Congreso Desarrollo Rural 2009

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Perspectivas del desarrollo rural endógeno con mujeres artesanas del “Tenango” en la

Región en Otomí-Tepehua, Hidalgo.

Autor: Martha Eleonora Maldonado Núñez

Los retos y las demandas del campo son muy complejos. Actualmente, el sector rural se

encuentra en un proceso de creciente insustentabilidad social, cultural, económica y

ambiental.

La insustentabilidad responde a diversas razones, la primera de ellas tiene que ver

con los modelos de desarrollo que el Estado aplicó unidireccionalmente durante

décadas a este sector. Lo que generó, cabe aclarar que no de manera automática sino

a través de mecanismos; dependencia, sumisión, incapacidad de percibir la realidad

críticamente y, sobre todo, desconfianza de las potencialidades de los campesinos

como agentes transformadores de la realidad.

En un segundo nivel la insutentabilidad ambiental y económica se explica a través lo de

lo que se conoce como la Revolución Verde pues ésta homogenizó la producción y la

orientó al mercado externo, desechando las aptitudes y potencialidades de la

biodiversidad del país así como los conocimientos que las poblaciones tienen acerca de

ella. Asimismo desplazó la mano de obra femenina. Logrando con todo esto, una

producción basada en el monocultivo que afectó directamente a la variedad de

alimentos destinados al consumo familiar, el uso extensivo de la tierra, el favoritismo a

los grandes terratenientes en detrimento de los pequeños productores y de los cultivos


tradicionales, creando así, una masa considerable de excluidos de los beneficios de

este modelo, el cual mostró sus limitaciones como la desertificación de muchos suelos

anteriormente fértiles, y la destrucción de grandes cantidades de hectáreas de bosques

y selvas.

Un tercer elemento que da cuenta de la insustentabilidad social tiene que ver con el

retiro paulatino del Estado, el cual también responde a un modelo de desarrollo basado

en las capacidades, oportunidades y demandas del capital privado, ejemplificado en las

transnacionales y en los organismos internacionales.

El Estado al retirarse de ciertas funciones que le eran exclusivas como el subsidio a la

producción agrícola, a la canasta básica de alimentos y al garantizar el empleo, entre

otras, creó un vació que si bien se ha ido llenando gradualmente con las empresas

trasnacionales, instituciones privadas y las ONG’s o la sociedad civil, también ha

brindado, a consecuencia de las luchas y movimientos sociales, un espacio que los

actores (campesinos, mujeres, indígenas y organizaciones campesinas) del sector rural

se han ganado. Pero también es cierto que actualmente el diseño de las políticas

públicas está orientado a favorecer la iniciativa de estos actores y sí no hay dicha

iniciativa, al menos aparentemente, no existe apoyo básicamente económico.

De esta manera, el Estado se deslindó de responsabilidades que se había adjudicado

con el modelo paternalista de desarrollo y, ahora, el modelo neoliberal señala que los

beneficiarios tienen que hacerse acreedores a su propio bienestar. Sin embargo, la

incorporación de estos actores ha sido muy lenta pues el juego de poder apunta a las

empresas u organizaciones económicamente rentables. Y como se sabe, la lógica del


campesino es muy distinta a la del capitalista, pues mientras los primeros están

preocupados en cubrir sus necesidades para reproducir la unidad familiar, los segundos

dedican todo su esfuerzo para generar riqueza y así garantizar el flujo constante de

capital.

Éstos son sólo algunos de los factores que intervienen en el proceso y que explican

muy someramente, la situación actual que impera en el campo.

Siguiendo lo anterior, el desarrollo tan anhelado históricamente en este sector, sólo

será posible con la colaboración de todos y cada uno de los involucrados, desde luego

desde su función particular y, justamente, este es un punto culminante puesto que tiene

que ver con la responsabilidad de cada actor social. En el caso de los campesinos

(comunidades y organizaciones) les compete llevar la dirección de sus proyectos de

desarrollo. Por esto el desarrollo endógeno pone énfasis en el núcleo que debe de

diseñar, planificar, en sí, direccionar dicho desarrollo. Pues la experiencia ha

demostrado que el desarrollo basado solo en las buenas intenciones de los que no

viven en esa realidad es infértil.

