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Para los más pequeños, aprender valores importantes a través de cuentos es la

forma más sencilla y divertida, ya que estarán asimilándolos mientras se dejan llevar
por fascinantes historias. Por ello, Mundo Primaria te propone esta serie de cuentos
con valores para que los más pequeños interioricen sus enseñanzas y las lleven a su
día a día.

Los cuentos son una parte muy importante del crecimiento de los niños, pues les
permiten empatizar con el mundo, desarrollar su imaginación y resolver conflictos.

El cuento es una de las bases para el desarrollo intelectual. Al contarles una historia
podemos lograr que entiendan las cosas con más rapidez, que su cerebro trabaje
con más certeza, se estimule su memoria y sus ganas de expresarse.

Los relatos populares son una buena manera de aproximarse a las raíces culturales
de la humanidad. Son historias capaces de dejar pequeños mensajes en el
ambiente que abren nuestra mirada a otros mundos a nuestro alrededor, que nos
ofrecen la memoria de otras gentes y de otros pueblos.

Los cuentos infantiles son una buena forma de crear un lazo de unión con los niños,
fomentar su imaginación y su creatividad, ahuyentar los temores y en muchos casos
hacerles sentir más valientes al inspirarse en sus personajes favoritos.

Como maestros de Educación Infantil también tenemos varios momentos a lo largo


del día para contar un cuento a nuestros alumnos. Podemos hacerlo de forma
rutinaria y establecer una hora concreta todos los días (antes de salir al patio, en la
asamblea o antes de irse a casa), o podemos elegir el momento en función de
cómo se sienta el grupo.
Los cuentos son muy buenos para relajar a nuestros alumnos cuando están
especialmente inquietos. Es también una buena idea tener un objeto, como un
sombrero o una varita mágica, que los niños relacionen directamente con este
momento.

A la hora de contarles un cuento es importante dar a cada personaje una voz,


gestos y personalidad propios, para que el niño consiga imaginar la historia que le
contamos. Nosotros también tenemos que hacer el ejercicio de imaginarla, ya que
así será más creíble para ellos. Tenemos que poner la entonación adecuada, llevar
un ritmo de narración que le mantenga interesado e, incluso, actuar.

Escuchar historias hace a los niños más reflexivos ya que, en ellas, encuentran un
mensaje que los lleva a comprender la forma en que deben actuar y comportarse,
aprenden a escuchar con atención y a ser pacientes, fomentamos la empatía o
capacidad para ponerse en el lugar del otro.

También se pueden hacer actividades para desarrollar el pensamiento lógico-


matemático como secuenciar las escenas del cuento, el material, el principio, el
final, ordenar las acciones a partir de dibujos, contar personajes, animales, objetos
o hacer disparates sobre el espacio y el tiempo. Para comprobar el nivel de
comprensión se pueden realizar preguntas sobre la historia, recordar características
de los personajes o partir de las ilustraciones para recrear de nuevo el cuento.

Podemos hacer actividades musicales como imitar a los animales, realizar


diferentes actividades plásticas como hacer un dibujo sobre el cuento, los entornos
o los personajes, inventar canciones sobre cada uno de ellos, escuchar o buscar
canciones que se puedan relacionar con diferentes momentos del cuento y se
pueden recortar secuencias del cuento y ordenarlas o hacer un puzzle con un
dibujo del relato.

Para los niños y las niñas de este tiempo, el cuento continúa siendo un instrumento
emocional y mágico en sus años de escuela. Es un recurso claramente socializador,
que dispone de una llave especial para abrir la puerta de la lectura y de la
escritura, e incluso de la convivencia y de la tolerancia. Pero, sobre todo, su
principal capacidad se basa en que todavía es capaz de activar el aprendizaje de
la lengua escrita.
Cuento con valores que nos habla de paz y no violencia.

De todos los guerreros al servicio del


malvado Morlán, Jero era el más fiero, y el
más cruel. Sus ojos descubrían hasta los
enemigos más cautos, y su arco y sus
flechas se encargaban de ejecutarlos.

Cierto día, saqueando un gran palacio, el


guerrero encontró unas flechas rápidas y
brillantes que habían pertenecido a la
princesa del lugar, y no dudó en guardarlas
para alguna ocasión especial.

En cuanto aquellas flechas se unieron al


resto de armas de Jero, y conocieron su
terrible crueldad, protestaron y se lamentaron amargamente. Ellas, acostumbradas
a los juegos de la princesa, no estaban dispuestas a matar a nadie.

¡No hay nada que hacer! - dijeron las demás flechas -. Os tocará asesinar a algún
pobre viajero, herir de muerte a un caballo o cualquier otra cosa, pero ni soñéis
con volver a vuestra antigua vida...

Algo se nos ocurrirá- respondieron las recién llegadas.

Pero el arquero jamás se separaba de su arco y sus flechas, y éstas pudieron


conocer de cerca la terrorífica vida de Jero. Tanto viajaron a su lado, que
descubrieron la tristeza y la desgana en los ojos del guerrero, hasta comprender
que aquel despiadado luchador jamás había visto otra cosa.

Pasado el tiempo, el arquero recibió la misión de acabar con la hija del rey, y Jero
pensó que aquella ocasión bien merecía gastar una de sus flechas. Se preparó
como siempre: oculto entre las matas, sus ojos fijos en la víctima, el arco tenso, la
flecha a punto, esperar el momento justo y ... ¡Soltar!

Pero la flecha no atravesó el corazón de la bella joven. En su lugar, hizo un extraño,


lento y majestuoso vuelo, y fue a clavarse junto a unos lirios de increíble belleza.
Jero, extrañado, se acercó y recogió la atontada flecha. Pero al hacerlo, no pudo
dejar de ver la delicadísima y bella flor, y sintió que nunca antes había visto nada
tan hermoso...

Unos minutos después, volvía a mirar a su víctima, a cargar una nueva flecha y a
tensar el arco. Pero nuevamente erró el tiro, y tras otro extraño vuelo, la flecha
brillante fue a parar a un árbol, justo en un punto desde el que Jero pudo escuchar
los más frescos y alegres cantos de un grupo de pajarillos...

Y así, una tras otra, las brillantes flechas fallaron sus tiros para ir mostrando al
guerrero los pequeños detalles que llenan de belleza el mundo. Flecha a flecha,
sus ojos y su mente de cazador se fueron transformando, hasta que la última flecha
fue a parar a sólo unos metros de distancia de la joven, desde donde Jero pudo
observar su belleza, la misma que él mismo estaba a punto de destruir.

Entonces el guerrero despertó de su pesadilla de muerte y destrucción, deseoso de


cambiarla por un sueño de belleza y armonía. Y después de acabar con las
maldades de Morlán, abandonó para siempre su vida de asesino y dedicó todo su
esfuerzo a proteger la vida y todo cuanto merece la pena.

Sólo conservó el arco y sus flechas brillantes, las que siempre sabían mostrarle el
mejor lugar al que dirigir la vista.

FIN

Laura cambia de ciudad es un cuento infantil que


habla de las diferencias y de valores como el respeto
a los demás.

Las vacaciones se terminaron y Laura estaba triste. De


nuevo tenía que ir al colegio y no estaba
entusiasmada con la idea. Y es que a su padre lo
habían ascendido a director de una sucursal bancaria
y por ello tuvieron que mudarse de ciudad. Ella quería
volver al colegio de siempre donde tenía muchos
amigos.

