Está en la página 1de 29

CAMBIOS SOCIO-AMBIENTALES: DESPLAZAMIENTOS

DE LAS POBLACIONES HISTÓRICAMENTE


POSTERGADAS EN EL CHACO-SALTEÑO

Ana María MURGIDA1

Resumen
Este trabajo surge de una tesis doctoral sobre el cambio climático glo-
bal en la franja agrícola de la región del Chaco en el departamento de
Anta, provincia de Salta, Argentina, entre 1980 y 2010. Se analizó cómo
los fenómenos naturales y sociales se combinan en un proceso socio-
ambiental, en un contexto de políticas de desarrollo regional y de cam-
bios en el paisaje. Como resultado, la vulnerabilidad social quedó resig-
nificada, especialmente para los grupos sociales históricamente olvida-
dos. Aquí nos centramos en el desplazamiento de los grupos sociales
debido al cambio en el uso del suelo, ya sea en pos de oportunidades
laborales como en sus efectos sobre los recursos naturales que se nece-
sitan en la economía de subsistencia.
Palabras clave: vulnerabilidad social; desplazamiento de poblaciones;
expansión agrícola.

Abstract
This paper stems from a doctoral dissertation on global climate change
in the agricultural strip of the Chaco region in Anta Department, Salta
State, Argentina, between 1980 and 2010. Natural and social phenome-
na combined into a socio-environmental process, in a context of regio-
nal development policies and subsequent changes in the landscape. As a
result, social vulnerability got resignified, especially for historically for-
gotten social groups. Here we focus on the displacement of social
groups due to change in the land-use and its effects on the natural re-
sources needed in subsistence economy.
Key words: social vulnerability; displacement of populations; agricultur-
al expansion.

1 Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.

Murgida, A. M. (2013), “Cambios socio-ambientales: desplazamientos de las poblacio-


nes históricamente postergadas en el Chaco-salteño”, Cuadernos de Antropología, No. 9:
35-63. Enero-Junio. ISSN: 0328-9478 (impreso). ISSN: 2314-2383 (digital).
35
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

Introducción: El Chaco-salteño, un acercamiento local a los


cambios globales

Una de las características de las regiones semiáridas que repercute en


las condiciones de vida de sus habitantes y en su forma de producción
es el stress hídrico, ya sea por falta o exceso de agua. Otra característica,
es la transformación de las áreas de bosques naturales, también conoci-
dos como bosques subtropicales, para el desarrollo de las actividades
económicas de mercado. El caso que aquí destacamos es la transforma-
ción socio-ambiental en pos de la agricultura a escala1, que implicó
cambios en la distribución de oportunidades para acceder, usar y con-
trolar los recursos naturales en el Chaco-salteño.
El recorte histórico que analizamos responde a un contexto de tra-
bajo interdisciplinario (climatólogos, agrónomos, ecólogos, geógrafos,
antropólogos), el cual quedó definido en función del objetivo más am-
plio: analizar la vulnerabilidad social y con ello obtener una correlación
con los datos socio-ambientales disponibles. Esto nos permitió com-
prender los senderos de transformación que dieron lugar a la expansión
de la producción de commodities agrícolas en el semiárido chaco-salteño,
entre los años 1980 y 2010, y el consecuente desplazamiento de otras
actividades tradicionales de baja o nula inserción en el mercado, como
la ganadería en extensión.
Como resultado de la vinculación entre las variaciones del clima, las
características de los recursos naturales (tierra, agua, bosque), las tecno-
logías empleadas para la producción y las políticas de reordenamiento
del uso del suelo, se expresa el fenómeno de los desplazamientos
humanos en sus diversas manifestaciones: tanto elecciones libres y vo-
luntarias como inducidas o impuestas (desplazamientos forzados). Así,
entendemos que los desplazamientos quedan socialmente definidos de
acuerdo con la vulnerabilidad social, es decir, las condiciones y capaci-
dades materiales y simbólicas de inserción en el espacio social que les
permiten a las personas anticiparse, resistir y recuperarse ante situacio-
nes de cambio, crisis y catástrofes.
La vulnerabilidad social está definida por las condiciones sociales,
económicas, culturales, institucionales de una sociedad que la predispo-
nen para sufrir y/o evitar daños económicos, psicológicos, en la salud,
etcétera. Esta perspectiva se enmarca dentro de la teoría social del ries-
go (Beck, 1993; Giddens, 1990), pero siguiendo la propuesta que Na-

36
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

tenzon (1995) sostiene. De acuerdo con la autora, la vulnerabilidad


social es uno de los cuatro componentes o dimensiones que esta identi-
fica: la peligrosidad de los eventos naturales o tecnológicos, la vulnerabili-
dad social de la población, la exposición de bienes y personas, y la incerti-
dumbre para anticipar acontecimientos futuros (Natenzon, 1995).
En este marco, siguiendo a Vignikin (1986) y Cáceres (2010), los
desplazamientos son mecanismos o respuestas adaptativas de primera
instancia o de supervivencia de último recurso que implican dejar sus
lugares de residencia habitual en forma temporal o permanente, y por lo
tanto, pueden ser forzados o voluntarios.
La diferenciación entre desplazamientos forzados y voluntarios se
apoya en las condiciones culturales y materiales que anteceden a la
amenaza u oportunidad que motivan dichas conductas. En atención a la
inclusión de la problemática del riesgo social, ante una misma situación,
la aptitud agrícola de las tierras y una cierta seguridad hídrica para la
producción agropecuaria, implicará diferentes significados y efectos
para los distintos grupos sociales. En el caso del este de Anta, la “habili-
tación de tierras” para producción agropecuaria de commodities dio paso
al desarrollo productivo a escala, el mismo que derivó en presiones
sobre las formas productivas tradicionales con baja inserción en el mer-
cado, dando lugar a un reordenamiento de la tierra.
Si tomamos la definición de la Alto Comisionado de Naciones Uni-
das para los Refugiados (ACNUR), el fenómeno resultante integra la
problemática global de las personas ambientalmente desplazadas: se trata así
de quienes se han visto forzados a dejar sus lugares de residencia habi-
tual, en forma temporal o permanente, por trastornos ambientales deri-
vados de la afectación de sus tierras para proyectos económicos de
desarrollo (ACNUR, 2006; Myers, 2005).
En el área de desarrollo agropecuario en Anta el proceso implica, de
manera dispar, a los actores sociales que conducen los modos de pro-
ducción locales: los criollos o pequeños productores ganaderos, las
comunidades wichi, los grandes productores o empresarios agropecua-
rios (junto con los técnicos e ingenieros agrónomos que participan en
las tomas de decisión) y el Estado desde sus diferentes instituciones.
Para los fines de este trabajo consideramos dos tipos genéricos de
actores sociales: criollos o puesteros2 y productores a escala o empresa-
rios agrícolas, ambos se corresponden con las categorías nativas que se
emplean localmente para referir la alteridad. De todos modos, recupe-

37
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

ramos a otros actores involucrados de acuerdo con las implicaciones de


las relaciones sociales en el marco de la construcción social del espacio.
Un fuerte contraste entre ambos refiere a sus modos de apropiarse de la
tierra, de producir y a los efectos de sus prácticas sobre el medio natural
y sobre “el otro” social.
Los criollos o puesteros producen ganadería en el monte (o bosque)
en situación de tenencia precaria de la tierra. Lo hacen a través de un
proceso productivo-reproductivo organizado por grupos domésticos,
que oscila entre las estrategias de supervivencia familiares y una pro-
ducción para el mercado local-regional. El circuito de producción y
comercialización se basa en redes sociales, especialmente de parentesco,
que facilitan la venta de animales y derivados de la leche, como los que-
sos, que distribuyen en pequeños comercios de centros urbanos locales.
Estos actores emplean tecnología tradicional, que en ganadería significa
el pastaje libre en extensión, con baja inversión en infraestructura. No
suelen emplear alambrados y utilizan pozos de agua antiguos para abre-
vadero de los animales (lo que garantiza su retorno al puesto) y para
consumo humano.
Los empresarios o grandes y medianos productores en Anta des-
arrollan agricultura de commodities y ganadería intensiva para el mercado
nacional y para exportación. Las parcelas bajo producción agrícola po-
seen límites definidos. La tecnología empleada se caracteriza por la
constante innovación genética, fertilizantes, maquinaria, así como en las
formas organizativas de la producción a través del planeamiento de las
campañas, la experimentación en las fincas, la participación de redes de
difusión de tecnología y su articulación con el mercado. Dicha estructu-
ra implica, en la toma de decisiones, a técnicos e ingenieros agrónomos,
y en las actividades, a personal con capacidades para operar con la tec-
nología innovadora.
La concentración de tierras en propiedad distribuye su rentabilidad
entre arrendamientos y producción. Muchos productores combinan
ambas modalidades para reducir el riesgo ante la variabilidad en la dis-
tribución en la caída de las precipitaciones necesarias para la agricultura.
Las dos formas de producción convergen espacio-temporalmente
bajo un marco de cambios tanto en variables sociales como físico-
naturales: aumento en las precipitaciones (desde la década de 1970),
desmonte, intensificación de la producción3, innovación de la tecnolog-
ía y lineamientos jurídico-políticos para legitimar la distribución de la