En lo que concierne a la población que habita en el campo, éstos cuentan con

estrategias bien definidas de supervivencia. Por lo que es preciso poner especial

atención tanto en sus necesidades inmediatas como en las formas de darle solución.

Así, las necesidades en un primer nivel tienen que ver con la reproducción familiar y,

dicho de paso, para la reproducción de su forma de vida, por medio de la producción

de sus alimentos. Cuando las necesidades no son satisfechas en su totalidad al interior

de la familia o de la misma comunidad, se opta por conseguirlo en el mercado mediante


el intercambio de su fuerza de trabajo o de productos. Por lo que un segundo nivel de

necesidades es el empleo, mejores salarios y mejores precios para sus productos.

Finalmente, un tercer nivel de necesidades tiene que ver con las aspiraciones

subjetivas de los actores como la autoestima, los derechos, la dignidad, entre otros.

Para el caso del Estado de Hidalgo y más concretamente para la región denominada

Otomí Tepehua, la solución a sus necesidades las encuentra en la migración temporal

o definitiva y en la búsqueda constante de mejores precios para sus productos agrícolas

y artesanales. La migración representa a primera vista una forma relativamente más

fácil de obtener el ingreso económico necesario. Sin embargo, el tiempo que transcurre

desde que salen y regresan es decisivo para la sobrevivencia de la unidad familiar,

pues si el tiempo es prolongado la familia necesita encontrar recursos económicos

suficientes para soportar que el migrante regrese o envíe dinero. En cualquier caso, la

familia no puede paralizar sus actividades y sobre todo no puede dejar de comer, por lo

que en este momento las actividades de cada integrante de la familia son cruciales para

el mantenimiento de la unidad doméstica así como de la comunidad. La comunidad es

la representación de la cultura local y síntesis de las necesidades regionales pues la

alta marginación que presenta la Sierra Otomi Tepehua define en general la situación en

que vive su población. De esta manera, la migración no es una alternativa que

resuelva sus necesidades de una manera inmediata ni mucho menos de una vez por

todas, debido a que el hecho de migrar involucra actividades adicionales que tienen

que realizar los miembros del hogar para resolver las dificultades sociales pero sobre

todo económicas que atraviesan, a menos claro está que toda la familia migre y
encuentre empleo rápidamente; sino al irse un integrante, los otros miembros deben

hallar la manera de satisfacer sus insuficiencias mientras se espera el recurso.

Así, el rol que desempeña cada integrante para el mantenimiento de toda la unidad se

encuentra marcado por el género, determinado a su vez por el sexo. Esto es de suma

importancia, pues las responsabilidades son diversas y más cargadas hacia un sujeto

que hacia otro. Y si el hombre o los hijos, encargados de aportar el trabajo o bien el

ingreso económico son los que salen, la mujer es la que debe de buscar la manera de

la sobrevivencia de los que se quedan. Así, con la realidad que apremia a nivel nacional

estos roles han ido modificándose progresivamente con el paso del tiempo, hasta el

grado de que las tareas asignadas a la mujer están reemplazando a las que eran

consideradas de los hombres. Es decir y reiterando, con la búsqueda de empleo por

parte de los hombres en las ciudades y en Estados Unidos, la mujer se ha tenido que

adjudicar tareas pensadas propiamente del género masculino, como la labor del

campo, que cabe aclarar nunca ha sido enteramente del hombre; y, el buscar el ingreso

además del cuidado de la casa y de los hijos. Entonces, sus tareas se han diversificado

y se han intensificado. De ahí radica el interés por parte de este trabajo en estos

actores del sector rural.

