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POESÍA Y NOVELA.
[LXIII]
El que el arroyo cristalino muerde
Bruñido junco, ya oficioso cubre
Panal de leche, en su colmena verde
De la oveja labrado en ubre y ubre
Con quien helada por morena pierde
La que ordenó a las nubes nieve octubre
Canas ésta peinó siempre vulgares
Porque es la leche Adán de los manjares
[LXIV]
Peinóse hebras de nieve la pechuga
Sobre la leche, que templó suave
Electro, que la abeja que madruga
A libarlo a la flor, cuajarlo sabe;
O se densa en las llamas, o se enjuga
Este, que medio leche, medio ave
Centauro es de la gula, en el convite
Del Griego el metamórfosis repite
[LXV]
El cadáver augusto de la fruta
Que en bálsamo de almíbar se presenta
En las mesas al huésped se tributa
En la embebida en ámbares conserva;
Por imán de las tazas se disputa
En sazón a la sed siempre oportuna
Retaguardia a las mesas la aceituna
[XLVI]
Pelícano de frutas, la granada,
herida en sus purpúreos corazones,
su leche les propina colorada,
en muchos que el rubí rompió pezones.
Baco, que la admiró desabrochada,
apiñados le ofrece los botones
en el racimo que cató respeto
al vino, de quien es diez veces nieto.
[XLVII]
Hijas del sol, nietas de la yerba
Las razas débilmente cristalinas
Y las que el chino fabricó; y conserva
En las que pudre el sol conchas marinas
Con las que antigua sucesión reserva
Partos de Ofir en sus primeras minas
Dora el antiguo Baco, aún más precioso
Que el cristal puro, y oro luminoso
[XLVIII]
Fatigada la mesa, largas horas
Los huéspedes la alivian, siempre urbanos,
Y en sudor de azahar, seis ninfas floras
Derrotan ojos, cuando inundan manos….
….
[CXIII]
De el jabalí que, en el vecino cerro,
de su venablo trágica rüína
y peste fue fatal del suelto perro,
en purpurados hilos la cecina
al fuego gira sobre agudo hierro,
al pichón y al cabrito convecina,
que, lamidos del fuego, ya dorados,
embarazan los fresnos mal cavados.
[CXIV]
El can mordaz de huerto floreciente,
el ajo, que la carne mordió activo,
el uno quebró en ella y otro diente,
rabioso al paladar, mas no nocivo;
la leche, que en su mano transparente,
dulcemente alabastro fugitivo,
por imitarla suavemente dura,
fluida densó al fuego su blancura.
…
[CXVI]
Sirvió, modesta, rústica comida,
en la que ya tejió prolija tela,
con pudor más purpúreo que escondida
la virgen rosa, del carmín que cela
la pompa de sus hojas encogida,
al botón las pestañas le cairela,
antes que el alba el párpado descoja
y una pupila y otra le abra roja.
[CXVII]
De cisnes de cristal ceñido el pecho
y su pelo en aljófar anegado,
no lejos mucho del pajizo techo,
potro de vidrio corre desatado
un arroyuelo, que en fragoso trecho
espumas labra en cuantas le han atado
guijas la boca; y cuanta gota suda,
a la mesa propina en copa ruda.
[CXVIII]
En su cárcel cerrada el avellana,
sordo ya cascabel, rodó en la mesa;
arrugada la nuez, antes que cana,
en laberinto dió su carne presa;
El atezado higo a quien lozana
su Etiopía ya fue la higuera gruesa,
corrugado el mantel tiznaba bello,
formando de las pasas su cabello.
[CXIX]
El pesado melón, a quien enjuga
sangre de néctar ya, paja dorada;
La pasa complicada en mucha ruga,
cadáver de la uva preservada;
y abierta la real, dulce pechuga,
Pelicano de frutas, la granada
Que de mudas abejas carmesíes
Colmena fue suave de rubíes.
[CXX]
Estas, y muchas más (cuyo suave jugo
El bálsamo ha sido, que incorruta
Efímera la carne eximir sabe
A un siglo y otro, de la dulce fruta),
La bucólica mesa oprimen grave
Con lo mucho que en ella se tributa
Al peregrino, que agradece, humilde,
De su cariño aun la pequeña tilde.
Francisco Javier Caro García (1750, Cadiz), Diario de la Secretaría del
Virreinato, 1783.
Referencias
Santiago Pérez Zapata, Un vistazo a la cartografía virreinal: “Descripción
geográfica del Virreinato de la Nueva Granada” de 1781, ACHSC, 43,1
(2016)
[Aída Martínez dice que este poema es “La Peyda”, de Antonio José Caro,
anunciado en El Carraco, en 1811 Antonio José era hijo de Francisco Javier
Caro García. Se casó con Nicolasa Ibáñez, fue el padre de José Eusebio Caro
y murió ciego hacia 1830. Este mismo trozo es atribuido por Pedro María
Ibáñez, en las Crónicas de Bogotá a Francisco Javier Caro García. Groot dice
que el poema se publicó en 1812, pues era una respuesta a la derrota de
Paloblanco, en la que José Miguel Pey fue derrotado por los socorranos. De
todos modos, las fechas son dudosas, pues para julio La Bagatela ya no se
publicaba, y por lo tanto El Carraco debió ser de la primera mitad del año.
Paloblanco se recuerda porque se atribuye a Pey que no quería empezar la
batalla y pidió que le dijeran a los socorranos que esperaran, que estaba
almorzando.]
Otro hermano de Antonio José, Rafael (1784), llevó un “Diario” muy
detallado sobre los años veinte, que hacía parte de la colección privada de
José María de Mier y que fue usado por Jaime Duarte French en sus estudios
sobre las Ibáñez. Rafael se casó con Josefa Joaquina Tanco y fue escribiente
de la audiencia. No he encontrado más datos sobre La Peyda.
