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SOCIEDAD – INLADES
Jr. José del Carmen Cabrejo 511 – Callería
Cel. 995 225 785
1 Vid., VON LISZT, en Strafrechtlichen Vorträ und Aufsätze, I, p. 222: “Lo que como hecho real se corresponde con el concepto de delito
siempre es (..) un suceso sensorial del mundo exterior, un acontecer en hombres y cosas, una modificación conforme a las leyes causales
que rigen la naturaleza”.
2
Vid., MEZGER: Tratado, I, p. 156: “Su comprobación (scl. Del delito) no puede tener lugar mediante un simple juicio sobre lo que es;
dicha comprobación siempre lleva en si una determinada valoración normativa del estado de hecho, un juicio sobre el valor, al lado del
juicio sobre lo que es”
3 Vid., así, M. E. MAYER: Norma jurídica y normas de cultura, p. 125 y ss.
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B. La persona y su dignidad
4
Vid., JACKOBS, en Grundfragen des Strafrechts, Koriath/Krack/Radtke/Jehle (Hrsg.), p. 77 y s.
5 PERCY GARCÍA CAVERO: Derecho penal parte general, p.341.
6
Igualmente, PINEDO SANDOVAL: Imputación objetiva, p.72.
7 PERCY GARCÍA CAVERO: Derecho penal parte general, p.341
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HERVADA, puede decirse que la dignidad de la persona humana significa que se trata
de un ser como una dimensión espiritual que es lo que le proporciona la intensidad
y la perfección del ser más altas que el resto de seres del mundo animal8. La dignidad
humana tiene dos expresiones: una absoluta y otra relativa. La primera constituye
un mínimo irrenunciable del que ninguna persona puede ser despojada, mientras
que la segunda está referida a su actuación práctica, por lo que la persona puede ir
perdiéndola en función de la manera como vaya actuando9. Ambas expresiones de
la dignidad humana deben ser consideradas por la teoría del delito, si es que quiere
tener como referencia el concepto de persona del que parte la Constitución 10.
8
Lecciones propedéuticas de Filosofía del Derecho, p. 452.
9 Vid., SPAEMANN, en Lo natural y lo racional, p.106.
10 PERCY GARCÍA CAVERO: Derecho penal parte general, p.342.
11
Si bien PIÑA ROCHEFORT, en Teoría de los sistemas (Gómez-Jara Ed), p. 276, no niega la existencia de una dignidad humana intrínseca y
previa, señala que mientras esta dignidad no sea socialmente reconocida carece de existencia social. Esta afirmación vacía de sentido la
existencia de una dignidad intrínseca, pues al estar condicionada al “reconocimiento social” ya no es absoluta.
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La dignidad humana tiene, por otra parte, una manifestación relativa que se
proyecta en su actuación práctica. La persona actúa en sociedad en orden a alcanzar
su realización personal. Esta realización no puede obtenerse, sin embargo, de
cualquier manera, sino que, en su interrelación con los demás, la persona debe
observar ciertas reglas de convivencia esenciales. Si tales reglas no son observadas,
entonces la dignidad relativa de la persona se degrada, lo que permite el reproche
colectivo y eventualmente la imposición de una sanción. Debe quedar claro que el
castigo no se sustenta en la simple necesidad de mantener el sistema social, sino
que es necesario un reproche social contra el autor por su falta de fidelidad a las
reglas que imponen el respecto a los demás. Este reproche punitivo solamente tiene
lugar si el infractor, mediante su libre actuación, comunica un cuestionamiento a la
vigencia de las normas elementales de convivencia.
Esta circunstancia es, generalmente, admitida por los partidarios del finalismo.
Así, Stratenwerth dice que estos "supuestos faltan en el momento voluntario en
el sentido tradicional de la teoría de la acción"; pero, al mismo tiempo, afirma
que, "no obstante su carácter inconsciente, se trata de acciones dirigidas de tal
manera que pueden resultar conscientes". Este autor alemán se esfuerza, pues,
en explicar que "comportamientos inconscientes son posibles de ser dirigidos
hacia un fin", y que "sólo en la medida en que lo sea, es razonable incorporarlos
al concepto como objeto posible de la valoración jurídico-penal". Este esfuerzo
no logra, sin embargo, neutralizar de manera satisfactoria las objeciones
formuladas contra la teoría finalista.
El concepto finalista de acción no comprende el comportamiento omisivo ni
explica cabalmente la acción culposa (producción de un resultado ilícito
mediante negligencia). A fin de superar las críticas que se hacen,
fundamentalmente, a su concepción en el dominio de las acciones culposas, es
que Welzel se refirió a la noción de cibernética. Los esfuerzos de los finalistas en
este sentido no han sido efectivos; de allí que se pueda sostener que la "historia
de la teoría finalista es la historia de sus diversos y cambiantes intentos para
explicar los delitos culposos". Es cierto que la acción, en un comportamiento
culposo, es también una acción final; pero, asimismo, también es cierto que esta
su finalidad es jurídicamente irrelevante (extratípica) y que las valoraciones
penales (antijuricidad y culpabilidad) no se refieren a ella.
Se ha tratado también de salvar esta objeción, sin mucho éxito, recurriendo a la
noción de "finalidad potencial". Así se dice, por ejemplo, que conducir un
automóvil para llegar a un lugar determinado es una acción "realmente
finalista"; y que el atropello sobrevenido, a causa de una imprudencia del
conductor, implica una "finalidad potencial"; la misma que condiciona la
valoración jurídico-penal. En este sentido, para Stratenwerth la clara
comprensión del doble rol de la finalidad permite esclarecer en definitiva el
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hecho de que tanto las infracciones dolosas como culposas se apoyan sobre el
substrato de la voluntad real de acción del autor.
Se critica, igualmente, a la teoría finalista por su concepción natural del dolo
(considerado sólo como fenómeno psicológico: intención) y porque la naturaleza
misma de la finalidad no permite comprender al denominado dolo eventual.
c) Acción social:
De acuerdo a los partidarios de la concepción social, el criterio común que
permite elaborar un concepto único de acción, comprensivo del hacer y del
omitir, es el carácter socialmente relevante del comportamiento humano. Según
ellos, su tesis constituye una solución intermedia entre los criterios ontológicos
y los normativos puros.
Por comportamiento se entiende cada respuesta del hombre a las exigencias del
mundo circundante, conocidas o cognoscibles, mediante la realización de una
de las posibilidades de acción que, de acuerdo a su libertad, se encuentran a su
disposición Tal respuesta puede consistir en la ejecución de una actividad final
(orientada hacia un fin determinado); en la no realización (inactividad) de un
acto ordenado (no necesariamente por la ley); o, en ciertos límites, en la
producción de un resultado mediante un suceso en principio controlable
(causalidad). Según esta concepción, socialmente relevante implica la relación
del individuo con el mundo circundante (su milieu), el que es alcanzado por sus
efectos. Por lo que es necesario que el comportamiento sea eficaz hacia el
exterior; siendo suficiente, en caso de omisión, la no producción de los efectos
que hubiese ocasionado la acción esperada.
