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Manual Breve de Terapia Breve PDF
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Terapia Familiar
Brian Cade
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PAIDOS
Barcelona-Buenos Aires-México
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SUMARIO
Agradecimientos 11
Prefacio 13
Introducción 15
PREFACIO
F i n a l m e n t e , q u e r e m o s agradecerle su infinita paciencia y com-
prensión, y su buen humor, que seguramente algunas veces se vio afec-
tado, a Susan Barrows Munro, de la editorial Norton. Y a su nueva ayu-
dante, Margaret Farley, deseamos expresarle nuestra admiración por
el rápido desarrollo de sus habilidades para la «compaginación breve».
INTRODUCCIÓN
nosotros, junto con la mayoría de nuestros colegas breves/estratégicos,
trabajábamos con relativa certidumbre. Éramos buenos tácticos, nos
basábamos en concepciones claras, centradas en los procesos, acerca
del modo en que se mantenían y evolucionaban los problemas; ade-
más, disponíamos de energía y entusiasmo ilimitados, y de una ver-
dadera cornucopia de ideas perspicaces para las intervenciones.
Ahora somos tácticos con menos certidumbres, menos audaces,
menos abrazados a modelos simplistas, y m u c h o menos impresiona-
dos por nuestra sagacidad. Nos interesan m u c h o más los recursos de
En las últimas tres décadas, considerablemente influido por la publi-
nuestros clientes y procuramos evitar enfoques que, abierta o encu-
cación en 1963 de Strategies of Psychotherapy, de Jay Haley, y el trabajo
biertamente, los debiliten. Nos interesa m á s el desarrollo de un enfo-
que cooperativo. No obstante, seguimos siendo un tanto escépticos con ulterior del Centro de Terapia Breve de Palo Alto (Watzlawick y otros,
respecto al m o d o santurrón con que algunos colegas niegan la vali- 1974; Weakland y otros, 1974), se produjo un rápido crecimiento del
dez de la pericia profesional y afirman que es posible y deseable no interés en el desarrollo de enfoques terapéuticos breves/estratégicos.
ejercer ninguna forma de influencia. Nosotros pensamos que es impo- En contraste con la mayoría de los modelos que entonces prevalecían,
sible no influir, pero «...hay un modo de estar abiertos para que los evolucionó un enfoque más activo, directivo, para el cual la terapia con-
clientes influyan en nosotros como terapeutas. Podemos escucharlos sistía primordialmente en promover el cambio, y ya no el crecimiento,
a ellos en lugar de escuchar a nuestras teorías. Podemos validar su expe- la comprensión o el insight; el terapeuta se volvía mucho más útil como
riencia y permitirles que nos enseñen lo que da y lo que no da resul- agente generador del cambio.
tado para ellos» (O'Hanlon, 1991, pág. 109). Gran parte del primer ímpetu del desarrollo de este enfoque refle-
Sin duda, nos habría resultado mucho m á s fácil escribir este libro jaba el interés por la innovación y el descubrimiento de mejores téc-
cuando se nos ocurrió la idea y mientras aún disfrutábamos de un gra- nicas para producir cambios. En los años siguientes, resultó cada vez
do considerable de certidumbre acerca de lo que pensábamos y de lo más claro que la terapia exitosa podía ser mucho más corta que lo que
que poníamos en práctica. Pero, con suerte, lo que finalmente hicimos suponían los profesionales que operaban en el marco de principios más
quizá sea más útil. tradicionales. Esta perspectiva fascinó a cantidades crecientes de pro-
fesionales y equipos en todo el m u n d o , que empezaron a experimen-
tarla. Les atraía el optimismo y el enfoque pragmático, tanto la creati-
vidad como la aportación a una terapia eficaz. Siguió una oleada expo-
nencial de artículos, capítulos y libros; cada vez era mayor la riqueza
de ideas y técnicas. Más recientemente, la posibilidad de realizar inter-
venciones breves pero eficaces se ha popularizado entre diversas fuen-
tes de recursos económicos, compañías de seguros, y los muchos orga-
nismos de ayuda que no pueden proporcionar servicios a cantidades
crecientes de clientes, dado que sus presupuestos se reducen rápida-
mente.
Pero en los últimos años se está empezando a dirigir u n a m i r a d a
m á s sobria y más crítica al enfoque, a las consecuencias de m u c h a s de
las técnicas desarrolladas, y a algunos de los supuestos subyacentes
que orientaron la práctica de la terapia breve que ésta, alternativamente,
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ha sido a c u s a d a de ignorar o p a s a r p o r alto. S i e m p r e h u b o críticos Hemos descubierto que no hay ninguna necesidad de inventar esas
externos, pero ahora el campo en sí está considerando con mayor deten- trampas, esos recursos engañosos que algunos de nosotros solíamos uti-
ción la dirección de su marcha anterior y el punto al que ahora se enca- lizar en el pasado. Nuestras técnicas preferidas son ahora francas y correc-
mina. tas, y estamos utilizando el material que nos proporciona la familia. De
Entre los principales ámbitos de preocupación parecen estar: hecho, retrospectivamente, supongo que todas aquellas técnicas prove-
nían de las familias con las que trabajábamos. Pienso que las preocu-
paciones que tienen algunas personas surgen del modo en que nosotros,
• el empleo de técnicas encubiertas y manipulativas (por ejemplo, los autores, escribimos sobre lo que estábamos haciendo, y quizá escri-
las intervenciones paradójicas), en particular cuando éstas supo- bíamos de un modo que no lo reivindicaba. Si lo hubiéramos escrito de
nen proyectos encubiertos del terapeuta o del equipo y, a veces, otra manera, podríamos haber dicho: «¡Dios mío, vaya si son astutos
diversos grados de engaño deliberado; estos clientes!» (Cade, 1985b, pág. 97).
• el a b u s o implícito o explícito de la posición de poder y control
del terapeuta p a r a definir la dirección y el resultado, en parti- Nosotros ya no utilizamos el paradigma sistémico como nuestro
c u l a r c u a n d o éstos q u e d a n fuera de la conciencia del cliente; modelo p r i n c i p a l . El único que p u e d e a c t u a r y r e a c c i o n a r ante las
• el enfoque conductual estrecho y, en g r a n medida, pragmático circunstancias es el individuo. Preferimos el término interaccioval a la
asumido por esta aproximación, y su aparente desinterés por las palabra sistémico, en cuanto el primero lleva a considerar procesos
variables i n t r a p s í q u i c a s o emocionales de la vida del cliente; repetitivos y potencialmente observables, en los cuales las personas
• la perspectiva un tanto frivola que parece haberse adoptado en reaccionan secuencial y recíprocamente. La palabra «sistémico» pue-
c u a n t o a la i m p o r t a n c i a o existencia de u n a realidad o verdad de ser demasiado estática y carente de especificidad, además de pres-
identificable en los asuntos humanos; tarse a la reificación.
• el hecho de que no se encararan con seriedad las variables socio- Por razones tanto pragmáticas como estéticas, también nos hemos
políticas que afectan la vida de los clientes, en particular las rela- guiado p o r el principio de economía de Occam. El hermano Guillermo
cionadas con el género. de Occam, un filósofo inglés del siglo XIV, sostenía que para explicar
cualquier fenómeno había que partir de la m e n o r cantidad posible de
A lo largo de este libro tocaremos m u c h o s de estos temas, aunque supuestos. Basándose en la idea de que «es vano hacer con más lo que
no prometemos resolver todos los dilemas suscitados. No pretendemos puede lograrse con menos», diseccionó como con u n a navaja todos los
negar que, a veces, los terapeutas breves h a n aparecido como profe- marcos de referencia. Como dijo más tarde Bertrand Russell, «...si en
sionales de enfoque estrecho, antagónicos y falaces en su trabajo, en una ciencia todo puede interpretarse sin suponer ésta o aquella enti-
algunos casos impúdicamente. Pero creemos q u e los buenos terapeu- dad hipotética, no hay ninguna base para suponerla» (Russell, 1979,
tas breves siempre h a n prestado mucha atención a las preocupaciones pág. 462).
de los clientes (lo cual también supone respetar sus sentimientos), han Tras u n a visión histórica general, nuestro plan es llevar al lector a
considerado las restricciones contextuales m á s amplias, y han valora- un recorrido razonablemente amplio por los diversos aspectos de este
do y respetado los propios recursos del cliente. También creemos que c a m p o tal c o m o lo vemos en la actualidad. (Al principio, Bill quería
el campo ha evolucionado significativamente desde aquellos días impe- que el libro se titulara «Una guía de la terapia breve para turistas que
tuosos y ofuscados de principios de la década de 1970, cuando los escri- hacen a u t o - s t o p » , pero finalmente prevaleció la reserva británica de
tos omitían mencionar estos factores. Brian.) Por cierto, no será un recorrido exhaustivo ni, esperamos, ago-
Estamos de acuerdo con Steve de Shazer, quien, al ser interrogado tador. Evitamos plantear las cosas como si fueran recetas de cocina,
acerca de la reputación manipulativa/no ética que los terapeutas bre- aunque algunas secciones tengan ese aspecto. Tratamos de no escribir
ves se habían ganado, respondió: un m a n u a l t o t a l m e n t e teórico, a u n q u e i n t e r c a l a m o s alguna teoría.
E s p e r a m o s que este libro refleje la tendencia actual a un enfoque
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sas etapas del ciclo vital de la familia. Como observa Lynn Hoffman,
j a r en estrecha colaboración con el grupo de investigación de Bateson
este libro representa la culminación de la preocupación inicial de Haley
y más tarde se incorporó a él. «En la investigación se utilizaron diver-
por el proceso. Dice esta autora: «Al escribir sobre la terapia estraté-
sos tipos de datos: hipnosis, ventriloquia, entrenamiento animal, pelí-
gica, Haley se atiene principalmente al lenguaje de los procesos. Tras
culas populares, la naturaleza del fuego, el humor, la esquizofrenia, la
su decisión de unirse a Minuchin en Filadelfia... comenzó a restar impor-
comunicación neurótica, la psicoterapia, los sistemas familiares y
tancia al empleo de las técnicas hipnóticas y las directivas paradójicas
la terapia familiar» (Haley, 1963, pág. ix).
(aunque sin dejar de atribuirles importancia), para concentrarse en un
A lo largo de los diez años que duró este proyecto, sus miembros modelo más organizacional de la terapia» (Hoffman, 1981, pág. 280).
consultaron a m e n u d o a Milton Erickson para examinar aspectos de El paso de Haley del interés en los procesos al interés en la forma resul-
la hipnosis y la terapia, y también en busca de supervisión en sus pro- ta muy claro en sus obras ulteriores, Problem Solving Therapy (1976) y
pios casos. Recientemente se h a n publicado las transcripciones de Leaving Home: The Therapy of Disturbed Young People (1980b).
muchas de esas consultas en tres volúmenes compilados por Jay Haley
En 1971, Mara Selvini Palazzoli, Luigi Boscolo, Gianfranco Cecchin
(1985).
y Giuliana Prata empezaron a trabajar juntos en Milán y en 1974 publi-
En 1956 apareció el trabajo clásico y seminal titulado Toward a
caron un artículo, The Treatment of Children Through the Brief Therapy
Theory of Schizophrenia, en el que se elaboraba la etiología de la esqui-
o Their Parents. Aunque algunos autores presentaban su enfoque como
zofrenia sobre la base de la teoría del doble vínculo (Bateson y otros,
breve/estratégico (Stanton, 1981), Hoffman ha observado que «los aso-
1956).
ciados de Milán, a u n q u e influidos por el grupo de Palo Alto, evolu-
Don Jackson fundó en 1958 el Mental Research Institute (MRI)
cionaron en u n a dirección totalmente diferente, c r e a n d o u n a forma
en Palo Alto, California, y se le unieron John Weakland, Jay Haley, Jules
singular y lo bastante distinta como para que se la p u e d a considerar
Riskin, Virginia Satir y Paul Watzlawick. George Greenberg ha escri-
una escuela por derecho propio» (Hoffman, 1981, pág. 285). Estamos
to un excelente homenaje a la influencia y las ideas de Don Jackson
de acuerdo con la observación de esta obra, y no incluimos a los aso-
(Greenberg, 1977).
ciados de Milán en el campo de los enfoques «breves/estratégicos», si
En 1963, Haley publicó su brillante obra Strategies of Psychoterapy,
bien reconocemos la brillantez táctica de su trabajo y la influencia que
que destacaba la naturaleza paradójica de toda terapia y también demos-
su m o d o de pensar, su preocupación por el contexto, el estilo de sus
traba la influencia de Milton Erickson en su pensamiento.
intervenciones y su empleo de las intervenciones «paradójicas» sisté-
En 1966, Richard Fisch iniciaba en el MRI el proyecto de terapia
micas han ejercido sobre muchos terapeutas breves/estratégicos.
breve que iba a tener un profundo efecto sobre el desarrollo de los enfo-
En 1974, miembros del proyecto de terapia breve del M R I publi-
ques breves/estratégicos.
caron dos obras i m p o r t a n t e s : el libro Change: Principles of Problem
Dos obras importantes vieron la luz en 1967: el trabajo de Haley
Formation and Problem Resolution (Watzlawick y otros, 1974) y el ar-
titulado Toward a Theory of Pathological Systems, que trataba sobre la
tículo «Brief Therapy: Focused Problem Resolution» (Weakland y otros,
influencia de las coaliciones transgeneracionales (el triángulo perver-
1974). Estos trabajos tuvieron un impacto inmediato y espectacular en
so) en el desarrollo de la patología (Haley, 1967a), y el libro Pragmatics
el campo de la terapia familiar, y contribuyeron de m o d o profundo a
of Human Communication: A Study of Interactional Patterns, Pathologies,
la ulterior difusión rápida del interés por los enfoques breves/estraté-
and Paradoxes (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967).
gicos. Este grupo ha continuado perfilando sus ideas sobre la terapia
En 1967, Haley pasó a la Philadelphia Child Guidance Clinic, don-
en trabajos posteriores, que se concentraron m u c h o menos en elabo-
de se unió a Salvador Minuchin y Braulio Montalvo, interesándose cada
r a r la teoría y más en la práctica de la terapia breve centrada en pro-
vez más por la estructura y la jerarquía. En 1973 se publicó Uncommon
blemas (Fisch y otros, 1982).
Therapy: The Psychiatric Techniques of Milton H. Erickson; allí Haley
Otra figura temprana importante es Richard Rabkin, quien demos-
introdujo la expresión «terapia estratégica» y elaboró sus ideas sobre
tró su estilo singular en Strategic Psychotherapy: Brief and Symptomatic
el enfoque ericksoniano de los problemas que aparecían en las diver-
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Treatment (1977); allí utiliza como analogía el ajedrez, y divide las eta- siguientes emplearemos el término «breve», y no «estratégico», para
pas del tratamiento en apertura, medio juego y final. referirnos a los enfoques, primordialmente c e n t r a d o s en los proce-
sos, que constituyen el interés de la mayor parte de este libro.
La terapia breve se atiene esencialmente a fenómenos observables,
DEFINICIONES es pragmática y se relaciona con la creencia de que los problemas son
producidos y mantenidos:
Haley definió la terapia estratégica como sigue:
1. por los constructos a través de los cuales se ven las dificultades
La terapia puede denominarse estratégica si el clínico inicia lo que (Kelly, 1955), y
sucede durante ella y diseña un enfoque particular para cada problema... 2. por las secuencias conductuales repetitivas (personales e inter-
[El terapeuta] debe identificar los problemas resolubles, establecer metas, personales) que rodean a tales constructos; estas secuencias, del
diseñar intervenciones para alcanzar esas metas, examinar las respues- de luego, pueden incluir los constructos y los aportes de los tera-
tas que recibe para corregir su enfoque y, en última instancia, examinar peutas.
el resultado de su terapia, a fin de ver si ha sido eficaz. El terapeuta debe
ser agudamente sensible y receptivo al paciente y a su campo social, pero
él mismo tiene que determinar su modo de proceder (Haley, 1973,
LOS DOS ENFOQUES PRINCIPALES
pág. 17).
Cuanto más intentan animarlo y hacerle ver los aspectos positivos Si la formación y el mantenimiento del problema se ven como par-
de la vida, probablemente más se deprimirá el paciente: «Ellos ni siquie- tes de un círculo vicioso, en el cual la bienintencionada conducta-solu-
ra me comprenden». La acción destinada a aliviar la conducta del otro, ción mantiene el problema, entonces alterar esa conducta debe inte-
en parte la agrava; la «cura» es peor que la «enfermedad» original. rrumpir el ciclo e iniciar la resolución, es decir, la cesación de la con-
Lamentablemente, los involucrados, por lo general, no advierten este ducta-problema, puesto que ya no es provocada por otras conductas del
hecho, e incluso se niegan a creerlo si cualquier otro intenta señalárse- sistema de interacción (1982, pág. 18).
lo (Weakland y otros, 1974, pág. 149).
Entonces «menos de lo mismo» puede llevar a «menos de lo mis-
Un progenitor que trata de controlar a un adolescente lo impulsa a mo», y así sucesivamente.
realizar más actos de rebeldía, que provocarán más intentos de con-
trol, v así sucesivamente. Un insomne se esfuerza cada vez con más
empeño en dormir, fenómeno éste que sólo puede producirse de modo INTERVENCIÓN TERAPÉUTICA
espontáneo; ese esfuerzo frenético por dormir se convierte en la razón
misma de que el sueño le resulte tan elusivo. En este enfoque, la cro- Aunque los distintos enfoques breves/estratégicos se basan en algu-
nicidad es vista como persistencia de una dificultad repetidamente mal nos supuestos diferentes, hay muchos modos de intervención comu-
manejada. No se extraen inferencias sobre disfunciones individuales o nes a todos los terapeutas breves. Está implícito en lo que ya hemos
familiares subyacentes. Al síntoma no se le atribuye n i n g ú n propósi- dicho que los terapeutas breves se identifican más por el m o d o en que
to o función. No se considera que sean necesarios o útiles conceptos actúan que por sus formulaciones teóricas. Milton Erickson parecía
tales como los de homeostasis, enfermedad mental o ventaja inter- trabajar m á s a p a r t i r de u n a teoría implícita de la intervención que
personal de los síntomas. basándose en u n a teoría de la personalidad o de la disfunción clara-
Fisch y otros comentan: mente articulada. Lankton y Lankton han confeccionado u n a lista de
los principios que sustentan el enfoque idiosincrásico de Erickson.
Las personas suelen persistir en acciones que inadvertidamente man- Éstos pueden verse como implícitos en el trabajo de la mayoría de los
tienen los problemas, y a menudo lo hacen con la mejor de las inten-
terapeutas breves.
ciones.. Se atienen con mucho cuidado a mapas mal trazados, lo cual
es de esperar en personas comprensiblemente angustiadas en medio de
1. Las personas actúan sobre la base de sus mapas internos, y no de su
dificultades. La creencia en tales mapas también hace difícil que se vea
experiencia sensorial.
que no sirven como guías eficaces... (1982, págs. 16-18).
2. Las personas realizan la mejor elección para ellas en cualquier momen-
to dado.
En este enfoque, la terapia se centra en las «soluciones intentadas», 3. La explicación, la teoría o la metáfora utilizadas para relacionar hechos
en detener c incluso invertir el tratamiento usual que ha servido para concernientes a una persona no son la persona.
exacerbar la situación, por m á s lógico que ese tratamiento parezca. El
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28 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
ENFOQUES BREVES/ESTRATÉGICOS DE LA TERAPIA
29
4. Respeta todos los mensajes del cliente.
5. Enseña a elegir; nunca excluyas la elección. plo, el hábito de fumar o de comerse las uñas, a u n q u e sus ramifica-
6. Los recursos que el cliente necesita están en su propia historia personal. ciones pueden tener consecuencias de mucho m a y o r alcance. Y así
7. Encuéntrate con el cliente en su propio modelo del mundo. como una persona puede empezar a fumar mucho c o m o respuesta a
8. La persona con la mayor flexibilidad o posibilidad de elección será el un período particularmente tenso de su vida, y después le resulte difí-
elemento que controle el sistema. cil r o m p e r el hábito a u n q u e ese período de tensión haya concluido
9. Una persona no puede no comunicar. mucho tiempo antes, del mismo modo, decimos, las reacciones y res-
10. Si es trabajo duro, divídelo en partes. puestas emocionales y conductuales habituales que se convierten en
11. Los resultados se determinan en el nivel psicológico (Lankton y Lankton, partes de los contextos-problema pueden verse como hábitos que sobre-
1983, pág. 12).
viven mucho tiempo a los estímulos originales que los h a n desencade-
nado. Igual que muchos hábitos, éstos suelen ser difíciles de romper,
El genio de Erickson para construir intervenciones singulares y a
debido a los ciclos de autorrefuerzo en los que quedan a t r a p a d o s . A
menudo brillantes se ha hecho legendario. En nuestra opinión, no menos
nuestro juicio, no es necesario inferir un sustrato más fundamental y
i m p o r t a n t e era el profundo respeto que tenía por sus pacientes, p o r
profundo de cuestiones irresueltas, motivaciones inconscientes, resis-
sus creencias, por su capacidad para cambiar a pesar de sus problemas
tencias, etcétera.
agudos o crónicos, y la preocupación por proteger su integridad.
La terapia apunta hacia todos o algunos de los objetivos siguientes:
Etapas de la vida
A. Modificar los marcos de creencias o constructos del cliente (indi-
viduo o familia) que se pueden considerar relacionados con el Los terapeutas a los que les interesa la forma consideran los sín-
modo en que se perciben, encaran y mantienen las dificultades. tomas como indicación de que una familia no está pasando de u n a eta-
B. Modificar las sentencias repetitivas que rodean el problema, pa a la siguiente del ciclo vital familiar con éxito. Se supone que la tera-
derivadas de aquellos marcos.
pia ayuda a las familias a negociar esa transición y a reorganizarse ade-
C. Modificar las posiciones y enfoques del terapeuta que se vuelvan cuadamente para la etapa siguiente. Pueden ser especialmente difíci-
partes de un patrón que se autorrefuerza entre el terapeuta y el
cliente. les las etapas en las que alguien se suma al sistema o desaparece de él
—por ejemplo por nacimiento, divorcio, muerte, y cuando los hijos cre-
D. Modificar la relación del cliente (y quizá del terapeuta) con los cen y empiezan a irse del hogar (Haley, 1973, 1980b).
sistemas globales de la familia, el vecindario o la profesión. Para los terapeutas a los que les interesa el proceso, esos puntos de
transición también son importantes. Fisch y otros comentan:
Las pautas como hábitos Los problemas comienzan en alguna dificultad ordinaria de la vida,
de las que nunca faltan. Esa dificultad puede provenir de un aconteci-
El enfoque breve a s u m e el supuesto de que las personas hacen lo miento inusual o fortuito. Pero, las más de las veces, es probable que el
mejor que está a su alcance en vista de las situaciones y las restriccio- origen sea una dificultad común asociada con una de las transiciones
nes de los constructos (Kelly, 1955) a través de los cuales h a n llegado que se experimentan regularmente en el curso de la vida (1982, pág. 13).
a ver sus dificultades (véase el capítulo 2). No se supone que los sín-
tomas reflejen hipotéticos problemas subyacentes irresueltos. El enfo- El proceso que lleva a ver la situación de determinada m a n e r a , y
q u e no se basa en un m o d e l o de déficit. La opinión de los a u t o r e s a manejarla mal inadvertidamente, por medio de la aplicación reite-
es que la mayoría de los problemas están insertados en hábitos de reac- rada de soluciones desafortunadas, puede convertir m u y p r o n t o una
ción y respuesta, no n e c e s a r i a m e n t e m á s complejos que, p o r ejem- dificultad en un problema «cuya dimensión y naturaleza finales qui-
zá tengan poca relación aparente con el obstáculo original» (pág. 14).
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Un hombre pidió ayuda porque cada vez era más incapaz de man- Directivas
tener la erección. Esto le provocaba un considerable malestar y genera-
ba alguna tensión en sus relaciones con su novia. Hubo una entrevista Los enfoques breves/estratégicos son a menudo directivos, en cuan-
conjunta y el hombre dijo que necesitaba aprender a controlar mejor la to al cliente o a la familia se le dan ideas o incluso instrucciones sobre
conducta de su pene. Como primer paso hacia el aprendizaje de este con- cómo comportarse en determinadas situaciones. A veces, las directivas
trol, se le pidió a la joven que esa noche intentara todo lo que pudiera para requieren cambios específicos en las conductas, y otras, que los cam-
excitar al novio. A él se le indicó que tratara de impedir que su pene entra-
bios sean evitados o pospuestos. Los terapeutas interesados en el pro-
ra en erección o permaneciera erecto. Fracasó (Cade, 1979, pág. 92).
ceso tienden a concentrarse en directivas que se d e b e n llevar a cabo
Weakland y otros observan: entre sesiones; utilizan la entrevista para reunir información y desa-
rrollar el tipo de rapport necesario para una relación respetuosa y coo-
perativa. Los terapeutas interesados en la forma también d a n directi-
En general sostenemos que el cambio se puede lograr con más faci- vas para el tiempo entre sesiones, pero también en las entrevistas se le
lidad si su meta es razonablemente pequeña y está claramente enun- suele indicar a la familia que haga algo diferente de lo habitual. Por
ciada. En cuanto el paciente ha experimentado un cambio pequeño pero
ejemplo, a un progenitor se le pide que controle en ese m i s m o momen-
definido en la naturaleza aparentemente monolítica del problema que
es más real para él, esa experiencia conduce a más cambios autoindu- to a un niño destructivo, mientras el terapeuta bloquea cualquier in-
cidos en ese ámbito de su vida, y a menudo también en otros. Es decir, tento de intromisión del abuelo o la abuela, o de otro de los hijos. La
se inician círculos benéficos (1974, pág. 150). sesión sirve para ensayar los cambios que la familia t e n d r á que reali-
zar en el hogar. E s t a s sesiones a veces se vuelven m u y d r a m á t i c a s .
Madanes observa:
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El enfoque supone que toda terapia es directiva y que el terapeuta cos. En capítulos ulteriores consideraremos más detalladamente estos
no puede evitar serlo, puesto que incluso son directivos los temas que aspectos, así como el desarrollo reciente de los enfoques c e n t r a d o s
escoge comentar y su tono de voz (1981b, pág. 23). en el futuro o la solución, que se basan en lo que los individuos ya están
haciendo y les da resultado (Berg y Miller, 1992; de Shazer, 1985, 1988;
Por lo tanto, el terapeuta debe adquirir la habilidad de influir sobre de Shazer y otros, 1986; Dolan, 1991; Furman y Ahola, 1992; O'Hanlon
las personas y llevar al m á x i m o la probabilidad de que las directivas y Martin, 1992; O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989; Walter y Peller, 1992;
sean aceptadas o realizadas. Cade ha observado: White y Epston, 1990).
con las cuestiones que surgen en el trabajo presente del estu- en lo que concierne al estudio controlado o comparativo de los resul-
diante. De esta manera, él se sentirá motivado para aprender. tados» (pág. 369). Ha llamado, sobre todo, la atención acerca del tra-
8. El supervisor debe enseñar al estudiante a ser directivo y moti- bajo de Parsons y Alexander, al confrontar un enfoque estratégico con
var. (A n u e s t r o juicio, p a r a d ó j i c a m e n t e , t a m b i é n es impor- otros tres enfoques del tratamiento de la delincuencia, d e m o s t r a n d o
tante aprender a ser directivo para poder optar por ser no direc-
que el primero es notoriamente más eficaz (Parsons y Alexander, 1973).
tivo.)
Para poner fin a este capítulo con una nota más cauta, diremos que
9. La terapia debe orientarse hacia problemas y soluciones más muchos terapeutas jóvenes, recién formados, se sienten atraídos por
bien que hacia métodos, y hay que escoger casos en los que sea la excitación y la promesa de los enfoques breves/estratégicos y por la
posible brindar oportunidades de aprendizaje sobre los temas
«brujería» demostrada en talleres o en la literatura. Asimismo, como
específicos en que los estudiantes individuales están encon-
señala Greenberg, «se supone que, como la terapia es breve, es senci-
trando dificultades.
lla de realizar». Greenberg añade:
10. Se le debe requerir al estudiante que controle el resultado de
su trabajo y aprenda a realizar seguimientos. Terapeutas recién llegados a la perspectiva se suelen familiarizar con
11. El contexto del entrenamiento debe respaldar el enfoque y el esti- la literatura e intentan precipitadamente aplicar los principios y técni-
lo de la formación, además de contar con el equipamiento téc- cas breves, sin la particular información necesaria para la evaluación y
nico apropiado —por ejemplo, espejos falsos, videograbación y/o el tratamiento. El equipo de novicios también tiende a intentar «inter-
facilidades para realizarla (Haley, 1976, págs. 179-194). venciones de libro de cocina», basadas, sobre todo, en las descripcio-
nes de la literatura... (Greenberg, 1980, pág. 320).
42 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE ¿QUÉ ES LO QUE SUCEDE ENTRE OREJA Y OREJA?
43
Kelly ofrece varias definiciones del constructo. Por ejemplo, dice que A las estructuras que creamos a partir de esas abstracciones las defi-
es «un modo en que se asemejan dos o más cosas y por lo tanto difieren niremos c o m o «realidad». Sin duda, las distinciones necesarias para
de una tercera cosa, o de otras».... En todas estas definiciones, Kelly con-
preservar la vida y la seguridad tienen una importancia primordial. Las
serva la noción especial de que los constructos son bipolares. Su argu-
distinciones pueden basarse en constructos articulados con relativa
mento es que nunca afirmamos nada sin negar simultáneamente algo...
No siempre, ni siquiera a menudo, especificamos el polo contrastante, facilidad y ser accesibles a la introspección en los recuerdos de expe-
pero Kelly dice que extraemos sentido de nuestro mundo observando riencias y condicionamientos más profundamente enterrados, o inclu-
simultáneamente las semejanzas y las diferencias. La utilidad del cons- so en nuestros instintos más básicos y menos articulables. También en
tructo reposa en el contraste» (1977, pág. 5). este caso, la organización jerárquica depende del contexto instantáneo.
Si un adulto ve a un niño en peligro, sin pensar en absoluto (o con inde-
Aunque los científicos no están aún seguros de cómo se almacenan p e n d e n c i a de lo que piense), es capaz de enfrentarse a algo que, en
los recuerdos, parece claro que el proceso supone la acumulación de un contexto diferente, le provocaría una fobia irracional o un terror
pautas asociativas entre los impulsos sensoriales. Este almacenamiento razonable.
de pautas —y no el almacenamiento secuencial de cada acontecimiento Otras dimensiones i m p o r t a n t e s en el establecimiento de distin-
sensorial aislado— es lo que nos permite operar con cantidades limi- ciones son las que nos permiten definir diversas categorías de «ellos»
tadas de información. El acceso a una parte de una pauta nos hace posi- y «nosotros»: por ejemplo, familia, tribu, raza, género, color, creen-
ble una apreciación casi instantánea del modo de completar dicha pau- cia religiosa, clase social y la multitud de otros agrupamientos que pue-
ta sobre la base de asociaciones aprendidas previamente, del agrupa- den adquirir u n a importancia profunda y duradera, o bien transitoria,
miento cartográfico de los datos que ingresan en pautas almacenadas en nuestra vida.
en la memoria. (Es fácil advertir las ventajas evolutivas que represen-
ta la capacidad para responder de este modo.) ...después de que los hechos han sido asignados a una categoría glo-
bal, las observaciones ulteriores sobre ellos tienden a ser tendenciosas...
Peter Russell dice que «la información se registra en vastas redes
tienden a ser asignados a conductas incluso sobre la base de poca infor-
interconectadas. Cada idea o imagen tiene centenares, quizá miles de mación... Después de haber aplicado rótulos globales, puede resultar difí-
asociaciones, y está conectada con muchos otros puntos de la red men- cil refutarlos y descartarlos. Además, si una cultura comparte amplia-
tal (1979, pag.105). mente y utiliza de modo habitual vastas categorías de rasgos, puede
Las vías asociativas recorridas con más frecuencia tienden a refor- llegar a verlos como descripciones intuitivamente adecuadas de con-
zarse. Las utilizadas con menos frecuencia, aunque no desaparezcan, ductas a las que en realidad no se adecúan bien.
probablemente tienden a perder importancia y «olvidarse», del mismo A menudo se ha encontrado que, después de que un individuo cate-
modo que las sendas que atraviesan u n a selva son cubiertas de nuevo goriza o agrupa los estímulos, tiende a retener esa categoría incluso fren-
por la vegetación, a menos que el tránsito reiterado por ellas las man- te a pruebas en sentido contrario, prestando menos atención a la nueva
tenga abiertas. información y concentrándose, en cambio, en la información que con-
firma su categoría (Mischel, 1968, pág. 58).
