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1. Cuidado con el monólogo interno (v20): “Giezi dijo para sí”. El corazón
de Giezi estaba lleno de codicia. Su tesoro estaba en las cosas materiales.
Quería sacar provecho y ventaja del ministerio del profeta Eliseo. Eliseo
acababa de curar de lepra a Naamán el sirio y éste quería recompensarlo
con algo material, le ofreció una bendición, pero Eliseo la rehusó. Sin
embargo Giezi tenía otras cosas en su corazón. Era un servidor que quería
aprovecharse de Dios y de las oportunidades. Viendo la oportunidad de
robar algo y satisfacer su codicia material, se lanza en pos de Naamán. Pero
ha tenido un diálogo interno antes consigo mismo: “Ha dicho para sí…”. La
pregunta aquí es: ¿cuál es nuestro monólogo interno? Lo que estamos
hablando con nosotros mismos determina lo que llena nuestro corazón. ¿Es
nuestro monólogo interno la verdad de Dios, o está saturado de nuestros
propios deseos y anhelos?
El monólogo interno de Giezi estaba lleno de codicia: “Correré yo tras él y
tomaré alguna cosa…” (20b). La Iglesia (que por gracia de Dios tenemos)
puede ser fácilmente usada para alcanzar las cosas materiales que de otro
modo nos costaría mucho esfuerzo conseguir. Giezi se parece de algún
modo al mago Simón, en el libro de Hechos (Hch 8,18-24), queriendo ganar
dinero y cosas materiales (quizás ropa, vestidos o joyas a expensas del
reino de Dios). Mientras el apóstol Pedro predicaba junto a sus demás
colaboradores, Simón el mago quería recibir el mismo poder de ellos para
beneficiarse materialmente.
2. Cuidado con usar el nombre del Señor en vano (5,20b y 22a.): Giezi usó
dos expresiones para justificar su pecado, su monólogo interno, sus
perversas intenciones. Dijo: “Vive el Señor”. “Mi señor me envía a decirte”.
¡Cómo es posible que este hombre pueda juramentarse para ir a pecar! Eso
me recuerda a los ladrones que roban en nombre de Dios, los que justifican
robar porque están necesitados y porque además todo mundo lo hace. O
los sicarios que antes de matar se persigna y le ruegan a Dios o a la Virgen,
aferrados a un crucifijo, para que la matanza les salga bien. ¡Qué triste!,
pero hay cristianos que hacen lo mismo. Se justifican a sí mismos en sus
acciones, usan el nombre del Señor. Su monólogo interno es más o menos
el siguiente: “pues yo creo que si lo necesito lo puedo tomar, si ‛diosito’ me
lo puso en el camino, es porque es para mí –aunque sea de otros–. Algunos
dicen: “tomaré esto prestado y después lo repongo”, o, “no es tanto, es
algo pequeño”, o, “yo también le he servido al Señor y he prestado de mis
cosas, creo que tengo todo el derecho a tomar esto”. Todos esos monólogos
internos son los de un Giezi, un hombre descalificado para el servicio, que
pagará muy duramente todo lo que hizo.
Nuestro falso monólogo interno nos lleva entonces a querer usar el nombre
del Señor para pecar. Pero la verdad es que no tenemos permiso ni
autoridad de hablar en nombre de Dios, si Él no nos ha enviado. Cuidemos
de caer en las conocidas expresiones como: “El Señor me reveló”. “El Señor
me mostró” “El Señor me ha movido”. “El Señor quiere que…” Sé que Dios
revela, habla y mueve, pero debemos cuidarnos de no usar estas
expresiones cuando en realidad son nuestros propios deseos y ambiciones
que, al igual de Giezi, corren tras Nahamán. Es muy fácil usar el nombre de
Dios para lograr nuestros propósitos, como Giezi, quien aprovechó su
posición para hablar en nombre de su señor. Cuidémonos de hablar en
nombre del Señor siguiendo ambiciones personales pecaminosas. No
tratemos de ‛aprovecharnos’ de Dios, para buscar nuestros intereses
personales. Dios sabe por qué lo estamos siguiendo o tras de qué
estamos…. ¿Cuando vamos a la iglesia o asistimos a alguna actividad, lo
hacemos porque en verdad queremos oír a Dios y servir a otros, o porque
queremos algún beneficio material aparte?
