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Los Adventistas del Séptimo Día y la reforma en la vestimenta

Por D. E. Robinson

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Tabla contenido

Los Adventistas del Séptimo Día y la reforma en la vestimenta


Un llamado a las mujeres
Mujeres distinguidas lideran
La publicidad dada a la Sra. Bloomer
La reforma en el vestido ganó el aprecio
Poderosa súplica de la Dra. Austin
Prevalecen los principios de la reforma
en la vestimenta
El llamado a la moderación
El llamado de Adoniram Judson
Observaciones de la Sra. White acerca
de la vestimenta
Efectos físicos deplorables
La influencia del “Traje Americano”
Principios básicos
Observación final
Necesidad de una reforma en el vestido
La Sra. White prueba el vestido
En el Instituto de Salud
Discusión acerca de la vestimenta en las iglesias
“Adoptar un vestido sencillo y sin adorno”
Principios directivos de la reforma en la vestimenta
No se necesita un estilo uniforme
No debe ser nuestra verdad presente
Metas de vida a alcanzar
Algunas no obedecerán
La prueba verdadera

Este documento es una estudio de D. E. Robinson en relación al histórico llamado de Elena G.


de White a una reforma en la vestimenta, los principios que ella expuso en esa época y que
podemos poner en práctica en la actualidad. Extraído de The Story of Our Health Message [La
historia de nuestro mensaje de salud], capítulos 9, 10 y 13.

“Hermanas mías, se necesita entre nosotras una reforma en el vestido. Hay varios errores en el estilo
actual de vestir femenino”. Con estas palabras, la Sra. White introdujo su sexto y último artículo acerca de
“Diseases and Its Causes” [Las enfermedades y sus causas], en la serie titulada “How to Live” [Cómo
vivir], que apareció impresa a principios del año 1865.
Un llamado a las mujeres

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En la literatura de este período hay abundante evidencia que permite verificar la acusación de la Sra.
White sobre la moda de la vestimenta femenina de esa época. Unos tres años antes de 1865, un portavoz
del sexo desafortunado, dirigiéndose a un gran auditorio de Washington D.C., presentó la siguiente queja
en cuanto a las desventajas y torturas que sufrían las mujeres:

La vestimenta femenina está preparada de tal forma que son un inconveniente y una carga, de
modo que cuando salen, es bajo grandes desventajas. Si pisan el umbral, pueden mojarse los pies
y ensuciar sus faldas en las escaleras, y sus miembros no protegidos se pueden enfriar con el
viento. Si desean caminar, tienen que esperar hasta que el rocío haya desaparecido del césped, y a
que un sol sofocante de verano las prive de su beneficio. Si trabajan en la huerta, gastan más
fuerzas por causa de la vestimenta que por las plantas; porque no sólo está diseñada para evitar
que se muevan con facilidad, sino que las ropas deben sostenerse con los brazos mientras trabajan
con las manos. Si van al mercado deben cargar con las faldas al igual que una cesta, pues tienen
que evitar el rocío, el polvo, el lodo o la nieve. Si suben a un carruaje deben ser ayudadas a subir y
bajar, mientras ellas cuidan de sus faldas, y aún así a veces se enredan, y tienen que ser liberadas
de ellas; y si, por accidente, sobreviene cualquier peligro en la vida o en un miembro, ya sea en
carruaje o a caballo, es diez veces mayor por causa de éstos vestidos molestos…

Si se dan vuelta hacia el templo de la naturaleza para recrearse, deben zigzaguear mientras
caminan entre los arbustos y troncos, esmerándose en cuidar la muselina en vez de gozar de la
naturaleza; y si llegan a una cerca, el terreno que se halla más allá llega a ser para ellas campo
prohibido; aunque esté lleno de pimpollos de flores selectas. -Ellen Beard Harmon, Dress Reform:
Its Physiological and Moral Bearing [Reforma en el vestido: su efecto fisiológico y moral ], (charla
presentada en el Y.M.C.A. Hall, Washington, D.C., 10 de febrero, 1862, pp. 10, 11; New York:
Davies and Kent, 1862).

Por más de una década, se escucharon voces de protesta contra los estilos de vestimenta crueles y
dañinos a la salud impuestos a las mujeres por los organizadores de la moda. Unos once años antes, el
honorable Gerrett Smith, un miembro del Congreso, declaró:

Se necesita mucho una reforma en el vestido de la mujer. Es indispensable para su salud y su


utilidad. Mientras permanezca en la prisión del vestido actual, es y será siempre enfermiza e inútil.
-Citado por la Sra. M. Angeline Merritt en Dress Reform, Practically and Physiologically Considered
[La reforma en el vestido, considerada práctica y fisiológicamente ], pp. 169, 170 (Buffalo: Thomas
y Co., 1852).

Mujeres distinguidas lideran

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Con tal oposición a los estilos de vestido predominantes, no es sorprendente que el congresista diera su
plena aprobación cuando su hija, la señora Elizabeth Miller, adoptó un vestido un poco al estilo del traje
turco. El Sr. Miller también aprobó y defendió enérgicamente a su esposa en su innovadora, pero sensible
manera de vestir en los Estados Unidos. El traje fue el objeto de un artículo en las noticias para la prensa
en esa época.

Después de llevar el vestido por tres meses más o menos, la Sra. Miller fue a Seneca Falls, Nueva York,
para visitar a su prima, la Sra. Elizabeth Cady Stanton, una de las damas de la nación honrada por sus
esfuerzos en la causa de las mujeres. Evidentemente las ventajas en la libertad y la comodidad del traje,
que la Sra. Miller llevaba puesto, le llamaron la atención a su prima, pues muy pronto se hizo hacer uno
del mismo estilo.

La Sra. Amelia Bloomer apareció entonces en el escenario. Ella vivía en Seneca Falls, y editó The Lily [El
Lirio], una revista mensual para las mujeres. Al ver la novedad, la admiró, y pronto se transformó en el
tercer miembro de un triunvirato de reformadoras en la vestimenta. En el número de su revista de marzo
de 1851, ella describió y alabó el traje, y en el del mes siguiente, anunció que lo había adoptado para su
vestimenta personal, diciendo:

Lectoras, contémplennos ahora en vestido corto y en pantalones, y entonces, si les place den
rienda suelta a sus apreciaciones al respecto –alaben o censuren, aprueben o condenen, como les
venga mejor. Nos hemos acostumbrado a ambos, y somos indiferentes a su opinión. - The Lily, abril
de 1851.

