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International Center for the Arts of the Americas at the Museum of Fine Arts, Houston

Documents of 20th-century
Latin American and Latino Art
A DIGITAL ARCHIVE AND PUBLICATIONS PROJECT AT THE MUSEUM OF FINE ARTS, HOUSTON

Registro ICAA: 1245783


Fecha de Acceso: 2020-01-07

Cita Bibliográfica:
Torres García, Joaquín. El Arte de América. Lección 127. 1940. "Universalismo Constructivo".
Ed. Poseidón, 1944, Buenos Aires: 841-849

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or downloading for personal Con motivo otro nuevo planteo sobre una arte americano distanciado de lo europeo, Joaquín
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Torres García —tras un severo diagnóstico sobre el “atraso” en las concepciones estéticas en
of this document in another
work intended for commercial Uruguay— intenta explicar su concepto de “Clasicismo moderno”. Si bien fue publicada en
purpose will require permission 1944, se trata de una de sus conferencias pronunciadas en 1940, año en que brinda su célebre
from the copyright owner(s).
500ª Conferencia en la sede de FEPU, Montevideo. JTG insiste aquí sobre la dicotomía entre lo
ADVERTENCIA: Este docu-
uno y lo múltiple haciendo una revisión histórica. En su opinión, el “Hombre Universal”
mento está protegido bajo la
ley de derechos de autor. Se predominó sobre el “Hombre Individuo” en todas las culturas antiguas hasta el Renacimiento;
reservan todos los derechos. período en que da inicio el individualismo en la cultura occidental, marcándose la pérdida del
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LC'ccióu 127.

EL ARTE DE AMERICA

P
nosotros, artistas, debiera ser
ARA
urgentísimo el resolver el proble-
ma del Arte de América. Por esto, en vez de divagar, aún, tras de moldes
ya caducos (como si fuésemos presa de profunda inconsciencia) debiéramos
doblar la hoja y abrir página en blanco para tratar de trazar las primeras lí-
neas de un arte aún inédito. Debiéramos sentirnos animados de tal espíritu.
Por el momento, y a pesar de que tanto se espera de esta América
(o mejor de la América latina o moderna) en lo que a los artistas de
nuestro país se refiere, nada se columbra que pueda hacer abrigar la
menor esperanza a este respecto. Retrasados en la evolución, recién hoy
descubren a los modernos; recién hoy se aventuran a explorar en lo que
hizo Monet o Cézanne (y hay que confesar, sin mucho atrevimiento);
recién hoy comienzan a comprender que lo chillón no es el color, y se
deciden a cambiar levemente el tono de la paleta; y otras cosas así que
debieran haber resuelto hace años.
Si a tiempo no se estuvo alerta y se estudió lo que tantos artistas del
mundo buscaban (y que en cierto sentido hoy tendrá que servirnos); si,
comprendiendo la trascendencia de eso con respecto al arte, no se prestó
aquí colaboración, tanto peor. Ahora ya no es tiempo de volver sobre
eso. Déjense las trasnochadas revistas del arte moderno (pues para noso-
tros ya deben de resultar eso); déjense a los impresionistas, y a Cézanne;
y también a los Cubistas; no vuelvan cariñosamente los ojos al sobrerrea-
lismo (como los americanos del norte, también rezagados, aunque menos
que nosotros) y olviden que existieron los neophstiri.c;tas. Todo eso ya
pasó. La voz de América nos llama.

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UNIVERSALISMO CONSTRUCTIVO

Como antes dije otra palabra y no se escuchó, ahora digo ésta, que
tampoco será escuchada. Tanto peor.
El mundo procede a grandes ciclos de siglos. El reloj del tiempo los
marca en grandes espacios. Y tenemos, después de la Prehistoria, toda
la Antigüedad : Caldea, Asiria, Egipto, Grecia (en lo que nos atañe a
nuestra tradición, dejando de lado China e India) grandes etapas domina-
das por una metafísica que regula y construye su vivir. A través del
particularismo inherente a la vida, el H ombre Universal domina al hombre
individuo. Por esto fueron épocas de gran elevación.
La Era Cristiana se anuncia en el Imperio Bizantino : el Nuevo Evan-

