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Año 2015
Trabajo final
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La Querella Iconoclasta en el Imperio Bizantino
Introducción
La Querella Iconoclasta fue un proceso que tuvo lugar entre los años 717 y 843 y
representó una profunda crisis para el Imperio Bizantino, atravesando al conjunto de su
sociedad. Se originó a partir de la instauración de una política imperial que prohibía la
representación de las imágenes religiosas y el culto a los íconos. Su puesta en práctica
fue llevada a cabo por los principales emperadores de la llamada dinastía Isáurica: León
III (717-741) y Constantino V (741-775), política que se extendió, con algunas
interrupciones en ciertos momentos, hasta el gobierno de Teófilo (829-842) y que halló
una tenaz resistencia tanto de la Iglesia como del gran parte del conjunto social.
2
Cuán absurda es la idea del pintor que por el vil amor a las ganancias persigue lo inasequible,
es decir, dar forma con sus impuras manos cosas que solo se creen con el corazón y se
reconocen con el alma.1
Dos de los más fervorosos defensores de esta postura fueron el monje Juan Damasceno
(674-749) nacido en el seno de una familia de Damasco y el patriarca Germán de
Constantinopla (635-732), a través de sus palabras podremos comprender mejor esta
ideología:
Cuando no tengo libros o mis pensamientos (…) me impiden disfrutar de la lectura, voy a la
iglesia que es el asilo abierto a todas las enfermedades del alma. La lozanía de las pinturas
atrae mis miradas y cautiva mi vista como una risueña plegaria; e insensiblemente lleva mi
alma a la alabanza de Dios, (…) y me postro en la tierra para adorar y rezar a Dios por la
intercesión del mártir, con lo que obtengo mi salvación.2
1
Véase Apéndice documental Seminario: Problemáticas del Mundo Mediterráneo, N°1, p 13
2
Ibid, N° 2 p 14
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como la religión para hacer valer su poder y manipular a las masas, así como para
justificar muchos acontecimientos políticos, económicos y militares.
Tras esto, y aceptando que la querella iconoclasta no fue solo una cuestión teológica,
entendemos que la principal finalidad de la política iconoclasta habría sido llevar a cabo
una transformación que fortaleciera y estabilizara al Imperio de Oriente, a partir de una
sucesión de reformas no solo en el aspecto religioso, sino también en aspectos políticos,
sociales y económicos. Esta transformación habría sido vista como necesaria ante el
antecedente mediato de la pérdida de territorios, el asecho continuo a las fronteras,
como también por una inestabilidad interna por la sucesión de emperadores de escasa
relevancia -Filipico (711-713), Anastacio II (713-715) y Teodosio III (715-716)- que
habrían debilitado más profundamente las estructuras imperiales durante el siglo VII.
Las etapas que se abarcarán corresponden principalmente a los gobiernos de León III
(717-741) y Constantino V (741-775). Para comenzar, expondremos algunos
antecedentes acontecidos en el Imperio Bizantino durante el siglo previo a la querella.
El siglo VII marcaría un giro decisivo en el desarrollo del Imperio Bizantino de los
siglos venideros. El constante asedio a que las fronteras imperiales estuvieron sometidas
terminó posibilitando las victorias de los persas en Siria, Armenia, Palestina y Asia
Menor; que Jerusalén fuera conquistada y saqueada (614); que Egipto también fuera
perdido (611-619) al mismo tiempo que los avaros y eslavos invadían las provincias
balcánicas, perdiéndose el control político sobre la península durante los siglos VII y
VIII. Todo parecía anunciar el final del Imperio en Oriente, sin embargo Bizancio se
reharía gracias a las reformas administrativas y militares de Heraclio (610-641), que
buscaron reorganizar el imperio rural a partir de la división del territorio en themas, en
los cuales cada campesino-soldado trabajaba una parcela de tierra, estando bajo la
4
subordinación de un strategos (jefe civil y militar). Esto habría fortalecido
temporalmente al Imperio y permitido a Bizancio reconquistar frente a los persas las
provincias imperiales de Asia y África (622-628).
Las circunstancias vividas por el Imperio en los últimos decenios del siglo VI y VII
habrían favorecido la veneración desmedida de las imágenes, dando lugar a que tanto en
los campos de batalla como en las ciudades sitiadas y los hogares, se colmara de
imágenes, propiciando la iconodulia. A esto habrían contribuido también los numerosos
monasterios en donde se conservaban las imágenes más populares a las cuáles se les
atribuían importantes milagros, lo que habría generado una corriente de peregrinaciones
y ofrendas con el consiguiente enriquecimiento de los monjes y los santuarios donde se
3
Vallejo Girvés M.; “El Imperio Romano en Bizancio. Conflictos religiosos” en Sotomayor, M. y Fernández Ubiña, J. (coord.);
Historia del Cristianismo. I El mundo antiguo, Univ. Granada, Ed. Trotta, 2006, pp 776-778
4
Obolensky, D. y Bouman, C.A.; Nueva historia de la Iglesia. La Iglesia en la Edad Media; Ediciones Cristiandad; Madrid; 1983; p
94
5
custodiaban. Por otra parte la vida dentro de los monasterios había sido alcanzada por la
corrupción, degenerando en una notoria inactividad y en un aumento de la superstición
relacionada con los íconos, lo que para algunos había llegado a un punto crítico.
