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REINRDO DE CRRLOS 1
Conferencias dadas en el 1\teneo de Madrid
POR
1912
Tipografia de "El Nervlón,
BILBAO
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© Biblioteca Nacional de España
LA MÚSICA PROFANA
EN EL
- - :o-C>'- -
Al ser i nvitado para tomar parte en estas conferencias, vaci lé mucho antes de ele
gir el t ítu lo ó la materia de ellas. Al fin me decidí, en la creencia de que serían t res, á
tratar de cómo habían comenzado á cultivarse en España tres géneros de música: la
• instrumental, la ópera y la música de cámara, y puesto que estos tres momentos co-
rrespondían al reinado de tres reyes mtísicos, á Carlos 1, á Fernando VI y á Carlos IV,
titularlas «La música profana en el reinado de tal rey». Oijéronme después que las con-
ferencias serían dos, y entonces, sin gran sentimiento, prescind• de la nuísica de cáma-
ra, ya que podía entrar como apéndice ó como parte de la influencia que ejerció la mít-
sica italiana en España durante el sigl o XVIII. Boccherin i y Manfredi fueron los
dos principales violinistas que vinieron á la Corte, al servicio del infante don Luis.
Carlos IV prefería los cuartetos italianos á tos aloman es, y la crítica estaba entonces
tan de acuerdo en este punto que unánimemente declaraba inmortales las obras de Boc-
(1) Teofa el pro¡>ósito de ampliar estas conferencias dndn~ en el Ateneo A fines del pasado a~o,
pnra hacer do ollaa un libro, ó cuando menos un extenso rollcto. Ln necesidad do reconcentra r s u
asunto en dos horaa de leetora, In solecci6u do materiales quo c.o preciso hacer cuando de conrereu-
cias se t rata, llevando li ellas sólo lo •mis interesante y de amenidad mayor, me hi>.o den¡>rovechar
un~ gran porte de los materiales que tenln reunidos, y prescindir de muchos datos. Como esotra-
bajo de ampliación que querl~ hacer vn dilatándose mucho md• de lo qne quisiera, y como después
de todo, siemtlre se está ó. tiempo de intentarlo, cediendo á los ruegos de algunos am igos. tan que-
ridos como benévolos para jur.gar mis pobres .tJ-nunjos, y á los apremios tlcl <li recto•· de la RP.viS'l' A
MusiCAL, me decido ,., puulicnr lns eonrercucia s, agregando sólo algunos pasajes cuya !nctura supri·
mi, por acortat· su duración. Sirvnn cstns lineas de disculpa por no haberlas publicado antes y ojal~
sirvan también de estimulo para continuor el estudio de In música del siglo XVI, que no ••acilo en
Uamar el siglo de oro de la mllsica espaftola.= C. R .
•
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cherini, Tartin i y Corelli, y auguraba efímera vida á los cuartetos de Haydn: exacta·
mente lo cont rario de lo que hasta hoy viene ocurriendo. La música de cámara, no
traía, pues, una influencia nueva, e·ra un nuevo b(ote en el árbol del italianismo, y aun.
que el infante cardenal y el Príncipe de Asturias sintieran verdadera pasión por ella,
la ninguna afición de Carlos lli á la música, fué quizá la causa de que la expansión de
este género en España no adquiriera las propor ciones que adquirió la ópera. Además,
la afición de Carlos IV más bien se presta á un estudio · anecdótico que á marcar una
tendencia bien acusada; y si nünca podía prescindir de tocar su violín; si á todas partes
habían de acompañarle sus cuartetistas; si no gustaba de contar compases de silencio,
r epitiendo aquella frase tan popular después «El Rey no esper a>>; si según refieren al-
gunos estuvo á punto de arrojar por una ventana á Boccher ini á consecuencia de una
discusión musical; si sentía por el vio:i ni sta francés Alejandro Boucher las mismas pre-
feretlcias que Fel ipe V, Fernando VI y Doña Bárbara de Braganza habían sentido por
Farinell i, datos son éstos que bieñ pod ían entrar corno elemento ameno en la fiebre
operística de Fernando VI y de la reina su esposa.
Pero al reunir los datos que ya tenía anotados sobre el siglo XVI, al completarlos
con algún nuevo estudio y comenzar á ·escribir la primera de es tas conferencias, me
•
ocarrió lo que seguramente os habrá ocurrido á muchos de vosotr os: que aun podando, .
aun desperdiciando las tres cuartas partes de las notas y apuntes, aun excusando re-
flexiones y comentarios, el trabajo se alargaba tanto que era imposible que cupiese en
una hora de lectura. T uve que presci ndir de esa conferenc ia que iba á titularse • La
músi ca en el reinado de Fernando VJ,, y prenscindir de ella con gran pena, porque la
ocasión se prestaba, que ni de perlas, á hacer un estudio con sus puntas y r ibetes de
filosófico, ó con Stt·moraleja, para darle un nombre más familiar y menos presuntuoso,
sobre cómo injertaron en la música espa~ola la música neerlandesa y la italiana, el cü·
rioso proceso que ambos injertos tuvieron, y los fmtos tan curiosos qne vinieron a pro-
ducir; frutos, que por extr aña coincidencia vienen á set· tan parecidos que el injerto·
ital iano reproduce, como en un espejo, los brotes del jnjerto neerlandé·s, sin <>Irá dife-
r e:lcia que la de reflejarlos invertidos y contrahechos .
·L as dos conferencias tendrán, pues, un ep ígrafe común: el de •La música profana
en el reinado de Carlos !», pero debajo de este epígrafe podría escribi rse como sub-
titulo ó programa de esta primera: • La cultur a musical española, anfes de la venida de
los músicos flamencos. Cómo se formó y cómo se desarrolló la escuela e-spañola de1
siglo XVI •, y como subtítulo de la segunda: •Lo que hicieron los músicos espa"ñoles
en el reinado de Carlos 1». Esta primera conferencia tendrá más bien un círráefer his·
tórico: la segunda un carácter musical.
ha culturo musical española antes ile la oeniiJa ile los músicos flaniencos.- eómo se
formó y cómo se élesarrolló la escuela española ilel siglo XVl.
No era ciertamente envidiable la cond ición del músico en tiempos de dón Alfonso
el Sabio. La ley 4.", tít. 6.0, Part. 7." al enumerar las infamias de derecho, decía: •Otro
si (son infames) !os que son juglares, e los remedadores, e los fazedo·res de los .;aha·
•
Ahí tenéis frente á frente los dos oficios de juglares, sus dos maneras de actuar, ó
recreando á los señores en sus yantares con sus músicas y voces, ó entreten iendo al
pueblo en la plaza pública, con los cantares de gesta. Tanto la ley de Partida como las
estrofas de Apoflonio reflejan la vida del siglo XIII, y en ella, en la vida musical, apun·
tan un concepto que, seguramente, no os hab.rá pasado inadvertido: el de que el cantar
de gesta no era ya el repertor io único del mester de !'Oglaria, el de que con él comen -
zaban á mezclar se otros géneros poéticos, los primeros albores de las formas lfricas,
la derivación de la gesta épica al romance popular que florece en toda la expansión de
su vida en el transcurso del siglo XV , pero siempre reconcentrándose este mester en
formas absoluta y genuinamente populares, extrañas á todo contacto con el nacien-
te rnester de clerecía, patrimonio único, corno con razón apunta Mcnéndez y Pelayo,
de los monasterios y de las naciente.s Universidades y Estudios generales. Esa coex;s.
tencia de la gesta con otras formas la apunta la ley de Partida al decir que los sei\ores
«no consentían que los juglares dixessen ante ellos otros cantares si non de guerra ó
que fablassen en fecho de armas•, con lo que dicho se está que el repertor io del juglar
debla de extenderse á algo más que á las acciones épicas, y esa coexiste ncia aptintala
también el <<Libro de Apollon io», cuando Tarsiana , después de la gesta, torna á rezar .
un romance bien rimado de la su razón misma, inventado por ella.
No es mi propósito seguir menudamente toda la evolución que va operándose en la
poesla y en las costumbres musicale s, desde el siglo XIII hasta los comienzos del XVI.
.
A ello he preferid o fija1· el jalón de una época en que l a vida musical aparece co ncen-
trada en la joglaría , 'definida en su t ipo, en sus líneas, en la condició n social de sus
cultivadores.
Poco á poco van desapareciendo los juglares , tornando el nombre de tailedores, dig-
nificando un poco su condición social, aunque sin mejorar la g ran cosa. En los cancione-
ros de los siglos XIV al XVI, desde el de Baena, hasta el general de Hernando del
Castillo , puede ir siguiéndose en rasgos sueltos de acá y de allá la posición de la m1Jsi-
ca en las costumbres. Por ejemplo, en el decir de Juan Alfonso de Baena al finamiento
del Rey don Enrique (1406), vá señalando todos los que le lloran, siguiendo el ordeh
de los más ilustres á los más humildes, y en la última estrofa que dedica á estos lamen·
tos, estrofa que comienza,
Ffagan gran llanto los sus contado res,
sigue enumerando los tesoreros, porteros e guardas e sus despenseros, los recabdado-
res, maestres de sala, aposentadores, camareros, para acabar:
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Avila. Grande
frailes español es, y elig ió como á organista á otro español, á Anto nio de
á su regio hués-
fué el trabajo que estos cantores tuvieron que hacer para dar contento
había triunf ado
ped, que acostumbrado á la perfección de su Capi lla, que en Bolonia
sobre las del
en 1530 sob re las del Papa León X y la de Francisco 1, y en Niza en 1533
~ey francés y la de Pablo 111, exigí a una perfección y
una variedad de reper torio difí-
libros de música
cil de logra r en un conjunto improvisado. Pid ió á la Reina de Hung ría
en llegar , po-
y libros de cantos ( las composiciones prefer idas por él), que tardaron
se refer ía ...
