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TEOLOGÍA MORAL FUNDAMENTAL

Apuntes

Primera unidad

EL MENSAJE MORAL BÍBLICO

El Cardenal William Levada, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica, en su


presentación al documento “Biblia y moral” decía que para “los cristianos, la Sagrada Escritura
no es solamente la fuente de la revelación, base de la fe, sino también el imprescindible punto
de referencia de la moral. Los cristianos están convencidos que, en la Biblia, se pueden
encontrar indicaciones y normas para actuar rectamente y para alcanzar la vida eterna”1. Sin
embargo, se habrá de considerar que la moral en la vida del creyente ocupa un segundo lugar,
no un lugar secundario, pues el primero lo ocupa la experiencia de Dios. Lo inicial y fundante
es la iniciativa de Dios que ha llamado al ser humano a la existencia, lo ha llamado a una
particular relación con su Creador y, por supuesto, a una alianza2.

Todos los actos y las formas con las cuales Dios se revela tienen una dimensión moral,
pues exigen y esperan de toda persona su conformidad con el modelo divino, en el
pensamiento y las obras: “Sed santos, porque yo el Señor vuestro Dios, soy santo” (Lv, 19, 2),
o bien en el Nuevo Testamento: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt
5, 48).

1
Presentación del Documento de la PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral. Cf. SCHNACKENBURG, RUDOLF, El
Mensaje Moral del Nuevo Testamento, vol. I, 22
2
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 4

1
Aunque se divide la Sagrada Escritura en dos partes, es comprensible la estrecha unidad
de ambas. Toda la revelación se encamina y culmina en Cristo. En el corazón de la Nueva
Alianza, Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14, 6). Condensa en su persona
y en su misión toda la dinámica liberadora de Dios y también, en un cierto sentido, toda la
moral, como don de Dios y camino para alcanzar la vida eterna3.

1.1. En el Antiguo Testamento

1). “… a imagen y semejanza”

La Biblia nos presenta a Dios como Creador de todo lo que existe, esto especialmente
en los primeros capítulos del Génesis y en una serie de Salmos. Sin embargo, en este punto,
habrá de considerarse, el hecho de la creación del ser humano, como creatura imagen y
semejanza de Dios (cf. Gn. 1, 26). Según el orden del texto (Gn. 1,1-31), el hombre aparece como
la meta de la creación, presentando así un programa de antropología teológica del cual se
desprenden algunas características:

a). La racionalidad, es decir, la capacidad y la obligación de conocer y de comprender el


mundo creado. El ser humano es capaz y está obligado a buscar el proyecto de Dios, así
como a discernir su voluntad para poder actuar justamente.

b). La libertad, la cual implica la capacidad y el deber de decidir, así como la responsabilidad
sobre las decisiones tomadas. En Gn. 3, 22, después del pecado, Dios dice “El hombre se ha
vuelto como uno de nosotros, debido al conocimiento del bien y del mal”.

c). La capacidad de actuar en conformidad con Aquel del que la persona humana es
imagen, es decir, sabia y benévolamente se debe usar y disfrutar la naturaleza creada.

3
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 6.

2
Acercarse a la naturaleza con fines de lucro y explotación, sería ir en contra del equilibrio y
la armonía determinados por Dios. Dios, la creación y el ser humano se encuentran
íntimamente unidos, de modo que la antropología se comprende mejor en relación con la
teología y la ecología.

d). La dignidad de ser una persona, un ser “relacional” capaz de con-vivir con Dios y con
los demás seres humanos.

e). La santidad de la vida humana4. El reconocimiento y la alabanza del Creador, el debido


respeto a todo lo creado, iniciando por su propia persona, y la relación en la caridad con
los demás, son base en la actitud que se espera de todo individuo.

Algunos salmos señalan también el orden moral que el hombre habrá de observar en
todas sus actitudes. El esplendor, el orden y la belleza de la creación conducen a un profundo
reconocimiento de Dios de donde brotará la alabanza y adoración. Queda de manifiesto el
trabajo que compete a la humanidad en el mundo: “lo hiciste de las obras de tus manos, todo
lo pusiste bajo sus pies” (Sal. 8, 7).

2). La Alianza con los Patriarcas

La creación ha sido el don inicial de Dios, primero de muchos más. Su bondad se ha


volcado hacia todas sus criaturas y especialmente hacia el pueblo de Israel a quien eligió y con
quien estableció una alianza, considerada como la relación inesperada entre Dios y el Pueblo,
sobre la que se finca toda la vida religiosa y moral de Israel, de donde nacen deberes y
derechos de mutua solidaridad5.

El Dios YHVH que se presenta en el evento fundador del Pueblo de Israel, lo hace en
formas diferentes: acompaña, libera, dona y reúne. Acompaña a su pueblo en el camino por el
desierto, lo guía y le hace sentir su presencia por medio de Moisés, del Ángel, de la nube, etc.
(cf. Ex. 14, 19-20); lo libera del yugo de la opresión egipcia y de la muerte; se dona, primero a sí

4
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 8.11.
5
Cf. KOCH, R., Morale e Alleanza, 101, citado en: LAGE, FRANCISCO, Ley y Alianza. Autonomía de la ética en el
pensamiento del Antiguo Testamento, 11; en AA. VV., Perspectivas de Moral Bíblica.

3
mismo como su Dios y le ofrece el “camino” para permanecer en comunión con Él; y lo reúne
para formar un solo pueblo entorno a un proyecto común (ekklesia) de alianza6.

