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EXIGENCIA
DE UNA PAZ
AUTÉNTICA
D. Juan María Uriarte
Necesidad y
resistencias ante
la reconciliación
La ausencia de consensos básicos,
Es convicción compartida por las injusticias aún no reconocidas,
un porcentaje muy amplio de nuestra las heridas abiertas en personas y
sociedad vasca que el largo y tortuo- grupos así lo certifican. En una pala-
so proceso hacia la paz ha llegado a bra: la paz necesita ser completada
un “punto de no retorno”. Faltan pa- y consolidada por la reconciliación,
sos importantes. Pueden acelerarse que es el alma de la paz. El futuro
o demorarse. Pero son esperados inmediato parece ser tiempo inten-
con fundada confianza. sivamente oportuno para esta noble
misión.
No sé si todos los que así
piensan estiman que, una vez logra- La experiencia de lo que ha
da la paz, nos queda todavía por re- acontecido en otros lugares del pla-
correr un buen trecho del camino. neta nos enseña que, lograda la paz,
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D. Juan María Uriarte
Obispo Emérito de Donostia-San Sebastián
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Reparar el pasado ponga a la vida, a la integridad física
No es olvidarlo, sino “mirarlo ni a la dignidad moral de la persona
de otra manera”. Olvidar un pasado humana, de toda persona humana.
tan violento es reprimirlo. Es una es-
trategia socorrida, pero patológica, Edificar el presente
característica de las neurosis. Al final El núcleo de esta nueva rela-
el proceso termina con “el retorno de ción con el presente es, en términos
lo reprimido” en forma de culpabili- que se han vuelto técnicos, el “nun-
dad o agresividad. ca más” (never again). Es la decisión
firme, fundada, sentida y operativa
Reparar el pasado reclama, de no volver a incurrir (ni por acción
por el contrario, dos operaciones de- ni por omisión) en una confrontación
licadas: la primera consiste en des- destructiva. Nuestro presente leído
desde esta óptica está postulando
velar los hechos, todos los hechos
ante todo el cese definitivo de la vio-
lamentables. No solo los que son la-
lencia terrorista de ETA y también la
mentables para nosotros, sino tam-
garantía de una política penitenciaria
bién los que lo son para “los otros”.
más justa y humana.
La novedad de esta mirada desvela-
dora consiste precisamente en que
Preparar el futuro
se posa no solo en el sufrimiento de
Fundada en la firme decisión
“los míos”, sino también en el sufri-
antedicha, la preparación del futuro
miento de “los otros”. Una mirada así comporta la adopción de medidas
intuye que existe más de una lectura que blinden ese “nunca más”. En-
posible de todo lo ocurrido. tre estas medidas no puede faltar la
aceptación compartida de una meto-
Una mirada laboriosa: es muy dología pacífica, dialogante, demo-
difícil “aprender a soportar la verdad” crática para abordar los problemas
(Freud). Pero una mirada decisiva- prácticos de hondo calado (las vícti-
mente necesaria para la reconci- mas, los exiliados, los presos, etc.).
liación. Ésta no es posible sin este Es necesaria asimismo la contribu-
cambio de óptica. ción de las instituciones educativas,
de los medios de comunicación so-
Reparar el pasado entraña cial y de legisladores y jueces. En el
además valorarlo a la luz de la ética. momento presente un fututo inme-
El principio rector de esta valoración diato pacificado aconsejaría diferir
puede formularse así: ninguna causa para un momento ulterior el trata-
política, ninguna razón de Estado po- miento del contencioso político sub-
seen un valor absoluto que se sobre- yacente a la confrontación.
