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de la Cruz
Hacia una poética del silencio
Gonzalo Celorio
Admirada hasta el arrobamiento por sus contemporá- el siglo XX, con los estudios de Pe d ro HenríquezUreña,
neos pero también por ellos execrada; repelida por los Manuel Toussaint, Ermilo Abreu Gómez.
poetas y eruditos neoclásicos que vieron en el barroco Entre Alfonso Reyes, que va del contexto a la obra,
los signos de la corrupción y de la decadencia; olvidada y Octavio Paz, que va de la obra al complejo mundo in-
por los liberales que de un plumazo borraron de nues- telectual en que se inscribe, un poeta de la generación
tra historia patria la época del virreinato; beatificada de Contemporáneos, Xavier Vi l l a u r rutia, lee con ojos
por los conservadores que advirtieron en su condición modernos y entusiasmo juvenil la poesía de sor Juana.
de religiosa vislumbres místicas y en su muerte los atri- Azorado, descubre, en sus liras dedicadas al amado
butos del martirio y de la santidad, sor Juana Inés de la ausente y en sus sonetos de amor y discreción, que aún
Cruz no fue bien leída ni bien valorada hasta ya entrado podemos convivir con ella, a pesar de los más de tres
2 Ibidem, p.765.
Juan Patricio Morlete y Ruiz, Plaza del Volador (detalle), 1770-1772
que tu forma fantástica ceñía, 4 Alfonso Reyes. “Letras de la Nueva España” en Obras completas de...,
poco importa burlar brazos y pecho tomo XII, Fondo de Cultura Económica, primera edición, México,
si te labra prisión mi fantasía. 1960, p.370. (Letras mexicanas.)
no Valdés Leal que presentan los cadáve res de príncipes Fondo de Cultura Económica, primera edición, México, 1982, p.470.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, El silencio, pues, no es sólo un tema sino un ejer-
como en tu rostro y tus acciones vía cicio poético —el difícil arte de callar a tiempo—,
que con palabras no te persuadía, que Vi l l a u r rutia consideró rasgo esencial de la tradi-
que el corazón me vieses deseaba. ción poética mexicana, y que encuentra en la discre-
ción de sor Juana, anticipadamente, acaso su mejor
Y Amor, que mis intentos ayudaba, exponente, como lo hemos visto en este soneto y lo
venció lo que imposible parecía, podemos ver en las maravillosas liras “que expre s a n
pues entre el llanto que el dolor vertía, sentimientos de ausente” en las que la amante ado-
el corazón deshecho destilaba. lorida por la partida del amado, le dice —no; no le
dice o, en todo caso, le dice que no le dice—: “óye m e
Baste ya de rigores, mi bien, baste; s o rdo pues me quejo muda”:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste Amado dueño mío,
escucha un rato mis cansadas quejas,
con sombras necias, con indicios vanos, pues del viento las fío,
pues ya en líquido humor viste y tocaste que breve las conduzca a tus orejas,
mi corazón deshecho entre tus manos. si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.
Parecería que las palabras que constituyen este pro-
digioso soneto se fueran borrando apenas las pronun- Óyeme con los ojos,
cia la intimidad, como si cada una de ellas, en efecto, se ya que están tan distantes los oídos,
transformara en sollozo y finalmente se resolviera en y de ausentes enojos
silencioso llanto. Y sin embargo, el poema no está hecho en ecos, de mi pluma mis gemidos;
de lágrimas sino de palabras; de palabras que nos dicen y ya que a ti no llega mi voz ruda,
que las palabras no sirven para nada, que en el amor, y óyeme sordo pues me quejo muda.
ciertamente en la poesía mexicana, es el silencio el que
tiene la palabra. Si del campo te agradas,
Más allá de la cortesía criolla, de la feminidad re- goza de sus frescuras venturosas,
catada, de la retórica del amor cortés, de la tradición sin que aquestas cansadas
poética mexicana, este soneto es una muestra espléndi- lágrimas te detengan, enfadosas;
da de la poética del silencio. Sor Juana, aquí, sabe callar que en él verás, si atento te entretienes,
a tiempo, logro asaz meritorio habida cuenta de la ver- ejemplos de mis males y mis bienes.
bosidad propia del gusto barroco de la época.
Tal fue el itinerario que siguió la vida de sor Juana. Habiendo conocido (…) lo singular de su erudición
Hija natural. Mujer. Mujer pobre. Mujer bella. junto con su no pequeña hermosura, atractivos todos a
Mujer inteligente. Mujer sabia. Dama de corte. Poeta. la curiosidad de muchos, que desearían conocerla y
Religiosa. Estas condiciones de Juana Ramírez, de Juana tendrían por felicidad el cortejarla, solía decir que no
de Asbaje, de sor Juana Inés de la Cruz, propias de su podía Dios enviar azote mayor a aqueste reino que si
ser y de su circunstancia, provocan y acentúan la im- permitiese que Juana Inés se quedase en la publicidad
posición implacable del silencio. Todas ellas habrían del siglo.7
sido invencibles obstáculos para estudiar, escribir y de-
sarrollar su natural talento, de no ser por una empeci- Para poder consagrar su vida al estudio, se vio pre-
nada y fecunda vocación literaria, que sor Juana asu- cisada a profesar en el convento de las jerónimas, lo que
mió con fidelidad, con valor y con entrega admirables no necesariamente implica una vocación religiosa.
durante toda su vida hasta que la soledad, el miedo, la Tampoco su defecto. Además de su vocación literaria,
desprotección, la censura, la incomprensión, la envidia son múltiples las causas que orillaron a Juana Inés a
y sobre todo, “las trampas de la fe”, la llevaron a la clau- tomar el velo. Entre ellas, podrían aducirse la bastardía,
dicación y al silencio definitivo. la pobreza, la ausencia de padre y aquellas que ella
Su condición de mujer le dificulta el acceso a la vida misma invoca en la página de la Respuesta a sor Filotea
intelectual de su tiempo. A ella, que a los tres años de de la Cruz —su autobiografía intelectual— donde
edad había conseguido que la maestra de su hermana le trata el asunto de su profesión y que no se caracteriza
enseñara los rudimentos de las letras y los números; a precisamente por su transparencia: la “negación para el
ella, que a los ocho había escrito su primer texto poéti- matrimonio” (que bien podría ser la falta de dote) y un
co, que había aprendido gramática y latín en escasas sincero deseo de salvación.
veinte lecciones; a ella, que había leído en la biblioteca Como quiera que haya sido, la vida conventual fue
de su abuelo paterno a los clásicos españoles y había un arma de doble filo para quien pretendía saciar la sed
salido victoriosa de los tribunales académicos que se de conocimiento: si por un lado ofrecía el patrocinio y
improvisaron en la corte para comprobar su erudición, la tranquilidad para dedicar a las tareas intelectuales
le está vedado el acceso al conocimiento, a la Universi- buena parte de la jornada, por otro exigía la participa-
dad —a la que hubiera querido asistir aunque fuera en ción en la vida comunitaria, para la cual sor Juana no
ropas de hombre. El conocimiento es coto privado de tenía mayor disposición precisamente por su natural
los hombres. inclinación al estudio; la aplicación a las prácticas reli-
6 Ibidem, p.17. 7 Antonio Núñez de Miranda, citado por Octavio Paz en op. cit., p.12.