Eleonora Zugun era una niña campesina Rumania de doce
años de edad, todo empezó cuando Eleonora visito la casa de su abuela en un pequeño pueblo de Rumania, allí empezaron a suceder fenómenos extraños, desde actividad poltergeist ha incluso ataques físicos de supuestas entidades invisibles. Los sucesos extraños van adquiriendo cada vez más actividad y esto empieza a ser muy preocupante no solo para su abuela que pensaba que su nieta estaba siendo poseída por un espíritu maligno, sino también para los habitantes y vecinos del pueblo, que muchos de ellos fueron testigos de los propios fenómenos poltergeist. Meses después su abuela y algunos vecinos del pequeño pueblo decidieron llevar a Eleonora a un monasterio donde le practicaron un exorcismo sin éxito, posteriormente los sacerdotes la enviaron a un manicomio, los periódicos informaron que los sucesos extraños, y Eleonora empezaba a ser una niña bastante conocida, fue entonces cuando conoció a la condesa Wassilko-Serecki que al saber del caso la adopto a la pequeña niña. Eleonora se fue a vivir con la condesa a Viena, por entonces Eleonora tenía trece años. Los extraños fenómenos persistían, incluso en algunas ocasiones parecían intensificarse, incluyendo objetos que aparecen de la nada o desaparecer en el aire, la propia condesa fue testigo de muchos de ellos y afirmo haber visto en un par de ocasiones una especie de sombra alrededor de Eleonora. Poco tiempo después Eleonora fue llevada a Londres para hacerle más pruebas en el laboratorio Nacional de Investigación Psíquica, y también a Múnich, donde se determinó que parte de los fenómenos paranormales podrían ser debidos de su propio subconsciente, aunque por otra parte no pudieron explicar el resto de los fenómenos. Posteriormente los fenómenos extraños empezaron a desvanecerse, a pesar de que cada vez tenían menos intensidad Eleonora seguía sufriendo algunos ataques, cuando cumplió los catorce años y tuvo la primera menstruación fue a partir de ahí cuando los fenómenos paranormales se detuvieron y Eleonora pudo tener una vida normal.