Está en la página 1de 77

1

Argumento

LEVET
SAGA GUARDIANES DE LA ETERNIDAD 09.5
ALEXANDRA IVY

Las Gárgolas no admiran la diferencia... y Levet es innegablemente


diferente. De estatura minúscula, con una apariencia más bien bestial, y con
frágiles y delicadas alas, incluso su familia lo ha rechazado, desterrándolo de
su amada París.
El hecho de que es la única gárgola que ayudó a derrotar al Señor
Oscuro y a sus hordas de esbirros no causa ninguna impresión. Pero ahora
Levet ha vuelto a casa, decidido a ser restituido en el Gremio Oficial de las
Gárgolas. Para ello, tiene que enfrentarse a la gárgola más temida en toda
Europa. La que trató de matarlo cuando era un niño: su propia madre...
Con pocos aliados, la supervivencia de Levet puede depender de la ayuda
de dos extraños: Valla, una hermosa pero dañada ninfa, y Elijah, el jefe de clan
vampiro enamorado y ferozmente posesivo a quien ella no puede entregarse
completamente... a menos que Levet tenga algo que ver con eso...

2
Agradecimientos

Agradecemos a cada una de las que participaron y dieron vida a este


proyecto; Moderadoras, traductoras, correctoras y diseñadora, gracias por este
excelente trabajo. Sobre todo gracias a todas nuestras lectoras.
Moderadoras
Alhana

Traductoras
Alhana; Arhiel, Apolimy; Fangtasy.

Correctoras
Alhana y Nyx.

Lectura Final
Alhana y Arhiel.

Diseño

Esta traducción fue hecha por fans para fans, sin ningún fin de Lucro.
No te olvides de comprar a nuestros autores favoritos, si esta dentro de tus posibilidades
económicas. Y publicados en tu idioma. Sin ellos no podríamos disfrutar de todas estas maravillosas
historias.

3
Índice

Argumento .............................................................. 2
Agradecimientos ..................................................... 3
Capítulo 1 ............................................................... 5
Capítulo 2 ............................................................. 14
Capítulo 3 ............................................................. 18
Capítulo 4 ............................................................. 22
Capítulo 5 ............................................................. 35
Capítulo 6 ............................................................. 47
Continua con… ..................................................... 61
Prólogo ................................................................. 62
Capítulo Uno ........................................................ 63

4
Capítulo 1

Traducido Por Arhiel y Alhana


Corregido por Nyx

Medianoche en París
Caminando por las sombras oscuras debajo de la Torre Eiffel, Levet evitó a los
turistas humanos que paseaban a lo largo de la acera para admirar el ambiente de
carnaval que se extendía por las calles a pesar de lo tardío de la hora.
Algo dentro de él parecía florecer mientras saboreaba las imágenes y sonidos que
le habían sido negados durante tanto tiempo.
Amaba, París.
Era su ciudad de nacimiento.
La ciudad donde por primera vez extendido sus alas y se elevó hacia el cielo
nocturno. La ciudad donde por primera vez perdió su corazón por una imp... que lo
había atraído más allá de las pocas casitas de campo que eran todas las que componían
la naciente ciudad y le enseño cómo complacer a una mujer.
Y la ciudad donde residían sus mayores enemigos.
Los enemigos que también resultaron ser su familia.
Su sensación de regreso al hogar se desvaneció como una burbuja que había sido
reventada.
Ser diferente no era admirado entre las gárgolas. Y, cuando se había determinado
que nunca iba a crecer más allá de su minúscula estatura de noventa centímetros y que
sus alas iban a seguir siendo tan delicadas como las de un hada de roció, brillantes con
matices azules, dorados y carmesí, él fue arrojado fuera como un pedazo de basura.
No. Arrugó su feo rostro gris en una mueca, su larga cola se retorció con los
recuerdos inoportunos.
Había sido más que arrojado fuera. Él había sido desterrado. Rechazado por su
propio pueblo.

5
Con un esfuerzo, aplastó los recuerdos dolorosos y recordó que él ya no era un
asustado enfant.
Lejos de ello.
Hace solo unas semanas se había enfrentado al más malo de los malos.
Él, Levet la Gárgola, héroe de todas las épocas, había derrotado al Señor Oscuro y
sus hordas de esbirros.
Señal para el aumento de la música.
Está bien, quizá allí había habido algunos vampiros y Weres que ayudaron a
destruir al bastardo. Y Abby había estado allí, la actual Diosa de la Luz. Ah, y un
Sylvermyst o dos. Y algunos curs…
Pero él había sido el que había dado el golpe mortal.
Justo antes de que el Señor Oscuro lo hubiera ensartado con un rayo que habría
quemado directamente a través de su pecho y corazón. Si no hubiera sido por la rápida
acción de Yannah, incluso ahora no sería nada más que pan tostado.
Pan tostado extra crujiente.
Él dejó escapar un suspiro pesaroso, no exactamente tan agradecido como debería
de estar.
La bonita, frívola y letalmente peligrosa demonio era suficiente para hacer girar la
cabeza de cualquier pobre hombre.
Durante semanas ella lo había llevado en un alegre baile, apareciendo y luego
desapareciendo. Besándolo un minuto y aporreándolo en la barbilla al siguiente.
Había sido... exasperante. Pero también emocionante.
¿Qué macho no amaba la danse de l'amour?
Pero después de que ella lo había rescatado de la bodega del almacén donde él
había detenido el inminente apocalipsis, lo había llevado a su pequeño hogar acogedor.
En el infierno.
Literalmente.
Fuego. Azufre. Ghouls.
Y un Genio purasangre como vecino de al lado.
No era el lugar más cómodo para una gárgola que nunca era tan feliz como
cuando se elevaba por un cielo estrellado.
Y luego estaba Yannah.
La hembra lo puso acelerado.

6
¿O era chiflado?
Lo Que Sea.
Había pasado de una encantadora y esquiva bromista a una mujer que estaba
decidida a asfixiarlo con sus quejas y preocupaciones. Sacrebleu. Sus heridas habían
cicatrizado completamente. Bueno, a menos que contara el trozo de piel carbonizada en
el centro de su pecho. Estaba molesto por ser mimado como si fuera un bebé indefenso.
Finalmente había tenido suficiente.
Necesitaba espacio para respirar.
Y más que eso, tenía un par de fantasmas que poner a descansar.
Hablando de fantasmas…
Deteniéndose un poco más allá de la Torre Eiffel, Levet murmuró una maldición al
captar el olor de granito mohoso. Sabía que no tomaría mucho tiempo para que los
susurros de su llegada alcanzaran los oídos de sus hermanos.
Nadie chismeaba peor que un puñado de gárgolas.
Aun así, él esperaba que al menos pudiera llegar a la guarida de su madre antes de
ser atacado.
Aterrizando con la fuerza suficiente para enviar pequeños terremotos a través de
la calle, dos gárgolas (una masculina y otra femenina) extendieron un hechizo de ilusión
para ocultarlos de los mortales que pasaban.
Levet hizo una mueca. Los dos eran todo lo que Levet no era.
Elevándose más allá del metro ochenta con alas curtidas que ellos mantenían cerca
de sus cuerpos masivos, eran criaturas que causarían pesadillas incluso entre el mundo
de los demonios.
Su piel era de color gris con textura de piel de elefante y absorbían la luz de la
luna. Habían atrofiado el crecimiento de sus cuernos que podría aplastar a través del
acero y largos colmillos que podrían perforar cualquier armadura. Pero eran, sus
características brutales lo que reflejaban realmente su naturaleza salvaje.
Fría, despiadada, implacable saña.
—Bueno, bueno, —la hembra arrastro las palabras, sus ojos grises sostenían una
cruel diversión que envió un escalofrío por la espina dorsal de Levet. —Si no es mi
hermano pródigo.
A primera vista, sería imposible de adivinar que las tres gárgolas estaban
relacionadas. Claudine era su hermana mayor, mientras que Ian era un primo hermano.

7
Por supuesto, no sólo en apariencia eran diferentes, Levet se consoló. Sus parientes
eran templados monstruos, repugnantes que aterrorizaban demonios menores con
regocijo rencoroso.
Ah, y su sentido del humor era inexistente. Lo que significaba que Levet no pudo
resistirse a pellizcar sus feos hocicos.
—Pedro. Vilma, —murmuró. — ¿Dónde está Dino?
Al venir del extremo menos profundo de la reserva genética, el demonio
masculino frunció el ceño presa de la confusión.
—Non. Te equivocas. Mi nombre es Ian, no Pedro.
—Él sabe su nombre, imbecile, —Claudine silbó, golpeando a su compañero en la
parte posterior de la cabeza. —Como de costumbre, cree que es divertido. —Ella se
volvió para fulminar a Levet con la mirada. —¿Qué estás haciendo en París?
—Escuché que Marcel Marceau está reviviendo su acto de mimo. —Levet destelló
una sonrisa inocente. —No quería perderme la noche de apertura.
Ian parpadeó. —¿Pero, él no está muerto?
—Cállate. —Claudine le dio otro sopapo a Ian, su mirada fija nunca vacilo de
Levet. —Sabes que no se te permite estar en la ciudad. El Gremio te echó y Madre te
rechaza.
—Ah, querida Maman, ¿cómo está el viejo murciélago repugnante? —Levet
arrastró las palabras, cruzando los brazos sobre el pecho. Si iba a ser aplastado como un
insecto, él no iba a darle a Claudine la satisfacción de ver su miedo. —¿Todavía come
niños para el desayuno?
—Ella en realidad ha estado plagada de aburrimiento desde que condeno a su
último amante a muerte. —La sonrisa de Claudine era una amenaza fría. —Quizás el
ver que su deforme hijo está siendo utilizado para prácticas de tiro reforzará su ánimo.
Levet no dudaba que lo haría. Su madre tenía un amor peculiar por la violencia.
—O tal vez podría cortarte en pequeños pedazos y propagarte alrededor de
ciudad, chère soeur1. Entonces Maman podría pasar el próximo siglo tratando de unirte
de nuevo.
—Una boca tan grande para una criatura tan diminuta, —Claudine gruñó,
señalando con una garra en su dirección.
—Es hora de que alguien te enseñé una lección de modales.
—Ah. —Levet pestañeó. —Si sólo tuviera un euro por cada vez que he oído la
amenaza.

1 Querida hermana.

8
La gárgola femenina gruñó como si fuera un rabioso Were. Nada, atractivo para
una gárgola.
¿Y ella se preguntaba por qué no podía encontrar un compañero?
—Ian, atrápalo.
Levet levantó las manos cuando Ian dio un pesado paso hacia adelante.
—Quédate atrás.
Ian frunció el ceño. —¿O qué?
—O te convertiré en un tritón.
La gárgola masculina se tambaleó cuando se detuvo.
—Ian, ¿me escuchaste? —Claudine espetó.
—Pero
—¿Qué?
—No quiero ser convertido en un tritón. —Él usó una garra para rasguñar entre
sus cuernos. —Espera... ¿qué es un tritón?
—Mon dieu. Estoy rodeada de idiotas, —murmuró Claudine. —No puede
convertirte en un tritón, tonto, pero yo puedo cortarte la cabeza y montarla en Notre
Dame.
—No hay necesidad de ser grosera, —murmuró Ian.
—Oui, no hay necesidad de ser grosera, Claudine, —Levet se burló.
—Ian, detenlo y córtale la lengua.
Ian dio a regañadientes otro paso hacia adelante sólo para detenerse de nuevo
cuando una flecha en llamas voló directamente entre sus cuernos.
—¿Qué fue eso?—La gárgola masculina exigió, echando un rápido vistazo hacia
abajo a su enorme cuerpo como si estuviera asustado de haber sido transformado en el
misterioso tritón.
Levet no tenía ni idea, pero él nunca era lento para tomar ventaja de una situación.
Era la única manera de que un demonio de noventa centímetros sobreviviera en un
mundo en el que "sólo el bueno muere joven."
—¿No pensarías que iba a venir a París solo? —advirtió. —Tengo docenas de
aliados esperando para correr a mi rescate.
—Agárralo, —Claudine Exigió, agachándose abruptamente cuando una flecha
amenazado con ensartarse en su grueso cráneo. —Merde.
—Atrápalo tú. —Ian se lanzó en el aire. —Me voy a casa.

9
Con una maldición susurrada, Claudine rápidamente siguió a su primo. Eran dos
matones, y como todos los matones tenían una gran veta de cobardía.
—No escaparas sin castigo, Levet, —gritó ella por encima de su hombro, con las
alas membranosas apenas visible en el cielo nocturno. —Eso te lo juro.
Quitando de un tirón su atención de su despegue, Levet escaneo los arbustos
cercanos.
—¿Quién está ahí?
Hubo un susurro de hojas antes de que una esbelta mujer de cabellos dorados
apareciera a la vista.
Levet dio un silbido bajo de apreciación.
Sacrebleu. Todas las ninfas eran hermosas, ésta era tan guapa como para caer
muerto.
Bendecida con una cortina sedosa de cabello dorado, tenía amplios ojos azules
enmarcados por gruesas pestañas negras, situados en el óvalo perfecto de su rostro. Sus
exuberantes y deliciosas curvas eran reveladas con deleite por sus jeans ajustados y el
top de realce que le dio más que una indirecta de sus pechos llenos.
—Soy Valla, —dijo, sosteniendo el arco a su lado, las flechas restantes atadas a su
espalda con una correa.
—Ah. —Levet realiza una profunda reverencia. —Estoy profundamente
agradecido por tu oportuna distracción, ma belle.
Sus labios se torcieron cuando ella giró la cabeza para revelar el lado de su rostro
que había estado oculto por el juego de sombras. Levet dio un suave siseo ante la visión
de su piel que había sido salvajemente desfigurada por gruesas, cicatrices deformantes.
El tipo de cicatrices que venían de una quemadura profunda. O de un hechizo
mágico.
—No belle, —lo corrigió en voz plana. —Cómo puedes ver me he convertido en la
bestia, no en la bella.
—No digas eso, —protestó, su sensible corazón se apretó con compasión.
—¿Por qué no? Es bastante cierto. —Mirando hacia el cielo, ella comenzó a
caminar hacia Parc du Champ de Mars2. —Salgamos de aquí antes de que tus amigos
decidan regresar.
Con un enérgico contoneo, Levet se reunió con la ninfa en retirada.

2 El parque del Campo de Marte (Champ-de-Mars, en francés) es un vasto jardín público situado
en el séptimo distrito, entre la Torre Eiffel, al noroeste y la Escuela militar al sureste. Su nombre procede
del Campo de Marte situado en Roma (dedicado éste al dios romano de la guerra).

10
—Soy de la opinión que la belleza es en verdad superficial y que lo que está debajo
de la superficie es lo importante, —le informó.
Ella le lanzó una sonrisa irónica. —Sí, y el tamaño no importa, ¿verdad?
—Touché, —admitió con una sonrisa. Él, mejor que nadie, entendía el alto precio
de ser "diferente". —Suenas como una estadounidense.
Se trasladaron a los barrios de los alrededores, evitando varios hoteles y tiendas.
—Viví allí la mayoría de mi vida, —dijo. —Hasta que....
—¿Hasta qué?
—Fui capturada por esclavistas.
—Oh. —Levet se estremeció. Tenía su propio pasado trágico con los bastardos, sin
escrúpulos. —Odio a los esclavistas.
—Yeah. —La ninfa giró en una calle residencial, su perfil esbozado por las farolas.
—Yo misma no soy una aficionada de ellos.
—¿Dañaron tu cara? —Él pregunto.
—Estaba decidida a escapar. —Ella dio un encogimiento de su hombro. —Incluso
si eso quería decir que sería permanentemente dañada por forzar mi camino a través de
las barreras mágicas.
Levet fue golpeado por un recuerdo persistente.
Algo sobre una ninfa siendo mantenido por los esclavistas...
Ah... oui.
Él recordó.
—Valla. La ninfa, —sopló en triunfo, siguiendo a su compañera por un callejón
estrecho a un patio interior con una fuente de mármol rodeado de un hermoso jardín de
rosas. —Jaelyn ha estado buscándote por todas partes.
—¿La cazadora? —Ella miró por encima del hombro, sorprendida. —¿Por qué?
Jaelyn era una rara vampira que había sido entrenada como un cazador. Durante
una de sus misiones para descubrir quien tenía las pelotas para secuestrar vampiros,
ella había terminado encerrada en las celdas de un traficante de esclavos, junto con esta
ninfa. Ella nunca se había perdonado por dejar atrás la hermosa y joven mujer.
—Ha estado atormentándose sabiendo que ella te fallo en las celdas de los
esclavistas, —le dijo a Valla. —Necesitaba conocer tu destino.
—Oh. —Valla se detuvo en lo que parecía ser una pared de ladrillos. —Sabes,
jamás me resentí con ella por dejarme allí, pero yo la culpo por negarse a mi súplica de
matarme, —la ninfa admitió con honestidad contundente, dando un movimiento de su

11
mano delgada la ilusión se separó para que pudieran pasar por una puerta en un
pequeño apartamento, pero elegante.
—Yo, por mi parte, estoy muy contento de que ella ignoró tu suplica, —una voz
masculina murmuró mientras un vampiro alto y apuesto vestido con un traje Gucci y
zapatos italianos de cuero hechos a mano se levantó de un sillón orejero que se
encontraba cerca de la chimenea de mármol.
Excesivamente guapo, incluso para los estándares vampiros, el macho tenía el pelo
oscuro peinado hacia su rostro pálido y delgado y una frente amplia. Su nariz estaba
tallada con líneas audaces y arrogantes ojos oscuros brillaban con un poder asfixiante.
—Elijah, —Valla murmuró con evidente placer.
Moviéndose para estar a su lado, el vampiro estudió a Levet en obvia advertencia.
—¿Quién es este?
—Soy Levet. —Levet realizó una pequeña reverencia, extendiendo sus alas para
mostrar sus colores brillantes.
—A su servicio.
Al levantarse se encontró con la dura mirada del vampiro. —He oído hablar de ti,
—dijo Elijah, con acusación en la voz.
Levet parpadeó ante las palabras extrañas. —Pero, por supuesto, que ha oído
hablar de mí. ¿Quién no? —demandado. —Soy un guerrero de gran renombre.
El macho estrecho sus labios. —¿Qué estás haciendo en París?
Levet inclinó la barbilla, negándose a reconocer que había sido derrotado
completamente a los pocos minutos después de llegar a la ciudad. Era un revés
temporal.
—Estoy aquí en un viaje espiritual.
El vampiro arqueó una ceja oscura. —¿Entonces no te quedaras?
—Elijah. —Valla le dedicó una mueca a su compañero masculino antes de regresar
su atención a Levet. —No lo escuches. Él tiene la teoría delirante de que es dueño de las
calles de París.
El poder helado del vampiro fluyó a través de la habitación. Al igual que un
diluvio de agua que podría ahogar a los incautos.
—No es ninguna teoría, —dijo. No era arrogancia. Sólo la confianza absoluta de
que era el amo de su dominio. —Ellas me pertenecen.
—¿Es el jefe del clan? —Preguntó Levet, aunque sabía la respuesta.
—Lo soy.

