Alan Pauls
Historia
del dinero
Mm
EDITORIAL ANAGRAMANo ha cumplido quinee afios cuando ve en persona a
su primer muerto, Lo arombra un poco que ese hombre,
amigo intimo de la familia del marido de su madre, ahora,
tencopido por las paredes demasiado estrechas del ataid, le
tcaiga tan mal como cuando estaba vivo. Lo ve de traje, ve
‘eet cara rejuvenecida por la higiene fiinebre, maquillada, Ia
jel un poco amarillenta, con un brillo como de cera pero,
pecable, y vuelve a sentir la misma antipatta rabiosa que
To asalta cada vez que le ha tocado cruzérselo. Ast ha sido
siempre, por otto lado, desde el dia en que lo conoce, ocho
fafios atris, un verano en Mar del Plata, cuando falta poco
para almorear
"No corre una gota de viento, las cigareas ponen a pun~
co otta ofensiva ensordecedora. Huyendo del calor, del calor
y del tedio, él deambula «Ia deriva por ese caser6n de prin-
ipios del siglo veinte donde no termina de encontrar st.
Tuga, poco importan las sonrisas con que lo reciben los
Ton everpos en el fondo de to, cutmeey sobre toro pate
gut eeu a muntn taro dno et pero
aca la planta de Zdrsce, para pagar cl exon que a polcla
pretends cobrar bajo Ia etn para qecvtat i oem de Te
Prime que ls pattonal acurda con las autoridades locales
ela acre, o pars contentar aoe oberos con un sumenta
fue los dstrsiga de lar sevindicacones radials alas que
Jos empuje in faceon roja de la dsgenca indica uc
jucga todo mada 0 incluso, diecmente, para sobortiar
1a fraccin soja dela dsigenciay resolver todo cl soa
Sshorsindone bats de sangre Pero lo queen verdad le gu
tara ahora es poder econtar ents cues el viaje ema
2 Villa Gesell no hay casos blanco es tral, Sabo: con
todo, que esl primers gran magi de dinero dela que
tiene Concencia, ofa pimeca vee que tene conclencia de
gue el dinero pede ser una magastud, Hasta entonces 5
Algo pequedo, pores, uns cost ene ls cons slo qe
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rocada por una especie de varita migica muy arcaica —tan
arcaica que los pocos quel han visto en accidn estén muer-
ros~, que es la que le confiere esa capacidad de apoderarse
de las demas cosas, de coménelas, la misma que tienen sus
ppiezas con las piezas enemigas y viceversa, como descubre
tiempo més tarde frente a un tablero de ajedrer, en 1 oo-
medor del hotel de lor croaras con el que rtefa visjando en,
tai a Villa Gesell, En taxi, a Villa Gesell, mieneras el man=
do prosigue ahi afuera su estipida marcha, indiferente ala
proeza.
Pero zqué relacidn hay entre ese dinero capaz de comer
se un blogue de chocolate con leche, un paquete de figuritas,
tuna goma de borrar, el pasaje de émnibusa Villa Gesell que
ahora agoniza en el fondo del bolsillo de su pancalén, y el
dinero que haria fales reunir para comerse algo invisible,
algo tan fixers de cxcala como etos ciento tres kilémeeros de
ruta a Villa Gesell? Ha visto dinero, por supuesto, A los seis
aos, incluso, ya lo ha prestado. Tiene lo que dl llama mi
‘aja, un viejo botiquin de primeros auxilios con la tapa
Aloja y la cruz roja descascarada donde guarda su capital,
‘monedas, billetes chicos 0 rotes, los vueltos con los que su
iadre o el matido de su madre o incluso su padre le perm!
ren a veces quedarse. Es a dl y a su caja ~donde el dinero
iieneras ducrme se impregna de olor a vends, a cinta ad
hhesiva, a merthiolate~ a quienes recurve su made cuando
necesita cambio para dar una propina o pager algén gaso
menor, lo que le sucede mas a menudo de lo que desearia,
pero la toma siempre de sorpresa ~hurgar a uleimo momen
to en la carters, con el portero, el hombre del puesto de
diarioso el repartidor del almacén esperando, y no encontrar
‘nada, nunca, ni una moneda-, Ilendndolade una deamatica
contratiedad. Su caja: emo valora esas donaciones casuales
cuando las recibe y qué poco parece tenerlas presentes des-
31pats cuando, sl extn 0 quince préstme que le pide st
Pitre siempre carts de cambio, por ome lad, come no
puede ser de otra manera en una Gudedy un pels donde la
Plata chien ery aerd sempre un blen preioson se regodee
Fecorddndoe los que sigue sin devolverle ado Ios ante.
Flores la conmina a ponerse al di
‘Gudnto. Le gustaria sabero ya, mientras se acomoda en
cf axiento trasero del tal yee acrrvea contra sa padre que
hha bajado a cope au ventana y suca afuera el antebsazo
dltsaiance que ya lene perfectamente costae antes de que
empiecen sur vacaciones, Mia el tlojsuspendido sobre la
consola del taxi se deja hecizat por la eepulaciad mec.
flea con que eso mimcros antiguas, stiguoe ya enconces
‘an reemplazdndose nota otros dentro dels dos venta
{at del aparata, como candidatos que reaunciaran aun papel
tstelar seta cifta definitvadel vaje- por propia voluntad,
sin qe nae se haya cmmado el abajo de rauarlos mr
Chuzarlon Silo supicra podilaabandonarse al que mas cate
Sef uno de sus paatlemposfvortor (que pone en prctca
Hempre que le to pagar por una mercanen enummerale
¢lprorraeo, Prorataria cfs sotal del vise por lo minatos
aie Intume, saber eunto cuestan no sale is clento tes
USlémcros hasta Vila Gesell sino cal kldmetr, ol em
po que le llews al Rambler recover cada hilémetro, Peo no
{o sabe. No lo abr hasta tna hora y cuarentay cinco ri
siutos despuds, cuando legen Villa Gesell y ela est
lone junto al hotl de los eroatas ys padre, con ea sltura
cseepciona,aprendia vaya uno aeaber donde, que le daa
su geto ema dexpreocupacion prodigioey como ds ecu
‘enun medio in obsticulor posible, alsies el agua, meta
tna mano en el boll ysaquc el fjo de billetcs pare
To impresiona el fore fijodircero, en crudo, sa Bi
letera, sin tampoco eros broches elegances que mucho
32.
ciempo después, viendo una serie de televisi6n que recons-
fruye con un escrtipulo insane la época en que su pade yl
hhacen en taxi el viaje a Villa Gesell, misma época, si se
puede decir asf, sélo que en el centro de Nueva York, en el
fueto de unos pioneros de la depredacién que, pobres y
odo, conscientes aun de su irredimible mediocridad, ya
tentrevén hasta qué punto el mundo empezard a pertenecer-
Jesen los afios que se avecinan, ve que usan los cuarensones
ide éxito que visten exactarnente como su padre, sacos de
faoced a cuadros, camisas blancas siempre recien salidas de
In Gatoreria y zapatos abotinados con hebilla al costado, y
rnea con los bolsillos de sus panralones la misma solvente
complicidad que su padre, 2 tal punto no son los bosillos
Tos que pazecen haber sido disefiados para las manos sino al,
reves, las manos para los bolsllos.