1814, febrero 18. Se mató una gallina en mi casi que caminaba arrastrando
la barriga, muy gorda. Yo habiéndole registrado le conocí que tenía un bulto
y así la mandé matar. Abierta que fue se le encontró una como par, pero
era la madre, según se reconoció, pero tan grande como la cabeza de un
corderito de barriga, y de la misa figura. Se rompió la dicha tela y se
descubrió un huevo sin cáscara que peso una libra y dos onzas. Mandé
componer dicho huevo para el día siguiente por la mañana; lo hicieron
pericos, que llaman, y se llenó una cazuela bastante grande, pues
almorzamos de ellos cinco personas y sobró algo más de la mitad para el
medio día, que alcanzó para muchas más. Lo que hay que notar de más
particular era que el gusto no era a huevo sino como de quesito freso y así
rejudo; de suerte que a un sujeto que se convidó a comer no pudo distinguir
qué cosa era, aunque el gusto le sabía muy bien, El conocía que era huevo,
pero el gusto se lo desmentía…
[Por Fontibón]
El Tigre entró en la sala con la cena dispuesta: no era aquella una gran
comida; pero al menos, si es cierto que con buena hambre no hai mal pan,
aquel era un banquete suntuoso.41
Bajando al Magdalena:
-¡Ah! entre gustos no hai disputas, repuso Camilo con calma. Pero, querida,
según eso ¿tampoco comerías el gusano mojojóy ni los sabrosísimos huevos
de iguana?
—¿De iguana? preguntó Clorinda escupiendo.
— Pues de iguana; ¿i qué tanto asco, i hablas de muertos corrompidos como
de azucenas?
— ¿I esos gusanos[mojojoy] se comen crudos? ¿qué cosa son ?
— Unos gusanos grandes, blancos, i con la cabeza como la de un cucarrón:
se crían en las palmas del vino; se comen fritos i revueltos con huevos
huelen a cielo i saben a gloria: si los comieras, te hablas de quedar
empicada. Sobre todo, lo más admirable en nuestro país, es que con un real,
se compra una botella de buen vino tinto catalán i con real i medio un frasco
de aceitunas o alcaparras u otro encurtido. Los higos pasos, las ciruelas
pasas, las pasas, las almendras, las nueces, las avellanas, etc-. no cuestan
nada. 178
[Llegando a Magangué]
Pero para Braulio, hombre que despreciaba la riqueza i desdeñaba la vida,
los afamados sombreros de Suaza en Neiva, las solicitadas mantas del
Socorro, los sabrosos cacaos neivanos, los valiosos azúcares i buscados
soches i vaquetas de Guaduas, las pintadas esteras del Banco i Chiriguaná,
los nombrados machetes del Real de la Cruz, las deliciosas hamacas i
arrogantes caballos del Corozal, el precioso bálsamo de Tolú, cada una de
esas cosas i todas juntas a otras más que pudieran citarse de nuestra
naciente industria, i las mil i más maravillas estranjeras que pudieran
enumerarse, con el oro de Jirón, de Zaragoza i de Malpaso que allí campean,
eran para él humo de paja. 239
[En Mompox]
Cuando Braulio se levantó, Adolfo estaba afeitado i vestido: había tomado
un remedo de café en una taza de infusión de guaco con leche. El traspatio
tenía caimitos, naranjos, mangos, ciruelos, mamones, anones i otros
árboles frutales de sabroso producto i lujoso follaje 272
Aquí compras un novillo gordo por siete u ocho pesos, el pescado es de
balde: los plátanos i demás maldita familia no es escasa, vituallas son
regaladas: el arroz i el maíz son siempre baratos y abundantes. 272
[Mahates]
i que diremos de las sabrosos naranjas, de las limas olorosos, del jugoso
caimito, ya blanco, ya morado; del llamado sejebe en Mompox, que encierra
una miel tan sabrosa como aromática i embriagante ; de las fragantes
ciruelas, ya rojas, ya amarillas como el oro; de los nectáreos anones, de los
riquísimos zapotes, del aromoso mamei, de la esquisita badea i de la
guanábana tan superior al amoniaco para disipar la embriaguez; del níspero
delicioso de cien formas i de cíen gustos diversos ; i de los aguacates, i de
los mangos, i de los tamarindos, i de los providenciales cocos, que nacen en
las playas de nuestros mores solo porque Dios así lo quiere; formando
bosques interminables para dar al hombre su agua tan perfumada como
deliciosa, su carne, su lecho, su aceite Oh! el coco, el maíz, el plátano, son
tres bendiciones de Dios para el hombre; i sobre todo, para las
muchedumbres. ¡I por qué olvidarnos de esas grandísimas i numerosísimas
sandías, de esos enormes o incomparables melones, que no os posible oler
un cuarto de hora seguido sin sentirse uno casi asfixiado por el inmenso
perfume que despiden; i qué gusto aquel! qué sabroso así nomás, o con sal,
con pan, como se quiera. ¿I las uvas? ¿I la misma caña de azúcar? ¡Y
nuestros peces marinos incontables? i nuestros mariscos! y tantas otros
cosas que se nos pasan ¡Esto sería no acabar jamás. Bendita sea la
Providencia! 314
Cuadro LII:
El ambigú fue esquisito
“El almuerzo era lo que se llama rigurosamente cartajenero: a saber:
esquisito lebranche frito en ruedas doradas, empanadas de masa de maíz y
de trigo, henchidas de sabrosísimo picado; pastelitos de lo mismo con
huevo al interior [la arepa de huevo: una mención temprana]; buñuelos de
masa de fríjol, tan ricos al paladar como agradables a la vista; arepitas de
varias formas con masa de maíz frita i sazonada con dulce; hígado de res
preparado de una manera especial, menudo o mondongo, como jamás lo
había visto preparar Braulio; pasteles de hoja, ya de arroz, ya de masa de
maíz, [hallacas] tan tiernos i suculentos, que parecían inventados para
provocar al más inapetente; arroz seco hecho en leche o zumo de coco [El
arroz con coco]; i finalmente, un plato de esquisita langosta; unas ensaladas
de cebollas españolas, de lechugas, de rábanos, etc.; i el todo sostenido por
un buen vino catalán, pero jenuino (349)
Terminado el almuerzo con unas ricas tazas de chocolate molida con maní i
hecho en leche de coco, nuestros amigos tomaron cada uno una hamaca i
se pusieron a conversar, a fumar i a leer los impresos estranjeros llegados
por el último paquete
Cartagena esta edificada sobre una isla arenosa; poco aparente para el
cultivo rural; pero el arte ha venido allí en auxilia de la ingratitud del
terreno. Las huertas son grandes solares, circuidos de paredes de calicanto,
con un pozo i una cigüena i uno o dos albercas que sirven de depósito para
el baño í para el riego do las legumbres de uso común. Consisten estas en
tomates, ajíes dulces i picantes, frijolea, lechugas, coles, rábanos,
berenjenas, etc. … no faltándoles casi nunca a las huertas, sus árboles de
cocos, cuyas palmas agitadas por las brisas marinas se estremecen con un
blando susurro i parecen sonreír a lo belleza de un cielo diáfano, llenas de
emparrados pintorescos, en donde se puede desafiar al sol meridiano antes
o después del baño. E1 precio jamos pasa de medio real por persona, o un
real cuando más, si el parroquiano tiene exigencias personales particulares.
