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LA RECONCILIACIÓN,

EXIGENCIA
DE UNA PAZ
AUTÉNTICA
D. Juan María Uriarte

Necesidad y
resistencias ante
la reconciliación
La ausencia de consensos básicos,
Es convicción compartida por las injusticias aún no reconocidas,
un porcentaje muy amplio de nuestra las heridas abiertas en personas y
sociedad vasca que el largo y tortuo- grupos así lo certifican. En una pala-
so proceso hacia la paz ha llegado a bra: la paz necesita ser completada
un “punto de no retorno”. Faltan pa- y consolidada por la reconciliación,
sos importantes. Pueden acelerarse que es el alma de la paz. El futuro
o demorarse. Pero son esperados inmediato parece ser tiempo inten-
con fundada confianza. sivamente oportuno para esta noble
misión.
No sé si todos los que así
piensan estiman que, una vez logra- La experiencia de lo que ha
da la paz, nos queda todavía por re- acontecido en otros lugares del pla-
correr un buen trecho del camino. neta nos enseña que, lograda la paz,

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D. Juan María Uriarte
Obispo Emérito de Donostia-San Sebastián

la tarea de la reconciliación tiende que sea auténtica hemos de ir a la


a ser relegada en aras de otras ur- raíz de la confrontación y llegar a
gencias. Este descuido suele ser la- una interpretación compartida de su
mentado más tarde por los mismos origen y naturaleza. Tal consenso es
protagonistas del proceso pacifica- inviable. Es más realista conformar-
dor. Tendríamos nosotros que apren- se con un “arreglo” y renunciar a un
der también de las omisiones ajenas. “acuerdo”, postulado por la verdade-
ra reconciliación.
No es tan extraña esta omi-
sión. Porque el mismo concepto Quienes en esta dura con-
corriente de reconciliación genera frontación han perdido irremediable-
sospecha y rechazo en zonas muy mente seres queridos tienden, en
sensibles de nuestra sociedad. ocasiones, a considerar la reconcilia-
ción como una infidelidad a sus deu-
Para algunos, la reconcilia- dos que se merecen que no se borre
ción contraviene a la justicia. Quien su memoria ni se olvide el precio in-
ha herido gravemente debe pagar justo e inhumano que han tenido que
sus deudas. La reconciliación ignora pagar.
o rebaja tales deudas y deja abier-
to el riesgo de que los delitos se re- No son tan escasos, en fin, los
pitan. que conciben la reconciliación como
una imposición humillante y obligato-
No faltan quienes conside- ria. Bastantes víctimas experimentan
ran innecesaria la reconciliación. Los una poderosa resistencia a perdo-
grupos sociales enfrentados no tie- nar a quienes fueron sus agresores.
nen por qué reconciliarse. Pretender Correlativamente subsiste en estos
una convivencia de mutuo aprecio y mismos un rechazo a pedir perdón
mutuo perdón es subjetivizar en ex- “en la plaza pública”. Temen que, ba-
ceso la vida social. jo la aparente apelación a la justicia,
se aloje en quienes se lo demandan
Para muchos otros la recon- un ansia de venganza más o menos
ciliación es imposible. Si queremos solapada.

