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Menos proteína para vacas lecheras.

Ricardo Oviedo Ghitis, Zoot. Consultor en nutrición de rumiantes.


roviedogh@unal.edu.co

Las proteínas en la ración proveen los aminoácidos requeridos para el mantenimiento de


funciones vitales como reproducción, crecimiento y lactancia (Cerón y col, 2014).
Desde el punto de vista nutricional, la calidad y precio de los concentrados está determinada por
el contenido total de proteína verdadera y su composición en aminoácidos. En el caso de los
rumiantes, la proteína puede ser degradada en el rumen por los microorganismos (-proteína
degradable) o puede resistir el ataque de los microorganismos y pasar intacta al intestino como
proteína no degradable o sobrepasante (Meléndez y col, 2011).
La proteína degradable se convierte principalmente en amonio -NH3-, que es utilizado por los
microorganismos para producir sus propios aminoácidos y proteínas en presencia de energía.
Parte del amonio es absorbido y llevado al hígado para ser convertido en urea, ya que el amonio
es tóxico para el animal. La urea es transportada por todo el organismo para ser excretada por
orina, saliva, y leche. Además puede llegar al útero y cuando se encuentra en exceso puede afectar
los procesos reproductivos, a través de posibles efectos tóxicos sobre el óvulo, los
espermatozoides y el embrión. Por ello, debe evitarse el exceso de proteína en la dieta para lograr
una fermentación ruminal eficiente y mantener una fertilidad y producción de leche adecuada
(Melendez y col, 2011).
En la actualidad, muchos hatos de alta producción han tendido a incrementar la concentración
proteica de la dieta a valores de entre 18,5 y 19,5 por ciento de proteína cruda en base materia
seca. Esto ha resultado en grandes pérdidas de amonio a través de la excreción vía urinaria y fecal,
lo que ha determinado grandes impactos ambientales. Como se sabe, las fallas reproductivas o
problemas de infertilidad son multifactoriales en su origen, y muchos de ellos están asociados al
manejo, pero otros son de origen ambiental, metabólico y nutricional (Meléndez y col, 2011).
A las fallas en el manejo del componente energético, se agrega el desconocimiento de las nocivas
consecuencias del exceso de compuestos nitrogenados sobre la salud reproductiva y sobre el
equilibrio energía: proteína (Campos, y col 2008).
Por otro lado, los sistemas de producción de trópico alto corresponden a modelos pastoriles que
usan forrajes con altas concentraciones de nitrógeno, sin embargo, se usan fertilizantes y altas
cantidades de suplementos alimenticios que no están balanceados (PB >18 %), lo cual eleva los
costos de producción de leche (41 % corresponde a suplementación), disminuye la eficiencia
productiva del animal y aumenta la excreción de nitrógeno al ambiente (Avellaneda y col, 2018).
La síntesis de proteína bacteriana (SPB) es dependiente de la disponibilidad de energía en el
rumen que, a su vez, proviene de la fermentación de los carbohidratos de la dieta. Lo anterior
significa que debe buscarse un balance en los patrones de fermentación ruminal tanto de la
proteína como de los carbohidratos para lograr una menor acumulación de amoniaco, donde la
SPB puede aumentar o al menos mantenerse (NRC, 2001).
La vaca lechera tiene una capacidad limitada de almacenar N en el cuerpo en forma de reservas
lábiles. La eficiencia en el uso del N en la producción de leche (MNE, por sus siglas en inglés, Mil
nitrogen efficiency) es un índice que se puede utilizar para evaluar la eficiencia en el uso del N en
la vaca. Este índice es simplemente la relación entre la cantidad de N excretado en la leche como
porcentaje del N consumido en la ración (Chase, 2016)
Supongamos que una vaca lechera consume 600g de N en la dieta y excreta 180 g de N en la leche.
Esta vaca tendría una MNE del 30%. La MNE máxima reportada en estudios de investigación es del
40-45%. Los valores de MNE observados en rebaños lecheros comerciales oscilan entre el 20 y el
40%. Esto implica que el 60-80% del N del alimento se excreta en forma de estiércol en la mayoría
de los rebaños de leche. Según aumenta el nivel de PB de la ración, el valor de MNE normalmente
disminuye. Un meta-análisis reciente concluyó que la PB de la dieta era el factor más importante
para determinar la MNE (Huhtanen y Hristov, 2009).

