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Priora / prioras

Priora es el nombre con que se designa a la superiora en las comunidades de monjas carmelitas. Nomenclatura
derivada de la Regla del Carmen, que ya a comienzos del siglo XIII nombraba 'prior' al religioso que en el Monte
Carmelo presidía la comunidad de ermitaños, al que éstos 'prometían obediencia'. Etimológicamente, equivalía al
'primero del grupo'. Según la misma nomenclatura oficial, en los textos teresianos a la 'vicaria de la priora' se la
designa con el nombre de 'supriora' (Cons 11,3).

1. Prioras de T en el monasterio de la Encarnación

La carmelita 'D.ª Teresa de Ahumada' fue súbdita en el monasterio de la Encarnación desde su ingreso el año 1535,
hasta 1562. Sus prioras en el monasterio fueron:

D.ª María de Luna 1535

D.ª Francisca del Aguila: 1537-1539; 1542-1546

D.ª María Cimbrón: 1539-1542; 1546-1552; 1562-1565

D.ª Juana del Aguila: 1552-155; 1558-1559

D.ª Francisca Briceño: 1555-1558; 1565-1568

D.ª Isabel Dávila: 1559: 1562 (hasta el 2 de agosto)

Al fundar el Carmelo de San José (24.8.1562) era priora de la Encarnación D.ª María Cimbrón desde hacía apenas
unas semanas, elegida el 12.8.1562.

Al morir la Santa en Alba (4.10.1582), era priora en la Encarnación D.ª Quiteria Dávila.

La propia M. Teresa fue también priora en la Encarnación. A saber:

– en 1562, estando todavía en Toledo, trató de evitar que sus amigas la eligiesen priora (V 35,7). De hecho, resultó
elegida D.ª María Cimbrón.

– el 6.10.1571, fue nombrada priora por el Visitador Pedro Fernández, sin previa elección por parte de la comunidad
(R 20).

– En octubre de 1577 fue elegida priora por la comunidad, pero el Provincial declaró nula la elección. En su lugar
será priora D.ª Ana de Toledo.

Sin duda, en la vida de Teresa el trienio prioral de la Encarnación fue de suma trascendencia. En ese período
mantuvo la Santa contacto permanente con un representante de la reforma tridentina, el P. Pedro Fernández. Ella
misma pudo renovar (‘reformar’) la vida religiosa de su viejo monasterio, sin pasarlo a la descalcez. Pudo actuar su
vieja idea de tener a mano un auténtico 'maestro de oración' en la persona de fray Juan de la Cruz, joven descalzo
que en la Encarnación estrenó fervores pastorales y mistagogía. Ella misma lo aceptó como 'padre de su alma' y bajo
la dirección del Santo llegó en esos años al pleno de su adultez espiritual: superación del período extático e ingreso
en la fase definitiva del 'matrimonio' místico, término técnico este último que probablemente ella recibe del
magisterio de fray Juan.
2. Priora y prioras en el nuevo Carmelo

Para la Fundadora era importante que la comunidad o el grupo germinal de cada nuevo Carmelo en ningún momento
quedasen acéfalos. En el carromato de viaje se formaba automáticamente una pequeña comunidad ambulante bajo la
dirección de una priora provisional a quien obedecer. Cuenta Ribera: 'En el coche o carro en que ella no iba,
señalaba una a quien las demás obedeciesen como a ella misma, lo cual hacía no solamente por el ejercicio de la
obediencia, sino también por tomar experiencia del talento que tenía para gobernar' ('La vida de la Madre...', L 2, c.
18, p. 215).

Luego de erigida la nueva fundación, uno de los primeros cuidados consistía en elegir a la priora y abrir con su
nombramiento el libro de elecciones de la comunidad. Así, Teresa misma se integraba en el grupo de súbditas. De
hecho prestó obediencia a toda una serie de prioras de sus Carmelos. Mencionamos únicamente a las iniciadoras de
cada fundación, que efectivamente ejercieron su autoridad sobre la madre fundadora, aunque fuese por breve
tiempo. He aquí la serie:

Medina del Campo, 1567, Inés de Jesús (y por breve tiempo: Teresa de Quesada, monja de la Encarnación).

Malagón, 1568, Ana de los Angeles

Valladolid, 1568, Isabel de la Cruz

Toledo, 1569, Isabel de Santo Domingo

Pastrana, 1569, Isabel de Santo Domingo

Salamanca, 1570, Ana de la Encarnación (Tapia)

Alba de Tormes, 1571, Juana del Espíritu Santo

Segovia, 1574, Isabel de Santo Domingo

Beas, 1575, Ana de Jesús (Lobera)

Sevilla, 1575, María de san José (Salazar)

Villanueva de la Jara, 1580, María de los Mártires

Palencia, 1581, Isabel de Jesús (Jimena)

Soria , 1581, Catalina de Cristo (Balmaseda)

Burgos, 1582, Tomasina Bautista.

Prioras de los Carmelos recorridos en el viaje postrero de la Santa (de Burgos a Alba) fueron:

Burgos, Tomasina Bautista

Palencia, Inés de Jesús

Valladolid, María Bautista

Medina del Campo, Alberta Bautista


Alba de Tormes, Juana del Espíritu Santo (Guyera).

A su vez, la Santa ejerció el cargo de priora en el Carmelo de San José de Avila:

en 1562, el primer quinquenio de la fundación (F 1);

en 1574, al finalizar su trienio de la Encarnación;

en 1581 (10 de sept.), elegida 'plenis votis' antes de pasar de la obediencia del prelado diocesano a la obediencia de
la Orden (F epíl.). Es priora de San José el año 1582, al morir en Alba de Tormes.

