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LA «CUESTION SOCIAL» COMO CUESTION DE GENERO. FEMINIDAD Y TRABAJO EN ESPANA (1860-1930) ‘Mercedes Arbaiza Vilallonga Dio. Historia Contemporinea ‘Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea Universidad del 1. La «cuestién social» como una cuestién de género Los veinte tiltimos aiios del siglo xix (1880-1900) marcan un punto de inflexién respecto al estado de opinién, las actitudes piblicas y las propuestas hacia la cuestién femenina en Espafia, En el contexto de cambio social derivado de la modernizacién econémica, la situacién y condiciGn de las mujeres en Espafia se hace «visible» a los ojos de la clase politica, de las elites intelectuales y de la opinién publica en ge~ neral. La ingente labor de informacién recogida y publicada por la Co- misin de Reformas Sociales (1883-1889) refleja un estado de concien- cia social que explica la multitud de esfuerzos e iniciativas que se Hevaran a cabo a lo largo del primer tercio del siglo Xx, encaminadas todas ellas, directa o indirectamente, a reorganizar y reformar el cuer- po, la vida y la ocupacién de las mujeres. Nos referiremos a la aproba- ci6n de las leyes de proteccién del trabajo femenino a partir de 1900, al auge del movimiento higienista y a las ideas en torno a la cugenesia, asi como a la reivindicacién dei salario familiar por parte del movi- miento obrero. ;Cual era la percepcién de la clase politica, de los médi- cos y de los lideres obreros sobre este asunto para que coincidieran en tun corto periodo de tiempo en su afén por reorganizar la relacién entre hombres y mujei Las conclusiones expresadas por Segismundo Moret, Ministro del gobierno de Cénovas y Secretario de la Comisién de Reformas Sociales (CRS), en su predmbulo de justificacién a la promulgacién de la prime- ra Ley de Proteccidn del Trabajo, explican muy bien cual es el estado de conciencia social: Historia Contempordnea 21, 2000, 395-458 396 Mercedes Arbaiza Vilalonga ««admitido el principio de la intervencién del estado en Ia vida y ocupa- cidn de las mujeres, fundada en sus condiciones fisiolégicas y en la transcendencia que estas tienen para sus hijos, la lgica lleva por modo inevitable a extender dicha intervencién a los actos mis intimos de la vida, y sobre todo a las condiciones que deben reunir las personas que contraen matrimonio, Ia tnica manera de resistir esta consecuencia es negarse a sus premisas»! Estas reflexiones representan la institucionalizacion de un cambio significativo respecto a la accién del Estado sobre estos temas. Con esta conclusién arranca la etapa del reformismo social en Espafia, una fase en Ia que el gobierno, si bien de forma todavia muy timida y con bastante retraso respecto a otros paises europeos, acometéa la tarea de ordenar las relaciones entre capital y trabajo e incluso de legislar en materia de trabajo. Es interesante comprobar como una iniciativa pibli- ca que surge, tal y como se recoge en el Real Decreto del 5 de Diciem- bre de 1883, con el «objeto de estudiar todas las cuestiones que directa~ mente interesa a la mejora y bienestar de las clases obreras, tanto agricolas como industriales, y que afectan a la relacién entre el capital y trabajo»? concluye con la intencién de intervenir en la vida y ocupa- cidn de las mujeres. La multitud de respuestas que se recogen a nivel nacional y provincial? justificaban, a juicio del legislador, que esta fue- ra la primera iniciativa estatal en torno a la cuestidn social. La clase " Dieuimene y Proyectos, Comisin de Reformas Sociales, «Proyecto de Ley sob el trabajo de a mt. Rasta en conforma con os avers de Comséne 8.12, Mai, 1891, eprodusido por U. Maxrisez Vea, Maer, Traojo y Dome Las or seme de la dseriminacin. era, Barcloa, 1995p. 21 Real Dereta del 5 de Diciembre de 1883: «Ceacn de la Comisin de Reforms Sociales». fT, en A. Marts VALVERDE yoltos, Lt legislacion socal en la Historia de Espana Dei revluctn liberal a 1936. Congies dels Diptados, Mads, 1987, pine » Se han consult ls cinco tomes publiadosy edtdos por Santiago CasTLo, Re- formas Sotates.Informacn ora y excita publica de 1889 a 1893. Ministero de Te ‘joy Seguridad Social, Mad 985, en los que se anscriben las espuease nfomnes Prescnas en sus ins nivees sectors, sees teories Lo tos 1 If open as eflexiones de carkter general realizadas por diversas corporations y sola es nacionaes (La Ina Lire de Enselaea et Ateneo Cenc, Antico y Lites fio de Madrid ete) a como uta serie de estimoniosobefos entre elos el de Deez Aus, Como repesentante del sociedad el metal oe misino Pablo Iglesias en nombre de la sociedad de es irae, que no ae fesse a exponer ss pants de vita see as cus times sociales y pottcas qe fet la class cer, Las espestas provinces» Toe lesesin en los tomos I V9 V. La «cuestién social» como cuestisn de género, Feminidad y trabajo en. 397 politica se sentia socialmente legitimada para intervenir en el 4 privado de las clases obreras, y mas concretamente sobre las esposas ¢ hijas de los trabajadores, hasta entonces un espacio sagrado ¢ invulne- rable para cualquier Estado que se preciara de liberal. El esfuerzo de cara a la integracién social de las clases obreras en un ambiente de protesta y conflictividad laboral?, se materializ6 en iniciativas de «in- terveneién en los actos més intimos de las mujeres» desde una com- prensiGn de las mismas como seres débiles y objeto de proteccién. Se justificaba asf su necesaria proteccién, en aras de un fin superior, la consolidacién del Estado y, en definitiva, la paz social. De esta forma, la cuestidn social en Espaia se convierte o deriva en una cuestién de enero. {Qué argumentos habia encontrado @ finales del siglo x1x el go- bierno espafiol para vulnerar aquel principio basico que habia guiado Ja accién del Estado liberal durante todo el siglo xix, el principio de «. En cualquier caso, era una Preocupacién més aparente que real ya que se asumia de forma gene- ralizada que las mujeres hist6ricamente habian jugado un papel funda- mental en Ia produccién de bienes y servicios. «El trabajo de la mujer es uno de los factores que contribuyen de modo més poderoso al bie- nestar general que se observa en esta provincia y al desarrollo de su ri- queza»", El otto plano, socialmente mas significativo, estaba relacio- nado con la quiebra sistemética del ideal dominante de lo que se considera la condicién femenina y su misidn social fundamental. A fi- nales del siglo xix los agentes sociales que participaron en la reflexién sobre la cuesti6n social reconocen cierto fracaso 0, por lo menos, una fuerte resistencia en Ia asuncidn de este discurso por parte de la clase obrera en general, y de las mujeres en particular. Las «tristisimas con- secuencias» no son otras que la vulneracién por parte de las mujeres trabajadoras de un orden social propuesto por Ia burguesia y las clases medias, entendido de forma dicotémica; un orden social basado en la segregacién de los espacios public y privado, ocupados respei mente por hombres y mujeres. Si bien es cierto que a través de los testimonios ¢ informes se adi- vinan distintas concepciones sobre los fundamentos que justifican el modelo de la domesticidad'', sin embargo se puede afirmar que habia lun consenso social entre las «fuerzas vivas» sobre la asignacién del espacio doméstico como lugar natural de socializacién y realizacién del ser femenino. Este modelo propuesto por amplios sectores de la opinién publica de finales del siglo xix quedaba muy bien recogido en las reflexiones que presentaba D. Alejandro San Martin, médico y re- presentante de una de las corporaciones de Madrid, el Ateneo Cientifi- co, Artistico y Literario, que se atrevi6 a recoger los acuerdos sociales basicos sobre la presencia publica femenina en el campo de la produc~ ci6n industrial: "© tbidem, informacién sobre Vizcaya, Tomo V.p. 613. ' Insttuciones como el Ateneo Cientifico, Antstico y Literario de Madrid o la Institu- cin Libre de Ensefianza, que paniciparon del esprit krausista que animé a los ideslogos de la CRS, fundamentan una visién de las relaciones sociales desde valores laicos, en donde Ia educacin es un instrumento fundamental de intervencién y reforma social y dis- ‘repan con la intezpretacin mayoritaria de los sectores mis conservadores de Ia burguesta espatiola. 400 Mercedes Arbaiza Vilallonga «Creo interpretar fielmente el sentimiento general diciendo: 1.’, que clestado presente de la sociedad, el ideal en este punto es que la madre de familia no trabaje sino para cumplir los deberes de este respetable estado (con lo que podr seguramente invertir todo su tiempo) si la habitacion del pobre ha de ser como corresponde a un pais civilizado, 2, que en el caso de trabajar con un objeto productivo, por lo menos ro necesite abandonar su casa, y con ella su misién més importante en el mundo, y 3. que la mujer soltera encuentre facilidades para quedarse trabajando al lado de su madre © hermanos, en vez de alejarse a trabajar en centros numerosos, donde més se gana que se pierde en moralidad y No se problematizaba, por lo tanto, el hecho en sf de que las muje- res dedicaran una parte de su vida a la actividad productiva —«a traba- jar con un objeto productivor— sino que esta actividad se Hlevara a cabo en espacios piblicos, en las fabricas y talleres. En la Espafia de fi- nales del diecinueve el argumento de tipo moral era en diltima instancia el més importante en a justificacién de la denominada «ideologia de la domesticidad» 0 el modelo del «ingel del hogar»", Este patron de comportamiento, formulado por las burguesfas de los paises de la Euro- pa occidental, organizaba Ia realidad y las distintas funciones sociales "= Refermas Sociales. Informacién oralyescrit...op. cit, Tomo Up. 1ST "> M. Nast ha analizado la introduceign y desarollo de este pensamiento en Espaaa en ldentidades,representacign cultural discurso de género en la Espaia Contempordnea» en P, CHALMT, F- CHECA CREMADAS ef, al, Cultura y culturas en la Historia. Salamanca, 1995; también MI Nast, eldentidad cultural de género, diseurso de la domestiidad y la detiniién del trabajo de las mujeres en la Espafa dels x0%», en G. Duy y M. PExRoT (dir), Historia de las Mujeres. El siglo ux. Tomo 4, Tautus, 1993. C. JAGOE, A. BLANCO y CC. ENRIQUEZ DE SALAMANCA, La mujer en los discursos de género. Testo y contextos en el siglo x. Barcelona, learia, 1998: N_ AREsT, Fl discurso cientfico y las relaciones de aé: nero en la sociedad espafiola durante el primer tercio dels. 3x, Tesis doctoral defendida fen Dio. Historia Contemporsnea, Universidad del Pais Vaseo, 1999. M. Luowa, Las muje res de las clases medias bilbainas. Los cambios de (a idenidad femenina durante los aos vetatey tein a través de la historia oral. Tesi doctoral inédita defendid en el Dio. His- {oria Contemporinea, Universidad del Pais Vasco, Bilbao, 2000. Para el ideal de feminidad e clase media en el drbito anglosajén, N. Corr, The Bonds of Womanhood: «Woman's Sp- here» in New England 1780-1835. New Haven, Yale University Press, 1977; L. Daviporr, C. Hatt, Forwunas familiares. Hombres y mujeres de la clase media inglesa, 1780-1850. Madrid, Ediciones Citedra, 1994. Para el ideal de masculinidad de clase media C. HaLL, White, Male and Middle Class. Explorations in Feminism and history. New York, Routled- ‘2, 1992; Para la construccin de los ideales de género de clase obrera, S. Rost, Limited Livelihoods. Gender and Class in Nineteeth-Century England. Berkeley, University of Co lifornia Press, 1992; A. CLARK, The Siruggle for Breeches. Gender and the Making of the British Working Class. Berkeley, University of California Press, 1995, La «cuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en 401 bajo la dualidad vida piblica y vida privada, internamente relacionadas y atribuidas respectivamente a hombres y mujeres en virtud de sus dife- Tencias sexuales, Independientemente de la clase social, se les asignaba distintos espacios de socializacién y de aprendizaje de los valores iden- titarios, en raz6n a sus «caracteristicas naturales». Las virtudes del buen ciudadano —Ia vida politica— y las del buen empresario 0 el buen obrero —Ia vida econémica— se aprendian cn el émbito domésti- co bajo la responsabilidad de las mujeres. Entre las clases obreras estos ideales se concretaban en la construccién simulténea de las modelos de «ganador de pan», —la responsabilidad de obtener rentas para la familia era de los varones— y de «ama de casa» —la responsa- bilidad de la reproduccién y de ta buena administracién del salario ‘masculino recafa sobre las mujeres—. Pues bien, la reorganizacién de las relaciones de género que se impulsan a partir de 1900 partia de una interpretaci6n de la situaci6n en términos de subversién moral. A juicio de los reformadores el estado de ignorancia y de inmoralidad que de nia al cuerpo obrero tenia una raz6n evidente: el comportamiento de las mujeres no se atenfan al modelo de feminidad planteado. El propésito de este articulo es explorar en que medida, en la Espa- fia del siglo xtx, esta concepcién de los espacios separados en absoluto se presenta como una representacién monolitica sino que esti sujeta a contestaci6n por parte de aquellos sectores que experimentaron un. pro- ceso de asalarizacién en el contexto del capitalismo industrial, La hipé- tesis que se baraja, por lo tanto, es que el discurso de la domesticidad acufado por la burguesta y las clases medias, encontré resistencia entre tuna parte significativa de las capas populares, sectores artesanales 0 tra- bbajadores industriales. Esto significa que los mecanismos utilizados has- ta entonces por quienes habjan impulsado fervorosamente la ideologia del «angel del hogar» —desde las estadisticas o censos nacionales sobre Ia actividad econdmica'*, las escuelas piiblicas y los centros religiosos!’, Nos reerimas al proceso de invisbilidad de trabajo de las mujeres a través de la cons- truociGn de ls estadisticas demogrificas y econdmicas dels. xix. M. ARBAIZA, M. GONZA Lez PoRrLa, P. PEREZ FUENTES Y K. ZARRAGA, Mujeres, rrabajoy familia en el Pats Vas- «9, 1825-1935, trabajo inéditofinanciado por Emakunde, Dto. de Historia Contemporsnea, Universidad del Pais Vasco; Pilar PERIZ FUENTES, «El trabajo de las mujeres en la Espana de los sighs xIx y Xx. Consideraciones metodolégicas», en Arenal, Revista de historia de Tas mujeres, vol. 2,2 2, 1995, pp. 219-245, 55 P. BALLARIN, «La