A medida que quedan establecidas p a u t a s de asociaciones, éstas
tienden a influir en la selección y flujo de la información subsiguien-
A veces, sólo p r e d o m i n a n u n a s pocas dimensiones p r i m a r i a s .
te. Como ha señalado de Bono, «las pautas se extraen del ambiente sólo Entonces m u c h a s otras dimensiones potenciales son absorbidas p o r
sobre la bases de la familiaridad, y a través de tal selección se vuelven las pocas que se consideran más inclusivas, y puede desarrollarse u n a
cada vez más familiares» (1971, pág. 124). De este modo desarrollamos rigidez de actitudes y respuestas durante un período breve o m á s pro-
jerarquías de pautas de distinciones dentro de las distinciones, que tien- longado. Por ejemplo, dimensiones tales como la bondad o la maldad,
den a gobernar el modo en que nos vemos a nosotros mismos, a nues- el estatus, la inteligencia, el atractivo, pueden ser notablemente afec-
tro m u n d o y a cómo le atribuimos significado a nuestras experiencias. tadas cuando se las construye viéndolas a través del cristal de dimen-
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3. LA REALIDAD DE LA «REALIDAD»
(O LA «REALIDAD» DE LA REALIDAD):
«¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ OCURRIENDO REALMENTE?»
LA REALIDAD DE LA «REALIDAD» 51
50 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
de base sensorial de lo que percibimos, o recordamos haber percibido, co se vuelve m á s bien insustancial y elusivo. Parece estar formado por
a través de nuestros sentidos; son lo que está sucediendo o lo que ha relaciones entre partículas minúsculas que existen brevemente en un
sucedido. mundo de probabilidades (y que quizá sólo adquieren existencia en vir-
Los SIGNIFICADOS son interpretaciones, conclusiones, creencias y tud del proceso m i s m o de la observación). Como dice Capra, «el con-
atribuciones derivadas de, impuestas a, o relacionadas con, esas cosas cepto de m a t e r i a en la física subatómica... es totalmente distinto de
y hechos percibidos. la idea tradicional de sustancia material de la física clásica. Lo mismo
vale respecto de conceptos tales como espacio, tiempo, o causa y efec-
Comencemos con el nivel de la realidad que involucra a las cosas y to» (1976, pág. 15). El físico Henry Pierce Stapp, en un artículo inédito
los hechos. Para la mayoría de nuestros fines, parece sensato que acep- citado en la fascinante obra de Zukav, titulada The Dancing Wu-Li
temos ese nivel de realidad. Aunque esto podría no ser así con otras Masters, señala que:
formas de vida aún no descubiertas, en general todos estamos de acuer-
Si la actitud de la mecánica cuántica es correcta, en el sentido fuer-
do acerca de la existencia y las dimensiones de las cosas particulares, te de que no es posible una descripción más completa que la que esta
y en cuanto a que, dentro y entre las cosas, a lo largo de ciertas esca- mecánica proporciona de la subestructura que subyace en la experien-
las temporales, se producen cambios que nosotros podemos observar cia, entonces no hay ningún mundo físico sustantivo, en el sentido habi-
y medir. Las diferencias, a veces espectaculares y de gran alcance, apa- tual de la palabra. Ésta no es la conclusión débil de que podría no haber
recen en la interpretación y en la atribución de significados a aquellas un mundo físico sustantivo, sino de que definitivamente no hay un mun-
cosas. do físico sustantivo» (1979, pág. 105).
Esto ha sido muy bien subrayado en un artículo de Scheflen, «Susan
Smiled: On Explanation in Family Therapy» (1978). Sin duda todos los No obstante, a nuestros fines, permaneceremos un tanto por enci-
observadores del hecho mencionado en el título de ese artículo (la son- ma del nivel subatómico; nuestro plano es el de las cosas y aconteci-
risa de Susan) estarán de acuerdo, si se les da tiempo para el análisis, mientos que experimentamos en el ambiente, y que pueden conside-
en que los labios de S u s a n se movieron de cierto m o d o en un cierto rarse razonablemente «allí afuera».
momento y en u n a relación cronológica con las conductas de las otras A veces, Watzlawick parece asumir una posición un tanto extrema,
personas que estaban en la habitación. Pero esos mismos observado- sosteniendo que no existe ninguna realidad «allí afuera», sino sólo la
res pueden diferir en la selección de las cosas y hechos significativos, que en «el sentido m á s inmediato y concreto» (1984, pág. 10) es cons-
y en la atribución de significados. En el grupo de discusión descrito en truida por el observador. Al no diferenciar claramente entre los nive-
el artículo, tales diferencias de interpretación parecieron llevar a poco les, entre las cosas y los hechos y los significados que se les pueden atri-
más que un examen interesante y prolongado de los significados posi- buir, este a u t o r parece adoptar una posición tan solipsista, que sería
bles de la sonrisa de Susan. En otros contextos, este m i s m o fenómeno interesante invitarlo a elaborarla en profundidad frente a un oso polar
(el fenómeno de que las cosas y los hechos p u e d e n verse de muchos enfurecido. ¿Está «realmente» allí la criatura? Sin embargo, la discu-
modos, a veces conflictivos) puede conducir al desarrollo de toda una sión entre un peletero, un esquimal, un aficionado a la caza mayor
gama de problemas h u m a n o s , que van desde tendencias relativamen- en busca de trofeos y un ambientalista, bien podría demostrar que, aun-
te menores hasta la persecución religiosa, las grandes guerras y, quién que ninguna de esas personas cuestione la realidad de tales animales,
sabe, quizá incluso la aniquilación planetaria total. quizá difieran radicalmente en su modo de verlos y tratarlos.
En este p u n t o hay que admitir que, al descender en la escala has- Desde luego, como ha demostrado Rosenthal, las creencias y expec-
ta los niveles subatómicos, tropezamos i n m e d i a t a m e n t e con proble- tativas de un observador pueden ejercer u n a influencia directa y de
mas relacionados con la definición de la realidad. Por sólido que parez- auto-incumplimiento sobre la conducta de las personas o criaturas obser-
ca un trozo de roca c u a n d o se tiene la experiencia de él a través de vadas (que es lo que también parece ocurrir con las partículas subató-
los sentidos h u m a n o s desnudos, si se lo sondea en el nivel subatómi- micas) (Rosenthal, 1966). La selección tendenciosa de las percepcio-
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LA REALIDAD DE LA «REALIDAD»
52 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 53
de actuar en concordancia con los constructos (o diálogos internos) a de él, y sobre el lugar de los hijos, de cada uno de los sexos, en la rela-
través de los cuales cada u n o de nosotros ve y «da sentido» a lo que ción matrimonial, así como los imperativos y estereotipos sociales al
sucede en cualquier relación o conjunto de relaciones (con indepen- respecto. Tratamos de reaccionar en concordancia con los motivos y
dencia de que estemos en lo cierto o no, y suponiendo que esto pueda proyectos que atribuimos a esas acciones; por ejemplo, quizá atribu-
llegar a determinarse). yamos móviles «sucios» a nuestro cónyuge, a nuestro hijo, o a ambos,
Durante algún tiempo, el hombre puede experimentar a esta mujer y a otras personas (Palazzoli y otros, 1989), además de tener nuestros
como distinta de la mujer de su relación anterior y, por lo tanto, actuar propios motivos y proyectos. Entra en juego el p o d e r del efecto
también él de distinto modo. Pero es posible que, si la relación entre «Pigmalión», la profecía de autocumplimiento, que genera su propia
ellos se prolonga, los constructos generales de él acerca del modo en realización.
que se comportan las mujeres en las relaciones largas, comiencen a A su vez, los niños recogen constructos sobre ellos m i s m o s (tam-
incidir en la interpretación que les da a algunas de las conductas de bién tomados de la familia y de los valores y actitudes sociales), que
ella, viéndolas c o m o «persecución» y «trampa». E n t o n c e s iniciaría incluyen, en las familias con problemas crónicos, la posibilidad de
un repliegue, d a n d o precisamente paso a la g a m a de conductas más muchas ideas autodenigratorias. Entre esos constructos (que vemos
temibles desde la perspectiva de la mujer. Consideremos ahora las cosas como «existentes» en u n a jerarquía compleja de temas entrelazados)
desde el lado de ella. Aunque inicialmente experimentara al hombre de habrá ideas sobre los roles que deben adoptar en relación con padres
modo diferente, su constructo general según el cual «la mayoría de los y hermanos, con la familia global y la sociedad: «salvador», «ángel»,
hombres se distancian emocionalmente» podría llevarla a esperar y, «aliado», «favorito», «villano», «perseguidor», «víctima», «éxito», «fra-
por lo tanto, interpretar aspectos de las conductas subsiguientes del caso», etcétera. Cuanto más nos comportamos respecto de alguien como
compañero como los primeros signos de u n a retracción que la asusta si él fuera algo, m á s probable es que él se convierta en eso. Cuanto más
y la lleva a «perseguir», con lo cual suscita precisamente la gama de nos comportamos como si nosotros mismos fuéramos algo, más pro-
conductas de él que ella más teme. bable es que nos convirtamos en eso.
Actuamos en concordancia con los motivos y proyectos que atri- Basta con añadir a la mezcla más de la misma pauta repetidamen-
buimos a las acciones de los otros y que usamos para explicarlas (correc- te actuada e identificada, continuamente influida p o r la aplicación
ta o erróneamente), y también en concordancia con nuestros propios de más de los mismos modos de construir lo que sucede, lo que con-
proyectos (de los q u e en cada m o m e n t o s o m o s m á s o m e n o s cons- duce a más de las mismas atribuciones relacionadas con las acciones
cientes). Sin darse cuenta, las personas se atrapan recíprocamente en de los otros participantes en el juego, y así sucesivamente.
«juegos» (a veces de consecuencias trágicas) mientras t r a t a n de pro- En la posición de Speed parece estar implícita la creencia en pau-
mover y proteger sus intereses (y quizá también los de los otros, aun- tas o estructuras concretas que existirían en la familia y en sus rela-
que erróneamente percibidos o representados). ciones internas y externas; Speed también parece creer en u n a estruc-
Desde luego, esto también es válido con respecto al m o d o en que tura oculta pero explícita para el individuo, y en procesos inconscien-
experimentamos las acciones de nuestras parejas (y sus parientes y los tes compartidos, que escogen y agrupan en pautas las experiencias a
nuestros) en sus relaciones con nuestros hijos, y también las acciones partir de las cuales los participantes responden y reaccionan entre sí.
de nuestros hijos en su relación con nosotros y nuestros cónyuges (y Welwood dice:
con todos los otros parientes).
Una multitud de factores gravitan en el m o d o en que interpretamos Según el modelo tradicional del inconsciente en la psicología pro-
esas acciones. Entre ellos se cuentan aspectos del desarrollo de nues- funda, parecería que tiene una estructura explícita, que los impulsos,
tras relaciones familiares y matrimoniales (a nuestro juicio), los con- deseos, represiones o arquetipos existen en forma explícita; que el incons-
dicionamientos y m a n d a t o s (recibidos en nuestra propia experiencia ciente es una especie de alter ego autónomo... Lo inconsciente son los
familiar) sobre la naturaleza del matrimonio y lo que se puede esperar pautamientos holísticos, que se pueden explicar de muchos modos dife-
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rentes y en muchos niveles diferentes de la interrelación organismo/ ideas como si fueran cosas concretas que, por así decirlo, pudieran reco-
ambiente (1982, pág. 133). gerse y ubicarse en algún otro lugar. Whitehead dice que, en realidad,
ellas derivan siempre de casos reales de experiencia humana. Las expe-
riencias son lo real; las nociones son secundarias y derivadas. Es peli-
En el reino de la a t r i b u c i ó n de significados, el h e c h o de que un
groso olvidarlo, y tomar esas cosas secundarias como más concretas y
mapa, modelo o marco de creencias sea adecuado, no significa en nin- reales que lo que son en realidad (1977, pág. 24).
gún sentido absoluto que sea de algún modo verdadero o esté más cer-
ca de u n a «verdad» absoluta que otro modelo adecuado. Todo lo que
puede decirse es que las pautas de asociaciones seleccionadas, las cone- Obviamente, en cualquier marco explicativo debe h a b e r un grado
xiones realizadas y los significados atribuidos (tal vez sería más exac- significativo de «adecuación» entre los dos niveles (y es «significativo»
to decir «impuestos») p o r medio de esos marcos, son más o menos úti- el nivel «adecuación» necesario para que el observador p u e d a expli-
les o funcionales para ciertos propósitos (por ejemplo, son útiles para carse y predecir suficientemente en relación con sus fines). Así como
la explicación y predicción). Speed habla de «la realidad de las pau- las pautas del diagrama deben adecuarse a la cantidad y a la distribu-
tas de la familia»; en este caso, comete un error fundamental al con- ción espacial de los p u n t o s , del m i s m o m o d o , en u n a familia, las
fundir niveles de realidad. Las p a u t a s son conexiones entre elementos, ideas del terapeuta sobre lo que está sucediendo deben adecuarse, en
entre cosas y hechos, establecidas por un observador. Desde luego, para un nivel, a las personas involucradas y a un número suficiente de hechos
la m a y o r parte de los fines, se p u e d e considerar q u e las cosas y los «significativos» (y también a las ideas que los participantes tienen sobre
hechos existen «allí afuera», pero las pautas pertenecen a un nivel dife- estas cuestiones). Incluso con tal restricción existe, lo m i s m o que en el
rente, y son impuestas p o r el observador a partir de marcos peculiares caso de los puntos, u n a variedad inmensa de p a u t a s y explicaciones
p a r a trazar distinciones y desarrollar comprensión, en relación con- que el observador puede «imponer» (probablemente tantas pautas como
ciertos propósitos de ese observador. observadores) aunque, desde luego, las influencias familiares, de géne-
ro, culturales, educacionales, profesionales, teóricas y de m u c h o s otros
En la figura 1 se ve claramente lo que decimos. Arriba hay 24 pun-
tos, que, d a d o el p r o p ó s i t o de este capítulo, el lector p u e d e a c e p t a r tipos, que los observadores tienen en común, determinarán que haya
como existentes realmente «allí afuera». En el resto de la página vemos considerable coincidencia con respecto a numerosas facetas.
algunas de las pautas m á s directas que pueden «imponerse» para esta- Nosotros diríamos que las realidades que construimos nos ayudan
blecer y destacar las relaciones entre esos puntos, empezando p o r ver- a idear interacciones o intervenciones útiles gracias a u n a adecua-
los como 4 filas horizontales de 6 puntos, después c o m o 6 columnas ción suficiente con facetas significativas (para ellos) de las realidades
verticales de 4 puntos, y así sucesivamente. construidas de los m i e m b r o s de la familia, con sus m o d o s de pensar
acerca de sí mismos. La «realidad» de una familia no será m á s que uno
La perspectiva de Speed da p o r sentado que todas estas pautas, pre-
sumiblemente junto con las otras posibles, que son innumerables (y no de los modos (entre los muchos posibles) de dar sentido a las cosas y
hemos hablado de utilizar líneas curvas), están realmente en los pun- hechos que los m i e m b r o s de esa familia e x p e r i m e n t a n (reales para
tos, con independencia del acto de observar. Esa autora cae víctima de ellos), y de responder conductual y afectivamente. La habilidad del tera-
lo que A. N. Whitehead d e n o m i n a «la falacia de la concreción mal ubi- peuta consiste en encontrar una manera de ver la realidad familiar lo
cada». Como explica Waddington: bastante próxima a las ideas de los miembros de esa familia como para
poder comprometerlos, así sea brevemente, en u n a «realidad compar-
tida», pero con u n a perspectiva lo bastante distinta c o m o p a r a ayudar
El pensamiento más convencional... reconoce ciertas nociones deri-
a generar cambios en los significados y, por lo t a n t o , t a m b i é n en la
vadas y esencialmente abstractas, que han sido inventadas por el hom-
bre para tratar de dar sentido a las situaciones con las que tropieza. Son experiencia y la respuesta. Acercarse a la «realidad» de u n a familia no
ejemplos los átomos físicos, o sentimientos tales como la cólera, o nocio- significa que el terapeuta encuentre la realidad, del m i s m o m o d o que
nes sociales tales como la de justicia. El hombre tiende a aceptar estas conjeturar qué pauta emplea la familia para organizar los 24 puntos
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LA REALIDAD DE LA «REALIDAD» 59
58 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
a través de los cuales los percibimos e interpretamos. También nos 4. ¿CÓMO COMPRENDEMOS LAS EMOCIONES?
parece vital que nunca creamos lo que creemos; eso le quita sustento
a la persecución de los disidentes. Como dice Feyerabend,
te son importantes. Como dicen los autores mencionados: «No se tra- Durante la sesión siguiente, se aconsejó a la trabajadora que deja
ta de que los terapeutas estratégicos no aborden los sentimientos, sino ra el cuaderno de notas de lado, que mientras estaba sentada se incli-
sólo de que no hablan sobre ellos entre sí, no escriben al respecto en la nara hacia adelante (según sus colegas, frente a esta mujer ella solía
literatura, ni enseñan al respecto a sus discípulos» (Kleckner y otros, reclinarse en la silla, como luchando contra un viento fuerte), y que en
1992, pág. 49). el transcurso de la sesión no brindara ningún consejo, sino que se limi-
Nosotros, con nuestros alumnos, durante algunos años hemos seña- tara a repetir frases como:
lado constantemente la importancia no sólo de escuchar lo que el clien-
te comunica, incluso los s e n t i m i e n t o s expresados, sino t a m b i é n de «¡Pero, esto es terrible!»
encontrar modos de demostrarle que lo hemos hecho. No basta nece- «¿Cómo demonios ha aguantado todos estos años?»
sariamente con escuchar. Cuando no hay feedback, el cliente no sabe «Seguramente usted siente que nadie sabe lo q u e ha t e n i d o que
si se le ha escuchado o no. pasar. Debe sentirse m u y sola con toda esta preocupación.»
Una trabajadora de un centro público de salud buscó la ayuda de «¿Cómo es que resiste todo esto?»
un terapeuta consultor. Su caso iba a ser observado a través de un espe- «Muchas personas habrían renunciado hace m u c h o tiempo.»
jo falso, y la trabajadora esperaba la experiencia con considerable an-
siedad. Poco a poco, la mujer empezó a hablar con más lentitud y menos
acaloramiento, a parecer m á s serena, y a escuchar lo que se le decía.
Siempre le tengo miedo a este caso. No tengo la menor idea de adón- Finalmente, cuando se le volvió a preguntar cómo había podido resis-
de ir con él. tirlo, sonrió y dijo: «No lo sé. Quizá soy más fuerte de lo q u e creo».
Al final de la sesión, la clienta estaba más tranquila, con un mar-
La trabajadora describió a u n a mujer que había luchado durante co mental más optimista, y dispuesta a escuchar lo que se le dijera. Más
cierto tiempo con dos adolescentes fuera de control y un esposo que le tarde, la trabajadora manifestó haber descubierto que en realidad gus-
brindaba poco apoyo, trabajaba m u c h a s horas y era proclive a tener taba de esa d i e n t a y la respetaba. Nos damos cuenta de q u e la suge-
estallidos violentos. El p r o b l e m a de la trabajadora era que se consi- rencia del consultor podría considerarse sólo como u n a m a n i o b r a tác-
deraba incapaz de contener lo que ella experimentaba como una abru- tica destinada a romper un impasse, y no como una prescripción real
madora e interminable m a r e a de amargas quejas de la mujer. de que se prestara atención a los sentimientos. Esto es posible porque,
al contar el episodio de la consulta, el consultor quizá o m i t i ó men-
No escucha nada de lo que le digo, no acepta consejos. Ya la han cionar su riqueza creciente al escuchar la descripción que la trabaja-
echado de varias instituciones. Yo soy la única persona que le queda, que dora realizaba de la historia de la mujer.
aún está dispuesta a verla. En realidad no llego a nada. Sé que necesita
Nosotros creemos que, p o r lo general, los clientes sólo e s c u c h a n
ayuda, pero me siento impotente para hacer algo por ella, y también cul-
pable al descubrir que me está empezando a provocar una aversión ac- cuando sienten que han sido escuchados, cuando sus experiencias han
tiva. sido validadas —incluso sus experiencias afectivas—. Entendemos que,
para u n a terapia eficaz, el terapeuta, sea cual fuere su escuela, debe
Si bien la trabajadora creía q u e había escuchado y comprendido el prestar u n a atención suficiente a este aspecto de las experiencias del
problema de esta mujer, p r o n t o resultó claro que la clienta, sobre la cliente. Los diversos enfoques terapéuticos difieren en el modo de hacer-
base de sus experiencias anteriores, y en ausencia de un feedback cla- lo, y quizá en la definición de la «atención suficiente». La expresión de
ro en la situación presente, seguía pensando que eso no era así. Entonces sentimientos es sin duda u n a respuesta natural h u m a n a , y a m e n u d o
se sentía obligada a c o n t i n u a r n a r r a n d o su historia inútil y desespe- importante, sobre todo en m o m e n t o s cruciales de aflicción, alegría,
radamente, a quienquiera que la escuchara. Al mismo tiempo, era evi- excitación, miedo, etcétera. Las terapias suelen diferir no sólo en la
dente que no esperaba que nadie oyera lo que ella trataba de expresar. medida en que consideran importante reconocer las emociones, sino
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En m a y o r o menor medida, en todos los ámbitos de nuestra vida, Recuerdo que, al supervisar un caso desde detrás del espejo falso,
nuestros sentimientos son un fenómeno omnipresente, y determinan- pude observar a una familia a la que «se ayudaba a tomar contacto con»
tes poderosos del m o d o en que reaccionamos o no reaccionamos ante sus sentimientos de cólera recíproca. No había duda alguna de que lo
estaban haciendo con considerable calor, vigor y autenticidad aparente.
u n a situación. Se ha dicho que los sentimientos son interpretaciones
Pero, ¿eran ésos realmente los sentimientos de los miembros de la fami-
de los estados de excitación fisiológica, de la manera que tiene el cuer-
lia, o estaban reaccionando a la única explicación verosímil que tenían
po de prepararse para la acción; que dependen en gran medida de los de los altos niveles de excitación fisiológica que experimentaban, expli-
diversos niveles de constructos generados p a r a d a r sentido a la situa- cación tal vez introducida explícita o implícitamente por un terapeuta
ción presente, y que, basados en el recuerdo de experiencias pasadas, que se basaba en la creencia de que, en las familias, estos problemas deri-
t a m b i é n dependen de lo que esperamos sentir. Los sentimientos son van de una cólera no expresada? Alarmado por la tensión creciente en la
a s i m i s m o afectados p o r las prescripciones y proscripciones del con- habitación, que parecía volverse improductiva y potencialmente peli-
texto social, y p o r los imperativos asociados con el género (Crawford grosa, intervine y propuse «la tristeza por lo que podrían haber sido las
y otros, 1992). Sea cual fuere el sentimiento fundamental que experi- cosas» como explicación alternativa de ese alto nivel de excitación fisio-
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lógica. Casi instantáneamente, este marco condujo a expresiones de tris- las interpretaciones de que se trata de miedo o de excitación «satisfa-
teza y a un proceso conmovedor de creciente dulzura y gradual reafir- cen los requisitos» por igual para dar razón de nuestro estado de ele-
mación entre los miembros de la familia. ¿Cuáles eran los sentimientos vada excitación fisiológica. El reconocimiento del miedo puede hacer
reales? Sin duda, cualquiera de los dos marcos bastaba para interpre- que nos sintamos comprendidos, pero es la otra interpretación la que
tar la experiencia de excitación fisiológica de los miembros de la fami- nos lleva a continuar la tarea.
lia. Uno de estos marcos parecía más útil que el otro como cristal para Kleckner y otros llegan a la conclusión de que:
interpretar la excitación, por lo menos en lo concerniente a crear una
atmósfera aparentemente constructiva, cooperativa y más optimista,
Lo que debe subrayarse... es que los terapeutas estratégicos no dedi-
durante el resto de la sesión (Cade, 1992a, pág. 167).
can cantidades importantes de tiempo a hablar sobre los sentimientos o
a hacer que el cliente los reconozca y asuma; en cambio, se concentran
Quizá otra explicación (por ejemplo culpa, traición, miedo, des- en lograr que el cliente exprese sus sentimientos de un modo que sea más
precio, etcétera) también podría h a b e r «tenido sentido» para los clien- probable que lo lleve a una mayor satisfacción en la vida cotidiana» (1992,
tes, y conducido a u n a expresión distinta de sentimientos, pero tam- pág. 49).
bién defendible como apropiada y auténtica.
No se trata de que creamos que los clientes son tan maleables que,
de algún modo, se les puede i m p o n e r cualquier sentimiento. En toda
situación, particularmente en u n a situación interaccional compleja y
muy cargada, los constructos que aplican todos los involucrados p a r a
explicarla por lo general constituyen la punta del iceberg de los incal-
culables recuerdos y asociaciones almacenados que también se podrían
aplicar. Como observa Gendlin:
5. NEGOCIANDO EL PROBLEMA
El primer paso era el que contaba. Una vez que has iniciado
algo, ello ejerce una autoridad terrible sobre ti.
JULES ROMAIN (1973)
NEGOCIANDO EL PROBLEMA 71
70 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
Cuando entro en el consultorio, quizá me sienta m u y bien. Pero ella explicación propuestos por el biólogo Steven Rose como los mínimos
me dice que parezco deprimida. Entonces empiezo a preguntarme si necesarios p a r a comprender la conducta del cerebro (1976, pág. 30).
en realidad no lo estoy. Al final de la sesión, estoy decididamente depri-
mida, aunque no lo estuviera al principio». Scheflen Rose
Tradicionalmente, en el proceso de evaluación o diagnóstico, el pro-
blema del cliente o la familia es estudiado, identificado y descrito «obje- La perspectiva social Nivel sociológico
tivamente», después de lo cual se lo trata. Puesto que, a nuestro juicio, El nivel institucional Nivel psicológico-social
la realidad está mediada socialmente, no debe sorprendernos que vea- El nivel familiar Nivel psicológico (mentalista)
mos los problemas y sus definiciones (y los efectos pragmáticos de estas La interacción diádica Nivel fisiológico (sistemas)
definiciones) c o m o mediados en gran medida social e interaccional- La emocionalidad y los Nivel fisiológico (unidades)
mente, en un proceso en el cual el cliente o los clientes y el terapeuta estados corporales
crean juntos u n a «realidad», sea cual fuere la conciencia que los par- Los subsistemas fisiológicos Nivel anatómico-bioquímico
ticipantes tengan de este hecho. El grado de influencia que ejercerá La organización del sistema Nivel químico
el cliente (o lo que el terapeuta le reconozca competencia para ejercer) nervioso
en la creación de esta «realidad» varía según el enfoque. La microestructura neural Nivel físico.
Los terapeutas conductuales «descubren» problemas de conducta;
los analistas «descubren» problemas intrapsíquicos, con frecuencia ori-
ginados en la niñez; los psiquiatras de orientación biológica «descu- La riqueza y complejidad de este tapiz existencial significa que cual-
----» pruebas de problemas neurológicos y déficits químicos; los tera- quier aspecto de nuestro ser, incluso el desarrollo y mantenimiento de
peutas estructurales/estratégicos «descubren» ambigüedades jerárqui- los problemas, puede verse como reflejo de fenómenos que existen en
cas y coaliciones; los terapeutas contextuales «descubren» los efectos cualquiera de estos niveles, o en todos ellos. La riqueza y compleji-
de la injusticia y la explotación intergeneracional; los terapeutas bre- dad de este tapiz existencial significa también que es posible encontrar
ves "descubren" pautas de pensamiento y acción que se autorrefuer- «pruebas» en apoyo de u n a amplia g a m a de preconcepciones diag-
zan. Todo terapeuta se basa en el supuesto de que él o ella ha descu- nósticas. A nuestro juicio, también significa que la causa o causas «rea-
bierto la causa fundamental del problema (y, lamentablemente, a menu- les» de cualquier problema nunca se pueden determinar de modo con-
do desatiende e incluso se mofa de otros modelos y explicaciones, ten- cluyente.
dencia ésta de la cual nuestro propio campo de ningún modo está total- Los terapeutas breves se concentran primordialmente en lo obser-
mente libre). vable, en lo que puede describirse de un m o d o claro y concreto, en tér-
Todo lo que pensamos, sentimos y h a c e m o s se puede considerar minos de cosas y hechos. O'Hanlon y Wilk hablan de «enunciados des-
insertado en, y afectado por, u n a compleja j e r a r q u í a de influencias. criptivos basados en la observación, que no contienen ni presuponen
Estas abarcan desde el m á s amplio nivel sociopolítico hasta el nivel ninguna información que en principio no pudiera derivarse sin inter-
neurosipnóptico individual, de origen genético o ambiental; desde nues- pretación de un vídeo con banda sonora» (1987, pág. 20). No se trata
tros antecedentes históricos, pasando por nuestras diversas experien- de que neguemos la complejidad de la experiencia humana. Pero cree-
cias del presente (familia, grupo de pares, c o m u n i d a d , género, raza, mos que c u a n t o m á s se aleja uno de las tuercas y tornillos observables
etcétera), hasta nuestro futuro, tal como lo prevemos hoy. Por ejem- o descriptibles de la interacción, mayores son los riesgos que corre
plo, c o n s i d e r a n d o la complejidad del f e n ó m e n o q u e d e n o m i n a m o s de quedar a t r a p a d o en sus propias metáforas, y de imponérselas a los
esquizofrenia, Scheflen m u e s t r a que hay que considerarlo reflejo de clientes. Además, a menos que estemos actuando como agentes de con-
un complejo de influencias de por lo m e n o s ocho niveles diferentes trol social, lo q u e nos autoriza a realizar nuestra tarea es resolver el
(1981). Esos niveles se asemejan estrechamente a los ocho niveles de problema específico que la persona nos trae a terapia, y con respecto
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NEGOCIANDO EL PROBLEMA 73
72 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
veces extensamente. Pero, aunque tal vez se vea a sí mismo como rela- persona, y cada u n a tiene sus problemas y su propio programa, dife-
tivamente impotente, o bien con potencial para influir en el problema rentes de los de los otros y, a veces, en conflicto con éstos.
o los problemas con sus propias acciones, no está aún claro que invite
Por ejemplo, u n a familia llega a terapia por el impulso inicial de los
directamente al terapeuta a ofrecer consejo o ayuda (quizá asuma la posi-
cion de que son los otros, y no él, quienes tienen que cambiar, en cuyo padres, que se quejan de la conducta y actitud de u n a hija de 15 años.
caso es probable que convenga tratarlo inicialmente como a un visitan- Ella ha violado reiteradamente varias reglas familiares y hogareñas, ha
te, con empatia, pero sin sugerencias y tareas). faltado a clase, ha pasado toda una noche fuera de casa, y suele enzar-
Un comprador tiene una queja, relacionada con él mismo o con otra zarse en disputas con los padres. Es probable que, al principio, la niña
u otras personas; de esa queja puede obtenerse una descripción relati- sea renuente a asistir a la terapia, hasta que el terapeuta le pregunte,
vamente clara, y el individuo desea sin duda alguna hacer algo al res- con o sin la presencia de los padres, si le gustaría ayudar a «sacárselos
pecto, para lo cual busca la ayuda del terapeuta. de encima». Es p r o b a b l e que esto realmente le interese, y entonces
resulta posible e n s a m b l a r y alinear los dos conjuntos de metas. Los
Es importante no suponer que estas definiciones describen «carac- progenitores quieren que la hija obedezca las reglas de la familia, y la
terísticas» fijas y reales; son sólo orientaciones para pensar la relación hija quiere t e n e r m e n o s conflictos con ellos y m e n o s restricciones.
terapéutica. Se refieren a las posturas adoptadas por los clientes en rela- En este caso tenemos dos problemas y dos conjuntos de metas, con dos
ción con las posiciones reales o previstas de los terapeutas y los otros compradores distintos.
miembros de la familia o profesionales involucrados. Esto contrasta Después de asegurarse de que uno tiene comprador, el siguiente
con la idea tradicional de la «resistencia», vista como una cualidad que paso en la terapia consiste en conocer el problema de ese comprador.
está dentro» del cliente. Es decir, qué conducta o experiencia que se produce en su vida le gus-
Es común que cada miembro de una familia adopte posiciones dis- taría a esa persona reducir o eliminar, o bien, alternativamente, a qué
tintas con cada uno de los otros, y también que las cambie, así como conducta o experiencia que no se produce le gustaría poder recurrir
su actitud con el terapeuta, en el transcurso de una misma sesión, o de más r e g u l a r m e n t e . En algunos enfoques, la decisión acerca de cuál
una sesión a otra. Por ejemplo, una mujer puede llevar a terapia a su es este p r o b l e m a se basa en una teoría de la patología, más bien que
esposo renuente. Sin duda es la compradora del cambio de él. El hom- en la petición de ayuda del cliente. A nosotros nos interesa una defi-
bre no tiene ningún interés en la terapia, y se ve con claridad que se nición clara del problema en términos de conducta real. En lugar de
dejó llevar para conservar la paz, o para poder decir: «Bien, fui pero aceptar enunciados tales como «Él es obediente» o «Estoy deprimida»,
no dió resultado; que es lo que yo había previsto». p r e g u n t a r , en este caso, «¿Qué es lo que él h a c e e x a c t a m e n t e p a r a
Es posible que, al encontrarse con que el terapeuta no le señala erro- que lo considere desobediente?» o «¿De qué m o d o la tristeza afecta a
res y le demuestra comprensión, el esposo, al final de la sesión, se haya su conducta?», alienta el análisis más detallado. A m e n u d o es impor-
convertido en un comprador de terapia. No obstante, como lo que suce- tante descubrir c u á n d o comenzó el problema, con qué frecuencia se
díó no es lo que esperaba la mujer, ella podría desplazarse a la posi- produce, c u á n d o y dónde, en relación con quién o qué, etcétera. A con-
ción de quejicosa o incluso a la de visitante (por lo menos con ese tera- tinuación hay que extraer con igual claridad las soluciones intentadas.
peuta y en ese momento). A veces, el cliente sigue siendo visitante has- Como en la terapia breve la evaluación se orienta hacia el presen-
la que otras personas de su vida, allegados, amigos u otros profesio- te y el futuro (qué es lo que al cliente/comprador no le gusta en el pre-
nales dejan de presionarlo para que vaya a terapia. Entonces puede sente, y qué es lo que quiere cambiar en el futuro), p o r lo general no
concurrir con sus planteamientos, y al terapeuta le resulta más fácil b u s c a m o s c a u s a s o antecedentes en el pasado, si bien reconocemos
evitar la difícil posición de aparecer como agente de los otros. que, en algunas personas, un marco para la comprensión de los efec-
Desde luego, es posible tener varios compradores a la vez, cada uno tos de hechos pasados puede ser de ayuda en el proceso de revisar los
de ellos con diferentes problemas. Esta situación aparece a menudo en constructos personales. Al buscar una descripción del problema, pre-
la terapia familiar y marital, en las que en la sesión se ve a más de una ferimos c o n c e n t r a r n o s en el presente o en el pasado reciente. Procu-
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NEGOCIANDO EL PROBLEMA 77
76 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
NEGOCIANDO EL PROBLEMA
78 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
que visualice un porvenir mejor, ayuda al cliente a ver con claridad las
soluciones. En otros casos, sólo nos ayuda a nosotros a precisar lo que
¿Cuáles son las explicaciones y marcos del cliente
él quiere. Algunas veces, como dicen de Shazer y sus colaboradores (de
respecto del problema?
