Mujeres:
Un examen de la historia permite comprobar que las diferentes formas utilizadas para
representar a la mujer han respondido a contener la sexualidad femenina y regular su
cuerpo. Esto está ineludiblemente ligado a valores y creencias de tipo social, religioso,
económico, político y cultural, vigentes en una determinada cultura en un período dado.
Desde esta dicotomía, la escritura del hombre vs. la escritura de la mujer, se busca
demostrar cómo evoluciona el papel de la mujer tanto en la sociedad como en el ámbito
literario.
Juana Manuela Gorriti Zuviria (1818-1892) fue una escritora argentina vinculada al
romanticismo fantástico, aunque también se ha hecho célebre por las peripecias de su vida
y su afición a la cocina. Toda su vida se vio rodeada por personajes políticos, su padre,
su esposo e hijos.
Su libro Sueños y Realidades, se publica en 1865 en Buenos Aires, donde se reunió por
primera vez en volumen un conjunto amplio y variado de relatos de Gorriti, que hasta el
momento se habían dado a conocer por separado, muchos de ellos en la prensa de Lima,
ciudad donde residía la autora desde hacía casi veinte años.
A pesar de haber sido la primera mujer argentina en publicar una compilación de sus
cuentos, es dejada de lado por ser mujer, hasta que se produce en la actualidad el
revisionismo histórico. Se la revaloriza
“El lucero del manantial” María, abandonada en estado de embarazo por su amante
federal contrae matrimonio con un amigo de Rosas que asume la paternidad del niño
ajeno. Años más tarde, como presidente de la cámara de senadores y por votar en contra
de Rosas, el marido es asesinado y el hijo de dieciséis años, en busca de venganza es
ejecutado por su padre biológico, Juan Manuel de Rosas.
En esta historia, María tiene un sueño aterrador y premonitorio sobre el romance que
tendrá con Manuel. En el que tanto con elementos eróticos y góticos, se describe un
amorío que tendrá un desenlace fatal:
Entre el vapor mefítico de sus orillas y hollando con planta segura el sangriento rostro de
los muertos, paseábase un hombre cuyo brazo desnudo blandía un puñal.
Aquel hombre era bello; pero con una belleza sombría como la del arcángel maldito; y en
sus ojos azules como el cielo, brillaban relámpagos siniestros que helaban de miedo.
Y sin embargo, una atracción irresistible arrastró a María hacia aquel hombre y la hizo caer
en sus brazos.
Pero ella, presa de un dolor sin nombre, se echó a sus pies y abrazó sus rodillas con angustia.
(pp. 282-283)
El cuento presenta una mujer que disfruta de su sexualidad, sobrepasando los límites
de lo permitido, ya que siendo unitaria se enamora de un federal. La crítica recae en el
gran personaje de la guerra, quien al buscar tener todos los derechos y convertirse en
dictador, traiciona a su propio amigo, esposo de María. Como subtexto tenemos un
hombre con sed de poder que no respeta nada, y por conseguir lo que quiere, mata al que
le entorpece, inclusive su propio hijo.
En esta historia su protagonista impulsada por sus ideas y deseos propios, desafía las
costumbres y las instituciones que la controlan. Sin embargo, la rebelión concluye en un
castigo irrevocable: ella cae en un estado de ensoñación fantasioso, signo de locura, y se
convierte en ánima en pena que es vista cada tanto. En la siguiente cita podemos
observarlo:
Sin embargo, una noche, al alzarse la luna sobre el horizonte, los habitantes del pago vieron
una mujer pálida, enflaquecida y arrastrando negros cendales, que atravesó gimiendo las
avenidas de sauces y se perdió entre las desmoronadas murallas del fuerte (pp.302-302)
Al final, la mujer queda representada como una persona que queda sumida en un estado
de irracionalidad por perder a los hombres de su vida, como si fuesen los hombres la única
razón de existir para la mujer.