construccin de un modelo educativo de *utlidad doméstca”> en G. Duny y M. PeRROT (Gir), Historia de las Mujeres, El siglo X1x. Tomo 4, Taurus, 1993, PP. 624-639, 402 Mercedes Arbaiza Vilallonga los Ateneos, Institucién Libre de Ensefianza, y otros ambitos de con- cienciacién ciudadana— no fueron lo suficientemente persuasivos. Y, result6, ademés, un ideal realmente inalcanzable por parte de la clase obrera Las lineas de intervencién social y las politicas que se levan a cabo a partir del estado de opinién expresado en este informe iban a estar dirigidas a cambiar las condiciones de reproduccién social tanto desde su vertiente material (alimentacién, vivienda ¢ higiene) como, y sobre todo, moral y religiosa (moralizacién). En este sentido asistimos a un segundo impulso por parte del Estado —el primero se produjo en el contexto de la reforma ilustrada del siglo xvit!S— y de las fuerzas vivas en la construccién de un orden social sustentado en una nitida separ cién de espacios de cara a obtener un nuevo equilibrio en las formas de articulacién entre la actividad productiva y la reproductiva (organiza- cién familiar), Pretendemos explorar en qué medida este esfuerzo social concentrado especialmente en el primer tercio del siglo xx tuvo conse- cuencias sobre una nueva division sexual del trabajo tal y como se habia formulado en la segunda mitad del siglo x1x. Se analizaré, en primer lugar, el discurso sobre el ideal de 1a do- mesticidad tal y como se expone en estas fechas, (1883-1887) a trav de las distintas sensibilidades 0 culturas politicas representadas en el debate sobre la reforma social en la Espafia decimonénica. En este sen- tido, los informes, testimonios y debates que se dieron en el contexto de la Comisi6n de Reformas Sociales son una buena fuente que permite reconstruir los modelos o patrones de comportamiento que se proponen de cara a orientar la acciGn de reforma social. En una segunda parte, se contrastard el conjunto de representacio- nes culturales de la burguesfa y de los lideres obreros con las précticas sociales. La presencia 0 ausencia femenina en la esfera publica se ex- plica a partir de la experiencia que se forja en el ambito familiar. En- tendemos que el andlisis de las respuestas sociales al discurso domi- nante desde la précticas familiares es un marco adecuado para explicar las formas en que las normas o aspiraciones socialmente predominan- tes se articulan con otras necesidades. Nos vamos a centrar en aquellas decisiones que nos acercan a las condiciones de reproduccién social de las clases obreras y que permiten testar Ia desviacidn respecto al "© C. Sanastis, «The role of the State in shaping women’s and men’s entrance to the labour market. Spain, 18 And 19 Centuries», Continuity and Change. Cambridge Uni- versity Press La «cuestién social» como cuestién de género. Feminidad y trabajo en. 403 ‘modelo propuesto por Ia clase politica representante del conservadurismo politico espafiol'. En esta fase del capitalismo industrial, la unidad fami- liar siguis desempeiando un papel transcendental como marco de per nencia que media entre los individuos y el entorno social sometido a ré- pidas transformaciones. Estamos dando un sentido al grupo familiar que trasciende el contenido afectivo y sentimental, y se idemtfica con un gru- po humano que vive bajo un mismo techo, que comparte lazos de sangre 0 de alianza y que, ademés, da respuesta como un unidad (racionalidad familiar) a una serie de necesidades de tipo material, relacionadas con el trabajo, el consumo 0 la produccién, y de tipo inmaterial (aspiracién a ‘mantener mejorar su estatus social). Esta perspectiva permite explorar fen que medida las normas sociales y los discursos dominantes son apre- hendidos de distintas formas por los sujetos, mediados por la experiencia ‘en su primer ambito de socializacién que es la familia ‘Se van a analizar los comportamientos y pautas de las familias tra- bajadoras durante el proceso de modernizacién social vasco, que Se ex- tiende desde 1841 con la unificacién del mercado espafiol y el triunfo del liberalismo, hasta 1936. Trataremos de contrastar, por un lado, las practicas y respuestas de las clases obreras a lo largo de la transicién hacia el capitalismo industrial (en la segunda mitad del siglo x1x) con aquel estado de opinién expresado por la clase politica y las élites inte- lectuales del momento en términos de «descomposicién de orden so- cial» y, en definitiva, «una situacién de inmoralidad». Extenderemos ademés el andlisis de la reorganizacién de la vida productiva y repro- ductiva de estas familias obreras en base a los nuevos ideales de género impulsados a lo largo del primer tercio del siglo xx. Se trata de apre ciar el ritmo e intensidad con que se alteraron las relaciones de convi- vencia entre hombres y mujeres en la medida en que fueron asimilando los discursos dominantes en relacién a la propuesta de reorganizacién de las relaciones de género. ‘Vamos a explorar las respuestas familiares en varias comunidades industriales del Pais Vasco durante su proceso de industrializacién y consiguiente modernizacién social e ideolégica. Cada de una de estas comunidades representan experiencias de adaptacién sociolégicamente "La conceptualizacin sobre ef trabajo se ha realizado desde la perspectiva de Tas r- laciones entre produceidn y reproduccién, es decir, atadiendo el enfoque sobre la organ zacign social que se genera desde el Ambito de la reproduccién humana, C. BORDERIAS, CC. Cannasco, C. ALEMANY, Las mujeres y el trabajo, Rupnuras conceptuales. FUHEM, Tears, Madrid, 1994, pp. 77-91 404 Mercedes Arbaiza Vilallonga significativas. Asf, por ejemplo, nos vamos a centrar en el comporta- miento de las familias trabajadoras en torno a las industrias de bienes de equipo, asentadas en el drea del Gran Bilbao (representadas por la loca- lidad de Baracaldo) alrededor de las tres grandes plantas siderirgicas ubicadas en la margen izquierda de 1a Ria y sobre las que pivots el cre- cimiento econémico de esta zona, El estudio de Pilar Pérez Fuentes so- bre las comunidades mineras de San Salvador del Valle'* permite com- plctar las estrategias familiares en esta regién caracterizada por una aceleradisima inversién industrial —entre 1880 y 1900 se habia creado précticamente toda Ia estructura empresarial y financiera de Vizcaya— por una extrema concentracién de la demanda de trabajo en una men- guada franja de terreno de 12 km de largo por 2 km de ancho, y por un fuerte componente inmigratorio entre la clase obrera. Tendremos oportunidad de analizar las dindmicas de reproduccién social de las familias residentes en las antiguas villas artesanales, trans- formadas a partir de 1880 en ciudades industriales y de servicios, en las que se mantiene un fuerte peso de la poblacidn rural —pequetios labra- dores minifundistas y antiguos artesanos— derivado de un proceso de transformacién mucho més lento en el tiempo. Las respuestas de hom- bres y mujeres trabajadores en villas como Durango (cabecera de co- marca y situada en la provincia de Vizcaya.) o en centros especializados en manufactura textil como Bergara o Renteria (Guipuzcoa) permite in- terpretar este proceso en términos de disparidades y similitudes entre los «stijetos que reciben esos nuevos ideales de género asociados @ una so- ciedad industrial moderna, y que serén «objeto» de politicas sociales en relacién a su vida doméstica Contamos para ello con una fuente adecuada: los padrones de ha- bitantes de estas comunidades de cardcter industrial que hemos toma- do como muestra. La segunda parte del articulo esta basada, por lo tanto, en el vaciado y explotacién sistematica de dichos padrones”. La ' P. Penz FUENTES, Vivir y Morir en las Minas. Estrategias familiares y relaciones de {género en la primera industrializacion viseatna: 1877-1913. Universidad del Pals Vasco, Bilbao, 1993 " Este tipo de trabajos sélo son posibles gracias al trabajo en equipo que dirige M Gonzilez Ports, y coordina Karmele Zérraga en el seno del Instituto de Demografia His- ‘rica del Departamento de Historia Contemporinea. Los datos aqui uilizados se obtuvie~ ‘on en el contexto del proyecto de investigacion financiado por Emakunde Mujeres, aba joy familia. ep. cit. Se ba realizado en el Apéndice I, al inal de este eserito, una ertiea & «xia fuente asf como un explicacign més detallada del tipo de informacién que aportay la metodologta de wabajo. ‘La «cuestién social» como cuestidn de género. Feminidad y trabajo en 405 abundancia de datos y la variedad informativa les convierte en una fuente privilegiada para el anélisis desde la perspectiva de ta reproduc cién social ya que en estas listas se registra por un lado, a la poblacién por hogares, consignando el nombre 0 ntimero identificativo de las ca- sas con lo cual se permite trabajar la unidad familiar; y por otro, ofre- ce informacién de carécter individual que incluye: nombre, sexo, edad, estado civil, profesién, naturaleza, aftos de residencia, parentes- Co, si sabe leer y escribir, etc En cada una de las localidades hemos realizado una serie de cortes temporales escalonados que reflejan bien las distintas etapas de trans- formacién en la consolidaci6n de una sociedad de clases y en los cam- bios ideolégicos propios de una sociedad industrial. Los padrones que se realizaron entre 1857 y 1879 reflejan el periodo de transicién de la sociedad vasca del Antiguo Régimen hacia una sociedad industrial moderna. Es el perfodo de entreguerras, una etapa de cambios en el or- den politico y econémico del Pais Vasco, definido por el triunfo del li- beralismo con la consiguiente desaparicién del régimen fiscal de libre- franquicia vasco y Ia unificacién del mercado espafol. Encontramos los primeros balbuceos industriales, algunos ensayos con cardcter mo- derno, muy concentrados geograficamente en algunas localidades gui- puzcoanas, como Renterfa o Bergara —alrededor de las industrias Ii- geras 0 de consumo sobre todo la industrial textil— y en la cuenca del Nervién (Vizcaya) con la emblemética planta siderirgica de Nuestra Sra, del Carmen en Baracaldo. En el periodo entre 1880/90 y 1900/10 se asiste al desarrollo aceleradisimo de la inversién industrial en la Ria de Bilbao, especialmente concentrada en los municipios de la mar- gen izquierda (Baracaldo, Sestao). El fuerte proceso de urbanizacién —en 1900 alrededor de Ia mitad de la poblacién de Vizcaya estaba concentrada en el hinterland de Bilbao— es una expresién clara de la fortisima inmigracién que experiment6 esta zona en el tiltimo tercio del siglo xix. El mercado de trabajo industrial guipuzcoano atravesé una dura reconversién a partir de la segunda guerra carlista. A co- mienzos del siglo x1x se consolid6, tras una reorganizacién de los sec- tores productivos, un tejido industrial mucho més diversificado que el vizcaino, alrededor de los sectores alimenticio, papelero y textil, sin ® M, Annaiza VLALLONOA, Esrategias familiares y ransicion demografica en Vizcaya (1825-1935). Tesis doctoral inédita,dto. Historia Contemporinea, Universidad del Pais Vasco, Leioa, 1994, cap. 5; M. GONZALEZ PORTILLA (dit), Bilbao en la FormaciOn del Pats Vasco Contempordneo. Fundacion BBV, Bilbao, 1995, pp. 191-204, 406 Mercedes Arbaiza Vilallonga olvidar ta importancia hist6rica de una industria metalirgica cuyo de- sarrollo pivot6 alrededor de la gran siderurgia vizcaina**. Los resulta- dos de los padrones de 1930/1935 reflejan una sociedad industrial ya madura en la que todos los pilares de Ia sociedad contempordnea vasca estan perfectamente asentados. 2. Feminidad y trabajo a finales del siglo xix EI afén por ordenar las relaciones de género por parte de los re- formadores responde a una interpretacién muy determinada sobre la cuestién social. El proceso de salarizacién de la poblacién rural y la industrializacién en las grandes ciudades habia generado una situa- cién de miseria entre amplias capas de la poblacién espafiola. La mise- ria del «cuarto estado» «se extendia como una gangrena que comienza a corroer al cuerpo social, y no debemos de fiar en que el enfermo, 0 re- signado con su malharada suerte 0 porque no se de cuenta de lo que le pasa, no pida, por mejor 0 peor camino, con acertado 0 erréneo proce- dimiento, remedio para su dolencia»®. La interpretacién sobre lo que significé la reforma social en Espafia en relacién a la quiebra de aque- llos postulados liberales no intervencionistas ha enfrentado a quienes ponen un mayor énfasis en el cardcter defensivo del orden burgués, en lun contexto de conflictos laborales y de protesta emergente del movi- miento obrero®, frente a quienes realzan la voluntad del gobierno espa- fiol de 1a Restauracién, influido por el armonicismo social, de afrontar una profunda reforma de la sociedad espafiola, Mas alla de la voluntad y del compromiso real del gobierno restauracionista en la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, lo cierto es que tanto la clase politica y como los intelectuales que apoyaron este proceso interpretan la emergencia del cuarto estado como una expresién clara, y preocu- pante, de que el esperado progreso de la civilizacién sobre la naturale- za, asociado al desarrollo del capitalismo no se acaba de materializar. 2, Castes, Modernizacin y dindmica politica en la sociedad guipuzcoana de ta Restauracian, 1876-1915. 