[…]
La huerta de Mr. Grisolle ha sido de tiempo atrás el rendez-vous do los
jóvenes de la clase notable, por la amenidad de sus adherentes: hermosas
i limpias albercas, frescos sombríos, frutas, flores i cuanto es de prometerse
de la práctica de un europeo, siempre más hábiles que nosotros; i como
francés, mas perito en lo que los ingleses llaman the comfort. Era, pues, de
cajón, que Alejandro llevara allí a su amigo a temar un refrijerio contra el
ardor del día, bajo un tupido emparrado de uvas, campanillas i caracuchas.
350
Solazáronse nuestros jóvenes amigos en una agua, que sin ser fría, tenía
toda la frescura de una sombra completa; i una vez terminada su tarea de
aseo i de placer, se colocaron bajo un poético emparrado dispuesto con
sencillo arte i saborearon con delicia un hermoso racimo de sazonadas uvas,
una dulcísima papaya, un melón fragantísimo, i un par de cocos de cuchara,
cuya agua balsámica i cuya carne ternísima i aromática puso el colmo a los
goces del baño.
… La comida estuvo a las cuatro de la tarde; tan abundante i de la tierra
como el almuerzo. Componíase de un hermoso mero hecho al horno; un
par de conejos guisados, jaibas rellenas, camarones en una salsa olorosa,
ventrechas de sábalo, tortuga sudada, arroz a la valenciana; i un puchero
con jamón, gallina, carne de vaca, tocino, ajos i cebollas enteros, arroz,
ñame, yuca blanquísima, plátano maduro, ajíes dulces, garvanzos, etc. Lo
que en el lugar llaman simplemente olla, abreviatura de la Olla podrida de
los españoles. Todo esto, terminado en algunas frutas como zapotes,
anones, ciruelas de la isla de Manga, i naranjas de El Viento; las más dulces
que llegan al puerto de las comarcas del Sinú; i además, ciruelas pasas
españolas, higos de Esmirna, i duraznos confitados de los famosísimos de
los Estados Unidos del Norte...” 352.
… tomaron una rica sopa de tortuga con una gran botella de suculento
Porter inglés; i empezó la tarea de ponerse de punta en blanco para el
combate a que iban. 353
“ciruelas de todas clases, anones, algarrobas, uvas, tamarindos, mangos,
pepinos, cañafístolas, guanábanas, nísperos, mameyes, zapotes, sandías,
melones, melones de olor, cocos blancos, caimitos, corozos, guamas,
guamachos, aguacates, limas, naranjas, mamones, guineos, papayas”.
Alejandro i Rafael apenas pensaban en armar los ligeros catres que exjje et
clima, cuando se oyeron por el zaguán i aun por la escalera arriba unas
voces desaforadas gritando: —¡Guanábana! ¡guanábana! Quiero la
guanábana; porque yo también voi al vapor esta noche. La guanábana o me
suicido.
Ero Braulio con una turca monstruo, como ahora se dice por los que viven
leyendo obras francesas. Salía de la comida que había empezado la víspera
a las ocho i media de la noche. Es decir, doce horas cabales.
Al ruido, salieron Rafael i Alejandro, aún sin calzarse las chinelas i a medio
vestir.
— ¡Qué te pasa, querido Braulio, dijo Alejandro con los ojos cargados de
sueño, hasta ahora vienes de …!
—Vengo del Olimpo, repuso Braulio; pero aunque viniera del infierno, esa
no es la cuestión: la cuestión es guanábana; y si no me la das ahora mismo
voto a Sanes!
— La tendrás volando; poro siéntate, sosiégate. — Con que, que me
sosiegue ¡Vaya, Barrabás, no seas soquete. Sosiégate, a mí! ¿No te acuerdas
ya de la noche aquella del árbol! Vaya, pero te cai encima como un rayo.
Todavía conservo tu puñal ¿Con que te pusiste a pelear en la playa? No te
salvó un pescador que te quiso quitar el reloj i lo…!vaya! eres novelista. Y
ya estás casado aquí. Bueno. A bien que Carlota es mía. Te la quité; ah, no
hubo remedio !I dizque me sosiegue, yo! ¡Ah! es inaudito.
[…]
— Si, si, cierto; es verdad; pero ven para el comedor que la guanábana está
lista. Vamos. I quieras que no quieras se lo llevaron. Apenas probó Braulio
la maravillosa fruta, empezó a reponerse. Se la devoró hasta una tercera
parte i se puso tan en sus cabales, que empezó a reírse a grandes carcajadas
recordando la escena de la escalera.
— ¿Qué habrá dicho esa señora? dijo con aire burIón.
— Pues que estabas en chispa, repuso Rafael.
— He estado mui chinche, no?
— Algo, contestó Alejandro.
— Pero ¿cómo podía ser de otra manera? Hemos bebido toda la noche i
como unos sábalos. I qué vinos I deliciosos. Por eso he podido no caerme.
— I qué tal la comida? preguntó Rafael.
— Soberbia, hombre. La vajilla era de plata i cristal de roca. A los postres i
las frutas hubo cubiertos de oro i nácar. Sigo, pues. I en cuanto a manjares,
el beefsteak i el roast beef estuvieron admirables. Había un jamón en vino,
maravilloso. ¡I qué pescados i ensaladas; i qué papas aquellas! nunca las he
comido iguales en Bogotá: papas de los Estados Unidos. Los puddings
estuvieron de primera; pero los vinos, oh! ese oporto, ese lacrima cristi, ese
madera, ese Jerez, qué champaña! El tinto era un néctar; i las cervezas
blanca i negra, una especie de crema viva. Escusado es decir, que cuando
nos pusimos a la mesa con nuestras blancas chaquetas de crea, costumbre
que me sorprendió agradablemente, ya hablamos saboreado el suave ron
de Jamaica lejítimo, Y el verdadero old brandy, que me abrieron el apetito
como con una llave de oro. Pero todo eso para nada.
