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Edward Hallet Carr no e5 s6lo uno de los mas eminentes historindores de nuestra época, sino también uma de las figuras intelectuales que mayor influencia politica han efercido, sobre todo en el dominio de la politica internacional y en momentos cruciales de Ia historia. ‘Terminada la guerra, Carr se consagré a la redaceién de su obra maestra: Ja monumental A History of Soviet Russia, La serie de conferencias que reproduce el presente libro es una meditacién’sobre el objeto, la finalidad y el método de la historia, considerada en su doble y combinado aspecto de investigacién llevada a cabo por el historiador y de los acontecimientos T H 2. Ln, | 6Quées | lahistoria? | 2 LED H Prepay O? oi del pasado que investiga. A la pregunta de si & | puede darse tuna historia objetiva responde el | autor negativamente, conveneido de que la 5 interpretacién es elemento constituyenté del a \ dato hist6rico. Al afirmar el autor que el se \ historindor debe yer el pasado con los ojos del gS presente, abunda en Ja famosa frase de Croce sh. segan Ia cual toda In historia es historia §) contemporanea. \ = = | 1 | \ \ Be, | | a Ane i, dka| Atel ia ff rx = Universidad Nacional i) Federico Villarreal ANTROPOLOGIA http://antropologiaunfv.wordpress.com https://www.facebook.com/antroposinergia iQUE ES LA HISTORIA? E. H. Carr QUE ES gsllGg, La HISTORIA? AS Difusidn gratuita. Conferencias “George Macaitlay Trevelyan” ! 1 dictadas en la Universidad de Cambridge La fotocopia no mata en enero-marzo de 1961 ol (5), Blog a un historiador por Ja precisién de sus datos cs come encomiar a un arquitecto por utilizar, en su edi- ficio, vigas debidamente preparadas 0 cemento bien mezclado. Ello es condicién necesaria de su obra, pero no su funcién esencial. Precisamente en cucstio- nes de éstas se _reconoce al historiad derecho a fundarse enjas que se han Tlamado sciencias aux liaress de Ja historia; la arqueologia, la epigrafia, in numismitica, la cronolog(a, etc. No se espera del historiador que domine las técnicas especiales mer- ced. a Jas cuales-el perito sabré determinar el origen y el perfodo de un fragmento de cerimica o de mér- mol, 0 descifrar una inscripeién oscura, 0 llevar a cabo los complejos edleulos astronomicos necesarios para fijar una fecha precisa. Los lamados datos bi (3) AL Mani Adtromomicon Liber Brinus (2.6 ed 1857, plat ma 87, 4 sicos, que son los mismés para todos les historiado- Fes, mas bien suclen pertenecer a Ja categoria de materias_primas_del_historiader que a Ia historia misma. La segunda observacién que hemos de hacer es que Ia necesidad de fijar estos datos bisicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisién que formula el historiador a priori. A pesar de la sentencia de C. P, Scott, todo pe~ Tiodista sabe hoy que la forma més eficaz de influir en Ja opinién consiste en seleccionar y ordenar los hechos adecuados, Sella decirse que los hechos ha: bla. por sf solos. Es falso, por supuesto, Los hechos s6lo hablan cuando el historiador apela a ellos: él as quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexto hacerlo. Sino me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decis que un hecho es como un saco: no se tiene de pie mis que si mete- ‘mos algo dentro, La tinica razén por la qué nos inte- resa saber que la batalla se libré en Hastings en 1066 estriba en que los historiadores lo consideran hecho histérico de primordial importancia. Es el historiador quien ha decidido, por zazones suyas, qué elpaso de aquel Tiachuelo, ef Rubicén, por César, es un hecho que pertenecé a la historia, en tanto que el paso del Rubicon por millones de otras personas antes y des- pus, no inieresa a nadie en absoluto. El hecho de que ustedes Ilegaran a este edificio hace media hora. a pie, en bicicleta 0 en coche, es un hecho del pasado ‘como pueda serlo el hecho de que César pasara el ‘Rubicon, Pero los historiaduies dejarén seguramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos. El