En aquel tiempo, las alianzas entre las personas y los pueblos eran comunes. Se
establecían contratos, pactos de amistad, acuerdos convencionales de apoyo. Sin embargo, el
sentido de la alianza entre YHVH e Israel es muy diverso porque además de ser un trato muy
desigual entre Uno y un Pueblo, era Dios y una comunidad humana. Se ha dicho que “la idea
de la alianza ha sido un recurso útil para explicar fácilmente los términos de una relación
difícil”7.

La alianza entre YHVH e Israel se sustenta en dos principios:

a). La Gracia, pues YHVH es quien toma y preserva la iniciativa de la relación; aun siendo
principio de la alianza es el garante de la misma; la gracia es el don que Dios ofrece de sí mismo;
además es Él quien asume el mayor costo y restituye la alianza cuando Israel la ha
quebrantado; y

b). La Ley, como el medio, muchas veces llamado “camino” ético-cultual a través del
cual el israelita permanecerá como aliado de YHVH. Es la respuesta y el compromiso de vida
del pueblo y de cada uno de los hombres.

El libro del Deuteronomio señala la fórmula que se volvió en el Pueblo de Dios clásica al
estipular el fundamento de la alianza: “YHVH será tu Dios y tu seguirás sus caminos” (26, 17).
De este modo nace la moral revelada o, también llamada, “moral en situación de alianza”. Así
el camino para alcanzar una debida relación con Dios, los hombres y la creación, es un don de
Dios, totalmente gratuito que, una vez ofrecido, interpela a la libertad del ser humano,
volviéndose una correspondencia a Quien primero se entregó para rescatar y formar un
pueblo8.

6
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 16.
7
LAGE, FRANCISCO, Ley y Alianza. Autonomía de la ética en el pensamiento del Antiguo Testamento, 11; en AA. VV.,
Perspectivas de Moral Bíblica.
8
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 19.

4
Resumen de Jeremías 31, 31-34:

Queda de manifiesto que la moral del Antiguo Testamento es mucho más que un
código de comportamientos y actitudes; es un “camino” (derek) revelado y regalado, de
donde se derivan dos consecuencias9:

a). En sentido bíblico, este “camino” habrá de concebirse como la Ley, don de Dios,
pues ha sido fruto de su iniciativa; Ley que busca para el hombre salvaguardar la relación de
reconocimiento y agradecimiento a Dios, la relación con los demás y la propia dignidad
personal. “Hay, pues, que «caminar en la ley del Señor» (Sal. 119, 1), a fin de mantenerse en su
alianza y de avanzar hacia la luz, hacia la paz, hacia la vida (Bar. 3, 13s) La Ley es el verdadero
camino del hombre, dado que es el camino de Dios”10.

b). A este “camino” moral no se llega sin preparación. El ofrecimiento de la Ley se


encuentra inserto en un proceso de salvación, liberación. Aunque es importante la moral
revelada, sin embargo, no ocupa el primer lugar, pues ella se deriva de una experiencia de Dios,
del encuentro y conocimiento de Dios por parte de cada persona11.

9
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 20.
10
LÉON-DUFOUR, XAVIER, Vocabulario de Teología Bíblica, voz: camino.
11
Cf. BAUER, JOHANNES, Diccionario de Teología Bíblica, voz: camino. Cf. BRIEND, JACQUES, El Pentateuco, 43.

5
Resumen de Ezequiel 7, 5-8:

La narración del Diluvio permite descubrir que la purificación estará en proporción al


daño que el pecado causó. “La tierra estaba corrompida en la presencia de Dios; la tierra se
llenó de violencias. Dios miró a la tierra y vio que estaba viciada, porque toda carne tenía una
conducta viciosa sobre la tierra” (Gn. 6, 11-12). Sin embargo, Dios estableció una alianza
después del Diluvio con Noé, con su familia, con su descendencia y con todo ser viviente12.
De donde se puede concluir que:

a). En el ámbito de la creación. La corrupción y la violencia humana presentan


graves consecuencias sobre el hábitat, el medio ambiente. Llegan a propiciar un caos
en la obra creadora de Dios (cf. Os. 4, 2-3). Al hombre se le ha encomendado la
administración de los bienes creados. Él sabe que debe respetar cualquier tipo de vida
porque ahí se manifiesta el don de Dios, sabiendo que regirá sobre ellos y podrá servirse
para el alimento de él y sus hijos.

b). En el ámbito de la antropología. El hombre puede preservar intacta su


dignidad de “imagen de Dios” frente a la corrupción (cf. Gn. 9, 6)13.

12
Cf. BRIEND, JACQUES, El Pentateuco, 50.
13
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 22.

6
3). Las dimensiones de la Alianza

La alianza donada por el Señor presenta tres dimensiones: una promesa, una
responsabilidad y una ley.

1). La promesa es aquella de la tierra (Gn 15, 18; 17, 8; 28, 15) y de la descendencia,
promesa que en su momento fue dirigida a Abraham, después a Isaac y por último a Jacob (cf.
Gn 17, 15-19).

2). La responsabilidad de Abraham y, después, de todos los pueblos. Dios ha querido


que la alianza llegara a establecerse con todas las naciones. Abraham y su clan serían, al mismo
tiempo, los destinatarios y mediadores de la misma ante las generaciones futuras. Es claro el
ejemplo que el texto del Génesis relata, Abraham es mediador a favor de Sodoma, esperando
de Dios el perdón y de los hombres, la justicia.

3). La debida observancia de la alianza, por parte de los hombres, será el cumplimiento
de la ley. “En efecto yo lo he elegido y mandará a sus hijos y a su descendencia el cuidado del
camino del Señor y a actuar con justicia y derecho” (Gn. 18, 19).

