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“Todo lo que es superfluo se vuelve

feo con el tiempo”, Alvar Aalto

ALVAR AALTO
El arquitecto funcionalista orgánico que
rechazaba el ascendiente de Le
Corbusier o de Wright en su obra, y, en
cambio, consideraba que las mayores
influencias en su arquitectura venían de
sus padres, de su infancia y de los
lugares donde creció y se hizo adulto.
Aalto, era hijo de un topógrafo y una
funcionaria de Correos, hablaba sueco,
y nació en el Imperio ruso. Cuando inició
sus estudios de arquitectura en Helsinki,
Finlandia era todavía territorio del
imperio zarista, aunque la revolución
bolchevique cambiaría las cosas.

Era un hombre y quería capturar la


estética, en una armonía con la vida
arraigada en la soledad finesa, y
repartía la luz y anudaba las
necesidades humanas para crear una
arquitectura multisensorial, donde los
materiales ayudaban a dar satisfacción
al habitante, al ser humano, en un
minucioso espacio en cuya definición
fue decisivo el trabajo de Moholy-Nagy
con los materiales y la luz.
Su noción de arquitectura consideraba
la construcción como un servicio público, y
dicen que no se dejó arrastrar nunca por el
dinero, en una época dura en que la
pobreza acosaba también a esa Finlandia
nórdica y discreta. El racionalismo rechazaba
los bloques de viviendas cerrados, repudiaba
las manzanas y abría la ciudad, y Aalto,
preocupado por los efectos del racionalismo
arquitectónico que homogeneizaba a
viviendas y ocupantes, huía del bloque
anónimo e industrial, que aplasta al ser
humano y lo abandona en la oscuridad de
los países fríos.

Aalto quiere que sus viviendas compartan la


naturaleza, el sol, el aire, y para ello diseña
terrazas, jardines, exteriores que articulan y
hacen más grata la vida. En un bloque de
Bremen, de veintidós plantas, Aalto diseña
una sala comunitaria en cada planta, y, en la
cima del edificio, un club social y una terraza
cubierta.
En 1921, con veintitrés años, Aalto sale
arquitecto de la Universidad Politécnica de
Helsinki, donde todavía imperaba el
nacionalismo romántico. Cuando el joven
Aalto abre su despacho de arquitectura, el
más relevante arquitecto finlandés de la
época, Eliel Saarinen, se va a vivir a Estados
Unidos, y la recepción del Movimiento
Moderno en Finlandia es en los años treinta,
poco después del primer CIAM de La Sarraz
conducido por Le Corbusier y por Giedion,
que sería amigo de Aalto: esa nueva mirada
sobre el espacio y la vida se impondrá a una
sencilla arquitectura popular que bebía de la
historia finlandesa.

En 1924, Aalto viaja a Italia con su mujer, Aino


Marsio, y la influencia de la cultura italiana se
convertirá en uno los elementos clave de su
trabajo como arquitecto; el renacimiento es
una de las matrices para las iglesias y capillas
que construye a finales de los años veinte,
como puede verse en las iglesias de Jämsä y
de Muurame.
El sanatorio para tuberculosos de Paimio,
acabado en 1933, le supone el
reconocimiento internacional. Aalto no era
nada religioso, pero dedicó mucho tiempo a
construir iglesias, y, en cambio, aunque quiso
hacer hospitales, participando en concursos
para su construcción, no consiguió hacer
ninguno desde el sanatorio de Paimio.