profesor Talcott Parsons calificé una vez ta ciencia de «sistema selectivo de orientaciones cognitivas 15 hacia la realidad> (6), Tal vex padria haberse dicho con mis sencillez. Pero lo cierto es que Ia historia es eso, entre otras cosas, El historiador es necesaria- mente selective. La creencia en un niicleo dseo de hechos historicos existentes objetivamente y con in- dependencia de la interpretacién del historiador es una falacia absurda, pero dificilisima de desarraigar. ‘Echemos tuna ojeada sobre el proceso por el cual un maro dato del pasado se convierte en un hecho histérico. En 1850, en Stalybridge Wakes, un vende dor de golosinas era deliberadamente golpeado hasta Ja muerte por una muchedumbre enfurecida, tras una disputa sin importancia. Es ello un hecho histérico? Hace un afio hubiese contestado que no sin vacilar. Lo habia recogido un testigo ocular en eiertas memo- rlas poco conocidas (7); pero nunca vi que ningiin historiador Id considerase digno de mencién. Hace un afio, el Dr. Kitson Clark Jo cité en sus Conferen- clas Ford en Oxford (8). ¢Confiere esto al dato el atri: buto de histérico? Creo que atin no. Su situacién ac- tual, dirfa yo, es Ia de que se ha presentado su candi- datura para el ingreso en el selecto club de los hechos histéricos. Se ecuentra ahora aguardando partida- rios y patrocinadores. Puede que en afios sucesivos veamos aparecer este dato, primero en notas a pie de pagina, y luego en el texto, en articulos y libros acerca de la Inglaterra decimonénica, y que dentro de veinte o treinta afios haya pasado a ser un hecho histérico sélidamente arraigado. Como también puc- 0, Te Zanwone y Suns, Towards «generat teory of (vec. 18s pt. 1dr. HORE De () Lord’ Games Summ, Seventy Years Showman (2: 08. 168), ‘paige. 183-199, 1G) Seria publlendas ex breve Yao ef lo de: The Mekine Victorian Englarid, a * 16 de que nadie 1a menciones, en cuyo caso volverd a sumirse en el limbo de los hechos del pasado no per. tenecientes a Ja historia, de donde el Dr. Kitson Clark ha tratado generosamente de salvarlo, ¢Qué sera 10 que decida cul de ambas cosas ha de suceder? De penderd, pienso yo, de que la tesis o la interpretacién en apoyo de Ja cual el Dr. Kitson Clark cité este in- cidente sea aceptada por los demés historiadores como valida e importante, Su_condicién de hecho historico dependeré de una cuestién de interpreta ciér, Este elemento interpretativo interviene én todos Jos hechos histéricos. Permitaseme evocar un recuerdo personal. Cuando yo estudiaba historia de In Antigiedad en esta misma Universidad, alos ha, hube de dedicarme especiak mente al tema de «Grecia en la época.de las guerras médicass. Reuni en mis estanterias unos quince 0 veirtte voliimenes, dando por supuesto que hallaria, en aquellos tomos, todos los datos relatives a mi tema. Supongamas —lo que era casi del todo cierto— que aquellos libros conteaian todas los datos que se conocian enfonces, 0 que pod{an conocerse, Ni por un momento se me ocurid investigar en virtud de qué accidente 0 de qué proceso de erosién habia so- bresivido aquella reducldisima selecciéa de. datos, entre los miles y miles de hechos que alguna vez tu- vieron que ser conocidos de alguien, para convertirse en Ios hechos de Ja historia. Sospecho que atin hoy una de las fascinaciones que ejerce la historia an- figua y medieval radica en Ia impresién que nos da de tener a nuestra disposicién todos los datos, den- iro de unos Ifmites controlables: 1a movediza barre- ra que separa los hechos histéricos de los que no Jo son se esfuma porque los pocos hechos conocidos 7 son todos ellos histéricos. Como dijo Bury, que estu- di6 ambos periodos, «el acervo de datos con que cuenta la historia antigua y medieval esta plagado de lagunas» (9). Se ha dicho que Ia historia cs un gigan- tesco rompecabezas en el que faltan numerosos tro- zos. Mas el problema principal no estriba en las lee gunasf Nuestra imagen de Grecia en el siglo v antes de nuestra