manifiesta a través de él».?® La nueva fami
Naridad con el mundo debia ir atin més lejos que aquel nombrar
252. Novalis, Das Allgemeine Brouillon. Materialien zur Enzyclopadistik
(1798/1799), en Schrifien, ed, de P. Kluckhohn y R. Samuel, 2ed_, Stuttgart, 1968,
Tell, pégs. 267 y sig. (rad. cast. del vol. Ide esos fragmentos’ La enciclopedie,
Madrid, Fundamentos, 1976), Las cifras ardbigas, como se ve, no se releren a ig
‘numeracion de los fragmentos, sino a las paginas de esta edicion.
253, Ibid., vol. I, pag. 256.
HAY QUE ROMANTIZAR EL MUNDO 239
paradisiaco de las cosas por su nombre originario, cargando el
acento en lo que, si bien es llamado ahora «una especie de grama-
tica cientifica», resulta intercambiable con la «teoria de la compo-
sicién musical».
La afasia del mundo es, para Novalis, un achaque de su edad,
mera consecuencia del alejamiento de su origen y de la correspon-
diente nitidez y significacién de todas las cosas. No parece que
haya habido un pecado original; por ello, el tratar de aquella época
en que shablaban los animales, los pajaros, los Arboles» puede
convertirse en tarea de la historia, una época cuyos iltimos vesti-
gios se conservan en las leyendas y que suben de categoria al ser
incorporados a la ilimitada capacidad fagocitadora de la novela,
como su propia romantizacién: «El mundo de la leyenda es un
mundo totalmente opuesto al mundo de la verdad (la historia) y
precisamente por eso tan semejante a él como el caos a la creacién
consumada».2
Pero aparte de las fuentes y los vestigios de tipo lingiistico tam-
bien entra en juego la intuicién tedrica, Y esto resulta patente
cuando se somete a consideracién si las letras de la escritura po-
drian tener 0 no su origen en las figuras sonoras de Chladni, que
tanto dieron que hablar en la época y que fueron apreciadas inclu-
so por Lichtenberg. Novalis tenfa entre sus libros el de Chladni, ti-
tulado Entdeckungen tiber die Theorie des Klanges, de 1787, y lo ha-
bia leido: «¢Podrfan haber sido las letras primitivamente figuras
actisticas? ¢Letras a priori?».*** Lo que a él le importa no es tanto
la productibilidad experimental como la musical de estas mues-
tras de polvo resinoso. «Mi idealismo magico» es la autodenom
hnaci6n para referirse a aquello que puede ser explicado en contras-
te con el ambiente que le sirve de fondo: no es ésta una magia
faustica, sino algo que nos ha de capacitar para ponemnos en con-
sonancia con la naturaleza y escuchar con nitidez lo que ella, motu
proprio, nos ofrezca.
La disponibilidad de la naturaleza a entregarse va mas allé de lo
que podta ser expresado con la metéfora de la legibilidad. Cuando
quiere calificar ese grado de apertura, Novalis habla de una «mis-
tica» vinculada a la gramética conceptual: «Subyace, en todas par-
254, Ibid., vol. IIL, pags 276 y 281. Como quiere Novalis que se entienda el
acervo de significaciones de los cuentos lo explica él mismo en un apunte mas de-
tallado, que empieza con estas palabras: «Un rasgo fundamental en multitud de
‘cuentos..» (ibid, vol IH, pig. 389),
255. Ibid., «Physik und Grammatike, vol IT, pag. 305.240 LA LEGIBILIDAD DEL MUNDO
tes, me parece a mf, una mistica gramatical..., que pudo muy bien.
suscitar la primera admiracién ante el fenémeno del lenguaje y de
Ia escritura (los pueblos salvajes siguen teniendo atin hoy dia la es-
critura por una obra de magia)». La palabra «mistica» no debe
ser tomada en su estricta acepcién especifica, y menos en el senti-
do posteriormente consolidado en el romanticismo; es mas bien
tuna expresién que él emplea para referirse a una configuracién,
tan originaria como desenfrenada, de los deseos respecto al mun-
do que la historia no habia podido esclarecer, sino s6lo —segtin pa-
rec{a entonces— pasar por alto y reprimir. Por ello, ya no era sufi-
ciente el sistema de signaturas y alfabetos disponible. Todo tipo de
ciencia deberia ponerse al servicio de esa liberacién del lenguaje
de la naturaleza, llegando, por ejemplo, a decir: (pg 537); «Estamos carentes de la signficacion de los jeroglificos. Segui-
‘mos viviendo de los frutos de tiempos mejores» (pag. 543).
Especialmente interesante es su vinculacién con la fisiognémica: «Religiosi-
lad de la fisiognémica. Sagrados e inagotables jeroglficos de cada figura huma-
ha, Dificultad de ver verdaderamente al hombre... Momentos singulares de revela-
cidn de esos jeroglificos»(ibid., vol. HT, pag. 566),
260. Novalis, Fragmente und Studien (1799/1800), «Physikalische Bemerkun-
‘Schriften, vol. Il, pags. 595 y 597,