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Rainer Warning (ed.) Estética de la recepcién R. Ingarden, Félix V. Voditka, H. G. Gadamer Michael Riffaterre, Stanley Fisch, See Wolfgang Iser, Hans Robert Jauss La bales cle Meobopn. + - Visor Rainer Warning (ed.) Estética de la recepcidn R. Ingarden, Félix V. Voditka, H. G. Gadamer Michael Riffaterre, Stanley Fisch, Wolfgang Iser, Hans Robert Jauss bale ote he Halogen. Visor en at R38 R44 Be La balsa de la Medusa, 31 Coleccién dirigida por Valetiano Bozal Titulo original: Rainer Warning, Hrsg. Rezephonsdisthetih, Theorie und Praxis © 1979 by Wilhelm Fink Verlag, Miinchen/West-Germany © de la presente edicidn, Visor Dis., S. A., 1989 Tomas Bretén, 55, 28045 Madrid ISBN: 84-7774-529-3 Depésito legal: M. 31.437-1989 Impreso en Espaiia - Printed in Spain Gréficas Rogar, S. A. Fuenlabrada (Madrid) Indice Pags. Prélogo rt | La estética de la recepcién en cuanto pragmética en las ciencias de la } eratura, Rainer Warning 13 ~ Concrecién y reconstruccién, Roman Ingarden 35 La estética de la recepcién de las obras literarias, Felix Vodicka 55 —— _La concrecién de la obra literaria, Felix Vodi¢ka 63 ~ Historia de efectos y aplicacién, Hans Georg Gadamer 81 Criterios para el andlisis del estilo, Michael Riffaterre 89 / La literatura en el lector: estilistica «afectiva», Stanley Fish 41 | La estructura apelativa de los textos, Wolfgang Iser 133 | El Proceso de Lectura, Wolfgang Iser 149 | La Realidad de la Ficcién, Wolfgang Iser 165 Réplicas, Wolfgang Iser 197 Continuacidn del didlogo entre la estética de la recepcién «burguesa» y «materialista», Hans Robert Jauss 209 <}X La Ifigenia de Goethe y la de Racine, Hans Robert Jauss 217 La douceur du foyer. La lirica de 1857 como ejemplo de transmisién de normas sociales, Hans Robert Jauss 251 El papel del lector en Joseph Andrews y Tom Jones de Fielding, Wolfgang Iser 27 Oposicién y casuistica — El papel del lector en «Jacques le fataliste et ~ ‘son maitre» de Diderot, Rainer Warning 297 t a Prdlogo La seleccién de textos de la presente recopilacién est hecha desde la orientacién de una determinada concepcién de lo que la ciencia de la literatura puede aportar de modo responsable a la llamada investigacién sobre la recepcién. Tal concepcién se expone y fundamenta en el trabajo introductorio. En ella se explica por qué no se ha intentado exponer una muestra representativa de todas las direcciones heuristicas que se acogen a la mencionada etiqueta. De este modo no se ha tomado en consideracién la llamada investigacién empirica de la recepcién, puesto que, en virtud de su pretensién tedrica, no constituye una disciplina dentro de las ciencias de la literatura, sino mds bien dentro de la sociologia o la psicologfa. En cuanto tal, puede ser importante para la ciencia de la literatura en el marco de una interdisci- plinariedad controlada, es decir, referida a la teoria, y también en el marco de la didactica de la literatura. En ambos casos se presupone sin embargo que la ciencia de la literatura puede describir por su parte procesos de recepcién desde la perspectiva de la teor‘a del texto. En qué medida pueda hacerlo y con qué modelos es lo que constituye el hilo conductor de esta recopilacién. Debo dar las gracias a Jurig Striedter que puso a disposicién dos textos de su traduccién de Vodieka; a Wolf Dieter, quien leyé y sometié a critica la introduccién; a Wolfgang Matzat, quien, con el apoyo de Adelheid Schramm, Ingrid Fink, Brigitte Schwimmlein y Georg Aulmann se encargé de la redaccién; y, finalmente, a Eva Marla Biene, quien leyé el manuscrito. Miinchen, enero de 1975 RW. Rainer Warning La estética de la recepcién en cuanto pragmatica en las ciencias de la literatura Bajo el nombre de «estética de la recepcidn» recoge la presente recopilacién diversas contribuciones dentro de una direccién de investigacién que estudia los mods y resultados del encuentro de la obra y.su destinatario, Con este interés por el efecto y la acogida de Ta obra de arte, la estética de la recepcién se considera superadora_de las formas tradicionales de la estética de la produccién_y la descripcién, sospechosas de un sustancialismo ya hace tiempo rebasado. «No hay poesia que valga para el lector, cuadro para el espectador ni sinfonia para el oyente>, leemos en W. Benjamin (p. 56), y a tal menosprecio de la accién y tarea del receptor contribuye todavia la herencia de la estética clisica y su concepcién de la autonomia de lo bello. Asi, por ejemplo, en la Teoria estética de Adorno, cuyo tema central lo constituye la relacién entre arte y sociedad, se pide explicitamente que tal relacién «no se busque predominantemente en la esfera de la recepcidn. Es previa a ella: en Ja produccién. El interés por el desciframiento social del arte debe volver a la produccién, en lugar de alimentarse con la averiguacién y clasificacién de efectos que, por razones sociales, difieren totalmente de las obras de arte y su contenido social objetivo. Arte y sociedad convergen en el contenido, no en algo externo a la obra de arte» (p. 338 y'ss.). — —— | La alternativa de este pensamiento sustancialista de los «contenidos» no necesita ciertamente llamarse «estética de la recepciéns. Més bien encontramos en. el estructuralismo y sobre todo en la semidtica paradigmas tedricos que han puesto en cuestién de modo decisivo las premisas de una concepcién clisica del arte y con ello deslizan la antitesis de una estética de la recepcién a una estética de la produceidn, La'semidticd trabaja con un modelo bisico en el que se contempla junto al «emisors y el eitiensajer, un «receptor». Histéricamente se ha desarrollado la estética de la recepcién en conexién y sobre la base de un coneepto del arte de tipo semidticos y desde sis mismos comienzos en el estructuralismo de Praga no ha vido sdelanedy por el desarrollo tormentoso de la semidtica. Los trabajos que presentamos busean los fundamentos de esta duradera actualidad, y seguramente aportan la. respuesta siguiente: la estética de la recepcién ha constituido su campo de trabajo de moda menos sistemitico, pero mis adecuado, que esos proyectos teéricos a los que sobrevive, Desde sus comienzos en Praga se ha esforzado por una consideracon | claramente funcional del texto, impulsando implicitamente lo que hoy promueve la teorfa del texto de orientacién pragmitica, frente a la unilaveralided dle una simple normativa y duradera significa también renunciar a esa construccién auxiliar que en la hermenéutica de Gadamer debja conducir a una separacién de la comprensién «correcta» y la falsas, de manera ametédica y fundéndose en el mero «escuchar». Una hermenéutica no sustancialista necesita un método. Jauss critica, como Gadamer, el ideal de objetividad del historicismo y el positivismo, pero desarrolla, basindose en su concepto central de horizonte de expectativa, métodos de objetivacién y reconstruccién que incluyen lo empirico y analitico. Pretende Jauss evidentemente describir sistematicamente los fenémenos de recepcién, y los métodos que propone se orientan claramente hacia un «concepto moderno de ciencia» que Gadamer excluye apasionadamente. Sin citarle directamente, Jauss se apropia de las objeciones criticas formuladas por Jiirgen Habermas en su discusién filoséfica con Gadamer: Esta correcta critica de una comprensién falsamente objetiva, realizada por Gadamer, no debe sin embargo conducir a la suspensin de un distanciamiento metédico del objeto, que una comprensién reflexiva distingue de la experiencia comunicativa diaria. La confrontacién entre «verdad» y «método» no hubiera debido inducir a Gadamer a oponer de modo global y abstracto la experiencia hermenéutica y el conocimiento metddico. Constituye el suelo de las ciencias hermenéuticas; y aunque se llegase a alejar completamente las humanidades del circulo de la ciencia, no debertan las ciencias de la accién abstenerse de conectar los procedimientos empiricos y analiticos con los berme- néuticos. El intento de poner legitimamente de relieve el enfrentamiento de la hermenéntica contra el absolutismo de una metodologia general, de tan enormes consecuencias practicas, no dispensa de un trabajo metodolégico: creemos que tal intento tendré éxito en las ciencias, 0 de ninguna otra manera (p. 173). De hecho la aplicacién de la hermenéutica ametédica de Gadamer a las ciencias de la literatura emprendida por Jauss acta con la propuesta de un método, y su amplia recepcién la confirma. De tal oferta de método se alimentan también muchos de los que sélo discuten ceriticamente el controvertido punto del concepto. Sin proteccién metddica est’ justamente esa posicién de Gadamer que también a Jauss le parece irrenunciable: la insistencia en la historicidad de toda comprensién y la simultinea comprobacién de comprensiones «correctas» y «falsas». Jauss describe la historia de la recepcién como el despliegue sucesivo de un potencial de sentido inserto en la obra y actualizado en la 22 y- | | } m que se realiza de modo controlado una «fusiin de horizontes» en el encuentro con la tradicibn, Me parece que en este punto hay que decidirse: si no se quiere justificar cualquier recepcién como despliegue sucesivo de un potencial de sentido ya dado —y tal cosa no la quiere Jauss como tampoco Gadamer— entonces hay que confiar con Gadamer en la «fuerza de la palabra» de la obra y en la correcta «escucha» del receptor, o bien, contra Gadamer, hay que hablar, no de una fusién controlada de horizontes, sino de fusiones de horizontes en cuanto concreciones por un lado y de sus andlisis objetivos por otro. Me parece que esta tiltima consecuencia esté ya anunciada por Jauss en su concepto de horizonte de expectativas, En efecto, tal concepto subsume dos tipos de sistemas: uno que —semidticamente hablando— esté codificado en la misma obra y que en ciertos casos lesiona determinadas expectativas, quedando determinada la cuantia de esta violacién por la «distancia estética», y también un horizonte mundano de expectativas, el horizonte de expectativas de la praxis vital que el lector (tanto el originario como el posterior) aportan a la obra. En la interaccién de ambos horizontes se constituye segin Jauss la recepcién en el sentido pleno de una experiencia estética y que se convierte en un acontecimiento generador de historia. EI horizonte de expectativas codificado en la obra es fijo, es parte del sistema de la obra. El horizonte mundano de expectativas es, por el contrario, variable; es parte del sistema de interpretacién del lector histérico en cada caso. De aqui se sigue en primer término que el postulado de reconstruccién y objetivacién también ha de extenderse al horizonte mundano de expectativas de cada intérprete. La investigacién de la concrecién tendria también la tarea de distinguir claramente entre sistema de la obra y_ sistema de interpretacién y preguntar después, con la base de esta distincién, quién, por qué y cémo entiende. Aqui radica, como el mismo Jauss ha establecido en el epilogo a su trabajo sobre Ifigenia (Texto XII) que un anilisis socioldgico del horizonte codificado de expec- tativas como parte del sistema de la obra, es menos importante que el horizonte mundano de expectativas como parte del sistema de interpretacién. Tales andlisis desembocarin en una sociologia y una psicologta del lector. Pero la investigacién de la recepcién tendré que preguntarse en este preciso momento en qué medida el problema de quién, por qué y cémo entiende puede ser tratado responsablemente como un problema de las ciencias de la literatura, y cémo acudir a una interdiscipli- nariedad controlada. La investigacién actual muestra aqui sensibles lagunas. En todo caso se deberia recomendar no proceder de modo apresurado y sin la correspondiente competencia en sociologia y psicologia del lector. Con ello no se pide una delimitacién que conduzca a una jerarquizacién precisa de los pasos cualitativos y a una fijacién automética de los eventuales valores en el seno de una teorfa de la recepcién estética. Si se renuncia a tal jerarquizacién, es decir, si se ejercita una sociologia y psicologia del lector sin conexién con el sistema de la obra, se llegar’ a un concepto de concrecién estricto y seguro teéricamente, como el aqui defendido, y que no excluye uno mas amplio que, en principio, asumiria todo proceso de recepcién. Como consecuencia de tal distincién entre sistema de la obra y sistema de interpretacin se plantea la cuestién de si la estética de la recepcién no harfa bien en considerar las concreciones existentes y sus sujetos, es decir, los lectores histéricos, como epifendmenos, y, por lo tanto, subordinarlos a un andlisis sistemético de las direcciones de recepcién incorporadas textualmente en la obra. c% de su recepcién histérica, potencial que se abre al juicio comprensor en la medida 23 EEE» 5 Lo ineludible de esta cuestin se encuentra también en M. Riffaterre (Texto Vp) Su articulo se puede leer como abreviatura de esa problemética que nos viene siempre al encuentro al analizar las posiciones de la estética de la recepcién en yn sentido histérico, y también como un intento de superar esa problemética mediante un planteamiento sistemitico. El marco de referencia en el que desarrolla Riffaterre su estlistica estructural es el modelo de las scis funciones lingiifsticas de Jakobson, y mis en concreto la determinacién de la