12
—¿Qué pasó con Pierre? —Levet se refería al jefe del clan que había gobernado
París cuando había sido solo un joven.
Elijah mostró sus enormes colmillos. —Digamos que decidió retirarse.
—¿En serio? No sabía que los jefes de clan podían retirarse.
—No lo hiso voluntariamente.
La cola de Levet se crispó. —Mon dieu.
El vampiro dio un paso amenazador hacia adelante. —Precisamente.
—Deja de tratar de asustar a mi huésped, —Valla lo reprendió.
—Oui. —Levet inclino su barbilla. —Deja de tratar de asustar a su huésped.
Los fríos ojos oscuros se estrecharon. —Ten cuidado, pequeño demonio. Las
gárgolas no son tu mayor peligro en París.
Valla rodó los ojos. —Ven conmigo, Levet, haré un poco de té.

13
Capítulo 2

Traducido Por Alhana


Corregido por Nyx

Valla ocultó una sonrisa mientras conducía a la diminuta gárgola por el pasillo
hasta la cocina que recientemente había sido remodelada con muchos gabinetes blancos
y electrodomésticos de acero inoxidable.
Tanto como ella podía amar a Elijah, siempre era muy divertido empujar unos
cuantos agujeros en su enorme arrogancia y al mismo tiempo, restablecer los límites que
él continuamente trataba de romper.
Además, encontró que disfrutaba de la camaradería de Levet.
No se sentía amenazada por sus ligeros coqueteos. Una sensación rara y
maravillosa después de que ella había sido maltratada mientras estuvo en cautiverio en
poder de los traficantes de esclavos. De hecho, él era el único varón más allá de Elijah
que alguna vez había invitado a su casa.
—¿Este es tu apartamento? —Levet preguntó mientras se sentaba en la mesa del
comedor y la observó poner la tetera a hervir.
Ella sacó dos tazas del armario y agarró un plato de galletas.
—Elijah tiene la amabilidad de permitir que me quede aquí.
—No. —La rica voz masculina la acarició como el más fino satén. No importaba
desde hace cuántos años conocía a Elijah, su voz siempre la hacía temblar. Bien… a ella
y a todas las demás mujeres en París, reconoció irónicamente. —Elijah a regañadientes
permite que te quedes aquí, porque has rechazado todas las otras casas que te he
ofrecido, —continuó, mientras merodeaba a través del piso para meter suavemente un
rizo detrás su oído.
Esto era una lucha en curso.
Elijah insistía en que ella pertenecía a su guarida cerca de Champs-Élysées.
Valla se negaba a renunciar a su independencia. Ya era bastante malo que él
enfáticamente hubiera exigido que viviera en una de sus numerosas propiedades.
—No me aprovechare de tu generosidad.

14
Su mano acarició su mejilla, su fija mirada ardiendo con una frustración que
llenaba el aire con una penetrante frialdad.
—Valla.
El toque de sus magros dedos contra su rostro envió un hambriento dolor
largamente suprimido temblando a través de su cuerpo. Sólo este delicioso, sexy,
vampiro irritantemente y obstinado podría agitar los deseos que ella había pensado
muertos para siempre.
—No hay necesidad de que te quedes, Elijah, —murmuró con voz ronca. —Sé que
debes estar ocupado.
Sus cejas se fruncieron, sus ojos oscureciéndose cuando fácilmente percibió la
reacción a su toque.
—¿Crees que te dejare sola con un demonio extraño?
—La elección no es tuya, —le recordó. Suavemente.
—Maldita sea, Valla.
Ella dejó escapar un suspiro. Sería tan fácil ceder a sus demandas.
Estaría protegida, mimada, cada necesidad y deseo cumplido.
Igual que una mascota mimada.
—Hemos pasado por esto antes, —le recordó, un borde de acero en su voz. —Eres
mi amigo, no mi guardián. Si no puedes distinguir entre los dos, entonces tendré que
abandonar París.
Con un gruñido, él lanzó su cabeza hacia abajo y la besó.
Simplemente así.
Tomada por sorpresa, sus labios se entreabrieron con necesidad desvalida, su
mundo entero se inclinó sobre su eje. Elijah siempre la había tratado como a una
muñeca frágil. No como una mujer de carne y hueso.
Ahora ella se estremecía bajo el ardiente placer que explotó a través de su cuerpo
tembloroso.
—Esto es lo que quiero, —dijo con voz áspera contra sus labios, sus dedos
acariciando la sensible curva de su cuello antes de besarla de nuevo.
Esta vez, ella estaba preparada para el ardiente calor que le robó el aliento y le
hizo un nudo en el estómago con una oleada de expectación.
Oh... Sí.
Sus pestañas revolotearon hacia abajo mientras el deseo fluía a través de ella, tan
embriagador e intoxicante como el mejor champán francés.

15
—Elijah… —respiró ella, sin saber lo que necesitaba, pero sabiendo que sólo él
podía satisfacer el dolor inquieto que ardía en su interior.
Entonces, el agudo silbido de la olla la hizo retroceder con un confuso rubor.
Todavía sentado a la mesa, Levet torpemente se aclaró la garganta. —¿Tal vez
debería irme?
—Sí, —Elijah estuvo de acuerdo, su oscura mirada ardiendo con un hambre
peligrosa.
—No, —replicó apresuradamente, muy consciente de que si ella hubiera estado a
solas con Elijah ella ya le habría arrancado su traje Gucci y habría tenido su camino de
perversidad con él. No la mejor manera de convencer al hombre locamente posesivo
que ella quería mantener su independencia. Ella sostuvo su oscura mirada.
—Por favor, Elijah.
Su mandíbula se apretó, claramente detectando que no era el momento para
presionarla, él asintió a regañadientes con la cabeza.
—Me aseguraré de que no te siguieron. Pero volveré. —Le envió a Levet una
mirada de advertencia. —Pronto.
Valla se ocupó de hacer el té mientras Elijah se dio la vuelta para dejar el
apartamento, llevándose consigo la helada desaprobación y su palpitante poder.
Ella dejó escapar un leve suspiro de alivio, llevando la bandeja a la mesa y
tomando asiento.
—Tirando un poco del lado posesivo, ¿verdad? —Preguntó la diminuta gárgola.
Ella se encogió de hombros, bebiendo el té con una extraña sensación de
desorientación.
Algo había cambiado.
Ella no estaba segura de qué.
—Se siente responsable de mí, —murmuró distraídamente.
Levet resopló, tratando de alcanzar una galleta. —Responsabilidad no es lo único
que él siente.
Calor tiñó sus mejillas. —Tal vez no. Él es un hombre, después de todo, pero…
—¿Pero qué?
Sus dedos se levantaron para trazar las cicatrices que estropeaban su mejilla.
—Después de que escapé de los esclavistas sólo quería arrastrarme en algún lugar
y esconderme. —Se estremeció ante los recuerdos dolorosos. —Ni siquiera recuerdo

16
cómo conseguí llegar a Francia, pero yo flotaba por el Sena en un barco que se hundía
rápidamente cuando Elijah me encontró y me llevó a su guarida.
—Ah. —Sus alas se agitaron. —Tu caballero de brillante armadura.
—Algo así.
—¿Y eso es algo malo?
Ella vaciló, tratando de poner su persistente preocupación en palabras.
—Nada malo, —dijo al fin. —Él es como la mayoría de los jefes de clan.
—¿Un arrogante dolor en el derrières?
Ella soltó una risa repentina. El pequeño demonio era un compañero realmente
encantador.
—Iba a decir que está obsesionado con proteger a la gente que él lo considera su
deber.
—¿Incluyéndote?
—Elijah me ve como una damisela en apuros, no como una mujer de carne y
hueso. —Ella hizo una mueca. —No quiero ser rescatada.
Los ojos grises sostenían una simpatía tacita. —¿Qué quieres?
—Lo que toda mujer quiere. —Ella miró hacia la ventana que daba al jardín de
rosas bañado con la plateada luz de la luna. —Ser amada.

17
Capítulo 3

Traducido Por Alhana


Corregido por Nyx

Elijah hizo un barrido de las calles oscuras, deteniéndose el tiempo suficiente para
advertir a sus lugartenientes que las gárgolas estaban buscando problemas antes de
regresar hacia el apartamento de Valla.
Sonrió con ironía mientras sus pies seguían la ruta familiar.
Si tuviera algo de orgullo, se iría de regreso a su propia guarida. Después de todo,
había, cientos de mujeres hermosas que estarían impacientes por complacerá cada uno
de sus deseos. Diablos. Podría detenerse en la esquina de la calle más cercana y a los
pocos minutos habría una docena de hembras con la esperanza de capturar su atención.
Pero el orgullo que una vez lo había llevado a combatir al corrupto jefe para tomar
el mando de París se había terminado al momento en que había descubierto a una ninfa
medio muerta flotando en el Sena.
Incluso ahora podía recordar el shock de reconocimiento mientras él la había
llevado en brazos a su guarida, su cabello dorado fluyendo sobre sus brazos y sus
impresionantes ojos azules aturdidos. Él supo que había estado esperando por esta
mujer desde el momento en que había despertado como un vampiro.
Ella estaba destinada a ser su compañera.
Desafortunadamente, la irritante hembra no estaba preparada para aceptar su
inevitable destino. ¿Y quién podría culparla?
Había pasado meses siendo violada y torturada por animales antes de que lograra
escapar. E incluso entonces ella casi había muerto. Si no hubiera sido por sus
curanderos ella estaría en la tumba.
¿Era de extrañar que necesitara mantener al mundo a una distancia segura?
Incluyéndolo.
Así que él esperó su momento, tomando lo que Valla le ofrecía y todo el tiempo
manteniendo a raya su hambre por un hilo muy delgado.

18
Un hilo que casi se rompió esta noche, recordó con una punzada de emoción al
rojo vivo.
El sabor de sus labios había sido aún más dulce de lo que había fantaseado.
Como fresas maduras con un toque de miel.
Y su respuesta…
Merde. Su deseo había sido casi tan impaciente como el suyo.
Si hubieran estado solos, la habría tomado contra los gabinetes.
En cambio él estaba caminando por las calles, todavía duro y adolorido sin
esperanza inmediata de alivio.
Su mal humor no mejoro cuando entro en el patio sombreado para descubrir a la
diminuta gárgola de pie junto a la fuente.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Exigió.
La criatura dio un aleteo de sus alas de hada. —Tratando de ayudarte.
Elijah arqueó una ceja. Él era el depredador más temido en Francia, tal vez en toda
Europa. Incluso Víctor, el jefe del clan de Inglaterra, se acercaba a él con cuidado.
—¿Imaginas que puedes ayudarme?
—Puedo ser pequeño, pero mis poderes son poderosos.
Elijah no pudo resistirse. —¿Tan poderoso que te ocultas en el apartamento de una
ninfa?
Levet se encogió de hombros haciendo a un lado el insulto, su cola pulió
juguetonamente agitando el agua estancada en la base de la fuente.
—Como te puedes imaginar, no soy uno de los favoritos entre mi pueblo. —Se
encogió de hombros. —Pero muy pronto seré reintegrado al Gremio de las Gárgolas.
—Hmm. —No podría ser demasiado pronto para Elijah. No es que él estuviera
celoso de la gárgola, apresuradamente se aseguró. Por supuesto que no. Ni siquiera si
Valla había compartido su sonrisa demasiada rara con el pequeño demonio. Una
sonrisa que nunca compartida con nadie, más que él. —¿Y cómo se propone que vas
ayudarme?
—Más allá de ser un guerrero formidable, soy también un favorito entre las
mujeres.
Elijah rodó los ojos. —Lo que eres es delirante.
—Búrlate si lo deseas, pero puedo decirte que has sido un idiota por no decirle a
Valla cómo te sientes.

19
Elijah se puso rígido en estado de shock. Cada demonio en París podría saber que
estaba jadeando detrás de la hermosa ninfa elusiva, como un hombre lobo en celo, pero
ni uno de esos desgraciados tendría las pelotas para mencionarlo.
Desde luego que no en su cara.
—Eso no es asunto tuyo, —dijo entre colmillos apretados.
—No, pero creo que Valla se ha ganado una oportunidad para ser feliz.
Sus cejas se sacudieron juntas. —Tengo toda la intención de hacerla feliz.
Levet levanto las manos. —No, a no ser de que la convenzas que no la consideras
una carga.
—¿Una carga? —Elijah lanzó una breve mirada hacia la puerta cercana al
apartamento de Valla, asegurándose de que ella no podía oír la extraña conversación. —
¿De qué diable estás hablando?
—Teme que la consideres sólo otra responsabilidad que debes de soportar.
¿Responsabilidad?
Para todos los efectos él había ido de rodillas a pedir por un lugar en su vida.
¿No lo había hecho?
Con una extraña falta de su gracia habitual, se dirigió hacia una ventana que
ofrecía un vistazo de Valla enderezando las almohadas en su sofá froufrou.
Como siempre fue golpeado por la impresionante belleza de su cabello dorado
enmarcando los delicados rasgos de su rostro y sus cándidos ojos azules. Y ese cuerpo
exuberante… mon dieu, había pasado horas y horas imaginando la sensación de esas
curvas debajo de él.
Pero al mismo tiempo, no podía negar un deseo feroz de protegerla.
Ella era tan frágil. Tan exquisitamente vulnerable. ¿Había confundido su
necesidad instintiva de mantener a su compañera a salvo de cualquier daño posible con
un sentido del deber?
—Eso es… —Dio una frustrante sacudida de su cabeza. —¿Cómo puede ser tan
tonta?
La gárgola se unió a él cerca de la ventana. —¿Le has dado razones para que
piense que ella significa más?
Por supuesto que no, admitió irónicamente. Él era un hombre. No hablaba acerca
de sus sentimientos. Se suponía, que ella simplemente sabía lo que había en su corazón.
—Tengo que hablar con ella, —murmuró, enviando a su compañero una mirada
de advertencia. —Solos.

20
—Naturellement.

21
Capítulo 4

Traducido Por Fangtasy


Corregido por Nyx

Esperando hasta que el vampiro hubiera desaparecido en el interior del


apartamento, Levet cuadró los hombros y salió del patio.
Bien. No más Monsieur Tipo Agradable.
Había sido pillado con la guardia baja por su hermana y su primo.
Ahora que estaba completamente preparado, nadie le impediría alcanzar su
objetivo.
Tenía su coraje firmemente intacto.
Ah, y había logrado “tomar prestado” un amuleto de ocultamiento que había
visto sobre la encimera de Valla cuando ésta había estado ocupada preparando té.
La pequeña pieza de oro ahora colgaba de su cuello de un cordón de cuero y lo
haría invisible para todos, excepto para las brujas más poderosas.
Esta vez, nadie sentiría que estaba aproximándose.
Hinchando el pecho, extendiendo sus alas, Levet alzó el vuelo, elevándose sobre
la ciudad mientras se dirigía hacia el Barrio Latino.
Era... impresionante.
Incluso después de haber viajado por todo el mundo y haber contemplado
algunas de las vistas más espectaculares que se puedan encontrar, no había nada tan
hermoso como París de noche.
Al fin, llegando a su destino, Levet aterrizó con cuidado en la calle Lóbrega,
estudiando la iglesia gótica que se encontraba a sólo unas cuadras del Sena.
Construida en el siglo VI en el lugar donde un ermitaño había vivido y rezado, la
iglesia de Saint-Séverin fue diseñada con la forma de una larga y estrecha sala. Tenía
una torre, junto con unos pilares profusamente ornamentados y arcos románicos en
punta para las ventanas y las puertas.