La manera en que las mujeres de la región Otomí-Tepehua buscan mejorar su ingreso

familiar es por medio de la venta de bordados llamados “tenangos” que hacen entre las

tareas del campo y el cuidado de la casa. El tipo de bordado es el punto de gallo, el

cual es un lienzo de manta prelavada totalmente bordada con vivos colores que son por

lo general pájaros, armadillos, gallos, flores, animales fantásticos y figuras humanas. Su


nombre se debe al municipio en el cual surgió Tenango de Doria, entre los años de

1920 a 1930.

Anteriormente la artesanía tenía una función práctica y ceremonial. Ahora, ésta

constituye el medio por el cual se puede mejorar el ingreso familiar y elevar la calidad

de vida. Sin embargo sigue simbolizando una forma histórica de desarrollo que emana

como una de las estrategias de la población y como uno de sus recursos locales. Al

señalar que es una forma histórica me refiero a que siempre ha sido complemento a la

agricultura, pues una provee el alimento y el otro las herramientas de trabajo y el

vestido con el cual cubrirse del ambiente.

Los “tenangos” como artesanía de ornamento requieren de un amplio mercado y si se

añade que toda la región Otomí-Tepehua se dedica a su elaboración, entonces estamos

ante un problema de comercialización que bien pudiera resolverse con la organización

para evitar los principales problemas de la artesanía: la calidad, la competencia entre

las artesanas y el coyotaje. Pero para conocer hasta dónde es efectiva la organización

para impulsar el desarrollo endógeno y dinamizar los recursos locales es necesario

conocer las perspectivas y problemáticas que viven estas mujeres en la construcción de

un proyecto de desarrollo rural que abarque, a la postre, espacialmente, a todas las

mujeres de la región dedicadas a la misma actividad artesanal.

A las comunidades de San José del Valle, Planes de Santiago, La Palizada y El Lindero

pertenecen las mujeres bordadoras del “tenango” con las que se colaboro, por medio

de talleres participativos, en el municipio de Tenango de Doria, para crear la base de un

proyecto organizativo endógeno. Es preciso aclarar que en dichas comunidades no se


trabajó con todas las mujeres, solo con las que manifestaron desde el inició la intención

e interés de formar un grupo artesanal para apropiarse del proceso productivo

intentando evitar con esto el coyotaje y así cubrir sus necesidades, mejorando el

ingreso familiar. La selección partió de la iniciativa de estas artesanas siendo en total un

número de 31 mujeres. Es pertinente señalar, dada la región que ninguna de éstas

mujeres pertenecen a algún grupo étnico, es decir son mestizas. Se dedican

primordialmente al trabajo doméstico y al trabajo agrícola en ciertas temporadas como

el corte de café y en apoyo en algunas actividades para la siembra del fríjol y el maíz.

Son las encargadas de cuidar a los animales de traspatio y los contados árboles

frutales. Además en sus ratos “libres” trabajan a domicilio los “tenangos”, los cuales son

entregados para que borden, sin la debida enseñanza de todo el proceso, por las

señoras de las comunidades donde surgió éste: San Nicolás, San Pablo y el Nanthé.

Por tal motivo, se realizaron entrevistas con artesanas de San Nicolás para conocer su

proceso organizativo.

La experiencia organizativa más o menos fuerte de la región se encuentra en San

Nicolás y en menor medida en San Pablo. En estas comunidades existen cooperativas,

sin embargo, el cooperativismo no existe como tal debido a que la organización se

formo para bajar un recurso por parte del Estado y desapareció al mismo momento de

recibirlo. Por lo que una organización eficaz debe ser congruente en todo momento con

las aspiraciones del grupo y con los de la comunidad, pues no son entes separados,

más bien son espacios de interacción perfectamente imbricados. De ahí que el estudio

de la cultura de la región en general y en particular de la comunidad sea tomada en

cuenta a la hora de satisfacer las demandas de la organización. Pues una organización


ajena a la cultura de donde emana es inconcebible, debido a que la identidad colectiva

es la mediación necesaria para que un proyecto organizativo sirva a la transformación

de la realidad en la que viven sus integrantes. Así,

“...la identidad constituye una dimensión importante del desarrollo regional. Sin
identidad no hay autonomía no puede haber participación de la población en el
desarrollo de su región. Es decir, no puede existir un desarrollo endógeno sin identidad
colectiva” (Giménez; 2005:27).
La transformación de la realidad actual, para cumplir con las necesidades y

aspiraciones de la población es principio rector del desarrollo rural. Por tal motivo la

organización como uno de los factores que pueden generar desarrollo endógeno es una

opción, siempre y cuando este acorde, como ya se señalo, con el contexto.