38
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

tierra. A partir de la interacción de estas variables se configuran las


situaciones de oportunidad y amenaza, desde donde se resignifican la
vulnerabilidad y las estrategias de adaptación para acceder al control de
los recursos necesarios de producción de los grupos sociales.
A partir de lo anterior, podemos referir como adaptación al proceso
sociocultural por el cual los hombres y las sociedades se integran re-
flexivamente a la realidad, la construyen y la trasforman. En este senti-
do, la adaptación es un proceso de acción creativa donde el hombre-
sujeto se integra reflexivamente a la realidad, la construye y la transfor-
ma, siendo así partícipe de un modelo de desarrollo, que a la vez ayuda
a construir más allá del lugar que ocupe en las relaciones sociales que lo
producen (Murgida et. al., 2007/2009).
En coincidencia con diversos autores4 destacamos que la efectividad
de los mecanismos adaptativos varía en función de la vulnerabilidad
estructural, cultural e institucional que, en definitiva, está condicionada
por el modelo de desarrollo socioeconómico que se impone desde los
sectores de poder de la sociedad y desde los organismos de gobierno.
De manera que podemos definir la adaptación como una acción estruc-
turada en torno del conocimiento y de las prácticas para la organización
de la sociedad y está inscripta en la cultura.
Así, las prácticas tendientes a reducir la vulnerabilidad social frente a
amenazas naturales y sociales, o al reconocimiento de oportunidades de
mejora, constituyen respuestas adaptativas, a mediano y largo plazo, que
dependen de las condiciones iniciales donde entran a jugar los distintos
capitales (Bourdieu, 1980): económico, social y cultural para evaluar y
proyectar su reproducción como actores en el espacio social.

Del desmonte a los commodities

En Anta las habilitaciones de tierras para la agricultura comenzaron


durante la última dictadura militar (1976-1983) e impusieron un reorde-
namiento del territorio, que inició profundos cambios sobre la distribu-
ción de la población al favorecer la entrega y la venta de extensas tierras
fiscales a terratenientes tradicionales para el desarrollo de obrajes made-
reros y de carbón, al mismo tiempo que se incorporaron productores e
inversores agrícolas (Delgado, 2007; López, 2010).
Las tierras anteñas bajo producción, ya sean privadas o fiscales
siempre estuvieron habitadas por puesteros y hacheros que llegaron de

39
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

diversas localidades de la provincia de Salta y de otras provincias veci-


nas para trabajar en las colonias de extracción forestal y en la ganadería.
Allí se asentaron, criaron ganado en medio del monte y formaron sus
familias.
“Cuando eran obrajes había puestos y una organización con capataces encarga-
dos para el carbón, la leña. Se sacaba en planchones que se llevaban con camiones
hasta acá, al ferrocarril…”
“Mi abuelo me contaban que él sabía quemar carbón… ahí hacían carbón. Él
era de Santiago, vino a los 18 años para acá a trabajar a los obrajes, estuvo más de
40 años acá…” (Entrevistas con habitantes de las Lajitas y J.V González,
2009).
La modalidad de la tenencia de la tierra a la cual accedieron los
hacheros contratados por los obrajes y los puesteros ganaderos, fue la
de ocupación. Dicha ocupación oscilaba entre tener permiso del propie-
tario o del Estado, pero esta condición común los mantenía en una
situación de incertidumbre respecto de la voluntad privada o política
para que la ocupación tenga visos legales. Muchos de ellos nunca reci-
bieron la titularidad de las tierras que habitaron y trabajaron por más de
veinte años, aún cuando les corresponde constitucionalmente.
Entre los mecanismos empleados para forzar los desplazamientos
de la población rural dispersa, en la segunda mitad de la década de 1970
y durante la década de 1980, podemos destacar: la anulación de los
documentos que legalizaban la posesión de la tierra a los criollos y
aborígenes −que se habían firmado durante el gobierno de Ragone
(entre 1973-1974)−; la desarticulación de las redes sociales campesinas
(Ligas Agrarias Campesinas) en el NOA (López, 2010); el ejercicio de la
violencia sobre los líderes sociales indígenas y criollos, que incluyó al
gobernador, quien fue destituido, detenido y desaparecido. Este proce-
so forzó la redistribución social de los recursos y fue el marco sobre el
que se desarrolló la siguiente década más definitoria aún de los cambios
socioambientales.
Así, durante la década de 1980 comenzó a llegar la ganadería pam-
peana hacia las zonas marginales y, al mismo tiempo, se demostró el
“éxito agrícola”. El modelo productivo y comercial del monocultivo de
porotos implicó el empleo de maquinaria agrícola sobre grandes exten-
siones, la reducción en el tiempo de labor y de la mano de obra. Es en
este período en el que se inició el desplazamiento rural-urbano de los

40
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

puesteros y sus familias, quienes estaban asentados en las tierras con


aptitud agrícola (tanto privadas como fiscales).
El uso consuntivo de los recursos naturales y el tipo de tecnología
empleada dieron por resultado la retracción del rendimiento de la agri-
cultura debido a la degradación de la materia orgánica del suelo. En la
década de 1990 se difundieron los resultados de las experimentaciones
locales con el paquete tecnológico de la soja y la siembra directa. El
pasaje del monocultivo del poroto hacia la soja, casi con exclusividad,
constituyó un hito fundamental para reposicionar el área como zona
agrícola, y paralelamente, la tierra comenzó a cobrar mayor valor en el
mercado inmobiliario.
“Era gente que no tenía otra cosa, se han venido al pueblo, muchos han muerto
de pena… El primer movimiento fue casi en los ´80, en la primera o segunda de
Ulloa, cuando se le ocurrió lo del obraje modelo… allí comienza todo esto” (Entre-
vista con hijos de puesteros que habitan en las áreas urbanas, 2009).
En los relatos de los puesteros y habitantes de las áreas urbanas
marginales de los pueblos, en coincidencia con lo que plantea Delgado
(2007: 153), la presión sobre la población rural se agudizó a partir de
1996, cuando el Estado provincial los declaró “intrusos que ocupan
tierras estatales” y los intimó a desalojar el sitio bajo el argumento que
las tierras “ya tienen dueño con título”. Uno de los entrevistados nos
dice:
“Nos han sacado ocho veces, nos han llevado pero ellos han llevado gente para
cargarnos las cosas, para cargar los animales, para cargar las chivas, todo, nosotros
no hemos gastado un peso, y si hubiera sido que dios le prestara vida a este hombre,
el dueño del camión se llamaba él se llamaba Antonio Navarro y le decían de sobre-
nombre Zampabollo porque le decía ¿por las claras las cosas no?” (Entrevista.
Puestera de Salta Forestal. Salta, 2009).
Cuando los pobladores se negaron a abandonar sus tierras sufrieron
la violencia del Estado provincial en favor del modelo productivo.
Desde el Estado, tal como lo señala Delgado (2007) se convocó a las
tropas policiales de Infantería. Las mismas fueron trasladadas hasta el
lugar en camionetas suministradas por los propios empresarios y con
aval del poder judicial. La misión de la fuerza policial era custodiar to-
padoras que destruyeron ranchos, corrales, represas, y reprimieron con
golpes y gases a los pobladores que se resistieron. Finalmente, el go-
bierno acordó con las familias campesinas amedrentadas la entrega de
viviendas económicas en la ciudad de Joaquín V. González.