Tan sólo le faltaba un mes para cumplir los cinco años


y pensaba que en su fiesta no tendría ningún amigo.
Sin embargo, en presencia de sus padres disimulaba, sus papás andaban muy
ilusionados con la casa que habían adquirido y ella no quería "aguarles" la fiesta.
De camino para el colegio, siempre de la mano de su mamá, iba pensando en su
maestra Cristina y lo bien que se la pasaba con ella ¡Desde luego, ya no sería lo
mismo!
La madre la condujo hasta la puerta de la clase cuando, ¡Qué sorpresa! ¿Cristina
estaba allí? ¿Estaba soñando? Pronto se aclaró el equívoco. La maestra se llamaba
Rosa y era hermana gemela de Cristina. En la clase había veinte niños y estaban
sentados por grupos de siete. Laura se sentó en el grupo donde había seis.

En dicho grupo estaba sentada María, que era hija de su maestra y que
casualmente vivía en su misma urbanización. Ricardo y Jaime eran dos niños muy
divertidos y habladores. Estaba también Carmen, una niña de etnia gitana de ojos
grande y tez morena, pero la que más le llamó la atención era una niña de rasgos
distintos de los de todos.

Era china y sus padres acababan de instalar un bazar frente al colegio, por lo que
llevaba poco tiempo residiendo en la ciudad. Se llamaba Yenay y todavía no sabía
hablar español. Laura, desde el primer momento, conectó con Yenay y se
entendían perfectamente sin palabras. Había pasado un mes y Laura ya estaba
mucho más alegre.

Jugaba constantemente en el recreo con los niños de su grupo y además se había


propuesto enseñarle su lengua a Yenay. Sus papás le había preparado una fiesta
de cumpleaños a la que habían acudido todos los niños sin faltar ninguno de los de
su grupo.

También acudieron a dicha fiesta amiguitos antiguos, ya que la distancia entre las
dos ciudades era de apenas veinte kilómetros. Laura disfrutó muchísimo. Se había
dado cuenta de que seguía teniendo los amigos de siempre y había conseguido
otros nuevos con los que compartiría todos sus juegos.

FIN

Preguntas de comprensión lectora para los niños

Ayuda a tu hijo a mejorar su comprensión lectora para que pueda entender mejor
el mensaje que quiere transmitir. Puedes hablar con él sobre los valores esenciales
que transmite el cuento, como son el de la tolerancia, la diversidad y el respeto a
la diferencias.

¿Cómo se lama la niña que ha cambiado de colegio?

¿Por qué estaba triste?

¿Conocía a alguien en la clase?

¿De quién se hizo amiga?

¿Por qué su amiga era diferente?

¿Qué le enseñó a Laura a su nueva amiga?


Cuento sobre la envidia para leer a los
niños.

Esta es la increíble historia de un niño muy


singular. Siempre quería aquello que no
tenía: los juguetes de sus compañeros, la
ropa de sus primos, los libros de sus papás...
y llegó a ser tan envidioso, que hasta los
pelos de su cabeza eran envidiosos.

Un día resultó que uno de los pelos de la


coronilla despertó de color verde, y los
demás pelos, al verlo tan especial, sintieron
tanta envidia que todos ellos terminaron de
color verde.

Al día siguiente, uno de los pelos de la frente se manchó de azul, y al verlo,


nuevamente todos los demás pelos acabaron azules. Y así, un día y otro, el pelo del
niño cambiaba de color, llevado por la envidia que sentían todos sus pelos.

A todo el mundo le encantaba su pelo de colores, menos a él mismo, que tenía


tanta envidia que quería tener el pelo como los demás niños. Y un día, estaba tan
enfadado por ello, que se tiró de los pelos con rabia. Un pelo delgadito no pudo
aguantar el tirón y se soltó, cayendo hacia al suelo en un suave vuelo... y entonces,
los demás pelos, sintiendo envidia, se soltaron también, y en un minuto el niño se
había quedado calvo, y su cara de sorpresa parecía un chiste malo.

Tras muchos lloros y rabias, el niño comprendió que todo había sido resultado de su
envidia, y decidió que a partir de entonces trataría de disfrutar de lo que tenía sin
fijarse en lo de los demás. Tratando de disfrutar lo que tenía, se encontró con su
cabeza lisa y brillante, sin un solo pelo, y aprovechó para convertirla en su lienzo
particular.

Desde aquel día comenzó a pintar hermosos cuadros de colores en su calva


cabeza, que gustaron tantísimo a todos, que con el tiempo se convirtió en un
original artista famoso en el mundo entero.

FIN
Un conejo en la vía, cuenta una
bonita historia que hará reflexionar
y pensar a los niños sobre el valor
de la bondad, de la compasión, de
la gratitud, responsabilidad y
compromiso, hacia la naturaleza.

Daniel se reía dentro del auto por


las gracias que hacía su hermano
menor, Carlos. Iban de paseo con
sus padres al Lago Rosado. Allí irían
a nadar en sus tibias aguas y
elevarían sus nuevas cometas.
Sería un día de paseo inolvidable.
De pronto el coche se detuvo con
un brusco frenazo. Daniel oyó a su
padre exclamar con voz ronca:

- ¡Oh, mi Dios, lo he atropellado!

- ¿A quién, a quién?, le preguntó Daniel.

- No se preocupen, respondió su padre-. No es nada.

El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio,


empezó a sonar una canción de moda en los altavoces.

- Cantemos esta canción, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás. La mamá
comenzó a tararear una canción. Pero Daniel miró por la ventana trasera y vio
tendido sobre la carretera el cuerpo de un conejo.

- Para el coche papi, gritó Daniel. Por favor, detente.

- ¿Para qué?, responde su padre.

- ¡El conejo, le dice, el conejo allí en la carretera, herido!


- Dejémoslo, dice la madre, es sólo un animal.

- No, no, para, para.

- Sí papi, no sigas - añade Carlitos-. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de


animales. Los dos niños estaban muy preocupados y tristes.
- Bueno, está bien- dijo el padre dándose cuenta de su error. Y dando vuelta
recogieron al conejo herido.
Pero al reiniciar su viaje fueron detenidos un poco más adelante por una patrulla
de la policía, que les informó de que una gran roca había caído sobre la carretera
por donde iban, cerrando el paso. Al enterarse de la emergencia, todos ayudaron
a los policías a retirar la roca.

Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo


al veterinario, que curó la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos aceptaron
a llevarlo a su casa hasta que se curara

Unas semanas después toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo en el


bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz
en libertad.

FIN

Cuento sobre la amistad

Había llegado por fin el


gran día. Todos los
animales del bosque se
levantaron temprano
porque ¡era el día de la
gran carrera de zapatillas!
A las nueve ya estaban
todos reunidos junto al
lago.

También estaba la jirafa, la


más alta y hermosa del
bosque. Pero era tan
presumida que no quería ser amiga de los demás animales.
La jirafa comenzó a burlarse de sus amigos:

- Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.

- Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.

- Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.

Y entonces, llegó la hora de la largada.

El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con
moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con lunares
anaranjados.

La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando estaban a
punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada.

Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!

- Ahhh, ahhhh, ¡qué alguien me ayude! - gritó la jirafa.

Y todos los animales se quedaron mirándola. Pero el zorro fue a hablar con ella y le
dijo:

- Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos
diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y
ayudarnos cuando lo necesitamos.

Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Y vinieron las
hormigas, que rápidamente treparon por sus zapatillas para atarle los cordones.

Y por fin se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas,
preparados, listos, ¡YA!

Cuando terminó la carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva
amiga que además había aprendido lo que significaba la amistad.

Colorín, colorón, si quieres tener muchos amigos, acéptalos como son.