8, XXIV, Madrid, 1987, pp. 27-38; F. LUENGO, Crecimiento eco: rnomico y cambio social. Guipuzcoa, 1917-1923. Leios, 199. Reformas Sociales. Informacion oral y esrita... op. cit, Instituciin Libre de Ense- fianza, Tomo I, p. 274 2 \Véase un estado de la cuestin en A. RivERA, «Orden Social, Reforma Social, Estado Social», en $, Casio y 1M, ORT. DE ORRURO (coor), Estado protesta y movimientos sociales. Bilbao, Asociaciin de Historia Socal, Universidad del Pais Vasco, 1998. La «cuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en. 401 Un buen ejemplo de este estado de opinién se recoge en el amplio in- forme que aports la Institucién Libre de Ensefianza, maximo exponente del krausismo, que no ahorra calificativos en su introduccién al tema so- bre cl «El estado de nuestras clases obreras»: «”". He aquf los tres ejes que vertebran el pensamiento sobre Ia femi- nidad en relacién al trabajo a finales del siglo xIx. Antes de impulsar ninguna politica al respecto, era necesario reforzar y renovar la represen- tacién cultural de la domesticidad, realzando y revalorizando aquellos va- lores que fomentaran un cambio en las actitudes y comportamientos & Reformas Sociales. nformacién oral y escrta.. op. ct, lnsttucién Libre de Ense- fhanza, Tomo Up. 273, Op. cit, Tomo Ul p, 381. La exposicién de D, Liqufano, representante de la Junta de a sociedad sobre el Fomento de las Artes, fundada 2 mediados del s. xtx por artesanos de “Madrid y con un carter progresivamente ms interclasstaes uno de los elatos mis cohe- Fenles y representativo de aquella ideologia de la burguesiay de las clases medias espanolas de cardcter més conservadr. En su largo informe sobce «El trabajo de las mujeres» repeo- «ce précticamente todos los argumentos de un ideal de domesticidad de earécter premoder- no, con una fuerte infuencia dela cultura religiosay gran resistencia & una fundamentacién Jnica de ta nauuraleza y misiGn de las mujeres. Es un alegato de la necesidad de instaurar un ede cial que eetendaamenaza semsicament ula ps cls trae La «cuestién social» como cuestin de género. Feminidad y trabajo en. 409) femeninos. En definitiva, se trataba de someter a una profunda revisién las relaciones de género establecidas en el interior de los hogares obre- 10s reformulando el ideal femenino de la época, justificando ast las ini- Ciativas politicas y sociales del primer tercio del siglo xx. 2.1, El trabajo y el cuerpo femenino EI ministro Segismundo Moret fundamentaba el principio de inter- vencién sobre la vida y ocupacién de las mujeres en cuestiones de or- den fisico y corporal —«sus condiciones fisiolégicas» —. Este pensa- miento interpreta a la mujer trabajadora, en primer lugar, como un desafio al orden de la naturaleza. Influidos por los conocimientos mé- dicos de la época en relaci6n a Ia craneolog(a* la opinién de los refor- madores se hace eco de las aportaciones recientes de las teorias biold- gicas para afirmar que la identidad femenina y masculina descansan en las respectivas capacidades «naturales». «Es absurd oponerse a las leyes inmutables y sabias de la naturaleza.(...). La mejor estructura y mayor peso de la masa cerebral en el hombre le hacen mas apto para los trabajos del entendimiento. La constitucién robusta, la musculatura vigorosa y la mayor resistencia del esqueleto del mismo, indican que ha sido destinado al trabajo rudo y dificil. (...). Las formas contornea- das de la mujer, la mayor delicadeza de sentimientos, sus gustos, sus inclinaciones y su predisposicin para ciertos cuidados, dirigen el rumbo de su misi6n al cuidado de la familia y a la conservacién de la especie». ‘Ahora bien este mismo autor redunda en Ia idea de la diferencia corporal como argumento que orienta la misién de cada sexo a partir de la asuncién de algunos supuestos mas propios de un pensamiento premoderno. La afirmaciGn de la supuesta debilidad y fragilidad del cuerpo femenino seguia teniendo una sustrato religioso «Ese ser de débil contextura, de delicados perfiles, criado para dulcificar la vida del hombre con la bondad de sus inclinaciones, y el herofsmo y subli- midad de su carifio, que violentando las leyes naturales, sucia y fatiga- da después de un dia de rudo trabajo a que su organismo no puede % N, Anesmi, El discurso cientifico y las relaciones de género... op. ct. capitulo 3, ’. 144, en donde se explican ls teorias biolbgicas de la inferioridad femenina, el significa ‘doe algunas «verdades cietificas» y sus servidumbres ideol6gicas. Sociales. Informacisn oral y escria...op. lt, Tomo M, autor: D. Liquids 410 Mercedes Arbaiza Vilallonga acostumbrarse, tiene derecho a que no se la separe ni un momento de los fines para que fue creado». Tal y como N. Aresti afirma, en Espa- iia, la formacién de los ideales de género a lo largo del siglo xix se mantuvieron anclados en Ia tradiciGn ideolégica del catolicismo con- servador"!. La mayor parte de la burguesia espafiola asumié muchos de los supuestos de este pensamiento premoderno alrededor de un uni verso simbélico sobre la condicién femenina creado por la cultura ca- tolica. Afloran todavia muchos resabios de aquella tradicién, inspirada en el relato de la Creacién (Génesis) y en el mito de Adin y Eva, in- terpretada por los proverbios de Salomén del Antiguo Testamento y divulgada en el siglo Xvi por Fray Luis de Leén en su estercotipo de mujer de La perfecta casada. Los atributos propios de la feminidad, explicados por los padres de la teologia fueron asumidos mayoritari ‘mente por las sociedad espafiola hasta que el discurso cientifico consi- guid su hegemonia social en el primer tercio del siglo xx. Hay tres ideas en este universo simbélico creado por el conserva- durismo catélico que naturalizan la condicién subordinada de las mu- jeres y la misién hist6rica para la que habfan sido creadas™. En pri- mer lugar, se asume la primogenitura del var6n, es decir, es el primer ser humano creado por Dios y por ello es imagen y reflejo divino. Por el contrario, la mujer es reflejo del hombre, nace de su costilla, de ahi la debilidad y fragilidad corporal de la misma. En segundo lugar, se refleja la conviccién de que Dios crea a la mujer para que el hombre no esté solo y para que le ayude. Esto implica que es voluntad divina Ja condicién subalterna de la mujer hacia el hombre. Por dltimo, el ar- ‘gumento de la inferioridad temporal, la creacién de la mujer posterior cn el tiempo a fa del varén se convierte en argumentacién de apoyo a la idea de que la mujer habfa sido creada para el hombre. Segtin estos argumentos la feminidad se prostitufa en los cuerpos de las mujeres obreras. La protecciGn que se propugna hacia el cuerpo femenino te- fa, en primer lugar, un sentido material. Los reformadores afirmaran que «Con sélo meditar sobre estas principales diferencias, bastaria Para que nos apresurdsemos a sacarla de la vida manufacturera». Se Propugna, por lo tanto, recuperar un estadio natural que se percibe como alterado. % Op. cit, Tome Hp. 380, SN. ARES op. ct p. IT yp. 30y ss ° 1 Gomez Aceso, «Un jurado femenino declara 2 Eva no culpable» en En clave de Mujer. Rlectura del Genesis. Deselée de Brouwer, Bilbao, 1997, pp. 17-70, La «cuestién social» como cuestiOn de género. Feminidad y trabajo en. au Desde la perspectiva del mundo del trabajo fabril que emerge en el siglo x1x, el concepto de trabajo sobre el que se piensa y se legisla tic~ ne un contenido profundamente corporal y fisico. Asf testificaba un re~ presentante de la sociedad obrera del arte de imprimir. «Hay oficios ejercidos por mujeres, que espantan, No sé si los seiiores de la Comi- sidn habrin visto trabajar a las alfareras de algunos pueblos de Catalu- fia, entre otros Sans. Aquellas mujeres van vestidas casi como hom- bres; no se sabe si tienen forma de mujer 0 de hombre; a ese estado han llevado a las mujeres obreras los que en teorfa predican su cultura», O como explica el Sr. Villegas, de la Sociedad de canteros, «Yo he visto a las mujeres trabajar en Santander desempefiando el oficio de peones de albaiill ;Es esto digno y propio de una mujer? Las he visto ocupadas en las operaciones de carga y descarga de las embarcaciones, y parece que estin vestidas de almazarrén por el polvillo colorado del mineral de hierro procedente de la estacién de Guarnizo.... (...) Todos estos oficios no debiera hacerlos 1a mujer, y sin embargo los hace>™, La tradicién de los oficios artesanales y de las manufacturas no me- canizadas habia creado unos rasgos de identidad obrera (el orgullo del oficio) alrededor de cualidades fisicas que aseguraban el buen hacer de los artesarios: la fuerza con la que se manejaban las herramientas asi como la destreza o habilidad en las operaciones mecéinicas. Desde estas dos condiciones se va construyendo en el interior de las sociedades ar- tesanales (gremiales) una cultura laboral femenina y otra masculina, Se puede afirmar que habia trabajos de hombres y trabajos de mujeres; los lamados trabajos sedentarios o ligeros reunfan las condiciones de la fe- minidad mientras que la manufacturas que necesitaran fuerza y activi- dad era propiamente masculinas. La barrera infranqueable entre ambos cra el desarrollo corporal y la fuerza fisica necesaria para el buen hacer. El orden natural se rompia cuando se observa a las mujeres suplantan- doa los hombres en las faenas mas penosas™. La sustitucién de hombres por mujeres en las tarcas mecénicas amenazaba este orden y, por lo tanto, la misma identidad obrera que se afirmaba, como se puede comprobar, a partir de la superior resistencia de sus organismos en relacién al esfuerzo fisico mecesario en el mane- jo de las méquinas. El concepto de trabajo utilizado por los reformadores es muy clarificador sobre la construccién del cuerpo obrero entorno a © Reformas Sociales, Informacidn oral yescrta.op. cit. Tomo Ip. 82 % Op. cit, Toma l, pp. 93 ¥ 85. 8 Op. cit, Tomo I, autor: Liquifano, pp. 380. 422 Mercedes Arbaiza Vilallonga la actividad manual, llegando a afirmar que s6lo era procedente ocupar- se y hacer politicas sociales sobre el trabajador entendido como «aquel que empleando como factor principal la fuerza muscular, sirve para cul- tivar la tierra, o ya para dar forma determinada a un objeto y prepararlo a los efectos de la industria y del comercio»®. No en vano la alimenta- cién y dieta del obrero en relaci6n al desgaste fisico que se produce en el organismo en relacién a las horas de trabajo ocupard la mayor parte de las entrevistas con los representantes de las sociedades obreras. 2.2. El trabajo femenino y el hogar EL papel que se otorga a las mujeres en la produccién de la cultura (1a mujer como madre social) es la base para una reforma de la vida do- méstica (el cuerpo social). El trabajo extradoméstico de las mujeres significaba el abandono de su misién fundamental como madre y esposa. Son abundantes las reflexiones sobre los funestos efectos que tiene para la felicidad de su familia la actividad de 1a mujer obrera. «Des- pues de largas horas de mortal trabajo, no puede consagrar ni la aten- cién ni las fuerzas necesarias, al aseo de la casa, al lactar del nifio, a cuidar al enfermo 0 @ asistir al anciano, {Cémo atraeré al marido sepa- indole de una mala senda, hacia un hogar solo, sin lumbre y en donde no se respiran més ambientes que la fatiga, el abandono y hasta la de- sesperaciGn?»*”. Desde luego, la imagen de la mujer obrera rompfa cla- ramente aquel ideal de «angel del hogar», la misién como esposa y ‘como madre para Ia que habia sido creada apenas tenfa cabida en un tipo o modelo de mujer que se planteaba como primer objetivo la su- pervivencia de su prole, alterando para ello el concepto de hogar do- méstico propugnado por la clases medias. La representacién cultural que sobre la mujer se construyé en este contexto de reforma social le atribuia la responsabilidad de la repro- duccidn social en su sentido mas amplio. Se encargaron de especificar el contenido de dicha funci6n, «naturalmente» femenina, en todas sus vertientes, cada una de ellas serd objeto de politicas muy determinadas. La dimensién més biolégica determinada por la capacidad de procrear El concepto de trabajo susceptible de ser regulado por Ia legistacién laboral a partir de 1900 es summamente restrictivo y exclirésistematicamente a aquellas tareas realizadas «enel smbito doméstio (abajo a domicili) asf como el empleo temporal. Véase U, Mat: TiNeZ Vetca, op. cit, cap. 1. pp. 15-17. % Reformas Sociales. Informacién oral y escrita..op. cit, Tomo Up. 381 La «cuestién social» como cuestin de género. Feminidad y trabajo en. 413 del cuerpo femenino dio lugar a una retérica de exaltacién de la crianza de hijos y sera objeto de atencién desde la preocupacién por la mejora de Ia especie y de ta raza. Las condiciones fisicas de la mujer, como ma- dre biol6gica, las atenciones y cuidados de la primera infancia pasaran a ser objeto de exaltaciGn a partir de la maternologia’®, Véanse al res- pecto las siguientes reflexiones: «,Quign se atreverd a negar la necesidad de que la mujer permanez~ ca en ese templo augusto de felicidad, rigiendo Ia casa, atendiendo al cuidado de los hijos, consolando y prestando aliento al marido en sus amarguras? ;Quién la sustituiré en las ocupaciones y cuidados de ma- dre cariiosa, dispuesta siempre a sactificarse por la preciosa existencia del tierno ser a que ha dado la vida? ;Quién daré a este ser la primera Ieccién de moral? ;Quién Icerd en su Semblante el primer sintoma de la enfermedad que empieza a manifestarse?»™. La reproducci6n tenfa también una dimensién econdmica que afecta- ba al cuidado, alimentacién ¢ higiene de la mano de obra. La figura del «ama de casa» se construye desde esta propuesta en la que se atribuia a las mujeres la funci6n de organizadoras de la economia doméstica. El cui- dado de los obreros no s6lo abarcaba los aspectos materiales sino tam- bién, por su condicién de esposa, se extiende a aquellos aspectos alectivos relacionados con «la felicidad del obrero». Por ultimo la reproduccién de las generaciones futuras nos remite a la funcién de la socializacién y edu- cacién de los hijos desde la cual se reivindica a las mujeres como madres culturales, como transmisoras de los valores y virtudes necesarias para fi- nes superiores (el buen ciudadano, el buen obrero, el buen politico etc.) Los trabajadores habfan aceptado una parte del discurso de la dome: ticidad, aquella que propugna que la felicidad del obrero dependia de la organizaci6n de sus hogares desde la I6gica de una estricta divisién sexual del trabajo, La figura del ganador del pan, del obrero cabeza de familia que es capaz de mantener econémicamente a su familia y asignar su esposa exclusivamente el trabajo doméstico es una aspiracién que, al menos aparentemente, decfan querer alcanzar, La respuesta del lider so- cialista Pérez Agua, en nombre de la Sociedad de Obreros en hierro y metales, a la pregunta sobre si busca la mujer trabajo fuera del hogar por % M. Nasi, «Matemidad, maternologia y reforma eugénica en Espaia, 1900-1930» en. G. Dusy, M. Pexaor (di), Historia de las mujeres de Occidente, pp. 627-643; N. ARESM, op. cit. pp. N33. Reformas Sociales. Informacién oral y escrita...p. cit, Tomo, p. 381 on Mercedes Arbaiza Vilallonga absoluta necesidad o por el deseo de aumentar el haber de la familia, no puede ser més expresiva. «Sefiores de la Comisién, lo busca por necesi- dad. Yo conozco a un individuo de la sociedad que cuando va a su casa ppor la noche tiene que hacer la cena é1 mismo. ;Iré la mujer a trabajar por distraerse? Yo creo que no; yo creo que iré porque su marido, que no ‘gana mas que nueve reales, por no dedicarse al matute y ponerse fuera de la ley, le diré a su mujer: vete a trabajar para ayudarme a cubrir las nece- sidades de casa»*®, En parte hay un reconocimiento de que estaba en jue~ ‘go su propia respetabilidad y la afirmacién de la masculinidad en rela- cidn a las expectativas que sobre ellos, los obreros, tenian puestas las clases medias y a Ta burguesfa. Es evidente, en la percepcién que tienen de si mismos, el abismo que habja entre aquellas aspiraciones expresadas como hombres y padres de familia, y la situaci6n real de sus familias en las que la contribucién eco- némica de sus mujeres (esposas ¢ hijas) era crucial para la supervivencia del grupo. Asf lo reconoce el Sr. Villegas, trabajador que representa a la Sociedad de Canteros. «Comprendo que la mujer soltera trabaje; pero la mujer casada debe estar perenne en su casa para atender a las necesi- dades de su familia, porque en otro caso tiene uno que llevar el pantalén roto; la mujer no puede coserlo, porque esté en casa menos tiempo que el ‘mario, y el marido tiene que coserse el pantalén o Hlevarselo a un sastre para que Io cosa, pero hay que pagarle y {con que se paga?»