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humanos, unas relaciones, unos in- ble para la gran mayoría de ciuda-
tereses, un patrimonio cultural, un danos. “En la mesa común de la paz
entorno natural que hemos de de- hay sitio para todos apretándonos
fender y cultivar conjuntamente. Si un poco” (Obispos vascos en “Votos
lo que nos diferencia es importante, para la Paz” 2001).
lo que compartimos es más impor-
tante. Esta convicción sentida gene-
ra un primer movimiento de mutua
empatía. Si lo que nos diferencia
es importante,
Reconocer a “los otros”
lo que compartimos
es más importante.
como legítimamente
diferentes
El “miedo al diferente” y la ten-
dencia a expulsarlo (al menos imagi-
nariamente) de nuestro entorno es Los objetivos de
una reacción primaria y espontánea la reconciliación
analizada por notables antropólogos
y experimentada en mayor o menor Restaurar la
grado por todos nosotros. Los grie- desgarrada humanidad
gos conocían ya el “fóbos”: una com- de las víctimas
binación explosiva de miedo y de El rostro humano más des-
rechazo provocada por el diferente, garrador que nos ha dejado la cruda
percibido como una amenaza para confrontación es el de las víctimas.
mi identidad personal y colectiva. Una reconciliación que no reconocie-
ra, reparara y ayudara a las víctimas
Una actitud mental y vital estaría viciada de raíz.
más elaborada sabe aceptar la plu-
ralidad no como un mero obstáculo Evitemos de entrada un equí-
al entendimiento mutuo y a la cohe- voco. No queremos incurrir ni en un
sión social, sino también como una concepto excluyente ni en una con-
riqueza para toda la colectividad, sideración indiferenciada de todas
siempre que una de las identidades las víctimas. Para nosotros son víc-
no intente absorber a la otra. Ade- timas aquellos seres humanos que
más de la apertura de horizontes han tenido la experiencia personal
y de sensibilidad a que nos obliga, o familiar de un sufrimiento hondo,
nos hace comprender la necesidad grave, irreversible provocado por la
de buscar y hallar el mínimo común violencia desatada en la confronta-
denominador que puede ser acepta- ción destructiva que hemos pade-
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Todos ellos reconocen que su per- agravio, al delito con el delito. Esta
sistencia duradera les daña sensi- maldición compulsivamente repeti-
blemente. Las víctimas que logran tiva ha producido en el mundo una
esta liberación consiguen “transfor- oleada de calamidades que han de-
mar una tragedia personal en victo- jado malparadas a millones de per-
ria” (V. Frankl). sonas y a sociedades enteras. La
reconciliación está orientada a rom-
Esta restauración es un de- per este círculo maléfico. Los cris-
ber de toda la sociedad, de sus re- tianos creemos que Dios Padre lo
presentantes y de cada uno de los rompió radicalmente al no responder
ciudadanos. No bastan las iniciativas según la lógica vindicativa a los mal-
privadas. La sociedad tiene la obli- hechores que crucificaron a su Hi-
gación moral de reconocer explícita- jo. Desde entonces, para nosotros,
mente el daño que han padecido, de es posible, con la fuerza del Señor,
repararlo o enmendarlo en la medida desactivar las espirales violentas de
posible mediante servicios de recupe- la historia.
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Reconciliación y verdad para la reconciliación. El acuerdo de
“Arrojar luz sobre la verdad los expertos que conozco en este
no es solo condición, sino parte in- punto es total.
tegrante del proceso de reconcilia-
ción” (Boutros Ghali). Una de las A su vez, el espíritu reconci-
víctimas de las confrontaciones vio- liador aporta un toque de desapasio-
lentas suele ser la verdad. En mu- namiento a la necesaria búsqueda
chos lugares del mundo se practica de la verdad. Tal búsqueda no es-
la barbarie “sin luz ni taquígrafos”. tá exenta del riesgo de convertirse
En otros lugares, como el nuestro, en un arma arrojadiza que impide
se ha distorsionado la verdad de la reconciliación porque convierte la
los hechos con jus- relación en un “inter-
cambio de agravios”.
tificaciones absurdas
Es necesario que la
y sectarias nacidas
Solo recordando memoria que recuer-
de una ideología in-
se sana la memoria da e investiga haya
humana y detestable.