Shazer y otros, 1986), la terapia puede concentrarse primordialmen-
te en c ó m o será la solución, y trabajar en pos de ella sin llegar siquie-
A m e n u d o las personas tienen algunas ideas acerca de lo que cau-
ra a u n a descripción clara de lo que es el problema. De un modo u otro,
só o causa sus dificultades, o sobre lo que el problema significa en sus
para nosotros esto constituye una parte importante del proceso de eva-
vidas. Como ya hemos comentado, esas explicaciones y marcos de refe-
luación. Puesto que no tenemos ningún modelo explicativo general ni
rencia pueden ser útiles o formar parte del problema. En ambos casos,
conviene evaluar qué son. modelos normativos que nos guíen, las metas y las visiones del futuro
del cliente pasan a ser nuestras brújulas, y nos ayudan a cartografiar
¿Qué es lo que el cliente cree que causó o causa el problema? ¿Cuáles
el c a m i n o hacia el destino que anhela. Tratamos de concentrarnos en
son, si existen, las dificultades más profundas a las que el cliente atri-
u n a m e t a descrita con claridad, en cuanto podamos hacerlo sin ahu-
buye el problema? ¿Qué indica el p r o b l e m a sobre su identidad o sus
yentar al cliente. Si recibimos mensajes verbales o no verbales de que
previsiones de futuro? ¿Qué metáforas, analogías o imágenes emplea
el cliente cuando habla del problema? Además, ¿cuáles son o han sido nuestro enfoque en las metas irrita al cliente, podemos explicarle nues-
las explicaciones de los otros significativos (por ejemplo, los miembros tro propósito, o retroceder y concentrarnos en lo que él nos indica que
de la familia u otros profesionales involucrados), que pueden h a b e r considera m á s importante examinar.
orientado sus actitudes respecto del cliente y el modo de tratarlo, afec-
tando también al modo en que el cliente pensaba el problema? Hoy en Ejemplo: «Éste parecería un buen lugar para empezar, pero me gus-
ta saber a dónde voy, de modo que puedo escuchar más, para encontrar
día, incluso puede ser importante saber qué libros de autoayuda se h a n
lo que le será útil. Si es posible, dígame qué es lo que espera que suce-
leído.
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GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE NEGOCIANDO EL PROBLEMA
81
da en su vida cuando hayamos tenido éxito. ¿Qué hará después de la tera- viera preparada. En la sesión siguiente, se presentó con un vestido sin
pia? ¿Cómo se darán cuenta los otros de que ha cambiado? ¿Cómo lo mangas y dijo sentirse más optimista acerca del futuro.
sabrá usted?».
A fin de ayudar a conducir a nuestros clientes, a m e n u d o les pre-
Para que las metas sean alcanzables, es preferible alentar al clien- sentamos respuestas múltiples para que opten entre ellas cuando vaci-
te a formularlas en términos controlables objetivamente. Las metas lan en establecer metas claras o continúan respondiendo a nuestra inda-
bien formuladas consisten en acciones del cliente, o en condiciones gación al respecto con palabras y frases vagas. Por ejemplo:
que esas acciones pueden generar. Suelen incluir elementos tempora-
les: cuán a m e n u d o (frecuencia); cuándo (fecha/hora/plazo); dónde y ¿Piensa usted, quizá, que los primeros signos de que las cosas mejo-
por cuánto tiempo (duración). ran podrían ser que se mirara realmente al espejo en lugar de apartar
Para que sea viable, nosotros pensamos que la meta debe ser com- la mirada, o ponerse algo porque le quede bien y no porque la oculte
partida. Chente y terapeuta tienen que estar de acuerdo en que es impor- más? ¿O alguna otra cosa?
tante y susceptible de alcanzarse. Si hay m á s de un cliente, o el com-
prador no es el cliente, es preferible que todas las partes estén de acuer- A veces resulta importante informar al cliente de que buscamos una
do en que la meta es pertinente y alcanzable. meta alcanzable, y dar una justificación racional a nuestra búsqueda.
Para a s e g u r a r que todas las partes sepan reconocer, cuando ello
ocurra, que la meta se ha alcanzado, ayudamos a los clientes a tradu- Vuelvo a esta cuestión de cómo sabremos que hemos tenido éxito y
cir a un lenguaje b a s a d o en la acción sus palabras y frases vagas, de podemos dejar de encontrarnos, porque quiero estar seguro de cuál es
contenido no sensorial. Tenemos que imaginar la meta como si pudie- el destino de nuestro trabajo.
ra ser vista y oída en u n a videograbación. Desde luego, al principio los
clientes suelen hablar sobre las metas de un m o d o vago, o refiriéndo- Me preocupa que lo que estamos haciendo aquí pueda convertirse (o
se más a los sentimientos o estados interiores. Como ya hemos subra- se haya convertido) en parte del problema, en lugar de ser parte de la
yado, consideramos importante prestar atención a las descripciones solución. Creo que definir una meta nos ayudará a evitarlo, porque ten-
dremos un punto de destino claramente definido.
de sentimientos, estados o cualidades interiores, y demostrar empatia.
Sin embargo, seguiremos alentando respetuosamente las descripcio-
nes de los correlatos externos (observables) de tales estados. Al p r e g u n t a r p o r las metas, a p r o v e c h a m o s la o p o r t u n i d a d para
crear u n a expectativa de cambio y resultado. Nuestras palabras la refle-
Si u n a persona se quejara de ser tímida, le pediríamos que descu-
jan. Al h a b l a r de las metas del cliente en la terapia (o después de ella),
briera u n a interacción (o falta de interacción) típica. ¿Baja los ojos
no nos referimos al futuro empleando el modo potencial o subjuntivo:
cuando está en compañía de otros? ¿Se sienta solo o sola en una fies-
decimos «cuándo» y «todavía».
ta? ¿Rechaza invitaciones a reuniones? E m p l e a r í a m o s esas descrip-
ciones de acciones, y trataríamos de alentar a esa persona a cambiar
¿Así que todavía no ha salido nunca con una mujer, y le gustaría ini-
las acciones e interacciones que nosotros y ella consideramos más per-
ciar una relación?
tinentes y que c o n m á s probabilidad g e n e r a r á n un c a m b i o generall
A una joven anoréxica le resultaba difícil definir una meta más espe- Entonces, cuando se sienta mejor, menos deprimido o no deprimi-
cífica que «Me sentiré mejor». Finalmente, mediante el empleo de la «pre- do, ¿se levantará más temprano y pasará más tiempo con sus amigos?
gunta del milagro», pudo identificar como metas iniciales ser capaz de
mirarse al espejo de cuerpo entero camino de la ducha, y elegir una pren-
da para ponerse sobre la base de lo que le gustaba, y no porque fuera lo
que ocultaba más. Se le aconsejó realizar el intento sólo cuando estu-
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GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
p u n t o de vista, es imposible no revelar opiniones e influir en la inte- mente manipulativas y la idea de que la terapia es un proceso en el cual
racción, así sea inconscientemente, a través de toda la gama de los cana-
nosotros, con la suma del conocimiento, actuamos benévolamente sobre
les verbales y no verbales que llevan y traen la información. Por ejem-
quienes no lo tienen. Pero creemos que carece de sentido fingir una
plo, sea cual fuere nuestro modelo terapéutico, respondemos a un cier-
carencia de conocimientos o habilidades, negar que la experiencia y la
to enunciado y no a otro, formulamos una cierta pregunta y no otra,
sabiduría que llevamos a la terapia es el fruto del ejercicio prolonga-
sacudimos la cabeza o decimos «hum» en respuesta a alguna de las
do, y a veces penoso, de ese conocimiento y esas habilidades, y de la
cosas que se nos h a n dicho, y no a otras. En todos estos casos influi-
evolución de uno y otras. Ofrecer los frutos de m u c h o s años de expe-
mos sobre el proceso y la dirección de la interacción. También es mucho
riencia de un m o d o sensible y respetuoso a un cliente o u n a familia
lo que comunicamos a través de los niveles sutiles de la expresión facial,
perturbados no significa necesariamente quitarles p o d e r o tratarlos
los movimientos oculares, la dilatación de las pupilas, las pautas res-
como incompetentes (aunque sin duda ésta es u n a posibilidad).
piratorias, la postura, etcétera, que no podemos controlar y de lo cual
somos totalmente inconscientes. Nos preocupa que esos niveles suti- Para dar un ejemplo, Brian a menudo les explica a los individuos,
les de influencia p u e d a n ser s u m a m e n t e insidiosos, en cuanto actúan parejas o familias que, a lo largo de los últimos veinticinco años, él
al margen de la percatación de todos los interesados. Nosotros esta- ha adquirido u n a habilidad considerable con los enfoques que, por lo
mos inequívocamente de acuerdo con todo lo que a u m e n t e el sentido común, no dan resultado en las relaciones, sobre todo cuando se han
de autonomía, de autodetenriinación, de la propia capacidad en el clien- convertido en un rasgo de ellas. Por lo general, a continuación dice que,
te. Pero no creemos que el hecho de que el terapeuta haga sugerencias con respecto a lo que sí dé resultado, él es mucho menos capaz de hacer
o persuada al cliente para que intente algo distinto represente una mani- una declaración tan definitiva. Sin embargo, admite que a m e n u d o tie-
pulación o la imposición y explotación de una malsana diferencia de ne ideas sobre lo que podría funcionar, muchas de ellas t o m a d a s de
poder. clientes anteriores, y algunas propias; añade que le gustaría m u c h o
compartirlas con ellos (Cade, 1992b).
Al parecer, actualmente existe también una preocupación en nues-
tro campo (a veces nos atreveríamos a considerarla un tanto mojiga-
ta) que tiende a negar p o r completo la validez del rol de «experto», o
LA NEUTRALIDAD
incluso de la habilidad en sí. Se suele invocar la afirmación tautológi-
ca de Maturana acerca de la imposibilidad de la interacción instructi-
En los últimos años, la cuestión de la neutralidad ha recibido una aten-
va; «la conversación» ha sido elevada a un nivel sacramental, y se habla
de ella en un susurro reverente. La asunción del rol de experto se con- ción considerable y ha originado algunas controversias. A nuestro juicio,
sidera epistemológicamente errónea (sea lo que fuere lo que esto sig- la neutralidad del terapeuta es un requerimiento pragmático para ser tera-
nifica), o bien presuntuosa, elitista, alentadora de la dependencia, un péutico cuando se trabaja en el punto de encuentro de las relaciones. La
aferramiento al poder profesional, controladora del «poder del cono- pérdida de neutralidad, por lo general, empuja al terapeuta a u n a posi-
cimiento», etcétera, etcétera. Si bien estamos seguros de que esto podría ción estéril. La posición neutral asumida por razones terapéuticas no
ser así en los casos de algunos terapeutas, diríamos que el rol de «exper- expresa necesariamente la opinión o la actitud personales del terapeuta
to» también puede a s u m i r s e de un m o d o tal que no quite p o d e r (de con respecto a una persona, una conducta, un conjunto de valores, una
hecho, dar poder no es posible; lo único que puede hacerse es evitar lo disposición o un hecho. Desarrollamos el empleo de esta posición en vir-
que quita poder). tud del aprendizaje realizado en los casos en que no pudimos ser útiles
por haber tomado partido, creyendo a veces que era importante proteger
No dejamos de advertir que la mayoría de quienes evitan la habi-
a una de las partes, otras veces inconscientemente, en ocasiones con el
lidad y la técnica son terapeutas sumamente experimentados, con mucha
autoengaño de que intentábamos una provocación terapéutica para «dese-
habilidad y una técnica m u y asentada. Estamos de acuerdo con que se
quilibrar» el sistema, y a veces por motivos personales nuestros.
h a g a n a un lado la a c t i t u d de antagonismo, las técnicas encubierta-
Hay en nuestro campo quienes parecen equiparar la neutralidad en
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NEUTRALIDAD Y PODER
86 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 87
la terapia a la adopción de u n a postura de desapego, no comprometi- En el examen de estas cuestiones preferimos utilizar el marco del
da, no emocional. H e m o s visto a algunos terapeutas que entrevistan «visitante», el «quejicoso» y el «comprador», al que nos hemos referi-
familias empleando u n a expresividad emocional del estilo de Buster do en un capítulo anterior, en lugar de la noción más genérica de «neu-
Keaton. Nos parece posible m a n t e n e r la posición neutral respecto de tralidad». En nuestra opinión, teniendo presente la cuestión de «quién
las dos partes, a d o p t a n d o enfoques intermedios en el continuo que es realmente el comprador de qué», por lo general evitamos las alian-
va entre la postura remota, no comprometida, en un extremo y, en el zas estériles, no nos mostramos demasiado entusiastas o dogmáticos
o t r o extremo, u n a posición cálida, interesada, afirmativa, c o m p r o - acerca de cómo deberían ser los otros y, lo que quizá es m á s serio, nos
metida, incluso amistosa, con a m b a s partes. Lo importante es que, a salvamos de nuestros móviles personales. Cuando las personas están
lo largo del tiempo, ninguna de ellas sea tratada de un modo distinto claramente motivadas para cambiar ciertos aspectos de su vida, lo que
y que, implícita o explícitamente, se constituya una alianza de una con- nos produce mayor alegría es actuar como cheerleaders que a n i m a n a
tra la otra. La neutralidad terapéutica puede significar no tomar par- sus los equipos deportivos (aunque por lo general no nos p r e s t a m o s
tido por ninguno de los lados, o t o m a r partido por los dos. a ponernos faldas cortas y agitar pompones).
La neutralidad con respecto al resultado es también, a nuestro jui- En la práctica privada, m u y pocas veces debemos asumir u n a pos-
cio, u n a posición pragmática que resulta importante asumir en algu- tura de control social directo. Pero tenemos claro que, en tal caso, no
nas situaciones, y no necesariamente u n a expresión de la falta de inte- actuaríamos como terapeutas con respecto a la persona o personas de
rés del terapeuta en la resolución de los problemas, o de su insensibi- las que se tratara (aunque la acción en sí podría ser terapéutica, e inclu-
lidad a cuestiones sociopolíticas globales. Cuando un terapeuta se iden- so vital a corto plazo, por ejemplo para un niño o una mujer en riesgo,
tifica con demasiada claridad con los argumentos en favor de un cam- o para alguien que sintiera el impulso de no mezclar las cosas). Cuando
bio, sea que comunique su posición explícita o implícitamente, a menu- se adopta u n a posición de control social, está claro que el c o m p r a d o r
do puede convertirse, por así decirlo, en el principal «comprador» del de algo que se desea que suceda es el terapeuta o alguna parte o poder
modo en que debería ser una familia o un miembro de ella. En ese caso, que el terapeuta representa. Según nuestra experiencia, lo que cambia
es como si el terapeuta hubiera colonizado esos argumentos, dejando no son las personas sino el modo en que éstas quieren comprar. Cuando
p a r a el miembro o los miembros de la familia sólo los argumentos con- nos vemos obligados a asumir el rol de compradores, en particular si
trarios, j u n t o con el efecto que producen esos contraargumentos. Las podemos imponer sanciones, lo esencial es que estamos buscando obe-
ventajas y desventajas de la idea que tiene el terapeuta acerca de cómo diencia (en ciertas circunstancias, ésta podría ser la opción ú n i c a y
deben ser las cosas carecen de i m p o r t a n c i a si la persecución de esos correcta, pero no debemos confundirla con una determinada terapia).
fines, p o r positiva que sea la motivación, les quita poder a las perso- Sin embargo, esto no significa que no se pueda tratar de cumplir con
nas, a u m e n t a su «resistencia» o las atrinchera aún más en sus actitu- la función de control social del m o d o m á s «terapéutico» posible
des. Al considerar la terapia de familias en las que hubo abuso, Kearney, (Weakland y Jordan, 1990).
Byrne y McCarthy se h a n referido al «potencial colonizador» de las
redes profesionales que tratan a las familias perturbadas o perturba-
doras de las comunidades pobres y marginalizadas. Estos autores seña- SUGERENCIAS, TAREAS Y PERSUASIONES
lan que «tales familias están singularmente expuestas a cruzadas rei-
teradas de inversión y retirada, bajo las banderas caritativas del con- En la terapia breve, a menudo pedimos que los clientes experimenten
trol y el tratamiento (...) los colonizados, sostenidos por las sanciones con nuevas conductas o cultiven nuevos modos de cuestionar sus situa-
de los colonizadores, mantienen su asociación ambivalente en oscila- ciones, lo cual a veces representa u n a desviación radical respecto de su
ciones entre la rebelión y la obediencia» (Kearney y otros, 1989, pág. conducta acostumbrada, o de lo que durante mucho tiempo h a n con-
17). En el examen de las técnicas paradójicas, volveremos a conside- siderado «sentido común» o verdades evidentes de por sí. La fuerza de
r a r este proceso de colonización. las actitudes, creencias y valores de u n a persona es u n a variable impor-
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tante, en c u a n t o la preparan para intentar algo nuevo. Rokeach ha ela- pia voluntad porque estaba enfermando a causa de su excesiva inquie-
borado u n a jerarquía de creencias de tres niveles: el más primitivo, pro- tud y las muchas horas de estudio para sus exámenes finales. Poco tiem-
fundo y básico (nivel 1), el de las creencias vinculadas con las diversas po antes había tenido que abandonar un examen, al sufrir un ataque
autoridades que rigen a quienes escuchamos y respetamos (nivel 2), y violento de angustia y agotamiento. Ella sabía que tenía u n a prepara-
el de las creencias relativamente periféricas (nivel 3). Cuanto más esté ción m á s que suficiente para aprobar con honores, pero no podía rela-
anclada u n a conducta en creencias del nivel 1, cuanto mayor sea la jarse. Se le sugirió que cada día tirara u n a moneda. Si caía cara, ese
fuerza e intensidad con que se la sostiene, m á s difícil será, probable- día no p o d r í a trabajar en absoluto. Por difícil que le resultara, tenía
mente, influir sobre ellas (Rokeach, 1968). En el resto de este capítu- que irse a la playa o a algún lugar análogo, sin llevar consigo ningún
lo vamos a presentar algunas ideas, tomadas de la investigación sobre libro. Si caía cruz, podía estudiar con todo el empeño que ella consi-
el arte de la persuasión, que consideramos pertinentes para nuestro derara apropiado.
trabajo c o m o terapeutas. De este modo pudo frenar su ritmo de trabajo. Sobrevivió a los exá-
Sin duda alguna, es más probable que las personas cooperen e inten- menes y obtuvo las notas más altas de su curso. Nos parece que esta
ten algo nuevo cuando son validadas y sienten que sus creencias y sen- sugerencia dio resultado porque era totalmente congruente con el pro-
timientos son comprendidos y respetados. En cambio, quienes se sien- pio deseo de la joven de aflojar el paso. Si ella hubiera querido abor-
ten incomprendidos, particularmente si experimentan niveles altos de dar su pánico de un modo tal que le permitiera trabajar aún con más
aflicción y angustia, tienden a ser m u c h o m e n o s capaces de concen- empeño, la sugerencia no habría dado resultado, por más que nosotros
trarse en los mensajes persuasivos, p o r pertinentes que le parezcan al creyéramos que era lo mejor para ella.
emisor, y c o n independencia del m o d o de t r a n s m i s i ó n (Nunnally y Un individuo con ideas rígidas, dogmáticas, tiende a rechazar las
Bobren, 1959). que no concuerdan con las fuentes de autoridad de sus propias creen-
Un grupo de asistentes le aconsejó a u n a mujer muy acongojada, a cias y actitudes.
la que su esposo acababa de abandonar, que se pusiera en contacto con
Si hay que convencer a una persona muy dogmática... hay que tener
su abogado y también con el departamento de Seguridad Social. Ella presente que el receptor no necesariamente será persuadido por la lógi-
se sentó sollozando en la sala de recepción del organismo, aparente- ca o las pruebas, ni por ideas nuevas. Más bien, sobre este tipo de per-
mente incapaz de actuar. Sólo atinó a pedir, casi de inmediato, el núme- sonas se puede influir apelando a sus figuras de autoridad y a los valo-
ro telefónico del departamento de Seguridad Social, y u n a guía p a r a res tradicionales, y teniendo presente que ella o él tiene un sistema de
buscar el teléfono de su abogado, después de que uno de los asistentes creencias rígido que no tolera mucha incongruencia (Bettinghaus y Cody,
reconociera y validara los sentimientos de temor, cólera y desespera- 1987, pág. 48).
ción que ella experimentaba, invitándola, a pesar de todo, a hacer lo
necesario. De m o d o que, a u n a riesgo de repetirnos, subrayamos que Un ex soldado manifestó que era una persona extremadamente tra-
es i m p o r t a n t e , no sólo escuchar lo que n o s dice el cliente, sino tam- dicional, q u e ni siquiera creía que las mujeres se hubieran ganado el
bién, explícita e implícitamente, indicar que hemos escuchado, y demos- derecho al voto. A su juicio, la familia debía ser gobernada con disci-
trar nuestra comprensión del relato y el reconocimiento de los senti- plina, y las actitudes de su mujer estaban socavando su autoridad, por
mientos concomitantes. lo cual los hijos se portaban como salvajes. Era evidente que había acep-
Es m á s probable que u n a persona obedezca a los requerimientos o t a d o asistir al consultorio p a r a demostrarle a la mujer que los tera-
sugerencias m á s congruentes con sus propios deseos, experiencias y p e u t a s son inútiles. Se le preguntó al h o m b r e si él se consideraba un
actitudes. «En la persuasión, cuanto mayor sea la congruencia entre la general de la primera guerra mundial o un general de la segunda gue-
creencia o la acción propugnada y la necesidad sentida del persuadi- r r a m u n d i a l . Pidió que se le especificara la pregunta. Entonces se le
do, m á s a l t a es la p r o b a b i l i d a d de q u e la p e r s u a s i ó n se produzca» explicó que los primeros habían aprendido muy poco en los primeros
(Brooks y Heath, 1989, pág. 333). Una joven inició la terapia por pro- c u a t r o a ñ o s de lucha, y parecían t e n e r p o c o interés en la moral de
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NEUTRALIDAD Y PODER 91
90 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
sus tropas o en salvar vidas. Al final de la guerra seguían haciendo las yentes que los producidos por otros, y parece que cuanto m á s n u m e -
mismas cosas que desde el principio habían demostrado ser totalmente rosos son los propios argumentos en favor de una posición, m á s pro-
ineficaces. Pero los últimos aprendían de sus experiencias, prestaban bable es que esa posición persista. También parece que, al considerar
u n a c o n s i d e r a b l e atención a la m o r a l y a la limitación de las vícti- u n a serie de mensajes persuasivos, las personas recuerdan sus propios
mas, y sabían adaptarse a las circunstancias cambiantes. Después de p e n s a m i e n t o s y argumentos con u n a claridad mucho m a y o r que los
c o n s i d e r a r la cuestión por u n o s m o m e n t o s , el h o m b r e admitió pen- mensajes en sí (ya estén esos argumentos a favor o en c o n t r a de ta-
sativamente: «Supongo que me he vuelto un poco como un general les mensajes). Como observan Perloff y Brock,
de la p r i m e r a guerra mundial». ...los individuos son participantes activos en el proceso de la per-
Enfrentar a este hombre con el error de su pensamiento difícilmente suasión e intentan relacionar elementos del mensaje con su repertorio
habría sido útil. Pero una vez trazada la distinción entre los diferentes de información existente. Al hacerlo, estos individuos pueden conside-
estilos de generalato, pudieron alentarle a explorar, desde el interior rar materiales no contenidos realmente en el mensaje persuasivo. Tales
de sus propios constructos, las consecuencias de volverse más pareci- cogniciones generadas por el propio sujeto pueden concordar con la posi-
ción defendida por la fuente, o divergir de ella. En la medida en que la
do a un general de la segunda g u e r r a m u n d i a l . Como señala Miller,
comunicación suscite respuestas cognitivas favorables, las actitudes deben
«desde un p u n t o de vista pragmático, los mensajes que procuran dar cambiar en la dirección propugnada por la fuente. Si el mensaje evoca
forma y condicionar las respuestas tienen u n a mayor probabilidad de reacciones mentales desfavorables, debe inhibirse el cambio de actitud
éxito que las comunicaciones que a p u n t a n a convertir las pautas esta- en la dirección propugnada por la fuente (1980, pág. 69).
blecidas de conducta» (1980, pág. 19).
Como Perloff y Brock dicen a continuación, las consecuencias de
Una pareja recurrió al terapeuta para que les ayudara a impedir que esto son que «una vez que los comunicadores han comenzado a cam-
su hijo de 26 años se relacionara con una mujer divorciada. El marido biar la mente de las personas acerca de una cuestión, pueden estar muy
tenía fuertes creencias cristianas, y se sentía moralmente ultrajado por la seguros de que ese cambio persistirá si los miembros de la audiencia
conducta del joven. El terapeuta se manifestó de acuerdo en que Dios les refieren sus propios p e n s a m i e n t o s acerca del mensaje, en l u g a r de
había pedido que llevaran una carga pesada, y discutió con ellos la pará- los argumentos del orador» (1980, pág. 85).
bola del hijo pródigo. Señaló cuánta fe había necesitado el padre de la El mayor efecto de la confrontación consigo mismo se produce en
parábola para permitir que el hijo dilapidara su herencia y aprendiera de sujetos cuyos valores iniciales son congruentes con los implícitos o explí-
sus errores, a pesar de lo cual le perdonó y acogió con calidez en su retor- citos en un mensaje persuasivo, aunque su conducta haya sido incon-
no. No se realizó ningún intento de vincular el significado de la parábo-
gruente (Grube y otros, 1977). Cuando los valores de un cliente no son
la con cualquier sugerencia de que el hombre cambiara de actitud. En
la sesión siguiente, el padre demostró que se había sentido profundamente c o n g r u e n t e s con los que d a n forma al mensaje, la confrontación es
conmovido por el encuentro anterior; había vuelto a leer la parábola, y m u c h o menos eficaz. De hecho, si el mensaje suscita reacciones desa-
llevado a la esposa a conocer a la pareja del hijo; los dos encontraron que, gradables, desfavorables o de desaprobación proporcionales al grado
básicamente, ella era «una buena mujer» (Cade, 1980b, pág. 97). de incongruencia, habrá u n a tendencia a inhibir el cambio de actitud
y conducta en la dirección propugnada, y a generar contraargumentos
En este ejemplo, mediante el empleo de u n a parábola de la Biblia, (que pueden o no expresarse abiertamente).
ayudaron al hombre a «descubrir» espontáneamente actitudes nuevas Asimismo, cuando una persona espera o se le advierte que va a reci-
y congruentes con sus propias creencias firmes, y además derivadas de bir un mensaje persuasivo probablemente opuesto a sus valores y acti-
ellas. Cualquier intento de persuadirle de que cambiara de actitud, o tudes, se producirán y referirán de antemano respuestas contraargu-
de indicarle las conclusiones que debía extraer de la parábola, proba- mentativas, que hacen a ese sujeto m u c h o menos sensible a la persua-
blemente sólo habría servido para endurecerle. sión (Petty y Cacioppo, 1977).
Los argumentos generados p o r u n o m i s m o son m u c h o más influ- Un m a r i n o retirado había sido definido anteriormente p o r profe-
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NEUTRALIDAD Y PODER
92 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 93
sionales de diversas especialidades como rígido y Victoriano en sus ide- Cuanto m á s le exhortaba el terapeuta a ser cauto, más insistía el
as sobre la disciplina, totalmente reaccionario y sin motivación. padre en que era él quien necesitaba cambiar. Aceptó otra entrevista y
Consideraba que su hija de 14 años era desobediente, brusca, y que esta- el resultado del caso fue una rápida mejoría de la relación entre el hom-
ba fuera de control. Según los profesionales mencionados, la niña era bre y su hija.
perfectamente normal, y se veía i m p u l s a d a a «actuar» y a rebelarse Al principio, sin duda el hombre había previsto que el terapeuta
por las rígidas actitudes y expectativas del padre. Los intentos maternos vería la c o n d u c t a de su hija desde u n a perspectiva «blanda y consen-
de mantener la paz y defender a la hija no hacían más que aumentar la tidora», y q u e u n a vez más se le señalaría el error que cometía él. Por
tensión. Había alguna preocupación oficial por la posibilidad de que la cierto, tenía contraargumentos de lo m á s ensayados. Un buen núme-
situación se volviera violenta y que la niña corriera peligro. Se conside- ro de profesionales le había estado acosando con sus intentos de per-
raba que el padre era totalmente incapaz de ver el modo en que sus pro- suadirle, a veces con suavidad, a veces más enérgicamente, de que adop-
pias actitudes estaban en la raíz del problema. Él había expresado la opi- tara un enfoque incongruente con sus creencias y actitudes aparentes.
nión de que el trabajo social y la psiquiatría eran «peor que inútiles». Al sentir q u e sus creencias y preocupaciones eran validadas, y no
Derivado a un terapeuta breve, el h o m b r e demostró con su com- experimentar ninguna necesidad de defender su posición, él sintió inme-
portamiento que no estaba preparado para ninguna cooperación que diatamente q u e podía permitirse que esa postura perdiera estrechez,
fuera más allá de presentarse en el consultorio. El terapeuta le hizo un aceptando la idea de que los buenos padres se vuelven más flexibles a
comentario sobre lo difícil que resultaba e d u c a r hijos en esta época medida que los chicos crecen. Las expresiones de cautela del terapeu-
permisiva. Muchos de los valores tradicionales parecían haberse per- ta y su renuencia a culparlo a él parecieron alentar al hombre a gene-
dido. Él expuso su creencia de que los p a d r e s tienen derecho a defi- rar cada vez m á s argumentos propios a favor de una mayor tolerancia;
nir la conducta apropiada en el hogar, y que los jovencitos necesitaban los mismos argumentos que antes nunca habría aceptado de los otros.
la mayor experiencia de sus progenitores, p o r m á s que los considera- Una vez q u e sus actitudes comenzaron a modificarse, pudo tolerar y
ran «anticuados». El terapeuta lamentó la pérdida de muchos de esos sacar p a r t i d o de los consejos —no sólo de los consejos del terapeuta,
antiguos valores y principios, y la falta de autorrespeto y autodiscipli- sino también de su mujer y su hija—. Para poder sentirse un buen padre,
na, tan frecuente en la sociedad moderna. «Pero, desde luego», conti- y que los otros lo vieran como tal, tenía u n a importancia indudable.
nuó, «los buenos padres se vuelven obviamente más flexibles y nego- Como señala Miller, «si se logra dar forma a las respuestas de la per-
cian más a medida que los hijos crecen.» sona a persuadir, este éxito incide en la vinculación de tales respues-
Ante esa inesperada validación de muchas de sus creencias, el padre tas con valores firmemente asentados...» (Miller, 1980, pág. 18).
comenzó a asentir con la cabeza, incluso al enunciado final sobre la A corto plazo, la repetición de un mensaje persuasivo puede pro-
necesidad de volverse más flexible. Quedó pensativo y, al cabo de unos ducir a c u e r d o y cooperación. No obstante, si la repetición continúa,
minutos, se inclinó hacia adelante y dijo: «Me pregunto si tal vez no tenderá a volverse rápidamente c o n t r a p r o d u c e n t e , y a generar m á s
soy d e m a s i a d o anticuado; quizá sea d e m a s i a d o d u r o con ella; quizá «resistencia» cuanto más se reitera (Cacioppo y Petty, 1979). Algunas
éste sea el problema real». investigaciones sugieren también que un exceso de refuerzo positivo
El terapeuta comentó con cautela que hoy en día parece haber nume- de las actitudes y la conducta de u n a persona puede, en realidad, pro-
rosos padres a los que no les importa m u c h o la manera en que se com- vocar un «efecto rebote» e inhibir la influencia de u n a comunicación
portan sus hijos. Los niños necesitan realmente aprender a distinguir persuasiva (McGuire, 1964).
lo correcto de lo incorrecto. El padre volvió a asentir pero, unos minu- Por ejemplo, una maestra de escuela que participaba en un seminario
tos más tarde, reiteró con m á s insistencia su creencia de que quizá él sobre los enfoques conductistas comprendió que había estado reaccio-
no fuera razonable. «Después de todo, ella tiene ahora 14 años y en rea- nando de m o d o exagerado ante la desobediencia de un chico, con lo cual
lidad no es mala chica. Los tiempos son distintos, y supongo que ten- quizá reforzaba inconscientemente la conducta-problema y también la
go que aprender a convivir con la época.» sensación que tenía ese niño de ser malo. La maestra decidió comenzar a
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brindarle más ánimos y a elogiar lo que él hacía que pudiera merecer apro- ¿Le gustaría dar una vuelta conmigo por los grandes almacenes y
bación; además, en la medida de lo posible, trató de reaccionar poco a las describirme sus sentimientos, o preferiría empezar con una salida más
habituales conductas provocadoras del niño. Le sorprendió gratamente corta, a tomar un café?
percibir u n a rápida mejoría. No obstante, para su decepción, ese cam-
bio fue breve. Finalmente, la maestra consultó sobre el caso, y se le acon- Para u n a mayor elaboración de este método, vale la pena estudiar
sejó que continuara con su política de reaccionar poco a las conductas ejemplos del trabajo de Milton Erickson (Rossi, 1980).
provocadoras, pero que fuera m u c h o m e n o s generosa con el ánimo También es importante considerar las posibles maneras de abor-
y el elogio. La conducta del niño mejoró y, esa vez, la mejoría se man-
dar las tareas o sugerencias. ¿Los clientes las siguen, las modifican, se
tuvo.
oponen a ellas, las ignoran, las olvidan? Para determinar el siguiente
Si se logra persuadir a u n a persona de que cumpla con pequeños paso, el terapeuta debe orientarse con ese feedback. Por ejemplo, si las
requerimientos o sugerencias, es m á s p r o b a b l e que esté de acuerdo sugerencias se siguen al pie de la letra, lo indicado son más sugeren-
con requerimientos mayores. Puede que este fenómeno sea bien cono- cias; si son ignoradas, o hay oposición u olvido, el terapeuta debe con-
cido. Sin embargo, la investigación t a m b i é n ha demostrado que, en siderar con cuidado su posición. ¿Ha evaluado mal la medida en que
m u c h o s casos, si a u n a persona se le pide que ejecute u n a acción lo el cliente o la familia son «compradores», o está él m i s m o (el tera-
suficientemente importante o incluso absurda como para que con toda peuta) m á s motivado que ellos para lograr un determinado cambio?
seguridad la rechace, a m e n u d o a c e p t a r á de i n m e d i a t o un requeri- ¿Acaso el cliente o la familia han traído una idea diferente o mejor, más
miento más pequeño, que parezca más razonable. De no mediar la pri- apropiada para ellos? A nuestro juicio, el fracaso aparente en una tarea
mera petición, normalmente la segunda habría sido rechazada. Quizá o sugerencia debe verse, normalmente, como resultado de un error
sea más probable que un individuo realice concesiones a quienes pare- de comprensión o cálculo del terapeuta, más bien que como resisten-
cen, a su vez, hacerle concesiones a él. Por ejemplo, una mujer grave- cia o desobediencia del cliente individual o la familia.
mente agorafóbica quedó petrificada c u a n d o el terapeuta le anunció
que, en esa sesión, los dos iban a pasear p o r el interior de unos gran-
des almacenes. Con alivio considerable, ella aceptó después la suge-
rencia alternativa de que tomaran j u n t o s un café en un bar cercano.