41
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

Durante la década del 2000 la demanda internacional de soja alentó


la reorganización del uso del suelo en favor de la agricultura. Estas deci-
siones en el mundo privado fueron apoyadas con obras provinciales
para reorganizar la gestión y acceso al agua superficial, reorientar el
destino de las tierras fiscales, así como también, obtener las autoriza-
ciones para desmontar y garantizar la expansión. Especialmente en esta
década es cuando se intensificó radicalmente el desmonte. La expansión
agrícola tecnologizada redujo la mano de obra permanente, induciendo
aún más el desplazamiento de la población rural dispersa hacia áreas
urbanas. En entrevistas los técnicos destacaban que: “… era impresionan-
te… desde hace 15 años el movimiento de las topadoras desmontando. Y ahí co-
menzó todo el desarrollo este. Pero no solo acá, se va extendiendo… por allá,…por
lo menos hasta 100 km. para allá en el Chaco se sigue investigando…” (Entre-
vistas 2009, 2010).
Por otro lado, el cambio tecnológico también promovió una serie de
desplazamientos temporales del tipo urbano-rural; protagonizado por
los técnicos e ingenieros agrónomos que fueron contratados para im-
plementar la tecnología y para administrar las empresas agroindustriales,
y otros actores que se sumaron para cubrir los servicios que necesitaba
la nueva configuración social (desde el área comercial, educativa, admi-
nistrativa, etcétera).
El nuevo paquete tecnológico no solo era más eficiente en términos
económicos sino también ambientales. Por un lado, se redujeron los
costos de implantación por el incremento del rendimiento, y por otro,
se evitaron los efectos erosivos de la labranza convencional. Las inno-
vaciones modificaron las condiciones en la demanda de mano de obra
(Trinchero, 2000; Slutzky, 2008; Barsky, 2008) en la cual se abrió un
proceso selectivo donde los mejores ponderados fueron aquellos que
poseían capacidades para manejar la tecnología implementada en los
diferentes ciclos de la producción. Los pobladores cuentan que:
“…cuando llegó la variedad RR Randup resistente que ha favorecido una enormi-
dad a los agricultores, se hace un cultivo totalmente distinto. Se necesita menos per-
sonal, se usan muchos tractores, máquinas. Distinto al convencional. Esto es…
[…] cuando se comienza la labranza cero, esta es la zona donde se empezó. Acá,
después de 2003 debe ser el 98% de labranza cero” (Entrevista con un jubila-
do encargado de campo de una finca, 2010).
Posteriormente a la crisis económica y política nacional de los años
2001-2002 hubo una modificación en las ventajas para producir y ex-

42
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

portar commodities. Esto redundó en un aumento del interés de los inver-


sores en las tierras del Chaco-salteño, y con ello se radicalizó la presión
sobre los pequeños productores sin tenencia legal de la tierra. “…Acá,
después de 2003 debe ser el 98% de labranza cero” (Entrevista con un jubila-
do encargado de campo de una finca, 2010).
En este sentido, la soja y su distribución territorial, objetivan mate-
rial y simbólicamente la distancia entre la racionalidad que impone el
modelo agroindustrial y el modelo tradicional de subsistencia o de pro-
ducción con baja inserción en el mercado.
“Los puesteros ganaderos algunos se fueron a Salta ciudad y otros se vinieron
para J. V. González y Las Lajitas. Los puesteros no se querían ir, tuvieron que
salir igual, algunos se vinieron al pueblo sin trabajo. Y acá crían los nietos. La
verdad es que la ganadería dejó para ellos de ser un trabajo. Fue algo explosivo…”
(Entrevista con habitante urbano desplazado por los desmontes y ac-
tualmente empleado en una finca, 2010).
Los mecanismos políticos que legitimaron el proceso de expansión
agrícola intentaron dar respuesta a la situación de los desplazados rural-
urbanos a través de subsidios estatales orientados a la cobertura de
necesidades básicas insatisfechas. No obstante, estos vieron resignifica-
da su vulnerabilidad y sus mecanismos de adaptación en las áreas urba-
nas.
En la última década, la entrega de tierras y viviendas, ya sea a comu-
nidades aborígenes o criollas, o a grandes productores, implica un des-
plazamiento o una migración política (Balazote, 2002). La recurrencia
histórica de este fenómeno instituye un patrón estructural, que repro-
duce un orden conservador profundamente arraigado.

Negarse a ser desplazado

Aquellos que se negaron a dejar las tierras, se vieron vulnerados ante


la limitación territorial que implicaron los alambrados puestos en las
grandes extensiones destinadas a la producción de soja. Los cercamien-
tos redujeron las áreas de pastaje, lo cual repercutió, de manera negati-
va, en la autonomía de los criollos como productores. A su vez, frente
al avance del desmonte y la reducción de la biodiversidad les impidió la
caza, una técnica que complementaba su subsistencia. Entre las formas
de defensa de sus derechos un grupo de criollos acudió a la justicia.

43
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

La ganadería tradicional encuentra limitantes al verse reducida el


área de pastaje por los alambrados que protegen los cultivos, o por
medidas de protección, como la prohibición de sacar maderas del mon-
te. La situación resultante promueve el desplazamiento de personas
hacia lugares donde puedan cubrir las necesidades insatisfechas: a áreas
de monte sin explotar, a áreas urbanas locales o a las periferias de las
ciudades grandes o intermedias.
Los límites para pastar, no solo redujeron la producción de carne,
sino también de leche, ambos insumos para la subsistencia y para la
comercialización de la producción. Las mujeres de los puestos expresan
que “No tenemos pastura para hacer queso… no alcanza para el consumo de
uno”, cuando el queso, además de ser un alimento de consumo de la
familia, solían comercializarlo en los almacenes del pueblo. Los jóvenes
que dejaron el puesto y trabajan empleados en fincas o en las áreas
urbanas aportan con trabajo y dinero a sus padres que permanecen
como puesteros.
Esta confluencia de factores favorece largos ciclos de actividad en
una cantidad menor de hectáreas, con la consecuente retracción en la
renovación de pasturas y renovales (terrenos con retoños de árboles)
debido al pastaje intensivo. Esta situación afecta de manera directa a los
recursos y con ello eleva el riesgo social de estos pequeños productores,
en su mayoría de subsistencia.
La ganadería extensiva también se ve afectada por causas climáticas
que intervienen en la disponibilidad del agua. Bajo el contexto de cam-
bios físicos-naturales, el aumento de la intensidad de las precipitaciones
amplifica el tiempo de permanencia y diversificación de los madrejones
(pequeños sectores con agua de lluvia) donde suelen beber los animales
en sus recorridas por el monte en busca de pasturas. Esto ralentiza los
tiempos de regreso del ganado hacia los puestos donde se encuentran
los abrevaderos, y con ello la disponibilidad de los animales para su
empleo productivo y comercial. Cuando llueve, te digo, a veces llueve en junio,
ya corre peligro de que no se seque el agua,… a veces es septiembre y vuelve a llover y
están las cosas con agua […] tiene agua la vaca en el monte, vos no podés vender, no
podés hacer nada… ¿cómo las agarrás? (Entrevistas en una reunión con
puesteros, Salta, 2010).
El conocimiento de la situación y de sus causas forma parte de las
necesidades que expresan los propios actores sociales, quienes reclaman

44
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

la posibilidad de acceder a nuevas tecnologías, como el cultivo de pas-


turas, ya empleado por las firmas ganaderas.
Este tipo de reclamo implica la conciencia acerca de los derechos
que los asiste pese a la negación histórica de legalizar la ocupación o la
tenencia de la tierra. En este sentido, los puesteros que desean y luchan
por permanecer en sus tierras, se encuentran ante diferentes situaciones,
tales como las ofertas de negociación que ofrecen los privados, como el
Estado. Se destacan, entre ellas, dos: por un lado, les proponen despla-
zarse hacia zonas de mayor aridez, situadas sobre paleocauces, es decir,
antiguos cauces del río Bermejo. Esto implica aceptar condiciones al-
tamente desfavorables para obtener pasturas y, al mismo tiempo, el
riesgo de que alguna inundación provoque el anegamiento de sus tie-
rras. Por otro lado, la oferta es permanecer en medio de las tierras culti-
vadas, pero aceptando la delimitación de su espacio de producción, lo
que equivale reducir el pastaje en extensión, que los puesteros calculan
en 1000 ha, a límites precisos de 200 o 300 ha que representan, como
nos decían los puesteros, “unas 10 ha por vaca y con 20 vacas no se hace na-
da”. Para que esta última opción sea viable, se requiere de la implanta-
ción de pasturas. Pero esta está sujeta a una inversión de capital impor-
tante: preparación de la tierra, compra de semillas y adecuación de los
pozos de agua. Salvo algunas excepciones, los puesteros no poseen el
capital necesario, ni las condiciones que se requieren para solicitar un
crédito bancario.
Quienes aceptaron la oferta de los privados señalan que, entre los
términos de la negociación, los puesteros reducían su espacio de pastaje
a cambio de la provisión de las semillas por parte de los empresarios
agropecuarios. No obstante, esto no fue cumplido dando lugar a una
continua disputa por el espacio de pastaje frente al cultivado con soja.
Durante las reuniones que hacen los puesteros regularmente en la es-
cuela rural, se reitera la preocupación del incumplimento de los acuer-
dos realizados con los empresarios y el gobierno. “Le han hecho un papel
por juez, [según el cual] le tenían que poner pasturas […], nunca le han traído.
Le han dejado 200 ha [a los puesteros]. Se han comprometido […] a sacar lo de
abajo y dejar los árboles, ponerle pastura y nunca han cumplido”.
En los casos de quienes optaron por la vía judicial, para lograr la ad-
judicación de los permisos de ocupación, se encontraron con que la
cantidad de hectáreas otorgadas no resultan suficientes, pues las resolu-
ciones judiciales refrendan tanto al sector empresarial como al Estado,