— Cómo para nada t preguntó Alejandro, acaso había allí por ventura algún
Maestro Pedro Recio como el de la mesa del gobernador de la insula
Barataria? añadió Rafael.
— No, nada de eso; sino que apenas tomamos la sopa empezaron los brindis
i las respuestas a los brindis i copa va i copa viene; de tal manera, que toda
la comida se quedó ahí casi intacta i todo se volvió beber i mas beber. 422
[Al día siguiente vuelve a Bogotá, pasando por Santa Marta donde se casa].
Ignacio Gutiérrez Vergara
Oda al Chocolate
Colmado de placeres
y con una jícara en la mano,
yo bendigo de Ceres
el numen soberano
que próvido nos brinda el mejor grano:
El cacao delicioso,
que abundante produce nuestro suelo,
nutritivo y sabroso,
de los hombres consuelo,
y que los dioses usan en el cielo.
Estos en sus arcanos
resuelven en obsequio de la vida,
al dar a los humanos la preciosa bebida
que es en su mesa celestial servida.
El néctar y ambrosía
se mezclan en magnífico azafate;
Mercurio los envía,
Ceres misma los bate,
y es concedido al hombre el chocolate.
Bien tostado y molido
con el azúcar blanco o con panela;
en pastas dividido
sobre una limpia tela,
se le mezclan vainillas y canela.
Sobre el plato ya brilla
la arepa, el pan tostado, el bizcochuelo,
el queso y mantequilla,
y el hermoso espejuelo,
como ornamento de este don del cielo.
Ya suena en la cocina
el agua por el fuego calentada,
y lo olleta rechina
al caer acelerada
la pastilla molida y preparada.
¡Bebida deliciosa
cuando en su hervor el molinillo espuma,
y en pozuelo de loza,
en el coco o totuma
el hombre bebe, y un cigarro fuma!
De ella usa el potentado,
el joven, el anciano, el opulento,
el pobre desgraciado
que gime en su tormento;
y al sano y el enfermo da alimento.
En vano la cruel muerte
prepara su guadaña enfurecida,
pues obra de tal suerte
esta dulce bebida,
que prolonga por siglos nuestra vida.
Mas, ¿a dónde me lleva
mi presunción y numen arrogante?
Este asunto se eleva
a esfera brillante:
toca a otro, pues, que el chocolate cante.
De mi somera lira
recibe, empero, el eco destemplado
que el efecto respira
por tu placer amado de un constante
entusiasta apasionado.
Un blanquísimo cordero
de alfeñique filigrana,
con cintillas en el cuello,
Lazos, flores y banderas
Que le rodean el cuerpo.
Un azafate luciente
Lleno de bizcochos tiernos
Bizcochuelos de canela
Palacinos y cubiertos.
De un convento de hembras vino
Tan azucarado obsequio
Regalo de las madres
Que quieren a fray Anselmo.
…
El bendito padre estaba
Calentando la barriga
Con un jicarón espeso
De chocolate molido
Con canela y con esmero
….
Era la cena del padre
Apetitosa en extremo
I que las ganas me dio
De ayudarle, lo confieso.
Un plato de Talavera
De fragante ajiaco lleno
Una torta de manteca
Una rosca de pan tierno
Una tacita de barro
Con un ají tan cerrero
Que lloraba cualquier otro
Al probar aquél cauterio.
La colación escoltaba
A la izquierda, en primer término
De plata un enorme jarro
Hasta los bordes relleno
De aquél licor amarillo
De los indios alimento.
Miraba el buen religioso
Este parco refrigerio
Como una muestra cristiana
De su régimen severo
Y engullóselo todito
En santa paz y sosiego
José Caicedo y Rojas 1816, Bogotá, en José Joaquín Borda y José Maria
Vergara y Vergara, eds., La Lira Granadina, (Bogotá, Imprenta de El
Mosaico, 1860)
Cuando el consonante es así, muy rebuscado y poco vulgar, sería algo más
difícil; pero echando mano de consonantes más socorridos se andaría muy
aprisa.
Pero sigamos con el café.
Apurado el primer sorbo, apartamos respetuosamente el pocillo, y yo volví
la cara para escupir con maña y sin que nadie lo notara, el puñado de
afrecho que me había quedado en las fauces; pero no pude hacer este acto
de policía, porque mi vecino iba a hacer lo mismo y ambos nos recatamos
para ocultar el secreto; es decir, cada uno tragó lo mejor que pudo, y otro
tanto le sucedía a cada convidado. Pasado el primer momento, hablamos
todos para engañarnos. Juliana, la señorita que estaba a mi derecha, y que
pretendía tener un gusto muy delicado y estar siempre a la moda, quiso
hacerme creer que aquella bebida que tomaba por primera vez, no le era
extraña. ¡Me gusta tanto el café!, decía haciendo gestos de horror. Clotilde,
que estaba un punto más adelante, decía también: ¡es tanto lo que me
gusta el café! Pero no puedo tomarlo sin que se me resientan los nervios.
Yo estaba excitado por el vino de consagrar que había tomado, y no pude
contenerme:
–Juan de las Viñas, dije en voz alta, ¿cuánto te abonan por útiles de
escritorio en tu oficina?
–Poca cosa, contestó con sorpresa el interpelado; ocho pesos al año; ¿pero
por qué me lo preguntas?
–Porque no puedo explicar el despilfarro que haces de tinta, hombre. –
¿Qué quieres decir?
–Que nos has dado tinta de uvilla con tártaro en este impúdico brevaje que
acabas de propinarnos.
–Caballero, me parece que...
–¡Que me debes dar chocolate! Ahora no soy caballero, no soy sino un
hombre herido en lo más caro que tiene, en su guargüero, soy un león
enfurecido; y si no me das chocolate, te despedazo aquí en presencia de tu
tierna esposa y de tus tiernos hijos.