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LA RECONCILIACIÓN, EXIGENCIA DE UNA PAZ AUTÉNTICA

Hacia da y asumen otra forma constructiva


un concepto de reparar el pasado, de edificar el
purificado presente y de preparar el futuro.
de reconciliación
Desgranemos los elementos
Las resistencias antedichas, de esta descripción.
lejos de merecer un rechazo global,
Caracteres de una
nos brindan un servicio inestimable
relación destructiva
para purificar nuestro concepto de
reconciliación. Ésta no sacrifica la En primer lugar, una relación
justicia, sino que la aplica con hu- es tanto más destructiva cuanto más
manismo. No reclama que los ene- inspirada esté en esta convicción: “mi
migos se conviertan en amigos, sino causa tiene un valor absoluto; justifi-
que vuelvan a respetarse y acep- ca cualquier medio ofensivo o defen-
tarse mutuamente co- sivo utilizado para su servicio, incluso
mo miembros de una la fuerza violenta mor-
misma sociedad. No tal”.
requiere una interpre- Reparar En segundo lu-
tación común de la na- el pasado gar, en una confron-
turaleza y origen de la no es olvidarlo, tación destructiva el
confrontación, sino una sino “mirarlo contrario no es un sim-
voluntad compartida de de otra manera”. ple adversario, sino
evitar su repetición. No enemigo y solo enemi-
propicia una amnesia go; no tiene familia, no
de ninguna víctima, si- sufre, no tiene proyec-
no una memoria crítica del pasado y tos, no es persona humana.
un recuerdo dolorido de todas ellas.
No impone el perdón, sino que lo pro- En tercer lugar, en una con-
pone en su debido momento. frontación destructiva toda la cul-
pa de la confrontación reside en “el
otro”, en el antagonista; yo soy ino-
Estructura de cente. “Una de las características de
la reconciliación nuestra cultura es la falsa conciencia
de inocencia” (Bruckner).
Formulada en términos posi-
tivos la reconciliación es, según los En fin, la confrontación no tie-
expertos, el proceso por el que las ne otra salida que la liquidación in-
partes enfrentadas deponen una for- cluso física, si se estima necesaria,
ma de relación destructiva y sin sali- del enemigo.

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Reparar el pasado ponga a la vida, a la integridad física
No es olvidarlo, sino “mirarlo ni a la dignidad moral de la persona
de otra manera”. Olvidar un pasado humana, de toda persona humana.
tan violento es reprimirlo. Es una es-
trategia socorrida, pero patológica, Edificar el presente
característica de las neurosis. Al final El núcleo de esta nueva rela-
el proceso termina con “el retorno de ción con el presente es, en términos
lo reprimido” en forma de culpabili- que se han vuelto técnicos, el “nun-
dad o agresividad. ca más” (never again). Es la decisión
firme, fundada, sentida y operativa
Reparar el pasado reclama, de no volver a incurrir (ni por acción
por el contrario, dos operaciones de- ni por omisión) en una confrontación
licadas: la primera consiste en des- destructiva. Nuestro presente leído
desde esta óptica está postulando
velar los hechos, todos los hechos
ante todo el cese definitivo de la vio-
lamentables. No solo los que son la-
lencia terrorista de ETA y también la
mentables para nosotros, sino tam-
garantía de una política penitenciaria
bién los que lo son para “los otros”.
más justa y humana.
La novedad de esta mirada desvela-
dora consiste precisamente en que
Preparar el futuro
se posa no solo en el sufrimiento de
Fundada en la firme decisión
“los míos”, sino también en el sufri-
antedicha, la preparación del futuro
miento de “los otros”. Una mirada así comporta la adopción de medidas
intuye que existe más de una lectura que blinden ese “nunca más”. En-
posible de todo lo ocurrido. tre estas medidas no puede faltar la
aceptación compartida de una meto-
Una mirada laboriosa: es muy dología pacífica, dialogante, demo-
difícil “aprender a soportar la verdad” crática para abordar los problemas
(Freud). Pero una mirada decisiva- prácticos de hondo calado (las vícti-
mente necesaria para la reconci- mas, los exiliados, los presos, etc.).
liación. Ésta no es posible sin este Es necesaria asimismo la contribu-
cambio de óptica. ción de las instituciones educativas,
de los medios de comunicación so-
Reparar el pasado entraña cial y de legisladores y jueces. En el
además valorarlo a la luz de la ética. momento presente un fututo inme-
El principio rector de esta valoración diato pacificado aconsejaría diferir
puede formularse así: ninguna causa para un momento ulterior el trata-
política, ninguna razón de Estado po- miento del contencioso político sub-
seen un valor absoluto que se sobre- yacente a la confrontación.