La publicidad dada a la Sra. Bloomer

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En ese momento, la Sra. Bloomer no tenía la idea de adoptar el nuevo estilo de vestir en forma
permanente, ni pensó que su acción crearía excitación en el mundo civilizado, o que le sería dado su
propio nombre al traje. Siempre declaró que tal crédito le correspondía a la señora Miller. La prensa
pública esparció la innovación por todas partes como un tema de noticia candente. Más tarde, al escribir
un relato del acontecimiento para el Chicago Tribune [Tribuna de Chicago], la Sra. Bloomer comentó:

Me quedé sorprendida frente al furor que había causado sin saberlo. The New York Tribune
contenía la primera observación que vi de mi actitud. Otros periódicos lo tomaron y lo usaron.
Todos tenían algo que decir sobre mis cambios. Algunos alababan y otros censuraban, algunos lo
recomendaban, y otros ridiculizaban y condenaban. “Bloomeristas”, “Bloomers” eran los títulos de
más de un artículo, tema y escrito…

Tan pronto como se sabía que estaba vistiendo un vestido nuevo, me llegaban centenares cartas de
mujeres de todo el país, preguntando acerca del nuevo vestido y solicitando que les envíe los
modelos, demostrando cuán ansiosas estaban las mujeres por deshacerse de la carga de las faldas
largas y pesadas. -Citado por su esposo, Dexter C. Bloomer, Life and Writings of Amelia Bloomer
[Vida y escritos de Amelia Bloomer], p. 68 (Boston: Arena Publishing Company, 1895).

En junio, la Sra. Stanton y la Sra. Bloomer, junto con otras cuatro o cinco damas, asistieron con traje a
una convención sobre salud en la institución de salud del Dr. Jackson, que se hallaba entonces en Glen
Haven, Nueva York. El nuevo estilo de vestimenta fue colocado en la agenda como tema de discusión, y la
Dra. Harriet Austin, médico asociado de la institución, se convirtió a la idea. Ella y el Dr. Jackson fueron
ganados como abogados fervientes y entusiastas de la reforma. Como editores del periódico Water Cure
Journal [Curación con agua], y de su sucesor, Laws of Life [Las leyes de la vida], ocupaban una posición
que les permitía dar una amplia publicidad al asunto. Por varios años, fue rara la ocasión en que una
edición de la revista dejó de animar su adopción, o de imprimir testimonios de lectoras entusiastas que se
habían beneficiado saludablemente de la reforma. Sin embargo, el estilo fue considerablemente modificado
por la señorita Austin, y pronto llegó a ser conocido como el “Traje Americano”.

Alabanza y recomendación por un lado, y reproche y sarcasmo por el otro, era la suerte de los
reformadores de la vestimenta. Posteriormente, esto hizo que los comentaristas cambiaran de opinión para
resistirlo y presentarlo como impopular y ridículo o para comentar acerca de él como algo meritorio y digno
de la alabanza que recibió de varios lugares. El Dr. Jackson relata cómo la vestimenta, al ser adoptada por
su esposa en un momento en que ella había llegado a ser una inválida sin esperanza, no solamente salvó
su vida sino que le devolvió la salud, y entonces habla de la crítica severa que él recibió de algunos:
Nadie puede decir lo que todos hemos sufrido en la estima pública por nuestra convicción de la
necesidad de un cambio en el estilo de la vestimenta para las mujeres de nuestro país, si es que
desean tener la salud como una regla y la enfermedad como una condición excepcional en la vida.
Creo que no hay ningún delito, que un hombre pueda cometer y permanecer afortunadamente libre
de la posibilidad de ser colgado, del cual yo no haya sido acusado, sencillamente porque defendí la
reforma en el vestido de las mujeres y el régimen vegetariano para los inválidos. - Laws of Life,
noviembre, 1860.

La reforma en el vestido ganó el aprecio

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Año tras año hubo un aumento notable en el número de las mujeres que se cambiaron al nuevo estilo. En
junio de 1863, unos doce años después que la Sra. Miller hubo empezado la reforma, una reunión anual de
la Convención de la Reforma en el Vestido tuvo lugar en Rochester, Nueva York. En su discurso de
apertura, la Dra. Austin declaró que invariablemente ella incluía como parte de la prescripción a sus
pacientes, las palabras “adopte el Traje Americano”, y pidió crédito por haber influenciado sobre, por lo
menos, mil mujeres para seguir su consejo. En cuanto a su adopción en general, ella dijo además:

Ninguna reforma, realmente tan prudente como ésta, jamás progresó tanto en los primeros años
de su existencia, como lo ha hecho ésta. En todos los estados del norte tiene centenares de
representantes; y en algunos de ellos tiene miles. Es conocido y usado en California, Canadá,
Nueva Brunswick y Nueva Escocia. Miles de mujeres en este estado llevan el traje americano. Hay
varios vecindarios, en el centro y el oeste de Nueva York, donde es el modo de vestir habitual. Hay
regiones de Ohio, Michigan, Iowa, y otros estados del Oeste, donde sus adeptos se pueden contar
por centenares. –Laws of Life, agosto, 1863.

En este mismo discurso, frente a un auditorio de 1.700 personas, la Dra. Austin nos hace una presentación
pintoresca del estilo de vestimenta contra el cual protestaba el “Traje Americano”. Personificando “la
enfermedad de flaqueza y palidez”, demostró los resultados de sus garras, gráficamente en las esposas y
las madres, y añadió:

Poderosa súplica de la Dra. Austin

[Inicio del documento]

¡Cómo se complace él en la ropa que visten! Se sienta en sus salas de vestir, y mueve la cabeza
riéndose por dentro, y hace muecas en señal de malicia, a medida que sigue el proceso de vestirse;
y de vez en cuando, como ciertos artículos se adaptan a su odioso propósito, pone sus manos en la
cintura y parpadea en señal de satisfacción. Esos zapatos –sí, ¡le van muy bien! ¡Cuán
maravillosamente aprietan los pies y comprimen las venas de los tobillos! “Querida Señora, qué
personaje leal es usted! Me quedaré con usted hasta el día de su muerte. Y estas bandas alrededor
de la cintura –ajústelas con cuidado. Apriételas un poco más. Suprima por completo la acción de los
músculos abdominales. Es vulgar dejar su respiración bajar tanto.

“Y este vestido es mejor, ¡excelente! Las mangas cortas permitirán que el aire fresco, húmedo de la
noche, pase fácilmente sobre los brazos blancos. ¿Tiras de ballenas en él? Oh, sí, eso es lo que
faltaba. Ahora engánchelo, señora. Un poco más apretado. Deje sus pulmones sin aliento y
contraiga su pecho en el menor tiempo posible. ¡Bravo! ¡Un gancho está asegurado! Ninguna mujer
sensata llevaría corsés. Son dañinos, y lo peor, son anticuados. Pero un vestido que calce en forma
suave y bella no puede hacer daño…
“Deténgase, señora, jadee un poco. Ahí, ahora, prosiga. ¡Qué modelo de vestido! Párese ahora y
examine su largo en un espejo. ¡Elegante! Barre el suelo con tanta gracia, y sus caderas miden de
lo mejor. ¡Ha! ¡Ha!... ¿encontrará el viento fácil acceso a sus miembros? Y, ¿no se cansará ella, ni
será estorbada a cada paso que da en medio de todas estas ropas? Cuando llegue el momento de
quitárselo, ¿no se sentirá nerviosa, cansada y desesperada? Y, ¿no habré obtenido yo mayor
influencia sobre ella?” -Laws of Life, agosto de 1863.

