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EL DRAGÓN CON CORAZÓN DE JADE

̶ Fernando A. García, enero de 2019

El venerable maestro Xiao Long Pao escuchó pacientemente a su joven


discípulo, el monje Kong Fu Sao. Una vez más, este lo había importunado por
un largo rato con sus absurdos temores y confusos razonamientos acerca de la
muerte. Bastó un mudra del maestro para que, ante ese sutil gesto de la mano,
el monje entendiera que debía llamarse a silencio.
El sonido de un gong lejano hizo vibrar la calma de la noche. Inmutable, el
anciano maestro posó su taza de porcelana sobre la mesita laqueada, encendió
una nueva candela, y se dirigió a él hablando en un impecable mandarín. Así le
dijo:
En su milenario proceso evolutivo, la vida fue manifestando nuevos seres
y, en particular, fue habilitando nuevos niveles de conciencia en el ser humano.
Tal proceso nunca se detuvo, y aún hoy sigue su marcha creciente.
Cuando cada mañana emerges del sueño, joven monje, toda su tragedia y
su encanto van quedando atrás. Poco antes de despertar, ese “mundo” onírico
era tu “realidad”, el “mundo” en el que tu “yo” onírico vivía y creía.
Algo te sacó del sueño, algo que no pudiste controlar ni impedir. No te
angustiaste ni desesperaste porque estabas por despertar: simplemente te
sucedió. Y así moriste para el “mundo” del sueño y con ello murieron sus seres
y tu identidad en él.
Como sucede cada vez que duermes, tampoco temiste que dejaras de
soñar o que tu “yo” onírico se ausentara.
Algo más tarde, cuando tu “mundo” y tu “yo” ya son los del semisueño,
sucede algo similar. Además, dejas de otorgarle realidad a tu estado anterior.
Y así llegas a la vigilia, en la que trascurres unos dos tercios de tu ciclo
vital. En ella la conciencia adquiere nuevas capacidades. Así sabes que tu
“realidad”, y lo que piensas, sientes y haces en ella, varía según tus niveles de
conciencia. También tu “yo” varía según ellos e incluso desaparece. Pero he aquí
que de nuevo te ilusionas, ahora con el “mundo” de la vigilia y el “yo” que le
corresponde.
Sin embargo, ocasionalmente viviste experiencias extraordinarias que te
dejaron la evidencia “que lo visto normalmente se parece al sueño o se parece
al semisueño.” Quizá incluso entreviste que “un lejano sentido precede a tu vida
y, por cierto, la sucede”. Experimentaste fugazmente otro “mundo” y otra manera
de existir, por cierto, superiores.
En estos casos, al ascender tu conciencia, no temiste ni te lamentaste por
la “pérdida” de tu vigilia ordinaria. Atrás quedaron sin nostalgia tanto tu identidad
vigílica como su “mundo” de sufrimiento ilusorio.
¡No te distraigas, joven e imberbe Kong Fu Sao, que ahora viene lo mejor!
Tu ilusión de identidad no existía antes de nacer, sino que fue surgiendo
más tarde, a medida que se desarrolló tu sistema nervioso. Obviamente, tu

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identidad ilusoria se configuró gracias a la conciencia que la precedía y esta, a
su vez, surgió gracias al cuerpo. Por otra parte, “¿qué cosa es tu cuerpo sino el
tiempo mismo?”
Por consiguiente, medita bien mis palabras. ¿Qué dirías si la muerte no
representara sino una modificación del estado provisorio de tu existencia, es
decir, un nuevo pasaje a otro mundo y a otra forma de existencia?
¿Qué dirías entonces si tu cuerpo, tu “mundo” y tu identidad ilusorios ̶ a los
que ahora tanto te aferras con temor ̶ ya no fueran necesarios en esa futura
forma de existencia?
¿Qué dirías si esa nueva forma de existencia representara el fin de tus
temores a la soledad, a la enfermedad, a la desposesión, y de tantos otros
sufrimientos que ahora te acosan?
Más explícitamente aun: ¿qué dirías si tu actual condición de ser humano
fuera simplemente un estadio evolutivo?
¿Qué dirías si lo inmortal estuviera soñándote (o soñándose) como mortal?
¿Qué dirías si esto no fuera sólo tu caso, sino también el de todos tus seres
queridos o, mejor aun, el de toda la humanidad? Porque quizá la identidad
individual podría ser también la ilusión transitoria de un todo indiviso.
Querido discípulo Kong Fu Sao, no puedes negar esta hermosa posibilidad,
así como no lo has hecho hasta ahora con tus cotidianas y distintas formas de
existencia.
Por cierto, aún no lo sabes con certeza de experiencia. Lo sabrás al morir
para este mundo… o bien antes, gracias a tu diligente trabajo de experiencia y
meditación. Quizá por ello los antiguos sabios afirmaron: “Quien muere antes de
morir, no morirá jamás”. Hasta tanto eso suceda, te dejo tres preguntas para que
reflexiones. La primera: ¿Acaso no sería mejor que vivieras de acuerdo con esta
posibilidad, en vez del sinsentido de creer que todo termina con la muerte? La
segunda: ¿Cuál es tu peor temor, perder tu actual “yo” o dejar de existir? Y la
tercera: Pregúntate por quien medita; o sea, ¿quién eres en realidad?
Con estas palabras finales, el maestro Xiao Long Pao esbozó una sonrisa
ambigua, cerró sus ojos y se sumió en una aparente profunda meditación. El
absorto Kong Fu Sao, al ser alertado por el búho que la noche estaba avanzada,
salió de su estado con un sobresalto. Hizo rápidamente las tres reverencias de
respeto y, alzándose, abandonó el lugar de prisa.
Así fue que, cuando en la taza de porcelana el té se evaporó y la candela
se extinguió, el dragón con corazón de jade retomó su eterno vuelo.

Fernando A. García (fernando120750@gmail.com), enero de 2019.

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