niendo á prueba su paciencia; interv enía personalmente en cuanto al canto
pero aq uí, más que hablar por cuenta propia, prefie ro acudir á la Histo
ria de la vida /'
de Sandoval:
hechos del Emp erad or Carlos V, escri ta por su cronista Fray Prudencio
o de la mú-
cEra, dice refiriéndose al Emperador cuando estaba en Yuste, muy amig
cantassen sino
sica y que le dixessen los oficio s en canto de órgano, con tal que no
n ll evado allí los
Frail es, que si bien eran ca torce ó quince los músicos, porqu e se habia
an decía: fulano
mejores de la Orden, conocía si entre ellos cantaba otro y si errav
el los, que unas
erró, y en tanto los conocía y quería que no cantassen seglares entre
coa los canto·
vísperas vino un contralto de Placencia muy bueno y llegóse al facistol
ndo, porque
res y cantó con ellos un verso muy bien, pero no tornó á canta r el segu
l canto r fue-
lu ego vino uno de los barberos corriendo y dixo al Prior que echasse aque
a y sentía y gus-
ra del coro, y assi se le uvo de dezir que callasse. Y enten día la músic
a que salía de su
ta va della, que muchas veces le escucha van Frail es detrá s de la puert
nancia con los
apose nto al altar .mayor, y le veyan ll evar el compás, y cantar á conso
uta bermejo
que cantavan en coro, y si alg uno se errava, dezia consi go mismo: O hidep
lla de Sevil la
que aquel erró, ó otro nombre semejante. Presentóle un maestro de Capi
compuesto , y de
que yo conocí que se decla Guer rero, un libro de motetes que él había
embió á llama r
missas, y mandó que se cantassen una missa por él, y acabada la missa
tal passo de fu-
al confessor y d!jole: O hideputa que sotil ladron es esse Guer rero que
que ellos no
l ano y tal de fulano hurtó : de que quedaron todos los canto res admirados,
lo avian entendido, basta que despues lo viero n.•
a, no apare -
Y sin embargo, á pesar de esta afición y de esta inteligencia en la músic
. En el codici-
ce ni e u sn testa mento ni cu su codic ilo nada que con la música se r efiera
ros, á sus cuatr o
lo hecho en 9 de Septiembre de 1558 manda dar pensiones á sus reloje
á sus dos lavan -
barberos de cámara, á Enriq ue Vander Hess en, cque haze la cerveza • ,
el otro alemán ...
deras de corpus y de boca, á sus dos panaderos, el LlllO de Vizcaya y
s! ordeno y
Los músicos sólo pueden halla rse comprend idos en aquella cláusu la: •Otro
de esta casa y
mand o, que atento al cuydado y trabajo con que algunos Frayl es hijos
que se les dé
de otras de f uera de ella que residen aquí mean servido, es mi voluntad
y seilale por vía de limosna con que vuelvan á sus casas y favorezcan
á sus parientes,
(su confesor) y
lo que á los dichos Luis Quixada (su mayordomo) y Fray Juan Regla
que los conocen
Mart ín de Gaztelu (su escribano y secretar io) parezca, corno personas
tiempo, y á lo
y an visto servi r, teniendo respecto á la calidad de sus personas, y al
o de Pamplona:
que han servi do•, cláusula que parece amplificada en el texto del Obisp
s para su ca-
«Mandó su Majestad al Mona sterio todas las provi siones que tenía hecha
to avían venido
sa y la botica y á todos los cantores y predicatores que por su respe
casas, y al Prior
allí, á cada uno cinquenta ducados para vesti rse y bol verse á sus
cada cinquenta.>>
ciento, y á los hijos del Monasterio que eran cantores y al sacristán,
basta, en fin , pasar la vista por los poetas, por los historiadores y cronistas, por los
i nventarios y papeles, para convencerse, de que esta afición musical en la realeza, no
era cosa peregrina que traje ran los Austrias á España, sino que una tradición de siglos
había incluido la «moderada ocupación en losados de-melodía, é modulaciopes, é ins-
trumentos musical es>>, como decía Rui Sanchez de A révalo •entre los deleytes é ones-
tos exercicios en que los ínclitos Reys é Prí ncipes, é los nobles é virtuosos varones se
pueden é deben onestamente exercitar é ocupar.. . como aquellos que más intensamen-
te deleytan, é son más allegados á la virtud, é apartados de vicios>> .
Si de l os rey es pasamos á los cortesanos, encontraremos en historiadores y poetas,
multitud de testimonios. En el dezir de ferrant Sanches Talavera, cuando murió el
honrroso é famoso cavallero Ruy -Dias de Mendoza, decir que es·una anticipación her-
mosa de las coplas tan popu lares de jorge M,anrique, escribe el poeta:
haciendo ya resaltar esa diferencia que se dibuja en la primera mitad del siglo XV, en
! re la música, noble recreo del espíritu, compañera de las ciencias, saberes y rrymares
de gran! maestría, y la música alegre y retozona, amiga de las danzas, las risas y el
placer. ·
En las famosas cop las que hizo don Jorge Manrique á la mlterte de su padre, nadie
• habrá olvidado aquella
¿Qué se hizo aquel !robar
las músicas acordadas
que tañian?
¿Qué se hizo aquel danzar
y aquellas ropas chapadas
que !rayan?
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Y por úl tin1o, y para no multiplicar las citas sobre esta afici ón cortesana, leed las
·coplas que sobre la gata hizo Suero de Ribera.
Tampoco puede decirse que estuviéramos huérfanos de bib liografía musical. Aun·
que la Mús_ica práctica de ~amos de Pareja, se imprimiese en Bolonia (1482), español
f ué ~u autor, uno de los más g randes, quizá el mayor didáctico del siglo XV, habiendo
merecido su obra el honor de ser reimpresa por la Sociedad Internacional de Música,
hace poco.s años. E l Artis Musice se imprimió en Sevilla en 1492; los Comentarios de
Gui llermo de Podio, en Valencia en 1495; la lnfroducció muy util é brene de Canto
llano, compuesta por el bachi ller Alonso Espai'lon en Sevilla, á f ines del sig lo XV; la
Lu.t· bella, de la que se hicieron varias ediciones en 1492, en Sevilla; la Súmula de can•
to de Órgano, -del bachiller Dom ingo Marcos Durán, probablemente, á fines del XV; la
Glosa sobre Lu.t· bella, del mismo bach iller Durán en 1498, pruebas todas del grado de
adelanto que •la música tenía en Espai'la, en los úl timos años de los Reyes Católicos,
antes de que la influencia neerlandesa viniese· á mezclarse con la tradición española.
No ~s exageración, ni lugar común esto de la tradición española. L a Capi ll a de los
Reyes Católicos, tenía, como hemos visto, la misma organización y análogo personal
al que tenían las Capillas de Flandes; los teóricos y tratadistas españoles del siglo XV,
pueden conipararse, en número y calidad, con los de las otras naciones musicales; la
música profana, había cristalizado en dos formas: en la música genuinamente popurar,
con sus romances, sus chansonetas y vi llancicos, y en una música cortesana, más refi·
nada y pu lida, cantando sonetos y madrigales.
No venían, pues, los neerlandeses á roturar y á sembrar en un campo incultivado:
traían su ciencia, á mezclarla con la ciencia española, traían su tradición de escuela á
otra tradición de escuela, era el ingerto en el tronco español de una planta exótica,
para que produjera un fruto nuevo.
Y así fué. Los neerlandeses recorrieron toda la Europa cu lta de entonces, llevaron
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su influencia á todas partes, pero en ninguna nación prendió el ingerto con la fuerza
que en España, en ning una se creó una Escuela con la personalidad de la espaflo la.
La influencia más inmediata, tuvo que ejercerse en el género religioso, no só lo por
l a índo le de las capil las flamencas, sino por estar principalmente vincu lada la músi ca
sabia en España, en las Catedrales y Monasterios; y aunque al objeto de esta confe·
rencia sea extraña la música religiosa, no puede dejar de apuntarse la exportación de
cantores y·compositores que Espaila hizo, durante el siglo XVI, principalmente á Ro-
ma, á la Capilla pontificia. Sin salirse del conocido libro de Adami da Bolsena, ve-
mos en l a Capilla del Papa, durante el siglo XVI, los nombres de Bartolomé Escobedo.
de A ntonio Calasanz (de la diócesis de Lérida); de Francisco Palavera, de Cristobal
Morales, Esteban de Toro, Ped ro Ordóilez, Juan Sánchez de T i neo, F 1·ancisco de Mon·
talvo, Francisco Bustamante, Lnis Sánchez, Juan de Figueroa, Cristobal de O jeda,
Tomás Gómez de Palencia, Juan de Paredes, Francisco de Prora, para no citar más que
los anteriores á Palestrina, los que fueron á Roma antes de que la escuela italiana ad·
quiriera la notoriedad que le dió este compositor. Las obras de Cristobal de Morales
no son inferiores á las de Palestrina; Guerrero y Victoria no son fruto de la tendencia
estética Atatiana; la formación de su arte fué excl usiva mente española¡ pero punto es
este al que habría que dedicar más espacio que el consentido por un in ciso en esta con·
ferencia, aunque bueno será recordar que la idea no es de hoy y que ya la apuntaba
Arteaga en sus Nei•Oittzioui de/teatro mttsiea/e italiano, al anunciar el propósito de
escribi r un estudio sobre la influencia de los españoles en la música italiana del si·
glo XVI.
Ambróss considera á Guerrero como un compositor formado en la escuela flamenca.
Más valioso quizá que el testimonio del célebre historiador de la Música, es el de otro
escritor español del siglo XVI: F ray Juan Fernando Bermudo. En la primera edición
de su Dec/araci6n ele inslmmeutos , impresa en Osu na en . 1549,
l ibro rarísimo, y de no
.
~ran interés, por aparecer reproducidos todos sus capítu los, con otros cuatro libros
más de la misma obra en la impresión de 1555, que es lo que generalmente se maneja,
dice en el Prólogo general de toda la obra para el lector: «No puede el tañedor go·
• zar de la Música extranjera que ahora viene del excelente Christoual de Morales y del
profundo Homberto !' de otros eslrangeros, y de algiios naturales que en nuestros tiem·
pos han acertado, sino sabe entender los instrumentos y cifrar para ell os. Conté á
nuestro Morales entre los estrangeros porq ue si su Música tiene la graciosidad y so-
noridad de Espa~a. no le falta la profundidad, facil idad y artif icio de los extrangeros.»
Este párrafo, suprimido en la segunda impresión, no sé por qué, escrito é impreso an-
tes de que Palestrina hubiese salido· de su ciudad natal, es la prueba más curiosa, no
sólo de la influencia de los flamencos en Espaila, sino de la diversidad de caracteres de
ambas escuelas: graciosa y sonora la española, profunda y artificiosa la neerlandesa.
