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Los Ladrones de Libros.

Alfredo Estrada
Publicado en El Diario de Tampico

El mejor amigo de un libro es mi amigo, porque leer un libro es ampliar horizontes para
sentirse ciudadano de un país infinito. Así como los amigos pueden convertirse en la familia
que una escoge, también si los elegimos es por la hermandad que nos une. Y entre los apegos
que nos pueden enlazar está el problemático gusto por la lectura. Problemático por otorgar
mayor conocimiento cuando Salomón decía que las palabras del sabio son como aguijones,
pero también debido a la clásica tentación de apropiárselos aunque sean ajenos.

Deporte practicado desde tiempos inmemoriales por camaradas de todas latitudes, tiene su
grito de batalla en la frase: ‘wey, préstame un libro’. Si se es de esas personas tan nobles que
parecen pensantes, se podría asentir y augurarle con sonrisa franca una amena e inspirada
lectura. Si se tiene experiencia previa sabrá que debe contemplar triste esas hojas, letras y
portada que en su día fueron la gran terra ignota, pues no regresarán jamás

La persona aguda podrá inferir que si añadimos a la ecuación una negativa, el resultado será
correcto. Pero démoslo por sentado, la realidad es otra. Siempre terminaremos prestando
nuestras amadas lecturas, por doloroso que suene. Shakespeare y sus amores prohibidos e
hijos vengadores, Poe y su cohorte de musas de ultratumba, Paz con tanta soledad laberíntica
o el Gabo con sus tristes putas. Adiós, hasta la próxima visita a la librería.

Nunca será lo mismo el vulgar robo de bienes ordinarios al hurto de la idea escrita. El sólo
objeto del deseo parece justificar de alguna manera el acto y volverlo poético. Pero la
diferencia radica en los modos: los que piden el libro y no lo devuelven, los que ante una
negativa invitan al libro directamente a irse con ellos y los más audaces, panza de acero, cuyos
bolsillos o maletines atraen magnéticamente las hojas impresas de bibliotecas escolares,
públicas o librerías.

Un amigo sigue el código de ‘yo te lo presto a cambio de otro de igual o mayor valor’,
mientras algunos más seguirán el sistema de trueque. No importa, porque siempre estará ahí
el amigo que asegure que no se trata de robar un libro, sino sólo de un préstamo algo
prolongado.

Por cierto, Jesús, compadre, acerca del libro de Cioran. Luego te lo regreso ¿vale?

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