funcién poética como sintaxis de equivalencias paradigmiticas. Sin embargo tal marco de referencia va quedando modificado por el hecho de que Riffaterre quiere referir la funcién poética a un sujeto perceptor. En efecto, un texto poético —tal es su hipétesis de partida— esti codificado de manera que se pueden y deben percibir determinadas equivalencias, pero otras son reconstruibles lingiiisticamente aunque son estilisticamente irrelevantes Por esta razén sustituye Riffaterre el concepto de funcién poética de Jakobson por al de funcién estilistica. Concibe como Jakobson el estilo como una informacién aiiadida a la capa lingiistica primaria, pero cuestiona la relevancia de esta informacién afiadida por medio de relaciones horizontales de equivalencia con vistas a un sujeto perceptor. El objetivo de la estilistica estructural de Riffaterre es en consecuencia una descripcién estructural del proceso de lectura. Riffaterre contempla este proceso corientado por determinadas sefiales que él busca localizar mediante esquemas conductistas de estimulo y respuesta. Un rasgo estilistico queda determinado como estimulo estilstico y es objetivable por la respuesta del lector. Este lector es para Riffaterre un constructo heuristico, y esta es una diferencia fundamental con relacién a las anteriores posiciones de la teorfa de la estética de la recepcidn, Para tal constructo eligié primero el concepto de lector promedio al que después sustituyd por el de superlector 0 archilector, Con tal sustitucién se quiere indicar que ese constructo no ha de ser entendido como un promedio sino como una suma de reacciones lectoras a estimulos estilisticos comprobables empiricamente. El archilector se define en consecuencia como el grupo de informadores utilizable para cada estimulo 0 para una secuencia estlistica entera, Como informantes aparecen ante todo el autor (estudio de variantes), el analizador mismo, las personas interrogadas por dl, interpretaciones y comentarios de todo tipo fijados por escrito, traducciones. Segiin Riffaterre se puede mostrar empiricamente que el archilector se concentra siempre en determinados lugares de un texto concreto, que valen entonces como rasgos esilsticos. Ciertamente este archilector est4 expuesto a errores, Puede, por una parte, por razén de la distancia histérica, y ello significa familiaridad deficiente con el cédigo que genera el texto, desconocer rasgos estilisticos dados originariamente, 0 afadir erréneamente rasgos inexistentes. Riffaterre necesita por lo tanto una instancia de control del archilector, y con tal instancia abandona el planteamiento conductista, y con él la obligacién de determinar el estimulo estilistico como sefial vacta de contenido. Pues, en la medida en la que se introduce el contexto como instancia de control del archilector, ya no aparece el rasgo estilistico como dato aislado, como mero estimulo que desencadena una respuesta. Mas bien puede ahora describirse tal rasgo estilistico como relacién, como desviacién del contexto. Contexto no significa aqui contexto global, sino, como dice la definicién central, un modelo lingiiistico penetrado por un elemento imprevisible; el contraste resultante de esta interpretacién es el estimulo estlistco, El andlisis estilistico depende 4 por ello del proceso de lectura, El texto se subdivide en una serie de contextos estilisticos, en los que se tratan diferentes posibilidades de tales secuencias sintagméticas de contextos. Riffaterre busca asi solucionar tanto las aporfas de la llamada estilistica de la desviacién como la cuestidn de la relevancia de las relaciones horizontales de equivalencia, cuestién que permanece abierta en la descripcién de la aplicacién de la funcién poética del lenguaje por Jakobson, Esta critica a Jakobson puede también formularse con la pareja de conceptos aportados por A. Nisin: el anilisis del sentido verificable debe dar cuenta del sentido vivido en el proceso de lectura (Nisin, p. 81, 91 y ss.). Cada relacién sigue a la percepcién de sus elementos, y no puede ser afirmada como relevante prescindiendo de esta secuencia de percepciones, como hace Jakobson. Riffaterre busca de este modo, mediante la introduccién de un sujeto perceptor, sustraerse a las ficciones hermenéuticas, que R. Posner ha reprochado con razén a Jakobson, Este trata un texto como si todas las representaciones de contenidos abordadas alguna vez, se mantuvieran en un espacio, aun después de que la lectura ha introducido al lector en nuevos contextos. (p. 222). Debe quedar abierta la cuestién de si el concepto de contexto soporta lo que Riffaterre le atribuye. Pues cuando este contexto se entiende como un modelo lingiifstico que no se corresponde con la norma gramatical, entonces queda sin respuesta la cuestidn de su objetividad. Por ello se explica el porqué Riffaterre en trabajos posteriores, como por ejemplo en el andlisis muchas veces citado de Les chats de Baudelaire insiste en la dualidad del archilector y el andlisis del contexto. Evidentemente no debe solamente el andlisis del contexto controlar al archilector, sino también el archilector al andlisis del contexto. Ciertamente también ha intentado Riffaterre describir el contraste estilistico en el sentido del concepto de oposicién lingiiistica, donde el contexto funciona como el polo no marcado y el estimulo estilistico que invade el contexto como el polo marcado. Pero el concepto de oposicién supone siempre la referencia a un sistema, en cuya virtud los términos pueden ser atribuidos a los correspondientes paradigmas, y cuando faltan los paradigmas gramaticales, de nuevo todo queda abierto. Aun hay otro aspecto problemético en el concepto de contexto: en el analisis de la secuencia sintagmitica del contexto, el contexto previo, el horizonte de expectativas de Jauss, esta casi extinguido. Pero un texto no entra en un vacio de informacién, sino siempre en determinadas expectativas y programas de expectativas a los que invitard, absorberé 0 contrariard. En esta desaparicién del «contexto» situacional y extra-textual se ve claramente que Riffaterre, pese a toda su oposicién entre estilistica y lingiiistica, permanece adherido al inmanentismo de una slingiiistica de la lengua», y a un paradigma que esti a punto de abandonar una «lingiiistica de la palabra». Entretanto, el fundamento de la estilistica del contexto, la dialéctica entre sentido verificable y sentido vivido permanece intacta. Esto se comprueba en las variadas aplicaciones del método, dentro de los limites indicados (desde el anilisis de Baudelaire al estudio de la funcién del cliché), que mantienen su valor atin cuando el concepto de contexto se abre expresamente a la lectura de expectativas normativas previas de naturaleza literaria y extraliteraria. 6 Al igual que Riffaterre, St. Fish (Texto VII) lleva a cabo una descripcién de los rocesos receptivos en el limite entre la lingiiistica y las ciencias de la literatura, En 25 el centro de su intento esté la cuestién de hasta qué punto tales procesos son formalizables segin el modelo de la gramética generativa 0 transformacion También Fisch se orienta en el sentido de un paradigma cientiico teérico que |, misma lingiistica ha empezado entretanto en creciente medida a problematizar. Uy importante resultado de este trabajo es la mostracién de las dificultades de abordar Jo que Fish llama el acto de lectura con este paradigma pre-pragmatico. La argumentacién de Fish es ambivalente. Por una parte hay una aceptacién de principio a las pretensiones de la gramética generativa de formalizar los procesos cognoscitivos de las estructuras profundas y sus transformaciones. En consecuencia trabaja con el constructo de un lector informado e ideal que dispone de tres tipos de competencias: sintéctica, semantica y literaria. El hecho de que la teorizacién de estas competencias sea algo discutido especialmente en el dominio transfrisico, y que el concepto de competencia literaria se introduzca como metéfora del concepto de competencia en la gramitica, no parece disminuir para Fish el valor del modelo, Pero, por otra parte, no quisiera participar en la desvalorizacién seméntica de las estructuras superficiales. Pues cuando Chomsky afirma que esas estructuras superficiales son con frecuencia equivocadas y poco informativas, desconoce que tales «equivoca- ciones» pueden ser fruto de una composicién consciente del texto, de manera que la secuencia temporal de una estrategia inadecuada de descodificacién puede en ocasiones formar parte de una estrategia textual intencionada, y por lo tanto entrar en la constitucién de significados del texto. Me parece que con este distanciamiento critico Fish titubea ante el modelo transformacional generativo. Pues se ha visto suficientemente claro en la lingiiistica que la desvalorizacién semantica de las estructuras superficiales tiene que dar marcha atris en el momento en que se examina la frase en su contexto, y se someten precisamente a andlisis las estructuras superficiales, cosa que hacen tanto Fish como Riffaterre. De hecho la psicolingiifstica ha trastornado el dogma de la equivalencia de la complejidad psicolégica y transformacional, en ejemplos tan clasicos para la gramética generativa como la transformacién pasiva. Las descripciones transforma- ionales de complejos de frases acaban siendo sdlo una hipétesis acerca de los procesos transformativos de descodificacién. Hay evidentemente estrategias perceptivas de naturaleza no gramatical que operan en la superficie misma, de manera que en la psicolingifstica se estin familiarizando en medida creciente con la idea de describir los procesos de comprensién mediante un complejo de estrategias, entre las que naturalmente no son una excepcién las funciones de las estructuras profundas, pero que no puede seguramente exponerse como una «teorla unificada» en el sentido de las pretensiones de la gramética generativa. En el andlisis de las secuencias superficiales siguen siendo por tal razén actuales ensayos que con el rétulo de «perspectivas funcionales de la frase» intentan describir fendmenos tales como Ia situacién de las palabras, la entonacién, y otras manifesta- ciones sintdcticas, no como estructuras «estdticas», independientes de la situacién lingiifstica, sino como estructuras «dindmicas», ya sea con el auxilio de la dicotomis tema/rema, ya en el sentido de una serie gradual como cuando por ejemplo J. Firbas atribuye a cada elemento de la frase un grado determinado de «dindmica comunicativa>. No se ha conseguido hasta ahora formalizar estos problemas «tépicos» sobre una base transformadora, porque son dependientes de contextos transfrasicos y extralin- gilfsticos. No se puede predecir si y cémo puede llegar a ser formalizable esta dependencia a partir de estructuras profundas que no tendrian entonces el status de estructuras profundas de frase, sino de estructuras profundas de texto. Hay que % sospechar sin embargo que en tal empresa habria que idealizar tanto la dependencia Jingiifstica y extralingiiistica del contexto, que resultarfa inadecuado un modelo de gramética generativa abierto a las situaciones del habla. Por ello se explica no sélo el desarrollo explosivo de la pragmética lingiifstica en los ultimos tiempos, sino sobre todo la orientacién no aclarada de su investigacién, que no sabemos si ha de ser entendida como complemento necesario del enfoque generativo 0 como su superacion. El cientifico de la literatura seguiré ese desarrollo con interés, pues, mientras que los intentos de una teoria de la literatura basados en el paradigma de la gramética generativa no han pasado de una distorsionante metéfora de ese modelo, Ia lingiiistica de orientacién pragmética desarrolla planteamientos que ya en cierto modo son familiares a la ciencia de la literatura, y para cuya solucién puede ser til un didlogo fructifero. 7 Por el concepto de «pragmética» se entiende en la semidtica, especialmente desde Ch. Morris, una de las tres dimensiones de la nocién de signo: mientras que la «sintaxis» se ocupa de la regularidad de relaciones entre los signos entre si, y la «semintica» de sus significados, la «pragmética» es «la parte de la semidtica que trata del origen, usos y efectos de los signos en la conducta de aquellos en los que ocurren» (p. 219). A esta definicién subyace la cuestién de si una pragmética asi entendida constituye realmente un sector de la semiética, 0 si no habr4 més bien que ver la relacién entre ambas como una relacién de fundamentacién. La pregunta es tanto mds importante cuanto que una semidtica con fundamento pragmitico sdlo podria acreditarse tedricamente en el marco de una teoria general de la accién y de las instituciones. La lingiifstica de orientacién pragmética esta a punto de insertarse expresamente en tal marco y de formular en él sus resultados (ver p. e. Wunderlich, 72). Las ciencias de la literatura ya se han orientado en tal direccién pragmatica, aunque a menudo de modo precritico. Una de esas partes es la estética de la recepcién, que, desde sus principios en Praga, se esfuerza por una consideracién decididamente funcional de los textos, y que tiltimamente ha intentado reunir en un modelo pragmitico de texto los dos aspectos de la concrecién y la reconstruccién que en Ingarden aparectan en el marco de la fenomenologia. Con W. Iser comienzan ya en su trabajo La estructura apelativa del texto (Texto VIII) a aparecer este tipo de intentos, centrindose en la categoria de indeterminacién de Ingarden, Para Iser, la indeterminacién no es una fase en el proceso hacia las cualidades metafisicas, sino el elemento principal de articulacién entre texto y lector. La experiencia estética no se debe a una emocién originaria desprendida de las cualidades metafisicas, sino a lugares vacios que permiten al lector introducir la experiencia ajena de los textos en su propia experiencia vivida. Iser ofrece un catdlogo completo de condiciones formales que hacen aparecer en el texto los lugares vacfos. Entre ellos se cuentan: perturbaciones en la construccién de frases como correlatos intencionales, técnicas de representacién y montaje, comentarios del narrador que abren perspectivas en la historia contada y ofrecen al lector un amplio espectro de ofertas de valoracién, precisiones extremas del reticulo expositivo que ofenden a necesidad de consistencia del lector, y técnicas de distanciacién en general. 