gelio de la Verdad. Confluencia de la Intuición y la Razón Constructiva,


cuyo origen debemos buscar en Alejandría. El Pensamiento abstracto y
la Geometría dominaron. Preparan el enorme Medio Evo, maciza cons-
trucción humana. Todavía el Hombre Universal domina sobre el Hombre
Individuo. El ser humano no ha perdido su jerarquía. La Regla de Unidad
domina todas estas grandes civilizaciones, pero presto va a ser repudiada.
Lo 1rtttltiple va a dominar sobre lo uno, y esto tanto en cada hombre
como en cada tierra. Se borra la palabra metafísica para escribir otra:
física. Una nueva ciencia se instaura: la ciencia de lo particular y de lo
relativo.
Renacimiento; ¿renacimiento de qué? No fué tal. Fué una nueva
era: la era del materialismo. Y que es la que domina hasta hoy.
¿Toca ahora esta era a su término? ¿Quién podría profetizado? Pero,
si esto no es posible decirlo, los que creemos en el advenimiento de un

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EL ARTE DE AMÉRICA

Universalismo Constructivo, debemos trabajar para que así sea. Por otra
vez, en el mundo el Hombre Universal (representante de la alta jerarquía
.humana) ha de volver a dominar y nuevamente ordenarlo.
En la lucha descomunal de hoy, ¿no hay quien lucha por el derecho
sobre la fuerza, por la justicia, sobre la opresión, por la civilización sobre
la barbarie? ¿O bien esto se dice sólo con los labios, sin poner el corazón
·en ello? Tengamos fe en que no sea eso.
Pues bien: si tal se dice, y se dice sinceramente ¿no es que se invoca,
de nuevo, la eterna verdad de siempre? ¿El mundo abstracto va a dominar
de nuevo la conciencia humana?
Si hemos de esperar una nueva era (y creo que es la esperanza de miles
de seres humanos en el presente) tal debiera ser ésa, y no un materialismo
absoluto, que es la que otros piensan que será.
Y bien: ¿tal nueva era, no sería la nueva era del Nuevo Mundo?
Nueva edad de piedra y no de cartón pintado. Era de realidades concretas
y ordenadas. Era que ya ha comenzado. En efecto: un nuevo clasicismo
se anunc1a.
Toda época constructiva, es clásica; que es como decir unitarista y
universalista. Pero ¿qué entendemos por clásico? Sobre esto conviene
ponerse de acuerdo.
Muchas veces he dicho, que el Cubismo, que fué, artísticamente, un
acto revolucionario, lo fué en el sentido de volver por una estructura; es
decir, nuevamente a un ordenamiento plástico, y por esto, una reacción
contra el naturalismo. Por esta razón un movimiento propendiendo al
clasicismo. Restauró los valores concretos, estableció un ritmo libre (pero
al fin un ritmo) y puso nuevamente en vigencia la Frontalidad. Fué,
por esto, un gran paso. Y un paso, como queda dicho, hacia un nuevo
clasicismo.
Pues bien: aludiendo a esto, alguien me replicó: usi el Cubismo
-según usted afirma- ha de llevarnos a un arte clásico, al fin uno no
sabrá a que atenerse con respecto al vocablo. ¿Qué es, a fin de cuentas,
lo que debemos entender por arte clásico? Porque a mi modo de ver -y
según es uso corriente y reza el diccionario- arte clásico es aquel que,
por su perfección y equilibrio puede servir de modelo o ejemplo; y, hasta
si usted quiere y por extensión, un arte dentro de un canon, es decir, de
3cuerdo con las verdaderas reglas del arte. Y por llenar tales circunstancias
(y como usted mejor sabe), el arte griego ha sido reputado como el mo-
delo perfecto; y esto sin perjuicio de otros períodos de arte, igualmente
ejemplares, y que todos conocemos. ¿Cómo, pues, y, por vía del C1tbismo,
(arte vanguardista y revolucionario, antihumano, complejo, extravagante,
circunsuncial y fragmentario) es posible que se llegue -según usted-
al deseado equilibrio? Sé las razones que usted da, pero, aun con ellas, no
quedo bien persuadido.''

