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Documents of 20th-century
Latin American and Latino Art
A DIGITAL ARCHIVE AND PUBLICATIONS PROJECT AT THE MUSEUM OF FINE ARTS, HOUSTON
Cita Bibliográfica:
Torres García, Joaquín. El Arte de América. Lección 127. 1940. "Universalismo Constructivo".
Ed. Poseidón, 1944, Buenos Aires: 841-849
EL ARTE DE AMERICA
P
nosotros, artistas, debiera ser
ARA
urgentísimo el resolver el proble-
ma del Arte de América. Por esto, en vez de divagar, aún, tras de moldes
ya caducos (como si fuésemos presa de profunda inconsciencia) debiéramos
doblar la hoja y abrir página en blanco para tratar de trazar las primeras lí-
neas de un arte aún inédito. Debiéramos sentirnos animados de tal espíritu.
Por el momento, y a pesar de que tanto se espera de esta América
(o mejor de la América latina o moderna) en lo que a los artistas de
nuestro país se refiere, nada se columbra que pueda hacer abrigar la
menor esperanza a este respecto. Retrasados en la evolución, recién hoy
descubren a los modernos; recién hoy se aventuran a explorar en lo que
hizo Monet o Cézanne (y hay que confesar, sin mucho atrevimiento);
recién hoy comienzan a comprender que lo chillón no es el color, y se
deciden a cambiar levemente el tono de la paleta; y otras cosas así que
debieran haber resuelto hace años.
Si a tiempo no se estuvo alerta y se estudió lo que tantos artistas del
mundo buscaban (y que en cierto sentido hoy tendrá que servirnos); si,
comprendiendo la trascendencia de eso con respecto al arte, no se prestó
aquí colaboración, tanto peor. Ahora ya no es tiempo de volver sobre
eso. Déjense las trasnochadas revistas del arte moderno (pues para noso-
tros ya deben de resultar eso); déjense a los impresionistas, y a Cézanne;
y también a los Cubistas; no vuelvan cariñosamente los ojos al sobrerrea-
lismo (como los americanos del norte, también rezagados, aunque menos
que nosotros) y olviden que existieron los neophstiri.c;tas. Todo eso ya
pasó. La voz de América nos llama.
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Como antes dije otra palabra y no se escuchó, ahora digo ésta, que
tampoco será escuchada. Tanto peor.
El mundo procede a grandes ciclos de siglos. El reloj del tiempo los
marca en grandes espacios. Y tenemos, después de la Prehistoria, toda
la Antigüedad : Caldea, Asiria, Egipto, Grecia (en lo que nos atañe a
nuestra tradición, dejando de lado China e India) grandes etapas domina-
das por una metafísica que regula y construye su vivir. A través del
particularismo inherente a la vida, el H ombre Universal domina al hombre
individuo. Por esto fueron épocas de gran elevación.
La Era Cristiana se anuncia en el Imperio Bizantino : el Nuevo Evan-
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Universalismo Constructivo, debemos trabajar para que así sea. Por otra
vez, en el mundo el Hombre Universal (representante de la alta jerarquía
.humana) ha de volver a dominar y nuevamente ordenarlo.
En la lucha descomunal de hoy, ¿no hay quien lucha por el derecho
sobre la fuerza, por la justicia, sobre la opresión, por la civilización sobre
la barbarie? ¿O bien esto se dice sólo con los labios, sin poner el corazón
·en ello? Tengamos fe en que no sea eso.
Pues bien: si tal se dice, y se dice sinceramente ¿no es que se invoca,
de nuevo, la eterna verdad de siempre? ¿El mundo abstracto va a dominar
de nuevo la conciencia humana?
Si hemos de esperar una nueva era (y creo que es la esperanza de miles
de seres humanos en el presente) tal debiera ser ésa, y no un materialismo
absoluto, que es la que otros piensan que será.
Y bien: ¿tal nueva era, no sería la nueva era del Nuevo Mundo?
Nueva edad de piedra y no de cartón pintado. Era de realidades concretas
y ordenadas. Era que ya ha comenzado. En efecto: un nuevo clasicismo
se anunc1a.
