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Universidad Tecnológica

Nacional

Facultad Regional Córdoba

Licenciatura en Administración y
Gestión en Instituciones de
Educación Superior

Asignatura: Epistemología

Alumnas: Luciana Caterina Lencina

María Elisabet Olivo

Laura Senn Villoria

Año 2019
Objetivo
Analizar el rol de la mujer en la ciencia y cómo el patriarcado, basado en el
determinismo biológico, fue un limitante para la mujer científica.

Introducción
Por definición, el determinismo biológico se refiere a la “idea de que el
comportamiento humano es innato, está determinado por los genes, el tamaño del cerebro, u Commented [1]: Este es el link al artículo
El determinismo biológico usa la «ciencia» para perpetuar el
otros atributos biológicos. La negación del libre albedrío es inherente al determinismo machismo

https://medium.com/@justinadiazcornejo.trad/el-
biológico: los individuos no tienen control interno sobre su comportamiento y carácter, y, determinismo-biol%C3%B3gico-usa-la-ciencia-para-
perpetuar-el-machismo-b4fd5da443c0
por lo tanto, no son responsables de sus acciones”. Desestima por completo el rol social y el
Commented [LSV2R1]:
entorno cultural que influencian los comportamientos y otras características. Siguiendo esta
línea, nos encontramos con el concepto de «esencialismo», que apunta a la idea de que existen
personalidades o características únicamente masculinas y únicamente femeninas, sin
influencias culturales o contextuales. (Singh, 2018)
Estas ideas se utilizaron y se siguen utilizando para perpetuar y justificar las
limitaciones discriminatorias con respecto a las capacidades intelectuales y a las emociones
de las mujeres, sus actividades y su participación en la esfera pública.
El determinismo biológico sostiene que una persona nace varón o mujer, con
características físicas masculinas o femeninas bien definidas. Los occidentales varones son
más altos y pesados que las mujeres, y con un cerebro más grande en términos absolutos;
cuestiones “inherentes” que se utilizan para justificar su superioridad, ya se que afirma que
ellos son inherentemente más inteligentes que las mujeres debido a esto. Un varón es un
“líder natural”, es un “modelo a seguir” porque siempre “sabrá que hacer o cómo resolver”,
“tiene iniciativa”, etc. Estas concepciones escapan a la esfera privada y se convierten en
visibles en la arena pública, donde toda figura de liderazgo o acción se ha naturalizado como
necesariamente masculina, excluyendo a las mujeres y a las personas no heteronormativas de
la posibilidad de acceder a trabajos y roles fuera del hogar y la clandestinidad.
Esta concepción de la cultura sexista se cuela en el proceso de hacer ciencia, se
naturaliza una distribución por género de cualidades (razón o emoción, fuerza o sensibilidad,
objetividad o subjetividad), en las que la valoración cognitiva está asociada con las atribuidas
tradicionalmente al varón.
Se persiste en la idea de que hay ciertas disciplinas que son cosa de hombres. Hay
buenos argumentos al respecto, tanto desde la perspectiva biológica como de la socio-
cultural, pero no terminan de convencer: siempre que el determinismo biológico se interpone
en la discusión el terreno se hace pantanoso. Es cierto, hay limitaciones biológicas, las
tenemos todos. Pero hasta ahora, no hay evidencia que muestre que la capacidad cognitiva,
habilidad analítica o destreza lógica de las mujeres sea inferior a la de los hombres sólo
por el hecho de ser mujer (Moleo, 2018).
“Para vincular mejor ciencia y sociedad, un primer paso es comunicar temas de género
con precisión. Es interesante analizar, entonces, la presencia de científicas en los medios
masivos de comunicación y el tratamiento de sus investigaciones y descubrimientos.”
(Edelsztein, 2018) Commented [3]: Para mi: referenciar artículo en la web