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Vamos por partes, le contesté. Ante todo pongámonos de acuerdo


con respecto a lo que podemos entender por arte clásico. Yo puedo enten-
der, como usted (y puesto que lo ha consagrado el uso y la academia)
que, arte clásico, es ese que puede ponerse como modelo de perfección y
equilibrio; pero (y usted también lo sabe mejor que yo) que existe otra
clasificación o denominación, que responde a otro punto de vista, y que
fué objeto de antiguo pleito: la de romá11.ticos y clásicos y que tanto apa-
sionó en su tiempo a los franceses. Y yo no sé hasta qué punto usted estará
de acuerdo con tal teoría, pero yo la doy por buena. Pues, en efecto (y
según quiere un muy antiguo sabio chino) " no se presenta a la mente
ninguna idea sin su opuesta"; y, siendo así, si en nuestro espí ritu se
presenta la idea de un arte que podríamos llamar 1101'/JUT/iz: o , tal idea, y,
por absoluta ley necesaria, tiene que oponerse a la de 1m arte libre; arte
sin ley ni gobierno, y que responda sólo a la fantasía y a la Yoluntad del
artista. Por tal razón, pues, y para fundamentar mi criterio con respecto
a la esencialidad del cubismo y a su posible desemboque en un arte clá-
sico, me apoyé en tal teoría, la cual, y sea dicho de paso, me pa rece mucho
más firme y filosófica que la otra. Porque, si no fuese así, ¿cómo clasifi-
caríamos a obras que se generaron por principios tan opuestos? Y no
solamente obras, sino épocas. Rafael y el Greco son opuestos, porque, en
la base de sus obras, hay un principio fundamental distinto. Porque, si
el arte del primero está dentro de unas normas, escasamente lo está el del
segundo. Y que esto -a mi entender- quiere decir, que, donde hay
regla o teoría, hay clasicismo; y no le hay donde falta tal fundamento y
aun lo repudie. Y sé (y no ignoro que usted abunda en ello) que también
usted cree que clásico es el arte que pueda dar u1za regla. Pero aun
podemos llevar el razonamiento un poco más lejos. Por ejemplo: arte
clásico -y generalizand~ mucho-, sería aquel en que predomina la
idea sobre el sentimiento (y aunque sepamos que éste jamás debe ser
excluí do) y entendiendo por idea no el mero concepto intelectual, sino, y
por tratarse del arte, de la intuición completa de la obra, con sus partes
y figuras, y todas con sujeción a un orden; o más brevemente: de su exis-
tencia dentro de las leyes de la armonía, que es como decir de unas reglas
ya establecidas, y que constituyen su verdadera trabazón o estructura.
Pues bien: apartándome del concepto usual, que quiere, que el arte griego
sea el arte clásico por antonomasia, y ateniéndome a este otro ell q11e prima
la idea sobre la emoción y el arranque; y aun teniendo en cuenta que todo
clasicismo supone una regla, no me ha parecido fuera de razón, el suponer
que, queriendo contradecir, el cttbismo, la manera harto libre e individual
del arte que le precedió, y fijando, por esto (y por primera vez en estos
tiempos) reglas de ordenamiento; aunque sea (y por esto mismo) un
arte revolucionario, tengo que decir, qu.e propende a lo clásico. El c01zcepto
m.ental está a su base. Por tal motivo, la consideración, y por encima de

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EL ARTE DE AMÉRICA

todo, de un orden armónico. Y b ev idencia jJOr sn geométrica n fr ucl ura


y el ritmo de la comjwsición, que si n o afinada por completo, puede, provi-
sionalmente, ser aceptada. Y es con estas reservas que yo lo he considerado
(y ya que es el único ejemplo en los tiempos modern os) y por esto, COIIIO
un arte de transición o como un buen ensayo en el sentido de -z-·ol ver a
·una norma. Porque dije allí,
que tal vuelta a un estilo
clásico, no podía ser jJlagimt-
do los eternos modelos del
arte grecorroma11o; que ha-
bía que ir a lo profundo ;
porque era la ley lo que im-
portaba encontrar de nuevo;
ya que sólo as í podríamos ser
originales. Quise dest acar,
entonces, un concepto fun-
damental: el de la forma
imitativa y el de la forma
plástica; y de cómo la pri-
mera no es apta para ningún
ordenamiento. Por consi-
guiente, que al querer reali-
zar t al pretensión, llevando
lo real, y como forzadamen -
te, a lo geométrico, se pro-
ducía un arte híbrido, por
esto carente de unidad, cons-
tituyendo en sí un contrasen tido. Las imágenes pbnistas, por el contra-
rio, por su irrealidad y por ser m ás bien equivalent es o sím bolos reales,
se prestan, no sólo a establecer 1m ritmo frontal (arte egipcio o griego)
sino que, en cualquier composición alegórica, por ejemplo, no teniendo
la pretensión de ser seres reales los que se representen, sino más bien nue-
vas entidades gráficas, no tienen que darnos el espectáculo deplora ble, de
seres humanos con todo su verismo, ya sobre un estrecho pedestal, con
aire de actor trágico, o en el género ecuestre, en mibgroso caracoleo
del caballo en su estrecha base, o en la pintura mural, en el espacio del
cielo. Quiéranse recordar tantas pinturas de vasos griegos, por ejemplo,
en que los personajes, 1tO descriptiva111e11te, sino simbólicamcnlr, nos dan
idea de cualquier maravillosa creación de un poeta o de bs partes de un
acontecimiento. Y tales admirables obras, son una condenación del modo
realista. Muestran, por esto, un grado superior de cultura.
Pues bien: el Cubismo, y aun teniendo en cuenta t odas sus deficien -
cias, se situó, desde el primer momento, en ese plano de lo absolutammte

