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Ps. Nubia Pesántez H.

Mgs
Correo: nubeec@hotmail.es
0996822939
LOS ÓRDENES DEL AMOR ENTRE PADRES E HIJOS

Lo primero que los padres dan a los hijos es la vida. Con este acto de tan profunda realización
le dan todo lo que tienen. No pueden ni agregar ni restar nada. En esta consumación del amor
el padre y la madre lo dan todo. Que el hijo tome la vida tal como los padres se la dan sin omitir
ni querer eliminar nada es un orden del amor.

El hijo es sus padres y si asiente a sus padres tal cual como son asiente a la vida que viene de
lejos y a través de ellos. Este tomar le permite sintonizar con la vida y llevar adelante su
desarrollo con todas sus potencialidades traspasando a sus propios hijos luego lo que tomo.
En cambio quien dice tal cual como son mis padres no los quiero, sustituye el tomar por el
exigir y el reproche, el resultado es que los hijos se sienten vacíos e inactivos y no pueden
estar en paz consigo mismo. El tomar al padre y a la madre es un proceso curativo. Cuando
uno de los padres queda excluido el hijo sólo está a medias, nota la falta y es la base de la
depresión.

Los hijos que piensan que tomando a sus padres en su totalidad asimilarían lo negativo de
ellos pierden sin embargo lo bueno de ellos y no pueden encontrar su propia identidad
quedando unidos en el reproche infantil. Del miedo a hacerse como los padres resulta que el
hijo está constantemente mirándolos. El desprenderse de los padres y crear lo propio requiere
del finalizar con el reclamo del "me han dado demasiado poco, o aun me deben o lo que me
dieron y en la forma que me lo dieron ha sido equivocado". De esta manera los hijos quedan
íntimamente ligados a los padres pero de un modo patológico. Ni el hijo tiene a los padres, ni
los padres tienen al hijo. Tiene a los padres delante de sí y el hijo no puede avanzar. En
cambio, si los toma los tiene detrás toma su fuerza y puede avanzar y emprender su camino.
La despedida se logra en cuanto tomo todo lo que me dieron y reconozco a mis padres con sus
posibilidades y sus límites.

Los padres son grandes; los hijos, pequeños


Los órdenes del amor entre padres e hijos se presentan de la siguiente manera: el primer orden
es tomar la vida que los padres han dado a los hijos; segundo, lo que los padres han dado es lo
correcto; tercero, los padres cargan con sus propias culpas y responsabilidades, así como con
sus propios méritos; y cuarto, los padres son grandes y los hijos, pequeños.

1. El orden del amor se inicia con la vida misma, con tomar la vida. Los padres son quienes dan
la vida a sus hijos, además del alimento, la protección, la educación. Para el hijo, lo adecuado
es que lo tome todo, tal como le es dado. Cuando el hijo lo toma de buena gana, por regla
general es suficiente. También hay excepciones, todos las conocemos, pero por regla general
es suficiente.

En este contexto, el orden implica que el hijo les diga a los padres: "He recibido mucho. Sé que
es muchísimo y es suficiente. Lo tomo con amor."
Así, el hijo se siente lleno y rico. Además, añade: "El resto lo hago yo mismo". Después, el hijo
aún puede decirle a los padres: "Y ahora los dejo en paz."

El efecto de estas frases llega muy hondo, ya que ahora el hijo tiene a sus padres, y los padres
tienen a su hijo, al mismo tiempo. Ambas partes están separadas y libres.

Los padres han concluido su obra y el hijo es libre de vivir su vida, con respeto ante los padres
y sin dependencia.

2. Lo que los padres han dado es lo correcto, esto significa que un hijo nunca puede decirle a
sus padres: "Lo que me dieron, primero, fue lo equivocado y, segundo, demasiado poco. Aún
me deben un montón".

Aquí encontramos que el alma de este hijo sufre, ya que no acepta lo que ha recibido de sus
padres. Al no aceptar lo que ha recibido de sus padres, tampoco acepta a sus padres y, por
ende, tampoco se acepta él o ella misma. Así, este hijo no puede desligarse de sus padres. El
reproche y la exigencia le ata a sus padres, pero de manera negativa. Se siente vacío,
pequeño y débil.

Dirección: Ciudadela Kennedy Edificio Casanova, Avda. del periodista # 518 y Plaza Dañin
Ps. Nubia Pesántez H. Mgs
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3. El tercer lugar de los órdenes del amor entre padres e hijos comprende que se respete
aquello que personalmente les pertenece a los padres y lo que ellos saben que tienen que
hacer solos.