Es decir, esta poesía representa toda la lucha feminista que Alfonsina Storni realizó en
su vida, buscando cambiar los estereotipos sexuales de su época, trasgrediendo el lenguaje
y las costumbres esperadas para una mujer, dejando de lado la imagen de mujer-madre
asexual para mostrar a una mujer plena, tan plena como puede serlo un hombre. La
síntesis de la poesía y la biografía de Alfonsina Storni dan como resultado la búsqueda y
expresión de una mujer que se sabe mujer-madre, mujer- escritora y, además, mujer-
sexual.
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
De frutos y mieles
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Renueva tejidos
Y lévate al alba.
Te sean tornadas,
En ellas el alma
Se quedó enredada,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Y me fui a la montaña
Y me fui a la montaña
En aquel momento ser madre soltera no estaba bien visto, y como bien se sabe,
Alfonsina lo era. En la siguiente estrofa se puede ver esto: “Yo tengo un hijo fruto del
amor, de amor sin ley, Que no pude ser como las otras, casta de buey. Con yugo al cuello;
¡libre se eleve mi cabeza! Yo quiero con mis manos apartar la maleza.” Nuevamente, la
figura de la loba se puede ver, esta vez, asociada a la maternidad, poderosa, autónoma e
independiente.
“Mirad cómo se ríen y cómo me señalan Porque lo digo así: (Las ovejitas balan porque
ven que una loba ha entrado en el corral. Y saben que las lobas vienen del matorral).” En
la vida real la señalan y la tildan de inmoral y subversiva. La poesía de Alfonsina
Storni es desafiante, autónoma, agresiva y peligrosa para la época. Es directa con cada
una de sus frases pues, aunque use metáforas, siempre se sabe a dónde dispara y a quién
quiere alcanzar.
La loba de Alfonsina sigue siendo la voz de las mujeres poderosas, que no se dejan
subestimar y que quieren salir adelante solas, sin la necesidad de un pastor, o sea, de un
hombre que las guíe.
Alejandra Pizarnik:
Soy mujer:
Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de las otras mujeres,
de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y corazón guerrero.
Vemos en la poetisa, una mujer que describe sus sentimientos tanto amorosos como sobre
su existencia, haciendo un quiebre con todo lo escrito hasta el momento por hombres. Ya
la mujer se vale por sí misma, es un sujeto independiente de la figura del hombre. Pero
en el caso de Pizarnik, ella misma se presenta como su yo poético, su poesía es altamente
biográfica, donde a través de la escritura se permite ella misma reconocerse.
Ella logra desde el surrealismo explorar sus sentimientos, ya que el movimiento entiende
que la verdad, se encuentra detrás del mundo real, por ejemplo en los sueños, en el
inconsciente. A través de métodos como el libre fluir de la conciencia el yo del poeta se
manifiesta libre de cualquier represión y dejando crecer el poder creador del hombre fuera
de cualquier influjo castrante.
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.
II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.
III
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.
IV
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en
el umbral.
VI
Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.
VII
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.
VIII
IX
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento.
Todo cerrado y el viento adentro.
XI
XII
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que
tiembla.
XIII
Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.
XIV
XV
Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy.
Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.
XVI
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra
cosa que a mí misma.
XVII
Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.
XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.
XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la
cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver
a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz
En esta historia se presentan dos tipos de mujeres una es la mujer de Martin Fierro, y por
el otro la mujer de Cruz:
Y la pobre mi mujer
Prenda de mi corazón!
Dios te dé su proteción
Ya que no me la dio á mi
En la vuelta de Martín Fierro nos encontramos con Cruz relantándole sus pesares a Fierro,
entre ellos el amor que sintió por una mujer:
Y si en aquella ocasión
Lo alivia en su padecer:
Si no sale calavera
Es la mejor compañera
Si es güena, no lo abandona
Cuando lo ve desgraciao,
!Grandemente lo pasaba
Pero, luego de haber estado con el comandate de Cruz la ve como una traidora, como la
seductora que atrajo al comandante, y este cayó en sus encantos. No le recrimina nada al
otro hombre (quien es el principal culpable ya que ideo todo un plan para quedarse a solas
con la esposa de cruz), solo a la mujer, ya que una vez en pareja se presuponía en aquella
época que se debía enteramente al hombre, como una sombra a sus pies.