De esta manera, los partidarios de la acción social tratan, evitando los errores
de los causalistas, de comprender las diversas formas de comportamiento. El
elemento común a éstas sería su carácter socialmente relevante.
Determinar la importancia de la acción supone un punto de referencia que es de
naturaleza normativa. Un ejemplo claro es el de los actos omisivos. Esta forma
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logra determinar lo que para el derecho penal constituye una acción; ya sea una
actividad dirigida a un fin, la producción causal de un resultado o el simple no
hacer algo. Para esto es de tener en cuenta que las normas penales tienen como
referencia inicial un daño o un peligro que implican la violación de un bien
jurídico.
Debido a que la consecuencia penal no es fundamentada, mediante la ley, en los
mismos factores, resultan vanos los intentos para concebir un concepto único y
englobante de toda forma de accionar humano relevante para el derecho penal.
Si bien de esta afirmación es factible deducir que el legislador tiene una gran
libertad para vincular un determinado suceso con una sanción penal, esto no
significa que su proceder sea siempre correcto y justo. Aquí entran en juego
criterios axiológicos y de política criminal y que es indispensable discutir
abiertamente.
Al interior del sistema, lo que interesa es el comportamiento típico. De lo
afirmado se deducen dos consecuencias: la primera es de índole general, la
caracterización de la infracción no está condicionada en definitiva por la
determinación de la noción de acción, sino más bien por la manera como se
concreticen las nociones de tipicidad e ilícito. La segunda está más en relación
con la problemática de la acción: la función que desempeña la noción de acción,
cualquiera que sea su orientación, es de carácter negativo: sirve para eliminar -
a partir de los tipos legales, en buena cuenta- los hechos irrelevantes para el
derecho penal.
Legislación nacional
La terminología utilizada por el legislador para designar el comportamiento
penalmente relevante es variada e imprecisa. Es la consecuencia necesaria de su
técnica legislativa. Su objetivo no era - evidenciado por haber escogido como
modelos los proyectos suizos- la precisión dogmática. Pudo esperarse una mayor
uniformidad en los vocablos utilizados; pero, no que proporcionase un catálogo
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produce sólo la inimputabilidad del agente, quien es capaz de accionar (art. 85,
inc. 1). En relación con los actos realizados en estado hipnótico se discute
mucho; algunos autores consideran que no existe acción y que el hipnotizado se
convierte en un instrumento sin voluntad en poder del hipnotizador. Y, este
último, se hace responsable, a título de autor mediato, de los actos delictivos
cometidos por el hipnotizado.
En el Proyecto de Código Penal, se estatuye que no hay acción en caso de sueño
natural o provocado", "sugestión hipnótica" y "violencia física a la que (el autor)
no haya podido resistir o sustraerse".
Cuando se trate de constatar una circunstancia excluyente de la acción, deberá
verificarse si la acción inmediatamente anterior tiene importancia para el
derecho penal. En el conocido ejemplo de la madre que causa, por asfixia, la
muerte de su hijo recién nacido mientras duerme junto a él, no se puede decir
que haya realizado una acción, sin embargo, puede imputársele el acto de haber
conservado, conscientemente, el niño junto a ella.
Relación de causalidad
Según las disposiciones de la parte especial, la imposición de una sanción puede
fundarse en la simple realización de una acción o sobre el resultado externo e
independiente a la acción misma. La calumnia, por ejemplo, es una infracción
que se consuma cuando el agente acusa o denuncia a otro ante una autoridad
atribuyéndole un hecho punible determinado. Aquí, "la propia acción constituye
el punto final del tipo legal". Por el contrario, en el caso de homicidio o de
lesiones corporales, es necesario que se produzca el resultado (muerte o lesión).
En el primer caso, de los denominados delitos de simple actividad, no se
presenta un problema de causalidad. Lo mismo puede afirmarse en relación con
los delitos de peligro abstracto y los delitos de omisión simple. En el segundo
caso, de los llamados delitos de lesión, sí es decisiva la constatación de la
presencia de nexo causal; en la práctica, sobre todo, en relación a los delitos de
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distinguir los denominados "tipos legales sui generis". Son, también, elaborados a
partir de un tipo básico; pero tienen autonomía debido a la manera como han sido
concebidos. Por ejemplo, el tipo legal del delito de robo en su primera parte.
Jurisprudencia
La comprobación de que un acto se adecua o no a un tipo legal debe ser realizada
con mucho cuidado. Un error puede conducir a reprimir como delito un acto que no
ha sido previsto como tal en una ley, o a no perseguir penalmente al autor de un
acto, en realidad típico. Esto es lo que hace el juez instructor aunque sea de manera
provisional al momento de decidir si procede abrir instrucción. Al dictar sentencia,
el juzgador debe cuidar mucho de no desfigurar los tipos legales. De suceder esto,
estaríamos frente a un atentado contra el principio de la legalidad.
No es correcto, por ejemplo, absolver a los acusados de haber tenido relaciones
sexuales con una menor de trece años, alegando que "el delito contra el honor
sexual sólo es justiciable con todo elTampoco es acertado, reprimir al padre o al
hermano mayor que práctica, sin emplear "violencia o grava amenaza" el acto sexual
con la hija o la hermana; pero lo hace abusando de la autoridad que tiene sobre la
víctima y que se deriva de las estrechas relaciones familiares que los unen. La Corte
Suprema ha admitido que la manera de proceder antes descrita constituye una
especie de "violencia". Este razonamiento no es una mera interpretación (ni
extensiva), pues sobrepasa el posible sentido literal del texto legal. Además, si el
término "violencia" comprende estos casos de abuso de la autoridad familiar,
mencionados, no se explicaría por qué el legislador mencionó la "amenaza grave",
que con mayor razón debería considerarse ya comprendida. En realidad, la Corte
Suprema recurre a la analogía y lo hace por razones extra legales: "es no sólo
contrario a lo moral sino que es un acto, manifiestamente punible, porque va contra
las bases sustanciales reprimir este acto "importaría hacer ambiente para que los
delitos incestuosos queden también impunes; y esto no puede ser.
IV. LA ANTIJURIDICIDAD:
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Una contradicción entre ambos tipos de sistemas no existe y sus diferencias se dan
sólo en un nivel de acentuada abstracción. Los principios son formulados de manera
tan general que pierden en significación teórica y práctica.