*!. No cabe duda que es éste un aspecto del discurso de Ia burguesfa que los lideres del movimiento obrero aceptaron e hicieron suyo*. Ahora bien, es interesante comprobar cémo los obreros asimilaron s6lo parcialmente este modelo, en aquellos aspectos que resaltaban los atributos femeninos en relacién a su papel como esposa. Se puede com- Probar que no acabaron de interiorizar la representacién alrededor de su funcién social como madres de familia y transmisoras de los valores alas generaciones venideras. No hay mas que apreciar c6mo las valora- ciones sobre el cuidado de los hijos quedan en todo momento en un se- gundo plano, La identificacién de todo el grupo familiar con estrategias de consumo muy cortoplacistas eximia a las mujeres de la reiterada © idem, Tomo I p. 183. ° Thidem, Torn tp. 107 © De hecho el socialismo asumiré en el primer tercio del s. xx un papel muy activo respecto a la moralizacin de la clase obrera —a través de campaias coatra el alcohol y la taberna— y plantearé a reivindicaciéa de un salar familiar como wna de las propues tas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Véase N, ARESTI, op. cl Pp. 403 y ss, La «cuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en, ais acusaci6n que se realizaba por parte de la burguesia de «abandono del hogar». El conjunto de la familia obrera aceptaba como una necesidad incuestionable la estrategia de suma de salarios impuesta por las duras condiciones salariales de sus patrones. «Los obreros, por regla general, tienen que dar una educacién muy deficiente a sus hijos, pero no es porque no deseen dérselo buena; no es por incuria, es por necesidad, por- que si el padre sale por un lado y la madre por otro a ganar el sustento {quién queda al cuidado de la educacién de los hijos?»®. La exaltacién de la maternidad que se llevard a cabo por el movimiento higienista y por el pensamiento cugenésico se enfrenta a esta mentalidad obrera en Ia que se entendia la infancia meramente como una etapa de transicién hacia la edad laboral, dejando de lado cuestiones relacionadas con la madurez y educacidn en otros campos de Ia persona. Son comporta- mientos muy orientados a satisfacer las necesidades socioculturales més inmediatas. En este contexto se explica que el médico A, Martin, representante del Ateneo de Madrid se lamente del olvido al que se ha sumido a ta mujer espafiola a lo largo del siglo xix: «Tal es la indiferencia con que hasta el presente se mira el influjo social de la mujer, que ni como cri- minales inspiran el cuidado que parece natural, absorbida como esté la creciente actividad de los criminalistas por las manifestaciones de esta dolencia moral en los hombres». El impulso del modelo del «angel del hogar» a partir de finales del siglo xix estuvo basado, por una parte, en la exaltacién de las virtudes morales de las mujeres, en su superio- ridad moral, asi como en la valoracién social de sus capacidades que pueden ejercer como madres, La revalorizacién de la feminidad se identificaba con su potencial de transformacién del orden social a tra- vés de su influencia en el hogar. A partir de esta convi dicaron por parte de algunos grupos relacionados con el pensamiento krausista un fuerte impulso a la instruccién femenina, La Institucion Libre de Ensefianza planteaba una reforma social en estos términos: «Si urge, pues, sacar al hombre del error y de la abyeccién que produ- ce Ia ignorancia, mucho mas urgente es hacerlo con la mujer por la in- fluencia que ejerce en Ia familia y en las costumbres nacionales»*. © Reformas Sociales. Informacin oral y excrta.. op. cit, Tom I, p. 93 “+ nspirado en el pensamiento de Concepeién Arenal yen parte recogido por la Lnsttu- ci6n Libre de Ensefanza tal y como lo expone Miren Luosa, «EI feminismo catslico en Jos aos veinte y sus amecedentes ideol6gicos», en Vasconia, 25, 1998, pp. 283-299 5 Reformas Sociales. Informacidn oral y escrita...op. elt, Tomo Ii p. 297 416 Mercedes Arbaiza Vilallonga 2.3. El trabajo femenino y la moralidad Por dltimo, se barajaron un tercer tipo de argumentos denunciando Ja inconveniencia de que las mujeres estuvieran presentes en otros mar- cos de sociabilidad que no fueran los estrechos muros del ambito do- méstico ya que esto constitufa una amenaza para Ia moralidad de la mujer obrera, primero, y para la sociedad en su conjunto. Los reforma- dores tenfan la convicci6n de que la concurrencia de hombres y muje- res en los mismos espacios (talleres o fabricas) trafa la perversién del recato y de la moralidad de Ia mujer; era un mal ejemplo, era un espa- cio en el que las seducciones, la libertad del lenguaje, los odios y las envidias campaban por sus respetos. Ademés, «los alicientes de perdi cién crecen con los viajes a deshora, la compafifa perjudicial y el cami no solitario. La asechanza del poderoso, por una parte, su debilidad y sus necesidades por otra, son todos enemigos irresistibles que amena- zan la vida de la mujer obrera»*®, La clase politica de la Restauracién heredé de la tradicién catélica conservadora la imagen de la mujer como fuente u origen de la sedue- cién hacia el varén, De todos los trastornos de tipo moral en los que podian «caer» las mujeres trabajadoras habia uno de ellos que llegé a obsesionar a las autoridades espafiolas, la prostitucién, «Verdad es que hay una forma en que la mujer excita grandemente el celo de las Auto- ridades por lo peligros que lleva consigo, siendo asf que precisamente esta forma no envuelve en realidad delincuencia expresa; y cosa extra- fia, en tanto que los infanticidios apenas se registran y los abortos pa- san en su mayor parte desapercibidos, la policia de ciertas naciones, se- cundada por los hombres de ley, por los médicos y por el publico, y sin protesta algunas de las Autoridades eclesidsticas, lleva con rara escru- pulosidad el alza_y baja de la prostitucién, que es la forma o estado a que acabo de referirme, no sdlo alistando las prostitutas declaradas, sino denunciando y persiguiendo a las mujeres sospechosas y que care- cen de proteccién®», La figura de Eva como esa mujer mitica que transmiti6 su culpa a todo el género femenino**, como responsable moral de todas las calami dades que sucedieron a la humanidad, aparece como una sombra que 0: curece el discurso de 1a burguesia espafiola de finales del siglo x1x. Se © Ibidem, Tomo I, p. 381 © Reformas Sociales. Informacién oval y eseria...p. cit, Tome Il p. 1ST y 158. 1, Gomez AcEBEDO, op. cit, p.AL y 8s La acuesti6n social» como cuestidn de género. Feminidad y trabajo en.. a7 participa plenamente de la vieja cultura judeocristiana segiin la cual el im- pulso sexual es una fuerza muy superior a otras. Segtin esta interpretacién religiosa el castigo divino hacia Eva «Parirds con dolor y dependerds de tu esposo» forma parte del orden natural. La tradicién mas conservadora confundié a metifora (el valor simbélico) con la realidad que pretendfa representar hasta bien entrado el siglo x1x en el que las leyes cientificas consiguieron relegar estas representaciones a su justo término", En este contexto ideol6gico el debate sobre ia prostitucién entre refor- madores y trabajadores fue sumamente acalorado dado que los obreros se Jjugaban también en este asunto su dignidad y respetabilidad por parte de sus patrones y de la sociedad en general. El origen de la inmoralidad no es- taba depositado en sus mujeres sino en los mismos empleadores. «Las mu- jeres condenadas hoy al taller y a la fabrica estén ain mas expuestas que antes a ser seducidas por los que tienen medios y facilidades de hacer lo que quieran cuando ellas van a trabajar...» Los trabajadores aseguraban y defendia la honorabilidad de sus mujeres e hijas, acusando directamente 1a actitud hipécrita de los patronos y de sus representantes politicos. El en- frentamiento entre las clases se presentaba para ellos también en el cam- po de la moral. Diego Abascal, trabajador de la sociedad del Arte de im- Drimir declararé que «La prostitucién de las hijas del trabajo no tiene nada de particular, porque si una costurera que gana 3 0 4 reales va casa de un burgués y alli esta rozando con los elegantitos sefioritos de la casa, qué ueréis que haga? Si se pudiera saber lo que se resiste esa mujer, podria decitse mucho, para arrojérselo a la cara a esos que se dedican a comer lo que no trabajan (...). Queda pues demostrado que la prostitucién no hha entrado en la clase obrera mas que por necesidad, y eso no es prosti tucién, aunque lo diga el Diccionario o quien lo diga. La prostitucién es la estudiada, la premeditada, la que se busca como un nuevo vicio, por- que los demas ya cansan; esa es la verdadera prostitucién»*! “© Véase una profunda revisién sobre la interpretaign de este pasaje biblico que tanta im- prtancia ha tenido en las elaciones de género, por parte de la teologiafeminista, en op. i. Segin dicha autora, el mismo texto permite una reinterpretacién provocadora en 10s si- guientes términos. Eva decidié saborear de la fruta del drbol prohibido en el Paraiso por tees motivos: por que era alimento, comida, porque le atraia su belleza, la belleza del érbol y, adem, porque queria probar del drpol del saber, de la fuente de sabidurfa. Los autores del Génesis muestran una mujer decidida a probar la libertad que Dios les reconoce, es la {que inica al var6n a la civilizacin, y es la que abandona el estado infantil y deseubre su durez (ase sienten desnudose). Aparece asi una mujer decidida, con inicitiva y madura 5° Reformas Sociales. Informacian oral yescrita..op. cit, Tomo I, p. 82 5 Phidem 418. Mercedes Arbaiza Vilallonga En este sentido, si algin denominador comiin hay entre las accio- nes del Estado ilustrado en el siglo xvii respecto a las felaciones del trabajo, y este nuevo impulso legislador de finales del siglo xix era el de evitar la presencia de las mujeres en la calle, en el taller, en la fa- bricas y, en definitiva, en los espacios pablicos. En un ambiente como el del dieciocho espafiol, de profunda revisién de las actitudes hacia el trabajo, en una sociedad como la espaiiola en la que el honor estaba refido con Ja laboriosidad, el Estado ilustrado no se planted prohibir el trabajo femenino, imprescindible para la supervivencia del grupo familiar, sino que organi26 una primera segmentacién de tareas en fun- cién de los espacios que debja de ocupar, publico 0 privado. Desde los concejos municipales se tomaron diversas medidas que estigmatizaban los trabajos considerados como femeninos. Se penalizaron aquellos empleos que arrastraban a las mujeres hacia los lugares piblicos, como por ejemplo la venta ambulante en las plazas y calles de las campesinas que acudian a las ciudades a vender los productos de sus huertas, Asi mismo se prohibié la emigracién de las mujeres hacia Castilla y Anda- lucia para tareas de siega dado que suponfa una temporada fuera del control paterno. Se delimitaron, por otra parte, aquellos trabajos que si debian ser ocupados por mujeres, todos ellos relacionados con el sector textil ¥. Sobre todo, y lo més significativo, que requerfan de largas jor- nadas en el hogar. Ei objetivo era fomentar y aumentar su participacién en el volumen de trabajo pero, eso sf, citcunscrito al ambito doméstico. Se puede concluir que a lo largo del siglo xix el problema funda- ‘mental, se planteaba no tanto sobre la intensidad laboral de las mujeres sino sobre cuestiones de cardcter moral en relacién con la presencia fe- menina en los espacios piblicos, 3. Précticas sociales y resistencias al discurso de la domesticidad 3.1, «La independencia e inviolabilidad del hogar» Un primer campo de resistencia por parte de las mujeres trabajadoras a [a cultura hegeménica sobre las relaciones de género burguesas se de- sarroll6 en tomo a las pautas de organizacién doméstica. Los que partici- paron del espiritu de ta reforma en ta Espaia del siglo xix entendieron 5 C. SARASDA, «The role of the State.» op. cit [La ecuesti6n social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en, 419 ue la tinica forma de llegar a una profunda transformacién de las cos- tumbres era modificando las pautas reproduccién social de las familias trabajadoras. Se pretendia integrar y sanar al cuerpo obrero reorganizan- do su vida privada, alterando el modelo de hogar que habian articulado, impugnando las relaciones que se establecfan en su interior, los valores y las creencias que se impartfan. Un buen resumen del orden social pro- ‘mulgado por la burgues{a y por las elites intelectuales en relacién al mo- delo de familia que garantizaba la reproduccién material y espiritual del buen ciudadano es reflejado en el informe que el Ateneo envia a la co- «Las necesidades del obrero y de su familia son como las de todo hhombre, cualquiera que su condicién social sea: alimentacién sana, abundante y variada, habitacin espaciosa, donde el aire y la luz pene- tren, no desprovista de comodidad y atin de lujo, que sie ate, no slo hha de servir para adular malas pasiones y excitar fa vanidad, sino para elevar los sentimientos y dulciticar ciertas amarguras dela realidad, no es el obrero, seguramente, quien menos necesita de semejantes lenti- vos. Deben ser sus vestidas limpios y apropiados a la estacién, Debe ser instruido, para ser buen obrero, buen esposo, buen padre y buen ciudadano; (_.). Debe poder educar ¢ instruir a sus hijos, (..) Debe hallarse en condiciones de garantizar la independenciae inviolabildad del hogar doméstco, y para ello no necesita que la mujer lo abandone por la fabrica y el nio por el aller a una edad mds propia para el de- sarrotio de su inteligencia que para el aniquilamiento de su cuerpo» (el subrayado es mio). La idea 0 modelo de hogar que esté en liza a lo largo del siglo xix pone especial énfasis en su cardcter, es decir, en el significado afectivo ue tiene la familia —de apego 0 de rechazo— para sus miembros, en los sentimientos que surgen en su interior, y en las relaciones entre los indivi- duos que la componen. El concepto de hogar que propone la burguesfa tiene un contenido muy restrictivo. Es una propuesta de familia volcada hacia el interior, un refugio frente a un mundo exterior, muy hostil. Es un lugar sagrado e invulnerable —como se ha podido comprobar utilizaban ‘metforas religiosas como el «templo augusto de felicidad» —, es un espa- cio de recogimiento y a su vez Ambito donde ellos encuentran su felicidad ® Reformas Sociales. Iformacién oral y escrita..op. ct, Tome I, Informe a props sito dl salario, autor: Enrique Borrell, en representacin del Ateneo Cientiico, Amtistico y Literario de Madrid, p. 115. 