Si Felipe 1 y el Emperador nos traían á España sus cantores y compositores de Flandes,
España, en cambio, env iaba á Roma, incesantemente compositores y cantores á la Ca-
•
pilla del Papa. Nuestra escuelá fué creciendo en importancia cada vez más: las obras de
los españoles de esa época, alg unas de las cuales van viendo la luz merced al trabajo
entusiasta é infatigable de don Felipe Pedrell, asombraron á los extranjeros, como antes
nos habían asombrado á nQsotros las de Jos flamencos, y no deja de ser exacta aquella
observación que á principios del pasado siglo hada un escritor inglés: «á juzgar por tos
mtísitos, canto res y compositores que fueron enviados á la Capill a pontif icia,
puede
suponerse que una nación tan rica y tan poderosa, guard aría bastantes para su servic
io
propio, y no los educaría á todos, para este nuevo oficio de la exportación.»
Dejando á un lado la música religiosa, vamos á estudi ar la música profana.
¿Qué i nstrum entos se usaban en Espafla en el siglo XVI? Muy fácil es de contestar
á esta pregunta consultando las ordenanzas de algunas ciudades. F:ntre las que he vis-
to, las més completas son l as de Sevill a y Granada. Acudi ré á estas últimas, por
el ca-
riño que me inspira cuanto se refier e á mi tierra . Las manda ron imprim ir los mur
Ilus-
tres!' mup Magníficos Señores Granada en 1552, y al folio 223, en el título de Car-
pinteros, hallamos el e.mmen de violeros ¡• organ istas y otros o(ficios de músic
a,
donde se exige al ofi cia l que sepa hacer clavio rganos, clavicimbanos, monacordi
os,
laudes, vi huelas de arco, harpas, e una vihuela grand e de pie{)as con sus tarace
as 1'
otras vilwelas que son menos que todo esto, insistiendo después en que el e.mmen ha
de ser de una vihuela grade tl'pie{)as como dicho es con l/11 lazo de talla 6 de en co-
mes, con buenos ataraceas l' COII todas las cosas que le pertenesce para buena acon-
tentamiento de los e.mminadores que se la vean hacer. Esta ordenanza (promulgada
en 1528) tiene su complemento en las que se refieren al o(ficio d'lmzer las cuerd
as de
vihuelas, promulgadas en 1541, donde se manda «quel officia l hn saber hazer una encor -
dadura de vn tenor, y otra de diséate, y otra de Harpa, y otra de vihuela d'arco,
y otra
de guitar ra; que las madejuelas de estas encordaduras han de tener lres varas
en una
pieza, palmo más ó menos, que no se hagan cuerdas de almacén, esto es, hilada
s al
torno como lana, y que no se fabriquen ni de tripa de macho, ni de cabra , ni de
oveja,
•salvo solo de carne ro•. (1)
(1) l'ot· la curiosidad y rareza del documento copio 1utegr amcnte los p11sage s de
estas Onlcu an·
zas, citados en el texto:
C TÍTUL O DE LAS ORDE~a(:..o\S QUE LOS ~IUV
ILUST RES Y MUY MAGNÍl'tCOS SEi'IORI!S GRAN ADA MANDAN
QUE SE GUAR DEN PARA LA BU6NA COUERNACION DE SU
REPlll lLICA . LAS CUALE S MANDA RO~ DII'Rt -
)lJR PARA QUE TODOS LAS SEPAN Y LAS
GUAR DEN. AÑO Dl!l MILL Y
QUINIENTOS Y CIN-
CUENTA Y
DOS.
{. 0 221 vu•lto .-Titulo de carpin teros.
{. • 228.-Examen de \•ioleros y orgao ishs y ol ros otficios de musica .
C Hcn el officinl ' 'iolero pa ser unen ol(icia lt· ser singu l11r en elllttt do saber hn•er
instrum u·
. tos de muchos nrtcs 1 conuieu e n snber qucscp n ha•c•· llll clnui orgnno 1 ,. ,·n cl<mlú
mbalo 1 r un
monacordio 1 r un laud 1 r non vihuela de arco 1 runa harpa 1 runa \'ihuela grade do
pi~as con sus
tarace as y otras ''ihuela s que son menos que lodo esto: y el official que todo esto no
~upiere lo en-
minen dclo que dello diere r01.on r hi•ierc por sns manos bien :tcnbndo: r para cxn 1ninnr
el Lnl orfi·
cial los dichos alarife s de carpin teria tomen consig o 1111 olfieial examin ado delo
sobred icho •i
pttdiere ser onido 1r si no el mejot ollieinl que ala sozon se hollare ¡oo!(andole su denido
solario 1r
q
los dicos nlnri(es junlam ete con el dicho olficial examin o nl tnl orricinl se ouicro de
exami nar de
lo que su¡Jiore de lo sobt•odieho: r si ol tnl o((icial que pnm ello lue1·e lh•nutdo y no
<¡uisicr e venir
illClltra en p_éna de mil! mrs : 1" eo la misma pena incurra el official que pusiere tienda sin Ser exami-
-
nado 1 o hiziere obras delo q tio es examinado 1 y clmesmo examen ha de ser de vna vihuela grade
'
-
d' pieQas como "dicho es con un lazo de talla 1 o de encomes con buenas ataraceas y con todas las
cosas que le per tenece para buena ucontotamiento de los examinadot·cs qne se la ,·can hazer: y que
ala sazon nadie scla eusetie.
f. • 226.-Pt·egon. En la eibbad do Granada diez r siete días. <lelmes de Mn.yo de mili ,. <¡uinien-
.
tos r veinte r ocho at'tos eu presencia de mi el cscrinauo: t testigos de yuso escritos se pregona ro
q
estas ordenaQaS en la plaQa de Bibat-o-Í.bla dcsta cibdad ante much" gente code cstaua por boz de
Garay pregonero publico de esta cibdad: testigo Ft·ancisco de i\!csa ¡wocuradot·: r Diego Fajardo: r
Andrés de Garcia.
f.• 299 oto.-C l~sta es la orden -que los magni
ficos Señores Granada manda que se tenga en el
officio d' hazer las cuerdas de rihuelas:
Que sean examinados
P
Rimeram~lte ordenomos que los oHicialc.s c1uo agora. sou en esta cibdad sean examintulos en ef)ta
mllnera: q juntos todos los maestros cou su juramento de su ,-oto cada uuo al que mas habi l le
pareciere y aquellos dos que mas votos tuvicrc11 sea11 examinadores y veedores del dicho officio r si
vuiere ma.~ de dos que !unieren votos 11arejos echen suertes y queden en dos y estos dos sean exa-
minados por todos los maestros r luego a<¡nellos dos examinen aquel aOo y todos los de11uls e11 esta
orden que se den al que se examinare tl·es dozenas de hiloR cada di a tres dins arreo que scran nueve
dozeuns ,para que con la obra dcstas 11ucve doze11as los examinen 1 y sea obligado ales dar por" sns
es tornos alos vecdores medio ducado
Que! que hiziere obra sin cxami-
nar .quc sea' per<lida.
C Jte11 ordenamos qucl que sin examinarse hiúcrc obra que sen p. dida la obra con pena de dos
mlll maranedís y esto se en tic11de que primero se los notifique y baste <tuestas orde~tan~as se prcgo.
q
neu sin se les notifique
priuilegiado lo que se tañese con los susodichos trastes• , todavía á mediados del siglo
XVIII seguían haciéndose los !rastel' de cuerdas, y co locándolos en la guitarrEI el que
la tocaba, por aquel procedimiento que Bermudo se~alaba en tre las novedades de SI,\
libro de entrastar una vihuela por compás . Solía tener la vi huela diez trastes, once
cuando más, porque la vihuela de doce •ya va fuera de proporción•, aunque «si qui·
siessen poner dozientos trastes, teniendo para ello disiñcia, tantos le podían poner».
•Gran differencia ay, dice en otro lugar, refiriéndose á los tañedores de bandurria y
rabel sin trastes, tañer en instrumento que tenga trastes ó no los tenga. No puede el
tailedor tan puntualmente poner el dedo en estos instrumentos, que no exceda ó falte
alguna cosa á las consonancias. Y más, que holl ando en el instrumento sin trastes,
frec;a la cuerda por la madera, y cmtsa desab rimi ento al oydo del. músico. Y lo t'tllit\10
que aunque el tañedor puntua lmen te hollase, y la cuerda no fre~asse, no seria tan bue-
na musita la formada en el dedo como si formasse en el traste•.
No tenia la vihuela un solo tipo de tamaño; la mayor, era la llamada vihuela común,
las más pequeñas tomaban el nombre de discante, confundiéndose éste con la gnilurra
grande encordada á modo de vihuela, esto es, con seis órde~es de cuerdas, en vez de
las cuatro que ordinariamente solía tener. Las guitarras pequeñas iban á conft1ndirse
con loJ blndurrias de t res cuerdas y seis 6 siete trastes.
La vi huela, pues, constituye no un instrumento, si no toda una famil ia instnii\1Cnto l,
pero bastándose á sr sola, en el instrumento tipo de vi huela comím, con seis órdenes de ·
cuerdas (las de siete órdenes no las he visto citadas hasta principios del siglo XVII, en
el Escudero Marcos de ObregtJn, por ejemplo) para todas las exigencias de la nuisica
polifónica, sola aparece en la mayor parte de los tratados, y cuando más en concierto
con otra vihuela, como en la Silva de Sirenas de Anrriquez de Valderrábano.
El monacordio, y los otros instrumentos de tecla, salvo el órgano cada vez más
apar tado de la música profana, se hablan popularizado muy poco en España. S,u elevaqo
precio, las dificultades de fab ricación, la falta de repertor io propio del instr umento, re·
pertorío que no com ienza á tomar importancia, hasta muy á fines del sig lo XVI con los
vírginali&tas ingleses, la torpeza y timidez con que comenzaba á brotar el mecanismo
de los dedos, hacen que el manicordio quede reducido á un instrumento de lujo, sin po-
pularidad ni arraigo. El harpa ofrecía el inconveniente de no tener sernit<>nos cromt\ti·
cos, l a vihuela de arco y el rabel, instrumentos monódicos, no tenían condiciones para
que u11 musíco pudiera tañer en el los las polifonías de la época; ¿qué extraño es, pues,
' ' .
que á la vihuela se co~s¡¡gr¡¡ra tq~a lp músic¡t. P.rofan~ espanola, y au n alguna relig ios¡¡,
y que unánimemente la consideraran todos cqmo el instrumepto más perfecto, y d~ a~p·
lengo más rancio, hasta llegar á asegurar un tratadista • de las palabra~ ¡:le Boecio saco
que Mercurio usó guitarra, y Orfeo la augmentó y la hizo vihuela? ¿Qué extntOO es,
pues, que dada la baratura del instrumento, su facilidad de transporte, sus recursos, la
vihuela sea el 1inicq instrumento capaz de 1te11ar en la sociedad española del siglo XV I
el lugar que el pianQ ocupa en nuestra spciedad moderna? Y no se crea que er¡t fácil el
adquirir en ella una cierta maestría: Narbaez hab la del mucho tie¡npo que na emp!eq~o
en la práctica y ordenación de la mtisica de vihuela; Va lderrábano i ndica que el compo·
.
ner su l ibro le ha .