4). El decálogo

En el Antiguo Testamento, la más importante experiencia de la alianza se tiene en el


Sinaí. Es propiamente donde Dios establece la Alianza con el Pueblo ya inicialmente
constituido. Hasta entonces habían sido grupos, tribus y familias en dispersión por la
experiencia de esclavitud en Egipto. Como pueblo se necesitaba un código de convivencia,
como aliado de Dios, se debía seguir un determinado “camino” de respuesta a la elección. Fue
coyuntural, ciertamente, establecer la Alianza, pues no se hubiera podido en Egipto, bajo la
opresión y la restricción, en un ambiente disgregado, se requería la libertad y autonomía
indispensables, así como la congregación de pueblo, diferente de la vida de clan o de semi
nómadas14.

14
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 24-25.

7
Las “diez palabras” manifiestan con acierto el contenido sustancial de la Alianza del
Sinaí. Existen dos redacciones que recogen lo fundamental del Código Deuteronómico: La
redacción del libro del Éxodo 20, 1-17 y la del Deuteronomio 5, 6-21.

El Decálogo ha sido considerado desde dos vertientes: Primero, como un código de


ética inicial; segundo, como una legislación potencialmente rica.

Como Código de ética inicial, los exégetas señalan tres características:

a). Las prohibiciones ofrecen con claridad: acciones exteriores, verificables,


observables, incluyendo los dos últimos mandamientos que hablan sobre el deseo, que para
la persona en conciencia sí son verificables y observables.

b). En el contexto histórico el Pueblo que recién había dejado Egipto y comenzaba a
existir, requería de una legislación básica y fundamental para garantizar en parte la
convivencia de las personas.

c). La mayoría de los mandamientos poseen una formulación negativa, como un


método para señalar y dejar con suficiente evidencia la abstención que las personas y las
comunidades debían hacer de aquello que resultaba potencialmente dañino15.

El Decálogo posee características precisas para fundamentar una reflexión moral. Por
una parte, es deontológica, es decir, pertenece al grupo de los códigos que señalan las
obligaciones morales; y, por otra, es axiológica, porque cada prohibición se encuentra
debidamente sustentada en valores, sin perder por ello su intención legislativa, sino ganando
ante todo la profundidad sin límites en la propia conducta16. Si tuviéramos que transportar los
diferentes mandamientos a valores, diríamos que considera: “El Absoluto, la reverencia
religiosa, el tiempo, la familia, la vida, la libertad, etc.. Así, se puede afirmar que son tres los
valores verticales señalados:

• El culto al único Absoluto;


• El respeto por la presencia y la misión de Dios en el mundo; y

15
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 26.
16
Cf. CALLE ZAPATA, FLAVIO, La Sagrada Escritura, alma de la Teología Moral, 118ss.

8
• La valorización de la dimensión sagrada del tiempo.

Y, siete los valores horizontales:

• La honra a la familia;
• La promoción del derecho a la vida;
• La unidad de los cónyuges, marido y mujer;
• La defensa del derecho personal de ver respetada la propia libertad y dignidad;
• El cuidado de la fama personal y ajena;
• El respeto por las personas; y
• El respeto de la propiedad privada.

Resumen de Jeremías 7, 3-9:

El Decálogo puede ser estudiado, igualmente desde una perspectiva jurídica,


considerando que cada valor es un derecho a proteger:

a). El derecho a una relación religiosa con Dios;

b). Derecho al respeto de las creencias y símbolos;

c). El derecho a la libertad de la práctica religiosa y, en segundo lugar, al reposo, al


tiempo libre y a la calidad de vida;

9
d). El derecho de las familias a políticas justas y favorables, el derecho de los hijos a
recibir la debida atención de parte de sus padres;

e). El derecho a la vida (a nacer) y el respeto de la misma en cualquiera de sus etapas (a


crecer y morir de modo natural);

f). El derecho de toda persona a elegir al cónyuge, así como el derecho a la estabilidad
(emocional, afectiva, humana);

g). El derecho al respeto por las libertades civiles (integridad corporal, elección de vida
y oficio);

h). El derecho a la reputación, al respeto de la vida privada, a una información no


deformada;

i). Derecho a la seguridad y a la tranquilidad doméstica y profesional, y, en un segundo


lugar, el derecho a la iniciativa y a la acción; y

j). El derecho a la propiedad privada (garantía de protección civil de los bienes


materiales).

5). Los profetas

El justo comportamiento moral es un tema común, abundante y recurrente en todos


los profetas. No presentan sistemáticamente dicho mensaje moral, puesto que según fueron
sucediendo los acontecimientos y las necesidades del pueblo, se recordó y predicó la
enseñanza divina. El mensaje moral de los profetas parte de las normas establecidas en el
Decálogo como respuesta que el Pueblo debía dar a la Alianza pactada con YHVH17.

“Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma:


me han resultado un gravamen que me cuesta llevar…
Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos,
quitad vuestras fechorías de delante de mi vista,
desistid de hacer el mal,
aprended a hacer el bien, buscad lo justo…” (Is. 1, 14ss).

17
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 36.

10
“Voy a traer la desgracia a este pueblo,
como fruto de sus pensamientos,
porque a mis razones no atendieron,
y por lo que respecta a mi Ley, la desecharon” (Jer. 6,19).

“… endurecieron su corazón como el diamante para no oír la Ley


y las palabras que Yahvé Sebaot había dirigido por su espíritu,
por medio de los antiguos profetas” (Zac. 7,12).