Ésa fue su primera salida de casa en varios meses.
Sugerir que no se realice una tarea o no se responda a un requeri-
miento claramente descrito puede impulsar a algunas personas a inten-
tar lo contrario, es decir, a tratar de cumplir. Por ejemplo:
7. MENOS DE LO MISMO
MENOS DE LO MISMO
99
cultad. Entonces el problema se atrinchera en más de las mismas solu-
ciones o clases de soluciones, seguidas p o r más del mismo problema, intelectual y emocionalmente una posición particular, más difícil resul-
que atrae más de las mismas soluciones intentadas, y así sucesivamente. ta renunciar a ella. No obstante, si las personas sienten que han sido
Se crea un círculo vicioso; la aplicación continuada de soluciones «erró- respetadas, y que sus preocupaciones fueron escuchadas y validadas,
neas» o inadecuadas, que encierran la dificultad en u n a pauta que se nuestra experiencia nos dice que a menudo están dispuestas a inten-
autorrefuerza y automantiene, puede p a s a r a ser el problema percibi- tar (aunque a veces con cautela) no seguir haciendo lo que está claro
do. La cronicidad es vista como la persistencia de u n a dificultad rei- que no les da resultado: quedan preparadas para hacer «menos de lo
teradamente mal manejada. Dicen Weakland y otros: mismo». Suelen aceptar que por lo menos ahorrarán m u c h o tiempo
y esfuerzo derrochados, pero también que esa conducta, por sí misma,
Suponemos que, desde que la dificultad empieza a verse como el podría promover algo nuevo (de hecho, ocurre muchas veces, y a menu-
«problema», la continuación, y a menudo la exacerbación de ese pro- do es la solución). Después de todo, ¿quién sabe qué llenará la consi-
blema resulta de la creación de un circuito de feedback positivo, casi siem- derable brecha que queda?
pre centrado en esas mismas conductas de los individuos del sistema que
Una mujer recurrió a un terapeuta para poder ayudar al marido a
tienen el propósito de resolver la dificultad» (1974, pág. 149).
dejar de beber. Él era un abogado cuya práctica e m p e z a b a a sufrir
las consecuencias de que a menudo estuviera ebrio desde el mediodía.
También en la terapia puede producirse u n a situación análoga, La esposa le llamaba constantemente la atención acerca del alcohol
cuando «más del mismo» enfoque terapéutico conduce a «más del mis- que consumía, de los peligros de volver conduciendo por la noche en
mo» problema, y así sucesivamente. El terapeuta puede quedar com- estado de embriaguez, de lo que estaba sufriendo su práctica profe-
prometido m u y p r o n t o con un diagnóstico y un enfoque, sobre todo
sional, del hecho de que pocas veces estaba en el hogar cuando los hijos
cuando ha cargado emocionalmente su idea de lo que la situación es o
se iban a dormir. Además lo llamaba por teléfono varias veces al día
debe ser. El diagnóstico puede entonces reificarse de un modo tal que,
para saber cómo estaba. En las primeras horas de la noche, ella inter-
incluso frente a la inexistencia de cambio, se continúan aplicando los
ceptaba las llamadas de él, para ocultar a clientes y colegas que el hom-
mismos enfoques terapéuticos, y «más de lo mismo» tiende a generar
bre había estado bebiendo. El solía llegar tarde a casa, y a menudo esta-
«más de lo mismo», etcétera, etcétera. Cuando la terapia queda atas-
llaba en cólera si se le hacía cualquier mención al tiempo que había
cada, la formación de la mayoría de los profesionales los lleva a pres-
tar cada vez más atención al cliente. Lo recomendable es hacer lo con- pasado bebiendo, o a las copas que había tomado. La mujer evitaba
trario, o incluso más. Si está atascado, el terapeuta debe considerar sus cada vez más las invitaciones, porque la conducta del marido la aver-
marcos exploratorios y los enfoques que utiliza, que quizá sean «correc- gonzaba. Estaba cansada de tener que disculparlo.
tos», pero no dan resultado, y pueden haber pasado a formar parte del Se le preguntó a esta mujer si alguno de estos procedimientos había
mismo problema. influido en la conducta del esposo. Parecía que, en todo caso, la situa-
ción había empeorado.
Sin duda, no es siempre fácil persuadir a las personas de que dejen Brian le entregó un ejemplar de la cartilla con la que suele ayudar
de aplicar, o incluso inviertan, las soluciones intentadas, que hagan a la gente a descubrir por sí misma qué es lo que ha vuelto estériles sus
la prueba con «menos de Jo mismo». Esto no se debe sólo a que esas acciones, p o r correctas, lógicas o justificables que parezcan.
soluciones tengan el respaldo de la razón, la lógica, la tradición o el
«sentido común», sino también a que suelen impulsarlas fuertes emo-
ciones despertadas por el problema y/o la persona o las personas invo- Enfogues que por lo general no dan resultado
lucradas. Son t a m b i é n soluciones que h a n d a d o r e s u l t a d o en otros
momentos y en otras circunstancias («Así me trataban mis padres cuan- Los enfoques señalados a continuación, aunque pueden ser eficaces
do yo me descarriaba, y nunca me hizo daño»). Cuanto más se inviste ocasionalmente (lo bastante como para que nos apeguemos a ellos), cuan-
do forman parte de una pauta crónica, regular, no sólo no dan resulta-
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A. El sermón no solicitado
C. Autosacrificio/autonegación
• Sermones (especialmente cuando son
• Actuar constantemente para mantener la paz
• Consejos «por tu propio bien»)
• Andar constantemente de «puntillas» para no perturbar o enojar a otros
• Regaños o reproches
• Poner constantemente la felicidad de los demás por encima de la propia
• Insinuaciones
• Tratar de justificarse constantemente
• Aliento: «¿Por qué no tratas de...?»
• Proteger a los otros de las consecuencias de sus acciones
• Rogar/suplicar/tratar de justificar la propia actitud
• Estar permanentemente pendiente del cambio del otro
• Apelación a la lógica o al sentido común
• Tratar continuamente de agradar a alguien/todos
• Artículos de folletos o periódicos dejados estratégicamente a la vista, o
leídos en voz alta
• El enfoque silencioso y sufrido de «mira con cuánta paciencia y valen- D. ¡Hazlo espontáneamente!
tía no digo n a d a ni t o m o nota de nada», o bien u n a versión iracunda
de lo m i s m o (éstos suelen ser los «sermones» m á s poderosos del lote) En este caso, por medio de cualquiera de los modos de actuar enu-
• Tampoco tiende a dar resultado el castigo repetido y/o creciente; a menu- merados, trata de que alguien haga algo o adopte una actitud diferente,
do genera «más de las mismas» conductas-problema, o una escalada de pero también exige que sea porque quiera hacerlo.
ellas
«¡Tienes que querer agradarme!»
B. Adoptar una postura de superioridad moral «Me gustaría que me demuestres más afecto, pero sólo lo aceptaré
si lo haces p o r q u e quieres.»
«No basta con que me ayudes a lavar; preferiría que lo hicieras con
c u a n d o c u a l q u i e r a de los métodos anteriores se aplica desde una
posición de superioridad, de lógica «inexpugnable» (por lo común, la posi- gusto/de b u e n grado.»
ción masculina), de ultraje moral, de indignación justa. Como, por ejem-
plo: Tratar de hacer a alguien más responsable, rnás expresivo, m á s razo-
nable, m á s solícito, más considerado, más erótico, m á s positivo, etcéte-
«Si realmente me quisieras...» ra, equivale a invitarlo a que obedezca a nuestras definiciones de cómo
«Seguramente podrías ver que si tú...» debe ser, sean cuales fueren las intenciones reales de él. Esto da resul-
«¿Por qué no comprendes que...?» tado muy pocas veces o nunca. A lo sumo se obtiene obediencia; lo más
«Cualquier persona con sentido común...» probable, c o n m u c h o , es que la respuesta sea u n a m a y o r incapacidad
«Después de todo lo que he hecho...» para responder, desobediencia, cólera, repliegue sobre sí mismo, fraca-
so o resentimiento. Parece que a la mayor parte de las personas no les gus-
«Mira cuán enfermo/desesperado/deprimido estoy por preocuparme
por ti.» ta ser obedientes.
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MENOS DE LO MISMO
lo; GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 103
Las implicaciones de todas estas ideas fueron examinadas deteni- se a ver a un terapeuta, concertando u n a cita, etcétera, él probable-
damente con la mujer. Ella estuvo de acuerdo en que era improbable mente habría empezado a luchar contra ella, en lugar de luchar con su
que hacer «más de lo mismo» diera resultado, y se manifestó dispues- propio problema. Un par de semanas más tarde, el h o m b r e buscó un
ta a intentar algo distinto. Decidió dejar de llamar regularmente al mari- terapeuta p o r sí mismo.
do por teléfono, y también de protegerlo interceptando sus comunica- Desde luego, las m a n e r a s de actuar señaladas en la cartilla que
ciones profesionales. Además, no volvería a referirse al hecho de que hemos reproducido representan enfoques que todos aplicamos, tanto
bebiera, a los riesgos de conducir en estado de embriaguez, o a la hora en la terapia como en nuestras propias vidas personales. Constantemente
de su llegada a casa. Decidió ignorar sus frecuentes rabietas, en lu- nos sorprendemos impartiéndole a un cliente o u n a familia u n a con-
gar de tratar de calmarlo. Empezaría a aceptar invitaciones sociales y ferencia que no nos h a n pedido, desde una posición de lógica «inex-
a permitir que el m a r i d o cargara con las c o n s e c u e n c i a s de su con- pugnable», sobre la inutilidad general de dar conferencias o sermones
ducta si se emborrachaba o ponía en ridículo. Empezaría a hacer todo no solicitados desde una posición de lógica «inexpugnable». Esta mane-
esto sin aviso previo. (Según nuestra experiencia, por lo general es pre- ra de comportarse no es fácil de evitar y, en ciertos ámbitos de nues-
ferible no prevenir que va a establecerse un nuevo conjunto de reglas tro trabajo (por ejemplo, c u a n d o tenemos responsabilidades regla-
para la relación, sino sencillamente empezar a c o m p o r t a r s e como si mentarias, y en particular cuando encontramos violencia familiar, vio-
las reglas nuevas ya estuvieran en vigencia.) Al mismo tiempo, ella com- lación o abuso sexual de niños), resulta casi imposible prescindir de
prendió que era importante que hiciera estas cosas no para levantar la ella. No obstante, según nuestra experiencia, éstos siguen siendo enfo-
presión sobre él, y que no las considerara sólo como un conjunto más ques que por lo general no dan resultado.
tácticas para persuadirlo a beber menos, sino c o m o un reconoci- Cuando se consideran los problemas como soluciones intentadas
miento de que ella m i s m a necesitaba empezar a considerarse y de que, que se han convertido en parte del problema, es importante tener cla-
en última instancia, su hígado era responsabilidad de él, por más que ra la cuestión de la culpa y la responsabilidad. El terapeuta no consi-
a ella le preocupara. Esta clienta admitió que no siempre sería fácil deró de n i n g ú n m o d o , ni le dijo a la mujer, que las s o l u c i o n e s que
quebrar la pauta de responsabilidad excesiva a la que estaba «aferra- ella intentaba e r a n el motivo de que el esposo bebiera. S i e m p r e hay
da» desde hacía tiempo. que tener cuidado de no transmitir inadvertidamente, de algún modo,
En la sesión siguiente, dijo, con considerable sorpresa, que el mari- esa inferencia (teniendo presente que la información que tratamos de
do, de un modo totalmente espontáneo, había c o m e n z a d o a volver a dar no es siempre la información que se recibe). Se ha aducido, por
casa más temprano. Cuando sabía que iba a llegar tarde, llamaba por ejemplo, que las explicaciones interaccionales de los p r o b l e m a s pue-
teléfono para avisar, y además era mucho más atento. Después de una den llevar implícitamente a pensar que una mujer está implicada en la
de sus rabietas, que ella aparentemente había pasado p o r alto con toda violencia que el marido ha ejercido sobre ella, y que, p o r lo tanto, tie-
tranquilidad, «como si fuera la rabieta de un crío», p o r primera vez ne parte de la culpa. Así, McGregor cuenta que:
él se disculpó e s p o n t á n e a m e n t e ; su tendencia a dejarse llevar p o r la
Al trabajar con la noción de la complementariedad, y centrarse en la
cólera había decrecido de modo notable. Varias semanas más tarde, el
experiencia psicológica del hombre y la mujer, la violencia es implícita-
hombre dijo que temía estar bebiendo demasiado, y que ello estuviera mente conceptuada como una cuestión de la relación. A ambas partes se
afectando a su trabajo. La mujer logró resistirse a a d o p t a r u n a postu- les pide que describan lo que sucede «entre ellas y en torno de ellas» cuan-
ra de superioridad m o r a l (por ejemplo, «eso es lo que he estado tra- do aparece la violencia; de este modo, se implica a la víctima en la vio-
tando de decirte...») y respondió: «Parece que estás realmente preocu- lencia. Al concentrarse en las «regañinas» o «reproches» de la mujer... exis-
pado. Espero que encuentres un modo de superarlo. Si yo puedo ayu- te el riesgo de que implícitamente se reduzca la violencia a un nivel de
darte de alguna manera, dímelo». conducta molesta, y puede establecerse un vínculo encubierto entre la pro-
Esta clienta se dio cuenta de que si ella hubiera reaccionado como vocación femenina (o regañina) y la violencia del varón (1990, pág. 69).
lo hacía antes, mostrándose excesivamente útil, alentándolo a que fue-
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104 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
MENOS DE LO MISMO
105
A nuestro juicio, el hecho de que, en cierta oportunidad, si una mujer
no hubiera regañado no habría sido golpeada, no significa que ella sea con la niña, le p r e g u n t a b a qué era lo que estaba mal, q u é quería de
responsable de que un h o m b r e aborde determinadas situaciones utili- ellos. Ella respondía siempre: «Quiero más libertad»; Ron observaba
zando la violencia. No obstante, consideramos perfectamente válido que ya tenía muchísima libertad, pero que la libertad q u e aparente-
ayudar a esa mujer a advertir que «los reproches» se h a n convertido mente quería era u n a licencia para crecer en estado salvaje y hacer
en un modo de actuar que no da resultado y no la ayudan a lograr lo su voluntad, con independencia de que afectara o no a otras personas.
que quiere (por más razones que ella tenga para estar enojada con el
hombre), a fin de persuadirla de que haga «menos de esto» e intente Melissa: No, no es así.
algo distinto. Ron: Por supuesto que es así.
M: No es así.
El hecho de que después sea golpeada con menos frecuencia nos
parece un resultado positivo, a u n q u e de ningún m o d o supone nece- R: ¿Qué me dices de tus «amigos»? Andan por la calle c o m o locos
sariamente la resolución del problema más amplio de que la mujer esté a altas horas de la noche, haciendo lo que quieren.
en una relación con un h o m b r e que se considera con derecho a ser vio- M: No es cierto.
lento. Cuando contamos un chiste que hace reír a otra persona, sin R: Es así. Sé que es así.
duda hemos estimulado esa risa, pero no somos de ningún modo res- M: No es cierto.
ponsables de que el otro tenga o no tenga un sentido del h u m o r bien R: Por lo que veo, eso es lo que nos pides que te dejemos hacer.
desarrollado. M: Yo no pido eso.
A continuación presentamos un ejemplo más detallado del estímulo R: Entonces, ¿qué es lo que quieres?
a hacer «menos de lo mismo» p a r a interrumpir una escalada poten- M: Sólo quiero más libertad.
cialmente grave entre una joven adolescente y sus padres. Tampoco en
este caso se pretende inculpar implícitamente a los padres por la con- En este punto, Ron, derrotado, pareció renunciar; se volvió hacia
ducta de la hija. el terapeuta y le dijo: «Ya lo ve, de esto se trata. Diría que ella ya no
quiere formar parte de la familia».
Melissa respondió de inmediato: «Sí que quiero».
LIBERTAD, ¿PARA QUIÉN? Leanne dijo que era difícil conseguir que Melissa hiciera los debe-
res para la escuela, que no ayudaba para nada en la casa, que trataba
mal a sus dos hermanas menores y (punto éste de preocupación par-
Los padres de Melissa la llevaron a terapia por indicación del con-
ticular para los padres) que, a la salida de la escuela, no volvía direc-
sejero escolar. Pequeña y bonita, de 14 años de edad, ella permaneció
tamente al hogar («No es m u c h o lo que le pedimos»). La n i ñ a vaga-
hoscamente sentada mientras los progenitores describían el deterio-
ro de su conducta, tanto en casa como en la escuela, en el curso del bundeaba con grupos de amigos, holgazaneaba en la estación de auto-
último año, más o menos. El h e c h o de que no hubiera vuelto a su casa buses o en la playa, a m e n u d o durante varias horas. De hecho, la cri-
durante toda una noche había precipitado una crisis reciente. No era sis más reciente se había producido cuando Melissa llamó a su casa a
la primera vez que lo hacía. A m e n u d o volvía muy tarde, frecuentaba las dos de la mañana, sin h a b e r vuelto desde el día anterior. Leanne
night-clubs, bebía alcohol r e g u l a r m e n t e , y se sospechaba que había le dijo enfurecida: «O estás aquí dentro de media hora, o no te preo-
fumado marihuana. En los meses anteriores, su rendimiento escolar cupes en volver nunca». La niña finalmente llegó a mediodía del día
había declinado de modo notorio. siguiente.
Mientras la madre, Leanne, describía el resentimiento y el desafío Ante escaladas simétricas de este tipo, por lo general es u n a bue-
creciente que sentía en Melissa, el padre, Ron, parecía colérico, pero na política realizar p r i m e r o u n a breve entrevista con t o d o el grupo,
también aturdido y derrotado. De vez en cuando trataba de r a z o n a r durante la cual uno puede hacerse una idea de cómo actúan los miem-
bros de la familia. Después se dividen las facciones; se conversa a solas
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con el adolescente, y a continuación con los padres. A todos se les acla- sible conseguir que los padres dejaran de preocuparse. La n i ñ a estu-
ra que esas sesiones son totalmente confidenciales y que no se llevará vo de acuerdo en que tenían derecho a preocuparse cuando volvía muy
información de u n a a otra, a u n q u e , desde luego, los propios clientes tarde por la noche, y admitió que ella misma detestaba hacerlo, y que
podrán comunicarse más tarde lo que quieran. Esto le permite al tera- «se moría de miedo» ante la posibilidad de que la violaran o la roba-
peuta entrar éticamente en coalición abierta con todas las partes, para ran y agredieran. Sin embargo, la certidumbre de que los padres esta-
ayudarlas a abordar más productivamente las dificultades que expe- rían esperándola furiosos cuando llegara, por lo general p e s a b a más
r i m e n t a n en sus relaciones. A p a r t i r de entonces, son m u y raras las en esos momentos que las posibilidades más peligrosas.
sesiones con la totalidad del grupo. A los hermanos, a menos que estén A los padres se les pidió que describieran detalladamente todo lo
directamente involucrados en u n a escalada con los progenitores, por que habían intentado para resolver las dificultades que les planteaba
lo general se les agradece la ayuda y no se les pide que vuelvan. Los Melissa. Habían intentado la mayoría de las cosas que hacen los padres:
padres y hermanos no son entrevistados juntos sin la presencia del ado- reprenderla (a veces delante de sus amigos), retirarle privilegios, impe-
lescente-«problema», sobre todo si esos hermanos parecen tomar regu- dirle salir, razonar con ella, apelar a ella, amenazarla, etcétera. Poco
l a r m e n t e partido por los p a d r e s . De este modo, es m u c h o más fácil tiempo antes, Leanne se había sentado dos horas al pie de la c a m a de
afrontar con eficacia y respeto las «soluciones intentadas» que cada la niña, rogándole que le dijera qué era lo que estaba mal, por qué hacía
parte aplica estérilmente a sus problemas percibidos con la otra. Cuanto esas cosas. Todo había sido inútil.
m á s intentan los padres controlar, proteger, ayudar o guiar al adoles- El terapeuta comentó que esas conductas parecían haberse vuelto
cente, más se ve éste impulsado a replegarse o rebelarse. Cuanto más totalmente predecibles para Melissa y que tal vez incluso se sabía de
trata el adolescente de «encontrar espacio» evitando a sus progenito- memoria todo lo que le decían. Explicó que los adolescentes parecen
res «entrometidos» (según el jovencito los ve), discutiendo con ellos o tener u n a aptitud especial p a r a cerrar los oídos y m i r a r a la lejanía
desobedeciéndoles, más confirma las dudas y temores que tienen los siempre que detectan la inminencia de un argumento, un sermón, una
adultos, y más atrae su atención. apelación predecible. No obstante, reconoció que el hecho de que estu-
A solas, Melissa se volvió m u c h o m á s comunicativa. Se quejó de viera hasta tarde fuera de casa era muy preocupante, sobre todo con-
que sus padres la trataran c o m o si tuviera 11 años. La madre le decía siderando las zonas que la niña frecuentaba, y el hecho de que sin duda
cuándo tenía que cambiarse de ropa, ducharse, hacer los deberes; cómo tenía que aprender a ser más responsable. Ahora bien, por el m o m e n -
ordenar su habitación; que al salir de la escuela volviera directamen- to, los intentos que los padres realizaban no parecían llevarlos a nin-
te a casa, etcétera, etcétera. El padre la trataba como si fuera incapaz gún lado. «Sí, lo sabemos», dijo Ron, «pero sencillamente no podemos
de cuidarse. «Ellos dicen que quieren confiar en mí, pero no me d a n darle una libertad total para hacer lo que quiera.»
libertad para que yo les demuestre que soy digna de confianza.» El terapeuta se mostró de acuerdo con la dificultad, a u n q u e comen-
El terapeuta le preguntó: «¿Qué querrías que yo les aconseje a tus tando que, a pesar de lo que habían hecho para que la niña cambiara,
padres que hagan?». (Según nuestra experiencia, la mayoría de los ado- parecía que en realidad ella ya estaba haciendo m á s o m e n o s todo lo
lescentes suelen encontrar respuestas perfectamente sanas y razona- que quería. ¿Consideraban ellos que, insistiendo con esos procedi-
bles a esta pregunta.) Melissa dijo que les aconsejaría que dieran mar- mientos, finalmente t e n d r í a n éxito? Ambos progenitores coincidie-
cha atrás, que confiaran más en que ella era capaz de cuidarse y de rea- ron en que era improbable, en vista de la historia pasada.
lizar elecciones sensatas en su vida. Confirmó que, si cesaban en sus
intentos casi constantes de manejarle la vida, ella probablemente sería De modo que, sea lo que fuere lo que intenten, a menos que la enca-
m u c h o más cooperativa. denen, lo cual, desde luego, no haría más que posponer el problema, uste-
des no tienen ninguna garantía de que durante la semana próxima ella
El terapeuta le dijo que h a r í a lo que pudiera, pero sin p r o m e t e r
no volverá a pasar alguna noche fuera de casa.
nada. Además, en vista de la reputación que tenían esos barrios, de fre-
cuente abuso de drogas y prostitución adolescente, quizá sería impo-
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108 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
MENOS DE LO MISMO
109
Los dos estuvieron de acuerdo en que no tenían ninguna garantía.
en su casa. Sus padres la trataban con mucho más respeto y realmente
En ese p u n t o de la entrevista, pareció que estos progenitores no sólo
habían dejado de «estar encima de ella». Agregó que no había habido
se sentían comprendidos y completamente apreciados en sus preocu-
«incidentes», y que esto se debía en parte a que sus padres se habían vuel-
paciones, sino que también se h a b í a n d a d o cuenta de que continuar
con las conductas intentadas hasta ese m o m e n t o era probablemente to mucho más flexibles en cuanto a la hora de su regreso al hogar. No se
inútil, p o r más lógicas que esas conductas parecieran. Sólo entonces había atrasado más de media hora con respecto a lo acordado («Antes,
fue posible pedirles que intentaran un experimento más bien radical. por diez minutos me reventaban»). Fue interesante que manifestara no
Ambos coincidieron en estar preparados para poner a prueba cualquier haber realizado ningún intento destinado a cambiar su conducta o acti-
cosa razonable. tud; era sólo que las cosas estaban mucho más tranquilas en el hogar.
Leanne describió los cambios de Melissa como «espectaculares».
Se les sugirió que la semana siguiente trataran de invertir por com-
Ron la definió como «notablemente distinta... A veces tuvimos que mor-
pleto su modo de proceder corriente. Parecía que la hija los estaba elu-
dernos la lengua, sobre todo la primera vez que volvió tarde a casa».
diendo de modo total, y el terapeuta manifestó que las cosas no debían
El terapeuta los felicitó, pues para que los cambios fueran tan sig-
ser así. A ella no le haría daño ser arrojada a un nivel sano de confu-
nificativos, los dos debían de haber desempeñado muy b i e n su parte
sión, p a r a que no p u d i e r a p r e d e c i r c ó m o le r e s p o n d e r í a n en t o d o
del experimento. («Siempre supe que les estaba pidiendo m u c h o . » )
momento. Así, los padres podrían poner a prueba la reacción de la niña
Ron expresó alguna cautela en cuanto a si esos cambios durarían.
al verse obligada a a s u m i r la responsabilidad de sus propias accio-
Se les había advertido que el adolescente encuentra u n a m u l t i t u d de
nes. No teman que hablar en absoluto de la hora de regreso de la escue-
maneras de inducir a los padres a volver a escaladas estériles que los
la, de dónde había estado, de cuándo tenía que cambiarse la ropa, orde-
n a r su habitación, ducharse o hacer los deberes, de si debía o no comer convierten en impotentes, y que hacen que el joven se sienta incom-
con la familia, etcétera. Tenían que p a s a r por alto por completo todo prendido y victimizado. Se subrayó la importancia de que la pareja tra-
lo que hasta entonces había sido objeto de su constante preocupación. bajara conjuntamente para evitar esa reaparición de la pauta. («Es tiem-
Se les aconsejó que se desentendieran «en silencio, y no ruidosa- po de que ustedes mismos busquen un cambio.»)
mente», es decir, que no prestaran atención a las conductas de la niña, Aparentemente, también otras personas habían hecho comentarios
p e r o no que emitieran un mensaje no verbal apenado y tenso («Mira sobre el cambio de actitud de Melissa, acerca de cuánto más feliz pare-
c ó m o no te prestamos atención»), del q u e siguiera infiriéndose q u e cía ella, cuánto menos desafiante se había vuelto. La abuela advirtió
estaban preocupados. En la medida de lo posible, debían aceptarla con que de pronto la niña se había integrado mucho más en la familia. La
calidez y ser corteses con ella. Era i m p o r t a n t e recordar que estaban pareja fue alentada a seguir h a c i e n d o «más» de lo que o b v i a m e n t e
p a s a n d o por alto algunas de sus conductas, pero no desatendiéndola a empezaba a dar resultado.
ella. Si volvía de madrugada, se sugirió que le preguntaran, con la mayor La cita siguiente, fijada para tres semanas más tarde, fue cancela-
indiferencia posible, si había pasado u n a noche agradable y si quería da porque Leanne estaba indispuesta. Como las cosas iban bien, se dejó
t o m a r u n a taza de café. Se aclaró que el terapeuta no podía garantizar que la familia tomara contacto en el caso de que resultara necesaria
la respuesta a este cambio de táctica, y que además tenía perfectamente una sesión más.
presente que él no sabía dónde estaba escondido el próximo violador. Dos años más tarde, u n a llamada telefónica de seguimiento con-
Sin embargo, tenía u n a seguridad casi total de que la continuidad de firmó que, aunque habían atravesado toda una gama de lo que Leanne
lo que había estado sucediendo en la familia no podía sino intensificar describió como «hipos normales de adolescente», la situación había
el p r o b l e m a . Los dos p a d r e s estuvieron de acuerdo, y se manifesta- seguido siendo espectacularmente distinta, sin ninguna reaparición de
ron dispuestos a poner a prueba la sugerencia. las dificultades anteriores.
poco, cosas que en realidad Melissa tiene que arreglar p o r sí sola. Ella 8. EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO
es mucho más responsable ahora. Hemos dejado de preocuparnos tan-
to p o r ella, y de discutir p o r ella; a Ron y a mí nos va m u c h o mejor.