era es deficiente, y no sobre todo por ha- berse perdido tantos fragmentos de ella accidental. mente, sino por ser, en Iineas generales, la imagen que plasmé un reducido grupo de personas de la ciu- dad de Atenas. Nosotros sabemos bastante bien qué opinion tenia de I Grecia del siglo v un ciudadano atgniense; pero ignoramos qué le parecia a tn es- partano, a un corintio’o a un tebano, por no decir aun persa, atin esclavo 0 8 otro residente en Atenas que no fuese ciudadano. Nuestra imagen ha sufrido una seléccién y una determinacién previas antes de llegar a nosotros, no tanto por accidente como por personas consciente o inconscientemente imbuidas de una éptica suya pecnliar, y que penssron que los datos que apoyaban tal punto de vista merecian ser conservados. Asi tambien, cuando leo en una historia contemporinea de Ia Edad Media que la gente, en la Edad Media, era profundamente religiosa, me pre- gunto cémo lo sabemos y si es cferto, Los que conoce- mes como hechos de la historia medieval han stdo casi todos seleccionados para nosotros por genera- ciones de cronistas que por su profesién se ocupa- ban de la teorfa y la practica de la religién y que por lo tanto la conideraban como algo de suprema importancia, y recogian cuanto a ella atafiia y n0 gran cosa mds. La imagen del campesino ruso pro- (©) 3. B, Womy, Selected Essays (150), pg 52 18 imdamente religioso fue destruida por la revolucién de 1917. La imagen del hombre medieval profanda- ioso, sea verdadera o falsa, es indestruc- Hble, ya que casi todos los datos que acerca de él se sonocen fueron seleccionados de antemano por per- sonas que creyeron en ella, y que querfan que los dems la compartieran, en tanto que muchos otros datos, en Jos que acaso hubiéramos hallado pruebas de Jo contrario, se han perdido sin remisién. El peso ‘muerto de generaciones desaparecidas de historiado- ‘illdad de apelacidn muestra idea del pasado. . EI profesor Butterfield apuntaba com visible satisfac: cidn, nada menos que en 1931, que «los historiadores han reflexionado poco acerca de la naturaleza de las cosas y aun acerca de la naturaleza de su propia ma- teria de estudior (15), Pero mi predecesor en estas conferencias, el Dr. A. L. Rowse, mas preciso en su critica, escribi6 de «La Crisis Mundiale de Sir Wins: ton Churchill (su libro acerca de la primera Guerra Mundial) que, aunque estaba a la altura de la Histo- ria de ta Revolucidn Rusa de Trotsky en lu que hacia a personalidad, viveza y vitalidad, quedaba por de- C15) HL. Berruxmm, The Whig faterpretaion of ' old lg tncerpretation of History (NL), 26 ‘Gsjo de elln a un respecto: «no habia detris filosofia & ia historia algunas (16), Los historiadores brit ‘sicos se negaron a dejarse arrastrar, no porque cre- seen que {a historia carece de sentido, sine porque Sei a éste implicito y evidente. La concepcién Nbe- ‘so de la historia de} siglo xrx tenia una -estrechs afi- ‘seisd con Ia doctrina econémica del iaissexfaire, a ees serena y Safieda, Que cada cual prosiga con su especialidad, y= provers la mano cculta a a armonfa universal. es hechos de la historia eran por si mismos una rocka del hecho supremo de que existia un progreso Seséfico, y al parecer infinito, hacia cosas mas eleva- ss Era aquélla Ia edad de la inocencia, y los histo- Sedores paseaban por el Jardin del Edén sin un re- sexo de filosof{a con que cubrizse, desnudos y sin grecgonzarse ante el dios de la historia. Desde enton- ‘ces, hemos conocide el Pecado y hemos experimen exo en nosotros Ja Caida; y los historiadores que en actualidad pretenden dispensarse de una filosofia eis historia tan sdlo tratan, vanamente y sin natu: catidad, como miembros de una colonia mudista, de cecrear el Jardin del Edéa en. sus jardincillos de su- Zurtio. La molesta pregunta no puede ya ser eludi- 2 hoy. Durante los dltimos cincuenta aiies se ha levado a cabo no poco trabajo serio a propésito de Ia pre gata 2Oué es Ia Historia? De Alemania, el pals que Sento iba a contribuir a