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Clase 7

Recapitulando la clase 6

En la clase pasada nos ocupamos de presentarles los principales autores que dieron
origen a los estudios culturales y a los estudios poscoloniales, y también
contextualizamos su surgimiento en el marco de las transformaciones políticas y
teóricas que se produjeron a nivel mundial en los años 70 del siglo XX.

Explicamos brevemente la aparición del posmodernismo y del posestructuralismo,


articulándolos con la crisis de acumulación y legitimación que trabajamos en la Unidad
1 y el ascenso del ideario neoliberal. Con la caída de la Unión Soviética y de la
disolución del bloque socialista, es decir con el fracaso de los “socialismos reales”, se
produjo también la declinación del marxismo como teoría sustentadora de una praxis
transformadora y se postuló “el fin de la historia”.

La cultura, contenida en la ideología y en la hegemonía, constructora de identidades


individuales y colectivas y formadora de subjetividades, devino un objeto privilegiado
para comprender la acción conservadora o transformadora de las clases sociales, de los
grupos étnicos, de los colectivos feministas y de las diversidades sexuales, y de las
distintas minorías segregadas. Como uno de los efectos comentamos brevemente las
recomendaciones de los Organismos Internacionales para convertirla en un recurso para
el desarrollo.

Desarrollo de la clase

En esta clase vamos a plantear la cuestión de la cultura como praxis transformadora en


la visión de algunos teóricos, fundamentalmente pero no sólo de América Latina, en los
años 70 y 80 del siglo XX y dos ejemplos actuales de su articulación con la militancia
político-cultural en Argentina y Brasil.

La reflexión acerca de cultura, ideología y hegemonía desarrollada a partir de Gramsci y


las posteriores teorizaciones que vimos en la clase 5 también tuvieron lugar entre
antropólogos y otros cientistas sociales de América Latina. No es posible dar cuenta de
toda la producción y por eso seleccioné una pequeña muestra para ilustrar cómo se
aplicaron esos conceptos para interpretar la realidad argentina y de algunos países de
América Latina.

En 1982 se publicaron dos libros en México que condensaban las preocupaciones


respecto de la definición de cultura y sus reelaboraciones. En ellos aparecieron
interesantes debates acerca la cultura popular, la cultura de las clases subalternas, la
cultura indígena, y de sus potencialidades para motorizar procesos liberadores y
transformadores de las relaciones de opresión, en el entonces denominado Tercer
Mundo.

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Para las y los más jóvenes quiero aclarar que así se llamaba hasta la desaparición de la
URSS y el bloque socialista (Segundo Mundo) a los países de América Latina, África y
Asia. EEUU y Europa eran y continúan siendo designados como Primer Mundo.

Uno de ellos es “Las culturas populares en el capitalismo” de Néstor García Canclini, y


el otro “La cultura popular”, que reúne trabajos de antropólogos y sociólogos mexicanos
y argentinos, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, y del teórico y revolucionario
africano Amílcar Cabral.

Posiblemente por el contexto histórico de aparición, el término cultura popular tuvo


(valga la redundancia) una mayor popularidad; no obstante las discusiones que se
desarrollaron en torno de la redefinición conceptual lo excedieron, para dar lugar a la
interpretación acerca de los modos de participación de los sectores subalternos en los
cambios estructurales de sus sociedades.

En “Las culturas populares en el capitalismo” García Canclini, filósofo y antropólogo


radicado en México, retomaba a los autores citados en la clase 5 e incorporaba para el
análisis de la reproducción cultural específica en el campo del arte, el pensamiento del
antropólogo y sociólogo francés Pierre Bourdieu. Así caracterizaba la cultura:

“Como un tipo particular de producción cuyo fin es comprender, reproducir y


transformar la estructura social, y luchar por la hegemonía…pensamos que el
desenvolvimiento del libro justificará esta perspectiva como la más fecunda para
definir y estudiar las culturas populares: así como no existe la cultura en general,
tampoco puede caracterizarse a la cultura popular por una esencia o un grupo de
rasgos intrínsecos, sino por oposición a la cultura dominante, como producto de la
desigualdad y el conflicto” (García Canclini, N. 1982: 26-27).

En “La cultura popular” los autores trabajaban con el concepto de cultura popular
estableciendo sus relaciones con la cultura de masas y con la cultura burguesa, pero
sobre todo interrogándose acerca de la situación de las culturas nativas, en el marco de
las sociedades nacionales, con énfasis en los casos de México y de Guinea Bissau.

Respecto de este último país, especialmente la referencia se enmarcaba en el rol que


pueden desempeñar las reivindicaciones culturales en las luchas de los habitantes de las
colonias por la liberación nacional. Por ese motivo el artículo fue incluido en el libro
aun cuando su autor, Amílcar Cabral ya había fallecido asesinado en el año 1973.