Es prudente también, replantearse el vínculo existente entre el patriarcado y el


capitalismo: este último no se trata de un sistema económico al cual se han ido ajustando los
valores patriarcales. Por el contrario, el capitalismo es la máxima expresión del sistema
patriarcal, siendo su esencia la doble explotación del género femenino al asignarle la
responsabilidad del cuidado.
Se asume que la verdad se encuentra asociada a la ciencia, ámbito históricamente
de los “hombres”, y que la objetividad y la neutralidad caracterizan y legitiman el
discurso científico acerca de la diferencia sexual.
Existen limitaciones para incluir en el concepto científico de humanidad a todas otras
personas que no sean varones blancos heterosexuales, lo cual implica considerar el abanico
de la diversidad sexual y de la identidad de género. Y así lo describe Ian Hacking (1999) en
The Social Constrution of What?: la existencia de una clase social interactiva implica que,
una vez que las sociedades reconocen una categoría, los individuos que entran en ella también
ven condicionado su universo material.
En la distinción sexo / género que hace inusualmente la comunidad científica, al
primero se le asignan sólo características biológicas, y al segundo, únicamente sociales.
Aunque el determinismo biológico como concepto traza las características de toda la
humanidad y no se ocupa específicamente de las distinciones entre masculino y femenino,
ha sido utilizado como herramienta para instaurar relaciones de género desiguales y la
opresión de las mujeres y otros colectivos no heteronormativos.