3. Perfil de la priora en el pensamiento de T

Para diseñar en breve la imagen de la priora ideal, tal como la pensaba y deseaba la Santa, habría que comenzar por
ella misma y por el estilo con que ejerció su cargo prioral en situaciones normales y a veces en coyunturas extremas.
Tarea imposible en esta síntesis. Por el Camino de Perfección sabemos que ella entendió su primer priorato como
madre, maestra y animadora de la comunidad. Siendo la primera pero sintiéndose la última. Recordará años después:
'yo me estaba deleitando entre almas tan santas y limpias... Estando esta miserable [yo] entre estas almas de ángeles,
que a mí no me parecían otra cosa, pues ninguna falta, aunque fuese interior, me encubrían, y las mercedes y grandes
deseos y desasimiento que el Señor les daba...' (F 1,2.6). Justamente por ese alto aprecio que tiene de las jóvenes
novicias, al terminar el primer quinquenio prioral, para ellas escribe y vuelve a escribir el Camino de perfección, con
clara conciencia de su función de madre y maestra: 'Quiero ahora aconsejaros y aun puedo decir ‘enseñaros’ (porque,
como madre con el oficio de priora que tengo, es lícito) cómo habéis de rezar...' (24,2; y cf el prólogo del libro).
Desde el primer momento se creará una plataforma comunitaria que descarte toda división de clases, elimine títulos
y 'doñas', y mantenga la igualdad humana de las hermanas: 'La tabla del barrer se comience desde la madre priora,
para que en todo dé buen ejemplo' (Cons 7,1).

Por esas mismas fechas aproximadamente (1566...), al redactar las Constituciones de la casa, pergeñará en breves
trazos el perfil de la priora. Lo condensará en dos rasgos fundamentales: autoridad y maternidad. Escribe así: 'El
oficio de la madre priora es tener cuenta grande con que en todo se guarde la Regla y las Constituciones, y celar
mucho la honestidad y encerramiento de las casas, y mirar cómo se hacen todos los oficios y también que se provean
las necesidades, así en lo espiritual como en lo temporal, con el amor de madre. Procure ser amada para que sea
obedecida' (Cons 10,1).

En la pluma de la Santa, esa última expresión no es maternalista sino realista. Válida, ante todo, en el plano
espiritual. Como madre y maestra, la priora se debe interesar por la formación espiritual de las hermanas. A la priora
de uno de los Carmelos no fundados por ella, el de Granada, le escribirá: 'Mire que cría almas para esposas del
Crucificado: que las crucifique en que no tengan voluntad ni anden con niñerías... Que vuestra reverencia y las
demás están más obligadas a ir como varones esforzados y no como mujercillas' (cta 451,9). Cuidará de las
enfermas: 'en esto ponga mucho cuidado la madre priora, que antes falte lo necesario a las sanas que algunas
piedades a las enfermas' (8,1). Con las que sufren cualquier tipo de depresión ('melancolía', dice T), la priora hará de
madre y de médico (F 7,10).

Ninguno de los escritos de la Santa insistirá tanto en dar consignas específicas a las prioras, como el Libro de las
Fundaciones. Interrumpirá varias veces la narración para impartir 'avisos a las prioras': cc.4. 6. 7. 8. 18. Les asegura
que conocer a fondo el alma de cada hermana no es tarea de un día: 'No ha de pensar la priora que conoce luego las
almas. Deje esto para Dios, que es solo quien puede entenderlo, sino procure llevar a cada una por donde Su
Majestad la lleva' (F 18,9). Les repite su doble consigna preferida en el trato humano: suavidad y discreción. 'Esté
advertida la priora a no la perfeccionar [a cada hermana] a fuerza de brazos, sino disimule y vaya poco a poco hasta
que obre en ella el Señor' (ib 10). No imponga a las otras los arrebatos del propio fervor (ib 7-8). 'Hemos de mirar
mucho que lo que a nosotras se nos haría áspero no lo hemos de mandar. La discreción es gran cosa para el
gobierno, y en estas casas más...' (ib 6). Sea ella misma fiel a lo prescrito.

A su priora predilecta, María de san José, llega a escribirle, a propósito de ciertos rigores introducidos en el Carmelo
de Malagón: 'no lleve con rigor a las monjas, que no son esclavas, ni la mortificación ha de ser sino para aprovechar'
(cta 148,11). Y humoriza: 'es menester mirar mucho esto que las prioritas hacen de sus cabezas' (ib). Precisamente
porque ella es poco amiga de innovaciones (cf cta 376,8). Sí, en casa de contemplativas es amiga del orden
establecido. Es partidaria de concentrar en la priora la autoridad y responsabilidades de la casa, de suerte que las
hermanas queden exoneradas de los problemas cotidianos y gocen de un clima de paz que propicie la vida
contemplativa.

Heredera del espíritu de gobierno y del pensamiento de la Santa será y se sentirá la priora de Sevilla, María de san
José, que años adelante tratará de condensar el pensamiento de aquélla en un apretado sartal de consejos a las
prioras: '...gobernar un alma es gobernar un mundo. Pues si para gobernar un mundo serían necesarias todas las
ciencias (lo que obliga a partir el gobierno de los reinos entre muchos, de los cuales unos atienden a los negocios de
paz, otros a los de guerra), ¿qué dificultades no padecerá un prelado que, gobernando muchas almas, es como el
gobernador de muchos mundos, donde si hay negocios de paz, también los hay de guerra espinosísimos, y tanto más
importantes cuanto en ellos se trata de la conquista o pérdida de un gran reino?' ('Avisos y máximas para gobernar
religiosas', n. 2). El medio centenar de 'máximas' que siguen, podrían considerarse la mejor síntesis del pensamiento
teresiano sobre el arte de ser priora en un Carmelo. Legado de la Santa, trasmitido por una de sus herederas.

T. Alvarez

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