FIN
Cuento sobre la tolerancia y amor al prójimo.

Era su segundo día de clase. Henry se sentó en el


primer pupitre del aula, al lado de la ventana,
como le recomendó su mamá. La profesora entró
en clase y les dijo "buenos días". Hoy vamos a
estudiar algunos animales. Comenzaremos con el
asno, ese animal tan útil a la humanidad, fuerte, de
largas orejas, y...

- ¡Como Henry!, la interrumpió una voz que salía de


atrás del salón.

Muchos niños comenzaron a reír ruidosamente y


miraban a Henry.

- ¿Quién dijo eso?, preguntó la profesora, aunque sabía bien quién lo había dicho.

- Fue Quique, dijo una niña señalando a su lado a un pequeñín pecoso de cinco
años.

- Niños, niños, dijo Mily con voz enérgica y poniendo cara de enojo. No deben
burlarse de los demás. Eso no está bien y no lo voy a permitir en mi salón.

Todos guardaron silencio, pero se oía algunas risitas.

Un rato después una pelota de papel goleó la cabeza de Tomás. Al voltear no vio
quien se la había lanzado y nuevamente algunos se reían de él. Decidió no hacer
caso a las burlas y continuó mirando las láminas de animales que mostraba Mily.
Estaba muy triste pero no lloró. En el recreo Henry abrió su lonchera y comenzó a
comerse el delicioso bocadillo que su mamá le había preparado. Dos niños que
estaban cerca le gritaron:

- Orejón, oye orejón, no comas tanto que va a salirte cola como un asno, y echaron
a reír.

Otros niños a su alrededor lo miraron y tocando sus propias orejas, sonreían y


murmuraban. Henry entendió por primera vez, que de verdad había nacido con
sus orejas un poco más grandes. 'Como su abuelo Manuel', le había oído decir a su
papá una vez.
De pronto se escucharon gritos desde el salón de música, del cual salía mucho
humo. Henry se acercó y vio a varios niños encerrados sin poder salir, pues algún
niño travieso había colocado un palo de escoba en los cerrojos.

A través de los vidrios se veían los rostros de los pequeños llorando, gritando y muy
asustados. Dentro algo se estaba quemando y las llamas crecían.

Los profesores no se habían dado cuenta del peligro, y ninguno de los niños se
atrevía a hacer nada. Henry, sin dudarlo un segundo, dejó su lonchera y corrió
hacia la puerta del salón y a pesar del humo y del calor que salía, agarró la escoba
que la trababa y la jaló con fuerza. Los niños salieron de prisa y todos se pusieron a
salvo.

Henry se quedó como un héroe. Todos elogiaron su valor. Los niños que se habían
burlado de él estaban apenados.

En casa, Henry contó todo lo sucedido a su familia, por lo que todos estaban
orgullosos de él. Al día siguiente, ningún niño se burló de Henry. Habían entendido
que los defectos físicos eran sólo aparentes, pero en cambio el valor de Henry al
salvar a sus compañeros era más valioso y digno de admirar.

FIN

El valor del respeto y la bondad


convierte a los niños en mejores
personas. El bien común debe
perseguirse como una de las metas
a seguir en nuestras vidas.

Itzerina quería coger para ella sola


todos los rayos de sol, pero se
encontró con varios animalillos del
bosque que le hicieron cambiar de
opinión. El cuento de Itzerina y los
rayos de sol enseña a los niños las
ventajas de respetar a los demás y
de compartir.

Itzelina Bellas Chapas era una niña muy curiosa que se levantó temprano una
mañana con la firme intención de atrapar, para ella sola, todos los rayos del sol.
Una ardilla voladora que brincaba entre árbol y árbol le gritaba desde lo alto. ¿A
dónde vas, Itzelina?, y la niña respondió:

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así
tenerlos para mí solita.

- No seas mala, bella Itzelina - le dijo la ardilla - Deja algunos pocos para que me
iluminen el camino y yo pueda encontrar mi alimento. -

Está bien, amiga ardilla - le contestó Itzelina -, no te preocupes. Tendrás como todos
los días rayos del sol para ti. Siguió caminando Itzelina, pensando en los rayos del
sol, cuando un inmenso árbol le preguntó. ¿Por qué vas tan contenta, Itzelina?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así
tenerlos para mí solita, y poder compartir algunos con mi amiga, la ardilla voladora.

El árbol, muy triste, le dijo:

- También yo te pido que compartas conmigo un poco de sol, porque con sus rayos
seguiré creciendo, y más pajaritos podrán vivir en mis ramas.

- Claro que sí, amigo árbol, no estés triste. También guardaré unos rayos de sol para
ti.

Itzelina empezó a caminar más rápido, porque llegaba la hora en la que el sol se
levantaba y ella quería estar a tiempo para atrapar los primeros rayos que lanzara.
Pasaba por un corral cuando un gallo que estaba parado sobre la cerca le saludó.

- Hola, bella Itzelina. ¿Dónde vas con tanta prisa?

- Voy a la alta montaña, a pescar con mi malla de hilos todos los rayos del sol y así
poder compartir algunos con mi amiga la ardilla voladora, para que encuentre su
alimento; y con mi amigo el árbol, para que siga creciendo y le dé hospedaje a
muchos pajaritos.

- Yo también te pido algunos rayos de sol para que pueda saber en las mañanas a
qué hora debo cantar para que los adultos lleguen temprano al trabajo y los niños
no vayan tarde a la escuela.

- Claro que sí, amigo gallo, también a ti te daré algunos rayos de sol – le contestó
Itzelina.

Itzelina siguió caminando, pensando en lo importante que eran los rayos del sol
para las ardillas y para los pájaros; para las plantas y para los hombres; para los
gallos y para los niños.

Entendió que si algo les sirve a todos, no es correcto que una persona lo quiera
guardar para ella solita, porque eso es egoísmo. Llegó a la alta montaña, dejó su
malla de hilos a un lado y se sentó a esperar al sol.
Ahí, sentadita y sin moverse, le dio los buenos días, viendo como lentamente los
árboles, los animales, las casas, los lagos y los niños se iluminaban y se llenaban de
colores gracias a los rayos del sol.

Este cuento quiere enseñarnos lo importante que es el respeto al bien común.

Ejercicios de comprensión lectora

Entender el mensaje del cuento es importante a la hora de inducir al niño a la


lectura. Por eso te dejamos algunas preguntas para saber si tu hijo ha entendido el
significado del cuento.

La comprensión lectora es uno de los primeros pasos de iniciación a la lectura.

- ¿Por qué quería Itzelina coger los rayos de sol?

- ¿A quién se encontró en un árbol?

- ¿Qué le pidió el gallo?

- ¿Dónde fue Itzerina a coger los rayos del sol?

- ¿Cogió la niña los rayos de sol?

- ¿Por qué no los cogió?

Cuento infantil sobre generosidad

Matías estaba comiendo tranquilamente


cuando de repente vio algo moverse en su
plato:

¡Hay un gusano en mi plato!, dijo Matías


haciendo gestitos con la mano como para
ahuyentarlo. El gusano primero miró el plato,
después miró a Matías y luego dijo:
- ¡Glup!, parece que me equivoqué. Esta no es una hoja de lechuga.

Cuando se le pasó un poquito el miedo, Matías, que era muy curioso, se acercó a
observar muy bien a don Gusano.

- ¡Vaya! -pensó- No sólo es bastante extraño y bonitos sus colores, sino que también
tiene muchas patitas. Debe estar desorientado.

- Desorientado no, apenas un poco cegato –corrigió el gusano- pero en voz tan
bajita que nadie lo escuchó.