Al año siguiente, entre las personas escogidas para actuar como oficiantes de esa convención, se hallaban
siete médicos, tres ministros, la esposa de un ministro y un profesor. José V. Himes, un antiguo
colaborador de William Miller en relación con el Movimiento Adventista, era un miembro de la comisión
ejecutiva. Su nombre se mencionaba a menudo en Laws of life como uno de los interesados y
simpatizantes de las diversas reformas para el mantenimiento y la restauración de la salud.

Prevalecen los principios de la reforma


en la vestimenta

[Inicio del documento]

Debido a que la agitación popular sobre la reforma en la vestimenta fue promovida sólo durante dos o tres
décadas, y en razón de que los trajes que se diseñaron y difundieron se dejaron de lado, pudo parecer que
la causa de éstos reformadores estaba perdida. Pero los principios por los cuales lucharon tan
valientemente, permanecieron. Esto se halla bien expresado en el editorial de un periódico popular, del
cual citamos:

La causa por la cual los primeros reformadores de la vestimenta lucharon y sufrieron el martirio ha
triunfado en casi todos los puntos, pero en una forma distinta a lo esperado. Ellos consideraron
sólo la salud y la comodidad. Tomaron poco en cuenta la belleza, y no sabían nada de arte. Su
tentativa de introducir el bloomer y otros trajes de igual fealdad afortunadamente falló, pero sus
esfuerzos no fueron en vano…

Los puntos principales en la denuncia contra los vestidos de mujeres de antaño eran que la figura
estaba dividida como la de una avispa, que las caderas estaban recargadas por faldas pesadas, y
que las faldas arrastraban el suelo y barrían el polvo. Hoy el peso de un vestido de mujer es en
todo la mitad o la tercera parte de lo que era. Cuatro vestidos pueden colocarse en el espacio
antiguamente ocupado por uno. En los vestidos de una pieza que se usan actalmente, el peso de
las faldas, es llevado de los hombros y de ésta forma, las caderas están aliviadas al reducirse el
peso de las faldas, su largo y su número. La falda ya no se arrastra por la calle… Las mujeres que,
por razones voluntarias, rehusaron apretarse la cintura, y que por consiguiente sufrieron la burla de
su sexo, se hallan ahora del lado de la moda. Una cintura de 80 centímetros se considera
permisible, cuando antes 50 centímetros se consideraban apropiados. Una mujer a la moda en
nuestros días se puede encorvar para recoger un alfiler a sus pies. - The New York Independent, 23
de octubre, 1913.

En la actualidad es posible que las mujeres se vistan en forma agradable, modesta, poco costosa y
saludablemente, sin necesidad de que exista gran diferencia con los estilos aceptados.

El llamado a la moderación

[Inicio del documento]

Después de notar las modas de ese tiempo y la organización de los reformadores de la vestimenta,
deberíamos considerar la actitud de los Adventistas del Séptimo Día en relación con estos asuntos.
De 1840 a 1844, cuando los creyentes del Movimiento Adventista esperaban la venida de Cristo, buscaron
fervientemente una preparación tal, de sus corazones y de sus vidas, que los capacite para encontrarse
ante él con una conciencia libre de toda ofensa. Muchos de ellos se sintieron como la joven Ellen Harmon
que, al relatar más tarde su experiencia y la de sus hermanas, escribió:

Hablamos las tres del asunto, y decidimos ganar cuanto dinero podíamos para invertirlo en la
compra de libros y folletos que distribuiríamos gratuitamente. Esto era lo mejor que podíamos
hacer, y aunque era poco, lo hacíamos alegremente…

No sentía ninguna tentación de gastar mis ganancias en mi satisfacción personal. Mi vestido era
sencillo, y nada invertía en adornos superfluos, porque la vana ostentación me parecía
pecaminosa... La salvación de las almas era mi mayor preocupación. – Notas biográficas de Elena
G. de White, pp. 52, 53.

El llamado de Adoniram Judson

[Inicio del documento]

Así era entre la mayoría de los Adventistas del Séptimo Día en los primeros días de su existencia como
pueblo separado. Mientras la elegancia y durabilidad del vestido se consideraba en armonía con la
voluntad de Dios, al adorno innecesario se lo rehuía como pecaminoso. De vez en cuando aparecían
artículos en la Review and Herald aconsejando acerca de la sencillez en el vestir, aunque por algunos años,
la consideración de este asunto, desde el punto de vista de la salud, estuvo subordinado al concepto de las
Escrituras en relación con el orgullo y la ostentación. En 1855, el editor de la Review and Herald preparó
como artículo guía, lo tratado por Juan Wesley sobre el vestido en su “Advice to the People Called
Methodist” [Consejo al pueblo llamado Metodista] (10 de julio, 1855); y “Judson’s Letter on Dress” [Carta
de Judson sobre la vestimenta] apareció en 1859. En su carta, Adoniram Judson, desde su misión en
Burma, hizo un llamado a las señoras de las iglesias de su tierra, a causa de las dificultades y confusiones
creadas cuando los indígenas de Burma, al dejar sus adornos, veían adornos semejantes llevados por las
esposas y las hijas de los que venían a sus tierras como misioneros.

El 27 de mayo de 1856, en una conferencia de creyentes en Battle Creek, Michigan, se dio un mensaje
muy solemne a la iglesia por medio del Espíritu de Profecía, deplorando el “conformismo de algunos
profesos observadores del sábado con el mundo”. Se indicó que éstos “tienen una tendencia a vestirse y a
actuar como el mundo tanto como les sea posible y además pretenden ir al cielo” ( Testimonies for the
Church, Vol. 1, p. 131).

Observaciones de la Sra. White acerca


de la vestimenta

[Inicio del documento]

De acuerdo a las instrucciones que le fueron dadas en ese tiempo, la Sra. White escribió:

Vi que algunas profesas observadoras del sábado gastan horas, que están más que desperdiciadas,
estudiando ésta u otra moda para adornar su pobre cuerpo mortal. Mientras hacen que su
apariencia se asemeje a la del mundo, y tratan de hacerse tan bellas como pueden, recuerden que
ese mismo cuerpo puede llegar a ser en pocos días un alimento para los gusanos. Y mientras
acomodan su apariencia a su gusto, para agrandar a los ojos, están muriendo espiritualmente… Vi
que la apariencia exterior es un reflejo del corazón. Cuando el exterior se cubre de cintas, collares y
cosas innecesarias, se demuestra tener amor por todo esto en el corazón; a menos que tales
personas sean limpiadas de su corrupción, nunca podrán ver a Dios, porque sólo los puros de
corazón lo verán. -Ibid., pp. 134, 136.