Entre las cuestiones morales más sobresalientes que contiene el mensaje de los
Profetas, se pueden ubicar los siguientes:

a). Anuncio de Yahveh y denuncia de la idolatría. Frente al primer mandamiento del


Decálogo, los israelitas se vieron tentados a darle la espalda a Yahvéh. No solo a través del
culto a los Baales o dioses extranjeros, sino también por el lugar que dieron a los bienes de
este mundo, al poderío de los hombres y al mismo Templo de Jerusalén18.

Resumen de Jeremías 7, 1-22:

b). La justicia en el ámbito social. Aunque ya antes en Israel como en los Pueblos vecinos
se luchaba por la justicia entre personas e instituciones, sin embargo la predicación de los

18
SICRE, JOSÉ LUIS, Profetismo en Israel, 367ss.

11
profetas hizo constantemente hincapié en diferentes aspectos del legítimo derecho a
observarse en toda actividad humana. Entre los temas más recurrentes se encuentran:
- la aplicación de la justicia de parte de las autoridades;
- el justo ejercicio del comercio;
- la injustificada costumbre de la esclavitud;
- el deber de ofrecer un salario justo;
- el afán por las riquezas frente a la grave necesidad de los demás;
- etc.19.

c). Congruencia entre culto y vida. Se tenía la certeza de que la fe a profesar no


implicaba sólo un asentimiento personal, sino también una forma de vida coherente con los
principios de la Alianza. La explicación del profeta Amós es evidente, pues él encuentra un
culto floreciente, no se escatiman los diezmos ni los sacrificios y festividades, sin embargo,
también son claras las tremendas injusticias que se tienen en el comercio, hacia los más débiles
y en el litigio de causas comunes20.

Resumen de Amós 5, 21-24:

d). Visión profética de la historia. Los profetas observan y analizan todo


acontecimiento, de forma que encuentran un llamado a continuar, a mejorar o en definitiva a
cambiar la manera de proceder. Lo que hoy se ha llamado los signos de los tiempos. La historia

19
SICRE, JOSÉ LUIS, Profetismo en Israel, 387ss. Cf. RUIZ, GREGORIO, La ética profética, en AA. VV., Perspectivas de
moral bíblica, 79ss.
20
SICRE, JOSÉ LUIS, Profetismo en Israel, 423ss. Cf. ID., Con los pobres de la tierra, 129ss.

12
confrontada con el mensaje de Dios, es una voz profética que se habrá de tener en cuenta (cf.
Is. 7, 1-17)21.

6). Los sapienciales

La literatura sapiencial recoge la enseñanza que a lo largo de los siglos el pueblo había
venido madurando. Desde la Ley antigua, el camino moral pactado según la Alianza del Sinaí y
el mensaje aplicado por los profetas en sus circunstancias particulares de tiempo y
acontecimientos.

En el libro del Eclesiastés se señala comparativamente lo permanente, seguro y válido


frente a las inconsistencias de la existencia humana. Nada de todo aquello que se obtiene en
el mundo tiene un valor perdurable: ni la sabiduría, ni la riqueza, ni la felicidad, ni la vida misma,
sino todo y sólo aquello que viene de Dios. Concluye el libro diciendo: “Teme a Dios y guarda
sus mandamientos, que eso es ser hombre cabal” (Qo. 12, 13).

El libro del Eclesiástico (Sirácide) es una colección de instrucciones, exhortaciones y


máximas que consideran una gran variedad de temas referentes a la vida virtuosa y a la
conducta de toda persona. Se incluye en él, deberes para con Dios, deberes domésticos,
responsabilidades sociales, dispone a las virtudes y predispone a los vicios. En general,
constituye una especie de manual para la vida moral.

La sabiduría se manifiesta en la obediencia a la Ley de Moisés (cf. Sir. 24, 22). Un hombre
sabio vela por las relaciones interpersonal; las cuestiones laborales, familiares y sociales.
Combina con mucha frecuencia lo relativo a la Revelación divina, la práctica litúrgica y las
devociones particulares22.

21
SICRE, JOSÉ LUIS, Profetismo en Israel, 453ss. Cf. VON RAD, G., Teología del Antiguo Testamento II, 202.
22
Cf. GONZÁLEZ N., ÁNGEL, El consejo del sabio, en AA. VV., Perspectivas de moral bíblica, 103ss.

13
1.2. El Nuevo Testamento

Determinante y fundamental para la relación entre Dios, el pueblo de Israel y todos los
pueblos es en el Nuevo Testamento la persona de Jesús, sus obras y enseñanzas. La
predicación de Jesucristo, la doctrina de los Apóstoles y el testimonio de la Iglesia, no sólo
transmiten una verdad revelada, sino ofrecen también claras orientaciones de vida coherentes
con el Reino de Dios.

1). El Reino de Dios

El Reino de Dios es tema principal en la predicación de Jesús en los Sinópticos. Jesús


hace del término “Reino de Dios” el tema fundamental en su enseñanza y en su misión
personal. Entendido éste como la presencia soberana del mismo Dios que viene a la historia
del hombre para vencer el mal y transformar el mundo. El Reino de Dios es gracia, que ha sido
descubierta como un tesoro escondido o una perla preciosa que impulsan a buscarlo sin
importar su costo con tal de conseguirlos (cf. Mt 13, 44-46)23.