" costado
.' . doce ailos; á Pisador,
. . quince;
. Fuenllana dice haber pasado
g rande trabajq de esníritu: Bermudo afiqna !lP haber visto hombre que «se pueda dezir
tai\edor que no h!l passadQ yjlynte ailo~ de cortii)UO estudio•. Por ello tos posteriores á
3
(l) Aunque sólo sc.n á lítulo de mera cul·losi(la d no croo que ltnclgno en osto sitio dnr alguna.
notfcft\ do la e•olució n do la guitarra , tan a6n do la ,.¡huela, tomando como baso las noUclo.s Quo
:;uminbt ra Fray Juau Bormudo en su yn clt3da Dul.AracJ6n dt fnltruJAen tot (l006).
'fcnin- comunmc ute cuntro órdeucs de cuerdas en \'OZ de los seis quo la vHmela tenia. So tom-
.Jllnl>n. <lo dos maneras: ft lot mtee~os y <Llol vttjos. El tOmJ>lo cllot fJiejos, <lol g ravo al n.gndo daba I:Wj
uotas 1>01 sor., $J1 l.U, ~r u~o~ál)a.sc más pnr:\ cantar ronu\necfi antiguos Y mü~iea. cgolpoatl :\• (t•ns-
gnencto) <atto par:. mlislca. <lcl tiempo. El t.Otnl)lO a. to1ntttuoa daba las uotn.s nt: 1 SOL, sr, 111, Y como
dioo ncrmu<lo •no es otra. cosa esta guitarra 8l.no una. vihuoln, quit-ada lA soxta y la ¡uim:t.• c.l)tgo,
ailndo, que si Jn. vihucln quereys hn?:or guitarra á los nuevos, qultadlo la prima y la sexta, Y las
qnntro cuerdas que le qucd:ut son las do In guitarro., y sl lA gnit.."'.rrn. qnoroys hacer vihuoln., po·
nedlo nun. sc.xta y uua ¡whna.• Siendo ol tomple ele la v th nola I.A, nu, SO J., tu, Mt,LA, e l temÍ>LO tlo i31
gnitnrr.n. á los nuevos restulta ser (siemJ)rO del grnve tll a gudo) u~~ SOL, sr, "". A mediados <101 sig lo
XVI, co1nenzn-ron á u:u1rso guitarra s con cinco órdenes (aumenta do un orden ou la región gravo),
do la~J quo ya. habla Hcrmudo en su Uhro, lmt>reso en l!l!M. Generalmente so ntribuye Ja. aplleaeló n
· <le estA cunrta eue.r(ra nl roudeito Ylecnto Esplnel~ pero como demostró ou otro lugnr, bablcndo
nnci4IO gspiucl en1560. y hn.blando ya IJormudo en l5ó.'.i do. guitarra s clo cinco órdenes, JH\rceo 1nAs
verosími l ttue Espiuol rucso ol propn,gtt.tull~ta de es~1 invonclón, que no quo. á los cinco ai1 0fi 6 M\n
dt! m eno~ de cdad 1 hnbic.:iG a·ca lir.nclo tr;.nl'(rorm:tción tnu importan te en nuestro instrume nto JlOpn-
lar POr oxeelene la. Do eualr¡ulc r modo, l:\ gultarra"de fin M del siglo XVI, dol XVU Y del X VIII,
no C'l otra eosaquo la vihuela del siglo XVI, sin prima. Muy A fines del XV!ll 6 principio s dol XJX
<lejó do tcuor dos enordns por not:., y so enrlqnec ló con la soxt~ grave. Su derivació n do ln vi·
-1•ueln.y lns sucesivas Mllcton~s de cuer<lns que sufrió, dan, ¡¡orlo t-a n ro, ol al¡ru lonte result-n<lo:
Viliueln. <10 mano del siglo XVt . LA, HE, sor., 8 11 )U 1 t~A·
Guitarra de finos del X VI, XVII y :xnn r..A, H&, sor., folt, Jri.J,
en un lujoso volumen en cuarto mayor, que comprende525 páginas cott títulos de obras.
de música. No llegó á publicarse la segunda parte, y, por lo tanto, no es posible for-
maJ·se idea completa ele lo que la bibl ioteca serfa. Por eso no ~s ele extraña1· que n.o·
aparezcan en el catálogo los libros de vihuela de Alonso de Mudar ra y de l..uis Ve·
negos de Henestrosa, como no aparecen tampoco, ni el Arte trifaria , ni la primera edi·
ción de la Declaración de instrumentos de Fray Juan Bermudo, ni otros wuchos libros
espaMoles de música publicados durante los siglos XV y XVI. Pero en cambio estlm ca-
talogados cinco libros ae vihuela impresos, sin nombre de autor; once de Manuel Adria-
no (de Amberes), Romani, Pedro Falesio, Besardo, Pacoloni, Radinino, Franciscum
Mediolanensem, etc., y tres volúmenes manuscritos para tanger viola de seis cuerdas ,
pareciendo indudable que esa viola de seis cordas es la vihuela, no sólo por aplicar.s~
constantemente el nombre de viola á nuestro instrumento nacional en el Catálo go -en
cuestión, sino también porque cuando á princip ios del siglo XVII comienza á aparecer
música escrita para violas de braccio, da gamba, etc., siempre vienen designados estos
instrumentos con su nombre en tero, y no con la abreviació.n de violas.
De cualquier modo la producción musical española del siglo XVI tiene una impor-
tancia extrao rdinari a, aun reducida, en el aspecto que estudiamos, ó sea en el de la mú·
sica profana, á los libros de vihuela ant~s citados
El Cancionero de Balacio, publicado par Barbie ri, tengo para mí, que es una colec-
ción hecha en los primer os ailos del siglo XVI. ¿Influyó en los autores que figuran en
él, la escuela flamenca? Barbie ri casi se decide por la afirma tiva. Yo casi me atreve ría
á decir que la técnica de los músicos f lamencos ó no aparece, !ó aparece muy ligera·
·mente sombreada en ese interesantísimo Cancionero. Sean 6 no originales de los autp·
res que suscriben cada uno de los números de música, las melodías de Jos villancicos y
cancio nes-pu nto discuti ble por razones que no es del caso expon er-lo que parece in-
dudabl e es que la harmonización de esas canciones (si puede hablarse de harmonía e11.
esta época) es de los músico s que en el ca11cionero se ci tan. Pero basta comparar la 1&-
bor musical de los compositores del Cancionero, con la técnica de los vihueli stas para
ver fodo el avance que se había operado desde esos primer os aOos del siglo XVI á
1535, fecha de la impresión del libro de don Luis Milán, primer o en la serie de los ti·
bros de vihuela. l-as composiciones.del Cancionero, parecen record ar constantement~
aquellas caracterfsticas que Fray Juan Bermudo, adjudicaba á la escuela musical ¡le
nuestra patria: la gracia y la sonoridad, la gracia, sobre todo. Desde la primer a !anta·
sfa del libro de Milán, entramos en una técnica completamente di sti nta; quizá más ¡¡r·
tificios a, pero mucho más sólida, más hecha, más hija de la técnica que trajero n IQS
músicos de Flandes.
No es, pues, aventurado suponeE que esta escuela española del sigla XVI, forma(ja
y desanollada en comunicación constante con la escuela flamenca, está vinculada (en
las manifes.taciones que hoy conocemos) en los libros de vihuela, por lo que á l a mi!~i
ca profana se refiere , y aun cuando sea esto anticip ar alguna idea, que más bien perte-
nece á la segun~a confer~ncia, no estará demás apuntar que, independientemente del
valor personal de los compositores, parece notafcse en sus obras,. una t écnica menps
espai'Jola, m~s de Flandes, á medida que avanza el siglo.
Salvo el libro de don Luis Milán, que sólo contiene composiciones de su autor., tP·
dos los demás son verc!aderos florileg ios ó antologías musicales, que dan la flledida de
11
DecCa en la conferencia anterior que apar te del libro de don L uis M ilán, todos los
demás de vihuela que se publicaron durante el siglo XVI eran verdaderos flori legios
ó antologías, donde los autores mezclaban con algunas composiciones propias las de
otros autores, los más célebres y los más en moda e_ntre profesionales y aficionados de
entonces. Estos libros de vihuela iban dedicados al público, todos apuntaban á la venta
de ejemplares y á obtener el favor de los vihuelistas. Así se consigna con más ó menos
descaro en los Prólo'gos y Advertencias, donde los autores, después de narrar los tra-
bajos que han pasado para componer su obra, las dificultades con que t ropezaron para
sacarla á luz, no dejan de llamar la atención de los lectore~ en forma muy parecida á lo
que hoy llamamos reclamo, soh re las novedades que sus respectivos libros contienen y
sobre el provecho que sacará el que los trabajare. Estos libros, pues, se prestan á un
doble estudio: al de su valor intrínsico, y al de ver á través"de ellos los gustos y pre-
ferencias de músicos y aficionados en el siglo XVI.
El contenido de los libros de vihuela puede dividirse en dos grandes grupos: música
religiosa y música profana.