Durante un tiempo se establecieron principios generales como guía para el cristiano deseoso de seguir las
instrucciones del apóstol contra el “amor al mundo”. La primera palabra de oposición, hallada en nuestra
literatura denominacional contra un estilo específico de vestimenta, está en la Review and Herald de
agosto 5 de 1858, en la cual el pastor J. Byington hace la siguiente aclaración en forma de pregunta y
repuesta:

¿Son las mangas que se terminan más anchas en el borde, y las peinetas curvadas como la luna, o
los aros (Isa. 3:18), los elementos del vestido que dan una apariencia de modestia? (1 Tim. 2:9). Si
es así, que sean recomendados a la iglesia en general. - Review and Herald, 5 de agosto, 1858.

Solo cuatro damas se aventuraron aparentemente a responder la pregunta con sus implicaciones. Todas
condenaron el primer estilo, y tres estuvieron de acuerdo en que el uso de aros era una práctica “no
conveniente a las mujeres que profesan el cristianismo”. Una, sin embargo, dijo que los aros se podrían
“permitir a la iglesia en general en esta estación del año, usándolos con moderación” (Ibid., 23 de
septiembre de 1858).

Al fines de 1861, la Sra. White declaró: “Me ha sido mostrado que los aros eran una abominación, y que
cada observador del sábado debe, por su influencia, reprobar esta moda ridícula que ha puesto un velo
sobre el pecado” (Ibid., 27 de agosto de 1861).

Ministros y laicos siguieron condenando los aros en la revista de la iglesia. La posición general de la iglesia
contra esa costumbre, se refleja en la carta que escribió una señora que relata su experiencia cuando ella
aceptó el mensaje. Durante unas conferencias, ella le preguntó a una hermana si podía ser adventista y
seguir llevando sus aros. Una respuesta negativa hizo que ella afirmara que no llegaría a ser miembro si
ese fuera el caso. No obstante, después de escuchar una charla del pastor Waggoner sobre la vestimenta,
decidió “abandonarlos para siempre si eso era agradable ante los ojos de Dios” (Ibid., 28 de abril de
1863).

Efectos físicos deplorables

[Inicio del documento]

Los efectos físicos deplorables de la moda en el vestido en esa época, recibieron la mayor atención en ese
momento. Dos artículos, ambos escogidos de los escritos del Dr. Dio Lewis de Boston, aparecieron bajo el
título “Talks About Health” [Charlas acerca de la salud]. El primero, del 25 de noviembre de 1862, insistía
sobre las consecuencias dañinas que resultan de no cubrir suficientemente los miembros; y el segundo, del
25 de mayo de 1863, condenaba el corsé y aconsejaba el uso de un vestido “entero y suelto” en la cintura
que fuera soportado por los hombros en vez de las caderas. Los “reformadores de la vestimenta” que
defendían el “Traje Americano” ejercieron una pequeña influencia sobre los Adventistas del Séptimo Día, y
unos pocos lo adoptaron.

El hecho de que varios espiritualistas adoptaran el Bloomer, o “Traje Americano”, y lo usaran en sus
reuniones les trajo una fama desagradable a la vista de muchos cristianos sinceros. El traje fue luego
transformado y hecho más corto que al principio, descubriendo la rodilla o aún más alto, lo que hizo que
se lo considerara como indecente.

Fue desde el punto de vista de la modestia y del decoro, que la Sra. White habló por primera vez del
“Traje Americano”. En 1863, al escribir acerca de “ese problema del Este”, en el cual algunos habían
tomado posiciones extremistas y otros habían caído en el fanatismo, ella declaró:
Dios quiere que su pueblo no adopte la dicha reforma en el vestido. Es un atavío inmodesto,
inadecuado para las modestas y humildes seguidoras de Cristo. - Testimonies for the Church, vol. 1,
p. 421.

Al presentar argumentos de las Escrituras en contra de esa moda extremista, también escribió:

Vi que se cambió la orden de Dios, y que los que adoptaron el traje americano descuidaron sus
instrucciones especiales. Me refiero a Deuteronomio 22:5 “No vestirá la mujer traje de hombre ni el
hombre vestirá ropa de mujer; porque es abominable para Jehová, tu Dios, cualquiera que esto
hace”. -Ibid.

La influencia del “Traje Americano”

[Inicio del documento]

La Sra. White escribió también acerca de la influencia que se podía ejercer en contra de los Adventistas del
Séptimo Día si ellos adoptaban ese estilo de vestido, aclarando que los podían confundir con los
espiritualistas:

Algunos que creen en la verdad, pueden pensar que sería más saludable para las hermanas adoptar
el traje americano, aunque este tipo de vestido disminuiría nuestra influencia entre los no creyentes
de tal modo que no podamos alcanzarlos fácilmente. No debemos en ninguna manera adoptarlo,
aunque suframos mucho…

Los espiritualistas han, hasta cierto punto, adoptado este modo de vestir particular. Los Adventistas
del Séptimo Día, que creen en la restauración de los dones, son a menudo llamados espiritualistas.
Que adopten este traje, y su influencia perecerá. La gente los colocará en el mismo nivel que los
espiritualistas y rehusará escucharlos... Tenemos una gran obra que hacer en el mundo, y Dios no
permitirá que escojamos un curso de acción para menguar o destruir nuestra influencia en el
mundo. -Ibid., pp. 421, 422.

A la vez que la Sra. White tenía ante sí las características desfavorables del “traje americano” y que
escribió en contra de que nuestras hermanas lo adoptaran, estaba enteramente conciente de los aspectos
inconvenientes de los estilos de vestimenta y de la necesidad de una reforma. Su atención fue dirigida
hacia la posición intermedia que debían adoptar nuestras hermanas, sin seguir ni el extremo varonil del
“traje americano” ni los vestidos largos, pesados, de ese tiempo que destruían la salud e impedían que se
actuase libremente. Iniciando un llamado a la reforma, la Sra. White dijo:

No pensamos que esté de acuerdo con nuestra fe vestirnos con el traje americano, llevar aros, o ir
al extremo de llevar vestidos largos que barran las calles y las aceras. Si las mujeres llevaran sus
vestidos de manera que éstos no llegaran al suelo, no solamente serían más modestos sino que se
mantendrían limpios más fácilmente, y se podrían usar por más tiempo. Tales vestidos estarían de
acuerdo con nuestra fe. -Ibid., p. 424.

Hay una posición intermedia en estas cosas. Ojalá que todos pudiéramos hallarla y mantenerla.
-Ibid., p. 425.