22
Los turistas venían para admirar la arquitectura gótica y pasearse por los
jardines, o incluso para disfrutar del restaurante griego que había en la misma calle.
Pero el plato fuerte eran las gárgolas que habían estado montando guardia durante
siglos.
Durante las horas diurnas todas las gárgolas se convertían en piedra. A
diferencia de Levet, sin embargo, la mayoría eran capaces de alterar su forma lo que
significaba que incluso el más grande demonio podía reducirse hasta caber en un rincón
de un edificio. ¿Qué mejor lugar para ocultarse de los humanos que estar a la vista de
todos?
Por la noche salían a jugar.
Y a dedicarse al pillaje y el saqueo, y a generar caos por todo el mundo de los
demonios.
Normalmente, dejaban a los humanos en paz....
Normalmente.
Al darse cuenta de que estaba retrasando lo inevitable, Levet cuadró los hombros
y se dirigió al interior de la iglesia. No se detuvo para admirar la belleza pacífica de la
nave, en cambio se dirigió directamente hacia la puerta que sobresalía de la
construcción que se abría hacia el jardín que había sido un cementerio en su momento.
Él estaba aquí con un propósito. Por qué ese propósito se había vuelto de repente
tan importante. . .
Meneó bruscamente la cabeza.
Bah, esa era una pregunta para más tarde.
Pasando de largo las largas galerías que habían sido reconstruidas en todo su
esplendor medieval, se dirigió hacia el fondo del jardín. Al fin llegando al lugar que
estaba buscando, inhaló profundamente para tranquilizarse.
Sólo cuando estuvo mentalmente preparado avanzó a través de la ilusión que
ocultaba el antiguo edificio de piedra.
Levet hizo una mueca. Hogar dulce hogar.
Contoneándose subió las escaleras que conducían a la puerta, percibió la
sensación familiar del tirón del frío anhelo en su corazón, rápidamente seguido de una
sensación amarga de traición.
No había recuerdos felices para facilitar su regreso. Ninguna sensación de
comodidad.
Su infancia había sido una miserable lucha por la supervivencia entre sus
brutales hermanos. Ah, y la última vez que había visto a su madre, ésta había tratado de
matarlo.

23
Difícilmente los ingredientes para una reunión familiar feliz. Al llegar a la puerta,
no fue una sorpresa encontrarla sin cerrar con llave. ¿Qué demonio sería tan estúpido
como para entrar en la guarida de la decana del nido de gárgolas?
Entró en la gran habitación con un elevado techo de catedral y un montón de
espacio para que una gárgola pudiera extender sus alas. El piso era de madera noble y
con surcos profundos provocados por las garras de más de doce centímetros de largo de
su madre. Y arriba, en lo alto, había amplias ventanales que ofrecían una vista del cielo
nocturno.
El resto del interior era algo sacado de una pesadilla de las Mil y Una Noches.
Paredes pintadas de color carmesí, cojines de seda negra y dorada apilados en el
centro del piso con una gran cachimba colocada al lado de éstos.
Levet nunca había estado seguro de si la fantasía de su madre consistía en ser el
jeque o en ser la chica del harén.
Y no saberlo era lo único que le evitaba tener que recibir terapia.
—Así que es cierto, —una voz femenina resonó a través del aire, el suelo se
estremeció bajo el peso de la gárgola que se acercaba. —El hijo pródigo regresa.
Levet se congeló. No iba a correr. No iba a correr. No iba a correr.
Alzando la mano, se quitó el amuleto que, obviamente, había sido desactivado
por los hechizos de protección que rodeaban la guarida.
Su madre no era sino meticulosa en extremo.
Y cruel.
Excesiva y espectacularmente cruel.
Ese pensamiento susurró en su mente mientras su mirada se deslizaba subiendo
a lo largo de unas piernas gruesas que eran muy musculosas y que estaban cubiertas
por una piel gris de reptil. Una larga cola, sorprendentemente delgada se enroscada
alrededor de los pies cuyos puntiagudos extremos eran garras. Su mirada se alzó hacia
el fornido cuerpo de su vieja querida maman, el cual había crecido a lo ancho aún más
desde que Levet la había visto por última vez, con unas amplias alas de cuero que
abarcaban unos tres metros a cada lado de su espalda.
Arriba aún más alto, la cara de Berthe era un ejemplo perfecto de la belleza de las
gárgolas.
Un corto y grueso hocico. Ojos grises pequeños que contemplaban el mundo
desde debajo de una gruesa frente. Dos colmillos, que eran lo suficientemente grandes
como para ser comparados con los colmillos de una morsa, se curvaban desde sus
encías superiores para alcanzar su barbilla puntiaguda. Y en la parte superior de su

24
ancha cabeza tenía dos cuernos afilados que estaban pulidos para brillar bajo la luz de
las velas.
Levet forzó una sonrisa rígida en sus labios. —Bonsoir, Maman. Pareces... —Él
dejó que su mirada se desplazara hacia abajo por su amplio contorno. —Bien
alimentada.
Berthe se encogió de hombros. A diferencia de la mayoría de las hembras, las
gárgolas no tenían problemas con el peso.
Su filosofía cuanto más grande era, mejor.
—Gregor resultó ser una decepción, así que lo unté con una maravillosa salsa de
romero y ajo y lo asé sobre una hoguera, —dijo con un ligero acento francés. —Fue
mucho más satisfactorio como cena de lo que nunca lo había sido como amante.
—Encantador. —Levet ignoró la mirada malhumorada que su madre dirigió a
sus bonitas alas de hada. —¿Te has comido a mi padre también?
—No seas asqueroso, —la hembra gruñó. —No soy una caníbal.
Levet mantuvo su expresión cautelosa. Las gárgolas eran como la mayoría de los
demonios. Estaban dispuestos a tomar amantes de muchas diferentes especies, aunque
por lo general elegían a una gárgola cuando estaban en celo.
Los mestizos no eran desconocidos, pero eran raros.
El hecho de que su madre siempre se había negado a nombrar a su padre había
hecho que Levet asumiera que su paternidad era otra fuente de vergüenza para la
familia.
—¿Así que mi padre era una gárgola?
Berthe resopló, afortunadamente no consciente de lo mucho que esa información
significaba para su hijo.
Si ella supiera que podría ser un arma para hacerle daño, ésta no dudaría en
usarla.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Una bastante obvia, creo yo. —Levet extendió sus atrofiados brazos. —Basta
con verme.
Berthe entrecerró sus pequeños ojos hasta reducirlos a unas brillantes rendijas. —
Tu padre era un temible guerrero que engendró a muchos hijos que no le trajeron nada
más que orgullo.
La cola de Levet se crispó. No sabía si estaba contento o decepcionado por la
información.

25
Era lo bastante demonio como para sentirse orgullosos de la idea de que su padre
fuese admirado entre las gárgolas.
El linaje siempre era importante.
Pero durante siglos había culpado a su padre de sus deficiencias como gárgola.
Ahora, ¿a quién se suponía que iba a hacer responsable?
—Así que, ¿qué me pasó? —exigió.
Berthe torció el gesto con un bufido denotando un desprecio flagrante. —Un
capricho de la naturaleza.
Levet sombríamente fingió que sus palabras no lo herían. —¿O tal vez tu linaje
no es tan puro como pensabas?
Una pizca de humo emanó de una de sus dilatadas fosas nasales. Berthe era una
de las raras gárgolas que podían respirar fuego. Lo cual, por supuesto, explicaba su
posición como decana.
—Lo más probable es que sea una maldición de los dioses, —respondió ella, con
odio brillando en sus ojos grises. Un odio que había sido más destructivo para Levet,
cuando era un niño, que cualquiera de las feroces palizas. —Fui advertida de que debía
arrancarte la cabeza en el momento en que naciste. —Ella dio un aleteo con sus enormes
alas, casi enviando a Levet dando volteretas hacia atrás. —Por desgracia, fui demasiado
compasiva para seguir el sabio consejo.
Levet emitió un resoplido, negándose a dar muestras de su ancestral sentido de
traición.
—¿Compasiva?
—Oui. —Berthe se trasladó para colocar su corpulencia sobre los cojines de satén,
con las alas cubriendo el suelo y la cola dando latigazos alrededor de sus pies. Ella
retrataba la imagen de la lánguida indiferencia, pero Levet no se dejó engañar. Ella
podría parecer una bruta con problemas de movilidad debido a su paso, pero podía
moverse con la velocidad de una víbora en pleno ataque. —Te permití sobrevivir con la
esperanza de que superarías tus deformidades y crecerías convirtiéndote en un príncipe
digno de permanecer a mi lado. Deberías estar agradecido.
Agradecido.
La palabra se hizo eco en Levet, alterando bruscamente el dolor que había jurado
que nunca sentiría de nuevo, convirtiéndolo en una oleada de furia.
—¿Agradecido por qué? Pasé mi infancia siendo maltratado por mis hermanos.
Su madre se encogió de hombros. —¿Esperabas ser mimado como un bebé
humano?

26
Él ignoró su burla. —Y cuando por fin salí de la guardería me convertí en el
blanco de todas las gárgolas que pensaban que era divertido arrojarme en los fosos de
combate y ver cuántos demonios podían sacarme a palos el tembleque antes de que me
desmayara, —dijo entre dientes.
Berthe frunció el ceño en confusión. —Los... —Hizo un sonido de impaciencia. —
Oh la la. Es increíble, ridícula alimaña.
Levet ondeó sus manos despreciando sus palabras cortantes. —No hiciste nada
para protegerme.
—Sólo los fuertes sobreviven en nuestro mundo.
Levet plantó los puños en sus caderas. —¿Es esa tu excusa para tratar de
matarme cuando alcance la pubertad?
Ella arrastró una garra sobre una almohada escarlata, su expresión carente de
arrepentimiento.
—Era obvio que estabas deformado permanentemente. Era mi deber librar al
nido de una debilidad tan vulgar. Todas las decanas entienden la necesidad de podar la
madera muerta del árbol genealógico.
Suficiente.
Él no había venido aquí para resolver su trauma infantil. Podría ser inmortal,
pero ni siquiera una eternidad sería tiempo suficiente para trabajar sus problemas
emocionales con mamá.
Era hora de ir al meollo del asunto.
—¿Y qué pasa si demuestro que soy más que madera muerta? —la retó. —¿Y si
demuestro que soy un príncipe en el sentido más verdadero de la palabra?
—Imposible.
Habiendo esperado desprecio, Levet no estaba preparado para la inquietud
repentina que ondeaba sobre los feos rasgos faciales de su madre. Como si tuviera
miedo de lo que él pudiera decir.
Y sin duda no estaba preparado para las llamas letales que ésta eructó en su
dirección.
—Sacrebleu, —exclamó, ocultándose detrás del cofre marroquí favorito de su
madre. Ella nunca freiría el cuero de camello con las suficientes piedras preciosas
engastadas como para rivalizar con las joyas de la corona. —¿Qué estás haciendo?
Ella se puso en pie, su cola temblando con una furia irracional.
—Terminando lo que empecé cuando eras joven.
Levet se agachó detrás del cofre.

27
Merde. Esto podría ir mejor.
Ya era hora de sacar su única arma.
—Exijo un tribunal, —dijo con voz temblorosa.
Un tribunal era el equivalente de las gárgolas de una Corte Popular. O un
parlamento pirata.
—Denegado. —Otro eructo de fuego, casi chamuscó la punta de sus raquíticos
cuernos.
Levet acurrucó sus alas apretadamente contra su cuerpo tembloroso. ¿Alguna
vez había dicho que los vampiros eran las criaturas más irrazonables que caminan sobre
la tierra?
Estaba claro que les debía a Viper y a Styx, y a todos los demás chupasangres,
una disculpa.
No es que alguna vez la fueran a oír de sus labios.
Él tenía su orgullo.
Aunque estuviese un poco chamuscado.
—No puedes denegármelo, —dijo mientras el fuego se extinguía. —Soy una
gárgola de sangre pura a pesar de mis... deformidades.
—Yo te repudié.
Levet estaba preparado.
—Ah, pero yo soy un príncipe. —Él se asomó por un lado encontrándose con la
mirada enfurecida de su madre. —Aquellos de sangre real pueden exigir una audiencia
con independencia de su sentencia.
Berthe se vio obligada a vacilar.
Las gárgolas podían ser salvajes en muchos aspectos, pero el Gremio estaba
regido por un estricto código de leyes.
Hubo un largo silencio mientras su madre apretaba los dientes, el humo todavía
ensortijándose desde sus fosas nasales. Entonces, sus ojos se estrecharon con una astuta
satisfacción.
—Los ancianos no están en París. No puede haber ningún tribunal sin ellos.
Levet emitió un sonido de disgusto. ¿Cuántos demonios habían estado hombro
con hombro luchando contra el Señor Oscuro mientras las gárgolas habían estado
desaparecidas en combate?
—¿Te refieres a que los cobardes están todavía ocultándose?

28
Berthe pisó con fuerza con uno de sus enormes pies, haciendo que todo el
edificio se sacudiera.
—Ellos no responden ante ti.
—Bon. —Con cautela Levet salió de detrás del arcón. No quería convertirse en
una briqueta carbonizada, pero por otra parte estaba cansado de acobardarse. Ahora era
un héroe de buena fe. ¿No es así?
Enderezando su columna vertebral, alzó la barbilla para encontrarse con la
mirada de su madre. —Entonces tú, ejercerás de juez.
Hubo un bajo siseo mientras su madre abrió bruscamente sus alas en toda su
envergadura. Una impresionante imagen destinada a intimidar.
—Esto es un truco.
—No hay ningún truco, —negó Levet. —Tú eres la decana. Está dentro de tus
facultades llevar a cabo juicios.
—Lo hice, —gruñó. —Fuiste desterrado.
—Fui desterrado sin un juicio justo.
—Porque huiste como un demonio Guttar sin agallas.
Levet agitó las manos ante la acusación absurda. —Estabas tratando de matarme.
Su madre retrajo de nuevo sus labios para exponer plenamente sus colmillos. —Y
ahora terminaré lo que empecé.
—Non.
Sin darse tiempo para pensar, Levet levantó las manos y lanzó una ráfaga de
magia.
No es que no confiara en sus habilidades… non. Eso no era cierto.
Él dudaba de sus habilidades.
A pesar de su bravuconería, nunca podía estar seguro de lo que su magia haría.
Un día su magia podía no ser más que un fiasco vergonzoso.
Y al día siguiente podía explotar emanando de él con la fuerza de una explosión
nuclear.
Esta noche, sin embargo, hizo exactamente lo que deseaba que hiciera.
Filamentos brillantes de magia volaron desde las puntas de sus garras,
golpeando a su madre con la fuerza suficiente como para inmovilizarla contra la pared.
Era... un milagro.

29
Claramente tan atónita como Levet de que su hechizo estuviera funcionando,
Berthe luchó contra los filamentos delicados que la estaban manteniendo cautiva.
—¿Qué has hecho? —Le gritó.
Levet dio un paso orgulloso hacia delante, contemplando aquella tela de araña
de magia con una sonrisa.
—Traté de decirte que me he convertido en un guerrero con habilidades
extravagantes. Hmm... ¿o se trata de habilidades demenciales?
La poderosa gárgola trató de escupir fuego, sólo para descubrir que las
restricciones que la sujetaban también suprimían su magia.
Sí. Vaya, Levet.
—Libérame, —Berthe gruñó.
—No hasta que me hayas concedido mi audiencia.
Los ojos grises ardían con una promesa de muerte. —Pagarás por esto.
—¿En serio? —Levet exhaló un suspiro exagerado, sintiéndose todo engreído con
su madre incapacitada. Oye, ¿quién sabe cuánto tiempo iba a durar? Él tenía que
saborear el placer allá donde pudiera encontrarlo. —Las gárgolas son tediosamente
repetitivas con sus amenazas. Realmente deberías considerar contratar a un vampiro
para escribirte material nuevo. Ellos son unos expertos en aterrorizar a sus enemigos.
—Por supuesto, debes admirar a tus nuevos amos, —Berthe escupió. —Pensar
que mi propio hijo se ha convertido en el lacayo de las sanguijuelas. Eso es suficiente
para romperle el corazón a una madre.
—¿Un lacayo? No soy el siervo de ningún demonio. —Levet sacó pecho. —De
hecho, soy venerado como una leyenda de proporciones heroicas.
—Tus proporciones son una vergüenza, —se burló su madre. —Como lo han
sido siempre.
Él se pavoneó hacia adelante, negándose a reconocer que aquellas palabras le
habían tocado un nervio perpetuamente sensibilizado.
Ya no era el viejo Levet que permitía ser juzgado por el tamaño de su cuerpo. Él
era un gigante entre los demonios, independientemente de su altura.
Levantó las manos. —Veremos.
—¿Qué estás haciendo? —Inquieta contrajo su feo semblante. —Quédate atrás.
—¿Asustada de tu patético hijo sin agallas, Maman?
—Estoy cansada de este juego.