Los hijos no pueden reclamar los laureles de sus padres, ellos mismos tienen que labrarse su
vida y ganar sus propios méritos. No corresponde a los padres crear un falso talento sobre sus
hijos.

Por ejemplo, que el padre o la madre sean muy importantes en las ciencias o en las artes y
ellos impongan sobre sus hijos sus propios méritos. A los hijos mismos, les corresponde
trabajar por descubrir sus dotes.

Algo similar se aplica a la riqueza material de los padres, por ejemplo, a la herencia. El hijo no
tiene ningún derecho a reclamarla; si recibe algo, se trata de un mero regalo.

Sucede, igualmente, con la culpa personal de los padres. También ésta les pertenece a ellos
solos. A veces, un hijo se arroga el derecho de cargar con esta culpa, por amor y para llevarla
en lugar de los padres.

También esto contradice el orden. De esta manera, el hijo se arroga algo que no le
corresponde. Por ejemplo, cuando los hijos pretenden expiar algo en lugar de los padres, se
elevan por encima de éstos. Entonces, los padres son tratados como hijos y los hijos tienen
que cuidarlos como si ellos fueran los padres.

4. Y, por último, el cuarto elemento que forma parte de los órdenes del amor entre hijos y
padres: los padres son grandes y los hijos pequeños.
Por tanto, corresponde que los hijos tomen y que los padres den. Con nuestros padres nunca
podemos compensar lo que recibimos; ellos siempre dan muchísimo más de lo que nosotros
podamos devolver.

Algunos hijos esquivan la presión de compensar, esquivan la obligación o la culpa que sienten
por recibir, sin tener la obligación de dar a cambio algo. En un caso así, dicen: "Prefiero no
tomar nada, así tampoco siento ninguna obligación ni culpa". El orden sería que dijeran: "Lo
tomo todo, con amor".

Ésta es una manera de tomar que al mismo tiempo compensa, porque los padres se sienten
valorados a través de este tomar con amor.

En el fondo, la compensación entre dar y tomar en la familia consiste en pasar lo recibido a


otros. Cuando el hijo dice: "Lo tomo todo y, cuando sea mayor, lo pasaré a otros", los padres se
sienten felices.

Así, pues, el hijo, al dar, no mira hacia atrás sino hacia delante. Al fin y al cabo, los padres
hicieron lo mismo: tomaron de sus padres para pasarlo a sus propios hijos. Precisamente por
haber tomado tanto, sienten la presión de pasar mucho a otros y pueden hacerlo. Como vemos
hasta aquí, el orden para cada persona es que tiene un padre una madre y que muchos tienen,
además, hermanos menores o mayores o se es el hijo único; esta es la familia y debo
responder a las exigencias que ella me hace a mí.

Más adelante veremos cómo esto se regula por medio de la conciencia familiar. Pero
discutamos una situación actual: hoy en día, muchas veces las mujeres se comportan como si
pudieran tener hijos sin un hombre o sin un padre. O los hijos se comportan como si pudieran
tener su vida sin sus padres. Esto es totalmente desproporcionado.

Cuando esta realidad tan sencilla puede ser reconocida, el hecho de que yo tengo padres y
que son los únicos verdaderos; que si ellos fueran distintos, yo también lo sería, y que yo no
puedo estar en consonancia conmigo mismo si rechazo a mis padres, porque rechazándolos a
ellos me rechazo a mí mismo. Cuando reconozco estas cosas tan sencillas, entonces se ha
ganado el derecho de estar en la vida y entre los vivos.

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Gracias a este antecedente podemos ahora decir cuál es la razón de ser de la terapia familiar
sistémica en su presentación de constelación familiar.

Con ella se descubre el foco de enganche o entrampamiento en que se encuentra una persona
en el ámbito de la familia extensa; es decir, la persona en cuestión repite, porque se encuentra
identificada (Laplanche, 1987), con un miembro anterior de la familia que fue expulsado,
olvidado o no tenido en cuenta.

Es decir, se pasó por alto alguno de los órdenes del amor. Al dar con ese foco de "enredo",
como lo llama Hellinger, o nudo sistémico, es decir, donde se ha producido una alteración en
las leyes de pertenencia, equilibrio y orden, se adelantan los cambios en la estructura familiar
para así llegar a la imagen solución.

Este proceso se lleva a cabo de una manera silenciosa y sin intención.