Ya en la época posterior al exilio, el Pueblo de Israel clamaba a Dios que fuera su reinado
el que condujera los destinos del Pueblo. Las injusticias y opresiones que vivían los israelitas
llevaron a esperar de Dios, al tiempo que la batalla contra los enemigos, su guía segura y su
poder frente a las demás naciones. El Reino de Dios presentaba así tres peculiares
características:

a) Carácter comunitario. Es decir, la comunidad entera de Israel alcanzaría la asistencia


de Dios. Todo aquel que fuera descendiente de la familia de Jacob-Israel alcanzaría
el don de la soberanía de YHVH.

b) Carácter soteriológico. Dios liberaría a Israel de cualquier enemigo bajo el cual


hubiera caído. En amplios sectores de la población, se tenía la idea de que Dios

23
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 42.

14
traería una salvación política, social y, por lo mismo, temporal. Sólo algunos
pensaban en la salvación política y espiritual, y, muy pocos, sólo en la espiritual.

c) Carácter escatológico. Pues el Reinado de Dios sería definitivo, nunca más el Pueblo
de Israel volvería a sucumbir ante alguna fuerza extranjera o de injusticia humana.

En la enseñanza y predicación de Jesús se encuentran diferentes dimensiones del Reino


de Dios. Sea a través de los discursos, como de las parábolas y comparaciones se va
presentando un concepto cada vez más completo, pues no se contraponen, sino que se
complementan:

a). Dimensión presente y futura del Reino de Dios.

La dimensión presente se manifiesta en palabras de Jesús cuando dijo: «Pero si por el


Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios» (Mt.
12, 28; cf. Lc. 11, 20). Ante pregunta explícita de los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de
Dios, Jesús respondió: «La venida del Reino de Dios no se producirá aparatosamente, ni se dirá:
“vedlo aquí o allá”, porque, mirad, el Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc. 17, 20s).
Aunque también, el Reino de Dios se enseñó como una realidad futura, que aunque ya está no
se logra poseer completamente, sino se percibe inicialmente. Jesús proclamaba la Buena
Nueva de Dios al comienzo de su ministerio en Galilea, diciendo: «El tiempo se ha cumplido y
el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc. 1, 15)24.

b). Dimensión del Reino de Dios como una Nueva Alianza

Aunque la palabra “alianza” es escasamente utilizada en los Sinópticos, sin embargo,


su significado y realidad se encuentra como trasfondo, pues la antigua alianza entraba en vigor
ahí donde YHVH se hacía presente y perdonaba la iniquidad de su Pueblo (cf. Jer. 31, 34). Si ello
se realiza con tal plenitud en Cristo, se deja entrever que es nuevamente la alianza de Dios que
se actualiza, que no ha quedado sólo en el Israel precristiano. Jesús presenta el perdón de los
pecados como parte de la misión de Misericordia que el Padre le ha confiado (cf. Mt. 9, 2ss).

24
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 43.

15
El encuentro y conocimiento de Dios, se alcanza en Jesús y de manera eminente. Dice
en el texto de Mateo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el
Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (11,
27).

En el ámbito moral, Jesús ocupa un lugar central y preponderante. La condición divina


le permite vivir en perfecta unidad con el Padre, conocer el misterio de Dios que después
revelará en su ministerio a los pueblos. Por otra parte, su condición humana, permite descubrir
cómo los hombres pueden, unidos a Dios, responder al llamado que han recibido para hacer
presente el Reino de Dios en su tiempo25.

2). El mensaje moral predicado por Jesús

Si Jesucristo ha venido también a revelar a la humanidad quién es el hombre y no sólo


con la predicación y la enseñanza, sino con el propio testimonio de la Encarnación, luego se ha
de considerar que las implicaciones morales se encuentran subyacentes a lo largo y ancho de
los textos sagrados. La primera referencia moral del hombre, de todo hombre, es Jesucristo,
pues Dios ha querido enviarnos a su Hijo, hecho hombre, para indicarnos el camino salvífico de
la realización humana. Características del mensaje moral de Jesús:

a). Lo decisivo no es el actuar, sino el ser

En un primer momento, esta afirmación resulta paradójica, pues se está en el entendido


que la ética-moral es una disciplina práctica, que llama e impulsa al comportamiento humano.
Sin embargo, sin contradecir lo anterior, busca afirmarse que antes de considerar y estudiar el
actuar del hombre, es indispensable que se clarifique quién es el hombre, porque se trata de
«actuar» conforme a lo que se «es». En este sentido, la vida moral responde a las exigencias de
la nueva condición del hombre que en Cristo fue llamado a la filiación divina a través del
Bautismo. A la pregunta: ¿cómo debe actuar el bautizado? Puede responderse, como cristiano,
con fidelidad a su condición ontológica de hijo de Dios26.

25
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 45.
26
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, vol. I, 243ss.

16
En raíz de todo obrar, hay un ser; todas las manifestaciones de la vida proceden
de un principio interno. Puesto que el cristiano es una “nueva criatura” y vive como
resucitado entre los muertos, se encuentra destinado a “llevar una vida nueva” (Rom.
6, 4). Pero su conducta no puede ser caprichosa o arbitraria, sino que ha de proceder
de su generación divina, como la flor y el fruto desarrollan el germen inicial de la
planta27.

Resumen de Lucas 6, 43-45:

b). Lo más importante no es lo exterior, sino el interior

Si el bautizado ha experimentado una profunda transformación interior, hasta el punto


de ser una «nueva criatura» (cf. Gál. 6, 15), un «hombre nuevo» (cf. Ef. 4, 23s), es clara
consecuencia que sus imperativos morales proceden de su propia condición. En el evangelio
de Mateo se dice que «no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que
sale de la boca…» (15, 11). Más delante afirma que «del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios e injurias» (15, 19). Así pues, la
vida moral no comienza, mucho menos, se agota en las acciones o en las circunstancias en que
éstas se realizan, sino se fragua en el interior de la persona humana. En San Lucas se dice que
la semilla fructifica en la medida en que es buena y fecunda la tierra donde cae: “lo caído en
buena tierra son aquellos que, oyendo con corazón generoso y bueno, retienen la palabra y
dan fruto por la perseverancia” (8, 15) 28.

