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EL PECADO DE GIEZI Y SU CASTIGO

Giezi era un esclavo. No cualquier esclavo, sino el siervo de Eliseo (uno de


los mayores profetas en la historia de Israel). Giezi tuvo la oportunidad de
estar estrechamente asociado con alguien tan bendecido por Dios como
Eliseo. Estuvo rodeado de un ambiente espiritual muy rico, pero decidió
ignorar la voz de Dios y la manera como Dios había obrado milagrosamente
(¡tantas veces!) por medio de Eliseo. Es difícil imaginar todo lo que él pudo
haber aprendido y visto en los años en que trabajó con el profeta. No
obstante, como veremos, a pesar del potencial y de las muchas
oportunidades, Giezi fracasó miserablemente. Su historia sirve como
ejemplo de alguien que se desvía y llega a ser incapaz de distinguir entre lo
importante y lo secundario. ¡Cuán crucial es, para nosotros, aprender de
este error!
Todos conocemos el trasfondo de esta historia cuando Nahamán fue sanado
de la lepra y quiso recompensar a Eliseo por el milagro, pero Eliseo rehusó
recibir regalo alguno. Mientras el profeta de Dios era totalmente
desprendido de las cosas materiales y ponía su confianza en la recompensa
de Dios y no en la de los hombres, su criado no. Internamente, en el
corazón de Giezi, sucedían cosas muy distintas que lo llevaron al desastre
final, y no sólo a él sino a su familia y a todos sus descendientes para
siempre. Lo que pudo terminar muy bien en la vida de un servidor de un
profeta, terminó en el más completo y miserable olvido. Pero ese es el
precio que se paga cuando no obedecemos a Dios y creemos que podemos
engañarlo.
Hoy quiero que estudiemos qué le ocurrió a Giezi, si no queremos terminar
mal como él. Debemos tener cuidado de lo siguiente:

1. Cuidado con el monólogo interno (v20): “Giezi dijo para sí”. El corazón
de Giezi estaba lleno de codicia. Su tesoro estaba en las cosas materiales.
Quería sacar provecho y ventaja del ministerio del profeta Eliseo. Eliseo
acababa de curar de lepra a Naamán el sirio y éste quería recompensarlo
con algo material, le ofreció una bendición, pero Eliseo la rehusó. Sin
embargo Giezi tenía otras cosas en su corazón. Era un servidor que quería
aprovecharse de Dios y de las oportunidades. Viendo la oportunidad de
robar algo y satisfacer su codicia material, se lanza en pos de Naamán. Pero
ha tenido un diálogo interno antes consigo mismo: “Ha dicho para sí…”. La
pregunta aquí es: ¿cuál es nuestro monólogo interno? Lo que estamos
hablando con nosotros mismos determina lo que llena nuestro corazón. ¿Es
nuestro monólogo interno la verdad de Dios, o está saturado de nuestros
propios deseos y anhelos?
El monólogo interno de Giezi estaba lleno de codicia: “Correré yo tras él y
tomaré alguna cosa…” (20b). La Iglesia (que por gracia de Dios tenemos)
puede ser fácilmente usada para alcanzar las cosas materiales que de otro
modo nos costaría mucho esfuerzo conseguir. Giezi se parece de algún
modo al mago Simón, en el libro de Hechos (Hch 8,18-24), queriendo ganar
dinero y cosas materiales (quizás ropa, vestidos o joyas a expensas del
reino de Dios). Mientras el apóstol Pedro predicaba junto a sus demás
colaboradores, Simón el mago quería recibir el mismo poder de ellos para
beneficiarse materialmente.

Aquí tenemos un caso muy parecido, mientras Eliseo está predicando y


sanando, Giezi está pensando en los beneficios materiales de esa
predicación y de esos milagros hechos por el profeta de Dios. Pero la
historia no ha cambiado mucho, en pleno siglo XXI muchas personas se
aprovechan del ministerio de otros, de la generosidad y desprendimiento de
otros para satisfacer su propia codicia material. El monólogo interno nos
indicará las motivaciones que tenemos para servir. ¿Por qué nos ofrecemos
para servir a las mesas? ¿No será porque allí está nuestro tesoro? ¿Si no
hubiera ninguna recompensa material, lo haríamos con el mismo interés? El
Señor Jesús dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón” (Lc 12,34). Tener monólogos internos en los que la Palabra de
Dios es menospreciada y empujada a un lado, reemplazada por nuestras
viejas costumbres o maneras, no es lo que Dios quiere. La Biblia habla
claramente de todo aquello en lo que debemos pensar (Flp 4,8). Y el
apóstol Pablo nos da ejemplo de integridad y desprendimiento, cuando
dice: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado…” (Hch 20,33).