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plástico, dando con esto un golpe de gracia al arte imitativo naturalista,


y, de paso, al falso arte decorativo que, como dije, no pasa de ser un
naturalismo camuflado. Y yo sé, que los que quieran impugnar estas
ideas, me citarán el arte del apogeo griego, por ejemplo. Que lo que des-
pués se ha hecho, vino de allí. De acuerdo. Sólo que hay ahora que ver,
de si, el tan decantado apogeo griego, no fué, en realidad (y comprendido
Fidias) un arte ya decadente. Esta es mi opinión. Y también fué la de
Gauguin, cuando dijo, que el arte del apogeo griego, ya había enturbiado
la pura fuente de la tradición del arte. De modo que, el pecado del Rena-
cimiento, queriendo emanciparse de las normas fundamentales del arte
plástico (ritmo y ley frontal, concepto puro de la forma) , tuvo su origen
en el arte del siglo v, antes de Cristo, en Grecia. Y por tal razón, el con-
cepto verdaderamente clásico del arte, ha sido falseado posteriormente.
Pero, ¿quién podrá hoy enderezar tal entuerto? Tales admiraciones, por
esa Grecia que ya inicia la decadencia, y otras (pura literatura) tendrían
que caer ... Lo clásico está en la Grecia arcaica (siglos VI y vn antes de
Cristo), pero de tales esculturas y pinturas de vasos, no se verá jamás
ninguna en las academias.
Existe, pues, un clásico griego, auténtico, y otro oficializado; y de
ése se partió; y por eso es el que ha sido consagrado: un clasicismo semato,
naturalizan/e.
¿Se quiere cosa más trivial que el naturalismo? No se requiere, para
su interpretación, ninguna cualidad extraordinaria. ¿N o es la misma rea-
lidad al vivo? ¿No nos da rostros lindos y cuerpos bellos? Pero, aquellos
Apolos arcaicos, cuyas piernas y brazos semejan fustes de columnas, ya
es otra cosa. ¿A quién puede gustar eso? Se necesita un exquisito sentido
de la forma (la cual ya puede llamarse abstracta) para captar tales cali-
dades plásticas. Aquí la forma tiene valor absoluto, e11. sí ; en sí y no con
relación a cualquiera realidad: es una forma plástica. Y es a la que hace
alusión Platón.
Hace más de cinco años, que ya me ocupé de eso, en mi libro
((Estructura", al tratar del problema de la escultura. Y en cierto lugar
de la página 55 puede leerse lo siguiente: No se impone este arte
(el griego arcaico) una copia de la naturaleza, sino el re prese11 tar con
claridad, todo lo que la inteligencia conoce del objeto. Y así entramos en
un dibujo constructivo a base de esa imagen mental, la cual, junta en tma
sola representación los diferentes aspectos que puede presentar un objeto.
Me referí allí, a las figuraciones de vasos arcaicos de la época geométrica,
y que semejaban exactamente a las construcciones cubistas. Y en corro-
boración de esto, copiaba la siguiente descripción dada por un autor: ..En
la representación de un carro, aparecen vistos desde arriba, el suelo y las
varas; desde un lado las ruedas; y todo el aparato está tan desmembrado,
que las diferentes cosas no se entrecruzan en ningún punto, etc. Sin repa-