Por un instante el gusanito detuvo su marcha, encorvó su lomo verde y miró a


Matías con sus ojitos finitos de gusano perdido.

Sonrieron cada uno a su manera. Matías, entonces, trajo una hoja de lechuga, que
con mamá sacó de la heladera.

Lo cargó sobre ella y la llevó al jardín. Don Gusano sintió el airecito y fue feliz.

Entretanto, Matías lo miraba divertido.

Pasito a paso el gusano se fue perdiendo entre las rosas con un buen bocado de
lechuga entre las mandíbulas.

Pero eso sí ¡lechuga sin condimentar!

FIN

Preguntas de comprensión lectora para tu hijo

Descubre si tu hijo comprendió el cuento y aprovecha para reflexionar con él sobre


el valor de la generosidad. Puedes ayudarte de estas preguntas:

- ¿Qué encontró Matías en su plato?

- ¿Qué le sucedía al gusano?

- ¿Qué decidió darle Matías?

- ¿Cómo se sintió el gusano ante el regalo de Matías?


Santilín, especialmente, despierta el amor y el respeto de los niños por la naturaleza.

Santilin es un osito muy inteligente,


bueno y respetuoso. Todos lo quieren
mucho, y sus amiguitos disfrutan
jugando con él porque es muy
divertido.

Le gusta dar largos paseos con su


compañero, el elefantito. Después
de la merienda se reúnen y
emprenden una larga caminata
charlando y saludando a las
mariposas que revolotean coquetas,
desplegando sus coloridas alitas.

Siempre está atento a los juegos de


los otros animalitos. Con mucha paciencia trata de enseñarles que pueden
entretenerse sin dañar las plantas, sin pisotear el césped, sin destruir lo hermoso que
la naturaleza nos regala.

Un domingo llegaron vecinos nuevos. Santilin se apresuró a darles la bienvenida y


enseguida invitó a jugar al puercoespín más pequeño.

Lo aceptaron contentos hasta que la ardillita, llorando, advierte:

- Ay, cuidado, no se acerquen, esas púas lastiman.

El puercoespín pidió disculpas y triste regresó a su casa. Los demás se quedaron


afligidos, menos Santilin, que estaba seguro de encontrar una solución.

Pensó y pensó, hasta que, risueño, dijo:

- Esperen, ya vuelvo.

Santilin regresó con la gorra de su papá y llamó al puercoespín.

Le colocaron la gorra sobre el lomo y, de esta forma tan sencilla, taparon las púas
para que no los pinchara y así pudieran compartir los juegos.
Tan contentos estaban que, tomados de las manos, formaron una gran ronda y
cantaron felices.

FIN

Cuento infantil sobre la perseverancia

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se


lamenta constantemente Uga, la
tortuga.

Y es que no es para menos: siempre


llega tarde, es la última en acabar
sus tareas, casi nunca consigue
premios a la rapidez y, para colmo es
una dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!, se


propuso un buen día, harta de que
sus compañeros del bosque le
recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas
como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas
de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis
compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es


hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo
mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren
tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y
siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez.

Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La
constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de
lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba:


alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo
intentaré.

Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía
porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles


metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes
fines.

FIN
Preguntas de comprensión lectora

Ayuda a tu hijo a entender el mensaje del cuento, que en este caso, habla de la
importancia de esforzarse y perseverar en las tareas para conseguir buenos
resultados. Utiliza con tu hijo estas preguntas y reflexiona con su ayuda sobre el
cuento de Uga la tortuga:

1. ¿Qué le pasaba a Uga la tortuga? ¿Por qué se metían todos los compañeros del
bosque con ella?

2. ¿Hizo algo Uga para cambiar esta situación?

3. ¿Qué le dijo la trabajadora hormiguita?

4. ¿Cómo se sentía Uga al comenzar a esforzarse en todo lo que hacía?


Una historia que habla del respeto a las diferencias

Gaspar era un burrito muy simpático y


divertido. No le temía a nada ni a nadie. Tenía
un carácter jovial, alegre, era especial,
diferente a los demás burritos.

Por ser diferente todos los animales lo miraban


con desconfianza, y hasta con temor. ¿Por
qué era diferente? Cuando nació era
totalmente de color blanco; sus cejas, sus ojos,
sus uñas, el pelaje, el hocico, todo era blanco.
Hasta su mamá se sorprendió al verlo.

Gaspar tenía dos hermanos que eran de color


marrón, como todos lo burritos. Su familia a
pesar de todo, lo aceptó tal cual era. Gaspar era un burrito albino. A medida que
fue creciendo, él se daba cuenta que no era como los demás burros que conocía.
Entonces le preguntaba a su mamá por qué había nacido de ese color. Su mamá
le explicaba que el color no hace mejor ni peor a los seres, por ello no debía sentirse
preocupado.

- Todos somos diferentes, tenemos distintos colores, tamaños, formas, pero no


olvides, Gaspar, que lo más importante es lo que guardamos dentro de nuestro
corazón, le dijo su mamá.

Con estas palabras, Gaspar se sintió más tranquilo y feliz. Demostraba a cada
instante lo bondadoso que era. Amaba trotar alegremente entre flores, riendo y
cantando. Las margaritas al verlo pasar decían:

- ¡Parece una nube que se cayó del cielo, o mejor un copo de nieve cayendo sobre
el pastizal, o una bola de algodón gigante!

Las rosas, por su lado opinaban:

- ¡es la luna nueva que cayó a la tierra y no sabe volver!

Cuando Gaspar salía de paseo por los montes, las mariposas salían a su encuentro,
revoloteando a su alrededor, cual ronda de niños en el jardín; los gorriones, lo
seguían entonando su glorioso canto. Gaspar se sentía libre y no le importaba que
algunos animales se burlaran de él. De repente llegó a un arroyo y mientras bebía
agua, los sapos lo observaban con detenimiento y curiosidad y se preguntaban:

- ¿Y este de dónde salió?, ¿Será contagioso, un burro color blanco?, ¿o será una
oveja disfrazada de burro?

Siguió su paseo, y en el camino se encontró con un zorro que le dijo:

- Burro, que pálido eres, deberías tomar sol para mejorar tu aspecto.

- Yo tomo luna, por eso soy blanco, me lo dijo un cisne que nadaba en la laguna,
respondió el burrito inocentemente.

- ¡Qué tonto eres! Jajaja, eso de tomar luna, es muy chistoso, jajaja, se burlaba el
astuto zorro.

Gaspar no entendía dónde estaba el chiste, porque él se creyó eso de tomar luna.
Siguió su camino, pensando en lo que le había dicho el zorro. Entonces decidió
recostarse sobre la fresca hierba bajo el intenso sol de verano. Transcurrieron unas
horas en las cuales, Gaspar, se había quedado dormido.

Después de un rato se despertó, tan agobiado y muerto de calor que corrió a


refrescarse en la laguna. Cuando salió del agua, observó su imagen reflejada en
ella y una triste realidad, su pelaje seguía blanco como siempre. El cisne lo había
engañado. Los cisnes que lo miraban se reían de él.

- Que tonto eres, ¿crees que poniéndose al sol su pelaje cambiará de color?, se
burlaban.

Gaspar siguió su camino, y de repente encontró frente a sus ojos, un paisaje muy
bello que lo dejó atónito. Se encontró en su lugar, su mundo. Todo era blanco,
como él. Se metió más y más, y empezó a reír y reír. Estaba rodeado de jazmines,
por acá, por allá, más acá, más allá, todo blanco y con un aroma embriagador.