Historia de la mujer en la ciencia. Invisibilización de la mujer en la Ciencia


Para analizar la historia de las mujeres en ciencia, la primera dificultad con la que nos
encontramos es que los estudios realizados referentes a esto datan de los últimos 10/15 años.
Si bien existieron mujeres en los grandes hitos de la historia, sin embargo, muy pocos
nombres y datos se conservan al día de hoy.
Dados los distintos contextos histórico-sociales que atravesamos, muchas de las
mujeres que realizaron descubrimientos tuvieron que registrarlos a nombre de sus maridos o
de sus compañeros/jefes de investigación. Este fue el modo en que las mujeres se las
ingeniaron para hacer ciencia en algunas épocas.
Es notoria la ausencia de mujeres en los relatos históricos. La noción de género ha sido
ignorada en muchos estudios sobre la actividad científica.
Es importante recalcar que en muchos de esos relatos de la “historia oficial”, está
ausente la otra mitad de la historia, es decir, la protagonizada por las mujeres.
Si bien en algunos períodos de la Antigüedad hubo civilizaciones que no hicieron
distinciones de sexo y género a la hora de permitir estudiar, abundan ejemplos famosos como
el de Hypatia, con final muy trágico para su protagonista. También tengamos presente la
terminante prohibición vigente en la Edad Media para que las mujeres accedan a cualquier
tipo de instrucción, desde la más básica; y donde tener algún conocimiento médico o químico
equivalía a la muerte en la hoguera por bruja. El Renacimiento mermó mucho las muertes,
pero el ostracismo y las prohibiciones continuaron. La Edad Moderna, con el auge del
capitalismo como modelo económico hegemónico, no hizo más que consolidar el rol de las
féminas como “esposa y madre”, solo destinadas a sostener el hogar y a reproducir la especie
mientras los hombres se dedicaban a las “cosas importantes”. Recién iniciado el siglo XIX,
y luego de la ardua lucha de las pioneras, se logró que las mujeres puedan ingresar,
permanecer en las Universidades, graduarse y ejercer su profesión. Una vez que su acceso al
sistema fue posible, el camino de las carreras académicas fue paulatino para el género
femenino, alcanzando puestos de menor jerarquía que los hombres o accediendo inicialmente
a ocupaciones relacionadas a una supuesta “naturaleza femenina” o consideradas “trabajo de
mujeres”.
En 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 11 de febrero como
el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Se conmemora la obtención de la
equidad e igualdad de género en las ciencias, y el reconocimiento de las mujeres científicas
que durante siglos han sido invisibilizadas del mundo académico por su condición sexual.
Esta invisibilización dio lugar a que los ilustres científicos varones tomaran el
protagonismo, amparados en un discurso hegemónico arcaico fundamentado en las ideas
aristotélicas de evidente cariz patriarcal. Así, se consideraba a las mujeres “incapacitadas”
para poder pensar o mostrar interés en “asuntos del conocimiento”.
Pero lo cierto es que, pese a que la historia y la ciencia han sido identificadas como
ámbitos puramente masculinos, las mujeres han estado siempre presentes en el desarrollo
científico. Commented [4]: Artículo:
https://www.nuevatribuna.es/articulo/ciencia/cientificas-
invisibles-ciencia-mujer-nina-
diainternacional/20190211095530159992.html
Concepción social y estereotipos
En 1977, Rosalyn Yalow, científica norteamericana, ganó el Premio Nobel de
Medicina por su descubrimiento y desarrollo del radioinmunoensayo. Era la primera mujer
doctorada en Física en la Universidad de Illinois, había recibido 5 doctorados honoris causa
de distintas universidades y era la primera estadounidense en recibir el premio. La revista
Family Health tituló la noticia: “She cooks, she cleans, she wins the Nobel” (“Cocina, limpia
y gana el Nobel”). Esta anécdota expresa en pocas palabras la concepción que el mundo tenía
de las mujeres en ciencias.
Los premios Nobel se entregan desde el año 1901. Se han entregado casi 1000 premios
al día de la fecha. Solo 53 han sido para mujeres: aproximadamente, un 6%. De estos 53, solo
20 han sido en ciencias (Medicina, Física, Economía, Química), o sea, un 2%, redondeando.
De estos 20, solo 3 premios fueron otorgados a las mujeres científicas en solitario. Los otros
17, fueron compartidos entre ellas y otros premiados varones en proporciones de 1 a 2.
Pasando en limpio: en la historia de casi 1000 premios Nobel y a través de casi ciento veinte
años de ceremonia de premiación, solo el 2% de estos premios fueron para mujeres
científicas.
Las mujeres científicas están atravesadas por las mismas razones de mandatos
generalizados que tenemos todas: hay que atender la vida doméstica y hay que criar a los
hijos, por lo tanto esto significa que hay una circunstancia que es completamente desigual.
Un ejemplo de esto es que las mujeres en la ciencia, en buena medida, se casan con varones
que hacen ciencia (la citada científica Rosalyn Yallow, Marie Curie, Irene Curie, son algunos
ejemplos). Cuando hay oportunidades como estancia afuera en algún laboratorio importante,
generalmente quien gana es el hombre.
Tanto los trayectos formativos, como las carreras profesionales de las mujeres aún
cumplen canónicamente con la expectativa patriarcal.
Uno de los principales factores de desigualdad dentro de la carrera científica de las
mujeres es la maternidad. Los 10 años más complicados de la trayectoria laboral son entre
los 25 y los 35 años; coinciden con los años de mayor fertilidad femenina. Un dato de color
es que en la década del 90´el 75% de las investigadoras superiores eran solteras, contra el
25% de los hombres.
Este año, la Ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la provincia
de Santa Fe, Dra Erica Hynes, presentó una investigación sobre ciencia y género, hasta ahora,
única en el país. Los resultados son muy interesantes e invitan a reflexionar. Si bien en
América Latina el porcentaje de mujeres que se dedica a STEM1 es del 46%, superior al 30%
europeo, se enfrentan a dos importantísimos obstáculos para desarrollar su carrera: el sesgo
de género en la evaluación y la desigual distribución de las tareas de cuidado y el trabajo
doméstico no remunerado. El 76% de las mujeres científicas manifestaron hacerse cargo del
trabajo doméstico no remunerado, contra el 24% de los hombres. Si hablamos en detalle,
dentro de este grupo el 86,7% de las mujeres le dedica más de 6 horas diarias a los quehaceres
domésticos (los hombres, solo 2,4); el 19,3% de las mujeres dedican 2,2 horas diarias al
apoyo escolar de los hijos (los hombres, un 6,9% dedica 1,9 h); y el 31,1% de las mujeres
dedica hasta 6 horas diarias al cuidado de personas (solo un 16,8% de los hombres lo hace
durante 3,8 horas diarias). Todo esto, sin descuidar sus labores como investigadoras, que en
Argentina también incluyen enseñanza y extensión universitaria obligatoriamente.