30
Él agitó sus alas, orgulloso cuando éstas capturaron la luz para destellar con
reflejos brillantes carmesí y dorado.
—Entonces, pon fin a esto.
Ella se apretó contra la pared, con los ojos muy abiertos mientras Levet se detenía
justo en frente de ésta.
¿Por qué?
¿Estaba realmente asustada de su dudosa magia?
Eso parecía... poco probable.
Tenía que haber algo más.
Pero, ¿qué?
Sus agitados pensamientos se detuvieron en seco cuando su madre miró hacia
abajo desde su altura descomunal.
—Detén esto, Levet.
Él se quedó inmóvil, su estómago hecho un nudo de dolor. —Mon Dieu.
—¿Qué?
—Esta es la primera vez que oigo mi nombre en tus labios.
Ella eructó, tratando de ocultar su preocupación tras el familiar desprecio.
—No vas a lloriquear, ¿verdad? Prefiero que me mates o ser forzada a escucharte
lloriquear.
Levet negó con la cabeza, pensando en el clan de vampiros que había adoptado a
la descendencia del Señor Oscuro sin dudarlo. Habían luchado hasta la muerte para
proteger a los bebés y lo harían de nuevo.
Y los dioses sabían que Salvatore, el rey de los Weres, espumajeaba por la boca
con el entusiasmo a medida que el día del alumbramiento de su camada estaba cada vez
más cerca.
Por supuesto, los demonios Kiviet se comían a toda su descendencia al nacer,
excepto al más fuerte de sus hijos, por lo que siempre podría ser peor.
—Dime, maman, ¿amas a alguno de sus hijos?
—El amor es para los débiles, —se burló. —O para los seres humanos.
Era precisamente lo que había esperado Levet. Y aun así...
Se tragó un suspiro de resignación.
—Entonces, ¿por qué procrear?
—Para fortalecer mí base de poder.
31
Estudió a la criatura que le había dado a luz durante un buen rato. Por primera
vez no se sintió abrumado por su poder descomunal. Ni se encogió bajo su aplastante
desaprobación por su falta de masa.
Ella todavía era enorme. Seguía siendo espeluznante. Y aún estaba rebosando
odio hacia él.
Pero al verla con claridad, ella parecía... venida a menos.
—Sabes, pensé que te odiaba, —dijo él lentamente. —Ahora me doy cuenta de
que te compadezco.
A su madre le dio una genuina rabieta, como si se sintiese ultrajada por sus
palabras. —Yo soy la decana de este nido, —dijo entre dientes. —La gárgola más temida
en toda Europa.
—Non. —Levet negó con la cabeza. —Tú eres una mujer vieja solitaria, y
amargada que no tiene nada más que un título vacío y la ilusión de que éste te hace
importante.
La furia estalló a través de sus ojos antes de que su astuta expresión regresara.
—Si no sientes ningún apego por mí, entonces ¿por qué estás aquí?
—Persiguiendo sombras, parece ser.
—Entonces suéltame.
Levet puso los ojos en blanco. —Buen intento.
—Te daré una ventaja de diez minutos antes de que comience a perseguirte para
matarte.
—Tentador, pero... creo que no.
—Muy bien. —Sus labios se apretaron formando una línea tensa. ¿Se supone que
eso era una sonrisa? Sacrebleu. —Te daré una hora.
Levet lo consideró. Real y verdaderamente lo hizo. Tal vez por primera vez en su
larga vida.
¿Qué es lo que quería?
Estaba claro que nunca se ganaría la aprobación de su madre. Ni repararía las
heridas del pasado. O encontraría... ¿cómo lo llamaban los humanos? Un broche final.
Pero podía haber algo que le había sido arrebatado.
—Quiero lo que es mío por derecho, —afirmó en tono firme y digno.
Los ojos grises se estrecharon. —¿Un título vacío?
—Por supuesto que no, —dijo Levet con confusión. Sólo a las hembras se les
permitía heredar el cargo de la decana. —Claudine es tu heredera.

32
—Pero podrías ser un príncipe.
Hubo un tiempo en que habría dado cualquier cosa por recuperar su título real.
Ahora él se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.
—No, si estoy muerto.
Berthe sopesó en silencio sus opciones, su astuto cerebro buscaba una manera de
convencerlo para liberarla de su hechizo sin tener que ofrecer en realidad nada de valor.
—Tal vez podríamos negociar una tregua, —ella ofertó de mala gana.
Levet cruzó los brazos sobre el pecho. —Lo único que deseo es tener mi posición
en el Gremio restaurada.
Berthe hizo un sonido ahogado, genuinamente sorprendida por su demanda.
—No seas idiota. Ellos nunca te aceptarían.
—Ellos lo harán una vez que tú añadas mi nombre al Muro.
El Muro de los Recuerdos estaba escondido bajo las cloacas de París. El
conocimiento de quién lo había construido, o de por qué se encontraba en las cloacas, se
había perdido en las brumas del tiempo, pero los nombres de las gárgolas mágicamente
aparecían allí cuando nacían, oficialmente otorgándoles un lugar en el Gremio. La
misma magia borraba sus nombres cuando morían.
O, como le pasó a él, cuando eran despojados de su lugar dentro del Gremio.
Era raro, pero una decana o un anciano podían devolver un nombre al Muro.
—Nunca, —dijo ella con voz áspera.
Levet cuadró los hombros. —Oh, no nos engañemos. Tú vas a inscribir
personalmente las letras.
—No me puedes obligar a escribir tu nombre, —su madre bramó. —Tiene que
hacerse voluntariamente.
—Soy consciente de cómo funciona.
Ella se presionó contra la pared, su expresión cautelosa cuando Levet levantó las
manos.
—Entonces, ¿cómo pretendes obligarme a reincorporarte al Gremio?
Levet aplastó el indigno sentido de placer ante la idea de ostentar poder sobre su
madre.
Esto no se suponía que se tratase de una venganza.
Era justicia.

33
—Permíteme mostrártelo, —murmuró, enviando sus recuerdos de su batalla
contra el Señor Oscuro directamente al cerebro de su madre.
Las garras de Berthe se enterraron en el suelo, su piel palideció hasta alcanzar un
tono enfermizo color ceniza.
—Sacrebleu.

34
Capítulo 5

Traducido Por Apollimy


Corregido por Alhana

Valla había terminado de lavar los platos de té y estaba limpiando el mostrador


cuando notó que el elegante plato de cristal Waterford3 estaba vacío.
—Oh, maldición, —respiró como si miles de plumas recorrieran su piel.
¿Cómo era posible que una pincelada del helado poder de Elijah pudiera enviar
una oleada de calor abrasador a través de ella?
Era como explicar cómo los fotones podían estar en dos lugares al mismo tiempo.
Un misterio.
—Valla. —Con una velocidad que seguía asombrándola, Elijah estaba de pie a su
lado, su presencia una atractiva fuerza, tangible que la envolvió a su alrededor. —¿Qué
pasa?
Ferozmente trató de controlar el salto salvaje de su corazón y el estremecimiento
de excitación que le apretó el estómago. Un vampiro podía percibir la excitación a cien
pasos.
—¿Dónde está Levet?
Elijah inclinó la cabeza hacia atrás, permitiendo que sus sentidos fluyeran por el
vecindario.
—Él se fue.
—Al igual que mi amuleto.
Un ceño estropeó ese rostro de extraordinaria belleza. —¿Lo has perdido, o te fue
robado?
—No ha sido robado… sino prestado, —corrigió ella. —O al menos esa es mi
suposición.
El vampiro no se sorprendió; sus oscuros ojos llenos de furia.

3 Waterford Crystal es un fabricante de cristal. Lleva el nombre de la ciudad de Waterford,


Irlanda.

35
—Si la gárgola es un ladrón, voy a seguirle la pista. Te prometo que no volverá.
Se tragó un suspiro. Una parte de ella siempre apreciaría el deseo feroz de Elijah
por protegerla.
Pero estaba cansada de esperar a que la viera como una mujer adulta que era más
que capaz de cuidar de sí misma.
Ella lo había estado haciendo durante mucho tiempo.
—Quiero que regrese.
—¿Qué? —El vampiro exigió con evidente impaciencia. —Él ya se robó tu
amuleto, ¿quién sabe lo que podría robar después?
—No me importa el amuleto. —Ella se mordió el labio inferior. —Estoy
preocupada por el motivo que tuvo Levet para tomarlo.
Elijah se encogió de hombros. —Podría empeñarlo por una pequeña fortuna.
Demonios menores a menudo usan el robo para mantenerse a sí mismos.
—Deja de ser un esnob, —lo reprendió, distraídamente girando un rizo dorado
alrededor de su dedo. Era una costumbre que había adquirido cuando era apenas una
niña, todavía inocentemente creyendo que iba a encontrar a su príncipe azul y dedicarse
a criar una docena de pequeñas ninfas de ojos azules. La costumbre era lo único que
quedaba de esa tonta, niña idealista. —Levet vino a París para un fin. Tengo la
sensación de que espera que el amuleto le ayudara en su objetivo.
Él suavemente deslizó el rizo de su dedo y lo alisó detrás de la oreja.
—Si no te preocupa el robo del amuleto, entonces ¿por qué estás preocupada?
—Me preocupa que Levet se vea afectado, —murmuró, resistiendo la tentación
de acariciar su mejilla contra su mano. Como un gato exigiendo ser acariciado. —
Cuando lo encontré cerca de la torre estaba siendo atacado por dos grandes gárgolas a
las que claramente no les gustaba.
La temperatura bajó hasta que Valla juraría que podía ver su aliento.
—Mère de Dieu, —Elijah gruñó, sus dedos le subieron la barbilla con un apretón
que la obligó a reunirse con su mirada oscura. —No fuiste lo suficientemente estúpida
como para interferir, ¿verdad?
Sus músculos se apretaron, entrecerrando los ojos lentamente. Podría haber
incluso un poco de vapor escapando de sus orejas.
—¿Estúpida?
Se perdió el borde de peligro en su voz. El jefe del clan podría ser un depredador
astuto y letal que gobernaba la mayor parte de Francia, con una fuerza brutal, pero
seguía siendo un hombre.

36
Despistado.
—Valla, las gárgolas de sangre pura no sólo son uno de los demonios más
peligrosos que caminan sobre la tierra, además son despiadados, amorales, y felices de
sacrificar a los inocentes.
—No soy una completa idiota, Elijah, —dijo ella, pronunciando las palabras con
una enunciación lenta y deliberada. —Sé que las gárgolas son peligrosas.
Su mandíbula se apretó, como si luchara contra el impulso de tirarla encima de
su hombro y arrastrarla a la protección de su guarida.
Predecible.
Él no iba a ser feliz hasta que la hubiese encerrado para no tener que preocuparse
por ella.
—Entonces, ¿por qué te pones en riesgo?
—Vi una criatura necesitada así que hice lo que pensé que era necesario. —Ella
encontró su mirada ardiente sin pestañear. —Además, nunca estuve en riesgo. Disparé
algunas flechas desde los arbustos.
—¿Crees que un arbusto te habría protegido de las gárgolas?
Golpeó su mano para que la retirara, le molestaba anhelar su toque incluso
cuando estaba furiosa con este vampiro.
—Esta conversación terminó.
—Valla…
—No. —Ella señaló con un dedo su rostro obscenamente hermoso —No soy una
niña que necesita que le digan lo que puede o no puede hacer.
El frío se mantuvo, pero ya no estaba bordeado de ira.
En cambio, una emoción mucho más peligrosa se arremolinaba en el aire
mientras la estudiaba con un enfoque firme que hizo a su corazón saltar contra las
costillas.
—Créeme, nunca te he confundido con un niña.
Sus labios se abrieron para señalar las numerosas ocasiones que había tratado de
mimarla, pero las palabras se evaporaron mientras él agarraba su cara en un apretón
firme y la besó.
O más precisamente, la devoró.
Sus manos se levantaron para tocar sus antebrazos mientras su lengua se
deslizaba entre sus labios, enredándose con la suya, mientras la maniobraba hasta que
su trasero quedó apretado contra el mostrador.

37
Sabía a poder masculino en bruto y opulenta sensualidad. Un gusto que se estaba
convirtiendo rápidamente en su adicción.
Un gemido surgió de su garganta mientras su excitación crecía presionando
contra su estómago, sus colmillos completamente extendidos. El calor se concentró en el
fondo de su estómago, extendiéndose por su cuerpo.
Oh… mierda, ella se estaba derritiendo.
Y era la cosa más maravillosa que jamás había sentido.
Suavizando su beso, Elijah acarició sus labios sobre su mejilla sonrojada y luego a
lo largo de su cuello, encontrando un hueco sensible justo debajo de la clavícula.
Un relámpago zigzagueó a través de ella, enardeciendo su sangre con una
necesidad que ni siquiera había soñado posible.
Cuando era joven había pensado que la pasión era una emoción vertiginosa
dulce. Ciertamente la había sentido con bastante frecuencia entre los varones ninfa que
eran reconocidos por su belleza. Entonces, fue capturada por los traficantes de esclavos,
y el deseo se había vuelto oscuro, feo y aterrador.
Algo que había que evitar a toda costa.
Pero ahora…
Ahora este vampiro le estaba revelando que esa necesidad física podría ser
emocionante y tan intensa que estaba temblando por el poder de las sensaciones que
pulsaban a través de ella.
—Elijah, —dijo con voz ronca.
—Hmm.
—¿Qué estás haciendo?
Él se rió entre dientes, rozándole con las manos la espalda antes de caer por
debajo de su camisa para burlarse de los músculos tensos de su estómago.
—Demostrando que no te veo como una niña.
—Pero… —Se olvidó de cómo hablar mientras sus manos le rozaban los pechos
desnudos. Las ninfas no necesitaban usar sujetadores. —Oh.
Apretó los labios justo en su oreja. —¿Te gusta eso?
¿Cómo?
Su respiración la dejó deprisa cuando sus dedos se burlaron de las puntas de sus
pezones elevados. Sus dedos se encogieron en sus zapatos y sus uñas se clavaron a
través de la cara seda de su camisa.
Querido Dios. Era nada menos que el paraíso.

38
—No puedo pensar, —ni respirar.
—Bon. —Sus labios acariciaron su garganta y a lo largo de la línea de su
mandíbula. —Solo siente, mon ange.
Ese era el problema. Sentía demasiado.
El exquisito roce de sus dedos sobre sus sensibles pechos. La tentadora presión
de su erección contra su vientre. El deslizamiento de su sedosa lengua por sus labios.
Era abrumador.
Ella se estremeció. —Esto es una locura.
—La más deliciosa locura, —murmuró, besando un camino hacia el lado de la
cara que siempre mantenía girada.
Inmediatamente ella se sacudió su bruma sensual, un pánico afilado haciéndola
empujar sus manos contra su pecho.
—No.
Elijah se quedó inmóvil, aparentemente atrapado con la guardia baja por su
reacción. Luego, lentamente, levantó la cabeza.
—Valla, mírame, —ordenó en voz baja.
—No puedo.
—¿Confías en mí?
Era una pregunta ridícula.
Ambos sabían que él era el único y la única persona en el mundo entero en la que
ella confiaba.
Sin embargo, ella sabía que su respuesta era importante.
—Sí.
—Entonces mírame, —instó.
Le tomó un largo minuto para reunir el coraje. Luego, con un suspiro de
frustración, inclinó la cabeza hacia atrás para descubrirlo mirándola con una expresión
sombría.
—¿Feliz?
Sus manos se movieron para acariciar su cuello ligeramente. Era un gesto de
tranquilizador de un vampiro.
—Dime lo que ves.
—¿A la pesca de elogios? —Ella trató de bromear.
—Quiero que me mires a los ojos.
39
—¿Por qué?
—Porque quiero que veas lo que yo veo.
Se encontró mirando en las profundidades oscuras, aterciopeladas de sus ojos.
No porque él lo ordenara.
Ella ya no recibía órdenes de nadie. Sobre todo de un arrogante y atractivo
vampiro excesivamente posesivo.
Sino porque realmente necesitaba saber lo que él veía cuando la miraba.
¿Una víctima patética necesitada de su cuidado constante?
¿Una ninfa con cicatrices de la que compadecerse?
O Valla. ¿Una mujer que deseaba?
—¿Qué ves? —Susurró.
—Una hermosa y fuerte superviviente, —dijo, en voz baja e hipnótica. Sin el
control mental hipnótico de un vampiro. Sólo un tono profundamente convincente. —
Una mujer que podría fácilmente haberse roto, pero en vez de eso luchó para recuperar
su vida. —Hizo una pausa, su mirada moviéndose deliberadamente para estudiar las
cicatrices plateadas. —Te admiro más de lo que nunca sabrás.
Su mano instintivamente se levantó para tocar su cara arruinada. —Estas… —Él
capturó su mano, tirando de los dedos a sus labios. —Son un testimonio de tu coraje.
Se estremeció, presionándose inconscientemente más cerca del duro cuerpo de
Elijah.
—Las odio.
—¿Debido a que estropean tu cara?
Ella negó con la cabeza. —Porque me recuerdan…
—¿Valla? —Se impulsó suavemente cuando sus palabras se desvanecieron.
—A los hombres que me torturaron.
—Pero ellos no causaron estas cicatrices. —Antes de que pudiera detenerlo,
Elijah inclinó la cabeza para trazar los cantos levantados con la boca. —Vinieron de tu
fuga, —murmuró contra su piel sensible.
—Son una insignia de honor, mon ange. Llévalas con orgullo.
Se mantuvo rígida, pero no se apartó. Extraño. Ella nunca había permitido que
nadie tocara su cara.
—Es fácil para ti decirlo, —murmuró, más por algo que decir que por castigarlo.
Su reacción fue... épica.

40
El poder helado regresó —¿Fácil? —Esta vez rompió su tazón de cristal cuando
tiró la cabeza hacia atrás para revelar un poder letal brillando en sus ojos oscuros. Sus
rasgos parecían más agudos, como si la piel marfileña hubiese sido estirada sobre sus
huesos elegantes y sus colmillos brillaban con un blanco deslumbrante. Este no era el
encantador Elijah que podría besar a una mujer hasta que se le derritieran los huesos.
Este era el vampiro que se había reivindicado como jefe del clan de París y que había
gobernado este territorio durante más de mil años.
—¿Crees que no he sido atormentado por el conocimiento de lo que soportaste?
—Dijo con voz áspera, un florero en la mesa explotó. —¿Crees que no daría todo lo que
poseo por dar marcha atrás al reloj y protegerte de esa pesadilla?
Se lamió los labios secos. —Elijah.
—¿Crees que no he localizado y eliminado a cada uno de esos bastardos?
Ella parpadeó ante la cruda confesión. ¿Qué hizo ella ante eso?
Una mujer mejor, sin duda se horrorizaría.
Conocía a Elijah lo suficiente como para darse cuenta de que sus medios de
eliminación serían una muerte lenta y terriblemente dolorosa.
Pero el conocimiento de que los hijos de puta que la habían torturado durante
tanto tiempo habían muerto… y que habían sufrido… bueno, ella no se sentía en
absoluto horrorizada.
Se sentía liberada.
—¿Hiciste eso por mí? —Preguntó, su voz ronca.
—Aquellos que pude encontrar. —Una sonrisa sombría tocó los labios. —
Descubrí que Viper, el jefe del clan de Chicago, había exterminado a la mayoría después
de que encontrara a su compañera en una de las subastas. Tuve que conformarme sólo
con un puñado de trolls y un ogro mestizo.
Ella notó una leve sonrisa en el borde de la molestia en su voz. Él no había
satisfecho su sed de venganza había sido estafado por un jefe de clan compañero.
—No sé qué decir, —dijo en voz tan baja que solamente un vampiro podría
haber oído las palabras.
Se inclinó hasta que estuvieron nariz con nariz, su poder perdiendo su ventaja
helada para acariciar su piel en una suave caricia.
—Di que estás tan feliz como yo de que hayas sobrevivido, —murmuró.
—Por supuesto que estoy feliz.
—Entonces regocíjate en la evidencia de tu escape. —Él apretó los labios contra
sus cicatrices. —Yo lo hago.