Los terapeutas breves parten del supuesto de que cada persona tie-
ne muchas zonas de competencia en las que es posible abrevarse para
superar las dificultades. Incluso en la zona definida como problema,
se supone que en ciertos momentos hay menos presión, y se puede
abordar con más eficacia el desorden en sí o alguna de sus diversas
manifestaciones. No obstante, estas diferencias en la aptitud para el
manejo tienden a olvidarse o descartarse por la sensación que tiene
el cliente o la familia de ser incapaz de resolver el problema o, a veces,
porque no cree que pueda resolverse, modificarse o, por lo menos,
hacerse más llevadera. En este capítulo consideraremos algunos de los
enfoques y técnicas que se han subsumido bajo los encabezamientos
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112 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO
11!
generales de «centrados en la solución» (de Shazer, 1985, 1988, 1991; de su investigación no había sido apreciar la eficacia general del mode-
de Shazer y otros, 1986; Furman y Ahola, 1992; Walter y Peller, 1992) lo c e n t r a d o en la solución, estos autores expresaron algunas d u d a s
u «orientados hacia la solución» (O'Hanlon y Weiner-Davis, 1989). sobre la eficacia de esa tarea de la primera sesión para acrecentar el
En nuestra opinión, el trabajo de Steve de Shazer y sus colegas en optimismo de la familia acerca del resultado del tratamiento.
el Centro de Terapia Familiar Breve de Milwaukee representa uno de En Keys to Solution in Brief Therapy (de Shazer, 1985) se presentó
los desarrollos más interesantes en el c a m p o de la terapia breve pro- la idea de que las soluciones no siempre están tan estrechamente rela-
ducidos en la última década. Mientras que a m u c h o s les ha preocu- cionadas como parece con los problemas que abordan. Se habían ela-
p a d o c o n s t r u i r elaborados castillos teóricos, a m e n u d o basados en borado algunas «intervenciones de fórmulas», por medio de las cuales,
las obras de diversos antropólogos, físicos y biólogos, de Shazer y sus según se decía, era posible iniciar el desarrollo de soluciones, incluso
colaboradores han seguido trabajando p a r a obtener descripciones y sin conocer a fondo la naturaleza del problema a resolver. De Shazer
definiciones más claras y precisas de la esencia de la terapia eficaz. adujo la analogía de la llave maestra. Con una llave maestra pueden
En 1984, de Shazer y Molnar describieron cuatro intervenciones abrirse m u c h a s puertas, sin necesidad de encontrar un i n s t r u m e n t o
específicas que estaban comenzando a emplear regularmente. En par- específico que se adecue a la forma exacta de cada cerradura.
ticular, introdujeron lo que iba a convertirse en u n a tarea rutinaria Weiner-Davis y otros han destacado la medida en que a m e n u d o se
de la primera sesión con clientes individuales, parejas o familias, fue- producen cambios significativos antes de la primera entrevista. Ellos
ra cual fuere el problema presentado. empezaron a hacer la siguiente pregunta:
Entre esta entrevista y la próxima, quiero (o queremos) que ob- Muchas veces las personas advierten que entre el momento en que
serven y después me (nos) digan lo que sucede en su vida (matrimonio, conciertan la cita para la terapia y la primera sesión, algunas cosas ya
familia o relación) que ustedes quieren que continúe sucediendo (1984, parecen diferentes. ¿Qué ha advertido usted en su propia situación? (1987,
pág. 298). pág. 306).
Estos autores encontraron que, entre el m o m e n t o del encargo de la Molnar y de Shazer elaboraron una lista de intervenciones de fór-
tarea y la sesión siguiente, en m u c h o s casos se produjeron cambios mula que estaban comenzando a usarse junto con la «tarea de la pri-
concretos y significativos. mera sesión»;
Con una frecuencia sorprendente (cincuenta de cincuenta y seis en 1. Se le pide al cliente que reitere m á s de las conductas satisfac-
una encuesta de seguimiento), la mayoría de los clientes advirtieron cosas torias y diferentes de la conducta-problema.
que querían que continuaran, y muchos (cuarenta y cinco de los cin- 2. Se le pide al cliente que «preste atención a lo que hace cuando
cuenta) se refirieron a por lo menos una de ellas como «nueva o dife- supera la tentación o el impulso a... (caer en el síntoma o algu-
rente». Después, las cosas se encaminan a la solución; se han producido nas conductas asociadas con el síntoma)».
cambios concretos, observables (de Shazer y otros, 1986, pág. 217). 3. Se le comunica al cliente u n a evaluación predictiva, por ejem-
plo, con respecto a si en el tiempo entre sesiones habrá más casos
La eficacia de esta fórmula de intervención fue comprobada empí- de c o n d u c t a que constituyan excepciones a la c o n d u c t a - p r o -
ricamente p o r Adams y otros, quienes consideraron que la tarea de la blema.
primera sesión «era u n a intervención eficaz en las etapas iniciales del 4. Se le dice al cliente: «Entre este m o m e n t o y la próxima entre-
tratamiento, p a r a obtener la aquiescencia de la familia, aumentar la vista me gustaría que usted haga algo distinto y me diga lo que
claridad de las metas del tratamiento, e iniciar la mejoría en el pro- ha sucedido».
blema presentado (1991, pág. 288). Aunque señalando que la finalidad 5. Se le pide al cliente que realice una tarea estructurada (como lle-
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var un «cuaderno de bitácora» de ciertos incidentes) relaciona- ausente son descartados como triviales por el cliente, o ni siquiera se per-
da con las veces en que la conducta-problema cesa o no está pre- ciben; el cliente no los ve. No hay nada realmente oculto, pero aunque
sente. estas excepciones están a la vista, el cliente no las ve como diferencias
6. Se le dice al cliente: «La situación es muy complicada (escurri- que establezcan una diferencia (1991, pág. 58).
diza, etcétera). Entre este m o m e n t o y la próxima vez que nos
veamos, trate de identificar las razones por las que la situación Un h o m b r e que, según él mismo reconocía, era sobreprotector en
no es peor» (Molnar y de Shazer, 1987, pág. 355). extremo con su hijo de 21 años, al p u n t o de que le hablaba p o r teléfo-
no varias veces al día, finalmente decidió tomarse unas vacaciones de
El t e m a c o m ú n de todas estas intervenciones es el hecho de que dos semanas con su mujer, sin dejar ninguna dirección ni n ú m e r o tele-
se concentran en cosas que dan resultado o empiezan a darlo, y no en fónico para que cualquiera de sus tres hijos mayores pudieran comu-
u n a exploración, clarificación o categorización de la patología. nicarse con él. El terapeuta lo alentó en su resolución de no llamar p o r
En su siguiente libro, titulado Clues: Investigating Solutions in Brief teléfono a su casa durante toda la quincena, aunque reconociendo que
Theraphy, de Shazer resume adicionalmente los principios básicos que podría ser más bien difícil. En la entrevista siguiente, tres semanas más
están detrás del enfoque centrado en la solución, destacando la impor- tarde, el hombre anunció de modo abyecto que había fracasado. Cuando
tancia de las excepciones, y presentando además la técnica de la «pre- se le pidieron detalles, admitió que, al séptimo día, finalmente había
gunta del milagro», con la cual se invita al cliente a describir las dife- cedido al impulso de telefonear «para controlar cómo estaban las cosas».
rencias específicas que él o los otros advertirían si el problema queda- Habló con el hijo «problema», el cual, para su sorpresa, le dio la segu-
ra misteriosamente resuelto de la noche a la mañana (1988). ridad de que todo estaba bien (más tarde se vio que era cierto), y de
que no había habido ninguna necesidad de que se le controlara. El hom-
bre parecía totalmente deprimido por su «fracaso».
EXCEPCIONES El terapeuta le preguntó: «Pero, ¿qué me dice de los trece días duran-
te los cuales no telefoneó? A veces le debe de haber resultado m u y difí-
P a r a el enfoque centrado en la solución, es esencial la certidum- cil resistirse, pero sin embargo parece que pudo».
bre de que, en la vida de una persona, hay siempre excepciones a las Al considerar ese logro, la conducta del hombre comenzó a cam-
conductas, ideas, sentimientos e interacciones que están o pueden estar biar. Finalmente admitió: «¿Sabe usted?, no soy muy bueno para reco-
asociados con el problema. En ciertos momentos, un adolescente difí- nocer mis propios logros. Me falta práctica. Pero creo que tiene razón,
cil no es desafiante, u n a persona deprimida se siente menos triste, un esas vacaciones fueron realmente un éxito».
tímido puede ser sociable, un obsesivo es capaz de relajarse, una pare- En este enfoque se invita al cliente a reconocer lo que ya ha estado
ja perturbada resuelve un conflicto en lugar de intensificarlo, una bulí- haciendo y puede definirse como exitoso o, por lo menos, como encami-
mica resiste el impulso al atracón, un niño no tiene una rabieta cuando nado en la dirección general a un abordaje más eficaz del problema, para
se le pide que vaya a acostarse, u n a persona excesivamente responsa- construir sobre ello. Sin duda, a fin de persuadirlo y hacer que conside-
ble dice no, un bebedor problemático impone un límite razonable a su re esos «éxitos», es importante que el cliente o la familia consideren al
hábito, etcétera. Estas excepciones aparecen, por lo general, asociadas terapeuta como alguien que escucha, comprende y valida las experien-
con otras diferencias en la conducta, las ideas, los sentimientos y las cias sentidas de fracaso, cólera, zozobra, depresión, etcétera, que son sus
interacciones que las acompañan. Pero, como dice de Shazer: respuestas habituales al problema. La medida en que el reconocimiento
de la existencia de excepciones puede convertirse en trampolín para cam-
Se observa que los problemas se mantienen a sí mismos simplemente bios ulteriores es directamente proporcional al grado en que tales excep-
porque se mantienen a sí mismos y porque los clientes los describen como ciones sean o puedan hacerse significativas para el cliente o la familia.
constantes. Por lo tanto, los momentos en que el motivo de queja está Por supuesto, es fácil caer en el error de destacar las excepciones
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116 GUIA BREVE DE TERAPIA BREVE EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO 117
de un m o d o tal q u e el cliente o la familia se sientan apadrinados, o Cuando el cliente habla de la percepción que tiene de sus proble-
les parezca que el terapeuta en realidad no comprende la gravedad del mas, el terapeuta puede contribuir del mejor modo al proceso de des-
problema, de la zozobra, la culpa, la cólera, etcétera, que ese proble- construir u n a visión negativa, centrada en el problema, que no se pres-
ma les provoca. De modo que es importante cuidar mucho que un clien- ta a c o m p r e n d e r con demasiada rapidez.
te o familia reconozcan la existencia de u n a cierta excepción, y tam-
bién no entrar en discusiones con ellos acerca de su significado. Como Cliente: Sé que tengo algunos problemas. Soy hipersensible. En lo
dice John Weakland (comunicación personal), «nunca discutas con un esencial, no soy una persona compasiva. Veo que no hago amigos con
cliente». A m e n u d o es m u c h o mejor m a n t e n e r un escepticismo des- facilidad.
concertado, y no un celo de fanático. Terapeuta: ¿De dónde ha sacado esa idea de que no es compasivo...?
Cliente: Bien, supongo que... Usted me está sonsacando un secre-
Todavía estoy desconcertado por el modo en que usted ha logrado to. Yo sé...
evitar esta vez caer en su habitual pauta de respuesta colérica. No debe
Terapeuta: ¿Fingía usted cuando me dijo que se preocupaba por su
haber sido fácil. La mayoría de las personas habrían perdido la calma en
esposa? Eso parece compasión. Estoy un poco confundido.
los primeros segundos.
Cliente: Bien... ¿Cómo no ser compasivo si soy hipersensible?
Sí, sé que debe de haber sido algo pequeño, pero en realidad su hija Terapeuta: Así es.
parece comportarse como para hacerle perder la paciencia a un santo.
A usted no le veo la aureola, así que, santo seguro que no es. Entonces, De Shazer ha comentado:
¿cómo demonios se resistió anoche a retorcerle el cuello?
Quizá lo mejor que el terapeuta pueda aplicar sea una no compren-
Por lo que usted me dijo, creo que yo mismo me habría deprimido. sión creativa de lo que el cliente dice, para que se escojan los significa-
¿Cómo consiguió seguir con lo que estaba haciendo? dos más útiles y beneficiosos de sus palabras. La no comprensión crea-
tiva les permite al terapeuta y al cliente construir juntos una realidad
A m e n u d o resulta útil hacer preguntas del tipo «¿Cómo consiguió más satisfactoria para este último (1991, pág. 69).
h a c e r eso?». De este m o d o , no sólo se subraya el éxito, o los grados
En su libro más reciente, Putting Difference to Work, de Shazer des-
de éxito, sino que también se contribuye a suscitar contingencias de la
cribe un ejemplo brillante de esta técnica, tomada de la obra de Insoo
vida de las personas que están asociadas con un funcionamiento más
Kim Berg (de Shazer, 1991, págs. 63-67). Una mujer que se describía
exitoso, y se p u e d e n subrayar como tales:
como ninfómana, incapaz de dormir a menos que ese día hubiera teni-
Pude seguir porque sabía que esta vez mi esposo estaba respaldán- do una relación sexual, acudió a la consulta de Berg. La clienta no esta-
dome. ba de n i n g ú n m o d o preparada para aceptar como excepciones signi-
ficativas las noches en que de algún modo había podido contenerse, ni
Como señalamos en el capítulo 4, a u n a p e r s o n a puede resultarle tampoco p a r a ver como solución viable aprender a abstenerse del sexo.
muy afirmativo que se le dé testimonio de la dificultad de su situación Eso significaría que su matrimonio iba mal. En un punto, el esposo,
con comentarios c o m o «Por lo que usted me ha dicho sobre su situa- que consideraba que le estaba convirtiendo en un semental, en lugar
ción, realmente me sorprende que las cosas no sean mucho peor. ¿Cómo del a m a n t e que prefería ser, comentó:
lo ha soportado?».
Miller c o m e n t a que «Al preguntar c ó m o p u d o realizar algún pro- Esposo: Pero, para mí, éste es más un problema de sueño que tene-
greso, o impedir que sus problemas empeoraran, el terapeuta y el clien- mos ambos.
te pueden revisar situaciones que parecían fracasos, y verlas como solu- Terapeuta: Me pregunto si no es así. Quizá lo hemos estado abor-
ciones que p a s a r o n inadvertidas» (Miller, 1992, pág. 7). dando de un m o d o erróneo.
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118 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO 119
Esposa: ¿Tiene usted una cura para el insomnio? blema, y con él de muchas de las dudas concomitantes del cliente, se
Terapeuta: No lo sé. Hemos estado considerando esto como un tras- pueden p a s a r por alto. De Shazer cuida de atribuir la génesis de esta
torno sexual, pero empieza a parecerse más a u n a perturbación del sue- idea a Milton Erickson y su empleo de la seudoorientación en el tiem-
ño (de Shazer, 1991, págs. 64-65). po como técnica hipnótica.
Descrita como un problema de insomnio, la dificultad pareció resol- Estas ideas se utilizan para crear una situación de terapia en la que
verse rápidamente. Nunca se volvió a hablar de ninfomanía. La mujer el paciente puede responder efectivamente en el nivel psicológico a las
metas terapéuticas como realidades ya logradas.
dijo que tanto su patrón de sueño como su libido habían «vuelto a la
Esto se hacía empleando hipnosis y una técnica de orientación hacia
normalidad». Sin duda, el éxito de esta terapia estuvo directamente el futuro, inversa a la regresión en la edad. De tal modo, el paciente podía
relacionado con la medida en que la definición alternativa tenía sen- obtener una visión desinteresada, disociada, objetiva y sin embargo sub-
tido p a r a la mujer. S e g ú n este enfoque, la cuestión de cuál era, en jetiva de lo que en ese momento él creía haber logrado ya, sin percatarse
términos objetivos, el problema «real», carece de importancia. En el de que esos logros eran la expresión en la fantasía de sus esperanzas y
proceso de negociación de lo que había que a b o r d a r en la terapia, la deseos. (Las cursivas son nuestras.) (Erickson, 1954, pág. 261.)
técnica del relativo desconcierto del terapeuta llevó a que el proble-
ma potencialmente más intratable de la ninfomanía (la mujer lo con- Se estimula al cliente, la pareja o el miembro de la familia, a ima-
sideraba arraigado en su infancia, y requeriría u n a terapia profunda) ginar, del m o d o más concreto posible, cuáles serían las muchas dife-
fuera desconstruido y reemplazado p o r el m á s fácilmente abordable rencias. A m e n u d o les pedimos que imaginen qué cosas notoriamen-
problema del insomnio. Ambos «problemas» se superponían en tér- te distintas se verían u oirían en una grabación de vídeo que los siguie-
minos conductuales y emocionales, lo suficiente como para que cual- ra al día siguiente. Es importante que el terapeuta insista suavemente
quiera de ellos pudiera escogerse y subrayarse como u n a legítima zona en obtener u n a descripción conductual clara y específica. No busca-
focal (teniendo presente que esa legitimidad debe estar, en última ins- mos un c u a d r o borroso de algún sueño futuro, u n a utopía o algo así.
tancia, en el ojo del contemplador, en este caso la mujer, y no en la Como dicen O'Hanlon y Weiner-Davis, «parece que el simple acto de
mente del terapeuta). construir u n a visión de la solución obra como catalizador para gene-
rarla» (1989, pág. 106). El proceso de r e u n i r esta información puede
tomar un tiempo considerable, y es preciso no precipitarse.
LA PREGUNTA DEL MILAGRO Por lo general, a las personas les resulta m u c h o más fácil describir
en qué s e r á n distintos los otros (sobre todo el cónyuge con el que tie-
Una eficaz manera de ayudar a las personas a concentrarse en u n a nen dificultades, o el hijo-problema). Esto p u e d e tender a p e r p e t u a r
solución potencial, y no en los problemas, es la pregunta del milagro. «más de la misma» actitud de «superioridad moral», «pero, ¿no ves que
estás a c t u a n d o mal?», posición que a m e n u d o no será lo bastante dis-
Supongamos que una noche se produce un milagro, y mientras usted tinta de las interacciones habituales en torno al problema. Es preferi-
duerme el problema que lo ha traído a terapia queda resuelto. ¿Cómo lo ble alentarlas a describir las diferencias futuras en sus propias con-
sabría usted? ¿Qué sería distinto? ¿Qué vería usted de diferente a la maña- ductas y actitudes, lo que advertirán en sí mismas. En última instan-
na siguiente, como signo de que se produjo un milagro? ¿Qué notaría su cia, u n o sólo puede cambiarse a sí mismo. Puede ser particularmente
cónyuge? (de Shazer, 1991, pág. 113).
útil que los clientes consideren qué verán de distinto en sus conductas
y actitudes las otras personas: el cónyuge, los hijos, los amigos, los
Como de Shazer continuó diciendo, «a m e n u d o los clientes pueden
compañeros de trabajo o los extraños.
construir respuestas a esta "pregunta del milagro" de u n a manera muy
concisa y específica» (pág. 113). El proceso real de resolución del pro-
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120 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE EXCEPCIONES, SOLUCIONES Y ENFOQUES AL FUTURO 121
¿Qué es lo distinto que usted hará o dirá, por lo cual los otros podrán Terapeuta: ¿Qué otra cosa?
saber que está menos deprimido? Cliente: Que de nuevo me interesa salir. Antes acostumbraba a salir
mucho a comer. Éramos un grupo. Supongo que ellos lo siguen hacien-
Si estuvieran en un restaurante y la gente los observara comer jun- do. Además, iba m u c h o a conciertos.
tos, ¿cómo sabría que se están llevando bien? Terapeuta: Entonces, ¿volverá a hacerlo?
Cliente: Sí.
Como ha expresado elocuentemente el poeta escocés Robert Burns Terapeuta: Esos cambios, ¿qué diferencias determinarán para usted?
en «A un piojo», Cliente: Volveré a tener la sensación de que mi vida tiene una direc-
ción.
O wad some Pow'r the giftie gie us
To see oursels as others see us! Otro m o d o de concentrarse en el futuro consiste en hacer un plan-
It wad frae mony a blunder free us, teamiento del tipo de «Cuando vuelva la semana próxima y me diga
And foolish notion. que ha mejorado significativamente, de qué me hablará?». O bien, si
se trata de u n a pareja, «¿De qué diferencias en usted me hablará ella
¡Oh, que algún Poder nos hiciera el don (o él)?». Otro enfoque posible es: «Si yo toco u n a varita mágica para
de vernos corno nos ven los otros! resolver la situación, ¿qué sucederá distinto de antes?» (O'Hanlon y
¡De cuántos disparates nos liberaría, Weiner-Davis, 1989, pág. 106).
e ideas necias! Al explorar esas diferencias que se producirán es importante que el
terapeuta tenga el cuidado de emplear un lenguaje que presuponga la
Cuando las personas describen las diferencias en términos de ausen- inevitabilidad del cambio. Hay que decir «cuando» en lugar de «si»;
cia de una pauta conductual o un estado emocional, es útil preguntar- «qué otra cosa será diferente», y no «qué otra cosa sería diferente; «cuan-
les qué es lo que h a r á n o sentirán en lugar de ello. Comprometerse a do las cosas empiecen a mejorar...», y no «si las cosas empiezan a mejo-
una acción alternativa claramente definida es más fácil que resistirse rar...»; «a medida que usted se vaya desinhibiendo», y no «si usted se
a hacer algo sin n i n g u n a conducta de reemplazo, sobre todo cuando fuera desinhibiendo...»; «cuando usted deje de oír voces...», y no «si
se trata de un hábito con raíces profundas. Lo mejor es traducir la des- usted deja de oír voces...».
cripción de los cambios emocionales a descripciones de las conductas Una vez logrado el cuadro de lo que el cliente piensa que será dife-
específicas, que les demostrarán con claridad a los otros la modifica- rente, resulta posible encontrar modos de estimularlo o capacitarlo
ción anímica producida. para experimentar con nuevas conductas. De Shazer describe que les
Cliente: No me quedaré sentada l a m e n t á n d o m e constantemente. pidió a los m i e m b r o s de una pareja que cada uno, sin precisárselo al
Terapeuta: ¿Qué h a r á en lugar de ello? otro, eligiera dos días de la semana siguiente en los que fingirían que
Cliente: Seré m á s feliz. el milagro había ocurrido realmente. Cada uno tenía entonces que ob-
Terapeuta: ¿Qué hará que les permita a las otras personas saber que servar cómo reaccionaba el otro. Además, se le pedía que conjeturara
es más feliz? qué par de días había elegido el compañero, pero sin que se comuni-
Cliente: Sonreiré con m á s frecuencia. caran n a d a h a s t a la sesión siguiente (de Shazer, 1991, pág. 144). En
Terapeuta: ¿Qué más? ese caso, el terapeuta no especificó las conductas. Cuando está claro
Cliente: Volveré a t o m a r contacto con mis amigos. No me veo con que los m i e m b r o s de una pareja o una familia tienen metas diferentes,
casi ninguno de ellos. i o el terapeuta no está seguro de que no es así, conviene que no espe-
Terapeuta: ¿Qué verán ellos de diferente en usted? cifique, y se refiera en términos generales al «problema que los ha tra-
Cliente: Bien, en p r i m e r lugar, que tomo contacto con ellos. (Ríe.) ído». Si es obvio que hay acuerdo acerca de las metas, se puede pedir
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que practiquen conductas específicas en los días del «milagro» elegi- sifica la sugerencia del cambio con la dirección deseada o la dirección
dos por ellos mismos. temida, también implica algún grado de control por parle del cliente para
Una joven había confeccionado una lista m u y larga de cosas espe- establecer esa dirección... se realiza la tarea de establecer la meta, pues
to que los extremos polares y la zona que está entre el problema y la meta
cíficas que empezaría a hacer de nuevo después de ese milagro. Se la
se vuelven cuantificables y objetivables (1989, pág. 61).
invitó a tirar u n a m o n e d a todos los días.
Estas escalas pueden utilizarse con toda u n a gama de aspectos de
Cuando salga cara, me gustaría que usted haga por lo menos dos
cosas de su lista. Desde luego, puede hacer más, pero yo sólo le pido que la vida del cliente. De hecho, cualquier experiencia concebible puede
haga dos. Los días que salga cruz, no está obligada a nada. Esos días pue- verse a través del cristal de la ubicación en u n a escala.
de hacer lo que quiera.
Las escalas pueden emplearse para evaluar la autoestima, la auto-
Por supuesto, en general las personas sólo seguirán esas sugeren- confianza, el interés en cambiar, la disposición a trabajar con empeño a
fin de generar los cambios deseados; sirven para establecer el orden de
cias si las conductas que se les pide que intenten son congruentes con
prioridad de los problemas, percibir la esperanza, evaluar el progreso, y
sus propias ideas acerca de cómo quieren ser, y no con lo que quiere
así sucesivamente —cosas consideradas demasiado abstractas para con-
el terapeuta o alguna otra persona. Cuando se pone en práctica este cretarlas (Berg, 1991, pág. 88).
método, lo i m p o r t a n t e es que, como ha m o s t r a d o Kiesler, si hay un
compromiso con la conducta correspondiente a ciertas creencias o acti-
Explorar en profundidad las distintas maneras de emplear esta téc-
tudes, o promovida por éstas, ese compromiso sea confirmado o for-
nica llevaría todo un capítulo. Aquí nos limitaremos a dar algunos ejem-
talecido con m u c h a mayor rapidez y profesionalidad que si los clien-
plos a partir de los cuales el lector podrá inferir o inventar muchos de
tes se limitan a hablar al respecto (Kiesler, 1971).
los otros usos posibles. Nosotros utilizaremos u n a escala de cero a diez,
pero esto no es de ningún modo obligatorio. Por ejemplo, si se estiman
necesarias divisiones más pequeñas (cuando se discuten o sugieren cam-
UBICACIÓN EN UNA ESCALA bios graduales, cautelosos, lentos), puede servir una escala de cero a cien.
En el trabajo con parejas, en particular cuando hay alguna duda acer-
Otro método eficaz para concentrarse en el logro y la solución con- ca de la motivación de uno o ambos miembros, hemos encontrado que
siste en el empleo de preguntas sobre la posición en u n a escala. Esta es útil la pregunta siguiente para abrir un debate que a menudo ayuda
técnica puede aplicarse de diversos modos. a los clientes a empezar a ver su relación de un modo más productivo.
En una escala que va de cero a diez, y en la que el cero representa lo Si cero representa «Me importa un comino», y diez «Estoy realmente
peor, y el diez corresponde a las cosas tal como serán cuando estos pro- entusiasmado», ¿dónde se ubicaría cada uno de ustedes, actualmente,
blemas estén resueltos, ¿dónde situaría usted el día de hoy? en cuanto a trabajar sobre su relación?, o ¿dónde piensa usted que se
ubicaría su pareja?
Como señalan Kowalski y Kral,
Si los dos miembros de la pareja evalúan su motivación como baja,
...la escala se basa en el supuesto de un cambio en la dirección desea- se les puede preguntar qué sucederá para que en la entrevista siguien-
da. Puesto que una escala es una progresión, el número «7» supone los
te digan que a m b o s han avanzado un punto o dos. También se les pue-
números «10», «5», «3» o «1». Supone movimiento (cambio) en una direc-
ción u otra, en lugar del estancamiento. Por esta razón, cuando al clien- de hacer u n a pregunta análoga cuando sólo u n o de los dos miembros
te se le pide que se ubique en una escala, queda incorporada una expec- eligió un n ú m e r o bajo. Alternativamente, p a r a la exploración de este
tativa de cambio al proceso... puesto que el empleo de una escala inten- tipo de temas cabe emplear la pregunta del milagro.
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sionar con tanto entusiasmo como lo había hecho antes), la joven fue
La escala p e r m i t e , a s i m i s m o , explorar la m e d i d a en que se cree
volviéndose m á s optimista.
en la posibilidad del cambio.
Cuando, en la próxima sesión, usted haya llegado a cinco, a la mitad
Si cero significa que cree que en lo esencial seguirá siendo así duran- del camino, ¿de qué nuevas cosas va a hablarme?
te el resto de su vida, y diez que hay probabilidades de que pueda con
este problema en algún momento del futuro, ¿dónde se ubicaría hoy en
esta escala? ¿Qué necesitaría para aumentar medio punto o un punto en Un h o m b r e joven admitía, disculpándose, q u e , a su juicio, sólo
la escala? llegaba a tres en la escala; lo sorprendió y estimuló que se le señalara
que ya había recorrido «la tercera parte del camino».
Cuando el terapeuta indaga el progreso en la escala, es importan- La ubicación en la escala puede emplearse con niños pequeños tan-
te que lo haga con r e a l i s m o y se incline m á s a s e r c o n s e r v a d o r que to como en adultos. Desde luego, las palabras no son el único medio
demasiado optimista. Si el cliente experimenta un alto grado de opti- para esta indagación. Podemos trazar gráficos, o pedirle al niño que lo
mismo, conviene que tenga que convencer al terapeuta de que está en haga. Hay m u c h o s modos creativos de ayudar a los niños a describir
lo cierto. Si el t e r a p e u t a acelera el proceso y el cliente se siente pre- dónde les parece que están en cuanto a la dimensión explorada.
sionado, es más probable que adopte una posición de «sí, pero...». Como
Si este ladrillo representa cómo eras cuando hacías mucho ruido en
ya se ha señalado, en ciertas situaciones una escala de cero a cien pue-
clase y te comportabas como si tuvieras cinco años, y esta pila alta repre-
de resultar m e n o s a m e n a z a n t e , en t a n t o las g r a d u a c i o n e s son más
senta cómo serás cuando puedas comportarte como un niño de diez años,
pequeñas. ¿qué tamaño debería tener la pila para representar lo crecido que has
El examen del progreso por medio de una escala a m e n u d o le pro- estado estos últimos días?
cura al cliente u n a perspectiva diferente de la marcha de las cosas. Una
joven, en el transcurso de su cuarta sesión de terapia, a ú n se mostra- Si este pequeño círculo en la pizarra me muestra lo tímido que so-
ba escéptica respecto de su propio progreso, a p e s a r de las diversas lías ser, y este círculo grande me muestra lo valiente que serás, dibuja
«excepciones» que el terapeuta le había subrayado (las cuales, en esa otro círculo que me muestre cuánto más valiente has sido esta semana.
etapa, eran m á s significativas para él que para ella). Más o menos en
la mitad de la sesión, el terapeuta preguntó:
ENFOCANDO AL FUTURO
Si cero representa la forma en que usted se sentía cuando vino a ver-
me por primera vez, y diez cómo se sentirá al finalizar la terapia, ¿dón- Puesto que todo el mundo no es más que una historia, sería
de se ubicaría en este momento? • bueno para ti que compres la historia más duradera, y no la his-
toria que dura menos.
Después de reflexionar un momento, la joven dijo que estaba entre Santa Columbia de Escocia
cuatro y cinco.
Todos vivimos en nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futu-
Terapeuta: ¿De m o d o que está acercándose a la m i t a d del camino? ro. Como hemos dicho antes, nuestra percepción de estas cosas es alta-
Cliente: Sí. mente selectiva. El futuro existe en nuestra previsión de c ó m o será.
Tradicionalmente, a las terapias les ha interesado el p a s a d o y el pre-
sente; intentan realizar cambios en ellos por medio de un proceso de
Durante el resto de la sesión, a medida que se precisaban los hechos
revisión y examen. Lo nuevo y excitante en nuestro campo es que pare-
y las conductas que representaban esa mejoría (el terapeuta tuvo el cui-
ce que también el futuro está abierto a la revisión, aunque aún no haya
dado de seguir el p r o c e s o con cautela y contención, en lugar de pre-
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Puesto que el futuro suele estar conectado con el pasado, las perso-
nas con un p a s a d o lleno de tensiones son proclives a tener una visión
desesperanzada de su futuro. A su vez, una visión negativa del futuro exa-
cerba los problemas presentes, al arrojar una s o m b r a pesimista sobre
pasado y presente.
Por fortuna, lo inverso también es cierto; una visión positiva del futu-
ro invita a la esperanza; la esperanza a su vez ayuda a superar las penu- Nada es bueno o malo; el pensamiento lo hace así.
rias presentes, reconocer los signos de la posibilidad del cambio, ver el Hamlet, WILLIAM SHAKESPEARE
pasado m á s bien como una prueba que como u n a desgracia, e inspira
soluciones (1992, pág. 91).
Por lo general, se atribuye a Bateson el mérito de recurrir al
t é r m i n o «marco» para indicar la organización de la interacción
de un m o d o tal que en cualquier m o m e n t o es m á s probable que
se produzcan ciertos hechos y se formulen ciertas interpretacio-
nes de lo que está sucediendo.
C O Y N E ( 1985, pág. 338)
Las COSAS o HECHOS son sólo observaciones de base sensorial; lo que Terapeuta: ¿Qué es lo que las ha decidido a venir a ver a alguien
está sucediendo o ha sucedido allí, que nuestros sentidos pueden per- ahora?
cibir. Madre: Bien, ella dice... ¿Quieres decírselo, Lorraine?
Los SIGNIFICADOS son interpretaciones, conclusiones y atribuciones Lorraine: No, tú puedes explicarlo.
derivadas de los hechos en cuestión, o relacionadas con ellos. Madre: Ella dice que se siente distinta de las otras chicas. Encuentra
que no puede relacionarse con ellas en absoluto. Ha perdido contacto
Las conductas y las emociones asociadas con ellas (o viceversa) que con todas sus viejas amigas.
llevan a solicitar terapia, no son un reflejo de «las cosas o los hechos», sino Terapeuta: Distinta, ¿en qué sentido?
de los significados que se les atribuyen. Hemos dicho que las personas Madre: Lorraine, ¿le puedo contar lo que ha sucedido?
están constantemente trazando distinciones mientras tratan de dar sen- Lorraine: Sí, está bien.
tido a su mundo, y que desarrollan marcos o jerarquías de constructos que Madre: Bien, Lorraine fue objeto de abuso sexual por parte de su
en gran medida determinan de qué modo darán sentido a sus experien- padre algunas veces hasta hace más o menos un año. E n t o n c e s vio a
cias y responderán a ellas. Estos «marcos» son, a nuestro juicio, el foco algunos consejeros, que la ayudaron un poco, pero creo que la expe-
principal de la terapia, puesto que los cambios sólo pueden producirse riencia aún la afecta. Tiene una autoestima muy baja.
donde hay acceso a significados alternativos, que permiten dar respuestas Lorraine: Cuando veo a las otras chicas de la escuela, sé que no soy
diferentes a las experiencias posteriores. Como ha dicho de Bono: como ellas. Soy anormal.