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EL ARTE DE AMÉRICA

rar en la conexión orgánica, van juntándose las partes; cada pieza aislada
sitúase en la posición que permite reconocer mejor el objeto; por eso, la
superficie principal de un cuerpo, se coloca sobre el plano del cuadro:
descripción objetiva de las cosas, )' no s1t aspecto real." Y en otro lugar:
ucon igual exactitud m:1tem:\tica se dispone el plano de un templo que
el acanalamiento de una columna o la distribución de un bloque de tri-
glifos. Y siempre la labor está su jeta a valores numéricos )' fijos; todo
capricho parece estar excluído." Arte dentro de un hieratismo, como
lo fué después el bizantino y el gótico, y hoy es el cubismo y el arte
constructivo. Y esto, y no nada más es el princijJio clásico. Y por esto
aún, lo es el azteca y el incaico; y el africano. Es el arte grométrico y
ya a partir de la prehistoria y que es la antítesis del arte naturalista
imitativo.
Y ahora vamos a otra cosa. ¿Podrá la pilastra o el muro, el plano
arquitectónico, asimila1', en el sentido de armonía, un simili natura imi-
tativo, en actitud y gesto parecidos a un ser real? ¿Qué homogeneidad
guardan, esas dos cosas distintas, que la ignorancia de las leyes del arte
plástico allí reúne? Ninguna. Y si, porque eso así se hizo desde hace
siglos, parece que también hoy deba hacerse, y es porque se obra con
ligereza, es porque no se ha llevado a fondo el estudio. Y por tal motivo·
será un puro hacer inconsciente.
Hay que pasar, de un plano e1't demasía académico, a otro de valores
más altos. Pero, para esto, es cuestión previa, valorizar de nuevo. Una
revisión se impone, y que caiga lo que caiga.
Pero esto en parte ya se ha hecho. Las rebuscas modernas han ayudado
mucho en ese sentido. El afán de llegar a un verdadero plasticismo, han
revelado nuevos conceptos, que han permitido examinar las obras de otras
épocas bajo otro ángulo. Y hoy, por esto, ya se posee otro conocimiento.
Y tal conocimiento, no es (ni más ni menos) que el profundizar en la
esencialidad clásica.
Y todo esto, ¿lo vamos a menospreciar, para volver a la rutina aca-
démica? ¿Y todo esto, lo vamos a repudiar, en nombre de cualquier mo-
dernismo a la moda? Ni lo uno ni lo otro. Pero, hay que llevar las cosas
a la debida altura; y abandonar el camino trillado del academismo; el
modernismo hueco; y el naturalismo fotográfico. Y no dar ya más beli-
gerancia a un arte sin base, ni norma, ni estilo, y que es lo adocenado de·
todas las tierras del mundo. Arte de vulgares, para otros tales.
Me dicen: ¿no recuerda que estamos en el Uruguay; que aquí no hay
nada; que nada puede hacerse? Tengo que confesar que, si Europa estu-
viese en paz como en otro tiempo (no muy lejano) y se me brindase ei
ir de nuevo a cualquier ciudad en que viví, no iría. Me interesa más
esto. ¿Por qué? Pues porque, estando de vuelta de allí, veo que no es
aquello. Que el gran arte está por hacer; y al decir gran arte, quiero decir,.

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UNIVERSALISMO <...üNSTRUCTIVü