reprimida y se evita depuesto su carga de
También entre noso-
la reviviscencia de los rencor y resentimien-
tros el déficit de ver- conflictos. Un riguroso to y se haya abierto a
dad ha consistido a relato del pasado escuchar la memoria
veces en que cier- es necesario para la de todos. La psicolo-
tas injusticias no han reconciliación. gía conoce búsque-
existido porque no das de la verdad que,
existen jurídicamen- por su carácter ob-
te y no existen jurí- sesivo, insaciable e
dicamente porque no se quiere que inquisidor delatan que somos pri-
existan. sioneros de nuestro propio pasado.
“Existe demasiada falta de honesti-
La reconciliación “lejos de ex- dad en la búsqueda obsesiva de la
cluir la búsqueda de la verdad, la verdad” (Wolf).
exige. El mal realizado debe ser co-
nocido y, en lo posible, reparado” Es necesario para la recon-
(Juan Pablo II). Enterrar los hechos ciliación que se encarguen informes
del pasado en el olvido, lejos de fa- que recojan la verdad refractada en
vorecer la reconciliación, la hace im- variadas sensibilidades. Los exper-
posible. Solo recordando se sana la tos aconsejan que se realicen bajo la
memoria reprimida y se evita la revi- coordinación de personas o institu-
viscencia de los conflictos. Un rigu- ciones respetadas por su competen-
roso relato del pasado es necesario cia y su imparcialidad.
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invitación a perdonar revela un des- Reconciliación
conocimiento del psiquismo humano, y comunidad
de las leyes del duelo y de la necesi- cristiana
dad experimentada por los agredidos
de expresar sus sentimientos de re-
Entre todas las tareas de una
beldía y de odio. No basta ni siquie-
verdadera pacificación hay dos que
ra querer perdonar; hay que poderlo.
son especialmente connaturales con
“Perdonar es algo que ordinariamen-
la misión de la Iglesia: orar por la paz
te solo el tiempo puede conceder”.
y colaborar a la pacificación. Ella ha
Ninguna instancia humana exterior
recibido de Jesús y de Pablo un rico
puede exigir a las víctimas el perdón.
mensaje sobre la reconciliación. No
Solo Jesús puede reclamar a quie-
nes creemos en Él la resolución de es momento ni lugar de desgranar-
perdonar. Pero todos hemos de con- lo. Sería necesaria otra conferencia
tribuir a que, en medio de un corazón como ésta. Ha sido recogido por las
desolado por el sufrimiento, emerja la tres grandes tradiciones cristianas,
planta de un perdón difícil pero libe-
rador para sí y altamente saludable
para la sociedad. La auténtica reconciliación
es incompatible
Es muy importante que con la injusticia.
el agresor pida perdón. Una falsa
conciencia de inocencia (lastrada
frecuentemente de un sentimiento di-
fuso de culpabilidad) puede inducirle
a sentirse más agredido que agresor. que subrayan aspectos diferentes.
Pedir perdón equivale a reconocer La tradición luterana destaca la fuer-
que uno ha estado gravemente equi- za reconciliadora de la Muerte de
vocado al usar de la violencia injusta. Cristo, manantial energético inagota-
No les resulta fácil deshacer todo es- ble para todos los que anhelan la paz
te entramado. Hemos de ayudarles y trabajan por ella. La tradición orto-
a desmontarlo. Mientras no se logre, doxa fija especialmente su atención
antes de que su petición sea insince- en el carácter sanante, curativo de
ra y falsa, es preferible y suficiente la reconciliación. La tradición católica
para la reconciliación “un reconoci- acentúa su virtualidad para hacernos
miento de la injusticia cometida, una “hombres y mujeres nuevos”. Todas
voluntad reparadora y una garantía confiesan que la reconciliación tiene
de modificar su trayectoria anterior” su fuente originaria en Dios Padre y
(R. Agirre). en su irrevocable voluntad de unir a
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