45
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

entre 200 y 300 ha, para que sus animales puedan pastar libremente en
el monte. La situación resultante continúa expresando la vulnerabilidad
de los criollos ante la expansión de grandes extensiones delimitadas
donde se practica la agricultura y la ganadería intensivas. “Hay que desta-
car que acá en la zona además de agricultura, estamos trabajando hace muchísimos
años la ganadería, el engorde de ganado, el feedlot de primera calidad con buenas
pasturas” (Entrevista con empresario agropecuario, 2009).
Por lo cual, para superar la situación los criollos necesitan realizar
inversiones que requieren de un capital económico con el que no cuen-
tan, como por ejemplo, hacer nuevos pozos para extracción de agua de
napas muy profundas y roturar el suelo para sembrar pasturas.
“Todavía queda gente adentro del monte, encerrada, casi sin caminos, les quieren
sacar a los que quedan, y les van a dar unas 10 ha por vaca, hasta 200 ha, y con
20 vacas no hacen nada, no les va a servir. Eso es triste, […] Pero nadie puede
hacer nada […] son grupos empresarios muy grandes, pesos pesado. No se puede
hacer nada…” (Entrevista con técnicos del INTA, 2009).
La ubicación de los pequeños productores ganaderos suele ser un
espacio rodeado de grandes extensiones alambradas y cultivadas con
soja o, en su defecto, cultivos y espacios de ganadería para exportación.
De ello resulta una dificultad para transitar por el área. “Además la gente
está, está perjudicada con los caminos, que ahora es la desesperación el tema caminos
[…]. Este señor, […] tenía que pedir permiso a otro señor, como ser Olmedo [un
gran productor] […] y esa gente que vive ahí no tiene caminos” (Entrevista
con puestero que habita en la zona urbana, Salta, 2010).
Además de la racionalidad del propio modelo de producción, inter-
viene la lógica política tradicional que impone las condiciones legales
que aseguran la expansión de la empresa agroindustrial. Entre ellos, la
aprobación sin evaluación ambiental de los desmontes y la negación de
los derechos de quienes habitaban y producían en baja escala para sub-
sistencia en el monte, pero sin documentación oficial y legal que atesti-
güe la forma de ocupación.
Los proyectos de desarrollo productivo implementados operan so-
bre un escenario con una diversidad de rangos y tipos de vulnerabilidad
social correspondiente a quienes conducen el cambio: empresas agroin-
dustriales locales, nacionales y extranjeras, técnicos, agencias de gobier-
no; y a quienes reciben los efectos: pequeños productores con o sin
tenencia de la tierra, empleados rurales, nuevos tipos de contratistas,
nuevos actores vinculados a servicios comerciales y educativos. Esto

46
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

genera una estructura de oportunidades con un rango de variabilidad


amplio.
Las prácticas conductoras de estas transformaciones en el Chaco-
salteño, en el sector agroindustrial, serían los usos consuntivos de los
recursos suelo (materia orgánica), bosque y agua (superficial y subterrá-
nea). La deforestación llevada a cabo para la expansión de la frontera
agropecuaria y el reemplazo de cultivos tradicionales, están legitimados
por el Estado provincial. Por consiguiente, las prácticas productivas a
escala derivaron en la degradación ambiental y en la lucha por el acceso
a los recursos naturales. Ambos, constituyen los principales motivos
que incrementan históricamente los desplazamientos de la población
(Pengue, 2009; Cáceres, 2010).
Las innovaciones tecnológicas para optimizar la producción agrope-
cuaria no alcanzan a los pequeños productores que, mientras reclaman
por la tenencia de la tierra, también lo hacen en torno de la tecnología.
De este modo, la tecnología tradicional está limitada por los intereses
económicos regionales y por la competencia con otras prácticas inno-
vadoras. Éstas últimas cuentan con la incorporación de cuatro tipos
básicos de innovaciones: el empleo de variedades de pasturas, entre
ellas, el gatton panic; la aplicación de límite en los lotes; el cálculo de la
carga y la incorporación de genética para el mejoramiento de razas.
Entre ellas, la incorporación de pasturas constituyó un hito para la ren-
tabilidad de la ganadería en el monte degradado. “[…] en ese momento se
hacía sorgo […] fue un hito cuando apareció el pasto sudafricano, estos se dieron
cuenta que esa pastura podía producir 10 veces más de lo que producía a monte”
(Entrevista a gran productor arrendatario, Salta 2009).
Fundamentalmente, la diferencia entre las firmas ganaderas y los
puesteros criollos es de capital para sostener la productividad. Tanto
grandes productores como funcionarios del Estado provincial ante la
sentencia de “desaparecer por inadecuación tecnológica”, es decir, por
una vulnerabilidad visible en sus modos adaptativos, les propusieron la
“reconversión” para integrarse de manera subordinada a la estructura
productiva a escala:
En este sentido, la brecha socioeconómica se mantiene y justifica a
partir de una definición de la realidad preestablecida (Mannheim, 1993),
concebida por un sector social y económico que forma parte de las
relaciones de poder que se expresan en la toma de decisiones políticas.
Los resultados son diferentes órdenes de desarrollo. Por un lado, el

47
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

crecimiento y la elevada rentabilidad; por otro, la vulnerabilización de


los pequeños productores, que se ven presionados en diferentes aspec-
tos de su vida cotidiana, de su rutina productiva y la imposibilidad de
mantenerse en la zona con autonomía.

Hacia las ciudades y pueblos

Históricamente en la región chaqueña ha existido una importante


población rural en situaciones de tenencia precaria de la tierra, sean
criollos o aborígenes, que ha sufrido desplazamientos involuntarios ante
las presiones de los imperativos económicos impuestos por empresarios
y el gobierno provincial. Las secuencias de habilitación de tierras y,
paralelamente, los desalojos poblacionales, se produjeron en relación
con actividades económicas como la explotación forestal, la ganadería,
el desmonte y la agricultura. Las mismas formaron parte de implemen-
taciones político-jurídicas favorables a proyectos o modelos de desarro-
llo productivo de commodities.
Los pueblos rurales, hoy con características de pequeñas ciudades,
eran los centros de la actividad administrativa situados en derredor de
las estaciones ferroviarias y funcionales a los obrajes madereros. “Las
Lajitas era un pueblito de obraje, era todo tabla, casitas de tabla como el lejano
Oeste, unos calores bárbaros y todo en madera” (Entrevista a un técnico de Las
Lajitas, Salta, 2009).
En los pueblos se concentraba la actividad comercial subsidiaria de
las explotaciones forestales y ganaderas, donde se encontraban concen-
trados los centros de comunicación y administración como el Registro
Civil, la Iglesia, el Correo, los Centros de Salud Primarios, la Escuela
principal, la Estación de ferrocarril y la Policía.
Los pueblos eran lugares de encuentro en circunstancias especiales,
ya sean fiestas, acontecimientos políticos, la llegada del tren con merca-
dería, o la atención primaria de la salud. El ferrocarril constituía una
fuente de empleo en cada pueblo y el móvil para habitar dentro del
medio urbano, como transportistas o como encargados del manteni-
miento de las vías y de los trenes.
“Antes la gente vivía ahí en la finca eternamente y eventualmente salían al pue-
blo cada mes, más o menos. Esas fincas antiguas con obraje y experimentación
agrícola […] fueron de las primeras en expulsar a la gente. La gente empezó a salir,