Principios básicos

[Inicio del documento]


La Sra. White preparó una presentación completa sobre el tema de la vestimenta para el sexto y último
artículo que fue presentado en How to Live. En él podemos descubrir los siguientes principios básicos
sobre los cuales se debe elaborar una verdadera reforma: i[1]

1. Es dañino para la salud, y por consiguiente un pecado entre las mujeres, llevar corsés, o tiras de
ballenas, o apretarse la cintura. -How to Live, N° 6, p. 57.

2. Muchas mujeres estorban sus intestinos y sus caderas colgando sobre ellas faldas pesadas.
Estas no fueron formadas para sostener pesos... El vestido debería colgarse de los hombros. -Ibid.,
p. 58.

3. ¿No debería el pueblo de Dios, que es su tesoro particular, buscar incluso glorificar a Dios con su
vestimenta? ¿Y no debería ser un ejemplo en la cuestión del vestido, y por su sencillez reprobar el
orgullo, la vanidad y la extravagancia de los profesos amantes del placer y del mundo? -Ibid.

4. No deberían, sin embargo, ser “descuidados en su atavío.... y vestirse sin orden y gusto.”
“Decencia y belleza” no se deben considerar como “orgullo.” -Ibid., pp. 58, 59.

5. Sería agradable delante de Dios que hubiere entre los creyentes mayor uniformidad en el
vestido. -Ibid., p. 58.

6. El largo del vestido femenino que se acostumbra es censurable por varias razones... El vestido
debe llegar más o menos debajo del borde de la bota; pero debe ser lo suficientemente corto como
para no limpiar la suciedad de las aceras y calles sin que haya que estar sosteniéndolo con la mano.
-Ibid., pp. 62-64.

7. Cualquiera que sea el largo del vestido, las mujeres deberían cubrir sus miembros
completamente como lo hacen los hombres. Lo pueden hacer llevando pantalones forrados, unidos
en una sola parte y atados en el tobillo, o amplios y en forma cónica en la parte inferior; y deberían
ser suficientemente largos como para llegar a la altura del zapato. -Ibid., p. 64.

A quienes podrían censurar este traje por considerarlo fuera de moda, la Sra. White les respondió:

¿Y qué importa si lo está? Quisiera que estuviésemos pasados de moda en muchos sentidos. Si
pudiésemos tener la fuerza pasada de moda que caracterizaba a las mujeres pasadas de moda de
generaciones anteriores, esto sería muy deseable. -Ibid., p. 64.

Ella exhorta a que las mujeres “en cambio deberían manifestar una noble independencia y el valor
necesario para obrar correctamente aunque todo el mundo difiriera” de ello (Ibid., pp. 61, 62).

Los cristianos no deberían tratar de convertirse en objetos de curiosidad por vestirse en forma
diferente de la del mundo. Pero si de acuerdo con su fe y con su deber de vestirse en forma
modesta y saludable, encuentran que no están de acuerdo con la moda, no deberían cambiar su
vestimenta a fin de ser como el mundo. -Ibid., p. 61.

Ésta era la situación cuando el pastor y la Sra. White hicieron su visita a la institución del Dr. Jackson en
Dansville, Nueva York. Se había tomado una posición definida contra los aros. La Sra. White habló
específicamente en contra de la adopción del “traje americano” por su falta de modestia, su semejanza con
el atavío masculino, lo que es contrario a la enseñanza bíblica, y por el perjuicio que levantaría contra
aquellos que tienen una verdad solemne que anunciar al mundo. Censuró los vestidos demasiado largos, y
recomendó que fuesen más cortos de manera que no estuvieran limpiando el suelo. Oraba también para
que el pueblo de Dios pudiera encontrar el equilibrio adecuado en estas cosas.
Observación final

[Inicio del documento]

Durante su estadía de tres semanas en Our Home [Nuestro Hogar], la Sra. White y su esposo tuvieron
oportunidad de observar de cerca el tipo de vestido que ella había formalmente declarado como
inconveniente para los Adventistas del Séptimo Día. Pudieron conocer mejor las razones de su adopción,
por medio de charlas y escritos presentados por los doctores Jackson y Austin. Pero no cambiaron en
nada su consejo original de que no era adecuado para las mujeres Adventistas del Séptimo Día. Es
evidente, sin embargo, que dentro de sí tenían la profunda convicción que debían tratar de conseguir un
modelo de vestido que fuera saludable en todo sentido y a la vez que no poseyera las características
objetables del “traje americano.” El pastor White expresa su punto de vista en la siguiente forma:

En Our Home [Nuestra Hogar], las damas llevan lo que se llama comúnmente el vestido corto, que
es llevado tan frecuentemente en su forma extremista por mujeres espiritualistas, descaradas y
dudosas. Afuera, estas cosas tienen una influencia perjudicial tremenda contra el bien incalculable
de esta institución. Reconocemos los principios de los cuales surgieron las objeciones válidas acerca
del estilo de moda de la vestimenta de la mujer actual, y buscamos una solución que preservará su
apariencia como mujer frente al mundo, y la guardará del ridículo público, y de su influencia . Pero
nos oponemos seriamente a los vestidos de las mujeres tan largos que lleguen a transformarse en
barrenderas de las calles, y creemos firmemente que los defectos existentes de sus vestidos
pueden ser completamente eliminados sin adoptar estos extremos que a veces notamos . -Ibid., N°
1, p. 1 (itálica agregada).

Necesidad de una reforma en el vestido

[Inicio del documento]

La necesidad de una reforma en la vestimenta que debía ser adoptada por las mujeres Adventistas del
Séptimo Día, es reconocida en forma similar en una carta escrita por la Sra. White a una amiga durante su
visita en Dansville. Ella dijo con libertad y tranquilidad:

Tienen todo tipo de vestimenta aquí. Algunos bien apropiados, si no son muy cortos. Tomaremos
modelos de aquí y creo que conseguiremos un estilo de vestir más saludable que el que ahora
tenemos, y que no sea el bloomer o el traje americano... Voy a lograr un estilo de vestido con mi
propia aguja que concordará perfectamente con lo que me ha sido mostrado. La salud lo requiere.
Nuestras mujeres débiles deben renunciar a las faldas pesadas y apretadas en la cintura si aprecian
la salud...

Nunca imitaremos a la Srta. Dr. Austin o al Sra. Dr. York. Se visten muy parecido a los hombres.
No imitaremos ni seguiremos alguna moda que no hayamos visto aún. Instituiremos una moda que
será a la vez económica y saludable. -E. G. White, Carta 1a, 1864.