- Gaspar, ¿Qué vienes a hacer por aquí?, le preguntaron los jazmines.

- Aparecí de casualidad, no conocía este sitio, le contestó Gaspar.

- Cuando te vimos de lejos supimos que eras vos. Oímos hablar de vos, los gorriones
y las mariposas nos contaron tu historia. No debes sentirte triste por tu aspecto,
míranos a nosotros, deberíamos sentirnos igual, y sin embargo tenemos algo que
nos identifica, que no se ve pero se siente, es el hermoso perfume que emanamos,
que es único y hace que todos los días nos visiten cientos de mariposas y pájaros,
tan bellos como nunca vimos.
Comparten todo el día con nosotros y no les importa si somos blancos o de otro
color. Tú también tienes algo que es más importante que tu color, que se percibe.
Es tu frescura, tu bondad y alegría. Cualidades que hacen que tengas muchos
amigos verdaderos. Debes aceptarte tal cual eres, para que te acepten los demás,
le animaron los jazmines.

Gaspar, recordó las palabras de su mamá. Desde ese día se aceptó como era, y
cosechó muchos más amigos que no lo miraban por su aspecto, sino por lo que
guardaba en su gran corazón.

FIN

Cuento infantil que fomenta la cooperación


A Toño le regalaron una red
para que pescara a la orilla de
la playa. Muy ilusionado se fue
el domingo a probarla y
empezó a echarla, pero sólo
sacaba del mar algas y algún
pequeño pez, que devolvía al
mar para que pudiera crecer.

Después de varias horas cogió


algo que brillaba en la red, y
con cuidado lo sacó para ver lo
que era. Con gran sorpresa vio
una orquídea de sal
cristalizada, y enseguida quiso regalársela a su madre para darle una gran alegría.
Sirena

Pensando en lo que había encontrado, se sentó a descansar en una piedra que


salía del mar. De pronto oyó una voz a sus espaldas, y al volverse vio la sonrisa de
una hermosa niña que le dijo:

- Veo que has encontrado mi flor de cristal. La había perdido y estaba disgustada,
ya que todas las sirenas tenemos una que nos regaló nuestro Rey, Neptuno.

Entonces Toño se dio cuenta de que era una sirena, y le dijo:


- Yo quería regalársela a mi madre…

La sirena le contestó:

- Yo puedo traerte del fondo del mar un buen regalo para tu madre si me das mi
orquídea. Toño se la dio sin pensarlo dos veces y la sirena, con una gran sonrisa, la
cogió y nadó hacia el fondo del mar.

El niño pensó, 'igual ya no vuelve pero, claro, si la flor es de ella no podré quitársela'.

Terminaba de pensar en esto cuando salió la sirena sosteniendo una gran ostra,
¡era una ostra! La sirena le dijo:

- Cuando tu madre la abra, verás cómo le gustará. Quizá sería bueno que la sirena
se sumergiera y entonces

Toño abriría la ostra y encontraría la perla.

Se dieron las gracias mutuamente. La sirena se sumergió en el mar y Toño se fue,


imaginando la cara que pondría su madre cuando le contara su aventura y, mejor
aún, la que pondría al recibir la sorpresa tan bonita que le iba a dar. ¡Estaba feliz!

FIN

Un cuento infantil sobre la amabilidad

Te presento a Daniel, el gran mago de


las palabras. El abuelo de Daniel es muy
aventurero y este año le ha enviado
desde un país sin nombre, por su
cumpleaños, un regalo muy extraño:
una caja llena de letras brillantes.

En una carta, su abuelo le dice que esas


letras forman palabras amables que, si
las regalas a los demás, pueden
conseguir que las personas hagan
muchas cosas: hacer reír al que está triste, llorar de alegría, entender cuando no
entendemos, abrir el corazón a los demás, enseñarnos a escuchar sin hablar.
Daniel juega muy contento en su habitación, monta y desmonta palabras sin cesar.
Hay veces que las letras se unen solas para formar palabras fantásticas, imaginarias,
y es que Daniel es mágico, es un mago de las palabras.

Lleva unos días preparando un regalo muy especial para aquellos que más quiere.
Es muy divertido ver la cara de mamá cuando descubre por la mañana un buenos
días, preciosa debajo de la almohada; o cuando papá encuentra en su coche un
te quiero de color azul.

Sus palabras son amables y bonitas, cortas, largas, que suenan bien y hacen sentir
bien: gracias, te quiero, buenos días, por favor, lo siento, me gustas.

Daniel sabe que las palabras son poderosas y a él le gusta jugar con ellas y ver la
cara de felicidad de la gente cuando las oye. Sabe bien que las palabras amables
son mágicas, son como llaves que te abren la puerta de los demás.
Porque si tú eres amable, todo es amable contigo. Y Daniel te pregunta: ¿quieres
intentarlo tú y ser un mago de las palabras amables?

FIN

Un cuento para ayudar a controlar el mal genio de los niños

Había un niño que tenía muy, pero que muy


mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa
con clavos y le dijo que cada vez que perdiera
la calma, que él clavase un clavo en la cerca
de detrás de la casa.

El primer día, el niño clavó 37 clavos en la


cerca. Al día siguiente, menos, y así con los días
posteriores. Él niño se iba dando cuenta que
era más fácil controlar su genio y su mal
carácter, que clavar los clavos en la cerca.

Finalmente llegó el día en que el niño no perdió


la calma ni una sola vez y se lo dijo a su padre
que no tenía que clavar ni un clavo en la cerca. Él había conseguido, por fin,
controlar su mal temperamento.

Su padre, muy contento y satisfecho, sugirió entonces a su hijo que por cada día
que controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca.

Los días se pasaron y el niño pudo finalmente decir a su padre que ya había sacado
todos los clavos de la cerca. Entonces el padre llevó a su hijo, de la mano, hasta la
cerca de detrás de la casa y le dijo:

- Mira, hijo, has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate
en todos los agujeros que quedaron en la cerca. Jamás será la misma.

Lo que quiero decir es que cuando dices o haces cosas con mal genio, enfado y
mal carácter, dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca. Ya no importa
tanto que pidas perdón. La herida estará siempre allí. Y una herida física es igual
que una herida verbal.

Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes
hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten
una palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte.

Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron
que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado,
este cuento se ha acabado.

FIN
Preguntas para saber si tu hijo comprendió el cuento

Descubre si tu hijo entendió el significado del cuento. Puedes ayudarle a mejorar la


comprensión lectora con preguntas como estas:

1. ¿Cómo era el niño del cuento? ¿Qué problema tenía?

2. ¿Qué le pidió su pare que hiciera cada vez que estuviera enfadado?

3. ¿Qué tuvo que hacer el niño cuando al fin consiguió controlar su carácter?

4. ¿Cómo quedó la madera donde estaban los clavos?


Cuento que habla de valores y el amor de la familia

Una mañana, Patricia se


despertó asustada por un sueño
que había tenido. Soñó que a
todas las personas que conocía
se les había borrado la sonrisa.

Estaba rodeada de gente muy


triste, con caras alargadas, con
el ceño fruncido, con rostros
llenos de amargura, cosa que
no le agradó nada.

Hasta su mamá, que era muy


alegre y siempre tenía un chiste
para compartir, sólo gritaba y
mostraba mal humor.

De igual manera su padre y hermano; por no hablar de la maestra, que tenía un


rostro de estatua, y sus compañeros de clase, quienes ni con una broma reían.