48
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

se vino para acá, para el pueblo que así se empezó a poblar, a crecer” (Entrevista
a técnico nacido en Lajitas, 2010).
Simultáneamente con la expansión de la nueva actividad económica,
el desplazamiento forzado de poblaciones rurales hacia los pueblos y el
desmonte masivo, cerró el ferrocarril. Entre las consecuencias locales,
además del desempleo, disminuyeron las actividades secundarias aso-
ciadas con este medio de transporte que organizaba parte de la eco-
nomía local. También fueron afectados los productores, en la medida
que se incrementaron los precios para transportar los productos, en
función de la ecuación distancia-combustible-carga, según la cual se
redujo la carga en los medios de transporte automotor y se incrementó
el precio de transporte. El resultado fue una limitante para quienes no
contaban con el capital para sostener este costo al comercializar sus
mercancías, especialmente los pequeños y medianos productores (pe-
queños ganaderos, horticultores).
Con el avance de las actividades de corte intensivo orientadas a los
commodities, los puesteros obligados a salir de las fincas comenzaron a
poblar el área urbana de los municipios. Este proceso de desplazamien-
to comenzó en los años de la década de 1980 y se fue profundizando
entre la segunda mitad de la década de 1990 y los 2000, cuando el pa-
quete tecnológico de la soja demostró su éxito productivo y rentístico.
Así, los puesteros con conocimientos prácticos rurales relativos a la
extracción forestal, a la cría de ganado, a la caza en medio del monte,
debieron modificar sus prácticas culturales y económicas en el medio
urbano. Entre ellos los más jóvenes se ocuparon como mano de obra
asalariada en las fincas o en las administraciones locales. Un antiguo
hachero de obrajes, que luego pasó a ser empleado en una de los obra-
jes transformado en finca agraria, nos relataba el cambio sobrevenido:
“Algunos se emplearon en los campos aprendiendo a manejar tractores o trabajan de
peones generales. Pero no se ha alcanzado a ocupar a toda esa gente porque, […] los
obrajes usaba mucha gente. Y esta agricultura es distinta. Antes para 1000 ha
necesitabas cinco tractores, ahora solo uno […]” (Entrevista 2010).
El modo de producción y desarrollo tecnificado impuesto en la zo-
na, requirió de personal con conocimientos adecuados al nuevo manejo
de tierras, de maquinarias y de las nuevas especies agrícolas. Por ello,
otro de los desplazamientos relevantes en la zona lo constituye la llega-
da de técnicos e ingenieros agropecuarios.

49
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

De esta manera, los espacios urbanos constituidos en torno del nue-


vo modelo de producción, albergaron una heterogeneidad de actores
sociales: los puesteros desplazados, sus hijos empleados en diferentes
servicios agrarios y administrativos, los técnicos con necesidades urba-
nas, los comercializadores de servicios (maquinaria, insumos agrícolas
como semillas, herbicidas, fertilizantes, etcétera). Esta heterogeneidad
implicó una modificación en la construcción del modo de vida urbano
ponderado positivamente desde quienes conducen las empresas comer-
cializadoras y productivas.
“Hoy te encontrás con un polo de desarrollo, con toda una empresa de servicio y
productores que crecieron con la zona y con gente que hoy depende de ello. Y hoy hay
riqueza por derrame y repartición que realmente es importantísima.” (Entrevista
con productor y propietario de comercio de servicios agronómicos,
2009).
Sin embargo, las autoridades municipales, aunque destacan el creci-
miento y el dinamismo que adquiere la ciudad, también plantean que el
gran desplazamiento de la población rural a la ciudad de Las Lajitas ha
implicado fuertes problemas de administración de los recursos. Cada
vez más fuertemente se enfocan políticas urbanas con asistencia directa
a las familias, mientras que para la reducida población rural destacan
que no alcanzan los recursos básicos para cubrir los servicios de Aten-
ción Primaria de Salud, cobertura en las escuelas, ni para la recolección
de residuos (a partir de entrevistas con funcionarios municipales, In-
formes Municipales de Las Lajitas y J. V. González).
Las ciudades del eje agrícola, en general, fueron albergando a los
técnicos, los contratistas de servicios y los comercializadores de insu-
mos agrícolas. Pero Las Lajitas, de acuerdo con los relatos de sus habi-
tantes permanentes y temporarios, es la localidad que presenta cambios
más extremos en menor tiempo, pues pasó de ser un pueblo de obraje a
ser un espacio jurídico-administrativo.
La llegada de las familias que provienen de las ciudades medianas o
grandes, dan lugar a demandas de infraestructura relativas a su cultura,
desde la comida hasta formas de construcción de las viviendas o aloja-
mientos, lugares de esparcimiento y práctica de deportes. Los técnicos y
administradores de campos provenientes de ciudades grandes o inter-
medias suelen mencionar: “Cuando yo llegué a esta zona, no había teléfono
celular, no había hotel, no había ventiladores de techo, no había aire acondicionado,
no había teléfonos, sólo había dos cabinas”.

50
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

El escenario urbano que se configura en medio de los cambios so-


cio-ambientales, expone de manera cruda la elevada vulnerabilidad
social antecedente y actualizada por las condiciones de trabajo rural. De
manera general, el escenario regional, se configuró con renovaciones en
las condiciones socioeconómicas y legales dando lugar a una competen-
cia inequitativa por obtener la tenencia de la tierra rural y urbana, y para
acceder a las fuentes de trabajo. Este movimiento condujo, en las ciu-
dades del eje agrícola de Anta, a una inédita presión por la vivienda.
Dentro de esta dinámica ingresaron los negocios inmobiliarios urbanos.
Con ello, dada la baja disponibilidad de lotes, los precios se incrementa-
ron tanto para la compra-venta como para el alquiler. El resultado so-
bre las ciudades fue la construcción de nuevos tipos de edificaciones
dentro de la trama urbana, con cierto cuidado arquitectónico. A su vez,
se formaron nuevos barrios de vivienda social y viviendas precarias.
Algunos de estos barrios están situados en áreas de riesgo de inunda-
ción por su cercanía con ríos, arroyos o canalizaciones que provienen
de las fincas. En estos casos, el gobierno provincial actúa como “facili-
tador” de los intereses de los agentes inmobiliarios y agiliza la aproba-
ción de los planes.

De la autosubsistencia hacia el empleo

La renovación de la dinámica urbana y rural se expresa en el cambio


de las condiciones del habitar y de las prácticas económicas que organi-
zan la vida social. El empleo asalariado pasa a ser central para la subsis-
tencia de las familias desplazadas que ingresan en un modo de produc-
ción diferente, en el cual ya no pueden lograr la autosubsistencia si no
es bajo la dependencia de la demanda de mano de obra o de los subsi-
dios estatales.
En el ámbito de las empresas agrarias hay trabajo en dos momentos
particulares: en la siembra y en la cosecha No obstante, el fuerte de
ocupación de mano de obra es en la siembra: se necesitan bolseros,
gente para cargar las sembradoras, personas que trabajen en los galpo-
nes curando semillas y transportando las semillas a los camiones y gente
para descarga en las sembradoras.
“En donde yo estaba sobre 12.000 ha se sembraban 8.000 ha, ahí trabajaban
veinte personas permanentes y se contrataban otras veinte más. Además el tiempo de
siembra es cortito, diez días en el año, como máximo, en diciembre, porque después