LA PROTEINA Y LA PRODUCCION
Se indica que durante la lactancia temprana es necesario un porcentaje de 16-18% de proteína
cruda por la vaca en la dieta; en la lactancia media se requieren niveles entre 14 y 16% de proteína
cruda y finalmente en la lactancia tardía dichos valores deben oscilar entre un 12 y 14% de
proteína cruda requerida (Jacobs & Hargreaves, 1999).

Tabla 1. Resultados en 6 hatos alimentados con raciones bajas en proteínas (Chase ,2016)

Si la dieta de vacas que producen 20 a 25 kg de leche contiene aproximadamente 16% de proteína


cruda, la mayoría de forrajes y concentrados tienen proteína adecuada. Sin embargo, si
la producción de leche aumenta, la proteína bacteriana en el rumen puede resultar insuficiente y
fuentes de proteína resistentes a la degradación ruminal pueden llegar a ser necesarias para
proveer la cantidad requerida de aminoácidos (Varga, 2007) .
Vacas lecheras de alta producción (produciendo hasta 40.5 litros) se pueden alimentar con
concentrados con 16% de PB o menos sin afectar la producción de leche o su composición.
Cuando se alimenta dietas bajas en proteína, debe prestarse mucho cuidado para equilibrar
energía y aminoácidos claves (2). En vacas de alta producción, la digestibilidad de fibra disminuirá
probablemente en dietas con PB menor que 16% [proteína degradable ruminal (PDR) menor o
igual al 10% de MS] y dietas con PB menor del 15% [deficiencia de proteína metabolizable (PM)
menor que 12%] y podrá resultar en baja producción de leche, producto de menor materia seca
consumida (MS) (Hristrov, 2014).
En la Tabla 1 recoge un resumen de los resultados de campo en USA donde la mayoría de los hatos
son de alta producción. En todas las granjas, la reducción dela PB en las raciones dio lugar a una
mejora de la eficiencia en el uso del N y a una disminución de los niveles de nitrógeno ureico de la
leche (MUN) y mejoró los ingresos sobre los costos de la alimentación, manteniendo a su vez la
producción de leche del rebaño (Chase, 2106).
Nótese que la producción de todos estos hatos es mayor de 36 kilos de leche y se usaron raciones
entre 14 a 16% de PB con forraje como mínimo 42% de la ración en MS. El hato A produjo 40 litros
de leche con una ración de solo 14,3% de proteínas. Se resalta también la importancia de la
proteína metabolizable en la ración, ya que el hato de mayor producción tiene los valores más
altos.
Bajar la PB en la ración de 17.5 16.4% no alteró la producción de leche de vacas con un promedio
de 45 a 49 kilos de leche por día (Wattiaux y Karg, 2004). Estudios recientes en la Universidad de
Cornell han informado la producción de leche de 40 a 50 Kgs por día usando ensilaje de maíz en
raciones que contienen de 14 a 15% de PB.(Recktenwald y Van Amburgh, 2006: Hofheer y col.
2010) .
Cuando el precio del maíz es bajo y el precio de los suplementos proteicos es alto, tiene sentido
económico alimentar menos proteínas. Los cambios dietéticos llevan el riesgo de disminuir la
producción de leche en vacas de alta producción, sin embargo, deben ser evaluados
cuidadosamente por un nutricionista antes de ser implementados.