420 Mercedes Arbaiza Vilallonga ante la extrema dureza del mundo exterior (méquinas, largas jornadas de ‘trabajo, duras condiciones laborales, etc.) El argumento de los reformadores trataba de evitar a toda costa los efectos de la industrializaci6n y de la asalarizacién sobre la disolucién de los lazos familiares. Las relaciones de produccién capitalistas, la separaci6n del taller (produccién) y el hogar (reproduccién) potencia- ron una relacién entre capital y trabajo que fomentaba el individua- lismo y el utilitarismo de la sociedad. Las oportunidades de empleo constituyen una nueva fuente de recursos para los individuos que les liberan de Ja antigua dependencia hacia el «pater familia». Los emple~ adores 0 patronos aparecen como una nueva autoridad externa al hogar con gran influencia sobre los miembros de la familia. Esta situacién constitufa una ruptura de aquella cohesién interna de los hogares preindustriales (tanto artesanos, como campesinos). Desaparecia aque- Na familia que se entendia a sf misma como unidad o marco principal en donde se obtienen los recursos, bien a través del sistema hereditario, bien como émbito de aprendizaje del oficio o como fuente de compen- saciones econémicas a través de las dotes entre los hijos e hijas. Hoga- res en los que las funciones de produccién, trabajo y consumo estaban muy integradas bajo una misma unidad, en los que la vida afectiva e taba supeditada a intereses de tipo material y social (garantizar el st tus familiar). Familias, en definitiva, que reproducfan en su interior tuna intensa jerarquéa social derivada de la autoridad paterna en rel n a la disiribucién de los recursos fundamentales, en las que la vida y productiva determinaban el papel y el status social de ‘cada uno de los miembros Por todo ello advierten al obrero de la amenaza que esto significa para su bienestar material y psicol6gico. El peligro de disoluci6n de los lazos famitiares y de la pérdida de la autoridad paterna sélo se corregia subordinando la autonomfa de las mujeres y de los hijos a la del cabeza de familia. Desde esta perspectiva la propuesta de la burguesfa se sus- tenta en una familia conyugal formada por padres e hijos, en la que se estrechan Ios Jazos de sangre y se diluyen aquellas formas de sociabil dad hacia Ja red de parentesco. Este modelo se expresa por sus formas externas, una familia de tipo nuclear, de regla neolocal y patrilocal, frente a otras formas histéricas de organizaciGn. La evoluci6n del tama- flo y composicién de los hogares a 10 largo del periodo que abarca esta reflexién es una via indirecta de acercarnos al caracter 0 contenido de las familias obreras. Podemos comprobar que el nuevo de tipo de familia urbana y prole- ‘aria se articula a partir de experiencias muy distintas a las de las clases La «cuesti6n social» como evestién de género, Feminidad y trabajo en. 21 medias que crean ¢ impulsan este discurso. Los datos sobre la evolucién del tamafio medio de Ios hogares de las nuevas comunidades industria- les (tabla 1) confirman, en primer lugar, que en el contexto de la prole- tarizacién de las antiguos artesanos y labradores, el ntimero medio de personas que corresidian bajo un mismo techo tendié a aumentar a lo largo de la segunda mitad del siglo x1x. La experiencia mayoritaria de la poblacién era residir en familias muy amplias. Es excepcional el caso de Renterfa, entre 1860 y 1889, etapa en la que se produjo la transicién det sistema familiar de pautas troncales propias de una sociedad rural a un sistema nuclear tipico de una sociedad industrial, proceso parecido al ocurrido en Baracaldo en la primera mitad del siglo xix. En general, mas del 50% de los individuos se integraron en grupos con mas de seis personas compartiendo un mismo puchero (tabla 2). Por otra parte se Tabla 1 Evolucidn del tamafio medio familiar en Vizcaya, 1850-1930 Tamato medio familiar 1837/60 1882/90 1900/10 1920/30 Ind. bienes equipo (Baracaldo)(*) 44454649) 46 Ind, minera (San Salvador del Valle) 52 60 3 Servicios y metalurgia(Durango) 430 46 50047 Textile inds. consumo (Renteria) i Slyyeeet alee ONEEEES 2 Fuente: Padrones de Poblacién, excepto San Salvador del Valle en P. PEREZ FUENTES, 1993, op. cit, p. 168. () Los datos que aparecen bajo la casilla de 1900/1910 se corresponden con el céleulo realizado sabre los padranes de ambos aos. Tabla 2 Distribuci6n de la poblacién en familias amplias 1850/1930, en familias con 6 0 més personas) 1857/60 188290 1900/10 Ind, bienes equipo (Baracaldo)(*) 36 461 55.7475 Ind. minera (San Salvador del Valle) * * * ‘ Servicios y metalurgia (Durango) 443 499579525 ‘Textil e inds.consumo (Renteria) 55,2 Fuente: Parnes de Poblacisn, 22 Mercedes Arbaiza Vilallonga aprecia que a lo largo del primer tercio del siglo xx (1900-1930) la ten- dencia a vivir en hogares muy amplios tiende a reducirse. Por fin, a partir de 1900/1910 se da una nuclearizacién del hogar de acuerdo con el moderno proceso de individualizacién. Por otra parte, una vez perdida Ia hegemonia de las actividades rura- les entre las comunidades de tradicién familiar troncal, la proporcién de hhogares que albergaban parientes y otros individuos extranucleares se- guia siendo muy importante. La Corresidencia con aquellos parientes que estaban relacionados con el cabeza de familia queda bien reflejada n la estructuracién de familias de tipo complejo (tabla 3) que oscilaba centre 15 y 32% a finales del siglo xrx, Estrategias como las de compartir habitacién con huéspedes y Otros jndividuos sin relaciones aparentes de parentesco quedan enmascaradas bajo el predominio de una organiza~ cidn nuclear de estas familias (alrededor del 70%) y por ello se ha ela- borado en la tabla 4 en donde se datalla la composicién de los hogares. Es cierto que la evoluci6n de las estructuras familiares en comuni- dades como Renteria, Baracaldo o San Salvador del Valle entre 1860 y 1880 muestra una quiebra de aquel sistema familiar troncal (identifica- do a través de las familias mdltiptes), desarrollado hasta entonces por los labradores propietarios, en el que entramado hereditario (el princi- pio de troncalidad combinado con Ja libertad de testar o de eleccién del Tabla 3 Peso de la estructura familiar compleja en las comunidades industriales vascas 1850/1930 (%e de familias) ‘soar so | vain wien Be Mie Gow Eh ee mB MG teste nv oa ees ORE Ins isin Geir) 16S 93S ITY gn sas ALND A267 ORNS K6O 17D SSarabralValé 99 42 23 ISS 45 pS Ob MET 53D Serie cg ene) m8 M9187 me 6) MAS 1S BO Tea yee (Bene) my Bs 20 9 43 mo wa Fie Pes tk ne Sta ale nz hon pI (sc acy hein ON png ce eel eB esac ‘San pie ene Eni, aa La ccuestidn social» como cuestin de género. Feminidad y trabajo en 43 Tabla 4 Peso de corresidencia con parientes, huéspedes y ottos miembros extranucleares ‘en comunidades industriales (1850-1930) Antes inustrilizcién Indian wasTi80 18801890 190019101930 San Salvador dl Valle (Baris miners) Parientes corzesidentes on 028 0906 Huéspedes 016 Hig = ihe (ye Corresidentes sin parenesco 0.00 000 = 000 oor * Peso de comesiencia 058 S199 ot Tamaio medio familiar 4B 52 60 sd t Baracaldo Parientes coresidentes 0.36 029 = 032 040028 Huéspedes 0.0 a3 = 022009008 Conresidemts sin parentesco 0.00 007 = 00705008 Peso de cresidencia 036 070 0610S Oa Tamaio medio fariar 44 43 46 4946 Durango Parienescoresdentes 048 + as 039 Huéspedes 0.00 + 008 0M Coresidemts sin paretesco 037 + 0m at Peso de comesiencia 080 + on ost Tamaio medio familiar 46 * so 47 Renter Parienescorresidentes 086 032 ‘ Hudspedes 02 O12 ‘ CCorrsidenes sin parentesco on 007 . Peso de comesidencia 118 ost . “Tamaio medio familiar 39 48 . ‘Fue ebeacion propia apr de pcones munis, cxcpo Son Salvador del Valen P eke PE ecm. "eels coresponde con elcin ene coresieai tao medi des hagas sucesor) generaba unas pautas de corresidencia trigeneracional, en ho- gares muy amplios. En cualquier caso, la evolucién de las estructuras familiares y la reconstruccién de la composicién de los hogares en rela~ cién con los cabezas de familia (tablas 3 y 4) muestra que el aumento 4 Mercedes Arbaiza Vilallonga de las dimensiones y de la complejidad familiar en los contextos urba- nos en esta primera fase de la industrializaciGn hasta principios de 1900 respondia a otras I6gicas més relacionadas con estrategias de supervi- vencia de suma de salarios. La composicién de los hogares seguia re- produciendo pautas de estructuracién complejas, en las que padres ¢ hi jos compartfan techo, puchero e incluso lecho (la préctica de dormir parejos era comiin) con otros parientes que acudian a las ciudades en biisqueda de trabajo y de una mejora de los niveles de vida. Son hoga- res abiertos en sus relaciones, en los que se cohabitaban con hermanos, primos y otros familiares, en los que se establecian dinémicas de so- lidaridad muy estrechas con familiares provenientes del mismo tronco hasta formar auténticas redes de parentesco. En el caso de las comunidades del Gran Bilbao (Baracaldo y San Sal- vador del Valle) el incremento del tamafio y la complejizacién de la fa- milia obrera hasta 1900 esté relacionado con las modalidades de inmigra- cién en relacién al intenso y acelerado proceso de industrializacién de esta regi6n. Uno de los aspectos mas significativos sobre el perfil de los inmigrantes hacia la zona de la Ria es que las dos terceras partes de los trabajadores se desplazaron junto con otros miembros de su familia‘, Eran parejas ya constituidas en sus lugares de origen, que se desplazaban bien en ei momento de su formacién, bien en una fase de ciclo vital muy critica, cuando la prole comenzaba a presionar sobre e! consumo fami- liar. Desde luego, el niicleo familiar (pareja e hijos) se movia en bloque. Este primer desplazamiento servia como reclamo para los siguientes fa- miliares, hermanos y parientes corresidentes. La mayoria de las mujeres llegaron ya casadas en edades entre los 20 y 29 aiios y constitufan la mi- tad de la poblacién que llegaba a vivir a estos nuevos nticleos industria les. Los hombres inmigrantes mantenfan el mercado matrimonial en los lugares de origen, es decir, volvian a su tierra natal a buscar esposa. Se puede hablar en términos de «, Actas del IT Congreso de la Asociacion de Historia Soctal, Contoba, 1995 % Sobre estrategias de corresidencia entre las familias de mineros P. PEREZ-FUENTES, op. cit, pp. 172-175 y sobre trabajadores industriales M. ARBAIZA VILALLONGA, «Movi ‘mientos migratorios y economias familiares...» op. ct . 127 26 Mercedes Arbaiza Vilallonga para nada este padre de familia, si acabada la cena le rinde el suefo y la Mama de la vela le quema la frente?» se preguntaba Recarte, repre~ sentante de la Sociedad del Arte de Imprimir”. En esta misma direc- ciGn testificaré el Sr. Villegas, de la Sociedad de Canteros: «No negaré que pueda haber abandono por parte de los padres, pero esto nada tiene de particular, porque si la madre, que es la que debe velar por el nifio, no lo ve més que por Ia noche, cuando llega rendida por un trabajo mis rudo acaso del que puede soportar, ;qué tiempo le queda para cuidar de la educaci6n de su hijo?» Por otra parte, la realidad social que pone de manifiesto esta estadis- tica ¢s la falta de espacio fisico. El problema de la vivienda gener6 una serie de respuestas por parte de las familias a todas luces perjudicial para su salud, compartir habitaciones, alquilar camas etc. con la consecuencia evidente de ausencia del «espacio privado. BI informador sobre la situa- cidn de la vivienda obrera en Vizcaya reconocéa, como en otras muchas cciudades espafiolas, que «el precio de los alquileres obliga al vecindario a vivir en la compresi6n a que se reduce resignadamente por no poder soportar alquileres verdaderamente ruinosos. Asi es frecuente el que se asocien dos y a veces tres familias para hacer vida comin en una habita- cidn en que buenamente no cabe una sola, de lo que se siguen males en que la moralidad padece tanto como sufre Ia salud". Aunque la funcién de la produccién se habfa ido desplazando hacia el espacio piblico (la fébrica, el taller), el espacio doméstico obrero no acababa de asumir la representacién de la privacidad, de la intimidad, «la independencia e inviolabilidad del hogar». El reforzamiento del grupo fa- miliar como primer marco de solidaridad era una actitud de defensa ante la «desorganizacién» que provoca la incertidumbre de las nuevas situacio- nes vividas en etapas de fuerte movilidad geografica. Lo cierto es que hombres y mujeres hicieron frente a sus necesidades de supervivencia en {érminos grupales y no individuales. En estas primeras fases de la indus- tializacién los bajos niveles de vida generaron una gran dependencia de la organizacién familiar. Las relaciones de apertura hacia la parentela se refor- zaron en un mundo en el que la miseria hizo su aparicidn con crudeza y en el que la cultura obrera que se fue forjando se resistia a asumir algunos valores propiamente burgueses como el del individualismo. La organiza- ci6n familiar se resisti6 a que el mercado (el valor econémico) penetrara © Reformas Sociales. Informacién oral y escrita.. op. cit, Tomo lp. 89, & bider, pp. 93 y ss. Op. cit, Severiano Llorente, Tomo V. p. 595, La «cuestién social» como cuestién de género. Feminidad y trabajo en 4 en todos los terrenos, manteniendo espacios de sociabilidad que respon- dian a normas no mercantiles. La légica familiar se mantuvo por encima de los intereses individuales hasta que las condiciones materiales de su- pervivencia fueron més asequibles. 