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LOS USOS DE GRAMSCI

Por Antonio Leal

Son diversos las razones por las cuales Gramsci aparece y reaparece, en el tiempo, en el
pensamiento y en los acontecimientos políticos, utilizado para sustentar proyectos políticos
muchas veces contradictorios entre sí o simplemente lejanos a lo que el filósofo sardo
efectivamente escribió, esencialmente en los Cuadernos de la Cárcel durante los 11 años de
presidio, impuestos por la dictadura fascista.

Una de ellas, es que Gramsci por muchos años, especialmente antes que se conocieran,
ordenaran y analizarán el poderoso contenido de los Cuadernos y de las Cartas de la Cárcel,
fue presentado, y de alguna manera reducido, a un símbolo de la lucha antifascista, a un
héroe, a un Gramsci de todos. Los socialistas italianos, no sin razón y por muchos años, lo
consideraron uno de los padres del renacimiento democrático de Italia y de las tradiciones
socialistas democráticas. Los liberales, un continuador de la tradición del Resurgimiento y
ya Croce lo había alabado como un filósofo capaz de interpretar lo nuevo. Gramsci y su
obra fueron un punto de partida esencial en la renovación del marxismo de los años 60/70
en Europa, apareció, en el imaginario de muchos, en la propia experiencia de Salvador
Allende y de la Unidad Popular en Chile, sustantivamente como el sustento ideológico,
primero de la Vía Italiana al Socialismo de Togliatti y después del Eurocomunismo, que
construyeron los partidos comunistas Italiano, Francés y Español, como también en la
política de Berlinguer, dado que Gramsci era el cimiento de la fuerte adhesión de los
intelectuales italianos al PCI, de su enorme presencia en la sociedad y del liderazgo
político-moral que este partido ejerció por largos decenios en Italia.

De otra parte, diversos sectores del izquierdismo italiano e internacional han utilizado su
elaboración del período del Ordine Nuovo, que Gramsci sobrepasó completamente en su
elaboración de los Cuadernos, para fundar sus teorías revolucionarias, Laclau y Mouffe
buscaron dar a las teorías de Gramsci una impronta posmoderna desvinculándolo del
marxismo, algunos de los intelectuales de PODEMOS, que asesoraron a Chávez en
Venezuela, intentaron construir un relato gramsciano sobre la “revolución bolivariana” para
dotarla de algún sostén ideológico y PODEMOS mismo utiliza las categorías gramscianas
transformadas en matrices simbólicas de su acción política.
Otro factor que influye en la constante deconstrucción y reconstrucción que experimenta el
pensamiento de Gramsci está dado por el hecho de que su elaboración se produce en la
cárcel y, por tanto, frente al riesgo de que sus escritos fueran requisados por la censura
fascista, adquieren una premeditada encriptación. Gramsci, que estudió Filología,
Lingüística y Filosofía, utiliza un lenguaje esopiano justamente porque sus “apuntes” no
estaban destinados a ser publicados de esa forma.

Los Cuadernos de la Cárcel no son tratados escritos ordenada y sistemáticamente, son


bosquejos, apuntes sobre los cuales Gramsci vuelve permanentemente y siempre con la
expectativa de que estos borradores le sirvieran para profundizar sobre cada uno de la
multitud de temas que en ellos trata. Él los concibe a priori como una elaboración abierta e
inconclusa, susceptible a variadas revisiones y elaboraciones posteriores que su temprana
muerte le impide desarrollar. De hecho, sus 29 Cuadernos de la Cárcel, a los que se agregan
4 de traducciones y apuntes parciales, son encontrados desordenados y la primera
“interpretación” oficial de la documentación gramsciana es la presentación que en 1947, 10
años después de su fallecimiento, hace de las Cartas de la Cárcel, el líder del Partido
Comunista Palmiro Togliatti. La editorial Einaudi publica los Cuadernos de la Cárcel en
seis volúmenes entre 1948 y 1951.
Por tanto, era casi natural que la elaboración de Gramsci tuviera el destino que ha tenido: el
de ser permanentemente interpretada. Ello le ha otorgado una enorme vigencia en diversas
circunstancias históricas y en distintos escenarios del mundo, pero, a la vez, ha permitido
que su pensamiento camine en manos de sus intérpretes con el riesgo de extraer de su obra
algo que en ella no hay y con un claro detrimento de su contenido y del lugar político desde
el cual él la pensaba y realizaba. El “uso” de Gramsci, es decir, el utilizar su teoría para
comprender la realidad, es legítimo, pero está fuera de ello adjudicar perspectivas políticas
o ideológicas que él no suscribió o que no podía suscribir por razones históricas concretas.