En cuanto al contenido de la cultura popular y tomando elementos del pensamiento


gramsciano, el sociólogo mexicano Rodolfo Stavenhagen escribía:

“En gran medida, la cultura popular es la cultura de las clases subalternas; es con
frecuencia la raíz en la que se inspira el nacionalismo cultural, es la expresión de
grupos étnicos minoritarios. La cultura popular incluye aspectos tan diversos como las

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lenguas minoritarias en sociedades nacionales en que la lengua oficial es otra; como
las artesanías para uso doméstico y decorativo; como el folclor en su acepción más
rigurosa y más amplia; como formas de organización social local paralelas a las
instituciones sociales formales que caracterizan a una sociedad civil y política dada;
como cúmulo de conocimientos empíricos no considerados como ´científicos´, etc.
(Stavenhagen, R. 1982:26).

En los países en los cuales las culturas nativas se inscriben en una sociedad nacional
más amplia, no sólo las relaciones de dominación –subordinación, sino también las
interrelaciones con otras clases subordinadas, plantean problemas nodales para pensar
en los procesos de cambio. Respecto de México, Stavenhagen y el antropólogo
Guillermo Bonfil Batalla señalaban:

“¿Qué tienen en común los obreros petroleros de Irán y México, o los mineros de
Bolivia y Zambia? ¿Y en qué se distinguen culturalmente? ¿Qué importancia ha de
atribuirse a estas semejanzas y diferencias?...Las consideraciones anteriores apuntan
hacia algunas de los problemas en el análisis de los procesos culturales. El
entrecruzamiento de la perspectiva clasista con la perspectiva étnica-nacional permite
abordar la cultura desde ángulos distintos, sin que uno sólo de ellos tenga que ser
considerado como único válido” (Stavenhagen, R. 1982:24-25).

“En las sociedades clasistas de origen colonial hay una compleja trama de relaciones
entre sociedad colonizadora, clase dominante, clases subalternas y pueblos
colonizados… El traslape de planos de contradicción y de líneas de oposiciones étnicas
y de clase produce tendencias sociales frecuentemente ambiguas y variables,
inconsistentes” (Bonfil Batalla, G. 1982:85).

En cuanto al papel de la cultura en los movimientos de liberación en África, Amílcar


Cabral (1925-1973) quien fuera el héroe de la independencia de su patria, Guinea
Bisseau y de las colonias portuguesas del África, explicaba la diferencia entre el pueblo
y las élites coloniales nativas: en la mayoría de las masas populares urbanas y rurales se
mantenía la cultura nativa y “Puede llegarse más lejos y afirmar que la cultura
constituye un método de movilización de los grupos y, por lo tanto, un arma en la lucha
por la independencia” (Cabral, A. 1982:138).

Estos eran los debates respecto de la cultura en consonancia con los procesos políticos
que se desarrollaban en la segunda mitad de los años 70 y principios de los 80: las
luchas de liberación en algunos países del continente africano y la resistencia a las
dictaduras militares en otros países del cono sur. Para el estudio de las relaciones
interétnicas en el marco de las sociedades nacionales, y la complejidad que asume la
definición étnica respecto de la estructura de clases en la sociedad capitalista es preciso
nombrar además, las contribuciones decisivas de los antropólogos brasileros Darcy
Ribeyro y Roberto Cardoso de Oliveira.

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No obstante, con el advenimiento del paradigma neoliberal en América Latina también
parte de la producción teórica respecto de la cultura cambió de contenido y al igual que
en otros países se centró en los tópicos de la globalización, hibridación y
desterritorialización.

A continuación nos vamos a referir a la activación de prácticas culturales con claros


objetivos de transformación teniendo como ejes la participación de las poblaciones, y
para eso quiero mencionar dos ejemplos que están referidos a nuestro país, aunque uno
de ellos reconoce sus antecedentes en Brasil. En la CABA, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires se ha venido desarrollando desde el año 1984 (la democracia retornó a la
Argentina el 10 de diciembre del año 1983 luego del último período dictatorial) el
Programa Cultural en Barrios, y desde el año 2011 en todo el país el Programa Puntos
de Cultura. Es éste último el que reconoce en parte, su inspiración en el Programa
Cultura Viva de Brasil.

Respecto del Programa Cultural en Barrios es necesario hacer algunas aclaraciones, en


rigor ha tenido muchos vaivenes en sus treinta y cuatro años de historia, y naturalmente
su significado ha ido variando precisamente en función de las situaciones político-
institucionales y socio-económicas por las que atravesó la Argentina. Si lo presento
como un ejemplo de articulación de la cultura con prácticas transformadoras y también
de resistencia, es porque en las voces de quienes han sido durante buena parte de su
historia gestores del Programa en algunos casos, coordinadores de Centros Culturales en
otros y también talleristas, la cultura ha sido concebida como un derecho que el Estado
debe garantizar y su propio trabajo cotidiano, en muchos casos como una militancia
socio-cultural.