Esto angustió mucho a Patricia, ya que siempre pensaba que la sonrisa era la forma
natural de comunicarse para entender al amigo, al hermano y a los padres.

Esto lo pensaba debido a que sus mejores ratos los había vivido cuando todos los
miembros de la familia se reían, y sabía lo importante que era ese pequeño gesto
para mantenerse unidos y comunicarse.

Patricia cada vez se sentía más sola e incomprendida, nadie reía a su alrededor e
incluso ella llegó a dejar de sonreír y comenzó a llorar, temiendo que nunca volvería
a ver feliz a nadie.

Pero llegó al punto de que el susto invadió todo su cuerpo y de repente se despertó.
Se dio cuenta de que estaba en su cama, a salvo, y dijo: "Menos mal que sólo fue
un sueño".
En ese momento su mamá llegó a la cama con el desayuno y una tremenda
sonrisa, dándole un beso y diciéndole que el día hay que empezarlo feliz.
FIN

Cuento infantil sobre la pereza para educar a los niños en valores

Había una vez un pajarito simpático,


pero muy, muy perezoso. Todos los
días, a la hora de levantarse, había
que estar llamándole mil veces
hasta que por fin se levantaba; y
cuando había que hacer alguna
tarea, lo retrasaba todo hasta que
ya casi no quedaba tiempo para
hacerlo. Todos le advertían
constantemente:

- ¡Eres un perezoso! No se puede


estar siempre dejando todo para
última hora...

- Bah, pero si no pasa nada.-respondía el pajarito- Sólo tardo un poquito más que
los demás en hacer las cosas.

Los pajarillos pasaron todo el verano volando y jugando, y cuando comenzó el


otoño y empezó a sentirse el frío, todos comenzaron los preparativos para el gran
viaje a un país más cálido. Pero nuestro pajarito, siempre perezoso, lo iba dejando
todo para más adelante, seguro de que le daría tiempo a preparar el viaje. Hasta
que un día, cuando se levantó, ya no quedaba nadie.

Como todos los días, varios amigos habían tratado de despertarle, pero él había
respondido medio dormido que ya se levantaría más tarde, y había seguido
descansando durante mucho tiempo. Ese día tocaba comenzar el gran viaje, y las
normas eran claras y conocidas por todos: todo debía estar preparado, porque
eran miles de pájaros y no se podía esperar a nadie. Entonces el pajarillo, que no
sabría hacer sólo aquel larguísimo viaje, comprendió que por ser tan perezoso le
tocaría pasar solo aquel largo y frío invierno.
Al principio estuvo llorando muchísimo rato, pero luego pensó que igual que había
hecho las cosas muy mal, también podría hacerlas muy bien, y sin dejar tiempo a
la pereza, se puso a preparar todo a conciencia para poder aguantar solito el frío
del invierno.

Primero buscó durante días el lugar más protegido del frío, y allí, entre unas rocas,
construyó su nuevo nido, que reforzó con ramas, piedras y hojas; luego trabajó sin
descanso para llenarlo de frutas y bayas, de forma que no le faltase comida para
aguantar todo el invierno, y finalmente hasta creó una pequeña piscina dentro del
nido para poder almacenar agua.

Y cuando vio que el nido estaba perfectamente preparado, él mismo se entrenó


para aguantar sin apenas comer ni beber agua, para poder permanecer en su
nido sin salir durante todo el tiempo que durasen las nieves más severas.

Y aunque parezca increíble, todos aquellos preparativos permitieron al pajarito


sobrevivir al invierno. Eso sí, tuvo que sufrir muchísimo y no dejó ni un día de
arrepentirse por haber sido tan perezoso.

Así que, cuando al llegar la primavera sus antiguos amigos regresaron de su gran
viaje, todos se alegraron sorprendidísimos de encontrar al pajarito vivo, y les parecía
mentira que aquel pajarito holgazán y perezoso hubiera podido preparar aquel
magnífico nido y resistir él solito.

Y cuando comprobaron que ya no quedaba ni un poquitín de pereza en su


pequeño cuerpo, y que se había convertido en el más previsor y trabajador de la
colonia, todos estuvieron de acuerdo en encargarle la organización del gran viaje
para el siguiente año.

Y todo estuvo tan bien hecho y tan bien preparado, que hasta tuvieron tiempo
para inventar un despertador especial, y ya nunca más ningún pajarito, por muy
perezoso que fuera, tuvo que volver a pasar solo el invierno.

FIN
Cuento infantil sobre la bondad y la solidaridad

Al amanecer, un pequeño sapo que


acababa de nacer escuchó hablar
de la belleza de la luna. Muy
decidido salió en su busca.

— Voy buscando a la luna, — dijo


primero a una culebra que tomaba
el sol placenteramente.

— ¿Sabes si voy por buen camino?

La culebra pensó por un momento


tragarlo de un bocado; pero, le hizo
tanta gracia su inocencia que le
respondió:

— Vas por buen camino, sigue adelante y con el paso del tiempo la encontrarás.

El sapito muy animado reanudó su camino feliz.

— Estoy buscando a la luna, — dijo más tarde a un águila.

— ¿Sabes si voy por buen camino?

El águila pensó por un momento tragarlo de un solo bocado; pero, le hizo tanta
gracia su inocencia que le respondió:

— Sigue tu camino tranquilo, con un poco más tiempo la encontrarás. Ella te saldrá
a buscar.

Y así fue preguntando a todos los animales que iba encontrando por el camino
hasta que empezó a anochecer.

— Voy buscando a la luna, — dijo a un búho que estaba en la rama de un árbol.

— ¿Sabes si voy por buen camino?


El búho sonrió al ver al pequeño sapito.

— Sigue tu camino. Enseguida saldrá a buscarte.

El sapito muy animado reanudó su camino feliz.

— Voy buscando a la luna, — dijo después a unas juguetonas luciérnagas.

— ¿Sabéis si voy por buen camino?

Las luciérnagas le contestaron muy divertidas.

Cuando nosotras dejemos de lucir, mira al cielo. Ella saldrá en un momento.

En unos segundos las lucecitas empezaron a apagarse y se quedó en completa


oscuridad.

Entonces sapito miró al cielo y exclamó:

— ¡Ohhhhhhhhh!

La luna lucía en el cielo resplandeciente y, sapito se quedó sin palabras porque,


aunque había oído hablar de su belleza, jamás la hubiera imaginado tan hermosa.

FIN

Actividades de comprensión lectora para niños

Uno de los aprendizajes que ha de realizar el niño junto con el de leer es


comprender lo leído. Tan importante es lo uno como lo otro, por ello, es importante
ayudar al niño desde las primeras etapas de la lectoescritura haciéndole preguntas
sobre el texto.

- ¿Qué animal es el protagonista de la historia?

- ¿Qué iba buscando?

- ¿Por qué crees que los animales que podían comérselo le dejaron seguir su
camino?

- ¿Consiguió el pequeño sapo su objetivo?


Habla de la confianza en sí mismos
y en la importancia de perseverar
para conseguir todo lo que se
propongan. Si son capaces de
afrontar los obstáculos y dificultades
con determinación e inteligencia,
conseguirán superarlos.

Había una vez un muchacho que trabajaba como pastor en Puerto Rico. Todos los
días llevaba a sus cabras a pastar en libertad a la montaña. Al atardecer, el
muchacho llamaba a sus cabras con un potente silbido, y estas obedecían y
llegaban hasta él. Era la hora de regresar a la granja, y todas volvían en orden sin
separarse de él.