Pero ¿desde cuándo habían comenzado los monasterios a ejercer tanta atracción entre
los fieles? Si bien los ideales ascéticos del cristianismo estaban presentes desde sus
orígenes, cuando la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén compuesta por los apósteles
y los nuevos convertidos, vivían como una comunidad monástica, no fue hasta
principios del siglo IV que se dio una eclosión del monacato, cuando los ideales
ascéticos, el clima espiritual de la época, la finalización de las persecuciones, la figura
del mártir reemplazada por la del monje, junto al crecimiento de la Iglesia y su
6
progresiva secularización, invitaron a algunos cristianos más devotos a separarse del
común de la gente y volcarse a formas de religiosidad más puras y exigentes. 5
Por otro lado y a diferencia de los monasterios occidentales, los orientales mostraban
más identificación con el pueblo que con las clases acomodadas de la sociedad
bizantina; los monjes recibían una especial consideración por parte del conjunto social,
tanto en las áreas rurales donde la población acudía a ellos no solo por las plegarias o
curaciones, sino también como árbitros de cuestiones cotidianas o como mensajeros
correspondidos por la autoridad imperial, como en las zonas urbanas, donde adquirieron
influencia en la sociedad citadina y en los círculos imperiales, llegando incluso a
imponer o deponer patriarcas de la ciudad, sobre todo en Constantinopla donde la mayor
cercanía física al emperador acrecentaba esta influencia. 6
La amenaza extranjera, las pérdidas de territorios, las crisis internas e incluso las
catástrofes naturales como la gran explosión volcánica de Thera (726) o el terremoto en
el año 740 pudieron parecer a la mentalidad de muchos bizantinos, que los íconos
estaban fallando y que la divinidad estaba ofendida por la extensión de la idolatría en su
pueblo elegido. Esto explicaría en parte el por qué del ataque a las imágenes sagradas
iniciadas por el primer Emperador iconoclasta León III, que lo habría visto como un
modo de revertir este destino y la ira celestial:
(…) ¿Por qué estaban siendo derrotados los bizantinos? La respuesta de León era que perdían
porque se estaban venerando íconos. El señaló que los emperadores que habían venerado
iconos habían tenido un trágico final. (…) él debía imitar a los emperadores exitosos y abolir
5
Mar, M.; “El monacato cristiano” en Sotomayor, M. y Fernández Ubiña, J. (coord.); Historia del Cristianismo. I El mundo
antiguo, Univ. Granada, Ed. Trotta, 2006, pp 639-667
6
Ibid; pp 794-796
7
los iconos, para que así él y sus hijo también pudieran vivir largas vidas y para que la dinastía
perdurara. 7
Pero también podemos pensar que fue un acto de afirmación del poder imperial. La
exaltación de la cruz y la persecución de otras imágenes se habrían convertido en las
expresiones religiosas de la nueva Dinastía para lograr más poder, perpetuarse en él y
para encarar una política reformista que comenzó reorganizando el Estado en tres
aspectos fundamentales:
En el derecho promulgó en el año 726 la Ecloga, una edición resumida del Corpus
Civilis de Justiniano con un reforzamiento del rol del emperador como legislador
inspirado por Dios. Se pretendía redefinir la figura del Emperador y de la magistratura
imperial frente a la Iglesia y a toda la sociedad, recuperar esa devoción popular cristiana
que se le había escapado al Estado oriental frente a la competencia de las cosas santas. 8
Fue durante el gobierno del primer emperador iconoclasta que se logró mantener por un
tiempo a los islámicos alejados de las fronteras. León III era un strategos (jefe civil-
militar) oriundo de la provincia de Anatolia que pudo hacerse del poder mientras
reinaba un clima de confusión por un nuevo asedio árabe sobre Constantinopla (717-
718). Su condición de stratego le habría permitido controlar el avance y legitimar la
adopción de un gobierno con carácter autocrático, recordemos que León III se
consideraba a sí mismo “emperador y sacerdote”:
7
Según análisis de Warren Treadgold en Treadgold, W., The Byzantine Revival 780-842, Stanford University Press, California, 1988, pp 207-208;
extraído en Barbé Paiva, J.E.; “Repercuciones de la Querella Iconoclasta en el Imperio Bizantino. Consecuencias en los ámbitos religioso, artístico
y político”; Revista Historias de Orbis Terrarum N°2, Santiago, Estudios Clásicos, Medievales, Árabes y Bizantinos, 2009, p128
8
Brown, P. El primer milenio de la cristiandad occidental, Barcelona, Crítica, 1997, cap 7 p 218
9
Barbé Paiva, J.E.; op.cit. p 89
8
El control en las fronteras posibilitó cierta estabilidad institucional y mejora de la
situación general del imperio, ahora más reducido territorialmente pero mejor
administrado: el nuevo Estado de los themata había terminado por triunfar, produciendo
el fortalecimiento de los poderes militares en las provincias, sobre todo las fronterizas,
evidencia de cierto logro de las políticas encaradas.