1El término STEM es el acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and
Mathematics (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). El término fue acuñado por la
National Science Foundation (NSF) en los años 90.1 El término STEM, a secas, únicamente sirve
para agrupar a las 4 grandes áreas de conocimiento en las que trabajan científicos e ingenieros.
Wikipedia (2018). Educación STEM. Sitio web
https://es.wikipedia.org/wiki/Educaci%C3%B3n_STEM
En el imaginario colectivo, el personaje del científico lo encarna un hombre grande con
canas, los pelos revueltos y un guardapolvo blanco. Estudios detectaron que esta imagen se
repetía entre los estudiantes, y que cuando se preguntaba sobre mujeres científicas, no
aparecía un modelo claro.
Está comprobado que a partir de los seis años las mujeres dejan de asociar la
inteligencia con su propio género (Science, 2017). Para cambiar esto, es imprescindible la
inclusión de las mujeres en la bibliografía, establecer role models y cambiar las imágenes
vigentes como típicas. No puede ser que la educación formal sea estudiar solo hombres.
(Maffía, 2008)
Las diferencias de género resultan de prácticas culturales y expectativas sociales. Las
normas de género femeninas y masculinas, a las que suscribe el determinismo biológico,
encajan convenientemente y refuerzan la subordinación de las mujeres, por lo que están
socialmente obligadas a asumir un rol social subordinado.
Es importante un cambio de paradigma en relación al rol y/o las capacidades que
tenemos las mujeres. Dejemos de pensar todos como sociedad que hay trabajos, puestos,
ocupaciones, específicamente diseñadas para hombres o mujeres. Dejemos de enseñar en las
escuelas y en los hogares preceptos patriarcales y permitámosnos soñar con la posibilidad de
elegir libremente qué queremos ser sin distinción de géneros.

Sesgo de género
El determinismo biológico hace referencia a la idea de que las posiciones sociales
de los hombres y las mujeres se configuran y determinan mediante diferencias sexuales.
Por ejemplo, el determinismo biológico se usó para argumentar que las mujeres están
genéticamente predispuestas a tener un carácter maternal y de cuidado, mientras que los
hombres son propensos a ser aventureros y violentos.
El determinismo biológico no solo perpetúa la inequidad de los sexos, sino que justifica
muchos comportamientos y actitudes machistas y tóxicas. La frase «los hombres son
hombres» es un claro ejemplo. Está asociada con las características «masculinas», que se
consideran «naturales» e «inherentes» en los hombres. El hecho de que los varones están
naturalmente predispuestos a comportarse de una manera en particular, definida en su
nacimiento, racionaliza las características de la masculinidad tóxica.
Las científicas coinciden en que hay una condición estructural e histórica por la cual
características como el raciocinio, la inteligencia y la objetividad son vistas como masculinas.
Razón por la cual no se refleja a las mujeres en el “objeto” de estudio, que no es sujeto
universal y neutro sino varón hegemónico: blanco, occidental y heterosexual. Este
presupuesto afecta negativamente la producción científica. No es sólo una cuestión injusta
para las mujeres, sino la humanidad toda tiene conocimiento de menor calidad del que podría
tener. Por ejemplo, en los institutos de salud de Canadá, se ha logrado incorporar que los
trabajos tienen que tener cierta cantidad de sujetos femeninos o hembras en los ensayos para
lograr la representación de las mujeres.
Una falla o problema grave es que los científicos no creen en la existencia de los sesgos
y, en consecuencia, la lucha por la igualdad sólo la llevan adelante las científicas. Con el auge
de los reclamos y los pedidos de equidad, se hizo viral una frase atribuida a Marie Curie:
“Nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales, de creerlo estaría
reconociendo que soy inferior a los hombres, y yo no soy inferior a ninguno de ellos”. El
Instituto Curie ha manifestado infinidad de veces que no hay ningún registro de que la
científica haya dicho alguna vez nada siquiera parecido, pero ello no ha impedido la que la
fracesita sea usada una y otra vez, no solo para negar el sesgo de género, sino también como
aval de la superioridad masculina: si una mujer “no llega”, es porque no es suficientemente
inteligente o no se esfuerza como debe.
En el mundo de la ciencia hay una valoración cualitativa diferente entre la ciencia hecha
por mujeres y la ciencia hecha por hombres. Ejemplo de esto es la importancia que se le da
al material científico en las distintas publicaciones en revistas especializadas. O la
trascendencia que tiene un determinado material o descubrimiento, dependiendo de si sea
hombre o mujer. Experimentos ejecutados en los últimos años (Savonick y Davidson, 2017)
han demostrado que basta con cambiar el género de un nombre para que el resultado de la
evaluación de un artículo para publicar varíe, siendo mucho más apreciado y aumentando
significativamente sus posibilidades de publicarse si está firmado por un hombre. Hay
evidencia suficiente para empezar a reconocer que el sesgo de género existe y hacer algo al
respecto.