Es evidente por esto que, hasta ese momento, aunque a la Sra. White se le “habían mostrado” algunos
principios que debían gobernar una reforma en el vestir, no se le reveló un modelo específico y detallado.
Posteriormente consultó con otras hermanas de Battle Creek, Michigan, para buscar un traje que estuviera
acorde con los principios y la fe de los Adventistas del Séptimo Día. Parece que fue alrededor de ese
tiempo, cuando trataban de conseguir un modelo intermedio, que ella recibió una visión en la cual vio tres
grupos de mujeres, cada uno con largos de vestidos diferentes. En 1867, en relación con esto, escribió
respondiendo a una pregunta:

El primero era del largo a la moda, cargando las piernas, impidiendo caminar, barriendo la calle y
juntando su suciedad; con los resultados dañinos de los que ya había hablado plenamente. Las de
esta clase, que era de esclavas de la moda, aparecían débiles y decaídas.
El vestido del segundo grupo que me fue presentado era en varios aspectos lo que debía ser. Los
miembros estaban bien cubiertos. Estaban libres de las cargas impuestas por la moda tirana del
primer grupo; pero habían ido al extremo en acortar el vestido causando disgusto y prejuicio en las
personas buenas, y destruyendo así su influencia personal. Éste es del estilo y la influencia del
“Traje americano” enseñado y usado en “Our Home” [Nuestro Hogar], en Dansville, Nueva York.
No llega a la rodilla. No necesito decir que esta clase de vestidos se me dijo que era muy corto.

Un tercer grupo pasó delante de mi vista con rasgos alegres y de paso alerta y libre. El largo de
sus vestidos era el largo que yo había indicado como el apropiado, modesto y saludable. Quedaba a
cierta altura del suelo sin importar la situación, ya sea subiendo o bajando escaleras, etc. - Review
and Herald, 8 de octubre, l867.

La Sra. White prueba el vestido

[Inicio del documento]

En septiembre de l865, la Sra. White se puso un vestido, que usó durante un tiempo “excepto en
reuniones, en las calles atestadas de gente de los pueblos y ciudades, y cuando visitaba familiares poco
íntimos” (Ibid.). Después de un tiempo, lo usaba en cualquier lugar y en cualquier momento.

Varias mujeres adventistas del norte de Michigan siguieron pronto su ejemplo, y de varios lugares llegaron
cartas con inquietudes. Cuando ella notó que algunos enfatizaban el asunto más de lo normal, como algo
de primera importancia, protestó:

La reforma en el vestir era uno de los detalles menores que habían de formar parte de la gran
reforma en la salud, y nunca debería ser considerada como una verdad y una prueba indispensable
de nuestra salvación. El plan de Dios era que en el momento preciso, en circunstancias apropiadas,
las personas expondrían sus beneficios como una bendición, y recomendarían la uniformidad y la
unidad de acción. -Ibid.

La defensa de la reforma en el vestido hecha por la Sra. White, apareció trece años después que las
señoras Miller, Stanton y Bloomer iniciaran el movimiento de reforma en el vestir en los Estados Unidos.
Escasamente hubo lugares en el país en los cuales no se oyera la voz de sus partidarias. Encontró tanto
defensoras capaces y honorables como también críticos y difamadores. Miles de mujeres se regocijaron
con la nueva libertad y salud halladas. Sin embargo, con todo lo que se podría decir a su favor, la Sra.
White presentó las razones adecuadas por las cuales se le indicó que no convenía a los Adventistas de
Séptimo Día, y se propuso ayudar a sus hermanas a encontrar y adoptar un estilo de vestir en armonía con
lo que le había sido enseñado, que evitaría los rasgos extremistas y desfavorables de la reforma del vestir
popular, les daría libertad de acción y las haría saludables en todas las formas. Ella no estaba, pues,
introduciendo o iniciando un estilo de vestir que era tan ridículo y extraño como para merecer la crítica que
algunos, en años siguientes, presentaron de tal manera que así lo hacen parecer a quienes están ajenos a
las circunstancias que se han presentado aquí.

En el Instituto de Salud

[Inicio del documento]

Los médicos del Instituto de Salud habían notado desde el comienzo la necesidad de un estilo de vestir
que se adaptara a los principios correctos, al decir que “no sólo se deseaba, sino que era necesario en el
tratamiento de algunos casos; y que de otra manera sería inútil e incorrecto recibir dichos casos sin
adoptar lo que ellos aseguraban que era esencial para que las curaciones fueran efectivas”. Vieron
también que si no se adoptaba una vestimenta saludable, cierta clase de personas que más necesitaban
los beneficios del Instituto, tendrían que ir a otras instituciones, donde podrían ser liberadas de la “moda
predominante e incómoda”. –Health Reformer [El reformador de la salud], marzo de 1868.

Al principio se propusieron principios generales para una vestimenta saludable, y los interesados
determinaban el largo y la apariencia del atavío de acuerdo a su gusto. A la vez que tal diversidad tenía
sus inconvenientes, permitía observar y comparar un número de modelos, y así seleccionar las mejores
características de cada uno para constituir un estilo y largo uniformes.

El pastor J. H. Waggoner relata cómo se hizo.

De acuerdo a su solicitud, los médicos del Instituto nombraron un número de sus compañeras cuyos
vestidos eran considerados como los mejores por su estilo y apariencia. Luego “midió la altura de las
doce, quienes tenían entre 1,50 a 1,68 mt; y la distancia del suelo al vestido era de 20 a 27 cm. Se decidió
que la medida intermedia, de 22,5 cm, era la distancia correcta y se adopta como modelo”. -Ibid.

El estilo de vestido adoptado por el Instituto de Reforma pro Salud fue el modelo más usado no solamente
entre las mujeres Adventistas del Séptimo Día, sino entre las de otras iglesias.

Sin embargo, la Sra. White no recomendó la adopción de la reforma en el vestido indebidamente. “Nadie
debe temer” escribió, “que haga de la reforma en el vestido uno de mis temas principales al viajar de un
lugar a otro... No impulsaré ni condenaré a nadie. Éste no es el trabajo que me haya sido asignado”.
-Testimonies for the Church, Vol. 1, p. 523.

Discusión acerca de la vestimenta en las iglesias

[Inicio del documento]

A medida que visitaban las iglesias, los pastores consideraban el nuevo estilo en el vestir como un factor
importante en la reforma pro salud, y le daban un lugar en sus sermones. Al informar su trabajo, a
menudo aludían a la favorable recepción de esta parte del mensaje. Por eso, el pastor D. M. Canright, al
comentar acerca de una reunión especial en Portland, Maine, escribió:

La modestia del vestido acortado no es la menor cosa a considerarse... Con la reforma en el vestido
se evita toda exposición. Después de haberlo visto, pienso que es el vestido más modesto que haya
visto, y no soy el único que piensa así.

Todas estas cosas se discutieron libremente aquí. Casi todos optaron favorablemente por él, y otros
tenían muy pocas objeciones al respecto... La mayoría de las hermanas decidieron adoptarlo. Mi
esposa, que lo usa, les ayudó a confeccionar los suyos. Han adoptado la reforma pro salud
completamente. -Review and Herald, 18 de junio, 1867.