41
Elijah había tenido las mejores intenciones cuando había entrado en el
apartamento.
Había planeado acorralar a Valla y convencerla de que él no tenía un complejo
de salvador o cualquier otra excusa que había inventado para mantener una barrera
entre ellos.
Luego le iba a revelar lo que había sabido desde el momento en que la había
pescado del Sena.
Ella era su compañera.
Y él pasaría el resto de la eternidad, si era necesario, convenciéndola de que se
pertenecían juntos.
Pero se había distraído por su preocupación por la gárgola. Y más que
deliciosamente distraído cuando había sido incitado a besarla.
Ahora estaba decidido a demostrarle que las cicatrices que marcaban su rostro
sólo se añadían a su belleza.
Y si las palabras no podían hacerlo, entonces él estaba dispuesto a utilizar
métodos más directos.
Como un retorno a los deliciosos besos…
Eso parecía un buen lugar para empezar.
Presionando los labios contra el parche irregular de la piel que había sido
arruinado por un hechizo destinado a matarla, saboreó el calor y el aroma tentador que
había perseguido sus sueños durante demasiado tiempo.
Ella se puso rígida, pero no se apartó, su respiración era superficial mientras
continuaba acariciando la prueba física de su supervivencia. Se tomó su tiempo,
arrastrando sus labios sobre la delicada concha de la oreja antes de regresar a su mejilla.
No fue hasta que sus músculos rígidos lentamente comenzaron a aflojarse que
permitió que su exploración se ampliara para incluir la línea de su terca mandíbula y la
atractiva longitud de su cuello. Se estremeció, sus manos deslizándose por debajo de su
camisa a la caza de la exuberante abundancia de sus pechos.
Mère de Dieu, amaba la sensación de su suavidad en sus manos.
Él iba a amar la sensación de sus pechos en su boca aún más, decidió, tirando de
la parte superior mientras bajaba la cabeza para capturar la punta de su pezón entre los
dientes, con cuidado de no romper la frágil piel con sus colmillos.
Él podría estar listo y con ganas de completar su apareamiento, pero no iba a
arriesgarse a la creación de un vínculo que no estuviera dispuesta a aceptar.
Había tenido demasiadas cosas forzadas en todos estos años.

42
Envolviendo sus brazos alrededor de su esbelta cintura ella se estremeció de
placer, Elijah se burló de su pezón con su lengua. Ellos gimieron al unísono.
El sabor de ella era suculento. Tan dulce como duraznos frescos y su olor…
Su polla amenazaba con explotar cuando el aroma de su excitación aderezo el
aire.
Quería quitarse la ropa y tomarla contra el mostrador.
O tal vez ponerla sobre la mesa del comedor y darse un festín con ella durante el
próximo siglo.
Por supuesto, ella podría preferir la comodidad de su cama, reconoció cuando
giró la cabeza para capturar su otro pezón entre sus labios.
Un colchón suave. Luz de luna derramándose sobre su cuerpo voluptuoso
mientras se acomodaba entre sus piernas y empujaba profundamente en su interior. A
puerta cerrada para mantener alejados a los intrusos no deseados.
Oui. El dormitorio se convirtió rápidamente en la opción preferible.
Levantando la cabeza, reclamó sus labios en un beso que fue lento y profundo,
exigiendo todo lo que tenía para ofrecer. Al mismo tiempo los dedos enroscados en la
suavidad del satén de su pelo dorado.
No había prisa, le recordó a su dolorosa erección. Esto no era por sexo.
Estaba haciendo el amor en el mejor sentido.
Sus manos flotaron hasta agarrar sus hombros, como si sus rodillas se sintiesen
de repente débiles. Pero incluso mientras se felicitaba a sí mismo en su dulce
capitulación, ella se estaba retirando para aspirar en un aliento inestable.
—Espera.
Con un gruñido, él la atrajo de regreso para poder enterrar su cara en la curva de
su cuello.
—He esperado demasiado tiempo, mon ange.
Ella se estremeció, pero a pesar de su evidente excitación no se derritió bajo su
toque irresistible.
Mujer obstinada.
—Estoy preocupada por Levet.
—No lo estés. —Corrió a la ligera su colmillo a lo largo del escote de su blusa,
riendo cuando ella dio un gemido ahogado. —Él puede cuidar de sí mismo.
—Tú no sabes eso.

43
—Yo sé que nadie interfiere en los negocios del Gremio. —Él lamió el pulso
acelerado justo debajo de la mandíbula.—No, a menos que quiera terminar muerto.
Sus manos se presionaron contra su pecho. —No tendrás miedo de las gárgolas,
¿verdad?
—¿Un reto, mon ange?
—Una simple pregunta.
De mala gana, levantó la cabeza para estudiar su cara enrojecida con una
diversión resignada.
Ella no iba a dejar pasar esto.
Lo que significaba que no había un cómodo colchón o exuberantes curvas
femeninas en su futuro inmediato.
No hasta que la convenciera de olvidar a Levet.
Algo que intuía sería más fácil decir que hacer.
—Paris me pertenece, pero no tengo ningún deseo de iniciar una guerra
territorial innecesaria con las gárgolas, —explicó en tonos suaves, su mirada
absorbiendo la espectacular belleza de su cara enrojecida por la pasión rodeada de una
melena de rizos dorados. Sin embargo, fueron sus suaves ojos azules, los que le
atravesaron su corazón sin latido. Había estado en el infierno y de regreso, pero había
una pureza innata en ella que nunca podría ser disminuida. ¿Era de extrañar que su
alma hastiada estuviese tan fascinada? —Bastante sangre fue derramada cuando me
convertí en jefe de clan.
Parpadeó sorprendida. Rara vez compartía su mundo como jefe del clan. ¿Por
qué cargarla con el lado más oscuro de su cargo?
—¿Quieres decir cuando luchaste para tomar el lugar del ex líder?
—Oui, y luego durante las siguientes décadas reclamando París.
Ella palideció. —¿Décadas?
Hizo una mueca. Durante esos días oscuros a menudo se había preguntado si iba
a sobrevivir una noche más.
—Es tradición para cada especie de demonio tratar de matar al nuevo líder de los
vampiros.
—¿Por qué?
—En parte porque disfrutan cualquier excusa para tratar de matar a un vampiro,
pero lo más importante para asegurarse de que un jefe es lo suficientemente fuerte
como para mantener el control de su territorio, —explicó. —Un jefe débil es una

44
invitación a la agitación constante, no sólo entre su clan, sino para las amenazas
externas. La paz viene de la fuerza.
—¿Y ahora?
Él arqueó una ceja, sintiendo tardíamente la tensión que vibraba a través de su
cuerpo.
—¿Ahora?
—¿Estás a salvo?
—Un jefe de clan es siempre un objetivo, —admitió, incapaz de resistirse a
delinear sus labios con la punta de su dedo. —Ya sea desde un ambicioso vampiro que
quiere desafiarme por mi posición, o cualquier número de demonios a los que he
cabreado a lo largo de los siglos.
—No es difícil de creer, —murmuró, aunque las palabras no ocultaron la
preocupación que oscureció sus ojos.
—La mayoría están convencidos de que el mundo puede mejorar en gran
medida si pudieran separar mi cabeza de mi cuerpo.
Con un suspiro, ella presionó su mano contra sus labios, su expresión
preocupada.
—No digas eso.
Una feroz satisfacción lo recorrió a través del cuerpo ante su súplica.
Suavemente, sus dedos abrieron sus labios.
—Cuidado, Valla, —bromeó. —O podría pensar que te importo.
—Por supuesto que me importas, —dijo sin dudarlo. —No quiero que te hagan
daño.
Él dio un beso en su palma, su pulgar acariciando el interior de su muñeca.
—Entonces, por fin entiendes por qué estoy tan ansioso por protegerte.
Apretó los labios mientras cuidadosamente le regresaba la pelota a ella. —Puede
Ser. Pero…
Hmm. Tal vez él no le había regresado ninguna pelota. Cuidadosamente o de
otra manera.
—No creo que me vaya a gustar esto.
Sacó la mano libre para tocar su cara, la ligera caricia envió rayos de excitación a
través de su cuerpo.
Podía contar el número de veces que lo había tocado a propósito. Y nunca con
una intimidad tan persistente.

45
—Me aterroriza saber que tu posición te hace un blanco constante, —susurró.
Él le sostuvo la mirada preocupada. —Es mi trabajo.
—Sí, —ella estuvo de acuerdo con un movimiento de cabeza. —Y si bien no me
gusta la idea de que estés en peligro, nunca trataría de interponerme en tu camino.
El impacto directo llegó sin previo aviso, dejando a Elijah boquiabierto ante ella,
desconcertado.
Atrapado en su propia trampa, reconoció con ironía, recordando cuántas veces
había tratado de impedir siquiera que ella saliera de su apartamento sin él a su lado.
En ese momento, él había pensado que estaba revelando lo mucho que se
preocupaba por ella. Ahora…
—¿Es eso lo que crees que estoy tratando de hacer?
Sus dedos se desviaron sobre sus labios, su expresión sombría.
—Una pareja tiene que hacerte más fuerte, no más débil.
Ella tenía razón. Por supuesto que la tenía.
Por mucho que él odiara admitirlo, su rabiosa necesidad de protegerla era más
que un constante conocimiento de lo cerca que había estado de morir antes de que se
hubiesen conocido, incluso a costa de su felicidad.
Egoísta, incluso para sus estándares.
—Oh… merde, —gruñó con resignación.
Ella lo miró con cautela mientras daba un paso hacia atrás para tirar de su camisa
en su lugar, todo su cuerpo gritando de frustración al darse cuenta de que no iba a
obtener alivio a corto plazo.
—¿Elijah?
Agarró su mano, tirando de ella hacia la puerta. —Vamos a encontrar a esa
molesta gárgola.

46
Capítulo 6

Traducido Por Arhiel


Corregido por Alhana

Levet se estremeció mientras continuaba proyectando sus recuerdos en la mente


indispuesta de su madre, peligrosamente cerca del agotamiento.
Sacrebleu. ¿Cuánto tiempo más podría sostener el hechizo?
El temor apenas había tenido tiempo de formarse cuando Berthe dio un gemido
bajo, sus ojos desgarradoramente abiertos lo apuñalaban con una mirada malévola.
—Suficiente.
Levet detuvo los recuerdos, pero conservo el control de la red mágica que
mantenía a su madre cautiva.
Ella no lo estaba mirando tan impresionada como había esperado.
—¿Has visto lo que hice? —Exigió.
—Oui.
—¿Y reconoces que me enfrenté a mi enemigo con valentía?
Ella separo sus labios para enfatizar sus enormes colmillos. —Tengo que admitir
que no huyes como un cobarde.
Levet estrechó sus ojos. —Tal vez deberíamos empezar de nuevo.
—Non, —dijo Berthe con voz áspera, el calor de su furia llenaba el aire. —Te
comportaste con... coraje.
Levet frunció el ceño. Él había estado delante de la criatura más malvada que
jamás haya sido creada y se negó a ceder.
¿Cuántos demonios podrían reclamar tal hazaña?
Ninguno. Era la cantidad.
Hizo una mueca. Non. Eso no era del todo cierto. Hubo otros. Pero no hubo
gárgolas, apresuradamente se tranquilizó. Sólo él había representado a su especie. Lo
qué lo hacía excesivamente especial.

47
—¿Por qué es tan difícil que lo admitas? —Espetó.
Berthe lo fulminó con la mirada, su pesaba frente fruncida. —No te quiero de
vuelta en el Gremio.
Levet parpadeó. Bueno, eso fue... contundente.
—¿Por qué? ¿Te imaginas que de algún modo contaminaré su precioso nido? —
Él frunció el hocico con desdén. —Puedo asegurarte que no tengo intención de volver al
seno de mi familia disfuncional.
Ella hizo un sonido de choque, como si no pudiera imaginar a una criatura que
no anhelara ser parte de su nido.
—Entonces, ¿por qué te empeñas en ser devuelto al Gremio?
Levet sonrió. Cuando había viajado a París él no sabía realmente que lo conducía.
Ahora lo entendía con perfecta claridad.
—Es mi derecho, —dijo con sencilla honestidad. —Ahora dime por qué eres tan
reacia a poner mi nombre en la pared.
Berthe apretó la mandíbula, claramente renuente a confesar la verdad. Entonces,
tal vez sintiendo que Levet era lo suficientemente terco para mantenerla atrapada hasta
que lo compartiera, dio una maldición baja.
—Porque me haces... inferior.
—¿Inferior en qué?
Giró la cabeza, como si no quisiera encontrarse con la mirada perpleja de Levet.
—Mientras eras rechazado, tú estás olvidado por mi pueblo. Pero con tu nombre
devuelto a la pared recordarán que eres mi hijo. Voy a ser ridiculizada por producir
un...
—¿Un qué? — él incitó, su curiosidad superaba su instinto de conservación.
Un acontecimiento común.
—Un fenómeno, —dijo con un estremecimiento.
Él retrocedió, sintiendo como si le hubieran abofeteado.
¿Pero por qué?
Su madre había dedicado toda su infancia a señalar sus numerosos defectos.
Hasta que había casi le permitió convencerlo de que estaba deformado.
No más.
—Yo no te hago inferior, querida Maman. Naciste sin alma, —le informó con voz
clara y perfectamente estable. —Y doy gracias a los dioses que soy diferente a ti. Mi
vida ha importado. Realmente importado. Tu nunca serás capaz de decir lo mismo.

48
Berthe parpadeó, casi como si sus palabras hubieran tocado una fibra sensible.
Pero incluso cuando él se inclinó hacia adelante para saborear la breve victoria, ella
había torcido sus feos rasgos en una mueca.
—Libérame, —le ordenó.
—¿Me darás lo que exijo?
Un gruñido bajo vibró el aire. —Oui, —por fin logró escupir.
—¿Cruz en tu corazón y la esperanza de morir?
—Levet.
Levet hizo una mueca. No tenía más remedio que confiar en su palabra. Un
segundo más y él se vendría abajo.
Era mucho mejor que ella pensara que la había liberado por la bondad de su
corazón.
—Bien. Vamos, —dijo, dejando caer las manos mientras los hilos de magia se
desenredaban y luego desaparecían con un silbido audible. Apenas había logrado
aspirar una bocanada de aire cansado, cuando su madre estaba surgiendo de la pared,
agarrando su ala entre sus garras. —Mon dieu, —chirrió él, cuando ella dio un poderoso
impulso con las piernas, enviándolos a estrellarse a través del techo. —Ve más despacio.
—Tais-toi4, —Berthe gruñó, extendiendo sus alas para elevarse a través de París a
una velocidad impresionante.
Colgando en un ángulo incómodo, Levet exhaló un suspiro de resignación.
¿Cuándo iba a ser tratado como un héroe?
Todo esto era muy molesto.
A los pocos minutos, aterrizaron en un afluente aislado que se vertía en el Sena.
Había una entrada olvidada en las alcantarillas oculta por una poderosa ilusión, Berthe
pisoteó a través de ella, sin siquiera molestarse en mirar en la dirección de Levet.
Haciendo volar una pedorreta en su retirada, Levet siguió lentamente su paso.
Una tarea fácil por el tamaño estrecho del túnel que había sido cincelado
profundamente en la tierra.
Teniendo plenamente el placer de ver a su madre golpeando con la cabeza el
techo mientras ella pasaba su gran cuerpo a través de la puerta que protegía el
santuario interior, Levet se contoneo detrás de ella.
La caverna era grande, casi vacía junto a un número de antorchas que extendían
un suave resplandor sobre la piedra gris y el escritorio solitario a pocos pies de
distancia de la puerta.

4 NdeT: Tais-toi: Cállate en francés.

49
—Decana. —Una gárgola varias pulgadas más pequeña que Berthe y construida
sobre líneas más delgadas. Se levantó apresurada de su asiento detrás del escritorio,
Levet saltó fuera del camino cuando Emery realizó una reverencia, ignorando
deliberadamente la presencia de Levet.
Ah... el placer de ser rechazado.
No es que Levet quisiera ser reconocido por el quisquilloso burócrata que
siempre actuaba como si tuviera un palo metido en su derrière.
—Emery. —Ella esperó hasta que el protector del muro se enderezó, su
expresión impaciente. —Tengo un pronunciamiento oficial.
La gárgola parpadeó, sus alas revolotearon con agitación repentina. —Pero... los
mayores.
Berthe agarró a su compañero por el cuerno, elevándolo hasta que estuvieron
hocico contra hocico.
—¿Estás cuestionando mi derecho a gobernar este nido?
—Non, Decana, —el peón dijo con ansiedad.
—Entonces, hazte a un lado.
Emery apresuradamente volvió de nuevo a su mesa, sus alas de cuero apretadas
contra su cuerpo mientras trataba de hacerse lo más pequeño posible.
Levet conocía la sensación. Su madre era una experta en hacer que un hombre se
marchitara.
Con un movimiento adecuadamente dramático, Berthe se giró hacia el otro lado
de la habitación. Hizo un gesto con su mano, haciendo que las antorchas llamearan más
alto por lo que la pared lisa fue revelada.
Levet sintió el cosquilleo del antiguo poder sobre él, con temor, como siempre, al
ver el antiguo artefacto. Un objeto mágico, el Muro de las Memorias desafiaba todas las
leyes de la física para elevarse a través del techo en una oscuridad sin fin. No es que
Levet levantara la vista. El infinito siempre lo hacía mareado.
Los nombres grabados en la piedra brillaban con luz pulsante, como en sincronía
por cada latido de un corazón individual.
Berthe agitó la mano y los nombres cambiaron, como si hubiera pasado la
página. Otra onda, otra página.
El silencio llenó la caverna cuando Berthe continuó buscando a través de los
nombres, por fin, apretó la mano cerrándola para congelar el Muro. Luego, dando un
paso hacia adelante, señaló con su garra en un espacio vacío en la piedra.