2. La (in)dependencia de las mujeres y los lazos familiares La crisis de la familia tradicional en cuanto a la disoluci6n de ta au- toridad paterna generé algunas consecuencias deplorables desde el espi ritu moralizador del reformismo espaiiol. Una de ellas era la disolucién de los lazos familiares. Mariano Laita, en su informe sobre la condicién de la familia obrera afirma en este sentido: «No es de extrafiar que sean mu- chas las faltas de nifios de diez a quince afios, en que tiene que entender la policfa. (...). Mas hay también algo de impotencia; en primer lugar, porque el hijo, que acaso frecuenta mas las malas compaiifas que el trato de los padres, Hlega a perderles el respeto y a romper tanto més pronto y con tanta mayor violencia el yugo paterno cuanto mayor es el esfuerzo tardfo para atraerle al buen camino, o menor la posibilidad de satisfacer suis desordenados caprichos», Quienes investigaron el impacto de la sociedad industrial sobre el ca- récter de las familias trabajadoras obreras han demostrado cémo sus ho- ‘gares combinaron, cfectivamente, estrategias de supervivencia colectivas junto con un proceso de individualizacién de los jévenes en la medida en {que los recursos ya no se obtenian en el marco doméstico y, por lo tanto, Jos padres ya no podfan garantizar el bienestar material a sus hijos*. El sistema de herencia artesanal o rural propio de las sociedades preindus- triales generaba una fuerte estabilidad en la reciprocidad entre genera- ciones. Por el contrario, en el marco de las economfas proletarizadas de las familias trabajadoras, como resultado de la pobreza y de la incerti- dumbre econdmica, las decisiones vitales més importantes se tomaban © Reformas Sociales. Informacin oral y esrita...op. cit, Tomo V, p- 606, 1M. ANDERSON, Family Structure in Ninetenth-Century Lancashire, Cambridge, 1971 ‘Véanse ademas los trabajos ya clisicos sabre emo el pape tan activo que jug6 en si adapts: cin a los cambios de industiales como LEVINE, Family Formation in Age of Nascent Capita lism, New York, 1977, LW. Scorr y L. Tix, Women, Work and Fanily, New York, 1978, TT. Hageven, Family Time and Industrial Time: the Relathionship beoween the fumily and Work ina New England Industrial Consmunity. Vése el balance que realiza C.C. HaRais, Fa tilia y sociedad industrial, 1986, p. 163 asi como T. HAREVEX, «storia de Ia familia y la ‘ompiejdad del eambio socials, en Bolin dela Asociacion de Demografia Histérica, Nume~ ro monogrifico: Historia de la familia, vo. XI-1, 1995, pp. 122 y ss. 28 Mercedes Arbaiza Vilallonga desde una actitud calculadora a corto plazo. La forma de afrontar la re- produccién social estaba tan sometida a la inestabilidad y a los distintos irances vitales por los que pasa el hogar (enfermedad, accident, etc.) que la reciprocidad entre las generaciones, tan fuerte en momentos ant riores, se diluye. Pues bien, las relaciones entre hombres y mujeres estaban atravesadas por esta misma experiencia. Este marco facilité formas de socializacién de hijos e hijas como las comentadas, la precocidad del matrimonio feme- ‘nino como una estrategia de supervivencia, el trabajo extradoméstico etc. El comportamiento de las mujeres trabajadoras en la segunda mitad del siglo xix se comprende, por un lado, desde la experiencia de la in- mediatez. a la hora de satisfacer las necesidades més vitales, circunstan- cias que potenciaron su participacién en la toma de muchas decisiones en el dmbito doméstico; y, por otro lado, desde la disolucién del mo- delo de familia patriarcal propio de las sociedades tradicionales. El progresivo grado de independencia respecto de la autoridad del «pater familia» generé un espacio de libertad de movimientos ciertamente es- candaloso para las clases medias, que ast lo reconocian. «La mujer que va a la fabrica ya no es de su familia, porque alli hay un jefe a quien obe- decer, un reglamento que cumplin»*?, En la segunda mitad del siglo el grado de autonomia y libertad con que contaban las mujeres trabaja- doras era muy diferente al de las mujeres de clase de media, que aspira- ban a reproducir fielmente aquel ideal de feminidad de la burguesia. La percepcidn de esta situacién gener6 valoraciones muy significativas Por parte de aquellas mentes mas abiertas como la del médico Alejan- dro San Martin®, «”. Ciertamente no es una realidad privativa de la sociedad industrial la asignaci6n a las mujeres de aquellos trabajos relacionados con la ma- nufactura textil y de productos relacionados con el consumo. Hist6rica- mente las familias artesanas relacionadas con estos sectores asf como la organizacién del trabajo de tipo protoindustrial se han valido de la mano de obra femenina bajo la forma de trabajo a destajo en grupos familia- res”, Mientras se mantuvieron bajo condiciones artesanales (basado en clesfuerzo manual y en Ia habilidad del trabajador), los oficios relacio- nados con las actividades de preparacién y acabado como Ia hilatura 0 la confeccién requerfan de cualidades como 1a minuciosidad, Ia deli- cadeza en el uso de las herramientas, cualidades todas ellas cultural- mente femeninas. No dejaban de ser una prolongacién de aquellas la bores aprendidas y realizadas por costumbre en el Ambito privado y que, por lo tanto, no demandaban ningén esfuerzo especial en su adies- tramiento; el aprendizaje se realizaba en el hogar. La especializacién femenina hacia el sector textil, ademas de estar relacionada con la naturaleza misma de la actividad, viene reforzada por una organizaci6n concreta de la produccién y del trabajo. Nos referimos a la subcontratacién de determinadas fases del proceso productivo en unidades ajenas a la Fabrica, con la consiguiente descentralizacién de la produccién en talleres de tipo familiar 0 en trabajos a domicilio. El caso de la costureras representaria esta modalidad de trabajo: la confeccién a domicilio. La organizacién del sector textil perpetuaba de alguna forma quella situacién protoindustrial en la que las mujeres seguian emplea- das sin salir de sus casas, pudiendo asf combinar el trabajo asalariado con la otra tarea basica, la reproduccién y manutencién de los miembros del hogar. La reducci6n tan dristica de los activos femeninos en las comuni- dades bajo predominio de las industrias de transformados metdlicos (Baracaldo) 0 minera (San Salvador del Valle) tiene mucho que ver con el cambio radical en Ia estructura productiva y la préctica desaparicién de la agricultura como actividad que tenia capacidad de ocupar a todos los miembros de la familia desde edades muy j6venes. Por otra parte, la naturaleza del empleo industrial del Gran Bilbao generé unos mercados ” Op. cit, Toro I, p. 60. 7 ECams, op. cit, 1995, p. 160-162. La «cuestién social» como cuestin de género. Feminidad y trabajo en. 439 de trabajos muy masculinizados. El modelo fabril desarrollado alrede- dor de las industrias de bienes de equipo generé formas de organiza- cién del trabajo mas rigidas que la industrias ligeras y de consumo. Mientras que la industria textil empleaba a familias enteras, reprodu- ciendo una organizacién de la produccién de tipo preindustrial basado en la cooperacién conjunta de varias personas de la misma familia, las experiencias de industrializaci6n sobre el sector siderirgico o minero obligaban a una seleccién de la poblacién masculina. Las practicas de los empleadores en toro a la industria pesada ten- dian a expulsar a las mujeres de este mercado de trabajo debido a una serie de factores. En primer lugar, porque la cultura laboral vasca habia interiorizado la masculinidad de este tipo de trabajos. No habia una tra- dicién de laboreo femenino en contacto con herramientas e ingenios como la fragua, el yunque, el martinete 0 en la fundicién de mineral”. Estos oficios estuvieron asociados a la fuerza fisica y, ademas, su aprendizaje estuvo rigidamente controlado a través de los gremios. Tra- dicionaimente fue mano de obra masculina la que se encargé de los tra- bajos relacionados con las manufactura de hierro, a excepcién de la elaboracién de Ia hojalata que seguird efectudndose por mano de obra femenina en la planta de Altos Hornos de Sestao™. En segundo lugar, el sistema de trabajo adoptado en estas comunidades industriales fo- ‘ment6 una acentuada divisién sexual del trabajo. Tanto el trabajo en los ‘Altos Hornos como las labores extractivas y de acarreo de mineral se organizaban en cuadrillas para realizar el trabajo a «tarea» que era una préctica bastante extendida"!, Por medio de este sistema se determinaba » Vease el andliss sobre la divisin sexual del trabajo en las sociedades tadicionales ‘en el seno de distintas comunidades artesanas,protoindustrales y campesinas en M. AR- Batza VILALLONGA, Familia, trabajo y reproduccidn social. Una perspectiva microhistri a de la sociedad vizcaina a finales del Antiguo Régimen, Universidad del Pals Vasco, Co- lecekén Historia Contempordinea, 1996, cap 4, pp. 199-213. ° Es interesante comprobar la prolongacién de aqoelas trabajos efectuados en las ant guas villas manufactureras, como Ochandiano en donde las estadisticas territoriales de 1799 testfican la dedicacin masiva de las mujeres del lugar ala manufactura de hojadela (a, precisamente el Unico subsector en el que se perpetian una vez constitu la sociedad industrial, Véase M. ARnAIza VILALLONCA, ibidem, p. 204. La evoluciOn de la ocupacion femenina en la miner y en la siderurgia en P. PEREZ FUENTES, Viv y morir en las minas, op. cit, 1993, p. 76 La descripeién sobre el sistema de trabajo en Ia siderurgiay en la mines se waliza en Perez. Casrrovito, Clase obrera yniveles de vida en las primerasfases de laindustrializacion vzeaina, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1992: P. Penix PuenrEs, Vivir y ‘morir en las mins... op. cit, pp. 75-82. 440. Mercedes Arbai Vilationga 1 total del trabajo diario por el cual se estipulaba el jornal. Hasta que no se acabada la tarea no se podfa abandonar el equipo. Este sistema de tra- ‘bajo en equipo requerfa de una cierta uniformidad entre los componen- tes y esto dificultaba la integraciGn de las mujeres ¢ incluso de las per- sonas de mas edad. En este sentido es significative que los nifios no entraran a trabajar hasta que no cumplieran los 15 afios y, por lo tanto, hasta que eran considerados fisicamente maduros. En las comunidades de la Ria de Bilbao, el conjunto de tareas asig- nadas a las mujeres en torno al sistema de hospedaje qued6 oculto de- bido al cardcter doméstico del mismo; y, sin embargo, la contribucién femenina alrededor de los servicios de limpieza, cama y alimentacion de los huéspedes fue decisiva en las economias familiares de los traba- jadores*?, En la comparacién entre los grificos | y 2 se puede observar la evolucién de la tasas de actividad femenina en la comunidad minera de San Salvador del Valle una vez rescatado este trabajo de las muje- res, Para un 25% de las familias de la zona minera, las mujeres aporta- ron un monto de ingresos superior al de sus esposos que trabajaban en las minas, Este modelo de division sexual del trabajo se extendié al conjunto de la margen izquierda de la Ria. El trabajo como pupileras Megé a ocupar a cerca del 20% de las esposas de los trabajadores de las comunidades industriales de esta comarca Una segunda circunstancia histérica que explica las altas tasas de actividad femenina esta relacionada con el cardcter urbano de estas lo- calidades siempre propicio para el desarrollo de otro de los oficios que tradicionalmente han desempeiiado las mujeres, el servicio doméstico. Durango, Renteria, Bergara, como muchas otras villas vascas que han ejercido funciones de manufactura y de redistribucién en un hinterland comareal, se convierten en centros atractivos para la residencia de ren- listas, comerciantes y artesanos, es decir, elites y clases medias que se valen del servicio doméstico como simbolo de un status social y como ayuda para muchas de las tareas familiares. Las altas tasas de actividad femenina entre las comunidades que no participaron det modelo de desarrollo del Gran Bilbao —concentradisimo © La reconstrucci6n de los presupuestos familiares de as familias de la zona minera por parte de P. PERez FUENTES, sbidem. pp. 243 y 55, ha permitido comprender perfecta- ‘mente [a importancia de este sector en el nivel de vida de Ia poblacisn trabajadora. R. 1A Asan por su parte ha rescatado la actividad femenina alrededor del hospedae en el conjunto de la margen izquierda de la Ria de Bilbao entre 1880 y 1890 en «Mercado de trabajo y estrategias familiares en las mujeres durante la primera industrializacin Vizcal- na: el haspedaje> en Vasconia, 28, 1999, p, 107 [La «cuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en 441 en el tiempo y en el espacio— vienen explicadas por el ritmo de de- sarrollo industrial gradual y paulatino que permitié que la actividad agricola mantuviera un peso importante en el conjunto de la economia hasta fechas tardfas. El resultado social de un proceso de cambio pro- gresivo pero sin alteraciones bruscas fue la coexistencia equilibrada de modos de vida industriales con otros tradicionales agricolas. Aunque probablemente 1a agricultura se adapt6 a los nuevos mercados urbanos y a una economia de corte capitalista dirigiendo una parte de su pro- duccién al mercado, estamos ante economias familiares en las que el hogar seguia ejerciendo como unidad de produccién bisica y. por lo tanto, todos lo miembros de 1a casa podian ser empleados en empresa familiar. El volumen de trabajo de las mujeres en la actividad agraria del norte de Espaiia ha sido hist6ricamente muy intenso debido a la es- tructura y formas de explotacidn de la tierra, el minifundio de caracter familiar permitia la actividad en los caserios 0 unidades de explota- j6n familiar. A finales del siglo xIx asi lo reconocian los reforma- dores: «Respecto a la participacidn