En la Sierra Otomí-Tepehua los elementos que conforman la identidad están claros para

la población de la región, pero su síntesis, en un todo coherente, parece difusa. Lo que

se traduce en baja participación de la población salvo los liderazgos fuertemente

constituidos, los cuales son los que direccionan de una u otra manera la inquietud de

las artesanas por agruparse.

La participación tanto en la vida política como en la toma de las decisiones es

necesaria, puesto que si no se da ésta, la autonomía queda reducida. Entonces, la

identidad es lo que motiva y da sentido a las acciones y al comportamiento de la

población. De esta manera, la identidad al interior de los grupos es de suma

importancia para fortalecer los lazos de cooperación entre los pobladores, para cumplir

sus objetivos y alcanzar un mejor nivel de vida que satisfaga sus necesidades básicas.

Pese a que el interés por agruparse se encuentra latente en las artesanas de la región,

hasta el momento sólo la comunidad de San Nicolás ha utilizado efectivamente a la


organización como una vía para canalizar los recursos e intereses del grupo, cabe

aclarar que de manera muy somera e inicial, pues la perdurabilidad de las integrantes

ha dependido sobre todo de las ventas e innovaciones en el bordado.

Básicamente, los recursos con los que cuentan estas mujeres en particular y en general

todas de la región se refieren al conocimiento que ha ido transmitiéndose de generación

en generación con respecto al bordado, pero en lo que se refiere a la artesanía textil la

región poseía muy buena fama de producir buenas telas y mantas de algodón como el

quesquémil, el cual era la vestimenta tradicional de los otomíes y las figuras con las

que adornaban su vestimenta eran las mismas del “tenango ”. (Soustelle, 1993 citado por

Lorenzo; 2008).

Actualmente, el bordado del tenango sustituyo esta actividad, por lo que los

conocimientos que la población tenía sobre el manejo de las telas es un recurso

histórico cultural muy arraigado en la región, pues fuera de esta actividad y la

elaboración del papel amate, no hay ninguna otra artesanía con mayor

representatividad y difusión en la región. Así, la habilidad que se necesita para producir

estas artesanías está supeditada al conocimiento del textil en general. Sin embargo, un

elemento peculiar y distintivo del “tenango” es la referencia que hace a los

componentes geosimbólicos de la Sierra, los cuales están cargados de afectividad.

Estos elementos, sólo por citar algunos tienen que ver con las plantas y los animales

de su entorno que le dan existencia a sus mitos y ritos. Los animales que pintan desde

tiempos atrás son similares a los que hay en una cueva al pie del Cerro Brujo en la

comunidad de San Nicolás, llena de pinturas rupestres, las cuales reproducen en sus

bordados.
El “tenango”, además de ser una apropiación espacial por representar a toda una

región, es también una apropiación subjetiva manifestada en los símbolos que el

espacio proporciona, como son, reiterando, los animales y la vegetación a los que se le

dan propiedades sobrenaturales por influir en las acciones humanas.

Objetivamente, la realización de esta artesanía en toda la región busca mitigar en lo

posible el contexto socioeconómico marginado en el que se encuentran. El problema no

reside en dedicarse, casi exclusivamente, al sector primario, sino la cuestión radica en

el creciente abandono de las tierras de cultivo por la baja rentabilidad que significa ello,

aunado al incremento de los precios del maíz y de la tortilla por la importación de éstos

(Amescua; 2007:16). Lo anterior genera un fuerte déficit de los productos básicos

alimentarios para la población de la región, y para solucionar dicho déficit se crea una

marcada dependencia del exterior para el suministro de sus alimentos.