7 y La indeterminacién ejercida por estos lugares vacios sélo puede desplegar sy fuerza apelativa en la medida en que remiten a un trasfondo familiar para el lector, Sin una relacién complementaria de indeterminacién y determinacién comunicativas no hay posibilidad de interaccidn entre texto y lector. En consecuencia ve Iser el proceso de lectura (Texto IX) como un conflicto permanente entre dos tendencia Todo proceso de formacién de ilusiones descansa en decisiones de seleccién por parte del lector, de manera que lo excluido y negado acta como factor potencial de perturbacién de la consistencia, a la que no deja legar a término. Son pues importantes para Iser 0 tanto las decisiones mismas de seleccién realizadas de hecho y que pueden rastreatse en la historia de la recépcidn, sino la oferta anterior a esas concreciones que el texto hace al «lector impliito», al que Iser define como | el tipo de acto de lectura diseriado en el texto. No se trata pues para Iser de nuevas sceilizaciones del textor, sino de un modelo de texto que explica en general Smo determinados textos conducen a nuevas «realizacioness. Determinados representantes de teorlas del texto expresamente adscritas a la linea pragmstica no parecen estar de acuerdo con un modelo textual que sirve de sistema de referencia a esas «realizacioness {asi p. e. Breuer p. 54). La pregunta por «quién, por qué y como» entiende puede ser muy interesante desde ef punto de vista psicoldgico y sociolégico, peto para el cientifico de la literatura slo importa un modelo textual que dé cuenta de la lectura scorrectar. El sujeto de esa lectura es ef lector implicito, o, para usar un concepto | de W. C. Booth, el lector exigido por el texto, el lector postulado (p. 157). Leer correctamente no significa por lo tanto leer univocamente, Significa leer un texto de modo univoco cuando es univoco, pero mantenerlo abierto cuando excluye la univocidad o incluso la repele. La relacin entre indeterminacién comunicativa y determinacién comunicativa cseh también en el ceatro de ls reflesiones de Iser sobre la relacién funcional entre ficcién y realidad (Texto X), resumen de un trabajo mis amplio sobre el Acto de lectera ser empeende aqui la trea de una teorla del discurso ficticio sobre una base pragmética. Como punto inmediato de partida le sirve la teorfa de los llamados actos de habla, y sobre todo una observacién de J. L. Austin sobre el cardcter propiamente vacio y parasitario del discurso ficticio. Austin alude al hecho, no suficientemente desarrllado por él, de que también hay que atribuir al discurso ficticio el caricter de una accidn’ de lenguaje, pero que su logro no eq evidentemente al logro de una accién normal de habla. Este «vacio» pragmético de la accidn lingiistica iticia es para Iser su primera determinacién. Ve la dimensién pragmitica de los actos fictcios de habla en la despragmatizacién de todos aquellos factores que, segin Austin, contribuyen al logro de una accién normal de habla. Esta despragmatizacidn afecta en primer lugar al contexto de la situacién. Si el logro de una accién de habla se debe ante todo al acuerdo de interlocutor y oyente acerca del contexto situacional, en el dscurso fictcio, por el contrario, no hay una relacida de situacién dada previamente. En sentido estricto carece de’situacién, Y precisamente esta carencia stnacional constituye para Iser el impulso que inducird la formaciéa de la stmacién del texto de ficcién. Es decir, la ext relacin entre texto y lector basada en un efecto permanente de retroaccién que estd inserto en el proceso, con arreplo al modelo cibernético de los sistemas autodirigidos. Pero cuando el marco situacional del discurso de ficcién no puede ser tenido ya en cuenta como factor previo de estabilizacién, sino que se le exige al lector como | actividad adicional, entonces evidentemente el texto de ficcidn tiene que incluir gratificaciones especificas. Estas gratificaciones se basan a su vez de manera paradéjica en una despragmatizacién de las convenciones de Austin, es decir, del Conjunto de normas sobre las que hay acuerdo entre hablador y oyente, y que son previas a la situacién de la accién de habla. A estas convenciones les aplica Iser el concepto de «repertorio» de textos de ficcién, distinguiendo entre elementos de la realidad extraliteraria y elementos de la tradiccién literaria, Ambas clases de Jementos estan reducidos a un simple polo de interaccién, con lo que se significa que el repertorio inserto en el texto de ficcién no constituye una repeticién, una copia de referentes extratextuales, sino una respuesta a ellos. En la argumentacién de Iser es éste un punto central, por cuanto instala la teorfa del discurso de ficcién més alli del marco de relaciones de imitacién, y especialmente mis allé del esquema marxista del simple reflejo de relaciones sociales. Queda sustituido este marco por un nuevo funcionalismo sobre la base de la moderna teorfa de sistemas, en conexién con los trabajos de N. Luhmann. Una de las exigencias centrales de Luhmann radica no en subordinar el concepto de funcién al concepto de estructura como en el estructuralismo clésico, sino al revés, invirtiendo el sentido de la subordinacién. Las funciones no habran segtin eso de ser descubiertas en la inmanencia del sistema de estructuras, sino en los problemas del medio a los que responde la estructura. La teorfa funcional de Luhmann es una teoria del sistema frente al medio, en la que el medio ha de entenderse como medio de los sistemas. Dentro de este marco de relaciones desarrolla Iser la hipétesis de que el texto de ficcién no representa una reproduccién sino una intervencién en el sistema de sentidos. Los textos de ficcién no reflejan el medio sino que reaccionan frente a él. Se instalan en las fronteras de los sistemas existentes de sentido, ya sea para actualizar lo excluido, negado, disminuido por los sitemas, y articular asi el excedente de problemas, ya sea por el contrario para aislar el sistema de los peligros que lo amenazan por parte de lo excluido, negado y disminuido. En todo caso opera el texto de ficcién una operacién de compromiso, equilibrando la debilidad de valor de los sistemas, aislando o invadiendo. La eficacia del texto de ficcién radica pues en su reaccién al déficit de determinados sistemas del medio. Como especial ejemplo plistico puede valer la tematizacién de la moral en la novela del siglo xvin. Iser la proyecta sobre el sistema del empirismo filosdfico, en el que justamente tal temitica no podia ser dominada, y en consecuencia slo podia haber soluciones aparentes 0 nulas. En estas operaciones de compensacién cabe a los elementos literarios del repertorio una especial significacién. Ejercen una determinada preestructuracién mediante las citadas soluciones, que no son pensadas en cuanto tales, sino aportadas en una tensién de relacién con el repertorio de normas extraliterarias, diferente en cada caso. Iser logra asi una escala que va desde la extrema irritacién mutua de ambos dominios de elementos (como por ejemplo ocurre en James Joyce) hasta su completa equivalencia: ésta Ultima seria el criterio de la entera podria valer como escala del valor estético. La hipétesis central de Iser dice en todo caso que la pragmitica del discurso de ficcién ha de buscarse en los procesos de complementacién que pone en marcha. Su logro radica en una determinacién imaginaria de realidades deficientes, con lo que la argumentacién de Iser desemboca en un marco antropologico, que todavia no esti aqui explicitado. En el marco de un resumen como el presente slo de modo tosco se puede esbozar los problemas y soluciones de este enfoque tedrico. El objetivo del proyects consiste en fundamentar la relacién entre ficcién y realidad no ya ontolégicamente como una relacién de ser, sino funcionalmente como una relacién de comunicaciéy La ficcién no es lo contratio de la realidad, sino un modo determinado de su mediacién. A partir de este objetivo se ilumina el marco de relaciones elegido: en primer término la pragmética lingiifstica, después una teorfa de sistemas montadg hermenéuticamente sobre el concepto de sentido segtin el modelo de Luhmann. Este marco de relaciones puede parecer poco homogéneo, especialmente desde la perspectiva de la pragmdtica lingiifstica. Precisamente por ello deberia quizds indicarse, de modo més explicito de lo que el mismo Iser ha hecho, que el ensayo aqui emprendido de una pragmitica de las acciones de habla ficticias, sobrepasa necesariamente las fronteras de la pragmética lingiiistica. Por qué es esto asi y qué problemas se derivan de ello, es algo que slo puede apuntarse en el marco de esta introduccién. 8 En un articulo programético sobre la pragmética lingiifstica ha exigido D. Wunderlich que /a simetria, hasta abora supuesta, entre hablante y oyente, debe cesar. A la competencia lingiiistica le corresponde una especie de meta-competencia, a saber, la capacidad de organizar nuevamente una gramdtica ya interiorizada, de modificar reglas existentes de formaciin de oraciones y de percepcin del lenguaje, de incorporar nuevos elementos al léxico, etc. Esto ocurre siempre que un oyente acepta la competencia lingiiistica diferente del interlocutor en la comunicacién y busca igualdrsele (1971, p. 175). Con el concepto de meta-competencia pretende también Wunderlich una operacién de igualacién, no en el sentido de Iser de equilibrar la debilidad de valor de los sistemas de sentido, sino que por el contrario se presupone un acuerdo fundamental sobre el valor de los sistemas. Una teorfa sobre los actos ficticios de habla deberia, por el contrario, como muestra el ensayo de Iser, problematizar incluso esa accién lingiifstica de acuerdos mundanos faltos de tensién. Pero cuando ocurre que en la situacidn ficticia de comunicacién esos acuerdos ya no funcionan como mecanismos basales de orientacién, sino que son a su vez el objeto de la comunicacién, entonces una teoria de los actos ficticios de habla no tendria por qué diferenciarse de una teoria general de los actos lingiiisticos, sino que constituiria més bien su paradigma. Hace ya afios que E. Coserit, con el entusiasmo de las posibilidades de la lingiifstica del texto manten provocativamente la tesis de que el lenguaje poético representa la funcionalidad plena del lenguaje, y por ello es la poesia el lugar de despliegne de la perfeccién funcional del Ienguaje (p. 185). Parece como si esta tesis fuera més actual que nunca, y podriamos preguntarnos sino habria que tomar consejo de la pragmética lingiifstica cuando propone la teorfa de que el discurso ficticio no ha de entenderse como pragmitica- mente vacio, sino que por el contrario podria valer como el paradigma universal de todo acto lingiiistico. Es interesante observar en este contexto que J. R. Searle busca explicar su concepto de reglas constitutivas, es decir, de reglas que organizan «nuevas formas de conducta», primariamente por las reglas del juego (ajedrez, futbol) (p. 33 y ss.). Posiblemente sea el mundo de los juegos un campo privilegiado para estudiar qué reglas constitutivas estan en la base de las realizaciones convencionales de una sociedad (las reglas convencionales de Searle). Habria que interrogar a las 30 poéticas, empezando por la de Aristételes. Pero quizds también en el ejemplo de los mundos separados de los juegos se aprecia con claridad el punto de transicibn desde las convenciones a nuevas reglas constitutivas, Precisamente el medio de la ficcién podrfa dar pie para tematizar una dimensién del concepto pragmatico de regla que ha permanecido hasta ahora cerrada para la pragmética lingiifstica (ver p. e. R. Briick, E. Kendziorra), pero que resaltaba expresamente en la teoria del funcionalismo de Luhmann: la llamada por él primacta funcional de la negacién en la percepcion constitutiva de sentido (Habermas/Luhmann, p. 75). Luhmann explica este primado con Ia categoria de generalizacién, como repulsa global de otras posibilidades neutralizadas en cada caso, y de reflexividad, como superacién de lo negado, como percepcién concomitante de seguridad en toda actuacién: al captar una cosa determinada estoy seguro de que todo lo demds se mantiene, Luhmann esti pensando s6lo en intervenciones pragmaticas, no ficticias. La cuestién se plantea en el sentido de si no habria que caracterizar a estas ultimas de manera que