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LA RECONCILIACIÓN, EXIGENCIA DE UNA PAZ AUTÉNTICA

Los presupuestos tilar, torturar, secuestrar, envilecer,


de la reconciliación corromper a una persona no tiene
justificación moral en ninguna cir-
No es suficiente desvelar la cunstancia. Ninguna instancia hu-
estructura de la reconciliación. Ésta mana tiene poder sobre la vida y la
necesita asiento firme, fundamento muerte de sus semejantes. Arrogar-
se este poder es injusto, inhumano,
sólido para avanzar y vencer las di-
inmoral. Para un creyente es su-
ficultades del camino. Buscar ese ci-
plantar a Dios, único Señor de la vi-
miento en un acuerdo acerca de la
da y de la muerte.
génesis y naturaleza de la confronta-
ción destructiva que hemos padeci-
La aceptación de “los
do sería “querer tocar la luna con las
otros” como semejantes
manos”. Hemos de contentarnos con
La confrontación tiende po-
fundarla en otros presupuestos, que
derosamente a reducir a “los otros”
son, al mismo tiempo, criterios antro-
a la categoría de “enemigo inte-
pológicos y actitudes éticas. gral”. Solo cuando ante nuestra mi-
rada emergen otras dimensiones de
El respeto al carácter la persona de carne y hueso como
invulnerable de la yo (tiene sentimientos, adhesiones,
dignidad humana historia personal, condicionamientos
Una reconciliación digna de educativos) se hace po-
este nombre está basa- sible romper el peligro-
da en la adhesión ple- so estereotipo reductor
na al principio ético, ya Ninguna idea, en el que le habíamos
citado de pasada, del ningún proyecto encerrado. Reconciliar-
primado de la perso- político, ningún se supone previamente
na humana por encima amor patrio, descubrir nuestra co-
de cualquier otra causa ninguna razón mún condición de per-
o motivación. Ninguna de Estado sonas.
idea, ningún proyec- pueden
to político, ningún amor anteponerse “Unos” y “otros”
patrio, ninguna razón a la vida, a pertenecemos además
de Estado pueden an- la integridad a una única comunidad
teponerse a la vida, a física, a la humana sociocultural.
la integridad física, a la conciencia, a la Quienes vivimos en es-
conciencia, a la digni- dignidad moral te pueblo tenemos, al
dad moral de la persona de la persona margen de nuestras di-
humana. Asesinar, mu- humana. ferencias, unos valores

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humanos, unas relaciones, unos in- ble para la gran mayoría de ciuda-
tereses, un patrimonio cultural, un danos. “En la mesa común de la paz
entorno natural que hemos de de- hay sitio para todos apretándonos
fender y cultivar conjuntamente. Si un poco” (Obispos vascos en “Votos
lo que nos diferencia es importante, para la Paz” 2001).
lo que compartimos es más impor-
tante. Esta convicción sentida gene-
ra un primer movimiento de mutua
empatía. Si lo que nos diferencia
es importante,
Reconocer a “los otros”
lo que compartimos
es más importante.
como legítimamente
diferentes
El “miedo al diferente” y la ten-
dencia a expulsarlo (al menos imagi-
nariamente) de nuestro entorno es Los objetivos de
una reacción primaria y espontánea la reconciliación
analizada por notables antropólogos
y experimentada en mayor o menor Restaurar la
grado por todos nosotros. Los grie- desgarrada humanidad
gos conocían ya el “fóbos”: una com- de las víctimas
binación explosiva de miedo y de El rostro humano más des-
rechazo provocada por el diferente, garrador que nos ha dejado la cruda
percibido como una amenaza para confrontación es el de las víctimas.
mi identidad personal y colectiva. Una reconciliación que no reconocie-
ra, reparara y ayudara a las víctimas
Una actitud mental y vital estaría viciada de raíz.
más elaborada sabe aceptar la plu-
ralidad no como un mero obstáculo Evitemos de entrada un equí-
al entendimiento mutuo y a la cohe- voco. No queremos incurrir ni en un
sión social, sino también como una concepto excluyente ni en una con-
riqueza para toda la colectividad, sideración indiferenciada de todas
siempre que una de las identidades las víctimas. Para nosotros son víc-
no intente absorber a la otra. Ade- timas aquellos seres humanos que
más de la apertura de horizontes han tenido la experiencia personal
y de sensibilidad a que nos obliga, o familiar de un sufrimiento hondo,
nos hace comprender la necesidad grave, irreversible provocado por la
de buscar y hallar el mínimo común violencia desatada en la confronta-
denominador que puede ser acepta- ción destructiva que hemos pade-