perturbar el muelle reinado al liberalismo decimonénico, salié en los dos tiltimes (0) ALL, Rowse, The End of an Epoch (197), pes. 22283, 21 decenios del siglo xix el primer desafio a la doctrina de la primncfa y Ia autonomia de los hechos en Ia historia, Los fildsofes que salieron a Ia palestra ape- nas son ya algo m4s que nombres: Dilthey es el uni- co que ha sido recientemente objeto de un tardlo re- conocimiento en Gran Bretafia, Antes de cambiar ct siglo, la prosperidad y In confianza eran todavia de- masiadas en este pafs para dedicar atencién alguna a los berejes que arremetfan contra el culte de los hechos. Pero no bien hubo empezado el nuevo siglo, pasé a Italia Ia antorcha, donde empezaba Croce a abogar por una filosoffa de la historia que desde lue- go debla mucho a los maestros alemanes. Declaré Croce que tele le i nea» (17), queriends eon ello decir que Ja his consiste esencialmente en ver el pasado por los ojos del presente y a Ia luz de los problemas de ahora, y que la tarea primordial del historiadar no es recoger datos sin valorar? porque sino valora, edmo puede saber Io que merece ser recogido? En 1910 el histo- riador norteamericano Carl Becker afirmaba, con lenguaje deliberadamente provocador, que «los he- chos de Ia historia no existen para ningin historia dor hasta que él los crea» (18). Tales desaffos pasa- ron We momento casi desapercibidos. Hasta pasa- do 1920 no empezé a estar de moda Croce —y lo es- tuvo bastante— en Francia y Gran Bretaia. Y no tal vez porque Croce fuera pensador més sutil o me- (17) Bl eoatexto de exte famoro alocismo es of siguiente: “Lot re situiclanes presenter en que vibran_ dichos.scontectmlentor (B. Cam> &, ta Mistoris come Hawke de fa Liberiad, tra esp F.C. Méxieo). Us) “Altowie Monthly, octubre 1910, pg. 528, 28 estilista que sus predecesores alemanes, sino por- después de Ia primera Guerra Mundial los he- parecieron sonreimos de modo menos propicia en los afios anteriores a 1914, y éramos por tanto ‘giis asequibles a uns filosofia que se proponia dismi- ‘saic su prestigio. Croce ejercié un gran influjo sobre ‘'@ Silésofo historiador de Oxford, Collingwood, el “Geico pensador britinico de este siglo que haya rea- Filosofia de ta histo- & Novi stante para escribir el tratado sis- que tenfa planeado; pero sus papeles, publi- ‘geios y no publicados, sobre el particular, fueron re- ‘sepidos después de su muerte en un volumen editada 4545, titulado La Idea de ta Historia. Puede resumirse coms sigue el parecer de Colling- (25). ‘Collingwood, en su reaccién contra la chistoria de Jers cola», contra una mera compilacién de hechos, == acerca peligrosamente a tratar la historia camo igo brotado del cerebro humano, con fo que nos integra a la conclusién aludida por Sir George ‘Gark en el pérrafo anteriormente citado, la de que see existe verdad histérica “objetiva”s. En ver de la BHR Coumowaon, The Mes: of Hiszory (196), ple. 23 ZA Pree Short Studies Great Subjets, | (N, wle- = 35 teoria de que la historia carece de significado, se nos ofrece aqui Ja teoria de su infinidad de significados, ninguno de Tos cuales es mejor ni mas cierto que Tos demés, lo que en el fondo equivale a lo mismo. Des- de luego la segunda teoria es tan insostenible como la primera. No puede deducirse, del hecho de que una montaiia parezca cobrar formas distintas desde dife- rentes angulos, que carece de forma objetiva © que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ja interpretacién desempefie un papel necesario en la fijacién de los hechos de 1a historia, ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter- pretacién, que todas Jas interpretaciones sean igutal- mente validas y que en principio los hechos de la his- toria no sean susceptibles de interpretacién objetiva. Mas adelante nos detendremos en el significado exac- to de la objetividad en la historia. Pero tras la hipétesis deCOlingwood, se oculta otro peligro ain mayor, Si el historiador ve necest riamente ¢l periode histérico