la generalizacibn, y por lo tanto la exclusién global, no habria de referirse a lo todavia no realizado, sino a lo ya realizado. Los mundos del juego, los mundos ficticios, serfan entonces la exposicién de otras posibilidades, y en cuanto tales determinables por relacién a los sitemas de sentido ya constituidos en los que se mueve la accién pragmitica. También aqui habria que interrogar a las poéticas. En todo caso el que una teorla de la ficcién de orientacién pragmética tenga que desplegar el problema de la negacién y de la negatividad en la percepcién constitutiva de sentido es una hipétesis que se ha revelado prometedora en recientes discusiones (ver los estudios en Weinrich ed.) y que est4 también en la determinacién funcional de la ficcién por Iser como equilibrio de realidades deficitarias. Parece que precisamente las acciones ficticias, pragmdticamente vaclas, su separacién de las secuencias de actos pragmiticos, es lo que posibilita en general la objetivacién distanciada de la accién humana. Ciertamente esta objetivacién separada ha de set institucionalizada o institucio- nalizable para que pueda pretender relevancia comunicativa, y precisamente sabemos muy poco de las formas institucionales de la comunicacién literaria. El cientifico de la literatura deberd tener en cuenta lo que hace afios describia H. Kuhn en su estudio sobre la tipologia de los monumentos lingiifsticos orales, como separacién entre funcién y configuracién: Forma artistica y funcién sil, configuracién y técnica, son polos que equilibran continuamente la vida y también el arte. Sin embargo, el espectador no puede ver nunca su conexién, al menos en las culturas protobist6ricas, 0 primitivas. Lo que se capta como configuracién se aisla por ello de su vida; lo que se ofrece a la mirada como vida destruye asi las pretensiones de forma. El observador, el investigador de otras culturas es siempre un intruso, y no solo psicolégicamente. Se encuentra en una situacién comparable a la del fisico nuclear: al igual que éste en su dispositivo experimental —que necesariamente debe irrampir perturbadoramente en la totalidad objetiva para provocar una respuesta parcial— consigue representaciones del sistema atémico que se excluyen mutuamente (sondas 0 corpiisculos?) y que se relacionan de modo «complementario», también el historiador de la cultura percibe una ccomplementariedad» entre proceso vital y configuracién. Por mucho que se observen sutilmente las funciones vitales de los géneros literarios, por mucho que puedan derivarse poligenéticamente configuraciones semejantes de funciones semejantes, lo individual y lo historico de estas configuraciones lingiiisticas se sustraerd siempre a la intromisién; se obtendrn en mano tipos culturales lingiiisticos en lugar de formas, leyendas de héroes en lugar de canciones 0 sagas. Quien por el contrario observa las formas lingiiisticas, p. e. cuentos 0 poemas heroicos, y los persigue monogenéticamente un través de pueblos y culturas, Ms0s » one que los modifican ha a destrair el niicleo activo de ta forma, no podrd percib, su I irreconocible, sin as funcionales que acompaitan el mundo seit Vida, 2 captard los efectos y transferenc © de Los oye Mi sagas de los heroes (p. 24). ema. Es el i ent Elena agi panedo no o accidental Es el dlema de una da, semi eo sonia del comunicaign Titers, de ng (et Pi sistemitica de su pragmatica. Ninguna teoria de las instituciones ha a wc i" ‘eda ategorsaplabls, posiblemente porgue Ia pragmstica de lg pny Pa literarias, su «lugar en la vida» ha de verse en una existencia parsin convenciones mundanas que aportan son destruidas al objetivarse por separ ita to no bstan pra su descipein los dos planos de convencionalidad Sari Por destaados or Wunderlich, el plano de la gramiticay el plano més prof dee accién simbélica (1972, p. 14 y ss.). Pues cuando en Ia accién lingiifstica fi 10 de |, objeia este segundo plano, se necesita un tercer plano de convencige tii subtiende, y que, con relacién a los otros dos, ha de entenderse como mac, los catvo: las coavenciones litera, especialmente las reglas de géneros, cret#©O™n. discurso ficticio sobre convenciones, organizan la funcién de uso de un di Banizan un sea como fuere la determinacién de su funcibn, permanece siempre exc? Me, que es convencin, Pero preisamente esa excentricidad dejar a Ine st? & lo eeravias el lugar de una metacompetencia pragmética, que comprende of sins los acuerdos normativos teorizado por la pragmstica lingtifstica, enc ¢ Pan de tizado por el » Pero no problema. yl Nes la Cuando, en consecuenca, busca Wunderlich acarar la tarea central dela ies contemporinea del lenguaje en la cuestign de cémo se east dos planos de convecionalidad del lnguae distinguidos por él, entoneas bris que asgnar a Ia ciencia actual de la literatura ef trabajo ce oes ea imeaccén de los tres plnos de convencionalidad mencionados, La solace cust se uals sgnfenivanente al problema de los géneros lnesaen ee casual que este problema es tan viejo como | i yarn fa misma ciencia de la li casual que todos los enfoques teéri la literatura, y no es tebricos conduzcan a su fr i ‘ bar la scomplementariedad» de funcidn y forma en al séhiido de Kon donde ities le la recepcién ha convertido expl emaye inert expliciamente esa funcié i Se ea ba omer funcién en su tema, e investiga los oximarse . descriptivamente. Lo que hasta shor ep capaz de ofrecer es u f f capa: ina_teorfa consist 5 7 instituciones literarias, ente de tal funcién, una teoria de las relacionan mutuamente los 9 y habré que prestar atencién a que no se pierda de vl : i uelve alos textos cuando la teort 5 i ector de lieratura. Quien 32 Bibliografia Adorno, Th. W. (1970): Asthetische Theorie, Frankfurt. Barthes, R. (1966): Critique et vérité, Paris. Benjamin, W. (1966): «Die Aufgabe des Ubersetzers» (1923), en: Illuminationen, Frankfurt. Booth, W. C. (1961): The rhetoric of fiction, Chicago. Brener, D. (1974): Einfiibrung in die pragmatische Text-theorie, Miinchen (UTB 106). Briick, R. y Kendziorra, E. (1972): «Einige anmerkungen zum Begniff der Regel bei Searle», en Wunderlich (1972), p. 115-122. Biihler, K. (19652): Sprachtheorie (1934), Stuttgart. Coseriu, E (1971): Thesen zum Thema ‘Sprache und Dichtung’, en: Beitrage zur Textlinguistik, ed: W. D. Stempel, Miinchen, p. 183-188. Eco, U. 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(1970): Speech acts — An essay in the philosophy of language, Oxford. 33 Felix Voditka La estética de la recepcidn de las obras literarias En el centro de la investigacidn literaria hemos situado la obra procurando investigar en torno a ella desde el punto de vista del desarrollo de la estructura literaria y desde el punto de vista de su origen. Ahora comienza un tercer campo de trabajo en los estudios de historia de la literatura. La obra literaria es entendida por la estética estructural como un signo estético determinado para ser hecho publico. Debemos pues no sdlo considerar su existencia, sino también su recepcién; tenemos que examinar que la obra es percibida, interpretada y valorada por una comunidad de lectores. Solo cuando una obra es leida llega a su realizacidn estética, sdlo asi se convierte en la conciencia del lector en objeto estético. Junto con la percepcién estética se da en estrecha conexién la valoracién. Valorar supone criterios de valor que sin embargo no son estables, de manera que el valor de una obra no es desde el punto de vista de las fuentes histéricas una magnitud inmutable. Precisamente porque los criterios de valor y los valores literarios cambian continuamente en la evolucién historica, es una tarea normal de una ciencia histérica comprender esos cambios. Tan pronto como una obra literaria se publica y difunde se convierte en propiedad piblica, y el ptiblico la recibe desde el punto de vista de su sensibilidad artistica actual. Conocer esa sensibilidad en el campo de la literatura es una de las mis altas tareas de los historiadores, a fin de poder entender Ia recepcién de las obras y su actual valoracién. En la investigacién del desarrollo literario se ha considerado la obra —sin atender a su influencia estética efectiva y a su valoracién como eslabén de una cadena evolutiva—, con el objetivo de comprender su valor evolutivo, Ahora nuestra atencién se desplaza hacia las obras en tanto que objetos estéticos y valores estéticos, A este fin deberemos estudiar el desarrollo de la conciencia estética en la medida en que tiene propiedades superindividuales y encierra en si una relacién temporal con el arte de la palabra. Los elementos subjetivos de valoracién que se derivan de la disposicién psiquica momenténea del lector o de sus simpatias y antipatias personales deben ser distinguidas por la critica de las fuentes histdricas, de las normas literarias de una época, porque el objetivo de nuestro conocimiento es aislar rasgos que posean un cardcter de generalidad. Se trata en realidad de la restitucién de la norma literaria en el desarrollo histérico para poder descubrir las relaciones existentes entre esta serie evolutiva y el desarrollo de las estructuras literarias. Es natural que algunos elementos de esa norma ingresan en la obra con su aparicién. Mukatovsky caracterizé la obra literaria desde este punto de vista como «el equilibrio dindmico de normas diferentes que se han aplicado en parte positivamente y en parte negativamente» («La norme esthétique> en Travaux du 1X¢ congrés international de philosophie XII, 3, p. 75). En otro lugar hemos investigado esta relacién al tratar de la génesis de la obra. Pero, ademas, la existencia de un complejo de normas en una época determina el modo en el que una obra se incorpora a la literatura. Mukafovsky ha descrito en el articulo citado las propiedades fundamentales de la norma estética. Su relacién con 55 ls obras nuevas se caraceriaa por una tensién dindmica, segtin Ia cual una 9 tiene la capacidad de imprimir a la norma una direccién nueva que se desvig ee anterior. Por es no siempre ha de ser valorada positivamente una obra cup! coincide con la norma, puesto que hay una expectativa estética que puede oren® hacia algo nuevo y que se desvia de la norma, Cuando observamos las norm" entendidas, en su continuidad evolutiva, tenemos la posibilidad de investiga, relaciones de intrcambio entre la serie histdrica de normas y la serie histdvia de correspondienes obras lterars, es decir, el desarrollo de la estructuta literara je siempre entre elas un cierto paralelo de intercambio, puesto que la formacién una norma y la formacién de una nueva realidad literaria brotan de una base comie la tradicidn lterara, ala que intentan superar. Sin embargo no se puede identifey ambs series porque la vitalidad de las obras literarias procede precisamente de tensibn dindmica entre obra y norma. El caso normal es que el desarrollo literaig preceda al gusto literario, de manera que la norma literaria siga al desarrollo litera (tal es el caso de Macha 0 de Neruda). Puede sin embargo suceder que se inviery la situacibn, especialmente cuando los criticos —que tienen la funcién de ser portadores del desarrollo de las normas literarias— plantean exigencias que silo después realiza la creacién literaria (es el caso entre nosotros de Salda). Tenemos pues que tener en cuenta que la percepcién estética no sdlo se determina por convenciones tradicionales sino también por la busqueda de nuevas obras concretas {que pudieran corresponder a representaciones indeterminadas de una belleza literara todavia no realizada, sentidas anteriormente como internamente formulables. La base de la norma axiolégica de una época es naturalmente una determinada situacién de la estructura lteraria que subsiste en el supuesto de que es objeto de constantes ineentos de superacién, de manera que la norma literaria s6lo excepcionalmente queda rigidamente estabilizada. Ocurre no obstante que hay teorias literarias que se Presentan como normativas sin basarse en una realidad literaria, ya sea como anomalias histdricas (ciertas poéticas dogméticas) 0 como programas utépicos, es deci, postulados normativos que no se realizan plenamente. Las normas y los postulados literarios constituyen el punto de partida deh valoracién, No debemos pensar la literatura de una época dada como un complejo de obras literarias existentes, sino también como un complejo de valores literaros. El horizonte de intereses y conocimientos del piblico literario de un pueblo o una sociedad determinadas comprende un conjunto de obras organizadas en una determi- nada jerarquia de valores. Cada nueva obra se incorpora a esta literatura de alguna manera, sometiéndose a una instintiva valoracién de los lectores. Esta valoracién es signifcativa por lo que hace a la estabilidad de la jerarquia de valores, s6lo cuando _¢s piblica; de ahi la importante funcién que desempefian los criticos. Asi como es tarea de la historia de la literatura captar la riqueza completa de relaciones que tienen lugar entre los polos de la obra y la realidad, también debe ser objeto de la descripcién histérica la dindmica determinada por la polaridad de obra y piiblico lector. Asi captaremos en el verdadero sentido de la palabra la vida literaria, en la que las obras son objeto de la percepcién estética y encarnan un valor que a menudo tiene gran significacién no sdlo en el dominio estético sino también en la vida social de un determinado colectivo de lectores. Si entendemos la tarea principal de la historia de Ia literatura en el Ambito de esta polaridad, dada por la obra y el modo de su percepcidn, procederemos a desglosarla asi: 1. Reconstruccién de la norma literaria y del complejo de los postulados literarios de una época. aj 5% 2, Reconstruccién de la literatura de una época, es decir, del conjunto de obras que son objeto de valoracién directa, y descripcién de la jerarquia de los valores literarios de una época. 