Entonces, la producción doméstica resulta insuficiente para cubrir las necesidades de

alimentación básicas de los habitantes. Por tal razón, los hombres migran buscando

ingresos y las mujeres realizan actividades que mejoren el ingreso familiar, aunque su

trabajo no figure en la PEA estatal. Con respecto a los jóvenes, existe una

subutilización en las edades más productivas, y se registra que éstos se encuentran

inactivos por la esperanza que tienen de migrar (Fabre; 2004: 15).

La problemática descrita líneas arriba solo es una parte de las limitantes del desarrollo

endógeno en la región, pues como se señaló al principio del escrito, la generación de

dependencias y desconfianza irrumpen violentamente con los intentos organizativos

para encauzar y dinamizar todos los recursos locales con los que cuentan, además del
hecho de que las comunidades no utilizan el gran potencial que la Sierra tiene para

cultivos comerciales y aprovechamiento forestal que ayudaría a resolver el déficit

alimentario de la población y proporcionaría una ocupación redituable evitando con esto

que la población migre.

Ahora bien, específicamente en lo que respecta a las mujeres de la región, actores

sociales en los que se enfoca esta investigación, sus principales problemas a los que

se enfrentan en la construcción del desarrollo endógeno están ubicados principalmente

al interior de su comunidad por la cuestión de género ya que sus roles bien definidos e

interiorizados impiden que tomen las decisiones necesarias para participar plenamente

en un proyecto que impulse el liderazgo y que las motive a salir e intercambiar

experiencia con otras mujeres y otros grupos organizados; asimismo, sobre la dificultad

de acceder a un mercado diferenciado ya que al no haber un seguimiento y

perdurabilidad en la organización por parte de todas las integrantes, la responsabilidad

de buscar mercados se concentra solo en una o dos mujeres lo que retrasa y dificulta

su inserción oportuna al mercado y la creación de una red comercializadora social

coherente en la región debido, reiterando, al nulo intercambio de experiencias con

otras organizaciones, lo que incide directamente en la calidad de sus productos.

La organización efectivamente está impulsando iniciativas de utilización de todas sus

capacidades, pero aun se encuentra en un proceso inicial y por lo tanto de suma

fragilidad. Lo que sugiere que existen posibilidades reales para el desarrollo endógeno

en la región, pero éste debe de pasar por una revaloración de las capacidades y

recursos que poseen, para alcanzar el desarrollo, seguido de una buena organización

que optimice dichos recursos en beneficio de las familias en un primer momento y,


como todas se dedican a lo mismo, puedan establecer redes sociales y comerciales

más amplias para aprovechar todos y cada uno de estos recursos, pues la iniciativa y la

inquietud es el ingrediente actualmente activo.

Bibliografía citada
 Amescua, Armando (2007) Pobreza alimentaria y desnutrición: el otro lado del
desarrollo. Una mirada a la Sierra Otomi Tepehua. SEP, 2007, No 2. UAEH
 Fabre, Danú (2004) De pobreza y población. Reflexiones en torno a un escenario en
México. UAEH.
 Gimenez Gilberto (2005) Territorio, cultura e identidades, IIS-UNAM, Mexico
 Soustelle, Jaques (1993) La familia otomi-pame del mexico central, Centro de Estudios
mexicanos y centroamericanos, FCE, México citado por en et al. Los Tenangos, Mitos y
Ritos. Arte textil hidalguense (2008), México. CONACULTA.

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No. 61 CEPAL Chile.
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 Dieterlen, Paulette (2003). La pobreza: un estudio filosófico. CFE, México

 Gibson, Charles (1980), Los aztecas bajo el dominio español 1519-1810, siglo XXI, México citado
en et al. Los Tenangos, Mitos y Ritos. Arte textil hidalguense (2008), México. CONACULTA

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 Radl Philipp Rita (2001) Cuestiones actuales de sociología del género CISC Universidad de
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 Rubio Blanca (2004) El panorama rural mexicano frente a la globalización.
 Rubio Blanca (2006) Exclusión rural y resistencia social en América Latina
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