que investiga con ojos de su ¢poca, y si estudis los problemas del pasado come clave para Ia comprensin de los presentes, no caer sn uma concepcion puramente pragmética de Jos hechos, manteniendo gue ¢l criterio de la interpreta- sn recta ha de sor-cu adecuaciin a-algin propdsite de ahora? Segin esta hipétesis, los hechos de Ia his- ioriamo son nada, y la interpretacién Io es todo. ‘Nietzsche ya dejé enunciado el principio: «La false- dad de una opinién no encierra para nosotros obje- cién alguna contra ella... El probleme radica en saber hasta donde contribuye a prolongar 1a vide, @ preser- varla, a amparar o aun a crear la especies (26). Los pragméaticos norteamericanos, aunque menos explici- (08) Ma lt det Bien 9 dal Ma, a, 36 tamente y con menos entuslasmo, siguieran el mismo derratero. Fl conocimiento es conocimiento para al- win fin. La validez del conocimiento depende de la alider del fin. Pero aun en los casos en que no se ha profesado esta teoris, la prictica ha resultado no me- os inquietante. He visto en mi propio campo de in- yestigacién demasiados ejemplos de interpretacién scatraagante que ignoraban los hechos més elem: 3s, como para no quedar impresionado ante la reali- dad del peligro. No es sorprendente que el andlisis minucioso de los productos mas extremados de ias sscuelas historiogréficas soviética y antisoviética fo- mente a veces cierta nostalgia de aquel imaginario zefugio decimonénico de la historia meramente fic- tea. Amediades det siglo xx, gcémo hemos de definir, pees, las obligaciones del historiador hacia 1os_he- os? Creo que he pasado en los wltimos silos bas- tates horas persiguiendo y escrutando documentos, Frellenando mi relato histérico con hechos debida- mente anotados a pie de pagina, como para librarme la imputacién de tratar con demasiada ligereza do- sumentos y hechos. El deber de respeto a los hechos ec recae sobre el historiador no termina en Ia obli- wcidn de verificar su exactitud. Tiene que intentar $= no falte en su cuadro ninguno de los datos cono- silos 0 susceptibles de serio que sean relevantes en =m seitido u otro para ef tema que le ocupa o para in interpretacion propuesta. Si trata de dar del inglés séctoriano Ia imagerde un ser moral y racional, no bo olvidar Jo acontecido en Stalybridge Wakes on 421850. Pero esto, a su vez, no significa que pueda eli- ‘sinar la interpretaci6n que es Ia savia de 1a historia. ‘Eas legos en la materia —es decir, los amigos de fuera EY at de In Universidad, 0 los colegas de otras disciplinas ‘académicas— me preguntan a veces cémo aborda el hhistorindor su trabajo cuando escribe Historia. Pare que la idba mis corriente es que el historiador divi de su tnren en dos fases 0 perfades claramente dife- venciades, Primero, ciedica un largo tiempo prelimi: nar a leer sits fuentes y a colmar de datos sus cua- Mernos de notas; termidada esta fase del trabajo, Sparta de s{ Ing fuentes, tira de los cuadernos de apuates, y escribe el libro del principio al fin. Para iui, esta imagen resulta poco convincente y nada plat- ‘ible. En Jo que «maf respects, no bien Ievo algin tiempo investigando Jas que me parecen fuentes capitales, ol empuje se hace demasiatlo violento y me pongo a escribir, no forzosamente por ¢l princh pio, sino por alguna parte, por cualquiera. Luego jeer y e juntos, Aflado, suprima, dey nue a forma, tacho, conforme voy Jeyendo. La lectura viene guiads, dirigida, fecundada por Ia escritura: cuanto més escribo, més sé Jo que voy buscando, mejor comprendo el significado y la relevancia de Jo que hallo, Es probable que algunos historiadores fleven 2 cabo mentalmente toda esta escritura preli- miner, sin echar mano de pluma, de papel, ni de mé- quina de escribir, lo mismo que hay quienes juegon thentalmente al ajedrez, sin sacar el tablero ni las piezas: es un talento que envidio pero que no pucdo Pmular. Pero estoy convencido de que, para todo his- toriador que merece tal nombre, los dos pracesos que los economistas aman «inputs