50
—Yo, la Decana del nido de Ascaric, hago la presentación de Levet, hijo de
Berthe, a la Cofradía de las Gárgolas. A partir de esta noche y de ahora en adelante será
aceptado en el Gremio con todos los derechos y privilegios de voto.
Hubo un débil jadeo de incredulidad de Emery, pero la atención de Levet se
centró en la pared cuando un poder invisible cincelaba sobre la piedra, dejando atrás su
nombre grabado con una elegante escritura.
Su pecho se hinchó cuando el orgullo llenó su corazón a rebosar.
Él podría estar atrofiado. Su magia podría ser... impredecible. Y puede ser que
necesitara una intervención del Dr. Phil cuando se trataba de Yannah conduciéndolo
extravagantemente, pero él había hecho lo imposible.
Él era una vez más, con carnet de pleno derecho (bueno, no era en realidad una
tarjeta) miembro del Gremio de las Gárgolas.
La vida era buena.

Valla permitió que Elijah la escoltara hacia su apartamento con emociones en


conflicto.
Por un lado, estaba decepcionada por que ellos habían sido incapaces de
encontrar a Levet. Tan bueno como Elijah podía ser en el rastreo, él no podía volar, y si
bien habían ido a la mayoría de los lugares donde se reunían habitualmente las
gárgolas, no habían logrado captar el olor de Levet.
Estaba preocupada desesperadamente por la pequeña gárgola. Por otro lado
estaba sin aliento con la vertiginosa transformación de Elijah.
No sabía cómo ni por qué, pero por primera vez de verdad parecía verla como
una mujer, no como una víctima. Y no sólo en el sentido físico, aunque su decidida
seducción había sido espectacularmente maravillosa.
Él realmente la había escuchado cuando se quejó de que la trataba como una
niña. E incluso había ido en contra de todos los instintos que él poseía al permitirle
entrar en las partes más sórdidas de la ciudad en un intento de encontrar Levet.
Oh, ella no era una idiota.
Sabía que nunca podría compartir la intensidad de sus sentimientos.
Él sinceramente podría desearla, pero ella no sería nada más que una distracción
de paso que sería rápidamente olvidada cuando su atención fuera atraída por una
nueva amante, o por su verdadera compañera.

51
Ignoró el dolor que acuchilló a través de su corazón. Había esperado mucho,
mucho tiempo para que Elijah siquiera la reconociera como una mujer. ¿Por qué no iba
a disfrutar del paseo, por el tiempo que durara? Habían llegado al bulevar que corría
por delante de su apartamento, cuando Elijah agarro su codo para detenerla.
—Valla.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás para estudiar su pálido y perfecto rostro.
—¿Qué pasa?
Hizo una pausa, como si estuviera considerando sus palabras. —Se está haciendo
tarde.
Valla frunció el ceño. No tenía los sentidos superiores de un vampiro, pero podía
saber la hora.
—Todavía falta un par de horas antes del amanecer.
—Es cierto, pero…
Hmm. Algo raro estaba pasando. ¿Pero qué?
—¿Elijah, pasa algo malo?
Él dio un paso adelante, ahuecando suavemente su rostro entre sus manos
mientras le permitía vislumbrar el hambre ardiendo como un infierno en sus ojos.
—Si regreso a tu apartamento, voy a necesitar más que un par de horas antes de
que yo esté dispuesto a marcharme.
Una emoción primitiva, se precipitó a través de ella. —Oh.
—Oui. —Su pulgar acarició distraídamente la piel de su mejilla, con su mirada
entrenada sobre sus labios.
—Oh. —Valla no dudó.
En algún lugar en el camino su corazón estaba destinado a ser roto, pero si ella
había aprendido algo era a captar la felicidad cuando se la ofrecían.
—El apartamento está construido para proteger a un vampiro, —dijo ella, con
voz ronca. —Tu estarías seguro.
Él se estremeció, sus colmillos brillaron con la farola. —¿Entiendes lo que digo?
Un rubor tímido tiñó sus mejillas. —¿Quieres ser mi amante?
Sus manos apretaron su cara, su expresión era dura como si estuviera preso de
una emoción poderosa.
—Mucho más que su amante, mon ange... —comenzó, sólo para detenerse
mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y probaba el aire. —Merde.

52
—¿Peligro? —Ella respiro, su mirada buscando la sombra de un intruso.
—Huele a gárgola, —murmuró.
—¿Levet? —Ella se soltó de su agarre, exhalando un suspiro de alivio. —
¿Dónde?
Mucho menos entusiasmado, Elijah hizo un gesto con la cabeza hacia el estrecho
callejón que conducía entre los edificios.
—Él acaba de aterrizar en el patio.
Haciendo caso omiso de las murmuraciones de Elijah, Valla entró de prisa por el
callejón.
—Gracias a Dios.
Aterrizando en el centro del patio, Levet se sorprendió cuando cogió el olor de
Valla procedente de la calle en lugar de su apartamento.
Un miedo momentáneo agarró su corazón al pensar que la vulnerable joven
ninfa había estado fuera, en las peligrosas calles sola, antes que el pulso frígido del
poder le asegurara que ella estaba lejos de estar sola.
Al entrar en el patio, la bonita hembra corrió a su lado, su sonrisa tan brillante
como las luces que se alineaban en los Campos Elíseos.
—Ahí estás, —respiró ella. —He estado preocupada.
—Perdóname, ma belle. —dijo Levet con verdadero arrepentimiento. Él realmente
no tenía la intención de preocupar a su amiga más reciente.
—He tenido una cita largamente retrasada con mi madre.
—¿Estás bien?
Él sonrió, sus alas revoloteando con el placer. —Estoy perfecto.
—Eso es una cuestión de opinión, —murmuró Elijah mientras se movía para
estar al lado de Valla, envolviendo su brazo alrededor de su cintura con una obvia
intimidad.
Ah. Eso era una novedad.
Levet sopló una pedorreta en la dirección del vampiro. —Ni siquiera tu puedes
echar a perder mi estado de ánimo, sanguijuela.
Valla se inclinó para poder estudiar su expresión complacida, su cabello
resplandecía como el oro más puro en el claro de luna.
—¿Qué pasó?
—Oficialmente me han regresado al Gremio de las Gárgolas, —anunció en tono
magnánimo.

53
Ella parpadeó. —¿Y eso es... algo bueno?
—Pero por supuesto.
—Entonces me alegro por ti.
Se inclinó hacia delante para colocar un suave beso en la parte superior de su
cabeza, sus labios apenas rosaron entre sus cuernos antes de que Elijah la jalara con
determinación de regreso a su lado.
—Si has logrado completar tu negocio, entonces tal vez debería emprender tu
camino, —gruñó el vampiro, claramente celoso.
Así debe ser, reconoció Levet con aire de suficiencia.
Él era un bebé-magnetrón.
¿O era magneto?
Lo Que Sea.
—De verdad, Elijah, —Valla reprendió suavemente.
—Oui, de verdad, Elijah, —Levet hizo eco, plantando las manos en sus caderas.
Con ferocidad los hermosos rasgos de Elijah revelaron que estaba al final de su
paciencia, pero antes de que pudiera reaccionar, escucharon el inconfundible sonido del
aleteo de las alas procedentes desde arriba.
Levet bruscamente miró hacia arriba, su cola se crispo. —Uh, oh.
—¿Qué?
—Tarifa-fi-fo-fum, huelo el hedor de la escoria gárgola. —murmuró Levet.
Era el distintivo aroma a granito con moho antes de que Claudine e Ian
descendieran desde los tejados a la tierra en el centro del jardín, aplastando la fuente de
mármol bajo sus pies.
—Mon dieu, —espetó el vampiro: mirando a ambas gárgolas que llenaban el patio
con su grises y enormes cuerpos.
—Elijah, — jadeó Valla. —Haz algo.
—No puedo creer esto. —Con una sacudida de su cabeza, Elijah dio un paso
adelante. — Deténganse ahí, gárgolas.
Levet permitió que el erizado vampiro distrajera a sus inoportunos parientes.
Ser un héroe no significaba que tenía que ser estúpido. Y él todavía estaba débil
de su encuentro con su madre.
Además, Tweedle Dee y Tweedle Dum evidentemente necesitaban que les
enseñaran una lección de modales.

54
Elijah era el vampiro que les enseñaría a no presentarse sin anunciarse.
Demasiado estúpida para ser consciente del peligro que corría, Claudine dio un
paso adelante, su enorme figura ocupaba una gran cantidad del patio a pesar de tener
sus alas dobladas hacia atrás.
—Jefe de clan. —Su voz resonó en los edificios. — No tenemos ninguna pelea
contigo.
Elijah cruzó los brazos sobre el pecho. —Entonces den la vuelta y lárguense.
Claudine frunció el ceño. No había muchos demonios dispuestos a plantar cara a
una gárgola totalmente desarrollada. —Hemos venido por mi hermano.
Elijah lanzó una mirada aburrida en la dirección de Levet. —Él no parece
interesado en otra reunión familiar.
—Oui, —acordó Levet, agitando sus manos en un gesto espantándolos mientras
se recordaba con severidad a sí mismo que ya no tenía miedo a las criaturas del mal que
lo había atormentado toda su infancia. —So sooo, desaparezcan.
Una columna de vapor surgió de la fosa nasal de Claudine. No tenía el fuego de
su madre, pero ella podía eructar una nube de humo.
—No sé cómo lograste tener tu nombre de regresó en la pared, pero te advierto.
No estaré satisfecha hasta que seas rechazado una vez más, —gruñó.
—¿Así que tú buscas revocar una proclamación directa de Madre? —Se burlo
Levet. —Tal vez incluso hayas decidido que es hora de desafiarla para hacerte la
decana?
Ian dio un paso apresurado lejos de Claudine. Como si tuviera miedo de ser
contaminado.
Un temor legítimo. Berthe destruiría a cualquier persona que incluso insinuara
un motín.
Claudine negó con su enorme cabeza masiva. —Mi madre nunca habría
revocado tu destierro.
—Les aseguro que lo hizo.
Los ojos grises se estrecharon con sospecha. —¿Cómo?
Levet dio otra onda espantándolos. —Ve a preguntarle.
—Te estoy preguntando.
Levet hizo rodar sus ojos. Él sabía que la noticia de su regreso al Gremio no haría
feliz a su familia, pero él no estaba de humor para otra répugnant confrontación.
—Yo simplemente revelé mi parte en salvar al mundo de la destrucción total.
¿Cómo podía ella no incluir a un héroe en el Gremio?
55
—Mentiroso. —Claudine piso fuerte, haciendo que el suelo temblara. —Tú eres
un debilucho patético que no ofrece nada más que vergüenza.
Levet exhaló un suspiro de resignación. —Como dije, ve a preguntarle tu misma.
—Non. —Una expresión peligrosa torció la fea cara de su hermana. No le gustaba
ser frustrada. Sobre todo no por su deforme, hermano menor, desafiando su altura. —Es
posible que hayas engañado a madre para devolverte al Gremio, pero tengo la
intención de asegurarme que sea una estancia corta.
Él extendió sus alas, resistiéndose a la tentación de acercarse un paso más cerca
del vampiro.
Él era un héroe.... Óyelo rugir. —Tú no tienes el poder para rechazarme.
Claudine retiró sus labios para exponer sus colmillos en una amenaza visible. —
Tal vez no, pero yo tengo el poder de matar.
Levet parpadeó en estado de shock. —Es en contra de la ley Gárgola matar a otra
gárgola a menos que fueran desterradas. O a menos que se hubiera emitido un desafío
formal. Y de verdad, ¿quién quería tratar con el papeleo?
—Soy un miembro del Gremio, —él le recordó haciendo una señal hacia su
pariente.
—No por mucho tiempo. —Levantando las manos, que tenían garras del tamaño
suficiente para ensartar a Levet, Claudine dio un paso adelante, seguida a
regañadientes por su socio del crimen, Ian.
Levet cuadró los hombros, convocando lo último de su desvanecido poder.
—Merde, —Elijah rompió, claramente al final de su paciencia. —Les dije que se
quedaran atrás.
—Esto son asuntos del Gremio, vampiro, —gruñó Ian. —No deseas interferir.
—Lo que quiero es que me dejen a solas con la mujer que amo, —Elijah les
informó, con una sonrisa curvando sus labios, ante el jadeo de Valla en shock. —Y si eso
significa matarlos para lograr ese objetivo, entonces eso es lo que voy a hacer.
—¿Amor? —Valla chilló, con las manos apretadas sobre su corazón. —¿Dijiste
que me amas?
Elijah se volvió para envolver a la desconcertada ninfa en sus brazos aun cuando
las dos gárgolas dieron otro paso adelante.
—Ummm... ¿tal vez podríamos hablar de esto más tarde? —murmuró Levet,
encantado de que el insensato vampiro hubiera confesado al fin sus sentimientos, pero
deseando que hubiera elegido un momento y lugar más adecuado.

56
A pesar de su nueva confianza, estaba bastante seguro de que no podía derrotar
a dos gárgolas completamente desarrolladas al mismo tiempo.
Incluso Batman tenía un compañero.
Indiferente al peligro, Elijah estudió el rostro de Valla que lo miraba hacia arriba,
con abierta adoración.
—Por supuesto, te amo, obstinada mujer, —dijo con voz ronca.
—¿Qué crees que he estado tratando de decirte desde hace seis horas?
Ella se sonrojó. —Pensé que querías que me convierta en tu amante.
Él sacudió la cabeza. —No en mi amante. En mi compañera.
—¿Compañera? —Sus ojos azules se amplió con el shock. —¿Estás seguro?
—¿Por qué habría de encontrar las razones más ridículas para aparecer en tu
puerta? ¿Por qué iba yo ignorar todos mis deberes para pasar tiempo contigo? ¿Por qué
habría de contratar a veinte chefs diferentes hasta que encontré uno que horneara tu
tartas de frambuesa favoritas como la que querías?
—Oh. —Ella parpadeó, sus manos temblorosas se elevaron para tocar su cara.
Como si ella tuviera que asegurarse de que era real. —Me hiciste pensar que solo te
preocupabas por mí.
—Estoy preocupado por mí, —gruñó. —No puedo vivir sin ti.
—Oh, Elijah, —ella respiró, inclinando la cabeza, cuando él reclamo sus labios en
un beso de puro gozo.
Levet tiró de los pantalones del vampiro cuando Claudine levantó su enorme
pie, apuntando claramente a su cabeza.
—Oui. Todo esto es muy conmovedor, —dijo. —Pero estamos a punto de ser
aplastados como insectos.
Levantando la cabeza, Elijah señaló con la mano a la gárgola hembra. —Ni
siquiera lo pienses.
Claudine bajó a regañadientes su pie, pero el suelo se estremeció cuando su
poder llenó el aire.
—Dame a la gárgola, vampiro, o paga el precio.
Un banco cercano se derrumbó en un montón de polvo de mármol cuando
Claudine libero un hilo de su magia.
Elijah frunció el ceño. —Están empezando a molestarme.
Ian hinchó el pecho. —Entonces damos a la gárgola.

57
El vampiro escondió a su compañera de cabellos dorados detrás de él cuando la
temperatura bajó varios grados.
Elijah claramente estaba jugando con ellos.
—No.
—¿Por qué? —Claudine espetó. —Él no puede significar nada para ti.
—Él me hizo darme cuenta de lo ciego que he estado. —Elijah sonrió. Lo que no
era la vista más reconfortante considerando sus enormes colmillos que brillaban con un
blanco nieve con la claridad de la luna. —Eso es suficiente para mí.
—Bien. —Claudine levantó la mano. —Entonces sentirás mi ira.
—Sacrebleu. —Las alas de Levet se crisparon con molestia. —Lo que sería como
una brisa fuerte.
La fría mirada gris cambio en su dirección bruscamente —¿Brisa fuerte?,
pregunto la hembra con voz áspera.
Valla se aclaró la garganta, aún oculta tras Elijah. Una sabía elección. Ya que una
pequeña marca en su piel de satén blanco y el vampiro explotaría como una bomba
nuclear.
—Creo que él quiere decir que fanfarroneas, explicó.
—Cómo te atreves, —Claudine chilló. —Te daré…
—Oh, cállate. —Levet levantó las manos para enviar una descarga de magia
directamente a la pesadilla de su existencia, asombrado de que esta no chisporroteara y
desapareciera.
Estaba, después de todo, cansado hasta los huesos.
Se oyó el ruido de chisporroteo; entonces Claudine dio un grito de dolor
mientras iba hacia atrás, sacando dos bancos y una farola antes de golpear el edificio
detrás de ella.
—Buen disparo, —murmuró Elijah: fluyendo hacia adelante para bloquear el
enorme puño de Ian yendo en la dirección de Levet.
—Merci, —Levet agradeció a su compañero, estremeciéndose cuando Elijah
apretó con fuerza suficiente para aplastar los huesos de la mano de Ian.
—Non... por favor, — jadeó Ian, —sus pequeños ojos saltones se agrandaron con
el dolor cuando una capa de hielo comenzó a avanzar lentamente sobre su piel
escamosa, convirtiéndola de gris a azul.
—¿Ya terminaste de jugar? Elijah murmuró en voz baja.
—Oui.