27
SPICQ, C., Teología Moral del Nuevo Testamento, I, 43, en FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, vol. I, 244.
28
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, vol. I, 247ss.

17
Por tal motivo, la moral cristiana considera como pecado los actos internos, en tanto
que han sido aceptados por la persona. Jesucristo lo subraya cuando enseña que quien mire a
una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón (cf. Mt. 5, 27)29

c). La moralidad cristiana es una moral de actitudes.

Esta característica no indica una contraposición entre los actos particulares y las
actitudes, como si fueran sólo éstas las que pudieran constituir la moralidad de una persona,
independientemente de los actos concretos y ordinarios. La moral contempla siempre la
eticidad de las acciones particulares, recordando aquello que señalaba Santo Tomás: «la moral
es de lo singular»30. La moralidad de una persona ha de formarse en las actitudes, buscando
que éstas sean las que guíen y sugieran los actos concretos. Se sabe que cuando la persona
forma actitudes, por supuesto a base de actos particulares, está formando los hábitos que
posteriormente le facilitarán acciones ordinarias (cf. Sant. 2, 14-26). San Pedro dice que la fe
debe convertirse en virtud (2Pe. 1, 5) y San Juan, que no basta “conocer la verdad”, sino que
es preciso practicarla (cf. Jn. 3, 21)31.

d). La moral neotestamentaria no es prioritariamente una «moral negativa», sino «positiva».

La moral cristiana no consiste fundamentalmente en la obligación de evitar el pecado,


del «no hacer», represiva, sino la moral activa del «buscar y hacer el bien». Existe una antigua
acusación de que la moral se limita a una postura “negativa”, del «no hacer», tal vez
considerando que los mandamientos están escritos remarcando el límite que no se ha de
traspasar. No se puede optar entre las dos alternativas: entre la moral de hacer el bien y la de
evitar el pecado. Ambas son importantes, pero más es la constante disposición a hacer el bien.
Es claro que entre los bienes que deben procurarse está el alejarse del mal. Se tiene el riesgo
de no considerar en la vida moral, las oportunidades de hacer el bien, es decir, de no revisarse
en las omisiones graves. Resulta muy ilustradora la parábola del rico Epulón. El condenado,
que reclama su condición de «hijo de Abrahán», no era un renegado. Tampoco se presenta

29
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, vol I, 248.
30
Suma Teológica, Introducción a la III.
31
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, 250-251.

18
como el que hubiese cometido algún pecado de idolatría o de embriaguez. La condena se debe
a un pecado de omisión, pues no ha sabido aprovechar su situación de privilegio para ayudar
al prójimo y dedicarse a hacer el bien (cf. Lc. 16, 19-31)32.

e). La moral cristiana no se mide por la ley «de lo justo», sino de «la perfección».

Dicho de otra forma, la moral cristiana no es, tanto la «la moral del pecado», cuanto la
«moral de la virtud», pues la justicia como virtud humana espera que se dé a cada quien lo
debido, de esta manera siempre se tendrá un límite en lo que se ofrecerá a cada cual; en
cambio, lo que la moral cristiana espera y demanda es la perfección de vida. Recuerda el
evangelio de san Mateo: «Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto» (5, 48). La
predicación moral de Jesús se enfrenta a la casuística de la moral farisaica, pues no pide tanto
la justicia de la acción, cuanto la donación completa de sí mismo. Esta moral de la perfección y
de la donación completa es consecuencia de lo que se ha denominado la esencia de la moral
cristiana: identificarse con Cristo33.

Resumen de Mateo 5, 17-44:

32
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, 254-255.
33
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, 258-260. Cf. SCHNACKENBURG, R., Existencia cristiana según el Nuevo
Testamento, 115.

19
f). Jesús no absolutiza los preceptos. Pero la ética cristiana contiene preceptos absolutos.

Jesús no absolutiza los preceptos como lo hicieran en aquel tiempo los fariseos, pero
afirma su necesidad: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt. 5, 17). Busca que su cumplimiento sea en el espíritu
propio de la ley, es decir, en el valor que la sustenta, haciéndole ver a la conciencia que la
norma tiene un valor que la salvaguarda, de ahí que pudiera en ocasiones una ley o tradición
no obligar, porque no hay valor que esté detrás. Sin olvidar, naturalmente, que la ética cristiana
tiene preceptos absolutos, que vinculan u obligan siempre, v. gr.: «el amor a Dios»34.

g). La moral predicada por Jesús es una moral de salvación o perdición

Cuando el, así llamado, joven rico se acerca a Cristo y le pregunta: «¿qué he de hacer
para conseguir la vida eterna?» (Mt. 19, 16), se plantea la doble posibilidad del hombre, alcanzar
la salvación o el castigo eterno. Ante la tentación de todos los tiempos de que la enseñanza de
Cristo no tenga en los hombres ninguna implicación moral, Jesús insiste en la conversión y en
la práctica del bien. «No todo el que me diga: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el Reino de los cielos,
sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt. 7, 21). Cierto es que
Jesucristo insistió en su predicación en el llamado a la conversión y el ofrecimiento de la
misericordia de Dios sin olvidar el juicio y castigo para quienes no dejaran sus malas obras: “No
son los sanos los que necesitan de médico” (Mc. 2, 17)35.