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cido. Esta definición está postulada “transformar su sufrimiento en dolor”


por un criterio inclusivo, exigido por (Schreiter). En el sufrimiento la vícti-
la justicia y la reconciliación. No es ma no encuentra sentido ni motiva-
la verdad y justicia de la causa las ción para seguir “viva y activa”. Está
que les convierte en víctimas, sino bloqueada, paralizada por la tragedia
el sufrimiento hondo y el daño irre- injusta y absurda, embebida en su
versible que han padecido. condición de víctima. El sufrimiento
se convierte en dolor cuando la víc-
No obstante, sería injusto di- tima reencuentra motivos para vivir,
luir todas las víctimas en un mag- amar, trabajar, mirar al futuro, servir.
ma indiferenciado. En nuestro caso, La vida recobra sentido: los hijos, la
desde los años 60 ETA ha causa- profesión, el servicio cívico y eclesial,
do con mucho el mayor número de la ayuda a otras víctimas, son redes-
víctimas mortales (829). Este he- cubiertos como motivos para seguir
cho gravísimo está requiriendo una viviendo y amando.
destacada valoración propia y espe-
cífica. Es preciso retener esta afir- Esta elaboración debe ser
mación en toda mi reflexión ulterior. acompañada con tacto, dedicación
No obstante, hemos de constatar y sin intenciones ideológicas. Si
que no todas las víctimas mortales una persona o un grupo les ayuda
han sido provocadas por ETA, sino a convertir su “sufrimiento insufri-
también por el GAL y el “Batallón ble” en dolor tolerable les hará un
Vaso-Español” (175). gran servicio. Si les reafirma en el
bloqueo les será muy perjudicial. El
Hay víctimas mortales y otras grupo de apoyo será entonces para
que felizmente han conservado la la víctima “cenáculo de amargura”.
vida aunque a veces mutilada. Hay Lamentablemente este caso no es
víctimas inocentes y otras que no lo imaginario.
son. Hay víctimas que han sido a la
vez agresores y agredidos. Hay víc- La restauración aludida tiene
timas que han quedado malparadas otra vertiente de suma importancia:
para siempre y otras que se han re- que las víctimas vayan liberándose
cuperado sensiblemente. Todas ellas de la carga, a la larga negativa, que
requieren nuestra atención, que ha el brutal traumatismo padecido des-
de ser diferenciada según lo dicten pierta espontáneamente en ellas:
todas estas circunstancias. resentimiento, odio, deseo de ven-
ganza. Todos los expertos sostie-
¿En qué ha de consistir es- nen que es inicialmente saludable
ta restauración? Antes de nada, en la expresión de estos sentimientos.

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Todos ellos reconocen que su per- agravio, al delito con el delito. Esta
sistencia duradera les daña sensi- maldición compulsivamente repeti-
blemente. Las víctimas que logran tiva ha producido en el mundo una
esta liberación consiguen “transfor- oleada de calamidades que han de-
mar una tragedia personal en victo- jado malparadas a millones de per-
ria” (V. Frankl). sonas y a sociedades enteras. La
reconciliación está orientada a rom-
Esta restauración es un de- per este círculo maléfico. Los cris-
ber de toda la sociedad, de sus re- tianos creemos que Dios Padre lo
presentantes y de cada uno de los rompió radicalmente al no responder
ciudadanos. No bastan las iniciativas según la lógica vindicativa a los mal-
privadas. La sociedad tiene la obli- hechores que crucificaron a su Hi-
gación moral de reconocer explícita- jo. Desde entonces, para nosotros,
mente el daño que han padecido, de es posible, con la fuerza del Señor,
repararlo o enmendarlo en la medida desactivar las espirales violentas de
posible mediante servicios de recupe- la historia.

El instrumento fundamental de la reconciliación es el diálogo.