2. Cuidado con usar el nombre del Señor en vano (5,20b y 22a.): Giezi usó
dos expresiones para justificar su pecado, su monólogo interno, sus
perversas intenciones. Dijo: “Vive el Señor”. “Mi señor me envía a decirte”.
¡Cómo es posible que este hombre pueda juramentarse para ir a pecar! Eso
me recuerda a los ladrones que roban en nombre de Dios, los que justifican
robar porque están necesitados y porque además todo mundo lo hace. O
los sicarios que antes de matar se persigna y le ruegan a Dios o a la Virgen,
aferrados a un crucifijo, para que la matanza les salga bien. ¡Qué triste!,
pero hay cristianos que hacen lo mismo. Se justifican a sí mismos en sus
acciones, usan el nombre del Señor. Su monólogo interno es más o menos
el siguiente: “pues yo creo que si lo necesito lo puedo tomar, si ‛diosito’ me
lo puso en el camino, es porque es para mí –aunque sea de otros–. Algunos
dicen: “tomaré esto prestado y después lo repongo”, o, “no es tanto, es
algo pequeño”, o, “yo también le he servido al Señor y he prestado de mis
cosas, creo que tengo todo el derecho a tomar esto”. Todos esos monólogos
internos son los de un Giezi, un hombre descalificado para el servicio, que
pagará muy duramente todo lo que hizo.
Nuestro falso monólogo interno nos lleva entonces a querer usar el nombre
del Señor para pecar. Pero la verdad es que no tenemos permiso ni
autoridad de hablar en nombre de Dios, si Él no nos ha enviado. Cuidemos
de caer en las conocidas expresiones como: “El Señor me reveló”. “El Señor
me mostró” “El Señor me ha movido”. “El Señor quiere que…” Sé que Dios
revela, habla y mueve, pero debemos cuidarnos de no usar estas
expresiones cuando en realidad son nuestros propios deseos y ambiciones
que, al igual de Giezi, corren tras Nahamán. Es muy fácil usar el nombre de
Dios para lograr nuestros propósitos, como Giezi, quien aprovechó su
posición para hablar en nombre de su señor. Cuidémonos de hablar en
nombre del Señor siguiendo ambiciones personales pecaminosas. No
tratemos de ‛aprovecharnos’ de Dios, para buscar nuestros intereses
personales. Dios sabe por qué lo estamos siguiendo o tras de qué
estamos…. ¿Cuando vamos a la iglesia o asistimos a alguna actividad, lo
hacemos porque en verdad queremos oír a Dios y servir a otros, o porque
queremos algún beneficio material aparte?

3. Cuidado con la mentira (5:22b): “He aquí vinieron en esta hora dos
jóvenes”. Hablar en nombre de Dios cuando Él no nos ha mandado es caer
directamente en la mentira. La mentira es una espiral incontenible que nos
lleva de una mentira a otra para poder mantener la reputación. La mentira,
por lo general, aparenta que todo está bien, que no ha pasado nada.
Termina uno creyéndose la mentira como si fuera verdad. Cuando
mentimos, ponemos palabras en la boca de otros para justificar nuestra
codicia. Giezi dijo que todo estaba bien, pero la verdad era que todo
comenzaba a estar mal, y lo estaría, definitivamente, al final. Nunca pensó
que iba a ser descubierto. Pero entre cielo y tierra no hay nada oculto. A los
hombres podemos engañar, pero no a Dios. Giezi le pidió a Naaman un
talento de plata (algo así como 34 kg de plata o tres arrobas de plata o seis
mil piezas de plata. Actualmente un gramo de plata en Colombia cuesta
más o menos 1500 pesos. Es decir que en nuestros tiempos modernos,
Giezi habría recibido unos 100 millones de pesos (alrededor de 50.000
dólares) más la ropa nueva de un capitán. Naamán era muy rico, según el
mismo capítulo 5).