y soulpute se Gesarrollan simulténeamente y, en Ia préctica, san ypartes de un solo y tinico proceso. Si se trata de sepa: Porlos, o de dar a uno prioridad sobre el otro, se cae tn una de ambas herejias. O bien se escribe historia 38 ‘ijeras y cola, sin importancia ni significado; o e= se escribe propzganda o novela histérica, tiran- de los datos del pasado para bordar un género de eratitra que nada tiene que ver con Ia historia. histéricos nos coloca, por tanto, en una cién visiblemente precaria, haci¢ndonos navegar nte entre el Escila de una insostenible teoria historla como co! én_abjs jechas, ‘sos injustificada primacta del hecho sobre la in- si6n, y el Caribdis de otra teoria igualmente Ia historia como_producto subjetivo “be mente del historiador, quien fija los hechos his- Ses y los domina merced al proceso interpreta- ‘S= entre una nocién de 1a historia con centro de “geaiediad en el pasado, y otra con centro de gravedad e presente. Pero mucsira situacién es menos pre- "S= de lo que parece. Volveremos, en estas confe- Stas, a/encontrar la: misma dicotomfa del hecho y & Ssterpretacién bajo otros ropajes: lo particular %© sen, lo empirica y lo teérico, lo objetivo y Io etivo, La espinosa tayea_que ircumbe al histo: ior es la de reflexionar acerca de la paturaleza del bre. El hombre, salvo acaso en su més pristina iay en su mis avanzada vejez, no estd del todo erbido por ¢l mundo que Je rodea ni incondicio- ente sometido a él. Por otra parte, nunca es del lependiente de 41, ni lo domina incondicio- te» Le relacién del hombrescon-eLmundo cir dante es Ja relacion del _historiador con su tema. Gistoriador no es el humilde siervo ni el tirdnico © de sus datos. La relacién entre el historiador | | sus datos es_de_igualdad, de intercambio. Como o historiador activo sabe, si s¢ detiene a reflexio~ 39 I enyZt® entre el presente y el'pasado. nar acerca de lo que esté haciendo cuando piensa y escribe, el historiador se encuentra en trance conti 0 de amoldar sus hechos a su interpretacién y ésta a aguéllos. Es imposible dar Ia prim: 0. El historiador empieza por una seleccién provi sional de los hechos y por tma interpretacién provi- sional a Ia luz de Ja cual se ha levado a cabo dicha seleccién, sea ésta obra suya o de otros. Conforme va trabajando, tanto la interpretacién como la seleccién y ordenacién de los datos van sufriendo cambios su- tiles y acaso parcisimente inconscientes, consecuen- cia dela accién recfproca entre ambas. Y esta misma accién reciproca entrafia reciprocidad entre el pasa- do y el presente, porgue , por fin ese convirtié en individuo espiritual y se re conocié a st mismo como tal». Ulteriormente, el cult se ligé a Ia aparicién del capitalismo y del protestan- tismo, a Ios comfenzos de la revojucién industrial y a las doctrinas del laissez-faire. Las derechos del hom- bre y del ciudadano proclamados por Ia Revolucién Sites eran for dere El indivi. dualismo era la base de a gran filosofia decimonéni- ca del utilitarismo. El ensayo de Morley, On Compro- mise, documento caracteristico del liberalismo victo- riano, calificaba el individualismo y el utifitarismo de «religién de la felicidad y el bienestar humanos>. Un «rabioso individualismos, tal era Ia nota clave Ael progrese humano. Este puede ser un anilisis per- fectamente adecuado y vilido de la ideologia de una época histérica determinada, Pero lo que quiero de- jar claro eo que la creciente individualizacién que acompafié ala aparicién del mando moderno no Fue 44 ino _un proceso normal en una civilizacién en max: cha, Una revolucién social elev a una posicién de poder a mucvos grupos sociales, Tuvo lugar, como Siempre, por mediacién de individuos, y brindando nuevas oportunidades de desarrollo individual; y ‘como en Jas primeras fases del capitalismo Jas unida- des de produccién y de distribucién se hallaban en gran parte en manos de individuos aislados, 1a ideo- fogia del nuevo orden social dustacs poderosainente dl de Ia iniciativa individual