Es la avenida que nos conduce a la plaza mayor de la reconciliación.

ración física y psicológica y, en su ca- Facilitar la autocrítica


so, de compensaciones económicas. del agresor,
Todo esto les corresponde en justicia. su acercamiento
No les corresponde, sin embargo, de- a la víctima y
cidir una determinada política pacifi- su reinserción social
cadora que es responsabilidad de los El proceso reconciliador
gobernantes ni establecer las penas pretende conducir al agresor
y la duración de su cumplimiento, ta- a ser autocrítico con su propio
rea que corresponde a los jueces. comportamiento. Procura despertar
en él la empatía que le facilite
Desactivar la espiral situarse dentro de la piel de las
violenta y propiciar así víctimas. Establece medidas para
un nuevo comienzo su integración en la comunidad
Los conflictos destructivos humana a la que pertenece y cuyo
tienden a repetirse e incluso a agra- orden moral básico ha alterado
varse: a responder al agravio con el gravemente.

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LA RECONCILIACIÓN, EXIGENCIA DE UNA PAZ AUTÉNTICA

Reconstruir el internacionales”. Notemos el énfasis


tejido destrozado que dan a la afirmación las palabras
de relaciones “siempre”, “insustituible”, “toda con-
personales, grupales e frontación”.
institucionales
Quienes hemos defendido
Al desactivar la espiral violen- siempre el diálogo conocemos por
ta, deshacer el resentimiento y pro- experiencia doliente los recelos que
mover la empatía hacia las víctimas, despierta esta palabra: signo de de-
el terreno está preparado para que bilidad, inutilidad, maniobra de en-
se restañen muchas relaciones ro- gaño para rehuir la justicia. Pero no
tas por la confrontación violenta. Las podemos renunciar a ella ni desde
personas enfrentadas vuelven a sa- la antropología ni desde la historia.
ludarse; los grupos cerrados por su El diálogo sostenido incansablemen-
ideología vuelven a asumir la plura- te ha prevenido, suavizado, resuelto
lidad social; las instituciones inco- muchos conflictos. El diálogo es apto
municadas entre sí restablecen el para hacer que la dura confrontación
diálogo. La onda reconciliadora enri- de ideas contrapuestas se dulcifique
quece a la sociedad al mejorar la ca- por el encuentro personal de los in-
lidad de sus relaciones. terlocutores. Este encuentro es es-
pacio propicio para que se disipen en
él los estereotipos peyorativos y naz-
ca la mutua y creciente confianza.
No hay reconciliación sin un diálogo
El diálogo, vía de paciente, esperanzado, abnegado,
reconciliación flexible en lo negociable y firme en lo
innegociable.
El instrumento fundamental de
la reconciliación es el diálogo. Es la
avenida que nos conduce a la plaza
mayor de la reconciliación. Se inicia
de verdad el camino cuando cesa la Reconciliación y
fuerza violenta y comienza el diálogo. verdad, justicia y
Juan Pablo II dijo a los políticos en perdón
el Año Jubilar (2000): “El diálogo se
manifiesta siempre como instrumen- Verdad, justicia y perdón no
to insustituible de toda confrontación son sinónimos de reconciliación, pe-
constructiva, tanto en las relaciones ro sí coherentes con ella e incluso
internas de los Estados como en las sus componentes.

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Reconciliación y verdad para la reconciliación. El acuerdo de
“Arrojar luz sobre la verdad los expertos que conozco en este
no es solo condición, sino parte in- punto es total.
tegrante del proceso de reconcilia-
ción” (Boutros Ghali). Una de las A su vez, el espíritu reconci-
víctimas de las confrontaciones vio- liador aporta un toque de desapasio-
lentas suele ser la verdad. En mu- namiento a la necesaria búsqueda
chos lugares del mundo se practica de la verdad. Tal búsqueda no es-
la barbarie “sin luz ni taquígrafos”. tá exenta del riesgo de convertirse
En otros lugares, como el nuestro, en un arma arrojadiza que impide
se ha distorsionado la verdad de la reconciliación porque convierte la
los hechos con jus- relación en un “inter-
cambio de agravios”.
tificaciones absurdas
Es necesario que la
y sectarias nacidas
Solo recordando memoria que recuer-
de una ideología in-
se sana la memoria da e investiga haya
humana y detestable.
reprimida y se evita depuesto su carga de
También entre noso-
la reviviscencia de los rencor y resentimien-
tros el déficit de ver- conflictos. Un riguroso to y se haya abierto a
dad ha consistido a relato del pasado escuchar la memoria
veces en que cier- es necesario para la de todos. La psicolo-
tas injusticias no han reconciliación. gía conoce búsque-
existido porque no das de la verdad que,
existen jurídicamen- por su carácter ob-
te y no existen jurí- sesivo, insaciable e
dicamente porque no se quiere que inquisidor delatan que somos pri-
existan. sioneros de nuestro propio pasado.
“Existe demasiada falta de honesti-
La reconciliación “lejos de ex- dad en la búsqueda obsesiva de la
cluir la búsqueda de la verdad, la verdad” (Wolf).
exige. El mal realizado debe ser co-
nocido y, en lo posible, reparado” Es necesario para la recon-
(Juan Pablo II). Enterrar los hechos ciliación que se encarguen informes
del pasado en el olvido, lejos de fa- que recojan la verdad refractada en
vorecer la reconciliación, la hace im- variadas sensibilidades. Los exper-
posible. Solo recordando se sana la tos aconsejan que se realicen bajo la
memoria reprimida y se evita la revi- coordinación de personas o institu-
viscencia de los conflictos. Un rigu- ciones respetadas por su competen-
roso relato del pasado es necesario cia y su imparcialidad.