Pocos planes de reordenación urbanística de


Aalto se construyeron: su interés por el medio
ambiente encarecía la construcción, y
creaba problemas económicos; además,
tenía gran interés por los espacios cívicos, y es
probable que su aportación más relevante
sea en los edificios destinados a usos
culturales; no en vano la cultura era una
cuestión central para él; por eso, los museos
eran sus trabajos favoritos: son relevantes el
proyecto que hizo para el concurso
convocado para el Museo de Bellas Artes de
Tallinn, y el plan para el Museo de Arte
Moderno de Shiraz.
En 1932, Aalto gana un concurso y crea una
serie de cuencos, platos y jarrones que tienen
formas onduladas, y que se fabricaban con
un vidrio prensado cuya producción era
barata, y se adentra cada vez más en el
diseño de muebles y objetos. En 1935, el
matrimonio Aalto crea la empresa Artek, para
la distribución internacional de los muebles
que planean, con la pretensión de unir el arte
y la técnica (de ahí, artek) en la producción
industrial de objetos para la vida cotidiana
En ese segundo viaje americano, Aalto que, además, fuesen hermosos y con valor
conoce la nueva Bauhaus de Chicago, de artístico.
Moholy-Nagy, y, ya en los años cincuenta,
visita en Río de Janeiro a Óscar Niemeyer. Es
un exponente del Movimiento Moderno, y le
interesan los relieves orgánicos de Arp, la
acción entre la luz, el volumen y el
movimiento en las obras de Calder, y cree
que la arquitectura puede expresar y dirigir la
síntesis de las distintas disciplinas artísticas, ser
el instrumento para crear la armonía entre el
amasijo de los preceptos que gobernaban
aisladamente la vida, siguiendo la idea
propuesta por Léger. Es ya un arquitecto
famoso, un diseñador imprescindible, sus
edificios son gesamtkunstwerke, una obra de
arte total, como quiso Wagner; cuenta con
amistades relevantes y sabe utilizar la
relevancia que otorga la prensa.
En Espacio, tiempo y arquitectura, publicado
en 1949, Giedion sitúa a Aalto al nivel de
Wright, Gropius, Mies van der Rohe y Le
Corbusier, como uno de los impulsores del
Movimiento Moderno. En 1959, es un hombre
célebre y reconocido: a la fiesta que, para
honrarlo, se celebra en la Maison Carré, en
Bazoches-sur-Guyonne, acuden Cocteau,
Calder, Braque, Arp, Le Corbusier, Giedion.
Esa casa, que acababa de inaugurarse, se la
había construido cerca de París al galerista
parisino Louis Carrée, a quien Aalto había
conocido tres años atrás en la Bienal de
Venecia. Diseña también los muebles,
lámparas, la biblioteca, y piensa en un jardín
descendente en forma de terrazas como si Hizo una arquitectura donde mezclaba
fuera un espacio de representación. elementos de la tradición finesa con algunos
rasgos de la arquitectura universal: la plaza
urbana y los edificios públicos eran muy
importantes para Aalto, en la tradición de
las piazzas italianas que articulaban la vida
ciudadana, aunque no perdía de vista las
necesidades modernas que imponía el
aumento del tráfico en las calles, y trabajaba
también en la planificación urbana.
Además del edificio, del diseño de los
muebles, las lámparas, las manijas, Aalto
incorpora la percepción del espacio, los
sonidos y la luz, incluso las sensaciones
producidas por una mano que palpa los
materiales, en un todo armónico que quiere
preservar la individualidad.

Su idea de utilizar piezas industriales baratas,


útiles para producir muebles diversos, desde
mesas hasta sillas o taburetes, hizo posible su
aplicación a la construcción y la aparición de
modelos de casas prefabricadas que
Era un hombre sencillo, a quien le gustaba la resolvieron muchas necesidades tras la
tradición, un arquitecto apasionado por la destrucción de la guerra, en un trabajo
Antigüedad clásica y el Renacimiento donde se daban la mano el diseño y el
italiano, aunque esa inclinación no le llevó a humanismo.
conjugar los estilos históricos. Individualista,
partidario de la solidaridad, la figura de
Kropotkin fue muy importante para él, sobre
todo en su juventud, durante su formación.
Creía en la justicia social, en la razón, y
juzgaba que su función como arquitecto no
era la construcción de obras que exaltasen su
propia figura, sino una forma de participar en
el cambio social, siempre con el objetivo de
dignificar la vida de los ciudadanos;
inclinaciones humanistas que le llevaban a
pensar que la riqueza debía ser distribuida,
como si postulase una sociedad sin clases
El propio Aalto teorizó sobre su método de
proyecto en el artículo La trucha y el río
(1947); en él escribió que primero analizaba
todos los requisitos del proyecto y entonces,
los dejaba de lado para abocetar ideas con
trazos sencillos, hasta encontrar aquel dibujo
que solucionase todos los condicionantes de
Aalto se empapó de la arquitectura moderna partida de manera satisfactoria.
e internacionalizadora pero, al igual que otros
arquitectos de la segunda generación, buscó Para Aalto la experimentación de las ideas
la manera de agregar las variables de cada no concluía hasta que el proyecto estaba
territorio y cultura construido, poniéndose de relieve sus aciertos
y defectos; los proyectos, al no considerarse
Pensaba en las relaciones de las piezas por sí terminados sobre el papel, sufrían
mismas y en aras de un todo que atendía a modificaciones durante las puestas en obra
cultura, sociedad y emplazamiento,
extendiendo el razonamiento a los propios
materiales. Esto partía en Aalto, según se
desprende de sus escritos, de la
preocupación por la humanización de la
arquitectura, en la que esta se entiende
como propuesta cultural que responda a una
sociedad concreta y no solo como algo
funcional y técnico; la manera de conseguirlo
era proyectando espacios que fueran
simultáneamente funcionales y ergonómicos
lo que terminó desembocando en la
adopción de una arquitectura orgánica.
Por otro lado, para Aalto la pintura y la
arquitectura se habían influenciado
mutuamente, así como pensaba que las artes
compartían orígenes y procesos. En este
sentido, se vio influido por los pintores Paul
Cézanne y Fernand Léger, de quien fue
amigo. su teoría que sustentaba el hecho de
que las artes estaban ligadas una con otra
como manifestaciones del espíritu humano en
materialidad eran fundamentales en su vida
como arquitecto. El creía en la inspiración
que producían otras artes; Él dibujó, pintó y
esculpió durante toda su vida.

El decía: "Las pinturas y las esculturas son una


parte de mi método de trabajo, por el cual
yo no estoy dispuesto a verlos por separado
de mi arquitectura, como si ellos pudieran
expresar algo más allá de esto. Son para mí
ramas del mismo árbol del cual el tronco es
Arquitectura".

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