que las mujeres toman en las labo- res del campo, la cordillera pirenaica, desde la provincia de Huesca hasta Galicia, es la regiGn espafola en la que la mujer se dedica a los mismos trabajos agricolas que el hombre, incluso la cansada labor del layado. En el resto de Espaia, solamente ta horticultura ocupa un ni- mero considerable de mujeres»®? En el dmbito del Pais Vasco Holohtimedo estas pequefias unidades, familiares dispersas (caserfos) dedicadas al policultivo de la huerta, al cultivo de las heredades, a las actividades extraagrarias (carboneo de monte, transporte ete.) permitia a los miembros de la misma familia conjugar varios empleos obteniendo ingresos mixtos. Evidentemente en el contexto de las comunidades industriates esta dedicacién se mantuvo como recurso complementario a otras actividades asalaria- das, La divisién interna del trabajo con una dedicacién preferente de las mujeres, una vez casadas, a la administracién del caserio era de suma importancia, como lo fue épocas anteriores. La comerciali- zaci6n de sus productos constitufa un complemento al conjunto de los recursos obtenidos por otras vias, (salarios de algunos miembros de la familia etc.) Nos encontramos de todas formas ante un problema de ocultacién y no reconocimiento de este colectivo, Esta ocultaci6n responde a una for- ‘ma determinada de valorar el trabajo 0 actividad econémica por parte de © Reformas Sociales, Informacion oral yescrta..op. cit, Tomo Up. 161 442 Mercedes Arbaiza Vilallonga quienes ejecutaban estas estadisticas, los padrones de habitantes*, En la medida en que el criterio de valor aplicado al trabajo es su venta en el mercado, es decir, que la actividad productiva tuviera un valor de cambio, las tareas agricolas fueron quedando al margen de la contabili- dad econémica nacional. La actividad de la gran mayoria de las peque- fias explotaciones familiares dentro de este sistema minifundista de po- licultivo, seguia estando dirigida al autoconsumo y autosubsistencia familiar, una parte importante de la produccién agraria no pasaba nece- sariamente por el mercado, no eran bienes monetarizables y, por lo tan- to, no era actividades susceptibles de ser contabilizadas como producto interior bruto. En este contexto se explica que en algunos padrones las mujeres de labradoras fueran sisteméticamente clasificadas como amas de casa. Es el caso de los padrones de Renteria de 1860 y 1889 partir de los cual se han rescatado todas aquellas esposas de labradores que sa- bemos que por lo menos realizaban las tareas hasta aqui comentadas (comparese graficos 1 y 2) 3.2.3. El concepto de trabajo y el asentamiento de la figura del ama de casa Decfamos que la tendencia del empleo femenino era a disminuir a lo largo del siglo xx debido a dos cuestiones. Una primera por la ideologia que se va construyendo y que se aplica alrededor del concepto de trab: Jo y de empleo a la poblacién y otra segunda por la asuncién progresiva el ideal de ama de casa. Una parte sustancial de la retérica sobre la do- mesticidad que se impulsa en el contexto de la reforma social fue la exaltacién del trabajo doméstico desde una perspectiva econémica y no solo desde una fundamentacién moral. «El trabajo de la mujer puede ser econémico 0 productivo», proclamaba el médico representante del Ate- neo de Madrid. Este mismo autor explica que la principal actividad fe- ‘menina (las labores de su casa) no se realizaba adecuadamente debido a dos circunstancias: la primera era que las mujeres debian trabajar fuera Para completar os menguados salarios de los esposos o padres y Ta se- gunda es que no recibian en la etapa escolar los conocimientos bisicos La construccion y aplicacion del concepto de trabajo en los padrones de poblacign en relacin a las representaciones de género se analizan en M. AREAIZA VILALLONGA, +L [La ccuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en. 44s Tabla 8 La asimilaci6n de una identidad: las amas de casa en el Pats Vasco (1850-1935) 1850-1879 1880-1899 1900-1910 1920-1935 Poblacién urbana Inds. bienes equipo (Baracaldo) Mjs. sin clasificar 325 410 c 371 ‘Amas de casa 00 46,5 * 872 ‘Metalugia y servicios (Durango) Mjs. sin clasifiear os 50.0 3 16 ‘Amas de casa 82 569 746 Inds, bienes consumo (Renterfa) Mijs. sin clasificar i 00 On 1 ‘Amas de casa ALL 665554 63.0 Inds. textl (Bergara) Mjs. sin clasificar 313 07 0.2 ‘Amas de casa, 24 440655 Poblacién rural Zalla Mjs. sin clasificar 81 840 20 ‘Amas de casa oo | 122 53. BS Trucios Mijs. sin clasificar 1a 10510 Amas de casa 09 86 82.8 Gordejuela js. sin clasificar 81 83.2799 03 Aas de casa 0.0 17 90 269 Fuente: Blaboracion propia a partir de padrones de habitanes Los testimonios de vida de las mujeres de Bilbao, reconstruidos por M, Liona a través de la historia oral, muestran como en los afios veinte es éste un aspecto crucial en el mundo de las representaciones ¢ identi- dades de las mujeres respecto a su posicién social. Todas aspiraban a ejercer como amas de casa, y cualquier tentativa de trabajo fuera del espacio doméstico era menospreciada socialmente’. © M, Luona Las mujeres de las clases medias bilbainas... op cit cap. 1, pp. 49-61 46 Mercedes Arbaiza Vilallonga El caso de las mujeres labradoras de nuevo es especialmente sinto- mitico sobre c6mo este ideal de mujer se convierte en una aspiracién s cial compartida en situaciones muy dispares. La realidad social y econé- mica en la que se encuentran inmersas apenas se habja transformado estructura econémica basada en la explotacién de pequetias heredades con una agricultura y ganaderfa de tipo intensivo y algunos montes— y, sin embargo, la forma que tienen de percibir su contribucién productiva habfa cambiado sensiblemente, Era evidente que segufan realizando las mismas labores que hist6ricamente habfan Ilevado a cabo sus antepasa- das, labores por cierto tildadas de masculinas y viriles por muchos viaje- 10s y testigos de la vida rural vasca y, sin embargo, el valor social otorga- do habfa cambiado radicalmente. La transformacién de las Tabradoras en amas de casa no es mas que un reflejo de cOmo efectivamente, a partir del primer tercio del siglo Xx, e ideal de 1a domesticidad se populariza, se extiende entre las clases trabajadoras del campo y la ciudad {Significa que las mujeres dejaron de contribuir con su trabajo a las menguadas economfas familiares? Evidentemente no fue asi, pero si es cierto que se produjeron transformaciones en la naturaleza de la act Vidad femenina. El impulso de la ideologia del ama de casa fue cam- biando las relaciones de género alrededor del mundo del trabajo. Algu- nos aspectos de la experiencia laboral femenina nos van a mostrar esta transformacién identitaria de mujer trabajadora a mujer ama de casa, 3.3. La experiencia laboral femenina 33.1, La estrategia de suma de salarios y la figura del ganapan {Por qué trabajaban las mujeres? La respuesta en todos los casos era que lo hacfan por necesidad, argumentando que el salario era insu- ficiente para que el obrero atendiera sus necesidades y las de su fami- lia, «Es completamente insuficiente, no alcanza para nada, y no he en- contrado ningdn obrero que me diga que tiene lo necesario para llevar caso de las falsas amas de cast en los afios 20 en el mundo text eataln ha sido estudiado por E. Camps a partir de un estudio de tipo micro, en donde eruzé las fuentes tempresaales y demogrificas y demost a través de la autoidentificacién de un colectivo de majeres trabajando en las fabricas textiles cémo se inscriban sin embargo como amas de ‘ast en el padrén, E. CaM, «De ocupstn sus labores, El trabajo de la mujer en los albo- "es del sigho xx (Sabadell, 1919-1928) Actas del IV Congreso de la Asociacién de Demo srafia Histérica, Universidad del Pas Vaso, Bilbao, 1995, La écuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en. 441 a todos sus hijos es debido» responde Recarte, representante de la so- ciedad del arte de imprimir a la cuesti6n. «(...) Veréis que el resultado es insuficiente para que puedan atender a sus més urgentes necesida- des, y como no les es posible, hacen que su mujer, y hasta sus hijos en ‘una temprana edad, vayan a las fabricas, consiguiendo un resultado contrario al que se proponfan, puesto que ocupdndose éstos en trabajos reservados al hombre, el salario baja, y cuando no, sobran bajos» afir- ma el representante de la sociedad de parados, Juan Gémez. Reflexio- nes como éstas se repiten incansablemente en todos los informes tanto de cardcter general como los de cardcter territorial. Si un diagnéstico compartian reformadores y trabajadores era que los salarios reales de Jas comunidades industriales no posibilitaban que el modelo de gana- pan fuera una realidad, sino mas bien una aspiraci6n dé los obreros. Efectivamente los estudios hist6ricos sobre los niveles de vida de las clases trabajadoras en el siglo XIX espafiol han demostrado que las ren- tas aportadas por el cabeza de familia eran a todas luces insuficientes para la supervivencia de la familias”. Para la clase politica liberal y las elites intelectuales la relacién en- tre bajos salarios y disolucién de los lazos familiares era muy evidente Ellos establecfan una relaciGn estrecha entre los dos émbitos entre pro- duccién (pablico) y reproduccién (privado) como dos caras de una mis- ma realidad social. 4Y que el salario no tiene para nada en cuenta las obligaciones det obrero, se comprueba con slo observar que, ya lo fije el capitalista, 0 ya se determine por la célebre ley de la oferta y la demanda, se fija o deter- ‘mina sin hacer diferencia del salario para obrero con o sin familia, con ‘muchos 0 con pocos hijos; es en resumen salario para el obrero y tan sélo en vista de sus personales y apremiantes necesidades. Otra prueba més de {que asi sucede la hallaremos en la necesidad en que se ve la familia obre- ra de dispersarse y romper los lazos del hogar doméstico, por tener que buscar la madre y los hijos en la fabrica y en el taller un salario més eon {que suplir la absoluta insuficiencia del salario del cabeza de familia». El ideal masculino de ganador de pan, si bien era una aspiracin so- cial a tener en cuenta por el conjunto de Ia sociedad, sin embargo, en absoluto estaba interiorizado por la burguesia cuando se convertia en © Reformas Sociales Informacién oral y escrta..op. cit, Tome I, p. 67 % Véase nota 5. ° Reformas Sociales Informacién oralyescrita..op. cit, pL. 48 Mercedes Arbaiza Vilallonga patrén o en empleador. Véase las declaraciones de Juan Garcia de la Sociedad de Parados: «Porque lo que al industrial le conviene es arrui- nar al de al lado. {Qué le importa que el padre de familia esté cruzado de brazos mientras que sus hijos van al taller y sus esposas lo mismo, aunque no puedan cumplir con las obligaciones que en el hogar les im- pone su sexo?” La avaricia por la ganancia inmediata de muchos pa- {ronos generé précticas de contratacin que posibilitaron una utilizacién exhaustiva de la mano de obra femenina e infantil. La légica del interés econsmico y del beneficio se aplic6 hasta sus tiltimas consecuencias desde una de tas partes, quienes demandaban trabajo en el siglo XIX Ciertamente los intelectuales krausistas apoyaron una concepcién del salario en términos familiares y una critica velada hacia la considera- cién del trabajo simplemente como una mercancfa sometida a la con- currencia y, por lo tanto, cada vez con menor participacién en el producto del trabajo, Es en este contexto, por iniciativa de los mismos trabajado- res pero con la connivencia de algunos reformadores, en el que se plan- tea el debate del salario familiar, en respuesta inmediata a la relacién enire salarios y vida doméstica. Es cierto que las condiciones del empleo industrial individualizaron las relaciones econémicas entre empleador y empleado —en las socic~ dades preindustriales la relacidn se establecia sobre el producto acaba~ do elaborado por el grupo familiar— sin embargo, las decisiones sobre el yolumen y el perfil de Ia oferta de trabajo se tomaban desde el inte~ és del grupo familiar, La decision de quién de los miembros de la fa- milia se constituia en oferta de trabajo no era una eleccién individual sino que respondia en primera instancia a una estrategia familiar de cara a satisfacer las necesidades socioculturales, a mantener o mejorar los niveles de bienestar. «En este sentido condeno yo el salario, porque de este modo se arranca a la mujer y a los nitios de la familia obrera, la cual se ve dispersada sin poderse unir un momento al dia para comuni carse sus impresiones, sino después de haber ido a ganar el maldito sa- latio», decfa don Diego Abascal”’, Es fundamental entender y reconstruir los niveles de bienestar desde luna aproximacién a los presupuestos familiares. La presién del medio, la experiencia de inestabilidad frente a las situaciones vitales mas deli- cadas (enfermedad, accidente, hijos pequeftos...) no posibilitaba que el "Fl autor hace un repaso sobre los oficios y manufacturas en las que esto ocurtiare- producido en el apartado anterior, sbidem, Tom I, p 6. © Reformas Sociales Informacién oral yescvta..op. cit, Tom I. p80. La «cuestién sociab» como cuestidn de género, Feminidad y trabajo en. 449 principio de autonom‘a individual, propio de las sociedades occidentales maduras, pudicra desarrollarse plenamente, En este sentido las pautas la- borales de los trabajadores en esta fase de transicién hacia una sociedad industrial respondian a una cultura tradicional; segufan una légica cerca- na a los antiguos equipos o unidades de trabajo y ademis la intensidad productiva estaba guiada no tanto por el principio capitalista de eficien- Cia sino por las necesidades de consumo de los adultos. Segufan midiendo sus ingresos en términos brutos, empleando para ello a todos los miem- bros de la familia a pesar del rendimiento tan bajo de la actividad feme- nina, dado que s6lo ganaban Ia mitad. Estamos ante una cultura todavia lejana de la Kigica de comportamiento de la economia clasica basada en la utilidad individual y 1a racionatidad exclusivamente econémica. El papel de hombres y mujeres en la reproduccidn social fue cambiando y no ne- cesariamente se ajustaba a la logica capitalista dominante. 