El punto de partida de Gramsci es la temprana comprensión que la estrategia revolucionaria


de los primeros decenios del siglo en Occidente había fracasado, que la Revolución de
Octubre no podía ser un modelo trasladado al resto del mundo y que ella misma presentaba
signos crecientes y definitivos de “cesarismo regresivo”, que el fascismo no era un episodio
en la historia de Italia sino un régimen de masas y que, como el mismo lo señaló, había que
comenzar de nuevo y en otro lugar para diseñar la estrategia revolucionaria frente a un
capitalismo occidental donde se había configurado un Estado y una sociedad civil
completamente nueva respecto del oriente soviético y del que había conocido Marx para su
elaboración y donde, además, como él lo advertía claramente, la economía capitalista
moderna se encontraba en clara expansión.

Se requerían categorías nuevas y uno de los mayores aportes de Gramsci consiste


justamente en la renovación del léxico de la política y del peso que otorga a las ideas, a la
moral, a la cultura, a la supremacía de la política, a la subjetividad, por sobre el
determinismo del economicismo, las visiones religiosas y dogmáticas, el populismo, el
extremismo y la estrategia de maniobra como mecanismo para alcanzar el poder. Esta
originalidad de su pensamiento y las novedades teóricas que implica su elaboración es, sin
duda, el elemento más importante del porque Gramsci ha mantenido su presencia en el
debate político entre dos siglos.

Gramsci, se ha dicho, ha servido a la izquierda, incluso después de la caída del “comunismo


real”, para estar en la sociedad civil de manera no instrumental, para concebir como
elementos de diferenciación, altos niveles de appeal ético y moral como base de la
proyección política y su pensamiento y metodología ha contribuido directamente a los
procesos de renovación de una parte de la izquierda en el mundo.

Sin embargo, siguiendo la propia máxima de Gramsci “la verdad es siempre


revolucionaria” es obligatorio preguntarse si su elaboración, hasta donde el la deja, une
efectivamente la idea del socialismo como objetivo con la preeminencia de la democracia
liberal. Mi respuesta es que no, que Gramsci con toda la expansividad de su creación
política, se propone siempre reemplazar el capitalismo y construir un Estado con una nueva
hegemonía de las clases subalternas y en especial del proletariado. El Partido Príncipe es,
en su visión, el Partido Revolucionario, que es la vanguardia de la creación del consenso
social y el lugar de la formación de la hegemonía y ella misma, si bien es plural desde el
punto de vista social, no lo es desde el punto de vista político y, por tanto, Gramsci no
incorpora el valor del pluripartidismo, del pluralismo, de la representación, de la alternancia
en el poder, que son elementos centrales de la democracia representativa moderna, como
parte del proyecto del futuro Estado socialista.

Lo que hace Gramsci es unir filosofía y política y con ello da sustento a la creación de la
hegemonía que tiene un plano estratégico, otro referido a la transición al socialismo y
finalmente la idea de la superación del capitalismo por el socialismo en la historia y para lo
cual reelabora las premisas culturales de occidente. Pero en ello y en esta fase no es
explícita la forma como el nuevo Estado incorpora en su esencia los valores y principios de
la democracia liberal como “un dato adquirido de la humanidad” del siglo XX. Es verdad
que Gramsci califica de “democrática” a la hegemonía toda vez que piensa que la sociedad
política (la fuerza) desaparece cuando la hegemonía logra un grado tal de consenso que da
nacimiento a la “sociedad regulada” donde desaparece la función represiva del Estado al
desaparecer la diferencia entre gobernante y gobernados. Gramsci, como vemos, no va
mucho más allá de Marx y de su idea de la extinción del Estado al desaparecer las clases
como fenómeno de poder aún en un contexto de una hegemonía ampliada. Hay una
ambigüedad entre el Gramsci, que en la construcción de la hegemonía reconoce las luchas
populares y las instituciones del Estado que ellas han contribuido a crear dentro del
capitalismo, y aquel que describe el Estado con hegemonía de las clases subalternas y
donde el aparataje político anterior no es parte del nuevo poder.