Habiendo admitido el carácter unitario de la antijuricidad, nosotros consideramos
que las causas de justificación tienen como fuente todo el orden jurídico y no tan
sólo la ley penal. Esta concepción ha sido profundizada por los juristas alemanes
debido a que su Código Penal enumeraba de una manera incompleta las causas de
justificación. En nuestro Código Penal está expresamente previsto que la ley, en
general, es el fundamento de las causas de justificación. Sin embargo, la ley no es
todo el ordenamiento jurídico, de manera que la justificación de un acto ilícito
puede ser buscada fuera de la ley. La doctrina lo admite, ella emplea la expresión
"causas de justificación supralegales". Su necesidad se desprende del hecho que la
enumeración que hace la ley de las causas de justificación no es exhaustiva. Y su
admisión no significa una violación o un abandono del principio de la legalidad,
puesto que ellas limitan el poder represivo.
Legítima defensa:
Ella constituye la causa de justificación por excelencia, y es admitida por todas las
legislaciones. El derecho positivo y la doctrina no discrepan, en principio, sobre las
principales condiciones de su realización.
El legislador peruano ha previsto la legítima defensa en el art. 20 inc. 2, C.P. Y, las
modificaciones que él realizó son, en nuestra opinión, de inspiración suiza. Esta
disposición ha sido difícilmente modificada mediante la ley D.L. 23404, del 27 de
mayo de 1982, estatuyéndose un caso de legítima defensa presunta.
a) Agresión ilegítima:
Según nuestro código, la legítima defensa supone una agresión que implica una
lesión o la puesta en peligro de un bien (lato sensu) legalmente protegido. Ella
debe ser la obra de una persona física que actúa positiva o negativamente
(comisión u omisión). No se trata de cualquier agresión. Es necesario que ella
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sea ilícita, es decir, contraria al derecho, aun si ella no constituye una de las
infracciones enumeradas en la parte especial del código. No puede hablarse
tampoco de agresión ilegítima cuando se da un acometimiento recíproco; por
ejemplo, una pendencia.
El autor de la agresión puede ser un irresponsable o una persona no culpable.
Alberto Sommaruga considera, por el contrario y siguiendo a Manzini, que "es
indispensable que provenga (la agresión) de un sujeto capaz, dotado del
discernimiento suficiente como para comprender el carácter antijurídico de su
comportamiento". La Corte Suprema ha admitido la legítima defensa en favor
de la madre que reacción contra un sujeto "sordomudo" e "imbécil-agresivo"
que trató de abusar de su menor hija; sosteniendo de esta manera el criterio,
generalmente aceptado en doctrina. Esta característica personal del agresor
debe ser considerada al juzgarse sobre la proporcionalidad de la defensa. El
atacado, consciente de este circunstancia, debe reaccionar mesuradamente.
No actúa en legítima defensa quien "a los pocos momentos" de ser herido arroja
una pedrada en la cabeza de quien lo lesionó. La Corte Suprema ha resuelto que
no es de admitir la existencia de esta causa de justificación "si se tiene en cuenta
que la agresión (reacción)... se produjo, no en acto simultáneo... sino cuando
había transcurrido algún tiempo, y cuando ya había quedado concluido el
ataque...". Esta decisión es correcta sólo en su parte final, ya que no es requisito
que la defensa sea simultánea a la agresión. "Defensa" no puede existir, muy
bien lo reconoce la Corte Suprema, cuando la agresión se haya consumado
("cuando ya había quedado concluido el ataque"). El Código Penal expresa sólo
implícitamente esta condición cuando dice: "impedir o rechazar el ataque". Esta
expresión supone, evidentemente, una agresión presente o inminente. Una
persona amenazada por un tercero de un peligro futuro y lejano no puede
reaccionar invocando la legítima defensa. No se puede tampoco considerar
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Estado de necesidad:
Puede ser concebido teóricamente como una situación de peligro (presente o
inminente), en la que la lesión de un bien jurídicamente protegido aparece como
el único medio para salvar un bien del agente.
Así concebido, el estado de necesidad comprende la legítima defensa. Esta no
es sino un caso especial del estado de necesidad. Sin embargo, en el estado de
necesidad propiamente dicho, el bien lesionado y el bien preservado son
igualmente protegidos por la ley. El titular del bien jurídico que ha sido lesionado
no merece este daño. En la legítima defensa, por el contrario, el bien jurídico
lesionado pertenece al autor de la agresión ilícita quien merece tal lesión.
El bien jurídico dañado pertenece a un tercero inocente. Se equivoca, por tanto,
la Corte Suprema cuando afirma que quien acepta un desafío para batirse en
duelo actúa en estado de necesidad incompleto al verse amenazado por su
contrincante, quien rastrilló su arma dos veces antes de iniciarse el singular
combate. Estamos ante un caso de estado de necesidad, por el contrario, cuando
X amenaza de muerte, esgrimiendo un cuchillo, a su esposa. Esta huye de la
cocina, donde tenía lugar la disputa, desciende rápidamente la estrecha y
empinada escalera que conduce al primer piso, por el cual su suegra comenzaba,
precisamente a subir, agarrándose a los pasamanos. Con el objeto de abrirse
paso tira de un brazo a su suegra, la empuja a un lado y continúa su carrera. La
anciana señora (madre de X) pierde el equilibrio y cae; muriendo horas después,
a causa de las lesiones que le ocasionara la caída.
a) Peligro inminente e imposible de evitar de otra manera:
El estado de necesidad supone la existencia de un peligro inminente,
ocasionado por un fenómeno natural o por una actividad humana. La
fórmula legal es incompleta en este aspecto; pues, también es posible el
estado de necesidad cuando el peligro es actual. No existe razón para que en
este punto se establezca una diferencia con la legítima defensa. Es correcta,
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etapas por las que pasa la persona, quien crece y se desarrolla de acuerdo a
sus cualidades innatas y al medio ambiente ("milieu") en que se desenvuelve.
Sin entrar a analizar las diversas etapas de la vida del individuo, señalamos
que el paso de la niñez a la madurez es un período de particular tensión
interna y externa. Esta será superada, biológicamente con el paso a la
pubertad (madurez-sexual); sociológicamente, con la adecuación a un nuevo
rol social; precisamente, el del adulto. Esta fase de tránsito se caracteriza por
el desequilibrio notable en el mundo interno del adolescente y por las
contradicciones existentes entre "su personalidad y su situación vital
interna".
El rápido crecimiento biológico del individuo no tiene un progreso correlativo
con su desarrollo intelectual y moral.