4. Cuidado con las máscaras (5,23a). “Y le insistió” Esta expresión “le


insistió” hace pensar que Giezi se puso una máscara ante Naamán. Algo así
como si Naamán le dijera: “no te lleves un talento, más bien dos”. Y Giezi
respondiese: “— ¡Ay no, me da pena con usted; mi señor dijo que sólo
uno!”. “—No, tranquilo, tome estos dos, replicó Naamán. “— ¡Uy pero no,
de verdad, qué pena, mi señor dijo que sólo uno!, pero bueno…ya que
insiste, pues le diré que usted fue muy generoso y quiso darnos dos—”. La
máscara de la inocencia y del “no quiero tanto”, cuando en realidad el
corazón pide más y más y más. Los hombres y mujeres que servimos en el
ministerio debemos cuidarnos de la misma codicia.

5. Cuidado con los lugares secretos (5:24). “Y así que llegó a un lugar
secreto”.
Giezi tenía un lugar secreto donde guardar su pecado. Note los siguientes
verbos: Llegó, Tomó, Guardó y Mandó. Había determinación, planificación y
premeditación. Cuidado con los lugares secretos. En un hijo de Dios no
puede haber sino un solo lugar secreto. El lugar secreto de la oración. “Y
cerrada la puerta de tu aposento ora en secreto y tu Padre que te oye en
secreto te recompensará en público” Ningún otro lugar secreto.
Lo oculto, lo que se hace a escondidas para no ser vistos, en medio de la
oscuridad, no pertenecen al reino de la luz.
El Señor quiere que andemos en luz como Él está en luz. Los lugares
secretos son oscuros, nauseabundos, tétricos y terriblemente peligrosos.
Este mismo principio de no andar teniendo lugares secretos y ocultos para
cometer nuestros pecados se aplica a otras áreas de nuestra vida también:
¿adónde estamos yendo?, ¿qué lugares estamos visitando?, ¿qué ven
nuestros ojos en la televisión?, ¿qué cosas mantenemos en secreto?, ¿qué
vicios practicamos cuando nadie nos ve? Giezi llegó a un lugar secreto. En
su propia casa tenía su pecado guardado. Decidió hacer de su morada un
lugar de maldición. ¿Adónde van a parar las cosas que tomamos y que no
nos corresponden? Habrá lugares secretos para otros pero no para Dios.

6. Cuidado con jugar con la integridad (5,25). “Tu siervo no ha ido a ninguna
parte” Cuando Giezi entró al lugar donde estaba Eliseo, éste le preguntó
dónde estaba y él muy cínicamente respondió: “Tu siervo no ha ido a
ninguna parte”. Cuando perdemos la integridad estamos parados en la
capa de hielo fino del lago de la perdición y en cualquier momento esta
capa será quebrada. Lo triste de este caso es que el mismo pasaje dice:
“entró y se puso delante de su señor”. Cuántos siervos que ya tienen y
visitan lugares secretos entran y se ponen delante de su Señor, como si
nada hubiese pasado. Ministran desde el púlpito como si no hubiesen hecho
nada indebido, levantan las manos y adoran, hasta lloran en las
plataformas y hablan con un manto de quebrantamiento falso. O cuántos
hermanos en la iglesia, después de haber mentido, blasfemado, calumniado
o robado levantan manos para adorar a Dios y cierran sus ojos y hasta
lloran en la presencia de Dios, pero no son éticos, no son íntegros en sus
responsabilidades personales, en sus negocios, en su trabajo. Siguen con la
misma mentalidad del mundo. Queriendo sacar ventaja y provecho de las
cosas sagradas. Giezi buscó sacar provecho y ventaja del ministerio
profético. Se valió del oficio profético de Eliseo, de la curación milagrosa
que Dios hizo a Naamán. Se aprovechó de Dios para buscar sus fines
personales. Necesitamos cerrar esos lugares secretos para estar íntegros
delante de nuestro Señor.