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LA RECONCILIACIÓN, EXIGENCIA DE UNA PAZ AUTÉNTICA

Reconciliación y justicia ticia pura y dura”. La deuda saldada


La auténtica reconciliación es hasta el último ápice resulta con fre-
incompatible con la injusticia. Las cuencia una nueva injusticia. Corre el
víctimas tienen derecho a que se les riesgo de convertirse en una reivindi-
haga justicia. La sociedad necesita cación de corte paranoide detrás de
aplicarla porque la impunidad desa- la cual se pueden esconder oscuras
credita el orden moral y legal y, por pasiones no suficientemente elucida-
ello, invita a nuevas transgresiones. das. El fin supremo de la justicia no
Eso sí: la misma justicia exige que es una sociedad justa, sino una so-
sea aplicada en la debida proporción ciedad reconciliada.
y sin parcialidades a todos los deli-
tos. El velo que cubre los dos ojos de Reconciliación y perdón
la Diosa Justicia no le permite san- En un contexto de confron-
tación el perdón es una propuesta
cionar unos delitos y disculpar otros.
cargada de sospechas. Éstas nacen
Ninguna opción ideológica debe con-
no solo en los urgidos a pedir per-
taminar el ejercicio de la justicia. Si
dón; también en aquellos invitados
queremos “sanar la realidad” (J. So-
a ofrecerlo. Hay que afirmar, sin em-
brino) que engendra injusticia y vio-
bargo, que el perdón es algo muy
lencia tendremos que empeñarnos
vinculado a la reconciliación. Ésta
en desmontar las ideas que la justifi-
se da en plenitud cuando se entrela-
can, los ambientes que la propician,
zan el perdón demandado y el per-
las estructuras que la perpetúan, las dón ofrecido. Y aunque este abrazo
conductas que la encarnan. La justi- no se dé, pedir perdón denota por
cia ayuda a la reconciliación a ser lú- sí mismo un reconocimiento humil-
cida y auténtica. de del daño cometido. Y el otorgar
el perdón revela magnanimidad y
Pero también la justicia sale anchura de espíritu. “Pedir perdón
favorecida por el espíritu reconcilia- libera y te reconcilia contigo mis-
dor. Le ayuda a no se excesivamente mo. Perdonar te libera también de
estricta ni rígida. A tener en cuenta la las cadenas del rencor y del resenti-
oportunidad sin caer en el oportunis- miento” (J. Fernández).
mo. Si la reconciliación sin justicia es
esencialmente incompleta e incluso La excelencia del perdón es
sospechosa, “la justicia sin la recon- solamente comparable a la dificultad
ciliación es inhumana” (J. Maritain). de perdonar y de pedir perdón. Los
Tiene que ir ungida por el espíritu de muros levantados son demasiado al-
la reconciliación para no convertirse tos y recios. Las heridas padecidas
en una fría máquina de “hacer jus- son hondas y graves. Una prematura