Datos estadísticos actuales: “Efecto Tijera” y “Techo de Cristal”


Las mujeres constituyen sólo un 28% de los investigadores existentes en el mundo.
(Instituto de Estadística de la UNESCO, 2018). Commented [5]: https://www.argentina.gob.ar/sites/default/f
iles/presentacion_diagnostico_mujeres_en_ciencia_y_tecnolo
La Argentina es uno de los países de Latinoamérica con el mayor porcentaje de mujeres gia_14-9-2018_meccyt.pdf

en la ciencia. Representan un 52% del total de los investigadores y el 60% del total de
becarios del Conicet, según los últimos datos que publicó el organismo en diciembre de 2016.
A primera vista, estas cifras parecen ser positivas para las científicas, pero cuando se analiza
en profundidad se revela otra realidad: sólo el 25% del total de investigadores superiores son
mujeres, mientras que representan el 60% entre los investigadores asistentes.
Diana Maffía (64), doctora en Filosofía y directora del Observatorio de Género del
Consejo de la Magistratura explica que este fenómeno estadístico se llama efecto tijera. La
mitad de las mujeres que entran se van abruptamente hacia abajo y la mitad de los varones
se van abruptamente hacia arriba, sostiene. Otras especialistas usan el concepto techo de
cristal para describir la barrera que se les impone a las mujeres y no les permite acceder a
cargos superiores.

La participación de las mujeres en la ciencia decrece de manera alarmante a medida


que se avanza en la carrera científica; constituyendo una absoluta minoría, e inclusive estando
ausentes, en los espacios de toma de decisión y gestión. Este fenómeno se conoce con la
metáfora del “techo de cristal” o el “laberinto” para señalar las múltiples dificultades que
encuentran las mujeres en su camino a los puestos más altos en la ciencia. El resultado de
esta desigual participación de hombres y mujeres es una gráfica en forma de tijera que
muestra cómo los porcentajes de mujeres y hombres invierten su tendencia conforme avanza
la carrera científica hasta las posiciones más altas en el sistema científico.
El efecto tijera de la gráfica indica que las mujeres van desapareciendo o se van
perdiendo progresivamente durante el desarrollo de la carrera científica, fenómeno que se ha
denominado en la literatura de género y ciencia como la “tubería con fugas”. Commented [6]: EL EFECTO TIJERA EN LA CARRERA
CIENTÍFICA DE LAS MUJERES - CILAC Foro abierto de
Algunos de los obstáculos que explican esta pérdida de mujeres en la carrera científica ciencias latinoamerica y el caribe

