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Podemos indicar que el mundo de hoy se encuentra sumergido en este proceso de cambios
que conocemos como globalización, y ello es producto de la creciente gravitación de los
procesos económicos, sociales y culturales a nivel mundial sobre aquellos de carácter
nacional o regional. Asimismo, existe una notable subordinación de las determinaciones
sociales, humanas y naturales al ciclo producción y reproducción del capital, sin dejar de
lado los drásticos cambios en los espacios y tiempos generados por la revolución de las
comunicaciones, y con ello el caudaloso acceso a la información le han dado nuevas
dimensiones, que representan transformaciones cualitativas con respecto al pasado.
1
(MORALES A., 1999)
En ese mismo orden de ideas, el equivalente el equivalente en castellano al término
Globalización es Mundialización, ello a que ambos conceptos significan en sensu lato la
expansión de las relaciones económicas a escala planetaria. Sin embargo, tras esta
apariencia de progreso e integración entre los países del mundo mediante el comercio,
oculta una realidad que hoy se hace cada vez más notable y es la interdependencia entre
los países, así como la dominación de los países del primer mundo hacia los países los
países subdesarrollados o en términos más amigables, países en vías de desarrollos y un
violento aumento de la desigualdad en beneficio de los más fuertes.
2
(CABANELLA, 2001).
La desigualdad social que se puede apreciar en una nación, la cual en muchos casos carece
de fundamentos objetivos, obedece a un presupuesto de la condición humana, nadie es
igual a otro y en tal marco, se legitima a tal forma de hacerlo un estilo de vida; dentro de
este contexto el Derecho Laboral como instrumento, será la propiciar de alguna manera
los mecanismos idóneos para que aquella brecha que se ocasiona entre patronos y
trabajadores, pueda alcanzar un nivel apropiado, y de esa forma tratar de resanar las
heridas que esas diferencias y que tanto resquemores han producido a lo largo y ancho
del orbe capitalista.
Las propias empresas como Rappi, Cabify, Glovo, consideran a sus "colaboradores",
como independientes, socios, prestadores o emprendedores a quienes realizan el reparto
domiciliario a través del uso de plataformas digitales, pero la definición de este nuevo
modelo económico no es única. Por ejemplo, la Comisión Europea la considera como “un
modelo de negocio en los que se facilitan actividades mediante plataformas colaborativas
que crean un mercado abierto para el uso temporal de las mercancías o servicios
ofrecidos a menudo por particulares”, evidenciándose por completo una vulneración, de
todos sus derechos laborales.
Por otro lado, en relación a las prestaciones a la seguridad social (sistema previsional y
sistema de salud) son soportadas por el repartidor. Estos son, a grandes rasgos, los
elementos en los que se apoyan las empresas para calificar a los prestadores como
autónomos o cuentapropistas, y así vincularlos a través de contratos de locación de
servicios expulsándolos de la protección tuitiva del derecho laboral.
Es por ese motivo que, el pasado 04 de abril pasado se presentó ante el Congreso de la
República el Proyecto de Ley N° 4144-2018-CR, que propone regular la labor que
desarrollan los trabajadores mediante una plataforma digital. Dicho proyecto de ley
desarrolla conceptos básicos que deben tenerse en cuenta en este tipo de relaciones, tales
como Empresas de Servicio Digital y Trabajador Digital. En ese sentido, se propone
denominar a la relación entre la Empresa de Servicio Digital y el Trabajador Digital como
“Trabajo Digital Dependiente”. Asimismo, se plantea reconocer que las empresas
digitales tengan obligaciones respecto a sus trabajadores, como el pago de comisiones;
afiliación de sus trabajadores en el sistema de seguridad social de pensiones y de salud;
entre otras condiciones de trabajo y, el proyecto de Ley N° 4243/2018-CR del empleo
digno que regula a los trabajadores de plataformas digitales. Ambos pretenden legislar
algunos trabajos que actualmente se ejecutan en el modelo de economía colaborativa por
trabajadores autónomos e independientes, tales como los repartidores y conductores, por
lo que no se genera relación laboral entre el prestador del servicio y el propietario de la
plataforma digital.
En ese sentido, citados proyectos normativos del párrafo anterior, tienen como sustento
el Informe Inicial para la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, elaborado
por la OIT, el cual indica que aún no queda claro qué fracción de la fuerza de trabajo
mundial acabará representando el trabajo virtual, tampoco se sabe si estas formas de
trabajo acabarán entrando en la esfera de la relación laboral, si se convertirán en nuevos
tipos de trabajo informal o si no podrán encajar en los marcos normativos existentes.
A modo de comentario y reflexión cito la siguiente frase de Ernesto Sábato “Al parecer,
la dignidad de la vida humana no estaba prevista en el plan de globalización”,
indistintamente si es que existe una regulación o no para los trabajadores o colaboradores
de las plataformas digitales, se debe considerar los presupuestos clave que presumen la
existencia de un contrato de trabajo y la existencia de un vínculo laboral, que son la
prestación personal de servicios, la subordinación o dependencia y la remuneración, en
base a ello nos daremos cuenta la existencia de múltiples contratos laborales encubiertos
bajo la modalidad trabajadores o colaboradores de plataformas digitales, es por ello que
es preciso una reforma laboral en donde se incluya dentro del T.U.O del Decreto
Legislativo Nº 728, - Ley de Productividad y Competitividad Laboral, esta nueva figura
de contratación laboral, porque si bien el avance tecnológico es deseable e inevitable, este
nunca puede ser una razón para naturalizar y aceptar los abusos.