51
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

te empieza a llover” (Entrevista con técnico empleado en una de las gran-


des fincas, 2010).
Entre las tareas que demandan mano de obra no especializada, está
la terminación de parcelas. Esto es, la etapa de preparación de la tierra
recién desmontada ya sea para agricultura como para cultivo de pasturas
en el caso de la ganadería intensiva.
Este trabajo es conducido por subcontratistas y se efectúa inmedia-
tamente finalizado el desmonte que se realiza con topadoras y cadenas.
Los troncos y ramas son quemados, a partir de ese momento comienza
la tarea de terminación de parcela a través del “desraice” o “descham-
pe”. Esto último significa sacar las ramas chicas, los palos grandes y las
raíces, de las cuales algunas de estas se emplean luego para hacer
carbón. Este trabajo que demanda mano de obra no especializada se
organiza así:
“El desmontador contrata a un tercero para que contrate a la gente en los ba-
rrios. Dejan un comunicado en la radio, que fulano en tal dirección contrata gente.
Y sale la ‘gentecita’ desesperada por trabajar y bueno, los suben a un camión y los
llevan” (Entrevista con agente sanitario de SENASA, 2010).
Esta “gentecita”, como la llama el entrevistado, es la población rural
más vulnerable. Esta población se ha desplazado desde diversas locali-
dades de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Chaco (de acuerdo con las
entrevistas realizadas) hacia las nuevas pequeñas ciudades del eje agríco-
la de Anta, ya que en sus lugares de origen ni siquiera llegaban los pro-
gramas estatales.
Las tareas de deschampe atraen a la población más vulnerable invo-
lucra a familias enteras que salen a trabajar en el campo por un mes o
más tiempo, sustrayendo a los niños de la escuela durante dicho perío-
do. Los niños no solo acompañan a los padres sino que también traba-
jan, y esta situación no escapa a las autoridades ya que es denunciada
desde las escuelas, donde se registra la asistencia sino también desde el
hospital, ya que algunos niños y adultos regresan con quemaduras de
gravedad debido a que la tarea se realiza cuando los troncos aún están
ardiendo. “Ellos tienen que juntar raíces, el trabajo lo puede hacer un chico y las
mamás [...] Y se avisa a la policía porque tiene que haber una denuncia y nos esta-
mos tirando la pelota todos, [...] ¿quién va a ser ese chico mañana?” (Entrevista
en la escuela del pueblo, 2010).
Queda de relieve que existen mecanismos que invisibilizan a este
grupo de trabajadores totalmente precarizados y en situación de riesgo

52
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

laboral. Se los contrata en negro, con lo cual pueden seguir percibiendo


el subsidio del Estado nacional, pero a cambio, el contratista, que es
quien sabe leer y escribir y tiene acceso a las autoridades municipales,
tramita los subsidios y se queda con un porcentaje. Según los relatos
relevados en las instituciones de salud y en las escuelas, estos subcon-
tratistas suelen quedarse con uno de cada cuatro o cinco subsidios por
niño en edad escolar. Las maestras destacaban con preocupación, que a
veces los padres dejan a alguno de los niños en la casa del pueblo vi-
viendo solos para que asista a clase, lo cual eleva la vulnerabilidad para
estos menores.

El drama social y la inmersión contradictoria en el ordenamiento


del Chaco-salteño

La degradación ambiental y la lucha por el acceso a los recursos na-


turales, forman parte de los ciclos de desarrollo económico, con proce-
dimientos de habilitación de tierras concomitantes con desplazamientos
de población.
La concomitancia queda significada desde una evaluación en torno
de la naturaleza de los derechos de los distintos actores sociales involu-
crados en la situación que introduce la habilitación de las tierras. En
este caso, escuchamos una alter-atribución de salvajismo, vagancia y des-
interés (Gordillo, 2006; Trinchero, 2000; Barúa, 2009; Lenton, 1999;
entrevistas 2008-2010), hacia los aborígenes y criollos, y con ello, vali-
dan que se encuentren condicionados en su posibilidad de ejercer con-
trol efectivo de los recursos. Frente a una autoatribución, positiva, ex-
presada en el esfuerzo que implica su participación en las campañas
sucesivas para conquistar, colonizar y llevar el progreso a la zona. De
este modo, las acciones de imposición, siguen un patrón de autoafirma-
ción que requiere de un esfuerzo de defensa, protección y exaltación
que se extienden socialmente como medio de control económico y
sujeción política.
Asimismo, la separación expresa una distinción5 axiomáticamente
presente en todas las relaciones sociales de producción del territorio y
del ambiente. Uno de los mecanismos que opera de manera contradic-
toria es la legalidad. Por un lado, en cuanto a la regulación gubernamen-
tal del acceso a los recursos y, por otro, la juridicidad de la identifica-
ción a través de exigencia de la portación de documentación oficial y
legal que atestigüe la forma de tenencia de la tierra.
53
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

De manera que contar con los “papeles” supone una forma de inte-
gración social que se revela decisiva ante su carencia, lo que incluye
además de la ausencia de documentación correspondiente, la incerti-
dumbre respecto de la información acerca del valor legal de los mismos
y de sus efectos. Tal como lo señalan Caplan y Torpey (2001) los papeles
constituyen un requisito para muchos reclamos ante agencias estatales y
privadas. Su posesión o su carencia indican una forma de clasificación
legal de la población, donde queda expresada la posibilidad de agencia,
para acreditar el uso de los recursos y probar su apropiación legítima de
la tierra. Entonces, la carencia facilita la expulsión de población de las
tierras fiscales que se disponen en concesión para los proyectos de de-
sarrollo productivo- agropecuario o explotación forestal, como se refle-
ja en las décadas revisadas. Esta situación de marginalidad “legal”, o
como lo sentencia Gordillo (2006), de inmersión contradictoria en el Estado,
deja expuesta la vulnerabilidad social ante el incumplimiento del princi-
pio ius soli (derecho de la tierra).
Por otro lado, al relevar etnográficamente los tránsitos, las direccio-
nes y las agencias comprendidas en el fenómeno de los desplazamien-
tos, permiten reconocer su heterogeneidad. Cuando hablamos de tránsi-
tos nos referimos a la permanencia, ya sea temporal o definitiva. Cuan-
do nos referimos a las direcciones que recorren los actores sociales
identificamos el área de partida y de llegada según sea rural o urbana.
Finalmente cuando nos referimos a las agencias que configuran los
traslados, esto es si fueron elecciones libres y voluntarias o, si fueron
inducidas o impuestas. Entre ellas distinguimos la búsqueda de trabajo
para subsistencia, el ejercicio de la profesión, oportunidades empresa-
riales, disputas territoriales. La Tabla 1 que presentamos a continuación
da cuenta de los circuitos temporales y espaciales relevados a través de
los relatos de los habitantes rurales y urbanos cuando hacían referencia
a las transformaciones del ambiente y de sus modos de adaptación.

Discusión final

Evidentemente la tecnología proveyó soluciones a la situación pro-


ductiva a escala, y abrió nuevas oportunidades para superar las limita-
ciones climáticas naturales. Sin embargo, dicha innovación y su genera-
lización implicó la selectividad de actores para conducirla. Al interés
económico se le agregó la necesidad de contar con amplias superficies

54
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

para aplicar la nueva tecnología además de lograr la rentabilidad espera-


da (por sobre los costos de implementación). Entonces, en términos
organizacionales, se privilegió un ordenamiento privado del uso del
territorio.

Circulación de Población
Dirección Desplazamiento Desplazamiento defi-
cíclico o periódico nitivo
Rural-rural Desplazamiento laboral Desplazamiento forzado
al sector agrícola asala- en función de reasenta-
riado mientos o por presión
de la frontera agrícola
Rural-urbano Movimiento de perso- Desplazamiento forzado
nas empleadas y sub- en función de reasenta-
empleadas. Desplaza- mientos o por presión
miento por motivos de la frontera agrícola;
educacionales. por lo general a subur-
bios y/o en condiciones
precarias.
Urbano-rural Desplazamiento de Desplazamiento de re-
profesores de escuelas torno de personas sin
rurales; migración de éxito tras su migración
técnicos agrícolas, co- rural-urbana (especial-
mercializadores de in- mente para el caso de
sumos, contratistas de los aborígenes)
servicios,
Urbano- Desplazamiento de em-
urbano prendedores en búsque-
da de nuevos negocios;
migración forzada en
función de reasenta-
mientos o por presión
de la frontera agrícola
Tabla 1. Motivadores para la circulación de población en el Depar-
tamento Anta. (Fuente: Elaboración propia en base al modelo de Vig-
nikin (1986) y al análisis de una base de datos de unas 90 entrevistas
formales e informales en Anta)