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invitación a perdonar revela un des- Reconciliación
conocimiento del psiquismo humano, y comunidad
de las leyes del duelo y de la necesi- cristiana
dad experimentada por los agredidos
de expresar sus sentimientos de re-
Entre todas las tareas de una
beldía y de odio. No basta ni siquie-
verdadera pacificación hay dos que
ra querer perdonar; hay que poderlo.
son especialmente connaturales con
“Perdonar es algo que ordinariamen-
la misión de la Iglesia: orar por la paz
te solo el tiempo puede conceder”.
y colaborar a la pacificación. Ella ha
Ninguna instancia humana exterior
recibido de Jesús y de Pablo un rico
puede exigir a las víctimas el perdón.
mensaje sobre la reconciliación. No
Solo Jesús puede reclamar a quie-
nes creemos en Él la resolución de es momento ni lugar de desgranar-
perdonar. Pero todos hemos de con- lo. Sería necesaria otra conferencia
tribuir a que, en medio de un corazón como ésta. Ha sido recogido por las
desolado por el sufrimiento, emerja la tres grandes tradiciones cristianas,
planta de un perdón difícil pero libe-
rador para sí y altamente saludable
para la sociedad. La auténtica reconciliación
es incompatible
Es muy importante que con la injusticia.
el agresor pida perdón. Una falsa
conciencia de inocencia (lastrada
frecuentemente de un sentimiento di-
fuso de culpabilidad) puede inducirle
a sentirse más agredido que agresor. que subrayan aspectos diferentes.
Pedir perdón equivale a reconocer La tradición luterana destaca la fuer-
que uno ha estado gravemente equi- za reconciliadora de la Muerte de
vocado al usar de la violencia injusta. Cristo, manantial energético inagota-
No les resulta fácil deshacer todo es- ble para todos los que anhelan la paz
te entramado. Hemos de ayudarles y trabajan por ella. La tradición orto-
a desmontarlo. Mientras no se logre, doxa fija especialmente su atención
antes de que su petición sea insince- en el carácter sanante, curativo de
ra y falsa, es preferible y suficiente la reconciliación. La tradición católica
para la reconciliación “un reconoci- acentúa su virtualidad para hacernos
miento de la injusticia cometida, una “hombres y mujeres nuevos”. Todas
voluntad reparadora y una garantía confiesan que la reconciliación tiene
de modificar su trayectoria anterior” su fuente originaria en Dios Padre y
(R. Agirre). en su irrevocable voluntad de unir a

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LA RECONCILIACIÓN, EXIGENCIA DE UNA PAZ AUTÉNTICA

toda su familia humana. Cualquier protagonismo en iniciativas cívicas


impulso reconciliador tiene su origen orientadas hacia una auténtica re-
en Él y está animado por Él. conciliación. Ha de promover, sin-
gularmente a través de sus centros
A la comunidad cristiana y a educativos, una verdadera “cultura
sus miembros les toca corresponder de la paz”. Está llamada a curar las
a su vocación reconciliadora. Para muchas e ingentes heridas de las
cumplirla debe comenzar por ser ella víctimas ungiéndolas con el aceite
misma, en el seno de la sociedad, y desinfectándolas con el vino del
una comunidad reconciliada. No de- Buen Samaritano. Las comunidades
be esconder, sino anunciar y propo- cristianas estamos convocadas a ser

La Iglesia debe participar con voluntad de servir y sin afán


de protagonismo en iniciativas cívicas orientadas
hacia una auténtica reconciliación.

ner, con libertad y valor, su entero lugares de memoria y esperanza pa-


mensaje reconciliador. Tal anuncio ra todas ellas. ¿Sabremos estar a la
no debe remitirse a ser puramente altura de la misión que nos aguarda?
verbal, sino que ha de encarnarse en Contamos con la Palabra de Dios
gestos e iniciativas reconciliadoras. que nos despierta continuamente de
nuestra somnolencia y con el Espíri-
Consciente de que no tiene tu de Jesús que es, para nosotros, un
ningún monopolio en esta noble ta- subsuelo acuífero inagotable capaz
rea, la Iglesia debe participar con de regar y fecundar nuestra tierra re-
voluntad de servir y sin afán de seca, pero sedienta de paz.

Conferencia pronunciada en Sabino Arana FUNDAZIOA el 5 de octubre de 2011.

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