Transcribo apenas dos testimonios que reflejan lo antedicho, uno de ellos del año 2005
citado en un trabajo de Marcela País Andrade, quien historió el Programa desde su
surgimiento hasta el año 2007; el otro, recogido en mi trabajo de campo acerca de las
políticas culturales en la CABA, cuando al inicio de la gestión de Mauricio Macri en el
año 2008, su entonces Ministro de Cultura, Hernán Lombardi, pretendió cerrar más de
500 talleres del Programa. En esa oportunidad los trabajadores de la cultura, actores,
músicos y artistas se unieron en la resistencia.

“[Los CC] son espacios que a lo largo de la historia del Programa, en distintos
momentos políticos del país, y de la ciudad y los perfiles de gestión, van teniendo
como distintos niveles, distintos niveles también de distinta procedencia
presupuestaria, de prestigio interno, de reconocimiento. ¡El Programa, digamos!
Más allá de eso mantuvo una línea en todo este tiempo, o sea que tiene que ver con
la posibilidad de defender, porque siempre se habla de defender, un espacio de
participación que bien o mal, con más o menos presupuesto se tiene que tener.
(Coordinadora de CC, 2005)” citado En: País Andrade, M. 2011: 67).

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“Más de 23 instituciones vinculadas a la producción cultural se unieron en un extenso
debate sobre la crisis en que están sumergidas. Despidos, amenazas, recortes
presupuestarios, falta de pago de hasta 4 meses, persecución, vaciamiento, nuevos
códigos de habilitación absurdos, cargo de funciones (…) fueron las palabras y hechos
que los distintos trabajadores de la cultura deben soportar a diario, según denunciaron
cada una de las instituciones presentes. Cada cual con su talante, aunque todas
coincidieron en un mismo punto: la existencia de "un avance de desregulación y
desarme de la cultura popular" en donde conviven negocios e ideología de exclusión
de la mano del gobierno porteño […] Al final de la reunión se instó a participar
activamente y seguir convocando a trabajadoras y trabajadores de la cultura y de
distintos ámbitos a "una pelea que será dura, comprometida pero con un plan a largo
plazo en donde ceder tiempo, es seguir perdiendo cultura", remarcaron” (“No al
vaciamiento de la cultura”. Declaración recibida por correo electrónico, 7/04/2008 en
Raggio, 2013).

Las citas que transcribo a continuación, del Programa Puntos de Cultura en Argentina y
de Cultura Viva creado en Brasil en el año 2004 fueron extraídas del trabajo de
investigación que viene realizando la antropóloga Diana Bento de Mello desde el año
2016, con la particularidad de que Diana nació y se crío en Brasil y tuvo una
aproximación de primera mano también a los Puntos de Cultura brasileros.

“El Programa ´Cultura Viva´ ha sido ideado desde la Secretaria de Ciudadanía


Cultural, perteneciente al Ministerio de Cultura de la Nación (…) se propuso como
objetivo ´promover la producción, la investigación, el registro y la difusión de las
expresiones culturales de grupos y organizaciones responsables por los modos de ser,
pensar y hacer cultural en el país´ . El Programa se implementa a partir de distintas
acciones, siendo la principal el ´Proyecto Puntos de Cultura´ [que] ha sido ideado e
implementado en estos últimos catorce años con la apuesta a un Estado en “cogestión”
con la sociedad civil, basado en valores como la confianza mutua, la autonomía, el
empoderamiento y el protagonismo de los agentes culturales” (Bento de Mello, 2017:
6).

Les recomiendo ver el siguiente video en donde Celio Turino explica el Programa
https://www.youtube.com/watch?v=t7MagM32dQM

En el caso de Puntos de Cultura en Argentina de Mello señala:

“(…) he encontrado que en la raíz de este Programa se encontraban diversos


movimientos de la sociedad civil que estaban luchando por sus derechos, demandando
leyes y programas específicos para las culturas populares y comunitarias”. Y a
continuación cita el siguiente testimonio: “Puntos de Cultura fue un proyecto de Ley
impulsado por organizaciones que en algún momento tomó el Estado esto y lo convirtió
en un Programa, después con las organizaciones no tan contentas en cómo se

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implementó... (Martin, referente de organización social destinataria del Programa)”
(Op. cit: 7).

Me parece importante transcribir propósitos y testimonios para ilustrar cómo se han


articulado las reivindicaciones culturales preexistentes, con las prácticas
transformadoras llevadas adelante por gestores, trabajadores de la cultura y artistas, en
función de la ampliación de derechos culturales en nuestros países durante los primeros
quince años de esta década. Esta temática es un adelanto de las próximas Unidades
donde trabajaremos las políticas públicas culturales y los derechos culturales.

Como siempre ¡consulten si tienen dudas!

Saludos Liliana

Referencias bibliográficas Marcela País Andrade, Cultura, Juventud, Identidad: una


mirada socioantropológica del Programa Cultural en Barrios. Diana Bento de Mello,
Puntos de cultura: de la utopía fundadora a la continuidad a partir de 2016.

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