58
Elijah soltó la mano de a la gárgola. —Entonces agarra a tu compañera y salgan
de aquí.
Girado hacia atrás para mantener su mirada en el letal jefe del clan, Ian agarró el
brazo de Claudine y tiró de ella para levantarla.
La gárgola hembra sacudió la cabeza atontada, presionando la mano sobre su
pecho herido mientras fulminaba a Levet con la mirada.
—Esto no ha terminado, hermano, —dijo entre dientes.
Elijah dio un paso adelante, su poder arremetió a través del aire con la fuerza
suficiente para hacer que las grandes gárgolas temblaran de dolor.
—No sólo está terminado. Voy a advertirte que si te atreves a hacerle daño a
Levet mientras él está en mi territorio voy a asegurarme que todo el Gremio sea
castigado, —dijo. Su voz hizo que una oculta Hada de rocío huyera del miedo. —¿Ha
quedado claro?
—Pero...
—Oui, —Ian interrumpió el lloriqueo de Claudine, tirando de ella hacia el centro
del jardín. —Está muy claro.
—Bon. Ahora lárguense, —mandó Elijah.
Agitando sus alas de cuero, los dos grandes demonios estaban en el aire,
desapareciendo entre los tejados.
Levet sonrió. Habían pasado muchos años desde que había sido obligado a
abandonar esta ciudad que tanto amaba. Ahora se dio cuenta de que había permitido
que el miedo lo mantuviera alejado. No el miedo a su familia, aunque eso es lo que
siempre se había dicho a sí mismo, el miedo a sus propias deficiencias.
No iba a permitir que lo mantuvieran alejado de nuevo.
Al darse cuenta de que Elijah, había regresado a Valla a sus brazos y la estaba
estudiando con una lujuria descarada, Levet ocultó una sonrisa.
—Creo que es mi señal para marcharme también, —murmuró.
Los dos se separaron para que Elijah pudiera inclinar en un arco majestuoso la
cabeza. —Estoy en deuda contigo, gárgola.
Levet levantando las manos. —Solo un día de trabajo para un caballero de
brillante armadura.
Valla dio un paso hacia adelante, el dolor persistente en sus ojos azules fue
reemplazado por una chispa de esperanza.
—Espero que encuentres lo que estás buscando, —dijo en voz baja.

59
—A veces un hombre sólo tiene que disfrutar de la caza, —murmuró, ofreciendo
una profunda reverencia. —Au revoir.
Con una sonrisa, Levet extendió sus alas y voló hacia las estrellas.

FIN

60
Continua con…

Venganza en la Oscuridad
SAGA GUARDIANES DE LA ETERNIDAD 10
ALEXANDRA IVY

Argumento
LA BÚSQUEDA DE UN TRAIDOR
A medida que el mundo de los demonios celebra la derrota del Señor Oscuro, el
humor del vampiro Santiago sigue siendo sombrío. Él todavía anhela a la sensual, de
cabellos como ala de cuervo, Nefri, que ha desaparecido inexplicablemente. Pero el
estar cabizbajo por Nefri es un lujo que Santiago no puede darse. El traidor de su Sire,
Gaius, está desatando un violento azote contra el mundo de los mortales, y Santiago
debe detenerlo antes de que sea demasiado tarde...

CONDUCE A UNA SEDUCCIÓN PELIGROSA


Para su consternación, los Oráculos todopoderosos han enviado a Nefri a su
propia misión, encontrar a Gaius, y el fracaso no es una opción. La búsqueda de Nefri la
lleva a la abandonada guarida de un vampiro, directamente hacia el camino de
Santiago. Está claro que Santiago tiene la intención de seducirla, pero luego un antiguo
mal desterrado reaparece, amenazando con empujar al mundo hacia una locura del que
no podrá sobrevivir...

61
Prólogo

Traducido por Maxiluna


Corregido por Alhana

La leyenda del Velo


Los mitos que rodeaban la creación del Velo eran muchas, y valían incluso
menos.
Algunos decían que era la obra de ángeles que se habían perdido en las brumas
del tiempo.
Otros decían que se trataba de un desgarre en el espacio realizado durante el Big
Bang.
El favorito actual era que Nefri, una antigua vampiro con un medallón místico,
había creado el Velo para proporcionarle un pequeño pedazo de paraíso a su clan, los
Inmortales. Según este particular rumor, se susurraba que en el otro lado no había
hambre, ni sed de sangre y no había pasión. Sólo una paz sin fin.
Era un mito que Nefri, así como los Oráculos que estaban sentados en la
Comisión (gobernadores del Mundo Demoniaco), estaban felices de alentar.
La verdad del Velo era mucho menos romántica.
No era nada más, ni nada menos que una prisión.
Una creación de los Oráculos para contener un antiguo error que podía
destruirlos a todos...

62
Capítulo Uno

Traducido por Maxiluna


Corregido por Alhana

Club del Vampiro Viper


A orillas del río Mississippi al sur de Chicago

La música palpitaba con un pesado bajo de Death-Methal5, que habría podido


derribar los edificios cercanos si el club demoniaco no hubiera estado envuelto en
hechizos de protección. La magia de los duendes no sólo hacía que el gran edificio
luciera como un almacén abandonado para los humanos locales de la pequeña ciudad
del Medio Oeste, si no que capturaba cualquier sonido.
Una buena maldita cosa ya que la volátil música no sería el único ruido que
asustaría a los vecinos mortales.
Por supuesto, la primera planta parecía bastante normal. El gran vestíbulo estaba
decorado en un estilo neoclásico, con suelos de madera pulida, y las paredes pintadas
de un verde pálido con grabados de plata. Incluso el techo estaba cubierto con alguna
ridícula y costosa pintura de Apolo en su elegante carruaje a través de las nubes.
Arriba era igual. Los apartamentos privados estaban elegantemente decorados y
diseñados pensando en la comodidad de los huéspedes que estaban dispuestos a pagar
los exorbitantes precios por unas horas de privacidad.
Pero una vez que eras admitido y pasabas las pesadas puertas dobles que
llevaban a los niveles más bajos, toda pretensión de civilización llegaba a su fin.
Abajo en la oscuridad se animaba a los demonios a salir a jugar en un salvaje
abandono.
Y nadie, absolutamente nadie, podía jugar tan rudo, salvaje y francamente
desagradable como los demonios.

5 Death-Metal, subgénero perteneciente al Rock & Roll extremo es considerado uno de los más
duros y pesados y se caracteriza por sus letras fuertes e impronunciables y profundas voces, conocidas
como guturales.

63
De pie en las sombras, Santiago, un vampiro alto, exquisitamente hermoso con el
pelo largo, de un negro cuervo, ojos oscuros y características netamente españolas dejó
que su mirada echara un vistazo sobre su dominio.
La sala circular era del tamaño de un gran auditorio, hecho de mármol negro con
una serie de niveles que formaban terrazas que iban en descenso. En cada nivel había
una serie de mesas de acero y taburetes que se atornillaban al mármol. Estrechas
escaleras conducían a un pozo construido en medio del piso lleno de arena.
Los candelabros de arriba derramaban pequeños charcos de luz cerca de las
mesas, mientras mantenía la suficiente oscuridad para aquellos huéspedes que
preferían permanecer ocultos.
No es que existiera la necesidad de mantenerse en secreto en el club.
La multitud estaba formada por vampiros, Were y hadas, junto con varios trolls,
un orco, y los raros Sylvermysts (los Fey Oscuros que habían recientemente revelado su
presencia en el mundo). Ellos venían a luchar en el hoyo para conseguir la oportunidad
de alcanzar una fugaz gloria. O disfrutar de los placeres que los diversos anfitriones y
anfitrionas les ofrecían, ya fuera darles de comer o sexo.
Ninguno de ellos era conocido por su modestia.
Especialmente cuando estaban en el estado de ánimo para celebrar.
Santiago hizo una mueca, su helado poder chisporroteando en el aire para
enviarlo hacia varios jóvenes Were que estaban corriendo por la habitación llena de
gente.
Comprendía su júbilo.
No todos los días una deidad malvada era destruida, las hordas del infierno se
habían retirado, y el Armagedón evitado.
Pero después de un mes de soportar el feliz jubilo y la alegría sin fin, su propio
estado de ánimo se inclinaba hacia el homicida.
Bueno, tal vez era algo más que una inclinación, tristemente admitió cuando una
mesa llena de trolls irrumpió en una pelea violenta, golpeándose entre sí sobre la
barandilla y sobre los Were sentados más abajo.
El efecto dominó fue instantáneo.
Con gruñidos furiosos los Were se transformaron, lanzándose hacia los trolls. Al
mismo tiempo los Sylvermysts cercanos saltaron a la lucha cada vez más grande, el
aroma de hierbas en su sangre rápidamente llenando el aire.
Sus enormes colmillos dolían con la necesidad de unirse en el cuerpo a cuerpo.
Tal vez una buena paliza a la antigua aliviaría su asfixiante frustración.

64
Por desgracia, su jefe de clan, Viper, había confiado en él para administrar el
popular club. Lo que significaba que no habría baños de sangre extracurriculares. No
importaba cual fuera la tentación.
Mata Diversión total.
Observando a sus gorilas bien entrenados moverse para poner fin a la lucha,
Santiago giró la cabeza cuando el olor de la sangre fue sustituido por el rico aroma de
las ciruelas.
Sus labios se curvaron cuando la lujuria, en lugar de la violencia, de pronto llenó
el aire.
Comprensible.
Tonya podría hacer que un hombre babeara a cien pasos.
Increíblemente hermosa con piel pálida y oblicuos ojos esmeralda, la duende
también podía presumir curvas perfectas y una impresionante melena de pelo rojo. Pero
Santiago no la había elegido como su ayudante principal debido a su escandaloso
atractivo sexual.
Como todos los duendes, poseía un talento para los negocios y la capacidad de
crear poderosas ilusiones. También podía hechizar objetos, aunque Santiago se
aseguraba de que su particular talento, se utilizara sólo en los seres humanos que
patrocinaban la tienda de té de al lado. La mayoría de los demonios eran inmunes a la
magia Fey, pero Tonya tenía sangre real y sus poderes eran por lejos mucho más
adictivos que la mayoría.
Su leal clientela nunca volverían si sospechaban que les permitía ser cautivados
por la hermosa duende.
Llevaba un vestido plateado que fue diseñado más para tentar en lugar de
cubrirla, se detuvo a su lado, una sonrisa curvando sus labios exuberantes, incluso
mientras su mirada sagaz monitoreaba a los anfitriones y anfitrionas que se paseaban
por la sala para ofrecer sus servicios.
—Una agradable muchedumbre, —murmuró.
Santiago hizo una mueca. A diferencia de su asistente, él llevaba jeans negros
lisos y una camiseta oscura que se aferraba a su ancho pecho. Y, por supuesto, había
complementado el atuendo casual con una enorme espada atada a su espalda y una
pistola enfundada a la cadera.
Nunca permitiría que se dijera que él iba a una fiesta sin la ropa adecuada.
—Agradable no es una palabra que yo asociara con este populacho.

65
Tonya miró hacia la tribu de Sylvermysts que estaban regresando de mala gana
hacia su mesa. Los guerreros poseían los rasgos más llamativos entre todos los Fey con
el pelo largo en varios tonos de dorado hacia el castaño.
Pero sus ojos brillaban con un extraño brillo metálico.
—Oh, no lo sé, —ronroneó. —Hay uno o dos que yo consideraría comestibles.
—Tu definición de comestible es terriblemente indiscriminada.
Ella giró su cabeza para estudiarlo con una mirada de lo-sé-todo. —Sí, bueno, al
menos no he sido castrada.
Santiago curvó los puños apretándolos, la furia se sacudió a través de él. ¡Oh, no,
ella no iría por allí.
—Cuidado, Tonya.
—¿Cuándo fue la última vez que te echaste un revolcón?
La temperatura del aire se redujo varios grados.
—No discutiremos eso, —gruñó, su voz salió lo suficientemente baja como para
no ser escuchada. A pesar de la música ensordecedora, había demonios que podían oír
un alfiler caer a una maldita milla de distancia. —Sobre todo no en frente de una
audiencia.
Tontamente ignorando sus vibras de no-me-jodas, Tonya plantó las manos en sus
caderas.
—He tratado de discutir de ello en privado, pero me sigues dejando fuera.
—Debido a que no es de tu maldita incumbencia.
—Lo es cuando tu mal humor comienza a afectar el club.
Sus colmillos palpitaban. —No me presiones.
—Si no lo hago, ¿quién lo hará? —La mujer se negó a dar marcha atrás, las
palabras que había anhelado claramente lanzarle durante días al fin de salieron de sus
labios. —Merodeas por los pasillos gritándole a todo el mundo que es tan estúpido
como para cruzarse en tu camino. He tenido seis camareras y dos porteros renunciando
en el último mes.
Su mandíbula se endureció con una obstinada negativa al admitir que ella tenía
razón.
Si lo hiciera...
Bueno, eso significaría que tendría que admitir que había sido castrado.
No sólo sexualmente, lo cual era lo suficientemente espantoso de admitir.
Después de todo, él era un vampiro. Su apetito por el sexo se supone que era insaciable.

66
Pero su deseo general por la vida...
De repente, el disfrutar de la búsqueda de mujeres hermosas y pasar tiempo con
sus hermanos de clan fue reemplazado por una constante frustración. Y su orgullo en
hacer funcionar un club que era tristemente célebre en todo el mundo demoniaco fue
reemplazado por una picazón que no podía rascarse.
Era algo que estaba tratando de ignorar bajo la teoría de que era como una mala
resaca, algo que sufrías y luego olvidabas tan pronto como la próxima fiesta llegaba.
—Contrata más, —gruñó él.
Sus ojos se estrecharon. —Es fácil para ti decirlo.
—Oye, sabes dónde está la puerta…
—No he terminado, —lo interrumpió ella.
Sus oscuras cejas se fruncieron en advertencia. —Fey, estás cabreándome hasta
decir no más.
—Y ese es mi punto. —Ella apuntó con un dedo hacia la beligerante
muchedumbre que seguían encarándose unos a otros con la amenaza de violencia. —
Este estado de ánimo tuyo no sólo está afectando a los empleados, sino también a los
clientes. Cada noche estamos a un suspiro de un motín.
Él resopló, cruzando los brazos sobre su ancho pecho. —Tengo un club
demoniaco que abastece de sangre, sexo y violencia. ¿Qué esperabas? ¿Pistas de bailes,
cocteles gin fizzes6, y karaoke?
—El ambiente es siempre agresivo, pero en las últimas semanas ha sido
explosivo. Hemos tenido más peleas sólo esta noche de la que hemos tenido en los
últimos dos años.
—¿No has oído la noticia? Estamos celebrando la derrota del Señor Oscuro, —
trató de fanfarronear. —Un nuevo comienzo... bla, bla, bla.
Como un perro con un hueso, Tonya se negó a dejarlo ir.
—¿Esto te parece una celebración? —Una vez más, ella clavó su dedo hacia la
multitud en plena ebullición. —Tu frustración está contaminando a todos.
Santiago no pudo discutir.
El club no era Disneylandia, pero no era por lo general un baño de sangre.
Al menos, no a menos que fueras tan estúpido como para unirte a las
competencias en la jaula.
—Entonces, ¿qué estás sugiriendo?

6 El cóctel Gin Fizz suele contener ginebra, zumo de limón, soda y sirope o azúcar.

67
—Tienes dos opciones. —Tonya le ofreció una sonrisa tensa. —Ve a matar algo, o
ve y folla. Mierda, o has las dos cosas.
Él resopló. —¿Te estás ofreciendo?
—Me gustaría si pensara que haría algo bueno, —admitió sin rodeos. —Mientras
que... —Sus palabras se desvanecieron mientras levantaba su mano, señalando un
rincón lejano.
—¿Qué?
—Tengo algo más adecuado para tu gusto actual en mujeres.
Santiago no estaba seguro de lo que esperaba.
Tal vez una gemelas duendes. Siempre había tenido una debilidad por los juegos
de dos. Gemelas...
O tal vez una arpía en celo.
No había nada más seguro para distraer a un hombre que una semana de
incesante, todo se vale en el sexo y sin bolas doloridas.
En su lugar una mujer vampiro salió de las sombras.
—Mierda, —dijo entre dientes en estado de shock.
No porque la mujer fuera impresionante. Eso era un hecho. Todas las hembras
vampiros eran guapísimas.
Pero ésta tenía una familiaridad extraña con su largo cabello negro y ojos oscuros
que contrastaban tan fuertemente con su pálida piel.
Nefri.
No, no era Nefri, una voz susurró en el fondo de su mente.
El rostro era más angular y la hembra que se acercaba carecía de la indiferencia
majestuosa que envolvía a la verdadera Nefri.
Por no mencionar el poder que te enviaría sobre tu culo y que los hubiera tenido
a todos tambaleándose bajo el impacto de su presencia.
Pero ella estaba lo suficientemente cerca para hacer que sus intestinos se
anudaran dolorosamente.
—¿Será con ella? —Tonya murmuró.
—Deshazte de ella, —ordenó, su voz gruesa.
Tonya frunció el ceño en confusión. —¿Qué?
—Deshazte de ella. Ahora.