Un marco de referencia es un contexto proporcionado por el orde- Después de indagar con más detalles las creencias de Lorraine sobre
namiento presente de la información. Es la dirección de desarrollo que el modo en que la afectaba la experiencia del abuso, el terapeuta comen-
ese ordenamiento implica. No se puede romper con ese marco de refe-
tó: «Después de h a b e r hablado contigo, me parece, Lorraine, que eres
rencia actuando desde su interior. Quizá sea necesario saltar afuera; si
el salto tiene éxito, el marco de referencia en sí se ve alterado (de Bono, perfectamente n o r m a l . Lo que te ha sucedido es lo a n o r m a l , no tú.
1971, pág. 240). Tú eres una persona normal que trata de hacer algo con u n a experiencia
anormal».
Para ayudar a las personas a «saltar afuera» de los marcos que se Desde ese momento, el comportamiento de Lorraine cambió de modo
puede considerar que limitan su capacidad para a d o p t a r perspectivas espectacular. El feedback que Lorraine y su madre aportaron posterior-
diferentes y empezar con ello a resolver las situaciones-problema, exis- mente demostró que el hecho de trazar esa distinción había representa-
ten dos enfoques básicos. do un importante punto de inflexión para la muchacha. Había creado un
El proceso por el cual el terapeuta proporciona o alienta el desa- nuevo marco desde el cual la niña pudo, casi de inmediato, empezar a
rrollo de un marco o significado nuevo o alternativo p a r a u n a situa- verse de un modo más positivo. Negoció con éxito la vuelta a la escuela,
ción, de modo directo o indirecto, se denomina reenmarcado. y no encontró ningún problema en reintegrarse al grupo de amigas.
Por ejemplo, Lorraine, de 17 años, fue conducida a terapia por su Si el terapeuta desafía (una vez más, directa o indirectamente) los
madre. Más bien bonita, con algo de sobrepeso, la jovencita mantuvo significados q u e el cliente asocia con la situación sin p r o p o r c i o n a r
la cabeza gacha d u r a n t e gran parte de la entrevista y m i r a b a a través un nuevo m a r c o , esto se llama desenmarcado. Se p u e d e dejar que el
del flequillo. Al terapeuta se le dijo que, en los últimos meses, ella se propio cliente cree o descubra significados alternativos, o quede sin
había vuelto depresiva e introvertida; se estaba angustiando cada vez ningún significado en particular. El siguiente ejemplo está t o m a d o
m á s ante el inicio del nuevo ciclo lectivo, que ocurriría a la semana de u n a sesión de terapia.
siguiente. La propia Lorraine había pedido ver a alguien que la ayu-
dara con esos problemas. Cuando se le preguntó, dijo estar de acuer- Cliente: Conozco mis defectos, pero los he tenido d u r a n t e cuaren-
do con la descripción de su madre. ta y seis años.
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ello. Pero creemos que, en las interacciones humanas, hay muchas «ver-
Terapeuta: ¿Le parece que está como «pegado» a ellos?
dades» potenciales; algunas parecen inhibir el cambio, y otras parecen
Cliente: Estoy pegado a ellos. No hay modo de que me los saque de
fomentarlo.
encima. Coyne se ha referido a las investigaciones recientes sobre
Terapeuta: Muchos piensan eso...
Cliente: Bien, quizá yo pueda. ...los determinantes del nivel en que se enmarca la actividad, y la
manera en que es posible cambiarlo... Los experimentos preliminares
Reenmarcar y desenmarcar no son dos técnicas discretas. Como lo sugieren que cuando una acción puede enmarcarse al mismo tiempo en
demuestran los ejemplos anteriores, para reenmarcar es necesario que un nivel alto («llevo una vida aburrida») y en otro más bajo («veo tele-
algo sea desenmarcado, así como desenmarcar significa que algo pue- visión toda la tarde»), tenderá a prevalecer el enmarcado de nivel más
de ser reenmarcado. El r e e n m a r c a d o de la n o r m a l i d a d desenmarcó alto, mientras el nivel más bajo queda desatendido (1985, pág. 339).
la idea que tenía la joven de que era anormal; el desenmarcado de la
creencia en la imposibilidad de cambiar los hábitos de toda u n a vida No obstante, Coyne cita a continuación el trabajo de Wegner y otros
reenmarcó la idea del cliente acerca del potencial de la terapia. La dife- psicólogos sociales, según quienes
rencia entre e n m a r c a d o y d e s e n m a r c a d o reside esencialmente en el
enfoque. ...cuando una persona piensa en los detalles de su acción, se vuelve
Nosotros diríamos que el reenmarcado es la operación más nece- particularmente sensible al significado global de lo que está haciendo.
saria y básica en el proceso del cambio. Todo lo demás es subordina- Puede emerger una nueva comprensión de la acción, y esa nueva com-
prensión puede llevar al desarrollo de una nueva acción (Wegner y otros,
do, ayuda u obstaculiza ese proceso, o puede verse como accesorios
citados en Coyne, 1985, pág. 340; las cursivas son nuestras).
que reflejan creencias y prejuicios del terapeuta acerca de la terapia y
la naturaleza del c a m b i o (no necesariamente inútiles en su terapia,
La fuerza y el potencial curativo del reenmarcado parecen derivar
pero a veces sin valor p a r a la claridad teórica).
del hecho de que a m e n u d o no «sabemos» con claridad qué subyace en
Un trabajo reciente ha cuestionado la medida en que, en el empleo
nuestra tendencia a reiterar ciertas acciones, o a d e s e m p e ñ a r conti-
de las técnicas de enmarcado, los terapeutas breves h a n tendido a no
nuamente un cierto rol en nuestras interacciones.
tener en cuenta las «verdades subjetivas» de sus clientes (individuos
En c u a n t o a la cuestión de quién produce el m a r c o en la terapia
o familias). El autor se pregunta hasta qué punto los enmarcados son
breve (o, diríamos nosotros, en cualquier terapia eficaz), sin duda debe
objeto de una imposición, en lugar de desarrollarlos en un proceso coo-
resultar de un p r o c e s o interaccional en el que el t e r a p e u t a no sólo
perativo (Flaskas, 1992).
sea sensible a los fenómenos conductuales (que constituyen un foco
El enfoque aparentemente «alegre», manipulativo, de «todo vale»,
principal de indagación), sino también a las explicaciones del proble-
que se dice que emplean los terapeutas breves al elegir las «verdades»
ma que d a n los m i e m b r o s de la familia (verdaderas p a r a ellos), y a
cuando reenmarcan, según nuestra experiencia está en gran medida
las experiencias afectivas (también reales para ellos) suscitadas por sus
en la cabeza de ciertos comentadores, lo mismo que la supuesta falta
modos de ver la dificultad y por el proceso de la terapia. No obstante,
de interacción en el desarrollo de estos marcos. Cualquier terapeuta
las sugerencias del terapeuta sobre los diferentes m o d o s de enmar-
breve sabe que n i n g ú n m a r c o será de ayuda si sólo opera en el nivel
car las situaciones ocupan una posición central, en cuanto derivan de
intelectual; los marcos no se sacan de la nada (por lo menos, no es esto
u n a perspectiva exterior. Por definición, los clientes (lo m i s m o que
lo que hacen los buenos terapeutas breves), sino que orienta la infor-
todos nosotros) tienden a pensar las situaciones a través de sus mar
mación directa que a m e n u d o hay que extraer penosamente del clien-
cos habituales, y esos marcos en parte los ciegan a las alternativas.
te en las entrevistas; p o r lo tanto, también involucran las «verdades
Cuanto m á s m i r e m o s el mundo a través de cristales azules, m á s azul
subjetivas» de los m i e m b r o s de la familia. No es que no se respete la
lo veremos. A veces, sobre todo si olvidamos que llevamos puestas len-
experiencia personal que los individuos tienen de «la verdad». Lejos de
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tes de color, y, por lo tanto, no cuestionamos la validez de los datos su vulnerabilidad emocional. De modo que su «mala conducta» era un
sensoriales, necesitamos que alguien nos preste unas gafas con cris- intento de ser útil: tendía a proteger a la joven mujer de un compro-
tales de un color distinto. Seguramente todos hemos tenido la expe- miso excesivo, y a ofrecer u n a salida, en el hecho de que se enfadara
riencia de examinar introspectivamente un problema y caer en espiral con él, para la angustia y tensión que ella experimentaba. Sólo un hom-
hasta las conclusiones m á s pesimistas, enterrándonos más profunda y bre que verdaderamente la a m a r a estaría dispuesto a tolerar lo que
desesperadamente. El hecho de que la aportación del terapeuta (o la hacía ese niño. El terapeuta lo elogió solemnemente p o r su preocu-
oferta de un par de gafas de diferente color) sugiera otro modo de con- pación, y le recomendó que continuara cuidando a la m a d r e .
siderar las cosas, no significa que el cliente individual o la familia se En la sesión siguiente, la joven dijo que la conducta de su hijo había
conviertan en destinatarios pasivos y desvalidos de una manipulación. mejorado mucho. En un seguimiento realizado varios meses m á s tar-
Estamos de acuerdo con Flaskas (1992) en que los clientes (lo mis- de, ella confirmó que la mejoría había continuado, y que llevar amigos
mo que todos nosotros) conservan un cierto compromiso e interés (di- a la casa le resultaba m u c h o menos incómodo. De hecho, el n i ñ o se
ríamos que un interés y un compromiso considerables) en torno a su había vuelto muy cordial con el más reciente.
propia evaluación de sus experiencias y comprensiones de la verdad. Como hemos comentado, es importante que el nuevo m a r c o sea
Nos parece que cualquier tipo de terapia corre el peligro de pasar por lo bastante congruente con las experiencias del individuo, la pareja o
alto este hecho, no sólo las terapias breves. Creer que no existe nin- la familia, aunque introduzca una perspectiva distinta sobre las mis-
guna «verdad» absoluta no significa negarse a conocer o avasallar las mas. Si la congruencia es insuficiente, lo n o r m a l es que ese m a r c o
«verdades subjetivas» de los otros. La utilidad de las «verdades» utili- sea rechazado o negado. También es importante recordar, como advier-
zadas cuando se le p r o p o n e n marcos distintos al cliente (individuo o te Coyne, que el nuevo marco «a veces aferra al paciente en las condi-
familia), se basa primordialmente en el modo en que se vean esos mar- ciones artificiales de la sesión de terapia... y es invalidado en el primer
cos desde la perspectiva subjetiva de los involucrados (profundamen- encuentro con el ambiente cotidiano. Conviene suponer que un reen-
te influidos como estarán por sus propias creencias y sus respuestas marcado no ha sido adoptado hasta que el paciente ha actuado basán-
afectivas al marco y a la experiencia que tienen del terapeuta). Hacer dose en él y lo ha validado fuera de la terapia» (las cursivas son nues-
esto de un modo útil y respetuoso significa inequívocamente que hay tras) (1985, pág. 342).
que escuchar siempre con profundo interés y atención lo que dicen los Un r e e n m a r c a d o sensible a m e n u d o roza sentimientos y p e n s a -
miembros de la familia. mientos hasta entonces ocultos, y pueden ser precisamente éstos los
Una joven madre soltera, abandonada durante el embarazo por el que lo fortalezcan. En el ejemplo anterior, el reconocimiento p o r el
hombre que amaba, llevó a su hijo de ocho años a ver al terapeuta. Dijo terapeuta de que la madre había quedado herida por el abandono sufri-
que, cada vez que ella recibía en su casa a un amigo, el niño se com- do años antes y temía que la experiencia se repitiera, bien p u d o haber
portaba atrozmente, decía malas palabras, a veces se ponía agresivo sido un elemento crucial.
con el h o m b r e y se n e g a b a a dejarlos solos. La joven temía invitar a El reenmarcado, casi de modo inevitable, asigna u n a connotación
alguien a su casa. D e s c r i b i e r o n al n i ñ o c o m o a p e g a d o a la abuela, positiva a conductas normalmente vistas como más negativas en el seno
que vivía cerca y que, según la joven, seguía mostrándose sobrepro- del sistema de creencias del cliente (individuo o familia). En el ejem-
tectora con ella y tendía a desaprobar a sus amistades masculinas. Hacia plo que sigue, aunque se utilizó la connotación positiva, hay también
el final de la primera sesión, el terapeuta caracterizó al niño como extre- un desafío a los dos miembros de la familia, no planteado p o r el tera-
m a d a m e n t e sensible y consciente del miedo subyacente de la m a d r e peuta de modo abierto, sino con u n a actitud de preocupación bonda-
a volver a comprometerse emocionalmente y sufrir como la había hecho dosa.
sufrir el padre de él. El p e q u e ñ o también se daba c u e n t a de la preo- Una viuda que había criado a dos hijas, ambas ya casadas, tenía
cupación de la abuela; quizá en representación de ella, pero sobre todo problemas con un hijo que se mezclaba con «mala gente» e inhalaba
p o r su propio amor a la m a d r e , parecía haber decidido protegerla de colas. Parecía que la madre estaba preocupada en exceso p o r el chico
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v le daba pocas oportunidades de m a d u r a r e independizarse. Al final do de disciplinarlos. El terapeuta dijo que esas discusiones indicaban
de la primera sesión, se formuló la opinión siguiente, en presencia de la determinación de remediar la situación, y estaba claro que ninguno
ambos, pero dirigida primordialmente a la madre: de los dos quedaría satisfecho hasta que tuvieran la seguridad de haber
encontrado un enfoque correcto, sobre el que p u d i e r a n p o n e r s e de
Usted ha sido, obviamente, una buena madre para sus hijas, pero, acuerdo. Además, sugirió que, por incómodo que les resultara, quizá
sin el respaldo de un esposo, le ha resultado difícil comprender plena- fuera necesario que siguieran discutiendo, incluso que redoblaran sus
mente a su hijo. Esto debe de haberla preocupado mucho. James tiene esfuerzos, hasta convencerse de haber llegado a una solución satisfac-
ahora 15 años. Hay un momento de la adolescencia en que, de pronto, toria. Los padres se miraron entre sí con lo que parecía calidez y mayor
todo jovencito abandona muchos de sus rasgos infantiles y empieza a respeto, aceptando la sugerencia del terapeuta. En el curso de las sema-
actuar más como un adulto. En algunos, este proceso se produce más nas siguientes, discutieron mucho menos y pasaron a ser m u c h o más
tarde que en otros. Pero por lo común ocurre más o menos a esta edad. coherentes en el manejo de los hijos (cuyas conductas mejoraron, como
Estoy seguro de que usted le importa a James, y de que a James le tal vez era previsible).
preocupa lo que ocurrirá cuando él finalmente se vaya de la casa, pero
La aparente incapacidad de esta pareja para cooperar podría haber-
no sabe cómo hacer que usted se sienta menos aislada. A él esto le resul-
tará fácil cuando empiece a dejar atrás la infancia y avance hacia la viri- se calificado «correctamente» de muchos modos: c o m o p r u e b a de
lidad. Los chicos que inhalan colas suelen estar nerviosos por el paso a falta de armonía conyugal o de la existencia de cierta patología, en uno
la virilidad y temen iniciar actividades más serias y maduras, como estu- o ambos esposos, en una de las muchas maneras de identificarla (remi-
diar o cortejar chicas. timos al lector a cualquiera de las sucesivas ediciones del DSM,* don-
Estoy convencido de que usted no es el tipo de madre que quiere que de las encontrará descritas). Se diría que calificar las discusiones como
su hijo siga siendo un bebé prendido a su falda. Usted no tiene idea de prueba de b u e n a intención condujo a un e n m a r c a d o de nivel supe-
cuántas madres sin pareja tratan de convertir a sus hijos en esposos sus- rior («Compartimos el deseo de ser buenos padres») que permitió cam-
titutos. biar la interpretación de las conductas («Peleamos porque en lo esen-
Sugiero que durante las dos semanas que vienen observe atentamente cial estamos de acuerdo»), y de tal modo las conductas en sí.
a James para ver cuánto queda aún de su niñez, pero también esté pre-
Una mujer ejecutiva recurrió a la terapia porque perdía la voz (se
parada para reconocer los primeros signos, por leves que sean, de la
madurez que se avecina. Me parece importante insistir en que James no volvía muy ronca y temblorosa) cuando hablaba en las reuniones. Al
haga trampa, tratando de actuar como un hombre antes de estar madu- principio dijo que ese problema estaba relacionado con su «baja auto-
ro para ello, aunque, como he dicho, con la mayoría de los chicos esto estima». Cuando se le preguntó cómo lo sabía, pareció un t a n t o sor-
impieza a suceder más o menos a su edad. Cuando se convierta en hom- prendida y explicó que había ido a ver a un hipnotizador, quien le sugi-
bre, es importante que sea un hombre verdadero, y no el tipo de chicos que rió que trabajara sobre su autoestima. Después de r e u n i r m á s infor-
se hacen los rudos o se vuelven delincuentes para encubrir su miedo. mación, el terapeuta observó que, por lo que él veía, no existía ningu-
na relación entre su autoestima y los problemas con la voz. Además,
Mientras el terapeuta hablaba, el niño tenía u n a expresión de con- en los datos que la p r o p i a cliente aportó, en su aspecto y c o m p o r t a -
centración profunda, en agudo contraste con su anterior tendencia a miento (iba bien vestida y hablaba con claridad y confianza), el tera-
la mueca burlona y a no prestar atención. En adelante, su conducta peuta no encontraba muestras de falta de autoestima. Por el contrario,
comenzó a mejorar. La m a d r e lo veía de otro modo, y se volvió menos el nivel de su autoestima parecía bueno. Se le preguntó si se sentía mal
exigente y opresiva. Dos sesiones m á s tarde vino sola, sin dar ningu- consigo misma. Dijo que no, que no era así, pero que había supuesto
na explicación. Aprovechó para hablar de sus propios problemas de
soledad e inseguridad.
Una pareja discutía constantemente por la conducta de sus hijos * Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales, de la Asociación
«descontrolados», y en particular acerca de cuál era el modo adecua- Psiquiátrica Norteamericana. [N. del T.]
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136 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE INTERVENCIONES DE ENMARCADO 137
que ése era su problema después de ver al hipnotizador (sin ningún Me resulta obvio que ésta es una familia unida que quiere seguir siendo
resultado) y de leer muchos libros de autoayuda. Se sugirió que la tera- dolo. Siento con fuerza que Jane es una niña extremadamente sensible
pia se concentrara en cuestiones m á s pertinentes p a r a su preocupa- y que sin ninguna d u d a a m a m u c h o a su m a d r e y su a b u e l a (es tam-
ción de ese momento, que era h a b l a r mejor en las reuniones. Ella se bién obvio que éstas la a m a n a ella, por más que a veces se exasperan
entre sí). Pero, por razones que aún no comprendo p l e n a m e n t e , Jane
manifestó en seguida de acuerdo.
parece experimentar una sensación de lealtad dividida, a lo cual podría
Éste es un buen ejemplo de d e s e n m a r c a d o . La a t r i b u c i ó n acci- deberse que actúe de un modo tan desdichado.
dental de las dificultades a u n a entidad hipotética, la «baja autoesti- Se diría que ella se preocupa por todos, pero, por alguna razón, par-
ma», fue cuestionada respetuosamente y con éxito. Así la cliente que- ticularmente por la madre y la abuela, aunque a éstas les resulte difícil
dó de inmediato aliviada de u n a presunción de patología, lo cual hacía creerlo, pues la conducta «preocupada» de un niño a m e n u d o aparece
m á s probable la resolución rápida de su dificultad. como conducta «díscola».
Hemos encontrado que, a veces, el reenmarcado es más poderoso Podría ser que Jane, en lo profundo de su mente ( a u n q u e quizá no
si no proviene del terapeuta, c o m o en el ejemplo siguiente (tomado de se dé cuenta de esto y quizá lo negaría) se toma demasiado a pecho algu-
un período durante el cual Brian a ú n experimentaba con reenmarca- nas de las diferencias entre la madre y la abuela, y le preocupa que una
dos del estilo de los de Milán). de ellas se enferme o d e p r i m a si la otra «gana» lo q u e la n i ñ a parece
ver como una batalla. (Es como si sintiera que hay una competencia en
A un terapeuta visitante se le pidió que actuara c o m o consultor
torno a quién de las dos es la mejor madre.)
de un equipo atascado en el trabajo con u n a familia. Los padres ha-
Me parece importante señalarle a la familia que era m u y obvio que
bían recurrido a la terapia p o r u n a niña de 13 años, la mayor de tres [la familia de la abuela] es una familia unida, aunque quizá les resulte
hijos del p r i m e r m a t r i m o n i o de la mujer. También participaba en la difícil a los ajenos acercarse a ella, y siento con fuerza que a todos los
terapia la abuela materna de la jovencita, en cuya casa vivía la familia. miembros les preocupa seguir unidos, aunque a veces p a r e z c a n com-
La niña creaba problemas t a n t o en el hogar como en la escuela; for- portarse como si fuera al revés. De modo que no siempre le será fácil a
m a b a parte de una pandilla de adolescentes que solía meterse en líos, la familia reconocer, por debajo de las conductas superficiales, lo afec-
y fue descrita como mentirosa compulsiva. tuosa que es y lo preocupada que está Jane.
El consultor, observando desde detrás de una pantalla, sintió con
fuerza q u e la m a d r e y la a b u e l a , si bien e s t a b a n m u y p r ó x i m a s en En la sesión siguiente, tres semanas más tarde, la familia informó
muchos sentidos, eran al m i s m o tiempo muy competitivas, sobre todo que la conducta de la niña había mejorado m u c h o . En realidad, no
acerca de quién era la «mejor madre» para la niña. habían vuelto a tener problemas con ella.
La familia había sido informada sobre la presencia de un terapeu- Esta técnica, lo mismo que cualquier otra, no es una panacea. Hemos
ta al otro lado de la pantalla; se les explicó que se recurría a él porque dado ejemplos de reenmarcados o desenmarcados particularmente efi-
el equipo se sentía atascado e incapaz de ayudar. Al final de la sesión caces, suficientes de por sí para generar cambios significativos. Aunque
se aclaró que la terapeuta habitual recibiría un informe y tomaría con- a posteriori las intervenciones exitosas parecen obvias y relativamen-
tacto para establecer las citas de u n a etapa ulterior, m á s prolongada, te simples, según nuestra experiencia, encontrar el marco «correcto»
del tratamiento. suele ser una tarea compleja que exige considerable sensibilidad, empa-
Al cabo de unos días, se le envió u n a copia del informe del consul- tia, creatividad y, a veces, coraje. Tenemos muchos ejemplos de reen-
tor al esposo, y se le pidió que lo leyera a toda la familia lo antes posi- m a r c a d o s ineficaces de poco o ningún efecto, y acerca de los cuales
ble. En su carta, la terapeuta decía que, aunque el informe tenía la fina- decidimos no escribir. Pero nuestra experiencia con estos errores es
lidad de ayudarla a ella, les hacía llegar u n a copia porque pensaba que que lo peor que suele suceder es que la familia o el cliente individual
ésa era u n a de las familias que piensan con seriedad en sus problemas. rechaza o niega el marco propuesto, de modo que nosotros tenemos
El informe decía lo siguiente: que volver a «la mesa de dibujo».
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INTERVENCIÓN EN LA PAUTA
142 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 143
«De modo que a la vuelta de la esquina hay un pequeño restauran- Mientras tanto, los padres tendrían que e m p e ñ a r s e en descubrir
te donde puede cenar. ¿Dónde compra los cigarrillos?» qué había hecho su hija, y llevar u n a lista escrita. Al respecto, podían
Compraba los cartones de dos en dos. conversar entre sí, pero no preguntarle a ella.
«Es decir, que compra cigarrillos, no para el día, sino para el futuro. En la sesión siguiente, la niña fue entrevistada por separado. Admitió
Y para preparar su comida, ¿dónde hace las compras?»
que, en realidad, no había intentado hacer nada, pero las cosas habían
«Por suerte, hay un pequeño colmado en la esquina en el que com-
marchado m u c h o mejor entre ella y sus padres. Éstos, por su lado, pre-
pro comestibles y cigarrillos.»
«¿Dónde compra la bebida?» s e n t a r o n u n a larga lista de lo que creían h a b e r detectado en la con-
«Por fortuna, al lado de ese colmado hay una licorería.» ducta de su hija, destinado a agradarles.
«De modo que a la vuelta de la esquina usted tiene un restaurante, Aparentemente, aunque la jovencita no hizo lo que se le había suge-
un colmado y una licorería. Usted quiere hacer jogging y sabe que no pue- rido, en sus p a u t a s de conducta normales había suficientes actos no
de. Entonces, su problema es muy simple. No puede correr, pero puede confrontativos, cooperativos, que por lo general pasaban inadvertidos,
caminar. Muy bien, compre un paquete de cigarrillos cada vez, en el otro como p a r a que los padres tuvieran la sensación de que las cosas cam-
extremo del pueblo, y vaya caminando. Esto comenzará a ponerlo en for- biaban. Desde el punto de vista de la hija, la vigilancia constante de los
ma. Tampoco compre los comestibles en el colmado de la esquina. Vaya progenitores, contra la cual ella por lo común se rebelaba, había adqui-
a alguno que esté a un kilómetro o kilómetro y medio de distancia, y com- rido un nuevo significado como intento de descubrir pruebas de bue-
pre sólo lo necesario para una comida. Esto supone tres buenas camina-
na (y no mala) conducta.
tas al día. Por otro lado, puede beber todo lo que quiera. Tome su prime-
ra copa en un bar que esté por lo menos a un kilómetro y medio. Si quie- Un niño discapacitado de 17 años, al que poco tiempo antes habían
re una segunda copa, encuentre otro bar a por lo menos otro kilómetro y m a t r i c u l a d o en u n a escuela alejada de su casa, desarrolló el hábito
medio. Y si quiere una tercera, busque otro bar a otro kilómetro y medio.» de levantar su brazo derecho con una frecuencia de 135 veces por minu-
Me miró furibundo. Renegó contra mí. Se fue bramando. to. Milton Erickson hizo que aumentara la frecuencia a 145 veces por
Al cabo de un mes, vino un nuevo paciente. «Me recomendó que vinie- m i n u t o . Al c a b o de algún tiempo, y s i e m p r e bajo la supervisión de
ra a verlo un policía retirado», comentó. «Dice que usted es el único psi- Erickson, la frecuencia volvió a descender a 135, subió a 145, y siguió
quiatra que sabe lo que hace.» a u m e n t a n d o y decreciendo alternativamente, pero con aumentos de 5
El policía ya no podía comprar todo un cartón de paquetes de ciga- veces por m i n u t o y reducciones de 10 veces por minuto, hasta que el
rrillos. Y sabía que caminar hasta el colmado era un acto consciente. movimiento desapareció (Rossi, 1980, vol. 4, págs. 158-160).
Él lo controlaba. Ahora bien, yo no le había quitado la comida o el taba-
Una mujer bulímica dijo que n u n c a había logrado prolongar sus
co. No le retiré el alcohol. Le había dado la oportunidad de caminar
atracones más de una hora. Se le dijo que debía extenderlos a dos horas,
(Rosen, 1982, págs. 149-150).
antes de vomitar. Podía hacerlo como quisiera.
Una mujer que luchaba por beber menos recibió el consejo de que
Los padres de una niña de 13 años la controlaban constantemente. en el futuro bebiera todo lo que quisiera. Se le señaló que a ú n estaba
La consideraban poco fiable y cooperativa, agresiva, perezosa e inútil. recobrándose de un momento difícil del año anterior. Pero ella estuvo
Aunque la niña no demostraba tener ninguna motivación para la tera- de acuerdo en que, antes de tomar u n a copa, se sacaría toda la ropa
pia, empezó a interesarse cuando el terapeuta le preguntó si estaba dis- frente a un espejo de cuerpo entero, para volvérsela a poner al revés,
puesta a hacerles trampa a sus padres. Con eso estuvo de acuerdo ense- con la parte de atrás adelante, excepción hecha de los zapatos (no podría
guida. Se le pidió que en la quincena siguiente hiciera algunas cosas hacerlo con ellos a menos que se dislocara los pies). Después tenía que
que ella sabía de cierto que les agradarían. Pero iba a hacerlas de un volver al espejo, sacarse la ropa y ponérsela bien, antes de sentarse y
m o d o tal que ellos lo ignoraran todo. No dejaría entrever nada, aun- disfrutar de su copa. Si quería beber más, tenía que repetir el ejercicio
que la interrogaran. Tenía que negar q u e había hecho algo, aunque antes de cada copa. Aparentemente todo esto la divertía m u c h o , y en
ellos lo conjeturaran correctamente. el t é r m i n o de u n a semana su tendencia a beber quedó bajo control
146 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
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147
Dos esposos discutían constantemente, y dijeron que les costaba no
hacerlo, aunque tuvieran las mejores intenciones. Un a l u m n o nues- Una mujer q u e h a b í a sido hospitalizada varias veces por depresión
tro les prescribió que, en cuanto empezaran a discutir, fueran al baño. describió que a ú n p a s a b a gran parte de su tiempo improductiva preo-
Allí el hombre tendría que sacarse la ropa y tenderse en la bañera, mien- cupándose por c u a l q u i e r cosa y por todo. No hacía casi nada en todo
tras la esposa, con la ropa puesta, se sentaría en el inodoro. En esas el día. El esposo lo h a b í a intentado todo para estimularla a que fuera
condiciones podían continuar la pelea. m á s activa. Ella e s t u v o de acuerdo en considerar d u r a n t e la semana
Un niño de seis años que se chupaba el pulgar izquierdo fue aten- siguiente, antes de la próxima entrevista, si estaba preparada para seguir
dido por Milton Erickson, quien le dijo que no era justo con los otros cualquier i n s t r u c c i ó n que el terapeuta le diera, sin saber de antema-
dedos, puesto que no les dedicaba el mismo tiempo. Tenía que chu- no qué se le iba a p e d i r . Se la tranquilizó en el sentido de que no sería
parse también el pulgar derecho, y todos los otros dedos. Erickson n a d a que no e s t u v i e r a a su alcance o que pudiera dañarla.
observó que en cuanto el niño dividió su atención entre el pulgar izquier- En la entrevista siguiente, con determinación pero también muy
do y el pulgar derecho, el hábito se redujo en un 50 por ciento (Rossi turbada, se m a n i f e s t ó dispuesta a aceptar el desafío. Se le dijo enton-
y otros, 1983, pág. 117). ces que por cada d í a q u e ella sintiera que había dilapidado demasiado
Una pareja fue a ver a Erickson por sus dificultades matrimonia- tiempo en preocupaciones estériles (y sólo ella, y no el esposo era quien
les. Atendían juntos un p e q u e ñ o restaurante, y discutían constante- iba a juzgar esto), d e b e r í a acostarse a la hora normal, pero poniendo
mente sobre el mejor modo de hacerlo. La mujer insistía en que estu- el despertador a las d o s de la madrugada. A esa hora tendría que levan
viera a cargo el esposo; ella prefería quedarse en su casa. Pero temía tarse, fregar c u i d a d o s a m e n t e el suelo de baldosas de la cocina (vivían
que, si no lo supervisaba, el hombre arruinaría el negocio, de modo que en u n a casita de p i e d r a en Gales), y a continuación escribir a máqui-
continuaba trabajando y peleándose con él. Erickson les encargó que, na durante m e d i a h o r a (había estado tratando infructuosamente de
todas las mañanas, la mujer cuidara que el esposo fuera al restauran- aprender dactilografía). Luego podía volver a la cama. Los días en que
te media hora antes que ella. Como sólo tenían un coche, pero vivían sentía que había s i d o suficientemente productiva y no h a b í a dilapi-
a pocas manzanas del negocio, ella iría caminando después. Cuando dado demasiado t i e m p o en preocupaciones estériles, por supuesto no
la mujer llegaba, el esposo ya había realizado con éxito muchas de sus tendría que s e g u i r e s t e procedimiento. Se fijó la entrevista siguiente
funciones de «insustituible». Ella empezó a aparecer cada vez más tar- p a r a dos s e m a n a s m á s adelante.
de y retirarse cada vez m á s t e m p r a n o . Al final casi no iba al restau- En esa sesión, la m u j e r anunció que sólo había tenido que fregar el
rante, a menos que se la necesitara para sustituir a alguien enfermo. piso una vez (y q u e Jo h a b í a hecho de un modo tan escrupuloso que se
No h u b o más altercados (Haley, 1973, págs. 225- 226). sintió s o r p r e n d e n t e m e n t e orgullosa de su trabajo). El resto de la quin-
Un abogado que quería dejar de fumar estuvo de acuerdo en que, cena fue lo mejor q u e había experimentado en m u c h o tiempo.
si fumaba un cigarrillo, tendría que pasarse quince minutos realizan- Un funcionario de penitenciaría llevó a su familia a la terapia debi-
do las tareas de rutina que antes había pospuesto sistemáticamente, do a su preocupación p o r su hija de 15 años, que continuamente pelea-
antes de fumar de nuevo. ba con él y con la m a d r e . La joven fue descrita como testaruda y men-
Una pareja buscó terapia matrimonial con la queja principal de que tirosa; los padres t e m í a n que se estuviera «volviendo promiscua» Había
el marido era adicto al trabajo (los dos estuvieron de acuerdo en esto). otras tres h e r m a n a s , u n a de 14 años, descrita como «un tesoro», y dos
El h o m b r e rompía constantemente su promesa de volver temprano al gemelas idénticas de 12 años.