Para "Lograr el Amor en la Pareja" es importante recuperar el respeto entre el hombre y la


mujer. Respetar significa asentir a ello tal y como es, a su destino y a su familia. Respetamos a
nuestra pareja cuando somos capaces de decirle: “Te quiero y te respeto a ti y a tu familia, tus
valores, tu pasado y tu destino. En ti quiero y respeto a tu padre y madre. Quiero y respeto lo
que te guía y lo que me guía. Tal y como eres, eres perfecto para mi”. Querer re-educar o
cambiar a nuestra pareja como si se tratara de un niño/a, es no respetarle tal y como es.
Cuando se rechaza a uno o ambos padres de la pareja, también se está rechazando a la
pareja.

En la relación entre el hombre y la mujer, ambos dan lo que tienen y toman lo que les falta,
pero quien no toma a sus padres, no podrá pasar mucho a su pareja ya que permanece
estancado en sí mismo, sigue siendo como un niño y no puede desarrollarse como adulto.

Ganamos libertad en la pareja cuando no hacemos depender nuestra felicidad de ella, sino
que tomamos las riendas de nuestra vida como personas adultas. Cuanto más alto sea el
grado de obcecación en el enamoramiento, tanto más se aleja la persona de la realidad y no ve
su potencial como pareja sino como la madre perfecta que siempre deseó tener. Es importante
estar abierto a una relación de igual a igual.

También es importante ocupar el lugar que nos corresponde, con respecto a nuestro
sistema familiar, ya que el amor sólo llena lo que el orden abarca. Por ejemplo, los "hijos
parentales", es decir, que hacen de padre o madre de sus propios padres, no ocupan el lugar
de hijos que les corresponde y se castigarán fracasando en el amor o escogiendo a parejas
que no han tomado a sus padres y estarán como "niños" y no están disponibles para una
relación de pareja de igual a igual. Cuando ocupamos nuestro lugar, nos sentimos ubicados,
con buen nivel energético, en paz, con confianza y preparados para entregarnos a nuestra
pareja desde el respeto.

En la relación de pareja se reproduce la relación con la madre. Por eso, quien logra tomar y
respetar a la madre, se encuentra consigo mismo, sintiéndose merecedor del amor de otras
personas.

Cuando un miembro de la pareja es mucho más joven que el otro, en la mayoría de los
casos, la relación fracasa. ¡Una relación de pareja existe entre personas de la misma
generación!

Además, es necesario, reconocer y dar un lugar a todas las parejas que han pasado por
nuestra vida, si no es así uno no está disponible emocionalmente para "lo nuevo". Una buena
separación se logra cuando los compañeros mutuamente se dicen: “Te quise mucho. Todo lo

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que te di, lo di con ganas. Gracias por lo que me diste. Por aquello que entre nosotros fue mal,
yo asumo mi parte de responsabilidad y dejo la tuya contigo. Te llevo siempre en mi corazón.
Estás libre y estoy libre”. Tomando con amor aquello que nos aportaron las parejas que
tuvimos en el pasado, podemos aportar el aprendizaje a la siguiente relación. Si no es así,
existirá dificultad para unirse, de nuevo, a otra relación. Es decir, la despedida se logra, cuando
tomo todo lo que una persona me da con gratitud.

Toda persona que haya estado en una relación de pareja seria, no puede evitar el dolor, ni
el sentimiento de culpa en el momento de abandonarla. Una separación se logra a través del
dolor. Sólo así, puede separarse con la conciencia tranquila. El dolor también encierra mucha
fuerza. Un mecanismo muy común para escapar del dolor, es buscar un culpable o auto-
compadecerse, en este caso no se ve al otro, sólo a si mismo. La auto-compasión es
narcisista. Si uno de los miembros de la pareja se cierra y permanece en su dolor, le hace más
difícil al primero emprender su nuevo camino.

También, es importante tener en cuenta que los conflictos son necesarios para el
crecimiento de la pareja y el desarrollo de una escala de valores común.

El amor se logra cuando ambos se han despedido de sus familias de origen, con amor.
Donde, por el contrario, aún llevan destinos de las familias de origen que no son suyos, estas
dinámicas se introducen en la relación e interfieren en la pareja.

El crecimiento de un miembro de la pareja, pone en peligro la relación. Por eso conviene


que evolucionen y crezcan a la vez. Aun así, ¡cada miembro de la pareja tiene primero que ser
fiel a su propio destino y luego al de la pareja!.

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