LA PROTEINA Y LA FERTILIDAD
La fertilidad es una característica de baja heredabilidad, que por lo tanto depende en gran medida
de factores ambientales y de manejo. La nutrición, el sistema de estabulación, el clima y el manejo
en general juegan un papel fundamental para alcanzar las metas reproductivas. Los procesos
fisiológicos del organismo tienen diferentes prioridades nutricionales. En general, las funciones
reproductivas tienen una prioridad baja comparado a otros procesos como la lactancia. Por lo
tanto, bajo ciertos periodos de altas demandas nutricionales durante la lactancia, los nutrientes se
dirigen preferentemente hacia la glándula mamaria para la síntesis de leche, y otros órganos como
el útero o los ovarios se verán desprovistos de nutrientes esenciales. O sea a medida que se
deprime la nutrición se afecta primero la reproducción antes que la lactancia. Como resultado de
esta redistribución, pueden ocurrir desbalances hormonales, anestro, quistes ováricos, mortalidad
embrionaria y, por ende, fertilidad reducida. El impacto negativo del exceso de proteína, rica en
proteína soluble y proteínas altamente degradables ha sido bien documentada. Sin embargo este
tópico es aún controversial (Melendez y col,2011) .
Según NRC (2001), los requerimientos de proteína en vacas en lactancia incluyen las exigencias de
mantenimiento y de producción.
Se ha reportado que la producción de leche en la lactancia de la vaca y el consumo de materia
seca (CMS) pueden ser incrementados aumentando el consumo de proteína en la ración de
alimento (dietas con 17-19% proteína cruda) (Butler, 2000), pero si esta estrategia se aplicara, se
pueden generar efectos negativos sobre el desempeño reproductivo (Bindari y col., 2013; Butler,
1998; Santos, 2001).
Los carbohidratos fermentables en rumen juegan un papel importante en la eficiente producción
de proteína microbial (Butler, 2000). Cuando la disponibilidad de energía fermentable es limitada
o hay excesivas cantidades de proteína en la dieta, el amoníaco escapa del rumen vía porta para
llegar a hígado y ser convertido a urea, proceso por el cual se eliminan excesos de éste
componente.
Una de las situaciones de origen nutricional asociada a metritis es el exceso de proteína cruda en
la dieta. Las vacas requieren de un adecuado aporte de proteína. En el afán de suplir las
necesidades nutricionales y evitar las limitaciones de aminoácidos, se cae en el error de
suministrar excesos de proteína, trayendo como consecuencia una disminución de la eficiencia
reproductiva, debido a la relación de los altos niveles de proteína en la dieta con la falla
reproductiva específica (Campos y col, 2008)
Dependiendo de la severidad del déficit energético, el catabolismo tisular puede alcanzar
magnitudes exageradas y, si a él se suman los excesos de amonio formado por el déficit de energía
a nivel ruminal, es probable que fenómenos fisiológicos se conviertan en patológicos (Campos y
col, 2008).
La alta concentración de nitrógeno uréico en sangre genera una alta excreción de urea en leche y
orina (Roseler et al., 1993) y además afecta el ambiente uterino necesario para la sobrevivencia
del embrión (Butler, 2000; Santos, 2001, Campos 2008).
Hay una hipótesis que plantea que la concentración de LH, y por lo tanto de progesterona,
podrían verse afectadas por elevados niveles de proteína en la ración, tal vez no en forma directa
sino, por la deficiencia de energía que los excesos proteicos generan (Campos et al, 2008).
Cuando la cantidad de amoníaco de desecho supera la actividad excretora del hígado, la vaca
puede presentar una intoxicación. Además, se ha reportado que dietas con altas concentraciones
de PB tienen efectos negativos sobre la concentración de progesterona en plasma (Butler, 2000).
Altos niveles de PB en la dieta de vacas recién paridas altera las condiciones uterinas necesarias
para un óptimo desarrollo embrionario a través de la disminución del pH uterino, por medio del
incremento de los niveles uterinos de urea (Butler, 2000). Se ha descrito que existe una relación
inversa entre nitrógeno uréico en plasma y el pH uterino (Elrod & Butler, 1993).

EL VALOR DEL MUN


La urea contiene un 46% de nitrógeno, que al medirlo en sangre se lo denomina nitrógeno ureico
sanguíneo -NUS- y refleja el metabolismo de la proteína en los mamíferos. La urea se distribuye
rápido en los fluidos corporales, incluyendo la leche. El NUS se encuentra en un rango de 10 a 30
mg/dl de sangre. En la leche cerca de un 2 a 3% del nitrógeno total es nitrógeno ureico –MUN-
NUL- y tiene una alta relación con el NUS. Cuando el nivel de proteína en la dieta se encuentra
elevado, o cuando no hay suficiente energía -CNE- para darle un uso eficiente a la proteína a nivel
del rumen, los niveles de amonio y, por ende de urea, aumentan en sangre. Además existe una
variación diurna del NUS y el NUL, que alcanza su nivel máximo dos horas después de la última
comida. Por lo tanto, el momento en que se ofrecen las dietas es un factor preponderante sobre
los niveles de urea que el animal alcanzará en sangre y en leche, un factor a tener presente a la
hora de interpretar los análisis de urea en leche tanto a nivel individual como a nivel del tanque.
Las concentraciones de NUL no son simétricas entre las dos mitades del día, por lo que se
recomienda muestrear los animales siempre a la misma hora o durante el mismo ordeño para
evitar inconsistencias en los resultados. Además, los valores de urea varían de acuerdo al número
de lactancias, la raza y los días en leche del animal (Meléndez y col, 2011)
En un estudio en Wisconsin, EU, en que se utilizaron 400.729 registros de MUN provenientes de
77.178 vacas de 692 rebaños entre 1999 y 2001, se observó que la producción de leche afectó los
niveles de MUN en vacas lactantes. Los valores promedios de MUN fueron de 12,7, 14,6, y 14,4
mg/dL, con un 24, 45 y 42% de los registros con valores mayores a 14,5 mg/dL para las razas
Holstein, Jersey, y Pardo suizo, respectivamente. El MUN alcanzó su máximo nivel entre los 7 y 10
días en leche, para luego bajar hacia los 28 a 35 días en leche y aumentar otra vez luego de 45 días
en leche. Esto indica que son muchos los factores, tanto nutricionales como no nutricionales, que
inciden en los valores individuales de MUN en vacas lecheras (Meléndez, 2011).