68
Girando sobre sus talones, se dirigió hacia las escaleras que llevaban hacia los
niveles más bajos.
Tenía que salir de allí.
—Santiago, —Tonya lo llamó a sus espaldas. —Maldita sea.
La multitud se separó por la fuerza de su helado poder, la mayoría de ellos
luchando por salir de su camino con una gratificante prisa mientras subía las escaleras y
entraba en el vestíbulo.
No es que él se diera cuenta.
Estaba demasiado ocupado convenciéndose de que su retiro era nada más que
debido al disgusto por la interferencia de Tonya.
Como si necesitara a la Fey entrometiéndose en su vida sexual. Se suponía que
debía ser su asistente, no su proxeneta. Si quería una maldita mujer podía conseguir
una él mismo. Carajo, él podría conseguir una docena.
Y ninguna de ellas sería una lamentable sustituta para la molesta, exasperante e
imposible hembra que simplemente lo había abandonado para volver detrás del Velo....
—¿Problemas en el paraíso, mi amigo?
Eso fue un testimonio de cuán distraído estaba, que casi había llegado al suelo de
mármol del vestíbulo y no había notado al vampiro de pie cerca de la puerta de su
oficina.
Dios.
Si podía perderse la corriente del Anasso (el último rey de todos los
vampiros) Entonces su cabeza estaba verdaderamente metida en su culo.
Styx era un guerrero Azteca de uno noventa y ocho vestido de cuero negro con
una espada lo suficientemente grande como para atravesar a un troll pura sangre atada
desde su espalda. Y, por supuesto, allí estaba su enorme poder, que palpitaba en el aire
como ondas sónicas.
Sería más fácil, y ciertamente menos peligroso, pasar por alto a un volcán en
erupción.
—Perfecto, —murmuró hacia el bronceado rostro de su inesperado invitado, que
había sido tallado en líneas magras y arrogantes que hacían destacar su pelo oscuro,
recogido en una trenza apretada que caía casi a la parte posterior de sus rodillas. Él no
lucía como que estuviera allí por la fiesta. Lo que significaba que quería algo de
Santiago. Nunca era una buena cosa. —¿Podría esta noche ser mejor?—Murmuró.
Styx arqueó una oscura ceja. —¿Quieres hablar acerca de ello?

69
¿Compartir el hecho de que él no era mejor que un eunuco ante su Anasso? Él
preferiría ser destripado. Y, hablando como alguien que en realidad había sido
destripado, era decir mucho.
—Enfáticamente no, —dijo con voz áspera, empujando la puerta de su oficina y
dirigiendo a su compañero hacia el interior.
—Gracias a los dioses. —Styx cruzó la alfombra gris pizarra, encaramándose en
la esquina de la pesada mesa de nogal de Santiago. —Cuando tomé el trabajo de Anasso
no sabía que me tenía que convertir en el Encantador de Vampiros. Sólo quería golpear
cosas con mi gran espada.
Santiago se desvió más allá de los estantes de madera en donde estaba colocado
el equipo de vigilancia de alta tecnología que Seguridad Nacional sólo suponía conocer,
abriendo la puerta de la barra lateral que estaba fijada por debajo de las impresionistas
pinturas francesas que colgaban en las paredes revestidas de madera.
—Espero que no hayas venido aquí para golpear cualquier cosa con tu espada, —
dijo, sacando una botella de tequila Comisario.
—En realidad, necesito tu ayuda.
—¿Otra vez? —Santiago sirvió dos generosos chupitos del caro licor. La última
vez que Styx había dicho esas palabras el Señor Oscuro había estado amenazando con
destruir el mundo y él había estado trabajando en conjunto con Nefri en un intento de
encontrar a la vidente perdida. —Pensé que habíamos superado aquello de “el cielo se
está cayendo” a “bravo lo logramos”, ¿Todo el mundo está de vuelta en sus esquinas
neutrales para así poder fingir que no nos convertimos casi en comida para cachorro
por las hordas del infierno?
Styx no se había convertido en rey sólo porque fuera el más malo de todos los
más malos. También era terriblemente perceptivo.
Entrecerrando los ojos, estudió la expresión amarga de Santiago con una
intensidad inquietante.
—¿Tiene esto algo que ver con Nefri y el que regresara a su clan?
Nop. No discutiría eso.
Santiago se movió bruscamente y empujó una de las copas hacia la mano de
Styx.
—Aquí.
Brevemente distraído, el antiguo vampiro tomó un sorbo del potente licor, una
leve sonrisa curvó sus labios.
—¿De las bodegas de Viper?
—Por supuesto.

70
La sonrisa de Styx se amplió. A pesar de que eran depredadores alfas, Styx y
Viper (jefe del clan de Chicago) se habían convertido en amigos de confianza. Era casi
tan sorprendente como el hecho de que vampiros y Weres se hubieran convertido en
aliados. Al menos temporalmente.
Lo cual sólo resultó en el punto de que el día del juicio final realmente creaba
extraños compañeros de cama.
—¿Sabe él que estás disfrutando de su alijo privado?
—Lo que él no sabe... —Santiago levantó su copa en un brindis burlón antes
beberse el tequila de un solo trago. —Salud.
—Sabes, —murmuró Styx, dejando a un lado su copa, —tal vez debería probar
mi habilidad como Dr. Phil.
Santiago se sirvió otro trago.
—Dijiste que necesitabas mi ayuda.
—Ese era el plan, pero estás en un estado de ánimo peligroso, amigo. El tipo de
humor que consigue que buenos vampiros terminen muertos.
—Estoy bien. —Santiago se bebió el tequila, saboreando la exquisita quemadura.
—Dime lo que quieres de mí.
Hubo una larga pausa antes de que el rey al fin sacara un puñal que tenía
enfundado en su cadera.
—¿Reconoces esto?
—Dios. —Santiago dejó caer su copa mientras miraba en estado de shock hacia el
puñal de plata ornamental que tenía la forma de una hoja con un mango de cuero con
pequeños rubíes encastrados. —Un pugio, —susurró.
—¿Lo reconoces?
Su corta carcajada sin humor llenó la habitación. Como el infierno que sí, lo
reconocía. Él debía. Pertenecía a su Sire, Gaius, quien una vez había sido un general
Romano.
Hacía siglos que había visto con asombro como Gaius le había mostrado el
método adecuado de matar a su presa con la daga. Qué tonto había sido.
Por supuesto, él no era totalmente culpable.
Como todo expósito, Santiago había despertado como un vampiro sin recuerdos
de su pasado y sólo un instinto primitivo de sobrevivir. Pero a diferencia de otros, no
había sido dejado para valerse por sí mismo. Oh no. Gaius había estado allí. Tratándolo
como a un hijo y formándolo para que se convirtiera en su guerrero más grande.

71
Pero todo eso había llegado a su fin la noche en la que su clan fue atacado.
Santiago había estado lejos de la guarida, pero sabía que Gaius había sido obligado a
ver a su amada compañera, Dara, ser quemada en la hoguera. Y, perdido en su dolor,
Gaius se había refugiado detrás del Velo, donde había buscado la paz que
supuestamente ofrecía.
Por supuesto, todo había sido un montón de mierda de caballo.
Gaius se había dejado llevar por la promesa del Señor Oscuro de revivir a Dara y
había ido detrás del Velo para traicionarlos a todos.
Y en cuanto a Santiago...
Había sido dejado atrás para soportar un infierno.
Al darse cuenta de que Styx lo estudiaba con una mirada de sabelotodo, Santiago
cerró la puerta a su pequeño paseo por el carril de los recuerdos.
—Gaius, —dijo, su voz plana.
—Eso es lo que sospechaba.
—¿Dónde la encontraste? —Santiago frunció el ceño cuando el Anasso vaciló. —
¿Styx?
Styx arrojó la daga sobre el escritorio. —Una bruja de nombre de Sally me lo
trajo, —por fin reveló. —Ella dijo que trabajó para Gaius.
—Sabemos que hubo una bruja que le ayudó, junto con los Curs. —Santiago
señaló con la cabeza hacia el pugio. —Y eso parece confirmar que está diciendo la
verdad. Gaius nunca la dejaría por ahí. —Volvió su mirada hacia Styx. —¿Qué quería
ella?
—Ella dijo que había estado usando la guarida de Gaius en Louisiana para
permanecer oculta en caso que estuviera siendo cazada por su culto al Señor Oscuro.
—Lo más probable es que ella supo que Gaius estaba muerto y decidió ayudarse
a sí misma con sus posesiones.
Una vez más hubo una extraña vacilación y Santiago sintió un escalofriante
presentimiento bajar por su espina dorsal.
Algo estaba pasando.
Algo que no iba a gustarle.
—Si ese fuera el caso, entonces ella estaba algo desilusionada, —dijo Styx, su
expresión cautelosa.
—¿Desilusionada?
—Ella dice que hace una semana al volver a la guarida descubrió que Gaius
había hecho una aparición inesperada.
72
—No. —Santiago apretó los puños. Se suponía que esto había terminado, maldita
sea. El Señor Oscuro estaba muerto y también lo estaba el Sire que una vez había
adorado. —No lo creo.
Algo que pudo haber sido simpatía cruzó por los ojos de Styx.
—Yo tampoco, pero Viper estaba convencido de que estaba diciendo la verdad.
Por lo menos, la verdad que al menos ella conoce. Puede ser que esté siendo utilizada
como un peón.
Santiago siseó. Su jefe de clan poseía un talento para leer las almas de los
humanos. Si decía que ella estaba diciendo la verdad entonces... Dios.
—Fui testigo de cómo atravesó la grieta con el Señor Oscuro, pero ¿cómo diablos
hizo para sobrevivir a la batalla?
—En realidad, él sólo sobrevivió en parte.
Santiago luchó contra la sensación de que estaba parado en arena movediza.
—¿Qué demonios significa eso?
—Esta Sally dijo que Gaius estaba actuando extraño.
—Él ha estado actuando extraño desde hace siglos, —murmuró Santiago. —El
hijo de puta traicionero.
—Ella dijo que se veía sucio y confuso, —Styx continuó, con la mirada atenta y
nunca vacilante ante la expresión amarga de Santiago. —Y estaba segura de que él no la
reconoció.
Santiago frunció el ceño, más que desconcertado por la afirmación de que Gaius
había estado sucio más que por su supuesta confusión.
Su Sire siempre había sido meticuloso. Y el breve vistazo de Santiago a la guarida
de Gaius más allá del Velo sólo había hecho hincapié en el TOC7 del antiguo vampiro.
—¿Estaba herido?
—De acuerdo con la bruja, parecía que estar bajo alguna coacción.
—Imposible. Gaius es demasiado poderoso para que su mente sea controlada.
—Depende de quién esté haciendo el control, —señaló Styx. —Sally dijo también
que él estaba obviamente tratando de proteger algo o a alguien que había escondido en
la casa.
Con una maldición baja Santiago desvió la mirada para asegurarse de que la
puerta estuviera cerrada. No había necesidad de causar pánico.
—¿El Señor Oscuro?

7 Trastorno Obsesivo Compulsivo.

73
—No. —Styx dio una sacudida firme de su cabeza. —Los Oráculos están seguros
de que el Señor Oscuro está muy y verdaderamente muerto.
La punzada de alivio de Santiago se vio afectada por la sombría expresión de
Styx.
El Señor Oscuro podría estar muerto, pero Styx claramente estaba asustado por
lo que fuera que estaba controlando a Gaius.
—¿Has hablado con los Oráculos?
Styx hizo una mueca. —Por desgracia. Desde que mi primer pensamiento fue
como el tuyo, de que él hubiera logrado salvar una pequeña parte del Señor Oscuro, yo,
naturalmente, fui a la Comisión para hablar de mis temores.
—¿Y?
La sala de repente se llenó de un poder que hizo que las luces parpadearan y los
monitores de los ordenadores se apagaran.
—Y ellos cortésmente me dijeron que me metiera mis propios asuntos.
Él soltó una risa aguda. ¿Cuántas veces le habían dicho a Styx que se metiera en
sus propios asuntos? Santiago iba por el número cero.
—¿A cuántos mataste?
—Ninguno. —El aplastante poder de Styx continuó a palpitando a través de la
habitación. —Mi temperamento es...
—¿Cataclísmico? —Santiago amablemente le ofreció.
—Floreciente, —Styx lo corrigió. —Pero, no soy suicida.
Eso era bastante cierto. El Rey de los vampiros podría acercarse a la diplomacia
al igual que un elefante cerca de una vitrina china, pero era demasiado astuto como
para hacerle frente a la cabeza de la Comisión.
No. Él no iba a desafiar a los Oráculos, pero por otra parte, Santiago no creyó ni
por un segundo que se sentaría y humildemente obedecería sus órdenes.
Obediencia y Styx nunca debían estar en la misma frase.
—Si esto no es ningún asunto tuyo, ¿Por qué has venido a mí? —Preguntó.
—Debido a que Gaius es uno de los míos, sin importarme lo que haya hecho, —
dijo Styx, con el rostro tan duro como el granito. —Y si él está siendo controlado por
algo o alguien quiero saber qué demonios está pasando.
—¿Y qué pasa con los Oráculos?
—Lo que ellos no sepan... —Styx lanzó las palabras de Santiago de vuelta a su
cara.

74
Santiago entrecerró los ojos. Una cosa era sacar furtivamente una botella de
tequila de las bodegas de Viper y otra cabrear a los Oráculos.
—Y me elegiste, ¿porque…?
—Eres el único capaz de seguir a Gaius.
Santiago negó con la cabeza. —El bastardo hizo algo para enmascarar su olor,
junto con nuestra anterior unión. No tengo ninguna mejor oportunidad de encontrarlo
de lo que ya hayas hecho.
La sonrisa de Styx envió un escalofrío por la espina dorsal de Santiago. —Tengo
plena fe de que encontrarás alguna manera de darle caza. Y, por supuesto, de que lo
harás sin llamar la atención innecesaria.
Excelente.
No sólo era que lo iban a enviar hacia una búsqueda inútil, sino que estaba en
peligro de atraer la furia letal de los Oráculos.
Justo lo que no necesitaba.
Con las manos en las caderas, Santiago miró hacia su compañero.
—Así que no estás dispuesto a arriesgarte a la ira de la Comisión, ¿Pero estás
dispuesto a tirarme debajo del autobús?
—No seas un tonto del culo. —Styx permitió que su poder azotara a Santiago,
haciéndole gruñir de dolor. —Si no quieres hacer esto, entonces no lo hagas. Pensé que
estarías ansioso por la oportunidad de reunirte con tu Sire.
Santiago levantó una mano a modo de disculpa. Mierda. Él realmente estaba al
borde de provocar deliberadamente al Rey de los vampiros.
—Tienes razón, lo siento, —dijo. Y era cierto. Styx tenía razón. Había esperado
siglos por la oportunidad de enfrentarse a su Sire. Ahora que le habían dado una
segunda oportunidad. ¿Por qué no saltaba hacia esa oportunidad? —Esto es... —Se
interrumpió con un movimiento de cabeza.
—¿Sí?
—Nada. —Sacó su móvil, concentrándose en lo que necesitaba para llevar a cabo
su misión antes de poder salir. —Necesito contactar a Tonya y avisarle que estará a
cargo del club.
—Claro.
—¿Dónde está la bruja?
—Está en mi guarida en Chicago. Roke mantendrá un ojo en ella en caso de que
esto resulte ser un ingenioso engaño.

75
Santiago envió a su compañero una mirada de asombro. Roke era el jefe del clan
de Nevada y se encontraba en un estado de ánimo aún más espantoso que Santiago ya
que Styx se había negado a que regresara a su clan después de que la vidente había
revelado que lo había visto en una visión.
—Pobre bruja, —murmuró. —Ese no es un castigo que le desearía a nadie.
Styx se encogió de hombros. —Era el único disponible.
Santiago se quedó helado. —¿Hay algo por allí que deba saber?
Una extraña expresión tensó las magras características de Styx. ¿Era aquello...
vergüenza?
—Darcy insiste en que envíe a mis Cuervos para que traten de localizar a esa
maldita gárgola.
Ah. Santiago luchó por ocultar su repentina sonrisa. Los Cuervos eran los
guardias privados de Styx. Los más grandes y más malos vampiros de todos.
El hecho de que estuviera siendo forzado a utilizarlos para localizar a una
gárgola de noventa centímetros que había sido un dolor en el culo para Styx por meses
debía estar volviéndolo loco.
—¿Levet sigue desaparecido? —Murmuró. La pequeña gárgola
sorprendentemente había jugado un papel importante en la destrucción del Señor
Oscuro, pero poco después de la batalla había desaparecido en el aire.
Bastante literal.
—¿Encuentras eso divertido? —Gruñó Styx.
—En realidad me parece un refrescante recordatorio del por qué estoy feliz de
estar soltero.
El disgusto de Styx se desvaneció cuando una perturbadora sonrisa tocó su boca.
—¿A quién estás tratando de convencer?
Santiago frunció el ceño. —¿Convencer de qué?
—¿De qué eres feliz? —Aclaró el más antiguo de los vampiros. —De todos los
informes que he estado recibiendo de aquí, estás haciéndole la vida imposible a todos
desde que Nefri regresó a su clan detrás del Velo. Eso no me suena como a un hombre
que esté contento con su vida de soltero.
Maldita Tonya y su gran boca de duende. Empujando el móvil en su bolsillo,
Santiago tendió una mano impaciente.
—¿Tienes las direcciones a la guarida de Gaius?

76
—Aquí. —Le entregó un trozo de papel doblado, Styx de repente agarró la
muñeca de Santiago, sus ojos brillando con advertencia. —Por ahora, lo único que
quiero es información. ¿Está claro?
—Clarísimo.
—Los Oráculos no estarán felices si se enteran de que estás invadiendo su patio
de recreo, —Styx le advirtió. —Mantente por debajo del radar, amigo, y ten cuidado.
Santiago hizo un gesto lento. —Siempre.

77

También podría gustarte