3.3.2, La doble presencia: ciclo laboral y ciclo reproductive La experiencia laboral de las mujeres no es ajena a las expectativas que se van generando a lo largo de su trayectoria de vida. Las distintas etapas o transiciones por las que iba pasando cualquier mujer en fun- cidn de su edad y su estado civil también determinaron la intensidad y la naturaleza de su actividad productiva. En este sentido la reconstruc- cién de las tasas de actividad en relacién al ciclo vital (grificos 3, 4, 5 y 6) nos revela con bastante nitidez cémo se articulé este complicado equilibrio entre produccién y reproduccién en las distintas etapas hist6- ricas. Los gréficos muestran dos hechos significativos sobre la expe- riencia laboral de las mujeres a lo largo de este periodo, Una primera realidad que se aprecia es que a lo largo de su ciclo de vida, la entrada y/o salida del mercado de trabajo no era una decision definitiva sino que iba adoptando distintas férmulas en relacién a la otra funcién asignada socialmente y en relacién con el ciclo reproducti- vo. Esta «doble presencia» repite en cualquiera de las circunstancias un cesquema bésico. Las mujeres entraban en el mercado de trabajo a edades muy j6venes, a partir de los 10 afios; entre la adolescencia (15 afios) y la edad de matrimonio (25 afios) se alcanzaban los niveles mas altos de actividad productiva. Es a partir de los 25-29 afios cuando se da un des- censo acelerado de la tasa de actividad. Hasta ese momento Ja mujer soltera o bien permanecfa en el hogar bajo tutela paterna aportando in- gresos complementarios a la familia como cualquiera de sus hermanos, © bien se empleaba en el servicio doméstico de cara a ahorrar la dote o el peculio necesario para hacer frente a su matrimonio. 450 Mercedes Arbaiza Vilallonga Grafico 3 ‘Tasas de actividad femenina por edad (Ciclo laboral y ciclo de vida) Durango Gréfico 4 ‘Tasas de actividad femenina por edad (ciclo laboral y ciclo de vida) Baracaldo La «cuestién social» como cuestin de género, Feminidad y trabajo en.. Gréfico S ‘Tasas de actividad femenina por edad (Ciclo laboraly ciclo de vida). Renterfa Gréfico 6 ‘Tasas de actividad femenina por edad iclo labora y ciclo de vida). Bergara 431 452 Mercedes Arbaiza Vilallonga en el sistema productivo sufria un descenso en los ‘momentos en que se contrafa matrimonio, Comienza entonces una nueva etapa, entre los 30 y 39 afios, que coincide con el aumento de nimero de descendientes en edades no productivas y en la que las tasas de actividad femenina se reducen. A partir de los 40/5 aftos la presi6n del trabajo do- méstico se aliviaba y decidfa volver al mercado de trabajo para buscar al- ‘xin tipo de remuneracién. Ademés, si la mujer enviudaba pasaba a ocupar Y ejercer como cabeza de familia y adquiria asf las funciones de ganapan, procurando un salario o ingresos para la supervivencia de la familia. Era tuna necesidad perentoria en un contexto histérico en el que todavia no habja desarroltado ningsin sistema de previsién ni de seguridad social por parte del Estado, y s6lo las grandes empresas contemplaban esta la posibi- lidad de jubilaciones o seguros por invalidez. La relaci6n 0 equilibrio entre la produccién y la reproduccién era inestable y estaba sujeta a una serie de aspectos de diversa indole. En este sentido, el dilema que se les presenta a las mujeres a la hora de decidir si entraban a formar parte del trabajo asalariado en los mercados de tr bajo locales, era bien distinto al de los varones. No cabe duda que aque! «sentimiento general» expresado por D. Alejandro Martin, médico del Ateneo sobre «que la madre de familia no trabaje sino para cumplir los deberes de este respetable estado» determin6 una actitud hacia el trabajo radicalmente distinta entre hombres y mujeres, Expresado en términos econdmicos, el coste de oportunidad para las mujeres —caileulo econé- mico que se realiza en términos de coste o tiempo invertido y el benefi- cio o renta obtenida— se planteaba realmente entre el trabajo remunera- do (asalariado) y trabajo doméstico dedicado a la reproduccién social de la familia, En el caso de los varones el dilema se establece entre renta y ocio. La decisi6n de entrada al mercado de trabajo, por lo tanto, estaria determinada por factores econémicos en ambos casos, en relacién con las rentas que obtienen otros miembros de la familia. Pero en el caso de las mujeres habria que afiadir factores culturales en relaci6n a la im- portancia concedida en cada momento histérico a sus funciones como madre, esposa y ama de casa. En este sentido, a lo largo de la segunda mitad del siglo xix, cuando el ideal de domesticidad no estaba atin muy interiorizado y las necesidades mas urgentes apremiaban, no habia lugar a dudas sobre cual era la actitud hacia el empleo. Todo empujaba en una misma direccién, las mujeres intervinieron activamente en la obtencién de recursos econémicos para ellas y para sus familias. Una segunda cuestién que se desprende de los griticos es que a partir de 1910 se dio una tendencia hacia la disminuci6n de la oferta de trabajo femenina sobre todo entre las mujeres casadas (grificos 7, 8, 9 y 10) La «cuesti6n social» como cuestidn de género. Feminidad y trabajo en. 453, 0 Gritico7 Tasas de actividad femeninas por estado civil de Durango 1950-1877 1690-1609 Grafico 8 TTasas de actividad femenina por estado civil de Renteria 900.1910 1920-1990 1850-1877 9801009) 900.1910 1920-1980 454 Mercedes Arbaiza Vilallonga Grifico 9 ‘Tasas de actividad femenina por estado civil de Bergara Tea ete soa Tse activ case 1950-1877 ves0-1899 19001910 19201890 Grafico 10 ‘Tasas de actividad femenina por estado civil de Baracaldo ee Na Lot 1850-187, 1900-1910 1970-1990 La «cuestién social» como cuestin de género. Feminidad y trabajoen... 455, El esquema del ciclo laboral femenino asf como la evolucién de la tividad femenina segtin el estado civil apuntan hacia una disminu de su participacién en el mercado de trabajo a medida que se profundi- za el proceso de modernizacién social. A comienzos del siglo xx se inicia una época en la que, como afirma M. Nash, ser madre préctica- mente agotaba la condicién femenina. Una vez que los salarios reales ‘masculinos comenzaron a aumentar —sobre todo a partir de la Prime- ra Guerra Mundial*— y el salario familiar se fue instaurando, apenas habia margen para plantearse 1a opcién laboral desde otras motivacio- rnes mas modernas. Me refiero al desarrollo de la independencia econé- mica y personal 0, en su caso, al desarrollo de una vocacién profesional determinada debido a la imposibilidad de acceso a la capacitacién pro- fesional en los colegios y universidades hasta bien entrado el siglo xx. Es evidente que el cardcter subsidiario del empleo femenino respecto al trabajo masculino estaba ya absolutamente interiorizado. Las resis- tencias hacia el «ingel del hogar» habfan cedido hasta que llegaran nuevos tiempos. 4. Conelusiones El estudio de los comportamientos femeninos a lo largo de Ia se- ‘gunda mitad del siglo xix —sus pautas matrimoniales, las redes de pa- rentesco, asi como su decisién de constituirse en oferta de trabajo dustrial— estaban lejos de aquel ideal de feminidad burgués basado en la ideologia de Ia domesticidad. La experiencia de las mujeres traba- jadoras en la transicién a la sociedad industrial se forja en un contexto en el que no habia espacio (ni fisico ni simbélico) para la construc- cién de la privacidad y en el que las necesidades de supervivencia del grupo justificaban aquellos comportamientos que se desviaban respecto a la moralidad predominante. Se cte6 un espacio de libertad y de autonomia entre las mujeres de clase obrera, que fue percibido por los contempordneas como una subversién moral. Efectivamente ‘el modelo del «éngel del hogar» propuesto por las clases medias es- tuvo sujeto a contestacién por parte de estas mujeres en Ia Espafia de 1% Véase la evoluciGn de salarios de salaros nominalesy reales en relaién alas grandes empress del ramo siderrgico del Gran Bilbao como Altos Hormos de Vizcaya en E. PER: 'NANDEZ De PINEDO «Benefcios,slariosy nivel de vida obrero en una gran empresa sidenrica ‘asca, Altos Homnos de Vizcaya (1902-1927). Una primera aproximacin» en Revista de Histo: ‘a Industrial, 1, 1992 y en PM. Péxtz Castes op ci, p. 161-162 456 Mercedes Arbaiza Viallonga la segunda mitad del siglo XIX. En este sentido la reforma social generé un estado de conciencia en la opinién pablica, un estado prelegislativo orientado a dar un fuerte impulso a este modelo tan arraigado en otros paises de Ia Europa Occidental. La clase politica del gobierno de la Restauracion y los intelectuales de la época convirtieron su preocupa- cién por la cuestién social en una reorganizacién de las relaciones de género en la clases obreras. Consideraban necesario que el Estado pro- tegiera el cuerpo femenino como tinica solucién de controlar y sanar el cuerpo obrero. El cuerpo legislativo aprobado a partir de 1900 asi como el esfuerzo social (médicos, literatos, movimiento obrero, pensa- dores etc.) estuvo orientado a consolidar una estricta separacién de los espacios pablico y privado. El objetivo era reorientar el comportamien- to de las familias trabajadoras hacia un modelo de organizacién social en el que la separacién de los espacios y el consiguiente reparto de fun- ciones entre hombres (ganador de pan) y mujeres (amas de casa) fuera una realidad La acuestién social» como cuestién de género, Feminidad y trabajo en 431 Apéndice I: Aproximacién a la actividad econémica a partir de los padrones de poblacién municipales En 1857 se realiz6 el primer censo oficial por parte del Estado; a partir de esta fecha contamos con una larga serie de listas de habitan- tes, censos y padrones de poblacién de origen civil depositados en los Archivos Municipales de cada localidad elegida. Hemos tomado aque- Hos padrones municipales que ofrecen mayor némero de informacién asi como la garantja de estar completos. Para la informatizacién de los datos, se ha creado un archivo por municipio y aio, a partir de una muestra de poblacién que arroja mar- genes de error muy bajos (2%). La base de datos utilizada tiene como unidad de andlisis al individuo y esté formada por una serie de varia- bles independientes, unas referentes a la unidad familiar y otras al pro- pio individuo. Las variables son las siguientes: 1. municipio, 2. afo, 3. barrio o calle de residencia, 4. numero de la casa, 5. c6digo familiar, 6. estructura de la familia 1, 7. estructura de la familia 2, 8. tamatio de la familia, 9. sexo, 10. edad, 11. estado civil, 12. pueblo de origen, 13. pro vincia de origen, 14, afios de residencia, 15. leer, 16. escribir, 17. profe- sin 1, 18. profesion 2, 19. fecundidad, 20. parentesco. Respecto al volumen de poblacién trabajada el criterio que se ha seguido es realizar el vaciado exhaustivo para las localidades menores de 2000 habitantes; s6lo cuando la poblacién sea superior a esta cifra se ha tomado una muestra de poblaci6n que arroja margenes de error muy bajos (2%), a estimacion del niimero de activos asi como su distribucién por sectores econdmicos es y ser un problema sin solucién definitiva debi- do a la naturaleza de las fuentes con las que generalmente se enfrenta la historiografia. Los censos de poblacién publicados por el INE ha sido hasta ahora la fuente principal a la hora de evaluar el empleo de las poblaciones hist6ricas pero presenta, sin lugar a dudas, muchos pro- blemas metodoldgicos. Asi por ejemplo, las categorias profesionales vienen ya determinadas por la fuente lo que genera una gran dificultad para adscribir a los sectores econémicos pertinentes. No existe ademas homogencidad de criterios de un corte censal a otro por lo que impide un ejercicio comparativo a la largo del tiempo. En nuestro caso, los pa- drones municipales ofrecen la oportunidad de clasificar a cada indivi- duo, lo que permite una aproximacién mucho més completa y matizada que la realizada por aquella informacién de los censos. Hemos establecido una clasificacién socioprofesional que tiene en cuenta algunos de los algunos problemas basicos. Uno de los obsticulos 458, Mercedes Arbaiza Vilallonga clasicos que se plantea cuando se aborda el problema de la poblacién activa y los sectores econémicos en los que trabaja la poblacién a lo lar- go de un extenso periodo de tiempo, como es nuestro caso, es el de 1a heterogeneidad de clasificaciones profesionales aplicadas a los distintos padrones. Si se pretende obtener una visin a largo plazo de los cam- bios ocupacionales es preciso establecer una clasificacién tinica. Reco- nocemos de antemano los riesgos que lleva establecer equivalencias en- tte una sociedad con rasgos tipicos de una sociedad tradicional, como la de la primera mitad del siglo x1x, lejana de la divisi6n del trabajo, y una moderna sociedad industrial como la de los afios veinte y treinta de esta centuria en el Pais Vasco, caracterizada por una fuerte especializacién econémica y divisién social del trabajo. Es por ello que, para que sea valida a Jo largo de la centuria tomada y recoja lo mas fielmente los cambios habidos en la naturaleza de algunos trabajos, no nos queda mas remedio que sea lo suficientemente amplia y desagregada, Un segundo problema que hemos intentado resolver es el de no mitarnos a agrupar la actividad de cada trabajador/a por sectores eco- némicos (primario, secundario y terciario), sino recoger hasta lo que la fuente permita, los diferentes status sociales dentro de cada sector pro- ductivo. Los eriterios aplicados en esta clasificacién tratan de combinar tanto a actividad econémica como el lugar que ocupa en el sistema de produccién. De alguna forma queremos recoger el status socioprofesio- nal de un individuo en relacién al colectivo en el que esti inserto, defi- nido por de las relaciones de sociales que configuran la sociedad de cada momento. En funcién de estos criterios hemos distinguido seis grandes grupos socieconémicos (jornaleros/asalariados, labradores, artesanos, servi- cios, profesionales liberales, rentistas) en el que estaria adscrita el con- junto de la poblacién activa, ademas de otros grupos que pertenecer: a distintas modalidades de clases pasivas 0 inactivas (amas de casa, re- tirados, estudiantes de primero y segundo grado, poblacién sin clasifi- car), con excepcién de un grupo, el de costureras, lavanderas, hilande- ras. Hemos querido separar estos oficios de caracter doméstico, y casi exclusivamente femenino, del conjunto de artesanos textiles por la es- Pecificidad que presentan frente a estos dltimos.

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