El adolescente es poseedor de una energía corporal que no cuenta con los
mecanismos de control e inhibición del adulto. Las vivencias del individuo en
esta etapa, según Exner las ha descrito, se caracterizan por "un afán
poderoso de imponerse, una elevada acentuación del yo, un deseo a la
autoformación y a la autorealización; con una posición de orgullo
característica y una disposición revoltosa frente a la obligación y a la
autoridad; todo en contradicción característica con un inseguridad interna,
que en el último término, viene a ser una señal de debilidad e incapacidad;
presunción y falta de previsión que desestiman las consecuencias de su
propio hacer, ya se trate de una aventura romántica o de las consecuencias
demoledoras para el futuro, de una pena; volubilidad e inconstancia que
entran en conflicto con las nuevas tareas de una educación profesional
disciplinada; además, los poderosos apetitos sexuales despertados cautivan
la fantasía sin encontrar caminos de satisfacción permitidos. En todo
momento, una oposición entre el querer y el deber".
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angular del sistema el libre albedrío, y que reconocía la pena como única
reacción contra el delito; y, de otro lado, de la concepción positivista italiana
y de sus epígonos que admiten la "responsabilidad social" y estiman que el
delincuente debe ser sólo tratado y no sancionado.
Noción de imputabilidad
Se deduce de la concepción negativa de la imputabilidad admitida por el
legislador, la siguiente noción positiva: una persona es imputable cuando
posee la facultad de apreciar el carácter delictuoso de su acto y la facultad
de determinarse conforme a esta apreciación.
Destaquemos, en primer lugar, que el legislador se refiere a la "facultad de
apreciar el carácter delictuoso" y no a la "apreciación del carácter
delictuoso". Se trata de la capacidad intelectual del individuo para conocer
sus deberes, para darse cuenta de la inserción de su propia persona en el
orden jurídico y para comprender (consideraciones mutuas, necesidad de la
represión eventual de la violación de las normas sociales). Sin embargo, esta
capacidad no se confunde con la conciencia de la antijuricidad del acto o de
su carácter punible. Ella consiste, más bien, en un desarrollo de la razón, en
la existencia de una cierta conciencia propia, en el conocimiento del deber,
no sólo ético sino también legal.
Cuando el legislador aludo a la facultad de determinarse, se refiere a la
voluntad. No se trata de aceptar el libre albedrío, sino de reconocer al
hombre consciente de sus deberes la capacidad de obrar según sus móviles.
Esta facultad no es considerada ni como una entidad abstracta, ni como una
simple función puramente psicológica. Se trata del "potencial voluntario
mínimo que permite al individuo controlar, en concreto y efectivamente, su
comportamiento según las normas de conducta admitidas, de manera
general, por la sociedad en la que vive". La ley considera que la inteligencia
le basta al hombre normal para darse cuenta de que su acto es contrario al
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realización de una acción; pero, en base a la total personalidad del agente. Sin
embargo, hay que recordar que la determinación del grado de culpabilidad no sólo
se hará teniendo en cuenta el acto antijurídico aislado, sino también considerando
las circunstancias de hecho y personales en que actuó. Pero, ya éste es un problema
de graduación de la pena, como muy bien lo estatuye y lo considera la doctrina.
A pesar de reconocer la primacía del principio "no hay pena sin culpabilidad" algunas
legislaciones penales contemporáneas conservan ciertos rezagos de la
responsabilidad sin culpabilidad.
Caso fortuito:
El límite de la culpabilidad es señalado por el caso fortuito, que "es el confín donde
comienza lo imprevisible". Caso fortuito no significa ausencia de causa, ni se debe
pensar únicamente en un suceso de la naturaleza. El caso fortuito siempre está en
relación con un hacer u omitir humano. Lo que caracteriza al caso fortuito es la
"imprevisibilidad del acontecimiento que se produce en relación causal con la
actividad de un hombre o con su omisión". Sólo puede hablarse de culpabilidad en
caso de un suceso previsible. Esta previsibilidad está en relación con las condiciones
del sujeto que actúa. Es posible imaginar, entonces, que un hecho puede "ser
fortuito respecto a un individuo, pero culposo -luego culpable- respecto a otro;
depende de la posibilidad concreta de la representación". En este sentido se
pronuncia la Corte Suprema. en su Ejecutoria del 17 de noviembre de 1972, dice
textualmente: "que como aparece de autos, el hecho materia de juzgamiento fue
enteramente causal y no atribuible a imprevisión culpable del acusado; que, en
efecto, la víctima, luego de satisfacer una necesidad en el corral de su casa ... sin
hacer indicación o advertencia alguna al acusado, a quien había visto que estaba
preparado con un arma de fuego para disparar sobre un gato negro ... tomó una ruta
distinta a aquella por la que debía salir, la que no era visible por el acusado, por
encontrarse detrás de un cerco de madera ... no era previsible por el acusado". Sin
embargo, se equivoca cuando para terminar afirma que "el hecho resulta fortuito,
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En nuestra opinión, la conciencia del carácter ilícito del acto se impone igualmente.
Esto no implica el conocimiento de la disposición penal o del carácter punible del
acto, pero el actor debe saber que su acto infringe la norma que sirve de base a la
disposición penal; en otros términos, que su acto contradice las exigencias sociales
y que por esto es jurídicamente prohibido. Que el autor estima su acto contrario a
la moral, tampoco es necesario.
El otro elemento del dolo es la voluntad, que comprende precisamente el
conocimiento de los elementos del acto y de su carácter ilícito. Es imposible querer
lo que no se conoce. Este elemento del dolo no debe ser comprendido de una
manera restringida. La manera como se comprende el contenido de voluntad
permite establecer los diferentes tipos de dolo.
La doctrina distingue dos clases de dolo: el dolo directo y el dolo eventual. Hay dolo
directo, cuando el autor dirige inmediatamente su voluntad sobre el resultado que
él se resultado; por ejemplo: Juan quiere matar a Andrés y dispara contra él. La
voluntad homicida de Juan es evidente, a pesar de la posible inhabilidad del agente
que impediría la producción del resultado. Tampoco es necesario que el resultado
ilícito sea el objetivo final del comportamiento del autor.
El agente quiere también el resultado ilícito, cuando él lo considera seguro y lo ha
aceptado conscientemente como consecuencia necesaria de su acto. Sobre la base
de estas consideraciones, algunos juristas han distinguido el dolo directo de primer
grado del dolo directo de segundo grado. La mayor parte de juristas se rebelan
contra esta distinción y estiman que se trata de una sola clase de dolo.