7. Cuidado con el pago justo (5,26-27). La Biblia dice claramente: “Todo lo


que el hombre sembrare eso también segará” (Ga 6,7b). Tres cosas
encontramos en estos dos versos que hablan de la posición de Dios ante
nuestra negligencia. “¿No estaba también allí mi corazón?” El corazón de
Dios está con sus siervos. No podremos ocultarnos de la presencia de Dios.
El salmista David lo expresó cuando dijo: “¿A donde me iré de tu espíritu y
adónde huiré de tu presencia?” El corazón del Señor esta siempre
pendiente del movimiento de sus hijos, aun cuando estemos en lugares
secretos. La Palabra de Dios dice: “Porque los ojos de Jehová contemplan
toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen un corazón
perfecto para con él. ” (2Cr 16,9).
Eliseo le dijo a Giezi: “¿Es tiempo de tomar plata, vestidos, olivares, viñas,
ovejas, bueyes, siervos y siervas?”. Estamos viviendo los últimos tiempos.
Nos ha correspondido a nosotros ser protagonistas de los últimos eventos
de la historia y de la vida de la Iglesia, por lo tanto ya no hay tiempo para
nuestro propio provecho personal. Hay una tarea que aún no se ha
terminado y nos corresponde a nosotros terminarla. La Biblia dice en Ef 5,8:
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor;
andad como hijos de luz”. “Porque es tiempo de que el juicio comience por
la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de
aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? (1P 4,17). “Para no vivir el
tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los
hombres, sino conforme a la voluntad de Dios” (1 P 4,2)
Eliseo termina diciendo: “Por tanto” (v.27)…Tal vez deberíamos pensar en
ese “por tanto”. Es el resumen de todo, es lo que va a concluir el relato
bíblico. Es la parte final y definitiva. El desenlace ocurre al final. Esta frase
“por tanto” indica que hay suficientes razones y pruebas para que el Juez
del universo se manifieste ahora en juicio y dicte la sentencia sobre Giezi.
No va a tener oportunidad de arrepentirse. Ha robado y mentido
flagrantemente, y nunca se arrepintió en el camino. Tuvo el descaro de
presentarse delante del profeta como si nunca hubiera pasado nada. Pero
Dios todo lo ve y nadie se burla de Él, por tanto el juicio no se hace esperar:
“La lepra se te pegará a ti y a tu descendencia para siempre…”. ¿Podemos
imaginar que todos los hijos de Giezi y sus descendientes sufrieran de lepra
en algún momento de su vida? ¿Podemos imaginar lo que eso suponía?
Tener lepra era ser marginado por la sociedad, relegado al olvido, señalado
por otros, menospreciado. Eso era la lepra. Pero hoy en día hay otras
formas muy parecidas de lepra a las que nos exponemos y también a
nuestros hijos: que no los quieran, que los vivan rechazando, que los
tengan como olvidados, que los menosprecien, que no les vaya bien en la
vida, que todo sea una lucha y un dolor para ellos, que no puedan alcanzar
sus sueños. A veces ni nos damos cuenta de ello, pero la causa puede estar
en nosotros, sobre todo si hemos conocido la Palabra de Dios pero hemos
sido rebeldes y desobedientes. Seguimos pecando como si nada: robando,
mintiendo, engañando, haciendo trampas en los negocios, invirtiendo mal
el dinero, etc. Pero, por otro lado, cuando un padre o una madre deciden
obedecer al Señor, tienen la oportunidad de bendecir a sus hijos para
siempre. ¡Cómo cambió el futuro de Giezi por un pecado! Su futuro hubiera
sido impresionantemente brillante si hubiera obedecido a Dios, pero por su
rebeldía, terminó mal y arrastró a su familia con él.

Padres y madres, somos responsables por nosotros mismos y por nuestros


hijos y nietos y demás generaciones, ante Dios. Somos responsables del
futuro de ellos. A Naamán (el leproso), por su fe, le fue quitada la lepra. A
Giezi, por su pecado, le fue traspasada la misma lepra. ¡Qué lamentable
para Giezi trastocar su impresionante futuro y el de su familia! por un
pecado. El pecado ofrece mucho y paga poco. Sería apropiado recoger algo
de la sabiduría popular aquí: “en el día tendrás un minuto de estupidez, ten
cuidado”.

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