Algo ex tralla parecería la inclusión de la música religiosa en estos t rat ados, si no
f uese por la observación que acabo de apuntar. No creo que In vi huela penetrara nunca
en el templo, ni aun en las más modestas iglesias de los más modestos lugares, en sus-
titución del órgano, ni. como elemento para acompañar el canto del coro. El illaes/ro
l!e don Luis Milán no trae nada de mítsica reli~iosa, pero á parlir de El Det(liz de Nar-
En las composiciones para la voz, acompañada por la vihuela, hay unas imitando
canciones conocidas (ya cuidan los com;¡o3itores de adver tir que tal soneto está con·
trahecho á tal canción española, italiana ó francesa), pero otras hay, la inmensa mayo-
ría, donde la melodía y el acompañamiento, están creados por el compositor, quien siem·
pre tiende á dar lm sentido expresivo á sus invenciones. rRecorrer desde el libro de don
Luis Milán hasta el de .E steban Daza, es asistir al desfi le de una escuela de expr esi·
vistas; desde el romance del primero- Triste estaba muy queosa -hasta los so netos de
Pedro Ordóilez, la música va á intensifica r la expresión del texto, cuando encuentra
un verso, una emo<.ión que subrayar.
El sistema de acompañar á la voz se basa en tres patrones, tos tres de gran nove·
dad y gran adelanto para su época, porque en unos, no solamente comienza á aparecer
•
el elemen to acorde, sino que puede afirmarse que obedecen á un sent imi ento harmóni·
co, tratado en enlaces de acordes, en el sistema de una tonalidad definida y caracteri·
zada, realizando así práctica y totalmente unas reglas que todavía no habían sido t eoría
zadas; en otros el acompañamiento reviste la forma contrapuntística, principalm-ente la
de imitaciones; en otros, en fin, la fantasía reclama sus fueros y al acompañamiento
harmónico 6 contraP.lmtistico, se mezclan redob les 6 escalas, floreos, algo muy análo·
go, como indicaba días pasados á esas características falsetas de la música andaluza,
que vien en á constit uir, en cierto modo, la persona lidad del guitarrista .
La parte más interesante de los libros de vihuela es, para mí, la que se refiere al
canto popular. Las cantigas del siglo Xlll, las chansones y canticas de serrana, las de
danza y troleras del siglo XIV, de las que nos habla el Arcipreste Juan Ruiz, han des·
aparecido: lo poco escrito que queda en códices se presta más bien á una reconstru c·
ción imagi nativa que real ; pero las canciones po;nliares del sig lo XV nos aparecen ya
vivas en el Cancioner o de Pa lacio, y las del siglo XVI, surgen en tal abunda ncia, que
casi podría reconstruirse el folk-lore musical del reinado de Carlos l.
Como fuente primera para el conocimiento de sus letras, tenemos los libros de vi-
huela, los otros libros de que después hablaré, y los versos de los poetas de aquella
época, pues así como ahora el músico acude al poeta para hacer sobre sus versos una
camposición, entonces el poeta acudía al cantarcillo popular para glosarlo y extraer de
él un asunto para sus versos. El Cancioner o de Hernando del Castillo, las poesías de
Cristóbal de Castillejo , y las de otros poetas están llenas de villancicos glosados.
El villancico era entonces, aparte del romance, el único cantar popular. Juan de la
Encina en su Arte de poesía castellan a caracteriza así el villancico: «Muchas vezes
vemos que algunos hazen solo un pi~: ni ay al lí consonante, pues que no t iene compa·
ñero: y aquel ta l suélese llamar mote, y si tiene dos pies llamámosl e también mote 6
villancico. 6 letra de alguna inuención por la mayor pa rte . Si tiene t res pies enteros ó
el uno quebrado, también será villancico ó l etra de inuención . Y entonces el un pie ha
de quedar sin consonante segun mas comun uso, y algunos ay del tiempo antiguo
de dos pies y de tres que no van en consonante, porque entonces no guardauan tan es-
trechamente las obseruaci ones del ! robar. Y si es de quatro pies puede ser canción y
ya se puede llamar cop la• ...
.
El villancico, responae por lo tanto á una forma métrica de poesía, nacida en los
últimos años del siglo XV , casi siempre con asunto religioso. El villancico profano, ó
villancico á lo humano, para usar la terminolo~fa de la época, no nace.hasta ya entr¡¡-
DE DOS PIES
Ojos morenos Sois tan graciosos
¿cuándo nos veremos? Que matais de amor .
Ojos morenos ¿Cuándo nos veremos
De bonita color Ojos morenos?
DE TRES PIES
Si la noche hace escura Mi ventura lo detiene
Y tan corto es el camino Porque soy muy desdichada. -
¿Como no ven is amigo? Háceme vivir penada
Si media noche es pasada Y muestrá seme enemigo
Y el que me pena no viene ¿Como no venis, amigo?
{1) En los libros de los vibuelistas, lo cabeza del ••illnncico, m designada siempre con el nombre
de Villancico, y la copla ó los pjes con el de •Buelta• .
-2 8 -
M ete ros quiero monja
Hij a de mi corazón.
·-Que no quiero yo ser monja, non .
mola fuga á cuarenta que se puede tañer con diez instrumeetos,. cada uno á cuatro vo-
ces, en el Libro de cifra nueva de Luis Venegas de Henestrosa.
Los fabordones y los tientos son, en general, t ranscripciones para vihuela de los
fabordones y tientos orgánicos. Por Cierto que entre las obras comprendidas en el libro
de Venegas de Henestrosa; una gran parte de ellas, entre las que f ig uran doce tientos,
dos versos, etc., aparecen como de «Anton io», sin otra indicación más.
En mi deseo de encontrar el apell ido de ese <<Antonio•, uno de los compositores de
más valor, quizá el mejor de los que contiene el Libro de ·cifra nue¡•a, hice una porción
de i ndagaciones, y al f in vine á adqu irir el convencimiento de que no era, de que no
podía ser otro que Antonio de Catiezóri. Este hallazgo de· más de treinta obras origina-
les del célebre organista de Felipe 11, bien merece la pena de consagrarle una pequeña
digresión exponiendo los argumentos en que apoyo esta creencia.
Era entonces muy frecuente, ino sólo en España, si no f uera de ella el llamar los
artistas, sólo por el nombre; Rafael y Miguel Angel ofrecen una prueba de ello.
Dentro de la música y concretándonos á España, los ejemplos abundan. En el Cancio-
nero de Hernando del Castillo, aparecen varias poesías de «Gabriel el músico», sin in-
dicación alguna de apellido; Jusquin des Prés se cita en la mayor parte de los libros de
vihuela con el solo nombre de Jusquin ó josquin; en la Silva de Sirenas de Anriquez de
Valderrábano, Adrian V illaerts aparece como Adriano; el mismo Valderrábano figura
citado en su libro con el solo nombre de Enrique ó Anriquez. El llamar á un compositar
<<Antonio• á secas, no es, pues, caso raro en la literatura musical del siglo XVI : indica
sólo un nombre muy conocido, un nombre célebre entre los compositores de la época.
¿Qué Antonios célebres vivieron por entonces? Entre l os músicos flamencos que
vinieron á España, no figura ningún compositor con ese nombre: entre los que cita
Schmid en su liliro sobre las primeras obras de música impresas en Italia, los Antonios
son raros, y ninguno de sus apell idos alcanzó celebridad en el mundo, ni aparece ja·
• más citado por los tratadistas españoles, en el Catálogo de la biblioteca de D. Juan 11'
de Portugal , tampoco aparece ning ún Antonio con la aureola de la cel ebridad. Los A n-
tonios, músicos español es del siglo XVI - el organista Antonio de A vi la, llevado po r
Carlos I á Yuste, Antonio de Castro, Antonio Fernández, Fray Antonío de Jesus, An-
tonio Rodr íguez Villalba, Antonio de Avilés, Antonio de Betanzos, Anton io Calasanz,
etcétera - ó están distantes de esta época, ó no consta que fueran compositores. Sólo
queda un nombre, el de Antonio de Cabezón.
Todavía sería esta una base poco sólida para afirmar' una creencia si no vinieran á
robustecerla otros· argumentos. El libro de Venegas de Henestrosa se imprimió en A l-
calá en 1557, Cabezón murió en M adrid, donde vivía, nueve años después, de donde se
'
deduce que la fama de Cabezón debía estar en su auge cuando se publicaba el Libro de
cifra rmeva . Pero aún hay más: Venegas de Henest rosa sustituyó la cifra entonces en
uso, esto es, el exágrama representando las seis cuerdas de la vihuela, y l os números
-indicadores del traste que había que pisar, por tantas líneas como voces, por números
indicando las notas y por signos especiales indicadores de las octavas regrave, grave,
aguda, etc. Esta cifra no la volvió á emplear nadie en el siglo XVI, más que un solo
impresor al imprimir una sola obra, Francisco Sánchez al publicar las obras de Cabe-
zón recopiladas y puestas en cifra por Hernando de Cabezón su hijo. Y no solo empleó
la misma cifra, sino que en algunas páginas parece haber usado los mismos tipos que
empl eó Juan Brocar en Alcalá. Un atento examen de ambos libros (ambos para tecla,
harpa y vihuela) permite aun afirmar más esta hipótesis. E l l ibro de Cabezón contiene
las obras siguientes: dúos, !reses, cuatros, fabo rdones, tientos, himnos, canciones glo-
sadas, motetes y discantes. El de Venegas de Henestrosa, da como obras de Antonio,
dúos, !reses, !abordones, diferencias y canciones glosadas, exactamente los mismos
géneros que se contienen en el libro de Cabezón, siendo digno de notarse que esos do-
ses y !reses, sólo aparecen con ese nombre en los libros de Cabezón y de Henestrosa.
He buscado en ambos libros con el afán de encontrar alguna obra que estuviera en uno
y en otro, pero en los tientos y en los Pange linguas que he compt·obado no aparece
ninguna repetida. Encuentro á esto una exp licación. Al co lecc ionar Hernando de Cabe-
zón las obras de su padre, al traducirlas á cifra, á la misma ci fra en que ya se habían
publicado veinte años antes otras muchas de él ¿á qué reproducirlas de nuevo, cuando
ya estaban en manos de todos, y cuando la impresión de ellas hubiera ocupado cincuen-
ta ó sesenta hojas del nuevo libro, y aumentado considerablemente el coste de la im-
presión? ¿Por qué no dedicar todo el espacio á obras inéditas, á las que nadie conocía?
Yo he traducido algunas del libro de Henestrosa- una Salve, un Pange lingua glosa-
do, etc.-y no son inferiores, ni por el estilo, ni por l a maestría, á las de Cabezón, tra-
ducidas y publicadas por Pedrel l.
Lo más interesante y admirable de los libros de vihuela, en lo que á la mtisicll se
refiere, son las Fantasías y Difer encias, composiciones encajadas en los recursos del
instrumento, concebidas y hechas expresamente para él.
