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“su debate con el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco. ¿En dónde
radica su desacuerdo con él?
Para Eco, el intelectual es un organizador de la cultura, es el que puede dirigir una
revista, un museo. Un administrador, mejor dicho. Me parece una posición
melancólica para un intelectual. Yo reivindico el derecho a las tomas de partido
ocasionales. Cuando una cosa oscura está pasando en el mundo o en tu casa,
tienes el deber de salir a explorar este problema para ver si lo detectas, lo
particularizas, lo transmites y das la alarma: “Cuidado, está pasando esto en mi
casa, en mi ciudad, o en el mundo, que también es mi casa.” De lo contrario el
intelectual sería un personaje completamente insensible que dice: “Algo sucio está
pasando en mi casa, pero no puedo interesarme en él porque estoy organizando
el catálogo de la próxima exposición de pintura del museo de mi ciudad.”
Pero las dudas comienzan en la acción política, por ejemplo si era legítimo o
no intervenir militarmente en Kosovo para evitar las violaciones a esos
derechos.
Sí, claro. Pero fíjese que durante la guerra en Kosovo los escritores pudieron
expresarse libremente, lo que fue una gran fortuna, a mi modo de ver. Muchos
escritores que forman parte del Parlamento Internacional de Escritores (P IE) lo
hicieron porque creamos una red de varios periódicos, entre otros Libération en
Francia, El País en España, Corriere della Sera en Italia. Todos los días un
escritor tomaba la palabra. Hubo muchas tomas de posición contradictorias, pero
me parece que la opinión de los escritores fue la que se expresó con mayor
libertad durante el conflicto. Porque, ¿quiénes eran los únicos que no tenían dudas
en ese momento? Los políticos y los militares. Los escritores, en cambio, se
planteaban una pregunta detrás de otra. El artículo que un escrior publicaba el
miércoles era completamente distinto y contradecía el que había publicado su
colega el martes. Esto me parece muy importante.
Pero los políticos también tienen que tomar decisiones. Para actuar hay que
dejar los titubeos.
Sí, pero aun así me gustan más los políticos que prestan oídos a las dudas de los
otros y empiezan ellos mismos a dudar un poco. Es muy fecundo porque las
opciones en el mundo son muchas. Por desgracia los políticos hoy en Europa
están más preocupados por los balances y las cuentas que por los valores. Son
como los intelectuales de Eco: administradores de la política, funcionarios.”