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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA, CIENCIA Y TECNOLOGÍA


UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL SIMÓN RODRÍGUEZ
NÚCLEO LOS TEQUES
CURSO: INTRODUCCIÓN A LA INVESTIGACIÓN

“IFIGENIA”
ANÁLISIS CRÍTICO

FACILITADORA: PARTICIPANTE:
Profesora ZULEIMA SOLANO CABRERA
ISABEL AVENDAÑO C.I. 6.454.948

zulesolanocabrera@gmail.com
Ifigenia, novela escrita en el año 1924 por la gran escritora venezolana Teresa de la Parra (1889-
1936), ganadora en Francia de un premio de la Casa Editorial Franco-Ibero-Americana, convirtiendo a la
autora en una de las primeras mujeres latinoamericanas en recibir un premio literario en Europa.
La obra se enmarca en una sociedad de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, en la cual la
mujer era vista como un ser inferior y sujeta a los designios de la familia y del hombre, de aquí parte el
análisis crítico sobre esta obra, que refleja en gran medida, bajo la mirada de la escritora, el papel de la
mujer de esa época, en el diario de su protagonista María Eugenia.
El nombre de la novela en principio surge de la mitología griega. Cuenta la leyenda que cuando las
fuerzas griegas se preparaban para zarpar de Áulide a Troya, un fuerte viento del norte retuvo a los mil
navíos griegos en el puerto. Un adivino reveló que Ártemis, diosa de la caza, estaba furiosa y la única
manera de apaciguarla y obtener vientos favorables para zarpar era sacrificar a Ifigenia. Así el personaje
principal de la novela Ifigenia, define su vida como un sacrificio al final de la obra, al tener que dejar el
amor verdadero para contraer nupcias con su prometido:

¡Sí! como en la tragedia antigua soy Ifigenia […] es necesario que entregue en holocausto mi
dócil cuerpo de esclava marcado con los hierros de muchos siglos de servidumbre. Sólo él
puede apagar las iras de ese dios de todos los hombres, en el cual yo no creo y del cual nada
espero. Deidad terrible y ancestral; monstruo sagrado de siete cabezas que llaman: sociedad,
familia, honor, religión, moral, deber, convenciones, principios… (p. 281).

De lo anterior se interpreta como era marcada la vida de la mujer por los convencionalismos y la
moral imperante de esa época, pero ubiquémonos al principio para entender mejor lo expuesto.
La protagonista María Eugenia, joven de 18 años, vive con su abuela, tía, y tíos a raíz del
fallecimiento de su padre, plasmando ella todas sus vivencias en un diario que es la obra en sí. Su
abuelita le criticaba su carácter malcriado y rebelde que decía no la llevaría a buen camino y ella
reflexiona lo siguiente con respecto a esto:

-He perdido ya completamente aquel criterio anárquico, desorientado y caótico, que, como decía
con tanta razón Abuelita, constituía una amenaza y un horrible peligro para mi porvenir […]
jamás me siento sobre una mesa, sino siempre, en las mecedoras, sofás, sillas o taburetes;
nunca se me ocurre el tararear y muchísimo menos aún el silbar canciones picarescas, que son
indecencias propias de café-concierto, indignas de ser entonadas por la boca de una señorita,
[…] no leo novelas cuyas heroínas tengan amantes, palabra que, dicho sea entre paréntesis, no
menciono ni escucho mencionar jamás. […] Semejante enumeración bastaría por sí sola a
darme una idea aproximada de mis progresos en el bien… (p. 58)

He aprendido a bordar y a coser admirablemente tanto a la mano como en la máquina Singer,


conozco ya tres clases de calado, sé hacer postres dificilísimos, riego por las noches los
helechos del corredor, cuento la ropa todos los lunes, fricciono a Abuelita con Elliman´s
Embrocation cuando le duelen las rodillas, sé poner inyecciones, rezo el rosario con tía Clara; y
tengo novio. (p. 59)
Aquí podemos ver como María Eugenia en un tono quizás irónico, plasma como debían
comportarse las señoritas de aquella época para ser consideradas decentes y de conducta ejemplar e
intachable, para entre otras cosas llegar al gran acontecimiento de “tener novio”. Su abuelita le buscará
marido al permitirle “sentarse en la ventana”, cuestión que se consideraba era una “gran diversión para
las jóvenes”, además para que los jóvenes ricos las vieran y captar el mejor pretendiente para lograr
casarse:

-Clara, no comprendo por qué, no se han abierto todavía las ventanas. Quiero que María
Eugenia se distraiga. Le hace falta alegría, ver gente y tener amigas... […] ¡hay que gozar de la
juventud!...Ya es tiempo de que María Eugenia, se quite el luto y se siente en la ventana. (p. 61)

“Hay que gozar de la juventud”, María Eugenia reflexiona más adelante esta cuestión, al escribir en
su diario, desde el fondo de su alma:

-¡Ah!, ¡qué triste sino el de los condenados a mirar cómo pasa la vida, sentados así en esta
actitud secundaria de humilde espectador! ¡Ay Dios mío! y ¡quién fuera por lo menos uno de
esos neumáticos grises, que atados con cuatro correas en la parte posterior de los automóviles,
corren alegremente por el mundo! (p. 63)

También percibe que al asomarse en la ventana, estaba en venta al mejor postor, al pensar: “Sí, soy
en efecto, un objeto fino de lujo que se halla de venta en esta feria de la vida”. (p. 66)

A la mujer no se le permitía estudiar, o tener afición por la lectura, lo cual se consideraba algo inútil,
así opinaba tía Clara:

-Ha perdido aquella malísima costumbre de pasar el día entero tragando libros, y ahora prefiere
la cocina. Antonio, su padre, empleó con ella muy mal sistema de educación: ¡le dio demasiada
independencia! Pero afortunadamente ahora dirigida por Leal (el novio), un hombre de tanto
talento y de tan buen criterio, María Eugenia perderá poco a poco todos esos resabios de
libertad que yo también juzgo: ¡muy peligrosos en una mujer! (p. 101).

De igual manera Leal (el novio) expresaba:

Que odiaba las mujeres que pretendían ser sabias y bachilleras; que en su opinión, la cabeza de
una mujer era un objeto más o menos decorativo, completamente vacío por dentro, hecho para
alegrar la vista de los hombres, y adornado con dos orejas cuyo único oficio debía ser el recibir y
coleccionar las órdenes que éstos le dictasen… (p. 116)

“-La religión, en una mujer es completamente indispensable, y ninguna mujer tiene el derecho de
decir que no cree…” (p. 122)

Cuando se enferma el tío Pancho, llega a la casa el doctor Gabriel, el verdadero amor de la
protagonista, el cual se ha casado con otra, pero que en realidad también ama únicamente a María
Eugenia, y ésta reflexiona con respecto a ese amor imposible, lo siguiente:
[…] porque esta fe de no creer en nada, Gabriel, es una fe árida y horrible, que acaba de un todo
con la esperanza, cuando precisamente lo grande, y lo sublime, y lo bueno, y el objeto único, sí
el único objeto de la fe ¡es la esperanza!... Y es tan necesaria, sobre todo para nosotras, las
pobres mujeres, que andamos por la vida, siempre, siempre con la resignación a cuestas…
usted ve: resignación para aburrirnos, resignación la olvidar los ideales que no pueden ser,
resignación para callarnos y para que en nosotras todo calle siempre… (p. 155)

Más adelante, Gabriel al escribirle la carta en la cual le pedía que se fugara con él, y no se sacrificara
casándose con un hombre a quien no amaba le decía:

-Ellos, aun los que te quieren de veras, como tu Abuelita y tu tía Clara, te quieren ante la
sociedad y dentro de ideas y puntos de vista que ni tú ni yo compartimos. Por eso no ven la
repulsiva iniquidad de ese matrimonio, donde vas a ciegas sin inclinación ninguna, empujada tan
solo por circunstancias; y sin embargo, verán con horror mañana la felicidad inmensa de nuestra
unión, sólo porque se halla en punga con su respeto a los preceptos sociales. Quieren
apasionadamente el buen nombre de tu apariencia exterior… (p. 230)

Ya al final de la obra, María Eugenia en la agonía del amor que no pudo ser, exclama en su diario:

[…] ¡Ah, mentira sublime del sufrir callando!...¡¡Sacrificio!!...¡Sol de mi camino! ¡Dominador que
quieres para ti toda mi vida! en esta hora augusta de las altas comprensiones, con los dos ojos
clavados en esa blancura muero sobre mi silloncito confidente, he querido descifrar los misterios
que rigen mi destino, y sólo tu nombre miro pasar flotando por la espuma simbólica… ¡Tu
nombre! …tu nombre: ¡Sacrificio!... (p. 281) Ifigenia.

Hermosa obra, sublime, espléndida, que nos hace reflexionar sobre la vida de la mujer de la Caracas
provinciana, su situación de sumisión, sus tristezas, su vida marcada al ritmo impuesto por la sociedad, la
religión, la familia, los hombres. Mujer a la cual no se le permite expresar sus propias ideas, ni elegir su
destino, y que termina por la presión de los convencionalismos sociales y la familia, perdiendo su espíritu
libre e independiente, convirtiendo su vida en un ¡Sacrificio!
REFERENCIAS

De La Parra, T. (1977). Ifigenia. Caracas: Monte Ávila Editores.

Rodríguez F. (2015) Teresa de la Parra e Ifigenia (1924): Mujer y Escritura. [Documento en Línea]
Disponible: www.scielo.org.co/pdf/folios/n43/n43a01.pdf. [Consulta: 2017, noviembre 12].

Truneau V. (2005) Confesión de Rebeldía y Sacrificio: Notas sobre Ifigenia de Teresa de la Parra.
[Documento en Línea] Disponible: revistas.ucm.es/index.php/ALHI/article/viewFile/ALHI0505110125A/
21896.pdf. [Consulta: 2017, noviembre 12].

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