Durante cuatro años o más, se escribió considerablemente en nuestras publicaciones denominacionales


acerca de las ventajas que resultan del uso del vestido saludable. Muchas, voluntaria y alegremente,
adaptaron sus vestiduras para conformarse a los principios de salud y de modestia que habían sido
aportados por la reforma en el vestido. Pero su aceptación no fue general, y hubo oposición y crítica.
Algunos olvidando “que no se debía obligar a nadie a llevar el vestido reformado”, trataron de controlar la
conciencia de otros. “Para los extremistas, esta reforma parecía constituir el todo y la esencia de su
religión. Era el tema de conversación y la carga de su corazón... En vez de aceptar el vestido por sus
ventajas reales, parecían estar orgullosos de su peculiaridad”. La Sra. White escribió lo siguiente en 1881,
al responder a la pregunta “¿Por qué este vestido ha sido abandonado?” Y siguió:

A las que lo llevan a regañadientes, por deber, es un yugo pesado. Aún otras personas que
aparentemente eran las reformadoras más entusiastas, manifestaban una triste falta de orden y de
belleza en su vestido. -Testimonies for the Church, vol. 4, p. 636.
Por consiguiente, “lo que había sido dado como una bendición se cambió en maldición, la carga de
defender la reforma fue quitada”. -Manuscrito 167, 1897. ii[2]

“Adoptar un vestido sencillo y sin adorno”

[Inicio del documento]

Sin embargo, ella sigue recomendando que las mujeres Adventistas del Séptimo Día “adopten un vestido
sencillo, sin adorno, de un largo modesto,” y sugiere “otro, de un estilo menos objetable”. Éste, que
consistía en “una chaqueta sencilla o al talle, una pollera, la última lo suficientemente corta como para
evitar el barro y la suciedad de las calles”. Debía ser “libre de adornos innecesarios, de flecos, de faldas
atadas en la espalda” (Testimonies for the Church, vol. 4, p. 640).

La Sra. White usó personalmente esa clase de vestido al final de su vida, pero deploró toda tentativa de
imponerle a otros un estilo uniforme. Años más tarde, cuando algunas hermanas en la fe pensaron que se
debía operar un cambio en cuando a la “reforma en el vestido”, y promover su adopción general, ella
sinceramente aconsejó en contra de esto. Trató de corregir una impresión incorrecta al decir:

Algunas pensaron que el modelo dado era exactamente lo que todas debían aceptar. No es así.
Pero algo tan sencillo como esto debería ser lo mejor que podríamos adoptar en cualquier
circunstancia. Ningún estilo preciso me ha sido dado como regla exacta para guiar toda su
vestimenta. -Carta 19, 1897.

Para este tiempo, habían cambiado los estilos predominantes y eran ya más sensatos y saludables, y no
había razón para alejarse mucho de las costumbres establecidas en cuanto el vestido. En vista de esto, la
Sra. White habló firmemente contra el intento de “distraer la mente de la gente y de crear conflictos en
cuanto al asunto del vestido”, y aconsejó:

Que nuestras hermanas se vistan modestamente, como lo hacen muchas, con vestidos de buen
material, durable, modesto, apropiado para este tiempo, y que el asunto del vestido no llene la
mente. -Ibid.

Principios directivos de la reforma en la vestimenta

Por Elena G. de White

[Inicio del documento]

En respuesta a las preguntas que me han sido hechas recientemente en cuanto a reanudar la cuestión de
la reforma en la vestimenta, diría que los que han estado agitando este asunto pueden estar seguros que
no han sido inspirados por el Espíritu de Dios. El Señor no me ha indicado que el deber de nuestras
hermanas sea volver a la cuestión de la reforma en el vestido. Las dificultades que tuvimos que enfrentar
alguna vez no deben generarse otra vez. No debe haber ahora consideraciones en cuanto a tipos
particulares de vestido. Seguirán apareciendo cosas nuevas y extrañas, para conducir el pueblo de Dios a
una falsa excitación, reavivamientos religiosos y desarrollos curiosos; pero nuestro pueblo no debería estar
sujeto a ninguna prueba de invención humana que cree conflictos de ninguna clase.

La defensa de la reforma pasada en relación con la vestimenta resultó ser una lucha en cada etapa. Para
algunos no había uniformidad y gusto en la preparación del traje, y los que rehusaron adoptarlo causaron
disensión y discordia. Así la causa fue deshonrada. Porque lo que había sido dado como una bendición se
cambió en maldición, y fue quitada la carga de defender la reforma en el vestido.
Hay ciertas cosas que hicieron de la reforma en el vestido una bendición. A causa de ella, los aros ridículos
que estaban de moda, ya no se podían usar; ni las faldas largas que barrían las calles. Pero en años
recientes, el mundo adoptó un estilo de vestido más sensato, que no incluye las características objetables;
y si nuestras hermanas desean confeccionar sus vestidos de acuerdo a estos modelos, sencillos y
humildes, no deshonrarán a Dios.

No se necesita un estilo uniforme

[Inicio del documento]

Algunas pensaron que la falda y la chaqueta mencionada en Testimonies, vol. 4, p. 640, era un modelo
que todas debían adoptar. No es así, pero se debería usar algo tan sencillo como eso. No se me ha dado
un estilo específico como regla exacta para guiar a todas en su modo de vestir.

Si nuestras hermanas piensan que deben adoptar un estilo de vestir uniforme, suscitarán una controversia,
y las mentes, de quienes deberían dedicarse completamente a la obra del mensaje del tercer ángel,
estarían ocupadas luchando agresivamente por la vestimenta externa descuidando esa piedad interior, el
adorno de un espíritu manso y tranquilo, que es de gran precio delante de Dios.

No debe ser nuestra verdad presente

[Inicio del documento]

El asunto del vestido no debe ser nuestra verdad presente. El crear ahora una dificultad por causa de este
asunto, agradaría al enemigo. Se deleitaría en tener la mente distraída con cualquier tema que le
permitiera crear división de sentimiento y conducir a nuestro pueblo a ingresar en controversias.

Le pido a nuestro pueblo que ande con cuidado y temor delante de Dios. Que siga las costumbres en el
vestido hasta donde se conformen con los principios de la salud. Que nuestras hermanas se vistan con
modestia, como varias lo hacen, con ropa de material bueno, durable, apropiado para este tiempo, y que
no dejen que el asunto del vestido ocupe sus mentes. iii[3] Nuestras hermanas deberían vestirse con
sencillez. Deberían llevar ropa modesta, con pudor y sobriedad. Den al mundo un testimonio vivo del
adorno interior de la gracia de Dios. Colóquense bajo la disciplina de los oráculos vivos de Dios, sujetando
la mente a las influencias que forman el carácter rectamente.