Cabe decir más, ninguna verdad ha sido tan constantemente expuesta como la
del castigo. Ciertamente, Jesús predica otras verdades a las que impone un imperativo
especial, porque encarnan la novedad de su mensaje religioso. Cualitativamente
destaca en su predicación la consideración de Dios como Padre, el mandato del amor
al prójimo, la compasión, el perdón, etc., pero, cuantitativamente, la verdad del castigo
eterno –el infierno– se repite más y el énfasis con que lo expone es superior del que usa
al hablar de cualquier otra cosa de las muchas novedades que constituyen su mensaje
salvador. En total, incluidas las repeticiones de los Sinópticos, la pena eterna se
menciona en el Nuevo Testamento 86 veces; en 36 ocasiones se habla exclusivamente
de la eternidad y 18 del fuego del infierno. Estos datos son tan manifiestos y explícitos

34
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, 261ss.
35
Cf. SCHELKLE, K. H., Teología del Nuevo Testamento, 97.

20
que cualquier interpretación que intente aminorar esta afirmación del castigo eterno,
tendrá que ser calificada de caprichosa y falta de fundamento36.

h). La moral cristiana es una moral para la libertad

La moral cristiana supone la libertad humana, pues no se podría ser sujeto moral sin la
debida voluntad, y por ende la responsabilidad de sus propias decisiones. «Para ser libres nos
ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de
la esclavitud» (Gál. 5, 1). Jesucristo, en aquel coloquio con el joven rico, quien afirma haber
cumplido los mandamientos, le llama luego a una entrega voluntaria y mayor, diciéndole: «Si
quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en
los cielos, luego sígueme» (Mt. 19, 21). La condicionante «si», manifiesta la libertad que se
antepone en el seguimiento de Cristo, y lo que sucede igualmente en la vida moral37.

i). Dimensión escatológica de la moral cristiana

«Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará»
(Lc. 9, 24). En diferentes ocasiones, Jesucristo afirma la unidad que se da entre el testimonio
de fe en la vida diaria y sus directas repercusiones con la vida futura. En el cristianismo se
alcanzará la promesa futura con la asistencia divina y el empeño presente. En algunos ámbitos
de la sociedad actual, se le ha llegado a señalar a la Iglesia y a la moral cristiana que propone a
sus fieles una cierta alienación, en donde sólo la promesa futura tiene importancia, olvidando
el compromiso de la moralidad diaria. El mismo evangelio recuerda que al final de los días
habrá un juicio que insistirá en la atención que debe ponerse al ejercicio de la caridad: «En
verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo
hicisteis» (Mt. 25, 40). Jesucristo predicó una moral tanto para el presente como para los
últimos tiempos:

La religión de Jesús, al presentar a menudo la consumación final como próxima,


quería ante todo inculcar la idea del precio de la vida eterna y del calor infinito de la vida
presente…, después, conducir a sus discípulos a una actitud práctica de unión con Dios

36
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, Teología Moral, 269.
37
Cf. FERNÁNDEZ, AURELIO, La libertad en el pensamiento cristiano, 1-34.

21
y desprendimiento de un mundo efímero, y por fin, estructurar una moral práctica
subordinada a las postrimerías38.

j). La moral cristiana es una moral de la gracia

Llegar a ser cristiano, es un nuevo llamado semejante al que toda criatura recibió al ser
llamado a la existencia. El ser-cristiano es una recreación, o también llamada regeneración en
el Espíritu Santo, se re-nace a una nueva condición por la gracia de Cristo. “A partir del día en
que Cristo trajo a los hombres «el don de Dios» (Jn. 4, 10; Ef. 2, 8-9; Hebr. 10, 29), la moral ya no
será obediencia a los preceptos, sino el correcto e íntegro despliegue de una vida. Esta se
articula, en efecto, sobre una ontología: una «nueva criatura» (2 Cor. 5, 17; cf. Hech. 2, 10), un
«hombre nuevo» creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad (cf. Ef. 4, 24)”39.

3). El mensaje moral en san Juan

El mensaje moral en san Juan tiene un claro matiz cristológico. En diversas ocasiones el
Cuarto Evangelio, las Cartas y el libro del Apocalipsis, manifiestan que ha sido a través de Cristo
y por Cristo que Dios ha querido revelar el camino cierto para la humanidad. Consideremos
algunos textos:

- «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad» (Jn. 8, 12)
- «Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará
pasto» (Jn. 10, 9)
- «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6)
- «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

Detrás de estas afirmaciones, se encuentran conclusiones puntuales para el ámbito


moral del creyente:

38
SPICQ, C., Teología Moral del Nuevo Testamento, II, 842.
39
SPICQ, C., Teología Moral del Nuevo Testamento, II, 830.

22
a). Dios Trino que se comunica al hombre

El Padre se entrega en el Hijo, en quien comunica su propia vida, mediante el don del
Espíritu Santo. Así la persona puede participar de la comunión vital intradivina. Es un don del
Padre confirmado por el Hijo y el Espíritu Santo. «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me
ha enviado no lo atrae» (Jn 6,44). El texto evangélico es iluminador en la parábola de la vid
verdadera: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5)40.