–Eres un hombre sin civilizar, un bárbaro, un indio bravo. No sabes tomar
café, la bebida de moda.
–¡Cómo!, ¿me llamas indio bravo después de hacerme tomar café batido,
servido con queso y retoritas? Te despedazo.
–Caballero, mire usted en qué casa está... dijo Magdalena Parra de Viñas.
–Mi señora, estoy en una casa donde se bate el café: pido chocolate.
¡Sí!, ¡chocolate!, ¡chocolate!, clamaron todos los hombres, insolentes por
el vino, e incitados por mi mala crianza.
La escena se convirtió rápidamente en una escena de confianza. Todos se
reían, todos gritaban. Juan de las Viñas me pidió una satisfacción. ¡Como
quieras, le contesté! Estoy dispuesto no solo a satisfacerte, sino a probarte
que el café ha sido hecho en chorote... Viñas estaba un poco serio; pero
otro de los conmilitones propuso: bauticémoslo con café y pongámosle otro
nombre.
Por no recibir el café en la crisma, y también porque vio que todo el pueblo
estaba contra él, se echó a reír al fin, y dijo subiéndose sobre un cajón, y
tomando el pocillo de chocolate que estaba apurando su inocente esposa.
¡Pido la palabra! La tiene Viñas, con tal que no hable de café, contestó un
insolente.
–Señores, dijo sin zeta ninguna y en el más puro castellano el buen Viñas,
que había estado a la moda durante un momento, y que por un accidente
volvía a su lenguaje, a su tono y a su felicidad habitual: ¡señores, propongo
un brindis con chocolate contra el café!
–¡Bravo!, ¡bravo!, ¡bien! ¡Magnífico! ¡Admirable! ¡Hurra! ¡Hucha perro!,
gritamos todos enternecidos, sorprendidos, vencidos, conmovidos,
mientras que Viñas aguardaba parado, encajonado, encantado, admirado,
ruborizado.
Y en nuestra feroz alegría palmoteábamos y bajábamos a Viñas de su cajón
en nuestros brazos, y lo estrechábamos, y llorábamos sobre su faz. Hubo
alguno que no pudiendo moderar su entusiasmo, le hacía tambora en la
cabeza.
Viñas quedó resarcido de sobra con aquel triunfo oratorio y aquella ovación
fraternal, del fiasco de su café.
Tomamos buen chocolate improvisado y nos fuimos a la sala para que
vinieran a cenar los músicos. La mitad de los hombres se volvió con ellos, y
la otra mitad se dividió por mitades; una que se quedó en la sala y otra que
se vino con los músicos. De la mitad que quedó en la sala una mitad se
apareció a pocos momentos en el comedor. Comimos más, bebimos más y
fumamos con un furor homérico. A los músicos los cuidamos con un furor
intermitente: los hacíamos tomar ajiaco después del dulce, o interrumpir
una jícara de chocolate para contestar a un brindis con vino seco. Les
alcanzábamos cigarro encendido cuando empezaban a tomar frito, y les
hacíamos tomar agua después de tomar aguardiente. Concluyeron al fin,
volvieron sumamente complacidos a tomar sus instrumentos musicales y
tocaron con una fuerza descomunal durante dos horas seguidas. A las tres
de la mañana gritábamos durante el baile: ¡oído!, ¡viva mi pareja!, ¡viva el
buen humor!, ¡viva quien baila! Los peinados de las mujeres, que se
mantenían modestas y tolerantes, era lo único descompuesto que había en
ellas, porque cada media cadena obligada les hacía una borrasca sobre el
cráneo, al revés de lo que dice Víctor Hugo.
Hubo un momento sublime de reposo y de respetuoso silencio, durante el
cual asesamos. Habíamos bailado tres horas seguidas sin intermisión, y era
la una y media de la mañana. Dejar acabar el baile hubiera sido delito;
prolongar el interregno, atrocidad; seguir bailando, suicidio. ¿Qué hizo el
bueno de Viñas? Fue e inventó una cosa que no estaba en el programa de
la fiesta; sacó una guitarra, mudo testigo de sus ex-amores con su esposa,
cuando esta no lo era aún, y propuso a Juliana que cantara.
–¡Pero si yo no canto!, exclamaba aquella adoradora del café.
–¡Cómo no ha de cantar!, le decíamos todos, y sin más razón que esta, y
una vaga sospecha que circuló a ese tiempo de que efectivamente cultivaba
aquel arte encantador, le dejamos la guitarra en el regazo. Media hora se
pasó en templarla y en registrarla, al cabo de la cual tosió disimuladamente
y empezó en voz baja, algo acatarrada, aquella canción que entonces era
de moda:
¡Hermosa, ven, y surcaremos juntos
El mar inmenso de la triste vida!
¡Hermosa, ven, y mi fatal herida
Ciérrala ya por el eterno Dios!
Tin, pin, tin, pin, pin, pin, pin.
¡Ciérrala yaaa!, por el eterno ¡Diooos!
La, ra, la, ra, la, ra, lá.
Hermosa, ven, y surcaremos juntos...
Iba a repetir la romántica cantora todo el convite a navegar; iba ya a llegar
a la curación de la herida, cuando al hacer un trino en la voz y un arpegio
en la guitarra, ¡pao!, hizo la prima, reventada en el quinto traste. La pobre
prima, adelgazada durante los amores de Viñas con su Parra, no pudo
empezar con salud la segunda época de sus glorias. ¡Ay!, ¡qué difícil es que
una prima alcance para dos amores! Dicen que las primas limeñas resisten
hasta cuatro; pero las nuestras quedan exhaustas en el primero. No
habiendo otra prima a mano, fue menester renunciar al placer de oír por
tercera vez el convite a surcar juntos, y pasamos a otra cosa.
Esa otra cosa no podía ser sino volver a bailar, y lo hicimos con gozo hasta
las cuatro de la mañana en que empezamos a despertar a los chiquitos que
dormían en los canapés, a rebullir a las criadas que dormían en el corredor
para que encendieran las linternas, y a buscar los pañolones perdidos o
confundidos. Las madres se cobijaron la cabeza con el pañolón y se pusieron
los sombreros amarrándose el barboquejo. Las señoritas buscaron los
brazos de sus galanes, y salimos bien arropados todos a la fría atmósfera de
la calle, cantando a voz en cuello los hombres:
¡Hermosa, ven, y surcaremos juntos!