3. Cuidado con la mentira (5:22b): “He aquí vinieron en esta hora dos
jóvenes”. Hablar en nombre de Dios cuando Él no nos ha mandado es caer
directamente en la mentira. La mentira es una espiral incontenible que nos
lleva de una mentira a otra para poder mantener la reputación. La mentira,
por lo general, aparenta que todo está bien, que no ha pasado nada.
Termina uno creyéndose la mentira como si fuera verdad. Cuando
mentimos, ponemos palabras en la boca de otros para justificar nuestra
codicia. Giezi dijo que todo estaba bien, pero la verdad era que todo
comenzaba a estar mal, y lo estaría, definitivamente, al final. Nunca pensó
que iba a ser descubierto. Pero entre cielo y tierra no hay nada oculto. A los
hombres podemos engañar, pero no a Dios. Giezi le pidió a Naaman un
talento de plata (algo así como 34 kg de plata o tres arrobas de plata o seis
mil piezas de plata. Actualmente un gramo de plata en Colombia cuesta
más o menos 1500 pesos. Es decir que en nuestros tiempos modernos,
Giezi habría recibido unos 100 millones de pesos (alrededor de 50.000
dólares) más la ropa nueva de un capitán. Naamán era muy rico, según el
mismo capítulo 5).
5. Cuidado con los lugares secretos (5:24). “Y así que llegó a un lugar
secreto”.
Giezi tenía un lugar secreto donde guardar su pecado. Note los siguientes
verbos: Llegó, Tomó, Guardó y Mandó. Había determinación, planificación y
premeditación. Cuidado con los lugares secretos. En un hijo de Dios no
puede haber sino un solo lugar secreto. El lugar secreto de la oración. “Y
cerrada la puerta de tu aposento ora en secreto y tu Padre que te oye en
secreto te recompensará en público” Ningún otro lugar secreto.
Lo oculto, lo que se hace a escondidas para no ser vistos, en medio de la
oscuridad, no pertenecen al reino de la luz.
El Señor quiere que andemos en luz como Él está en luz. Los lugares
secretos son oscuros, nauseabundos, tétricos y terriblemente peligrosos.
Este mismo principio de no andar teniendo lugares secretos y ocultos para
cometer nuestros pecados se aplica a otras áreas de nuestra vida también:
¿adónde estamos yendo?, ¿qué lugares estamos visitando?, ¿qué ven
nuestros ojos en la televisión?, ¿qué cosas mantenemos en secreto?, ¿qué
vicios practicamos cuando nadie nos ve? Giezi llegó a un lugar secreto. En
su propia casa tenía su pecado guardado. Decidió hacer de su morada un
lugar de maldición. ¿Adónde van a parar las cosas que tomamos y que no
nos corresponden? Habrá lugares secretos para otros pero no para Dios.
6. Cuidado con jugar con la integridad (5,25). “Tu siervo no ha ido a ninguna
parte” Cuando Giezi entró al lugar donde estaba Eliseo, éste le preguntó
dónde estaba y él muy cínicamente respondió: “Tu siervo no ha ido a
ninguna parte”. Cuando perdemos la integridad estamos parados en la
capa de hielo fino del lago de la perdición y en cualquier momento esta
capa será quebrada. Lo triste de este caso es que el mismo pasaje dice:
“entró y se puso delante de su señor”. Cuántos siervos que ya tienen y
visitan lugares secretos entran y se ponen delante de su Señor, como si
nada hubiese pasado. Ministran desde el púlpito como si no hubiesen hecho
nada indebido, levantan las manos y adoran, hasta lloran en las
plataformas y hablan con un manto de quebrantamiento falso. O cuántos
hermanos en la iglesia, después de haber mentido, blasfemado, calumniado
o robado levantan manos para adorar a Dios y cierran sus ojos y hasta
lloran en la presencia de Dios, pero no son éticos, no son íntegros en sus
responsabilidades personales, en sus negocios, en su trabajo. Siguen con la
misma mentalidad del mundo. Queriendo sacar ventaja y provecho de las
cosas sagradas. Giezi buscó sacar provecho y ventaja del ministerio
profético. Se valió del oficio profético de Eliseo, de la curación milagrosa
que Dios hizo a Naamán. Se aprovechó de Dios para buscar sus fines
personales. Necesitamos cerrar esos lugares secretos para estar íntegros
delante de nuestro Señor.