Las Fantasías no podrían encerrarse hoy dentro de un nombre determinado de los
que usamos en la moderna terminología, aunque muchas de ellas parece como si fueran
á buscar una cierta analogía con Jos tientos, dando la impresión de oir vagar los dedos
por las cuerdas de la vihuela en períodos fragmentarios, en motivos fugaces que ape-
nas se desenvuelven, ó que se desarrollan muy ligeramente. En cambio otras, desde
las contenidas en el libro de don Luis' Milán hasta las de El Parnaso de D aza son
obras muy maduramente pensadas, fugas á cuatro y á cinco, de extraord inario trabajo.
Sirva de ejemplo la de la Orphenica Lira de Fuenllana, traducida y publicada por mi
querido amigo el P. agustino Luis Villalba en el número que dedicó la Revista illlisica
Sacro-Hispana á conmemorar el centenario de Cabezón. Es una obra de perfección
admirable, digna de rivalizar con las que se escribían á principios del sil!: lO XVIII, dos
siglos más tarde y completamente dentro de nuestro senti mi ento actual; veréis que el
estilo fugado está tratado en ella con un dominio, con una maestría admirable (1).
Otras Fantasías encajan de ll eno dentro del nombre que actualmente tiene esta
palabra, y campea en ellas el Floreo, de dificultades técn icas. Casi siempre apare-
cen por series de dificultad progresiva, á la manera de escuela del mecanismo, ó
de método para PI aprendizaje, aprendizaje nada fácil como ya antes se hizo notar,
pero perfectamente reglamentado á juzgar por estos consejos que da Fray Juan Ser-
mudo en su Declaración dt; inslmmentos, en el capítu lo «De ciertos avisos para la
conclusió n de cifrar•. • L a música que aueys de comen9ar á ci frar serán unos villanci-
(1) Esta Fanta·sia la ejecutó al piano en In conferenci" mi quct·i<lo amigo don Mig uel Snlvndo•··
No la publico con este articulo, por creerlo innecesario puesto que como en el texto se indica ya
apareció en el número que la Rel'istn Jll•lnca Sa<;ro-Hi~tpana. dedicó en Junio de 1010 á honrar el
centenario del cuarto nacimiento de Antonio de Cabezón.
cos (primero duos y despues á tres) , de música golpeada, que comunmente dan todas
las voces juncias. Para cífrar estos quasi no ay trabajo porque (como l os puntos que
dan unos con otros sean de ygual valor) las cifras en los compases vernan yguales en
numero. Quien quisiere tomar mi consejo, de estas cifras no se aproueche para tañer
porque no es música de cudicia y no se haga el oydo á ellas. L os villancicos golpeados
no tienen tan buen fundamento en música que sean bastantes para ed ificar y grangear
buen ayre de fantesía ... Después que por estos villancicos estuviese el tañedor en al ·
guna manera instruydo , busque los villancicos de luan Vazquez que son de música
acer tada y los obras de un curioso músico que se llama Baltasar Tellez. Las obras de
este estudioso y sábio author tienen quatro condiciones para que en este lugar, dellas
haga mencion. La primera son graciosas que cada una por si se puede cantar y con
tanta sonoridad que parece haberse hecho aposta para cantarse sola. De donde infiero
la segunda condición que seran fáciles de cantar y tañer, pues que son graciosas. L a
tercera es que tienen muchas falsas bien dadas: lo qua! suena en la vihuela muy bien.
La última condición es que es música recogida, ni anda en muchos puntos, ni se aparta
mucho una boz de otra al dar el golpe. En las missas del egregio músico Christoua l de
Morales hallareys mucha música que poner, con tantas y tan buen as qualidades que yo
no soy sufficiente á explicarlas. El que á esta Música se diere, no tan solamente que·
daría sáb io, pero deuoto contemp lativo .. . Entre la música extranjera que hallaréys bu e·
na para poner, no oluideis la del gran músico Iusquin, que comenpó la Masica. Lo úl·
timo que aueys de poner sea música del excelente Gomberth . Por la difficultad que
tiene para poner en la vihuela, por ser derramada, la pongo en el último lugar. Mucho
yerran los tañedores que comem;:ando á tañer, quieren salir con su fan tesia. Aunque
supiesse contrapunto (si no fuesse tan bueno como el de los sobradichos músicos) no
auia~ de tailer tan presto fantesfas por no tomar mal ayre.•
L as Diferencias constituyen ya un verdadero tipo de forma que ha llegado hasta
nosotros, y que tengo por creado y desenvuelto por los vihuelistas españoles.
Generaimente, atribuyen los historiadores de la música la paternidad de la varia-
ci6n moderna á las doblas que introducían en los aires de danza los compositores
del siglo XVIII; los que más lejos van, encuentran ese precedent e en las Chaconas y
Pasacalles del siglo XVII ó en los Ground de los compositores ingleses de principi os
del mismo siglo, pasando como verdad incontrov ertible que el compositor inglés B}rd
fué el primero que escribió un «Aria con variaciones•. Vincent d'lndy, al estudiar en
su Curso de Composición el origen de ellas, lo atribuye á las melismas ú ornamenta-
ción con que los cantores adornaban el canto g regoriano, y al trazar su historia, ya
dentro del período métrico de la música, l a comienza, como todos, en el siglo XVII, de·
teniéndose principalmente en estudiar las Variaciones del período moderno. (Bach,
Beethoven, Schumann, etc.)
Forzado é encerrar en los límites de esta confer encia, cuanto se refiere á la obra de
nuestros vihuelistas, he preferido pasar rápidamen te por cuanto hasta ahora habéis es·
cuchado, para detenerme un poco en este punto de l as Diferencias. Toda la obra de los
. vihuelistas se publicó antes de que Byrd, el virginalis ta inglés á quien se atribuye la
primera aria variada, hubiese comenzado á componer: el libro de Narbaez, vió la lu z
en 1538, cuatro ailos antes de que Byrd naciera. Y aunque todos ó casi todos los libros
de vihuela contengan buena copia de Diferencias, voy á acudir solo á ese libro de Nar-
-33-
baez, el primero donde aparecen composiciones de este género y uno de los que más
Diferencias contienen, para los ejemplos y razonamientos que he de hacer.
Narbaez trata las Diferencias de dos maneras: ó como acompañamiento de un vi-
llancico, un romanceó una melodía cualquiera, ó como Diferencias puramente instru-
mentales. Las que trae como acompaiiamiento de villancicos, todavía entran de lleno
dentro del estilo de la época: en realidad no son sino contrapuntos más ó menos florea-
dos que se oponen á la voz, verdaderos diséantes, dentro de la moda de la época. Pero
en las Diferencias de romances y en las puramente instrumentales, la decoración varia
por completo. Más que contrapuntísticas son esencialmente harmónicas, el elemento
acorde es l a base de ellas. Edificadas sobre un bajo, este bajo se repite implícita ó explí-
citamente durante toda la composición, sirviendo de base á motivos melódicos, en los
cuales el ritmo aparece tratado con tanta desenvoltura, tan traviesamente, que es pre-
ciso v~'>nir á las composiciones de Beethoven y de Schumann para encontrar algo que
se asemeje á esa maestría.
Comencemos por las Diferencias de acompañamiento á los romances, y antes de
seguir, permitidme que aventure una hipótesis. Yo creo que el romance fué la ocasión
de las Diferencias. Estos romances se cantaban sobre una melodía breve y monótona.
Desde el momento en que podían acompañarse, y se acompañaban con la vihuela, debió
nacer en el vihuelista el deseo de no repetir indefinidamente durante los cincuenta ó los
cien versos (romances hay que pasan de los cuatrocientos) las mismas notas ó el mismo
acompaimmiento; debió senti r el deseo de variar y de construir sobre la base de la me-
lodía, una serie de contrapuntos ó de variaciones . Creado ya el género, su evo lución
era fácil, y á nadie puede causar sorpresa, que tras las Diferencias de acompañamiento
á un romance, vinieran las de acompañamiento á un villancico ó á una canción cual-
quiera, en el carácter ó en el sentido de variaciones para acompailar primero; y de pu-
ramente instrumentales después. Apoya esta última hipótesis el hecho de que las va-
riaciones que á principios del siglo XVII hacen Byrd y los virg inalistas ingleses, se ba_
san (al menos las que yo conozco) en arias cantadas, en canciones, como si la melodía
vocal fuera elemento indispensable para construir sobre ella la variación.
¿Por qué la invención de las Dzferencias se produjo en España, y no en otros pai-
ses? La respuesta á esta pregunta la encuentro, de un lado en ser casi exclusiva de Es-
paña en los comienzos del siglo XVI, la popularidad de los romances, y en ser también
exclusivo de España el uso de la vihuela, más manejable, más popular, más cómoda
que el liuto i taliano ó que los instrumentos afines. Agregad á esto, el r umbo que había
tomado la escuela española, la actividad con que se desarrollaba, el avance que habían
dado nuestros músicos al estudiar de cerca á los flamencos, el gran contacto que en Es-
paña tiene la canción popular con el compositor y tendréis todas las razones en que
apoyo la creencia que antes indiqué. El hecho es innegable: las Diferencias de Nar-
baez, publicadas eu 1538 son casi tres cuartos de siglo anteriores á las Variaciones da
Byrd y á todas las demás conocidas.
Vengamos á las Diferencias sobre los Romances. Son muchas, muchísimas las que
nos han conservado los libros de vihuela; muchos también los romances que sirvieron
de base á este ejercicio, pero entre todos ellos, se destaca uno, de un modo singu lar:
el romance del Conde Claros. Narbaez escribe veintidós diferencias sobre él , Mudarra
doce, Valderrábano ciento veinte, Pisador treinta y siete y Venegas de Henestrosa
cinco. Ninguno de ellos inserta la melodía que la voz cantaba; todos imprimen sus Di-
ferencias como si fueran puramente instrumentales, pero basta repasarlas,. basta ver.
su estructura para no dudar de e¡ ue la voz va por encima de la vihuela. Además, ¿á
qué repetir en cada diferencia las notas de la melodía del romance, cuando ésta no cam·
biaba y era por .añadidura tan popular que ninguno de los vihuelistas· se cree .obligado
á apuntarla siquiera? Por fortuna el libro de Salinas la consigna, como·t ipo de·r omance
viejo y de combinación de piés, y gracias al autor de los «Siete libros de Musica» po-
demos hoy conocerla.