Metas de vida a alcanzar

[Inicio del documento]

Nos estamos acercando al final de la historia de este mundo. Estamos enfrentando conflictos tremendos,
tormentas divisorias en las cuales pocos piensan; todo nuestro tiempo y poder del pensamiento deben
estar centrados en los acontecimientos que tenemos por delante. Dios tiene pruebas para este tiempo, y
tienen que mostrarse en forma sencilla e inconfundible. Es muy tarde ahora para entusiasmarse con
cualquier prueba de invención humana. La gran prueba para este tiempo son los mandamientos de Dios,
especialmente el sábado, y no debe introducirse nada que distraiga la mente y el corazón de la
preparación necesaria para afrontarla. El pueblo de Dios tendrá toda la prueba que pueda soportar. La
prueba del sábado es una prueba que recaerá sobre todo el mundo. No necesitamos que se dé ahora nada
como prueba al pueblo de Dios, que haga su prueba más severa aún de la que ya tienen...

Que nuestras hermanas presten atención conscientemente a la Palabra de Dios por sí mismas. No
comiencen la obra de reforma hasta que lo hagan. Posiblemente no puedan cambiar el corazón. Adoptar
un estilo de vestir diferente no lo hará. La dificultad es: la iglesia necesita conversos diariamente. Hay
muchas cosas que vendrán para probar y examinar a estas almas pobres, engañadas, muertas
espiritualmente y amantes del mundo. Tendrán profundas pruebas. Que no hayan pruebas de invención
humanas, porque Dios se ha preparado para probarlas y examinarlas. Si prestan atención a sus consejos y
advertencias, humillan sus almas delante de él, y le dejan ser el objeto de su adoración, las recibirá
graciosamente.

La obra del Espíritu de Dios operará un cambio visible. Aquellos que se aventuran a desobedecer las
enseñanzas más claras de la Inspiración, no harán caso de ningún esfuerzo humano que se realice para
inducirlos a usar un vestido modesto, bello, sin adornos y adecuado, que en alguna manera las hará
parecer diferentes. Seguirán exponiéndose mostrando sus colores ante el mundo.

Algunas no obedecerán

[Inicio del documento]

Algunas nunca regresarán a su primer amor. Nunca dejarán de hacer del yo un ídolo. Con toda la luz de la
Palabra de Dios que brilla en su sendero, no obedecerán a sus directivas. Seguirán sus propios gustos y
harán lo que les plazca. Estas hermanas dan un mal ejemplo a la juventud y a los recién convertidos a la
fe, porque ven poca diferencia entre su vestimenta y la del mundo.

A los que hacen del yo su ídolo, no se les debe presentar ninguna prueba de orden humano, pues les dará
únicamente una excusa para dar el último paso hacia la apostasía. No saben a quién están sirviendo. El
conocimiento y el poder pertenecen a Dios. El culpable ignorante debe aprender acerca de su condición.
Debemos esperar pacientemente, y no desmayar o desanimarnos, porque Dios ha planeado todo. Mientras
estamos agobiados y deprimidos, pero esperando con paciente sumisión, nuestro Ayudador invisible estará
haciendo la obra que no vemos, y en su providencia dirigirá acontecimientos que operarán reformas, o
separarán estos miembros a medias, amantes del mundo, de los creyentes. El Señor conoce cada caso y
cómo tratar con cada uno de ellos. Nuestra sabiduría es limitada hasta cierto punto, mientras que la
sabiduría infinita comprende el fin desde el principio. Nuestro tiempo de prueba es muy breve. Se hará una
obra corta en la tierra. Las pruebas de Dios vendrán; serán decisivas y determinantes. Que cada alma se
humille delante de Dios, y se prepare para lo que nos espera.

Que las hermanas concientes que aceptan la obra de la reforma en el vestido, anden con circunspección y
trabajen de tal forma que corresponda con la carga del mensaje para este tiempo. La entrega del corazón,
del alma y de la mente en obediencia a los mandamientos de Dios, es como un hilo de oro, uniendo las
cosas preciosas de Dios y revelando su valor en el tiempo de prueba.

Por consiguiente digo a mis hermanas: No participen en ningún conflicto en cuanto al atavío exterior, sino
asegúrense de que poseen el atavío interior de un espíritu manso y tranquilo. Que todas las que acepten la
verdad enseñen sus verdaderos colores. Somos un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.
La prudencia falsa, la falta de modestia, se pueden notar por el atavío exterior, mientras el corazón
necesita grandemente el atavío interior. Permanezcan siempre comprometidas con lo correcto.

La prueba verdadera

[Inicio del documento]

No mire alrededor para ver si no hay pruebas que puedan ser dadas al pueblo de Dios. Dios ha puesto una
prueba –el sábado del cuarto mandamiento. “En verdad vosotros guardaréis mis sábados, porque es una
señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico…
Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel, celebrándolo a lo largo de sus generaciones como un pacto
perpetuo. Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel, porque en seis días hizo Jehová los
cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y descansó” [Ex. 31: 13, 16, 17].

Todos los que traen a la observancia del sábado un corazón consagrado a Dios, encontrarán que el día
santificado por el Señor es más para ellos que lo que se hubieran imaginado. “Yo soy Jehová que os
santifica” Ex.31:13. “Si retraes del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas ‘delicia’,
‘santo’, ‘glorioso de Jehová’, y lo veneras, no andando en tus propios caminos ni buscando tu voluntad ni
hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová. Yo te haré subir sobre las alturas de la
tierra y te daré a comer la heredad de tu padre Jacob. La boca de Jehová lo ha hablado" (Isa. 58:13, 1).
-Manuscrito 167, 1897.

Patrimonio de Elena G. de White


Febrero de 1950
Mecanografiado nuevamente: Junio de 1990.
i[1]
Nota del traductor: Ver también Mensajes selectos, tomo 2, pp. 538-544.

ii[2]
Algunos pueden preguntar, “¿Acaso Dios rebaja alguna vez sus principios según la conveniencia de los gustos y
antojos de la gente?” El pastor G. I. Butler, al hablar de la reforma en el vestido, responde a esta pregunta:
“El Señor acomoda sus requerimientos de acuerdo a las características de la gente, aún cuando Él preferiría que
hicieran algo diferente o mejor. Aunque no lo haga siempre, o según sus exigencias, o generalmente, ya sea
para algunos asuntos de menor importancia y de conveniencia en los cuales ha recomendado un mejor método,
permite a veces que sigan su propia decisión, aunque se comprueba siempre menos provechoso que si se
hubiese actuado de acuerdo a su dirección. Nos proponemos comprobar esto muy claramente para que no
pueda negarse.”
Se citan varios textos como:
“La provisión de carne hecha por Dios para Israel, cuando murmuraron por el maná (ver Núm 11), cuando les
dio un rey, aunque no era el plan original de Dios (ver 1 Sam 8)”.
iii[3]
Nota: En una carta de consejo que se escribió en este tiempo, Elena G. de White apelaba: “Seguid la costumbre de la
vestimenta en la reforma pro salud, pero no introduzcan nuevamente los vestidos cortos y los pantalones a menos que
tengan una palabra del Señor sobre esto”. –Carta 19, 1897.

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