son:
• Discriminación de género en la contratación, promoción y evaluación basada en
estereotipos y prejuicios que sitúan al hombre en mejor posición que las mujeres
ante las cualidades requeridas para la ciencia. (Reuben, E., Sapienza, P., &
Zingales, L. 2013; Eagly & Karau, 2002; Wenneras & Wold, 1997)
• Cultura organizacional androcéntrica en las instituciones científicas que obvia las
necesidades e intereses de las mujeres, en particular la conciliación entre vida
familiar y profesional. (Hill, Corbett, & St. Rose, 2010).
• La pausa de la maternidad en un contexto donde se encuentran ausentes las políticas
de cuidados y con un escaso avance en la corresponsabilidad en asuntos domésticos
y familiares. (Mason & Goulden, 2002).
• Sesgos socioculturales y psicológicos sobre liderazgo que asocian la masculinidad
con la autoridad y la toma de decisiones presentes en el sector público, privado y
científico. (Diekman, Johnston & Clark, 2010; Kark & Eagly, 2010; Koenig, Eagly,
Mitchell & Ristikari, 2011; Rossi, 1965).
• Acoso sexual en las mujeres: clima, cultura y consecuencias en las Academias de
Ciencia, Ingeniería y Medicina. (Informe preparado por el Committee on Women
in Science, Engineering, and Medicine, 2018)

América Latina se destaca frente al promedio europeo y estadounidense y constituye