CONSIDERACIONES PARA MEDIR MUN


Los valores de NUL provenientes de hatos de tres ordeños son mucho más representativos para
estimar el nivel de urea en el organismo que muestras obtenidas con menos ordeños. Se deberían
utilizar unas dieciséis vacas elegidas al azar para medir y obtener una interpretación valida de
cómo es utilizada la dieta por la vaca. Vacas alimentadas con dietas bien formuladas deberían
presentar cifras de NUL de entre 11,5 y 14 mg/dl. Valores mayores sugieren que el nitrógeno
dietario es utilizado en forma ineficiente y se requiere en forma inmediata un ajuste tanto en los
niveles de proteína, en especial de la degradable y soluble, como de energía. Por lo tanto, no es
fácil interpretar los resultados ni mucho menos establecer una relación definida entre el NUL y la
fertilidad del rebaño. A pesar de que se ha reportado una correlación negativa en forma
consistente, debemos considerar que otros estudios no coinciden y la interpretación de los valores
de MUN deben ser evaluados con cuidado (Meléndez y col, 2011).
En un reciente estudio canadiense se estimó una heredabilidad intermedia para MUN -0,38 a
0,41- y una mínima correlación con características de fertilidad. Sin embargo, en un estudio previo
en Ohio, se observó que vacas con MUN menor a 10,0 mg/dl tuvieron 2,4 veces más posibilidades
de quedar preñadas que vacas con valores mayores a 15,4 mg/dl mientras que vacas con MUN de
entre 10,0 y 12,7 mg/dl tuvieron 1,4 veces más posibilidades. En otro estudio estadounidense, a
través del análisis de 713 rebaños lecheros y 10.271 vacas lecheras se observó que los valores de
MUN dentro de cada rebaño presentaron una relación levemente negativa con la probabilidad de
concepción al primer servicio. A modo de ejemplo, se observó que el riesgo de concepción al
primer servicio disminuyó en dos a cuatro por ciento por cada 10 mg/dL de NUL. Sin embargo,
cuando el análisis comparativo se llevó a cabo entre los rebaños no hubo asociación entre el MUN
y la concepción. Esto sugiere entonces que el MUN está más relacionado a condiciones que
afectan la fertilidad individual de las vacas dentro de cada rebaño, y por lo tanto el manejo
reproductivo general dentro de cada rebaño es más determinante que las concentraciones de
MUN per se. Hecho este análisis, está claro que no debemos olvidar aspectos básicos del manejo
reproductivo del rebaño como una adecuada detección de celos e inseminación de las vacas antes
de responsabilizar a los niveles de urea en leche por los problemas de fertilidad dentro del rebaño.
Debemos ofrecerles un ambiente adecuado y de confort a las vacas, sin olvidar la buena sombra
en verano y evitar el barro en invierno. Debemos evitar al máximo las cojeras y alimentar en forma
adecuada a los animales. A partir de esto podemos utilizar en forma inteligente los niveles de urea
en leche para evaluar el manejo nutricional y alimentario, en especial lo relacionado a los aportes
de proteína y energía presentan una elevada correlación con los niveles de urea en leche a nivel
individual de vacas. Así, esta herramienta rápida, barata y eficaz nos permite evaluar en mejor
medida el estado nutricional del rebaño (Meléndez y col, 2011).
En un estudio de 116 hatos Holstein de Antioquia encontraron una concentración de MUN a los
30 días después del parto de 15.4mg/dL, a los 120 días subió a 17.3mg/dL y a los 300 días subió
a18.7mg/dL. La mayoría de las fincas presentaron concentraciones de MUN entre 14 y 18 mg/dL
y los valores altos de MUN se relacionaron con reducciones en la eficiencia reproductiva y con
bajas tasas de preñez (Cerón y col, 2014).
Fedin et al en 2015, balanceando la proteína metabolizable en una dieta con aminoácidos
protegidos, lograron producciones de 44.8 litros con dietas de 13,7% de proteínas, igualando
dietas del 18% de proteínas. El MUN bajó de 13.7 a 11.3 y el consumo no se vio afectado.
Importante proporcionar buen nivel energético para asegurar una eficiente utilización del
nitrógeno ruminal.
En un estudio en trópico alto antioqueño, los niveles de MUN encontrados promedio fueron de
18.8 mg/dl , que están por encima del límite máximo deseable para este parámetro.
Adicionalmente, la relación entre MUN y el contenido de proteína es negativa, por el contrario, la
relación entre MUN y contenido de grasa es positiva. El estudio permitió concluir que la grasa y