b). La moralidad como seguimiento de Cristo

La actitud de Cristo frente al Padre se vuelve el ejemplo de vida para sus discípulos. Fue
buscando que su voluntad coincidiera con la voluntad del Padre (4, 34); que su
comportamiento fuera en todo grato a Dios (8, 29); enseñó y reveló sólo lo que el Padre le
mandó (12, 49); llegó incluso a expresar a sus discípulos que sus propias acciones eran
indicaciones claras para los demás; dijo después del lavatorio de los pies: «os he dado ejemplo,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (13, 15). Dado que los destinatarios
de san Juan son mayoritariamente conversos provenientes del judaísmo, se evidencia que ser
gratos a Dios, consistía en seguir la enseñanza de la Ley y los Profetas, el seguimiento de Jesús
señala el «cómo» serle fiel a Dios. La enseñanza de san Juan tiene una indicación directa de
moralidad con el mandamiento del amor: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es
el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a
él» (14, 21)41.

c). Fe en Jesús y amor al prójimo

«Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los


mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor» (15, 10). Constantemente se encuentra
el binomio fe y amor al prójimo en los escritos de san Juan: «¿Quién es el que vence al mundo
sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Jn 5, 5). Creer significa: aceptar a Jesucristo y
su revelación; y adherirse a su persona. «Decía Jesús a los judíos que habían creído en él: ‹Si os

40
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, JUAN L., El don de Dios, 262.
41
Cf. PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Biblia y moral, n. 50.

23
mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos…› » (Jn 8,31). El acto de fe, la
adhesión a Jesucristo, suponen una opción libre, responsable, de parte del creyente. La opción
es obligatoria, porque todo aquel que escucha su voz (cfr. Jn 10,16), debe decidirse, sólo que,
quien se decide por no seguir a Jesucristo, se decide contra la Escritura que da testimonio de
Él y contra la vida que ofrece: «Vosotros investigáis las Escrituras, ya que creéis tener en ellas
vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí42; y vosotros no queréis venir a mí para
tener vida» (Jn 5,39-40)43.

4). El mensaje moral en san Pablo

El Apóstol Pablo considera la vida moral como una respuesta generosa al amor de
Dios en Jesucristo.

a). Moral cristológica

San Pablo tuvo frente a su predicación el concepto de salvación según el fariseísmo, de


la justicia conseguida por méritos propios en el cumplimiento de la ley, y debió girar ciento
ochenta grados ante la nueva realidad de la salvación gratuita de Dios en Jesucristo. La única
razón de toda justicia es Jesucristo. «De Dios os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo
Dios para nosotros sabiduría divina, justicia, santificación y redención» (1Cor 1,30; cf. Gál 2,16).
Jesucristo ha realizado para el hombre la voluntad de Dios: «A quien no conoció pecado, le
hizo pecado por nosotros, que viniésemos a ser justicia de Dios en él» (2Cor 5,21)44. Ningún
hombre, por sí mismo, puede vencer el pecado y hacerse justo delante de Dios. La justicia de
Dios es santidad y otorga todas sus gracias en su Hijo (cf. Gál 2,15s; 3,18)45.

42
Jesucristo es el centro y el fin de las Escrituras. Cf. 1,45; 2,22; 12,16; 19,28; etc..
43
Cf. RUIZ DE LA PEÑA, JUAN L., El don de Dios, 261-262.
44
SALAZAR E., RAMÓN, Gracia en la vida moral…, 135.
45
Cf. Biblia de Jerusalén, comentario, 1678. Cf. AUER, JOHANN, El Evangelio de la gracia, 88-89. Cfr. GANOCZY,
ALEXANDRE, De su plenitud todos hemos recibido, 79.

24
b). Moral Pneumatológica

El Espíritu de Cristo, en la doctrina paulina, es aquel que habita en el bautizado:


«Vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en
vosotros» (Rm. 8,9); lo conduce según la justicia de la ley: «a fin de que la justicia de la ley se
cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu»
(Rm. 8,4); da testimonio al espíritu del hombre: «Porque a nosotros nos lo reveló Dios por
medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto,
¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él?» (1Cor.
2,10s); y le certifica su dignidad: «El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar
testimonio de que somos hijos de Dios» (Rm. 8,16). De esta forma, la gracia de Dios, en virtud
del Espíritu donado, contribuye, en cuanto se le permite, a la autoformación y personalización
del hombre46.

c). Moral de la nueva Antropología

La abundancia de la gracia de Dios donada al hombre, posibilita una determinada forma


de vida: «En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras
que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (Ef 2,10). La capacidad operativa es
radicalmente diversa con la gracia de Dios, iniciando porque hay una nueva creación; la acción
de Dios no se reduce sólo a potenciar las acciones humanas, sino llega a la raíz de la realidad
del hombre. «Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, que
nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez,
justicia y piedad en el tiempo presente» (Tit 2,11s; cfr. 2Cor 5,17). En el bautismo se realiza la
transmisión cultual a la nueva vida en la que el creyente es introducido: «Él nos salvó, no por
obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del
baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo…» (Tit 3,5)47.

46
Cf. GANOCZY, ALEXANDRE, De su plenitud todos hemos recibido, 93. Cf. SALAZAR E., RAMÓN, Gracia en la vida
moral…, 137.
47
Cf. GANOCZY, ALEXANDRE, De su plenitud todos hemos recibido, 101s.Cf. SALAZAR E., RAMÓN, Gracia en la vida
moral…, 146-147.

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Bibliografía:

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CALLE ZAPATA, FLAVIO, La Sagrada Escritura, alma de la Teología Moral, Celam, Bogotá 1999.
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GANOCZY, ALEXANDRE, De su plenitud todos hemos recibido, Ed. Herder, Barcelona 1991.
GONZÁLEZ N., ÁNGEL, El consejo del sabio, en AA. VV., Perspectivas de Moral Bíblica, 103ss, Ed.
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