dentro del orden social, Pero el proceso fue todo él un proceso social, Tepresentativo de un momento especifico del desa- rrollo histérice, y no puede explicarse como una re- belién de los individuos contra Ja sociedad, ni en fun- cin de una emancipacién de los individuos de sus trabas sociales. Muchos sintomas sugieren que, aun en el mundo occidental que fue foco de tal desarrollo y tal ideo- logia, dicho periado histérico ha tocado = su fin: no necesito insistir aqui sobre Jo que se denomina demo- cracia de masas, n! en ln sustitucién gradual de for. mas de produccién y de organziacién econémicag pre- dominantemente privadas por otras predominante- mente colectivas. Pero la: ideologis originada por aque! largo y fructifero periodo es todavia una fuer- za dominante en Europa occidental y en los paises de habia inglesa, Cuando hablamos en términds abs~ teactos de la tension entre Ta Tbertad ¥ Ia igualdad, o eniré Ja Tiberiad individual y Ta justicia social, ol vidanice TiclImente que Jas Tuchas mo Henen_Tugar entre Héas absiraclis. NOS mmbaies entic indi- ‘vidios en cuanto tales y la sociedad en cuanto tal, sino entre grupos de individuos en la sociedad, cada uno de los _eualls contlende por imponer 45 polfticas sociales que le son favorables, y por frus- trar las que le son contrarias. El individualismo, en su acepcién, no ya de gran movimiento social, sino de falsa oposicidn entre el individuo y la sociedad, se hha convertido hoy en lema de um grupo interesado y debido a su cardeter polémico, en barrera que di- ficulta nuestra comprensién de lo que scontece en el mundo, No tengo mada que decir en contra del culto del individuo como protesta contra Ia ten- dencia que trata al individuo como un medio y que hace de Ja sociedad © del Estado un fin. Pero no Megaremos a una comprensién del pasado ni del resente si intentamos operar con el concepto de tin Indieidue abatacio a mangen dels seciedat— ¥ esto me Tieva finalmente ala médula de mi larga digresion. La concepcién de sentido comin de La his- toria Ia considera como algo escrito por los indivi duos acerca de los individuos. Este enfoque fue deste Wego el adloptado y fomentado por los historiadores liberales del siglo 20x, y no es fundamentalmente errénea. Pero hoy nos parece excesivamente simpli ficado ¢ insuficiente, y hemos’ de profundizar mds €m nuestro examen. El saber del historiador no €3_propisdad _suya_exchisiva: hombres de varias generaciones han contribuide probablemente a su acumulacién. Los hombres cuyos actos estudia et historiador no fueron individuos sisiados que obra- ‘ban en el_vacio: actuaron en el contexto, y bajo el impulso, de una sociedad pretérita, En mi anterior conferencia describi la historia como un proceso de interaccién, come un didloge entre cl historiador: pre- sente y los hechos pasados. Quiero ahora detenerme en el peso relative de los elementos individuales y Sociales en ambos lados de la ecuacién. ¢Hasta_qué 46 \dividuos y hasta_qué punto son Ios historiadores 9 punto producto de su jad y de su é Has ta qué punto son los hechos de la his jechos acerca de individuos aislados y hasta qué punto he- chos sociales? Bl historiador, pues, es un ser humano individual. Lo mismo que los demds individuos, es también un fenémeno social, producto a la ver que portavaz EaAsciente o inconsciente de la sociedad a que per- tenece; en concepto de tal, se enfrenta com los hechos del pasado histérico. Hablamos a veces: del curso Wistérieo dieiendo que es un desfile en marchi ‘La metéfora no es mala, siempre y cuando el histo- rindor no caiga en la tentacién de imaginarse aguila espectadora desde una cumbre solitaria, 0 personaje importante en Ia tribuna presidencial. {Nada de cool El historindor to es sina un oscuro personaje mas, que marcha en otro punto del desfile. Y conforme pasa el desfile, Muctuando ya a Ia derecha ya a la inquierda, y hasta doblindase 2 veces sobre si mis- mo, las posiciones relativas de las diversas partes de 1a