3, Estudio de las concreciones de las obras literarias (contemporaneas anteriores), es decir, estudio de la forma de la obra con la que nos encontramos en la comprensién de un tiempo dado (a saber en la concrecién critica). 4. Estudio del campo de influencia de una obra en los dominios literarios y extraliterarios. Todas estas tareas sectoriales estin mutuamente conexionadas y entrelazadas. No se trata naturalmente de un mero registro de los hechos que tienen que ver con las tareas nombradas, sino de la indagacién de las tendencias bisicas del proceso evolutivo. La naturaleza de este proceso en constante variacién impide naturalmente que encontremos leyes de tipo natural, pues hay que observar en particular que en el oganismo social al que pertenecen los receptores de los productos literarios, existen diferentes estratos que se orientan hacia normas distintas, ya se trate de una diferenciacién por motivos generacionales (normas literarias de hijos, padres, abuelos) © de una divisién vertical del piblico literario (lectores con formacién’ estética, piblico amplio, consumidores de productos literarios periféricos). Precisamente por ello un anilisis cuidadoso de la historia literaria evitar4 generalizaciones que no norma literaria. La conciencia de la contemplan la compleja articulacién de | existencia de una articulacién generacional y una vertical del piblico lector impulsar4 el estudio de los cambios del gusto literario de las capas sociales de lectores. Junto con el estudio de las tareas resefiadas, aparecen otros problemas metodolégicos. Indicaremos los més importantes. Reconstruccién de la norma literaria Qué fuentes tenemos a nuestra disposicidn para investigar la norma literaria? 1. Las normas estén contenidas en la literatura misma, e. d. en las obras que se leen, son populares, y con arreglo a las cuales se juzgan y valoran las otras obras 0 las obras nuevas. 2. Poéticas normativas o teorfas literarias que nos dan a conocer las «reglas» conforme a las que «debe» orientarse la literatura de una época dada. 3. Valoraciones criticas de la literatura, puntos de vista y métodos de esta valoracidn, asi como las exigencias criticas que pesan sobre la creacién literaria. La atencién del historiador se dirige a esta actividad critica porque constituye el Ginico residuo de la relacién activa y valorativa del lector con la obra. El critico tiene en Ia sociedad de los que participan en Ia vida literaria y se ocupan de las obras, una funcién concreta. Su deber es manifestarse acerca de la obra en cuanto objeto estético, fijar la concrecién de la obra, es decir, su forma vista desde la sensibilidad estética y literaria de su tiempo y hablar de su valor en el sistema de los, valores terarios admitidos, determinando, con su juicio critico, en qué medida cumple la obra las exigencias del desarrollo literario. Es tarea del historiador de Ia literatura observar el ejercicio por los criticos de esta funcién, y juzgar si los creadores cumplen la suya. Hay épocas en las que la critica constituye un freno al desarrollo, mientras que en otras es su estimulo. Hay épocas en las que la critica ayuda al publico en su cambio de gusto, mientras que en otras cuida de la conservacién de los 57 valores tradicionales. Hay tiempos en los que descuida sus funciones, valoracién y descripcin de la concrecién de las obras, lo que, naturalmenty consecuencias para el sistema de valores de una época. Puede ocurrir en tal cae la jerarqula vail y el gusto liteario se debata en la confusién y la ambigieday El critico parte de certos postulados y aprovecha de un determinado my que el historiador busca conocer. No debemos equiparar los métodos crf, cor ios métodos del als cientfico de las obras 0 de los métodos de la historia ® ieratara, AS, por ejemplo, el punto de vista fuertemente psicologizanee 4 critica de principios de siglo (la psicologia de Hennequin), no s6lo eq" 4 consecuencia del conocimiento cientifico de la importancia de los momer® pasiquicos de la obra sino que esté en conexién con la norma literaria que supn°® los elementos psiquicos como postulados de la creacién literaria. Los métodee eritcos ayudan a coneretar una obra bajo el punto de vista de ciertos postulados 2 valorara, Los métodos de la historia de la literatura ayudan a comprende? ! inerpretar una obra en conexién con ls demas maniestaciones histércas, Navege mente en el pasado ha ocurrido con frecuencia que las fronteras de ambos territorin son transgrdidas en la prctca el eftico se hace involuntariamente historiador f X. Salda) y el historiador se convierte en critico (A. Novak). De ahi que, hast cierto punto, podamos utilizar obras de historia literaria como fuentes para e] conocimiento de las normas, especialmente obras de ciertos segmentos de la histori de la literatura en los que se subrayé el jucio de valor, expresado, independientemente de los datos histéricos, a partir de ciertos postulados. Hay que proceder en todo esto cuidadosamente y caso por caso. Cuando hablamos de norma y de postulados, hay que subrayar que los postuldos no son el modo de ordenacidn de los materiales desde un punto de vista técnico (reglas). Mukafovsky coloca, en el articulo citado, postulados éticos, sociales, religiosos, filosdficos, etc., bajo las normas, es decir, cuestiones que abordan en lz literatura temas ideoldgicos. Desde este punto de vista se manifiestan los postulados como tareas que han de ser resueltas por mediacién de una obra literaria con la funcin estética. Se puede también investigar, a la inversa, cémo actiia la percepcién de una obra en el Ambito de los postulados vitales e ideoldgicos de una época, cudles fluyen en su valoracién estética. En la percepcién de una obra de arte con elementos tematicos se impone siempre la relacién entre la realidad vital y sus valores, por un lado, y la realidad mediada por los medios artisticos, por otra part, cde manera que la valoracién es el resultado de un proceso complicado, condicionado por la estructura global temporal de la vida y sus valores, como ha expuesto Mukatovsky en su trabajo «La funcidn estética, la norma estética y el valor estético como hechos sociales» (Kapitel aus der Asthetik, Frankfurt, 1970, p. 7-112). Cada obra que es objeto de una valoracién choca en estos complejos con las costumbres y representaciones convencionales de la percepcién colectiva, de manera que en ese trasfondo tiene lugar la concrecién contemporénea de una obra, sea ésta positiva 0 negativa. Una obra con un tema no habitual y no apoyado por la tradicién literaria y social, es entendida como una ruptura de la norma, como la nueva superacién artistica de una temética conforme a las normas. El juicio de las obras literarias desde la perspectiva de las ideas religiosas, sociales, éticas, etc., puede ser tan fuerte en la norma literaria, que la funcién estética de la obra s6lo se percibe vivamente cuando es apoyada por una orientacién ideoldgica concordante (recordemos el punto de vista religioso en la edad media) Sin embargo, hay ciertas fronteras entre la percepcién estética de una obra y SU 58 ser ol como fuentes. Desde el punto de vista metodoldgico, sin embargo, debemos siempre recordar que una obra literaria sdlo puede ser juzgada en su funcidn estética con cierta prudencia y con respecto a su funcién como fuente histérica, porque la comunicacién que opera esa obra puede estar subordinada a esa funcidn, especialmente cuando la obra es ambigua y susceptible de diversas interpretaciones. juicio ideoldgico; tan pronto como la valoracién de una obra se orienta solamente con respecto a la realidad, acerca de la cual comunica «igo, y deja de interesarse por |a obra misma y su estructura, tan pronto como la obra sélo es juzgada desde el punto de vista de la veracidad de lo que comunica y no desde la perspectiva de la configuracién de la manifestacién estética de un texto dado, queda excluido del campo de observacién ese elemento esencial que distingue de modo tan agudo el signo estético del resto del complejo de signos que tienen meramente una funcién de comunicacién, ‘Tal interés, encaminado exclusivamente a la comunicacién, no pertenece ya al dominio de la investigacin de la historia de la literatura, pero puede to de estudios histéricos culturales que se apoyan en las obras literarias La reconstruccién de la jerarquia de valores en la literatura de una época determinada En la esencia de la relacién humana con los hechos y fendmenos que nos rodean consta que éstos son valorados en el conjunto del sistema de los valores vigentes. En esta valoracién se contiene la tendencia a la superacion de la inseguridad y la indeterminacién en la relacién del individuo y de la sociedad humana con los fendmenos, y esa valoracién esté acompafiada también por la perce: cin estética. Desde el punto de vista literario se trata aqui de la continua cancelacién de la tensién que proviene de la existencia de obras literarias, por un lado, y del mecanismo global de su percepcién por el lector, por otro; en otras palabras, en el acto de valoracién se encuentra la estructura de la obra con la estructura de la norina literaria, La atencién del historiador de Ia literatura se dirige a lo que constituye el volumen y el contenido de una literatura en un determinado momento del desarrollo. Consideramos aqui la literatura viva como parte constitutiva de la conciencia del lector. No tratamos de obras literarias historicas que no son objeto de un interés intenso por parte del lector, y que permanecen siempre 0 en ocasiones estéticamente desactivadas, Tal reconstruccién del repertorio literario vivo tiene su propio significado para el conocimiento de la norma literaria de una época y para el estudio de la variabilidad de fuerza activa literaria de las obras y los autores. Investigamos qué obras de autores contemporaneos y antiguos eran populares, y qué relaciones mantenian con las corrientes contemporineas y pasadas. Somos conscientes de que no cualquier obra que se publica esté encuadrada en las normas de su época, aunque quizds mas tarde pueda representarse un valor indudable (El mayo de Micha). Hay naturalmente obras que ya desde su aparicién se convierten en valores histéricos. Por el contrario, ocurre que en la literatura viva se encuentran obras que han sido excluidas por la «alta» literatura, 0 no han sido aceptadas como obras de bajo nivel literario (canciones populares, romances de ciego). En el estudio de la conciencia literaria es un imperativo metodolégico tener en cuenta cuidadosamente la base social de diferenciacién del gusto literario, Se puede investigar en qué relacién esta el repertorio de amplias capas de lectores con el repertorio de los 59 la ampliud de los intereses de los ray é iveratura es compacta y homogénea en sus lect Ores, idad lectora, Preferen lectores de la «alta» én de la comuni e , etc. Abordamo; cee ila composicin de I commentada en grupos cerTados virla en un erry oes terest teraras 0 si ett tr ologico. Sin embargo acura 4 tror el investiga’ que tienen ae la aparicién de la norma iteraria “c cad ; erupo Sond S6lo por he a r uel se evcrme de vida de su grupo, y dejase de fos gue rorulan de le !8 convencgy condicion de los procesos literarios tradicionales que re: in de la estructuragi liceraria y de We Ffay dada de que hay telaciones entre el gusto literaris ye ial, No ‘as del mtr NY ged un estat social determina pero no hay cong? Kt condiciones de ‘én en el sentido de una relaci nes na inerpetai conti etivas suficientes para U ne esc, Dea mina marer quem el desl de I estactra Inca ips factorescausales de desarrollo esti contenidos en anteriores estadigy prncipa es bién el desarrollo de la norma literaria esta . la literatura, asi también el 7 la organizacibn de | NCE tody dexerminado por causes que tienen su orien en Ia organizacién de los element estructural de la norma literaia, pues. una nueva etapa de desarrollo pone en primer plano aquellos componentes descuidados en a norma anterior. Se puede po al inerpretar de modo estructura el desarrollo de ls norma lteratia. Sin embag en la formacién de una norma y de un valor histérico hay que considerar en cierta medida la irupcién de elementos heterdnomos. Editoriales, mercado de Ie publicidad, son factores que influyen en la valoracién, y también subi : tipo politico contribuyen a la modificacién de la norma. El historiad relacidn de estos elementos heterénomos con las condiciones inmanen organizacién de la norma literaria, y observa si estas intromisiones ex © retrasan el desarrollo auténomo, o cémo encuentran las nuevas nuevos valores, pese a los obsticulos externos, sus intérpretes, 0 cdi esforzar en desviar la presién para hacerla ineficaz. No siempre ¢ norma lo que muestra. Fuerzas externas contribuyen también a que i los caminos de la produccién literaria y de la norma literaria. Sin conflicto no puede ir tan lejos como para que desaparezcan todos ontacto, pus Ix norma literaria, aun cuando influye en Ia obra que menos dependiente de la creacién literaria vigente. Los Clertamente desviarse en ocasiones de modo situaciones ‘08 cambios de lor investiga |g tes de la nueva ternas aceleran Rormas y los MO se pueden sla verdadera se alejen entre embargo, este los puntos de nace, es més o postulados literarios pueden esencial de las posibilidades de las feeus dads, peo si la representacién de lo que la literatura ha ie aparentar no debe siempre moverse en el 4 Ambito de la ficcién, tiene rei a jue part dad literaria como fundamento de mas am que partir de la ‘a recepcin de as obras literaria y sus concreciones Si la historia de la literatura quiere fundame de la Icrara, no slo Te compere eaten 18 asgosesencinles de avid ecer la valoracié i pet ién positiva o negativa de una st obra literaria o I a investigartambide fens conclsiones sobre el geste de lectores, sino mpanconcteta de las obras literarias, tal como se desprenden de las lect ras con nel decurso.histérico. ladas y valores dados, ¢ loracién se interpretaban uesto de que existia una Unica teoricos de la estética y criticos 60 ca se han puesto de acuerdo en tal norma unificada y «correcta», Y como no hay una norma estética correcta y Gnica, tampoco hay una valoracién tinica, y una obra puede ser objeto de una valoracién multiple, ya que su forma cambia incetamaente en la conciencia del receptor (su concrecién). EI uérmino sconcreciéms ha sido introducido por vez primera por Roman Ingarden en su libro Das lsrice Kunstwerk, También él ha expresado la exigencia de investigar la vida de las es literarias en sus concreciones. Ingarden contempla la estructura de la obra, ais ada y estitica, sin estudiar la dindmica del desarrollo de la estructura literaria superior. 