Toda época constructiva, es clásica; que es como decir unitarista y
universalista. Pero ¿qué entendemos por clásico? Sobre esto conviene
ponerse de acuerdo.
Muchas veces he dicho, que el Cubismo, que fué, artísticamente, un
acto revolucionario, lo fué en el sentido de volver por una estructura; es
decir, nuevamente a un ordenamiento plástico, y por esto, una reacción
contra el naturalismo. Por esta razón un movimiento propendiendo al
clasicismo. Restauró los valores concretos, estableció un ritmo libre (pero
al fin un ritmo) y puso nuevamente en vigencia la Frontalidad. Fué,
por esto, un gran paso. Y un paso, como queda dicho, hacia un nuevo
clasicismo.
Pues bien: aludiendo a esto, alguien me replicó: usi el Cubismo
-según usted afirma- ha de llevarnos a un arte clásico, al fin uno no
sabrá a que atenerse con respecto al vocablo. ¿Qué es, a fin de cuentas,
lo que debemos entender por arte clásico? Porque a mi modo de ver -y
según es uso corriente y reza el diccionario- arte clásico es aquel que,
por su perfección y equilibrio puede servir de modelo o ejemplo; y, hasta
si usted quiere y por extensión, un arte dentro de un canon, es decir, de
3cuerdo con las verdaderas reglas del arte. Y por llenar tales circunstancias
(y como usted mejor sabe), el arte griego ha sido reputado como el mo-
delo perfecto; y esto sin perjuicio de otros períodos de arte, igualmente
ejemplares, y que todos conocemos. ¿Cómo, pues, y, por vía del C1tbismo,
(arte vanguardista y revolucionario, antihumano, complejo, extravagante,
circunsuncial y fragmentario) es posible que se llegue -según usted-
al deseado equilibrio? Sé las razones que usted da, pero, aun con ellas, no
quedo bien persuadido.''
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rar en la conexión orgánica, van juntándose las partes; cada pieza aislada
sitúase en la posición que permite reconocer mejor el objeto; por eso, la
superficie principal de un cuerpo, se coloca sobre el plano del cuadro:
descripción objetiva de las cosas, )' no s1t aspecto real." Y en otro lugar:
ucon igual exactitud m:1tem:\tica se dispone el plano de un templo que
el acanalamiento de una columna o la distribución de un bloque de tri-
glifos. Y siempre la labor está su jeta a valores numéricos )' fijos; todo
capricho parece estar excluído." Arte dentro de un hieratismo, como
lo fué después el bizantino y el gótico, y hoy es el cubismo y el arte
constructivo. Y esto, y no nada más es el princijJio clásico. Y por esto
aún, lo es el azteca y el incaico; y el africano. Es el arte grométrico y
ya a partir de la prehistoria y que es la antítesis del arte naturalista
imitativo.
Y ahora vamos a otra cosa. ¿Podrá la pilastra o el muro, el plano
arquitectónico, asimila1', en el sentido de armonía, un simili natura imi-
tativo, en actitud y gesto parecidos a un ser real? ¿Qué homogeneidad
guardan, esas dos cosas distintas, que la ignorancia de las leyes del arte
plástico allí reúne? Ninguna. Y si, porque eso así se hizo desde hace
siglos, parece que también hoy deba hacerse, y es porque se obra con
ligereza, es porque no se ha llevado a fondo el estudio. Y por tal motivo·
será un puro hacer inconsciente.
Hay que pasar, de un plano e1't demasía académico, a otro de valores
más altos. Pero, para esto, es cuestión previa, valorizar de nuevo. Una
revisión se impone, y que caiga lo que caiga.
Pero esto en parte ya se ha hecho. Las rebuscas modernas han ayudado
mucho en ese sentido. El afán de llegar a un verdadero plasticismo, han
revelado nuevos conceptos, que han permitido examinar las obras de otras
épocas bajo otro ángulo. Y hoy, por esto, ya se posee otro conocimiento.
Y tal conocimiento, no es (ni más ni menos) que el profundizar en la
esencialidad clásica.