Hoy son huérfanos de padre y madre los hijos de Viñas: de aquellas
hermosas jóvenes con quienes tomé o iba tomando una taza de café, once
han muerto; una (Juliana), está hace años loca; tres son ricas y felices; seis
piden limosna vergonzante; dos son monjas y están expatriadas.
¡Triste campo es el de los recuerdos! Cada vez que entra uno entre su triste
memoria, se espanta de ver tantas lápidas. Aquí yace... aquí yace... es lo que
va leyendo. ¡Como en el cementerio, no se mide un paso sin que uno vea la
boca de una bóveda!
EL banano o plátano
Mirringa Mirronga
Simón el Bobito
…
Simón el bobito llamó al pastelero:}
¡a ver los pasteles, los quiero probar!
-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero
ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito
y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito.
La Pobre Viejecita
El CARTUCHO
I
Costumbre antigua, y en verdad galante,
Es lo que aquí llamamos el cartucho
No el de pólvora y plomo (¡Dios espante
Lejos de mi lector tal avechucho!)
Sino aquel de confites rebosante
Y en gracioso doblez de cucurucho
Que en intervalos de ópera o comedia
Lleva el galán a la beldad que asedia.
II
Nítida colación, seca y portátil,
Que además de excusar plato y cuchillo,
Pone en juego la mano, y el tornátil
Brazo, y el fresco y tentador carrillo,
Sin impedir que entre uno y otro dátil
Y de los labios retocado brillo
Broten palabras de esas que enamoran.
Más dulces que los dulces que devoran.
III
Para comer yo mismo, es muy diverso
Mi gusto; ese festín de mariposa.
Insustancial golosinar disperso.
Ni cuando niño me tentó gran cosa.
Aunque deliro y sueño y canto en verso.
No me exijáis que cene sino en prosa.
Caramelos y almendras en confite
Para mis musas; para mí… Belchite.
IV
En Popayán las ricas empanadas
De la inmortal Dolores, que rechinan
Cual cristal suculento en las quijadas
Y una en pos de otra rápidas caminan.
En la tierra del Arte, esas cascadas,
De blancos macarrones, que cocinan
Los genios en persona, y que del plato
Van subiendo a la boca en gran ligato.
Y nunca hicieron mal dormir. De mano
De Rossi Guerra los tomé excelentes,
V
Y se los recomiendo a mis paisanos
Para cenas jugosas e inocentes.
Han de ser, eso sí, napolitanos,
Al natural, sin otros adherentes
Que buen queso rallado. Eso eterniza,
Da voz fastosa y condición rolliza.
VI
¿Cena patriota? Ajiaco a la moderna,
De papas de año, que con papas criollas
(Por ser, como sabéis, de índole tierna)
Se espesa al fin; y bien cebadas pollas
Aun no llegadas a la edad materna;
Y punta de alcaparras y cebollas.
VII
Conviene, desde luego, que a la una
O, lo más pronto, a media noche, empiece
Cuando a las tres o cuatro horas de tuna.
Teatro o baile, cada cual bostece;
Que las especies varonil y hembruna
Se intercalen en torno, y no hagan trece;
Que sople aura de amor y chispa y broma;
Que Diego Fallón hable, y que yo coma.
VIII
Este sólido y útil refrigerio
No es odioso a las damas; certifico
Su imparcial gastronómico criterio.
Y que en más de un sarao grande y rico
Vi al bello sexo dividir su imperio
Con el ajiaco, tal como lo explico;
IX
Diréis tal vez que soy materialista,
Y tacharéis de idea estrafalaria
Que en estas noches de expansión de artista
Diserte sobre el arte culinaria.
Mas sabed que Dumás el novelista
Le asignó plaza honrosa y necesaria
Entre las bellas artes; y aun dijo era
De las artes sabrosas la primera.
XI
Es también el cartucho grato emblema
Del amor maternal, pues ¿quién no ha visto
En un convite la ternura extrema
Con que encartucha una matrona un mixto
De almendra y fruta y caramelo y yema,
XII
Y más de una ocasión la blanca tira
De envolver dulces, aspiró a mayores,
Y desenvuelta la inocente espira
Apareció una epístola de amores,
XIII
Y ya que tropecé, por incidente.
Con ese mal que al universo inflama.
Voy a exponer al público leyente
Qué cosa es mi Cartucho, qué programa
Ha de seguir si hay número siguiente,
Y qué favor de su bondad reclama:
Porque todo papel busca un pretexto
De ser, y echa un programa y luce un texto.
XIV
Es el Cartucho el único periódico
Que anuncia francamente, desde el título,
Su destino y su fin: el harto módico
De envolver dulces u otro humilde artículo.
Demasiado obtendrá (¡gusto episódico!)
Si una hermosa lo guarda en su ridículo,
Si con sus dedos cándidos lo toca
Húmedos con el néctar de su boca.
XV
Objeto del Cartucho: hablar un rato
De alguna o más de tanta dulce cosa
Que es de la vida el alma y el ornato,
XVI
¡El caso es admirable! ¡cuánto diera
El Marqués de Westminster o el Czar ruso
Por un pedazo de esta cordillera
Con su exquisito clima, su profuso
Suelo y cielo esplendente, cobertera
De gran parada, y que gastamos de uso;
Sus flores, sus muchachas ¡carambola!
No quedaba soltera ni una sola.
XVII
De esto, y con interés de preferencia,
Se ocupará el Cartucho; cada niña
Que en su lectura muestre complacencia
Y apoye tan modesta socaliña,
Hallará en él gentil correspondencia:
Cara por cara, todo lo escudriña
Este fisgón; y probará que es linda
Cuanta muchacha su óbolo le rinda.
XVIII
Hablaremos del arte, el gran poeta
De la existencia, en todos los senderos
En que parte su luz: lira y paleta,
Gama y cincel, jardines y floreros.
Se apreciarán con crítica discreta
Sus reyes y ministros hechiceros;
XIX
Vuelve hoy a regalar nuestro deseo
Esa conjuración encantadora
De todas artes juntas: himeneo
De cuanto al noble espíritu enamora;
Mágica emperatriz del europeo,
Que sus más ricas joyas atesora.