proteína de la leche así como los efectos: número de partos, época y año de parto, municipio,
finca, grupo racial, periodo de lactancia, días en lactancia, día de la semana estuvieron
relacionados con la variación de los niveles de MUN (Montoya et al, 2017). Este estudio demuestra
la ineficiencia del uso del N en vacas lecheras.
Un reciente meta análisis de otras investigaciones indican un efecto positivo de Metionina y lisina
como aminoácidos co-limitantes en vacas lecheras y sugiere que a Leucina, Triptofano, y
Threonina se les da una mayor importancia en futuras investigaciones (Lean , y col 2018)
Una investigación muy reciente en vacas lecheras comparó una dieta baja en proteínas (12% de
proteína bruta) con aminoácidos protegidos, con un grupo de control alimentado con una dieta
alta en proteínas (16% proteína bruta) sin aminoácidos protegidos. La metionina protegida en la
dieta baja en proteínas mejoró el rendimiento de la leche y la proteína de la leche. La co-
suplementación de los cuatro aminoácidos protegidos aumentó el rendimiento de la leche y la
lactosa al nivel de la dieta alta en proteínas y aumento el nivel de proteínas en leche a la dieta
baja en proteínas suplementada con metionina protegida (Zhao et al, 2019).
CASO COLOMBIANO.
Es lógico pensar que si las investigaciones extranjeras con súper vacas han podido reducir la
proteína en las dietas, porque acá no podemos hacerlo con el biotipo de ganado con que
producimos.
En Colombia son muy pocos los hatos considerados como de alta producción (+40 lts), y están
ubicados en el trópico alto. La lechería especializada se desarrolla principalmente en el trópico
de altura (> 2000 msnm) donde las temperaturas medias son más bajas (10-20°C) y la calidad de
las pasturas es mejor (Carulla et al, 2015).
Las pasturas utilizadas en los sistemas de producción de lechería especializada en el trópico alto de
Colombia se caracterizan por su alto contenido de proteína cruda (PC) y bajo contenido de
carbohidratos no estructurales -CNE (Gaitán y Pabón, 2002).
Durante varias décadas el pasto kikuyo (Pennisetum clandestinum Hoechst. Ex Chiov.), se ha
constituido en la base de la alimentación de los sistemas de producción lechera especializada en
Colombia (Carulla et al 2004).
El contenido promedio de PB en este pasto para Antioquia es de 20.5% (Correa, 2008), entre 9.9 a
25.8% (Vargas et al , 2018) , valores de 11 a 15.8% para Apráez y Moncayo (2000) en el
departamento de Nariño y con valores de 22.9% reportados por León et al (2007) en el
departamento de Cundinamarca (Correa, 2008). Estos valores son ligeramente más altos que el
requerimiento para vacas Holstein de alta producción al inicio la lactancia (NRC 2001) lo que indica
que en general, el pasto kikuyo aporta más proteína que la requerida por los animales a lo largo
del periodo productivo. El alto contenido de proteína en este pasto se debe a que normalmente
es sometido a intensos programas de fertilización nitrogenada (Carulla 1999, Rodríguez 1999) y es
pastoreado a edades más cortas que en el pasado (Laredo y Mendoza 1982).
Estudios de caracterización de sistemas de producción lechera en el país sugieren que las
producciones por animal día en este forraje oscilan entre 8 a 12 lts/an/día (Carulla et al, 2014).
La lechería especializada se desarrolla principalmente en operaciones pastoriles en el trópico de
altura con pasturas de Kikuyo, donde la raza predominante es la Holstein Friesian. Los promedios
de producción de leche en este sistema están entre 12 a 14 L/d con una carga animal entre
1 y 2 vaca/Ha. La lechería doble propósito se desarrolla a pastoreo principalmente en el trópico
bajo (>1200 msnm) y medio (1200 a 2000 msnm), usando vacas cruzadas (Bos indicus × Bos
taurus). El ordeño se hace una vez al día con el ternero al pie. Éste toma la leche residual y pasta
con su madre hasta medio día o media tarde. La producción de leche es muy baja (3 a 5 L/d) y las
lactancias son cortas (<280 d), con costos unitarios más bajos de producción (Carulla et al , 2016).
En un estudio realizado en 2015 y 2016 se midieron 1252 lactancias para trópico alto y 1226 para
trópico bajo. La raza predominante en trópico alto es el holstein y en trópico bajo cruces de Taurus
x indicus. Los resultados se muestran a continuación en la tabla 2.