hogar, lo que casi todas las noches provocaba amargas disputas. Él
El padre tenía i d e a s sumamente estrictas sobre el m o d o de llevar
se quejó de que la esposa quería que pasara su único día libre visitan-
u n a familia. C u a n d o había problemas, convocaban reuniones de fami-
do a los padres de él o de ella. Se acordó que, en lugar de quejarse, la
lia. Estas eran e x t r e m a d a m e n t e acaloradas, y consistían en acusacio-
mujer tomaría nota del tiempo de atraso del esposo durante la sema-
nes y réplicas, y en la elaboración de listas de «crímenes» con sus res-
na, y éste tendría que visitar a los padres de él o de ella durante esa mis-
pectivas pruebas. La niña de 15 años era invariablemente la «acusa-
ma cantidad de tiempo en su día libre, sin ninguna protesta.
da». La hermana de 14 años se cuidaba de no tomar partido. Mientras
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148 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
la patita fea, se hubieran estado examinando las experiencias de inse- prendieron, porque a ellos les había llevado m u c h o tiempo adquirir esa
guridad y rechazo de la propia mujer. El cuento era lo bastante simi- habilidad. Erickson dijo que él sabía que el cuerpo podía aprender con
lar a sus propios traumas como para desencadenar u n a clara respues- mucha rapidez. Siguió hablando sobre un p r o g r a m a de televisión que
ta afectiva. había visto la noche anterior, acerca de u n a tribu de n ó m a d a s de Irán
que llevaban varias prendas de vestir superpuestas, bajo el caluroso sol
del desierto, p e r o no parecían sentirse i n c ó m o d o s . A m e d i d a que la
UTILIZANDO LAS APTITUDES NATURALES DEL CUERPO sesión avanzaba, contó diversas historias que ilustraban la capacidad
de las personas para habituarse a cualquier estímulo constante de modo
Una mujer recurrió a la terapia porque padecía verrugas persis- que, al cabo de un tiempo, aprendían a dejar de sintonizarlo. «Lo que
tentes, localizadas sobre todo en las manos. Un dermatólogo la había la gente no sabe es que puede perder ese dolor y ese z u m b i d o en los
tratado durante dieciocho meses, o se las extirpó con crioterapia. No oídos... Todos crecemos creyendo que cuando u n o tiene un dolor, debe
obstante, este m é t o d o tenía efectos secundarios desagradables, y las prestarle atención. Y también crecemos creyendo que cuando tenemos
verrugas seguían reapareciendo. Pidió hipnosis, pues le habían dicho zumbido en los oídos hay que seguir escuchándolo» (Erickson y Rossi,
que de ese modo se curan las verrugas. Después de ayudarla a entrar 1979, pág. 105).
en trance, el terapeuta le habló sobre las acequias utilizadas en Arizona ' Una mujer fue derivada para el tratamiento de u n a «fobia al emba-
para hacer llegar agua a las plantaciones, con u n a tubería para cada razo». Se descubrió que antes había estado e m b a r a z a d a y al borde de
surco. Cuando se retiraba la tubería del surco, el sol del desierto que- la muerte varias veces durante y después del embarazo, debido al asma
maba las malezas, que eran más vulnerables que los cultivos. Del mis- y la bronquitis. Ese mes se había atrasado su período, por lo cual esta-
mo modo, se le dijo, el cuerpo sabía regular el flujo sanguíneo y reti- ba angustiada, y padecía dificultades concomitantes p a r a respirar. Se
rarles el riego sanguíneo a las verrugas, manteniendo viva la piel. Se le le dijo que, a juicio del terapeuta, ella no tenía u n a fobia, sino un mie-
encargó la tarea de sumergir los pies en el agua más caliente que pudie- do realista, y se le sugirió la hipnosis para ayudarla a «respirar mejor».
ra soportar durante quince minutos, y después reemplazarla por el agua Después de inducir el trance, el terapeuta le recordó que probablemente
más fría que tolerara, durante otros quince minutos. Con éstas y otras tenía experiencia de la relajación m u s c u l a r a u t o m á t i c a en un b a ñ o
analogías (por ejemplo el proceso automático del rubor, el modo en caliente. Sugirió u n a disociación corporal completa, así como levita-
que la sangre confluye en la zona digestiva después de comer, etcéte- ción de la m a n o (las dos experiencias suponían control muscular auto-
ra) se procuró ayudar a esta mujer a transferir su aptitud para modi- mático). Se refirió a un anuncio televisivo de un m e d i c a m e n t o p a r a
ficar el flujo sanguíneo a la eliminación de las verrugas. Tres sesiones la respiración, muy difundido, que mostraba «tubos bloqueados» abrién-
de este tipo de tratamiento bastaron para eliminarlas, y el seguimien- dose, y los músculos que los rodeaban relajándose. Le dijo a la mujer
to regular durante varios años indicó que no se había producido recu- que, ya antes, su c u e r p o había puesto fin a a t a q u e s de bronquitis y
rrencia. asma, de m o d o que, en razón de ésas y otras experiencias, sabía rela-
Un hombre solicitó la ayuda de Milton Erickson p o r un dolor per- jar los músculos bronquiales. La cliente concurrió a varias sesiones,
sistente en u n a pierna que le había sido amputada. La esposa informó experimentando un alivio significativo. También había descubierto que
que ella tenía tinnitus (zumbido en los oídos). Erickson empezó la sesión no estaba embarazada. Después de experimentar esa mejoría, ella y su
hablándole a la pareja de su época del instituto, en la que había pasa- esposo decidieron tener el otro hijo que deseaban. Visitó regularmen-
te al terapeuta durante el embarazo (en busca de «inyecciones de refuer-
do u n a noche durmiendo en el suelo de u n a fábrica de calderas suma-
zo»), y no volvió a padecer ninguna de las anteriores dificultades res-
mente ruidosa. En el transcurso de esa noche, mientras dormía, había
piratorias.
aprendido a no percibir el ruido de la fábrica; p o r la m a ñ a n a , podía
escuchar a los obreros conversando en un tono normal, algo que era
totalmente imposible para él la noche anterior. Los trabajadores se sor-
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ductas de la criatura eran un intento de protegerla de los hom- también, si resultaba apropiado, de los miembros de la familia que eran
bres, ahuyentándolos. Sólo un hombre que «realmente» ama- las víctimas aparentes. Para todas las actitudes y conductas, la conno-
ra a esa mujer se quedaría con ella a pesar de tales provocacio- tación positiva proponía motivos cuyo núcleo era la unidad y estabi-
nes. En la sesión siguiente, la madre informó de u n a gran mejo- lidad del grupo familiar. Suponía la aprobación de los motivos sub-
ría en la conducta del niño. yacentes en esas conductas, uniendo a los m i e m b r o s de la familia de
B. La escalada. Éste es un intento de crear u n a crisis o de aumen- un modo tal que «ellos resultaban complementarios en relación con el
tar la frecuencia de la conducta sintomática. Los autores des- sistema, sin ninguna connotación moralista, evitando así trazar líneas
cribieron una familia en la que la hipocondría del marido apa- divisorias e n t r e los m i e m b r o s del grupo» (Palazzoli y otros, 1978,
rentemente m a n t e n í a una pauta familiar m á s bien enredada. pág. 61). Sólo definiendo de modo positivo la parte de cada miembro
A este hombre se le dio la instrucción de que registrara por escri- en el «juego familiar» podía el terapeuta proceder lógicamente a pres-
to todo pensamiento y problema físico, que se tomara la presión cribir este «juego» para, de manera paradójica, facilitar el cambio. Las
y el pulso a intervalos de quince minutos, y se comunicara con intervenciones se basan en una alianza total con las que eran descritas
su médico dos veces al día. Al resto de la familia se le explicó de como tendencias «homeostáticas» de la familia. Implícita o explícita-
modo detallado cómo debían ayudar. Pronto, el hombre «enfer- mente, se prescribía no producir ningún cambio por el momento. Puede
mó» por la rutina, y empezó a volver a t o m a r parte en las acti- verse que el reenmarcado desempeñaba una parte importante en estas
vidades de la familia. La escalada fue descrita como aplicable intervenciones; el rol y las conductas de cada m i e m b r o de la familia
principalmente en familias rígidas con resistencia alta. recibían un nuevo significado (se los enmarcaba c o m o beneficiosos
C. La reorientación. Esto significa cambiar un aspecto de un sín- para la familia como un todo). También se prestaba u n a atención con-
siderable al papel desempeñado por los otros profesionales que habían
toma, prescribiendo, por ejemplo, circunstancias particulares
estado o estaban relacionados con la familia, en el desarrollo y man-
para la conducta sintomática. Llevaron a u n a mujer con «fobia
tenimiento del problema (Palazzoli y otros, 1980b).
a salir de compras» precisamente a «salir de compras», con ins-
trucciones precisas acerca de cuándo debía c o m e n z a r a expe- P a p p también describió las técnicas paradójicas q u e utilizan los
rimentar náuseas y dónde exactamente iba a desmayarse para potenciales de triangulación del enfoque de equipo, con los observa-
evitar a la multitud. Después de media hora, no había experi- dores actuando como «coro griego» que comenta selectivamente el pro-
m e n t a d o p á n i c o en n i n g ú n m o m e n t o y siguió sola, en busca ceso terapéutico y hacen recomendaciones, a m e n u d o de u n a natura-
de un regalo p a r a su hija. Un año m á s tarde no se había expe- leza descriptiva o restrictiva (Papp, 1980). Breunlin y Cade describie-
rimentado recurrencia de los síntomas. Se describió esta estra- r o n el empleo de mensajes del observador para intervenir en los siste-
tegia como m á s apropiada con pacientes o familias cooperati- m a s familiares (1981), mientras que Cornwell y Pearson comentaron
vos y de resistencia baja (Fisher y otros, 1981). el grado de cooperación y coordinación necesario para idear tales men-
sajes (1981). Cade elaboró el uso de conflictos fraguados en el equi-
Los primeros trabajos de Palazzoli y otros con familias de «anoré- p o , q u e reflejaban luchas nodales dentro de la familia, c o n la pres-
xicas» o «esquizofrénicos» tuvieron un impacto e n o r m e en el campo cripción de no intentar ningún cambio hasta que el equipo hubiera des-
de la terapia familiar (Palazzoli, 1974; Palazzoli y otros, 1975, 1978, cifrado el dilema, c o m o m o d o de resolver lo q u e p a r e c í a n estanca-
1980a). Desarrollaron un enfoque sistémico utilizando los recursos de mientos terapéuticos (Cade, 1980a). Las indicaciones p a r a la forma-
un equipo e interesándose principalmente por los síntomas como refle- ción de estos equipos y las desventajas y problemas de trabajar de este
jo de las «reglas» del sistema familiar (o de «el juego de la familia»). m o d o fueron explorados por miembros del Instituto de la Familia de
Subrayaron la importancia de asignar una connotación positiva a tales Cardiff, Gales (Cade y otros, 1986; Speed y otros, 1982).
«reglas» familiares, y a la conducta de todos los miembros de la fami- Para la descripción y comprensión de las psicoterapias paradójicas
lia, incluso la del m i e m b r o sintomático, por extravagante que fuera, y no ha habido ningún marco teórico unificado. Watzlawick y otros, apli-
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LAS INTERVENCIONES PARADÓJICAS
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166
cando la teoría de los tipos lógicos de Whitehead y Russell (Whitehead alienta al cliente a u n a escalada de la c o n d u c t a s i n t o m á t i c a . E s t a s
y Russell, 1910-1913), propusieron dos niveles de cambio, de primer críticas h a n sido rebatidas por varios autores. Watzlawick y otros (1974)
orden y segundo orden; el primero se refiere a los cambios que no invo- y Haley h a n señalado que toda terapia y toda c o m u n i c a c i ó n involu-
lucran la reorganización del sistema total, y el último a los cambios del cra inevitablemente un mayor o menor grado de manipulación. Puesto
sistema en sí y de sus «reglas» (Watzlawick y otros, 1974). Se consi- que la m a n i p u l a c i ó n es inevitable, dicen que el t e r a p e u t a está ética-
deraba que las técnicas paradójicas salían de las «soluciones intenta- mente obligado a ponerla al servicio del paciente o la familia. Haley
das» de p r i m e r orden, y conducían a las posibilidades del cambio de comenta q u e «la simulación de que sentarse con u n a expresión impa-
segundo orden. Weeks y L`Abate propusieron un enfoque dialéctico sible y responder con monosílabos no influye en las decisiones vitales
para c o m p r e n d e r la naturaleza de la terapia paradójica, utilizando del paciente, ha sido reconocida c o m o sólo u n a simulación» (Haley,
un modelo de la patología basado en el triángulo dramático de Karpman 1976, pág. 200). Desde esta perspectiva, la cuestión no es si hay q u e
(Weeks, 1977; Weeks y L'Abate, 1982). Los miembros de la familia se «manipular» o no, sino cuánto y de qué m o d o será mejor hacerlo en
describían como ligados por los roles de «perseguidor», «rescatador» cada c a s o . Un a r g u m e n t o en contra de esta p o s i c i ó n ha consistido
y «víctima»; las técnicas paradójicas sacaban a luz el engaño del aspec- en diferenciar la influencia y la contrainfluencia inconscientes inevi-
to de impotencia del rol de víctima, y de poder en los roles del perse- tables en todas las relaciones, por un lado, del empleo deliberado de la
guidor y el rescatador, por medio de la prescripción de tales roles. Otros manipulación en que el terapeuta intenta obtener resultados, o abor-
autores h a n acentuado la importancia de las posiciones «inesperadas» dar programaciones que están fuera de la percatación del cliente, p o r
adoptadas por el terapeuta, para romper pautas de creencias y acción el otro. P o r cierto, estamos de acuerdo en que a veces los terapeutas
(Cade, 1991, Palazzoli, 1981). Como ha observado Dell, «la terapia para- breves h a n sido algo frivolos en el empleo de las intervenciones para-
dójica se parece a los "seis personajes" de Pirandello que van en busca dójicas.
del autor, en cuanto sigue siendo un conjunto de técnicas en búsque- Weeks y L'Abate se han referido a la responsabilidad ética de no
da de u n a teoría» (Dell, 1981, pág. 41). utilizar las técnicas paradójicas como artimaña o p o r frustración, cuan-
Algunos autores han intentado elaborar las contraindicaciones para do la terapia se atasca o los pacientes no parecen cooperativos (1982).
el empleo de las técnicas paradójicas. Fisher, Anderson y Jones enu- Estos autores subrayan la importancia de que el terapeuta tome deci-
meran c u a t r o categorías: a) familias caóticas con estructuras laxas y siones responsables, basadas no sólo en la intuición sino también en
variables; b) familias infantiles, en las que todos los miembros, inclu- un juicio analítico cuidadoso. Observan que, en el m o m e n t o en q u e
so los adultos, son muy inmaduros y buscan el cuidado parental del escribían, no tenían noticia de que las técnicas paradójicas hubieran
terapeuta; c) familias impulsivas, con miembros abiertamente hosti- causado un deterioro en algún paciente; lo peor que había sucedido era
les, y d) familias que aceptan las responsabilidades y presentan una que no generaran ningún cambio. Al responder a las críticas sobre el
oposición mínima (Fisher y otros, 1981). Weeks y L'Abate incluyen a «control», señalaron que los pacientes solían atribuir los cambios a sus
los clientes no comprometidos o no involucrados activamente en la propios esfuerzos, con lo cual podían verse de m a n e r a m á s positiva,
terapia, los sociópatas, el paranoide que quizá sienta «el engaño», y los fenómeno acerca del cual encontraron pruebas Frude y Dowling (1980).
casos con potencial conducta destructiva (por ejemplo, con tendencias No obstante, Weeks y L'Abate advierten que, «a pesar del hecho de que
homicidas o suicidas) (1982). Rohrbaugh y otros dicen que estas téc- se h a n comunicado cientos de estudios de casos que demuestran la efi-
nicas están contraindicadas en situaciones de aflicción y pérdida agu- cacia inusual de este enfoque, ha habido m u y poco trabajo empírico
da de estatus (1977). de cualquier tipo» (1982, pág. 219).
El uso de técnicas paradójicas, quizá comprensiblemente, ha sus-
citado p a r a m u c h o s la cuestión de la ética profesional. Hay quienes
h a n c o n s i d e r a d o este enfoque c o m o a b i e r t a m e n t e «manipulativo»,
«controlador» e incluso «deshonesto», y tal vez peligroso, en cuanto
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LA PARADOJA RECONSIDERADA: cientes o menos conscientes a favor del cambio, tiende a responder con
EMPATÍA, NO TRAMPA «sí, pero...» explícitos o implícitos, que reflejan argumentos en contra.
Pero, si sus a r g u m e n t o s en contra son los validados y consolidados,
Nosotros ya no opinamos que las intervenciones paradójicas ope- tienden a responder con «sí, pero...» explícitos o implícitos que refle-
ren c o m o tácticas de poder, como t r a m p a s , o p o r m e d i o de la pro- jan sus argumentos a favor del cambio.
ducción de dobles vínculos terapéuticos con todas las salidas selladas. Empleamos deliberadamente el término «colonización» en cuanto
Es probable que todos experimentemos ambivalencia ante cualquier que, por más bondadoso que sea el colonizador, lo que hace es redu-
desafío significativo a pautas establecidas de p e n s a m i e n t o o acción, cir la autodeterminación y el control de las elecciones por parte del
o ante la necesidad de cambiarlas. Esto ocurrirá, sobre todo, cuando colonizado.
esas pautas se relacionen con las dimensiones m á s importantes para Cuando las personas inician una terapia, a veces se quejan de una
nosotros, por medio de las cuales trazamos distinciones, le damos sen- cierta experiencia o conducta que les gustaría que se produjera con
tido a nuestras experiencias y nos damos sentido a nosotros mismos. menos frecuencia o nunca, y que sienten c o m o inaccesible a su con-
La ambivalencia puede verse como la existencia coincidente de argu- trol; en otros casos, la queja se refiere a alguna experiencia o resulta-
mentos y constructos opuestos que pueden generarse cuando se con- do que les gustaría alcanzar o que se produjera con m á s frecuencia,
templan cambios significativos, y que producirán respuestas afectivas pero que se perciben a sí mismos como incapaces de obtener.
diversas. Algunas de ellas pueden articularse claramente, mientras que Cuando el terapeuta encuentra que, cuanto m á s el cliente intenta
otras quizá existan de un modo más inconsciente o en un nivel más eliminar lo indeseado, más veces se produce, o que, cuanto más el clien-
instintivo. Cuando un terapeuta se identifica d e m a s i a d o claramente te trata de alcanzar un resultado deseado, m á s elusivo parece volver-
con los argumentos a favor del cambio, sea que comunique esta posi- se, puede entonces apelar a algún tipo de intervención paradójica. Pero
ción explícita o implícitamente, es como si colonizara esos argumen- lo que queremos subrayar es que no resulta apropiado tratar de «para-
tos, dejando disponible para el cliente o los miembros de la familia sólo dojizar» a los clientes (o, como alguna vez oímos decir, «deprimirlos
los argumentos en sentido contrario (o los «sí, pero...»), junto con los con u n a paradoja») sólo porque ésta parezca u n a buena técnica que a
afectos concomitantes producidos por tal a r g u m e n t a c i ó n opuesta al veces ha dado resultados. Ahora pensamos que u n a «intención para-
dójica» cooperativa y respetuosa, por lo general totalmente abierta y a
cambio.
veces sugerida con humor (más o menos en el estilo de Victor Frankl)
A la inversa, cuando un terapeuta se identifica con los argumentos
a menudo ayuda a romper el estancamiento (Frankl, 1969, 1970).
a favor de la cautela o contrarios al cambio, y los valida después de
haberse s u m a d o efectivamente a los miembros de la familia, entonces, Ahora, m u y pocas veces o nunca utilizamos intervenciones encu-
en virtud de un proceso similar, a los miembros de la familia, por así biertas y engañosas. No obstante, no pretendemos hacer ningún comen-
decir, sólo le q u e d a n los argumentos opuestos a esas advertencias (o tario santurrón, de alguien «más santo que tú», sobre los antiguos tera-
los «sí, pero...») —es decir, sólo le quedan los argumentos favorables peutas paradójicos. Después de todo, nosotros nos contamos entre ellos.
al cambio. Como hemos señalado antes, las investigaciones sobre la Se trata sólo de que nuestras ideas sobre la terapia h a n evolucionado
persuasión h a n demostrado que los argumentos y contraargumentos con el tiempo. J u n t o con la mayoría de nuestros colegas, ya no vemos
generados p o r nosotros mismos nos convencen con u n a probabilidad la terapia en los mismos términos de antagonismo. Pero en aquellos
m u c h o m a y o r que los argumentos de otros. A n u e s t r o juicio, lo que días vehementes en que la considerábamos así, los terapeutas breves
hemos denominado «estrategia paradójica» tiene el efecto de dar poder obtuvieron considerables conocimientos sobre la aptitud de las perso-
al cliente, por medio del proceso de reconocer sus preocupaciones per- nas para cambiar, aprendieron a respetarla, y t a m b i é n a c u m u l a r o n
fectamente válidas y más temerosas acerca del cambio, dejando des- saber sobre el proceso de la terapia, todo lo cual sirvió de cimiento para
pués que opere sobre la base de sus propios argumentos acerca de la construir la generación actual de colegas.
conveniencia de intentar cambiar. Colonizados sus argumentos cons-
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sacrificaban, pasaban por alto sus propias y considerables necesidades pasados y presentes. Este artículo responde a los muchos profesiona-
para a t e n d e r las de las niñas y se lo d a b a n todo, pero parecían inca- les que, en esa ocasión y más tarde, me p r e g u n t a r o n si había escrito
paces o poco dispuestos a aceptar n a d a en compensación; esto podía algo sobre este fenómeno.
generar en las hijas sensaciones crecientes de obligación, culpa, falta
de valía, y de no merecer ni poder retribuir ese sacrificio. El hecho de
que el p r o g e n i t o r no pidiera r e c o m p e n s a , a p a r e n t e m e n t e no hacía T R E S NIVELES DE RESPONSABILIDAD
más que complicar el problema. Continué diciendo que tales niños
podían experimentar dificultades considerables para dejar el hogar, y Según el personaje de ficción lord Peter Wimsey, de Dorothy Sayer,
que había cuatro patologías, básicamente intercambiables, que era pro- «la vida es sólo una maldita cosa tras otra». Creo que los miembros de
bable que se desarrollaran bajo la carga de tales sentimientos. Tres la familia están en las mejores condiciones frente a este hecho cuando
de esas patologías se manifestaban en la familia de la grabación. Las se encaran por igual y en todo momento (salvo, desde luego, en crisis
presenté en la sesión de trabajo por orden de gravedad creciente: o durante lapsos breves, debido a circunstancias específicas) tres nive-
les de responsabilidad:
1. Las niñas podían tratar de justificar su existencia, y «pagar la
d e u d a » , siendo como los p a d r e s en sus interacciones con los 1. La responsabilidad de los progenitores en el desarrollo y el bie-
otros, sacrificándose y no tomando nada en compensación, sobre nestar de los hijos, alentando su creciente autonomía, o de los
todo con sus propios hijos, de modo que los sentimientos de obli- hijos adultos, en el bienestar de los parientes enfermos o de edad.
gación y falta de valía se transmitían inadvertidamente a la gene-
2. La responsabilidad de cada cónyuge en el desarrollo continua-
ración siguiente. Este tipo de personas a menudo fracasan en las do del matrimonio, lo cual incluye d a r m u e s t r a s de un g r a d o
relaciones externas, permanecen cerca del hogar de los padres, apropiado de consideración y preocupación por las necesidades
y a m e n u d o siguen viviendo en él. e intereses del compañero.
2. Las niñas podían tratar de rechazar la carga mediante acting out,
3. La responsabilidad de atender a las propias necesidades y al pro-
s a c á n d o s e de encima las «obligaciones». En estos intentos a pio desarrollo continuado como individuo separado.
m e n u d o se emplean conductas o actitudes extremas, inacepta-
bles para la familia y la sociedad, para alcanzar la necesaria «velo-
El constante funcionamiento excesivo en cualesquiera de estos nive-
cidad de arranque». Estas p e r s o n a s suelen sentirse aisladas, les, con el consiguiente descuido de los otros, conduce a u n a flexibili-
resentidas, culpables y desesperadas por obtener aceptación; a dad cada vez m á s reducida y a una mayor probabilidad de que se desa-
m e n u d o terminan en relaciones de «perseguidor/rescatador», rrollen p r o b l e m a s alrededor de u n a o m á s de las fuentes de las difi-
o fracasan en la vida y vuelven al hogar. cultades vitales aparentemente interminables. Como me dijo hace poco
3. P o d r í a n substraerse del c a m p o , d e s a r r o l l a n d o un estado psi- el esposo de u n a pareja de mediana edad, después de describirme su
quiátrico. lucha de años para criar a los hijos, sobre todo al menor, s u m a m e n t e
4. P o d r í a n volverse miembros m u y responsables de las diversas exigente, a d e m á s de atender a la madre de ese hombre, que envejecía
profesiones asistenciales, y t r a t a r de justificar sus vidas ayu- y era también m u y exigente:
d a n d o a los otros.
Aunque esta última posibilidad fue presentada sin énfasis, casi late- Ahora comprendemos que nos hemos convertido en sólo una serie
ralmente, me sorprendió la reacción de muchos de los participantes en limitada de roles formales, en lugar de ser un hombre y una mujer con
la sesión de trabajo. Algunos quedaron muy perturbados, y muchos se necesidades propias, que además también son madre, padre, cónyuge,
me acercaron después para decirme que yo había descrito con suma hijo, etcétera; nada de lo que hemos hecho parece haber sido correcto
precisión múltiples aspectos de sus propias familias y de sus dilemas o de ayuda a largo plazo. Ahora estamos los dos totalmente agotados.
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Sentimos que le hemos fallado a nuestro hijo, yo siento que le he falla- ciones, puede originarse en u n a variedad de ambientes formativos,
do a mis padres, y los dos sentimos que nos hemos fallado el uno al otro. entre los cuales los siguientes son los que han surgido con mayor regu-
laridad en mi propia práctica:
Ivan Boszormenyi-Nagy (Boszormenyi-Nagy y Krasner, 1986;
Boszormenyi-Nagy y Spark, 1984) ha desarrollado un método tera- 1. Un ambiente caótico y conflictivo, infeliz y rechazante, en el cual
péutico basado en la consideración a) de las pautas intergeneraciona- los progenitores u otros adultos delegan en un niño o un ado-
les, transaccionales, en términos de contabilidad y derecho, justicia y lescente un grado inadecuado y a m e n u d o excesivo de respon-
equidad, lealtad y confianza, y b) de las consecuencias de las relacio- sabilidad en el control del caos y el cuidado de los otros. Aunque
nes de explotación en los otros, particularmente en los niños. Quizá esto es lo que se le pide implícita o explícitamente, rara vez reci-
debido a la complejidad de su estilo escrito, de la tendencia de este be elogios; sus esfuerzos suelen darse por sentados y a m e n u d o
a u t o r al dogmatismo y la moralización, y quizá también a causa de son objeto de crítica o ridiculización. Estos jovencitos invaria-
su ataque peyorativo al enfoque esencial en el aquí y ahora de los enfo- blemente experimentan sentimientos de falta de valía y, p o r m á s
ques estructural, estratégico, sistémico y conductual, su obra ha teni- que se hayan esforzado, ven los problemas sistemáticos de su
do en el campo de la terapia familiar un impacto menos significativo familia como pruebas de su propio fracaso.
que el que hubiera sido posible de otro modo. Creo que esto es lamen- 2. Un ambiente caótico, conflictivo, rechazante, en el que el propio
table, pues su contribución a la comprensión de los temas y pautas inte- niño o adolescente a s u m e un grado inadecuado y excesivo de
raccionales globales ha sido profunda, aunque no ha abordado de modo responsabilidad en el intento de controlar el caos y cuidar a los
detallado las específicas pautas repetitivas de pensamiento y conduc- otros miembros de la familia, niños o adultos. Como en el caso
ta que generan, transmiten y mantienen las anteriores. anterior, pocas veces se les agradece; sus esfuerzos suelen dar-
Al c o n s i d e r a r las consecuencias del funcionamiento excesivo, se por sentados; por lo general ellos se sienten resentidos, fra-
Boszormenyi-Nagy y Spark proponen que: casados, carentes de valía y culpables.
3. Un ambiente caótico o controlado en exceso, rígido, desdicha-
A toda relación estrecha y significativa le son inherentes los elementos do, en el que un niño o adolescente es parentizado y atraído cons-
fundamentales del dar y recibir, del ser tratado con justicia o injustamen-
tantemente a una solución con un adulto, cuyo bienestar pasa a
te, de tomar sin compensar, o recibir sin ninguna posibilidad de devol-
ver. El martirio o dar en exceso, y la permisividad, el ser víctima propi- ser responsabilidad suya.
ciatoria y la parentización, son ilustraciones de una reciprocidad no equi- 4. Un ambiente caótico o de otro tipo en el que un niño o adoles-
librante o no mutua en las relaciones. Estas relaciones estimulan senti- cente siente que ha sido el receptor inmerecido del c o n s t a n t e
mientos de culpa y endeudamiento perpetuo; también producen desespe- sacrificio de un adulto, y la causa de ese sacrificio, sobre todo
ración, como si uno no pudiera saldar nunca las cuentas familiares —sea cuando el adulto parece no haber querido o podido recibir n a d a
con interés y preocupación emocionales, sea con acciones concretas. a cambio.
Puesto que nosotros asumimos como postulado básico que todo niño 5. La experiencia de ser indeseado, rechazado, convertido en víc-
recibe algo de sus padres e implícitamente los debe recompensar, una tima propiciatoria o maltratado, que lleva a sentir que se es malo
mala disposición parental a recibir es considerada tan nociva como la («de lo contrario no me sucedería») y de tal modo genera inten-
ineptitud parental para dar (1984, pág. 353). tos constantes de lograr aceptación tratando de ser bueno, o hace
que se acepte el rol de «malo».