La ópera espantó nuestro humor triste.
Gracias, Petrelli, a ti que la trajiste.
XX
Y rompe con Hernani, partitura
Donde a sus treinta culminó supremo
Verdi, en toda su fuerza y su frescura.
Aliento de león, de extremo a extremo
Respira en él, y la insurrecta y dura
Voluntad de Hugo, el bardo polifemo.
Todo es viril: no allí la femenina
Miel deBellini, que al desmayo inclina.
XXI
Allí se siente el italiano ingenio
Templado por el nervio castellano,
Como si a Verdi poseyera el genio
De Silva, el férreo, el indomable anciano.
Las pasiones que agitan el proscenio
Son todas de rebelde o de tirano,
Y con suma atención teje la orquesta
Los hilos de su lógica funesta.
XXII
¡Pero silencio! ya rompió el preludio,
Que cual león hambriento clamorea
Pidiendo presa. Diligente estudio
Merece la expresión de cada idea.
No es música de insípido tripudio
Sino de la que el alma saborea.
Escuchad, corazones; sentid mucho,
Y otro tanto yo haré: callo y escucho.
Con éstos iba el tren de cocina y de repostería, más una cargazón de rancho,
botijas de vino puro como el que se tomaba entonces, frasqueras de
diversos colores, damajuanas de aloja y horchatas, los jamones, los pavos,
y en fin, cuanto se acostumbraba en aquellas sustanciosas comidas a la
española antigua, en que se consultaba más el gusto del paladar que el de
la vista; cuando los gastrónomos no habían lanzado anatema contra la
"caspiroleta" y el "ariquipe" para sustituirlos con torres y castillos de pasta
francesa con monos y banderillas en que es más lo que hay que escupir que
lo que hay que comer
ÁNGEL CUERVO,
La Dulzada, 1867, Bogotá
-¿Y eso?
-Aquí llegó Juan Ángel por unos reales de huevos, y la señora me mandó
decir que usted venía hoy. Yo mandé llamar a Salomé al río, porque estaba
lavando, y preguntóle lo que le dije, que no me dejará mentir: “Si mi
compadre no viene hoy a comer aquí, lo voy a poner de vuelta y media”.
-Jalea y esto que le estoy haciendo -me respondió sin dejar de moler.- Si
supiera que lo he estado esperando como el pan bendito…
-¡Una porcia! Aguárdeme una nadita mientras me lavo, para darle la mano,
aunque será ñanga, porque como ya no es mi amigo… ‘
1
Según Benigno A. Gutiérrzez, alude a Marroquín y Ricardo Carrasquilla.
Que metieran en ella la cuchara
I que de granos la sacaran llena
Cual isla de marfil que flota en leche
Cojo mazorca de nevadas perlas
O que dejaran que chorreara el claro
La comieran después; i que dijeran
Si es que tienen pudor, si ¿con las papas
Alguno habrá que compararla pueda?
A un tamal
La olla gorda
Ajos y cebollas
Tortas y pan pintado
Desde que se inventaron las excusas no comen quesito los ratones
El comer y el rascar no tienen sino empezar
¡Ese güevo quiere sal!
Gatus nun comen churizo purque nun dare
Maíz maíz
No todo el monte ha de ser orégano
¡No fregamos pa siete arepas!
¡Valiente canela!
Merienda de negros
[…]
Y ella, ¿Qué era lo que podría suministrarle a esa gente? Carne no,
porque de cuatro libras que podía comprar en la semana, tres y tres
cuartos eran para el pobre anciano; cacao tampoco, porque a causa de
la guerra estaba a ocho pesos; y ni panela por esto ni huevos por lo
otro… En fin, que cuando podía darles semanalmente era una pucha
de maíz y un puño de frisol. Con esto y con el guineo y las arracachas
que cultivaba en su huerta ¿podrían vivir aquellos tres viejos
quebrantados u flacuchentos?
Con ella solamente se franqueaban las viejecitas. Las encontraba
siempre frías y temblorosas: la una se quejaba de dolores de cabeza,
la otra de vientos encajados. Era la ausencia de chocolate en esos
estómagos desjugados, era tanta mancha de guineo, tanto tarugo de
arracacha…
¿Soberbio Casafús? ¿Un hombre que ponía a la mesa y se comía esos
plátanos, como si fueran opíparo festín? 168
Sacaba la vieja su escaso pan, no digamos de una panadería--- que el
vocablo es muy grande para el caso- sino de un amasijo ratero de
aldea; e ingeniándose la pobre, el modo de crearle a los Casafuses
algún recurso, ocurriósele dedicarles semanalmente una ho4nada
extraordinaria de bizcochuelos, gaje supremo de su industria.
Principió la ganga en un batido que parecía cosa de ángeles. Pues
señor: hasta en el horno mismo perseguía la desgracia a esa gente;
aquellos bizcochos resultaron con una suela enorme y se perdieron
por completo…
Yo daba por evidente que todo había sido y era hambre, pura
hambre… Desde mis prisiones veía pasar a Mentor con el cesto en la
boca; eran las once para mis hermanos, que trabajaban por esos días
en u arrozal allí cercano, Al ver asomar aquellas puntas de servilletas,
me figuraba los cuartos de queso de ojo, los bizcochos, las cocadas y,
a propia hora, me emperraba a llorar de hambre y de rabia… No
pienso, no vacilo; débil y todo, me escapo corredor adentro, No hay
nadie. Entro al cuarto del chocolatero; nada, ni un bizcocho, ni una
arepa, ni una papaya…. No hallo otro remedio que ir a recoger
naranjas. […] Corro allá y veo un cedazo. Una inspiración me viene y
¿Qué miro? Tamaña pulpa de tamarindo, que han puesto a fermentar
al sol, en un plato. Acometo a dos manos, me atarugo, trago entero,
me la echo al cuerpo íntegra, dichoso, radiante…. Al fin determinaron
darme vomitivo Lo traen; me resisto, me lo quieren echar por la
fuerza, me hacen gavilla. Reniego, pataleo, lloro, se los derramo. -
Morite, pues, enemigo malo!- grita mamacita exasperada. -Tan
siquiera comí comida!—aullo, resuelto a todo. Como nada me
sucedió, triunfamos Mi Tía Tula y yo: pollo en arroz, al día siguiente;
carne al otro y, antes del plazo estipulado me andaba yo, muy
campante y gentil, por toda la casa, insoportable e imperioso, que ni
autócrata con dolor de muelas. 229
Yo presentaba a los señores la bandeja grande con mangos, nísperos
y madroños y las cestas de pomas, ciruelas y anoncillos….Ella me
llamó a poco y, para que llevase a la sala las copas y la frasquera con
la mistela, esa mistela de tres colores y tres sabores, que ella
preparaba con tantos requisitos y condiciones, tiñenla rosada con
higo chimbo, la amarilla con azúcar quemada y la verde con cogollo
de hinojo… 230.