Tabla 2. Producción de leche en hatos de trópico alto y Medio-bajo en Colombia (Osorio, 2016)
Parto 1 Parto 2 Parto 3 Parto 4-6
TROPICO ALTO, 1252 lactancias
Pico de producción litros/vaca/dia. 29 34.9 37.8 38.6
Prod. Total litros 7083 8062 8687 8962
TROPICO MEDIO-BAJO,1226 lactancias
Pico de producción litros/vaca/dia. 17.1 21.8 23.6 24.3
Prod. Total litros 4025 4875 5291 5524

En el mismo estudio, se muestra que solo el 11% de las vacas de trópico alto están en un rango de
producción de 25 a 30 litros, y el 51% de las vacas de trópico medio-bajo están entre 20-25 litros.

Datos de investigaciones en Cornell concluyen que vacas de hasta 40.8 litros pueden alimentarse
con raciones balanceadas de 16.5% de PB o menos (Chase , 2016). ¿Sera necesario 18% de PB para
alimentar nuestros hatos? . Es discutible. Bajo este panorama se justifica el uso de raciones más
bajas en proteínas y más energía que las convencionales de las plantas de alimentos.

Si mencionamos los raigrases y los tréboles, los valores son superiores y si consideramos que hay
muchos ganaderos que usan nitrógeno no proteico en sus dietas el panorama es más crítico.
La calidad nutricional de estas especies e híbridos varía entre ellas pero de manera general se
puede afirmar que tienen menos FDN (45-55%) y FDA (20-35%) que el kikuyo. Esto implica que
tienen un mayor valor energético y potencial de consumo (Carulla et al).
Para trópico bajo y medio el pasto más común es la estrella africana que reporta valores entre 10-
14% de PB para el Valle del Cauca (Morales et al, 2016) y entre 14.8 y 22.7% en Valle y eje
cafetero (Osorio, 2016).
Avellaneda y col. en 2018, cambiaron suplementos comerciales de 18 a 21% de PB a valores tan
bajos de 8-13.2% PB en tres hatos de trópico alto colombiano. En la tabla 3 se muestran las dietas
ofrecidas y el control o testigo. En la tabla 4 se muestra que la suplementación a mínimo costo,
con bajas concentraciones de PB, no afectaron la producción, ni la calidad composicional de la
leche, y redujo la excreción de nitrógeno vía leche en 9.5 % en promedio.
La utilización de suplementos bajos en proteína, formulados a mínimo costo con recursos
disponibles a nivel local, redujeron los costos por suplementación entre 5.1 y 19.4 %.
Tenemos también la experiencia en hatos en la zona del Quindío que han implementado el uso de
suplementos energéticos con 14% de PB, mejorando los litros libres, la eficiencia alimenticia, el
MUN y los costos de producción en más de 20% (Oviedo, datos no publicados).
Aquí entra a jugar el factor económico; si el precio del litro de leche es inferior al del kilo de
concentrado la rentabilidad del sistema es cuestionable (Henríquez, 2010).

Tabla 3. Composición nutricional de los suplementos evaluados. (Avellaneda y col, 2018)

