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La herencia colonial de la deuda climática a través de la idea de raza

A propósito de una nueva conmemoración del mal llamado día de la raza o encuentro entre
dos mundos este 12 de octubre, se hace interesante reflexionar en qué medida la crisis
socioambiental en la cual estamos envueltos en la actualidad como seres vivos, tiene directa
relación con la aparición de un nuevo sistema mundo colonial moderno, el cual desde la
conquista hasta nuestros días, sigue dejando huellas en los diferentes territorios que ha
impuesto su dominio.

Una de estas huellas, es lo que se conoce como deuda climática, la cual no es otra cosa que
el brutal impacto que ha tenido el planeta en los últimos 200 años, como resultado de la
explosiva industrialización de algunos países del Norte Global desde el siglo XIX, los cuales
con sus sistemas de vida basados en la producción y consumo ilimitado de mercancías, han
generado efectos irreversibles para el planeta en su totalidad.

Como la evidencia histórica nos muestra, países de occidente como Estados Unidos,
Inglaterra, Alemania, Australia, Canadá, son los que a lo largo de los dos últimos siglos más
han impactado el clima a nivel mundial con sus sistemas de vida insostenibles para el planeta.
De ahí que desde el Sur Global se hable de una deuda histórica de aquellos países y la
necesidad de garantizar una justicia climática para todas y todos, la cual anteponga los
derechos de pueblos y territorios por sobre los estados y las empresas.

No obstante, esa expansión industrial de esos países, no es posible entenderla sin un proceso
previo de colonización desde 1492, el cual fue capaz de expandirse gracias a la idea de raza,
la cual como bien plantea el pensamiento anticolonial, se usó para clasificar mundialmente a
distintos grupos de seres humanos en inferiores o superiores. En consecuencia, la
racialización de comunidades indígenas durante la conquista, solo se entiende en la medida
que los llamados indios fueron vistos como seres salvajes, no civilizados y más cercanos a la
naturaleza.

Una herencia colonial que se ha mantenido hasta el día hoy, la cual se evidencia con cada
proyecto extractivo que se aprueba e instala en cada país de la región, sea este minero,
maderero, agroindustrial o petrolero, en donde siempre los más perjudicados son
comunidades indígenas, ante su mayor apego a los territorios. Por eso que es tan importante
ser igual de críticos tanto con gobiernos conservadores como progresistas, ya que todos están
atrapados en lógicas de colonialismo interno, funcionales al extractivismo imperante.

Sin embargo, la deuda no debiera pagarse en dinero, como algunos sectores de izquierda
plantean, sino en decrecimiento de los países más industrializados, que incluya también a
países no occidentales como China por ejemplo, el cual es el mayor contaminador del planeta,
por lo que se hace indispensable incluirlo también en la lista de países ecocidas a nivel
planetario, más allá que algunos sectores decoloniales lo vean como un aliado contra
occidente.

China no habrá usado la idea de raza para expandir su dominio económico en la actualidad,
como ocurrió con los imperios de occidente, pero igualmente está tomando un estilo de vida
que tiene su origen en 1492, el cual se sustenta de la extracción de bienes comunes de
América Latina y África.

A su vez, sería bueno que Naciones Unidas entienda de una vez que los Derechos Humanos
tienen que ampliarse a los Derechos de Los Territorios, pasando de una mirada jurídica
antropocéntrica a una que incluya al resto de los seres vivos, de manera de exigir a los Estados
una responsabilidad planetaria en sus políticas. No es posible que en cada cumbre por la crisis
climática que se realizan en distintos países, se siga pensando con lógica dual, que separa la
cultura de la naturaleza, como si las sociedades se pudieran sostener solas, por fuera de los
ecosistemas.

Seguramente los predicadores del crecimiento económico sin fin y expertos en derecho
internacional, como son buena parte de los economistas y abogados, sean estos de izquierda
o de derecha, les parecerá una locura estas ideas, pero es la única forma de construir en
conjunto la idea de una nueva justicia climática, que se haga cargo del calentamiento global
y de un sistema depredador, que afecta a las poblaciones más empobrecidas, sean estas
humanas como no humanas.

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