En el caso del dolo eventual, la voluntad no está claramente expresada; pero no en
relación al accionar, sino en cuanto al resultado (lato sensu). Sin decidida voluntad
de actuar no puede hablarse de dolo eventual. Lo característico de esta clase de dolo
se encuentra en que el agente se representa como posible el resultado. Es decir, que
conoce el peligro concreto que entraña la realización del hecho prohibido. La
discusión doctrinaria se desarrolla en torno al problema, de que si para la admisión
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básico. En caso de que el error sea debido a la culpa del agente -siempre
doctrinalmente-, éste podrá ser reprimido si es que la ley sanciona la forma
culposa de su comportamiento delictuoso. Al respecto, es interesante recordar
que éste no es el caso del delito de violación de menores de nuestro Código,
razón por la que no debería ser sancionado quien por error (debido a culpa) tiene
acceso carnal con un menor creyéndolo mayor. en las legislaciones en que
predomina plenamente el principio "no hay pena sin culpabilidad", se ha
establecido una disposición particular.
El error sobre las condiciones de inimputabilidad o sobre las condiciones
objetivas de punibilidad no será tomado en consideración
b) Error de derecho:
El autor que desconoce el carácter ilícito de su acto, obra bajo la influencia de
un error de derecho. El es consciente de todos los elementos típicos del acto
ilícito, pero lo considera permitido. El error de derecho es, pues, una falsa
apreciación jurídica de la realidad conocida. el error de derecho reposa en la
ignorancia, en el conocimiento deficiente de la norma o sobre el hecho de que
el autor crea en la existencia de una causa justificante. En cuanto a esto último,
se distinguen tres casos: el autor cree, por error, en la existencia de una
circunstancia de justificación que el ordenamiento jurídico no considera; él
desconoce los límites de una justificante reconocida por el ordenamiento
jurídico y, por último, considera por error que se presentan las circunstancias
materiales de una causa de justificación. Para algunos autores, este último caso
es, en realidad, un error de hecho. Para otros, debe ser considerado como un
error de derecho. En nuestra opinión, ésta es la posición correcta.
Se discute, por el contrario, sobre si el dolo requiere que el autor haya conocido
el carácter ilícito de su acción. desde una perspectiva puramente doctrinaria, se
acepta que el comportamiento doloso implica el conocimiento de su naturaleza
ilícita por parte del autor. Esta afirmación constituye una conclusión
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frase, dice "el delito es punible, aunque varíe el mal que el delincuente quiso
causar, o sea distinta la persona a quien se propuso ofender".
El autor puede confundir el objeto que quiere lesionar o poner en peligro con
otro: error in objeto. Un caso particular de este error es el error in personam. En
doctrina, se admite generalmente que esta clase de error es irrelevante cuando
el bien amenazado y el bien realmente lesionado son igualmente protegidos por
el ordenamiento jurídico; por ejemplo, cuando B cree matar a A, pero en
realidad causa la muerte de C. B comete un homicidio intencional.
Aberratio ictus:
De los casos de error in objecto es de distinguir la llamada aberratio ictus. Esta
no constituye, en realidad, un error. El ejemplo clásico es el del autor que quiere
matar a X, tira contra él, pero alcanza a Y, quien se encontraba a su lado. El
cambio en el resultado es debido a una alteración inesperada de los hechos, de
la relación de causalidad entre el acto y el resultado. Por este caso, desde que el
agente tenía la voluntad de matar a una persona y la posibilidad de variación de
los hechos estaba dentro del marco de causalidad, el delito doloso está
consumado.
Preterintención:
José Viterbo Arias sostiene que, radicando la legitimidad de la pena en el mero
hecho de una alteración en el orden de derecho, "causada con intención
reprochable en sí misma y no sólo por el fin a que iba encaminada; es forzoso
convenir en que se debe imponer castigo aun cuando varíe el mal que el
delincuente se propuso causar". Esta opinión se refiere como se desprende de
los ejemplos dados por el autor, al error "in personam" y, dentro de este marco,
es correcto. En cuanto a los casos en que "los delitos varíen de gravedad o de
naturaleza por culpa de su agente: el que mata cuando se propuso herir; el que
por incendiar una casa ocasiona la muerte de los que moraban en ella", sostiene
J. Viterbo Arias que "son responsables de las vidas que quitaron". Pero, esta
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Culpa y error:
Si el resultado era imprevisible o inevitable no será imputado al autor, ya que
aun cuando él hubiese tomado todas las precauciones, el resultado
prohibido se habría producido. La inobservancia de las medidas de
precaución es, generalmente, debida a un error sobre los hechos o sobre el
carácter ilícito del acto. Considerar el error como la esencia misma de la
culpa sería sin embargo inexacto; pues, no en todos los casos en que el autor
ha actuado por error, hay culpa.
Casos de culpa:
Considerando que la falta de atención del agente afecta a la previsión del
resultado o a la posibilidad de evitarlo, la doctrina distingue dos clases de
culpa: la culpa consciente y la culpa inconsciente. Esta terminología es
discutible, pues ella sugiere como posible una "culpabilidad inconsciente".
Sería más exacto hablar de "culpa con representación" y de "culpa sin
representación".
En la culpa con representación, el autor se representa el peligro, pero lo
subestima y piensa poder evitarlo; ella comporta en realidad un vacío en la
voluntad del autor, quien a sabiendas no tiene en cuenta la eventualidad del
resultado. Es de distinguir entre esta clase de culpa y el dolo eventual. En
ambos el autor se representa como posible el resultado dañoso; pero,
mientras que en el dolo eventual el autor se conforma, se adecua al
resultado; en la culpa consciente, el agente aleja de su espíritu tal
representación, espera que no tendrá lugar el resultado.
VI. LA INTERVENCIÓN DELICTIVA:
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público a cuyo cargo están los caudales públicos que se pierden por su lenidad o se
los apropia por codicia en flagrante infracción de deber.
En este punto queda claro que, en atención a los autores, los delitos son de dos
órdenes: delitos comunes y delitos especiales o de infracción de deber como se les
conoce más propiamente. En cuanto a los partícipes, la cuestión de si estos
responden como tales en los delitos comunes no ofrece complicación. En efecto el
cómplice de robo lo es del autor que robó. La cosa se complica, sin embargo,
tratándose de delitos de infracción de deber, pues en este supuesto la obligación-el
deber- no tiene porque afectar al cómplice extraneus, es decir a quien no tiene la
cualidad del autor obligado –intraneus-por no ser vg. Funcionario público en el
supuesto típico de peculado. Así tenemos que el reproche que merece el intraneus
no tiene porque padecerlo el extraneus cooperador si se es coherente con un
tratamiento político criminal robusto del bien jurídico. El legislador peruano ha
optado por el rompimiento del título de la imputación cuando en el Art.26 del CP
nos dice que las cualidades del autor no se transmiten a los partícipes. Así ocurre
con la jurisprudencia también cuando en el crimen conocido como DOÑA BELLA la
víctima lo fue de su esposa quien actuó con su amante Harry. A ella se le sentenció
por parricidio, a él, por asesinato se rompió pues el título de la imputación. De un
tiempo a esta parte sin embargo la jurisprudencia nacional se ha distanciado de este
parecer admitiendo la complicidad en los delitos de infracción de deber, y en
consecuencia considerar cómplice de peculado al extraneus.