Tabla 4. Resultados de producción de leche, grasa , proteínas , sólidos y NUL de vacas sometidas
a bajos niveles de proteínas en trópico alto(Avellaneda y col , 2018)
PRECAUCIONES AL CAMBIO.
Para Hristov de la Universidad de Pensilvania, los 3 aspectos claves a controlar son el porcentaje
de proteína en leche, el nivel de nitrógeno ureico en la leche y la producción de leche (10).
Existe una fuerte variabilidad en la composición de la ración diaria en hatos lecheros comerciales.
Si bajamos la PB en la ración debemos tratar de mantener la composición de la dieta original
formulada como sea posible. Los cambios en la MS del forraje , su calidad/digestibilidad y
contenido en PB, la adición de subproductos no analizados, o deficiencias de nutrientes esenciales,
particularmente energía, todos tendrán un gran impacto en la cantidad de proteína que está
siendo consumida por las vacas o sus requerimientos de proteína y por lo tanto puede tener un
efecto negativo en la producción de leche o su composición. Por ejemplo, las dietas con una
concentración de PB del 16% o menos no son escasas en granjas comerciales. Es muy común
encontrar granjas con suplementos por debajo del 16% y en algunos casos el 14% y menos.
Es evidente que cuando los precios del concentrado suben, las dietas pueden llegar a niveles
críticamente bajos de PB que pueden limitar la producción en algunos rebaños en especial los de
alta producción. La proteína en la dieta no debe ser reducida en dietas que no cumplen con los
requerimientos de las vacas para otros nutrientes, particularmente energía.
El primer factor y más importante para la exitosa reducción de proteína dietética cerca o por
debajo de los requisitos de PM del animal es mantener el equilibrio de la energía neta o
aumentarla ligeramente por encima de los requerimientos.
Los aminoácidos son inevitablemente utilizados para síntesis de glucosa por la vaca, pero su papel
como fuente de energía para mantener la producción, convierten a la energía en lo más
importante si la dieta es deficiente. Las vacas recién paridas de alta producción, son otro ejemplo
de que la proteína en la dieta no debe ser reducida, y de hecho, algunos datos sugieren que debe
aumentarse (Hristov, 2015).
Mientras que el exceso de proteína en la dieta puede afectar la reproducción y puede aumentar
las cojeras, no hay evidencia que indique que reducir los niveles de PB en la dieta a alrededor de
140 a 150 g de PC / kg de MS tengan algún efecto perjudicial sobre la fertilidad o la salud de las
vacas. Modelos contemporáneos que estiman los requisitos de PM de las vacas lecheras pueden
requerir ajuste y validación adicional para predecir respuestas con dietas bajas en PB (Sinclair et al,
2014).
El suministro de energía y aminoácidos esenciales para una adecuada producción de proteína
microbial parece ser la forma más adecuada de disminuir la proteína en la ración total (Parrot,
2018).
Dietas bajas en proteína pueden mejorarse con la suplementación de aminoácidos, especialmente
los limitantes para la producción de leche. La metionina es considerado el primer aminoácido
limitante para las vacas lecheras. En algunas situaciones, es muy probable que con dietas altas en
maíz, sea la lisina el aminoácido limitante. Datos recientes han demostrado que histidina puede
ser también un aminoácido limitante en dietas de maíz ensilado/alfalfa, deficientes en PM.
Ensayos a largo plazo demostraron que la suplementación de estas dietas con niveles crecientes
de histidina mejoraron la producción de leche, el % de PB en leche y la rentabilidad, y el consumo
de MS (Chase, 2016).
La alimentación de vacas lecheras con baja PB reduce la entrada de nitrógeno, mejora la eficacia
de la utilización de nitrógeno y reduce las pérdidas de nitrógeno del estiércol. Los productores de
leche están interesados en no sobrealimentar proteína sobre todo para reducir los costos de
producción (Avellaneda y col, 2018).
El reto del sector lechero colombiano es aumentar la productividad a costos razonables y
lograr un mayor número de productores altamente productivos con bajos costos (Carulla, 2015).
A los precios de Agosto de 2019, los costos de formulación entre un balanceado de 16 a18% de PB
se incrementan promedio en 17% aproximadamente y de 14 a 18% de PB en 20%, y este costo se
traslada al precio público. “Mientras el precio de la leche subió apenas el 3.23 %, el de los
alimentos concentrados se incrementó casi tres veces, es decir, el 9 % en el 2018”, recalcó un
ganadero colombiano (2).
Estas intervenciones dietéticas siempre llevan el riesgo de disminuir la producción de leche, sin
embargo, deben ser evaluados cuidadosamente por un nutricionista antes de ser implementadas
correctamente.