Y me largué a padecer
Ya no he de probar fortuna
Aun así Fierro, siendo gaucho matrero se ve más reflexivo y comprensivo sobre la
situación en que se vio su mujer.
En este caso particular, la mujer romántica que presenta Echeverría es una mujer
idealizada. Una mujer que hace lo imposible para salvarse y salvar a su marido y su hijo
de la muerte. Como si la mujer sacaras fuerzas solo porque el hombre está en peligro.
Sin embargo, al morir su marido e hijo, los hombres de su vida, su existencia no tiene
sentido, ya que la mujer sin un hombre no puede vivir.
Cita inicial;
En todo clima el corazón de la mujer es tierra fértil en afectos generosos: ellas en cualquier
circunstancia de la vida saben, como la Samaritana, prodigar el óleo y el vino. Byron.
roncamente articuló.
y funerales la hicieron
de la adversidad probó,
En estos últimos versos se deja ver, que la mujer y su amor, deben tener al hombre como
centro.
Eugenio Cambaceres, Sin Rumbo (1885): (Buenos Aires, 1843 - Buenos Aires, 1888)
fue un abogado, escritor y político argentino. Vinculado con el movimiento Naturalista
Cambaceres gracias a su crudo naturalismo presenta y describe una mujer como objeto
de los juegos perversos de Andrés, donde se crea una naturalización de la violación a
Donata. Así también, se puede entender a la clase baja como sirvientes en todos los
aspectos.
Otra vez, la mujer no existe más que para ser utilizada por el hombre:
Y en la actitud avarienta del que teme que se le escape la presa, arqueado el cuerpo, baja la cabeza,
las manos crispadas, un instante se detuvo a contemplarla.
Después, fuera de sí, sin poder dominarse ya, en el brutal arrebato de la bestia que estaba en él,
corrió y se arrojó sobre Donata:
—¡Don Andrés, qué hace, por Dios! — dijo ésta asustada, fula, pudiendo apenas incorporarse.
A brazo partido la había agarrado de la cintura. Luego, alzándola en peso como quien alza una
paja, largo a largo la dejó caer sobre la cama.
La tocaba, la apretaba, la estrujaba, le llenaba de besos locos la boca, el seno, las piernas.
Ella, pasmada, absorta, sin atinar siquiera a defenderse, acaso obedeciendo a la voz misteriosa del
instinto, subyugada a pesar suyo por el ciego ascendiente de la carne en el contacto de ese otro
cuerpo de hombre, como una masa inerte se entregaba.
Breves instantes después, con el gesto de glacial indiferencia del hombre que no quiere, Andrés
tranquilamente se bajaba de la cama, daba unos pasos por el cuarto y volvía a apoyarse sobre el
borde del colchón.
—¿Pero, qué tienes, qué te pasa, por qué estás ahí llorando, zonza?... —dijo a Donata inclinado,
moviéndole con suavidad el brazo—. ¿Qué sucede, di, ni tampoco un poquito me quieres, que
tanto te cuesta ser mía?
Y como ella, abismada toda entera a su dolor y a su vergüenza, vuelta de espalda, encogido el
cuerpo, la cara oculta entre las manos, continuara derramando copiosas lágrimas:
Hubo un largo momento de silencio; se oía sólo el zurrido de las moscas pululando en las rendijas
por donde entraba el sol.
—Bueno, ingrata — exclamó por fin Andrés deseoso de acabar cuanto antes, violento de
encontrarse allí, con ganas de irse —. ¡Ya que tan mal me tratas, me retiraré, qué más!
—Después, cuando se te haya pasado el enojo volveré, si acaso — agregó levantando con toda
calma la cortina de jerga y saliendo a montar a caballo, entre risueño y arrepentido de lo que había
hecho, como harto ya.