Pero un día ocurrió lo siguiente: el pastorcillo silbó como de costumbre, pero las
cabras no regresaban. Él las gritó y seguían sin hacer caso. Y desesperado, después
de gritar y gritar y ver que seguían sin obedecer, se sentó en una piedra a llorar.

Entonces llegó un conejo. Se quedó mirándole y preguntó:

- ¿Por qué lloras, muchacho?

Y él contestó:

- Mis cabras no me hacen caso. Y si no consigo que regresen a la granja, mi padre


se va a enfadar mucho y me castigará.

El conejo, pensativo, contestó:

- No te preocupes, yo te ayudaré. Yo las haré regresar.

Y el conejo se acercó a las cabras y comenzó a gruñir para que andaran, pero las
cabras seguían pastando sin inmutarse. El conejito, frustrado, se sentó junto al pastor
en la piedra y también comenzó a llorar.
Y en esto que pasó por allí una zorra y preguntó:

- ¿Pero por qué lloras, conejito?

- Ay, zorrita, lloro porque el pastorcillo está llorando porque si no consigue que sus
cabras le hagan caso y le sigan hasta la granja, su padre le castigará.

- Oh, no te preocupes. Seguro que yo lo consigo. Voy a intentarlo.

La zorra llegó hasta las cabras y comenzó a aullar con todas sus fuerzas. La verdad
es que daba bastante miedo, y sin embargo, las cabras seguían pastando tan
tranquilas. Desesperado, se sentó junto al conejo y el pastor, y empezó a llorar.

Y entonces apareció un lobo, con cara de ser bastante feroz, y preguntó:

- Pero zorrita, ¿por qué lloras?

- Ay, lobo, es que el conejo llora porque el pastor se puso a llorar porque las cabras
no le hacen caso y si no consigan que le sigan, su padre le castigará.

- Uy, déjame eso a mí, zorrita. Yo conseguiré que las cabras se muevan.

Y el lobo, con su presencia feroz, se acercó hasta las cabras y aulló con todas sus
fuerzas, enseñando bien los colmillos afilados. Pero las cabras parecían no ver
nada. Ahí seguían en el campo pastando tan tranquilas. El lobo, sorprendido, se
fue con el resto de animales y el pastor y comenzó a llorar.

En esto que se acercó volando una pequeña abeja y al ver aquello, preguntó...

- Pero lobo, ¿por qué lloras?

- Ay, abeja, es que la zorrita llora porque el conejo llora porque el pastor estaba
llorando porque sus cabras no le hacen caso y si no consigue que regresen a la
granja, su padre les castigará.

- ¿Es eso? Pues no te preocupes, que yo sé cómo hacerlas volver.

- ¿Con lo pequeña que eres?- contestó el lobo- ¡No te harán caso!

La pequeña abeja, aunque dolida por esas palabras, decidió intentarlo. Así que se
fue hacia el rebaño de cabras y empezó a zumbar cerca de ellas con todas sus
fuerzas. La verdad es que era un zumbido muy molesto, así que las cabras dejaron
de comer para intentar taparse los oídos. Sin embargo, no se movían de su sitio.
La abejita no se dio por vencida y decidió probar algo diferente... Fue entonces
cuando la abeja enseñó su aguijón y se lo clavó a una de las cabras, la más
anciana, y que además era la lideresa del rebaño. La cabra, al sentir el picotazo,
salió corriendo hacia la granja despavorida. Y las demás cabras, al ver que su
lideresa regresaba a la granja, la siguieron.

El pastor, el conejo, la zorra y el lobo miraron asombrados la escena. Después


miraron a la pequeña abeja, muertos de la vergüenza por no haber creído en ella.
El pastor la pidió perdón:

– No sabes cómo lo sentimos, abeja. Nos reíamos de ti y nos has dado a todos una
gran lección. Muchas gracias por ayudarme.

- No hay de qué, pastorcillo- Y sonriendo, se alejó por donde había venido.

El pastorcillo agradeció a todos su ayuda y regresó a su casa pensando en la gran


lección que acababa de aprender ese día: Lo importante no es ser más fuerte ni
más grande. No es ser más agresivo. Lo importante es confiar en uno mismo y
perseverar hasta el final.

FIN

Preguntas de comprensión lectora para el alumno

Ayuda a tu alumno a comprender el significado del mensaje que quiere transmitir


este fantástico cuento. Te ayudamos con estas tres preguntas:

 ¿Por qué lloraba el pastor?

 ¿Qué animales le intentaron ayudar?

 ¿Cuál de ellos lo consiguió?

 ¿Por qué logró el animal más pequeño conseguir que las cabras se
movieran?
Cuento sobre el respeto para niños

Había una vez un


conejo que se llamaba
Serapio. Él vivía en lo
más alto de una
montaña con sus nietas
Serafina y Séfora.
Serapio era un conejo
bueno y muy
respetuoso con todos
los animales de la
montaña y por ello lo
apreciaban mucho. Pero sus nietas eran diferentes: no sabían lo que era el respeto
a los demás. Serapio siempre pedía disculpas por lo que ellas hacían. Cada vez
que ellas salían a pasear, Serafina se burlaba: 'Pero mira que fea está esa oveja. Y
mira la nariz del toro'. 'Sí, mira que feos son', respondía Séfora delante de los otros
animalitos. Y así se la pasaban molestando a los demás, todos los días.

Un día, cansado el abuelo de la mala conducta de sus nietas (que por más que les
enseñaba, no se corregían), se le ocurrió algo para hacerlas entender y les dijo:
'Vamos a practicar un juego en donde cada una tendrá un cuaderno. En él
escribirán la palabra disculpas, cada vez que le falten el respeto a alguien. Ganará
la que escriba menos esa palabra'.

'Está bien abuelo, juguemos', respondieron al mismo tiempo. Cuando Séfora le


faltaba el respeto a alguien, Serafina le hacía acordar del juego y hacía que
escriba en su cuaderno la palabra disculpas (porque así Séfora tendría más
palabras y perdería el juego). De igual forma Séfora le hacía acordar a Serafina
cuando le faltaba el respeto a alguien. Pasaron los días y hartas de escribir, las dos
se pusieron a conversar: '¿no sería mejor que ya no le faltemos el respeto a la
gente? Así ya no sería necesario pedir disculpas'.

Llegó el momento en que Serapio tuvo que felicitar a ambas porque ya no tenían
quejas de los vecinos. Les pidió a las conejitas que borraran poco a poco todo lo
escrito hasta que sus cuadernos quedaran como nuevos. Las conejitas se sintieron
muy tristes porque vieron que era imposible que las hojas del cuaderno quedaran
como antes. Se lo contaron al abuelo y él les dijo: 'Del mismo modo queda el
corazón de una persona a la que le faltamos el respeto. Queda marcado y por más
que pidamos disculpas, las huellas no se borran por completo. Por eso recuerden
debemos respetar a los demás así como nos gustaría que nos respeten a nosotros'.

FIN

Preguntas de comprensión lectora sobre el cuento

1. Responde 'V' si la afirmación es Verdadera y 'F' si es Falsa:

- Serapio era el papá de Serafina y Séfora

- Pedir disculpas lo soluciona todo y por ello no es importante aprender a respetar

- Solo debemos respetar a nuestros padres y maestros

- Debemos tratar a los demás como quisiéramos que nos traten a nosotros

2. Describe a los personajes con adjetivos:

- Serapio

- Serafina y Séfora

3. ¿Qué significa 'Respetar a los demás'?

4. Recuerda alguna vez en que sentiste que alguien te faltó el respeto (puede ser
alguna vez en que alguien se burló de ti por algo). ¿Cómo te sentiste en ese
momento?