Como veréis, aunque escrita en compás ternario, por el valor de las notas, la acen-
tuación métrica cambia á cada compás, sucediéndose las medidas de tres por cuatro y
de seis por ocho. Este ritmo es tan común en las canciones populares de nuestra pa·
t ria, que puede seguirse si n dificu l tad desde el siglo XVI hasta hoy; las zarabandas
dt!l XVII, los zarandillos del XVlll, las g uajiras del XIX, son buena prueba de ello. El
bajo se repite constantemente en todas las di ferencias, casi siempre explícitamente;
con:~ apoyo y fundamento de los acordes de tónica, subdominante y dominante.. Tene·
mos, pues, en estas diferencias, tres coi1secuencias importantes que deducir. Es un a
la de que constituyen un verdadero Pasacalle, ya que el bajo no se altera durant~ toda
la composición, se reproduce simétricamenté y constituye el verdadero fundamento de
la obra; es la segunda la de estar construídas sobre una base armónica, no contrapun-
tíslica, dato muy importante, si se t iene en cuenta que en esta época la Harmonía no
había comenzado aún á dar sus primeros pasos, y que sólo existían reglas para tratar
el confrapunto; es la tercera que estas diferencias constituyen una verdadera monodia
• acompañada, esa monodía acompañada que figura en la historia de la música como
creación de la camera/a florentina á fines del siglo XVI. Si fuese á explanar, aun bre·
vísimamente, cualquiera de estas observaciones, me vería forzado á ocupar vuestra
atención, mucho más t iempo del que consienten los límites de esta conferencia: por eso
me reduzco á apuntarlas solamente.
No he de hacer tampoco un exameu detenido de estas diferencias: sólo he de llama·
ros la atención, para justificar en cierto modo, aquel calificativo de travesura y des-
envoltura que antes apuntaba, sobre las diferencias que llevan los números . 3, 4, 7, 9,
10, 11, 13, 15 y 16, y sobre las tres últimas, con el cambio tan curioso de su compás.
· En todas ellas, en las citadas y en las no citadas, está resuelto con acierto singular el
problema de los acentos métricos, de la m'elodía instrumental.
Cuatro palabras sobre la trascripción que he hecho. A l principio. de las Diferencias.
dice el autor: •En la quarta en el segundo traste está la clave de fefaut. En la segunda
en bacío está la clave de cesolfaut.• Esto significa que hay que transportar lo escrito
en el texto una tercera mayor baja, ó lo que es lo mismo·que en vez de emplear una
vi huela templada con las notas La-Re-Soi-Si·Mi·L·a, hay · que hacer uso de .una con e¡
temple Fa·Si bemol-Mi bemol-Sol-Do -Fa, y por consiguiente tocar en fa mayor, lo que
en el texto aparece escrito en la mayor. Para hacer una traducción verdaderamente
musical, he tenido que reducir los valores escr itos por Narbaez á la mitad y encerrar
cada tres compases en uno, única manera de que pudiera resaltar la sucesión de acen-
tos métricos de los compases de tres por cuatro y seis por ocho. Aun así, por. no red u·
cir los valores á su cuar ta parte, resultan empleados los compases de tres por dos y
seis por cuatro, como amp lificación de los de trés por cuatro y seis por ocho. A mi
juido, cada diferencia debe ser ejecutada dos veces, como acompailamiento de los dos
piés de cada verso del romance. (1) .
Hermoso ejemplo de la variación puramente instrumental, nos la ofrece el libro de
Narbaez en sus Cuatro diferencias sobre «Guardame las vacas•>, un cantarcillo popu-
lar de origen romano (algunos vihuelistas lo llaman romanesca), tan sabido y conocido
por todos que tanto Narbaez, como los demás compositores, se creen dispensados de
escribir su l etra ni su música. Las Bacas, nombre con el que generalmente fué conoci-
do este cantarcillo, estimu laron no sólo el ingenio de los vihuelistas del siglo XVI, sino
el del organista, el de los guitarristas del XV!l, y aun el de algún compositor del X VIl l.
Nar baez hizo siete diferencias sobre él, Mudarra cinco, Valderrábano siete, Pisador
doce, Henestrosa cin co, y Cabezon tres series. E n el siglo XVJI el organista Correa
de Araujo escribió dieciséis g losas sobre él, pasó á ser baile (uno de los i ncontab les
bailes populares del siglo XV!I), lo trataron los g uitarristas, si empre en forma de
variación, y todavía en los albores del siglo XVIll, don Diego Fernández de Huete
continuó tratándol o en diferencias. He tenido la curiosidad de traducir las todas, y á
mi juicio media gran distancia de las de Narbaez y Pisador, á las de todos los demás,
Cabezón inclusive (2).
(1) De este romance no hay para <¡ue decir nada: raro es el Romancero donde no a¡mrecc su
texto. Por si alguien desea cantarlo con las Diferencias de Narbaez, daré aqui los primeros versos
de él.
llledia noche era por filo-los gallos querian cantar
conde Claros con amores-no podlu reposar
dando muy g randes sospiros-que el an101' le haci"' dar
porque nmor de Claraniiia.-no le deja. sosegar.
Cuando vino la maiíana-que querla albo1·car
salfo diera de la. ca.mn-que t>arcce un ga.vila.n.
Voces da ¡>or el palacio-y empez:1,ra de llamar:
-Levantá mi camarero-dame vestir y calr.nr.
Presto estaba el camarero-para haberselo de dar:
diérale calzas de grana-borceguls de cordoban:
diérale jubon de seda-aforrado en zarza han
dieralc un manto rico- que no se puede apreciar;
tre.~cientas piedras ¡>rcciosas-al <le1-redor del collar ... etc.
seculo,·um del primero tono, que wno y otro cabe sobre eZ coni'raba,jo ele el dicho disemt.te.• Como
puede verse no es completamente exacta la cita de Correa de Araujo tal como Eslava la hace, puesto
que Corre:. no dice que el G1un·<lame las vaca• sea el saeculorum del primer tono, sino que una y
olla entonación caben sob•·e el mismo contrabajo. Y con efecto, el primero de los nueve saecul<>nun
de primer tono, se entona por las notas: la, la, sol, fa sol la: sol fa mi re,• análogas ;i, la sucesión de
notns del cantarcillo, aunque mediando ent re am bos impor tantes diferencias, que no hay para qué
apuntar.
Lo único que importa es advertir los errores en que incn•·rcn tanto Eslava· como Pedrell. El pri·
mero no conoció ni el cantarcillo ni su leti·a, Pedrcll, parece que conoció sólo los dos primeros ver
sos, pero 110 el cantar: ning uno de los dos tuvo noticia de esa célebre rontanesca y de su importan-
cia y popularidad en Espaiia durante tres s iglos, de esa romanesca que eu el XVI sir~•ió de tema''
t odas las Diferencias que se indican en el texto, que en el XVII sirvió de son al baile que lleva su
nombre. (Lope de Vega, entre otros da fé de ello) y que toda.•la en el XVIII serví o. t\ Fcrnández de
Huete para hacer Diferencias sobre la misma.
J,as vacas aUas, vacas bája•, etc., son fases de la historia del cantarcillo, son consecuencias 6
derh·acioncs de la entonación del prímer seculorun• d~ primer tono. Si los maestros pa1·n hacer re·
tener mejor las entonaciones de los salmos, acudian al paren tesco de ellas con algo muy conocido,
procedím'iento es este que nada tiene de extrniío, y que hoy mismo lo vemos practicado.
Y ya en treo de rectificaciones, no e.~tará de mas a nadir que las lTacak no se hallan en el Can-
cionero de Barbieri como indica Cofat·clo en el prólogo :i. su Colección de Entremeses.
Narbaez escribió dos series de diferencia sobre él : una de cuatro y otra de t res va-
riaciones. La primera serie es una joya. L os motivos melódicos que le sugiere la ro·
manesca, son graciosos, distinguidos, llenos de novedad y frescura. Los «ecos» que
hace al fi nal del primer periodo en las dos primeras variaciones, y que ,sirven de base
al primer período de la tercera diferencia, en la GUe ya el periodo segundo no es si me·
trico con el primero; el rítmo de la cuarta variación que parece ser el de un baile popu-
lar; la libre combinación de los compases de 3/4 y 6/8; la graciosa coda melódica con
las tres repeticiones de su motivo, cada vez presentado con mayor interés; la persis·
tencia del bajo, en el mismo carácter de pasacalle del Conde Claros; el tipo armónico
que parece seguir, dejando siempre inconmov ible el bajo, que sostiene sucesivamente
los acordes de tónica y dominante de fa mayor y tónica y dominante de su relativo re
menor, son circunstancias que hacen de estas Diferencias un ejemplar único en la
historia uni versal de la Música dentro de la primera mitad del siglo XVI. A mi modo de
ver está aquí contenido íntegramente más bien que el tipo de variación decorativa, e¡
verdadero tema variado de fi nes del siglo XVIII, con sus ,variaciones independientes,
cada una de ellas basada en un motivo melód ico-rítmico personal, en el cual se con·
tiene la esencia misma del tema, y terminado por una coda melódica, independiente del
terna mismo.
Las otras variaciones de los otros libros de vihuela -·salvo las de Pisador- no lle-
gan, ni aún á acercarse á las de Narbaez.
La segunda serie de Diferencias, aunq ue no t iene el valor de P.rimera, es curiosa
por la manera de estar tratadas. La harmonía se aleja de la tonal idad moderna, para ce·
ñirse más al pr imer tono de canto llano. Descuella entre estas variaciones, la pri mera,
por 'su originalidad.