Y todo esto, ¿lo vamos a menospreciar, para volver a la rutina aca-
démica? ¿Y todo esto, lo vamos a repudiar, en nombre de cualquier mo-
dernismo a la moda? Ni lo uno ni lo otro. Pero, hay que llevar las cosas
a la debida altura; y abandonar el camino trillado del academismo; el
modernismo hueco; y el naturalismo fotográfico. Y no dar ya más beli-
gerancia a un arte sin base, ni norma, ni estilo, y que es lo adocenado de·
todas las tierras del mundo. Arte de vulgares, para otros tales.
Me dicen: ¿no recuerda que estamos en el Uruguay; que aquí no hay
nada; que nada puede hacerse? Tengo que confesar que, si Europa estu-
viese en paz como en otro tiempo (no muy lejano) y se me brindase ei
ir de nuevo a cualquier ciudad en que viví, no iría. Me interesa más
esto. ¿Por qué? Pues porque, estando de vuelta de allí, veo que no es
aquello. Que el gran arte está por hacer; y al decir gran arte, quiero decir,.
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dentro de la gran tradición clásica. El cual, aquí, sin nada que nos dis-
traiga, pues es tierra casi virgen, podría realizarse.
La impecable curva de la esfera, aquí es tan perfecta como en cual-
quier sitio. La luz resbala igualmente, mostra11do lo concreto de la forma.
¿Qué más queremos?
Si el arte (y ya a partir de Grecia), se adelantó engañosamente por
el camino del naturalism-o imitativo, hoy, debemos dcsan.dar ese camino.
Y para tal depuración, sé que aquí se hallarían bien pocos hombres que
quisieran. leva1ttar tal esfuerzo y ni aun que sólo se interesasen por el mis-
mo. Y a que tal propósito tiene que rebasar el marco acostum,brado. T am-
poco muchos jóvenes, dispuestos A SACRIFICARLO TODO, para llegar a tan
alta finalidad. Pero, lo que se hiciese con pocos o con muchos, no tendría
importancia, si se hiciese; es decir, se determinase ya zm plano, en que se
considerasen esos valores profundos. Que sería como decir, el pasar a
hechos concretos (con relación a la plástica) dando de mano, y para tal
gran esfuerzo, con el abigarrado conjzmto, de lo que hoy se produce entre
nosotros. Pues, todo lo hecho hasta el presente, no debiera constituir más
que u1t ensayo; un acarreo de valores extranjeros, que, a su tiempo ( tiem-
po de aprendizaje) fueron necesarios. Pues (y a mi entender) tras ese
primer buen deseo de dotar de arte a nuestra tierra (y que merece enco-
mio ha jo todos los conceptos) tras ese provisional esbozo de cultura artís-
tica, ha de venir, ahora (y siempre según mi pobre juicio) otro montento
en la etapa de ese camino, y que es el de reflexión: ¿qué hemos hecho; qué
estamos haciendo; de dónde venimos; adónde vamos; qué somos; en qué
tiempo estamos? Y para llegar a tal discriminación de hechos, me parece
conveniente considerarlos bajo dos aspectos: somos una nación y una tierra.
Y es cierto que ambas cosas paran en lo mismo; pero, para la finalidad del
arte, considerado en sí mismo, creo que es conveniente hacer esta distinción.
Porque si la nación mira a lo político (a la configuración de estado) , la
tierra mira a lo cósmico. Y es importante señalar esto, porque, de tal sepa-
ración o consideración, pueden derivarse dos géneros de arte distintos: uno
que podríamos llamar en el tiempo, dándonos el aspecto de la realidad que
nos circunda; y también sucesos y hechos históricos; y que sería lo que
se llama pintura (arte representativo a tres dimensiones, pintUt·a de pintor,
con empaste); y otro un arte ya más universal, normativo, a base de regla
y orden, destacando valores más absolutos, y que miraría más a lo cósmico.
Es decir, al arte futuro de América. Y si el primero podría partir (y para
tomar ya ruta propia) de la tradición re1tacentista, para ir a algo mtty
conc1·eto (a la manera de Zurbarán o de Mantegna) a un concepto 1zat1t-
ralista, pero mental, de la forma, y entonces realizar la idea plástica en el
plano visual normal; el otro, por el contrario, pianista e irreal (dentro del
hieratismo del ritmo y de la ley frontal) propendería a s-umarse a las
antiguas culturas del continente (dentro de su sentido cósmico) y así
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