comitiva, cambian de continuo, de forma tal que ro seria un despropésito decir que estamos. hoy mas cerea de la Edad Media de lo que estaban nues- tros bisabuelos un siglo atrés, 0 que los tiempos de César estén més préximos a nosotros que los de Dante. Nuevas perspectivas, nuevos enfoques van sur- glendo constantemente a medida que el desfile —y con ¢! el historiador— sigue su curso. El historiador es parte de Ja histori . Su posicién én el desfile de- Stn apes eine pe ~~ Esta perogrullada no deja de ser clerta cuando 41 el periodo investigado por el historiador dista mu- cho de su propia época, Cuando yo estudiaba historia antigua, los cldsicos en Ia materia eran —y todavia son probablemente— la Historia de Grecia de Grote Ja Historia de Romi de Mommisen. Grote, un bar quero radical ilustrado que escribia en el quinto dczenlo- dl siete past, encarné las aspiraciones de Ia clase media britdnica, pujante y polfticaments progresiva, cn una imagen idealizada de In democre- cia ‘ateniense, en la que Pericles parece un refor- mador de la escuela de Bentham y donde Atenas adquirié un imperio en un acceso de distraccién. Acaso no sca del todo descaminado sugerir que el sbandono, por parte de Grote, del problema ate niense de la esclavitud, reflejara cl hecho de que el grupo social a que pertenecia no sabia hacer frente al problema de la nueva clase obrera Tabril inglesa, Mommsen era un liberal germano desengafiado por las confusiones y las humillaciones de la revalucién. alemana de 1848-1849. Mommsen, que escribia en la década siguiente, In que vio nater el término y el concepto de la Realpolitik, estaba imbuida del senti- do de Ja necesidad de un hombre fuerte que barriera Jos escombros del fracaso del pueblo aleman en sit intento de realizar sus aspiraciones polfticas; y nun- ca apreciaremos su historia en lo que vale si no nos pereatamos de que su_conocida idealizaciéa de Cé- sares producto de aquél anhelo de un hombre fuerte que salvase de Is ruina a Alemania, y que el abogado y politico Cicerén, aquel charlatan ineficaz y turbio contemporizador, es un personaje que parece direc- tamente salido de los debates de la Paulikixche en Frankfurt, en 1848, ¥ en verdad, no me pareceria paradoja absurda el que alguien dijese que la Histo- 48 ria de Grecia de Grote nos informa. en Ia actualidad tanto-acerea del pensamiento de los radicales filaséfi- cos ingleses del quinto decenio del pasado siglo como acerca de la democracia ateniense en.el siglo v antes de nuestra era; 0 que quien _desce comprender lo que 1848 cepresenté para los liberales alemanes debe tomar la Histeria-de Roma de Momsen como uno de sus likzos de texto. Lo cual no disminuye su valor como grandes obras histéricas. ce No aguanto la moda lanzada por Bury en su lee cién inaugural, de pretender que 1a grandeza de Mommsen no se funda en su Historia de Roma, sino sm el corpus de inscripciones y en su trabajo sobre el derecho constitucional romano: esto es reducir la historia al nivel de la compilaciéa. La gran_historia se escribe precsamente cuando 1e-wsin dal passde por parte del_historiadop sn flumina con_sus_cono- iientos de los problemas del presente, Se ha aeieiad @ menudo sorpresa porque Mommsen interumpié su historia ea el momento de 1a caida de Is repliblica. No le falté para seguir, ni tlempo, ni ocasién, ni conocimientas. Pero cuando Mommsen escribié su historia, atin no habla surgido en Ale- mania cl hombre fuerte. Durante su carrera activa, a cuestién de qué ocurriria una vez asumido el po- der por el hombre fuerte no era todavia problema real, Nada inducia a Mammsen a proyectar este pro- blema sobre el escemario romano; y Ja historia det erio quedé sin escribir. ee cil multiplicar los ejemplos de este fené- meno entre los historisdares moderns, Ea mai ulti: ma conferencia rendi homenaje a la Ingtaterra bajo ta Reina Ana del Dr. Trevelyan, como monument @e Ia tradicion liberal en que habia sido educado. 9

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