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Los mendigos volátiles

Los viajes oh sí, la maravilla de los paisajes y los tesoros históricos y la embriaguez de lo distinto,
pero, qué hay de la volatilidad de los mendigos que viven justo debajo de mi departamento? Les
digo mendigos porque yo los conocí así, volviendo de la oficina luego de una jornada extenuante
(a los mendigos siempre se los encuentra a la vuelta de la jornada, la disolución del día contribuye
a su aparición). Hay algo como un zócalo desproporcionado en la esquina de mi departamento,
ideal para que los mendigos monten su escena: allí el espacio los requiere, con el deseo de una
plazoleta, un proscenio. Son tres: Marcos, Martín y Daniel. Nuestros mendigos eran volátiles como
pompas de jabón. Una patria grande de mendigos latinoamericanos, de los intoxicados de todo el
sur del río bravo: nos tomamos toda Colombia, nos fumamos todo paraguay, y nos chupamos todo
Venezuela. Viva la patria grande! Esa patria grande de los instoxicados que venía a decirnos que
nuestro destino latinoamericano no se resolvía en un Xeygey, sino en alta comunión etílica, las
aguas ardientes de la América Latina unida. Todos se subían a esa locura alucinatoria: obreros,
campesinos, latifundistas, héroes y torturadores, burgueses y comunistas, todos eran uno con el
alcohol, la madre de todas las batallas.

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