CONCLUSIONES
Existe evidencia científica comprobada que vacas alimentadas con el tipo de pastos que
manejamos en el clima frío requieren casi exclusivamente de suplementos de tipo energético,
materias primas como el maíz, sorgo, papa y yuca serían los indicados en un programa de
suplementación, en la actualidad un kilo de maíz es más barato que un kilo de concentrado
comercial (Hernández, 2010).
Ganado lechero no tienen un requerimiento de PB, pero necesita aminoácidos absorbibles para
satisfacer requerimientos para apoyar la lactancia, el embarazo, el mantenimiento y el
crecimiento. Una manera biológicamente más correcta para balancear raciones está utilizando el
enfoque de PM. Esto lo describe más detalladamente Varga (2007).
Reducir la PB en las dietas requiere mucho cuidado para asegurar que las respuestas de
rendimiento lechero al incluir dietas con menos de 15% de PB. La estrategia debe dirigirse a
optimizar la síntesis de proteína microbiana y la proteína metabolizable sin reducción en la
producción de leche y el consumo de MS. También debe prestarse mucha atención a la naturaleza
y el nivel de las fuentes de energía fermentable y no fermentable en dichas dietas. La leche
corregida en grasa y la proteína láctea responden muy bien al aporte de los aminoácidos
esenciales lisina y metionina para integrar la proteína metabolizable. Las respuestas pueden ser
mayores en el inicio de la lactancia pero actualmente se necesita más investigación en estas vacas
de mejor producción con el uso de baja PB. Por último, no hay efectos perjudiciales en fertilidad y
salud al alimentar con dietas bajas en PB.
Los niveles de proteína en la dieta para las vacas lecheras en lactancia podrían reducirse a un
mínimo de 14% de proteína cruda (PC) con poca o ninguna pérdida en el rendimiento y la calidad
de la leche, siempre que se tenga en cuenta la composición de la dieta con respecto al nivel y
naturaleza del forraje y la inclusión de concentrados. Sin embargo, predecir las respuestas del
rendimiento de la leche a los bajos niveles de PC en la dieta se complica por la escasez de datos
que existen para las vacas lecheras contemporáneas de alto rendimiento, particularmente para los
sistemas de alimentación del Reino Unido. Por lo tanto, se requiere más investigación para
cuantificar mejor las respuestas de producción a los bajos niveles de PC en la dieta,
particularmente durante la lactancia temprana. Mientras tanto, se debe tener precaución al
formular dietas bajas en PC para vacas lecheras (DairyCo, 2103)
La investigación adicional es necesaria, pero ya tenemos unos hatos de la zona cafetera que nos
indican que muchos ganaderos tienen una oportunidad para reducir los niveles de PB en la ración
sin alterar la producción de leche y sus componentes. Sin embargo los cambios deben hacerse con
precaución teniendo en cuenta los siguientes puntos:

1. Es su hato candidato para una proteína más baja? Que producciones y picos tiene?
2. La ración actual tiene una proteína mayor del 16%.
3. Tiene un MUN mayor que 14 o 16 mg/dl?
4. Es constante en su programa de manejo de la alimentación? Maneja las etapas? Hace
suplementación desafiante en recién paridas? Este factor puede llevar a conclusiones erradas.
5 Conoce usted la composición en PB de sus forrajes? Los fertiliza? Más PB en los forrajes le
permitirá menos PB en el suplemento.
6. Como productor lechero cree que este enfoque funcionará?
7. Tiene la asesoría suficiente de un nutricionista con experiencia para monitorear las posibles
respuestas a los ajustes en los niveles de PB?
8. Monitorear los resultados. Lleve registros completos para calcular días en leche, los litros libres ,
la eficiencia alimenticia y la productividad.
9. El balanceado a usar debe ser rico en energía, aminoácidos esenciales, almidones y azucares y
que aporte una adecuada proteína metabolizable.
10. Que manejo nutricional usa con vacas de primer parto?

Creo que muchos de nuestros hatos colombianos y latinoamericanos tienen el potencial para
reducir las concentraciones de ración PB al menos 2 a 4 unidades sin afectar la producción de
leche, la salud y la fertilidad. Tenemos varios hatos en la zona cafetera que están haciendo el
cambio con buenos resultados, disminuyendo el MUN y con una economía en la suplementación
del 20% o más (Oviedo, Datos no publicados).
Si el precio del litro de leche es inferior al del kilo de concentrado la rentabilidad del sistema es
cuestionable. Somos producto de un país en donde la investigación formal en el sector pecuario
desapareció hace años, lo cual ha repercutido en una enseñanza universitaria basada en
resultados de investigación provenientes de países con economías agrícolas altamente
subsidiadas y con un medio ambiente muy diferente al nuestro, lo cual hace que lo que allá
funciona, posiblemente aquí no se pueda aplicar (Henríquez, 2010). Es necesario producir nuestra
propia investigación.

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