Su elaboración está anclada en una concepción clasista de la política, en la subordinación


de una clase por otra como un factor determinante de la implementación de la hegemonía
cultural de una mayoría que se transforma en Estado y que deberá permanentemente recrear
su propia hegemonía una vez en el poder. Gramsci no fue, como algunos intentan
mostrarlo, un socialdemócrata, fue siempre un líder y un pensador comunista, herético,
distinto y contrario al curso del estalinismo y a la experiencia teórico y política que deviene
de la Revolución de Octubre, y concebía las reformas sociales y culturales como parte de
un proceso que debía terminar en el reemplazo del capitalismo y la instalación de un nuevo
tipo de Estado alternativo al de la democracia liberal.

Este “limite” gramsciano tiene un tema de época: la verdadera democracia de masas, el


Estado de derecho democrático, se abre después de la segunda guerra mundial y Gramsci,
aún en su enorme capacidad intuitiva, no podía partir de este para elaborar su teoría sobre el
Estado. Si podemos decir, que su elaboración es a contracorriente del copamiento del
Estado por una sola clase y un solo partido, pero debemos atenernos a lo que él formuló aun
en la provisoriedad que él da a sus escritos de la cárcel, a las cuales llama “noterelle”,
significando con ello que estaban abiertas a una ulterior elaboración que el filósofo sardo
no logró concluir.

Además, en Gramsci hay, como en Marx, la visión de esta filosofía como doctrina de
salvación de la ilusión, del engaño del capitalismo.

Por cierto, es a partir de Gramsci y de sus categorías políticas, que van mucho más allá de
la propia elaboración de Marx y del marxismo, que constituyen otro pensamiento, otra
elaboración, inspirada en Marx pero distinta a la de Marx, a las cuales se puede también
hoy recurrir para ampliar la democracia, las libertades, el respeto a los derechos humanos,
como valores universales, como datos adquiridos de la civilización sobre los cuales
construir incluso un proyecto de una sociedad distinta a la capitalista. Pero ello, y hay que
tenerlo claro incluso entre los que amamos la figura ética y política de Gramsci, es “
Gramsci aldila di Gramsci”, es otra y ulterior creación filosófica, que puede partir de las
categorías y del léxico gramsciano, de su metodología de investigación, de su enorme
aporte a la sociología del conocimiento, en tanto conciencia crítica, a la antropología, a la
filosofía y a la política. Es solo esta forma, creo, que se puede hablar hoy de la vigencia de
Antonio Gramsci.

A Gramsci, por tanto, se le debe tratar como a un clásico de la política, sin pretender
encontrar en su elaboración un conjunto de recetas que sirven para cada ocasión y su
pensamiento debe ser ubicado en la perspectiva epistemológica de la tradición ilustrada de
la modernidad donde la subjetividad, la conciencia humana es el terreno donde se debe
construir el liderazgo, la conducción, la dirección más que el dominio, la hegemonía,
entendida como la revolución de las ideas y de la moral, la autonomía colectiva y la
libertad, como condiciones para hacer avanzar el proyecto de una nueva sociedad. Hay que
recordar, que un clásico, en todos los campos y especialmente en el plano de la
subjetividad, es aquel cuyo proyecto ya no se pude aplicar pero de cuyo bagaje, como
aporte sustantivo al progreso del conocimiento, no podemos prescindir. Eso ocurre con
Gramsci y de allí el enorme valor de su elaboración.

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