7 ello piensa que una obra puede concretarse de manera que todas su cualidades estéticas pueden ser actualizadas. Las diferencias de concrecién proceden de los componentes de la obra, que, segiin su naturaleza, son incompletos, y exigen ser completados por la fuerza representativa del lector (p. ¢. los esquemas descriptivos) Sin embargo, cuando consideramos por una parte la estructura histérica incluida a la obra, y, por otra parte, Ia serie evolutiva de la norma literaria cambiante, queda claro que no sélo los lugares necesitados de determinacién, sino también Ia eficacia estética de la obra global y, por lo tanto, sus concreciones, estin sometidos a variaciones continuas, Tan pronto como una obra queda incluida en nuevos contextos al ser percibida (cambios de lenguaje, nuevos postulados literarios, estructura social modificada, nuevo sistema de valores espirituales y practicos, etc.) pueden sentirse como estéticamente activas aquellas cualidades de la obra que antes no eran asi percibidas, de manera que una valoracién positiva puede apoyarse en razones totalmente opuestas. Por ello es tarea de la historia de la literatura investigar las variaciones de la concrecidn en la recepcién de las obras literarias y las relaciones entre la estructura de la obra y la norma literaria cambiante, porque de este modo atendemos a la obra como objeto estético y a la dimensién social de su funcién estética. Si al estudiar el desarrollo literario acentuamos el conocimiento de lo que representa cada obra en la serie de las obras, al estudiar la vida literaria subrayamos lo que ocurre en la conciencia de los que reciben la obra cuando se hace piblica. La fuerza vital de una obra depende de las propiedades que encicrra potencialmente con relacién al desarrollo de la norma literaria. Cuando una obra literaria es valorada positivamente en una situacién de norma cambiante, ello significa que posee mayor fuerza y vitalidad que otra cuya eficacia estética se agota con el ocaso de una norma. La recepcién de una obra va acompafiada por su conerecién, y-un cambio de norma exige una nueva concrecién. Desde el punto de vista metodolégico hay que subrayar que para nosotros las concreciones criticas nos sirven ante todo como fuentes, porque explican la obra desde la perspectiva del stema global de valores y contribuyen a-insertar_la obra en la literatura. En los juicios criticos el agrado y el desagrado se apoyan mediante argumentos. Una desventaja hay claramente en el hecho de que las concreciones que tenemos a nuestra disposicién. son fragmentarias y nuestras fuentes son de desigual valor, de manera que la imagen histérica de Ja vida de una obra literaria depende necesariamente de ‘a riqueza y calidad de las fuentes (ver SaS 7, 1941 Struktura vywoje, Praga 1969, p. 193 y ss). X » Especiales problemas metodolégicos aparecen cuando seguimos la recepcin de una obra en un medio literario extrafio. Una traduccin es ya en cierto sentido una concrecién emprendida por el traductor. El eco que encuentra una obra en los lectores y eriticos de un medio ajeno, es, con frecuencia, muy diferente del eco que consigue en su medio natural, porque también la norma es diferente. 61 La ofcacialiterariay extalitearia de las obras Inerartas Hasta ahora hemos habla de a efcacia de la obra literati en el lector yg mediadortipico entre obra y lector, el erftico, especialmente cuando la ob, * perebia esticamente, Pero una obra que actin en un lector, influye ena gh pensar y sentir pues se converte en componente de st vida psiquica. Ante wie inflaye en el gusto iterario de los lectores que son creadores, influyendo ey trabajo aunque no sean consients de ello. Con esto tratamos el problema de influenci, a que antes hemos aluddo al hablar del punto de vista genético. Heme habldo de la obra ya dispuesta, einvestgado las citcunstancias que intervinieron su gestciin y confrmacin, de manera que se descubrieron otras obras qn influyeron como fuentes o factores en su configuracién real. Ahora contemplamor problema inverso: en el centro de nuestra atencién no esté la obra influida sino obra influyente y la tarea consiste en comprender los fendmenos literarios ews apaticibno eficacia ettica etd condicionada por la existencia de la obra investigads Cuando hablamos de la eficacialiteraria de una obra, no debemos olvidar, ademde de los casos de un influjo consciente o inconsciente directo, aquellos casos de obra terarias que se imponen estéticamente en el trasfondo de obras anteriores de ls que se destacan por contraposicién. Esto acostumbra a suceder cuando los materiales persisten, pero su comprensidn es diferente; se conserva la fabulacién pero varian los tmedios de expresin (las «imigenes renovadas de Zeyer); 0 cuando se trata de una remodelacién de un arte anterior (p. e. Variaciones sobre Macha de Hora). ‘Ademis de a eficacia literaria se puede investigar la extraliteraria, especialmente cuando el desarrollo de un problema estético contribuyé6 con su solucién a cuestiones de la peatis vital, Es bien conocido que las cualidades estéticas de un poema pueden excitar tan poderosamente al lector que influya en su modo de captar ¢ interpretar la realidad, o en su comportamiento. Recordemos los casos conocidos en los que pervonalidades literaras tipicas influyen en la estilizacién de tipos sociales, los casos en los que la moral de una obra influye en la moral social, los casos de atribucién ala obra de funciones de combate en la realizacién de exigencias sociales, econdmicas o nacionales, etc. Un puesto especial lo ocupa a este respecto la literatura de tendencia 0 didéctica en la que la eficacia extraliteraria es intencional por parte del autor. En estas investigaciones entramos en un terreno en el que la historia de la literatura choca con intereses de otras ciencias hist6ricas, las cuales por su especificidad pueden juzgar mejor la amplitud de la eficacia extraliteraria de las es que la historia de la literatura, concentrada en el dominio de los fendmenos iteraros. Felix Voditka La concrecién de la obra literaria El problema de la recepcién de la obra de Neruda En este articulo se trata de preparar metodolégicamente el terreno para proceder a una investigacién histéricoliteraria sobre la recepcién de las obras literarias. Pretende poner a disposicién del historiador de la literatura los conocimientos teéricos promovidos por el estructuralismo para su aplicacién concreta, de manera gue se puedan neutralizar las fuentes de errores. Pues cuando no se ha reflexionado a fondo en la influencia de las obras artisticas en su tiempo, se pueden verter juicios que no responden a los hechos y conocimientos cientificos. Los fundamentos del estructuralismo pueden servirnos de punto de partida en nuestras reflexiones, aun en los casos en los que algunos problemas ya se trataron con anterioridad en mayor 0 menor extensién, No queremos sin embargo investigar aqui la problematica de la recepcién en la perspectiva de una teoria general del arte, sino desde el punto de vista de la historia de la literatura. Cuando sea necesario aclarar con ejemplos concretos cuestiones particulares, utilizaremos preferentemente materiales elegidos en la investigacién de la recepcién literaria de la obra de Neruda. La cuestién de la recepcién en la historia de la literatura yen la teoria del estructuralismo F. X, Salda, que se ocupé ya del problema de la recepcién de una obra en 1928 (Sobre la llamada inmortalidad de la obra poética) escribié en 1936 (La simiente de mostaza que sembré Macha): «La historia de la literatura se limita injustamente a informarnos sobre la génesis de una obra, entendiendo por tal el surgimiento de los primeros impulsos y su configuracién material. La segunda tarea, mayor y més compleja espera todavia: la descripcién de cémo la obra se transforma en las generaciones siguientes que se ocupan de ella, que viven de ella, que se impregnaron y alimentaron de ella. Constituye esto la segunda parte del ciclo vital de una obra, y €S una cuestién que acostumbra a ser descuidada'. En conjunto, es facil de explicar por qué la historia de la literatura sélo en casos excepcionales se ha ocupado de la valoracin cambiante de una obra. La causa radica en la diferente orientacién cientifica de las distintas épocas de la historia de la literatura, La orientacién filoldgica condujo a la investigacién del texto, la orientacién inspirada en Taine se centré en la obra como producto, la que siguid a Hettner en el desarrollo de las ideas en las obras literarias, las direcciones psicologizantes se centraron en el autor, considerando la obra como un documento en el que se expresa la vida psiquica del creador; los métodos sociolégicos investigaron dominantemente las conexiones externas, las relaciones del autor con los problemas sociales o la determinacién social ver también Salduv zépisnik 8, p. 155. " Listy pro uméni « Kritike 1936, p. 63 , ; unos por los clits y otos por os roménticos. La diversidad de valoraciong las totalidades literarias superiores es causada en el desarrollo literario real poy hecho de que no existe una terminologa fija y apropiada, cle manera que témmig’® tales como clasicismo 0 romanticismo no sdlo se emplean en sentido diferente, 5 que se apican a un conjunto heterogéneo de obras y autores que los representan, gue se entiende en Alemania como clésico (Goethe, Schiller) aparece en Franc una hiz que conradice las tendencas claicstas basicas. Esto Mega al punto de q? términos que en principio debian referirse a unidades histéricas delimitadas temp. ralmente, perden esa determinacién temporal y sobreviven en la literatura coy, esquemas que encarnan un determinado principio de la creacién literaria gy limitacién temporal. As! ocurre con los conceptos de clasicismo, romanticism, realismo y barroco. Habri que hablar entonces no s6lo de recepcidn, porque sh, perdido la relcién con las verdaderas obras cuyas propiedades hicieron surgir po, abstraccidn, esas unidades superiores; se trata simplemente de términos con yy significado general referidos a los principios del arte poético. En el caso dy romantcismo y del clasicismo muchos cientificos ven conceptos de una terminolg histrca, principios poéticos fundamentales, como por ejemplo Strich en su libre Deutsche Klassik und Romantik (Berna, 19494). La investigacién de las concreciones de las unidades literarias superiores aparece, pues, en la literatura viva como uy problema sumamente complicado, porque es necesario investigar en cada caso ¢ alcance de la unidad en cuestidn, en la medida en la que el objetivo y la meta ¢ explorar el cambio de esa unidad en la valoracién actual. Hemos tratado en sus lineas generales la cuestién de la conerecién de las obras, autores y unidades literarias superiores. Seria también posible considerar en este contexto otras cuestiones relacionadas estrechamente, como por ejemplo los problemas de traduccidn, que no son otra cosa que la concrecién en el contexto de otro lenguaje o de otra tradicién literaria, 0 los problemas del llamado influjo. Sern necesrias para ello explicaciones mis amplias. En las consideraciones presentes nos limitamos a contemplar los problemas metodoldgicos bésicos en la linea de los conocimientos de la estética y la teorfa literaria estructurales, explicando con ejemplos concretos la tarea del historiador de la literatura al investigar la recepcién de las obras lieraras. El material de la recepcién y, sobre todo, los esbozos de lis concreciones estén conformados de manera que el historiador