Los teóricos admiten esta solución a partir de la dogmática alemana. En efecto nos
dice Maurach que “puesto que la participación es una colaboración en un hecho
ajeno, también la participación de sujetos extraños, en delitos especiales debe ser
ilimitadamente posible” (Maurach. Tratado de Derecho Penal t.1 p.420). Igual para
Jescheck para quien “en los delitos especiales propios ….la participación carece de
limitación” (Jescheck. Tratado…p241). Ambos autores desde luego parten del
mismo mecanismo legislativo, el Stgb, en cuyo párrafo 28 en concordancia con el
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Participación delictiva:
Participación es la cooperación dolosa en un delito ajeno, la cual puede concebirse
en dos sentidos: amplio y específico. El primero abarca a todos los que intervienen
en el hecho (autor directo, autor mediato, coautor, instigador y cómplice).
En sentido específico son aquellos que no son autores; es decir, contraponiéndose a
autoría, cuya actividad se encuentra en dependencia en relación a la del autor.
Ello significa que es necesaria la existencia de un autor respecto del cual se
encuentra en una posición secundaria, por ende, no es posible un partícipe sin un
autor. Todas las conductas de los partícipes deben adecuarse bajo el mismo título
de imputación por el cual responde el autor (unidad de título de imputación o
unidad de calificación jurídica). En consecuencia, la participación no es un concepto
autónomo, sino dependiente del concepto de autor, ya que sólo en base a éste
puede enjuiciarse la conducta del partícipe. En otras palabras, el delito por el que
pueden ser enjuiciados los distintos intervinientes en su realización es el mismo para
todos, pero la responsabilidad del partícipe viene subordinada al hecho cometido
por el autor.
El autor no tiene que ser culpable para que exista participación, pues ella es
personal y puede ser diferente para cada interviniente en el delito; por ello, el
autor puede ser una persona menor de dieciocho años o un incapaz y esto no afecta
la responsabilidad de los participantes. La participación solo es punible si es dolosa,
es decir el partícipe debe conocer y querer participar en el hecho punible,
reconociendo que otra persona es el autor.
Convergencia Común:
La voluntad de los sujetos que intervienen en la ejecución de un delito se orienta a
su realización conjunta. Si no hay un acuerdo de voluntades no habrá participación,
sino una conjunción temporal de actos diferenciados. Al definirse la participación
como una conducta dolosa dirigida a un hecho principal doloso, implica que el dolo
del partícipe comprende conocer y querer la colaboración otorgada a un hecho
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ilícito doloso, siendo suficiente el dolo eventual. Para el acuerdo de voluntades basta
un acuerdo tácito, el que incluso, en el caso de los cómplices, su autor no requiere
conocer la colaboración que se le presta (complicidad oculta).
Accesoriedad:
La actividad del partícipe se encuentra en dependencia respecto de la del autor, por
lo que no constituye un tipo delictivo autónomo, sino un concepto de referencia,
cuya responsabilidad depende de determinados presupuestos del actor principal.
Así, la participación punible presupone que el hecho principal haya alcanzado, por
lo menos, el nivel de la tentativa. El desistimiento de la tentativa no afecta la
punibilidad del partícipe que no haya desistido. Esto es consecuencia del carácter
personal de la excusa absolutoria sobreviviente al desistimiento.
Incomunicabilidad de las circunstancias:
Trata de las circunstancias y cualidades personales que al darse en alguno o
algunos de los participantes en el hecho delictivo no se comunican a los demás,
siendo igual si son permanentes o transitorias, lo que interesa es determinar su
carácter personal. El criterio mayoritario es el de considerar que las calidades
personales del autor que integran lo justo, afectan al partícipe, pues ello se
desprende del principio de la accesoriedad limitada, mientras que las que hacen a
la culpabilidad, a la peligrosidad y a la punibilidad son eminentemente individuales.
Instigación:
Igualmente, conocido con el nombre de inducción, es una típica forma de
participación, aunque por su entidad cualitativa el legislador, a efectos de pena, la
equipara a la autoría. Se caracteriza porque el inductor hace surgir en otras
personas (inducido) la idea de cometer un delito, pero quien decide y domina la
realización del mismo es el inducido, de lo contrario sería autor mediato. Depende
del autor principal (inducido), ya que si este no comienza la ejecución del delito, no
puede castigarse al inductor, salvo que su comportamiento encaje dentro de una de
las formas de participación intentada especialmente punible como la proposición.
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Determinar o inducir a otro a la comisión del hecho punible significa que el instigado
debe haber formado su voluntad de realización del hecho como consecuencia
directa de la acción del instigador, por lo que la instigación a un delito que el autor
ya decidió cometer es por lo tanto imposible. De igual manera, los medios por los
cuales se crea en otro el dolo del hecho son indiferentes, ya que son adecuados los
beneficios prometidos o acordados al autor como la coacción u otra amenaza,
mientras el autor no pierda el dominio del hecho, pues en este caso estaríamos ante
un supuesto de autoría mediata. De todos modos, se requiere en todos los casos
una concreta influencia psicológica y siempre una conducta activa, ya que como
omisión no es admisible como forma de instigación, ni tampoco por imprudencia.
Especial interés tiene el tema del exceso del inducido, lo cual puede ser de dos
maneras, cuantitativamente, en el sentido de que el inducido sobrepasa la cantidad
delitos instigados a cometer, como la comisión de un hecho cualitativamente
diverso. En ambos casos el instigador no responde por el exceso del instigado,
siendo la excepción de que se trate del caso del error en la persona, ya que es
irrelevante en los delitos contra la vida, siempre que no se trate de casos en los que
se determina una calificación distinta del hecho, como el del feminicidio o una
agravante por el vínculo familiar.
Complicidad:
Se trata de una contribución a la realización del delito con actos anteriores o
simultáneos, que no son considerados de autoría. La distingue su menor entidad
material, al grado que se castiga con una pena inferior a la que merezcan los autores
del delito. En consecuencia el cómplice ayuda o coopera, en forma auxiliar o
secundaria a la ejecución, a diferencia de los coautores que ejecutan directamente
el delito. Cómplice sería el que con su contribución no decide el sí y el cómo de la
realización del hecho, sino sólo favorece o facilita que se realice.