dentro de la gran tradición clásica. El cual, aquí, sin nada que nos dis-
traiga, pues es tierra casi virgen, podría realizarse.
La impecable curva de la esfera, aquí es tan perfecta como en cual-
quier sitio. La luz resbala igualmente, mostra11do lo concreto de la forma.
¿Qué más queremos?
Si el arte (y ya a partir de Grecia), se adelantó engañosamente por
el camino del naturalism-o imitativo, hoy, debemos dcsan.dar ese camino.
Y para tal depuración, sé que aquí se hallarían bien pocos hombres que
quisieran. leva1ttar tal esfuerzo y ni aun que sólo se interesasen por el mis-
mo. Y a que tal propósito tiene que rebasar el marco acostum,brado. T am-
poco muchos jóvenes, dispuestos A SACRIFICARLO TODO, para llegar a tan
alta finalidad. Pero, lo que se hiciese con pocos o con muchos, no tendría
importancia, si se hiciese; es decir, se determinase ya zm plano, en que se
considerasen esos valores profundos. Que sería como decir, el pasar a
hechos concretos (con relación a la plástica) dando de mano, y para tal
gran esfuerzo, con el abigarrado conjzmto, de lo que hoy se produce entre
nosotros. Pues, todo lo hecho hasta el presente, no debiera constituir más
que u1t ensayo; un acarreo de valores extranjeros, que, a su tiempo ( tiem-
po de aprendizaje) fueron necesarios. Pues (y a mi entender) tras ese
primer buen deseo de dotar de arte a nuestra tierra (y que merece enco-
mio ha jo todos los conceptos) tras ese provisional esbozo de cultura artís-
tica, ha de venir, ahora (y siempre según mi pobre juicio) otro montento
en la etapa de ese camino, y que es el de reflexión: ¿qué hemos hecho; qué
estamos haciendo; de dónde venimos; adónde vamos; qué somos; en qué
tiempo estamos? Y para llegar a tal discriminación de hechos, me parece
conveniente considerarlos bajo dos aspectos: somos una nación y una tierra.
Y es cierto que ambas cosas paran en lo mismo; pero, para la finalidad del
arte, considerado en sí mismo, creo que es conveniente hacer esta distinción.
Porque si la nación mira a lo político (a la configuración de estado) , la
tierra mira a lo cósmico. Y es importante señalar esto, porque, de tal sepa-
ración o consideración, pueden derivarse dos géneros de arte distintos: uno
que podríamos llamar en el tiempo, dándonos el aspecto de la realidad que
nos circunda; y también sucesos y hechos históricos; y que sería lo que
se llama pintura (arte representativo a tres dimensiones, pintUt·a de pintor,
con empaste); y otro un arte ya más universal, normativo, a base de regla
y orden, destacando valores más absolutos, y que miraría más a lo cósmico.
Es decir, al arte futuro de América. Y si el primero podría partir (y para
tomar ya ruta propia) de la tradición re1tacentista, para ir a algo mtty
conc1·eto (a la manera de Zurbarán o de Mantegna) a un concepto 1zat1t-
ralista, pero mental, de la forma, y entonces realizar la idea plástica en el
plano visual normal; el otro, por el contrario, pianista e irreal (dentro del
hieratismo del ritmo y de la ley frontal) propendería a s-umarse a las
antiguas culturas del continente (dentro de su sentido cósmico) y así

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EL ARTE DE AMÉRICA

realizar, tambiéu. idea clásica, pero entonces en plano más decorativo (o lo


que impropiamente se llama tal) y que podría tener aplicación en la pin-
tura mural y en la C01tfigttración y ornamentación de objetos. Un futuro
arte clásico 1mestro, podría, pues, tener ese doble aspecto. Evitando (la
primera de estas dos expresiones que seria dentro del aspecto visual normal)
evitando, decía, las escuelas modernas (impresionismo y postimpresio-
nismo) podría orientarse, y como he dicho, hacia una forma ·ya elaborada
en el espíritu (clásica por esto) y dentro de una composición ordenada y
equilibrada (según las leyes de la proporción) para damos un fuerte arte
propio, a base de estudio directo de la realidad, y aparte de toda escuela y
tal como Dios nos lo dé a entender, pero con fidelidad casi fanática por
unos conceptos bien concretos de arte, bien filtrados, bien apoyados en
el ejemplo de los más puros maestros; o dicho en una palabra: con un
concepto de clasicismo bien definido y después de las exploraciones más
sutiles, elevadas y profundas. Esto en cuanto a esta rama dentro de la
visualidad normal. La otra, la geométrica y pianista, se desarrollaría, como
he dicho, en un plano cósmico (y por esto universal) y dentro del hiera-
tismo de la ley frontal y ritmo, o sea de la medida armónica, y partiendo
de un concepto formal absohtto, y por esto geométrico. Y tal arte, se
desarrollaría en el muro, y configuraría el m01mmento, y se aliaría a la
arquitectura, y al objeto (hecho a mano) en creación de una industria
de arte. Y todo esto, queriendo ser uruguayos cien por cien. Y si me
viese cercano a la muerte, y quisiese dar mi testimonio artístico, sería
éste el que daría a mis compatriotas. Asigno, pues, gran importancia a
todo esto que acabo de exponer.

Agosto de 1940.

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