La gran fama de Narbaez en su tiempo la debió principa lm ente á su hab ilidad con·
trapuntistica. Zapata en su M iscelánea, bajo el título «De la habilidad de un músico»,
refier e lo sigu ient e: «Fué en Valladolid, en mi mocedad, un músico de bihuela, ll amado
Narvaez, de tan extraña habil idad en la música, que sobre cuatro voces de canto de
órgano, echaba en la bihuela de repente otras cuatro, cosa, á los que no entendían de
música, milagrosa, y á los que la entendían, milagrosís ima.•
Como el libro de Milan no trae diferencias ningunas, y como el primero donde apa·
recen es el de Narbaez, no diré que considero á este compositor espaiíol , como el
creador de las variaciones, pero si que son las primeras que conozco en la historia de
la música. Los que tratan esta. forma á pri ncipios del siglo XVII, principalmente los
virginalistas ing leses, construyen la variación con arreglo á uno de estos modelos: ó
escriben la variación seguida de un nuevo tema, presentando así un gráfico de tema
variado, tema nuevo, tema variado, etc., ó proponen un bajo que se repite i ncesante·
mente (forma groand, de donde después nace el Pasacalle), ó terminan las variaciones
sobre el acorde de dominante, no empleando el de tónica sino como conclusión de la
obra. A pesar de ser estos tres modelos, lo que reputan los más modernos historiado·
res de la música como origen de la variación, por ser los que primero aparecen en la
historia de la música á principios del siglo XVI!, las variaciones de Narbaez, escritas
••
un siglo ant es, constituyen el modelo perfecto de la variación moderna. Son unas
variaciones sencillas, pero que van procediendo de la senci llez á l a complicación, en el
mismo plan que se trazaría un compositor moderno.
6
-- ----
Cuatro palabras sobre la importancia social de la música en el reinado del Emperador.
Voy á acudir únicamente á tres obr~s de las que mejor reflejan la vida espailola en
la primera mitad del sig·lo XVI : la f amosa Crónica de don Francesillo de Zúñiga; las
Epístolas familiares de don Antonio de Guev~ra, y El Cortesano de don Luis Milán.
...
En vano los leeréis, en vano buscaréis en ellos, un capítulo, una página siqu iera, que
ref.leje un arraigo de la música en las costumbres. El decidor de Carlos 1, su bufón ó
truhán como le llamaríamos hoy, en su manía de comparaciones, en su fisgoneo de la
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(1) H6 oqullns coplas cilndas en el texto. Como no recuerdo haberlas visto reimpresas con pos-
terioridnd :i la fecha en que se 1mblicó E l Det(in (1538) creo que será curioso el darlas ü couocer.
Coplas llel autor en loor He lo músicR
L.o virtud comunicada afligido y sin plater
merece mayor loor un espíritu penado
<1ue nlcan~ndose mejor nace en ellas un cuydado
eutonccs es mb omuda que las bllZe bien querer.
y por esto Con contnr los labradores
con buen zelo me he dispuesto cngahn ''su tr:tblljo
ti cscrivil· de los secretos y con g rosero gn•njo
de rnúsicu y sus erectos contrahazen los cantores.
segun lo que entiendo desto. Los finados
Los cielos con los planetas con música son honrrados
difieren en movimient.o s qunndo sus obse<¡uins hazen
I•Or esta los elemento s llOI''IUG t\ Dios mucho lo nplazeu
ht11.cn cosas muy secretas s us oli cios bien Cllll tndos.
lo criado Al romero y peregr ino
por mÍisica está Cundodo cansado de caminar
y por ser tan diferente comieo~ luego á cantor
tanto m:is es excelente J>Or ttliuio del camino.
porque est<\ proporcionado. Y el pastor
Con todo sen tido humano t¡mtrtdo hnze uui~ cnlOI'
tiene grande concorda ncia no siente el trabajo dél
muéstrunos la semejnnza porque tañe su rabel
de la de Dios soberano conque siente gran dul~or.
y en su templo l,¿11s mañanas y lo.s fiestas
~e muestra clnro el exem plo en los veranos, Jns n.vcfi
<¡no le hacen mili sct·uicios cnntando sones sutLucs
lo•índole en los oticios descnnsnu en las florestas
con esta que yo contemplo. y el infante
Esto alegre (a) nuestra •·ida quondo más llora, al instante
y esta nliuia nue.strn pena oyendo al ama canh\r
desta In glot·ia est11 licua de¡n luego que llorar
por virtud esclarecida y muestra alegre semblante.
los Jlnsados La mo9a que se lcunnta
en la ciencia seo)alados al •er.•ieio de su d11eno
y en el esruer~o mús \'olientes (•ic} engaño con esta al snetlo
de músicos excelentes si con •1 trabajo canto
rucron todos muy loados. ~~¡u a lmeutc
Los que es tán de 11mo r •·cocidos e11 las btttnllus Jli'ORcnlc
con esta á las a lboo·ndas l !l:i trompeta s um::~ animan
lns ••ihuclus acordadas y entre todos mucho estiman
de sus damas son oydos esta <irlnd excelente.
y de •·er
que hasta agora se a compuesto y el autor es vasallo y criado de V. Alt., que en ello le
podrá industriar si fuera servido• ...
Entre los no profesionales, don Luis M i lán, e1·a cabal lero valenciano; M udarra, ca·
nónigo de la iglesia mayor de Sevilla.
La escuela de los vihuelistas fué admirable, pero apenas duró medio siglo. No creo
que toda la culpa de esta vida efímera la tuvieran los mismos mtisicos, pero si fuese
á creer lo que Fray Juan Bermudo dice, suya sería la responsabilidad. Oid al autor de
la Declaración de instrumentos: «Bien entiendo que ha auido y los ay en nuestra Es-
paila hombres excelentísimos en vihuela, órganos y en todo género de instrumentos y
doctísimos en la composición de canto de órgano: empero es tanta la sed de la cudicia
que alg unos tienen que les pesa si otro sabe algún primor y más si lo ven comunicar ...
· De adonde procede que auiendo en nuestra Espafla tan grandes ingenios, tan delicados
juycios, tan inuentiuos entendimientos, están todas las artes muertas. Por cierto solo
el vicio desenfrenado de la cudicia de algunos maestros, ó la poca fidelidad (por decir-
lo como christiano) que á Dios tienen, es la causa. Piensan algunos maestros (no sin
falta de error) que comunicar á sus discípulos los primores, les ha de faltar á ellos la
sc iencia y les han de quitar el par tido ... No se cómo cumplen los tañedores que (pagado
su trabajo) á los discípulos encubren los secretos de la Música ... De udonde viene que
entre cient tañedores de vihuela (au nque aya veynte años que la usan) los dos no saben
cifrar; no de otra parte, sino de la auaricia de los que supieron cifrar, Jos quales no di·
xeron el modo que auían de tener. ¿Qué diré de aquellos tañedores que cuando tañen
(mayormente si es tono ó modo accidental) no quieren que les vean las posturas de las
manos, porque no se las hurten? Lo que podían los maestros enseñar en un mes, lo
reservan para el dia del juycio... Tengo para mí que si en España se communicassen
los secretos que los músicos alcan¡;an, como lo hazen en otras naciones, en ñmyor per-
fección estaría la Milsica en nuestras t ier rns que en las ex trañas, porque ay mejores
entendimientos. Lástima es (y los que t ienen senti miento christiano lo au ian de ll orar)
que mueran los secretos de Música en un momento, y se acaben junctamente con la pe r
sona del músico por no comunicarlos.»
Fray Juan Bermudo escribió estas palabras, seguramente influido por la pasión: no
pudo ser esa la causa de la desaparición de la admirable escuela de los vihuelistas, el
único momento en que España se colocó á la cabeza del mundo musical; fué la evolu·
ción natural de la vida, el surgir nuevas corrientes, el tomar la m(Jsica nuevos derrote-
ros. A fines del sig lo XVI aparece la «m1isicn de sal a• , introducida por V icente Espi·
nel ; y comienza el decaimiento de la música de los compositores, para dejt1r paso á un
arte más f r ívolo y de menor seriedad; en la misma época la vihuela va perdiendo terre-
no á medida que lo va ganando el monacordio; las formas creadas por los vihuelistas
van borrándose; la nuisica profana se seculariza y vuelve á convertirse en música cor-
tesana; ¿qué más? hasta los villancicos desaparecen en el reinado de Felipe 11, ahoga-
dos por los cantarcillos cada vez más livianos de las zarabandas y chaconas: sólo la
g ui tarra perdura en la afición del pueblo, y t ras unos aflos de silencio vuelve á hacer
tr abajar las prensas cou el libro de Brizeilo, prim e1·o, con los de Gaspar Sanz y Ruiz
de Ri bayaz, después, reflejando, no ya el nrte de los composito1·es, si no un arte pura y
exclusivamente popular.
Vuelven á surgir las tertulias musicales, y á llenar los nombres de músicos y aficio·
•
La mLISica div ina que su asiento
•
Con el bárbaro mundo había perdido
En vos halló su amparo y firm e asien
to.
En vos hizo agradab le y dulce nido
En sola vos ha lló mayor tesoro
Que en' su tiempo dichoso había ten •
ido.
Vos la habíades tornado al sig lo de
oro
Ma s agora de vos desamparada
Mudando ofi cio se co nv ier te en llo ro.
Co mo merece no será estimada ,
Antes su celestial du lce armonía
Será en endechas tris tes ya tornada
.
Acabarse será la compaOía
D e quien erades vos continuamente
Piel amparo .y verdadera guia.
¡Que un solo golpe ofe nda tanta ge
nte
Como en vuestra presencia ejercitab
a
El uso dulce, agora dif ere nte!
¡O dura pena! ¡O suerte única y bra
va!
¡Quién podré ve r t>or tie rra el edific
io
Q ue con el alt o cielo le igualara!
¿Q ui6n podrá ve r el venturoso ofi cio
En desabrido , amargo, du ro inf ier no
M udado en su costumbre y ejercicio?
¿Quién podrá (¡ tanto mal poner gobie
rno
Si vos, seilora, no mudai s costumbre
Serenando el rig or de l crudo invierno
?
Enjugad, pues, los ojos, cuya lumbre
Haze que la del sol no lo par ezca
(1) Cancionero de Ló¡lez Mnldoundo .. lm[ll'esso en ~l ndritl, en casa. d• Guillermo Dro>y, l m¡u·~~ot·
do libros. Acabóse á ci nco de lebr ero, año de liiSG- Iolio 101 . •l~lcgia ''la Set1ora dot1a Agustinn de
Torres, en In muerte de su madre. •
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-47-
(1) Dh•ersas RIU\as de Vi<:cntr. Espinel. .. En :Madrid. Por Luis Siinchcz... '"ilo MDXC!.
l~te IJ:a-gmento de La Oa·t a de la Metno•ria, fué ¡>ublicado por So1·iano Fuertes en :;:n J.iisto,·ia
<le¡,. Mtíaie" E.pMwt" (lll-200) y en el Calendario musical del a~o l85H, de Roberto, seudónimo
del mi$mo Sori nno Fwartes.
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