Pero este poder militar competía en las diferentes regiones con el poder de los monjes y
los monasterios: cuándo en el 786 Irene intentó reinstituir la posición iconódula como la
oficial y convocó a un nuevo concilio, no se pudo celebrar debido a la irrupción de
algunos militares partidarios de la política iconoclasta. El papel del ejército en la
dirección política sobre todo en los siglos VII y VIII, derivaba de la necesidad de hacer
frente a las continuas invasiones al territorio bizantino, lo cual volvía también
indispensable el consenso entre Emperador, ejército y demás cuerpos institucionales,
para mantener estable al Imperio y salvaguardar la continuidad dinástica. Sin embargo
este equilibrio resultó frágil a causa de la política iconoclasta, introduciendo una
profunda ruptura entre gran parte del tejido social en Bizancio. 10
Los dogmas, le advertía el Papa Gregorio II al Emperador León III alrededor del año 730, no
son cuestiones que deben resolverlas los Emperadores, sino los Obispos (…) Una cosa es la
autoridad de enseñar los dogmas eclesiásticos y otra muy distinta la capacidad meramente
humana del gobierno político de los pueblos. (…) Por tal motivo quiero exponeros la diferencia
que hay entre el palacio imperial y las Iglesias, entre Emperador y Obispo.11
Por otro lado, durante el gobierno de Constantino V se le restó apoyo a Occidente por
estar Oriente ocupado en dirimir cuestiones internas y en expulsar a los búlgaros, lo que
10
Barbé Paiva, J.E.; op.cit. p 96
11
Véase Apéndice documental Seminario: Problemáticas del Mundo Mediterráneo, N° 3, pp 15 y 16
9
forzó a Roma, amenazada por los Lombardos, a buscar auxilio en el rey Franco. Es así
como la querella y este acercamiento papal a Carlomagno, terminarían por dividir el
mundo cristiano en dos imperios: el carolingio en occidente y el bizantino en oriente.
Este distanciamiento estuvo así influenciado por situaciones políticas y religiosas.12
En períodos en los cuáles la defensa de las fronteras, las incursiones de los ejércitos y
los logros militares requerían cada vez más de recursos financieros, se volvió
imprescindible el incremento de la recaudación fiscal, lo que explicaría el afán de los
políticos iconoclastas de lograr un mayor control del poder político sobre el eclesiástico
y de encontrar un argumento religioso para legitimar el asalto a las arcas de los
monasterios. Fue durante el reinado de Constantino V, que los fieles iconodulos y muy
especialmente los monjes, resultaron más tenazmente perseguidos, encarcelarlos o
deportados, sus riquezas confiscadas y trasformados los monasterios en campamentos
militares.
Por fuera del ámbito monacal, la organización del Estado Bizantino en unidades
conocidas como themas iniciadas por Heraclio, habían resultado a largo plazo efectivas
económica y defensivamente. Los soldados de estos themas, estabilizados en sus
parcelas militares, se habrían convertido paulatinamente en elementos eficaces
defensivos y habrían dinamizado la economía agraria, convirtiendo a las aldeas
campesinas en unidades productivas que satisfacían las cargas fiscales, relegando en
importancia a las ciudades que dejaron de ser los centros neurálgicos. León III
mantendría este tipo de división territorial pero reduciendo su tamaño y por tanto el
poder de los jefes militares de cada uno, con el fin de controlar posibles
12
Barbé Paiva, J. E.; op. cit. pp 93-136
10
insubordinaciones que atentaran contra el poder central y así corregir ese destino de
sucesiones violentas de emperadores que se había dado durante los últimos años de la
Dinastía de los Heráclidas.
Conclusión
La querella iconoclasta formó parte de una serie de reformas políticas llevadas a cabo
por la nueva Dinastía Isaúrica, cuya connotación religiosa debe ser entendida en el
marco de una sociedad como la bizantina donde todos los ámbitos son atravesados por
este aspecto. Este proceso reformista, tras un siglo VII agitado, habría apuntado a una
transformación en el Imperio que les permitiera recuperar la estabilidad, el orden y la
unificación político-religiosa sobre la afirmación del poder imperial, eliminando
herejías que pudieran escindir al pueblo cristiano. Pero la puesta en práctica de esta
política originó una fuerte división social. Por un lado había una sociedad que
continuaba manteniendo ese vínculo tan fuerte con lo religioso y sus imágenes, por otro,
un Imperio con la necesidad de reforzar lo más terrenal: lo estatal, lo militar, para
repeler las amenazas internas y externas y generar una estabilidad política, económica e
ideológica.
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Bibliografía:
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Apéndice documental:
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N°2: Palabras de Juan Damasceno pronunciadas en el VII Concilio de Nicea (siglo VII-
787)
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N° 3: Carta del Papa Gregorio II al Emperador León III (Siglo VIII) en el marco de la
implementación Querella Iconoclasta.
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