EXPERIENCIAS FORMATIVAS
Los mitos culturales prevalecientes acerca de las relaciones entre
La tendencia a asumir el rol del miembro responsable en exceso (o, los roles y la responsabilidad en ellas tendrán desde luego un efecto
a la inversa, irresponsable), en cualquier relación o conjunto de rela- significativo. En la mayoría de las culturas, se espera, por lo general,
subido por chofisnay para scribd EXCESO Y DEFECTO DE RESPONSABILIDAD
176 GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 177
que las mujeres asuman la responsabilidad de nutrir y cultivar el cli- mente posibles, y el individuo puede también alternar entre u n o y otro,
ma emocional de la familia. Aún prevalecen, se han institucionaliza- a u n q u e u n a vez establecidas las pautas de u n a relación o conjunto de
do, y son perpetuados por la costumbre y p o r profecías de autocum- relaciones, el poder de autocumplimiento de las atribuciones y las expec-
plimiento, muchos mitos acerca de las diferencias intrínsecas de acti- tativas de todos los involucrados, por lo general, genera una tendencia
tud y conducta entre los sexos. Por ejemplo, el mito de que las muje- a asentarse en u n o u otro de los polos.
res son m á s emotivas, intuitivas, pacientes y afectuosas que los hom- Por ejemplo, en un trabajo sobre las experiencias adolescentes de
bres, y de que los hombres son más valientes y fuertes, más racionales, cincuenta mujeres adultas que intentaron suicidarse, Stephens encon-
más agresivos y sexuales, más capaces de pensamiento abstracto, más tró que en los antecedentes familiares de todas ellas había muchos ras-
hábiles con las manos, etcétera, a ú n es venerado en la tradición y a gos comunes, y que el grupo estudiado sobrellevaba una herencia de
m e n u d o alentado como guía para la virtud. También he encontrado depresión, culpa, cólera y sentimientos de falta de valía (1987). No obs-
q u e las enseñanzas religiosas q u e s u b r a y a n el pecado y la culpa, la tante, a esta autora le sorprendió descubrir dos pautas de adaptación
humildad y la obediencia, las obligaciones y la autonegación, y la doc- aparentemente opuestas: la de las «Humildes» (Humble-Pie) y la de las
trina de q u e d a r es más virtuoso que recibir, constituyen frecuente- «Exaltadas» (Cheap Thrills).
mente un rasgo formativo presente o pasado de las familias en las que
uno o m á s miembros funcionan constantemente de un modo en exce-
so sacrificado. Aunque este trabajo concierne primordialmente a las «Humildes» «Exaltadas»
situaciones en las que el funcionamiento excesivo o insuficiente se ha
convertido en un rasgo acentuado, en m a y o r o m e n o r medida estos Tendían a: Tendían a:
temas afectan a todas las familias, y también a otros grupos. — exceso de conformidad; empeño — la rebelión desafiante; intenciones
en agradar deliberadas de ser «chicas malas»;
— tratar de ser «perfectas»; justifi- cólera por el ambiente familiar
carse con un exceso de logros que las explotaba
EL CONTINUUM RESPONSABILTOAD-IRRESPONSABILIDAD — faltar a clase; un rendimiento es-
— la responsabilidad culpable; una
sensación de fracaso colar pobre
Los constructos predominantemente negativos sobre sí mismos y — quedar sumergidas en los proble- — tomar drogas y alcohol; y promis-
s o b r e las relaciones (Kelly, 1955) q u e s u r g e n de la experiencia de mas de sus familias, que se con- cuidad sexual
ambientes como los que acabamos de describir, pueden entonces con- vertían en los fracasos de ellas — reaccionar contra el control de los
ducir al desarrollo de una gama de «soluciones intentadas» a los dile- — intentar el control de las variables otros, a veces de modo extremo
m a s p l a n t e a d o s , que t e n d e r á n a a g r u p a r s e en u n o u otro extremos de su vida por medio de una adhe- — haber crecido sintiéndose odiadas
del siguiente continuum: sión compulsiva, incluso paranoi- y llenas de odio
de, a reglas y normas estrictas (a — frecuentes confrontaciones físicas
veces de otros, pero a menudo violentas con los miembros de la
Excesiva responsabilidad Responsabilidad insuficiente propias) familia y con los novios; múltiples
diversos intentos de controlar las rela- variados intentos de evitar el control — sofocar sus propias necesidades y relaciones superficiales fuera de
ciones del ambiente, asumiendo una de las personas del ambiente, me- derechos la familia
completa responsabilidad y tratando diante acting out, rebelión o conduc- — el autosacrificio, poniéndose siem-
de imponer la definición de cómo tas «subadecuadas» pre detrás de los otros
deben ser las cosas — el martirio
El grupo de las «Humildes» tendía a provenir de familias de clase so con las personas del grupo 2), convirtiéndose en profesiona-
media, en las que la cólera y acting out eran probablemente menos les de la asistencia, activistas de grupos de presión, etcétera.
aceptables, y, por lo tanto, era también m á s probable que el resenti- Constituirán un grupo oculto, como el grupo de los Humillados
miento fuera internalizado y experimentado como prueba de la propia descrito antes, y a m e n u d o aparecen como v e r d a d e r o s ciuda-
maldad. El grupo de las «Exaltadas» tendía a provenir de familias obre- danos modelos.
ras, en las que la agresión era probablemente más aceptada, y, por lo 2. Ambos pueden desplegar una coalición irresponsable, caótica,
tanto, más fácilmente externalizada. Aparentemente existían más pro- dependiendo, a u n q u e con resentimiento y resistencia, de los
babilidades de que el primer grupo realizara múltiples intentos contra esfuerzos de ayuda de un hijo parentizado, de otros parientes
sus vidas y que e m p l e a r a n m e d i o s m á s violentos. A continuación, o del m u n d o exterior, a través de profesionales de la asisten-
Stephens extrae la conclusión de que «las consecuencias clínicas de la cia, vecinos, la policía, etcétera (y de las personas del grupo 1).
pauta de las Humildes son como un balde de agua fría, en cuanto sugie- 3. Pueden desarrollar un estilo complementario de relación en el
ren que existe una población en gran riesgo que quizá no haya sido cual uno se vuelve responsable/adecuado en proporción inversa
identificada por los investigadores ni por quienes trabajan en la pre- a la irresponsabilidad/inadecuación del otro (y viceversa). Como
vención del suicidio. Las adolescentes Exaltadas atraen la atención observan Boszormenyi-Nagy y Spark, «los miembros superade-
sobre ellas mismas y sus p r o b l e m a s , mientras que las adolescentes cuados de la familia pueden depender del fracaso de los miem-
H u m i d e s pueden permanecer invisibles» (pág. 117). bros subadecuados» (1984, pág. 24). Yo añadiría que los miembros
Ninguno de los extremos parece resolver los dilemas planteados por subadecuados de la familia pueden depender del fracaso de los
las experiencias de estas personas. Como observan Boszormenyi-Nagy miembros superadecuados.
y Spark, «el niño explotado a m e n u d o se convierte en un progenitor
simbióticamente posesivo» (1984, pág. 28). «Los actos de rebelión o Sharon era la menor de cuatro hermanos. A los 21 años ya se había
fuga por medio de la separación nunca pueden resolver por sí mismos casado dos veces, la segunda con un joven violento de antecedentes cri-
las dificultades del niño. Esas medidas no hacen más que hundirlo más minales, que la había golpeado con crueldad a ella y a s u s dos hijos
profundamente en obligaciones cargadas de culpa. Muchos niños se pequeños, ahora a cargo de las autoridades locales. En esa época, Sharon
vuelven coléricamente ambivalentes, cautivos de obligaciones nunca había consumido drogas y peleaba constantemente con la familia; se
retribuibles» (pág. 353). O, como comenta Stephens, «las dos pautas j u z g ó que no había p r o p o r c i o n a d o a los niños u n a p r o t e c c i ó n a d e -
de adaptación —la de las Humildes y la de las Exaltadas— demostra- c u a d a y que no era digna de confianza. Según los p a d r e s , h a b í a sido
ron ser disfuncionales a largo plazo para estas mujeres... Ninguna de un problema importante desde los 14 años.
las dos pudo salvarlas de la cada vez más profunda sensación de caren- La m a d r e de Sharon se describió como el producto de u n a infan-
cia de valía y desamparo que socavaba los sentimientos de estas muje- cia m u y difícil en la cual se vio obligada, p o r el a b a n d o n o del p a d r e a
res acerca de sí mismas y su mundo» (1987, pág. 117). la «madre inadecuada», a asumir prematuramente niveles altos de res-
Los representantes de ambos extremos del continuum tenderán a ponsabilidad, y aprendió a juzgarse con dureza. Creció c o n la deter-
escoger como parejas a personas en lucha con problemas similares. minación de que sus propios hijos siempre serían lo m á s i m p o r t a n t e y
Las pautas que entonces se desarrollan probablemente caerán en algu- n u n c a experimentarían el rigor y la soledad de su propia infancia. Ella
no de los tres grupos siguientes: siempre había puesto sus propias necesidades en último lugar; había
aprendido a no esperar nada para sí misma. Era cautelosa con los hom-
1. Ambos pueden desplegar u n a coalición excesivamente respon- bres. Se medía con altas n o r m a s a u t o i m p u e s t a s de r e s p o n s a b i l i d a d
sable para el trato con los hijos (que es probable que desarrollen p a r a con los otros, y relacionadas con la importancia de d a r . Siempre
problemas, sobre todo en relación con la confianza y la respon- accesible para satisfacer las necesidades y exigencias de la familia, se
sabilidad), con otros parientes, o con el mundo exterior (inclu- sentía culpable al percibir que no estaba a la altura de sus propias nor-
subido por chofisnay para scribd EXCESO Y DEFECTO DE RESPONSABILIDAD
GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE 181
180
mas, imposibles de alcanzar. Y, sin embargo, h a b í a fracasado: tras atrapada en el dilema que hizo célebre la agudeza de Groucho Marx:
un matrimonio roto, su hija mayor y el hijo de ésta vivían de nuevo con «Nunca me asociaría a un club que me aceptara a mí como miembro».
ella (y gran parte de la responsabilidad hacia el nieto había quedado Con poco respeto por sí misma, le costaba confiar en cualquier hom-
en sus manos); su único hijo varón sufría u n a desventaja sustancial, bre como pareja posible. No obstante, había empezado a sentar cabe-
debida a un problema ocular congénito; el tercer hijo estaba luchando za y tenía la esperanza de que finalmente le devolverían los hijos. El
infructuosamente en un matrimonio perturbado y, en ese momento, rechazo del p a d r e la hacía desesperadamente desdichada, aunque se
la menor, Sharon, tenía serios problemas con las autoridades. No obs- consideraba la única responsable, y esperaba p o d e r demostrarle que
tante, ella consideraba su deber proteger a Sharon de la opinión de las había cambiado de conducta. Idealizaba a a m b o s progenitores y aspi-
autoridades y de la cólera decepcionada de su marido (del que Sharon raba a emular a la madre, aunque no podía imaginarse «siendo tan bue-
había sido la hija favorita). na». Desde m u c h o antes, para ella la maternidad significaba dar siem-
El padre de Sharon era «el hijo menor de un hogar roto, concebi- pre prioridad a las necesidades de los hijos. Lo m i s m o que la madre,
do por accidente»; había pasado gran parte de su infancia internado estaba empezando a verse primordialmente en los términos de lo que
en instituciones. La m a d r e lo había «tratado con extrema dureza, pero les daba a los otros o hacía por ellos, con criterios p a r a juzgar la cali-
ella no podía consigo misma, con tantos de nosotros por cuidar. No dad de su q u e h a c e r maternal que p r e m i a b a n m á s lo tangible/mate-
puedo culparla. En realidad era una santa». Hombre trabajador, retraí- rial que lo emocional. Ya estaba fijándose n o r m a s inalcanzables para
do, cauto y reservado en las relaciones, tenía la tristeza de que su afec- «compensar a los chicos p o r las cosas horribles que permití que les
to por los hijos, según él lo veía, había sido sumergido a lo largo de los ocurrieran», mientras que, al mismo tiempo, preveía un fracaso casi
años por el constante enredo de su mujer en la vida de ellos. Admitió seguro en tal sentido.
que ocupaba una posición periférica en la familia, aceptó que no era La madre de Sharon había sido empujada p r e m a t u r a m e n t e a una
particularmente capaz de expresar sus sentimientos, y habló renuente posición de responsabilidad, y sin que se le agradecieran sus esfuerzos;
pero conmovedoramente sobre la dificultad de convencer a su mujer el padre de Sharon había sido un hijo «rechazado», incapaz de enco-
de que tomara algo para ella. Cualquier dinero que le diera, ella lo gas- lerizarse porque la madre era «una santa» que trataba de hacer lo mejor.
taba en los hijos. Si le compraba un vestido, se quejaba, y a menudo lo Además, se h a b í a criado en instituciones d o n d e se r e c o m p e n s a b a la
cambiaba en la tienda por algo para los hijos o nietos. obediencia no asertiva, y no la individualidad. Los dos se casaron y die-
El papel del hombre en la familia era principalmente el de provee- r o n forma a u n a relación complementaria en la q u e la mujer era el
dor material, tarea que realizaba a conciencia. P e r o parecía que, en miembro excesivamente responsable, y el hombre el «inadecuado», con
muchos sentidos, la mujer lo trataba como a u n o m á s de los hijos, a un rendimiento insuficiente. Los hijos habían sido los receptores de la
veces con tolerancia e indulgencia, otras con exasperación. Su «incom- devoción altruista de u n a madre sacrificada, y de un p a d r e m u y tra-
petencia» e inaccesibilidad emocionales, su carácter no demostrati- bajador pero periférico. Estaban empezando a fracasar en sus relacio-
vo, como esposo y como padre, y su concentración en cosas de fuera nes de fuera de la familia. La hija mayor había vuelto al hogar, donde
de la familia, parecían a su vez haber nutrido la sensación de la espo- dependía considerablemente de la madre, y desatendía sus responsa-
sa de que «sólo contaba consigo misma», de que no tenía apoyo ni apre- bilidades para con su propio hijo. Sharon había tratado de rechazar las
cio, confirmando su sentimiento de carencia de valía y su creencia de «obligaciones», y durante un lapso breve estableció u n a coalición caó-
que el bienestar de la familia era una responsabilidad totalmente suya. tica con su violento segundo marido, pero en ese m o m e n t o estaba tra-
El hombre admitió que estaba herido y decepcionado por lo que había tando de volver a casa de sus padres, de emular a la m a d r e y de reco-
sucedido, pero no quería ni oír hablar del retorno de Sharon al hogar brar el a m o r del padre, negando su propio derecho a u n a vida separa-
hasta que hubiera demostrado que se podía confiar en ella. da, continuando con la tradición familiar de sacrificarse por los hijos.
Cuando yo la vi, Sharon dijo que no se gustaba a sí misma. Además, Esta familia me fue derivada con las metas ya enunciadas (enun-
ya no le interesaban los h o m b r e s ni el sexo. Parecía h a b e r quedado ciadas en u n a consulta de profesionales cuya perspectiva era extre-
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m a d a m e n t e escéptica en cuanto a que pudiera lograrse algo) de tra- tenía que decir, de una manera no provocativa, que lamentablemente
tar de ayudar a Sharon con sus problemas generalizados de autoesti- se habían perdido la comida pero quizá e n c o n t r a r a n algo en la neve-
ma y de alentarla gradualmente a ser más responsable. Estas metas se ra si tenían h a m b r e , agregando que a ella le encantaría que mientras
alcanzaron lo bastante como para que su hijos le fueran devueltos pron- estuvieran en la cocina le prepararan u n a taza de té.
to y ella se m u d a r a con los niños a un pequeño apartamento. No obs-
tante, esto no se logró trabajando con Sharon (salvo muy poco tiem-
po, para prever y discutir con ella los probables «problemas tempra- SISTEMAS DE CONSTRUCTOS PERSONALES
nos de reingreso»), ni entrevistando a toda la familia, sino principal-
mente a la m a d r e de Sharon, a fin de p e r s u a d i r l a de que fuera más Con independencia de las experiencias intergeneracionales, lo que
egoísta y menos obsesionada por ayudar, m á s negligente con sus hijos mantiene y perpetúa la pauta es la repetición de interacciones especí-
y nietos. Ello se logró, al principio, definiendo lo que tenía que hacer ficas, que surgen de las limitaciones de los sistemas de constructos pre-
como el sacrificio difícil pero necesario de u n a madre/abuela obvia- sentes. Los siguientes son algunos ejemplos de los sistemas de cons-
mente consagrada a estos roles, con el objeto de ayudar a su hija a con- tructos personales más limitativos:
vertirse en u n a madre más eficaz y apropiadamente independiente, que
pudiera volver a unirse a sus pequeños. Pero resultó bastante intere- «Si sigo siendo paciente, afectuoso y leal, por peor que me traten,
sante que ella comenzara a seguir la senda de un «egoísmo» creciente, entonces finalmente...»
no por sentido del deber, sino porque empezó a disfrutar de sí misma, «Lo que consigo es mi deber, lo menos que puedo hacer. No ten-
a comprender que tenía derechos, y también p o r q u e ella y su esposo go ningún derecho a sentirme bien por ello.»
comenzaban a gozar de más tiempo juntos. Se c o m p r ó su primer ves- «Haré lo que sea necesario para que mis hijos no sufran como he
tido elegante y m á s bien costoso, en lugar de u n o razonable, adecua- sufrido yo.»
do para trabajar en casa e ir al supermercado. E m p e z ó a decir «no» a «Soy un fracaso y una persona sin valía a menos que logre...»
las peticiones de sus hijos, lo que al principio constituyó una expe- «Lo único que me define es lo que hago por los otros, pero lo que
riencia extraña para ella. Como si hubieran sido liberados de sus «obli- haga será siempre menos de lo que debo hacer.»
gaciones» p o r la nueva libertad de la m a d r e y la relación mejorada de «De t o d o s m o d o s , lo que haga estará m a l o será insuficiente, de
los p a d r e s , S h a r o n y sus h e r m a n o s c o m e n z a r o n a a s u m i r u n a res- m o d o que t a m b i é n podría...»
ponsabilidad m u c h o mayor por ellos mismos. «Nunca p o d r é recompensarlos por lo que h a n hecho por mí, ni me
Para el éxito de esta terapia pareció esencial, en p r i m e r lugar, el lo merezco. Debo sentir más gratitud.»
relevo cuidadoso de la pauta intergeneracional, con la madre y el padre, «Por lo que ellos me hicieron, tengo un bajo concepto de mis padres,
de m o d o q u e a m b o s pudieran identificar los efectos que ellos mis- incluso desdén. Me enfurece no poder confiar en ellos. No obstante,
mos padecían de la sensación, «obligación» y de los sentimientos de espero y exijo de ti u n a lealtad total y e s p o n t á n e a ( a u n q u e sospecho
falta de valía q u e habían heredado de sus familias de origen (la pau- que al final traicionarás la confianza que te tengo).»
ta, y los constructos personales que habían surgido como consecuen- «No se p u e d e confiar en nadie, de modo que, si no asumo yo la res-
cia de ella, fueron definidos como los responsables del problema; no ponsabilidad final, entonces...»
se culpó a las personas); en segundo término, la terapia apuntó a con- «Lo q u e me h a c e feliz es la felicidad de todos», o «Por m á s que
ductas específicas que tendían a mantener esa pauta, buscando modos me cueste, en términos emocionales o físicos, la felicidad de todos es
de b l o q u e a r l a s o sustituirlas. Por ejemplo, se le sugirió a la madre m á s importante que la mía.»
que estuviera dispuesta a cuidar a su nieta sólo u n a vez a la semana,
y no constantemente; que preparara la cena a u n a hora determinada, Constructos de este tipo se insertan en los «argumentos» o «libre-
en lugar de s e r m o n e a r a quienes llegaban tarde y/o cocinar para ellos; tos» de vida de las personas. Como dijo Sartre, «un h o m b r e es siempre
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GUÍA BREVE DE TERAPIA BREVE
gación, culpa, etcétera, y que constituyen un rasgo de tales sistemas, maneciera abierta a la posibilidad de sorprenderse haciendo espontá-
como también las pautas interaccionales del «aquí y ahora» que sirven n e a m e n t e algo egoísta, e incluso quizá un poco perverso.
para m a n t e n e r e intensificar los problemas, y los constructos a través Vino a la sesión siguiente con u n a m i r a d a traviesa y p r e s u m i d a .
de los cuales se los ve. A través del proceso de pasar revista y reescri- Varios días después de la ú l t i m a entrevista, h a b í a p r e p a r a d o a los
bir, p u e d e n verse como «culpables» la p a u t a transaccional intergene- chicos para que fueran al colegio, y cuando se metió en la cocina a lavar
racional y los constructos personales que la h a n causado y resultan de los platos (siguiendo lo que era su práctica diaria normal de limpiar la
ella; no son culpables los actores involucrados, con lo cual éstos pue- casa de u n a punta a otra), miró los platos y, para su sorpresa, se encon-
den ser m á s fácilmente persuadidos de que desafíen dicha pauta inten- tró diciéndoles: «Maldición, podéis esperar hasta más tarde». Sin siquie-
tando «menos de lo mismo» en relación con los problemas específicos ra haberlo pensado, supo que iba a ir a la playa. Ésa sería la p r i m e r a
de sus relaciones presentes. Hemos escogido nuestros ejemplos con la vez que lo haría sin el resto de la familia. Sacó el traje de b a ñ o del guar-
idea de subrayar los temas del artículo, no para sugerir que estos pro- d a r r o p a pero, viendo que estaba algo ajado, se fue en su p r o p i o coche
blemas puedan, en general, ser resueltos sustancialmente por medio hasta la playa y entró en u n a tienda a comprarse un traje de b a ñ o nue-
de prescripciones conductuales simples (aunque esto es a veces lo que vo. Se detuvo ante los de cuerpo entero, pero advirtió que la mayoría
parece suceder), ni tampoco que es s i e m p r e fácil persuadir a las per- de las mujeres, algunas de ellas de m á s o m e n o s su m i s m a e d a d , y
sonas de que intenten enfoques que contradicen por completo mucho m u c h a s m á s robustas que ella, estaban c o m p r a n d o bikinis. Después
de lo que h a n creído durante numerosos años. de cierto tiempo, reunió todo su coraje y se compró un bikini. Se sen-
tía m u y turbada, pero pronto comprendió que, aunque la tienda esta-
ba llena de gente, nadie se había fijado especialmente en ella.
UNA HISTORIA FINAL Después de pasar un rato en la playa, notó que muchas de las muje-
res que estaban a su alrededor se habían quitado la parte superior de
Una mujer de 35 años me fue derivada después de una prolongada sus bikinis.
«depresión». Esposa y madre muy trabajadora, con la casa obsesiva- «...¡Y entonces tuve ese pensamiento perverso!»
mente limpia, hija única de «padres estrictos, ejemplarmente católicos Hasta el día de hoy, la familia de esta mujer no sabe q u e t o m ó el
irlandeses», ella siempre había sido «una niña buena» y, hasta donde sol sin la parte superior del bikini («¡Si mis padres lo supieran, se horro-
podía recordarlo, nunca había mostrado signo alguno de rebelión. Sin rizarían!»). Ya no está deprimida, y, por lo general, se siente m u c h o
embargo, no se sentía «una niña b u e n a » . Estaba en lucha con senti- m á s confiada. Los hijos le resultan m u c h o más fáciles de manejar, y el
mientos de falta de valía y fracaso. «Soy m u y egoísta. Tengo dos hijos esposo es m u c h o más atento. «No lo he vuelto a hacer, y probablemente
maravillosos, aunque a m e n u d o me h a c e n pasar malos momentos, y no lo haré más. El bikini está doblado en el fondo del cajón de mi toca-
mi esposo trabaja mucho para darnos bienestar en la vida.» Le dije que, dor. Lo importante es que sé que está allí y que, si yo quisiera, podría
según mi experiencia, la mayoría de las personas que se sentaban en hacerlo de nuevo.»
mi consultorio y se declaraban egoístas no tenían la m e n o r idea de
cómo serlo. Ella estuvo de acuerdo en que básicamente no había hecho
nada p a r a sí misma hasta donde podía recordarlo, y finalmente acep-
tó, p o r lo menos en un nivel intelectual, que era importante ser egoís-
ta a veces, y que el egoísmo sólo era malo si era excesivo. También acep-
tó, a u n q u e la idea le resultó difícil de captar, la seguridad que yo le
daba de que el hecho de que fuera m á s egoísta representaría un bene-
ficio d u r a d e r o para sus hijos. Al final de la sesión acordó considerar
seriamente mi sugerencia de que, d u r a n t e la quincena siguiente, per-
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EPÍLOGO
193
do cambios en ámbitos que no eran los que los habían llevado a bus-
EPÍLOGO
car terapia.
A petición de Talmon, Mordecai Kaffman, director médico de la
Clínica de N i ñ o s y Familias de Kibbutz de Israel, realizó un estudio
similar. Su investigación llegó a resultados análogos.
En su libro, Talmon proporciona orientaciones amplias y claras
acerca de c ó m o realizar terapias eficaces de sesión única. Los casos
descritos demuestran que la gama de personas que pueden ser signifi-
c a t i v a m e n t e ayudadas de este m o d o a b a r c a desde clientes con difi-
cultades relativamente directas, hasta aquellos que sufren depresión,
Consideramos importante terminar con u n a advertencia a los tera-
angustia, problemas de peso, secuelas del divorcio y violencia familiar.
peutas, breves o de otro tipo, acerca de la obra de un colega un tanto
El lector comprenderá por qué considero que esta investigación es
peligroso llamado Moshe Talmon. Es el autor de un libro, Single-Session
extremadamente ominosa. La mayoría de quienes nos dedicamos a la
Therapy, cuyo título basta p a r a q u e se nos p o n g a el vello de punta a
práctica privada sobrevivimos razonablemente si nuestros clientes vie-
quienes nos dedicamos a la práctica privada con dedicación comple-
nen a vernos las cinco o seis sesiones que gran p a r t e de la investiga-
ta (Talmon, 1990). Intrigado por la cantidad de clientes/pacientes que
sólo asisten a u n a sesión (lo q u e m u c h o s t e r a p e u t a s , en el seno de ción considera el número promedio de visitas que ellos tienden a hacer.
muchos marcos, definirían como «abandono»), Talmon decidió empren- No obstante, si se difunde la idea de que se puede obtener mucha ayu-
der alguna investigación de seguimiento, en principio con sus propios da con u n a sola sesión, quizá tengamos que comprarnos taxis o dedi-
pacientes. carnos a alguna otra ocupación de j o r n a d a parcial p a r a complemen-
tar nuestros ingresos.
Una advertencia final. Como terapeutas breves, hemos encontrado
A pesar de mis temores acerca de lo que oiría, los resultados de mis que es común, particularmente en las sesiones del trabajo, que los cole-
seguimientos parecieron casi demasiado buenos para ser verdad: el 78
gas nos h a g a n preguntas del tipo «Sí, pero ¿y qué si...?». Por ejemplo:
por ciento de los doscientos pacientes a los que llamé dijeron que en la
sesión única habían obtenido lo que querían y se sentían mejor o mucho
mejor en relación con el problema que los había llevado a buscar tera- «Sí, p e r o ¿y qué si ella hubiera estado d e p r i m i d a clínicamente y
pia (Talmon, 1990, pág. 9). hubiera sido realmente suicida?»
«Sí, pero ¿y qué si los padres se hubieran negado a dar un paso atrás
p o r q u e los problemas de su hijo adolescente e n m a s c a r a b a n sus difi-
Examinando las pautas de la práctica de más de treinta psiquiatras,
cultades matrimoniales?»
psicólogos y asistentes sociales que trabajaban en un centro médico,
«Sí, pero ¿y qué si él era adicto a la conducta violenta?»
también determinó que las terapias de sesión única (TSU) no eran poco
c o m u n e s : «...la orientación terapéutica de los profesionales no tenía
Estas p r e g u n t a s son intentos genuinos de c o m p r e n d e r mejor los
ningún efecto sobre el porcentaje de las TSU eficaces en relación con
principios y valores de la terapia breve. Sin embargo, a veces quien las
el total de pacientes de cada uno» (pág. 7).
hace, en lugar de preguntar, está definiendo claramente su propia posi-
Más tarde, la investigación fue ampliada. Con la colaboración de
ción acerca de como él o ella piensa que debió haberse diagnosticado
dos colegas, Michael Hoyt y Robert Rosenbaum, Talmon emprendió
y t r a t a d o el caso. Un colega nos ha autorizado a reproducir u n a his-
un programa de investigación más formal. De los contactos que habían
toria que él construyó y que puede utilizarse p a r a responder a las pre-
asistido a u n a sola sesión, el 88 p o r ciento dijo que había experimen-
guntas que, sin duda alguna, pertenecen al último tipo citado.
tado « m u c h a mejoría»; el 79 p o r ciento pensaba que la sesión única
había sido suficiente, y el 65 p o r ciento también había experimenta-
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GUlA BREVE DE TERAPIA BREVE
Un cliente fue rechazado por sus padres a la edad de dos anos; lo crió BIBLIOGRAFIA
entonces un grupo de gorilas que vivía en los barrios bajos de la zona
portuaria de San Francisco. Después de luchar por aprender inglés en
los fragmentos de periódicos abandonados en los cubos de basura del
puerto, se enfrentó al problema de una lealtad dividida en la guerra entre
las pandillas callejeras hispanas y el grupo de gorilas, sintiendo simul-
táneamente la sensación de dislocación de los hispanos y la opresión cul-
tural que experimentaban los gorilas. Después de hacerse a la idea de
que era una persona y no un primate inferior, se arrastró hasta una igle-
sia, donde fue objeto de abuso sexual sistemático por parte de una suce-
sión de personas, antes de volverse codependiente y adoptar como esti- Adams, J. F., Piercy, F. P., y Jurich, J. A. (1991), «Effects of solution focused
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pista, y decidimos no informar a las autoridades de su activa y seria «idea- Inglaterra, Penguin Books.
ción de primate», pero le contamos nuestras propias experiencias de las Argyle, M. (1983), The psychology of interpersonal behaviour, Harmondsworth,
veces en que nos sentimos como si estuviéramos comiendo bananas. Middlesex, Inglaterra, Penguin Books (trad, cast.: Psicologia del compor-
Desde luego, somos incapaces de responder a preguntas como: «Sí, pero tamiento interpersonal, Madrid, Alianza, 51994).
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BIBLIOGRAFIA
198 GUIA BREVE DE TERAPIA BREVE 199
BIBLIOGRAFlA
203
202 GUIA BREVE DE TERAPIA BREVE
ÍNDICE ANALÍTICO
207
ÍNDICE ANALÍTICO cias pasadas, 64, 65
Imaginería, 151
Empatia, 80
Influencia y pericia, 83-85
Empleo de las aptitudes naturales del cuerpo,
— neutralidad, 85-87
154-55
Instituto de Investigación Mental (MRI), Véase
Enfoques anarquistas, 60
Centro de Terapia Breve
Enfoques en el futuro, 33, 75, 125-126
Instituto de la Familia (Cadiff, Gales), 165
Erickson, Milton:
Intervención en la pauta:
— técnicas de utilización, 142
— contextúa!; utilizando aspectos de las pro-
— y el uso de la seudoorientación en el tiem- pias conductas y creencias del cliente, 142-
po como técnica hipnótica, 19-20, 119 143
— y la teoría de la intervención, 27 — ejemplos, 143-148
Esquizofrenia, 20
Adecuación o ajuste, 57-59 Clínica de Orientación Infantil de Filadelfía, — complejidad de la, 70 — enfoques individual e interpersonal, 139
Analogía, 149-152 120 — intervención en pautas de atracón, 140
— enfoques sistémicos de la intervención en 141, 145
— adopción del modo preferido del cliente, Coaliciones transgeneracionales, 20 la, 164-165
142-152 Colonización, 168-169 — modificando las acciones del problema,
Etapas de la vida, 29 139-148
— comunicación a través de la, 32 Competencia, 111 Ética:
— «caja negra», 37 Connotación positiva, 133, 164 — principales modos de la, 142-143
— y uso de las intervenciones paradójicas, — y el rapport con el cliente, 148
Véanse también Anécdotas, parábolas y Constructos: 166-167
relatos; Metáfora — definición del visitante, 73 — y «relación de compra», 148
Evaluación, proceso de, 69-82
Anéctodas, parábolas y relatos, 152-154 Intervención terapéutica, 27-33
— definiciones de los, 42 — clarificación y expresión de las metas, 79-
Véanse también Analogía; Metáfora — el cliente hostil, 72-3 82 — comunicación por medio de la analogía,
Anorexia: 32
— el presente y el futuro como focos de las — construcción de un problema resoluble,
— enfoques sistémicos de la intervención, — directivas, 32-33
soluciones, 75 82
164 — etapas de la vida, 29
— enfoques centrados en el futuro, 79-81 — creación de «una realidad», 70
«Asociados de Milán», 21, 136 — generación del cambio, 30
— enfoques centrados en el presente, 76-78 — definición del comprador, 73-74
Atribución, 55-56 — pautas como hábitos, 28-29
— identificación de la causa «real», 71 — definición del foco, 72
— las operaciones básicas, 38-40 — definición del quejoso, 73 — principios de la, 27-28
Brief Family Therapy Center. Véase Centro de jerarquías de distinciones, 39 — determinación del problema, 75-76 Intervenciones. Véanse Intervenciones enmar-
Terapia Familiar Breve — y jerarquía de influencias, 70-71 — enfoques diferentes de la, 70 cadoras; Intervenciones paradójicas;
Brief Therapy Center. Véase Centro de Terapia Control social, 71, 86-87 — formación para la, 33-34 Intervención en la pauta; Soluciones
Breve — investidura en el, 98-99, 148 — intervención terapéutica, 27-33 Intervenciones de fórmula, 113
— peligros de la sesión única, 192-193 Intervenciones enmarcadoras, 127-137
Cambio anterior a la sesión, 112-133 Descripción en vídeo, 71, 76, 80, 119 — preguntas «¿y qué si...?», 193-194 — búsqueda del marco correcto, 137
Cambio, 30-31 Diagnóstico. Véase Evaluación, procesos de — relación de compra, 72-75 — como proceso interaccional, 131
Centro de Terapia Familiar Breve (Milwau- Directivas paradójicas, 21 importantes aspectos de la, 73-74 — como un proceso de colaboración, 130-32
kee), 112 Directivas, 31-32, 83, 122 la relación terapéutica, 74-75 — definición, 127-28
Centro de Terapia Breve (Palo Alto, Califor- Disfunción jerárquica, 23-25 Excepciones, 77, 114-118 desenmarcamiento, 129
nia), 15, 72, 73-74, 97, 161 Distinciones, trazados de las, 38, 43 reenmarcamiento, 128
— bases para el modelo de la terapia breve, — jerarquías de distinciones, 38, 42, 70 Family Institute. Véase Instituto de la Familia — ejemplo de desenmarcamiento, 135-136
25 — operación básica, 38-40 Figura/fondo: efecto de las tendencias del — jerarquías de constructos, 128
— e importancia de la conducta y la terapia — potencial curativo del reenmarcamiento,
observador, 45-46, 51-55 131
familiar, 64 «Efecto Pigmalión», 55 Formación de los terapeutas, criterios para
— impacto temprano en el campo de la tera- Emociones, 61-67 — reenmarcamiento y desenmarcamiento,
la, 33-34 128-137
pia familiar, 21 — autoatribución de, 65
— Instituto de Investigación Mental, 20, 21 diferencia entre, 130
— como preparación para la acción, 64 Haley, Jay:
Centro per lo Srudio della Famiglia (Milán), — y congruencia suficiente, 133
— diferentes enfoques terapéuticos de las, 63 — criterios para la selección y formación de
161 — y «verdades subjetivas», 130
— importancia de escuchar y realimentar, los terapeutas, 33-34
Cerebro: Hipnosis: Intervenciones paradójicas, 159-169
62-64
— niveles de explicación para comprender- — clases de escalada de la estrategia para-
— importancia de la conducta y las, 64 — técnicas hipnóticas, 21 dójica, 163-164
lo, 71 — interpretación de las, 64-67 — y empleo de las aptitudes naturales del
Clínica de Niños y Familias de Kibbutz redefinición, 163
— su abordaje por el terapeuta, 61-62 cuerpo, 154-55
(Israel), 193 reorientación, 164
— sus efectos sobre el recuerdo de experien- Homeostasis familiar, 19, 165
— clasificación de las paradojas, 162-163
— confusión con la confrontación o el desa-
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