Es admisible aún dolo eventual, nunca por imprudencia. El cómplice debe saber que
presta un aporte a la ejecución de un hecho punible, el límite de responsabilidad de
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su participación está dado por el alcance del dolo, es decir el cómplice responde
hasta donde alcanza su voluntad.
El cómplice se limita a favorecer un hecho ajeno y, como el instigador, no toma parte
en el dominio del hecho. El auxilio que presta el cómplice debe ser utilizado por el
agente que va a cometer el delito, de lo contrario no hay nexo entre el delito y la
persona que lo facilita.
Clases:
Para distinguir entre actos primarios y no primarios, (necesario o no necesario), ha
de partirse del grado de eficacia de los mismos apuntando al resultado concreto
pero vinculado a los realizadores por el autor. Si la necesidad se mide en abstracto,
ningún cooperador es necesario y si se mide en concreto, prácticamente todos lo
son. La actividad desplegada por un cooperador en el delito, será necesaria
(imprescindible) cuando ninguno de los que interviene hubiera podido evitarla. Si
el acto realizado hubiera podido verificarse por cualquiera de los demás que
interviene, su cooperación habría de calificarse de no necesaria.
Complicidad Necesaria:
El cómplice necesario es el que en la etapa de la preparación o ejecución aporta al
hecho principal una contribución sin la cual el delito no hubiere podido cometerse.
El elemento que caracteriza a esta forma de complicidad es la intensidad objetiva
de su aporte al delito: sin este aporte, el hecho no habría podido cometerse de la
forma en que se hizo. El segundo elemento es el momento en que realiza el
aporte: quien pone una condición sin la cual el delito no hubiera podido cometerse
sólo será cómplice si no toma parte en la ejecución, sino sólo en la preparación del
hecho. Si intervino en la ejecución sería coautor pues con un aporte decisivo hubiera
tenido el dominio del hecho. Ejemplo: El gerente de un banco que brinda a los
autores antes de la ejecución la clave de la cerradura del tesoro que éstos utilizarán
en la ejecución del asalto, es cómplice primario. Si en cambio, el gerente concurre
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La fase interna:
Ideación: Surge la idea criminal por primera vez en la mente del sujeto (matar).
Deliberación: Estadio muchas veces breve y hasta a veces ausente (gresca). Aquí el
sujeto sopesa ventajas y desventajas de llevar adelante la idea criminal.
La fase interna:
En ningún caso puede ser objeto del Derecho Penal la fase interna del delito. Este
postulado básico del Derecho Penal, que se concreta en la máxima “cogitanionis
poena nemo partitur” y que procede de ULPIANO, significa que con el pensamiento
no se delinque, por muy contrario a Derecho que éste sea.
Actos preparatorios: Los actos preparatorios (que no concurren en todos los casos)
constituyen un momento intermedio entre la fase interna (impune) y la fase de
ejecución (punible) del delito. En el CP se parte de la regla general de que los actos
preparatorios son impunes, lo que se debe, en buena medida, al carácter equívoco
de tales actos debido a que pueden ser entendidos dentro del ámbito de las
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Se han planteado varias teorías para diferenciar los actos preparatorios de los actos
ejecutivos:
Criterio objetivo (lo determinante es la lesión o puesta en peligro del bien jurídico).
Elementos de la tentativa:
– La no realización de la consumación.
La tentativa se caracteriza por la falta de algún elemento del tipo objetivo, por lo
tanto, en ella el tipo subjetivo (dolo u otros elementos subjetivos) permanece
idéntico a la consumación. La distinción entre el delito consumado y la tentativa
reside pues, en que en ésta última el tipo objetivo no está completo, a pesar de
estarlo el tipo subjetivo.
Clases de tentativa:
Requisitos:
Tentativa inidónea:
aplique y en que marco de pena. Y puede ocurrir asimismo que el sujeto haya
realizado una pluralidad de hechos por lo que es juzgado unitariamente, habiéndose
de dilucidar si esos hechos forman una unidad subsumible una única vez en un único
tipo delictivo cuyo marco de pena se aplique (intacto o modificado) o son
subsumibles cada uno de ellos en su respectivo tipo delictivo por separado (inclusión
hecha del mismo tipo delictivo que se lesiona y aplica varias veces.
En ese sentido se habla de Derecho Penal de concurso, distinguiéndose entre
un concurso de leyes, o concurso aparente, porque en él, en realidad, lo que se
discute es en qué tipo delictivo (uno solo) se subsume el hecho delictivo único por
el que se va castigar; y los concursos ideal y real de delitos, o auténtico, en los que
sobre la base de que el hecho o los hechos realizados dan lugar a una pluralidad de
hechos, aplicar plenamente los marcos penales correspondientes a los tipos
delictivos realizados (o el mismo varias veces), pues se vulneraría el principio de ne
bis in idem.
El concurso de delitos reviste de dos cualidades, 1) unidad de acción y pluralidad de
delitos, 2) pluralidad de acciones y pluralidad de delitos. Es decir, una sola conducta
infringe varios tipos penales (concurso ideal), como varias conductas infringen varios
tipos penales (concurso real). Aunado a ello, existen figuras afines al concurso,
como, por ejemplo; el delito continuado, el concurso medial y concurso aparente de
leyes, etc. Como refiere el profesor HURTADO POZO, la mera compleja como tienen
lugar los comportamientos y la propia índole de la labor legislativa, hace que el juez,
con frecuencia, enfrente el dilema de si el agente ha cometido una o varias acciones
y, en consecuencia, si hay que aplicarle unas diversas disposiciones.
Frente a este escenario, el Código Penal peruano establece ciertos procedimientos
a aplicarse, la misma que está regulada en los apartados 48 al 51 del citado cuerpo
legal; en ese sentido tenemos:
Artículo 48.- Concurso ideal de delitos
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Cuando varias disposiciones son aplicables al mismo hecho se reprimirá hasta con el
máximo de la pena más grave, pudiendo incrementarse ésta hasta en una cuarta
parte, sin que en ningún caso pueda exceder de treinta y cinco años.
Ejemplo (2): se da cuando “A” roba un vehículo y con esta se dirige a un centro
comercial para robar el dinero de la caja de un están y, en ese trayecto, daña
diversos bienes del centro comercial y la misma que atropella a las personas.
3. Pluralidad de delitos
En este escenario, el agente o sujeto activo del delito infringe varios tipos penales
regulados en el CP, es decir, con la realización de una conducta genera la
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Habrá concurso ideal cuando «un solo hecho constituya dos o más infracciones».
La doctrina distingue el concurso ideal heterogéneo del concurso ideal
homogéneo. El primero se produce cuando el hecho realiza delitos distintos,
mientras que el segundo se dará cuando los delitos cometidos son iguales.