5. Subraya las palabras que no conozcas, búscalas en un diccionario e intenta


utilizarlas cuando converses con tus papás y maestros.
Cuento con valores
para enseñar a los
niños a respetar las
diferencias de los
demás.
La diversidad existe y
aprender a respetarla
es básico desde la
infancia, este es el
mensaje de tolerancia
que nos transmite.

Al atardecer, la granja cambia de color: el ámbar dorado de la paja tiene sueño,


bosteza el gallinero entero. Los caballos, burros, ovejas, cerdos… se hacen un
hueco en el marrón abrevadero para beber un trago de agua y acostarse luego.

Duermen de pie pero, como todos, sueñan sueños. Los rosados cerdos recogen a
los lechones, les lavan los dientes antes de dormir, enroscan su rabito entre sus
ilusiones. Y los conejos, en las conejeras; el perro ya está entrando en su caseta; las
vacas y los toros, terneros y terneras esperan el último canto que les meza en sus
literas. Y, por fin, a las nueve y media se decide a cantar el gallo Miligallo. Se
escucha un potente kikirikiií y todos, menos uno, ya se van a dormir.

De tanto cantar el gallo y ordenar dormir a todos, el gallito Miligallo se ha


desvelado.

Siempre se ha preguntado... ¿Por qué no duermen los astros y parpadean en lo


alto? ¿Seremos todos iguales? ¿Tendremos las mismas oportunidades? El gallo irá
a averiguarlo, la noche es bella, ¡canastos!
Siendo apenas un polluelo, Miligallo ya soñaba con salir de noche, suelto, sin nadie
que le agobiara. Las estrellas y la luna, el firmamento firmado de luces tan diminutas
acariciaban sus plumas y el momento había llegado.

La granja ya descansaba: en sus palos, las gallinas; y el borrico, que roncaba por
un dolor de anginas. El perro soñaba inquieto con unas traviesas pulgas que le
picaban en sueños y le salían lustrosas verrugas. Y la vaca, con su toro, rodeada de
terneros, su más hermoso tesoro, mucho más que los dineros.

Y el conejo y la coneja, agazapados están como un viejo y una vieja, sus gazapos
duermen ya en la conejera.

Miligallo, de un salto, se encarama hasta la valla. Desde allí, en lo más alto, divisa
la granja en calma y les dedica un suave canto: “Dormid ya, animalitos, también
granjero y granjera, yo me voy dando saltitos, buscando aventuras nuevas”.

Unas luces, a lo lejos, a Miligallo deslumbran... ¿Qué será ese auto tan viejo?

¡¡¡El camión de la basura!!! Es tan grande… y tanta comida sobrante…

¿Seremos todos iguales ante la comida o el hambre?

Siguió andando Miligallo y un semáforo encontró. Roja es la cresta del gallo,


amarillo es su plumón, verde la hierba de mayo como la que como yo.

Cruzando el paso de cebra se tropezó a un policía, que le dijo con cautela: Lleva
cuidado, gallito, que algún loco del volante no frena ni toca el pito y te llevará por
delante.

El gallito se preguntó: ¿Seremos todos iguales delante de un volante?

Y Miligallo, cansado, se sentó encima de un banco y vio unos pies a su lado y una
carita de espanto.

- ¿Qué hace aquí usted tumbado? –preguntó el gallo intrigado.

- Mi cama es esta madera; mis mantas, los periódicos; mi almohada, la luna llena.

Miligallo, entonces, pensó: ¿Seremos todos iguales si unos dormimos en casa y otros
en los parques?

¿Así que esto es la noche? Gentes que trabajan duro, hombres que fuerzan los
coches, personas pasando apuros, durmiendo sobre bancos que están fríos y duros.
Y con gesto contrariado regresó el gallo a su casa; las seis ya habían dado en el
reloj de la plaza.

¡¡¡Kikirikí kikíiii! La granja se despertaba, el borrico con bufanda su gaznate cuidaba,


con tisana de romero, desayunaba.

El caballo, cereales; los lechones, lechecita; ya les cambia los pañales su mamá, la
cerdita.

Pidió zumo de naranja la coneja al granjero y sirvió a toda la granja vitamina C en


puchero.

Y tomada la comida, el gallo llamó a asamblea –que no es ninguna gallina–, sino


una reunión nueva de todos los animales que habitan la granja bella.

- Queridos animales, solo una reflexión para hacer un mundo mejor: ¿Somos todos
iguales, toros o vacas, perras o canes, lechones o cerdas, gazapos o conejas,
gallinas o gallos?

Y todos se quedaron pensando la pregunta de Miligallo. La respuesta la tenemos


en nuestras manos.

FIN

Un cuento sobre el valor de la obediencia y del respeto a los padres y al prójimo.

Era una vez una tortuguita que


se llamaba Ruby y que vivía con
su mamá y sus dos hermanitas
tortugas. Un día, la mamá le dijo
a Ruby que cuidara de sus
hermanitas porque ella iba al
campo en busca de unas hojas
frescas para comer.

Ruby le contestó que sí, que ella


cuidaría de sus hermanas. Pero
a lo lejos, Ruby, la tortuguita,
escuchó una música que le gustaba y se colocó una blusa de color rojo, un
sombrero, una falda amplia y se puso sus tacones para ir a bailar, porque decía
que le gustaba esa música que estaba sonando.

Cuando llegó al lugar de donde venía la música, se encontró que allí vivía un perro
que se llamaba Franklin, el cual le dijo que él tenía mucha hambre y que si ella no
había pasado por algún lugar adonde hubiera comida abundante.

Ella le dijo:

- Tranquilo amigo, yo te voy a ayudar a conseguir comida. Cuando tu dueño se


ponga a comer me avisas.

Así fue, cuando el señor José se iba a llevar un muslo de pollo a la boca, vino la
tortuguita Ruby y le mordió el dedo gordo del pie. Del dolor que le produjo la
mordedura de la tortuga, soltó el muslo de pollo de inmediato, llegó el perro y se lo
llevó corriendo para comérselo lejos porque tenía mucha hambre.

El señor José se puso a llorar; de inmediato su esposa, la señora María le preguntó


que por qué daba tantos gritos. Él le mostró la herida que le había hecho la
tortuguita y le pidió que llenara una olla grande con agua y la pusiera en el fogón
a calentar para meter a la tortuguita dentro del agua caliente y poderla comer.

Después llegó el perro y escuchó que la señora María buscaba afanada a la


tortuguita porque el agua ya estaba caliente, pero Franklin, el perro, sabía que
matarían a su amiga la tortuguita Ruby por haberlo ayudado a conseguir comida.

Olfateó dónde se encontraba la tortuguita que se encontraba debajo de una


cama y le dijo:

- Sssssh..., no te preocupes, que cuando se acuesten yo te abro la puerta para que


salgas.

Cuando oscureció la tortuguita Ruby salió y el perro se despidió de ella en la puerta.

La tortuguita tuvo mala suerte porque un señor que iba paseando por la calle la
vio y la metió en un saco, pero como el perro vio que Ruby la tortuguita estaba en
peligro, corrió muy deprisa y mordió en la nalga al señor.

Luego el señor soltó el saco y el perro Franklin ayudó a salir a Ruby, la tortuguita, del
saco, cuando de pronto vieron que la mamá de la tortuguita venía, llamándola,
junto con sus hermanitas.
La tortuguita Ruby le prometió a su mamá que la obedecería, ya que casi pierde
la vida por desobedecerla. Y además, no había sido tan responsable dejando a sus
hermanitas solitas.

FIN

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