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LA BÚSQUEDA DE LA PERFECCIÓN

Si queremos conocer, en primer lugar, el origen etimológico del término


perfección, tenemos que irnos, simbólicamente hablando, hasta el latín. Y
es que deriva de la palabra “perfectio”, que puede traducirse como “la
acción de dejar algo acabado” y que se encuentra compuesta por tres
partes diferenciadas:
-El prefijo “per”, que es equivalente a “por completo”.
-El verbo “facere”, que es sinónimo de “hacer”.
-El sufijo “-ción”, que se usa para indicar “acción y efecto”

Caminar hacia la perfecci´çon, suele ser agotador y destructivo, ya que la persona nunca
consigue acabar su objetivo, lo que muy probablemente le acarreará conflictos
personales, de interrelación con otros y frustración.

Con el evangelio de Jesucristo, conocemos el Amor de Dios y podemos comprender


nuestra naturaleza humana y nuestra tendencia al pecado (es decir “al error”)
encontrando en las escrituras, no un camino hacia la perfección (aunque podría decirse
que si, ya que Dios sí es perfecto) sino mas bien un camino de perfeccionamiento y
crecimiento progresivo por medio de nuestra transformación interior, donde podemos
buscar nuestra excelencia, es decir, nuestra mejor versión de nosotros mismos.
Encontramos, entonces un camino hacia la excelencia, que vendría siendo nuestro
honesto y completo “mejor esfuerzo”, el “darlo todo”, ya que NO TODOS SOMOS
IGUALES, tenemos distintas habilidades, capacidades y sobre todo motivaciones y
esfuerzo.

Dios nos perfecciona, pero podemos llegar a ser perfectos, en esta vida, pero sí podemos
llevar un camino de excelencia e integridad que agradará a Dios y por supuest, le hará
muy bien a nuestro propio corazón.

¡Que Dios te bendiga!

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