Ejemplos: causar lesiones a un agente de la autoridad constituye un concurso
ideal heterogéneo (concurren el delito de lesiones y el de atentado, delitos
distintos), mientras que el matar a varias personas con una sola bomba originará
un concurso ideal homogéneo (concurren varios asesinatos, que son delitos
iguales).
4.1. Heterogéneo
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Será heterogéneo cuando una sola conducta configura varios delitos diferentes,
es decir, se lesionan diferentes preceptos penales. Ejemplo (1): la violación
sexual a una menor de edad que ocasiona lesiones en el cuerpo y/o genera daño
en la salud mental de la víctima. Ejemplo (2): cuando un sujeto ejecuta un coche
bomba en un centro comercial, que ocasiona muertes a personas y daños a la
propiedad.
4.2. Homogéneo
Será homogéneo cuando una sola conducta configura varios delitos iguales, es
decir, resulta aplicable a un hecho varios tipos penales. Ejemplo (1): cuando un
hombre lanza una granada de guerra en campo abierto y a consecuencia mueren
dos o más personas. Ejemplo (2): cuando una persona con un revólver asesina a
dos o más personas.
Existe concurso real cuando el autor ha cometido varios delitos autónomos que
son enjuiciados en el mismo proceso penal. Presupuesto de esta circunstancia
es, por un lado, la existencia de varias acciones y, por otro, la posibilidad de su
enjuiciamiento conjunto. Sin embargo, no cualquier clase de pluralidad de
acciones conduce a la aplicación de las reglas de la determinación de la pena,
propias del concurso real. Las disposiciones relativas al concurso real no solo
pertenecen al derecho material, sino también al derecho procesal, pues la
posibilidad de enjuiciamiento global para una diversidad de acciones punibles
depende del derecho procesal. En palabras de VILLA STEIN, el concurso real no
sugiere mayores dificultades teóricas, pues estamos ante varios hechos o
acciones, cada uno de los cuales constituyen un delito particular e
independiente, aunque puedan merecer un solo procediendo penal.
5.1. Heterogéneo
5.2. Homogéneo
6. Concurso de faltas
El concurso real retrospectivo difiere del concurso real normal ya que en éste
caso no se da la simultaneidad en el juzgamiento, porque sólo después que el
sujeto activo ha sido sentenciado se descubre que había cometido otro delito.
Nos encontramos entonces ante una regla procesal básica en materia de
concursos real de delitos, este no desaparece aún en el caso de que, después de
una sentencia firme haya que juzgar a esa misma persona por otro delito
cometido antes de esa misma condena.
Entre los presupuestos señalados por la Corte Suprema, a raíz del Acuerdo
Plenario N° 04-2009CJ-116, señala lo siguiente: “…en la imposición de la pena
concreta para esta modalidad especial de concurso real la doctrina exige que se
fije como criterio rector que el autor no debe resultar con una pena concreta
final y total, luego de sus sucesivos juzgamientos y condenas, que sea más severa
que aquella que se le habría aplicado si hubiese sido juzgado simultáneamente,
en un sólo proceso, por todos los delitos que cometió y que dieron lugar al
concurso real”.
IX. LA PENA:
La pena, es la consecuencia jurídica por excelencia de la comisión de un delito. Está
regulada en nuestro Código Penal peruano en el artículo 28°. Para el sistema penal
peruano, son penas:
-La privativa de libertad;
-Restrictiva de libertad;
-Limitativa de derechos; y
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- Multa.
El concepto de la pena, así como la justificación y sus fundamentos son temas que
han sido harto debatidos a lo largo de toda la historia del derecho penal. Lo que
podemos decir de la pena, siguiendo a Lorenzo Murillas Cuevas, es que no sólo es
un castigo, ni medida correccional, sino que su alcance mínimo es el de una medida
de carácter represivo, en cuanto supone la imposición de un mal (en sentido
jurídico) por un delito cometido. Esto implica necesariamente que la función o el fin
esencial de la pena sea la retribución. Así, no es una consecuencia que nace del
legislador sino, estando prevista por la ley (principio de legalidad) serán los
tribunales los que se encarguen de materializarla en contra del sujeto que ha
cometido el delito. Desde este punto de vista la pena supone la actualización de la
consecuencia jurídica más grave dentro del esquema de las que se desprenden del
delito. Siendo su presupuesto el delito (no cualquier otra forma de infraccirín) su
imposición supondrá la actuación de órganos designados por la constitución del
estado (no existen penas impuestas por la administración) es decir, los jueces y
cortes penales. A su vez el concepto formal y de orden taxativo del mencionado
artículo 28 del Código Penal peruano, niega la condición de penas u otras medidas
restrictivas de derechos que se pueden verificar a lo largo de un proceso penal; tales
como la detención preventiva, el embargo, etc. 1 (Respecto de los fines de la pena,
así como el contenido rctribucionista de la misma, se deben diferenciarse a los fines
de la misma (en abstracto y en concreto) y las teorías que la sustentan; por un lado
y por el otro, el mismo contenido rctribucionista de la pena y la consecuente
ideología preventivo general y especial de dicha institución. Con esto se plantea el
abandono -o el deterioro- de las ideas de resocialización y de tratamiento que
deberían tener la pena como consecuencia jurídica del delito.
X. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD:
Las medidas de seguridad son otras de las consecuencias jurídicas del delito en
orden punitivo. Si bien es cierto no son medidas de orden represivo sino sólo
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reparación civil, en caso que considere responsable del delito al procesado y por
ende le imponga una pena, sin importar si esta es una pena mínima o la máxima. Así
una vez que se considere culpable al procesado el Juez está obligado a determinar
la pena y la reparación civil, ojo se exige, “la reparación civil”.
Por otro lado, tenemos que el artículo 93 del Código Penal, señala que la reparación
civil comprende: “1. La restitución del bien o, si no es posible, el pago de su valor; y
2. La indemnización de los daños y perjuicios”; por lo cual, lo que nos importa en el
presente análisis, es centrarnos al segundo elemento a que se refiere la norma antes
invocada, es decir cuando señala que la reparación comprende también la
indemnización por daños y perjuicios. Para lo cual es de suma importancia tener en
cuenta lo que señala el mismo código adjetivo en su artículo 101°, que precisa “La
reparación civil se rige, además, por las disposiciones pertinentes del Código Civil”.
De igual forma debemos recordar que la indemnización por daños y perjuicios, como
se ha dicho, no es otra cosa que la reparación civil a favor del dañado, esto es el
derecho que tiene el dañado sobre el autor de una conducta dañosa a que éste
repare las consecuencias dañosas del delito.