de la literatura sélo podri buscar las tendencias del desarrollo. Su atencién se dirigira 4a dominar ¢ material de manera que pueda investigar la obra como objeto estético, incorpordndels al sistema de los valores literarios actuales, y explicando el contexto que, liberado de los elementos subjetivos unilaterales, dé testimonio de la consideracién actualizad de una obra, Ademis su objetivo se ampliar’ a investigar la capacidad de vida de una obra, las propiedides de una obra que posibilitan esa capacidad vital en un determinado desarrollo histrco, y la relacién entre el valor evolutivo de una obra ¥ sus posterires concreciones, Asi ser4 posible superar tanto el dogmatismo estético como el subjtivismo extremo, manifestaciones hasta ahora relativamente frecuentes ns investigaciones sobre la recepcién en la historia de la literatura. Hans Georg Gadamer Historia de efectos y aplicacién El principio de la historia de efectos EI interés histérico no se dirige solamente a los fendmenos histéricos o a las obras transmitidas, sino también, de forma secundaria, a sus efectos en Ia historia; o que implica también a la historia de la investigacién. Ello puede considerarse, en general, como una mera extensién de los planteamientos histéricos formulados por Hermann Grimm en su Raffael, por Gundolf y otros, y que han producido una multitud de valiosas perspectivas histéricas. La historia de los efectos no es, en este sentido, nada nuevo. Si es nueva, sin embargo, la exigencia de un planteamiento de efectos histéricos cuando una obra o una tradicién ha de sacarse del claroscuro entre tradicién ¢ historiografia a la claridad de su auténtico significado. Es una nueva exigencia que no se dirige tanto a la investigacién cuanto a su conciencia metodolégica, como resultado obligado de una reflexibn a fondo de la conciencia histérica No se trata en realidad de una exigencia hermenéutica en el sentido tradicional del concepto de hermenéutica. Pues no es una investigacién que ponga en paralelo el planteamiento de la historia de los efectos y la comprensién inmediata de la obra. Es mds bien una exigencia de indole tedrica. La conciencia histérica deberia hacerse consciente de que, en la presunta inmediatez con la que se dirige a una obra o a una tradicién subyace ese otro planteamiento, aun cuando desconocido y, por tanto, incontrolado. Cuando intentamos comprender un fenémeno histérico desde la distancia histérica determinante de nuestra situacién hermengutica, nos vemos siempre sometidos a la accién de esta historia de efectos. Ella determina de antemano lo que se nos va a aparecer como problemitico y objeto de la investigacién; y también olvidamos la mitad de lo real, es decir, olvidamos la verdad completa del fenémeno cuando tomamos la apariencia inmediata como si fuera toda la verdad. En la presunta ingenuidad de nuestra comprensién, cuando nos guiamos por el patrén de la comprensibilidad, lo otro se muestra desde lo propio, de manera que ni Jo otro ni lo propio son capaces de mostrarse como tales. El objetivismo histérico, al remitirse a su propio método critic, oculta la implicacién de los efectos en la que est atrapada la conciencia histérica. Es cierto que se sustrae a la arbitrariedad de las actualizaciones del pasado gracias a su método critico, pero con ello se crea una buena conciencia capaz de negar los presupuestos que, de modo no arbitrario ni caprichoso, soportan su propia comprensidn, y, de ese modo se falsea la verdad alcanzable en la finitud de nuestra comprensién. El objetivismo histérico se parece en esto a la estadistica que por lo mismo es un procedimiento de propaganda tan poderoso, porque, dejando hablar el lenguaje de los hechos, aparenta una objetividad que depende en el fondo de la legitimidad de sus planteamientos. No se exige, por lo tanto, un desarrollo de la historia de los efectos como una nueva y auténoma disciplina auxiliar de las ciencias del espiritu, sino la necesidad de aprender a comprenderse mejor, y reconocer que en toda comprensién estin operando los efectos histéricos, sea uno consciente de ello o no. Cuando esto se 81 ne, niega al creer ingenuamente en una metodologia, la consecuencia puede ser ung f verdadera deformacién del conocimiento. Esto lo constatamos en la historia de las ciencias cuando aparecen demostraciones irrefutables de cosas evidentemente falsay Pero, en conjunto, el poder de la historia de los efectos no depende de sg reconocimiento, Ese es precisamente el poder de la historia sobre la limitady conciencia humana, imponerse aun alli donde la fe en el método niega la propix historicidad. De ahi la urgencia de hacerse consciente de la historia de los efectos: se trata de una exigencia necesaria de la conciencia cientifica. Aunque ello no signifique, de ninguna manera, que tal exigencia pueda satisfacerse por completo, Afirmar que la historia de los efectos pueda llegar a ser plenamente consciente es un enunciado tan hibrido como la pretension hegeliana de un espiritu absoluto en el que la historia Hega a su total transparencia, elevandose ast ala altura del concepto, Mas bien la conciencia de los efectos es un momento de la realizacién de la comprensién, y ya veremos que acttia ya en la misma formulacién de la pregunta correcta. La conciencia de la historia de los efectos es, en primer término, conciencia de la sitwacidn hermenéutica. Sin embargo, la conciencia de una situacién es siempre una tarea con dificultades peculiares, El concepto de situacidn se caracteriza porque no se puede objetivar, y, por lo tanto, no permite un saber objetivo de ella!. Se esta en [a situacién, se encuentra uno siempre en una situacidn cuya aclaracién es una tarea infinita, Y esto vale también para la situacién hermenéutica, es decir, para la situacién en la que nos encontramos frente a una tradicién que hay que comprender. No puede iluminarse plenamente tal tipo de situacién, es decir, la reflexién total sobre la historia de los efectos. Pero esta imposibilidad no es un defecto de la reflexién, sino algo que radica en la esencia misma del ser histdrico que somos. Ser histdricamente significa no poder ser nunca plenamente consciente. Toda conciencia proviene de una determinacién histérica previa que Hegel llamaba sustancia, porque es el soporte de toda opinion y comportamiento subjetivo, y, por lo tanto, prefigura y limita cualquier posibilidad de comprender una tradicién en su alternidad histérica. Por ello la tarea de la hermenéutica filosdfica puede caracterizarse de modo hegeliano: rehacer el camino de la fenomenologia del espiritu, haciendo ver que en toda subjetividad late una sustancia que la determina. Todo presente finito tiene sus limites. Podemos determinar el concepto de situacién por el hecho de que significa un lugar que limita las posibilidades de visién, Al concepto de situacidn le pertenece esencialmente la nocién de horizonte. Horizonte es el circulo de visién que abarca y circunscribe todo lo visible desde un punto. Aplicando esto a la conciencia pensante, podemos hablar de una estrechez del horizonte, de una posible ampliacién del horizonte, de la apertura de nuevos horizontes, etc. El lenguaje filosdfico ha empleado esta palabra especialmente desde Nietzsche y Husserl? para carazterizar la vinculacién del pensamiento a su determi nacién finita, caracterizando asi la ley del proceso de ampliacién del circulo de visién, El que no tiene horizontes es un hombre que no puede ver suficientemente lejos, y por ello sobrevalora lo cercano. Por el contrario, tener un horizonte signifi no limitarse a lo cercano, sino ver por encima. El que tiene horizontes conoce el significado de las cosas contenidas en el horizonte, de acuerdo con los criterios de cercania y lejanfa, grandeza y pequefiez, En consecuencia, la elaboracién de la " El concepto de situaciSn y su estructura han sido explicados sobre todo por K. Jaspers (Die geistige Sitmation der Zeit) y por Erich Rothacker. 2 Ver mis arriba [Wahrheit und Methode] p. 231 y ss. situacién hermenéutica significa la obtencién del horizonte adecuado para las Cuestiones que se nos plantean frente a la tradicién. Ocurre que también hablamos de horizonte en el ambito de la comprensién historica, especialmente cuando nos referimos a la pretensién de la conciencia histdrica de ver siempre al pasado en su propio ser, no desde nuestros criterios y prejuicios contemporineos, sino en su propio horizonte histérico, La tarea de la comprensién histérica implica la exigencia de ganar en cada caso el horizonte historico, para poder representar asi lo que se quiere comprender en sus verdaderas dimensiones. El que no vea este desplazamiento del horizonte histérico desde el que nos habla la tradicién, acabara malentendiendo los contenidos de la tradicién.. Por ello parece una adecuada exigencia hermenéutica ponerse en el lugar de otro para comprenderlo. En tal caso podré preguntarse si tal consigna no es deudora justamente de la comprensién que le exige a uno. Es lo que ocurre en el diélogo que mantenemos con alguien con el tinico fin de conocerle, es decir, para medir su posicién y su horizonte. No es un verdadero didlogo, no se busca la comprensién de un asunto, sino que los contenidos objetivos de la conversacién son simplemente un medio para conocer el horizonte del interlocutor. Piénsese en un examen o en determinadas formas de conversacién con un médico. La conciencia histérica hace algo parecido cuando se desplaza a la situacién del pasado, intentando asi alcanzar el verdadero horizonte histérico. Al igual que en una conversacién el otro se hace comprensible cuando se ha reconocido su situacién y su horizonte, sin que ello signifique que hay un acuerdo con él, asi también, para el que piensa histéricamente la tradicién se hace comprensible en su verdadero sentido sin que uno se reconozca en ella ni por ella. En ambos casos el que intenta comprender se autoexcluye de la situacién de comprensién. No se siente afectado. Al intentar subordinar lo que dice el otro a la situacién desde la que habla, uno sittia su propia posicién en un lugar inexpugnable. Hemos visto en el nacimiento del pensamiento histérico que se asume de hecho esta ambigua transicién del medio al fin, convirtiendo en fin lo que es sélo medio. El texto que se comprende histéricamente es privado formalmente de su pretensién de decir la verdad. Se piensa que se comprende al contemplar la tradicién desde el punto de vista histérico, trasladindose a la situacién histérica y reconstruyendo su horizonte. En realidad se renuncia radicalmente a la pretensién de hallar en la tradicién una verdad valida y comprensible para uno mismo. Tal reconocimiento de la alteridad del otro, convertida en tema de conocimiento objetivo es lo que produce por ello una radical suspensién de su pretensién. Se plantea entonces la cuestién de si tal descripcién afecta realmente al fenémeno hermenéutico. Hay pues dos horizontes diferentes, el horizonte en el que vive el que comprende y el presunto horizonte histérico al que se desplaza? ¢Queda adecuado y suficientemente descrito el arte de la comprensién histérica cuando se aprende a trasladarse a horizontes lejanos? Puede hablarse entonces de horizontes cerrados? Recuérdese el reproche de Nietzsche al historicismo cuando dice que disuelve el horizonte de los mitos, tinica manera como la cultura puede vivir’. 2Es entonces el horizonte del propio presente algo cerrado, y puede pensarse en una situacién histérica con un horizonte cerrado de tal manera? gO se trata mas bien de una ilusién romantica, de una robinsonada de la ilustracién histérica, de la ficcién de una isla inalcanzable tan artificiosa como 3 Nietzsche, Unzeitgemasse Betrachtungen Il, al comienzo. 