Siempre se comía a la una, a más tardar.
Una vez trajeron batatas de El trigal. ¡Oh! Aquello era una de mis
glorias Escogí a la más grande, una que parecía postre teñido con
violeta y ordené que la asaran y me la llevaran con leche postrera..
llegaba allí Tula con la golosina y la puse en una mesa. Al ir a tomarla,
ví que me habían cambiado la batata por una más pequeña- ¡Las
porquerías que le traen a uno!- bramo, cegado por la ira, y vuelvo la
tazuela y, disparando la humeante legumbre, le apunto a Vira en la
frente…. 237
Determiné irme a la huerta, a ver si hallaba paz de alma… Un
bienmesabe [blighia sapida: rambután], unos papayos y tres sapotes
se rendían con la carga. Tanto monte asomaba por esos linderos, que
me trepé a unos cajones que había sobre un poyo, para ver que era
aquello. ¡Que cerrazón! Entre los peñascos y los confines veía y
divisaba los rigores del naranjo y el aguacate, del níspero y del anón,
los peligros del algarrobo y del cañafístulo, del corozo grande y del
coco, de todos esos frutos de cuesco pétreo, que aquella tierra
abrasada hace reventar en los aires, y que lo mismo regalan el paladar
que despachan a alguno, de un testarazo. Sentí como hartura y
empalago. 251.
Me pregunta, me dicen cosas, y me choca. Quieren que coma sin tener
hambre. Tampoco tengo rabia. Me dan ganas de que nos muramos
todos, de que vinieran las aves y se acabara el mundo. Ya no deseo
comulgar,.. si quiero ser Magistrado ni casarme con una princesa. Me
gusta más vivir de bobito y comer carne cruda… 257
GRANDEZA [1910]
EL ZARCO [1925]
Casimira… corre con el ramo de las carisecas de esa casa, tan famosas
y disputadas. Pegadita a la candela se acuclilla la seña Rumalda, en
los afanes de las hojaldras. No bien saca de los moldes una tanda y la
ordena en su pulquérrima batea, torna al romper de huevos, al batir
y revolver, en sa cuyabra zagarozana. Clásicas son en Tambogrande
las hojaldras de la seña Rumalda. 429
[…] Pimienta y clavos
Azúcar y canela
No se le comprende
El mal a Micaela 436.
[…] Casimira llega con los quesitos, cuajados esa mañana, y corre a
comprar el mondongo, las empanadas y los tamales. Este almuerzo
dominical…” 437
A la plata! [1901]
El Ángel
¿Y que hace? Pues calla, para murmurar, a propia hora, Los tres
padrenuestros del camarero, mientras bate aquel menjurje de cidra que
borbolla en esa paila bienhechora…
-¡Mi almuerzo!- brama, autoritario, el montaraz
Y la vieja le vuela que ni un rehilete.
En atracándose el pipiripao de la pezuña y la chocolatada de tres
pastillas, torna a encorvarse…
… Cuanto he hecho, y eso por consejo de Lucy, que es tan práctica, es
suprimir el vino de la mesa y conformarnos con las galletas y los
dulces de aquí…
Anécdotas:
He aquí el original:
MENÚ Octubre 13 de 1893
Potaje de blé au dos de porc.
Hors d'oeuvre{
Potatoes with pellejo and cheese.
Dindon rôti.
Testas di agnelli.
Kartofel criollas.
Rôtis:
Filet de boeuf. Trufas a la Quevedo
Cuir de porc a la Zenardo.
Liqueurs.
Limón, Naranja, Mejorana, Cidra, Cidrón, Laches, Kopp, Doppel
stout y Manizales, Lager bier, Fácora amantillada, Virusilla,
Hidromaíz y Vigorata.
Fruits: todas menos la prohibida
[Fiesta de sirvientas]
RICARDO Carrasquilla,
Una noche de fiestas:
Y un militar retirado
Y una vieja desdentada,
Tienen en un charolito
tres bizcochos, seis tabacos
Dos copitas desiguales
Y remendadas y un frasco
De mistela...
Chicha...
Biografía del señor Gabriel Echeverri, Teodomiro Llano.
Que tiemble desde ahora, ¡oh amigos del buen comer!, esa trinidad
salvaje y simplista, que el poeta se atrevió a cantar: frísoles,
mazamorra, arepa.
El mercado de Guayaquil
Mi mamá nos ponía la mesa con mantel. Los dos no más nos
sentábamos, porque ella iba y venía, seguía trabajando. Mi tío,
cuando acababa su comida, hacía pedacitos de bollo, los pasaba por
el plato y se los comía. Le decía a mi madre que eso era para que le
fuera más fácil lavar el plato. Haz tu lo mismo, y así ayudas a tu
madre, me decía. Yo lo hacía por obedecerle, pero a mi no me gusta
hacer eso.
Toda aquella comida la tengo olvidada, ya no es nada para mi. De lo
que me acuerdo es de aquellas tajaditas de plátano maduro que m i
mamá me dejaba coger cuando las estaba friendo. Después, cuando
estaban sobre la mesa en un plato, ya no me gustaban tanto como
cuando las comía cerquita a mi mamá, en la cocina.
Receta del sancocho del Cauca
“Alheña y azúmbar”
Ya no más– por favor - las aburridas descripciones
de semillas tropicales! Gabriel Jaime Franco
Emiro Kastos
El Album 1860
El Mosaico
Biblioteca de señoritas
Agustín Jaramillo Londoño
Pérez Triana Piedras de Moler
Pombo, De Medellín a Bogota
Eugenio Díaz, Manuela
Eduardo Caballero Calderón: ?