una de las regiones del mundo con mayor participación femenina en STEM, según la
UNESCO. Sin embargo, aún persisten concepciones y prácticas institucionales no explícitas
que se reflejan en la ya famosa metáfora del “techo de cristal” surgida en los años 70.
En cuanto a la situación en Argentina, del informe “Ciencia y tecnología en la
Argentina. Diagnóstico de la situación de género” (2007) se desprende, por ejemplo, que los
tres principales órganos de política científica (SECyT en ese momento, hoy MinCyT,
CONICET y SECyTUBA) muestran que sus autoridades en distintos cargos tienen un fuerte
sesgo de género que tiende a la masculinización; que la participación de las mujeres en las
instancias de evaluación es minoritaria; y que, si bien al considerar la Planta Docente de la
UBA y de la Carrera del Investigador Científico (CIC) del CONICET se observa que existe
equidad de géneros, en ambos casos la masculinización surge notablemente en los niveles
más altos reforzando la hipótesis del “techo de cristal”.
Actualmente el 52% del total de investigadoras/es de Conicet son mujeres, pero sólo el
25% del total son investigadoras superiores.
Otro punto importante de diferenciación entre sexos es el campo de conocimiento
sobre el que investigan las mujeres. En Argentina, las investigadoras se concentran en las
ciencias sociales y en las ciencias médicas y de la salud, y permanecen subrepresentadas en
las ingenierías y tecnologías y en las ciencias naturales y exactas.
CONCLUSIONES
Si bien desde chiquitos nos enseñan que la ciencia es universal y objetiva (Mileo,
2018), que se puede aplicar a cualquier cosa o persona en cualquier lugar en el mundo
independientemente de sus circunstancias, y que sigue un método desarrollado para mantener
su neutralidad, en la práctica este sujeto universal es un varón blanco heterosexual y el
método científico, en realidad, no solo no existe sino que además está fuertemente
influenciado por el entorno y las creencias de base del investigador (González Galli, 2010).
El conocimiento científico es una herramienta para transformar el mundo, sin embargo,
a las mujeres les fue vedado por siglos. Es necesario desmitificar saberes. Siempre son
varones los portadores del saber, y para las mujeres es un desafío reconocerse como
interlocutoras. (Mileo, 2018)
Es importante diseñar planes integrales, ya que no es posible una reestructuración del
sistema científico significativa si no existen mecanismos efectivos de inclusión y
oportunidades de desarrollo profesional. Es relevante si queremos afianzar una idea de
humanidad que abarque la diversidad sexo genérica.
La supremacía masculina no es «natural», sino que es un sistema injusto de poder y
opresión, construido con el único propósito de sacarle provecho. Asimismo, las mujeres no
son «naturalmente» subordinadas; la sociedad las obliga serlo. Las varias prácticas que se
consideran «femeninas» no son esenciales o determinativas, y definitivamente no están
basadas en la genética o la estructura biológica.
“En este mundo que pareciera funcionar solo, hay algo
peligroso para el sistema y es que nuestras referentes estamos empezando
a ser nosotras mismas. Admiramos a mujeres contemporáneas que
ejercen nuestras profesiones y dejamos de necesitar a esos señores con
premios Nobel que nos miran desde una placa de bronce. Abolimos la
idolatría de la que tanto se nutre la ciencia y que, históricamente, ha
generado elites de consagrados que manejan la agenda de investigación.
Así, nuestros cuestionamientos llegan cada vez más rápido y se hacen en
voz más alta. La comunicación científica que no incluye estas críticas
mantiene el statu quo. Dice: ‘tené pensamiento crítico, pero criticá la
realidad con mis opiniones’.” (Mileo, 2018, p. 21-22)
“La cuestión, por supuesto, no es solamente si hay o no diferencias
hormonales entre hombres y mujeres —es evidente que las hay—ni si
hay pequeñas diferencias, por término medio, en la estructura y en las
interacciones hormonales entre el cerebro masculino y el femenino; esto
también se da, aunque las superposiciones sean grandes. La cuestión es
el «sentido» que tienen estas diferencias. Para el determinista, a estas
diferencias no solo se deben las diferencias de comportamiento entre los
hombres y las mujeres individuales, sino también el mantenimiento de
un sistema social patriarcal en que el estatus, la riqueza y el poder están
distribuidos desigualmente entre los sexos.
Según Wilson, el sociobiólogo, nuestra biología nos conduce
hacía un patriarcado; podemos ir en contra de él si lo deseamos, pero a
costa de perder eficiencia. De este modo, para el determinismo, las
diferencias de poder entre los hombres y las mujeres son principalmente
un asunto de hormonas.” (Lewontin, Rose y Kamin, 1987, p. 212)
Bibliografía:
• Lewontin, R.C., Rose, S. y Kamin, L.J. (1987). No está en los genes.
Racismo, genética e ideología. Barcelona: Drakontos Bolsillo.
• Mileo, A. (2018). Que la ciencia te acompañe a luchar por tus derechos.
Buenos Aires: Debate.
• Edelsztein, V. (2012). Científicas. Cocinan, limpian y ganan el premio
Nobel (y nadie se entera). Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
• Meinardi, E., González Galli, L., Revel Chion, A. y Plaza, M.V. (2010).
Educar en Ciencias. Buenos Aires: Paidós.
• D’Alessandro, M. (2016). Economía Feminista. Buenos Aires:
Sudamericana.
• Bian, L., Leslie, S.J. y Cimpian, A.(2017, 27 de enero). Gender
stereotypes about intellectual ability emerge early and influence children’s
interests. Science. Disponible en
https://science.sciencemag.org/content/355/6323/389.full

https://medium.com/@justinadiazcornejo.trad/el-determinismo-biol%C3%B3gico-usa-la-
ciencia-para-perpetuar-el-machismo-b4fd5da443c0
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/dia-internacional-de-la-
mujer-en-la-ciencia-como-impacta-la-desigualdad-con-los-
hombres-nid2108306
http://forocilac.org/wp-content/uploads/2018/10/19.-El-efecto-
tijera-en-la-carrera-cient%C3%ADfica-de-las-mujeres.pdf
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/presentacion_diag
nostico_mujeres_en_ciencia_y_tecnologia_14-9-2018_meccyt.pdf
http://www.unesco.org/new/es/natural-sciences/priority-
areas/gender-and-science/supporting-women-scientists/for-
women-in-science-programme/
http://uis.unesco.org/en/topic/women-science
https://elpais.com/elpais/2018/06/13/ciencia/1528899877_715296
.html
https://www.nap.edu/resource/24994/Sexual%20Harassment%20o
f%20Women%20ReportHighlights.pdf

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