83 j i Robinsin mismo y e supuesto fendmeno originario del solus ipse? Al igu indvidvo no es nunea un mero individuo porque est& siempre en la conta baron asi tambige el horizonte cerrado de una cultura es una abs mmovldad histérica de la existencia humana hace que no se dé una poss absoluta¥ que, por lo tanto, no haya horizontes totalmente cetrados. £1} te mis bien algo alo que vamos y que va con nosotros. El horizonte se des ue y iby ib, f in i, tno, Plaza % él que se mueve, También el horizonte del pasado, del que vive toda vids hy y que subsite como tradicién, esté siempre en movimiento. No es la cone’ | histérica la que pone en movimiento al horizonte cerrado. En el horizonte el movimiento consciente de si mismo. be Cuando nuestra conciencia histérica se desplaza a horizontes histéricos, ey significa un tralado a mundos extraios desvinculados con el nuestro, sino gue en conjunto forman ee gran horizonte mévil que abarca la profundidad hist g rugsra antoconciencia por encima de las fronteras del presente. Es en reds ¢ nico horizonte que comprende todo lo que en si contiene la conciencia his E! pasido propio y ajeno a los que se dirige nuestra conciencia histérica forma py de ese horizonte mévil del que vive siempre la vida humana y a la que detemia como su origen y tradicién. Comprender una tradicién exige ciertamente un horizonte histérico. Pero no trata por ello de ganar tal horizonte desplazdndose a una situacién histérca § tiene mis bien que tener ya un horizonte para poder trasladarse a otra situa Qué significa desplazarse? Evidentemente no se trata de apartarse de si mism, Naturalmente que algo asi se supone cuando uno quiere observar otra situs Pero uno tiene que llevarse a si mismo a tal situacién, Ese es el sentido desplaarse. Si, por ejemplo, uno se desplaza a la situacién de otro hombre, « comprenderd, e5 decir, se hard consciente de su alteridad, de la irreducite individualidad del otro, justamente por desplazarse a su situacién. Tal desplazamiento no es la empatia de una individualidad en otra, sik subordinacién del otro a las propias medidas, sino més bien el ascenso a wu gencraidad mis alta que sobrepasa tanto la particularidad propia como la del ott El concepto de horizonte se ofrece porque expresa esa visién ampliada que dé tener el que comprende. Ganar un horizonte significa aprender a mirar sobre cercano y lo inmediato, no para dejarlo de vista sino para verlo mejor dentro de totalidad mayor y unas medidas mds exactas. No es una buena descripcisn de concienca hstérica el hablar como Nietzsche de los muchos horizontes cambi 2 los que enseiia a desplazarse. El que deja de mirarse a si mismo pierde por elé horizonte histérico y el pensamiento de Nietzsche de las desventajas de la cewt histérica para la vida no se refiere en realidad a la conciencia histérica en cuanto sino a la autoenajenacién que se sufre cuando se toma el método de la moder Giencia histérica como si fuera su propia esencia. Ya lo hemos subrayado: & verdadera conciencia histérica aporta siempre su propio presente, de manera & puede verse 2 si misma y a lo histéricamente otro en sus exactas relacions Naturalmente se necesita .un esfuerzo para clevarse a un horizonte histér Estamos siempre ocupados por las esperanzas y temores de lo préximo, y hay hacer frente desde tal implicacién al testimonio del pasado. Por eso es una ti! Constante impedir la igualacién precipitada del pasado con las propias expectait® 4 sentido, Solo entonces puede ofrse a la tradicién en su propio y distinto sent Ya hemos mostrado que esto se cumple en un proceso de visién de aspe® consecutivos. Veamos qué significa esto. Destacar aspectos es siempre una rela 4 mutua. Lo que debe destacarse debe destacarse de algo que a su vez se destaca. Todo proceso de destacar algo hace visible aquello de lo que se destaca. Es lo que hemos denominado antes con la expresién: poner en juego los prejuicios. Deciamos que una situacién hermenéutica se determina por los prejuicios que aportamos a ella. ‘orman el horizonte de un presente, pues representan aquello mds alld de lo cual no puede verse nada. Pero lo que interesa es alejar el error que consiste en considerar como suelo fime de opiniones y valores lo que sélo determina y limita el horizonte del presente, y que la alteridad del pasado se destaca por el contrario como fundamento firme. En realidad el horizonte del presente hay que concebirlo en proceso constante de formacién en la medida en que hemos de poner siempre a prueba nuestros prejuicios. Forma parte de esa prueba el encuentro con el pasado y la comprensién de la tradicién de la que venimos. El horizonte del presente no se forma pues prescindiendo del pasado. No hay un horizonte del presente en si ni hay un horizonte histérico que ganar. Comprender es el proceso de funcién de tales supuestos horizontes en si, Conocemos bien la fuerza de tal fusién por la relacién ingenua que los viejos tiempos guardaban consigo mismo y con su origen. Tal fusidn tiene lugar constantemente en el seno de la tradicién, pues en ella crecen juntos lo viejo y lo nuevo hacia un valor vivo sin que ni lo uno ni lo otro se destaquen explicitamente. Pero si no hay tales horizontes que se separan, :por qué hablamos de fusién de horizontes y no simplemente de formacién de un horizonte que retrotrae sus limites hacia la profundidad de la tradicién? Plantear esta cuestién significa hacerse cargo de la peculiaridad de la situacién en la que la comprensién se hace tarea cientifica, y elaborar tal situacién como hermenéutica. Todo encuentro con la tradicién realizado con conciencia histérica experimenta la tensién existente entre texto y presente. La tarea hermenéutica radica en no ocultar esa tensién mediante una igualacién ingenua sino en desplegarla conscientemente. Por esta razén es esencial al comportamiento hermenéutico proyectar un horizonte histérico que se diferencie del horizonte del presente. La conciencia histérica es consciente de su propia alteridad, y por ello destaca el horizonte de la tradicién del suyo propio. Pero, por otra parte y como hemos mostrado, no es ella sino una superposicién sobre una tradicién que dura, y por eso reune inmediatamente lo separado para relacionarse consigo misma en la uunidad del horizonte hist6rico asi conseguido. El proyecto de un horizonte histérico es, por lo tanto, sdlo una fase de la realizacién de la comprensién y no se consolida en la enajenacién de una conciencia pasada, sino que se recupera a partir del propio horizonte de comprensién del presente. Al realizarse la comprensién tiene lugar una verdadera fusién de horizontes, que al proyectar el horizonte histérico, simulténeamente lo supera. A la realizacién controlada de tal fusién podemos lamar: tarea de la conciencia de los efectos historicos. Mientras que tal tarea quedé oculta por el positivismo estético-histérico tras la hermenéutica romintica, pensamos que ese es en realidad el problema central de la hermenéutica. Se trata del problema de la aplicacién implicito en cualquier tipo de comprensién. El problema hermenéutico de la aplicacién En la antigua tradicién de la hermenéutica, que desaparecié ante la conciencia histérica de la teorla postromintica de la ciencia, este problema tenfa todavia su tratamiento sistemitico. El problema hermenéutico se dividia asi: la subtilitas 85 intelligendi, la comprensidn, la subtilitas explicandi, la interpretacién, a |g " pietismo afiadié la subuilitas applicandi, la aplicacién (por ejemplo en J. J, Ram’ dl Los tres momentos debian contribue a realizar lacomprensibn. Los tres se dene signifenivamente cone trmino ssubtilita», es decir, no tanto un métody ga se dspone cuanto un poder que exige especial finura de espiritut. ue Ahora ben, como hemos vst, el problema hermenéutico recibe su sig sistemitico cuando se reconoce en el romanticismo la unidad interna de intelligen® expla. La iterpretacién no es un acto accesorio y atadido eventualmente ? comprensién, sino que It comprensién es siempre interpretacin, y por alg interpretacdn sla forma explicta de l comprensién. A esto se alade que el lengy, y lo concepts inerpretativos quedan reconocidos como momento estructura inet dela compen, onl que el problema dl lngusje pasa desu posicin aca y marginal al centro mismo dela filosoia. Sobre esto volveremos més adelante No abstant, la fusién interna de comprensién e interpretacibn trajo consign que el tecer momento del problema hermenéutico, la aplicacién, quedase apart’ éel milo de a hermenéutca. La aplcacién en su sentido edifcante, que se aribuye por ejemplo a la Sagrada Esritura en la predicacin cristiana parecta algo compler mente distinto de la comprensién histérica y teolégica. Ahora bien, nuestra consideraciones anteriores nos han conducido a la idea de que en la comprensién hay siempre una aplicacién del texto que hay que comprender a la situacién actual dd intéeprte. Por elo hemos de dar un paso mds alli de la hermengutica roméntica, considerando que no sélo constituyen la comprensién y la interpretacién un complejo unitaro, sino que también ha de afadirse la aplicacién. No volvemos as ala distincidn tradicional de ls tres habilidades del pietismo, sino que consideramos, por el contrario, que lz aplicacién es parte integrante constitutiva del process hermenéutico como la comprensin y la interpretacin, La situacin actual de la discusidn hermenéutica nos da pie para devolver a este punto de vista su significacién fundamental. Empecemos por la historia olvidada de la hermenéutca. Antes se consideraba evidente que la tarea de la hermenéutica conssta en adaptar el sentido de un texto a la situacién concreta en que hablaba, E] intérprete de la voluntad divina, que sabe interpretar el lenguaje del ordculo constituye el modelo originario, Pero hoy dia un intérprete tiene como tarea no la mera reproduccién de lo que realmente ha dicho el interlocutor al que interpreta, sino que tiene que valorar sus ideas tal como resulta de la situacién conversaciona ue sélo el domina en cuanto conocedor de ambos lenguajes. La historia de la hermenéutica nos ensefia igualmente que junto a una hermenéutica filosdfica hay una teol6gica y una jurfdica, que juntamente con la hermenéuticafilosdfica constituyen el concepto total de hermenéutica. Fue conse- cuencia del desarrollo de la conciencia histérica de los siglos xvi y x1x el que la hermenéutica filos6fica y la historiogréfica se desligasen del complejo de las restantes disciplinas hermenguticas erigiéndose en método privilegiado de las ciencias del espirit. La estrecha conexién que unié originalmente la hermenéutica filosdfica a la juridicay a la teoldgica se basaba en el reconocimiento de que la aplicacién es momento integrante de toda comprensién, Tanto en el caso de la hermenéutica * Conoaco las Institutiones hermenenticae sacrae (1723) de Rambach por el resumen de Morus ‘cuando dice: Solemas autem intelligendi explicandigue subtiltatem (soliditatem vulgo vocant) tribuere ei, qui cH ‘cansis et accurate (con precision y fundamento) inteligt atque explicat. (Betti, Allgemeine Auslegungstehre, 1960, 86 juridica como en el de la teoldgica se da una tensin constitutiva entre el texto —de Ia ley 0 de la revelacién— por una parte, y el sentido que su aplicacién obtiene en cl momento concreto de la interpretacién, sea un juicio 0 un sermén, por otra parte. Una ley no puede ser entendida histéricamente, sino que su validez juridica debe concretarse por la interpretacién. Del mismo modo un texto religioso no puede entenderse como mero documento histérico, sino que debe entenderse como algo que ejerce un efecto salvador. En ambos casos esto supone que el texto, ley o mensaje evangélico, para ser entendido adecuadamente ha de tenerse en cuenta la pretensidn del texto de tener que ser entendido de modo nuevo y diverso en cada situacidn concreta. Comprender supone, pues, aplicar. Partfamos de la idea segiin la cual la comprensién ejercida en las ciencias del espiritu es esencialmente histérica, es decir, que un texto slo ¢s comprendido cuando en cada caso se entiende de modo diverso. Esto es lo que precisamente caracterizaba la tarea de una hermenéutica histérica, la reflexién sobre la tensién constitutiva entre la identidad de una cosa comin y la situacién cambiante en que debe ser entendida. Partlamos de que la movilidad histérica de la comprension, marginada por la hermenéutica romintica constituye el verdadero centro de la problematica hermenéutica en su adaptacién a la conciencia histérica. Nuestras consideraciones sobre el significado de la tradicidn en la conciencia histérica se relacionan con el andlisis de la hermenéutica de la facticidad realizado por Heidegger ala que intentan fecundar con vistas a una hermenéutica adaptada a las ciencias del espiritu. Habjamos mostrado que la comprensién no es tanto un método por el que la conciencia se acerca al objeto elegido buscando el conocimiento objetivo, cuanto mis bien la pertenencia al acontecer de una tradicién, La comprensin misma se muestra como un acontecer, y la tarea de la hermenéutica consiste, filosdficamente, en preguntar cual es el tipo de comprensidn y el tipo de ciencia que son impulsados por el cambio histdrico en si mismos. Somos conscientes de estar exigiendo a la autocomprensién de la ciencia moderna algo extraordinario, Hemos intentado con nuestras consideraciones aliviar esta exigencia al verla como resultado de la convergencia de gran ntimero de problemas. De hecho, la teoria de la hermenéutica se ha disgregado en una serie de distinciones que ella misma no puede soportar, Ello es més evidente cuando se intenta una teoria general de la interpretacién. Cuando, por ejemplo, se distingue entre interpretacién cognitiva, normativa y reproductiva, como hace E, Betti en su documentadisima Allgemeine Theorie der Interpretation’, empiezan las dificultades al distribuir los fenémenos en los diferentes apartados, Es lo que sucede en la interpretacién cientifica. Si se asocian la interpretacién teoldgica y la juridica y se las atribuye a la funcién normativa, entonces habria que recordar que Schleiermacher por el contrario conecta de modo intimo la interpretacién teoldgica a la interpretacién general, para él la histérico-filologica. En realidad la distincién entre funcién cognoscitiva y normativa atraviesa la hermengutica teolégica, y no se resuelve distinguiendo entre conocimiento cientifico y su ulterior aplicacién edificante. Es lo que ocurre también evidentemente en la interpretacién juridica, en tanto el conocimiento del sentido de un texto y su aplicacién a un caso juridico concreto no son dos actos separados, sino un proceso unitario, Pero incluso esa interpretacién que parece mas alejada de las especies tratadas hasta ahora, la interpretacién reproductiva que tiene lugar en la poesia y la musica 5 Ver el tratado de Betti Zur Grundlegung einer allgemeinen Auslegungslebre y su monumental obra Allgemeine Auslegungslebre, 1967. 87

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