55
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

Con ello, los intereses de quienes apostaron a la nueva tecnología se


transformaron en las necesidades priorizadas por los gobiernos que
aprobaron la habilitación de las tierras a través del desmonte. Estas
medidas implicaron el desplazamiento de las familias que habitaban los
montes sin tenencia definitiva de la tierra, con prácticas ganaderas tradi-
cionales de subsistencia y con baja diversificación de actividades. Ello
condujo a un drama social (quiebres y recomposiciones sociales), que
concluyó con la resignación de la “autonomía económica” de los pe-
queños productores, y en el caso de los herederos de los terratenientes,
con la extracción de renta inmobiliaria cuando no podían o no querían
invertir en las innovaciones.
En el caso de las ventas y arrendamientos, una de las consecuencias
fue la agilización del mercado de tierras con la compraventa de parcelas
en predios de los antiguos terratenientes de la zona. Por lo tanto, el
desplazamiento de población para hacer agricultura, tanto en tierras
fiscales como privadas, se tornó en elemento conductor de la expulsión
de la población rural dispersa y la concentración de la tierra y de la pro-
ducción.
Entre los elementos que forman parte de la justificación ideológica
de los efectos de este proceso, encontramos afirmaciones estigmatizan-
tes de la vulnerabilidad: “no tienen propiedad de la tierra”, “no tienen capital
económico para financiar un proyecto económico”, “no invierten” o “son vagos”.
Esto deja de manifiesto que las prácticas de poder, asociadas a dichos
“estigmas”, generan políticas de intervención que imponen las reglas de
integración social e incluso, desde allí, interpretan las necesidades de los
diferentes sectores de la sociedad.
Para concluir, podemos sintetizar que este modelo de producción
intensivo impactó, en primer lugar, expulsando a la población rural
dispersa e inclusive la asentada en pueblos rurales situados en el medio
de zonas productivas. De esta manera se consiguió “liberar” las “tierras
aptas”. La población se desplazó hacia pueblos rurales en crecimiento o
hacia periferias de ciudades intermedias o capitales provinciales. Una
segunda modificación es la llegada de población como mano de obra
no calificada para trabajar, ésta proviene de las zonas más pobres de
provincias limítrofes, como Jujuy, Chaco y de Santiago del Estero.
Los pueblos que se tornan en “atractores”, son aquellos donde se
instalaron los servicios subsidiarios del nuevo proceso productivo. De
esta forma, los pueblos cercanos a las rutas principales, donde se nucle-

56
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

an actividades comerciales y se reúnen los agentes del proceso agrícola,


pasaron a ser una oportunidad de empleo. De este modo, se reorganizó
la constitución de la estructura urbana con disponibilidad de planes de
vivienda, mejoras en los servicios de salud, cambios dirigidos desde el
Estado nacional y aplicados en los niveles provincial y local. Pero el mito
que opera como forzante es la necesidad de mano de obra que se vincu-
la al ciclo de la producción agraria en los tiempos de siembra y tiempos de
cosecha. Como lo señalan los habitantes de Anta, no hay trabajo para
todos, y los tiempos de empleo son unos escasos días durante los meses
de siembra y cosecha, el resto del tiempo se necesita contar con subsi-
dios del Estado.
Los cambios acumulados en el ambiente chaco-salteño del eje agrí-
cola introdujeron la competencia entre formas de producción tradicio-
nal y agroindustriales. La preeminencia de esta última se materializa
transformando el paisaje en áreas cultivadas. Esto dio lugar a un orde-
namiento privado, con la imposición de las reglas para administrar las
relaciones entre los hombres y entre éstos y el medio natural, reavivan-
do el lugar constante del “drama social” en el ambiente chaco salteño.
Los elementos del “drama social” son quiebres y recomposiciones
que incluyen una diversidad de situaciones y actores sociales. Los pro-
ductores propietarios de la tierra, pertenecientes a familias tradicionales,
llegan a acuerdos con agentes capitalizados para entrar en una sociedad
económica o directamente vender o arrendar sus tierras. En estos casos,
hay un desplazamiento voluntario hacia la ciudad (Salta o alguna otra), y
conveniente desde el punto de vista de la renta. Otros productores,
pequeños o medianos, antiguos propietarios o tenedores precarios de la
tierra, fueron incitados por diferentes métodos para generar la decisión
de abandonar su emplazamiento productivo. Finalmente, la lucha des-
igual termina cuando el pequeño productor decide vender la tierra, o
quien no tiene la tenencia debe dejar su lugar de vivienda y producción,
desplazándose hacia centros urbanos, resignando su “autonomía
económica”.
La expulsión de población rural dispersa e inclusive aquella asentada
en pueblos rurales situados en el medio de zonas productivas, (que
anteriormente eran obrajes), es parte de la liberación de las tierras aptas
para agricultura. Los desplazados se dirigen hacia los pequeños centros
urbanos en crecimiento o hacia periferias de ciudades intermedias o
grandes ciudades.

57
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

En el marco del mismo proceso, otras “llegadas calificadas”, intro-


ducen actores sociales con especializaciones y oficios acordes a la re-
configuración del espacio socioeconómico: técnicos, ingenieros, comer-
ciantes, y proveedores de servicios vinculados al agro y a las demandas
urbanas, generando la densificación y diversificación de la composición
social.
Además de la construcción espacial, encontramos diferencias en la
temporalidad: desplazamientos cíclicos, especialmente relacionadas con
los ciclos productivos en diversas actividades como desmonte, desbro-
zado, siembra, cosecha, control de plagas, selección, embolsado, etcéte-
ra. Luego, los desplazamientos periódicos, asociados a actividades tem-
porales más extensas, técnicos asesores, servicios comerciales, maestros,
cambios de puesto por necesidad de las empresas, entre otros. Final-
mente, mencionamos los desplazamientos definitivos, voluntarios e
involuntarios, en función de reasentamientos o por presión de la fron-
tera agrícola, atraídos por oportunidades de trabajo o negocios en fun-
ción de la expansión agropecuaria. Entre los patrones de desplazamien-
to más significativos en el reordenamiento local de la distribución de-
mográfica, encontramos la migración laboral, reasentamientos o la mi-
gración forzada.
En definitiva, el modus operandi de la política territorial que acompañó
estos senderos de transformación socioambiental, expuso a la pobla-
ción en general, a un ordenamiento territorial privado de facto. En este
sentido, la lectura del recorrido, aquí centrado en los desplazamientos
poblacionales y articulados con los procesos productivos, muestra va-
riables y constantes entre los parámetros donde se apoya la legitimidad
para las actividades y para el complejo de los dispositivos de desarrollo.
Este proceso inequitativo se expresa históricamente con la transfe-
rencia efectiva del ejercicio de control entre el Estado y los tenedores de
tierras, ya como ocupantes o propietarios. Este movimiento fundamenta
el reordenamiento del territorio y la sociedad, jerarquizando los valores
que rigen la resolución para las contradicciones entre intereses econó-
micos y necesidades básicas.
Desde la construcción de esquemas ideológicos justificatorios, suele
aparecer la referencia a los pequeños productores sin tenencia legal, que
ocupan tierras aptas para agricultura, como supervivencias o tipos sociales en
extinción lo que señala una suerte de aceptabilidad del riesgo para los otros.
Resalta de este modo una constante para sugerir respuestas a las situa-

58
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

ciones generadas en torno de la tierra: adaptarse a los cambios trans-


formándose en un nuevo tipo de productor o migrar hacia centros
urbanos, donde suelen abrirse nuevos dramas sociales con nuevas for-
mas adaptativas para superar la expresión de la vulnerabilidad y la incer-
tidumbre.
Podemos concluir que los desplazamientos poblacionales en el Cha-
co-salteño refieren la situación de las personas que se han visto forza-
das a dejar sus lugares de residencia habitual, en forma temporal o per-
manente, por trastornos ambientales relativos a la degradación de los
recursos básicos para su producción, y a la afectación de sus tierras para
proyectos económicos de desarrollo. En este sentido, la adaptación si
bien es un proceso de acción creativa del hombre que se integra reflexi-
vamente a la realidad, la construye y la trasforma, está condicionada
desde la imposición de una idea de desarrollo. Esto implica que, desde
allí, se regule el control de los recursos y de las relaciones sociales a la
hora de participar en el proceso de toma de decisiones.
En el marco de la problemática del cambio global, en esta zona se-
miárida, la cuestión climática interviene de manera indirecta, y quedan
de relieve aquellas del campo político-económico que legalizan el acce-
so y la apropiación inequitativa de los recursos naturales por parte de
algunos actores en detrimento de otros.

Agradecimientos

La investigación que diera lugar a la Tesis Doctoral fue financiada a


través de una beca del Proyecto IAI CRN N° 2094 and RSP # 104358
IAI – IDRC Land use change, biofuels and rural development in the La Plata
Basin, and UBACyT 2010-2012 CC02. El trabajo etnográfico pudo ser
realizado gracias a la colaboración de los habitantes, productores,
técnicos agropecuarios, funcionarios de instituciones del Dpto. de Anta
y a funcionarios gubernamentales de la Provincia de Salta.

Notas

1. A nivel mundial los bosques secos han experimentado el mayor nivel


de transformación en pos de actividades agrícolas (Grau, 2008).
2. Los puestos eran los lugares donde se preparaban abrevaderos para
darle de beber a la hacienda (conocidos desde la época de la Colonia y

59
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

las guerras por la Independencia). En dichos puestos había, por lo me-


nos, un criollo que como puestero cuidaba los animales del “patrón”.
Allí podía, además, albergar a su familia y tener sus propios animales.
Actualmente se mantiene esta denominación aunque los animales son
propios, o son contratados para cuidar hacienda de terceros, y habitan
bajo tenencia precaria en tierras fiscales.
3. De acuerdo con el trabajo de Volante et al. (2007) a partir de inter-
pretación de imágenes satelitales, en 1972 no hay lotes desmontados y,
entre 1992 y 2004, se duplicó la superficie desmontada.
4. Consultar Ribeiro (1971); Milton (1996); Harris (1998); Adams New-
bold (1978); García Acosta (2002) y Natenzon (2007).
5. La distinción, la separación, son una forma de asociación, incluso de
cooperación, aun cuando es llevada al extremo de la evitación (Gross-
berg, 2003).

Bibliografía

ADAMS NEWBOLD, Richard. 1978. La red de la expansión humana. La


casa chata, México.
ACNUR. 2006. La situación de los refugiados en el mundo: Desplazamientos
humanos en el nuevo milenio, Oxford University Press.
BALAZOTE, Alejandro. 2002. Reasentamiento forzoso de población y
regularización territorial en el interfluvio Teuco-Bermejito (pro-
vincia de Chaco). Cuadernos de Antropología Social N°16, Facultad
de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, pp. 165-184.
BARSKY, Osvaldo y DÁVILA, Mabel. 2008. La rebelión del campo. Su-
damericana, Buenos Aires.
BARÚA, Guadalupe y RODRÍGUEZ MIR, Javier. 2009. Etnografías
del Chaco. Introducción: el área cultural del Gran Chaco. Revista
española de Antropología Americana, N° 39, La Rioja, pp. 140-141 y
209-227.
BECK, Ulrich. 1993. La sociedad del riesgo. Paidós, Barcelona, España.
BLAIKIE, Piers. 1994. At Risk. Tercer Mundo, Colombia.
BOURDIEU, Pierre. 1980. El sentido práctico. Siglo XXI editores, Bue-
nos Aires.
CÁCERES, Daniel M.; SOTO, Gustavo; FERRER, Guillermo; SIL-
VETTI, Felicitas y BISIO, Catalina. 2010. La expansión de la
agricultura industrial en Argentina central. Su impacto en las es-

60
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

trategias campesinas. Cuadernos de desarrollo rural, N° 64, Vol. 7,


enero-junio, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, pp. 91-
119.
CAPLAN, Jane y TORPEY, John (edit.). 2001. Documenting Individual
Identity. The development of practices in the modern world. Princeton
Univesity Press, New Jersey.
DELGADO, Oscar. 2007. La ruta de la soja en el Noroeste argentino.
En: Rulli, Javiera (coord.) Repúblicas unidas de la soja. Realidades so-
bre la producción de soja en América del Sur. Centro de Acción Popu-
lar Olga Márquez de Arédez (CAPOMA), Buenos Aires.
GARCÍA ACOSTA, Virginia. 2002. Historical Disaster Research. En:
Hoffman, Susanna y Oliver-Smith Anthony. (eds.): Catastrophe &
Culture: the anthropology of disaster. School of American Research
Press/James Currey Ltd., Santa Fe/Oxford, pp. 49–66.
GIDDENS, Anthony, 1990. Consecuencias de la Modernidad. Alianza Edi-
torial, Madrid.
GORDILLO, Gastón. 2006. The crucible of citizenship: ID-paper fetishism in
the Argentinean Chaco. University of British Columbia, U.S.A..
GRAU, Héctor Ricardo. 2008. Balancing food production and nature
conservation in the Neotrophical dry forests of northern Argen-
tina. Global Change biology 14, pp. 985-997.
GROSSBERG, Lawrence. 2003. Identidad y Estudios culturales: ¿no
hay nada más que eso? En: HALL, Stuar y DU GAY, Paul (co-
ord.). Cuestiones de identidad cultural. Amorrortu, Buenos Aires.
LENTON, Diana. 1999. Los dilemas de la ciudadanía y los indios argentinos.
Antropología y Ciencias sociales, Buenos Aires.
LÓPEZ, Eloy. 2010. Desmontar Pizarro. General Pizarro, Salta, Parque
Nacional Pizarro.
MANNHEIM, Karl. 1993 [1936]. Ideología y Utopía. Introducción a la socio-
logía del conocimiento. Fondo de Cultura Económica, México.
MILTON, Kay. 1996. Environmentalism and cultural theory: exploring the role
of anthropology in environmental discourse. Londres y Nueva York,
Routledge.
MYERS, Norman. 2005. “Environmental refugees: an emergent securi-
ty issue”, Environment and migration, N° 13. Economic Forum,
Praga, Session III, 23-27 May.
MURGIDA, Ana María y NATENZON, Claudia. 2007/2009. Social
‘Downscaling’.A Few Reflections on Adaptation in Urban Envi-

61
Cambios socio-ambientales… A. M. MURGIDA

ronments. En: Leite da Silva Dias, P., Costa Ribeiro, W.,


Sant´Anna Neto, J., Zullo, J. (eds.) Public Policy, Mitigation and
Adaptation to Climate Change in South America. São Paulo. Instituto
de Estudos Avançados, Universidade de São Paulo.
MURGIDA, Ana María. 2012. Dinámica Climática, Vulnerabilidad y Riesgo.
Valoraciones y procesos adaptativos en un estudio de caso del Chaco-salteño.
Tesis Doctoral Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de
Buenos Aires.
NATENZON, Claudia. 1995. Catástrofes naturales, riesgo e incerti-
dumbre. Serie Documentos e Informes de Investigación N° 197 (diciem-
bre). FLACSO, Buenos Aires, pp. 197-22
NATENZON, Claudia. 2007. Riesgo, prevención, mitigación y adapta-
ción. Aportes al eje temático sobre Seguridad Humana. En:
TANCREDI, Elda y DA COSTA PEREIRA, Nélida (coord.)
Dimensiones humanas del cambio ambiental en Argentina. Hacia la cons-
trucción de una Agenda Científica Interinstitucional. UNLu/Agencia,
Luján, Argentina, pp. 67-73.
PENGUE, Walter. 2009. Agrocombustibles y agroalimentos. Conside-
rando las externalidades de la mayor encrucijada del siglo XXI.
Cuartas Jornadas de la Asociación Argentino Uruguaya de Economía
Ecológica. Buenos Aires.
RIBEIRO, Darcy. 1971. El dilema de América latina: estructuras de poder y
fuerzas insurgentes. Siglo XXI editores, México.
SLUTZKY, Daniel. 2008. Situaciones problemáticas de tenencia de la
tierra en Argentina. Serie Estudios e Investigaciones N° 14, Ministerio
de Economía y Producción, Secretaría de Agricultura, Ganadería,
Pesca y Alimentos, Dirección de Desarrollo Agropecuario,
PROINDER, Buenos Aires.
TRINCHERO, Hugo. 2000. Los dominios del demonio. Civilización y barba-
rie en las fronteras de la Nación. El Chaco central. Eudeba, Buenos
Aires.
VIGNIKIN, Kokou. 1986. Means of production and migration in
South-east Togo (translated). En: Gregory, Joel; Duquette-
Ahado, M. Therese. y Vignikin, Kokou. (eds.) Migration Togolaises:
Bilan et perspectives. Lomé, Togo, Université du Benin, pp. 299-
320.
VOLANTE, José Norberto; PAOLI, Héctor; NOÉ, Yanina y ELENA,
Hernán. 2007. Análisis de la rotación de cultivos extensivos del Noroeste

62
Cuadernos de Antropología | Núm. 9 | 2013

argentino a partir de la teledetección y sistemas de información geográfica.


Período 2000-2005. Teledetección hacia un mejor entendimiento de la
dinámica global. INTA, Estación Experimental Agropecuaria, Sal-
ta.

Recibido: 6 de mayo de 2013.


Aceptado: 2 de junio de 2013.

63

También podría gustarte